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La luna de Fderico

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cuento para grandes

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Mi humildísimo homenaje al Gran Federico García Lorca y a todos los que como él fueron víctimas de la intolerancia , el odio y las persecuciones.

LA LUNA DE FEDERICO

No sabía dónde estaba. El lugar cumplía la función de celda, pequeña, oscura, húmeda. Paredes altas, techo de chapa. La claraboya de vidrios rotos, se abría al cielo como un ojo vigilante, único contacto con el mundo exterior, única fuente de luz escasa, que mitigaba la incertidumbre de la penumbra.Un colchón, con olor a desinfectante barato era el único mobiliario. Allí dormía, allí lloraba, allí sobrevivía.Tanteó las rayitas grabadas en la pared con la hebilla que sostenía su pelo. No se podía dar el lujo de perderla, o que descubriesen su improvisado lápiz, se lo arrebatarían, del mismo modo como la habían arrancado de su propia vida. Una, dos, tres…… diez. Diez eternos días en ese agujero negro de su vida. Hacía tres días que ella había aparecido, sutil cuerno de luz recortándose sobre los bordes irregulares de la claraboya. Poco a poco el redondo vientre había iniciado su cuarto creciente. Ella estaba tendida boca arriba, cuerpo martirizado, cuando la vio asomarse colgando del cielo como un pendiente de plata. Ya casi había agotado sus lágrimas, pero las del dolor. Las del consuelo, o las de la felicidad, si es que allí todavía la felicidad tenía resto, habían acudido a sus amoratados ojos como un dulce bálsamo. ¡Vengan niños, vengan a ver la Luna y las estrellas! Mamá está boca arriba sobre el césped recién cortado, mas allá, el fuego hace chillar la carne sobre el asador, mientras papá lee las últimas noticias. Juanito y yo nos acostamos a su lado y sentimos sobre la piel la tibieza de esa noche de verano. Nos quedamos así, quietos, buscando con los ojos Las tres Marías o La Cruz del Sur. La voz de mamá es un eco dulce y entonado:

La luna vino a la fraguaCon su polizón de nardosEl niño la mira miraEl niño la está mirando.

En el aire conmovidomueve la luna sus brazosy enseña lúbrica y pura sus senos de duro estaño.

¿Que estarían haciendo? Buscándola seguramente. Quería volver a los años soleados de su infancia, pero no podía. Quería abrazarlos, pero no podía. Vio la Luna acuosa, tras el cristal de sus lágrimas. La voz le susurró al oído:

¡Como canta la zumaya,ay como canta en el árbol!Por el cielo va la Lunacon un niño de la mano.

Un lánguido sopor le recorre el cuerpo, el sueño llega lento, mezclado con los recuerdos.

El jinete se acercaba,tocando el tambor del llano.Dentro de la fragua el niño,Tiene los ojos cerrados.

Hacía ya unos días que no la molestaban ¿Qué mas podían hacerle? Nunca imaginó la fortaleza de su cuerpo pequeño y delgado. Ya no sentía el ardor de las quemaduras, ni los pulmones a punto de estallar cuando le sostenían la cabeza bajo el agua, ni el aliento y sudor de aquellos hombres encima de ella, quebrando su pudor, desgarrando sus entrañas. ¡Cuántas veces recitaba a coro con su mamá, esos versos sublimes del Romancero Gitano! En realidad los repetía llevada por la fuerza de las palabras. Pero no los había entendido lo suficiente. Ahora sí, ahora sí sabía de que se trataban.

Flora desnuda se subepor escalerillas de agua.

El Cónsul pide bandejapara los senos de Olalla.Un chorro de venas verdesLe brota de la gargantaSu sexo tiembla enredado como un pájaro en las zarzas.Por el suelo ya sin norma,brincan sus manos cortadasQue aun pueden cruzarse en tenueoración decapitada.

Nada pudo decirles, nada ¡Cuánto hubiese deseado saber quien era el Tano, o La Francesita o Yuyi, o Palmiro. Jamás los había visto en su vida. Pero no le creyeron, solo cuando estuvo inconciente por unos días, se convencieron. Si no aflojaba con semejante paliza, tal vez estaba diciendo la verdad. De sentir los pasos retumbar por el pasillo, sabía cuando venían a sacarla para empezar de nuevo.

Los caballos negros son.Las herraduras son negras.Sobre las capas relucenmanchas de tinta y de cera.Tienen, por eso no lloran,de plomo las calaveras.Con el alma de charolvienen por la carretera.

Deseó mil veces que su cuerpo se quebrara definitivamente, no sabía si podría soportarlo otra vez. Una sola certeza la mantenía viva: ella no quería morir así, tenía derecho a elegir su punto y aparte.

Compadre, quiero morirdecentemente en mi cama.De acero, si puede ser,con las sábanas de holanda.

¿Porqué Román le había hecho esto? -Espérame en La París-, le había dicho por teléfono. Era su primer reencuentro después de aquellas vacaciones inolvidables en Montevideo. Se había puesto el vestido rojo que a él le había gustado tanto. Fue radiante disfrutando de antemano volver a escuchar su voz, los gestos graciosos de su boca, su poder de seducción.La voz de mamá invade mi corazón: Antonio Torres Heredia,hijo y nieto de Camborioscon una vara de mimbreva a Sevilla a ver los toros.Moreno de verde lunaanda despacio y garboso .Sus empavonados bucles le brillan entre los ojos.A la mitad del camino cortó limones redondos,y los fue tirando al aguahasta que la puso de oro.

Casi una hora lo esperó. No llegó. Alguien se acercó a la mesa y le dijo: - Dice Román que le guardes esto-. No tuvo tiempo de nada, el mensajero desapareció. Ella pensó en una carta de disculpas o mejor todavía, una carta de amor. Se levantó, la leería tranquila en casa. En la puerta de La París la estaban esperando.

Y a la mitad del camino,bajo las ramas de un olmo,guardia civil camineralo llevó codo con codo.

………………………..

Antonio Torres Herediahijo y nieto de Camborios,viene sin vara de mimbre entre los cinco tricornios. Luces y sombras tiene la vida. Era la primera vez que iba a Uruguay, lo conoció en casa de Celina, en realidad era el amigo de un amigo. Esas cosas tumultuosas que suceden en las vacaciones. Salidas, playa, encuentros. Ella se había enamorado, lo sabía, no era un pasatiempo de verano. Aquella noche en la playa fue mágica. Se sintió sollozar aspirando el olor a desinfectante y sangre del colchón.-Recitemos juntas,- dijo mamá. Ella sabe que mi despertar adolescente, prefiere La Casada Infiel. Es la fuerza del sexo y lo prohibido. Nos vamos turnando en decir los versos, recordaba solo algunos ¡Dios Santo, no puedo olvidarlos! Tal vez si repetía algunos los otros subirían a la superficie de la memoria. Y que yo me la llevé al ríocreyendo que era mozuela,pero tenía marido.Fue la noche de Santiago y casi por compromiso. Se apagaron los farolesy se encendieron los grillos.………………………………Pasadas las zarzamoras, Los juncos y los espinos,Bajo su mata de pelohice un hoyo sobre el limo.Yo me quité la corbata.Ella se quitó el vestido.Yo el cinturón con revolver.Ella sus cuatro corpiños.

Siguió , y siguió recitando en voz alta, tratando de superar los olvidos.

Aquella noche corríel mejor de los caminos,montado en potra de nácarsin bridas y sin estribos.

Quería volver a recitar con mamá, otra vez y otra vez y otra vez. No quería olvidarse ningún detalle de su casa, el rostro de su padre, la sonrisa de Juanito.

¡Oh ciudad de los gitanos!¡Quién te vio y no te recuerda!Que te busquen en mi frenteJuego de luna y arena.

Miró hacia arriba, la luna llena incendiaba la noche. El colchón se transformó en pasto recién cortado, hasta tenía memoria de ese perfume a verde y agua fresca. Aprovechó el chorro de luz para reconocer su cuerpo. Se había convertido en un despojo. Sintió los pasos tan temidos avanzando por el pasillo. El cuerpo se convirtió en un manojo de músculos rígidos, se orinó encima.

Su luna de pergamino Preciosa tocando vieneAl verla se ha levantado El viento que nunca duerme

Se pone boca abajo, tal vez la dejen en paz, repasa mentalmente los versos.

Preciosa tira el pandero y corre sin detenerseEl viento-hombrón la persiguecon una espada caliente.¡Preciosa, corre preciosamíralo por donde viene!

La puerta se abre, el hombre la levanta de un tirón, le hace tragar una pastilla. Se atora, tose. –No se te ocurra escupirla- le dice amenazante. La cargan con otros en una combi, algunos vomitan. Ella siente que flota en el aire, ni siquiera escucha lo que sollozan los demás. Viajan un rato. Todos abajo. Se siente el ruido de un motor potente. Vuelven a subir, se escuchan gritos y golpes. La luna se disuelve en el amanecer.

Las piquetas de los galloscavan buscando la aurora, cuando por el monte oscuro baja Soledad Montoya.………………………………

¡Soledad, que pena tienes!¡ Que pena tan lastimosa!Lloras zumo de limón,Agrio de espera y de boca.

Mamá se acomoda en su sillón junto a la ventana, yo me siento en el suelo con la espalda apoyada en esas piernas queridas.

Voces de muerte sonaroncerca del Guadalquivir .Voces antiguas que cercanvoz de clavel varonil………………………..Cuando las estrellas clavanrejones al agua gris,cuando los erales sueñanverónicas de alhelí,voces de muerte sonaroncerca del Guadalquivir.

El mar es una gigantesca tumba líquida. El avión los fue escupiendo uno a uno, parábola de pequeñas siluetas atormentadas. Eterno viaje de ida a las profundidades sin luna.

De :: Angélica Moreira