La Madrugada, Spring 2015 Issue

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    LaMadrugada

    Primavera

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    Nuestro

    Equipode

    Produccin

    Poesa

    Poemas (Varios)

    Esa Flor

    El Sueo Ms Profundo

    Viendo Claramente

    Cuentos

    Aura de Carlos Fuentes

    En Busca de tus Ojos Azules

    Contracaras - La Cara de Emmanuel

    Hora de Volver

    El Reflejo de un Asesino

    Diego Rodriguez

    Kevin Ennis

    Grace Steig

    Laura Goetz

    Kevin Ruiz

    Billy Coronas

    Aurora Mezzogiorno

    David Ortega

    Nicholas AndresenTablade

    Contenidos

    4

    8

    9

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    Poesa

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    I

    Es slo un juego sencillo que nos divierte conforme te observo y me sientes, an

    pese a la distancia, contemplo los destellos de luz que rebotan de tu rostro; alprincipio no absorbe nada pero te encuentras regresando a un estado en el cuallas ondas ms largas escapan de tu bello visage y como un semforo regresasperidicamente a imponerme un alto cada vez que recaudo el valor y talento pararobarte una frase, dos sonrisas y tres suspiros.

    II

    Qu enciende a mi espritu?El viaje sin el cansancio.La guitarra sin la desafinacin.Los tacos sin la cebolla.El perro sin las pulgas.La discusin sin el debate.

    Lo ertico sin lo pornogrfico.El sueo sin la lucidez.La comparacin sin la competencia.El aprendizaje sin la tristeza.La iluminacin sin la defenestracin.Ciclistas sin sus moscas.El vuelo sin el mareo.Departir sin olvidar.Extraar sin sufrir.Vivir.P

    oemas

    (Varios)

    DiegoRodriguez

    4

    XXI

    Preso

    Hueles al calor del fuego que arde sobre el llano.

    Cuando beso tus labios, saben al azul de los cielos ms profundos.Siento tu caricia, frgil como el sabor de una hostia.Piensas en el olvido y la traicin, ests inquieta y te sientes vengativa. Pero alrecorrer un trueno de trescientos kilmetros,eres ma, y ni por un segundo ms.Sigo preso, delirando. La carencia de tacto, sabor y olor han hecho de m un sin-estsico. Y en tus ojos cafs puedo oler la frescura de las pampas, en tus besos mellega el ltimo grito de los libertadores.Muero un poco, pero la agona es perfecta. Me traes el mundo a la celda.

    III

    Jazz I

    Y as, como hipnotizado, me pierdo en la profundidad de la trompeta. Suave-

    mente, pero con confianza, me calma la sinceridad con la que habla, sin vibratosartificiales o adornos innecesarios. Su nombre es Miles Davis, y dibuja bailarines deflamenco y pintorescas calles cmodas de primer mundo. Visito lugares perdidos,conozco a Coltrane, a Jamal, y a Corea. Siento el agonizante piquete del amor ydesentrao sus enigmas. Hasta los temas ms mundanos (y hablo de la afinaciny de soar que uno es una campana) son transformados en un opus. La poesa esel jazz, y el jazz es poesa, los dos son sexo, sentimiento y en algunas ocasiones,inclusive razn.

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    VI

    Tregua!

    Tlloc grita furioso, se lamenta. Por nuestra incoherencia, por nuestro abandono.Ruge, te para los pelos de punta! Millones de compresiones y rarefacciones que

    caticamente alteran a los primeros habitantes de Nuestra Tierra.

    Tlloc no perdona, nos castiga. Nosotros, sus Hijos, hemos pecado. Y como hijospecadores, habremos de morir. Sobre nosotros derrama sus amargas lgrimas.Lgrimas que daban vida, pero con nuestros hbitos hemos amargado. Amargado,nos regaa a todos, porque lo hemos despertado. Despertado con nuestro conflic-to, que por nimiedades nos ha separado.

    Guerra, guerra sin tregua! Ya que han profanado con sus plantas tu suelo, Tlloc.Porque con nuestras manos avariciosas, hemos sofocado a los que nos rodean. Ylos que nos rodean, nos sofocan de vuelta. Como dioses del Antiguo Testamentolos hemos tratado: muchas reglas, y nada de misericordia. Y as, en sus memoriashemos quedado. Y as nos tratarn.

    Verde.

    Como todo lo que les agrada.

    Blanco.

    Como una paloma con un ala rota.

    Rojo.

    6

    Poemas(Varios)|

    DiegoRodriguez

    Como lo que nuestro pueblo derrama da a da.

    Azul.

    Como nuestra agona, y nuestro futuro?

    Las lgrimas de Tlloc lavan las calles. Se llevan a los tlacuachesmuertos que quedan arrollados. Diluvio sin fin.

    Verde.

    Como lo que nos quitaron.

    Blanco.

    Como lo que nos quitaron.

    Rojo.

    Como lo que nos quitaron.

    Sin fin.

    Sin doble arcoris al fin.

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    EsaFlor

    KevinEnnis

    Esa flor la veo siempreEl azul, el rojo, el anaranjadoVeo todo en esa flor

    Con una sonrisa me acerco a la florYa he entrado en el jardnCreo que s todo

    Y la flor me mira, como siempreEntiende mi corazn, mi esprituNadie los conoce como la flor

    Esta vez toco la florEl azul, el rojo, el anaranjadoToco toda la flor

    Esta vez la tomo tambin

    La traigo a mi casaY la pongo al lado de mi cama

    Me levanto a las seis, como siempreLa flor y yo nos miramosQu da va a ser!

    Vuelvo a las seis, como siempreMiro la florPero la flor no me mira

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    Te he estado dando las virutasde ventana emplomada,mientras nos cae su luz cian.Te he puesto las partes que veodebajo de la almohada---pecho ylabios sin gnero,mullidas en algodn.

    La multitud de observantes avanza;ya iluminada con la figura de santos,ya pasando bajo la sombra de un pilar.

    Tus dedos azules han hechonubes del edredn.

    Sin que el coro deje de cantar,algo eleva el tono del himno:un sonido agudo, inhumano.

    No existe gran causa que no se pueda or.

    Ha habido un largo silencio.

    Ha enfriado mis sbanas;se ha extendido ms all de la punta de la cama.Aunque se lanzan, aunque se caenvarias espaldas bajo las botas,no alcanzan las piernas el plpito,No tocan el retablo quemado.

    La poca de vidrio romper por ratones.En ese instante que abriste un ojoverdemar, qu has observado?E

    lSueo

    MsProfundo

    GraceSteig

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    Cuando me miro en el espejoVeo todo ms claroQue desde hace muchos aos.Las lneas de mi cuerpo corren comoEl dibujo de una sierra,Afiladas, blanditas y perfectas.Aparece una sonrisa cuando mis ojos acaricianTodo entre las pecas de mis rodillasY la nariz un poquito torcida.Miro a mi nica morada permanente

    Y s que mi fuerzaNo puede ser destruida por una galletaNi un cuchillo de mantequilla.La luz filtrada que pasea por la ventana abiertaMe ilumina con el brillo lnguido del verano temprano,Y suelto un respiro,Tranquilo y profundo,Absorbiendo este sentimiento extraoDe apreciacin por la belleza especialDe mi propio cuerpo.V

    iendo

    Claramente

    LauraGoetz

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    Cuentos

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    EnBuscade

    TusOjosAzu

    les

    GuillermoCoronas-Samano

    An recuerdo, cuando abriste la puerta por primera vez. Llegaste con el equinoc-cio de tu mirada, una danza lacrimal recorriendo tus perlas azules, y derritiendo elhielo a tu alrededor. La magia de tu sonrisa, y tus labios de fresa, se convirtieronen todo para m, y qu decir del sonido de tu voz!, sublime meloda en sonatasentimental. Tu llegada derriti mi delirio invernal, llegaste puntual con la prima-vera y un botn en flor brot en mi corazn. Perseguirte, encelarte y contemplartese convirtieron en mi obsesin. Qu deba hacer para que te enamoraras de m?En la tienda del amor, slo poda ofrecerte una bolsa llena de recuerdos, y misbesos salados y secos, pordioseros buscando felicidad. Ah estaban, mi ansia y mitiempo, alfombrando de colores la planta de tus pies, esperando misericordiososuna oportunidad, que nunca lleg. No te culpo por impedir que me empapara detu sinceridad, ni por prohibirme el alimento de la miel de tu boca, tampoco porno impregnarme del perfume de rosas que exhalaba tu piel, ni por prohibirmebeber de tu cuenca desbordante debajo de tus sbanas, aun sabiendo, que estabasediento de ti. Es probable que el miedo haya gobernado en ti y te hayas alejadodel inmenso amor que senta. Recuerdo que en verano sola contemplar el oscuromar de esta ciudad, y en su superficie se reflejaban tus ojos, esas perlas energti-cas que me daban fuerza, superioridad y esperanza hasta que poco a poco, meconvert en un espectador del baile de tus pestaas.

    14Hoy te marchas, y no s si culpar a las estaciones del ao, al destino o simplementea mi mala suerte. Empacas tus cosas como pidiendo permiso a los rboles que denfrutos en otoo. Quisiera estar seguro que no quieres marcharte, porque vivimostantas cosas los dos, porque a pesar de todo, te sentas confundida, porque sintu presencia, no habr ms msica de violines, ni puestas de sol, ni expedicionescalurosas, ni humedad en verano. Los abrazos que me diste refrescaron mi cuerpocon tu fragancia, pero fueron escasos.

    Es probable que jams vuelva a verte, tu misin en esta ciudad lleg a su fin, unlargo viaje te espera y nuestros continentes se crearon para alejar a los enamora-dos. Nadie podr devolverme las noches inquietantes, ni los celos que gast enti. Cuando cruces esa puerta, estoy seguro que llover en mi corazn, y cada pasoque des sern soplos de tristeza (de cualquier manera, ya estaba acostumbrado avivir as). Cuando te pierdas entre los arbustos, y ya no pueda distinguirte, en eseinstante sabr que mi alma se ir a navegar por lugares extraos a tu lado, y la vidaque sembraste en mi corazn se ahogar en un torrente de lgrimas. Mi voluntadno descansar hasta gobernarte. Ser un conquistador de la carne de tu cuerpo, yescalar beso a beso tus montaas. Bastar olfatear el olor de tu carne para sabercul rumbo tomar en mi vagabunda conciencia.

    Aqu me encuentro, parado frente a ti y al lado de tu puerta, queriendo capturartu mirada por ltima vez, pidiendo y exigiendo la llave de tu templo sagrado. Unltimo roce de tus manos con las mas, estoy seguro, calmar mi dolor; an mejor,un beso apasionado de despedida ser el mejor licor para perderte.

    Suena el reloj de las cinco, te acercas suavemente junto a m, exhalas desde tuscuerdas un adisdesafinado en mis odos, y te vas, dejando la puerta entre abierta.

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    Aura de Carlos Fuentes es una novela corta de 62 pginas publicada en 1962,narrada en segunda persona, caso inusual en la literatura en espaol. Su lectura esfluida, no se separa por captulos y su lenguaje es bastante coloquial en el ambi-ento de ser una novela mexicana. Esto es slo una simple descripcinAura esms que eso.A

    urade

    CarlosFuentes

    KevinRuiz

    16 Empecemos con lo esencial: Carlos Fuentes, quin fue este hombre? Carlos Fuen-tes Macas fue uno de los escritores mexicanos ms conocidos del siglo XX, nov-elista y ensayista, cuyas obras han destacado en toda Latino Amrica, tales comoLa muerte de Artemio Cruz, La regin ms transparente y Terra Nostra. Recibi unainfinidad de premios, tales como el premio Prncipe de Asturias y el premio Miguelde Cervantes. Adems, fue nombrado miembro honorario de la Academia Mexi-cana de la Lengua en 2001. Su niez fue muy importante para su educacin liter-aria, puesto vivi en un ambiente intelectual muy demandante; desde pequeo seapasion por la historia de su pas. Adems, vivi en diversas capitales de Amricapuesto que su padre era diplomtico. Estudi el bachillerato en el Centro Univer-sitario Mxico y empez sus labores como periodista. Posteriormente, se gradude la UNAM en leyes y despus hara especializaciones en Economa en Ginebra.Lamentablemente, falleci en 2012 en la Ciudad de Mxico. Sin embargo, su obra refleja una realidad alejada de la economa y la diplo-maca: la caracterstica principal de sus obras es el anlisis detallado del compor-tamiento de su cultura, de la exploracin de Mxico y de lo mexicano. Su lenguajeaudaz y novedoso muestra una propuesta que muestra el valor de su propiacultura exportado para el conocimiento del mundo entero. Es por ello que esconsiderado uno de los mayores exponentes del boom latinoamericano. Su obraciertamente es un punto de referencia indispensable para el entendimiento de nuestroMxico actual.

    Aura se adentra en el dilema de la belleza, la vitalidad y todo aquello quecaracteriza a la jovialidad durante el paso de la vida. Con esta obra Fuentes nospresenta un anlisis sobre la belleza fsica y la belleza interior, nos muestra lafinita relacin entre la vida y la muerte, as como los prejuicios que tenemos sobreella. Esto lo hace por medio de unos peculiares personajes. El protagonista denuestra historia ser Felipe Montero, un joven historiador ambicioso, estudiosopero enamoradizo, con un perfil caractersticamente recto. Aura y Consuelo sernla parbola y paradoja que utilizar Fuentes; la primera siendo hermosa, joven,bella, tmida, con unos ojos verdes profundos y con un comportamiento cua-si-mecnico. Por su lado, Consuelo ser una viejecita de 109 aos, arrugada y decabellos blancos, obsesionada con las memorias de su esposo, el Gral. Llorenteun personaje meramente incidental.

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    La prosa fluida tiene un efecto de remembranza; la novela se sita apenas un aoantes de ser escrita, en 1961 en la Ciudad de Mxico, cuando Adolfo Lpez Mateosera presidente y Mxico viva el llamado Desarrollo Estabilizador. Asimismo, laduracin imaginara de la obra no est explcita, pero se puede inferir que lanovela abarca desde una semana hasta un mes. Como ya mencionamos la historiase desenvuelve en la Ciudad Mxico en 1961, en una casa en el centro de la ciu-dad, una casa oscura, hmeda, con un ambiente lgubre. Dentro de sus distintashabitantes, discurrira la historia, en el cuarto donde Consuelo tena una camaimprovisada en el suelo debido a su condicin hasta el cuarto para Montero, queera al parecer el nico beneficiario de la luz del da y de las pocas velas. Esta obra

    pertenece a la corriente del realismo mgico, que mezcla elementos fantsticos yfabulosos con el mundo real, creando un equilibrio entre una atmsfera mgica yla cotidianidad para mostrar as la desgarradora realidad.

    El hilo de la historia se basa en el desarrollo de las experiencias de Felipe Mon-tero, un historiador que encuentra un trabajo con muy buen sueldo. Va al lugarsolicitado, el trabajo es organizar y terminar las memorias de un General, paradespus ser publicadas. Ah estarn la solicitante Consuelo Llorente y un perso-naje mstico, Aura. El transcurso de la historia llevar nuestras mentes a fundirsecon la del joven que se enamora de ella, a pesar de las extraezas de la casa.Piensa en escaparse con ella, pero aparentemente Consuelo tiene bloqueada aAura. Se adentrara en los documentos, perdiendo sentido de la realidad y encuen-tra una verdad llena de fantasa y amor. Durante toda la obra se mantienen constantes ciertos elementos tales como laoscuridad, que da un aspecto al ambiente de misticismo, el recuerdo cclico del

    pasado, la presencia de los gatos, muestra de una posible relacin con hechiceray el mundo mgico, y el francs, que es parte de la corriente intelectual omnipres-ente. Esta obra debe considerarse porque es una pequea muestra de lo que fueBoom Latinoamericano, ese expansionismo de la esencia latina para el mundo.Sin embargo, debemos recordar que Carlos Fuentes es ms que Aura, su grancapacidad intelectual nos ha ofrecido una incisin crtica y tajante de la culturamexicana. Es por ello que Aura podra ser ese punto de inflexin capaz de hacerincursionarse a los lectores en la extensa obra de este autor.

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    AuradeCarlosFuentes|KevinRuiz

    Emanuel. Un alma anclada a este sobrio espacio, un alma que an no s si tenaun lugar, un destino, una vida despus del cierre del bar. Era, segn se rumora,un usuario frecuente y no el ms viejo del bar . Algunas veces me top con sumirada; penetrante, con sus ojos marrones en los que se vea el paso del tiempo,cargados de bolsas de miles de sufrimientos. En ellos se poda leer su historia,su pasado y su fin.C

    ontracaras

    LaCaradeEmanuel

    AuroraMezzogiorno

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    Gran escritor, bohemio y de pensamientos claros. Su vida era contar historias atravs de letras y retratos, era un excelente cronista y bigrafo. Sus das transcurranentre cafs y discusiones filosficas con aquellos grandes sabios que se encuentranen el lmite, esos que nos quieren hacer ver que su vida tuvo un gran significadopara muchos pero que en realidad nunca lo tuvo ni para ellos mismos. Estos debatesutpicos animaban a Emanuel, a quien le gustaba creer en esas enseanzas ances-trales, por no decir anticuadas y ortodoxas, que los seres de antao dejan regadassobre cualquier visitante que busca una taza de caf.

    Emanuel era compulsivo, estricto y rutinario. Quizs por esto se dedicaba a lostextos cronolgicos en los que l saba que una cosa no se hace sin antes terminar

    otra. Esta aversin de no continuar sin terminar una tarea lo llev a vivir su trgicavida en el bar.

    La miserable vida de Emanuel inici uno de esos das en los que se quisiera nohaber retado al destino. En sus rutinarios das tom el tren de las 10 como lo hacadesde hace aos. Tom su lugar, que se haba vuelto suyo despus de sus habit-uales viajes. Un lugar donde poda verlo todo sin ser observado y en el que se imag-inaba miles de historias, pero nunca de amor; haba dejado de creer hace mucho enese superfluo sentimiento. Sin embargo, aquel da unos ojos negros recostados enel vidrio del tren contrario cautivaron su atencin y su instinto de escritor lo motiva seguirlos. Dej el tren en la siguiente estacin y empez su marcha hacia atrs.Fueron das infructuosos y planes fallidos hasta que su ltimo pensamiento llenode locura y desenfreno lo llev a vivir en el tren esperando a que su amor se cruzarade nuevo en el camino. Meses despus, Luca lo atraves con una moneda que deja su lado. En medio de la locura de esos das, Emanuel levant su mirada y viendo

    que Luca se alejaba, tom el diario donde registraba su decadente historia de amory corri con el alma. Sus piernas aumentaron su tamao; con esa fuerza habra ga-nado hasta un maratn. Logr enfrentarla y darle su diario, pero se alej por miedode que su estado fsico no fuese el mejor para una cita de amor. Luego de unos dasvolvi a su vida, a sus cotidianos y aburridos das esperando que Mar tina, comosola llamarla porque ni su nombre logr saber en su nico fugaz encuentro, tomarael tren de las 10, o quizs el de las 7, y se sentara a su lado. Esper que as empezaraesa historia de amor que logr plasmar en sus escritos y que a su vez Martina le de-volviera el hombre que dej adentro de ese pequeo libro para poder dejar de serese ser con las esperanzas rotas y sin palabras escritas en el que se haba convertido.

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    ContracarasLaC

    aradeEmanuel|AuroraMezzogiorno

    Tom el vaso que le ofreca la azafata y lo llev a sus labios para humedecerlos.Ignoraba la hora y ni se acordaba del da, pero el hielo que rozaba sus labios lecausaba gran placer. An no se percataba que haba dormido casi cuatro horasdesde el despegue. Despus de haber bebido un poco del refrescante lquido,cerr los melanclicos ojos, tercamente apret los prpados e imagin que nadahaba pasado. Los desconsolados pensamientos que le atravesaban la mente leanudaban el alma, y el acelerado tic-tac de su corazn le llenaba de angustia. Elpiloto anunciaba el aterrizaje y las azafatas hacan su ronda poniendo en regla laaeronave antes del descenso.H

    orade

    Volver

    DavidOrtega

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    No haban pasado ni veinticuatro horas desde que haba recibido la alarman-te llamada. Esa tarde, tras haberse duchado despus de su energtica corrida,estaba listo para empezar a tachar puntos de su lista de tareas. Estaba a punto desumergirse en el universo peculiar del estadounidense Ken Kesey cuando timbrsu telfono mvil. La llamada telefnica ya haba durado casi cinco minutos. Le irritaba que laagitada voz del otro lado no fuese al grano. Por qu le molestaban? Por qu norespetaban su tiempo? Basta ya! Ve al grano!, pensaba mientras apretaba los di-entes impacientemente. Iba a expresar su enfado cuando al fin la noticia lo tompor sorpresa.

    Varias horas ms tarde, recordando su reaccin a la llamada, se daba asco a smismo. Frunci la mirada, arrugando el rostro desmejorado, y le quisieron dar nau-seas. Hizo un gran esfuerzo para ignorar su jaqueca y vio que su reloj marcaba lasnueve de la maana: tendra que ajustarlo a la hora local. Ese reloj haba sido suobsequio de cumpleaos preferido haca ya ms de dos aos. Desde pequeole haban fascinado los relojes. Se jactaba de haber llegado a tener ms de dosdocenas en cierto momento de su juventud. Relojes de personajes de dibujosanimados, suizos, deportivos; caros, baratos, sencillos y grotescos, todos habanformado parte de su coleccin. Objetos de su obsesin y orgullo, regados sobresu bur al lado de su ovalado despertador parlante. Pero, no haba ninguno comoel que llevaba en su mueca esa maana al atravesar las nubes. Pareca que la cabeza le iba a estallar. Sac un par de pldoras verduzcas delbolsillo y se las trag apresuradamente. Luego, sorbi una vez ms llevndose

    consigo un pedacito de hielo que se derriti en su garganta antes de llegar mslejos. Se rehusaba a abrir los ojos. Deseaba refugiarse en esa oscuridad que leocultaba el mundo y lo llevaba a la tierra de los sueos de antao aunque fuesepor tan slo un instante. Antes de haber recibido esa devastadora llamada, cadaminuto de su vida le haba sonredo. Ahora, el paso del tiempo slo parecaaumentar su ansiedad, culpa y tristeza. Ese ardor que llevaba en el pecho no leconceda un momento de paz. La maldita e incesante llama de la desesperacinlo quemaba por dentro. Necesitaba ms hielo, el consuelo ms fro y perfecto.Deseaba por un instante que le hubiesen congelado cuando an no conoca el su-

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    HoradeVolver|D

    avidOrtega

    frimiento. Fantaseaba con aquella poca de su vida cuando conoca aquel fulgorinextinguible de ternura y fuerza que emanaba de su viejo. Buenos, malos y demasiados, los recuerdos que giraban en su mente le tor-turaban puesto que saba que era imposible volver en el tiempo. A los ocho aos,mientras husmeaba en un amplio armario encontr un objeto circular misteriosoy fro. Era de buen grosor y haba sido arrinconado hasta el fondo de una de lasbaldas del armario. Su curiosidad no respetaba lmites y le llev a sacar aquelintrigante artefacto de su lugar. Lo coloc en el piso y lo observ detalladamentenotando la carcomida apariencia de la superficie. A pesar de su desgaste, todavase distinguan los nmeros romanos que haban sido gravados en ella segura-

    mente en tiempos remotos. Su corazn lata emocionado al darse cuenta de queel fruto de su hallazgo deba de ser sin duda un antiguo reloj de sol. Entonces,afanosamente lo desempolv y lo puso sobre la mesita de la sala. Aguardaba conansia el regreso de su padre, aquel hombre larguirucho y erguido como un ciprsmaduro, pero de cabellera plateada. Al llegar dicho progenitor, instalaron juntossobre el cspeden un sitio baado por el solel cuadrante solar recin rescat-ado del olvido. Una vez situada la losa en el jardn observara la trayectoria de lassombras, una y otra vez. Por las tardes, cuando l y el viejo canoso acomodabanlea en un rincn, el chico consultaba el platn de cantera y anunciaba la horadando brincos alrededor del patio. Cada vez que admiraba aquel artefacto record-aba la fascinante historia detrs de la antigedad que yaca a sus pies, historia quesu padre le haba contado al asentarlo. Jams la olvidara. Tampoco olvidara elgris, pero carioso semblante ni la suave voz que se la haban narrado. La hilera de asientos del avin en el que viajaba estaba casi vaca. Nadie lo vio

    cuando engull el ltimo trago de su bebida. Sumergi el rostro en la chaqueta alno poder contener el llanto. Un suspiro tras otro, se desahog lentamente. Escuch que desde la cabina el piloto les daba la bienvenida a los pasajeros a laciudad que an dorma. l, extendi el brazo y acerc su mueca hacia el ros-tro. Recorri la manga de su camisa para poder descubrir el reloj. Las manecillasmarcaban las seis veinte. Los servicios fnebres se llevaran a cabo a las once enpunto, hora local.

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    ElReflejodeun

    Asesino

    NicholasAndresen

    Santiago sonrea mientras observaba sus alrededores. Por fin lo haban encontrado.

    l estaba recostado en una silla de metal, esposado a la mesa. Una pequea lm-para colgaba, su luz rebotando sobre la superficie metlica para marcar su caracon ngulos cortantes. Desde la esquina del cuarto, la luz roja de una cmarabrillaba intermitentemente, rompiendo la monotona de las paredes planas.Santiago estaba seguro de que haba alguien observndolo.

    24Sal de donde ests! vocifer Santiago, rindose con confianza. Pobre Santitiene mucho miedo! dijo sarcsticamente.

    No hubo respuesta. Aparte del zumbido del filamento de tungsteno y los des-preocupados latidos del propio corazn de Santiago, no se escuchaba nada.Ningn reconocimiento. Que gracioso, estn intentando utilizar una tctica demiedo. Por favor, guarden la teatralidad para otro imbcil dijo Santiago.Dejaros de jueguecitos.

    Casi inmediatamente, la puerta al lado de Santiago se abri. Un hombre se acerc

    y se sent, dejando la mesa entre Santiago y l. Iba vestido con pantalones vaquerosy una camisa de cuadros abotonada. Vestido de civil. Debe ser un encubierto.

    Hola, Santiago dijo el hombre. Te puedes dirigir a mi cmo agente Rodrguez.

    Santiago suspir. Odiaba estos interrogadores novatos, siempre eran tan aburri-dos. Qu bigote ms ridculo, agente Rodrguez! Acaso se arrastr una orugahasta tu cara y se muri ah?

    El hombre tom aire, haciendo caso omiso de su burla, y meti la mano en el bolsillode su abrigo. Sac de ella un largo y afilado cuchillo de sierra. Cog esto del archivode evidencias, dijo mientras lo puso sobre la mesa, fuera del alcance de Santiago.

    La sangre seca en la hoja le alegraba la vista. Apuesto a que quien haya matado

    a esa chica le encantara poder volver a hacerlo de nuevo. Perforarla otra vez con elcuchillo y ver la sangre correr por su cuerpo... dijo Santiago mientras mirabasin pestaear a los ojos del hombre. Sabas que cuanto ms pequeas son,ms fuerte gritan?

    El hombre pareci estremecerse. La silla de metal temblaba contra el suelo dehormign. Slo tena catorce aos. Violaste y mataste a una pobre nia inde-fensa. Ests enfermo. Te vas a arrepentir de haberlo hecho, dijo, su voz temblo-rosa con desprecio.

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    El hombre hizo una pausa, dejando que el silencio enfatizara sus palabras. Santiagono poda aguantar la risa. Pobre imbcil ingenuo.

    Exquisito, agente Rodrguez. Por favor, cuntame ms. dijo Santiago consarcasmo. Oh, espera, djate. Porque no puedes probar una mierda.

    El hombre mir a Santiago y frunci el ceo. No se preocupe. Usted no va a ir a la crcel.Va a llegar a desearlo con toda su alma, pero no. Su castigo ser mucho, mucho peor.

    En ese momento, la luz se apag. Santiago segua sonriendo. Vaya imbcil. Acaso

    este chaval aprende todas sus tcnicas de interrogatorio de CSI Miami?

    No me asustas, agente. Usted no me puede tocar. Santiago dijo entre carcajadas.

    Ni un segundo ms tarde, la luz se volvi a encender. El agente Rodrguez habadesaparecido. El cuchillo haba sido retirado de la mesa, y en su lugar haba unapequea fotografa. Abrazados frente a un rbol de sauce hermoso estaban dospersonas: el hombre que Santiago acababa de ver desaparecer junto a la nia queSantiago acababa de despellejar.

    Los pelos de la nuca de Santiago se pusieron de punta. Esto no es una estacin depolica. El agente Rodrguez no existe. El hombre me ha mentido. Su corazn latacon fuerza contra su pecho. Ahora s que estaba asustado. Sus ojos se dirigieron a lapuerta, desorbitados por el miedo al regreso del hombre.

    Santiago se resign a tratar de escuchar cualquier seal de que el hombre volva.Pero no consigui escuchar ms que silencio. Era extrao. Ahora que lo pensaba, nohaba escuchado nada desde que se fue la luz. Ni siquiera haba odo a nadie salir.

    An sigue en el cuarto.

    Pero antes de que Santiago pudiera reaccionar, un fro objeto metlico acarici su nuca.

    ElReflejodeunAs

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