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ABC 23 María Rosana Vera coordina el llamado Grupo de Aceleración en la Escuela N°67 de Villa Inflamable, partido de Avellaneda. Se trata de un proyecto que le permite a los alumnos que cursan 3° grado con dos o más años de sobreedad, pasar directamente a 5°. Por la mañana van a clase junto a sus compañeros de 3° y en contraturno realizan actividades especiales que les posibilitan aprender más contenidos y completar dos grados en un año escolar. La maestra de la capa amarilla

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María Rosana Vera coordina el llamado Grupo de Aceleración en la Escuela N°67 de Villa Inflamable, partido de Avellaneda. Se trata de un proyecto que le permite a los alumnos que

cursan 3° grado con dos o más años de sobreedad, pasar directamente a 5°. Por la mañana van a clase junto a sus compañeros de 3° y en contraturno realizan actividades especiales que les

posibilitan aprender más contenidos y completar dos grados en un año escolar.

La maestra de la capa amarilla

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María Rosana Vera es la coordinadora

del Grupo de Aceleración en la Escuela N°67 de Villa Inflamable, en Avellaneda. A partir de la pues-ta en marcha de este proyecto pedagógico que incrementa los aprendizajes en contraturno de las clases, los alumnos y alumnas que cursan 3° grado con dos o más años de sobreedad pasan directamente a 5°.

El primer día estaba desorienta-da. Buscaba en todos los mapas de la zona y aunque pasara una a una las hojas de la Filcar, nunca iba a encontrar la calle donde está ubicada la Escuela N°67 de Villa Inflamable. Es que Cana-lejas 2053 no figura en la Filcar, no existe. María Rosana Vera ignoró la in-justicia cartográfica y subió a su bicicleta decidida a encontrar esa escuela. Era un día de lluvia. Se calzó su capa amarilla –que la iba a proteger de las inclemencias del tiempo una y mil veces- y salió, salió a la calle y comenzó a peda-lear. El agua no lograba tocarla, la capa era una especie de coraza. A las pocas cuadras notó que se le humedecían las medias; recién ahí se dio cuenta que sus pies no estaban a resguardo. Se detuvo en un negocio y pidió dos bolsas de nylon que hicieron las veces de botas de lluvia, y siguió. Sus familiares y amigos le dijeron que no fuera en bicicleta porque era peligroso, pero no les hizo caso. Cuando llegó al barrio los vecinos comenzaron a salir a la puerta y a asomarse por las ventanas porque veían a una maestra nueva cubierta con una capa amarilla. Después de una hora de peda-lear, encontró la escuela. Aún no se había quitado la capa cuando observó que en la puerta de la institución un grupo de padres preguntaba por ella. Eran los padres de los alumnos del grupo de aceleración, que no tenía do-

cente. Querían saber si ella era la nueva maestra de sus hijos.

El grupo de aceleración se enmar-ca dentro del Proyecto ‘Propuestas Pedagógicas para Alumnos con Sobreedad’, que permite que los chicos que cursan 3° grado y tie-nen dos o más años de sobreedad, puedan acelerar el aprendizaje de contenidos para poder avanzar dos años en uno. Por la mañana asis-ten a 3° año con sus compañeros y los docentes correspondientes y, por la tarde, concurren voluntaria-mente al grupo de aceleración, que trabaja con los contenidos y mate-riales específicamente preparados desde la Dirección Provincial de Educación Primaria de la cartera educativa. La educación en los grupos aceleradores es no formal e intenta ser lo más flexible posible con los chicos para poder insertar-los en un curso escolar más acorde a su edad.

Rosana se sorprendió por la pre-sencia y el interés de los padres, pero más se sorprendió una tar-de cuando de uno de los pasillos del barrio, esquivando charcos y haciendo equilibrio para no desmoronarse en una zanja, una

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madre salió de una casilla para obsequiarle un par de botas para la lluvia. “Es una experiencia muy diferente a la de trabajar todos los días con un grupo de 30 chicos”, cuenta Rosana. El primer día de trabajo no fue fácil y así lo recuerda: “Cuando entré acá era correr por todos lados. No sabía adónde me había metido. Llegué a mi casa y me puse a llorar desesperada. Quería renunciar. Era un loquero, pero pensé y pensé y dije tengo

Reina Ávalos (mamá de Bárbara y Mariela): Me enteré del proyecto porque me avisaron las maestras. Estoy muy contenta porque mis hijas adelantaron bastante. Albino Aparicio (papá de Matías): Lo noto más animado y ha mejorado las notas. Adelantó bastante. Estamos conformes con el aprendizaje de él. Graciela Velázquez (mamá de Matías): Lo noto muy contento. Lo veo más entusiasmado y está aprendiendo más cosas y se va interesando más. Ahora investiga más, pregunta más. Alejandra Martínez (maestra del Grupo de Aceleración): Este pro-yecto es muy importante. Siempre

noté que faltaban estrategias para trabajar con chicos desfasados en edad. Está muy bien planificado. Cuesta mucho porque están todo el día en la escuela, pero me dio muchas satisfacciones. Nancy Naceli (directora de la EPB N°67): Para nosotros este proyecto fue un éxito. En esta escuela ha dado resultados maravillosos para que los chicos no pierdan la conti-nuidad y la escolaridad. Matías (alumno): Me encanta venir porque aprendo más. La señorita me ayudó mucho en matemática y en ciencias sociales. Las maestras son muy buenas. En mi casa están contentos.

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En el barrio las maestras son respetadas. Lo ilustra Rosana a través de una anécdota: “A mí una vez me robaron la bicicleta, pero no acá, en mi casa (vive cerca de la Avenida Mitre, en un barrio próximo al centro de Avellaneda). Acá dejo la bicicleta y jamás me la tocaron. Nosotras caminamos por cualquier lugar y nos enfrentamos con muchas situaciones: padres alcoholizados o adolescentes dro-gados, pero jamás nos tocaron. El guardapolvo no se mancha y en este barrio, se cumple”.

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que hacer algo con esto. Al día siguiente vine con otro tipo de actividades y de estrategias, pero los chicos no me daban bolilla. Salían corriendo para todos lados y no había forma de que pudiera entablar ese vínculo que es más que fundamental para trabajar en el proyecto”. “Traía juegos y material que me daban desde sede central y de a poco se fueron quedando. En realidad ellos estaban acostum-brados a que les griten ¡¡Vení adentro!!, ¡¡entrá!! Muchos chicos viven en la indigencia y son mal-tratados y de nada servía que vinieran a la escuela y tuvieran un contexto semejante, entonces trataba de no gritar ni maltratarlos en absoluto. De a poco se fueron quedando adentro, trabajando y aceptando”, rememora Rosana. La escuela está en un barrio muy pobre. Más del 50 por ciento de su población tiene plomo en la sangre debido a la contaminación producida por la refinería Shell. La vida no es fácil en Villa Inflamable y Rosana los sabe: “Ejercer la profesión acá es un desafío muy importante. Estos chicos necesi-tan mucho cariño. Es muy difícil trabajar con personas que tienen tantos problemas. Una vez fuimos a la casa de una nena que tenía un frente precioso y cuando abrie-ron la puerta, vimos que del otro lado estaba la laguna. Lo único que tenía la casa era el frente, un bracero, una cama y dos sillitas. Terrible”. Abundan los ejemplos como éste, pero para el grupo de docentes de la Escuela N°67 no es un escollo para que los chicos puedan aprender y progresar. Las ganas de las maestras por enseñarles a los pibes del barrio, hicieron que se interesaran por el Proyecto ‘Propuestas Pedagógicas para Alumnos con Sobreedad’.“Este proyecto se trabaja en equipo, si no no podés avanzar”. Las asistentes sociales recorren casa por casa, recaban datos y comienzan su trabajo de hormiga:

convencer a las familias de que todo chico debe ir a la escuela. Rosana continúa su relato: “Pudi-mos crear un vínculo sin el cual hubiera sido imposible tener lo-gros porque había mil problemas en el medio. Al tercer o cuarto día de estar acá, las chicas me decían no dejes nada porque te roban todo, y yo pensaba no puede ser, estamos como en la calle, y la escuela tiene que ser un ámbito diferente. Yo igual dejaba mis cosas y un día me faltaron 20 pesos. Había cuatro chicos, entonces les dije me faltaron 20 pesos, y ellos me contestaron qué, vas a llamar a la policía. Es-taban acostumbrados a eso. Les expliqué que no iba a llamar a la policía porque me parecía que era un ámbito en el cual teníamos que trabajar juntos, tratando de convivir lo mejor posible. Algunos empezaron a culpar a una nena y, al otro día, esa nena se había comprado una cartuchera y una carpeta nueva. Había dos cosas contradictorias, porque había robado 20 pesos pero para com-prarse útiles para la escuela”. A partir de ese episodio se

comenzó a implementar en el grupo acelerador la ronda de in-tercambio, en donde los chicos interactuaban comentando lo que les pasaba, a modo de catarsis. Con esta estrategia el vínculo se fue haciendo más fuerte y los logros comenzaron a acentuar-se. “A partir de este vínculo me pude sentar con algunos chicos y preguntarles: ¿Sabés leer? No, no sé leer. ¿Mirarnos a la cara?, jamás. Cuando explicaba algo, los chicos bajaban la cabeza. Esa situación me mataba. Eran chicos de 12 o 13 años que no se reían y un chico que no se ríe no tiene infancia, no tiene nada. Y bajar la cabeza… tienen que levantar la cabeza y mirar a los ojos cuando hablan con alguien”, sentencia la maestra. Cambiar sus miradas y dibujarles sonrisas en sus caras fue una ba-talla nada fácil. “Costó un tiempo, pero siempre les decía mírenme a los ojos, nunca agachen a cabeza. Era empezar a valorarlos como personas, si no no se puede aprender. Yo no vine a llenarlos de contenidos, vine a crear un vín-culo para que pudieran valorarse

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como personas. Si no se valoran como personas no pueden pro-gresar ni decidir cosas buenas. Después de aquel día, cuando tu-vimos la charla por el robo, nunca más faltó nada”. Los dos años que lleva en la Escuela Nº67 le han sido sufi-cientes para conocer a los chicos y sabe que a pesar de sus falen-cias emocionales, quieren apren-der constantemente: “Si no no hubiésemos logrado que un chico que no sabía leer, aprendiera y para un 25 de Mayo leyera en el acto frente a toda la escuela. Eso fue un logro de las actividades de este proyecto”, aclara Rosana.Las maestras intentan ser flexi-bles y pacientes cada tarde. No importa cuántas veces tengan que explicar una suma o una resta. Quieren que los chicos aprendan, que entiendan y asimi-len contenidos. Ponen especial cuidado en el día a día. Saben que esos alumnos no soportan un nuevo fracaso. El fracaso es uno de los enemigos más fuer-tes que deben derrotar. “La injusticia social está in-corporada en ellos y nosotros, desde la escuela, tenemos que mostrarles que hay otras cosas”, dice. Éste es el motivo por el cual las maestras eligieron como estrategia fortalecer a la escuela como un espacio diferente al que ellos tienen en su cotidianeidad cartoneando, mendigando en una esquina o haciendo changas para ayudar económicamente a sus padres. “En la escuela creamos un ámbito seguro en donde los acompañamos y los valoramos”, afirma Rosana. En el correr de la charla comienza a referirse a las familias. Sus ojos muestran ternura y sus pala-bras lo confirman: “Existe el com-promiso de las familias. Siempre dentro de sus posibilidades, los padres se acercan a la escuela”. Y abre su corazón cuando con-fiesa que prefiere “mil veces” a esos padres.

El proyecto “Propuestas Pedagógi-cas para Alumnos con Sobreedad” se trabaja en forma conjunta entre la Dirección Provincial de Educa-ción Primaria y la Dirección de Psi-cología Comunitaria y Pedagogía Social. En la Provincia de Buenos Aires 3.070 alumnos concurren a 258 Grupos de Aceleración, donde son acompañados por un docente por curso. La iniciativa se aplica en el 3° año de Educación Primaria en escuelas cuya matrícula está constituida mayoritariamente por chicos con altos porcentajes de inasistencia e inconvenientes para obtener los logros pedagógicos que la insti-tución espera en cada etapa del aprendizaje. En definitiva, el propósito es lograr que los niños y niñas de 3° año con sobreedad, adquieran en menos tiempo pero con una propuesta

de enseñanza intensiva, conoci-mientos equivalentes a los de los alumnos que cursan el 4° año de la escuela a la que asisten, y luego de aprobar evaluaciones que se tomen conjuntamente a los grupos de 4° y al de aceleración, puedan ser pro-movidos a 5° grado. La Directora Provincial de Educa-ción Primaria, Mirta Torres, pone especial énfasis en la necesidad de mirar a los alumnos con sobreedad como “sujetos con potencialidades de aprendizaje y no como chicos con dificultades para aprender y que llevarán como estigma la so-breedad a lo largo de su trayectoria escolar”. “Se trata de pensar en niños y ni-ñas con posibilidades de recuperar y fortalecer su autoestima para recomponer sus trayectorias esco-lares, aprendiendo más en menos tiempo”, explica la funcionaria.

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“Se acercan para ver si pueden ayudar, para ver si los días de actos pueden cocinar y entonces vienen las madres y hacen tortas fritas”, se emociona, y reitera: “Mil veces prefiero a esos pa-dres”.Los resultados del Proyecto son sorprendentes y los progresos de los alumnos son enormes. Aprenden no sólo a leer sino a interesarse por la lectura. Las maestras cuentan que hay chicos que en tres meses pasan de apenas saber leer a pedir un libro prestado por iniciativa propia, “porque quieren leerlo”.“Dentro de mis 10 años como maestra, ésta fue la mejor ex-periencia de mi vida. Esto no se olvida nunca porque te queda gra-bado en la retina. El contexto, las risas, los chicos, los actos, todo te queda grabado”, asegura.Casi sin pensarlo, Rosana conti-núa absotra. Se olvida del graba-dor y de las preguntas y vuelve a hablar de los chicos, de sus risas y de sus miradas; insiste mucho con sus miradas: “El aprendizaje no es sólo dar contenidos. Prime-ro tuvimos que trabajar mucho en la parte emocional. Es impor-tante que aprendan a valorarse como personas. Después de eso pueden venir los contenidos, por-que cuando se valoran como per-sonas comienzan a darse cuenta para qué les sirve lo que pueden aprender. ¿Para qué sirven las ta-blas? Ellos mismo contestan que les sirven para hacer cuentas cuando van a vender cartón y que nadie los pueda engañar. Todo lo que aprenden acá lo llevan a la vida real”. “Necesitamos que los chicos se escolaricen. Por eso este proyecto es maravilloso, porque nos sirve para poder insertarlos nuevamente en la escolaridad“, reflexiona Rosana. No se siente ejemplo de nada, pero lo es. No será el único, pero sin dudas es un ejemplo de vocación. “Queda mucho por hacer”, insis-

te, pero íntimamente sabe que muchos objetivos se han cumpli-do. Cuando se abre la puerta del grupo de aceleración, las miradas y las sonrisas de los chicos son la bienvenida. Las maestras están orgullosas porque sus alumnos sueñan con una vida mejor, diferente; y se desbordan de emoción cuando se dan cuen-ta que el sueño deja de serlo porque ya comienzan a planificar su futuro en la Secundaria y en la Universidad. Hay chicos que no faltan nunca. El calor, el frío, la lluvia ni los ca-minos intransitables son barreras para que lleguen hasta la escuela y se queden trabajando en el gru-po acelerador, cuya asistencia es voluntaria. “Acá hay demasiados agradeci-mientos”, dice Rosana, y cuenta otra anécdota: “Una vez una mamá vino llorando a agradecer porque su hijo, después de mu-chos intentos por aprender a leer, le había podido leer una citación que le habíamos mandado desde la escuela para felicitarla por los

alcances logrados por él. Ella no sabía leer, lo tuvo que hacer su hijo. Estaba muy agradecida, pero nosotros sólo hicimos lo que nos correspondía. Nuestro aporte fue muy chiquito”. Se equivoca. Definitivamente no sobran los agradecimientos. Todavía no se pudo acostumbrar a la situación de pobreza en la que viven sus alumnos, pero se lo agradece a Dios, “porque cuan-do uno se acostumbra, no puede hacer nada. Hemos cambiado un montón de cosas y se pueden cambiar muchas más”.“En una ocasión Mirta Torres (actualmente Directora Provincial de Educación Primaria) dijo que el proyecto era suicida y todas nos quedamos sorprendidas. Después comprendimos que tenía razón. Este proyecto tiene que terminar. No puede seguir porque si continúa es porque si-gue habiendo chicos desfasados en edad. Si se termina es porque está todo normalizado y eso lleva un trabajo enorme“, concluye Rosana.