Upload
others
View
0
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
1
Universiteit Gent Faculteit Letteren en Wijsbegeerte
Taal-en Letterkunde: Iberoromaanse Talen Academiejaar 2012-2013
La Malinche descifrada a
través de la carta ‘privada’ Análisis comparativo de las novelas epistolares Amor y Conquista (1999) de
Marisol Martín del Campo y La verdadera historia de Malinche (2009) de
Fanny del Río
Masterscriptie ingediend tot het behalen van Promotor: de graad Master in de Taal-en Letterkunde: Prof. dr. E. Houvenaghel Iberoromaanse Talen door Hélène Maes
2
Ya está... Las plumas apuradas, las hojas llenadas. Tras doce meses intensivos de redactar y borrar, de avanzar y
recular, en suma, después de un año a trancas y barrancas, puse, literalmente, un punto final a lo que debe
coronar mi carrera como estudiante de lenguas románicas. Aunque durante este largo proceso de escritura
establecí una especie de relación de amor y odio con mi tesina de maestría, sin embargo me duele algo el
hecho de tener que ‘soltar a mi niño’, un niño que además nunca hubiera podido crecer y llegar a su completo
desarrollo sin la asistencia y el apoyo absoluto de varias personas.
Antes que nada, me gustaría darle las gracias a mi promotora, la Prof. dr. Eugenia Houvenaghel, quien,
por su entusiasmo imperecedero, una y otra vez supo incentivarme a poner lo mejor de mi parte. He apreciado
en sumo grado su asesoramiento pericial, sus juicios certeros y sus retoques meticulosos.
Asimismo, les estoy muy agradecida a mis padres, mi hermana Louise y mi novio Olivier por aguantar
mis caprichos y, a veces, mi humor de perros, y por no dejar de creer en mis capacidades.
En último lugar, deseo agradecer a mis compañeros de estudio, quienes, con sus frecuentes chistes y
bromas, lograron distraerme y me ayudaron a verlo todo de color de rosa.
¡Gracias a todos!
PALABRAS DE AGRADECIMIENTO
3
0. PARTE INTRODUCTORIA ....................................................................................................... 6
0.1 INTRODUCCIÓN ......................................................................................................................... 6
0.2 MARISOL MARTÍN DEL CAMPO Y FANNY DEL RÍO: DOS ENTUSIASTAS LITERARIAS PRECOCES .. 8
0.2.1 Biografía de Marisol Martín del Campo: ‘Una Matilda avant-la-lettre’ ............................. 9
0.2.2 Biografía de Fanny del Río, escritora sin fronteras............................................................ 10
0.2.3 Como hermanas desarraigadas en busca de su matriarca Malinche ................................ 11
1. PARTE CONTEXTUAL: LA VISIÓN HISTÓRICO-LITERARIA DE LA MALINCHE A TRAVÉS DEL TIEMPO.
UNA ANTOLOGÍA. ....................................................................................................................... 13
1.1 MALINALLI TENEPAL: ¿MADRASTRA MENOSPRECIADA O MADRE MAGNIFICADA? ............... 13
1.1.1 Los años 50-60: La Malinche como ‘oveja negra’ de la familia mexicana ......................... 13
1.1.1.1 Octavio Paz y la teoría detractora de la Chingada ...................................................................................... 14 1.1.1.2 Carlos Fuentes: ¿Tras las huellas de su coetáneo Paz? ............................................................................... 15
1.1.2 Los años 70-80: Vuelco positivo en la concepción y representación literaria de Doña
Marina ............................................................................................................................................ 16
1.1.2.1 La obra innovadora de Rosario Castellanos y Sabina Berman ................................................................... 17 1.1.2.2 Exculpación y vindicación en Elena Garro .................................................................................................. 19
1.1.3 Las últimas décadas (1990-2013): El despuntar de una ‘época híbrida’ ........................... 19
1.1.3.1 Malinche en Laura Esquivel: ‘The good, the bad or the in-between?’ ....................................................... 20
2. EL PROCESO COMUNICATIVO DE LA NOVELA EPISTOLAR HOY Y AYER: LA CARTA COMO
VEHÍCULO DE UN PROTAGONISTA TRIDIMENSIONAL CONCRETADO POR EL ‘YO’, EL ‘TÚ’ Y LA
COMUNICACIÓN POSTAL. ........................................................................................................... 21
2.1 MARCO TEÓRICO: PUBLICACIÓN DE LO PRIVADO EN LA CARTA Y LA NOVELA EPISTOLAR ...... 21
2.1.1 La novela epistolar, representante reveladora de la ‘escritura del yo’ ............................. 21
2.1.1.1 Génesis y despliegue evolutivo del género ................................................................................................ 22 2.1.1.2 Sobre géneros limítrofes y zonas fronterizas ............................................................................................. 26
2.1.2 La carta, componente básico de la novela epistolar ......................................................... 27
2.1.2.1 El yo-emisor como pintor de (autor)retratos en prosa .............................................................................. 28 2.1.2.2 El tú-interlocutor: ’Tornavoz’ dinámico vs. ‘sordina’ inerte ....................................................................... 31 2.1.2.3 Las diversas modalidades de la comunicación epistolar: Del ‘one-man show’ al ‘ménage à trois’............ 33
2.2 DESENMASCARAMIENTO Y DESCODIFICACIÓN DE LA MALINCHE EN AMOR Y CONQUISTA Y LA
VERDADERA HISTORIA DE MALINCHE: UNA MIRADA MÁS ALLÁ DE LA SUPERFICIE. ......................... 34
2.2.1 El yo-emisor: Malintzin toma la palabra... ......................................................................... 34
2.2.1.1 Construcción e imagen de la Malinche en Marisol Martín del Campo y Fanny del Río: Entre romanticismo
sensible y racionalismo sensato .................................................................................................................................. 35 2.2.1.2 El propósito perseguido en las cartas privadas: Doña Marina y su ‘open/hidden agenda’ ....................... 39 2.2.1.3 El discurso y las modalidades del discurso de Malinalli: Concreción textual de fragmentación psicológica y
‘unidad mental’ ........................................................................................................................................................... 41
2.2.2 El tú-interlocutor: Observación e interpretación de la ‘segunda dimensión’ ................... 44
2.2.2.1 Imagen y aparición del destinatario en las cartas de Malinche: El confidente y el amante interpelados . 44 2.2.2.2 Respuesta o silencio del receptor: Vocablos en el viento, lágrimas en la lluvia... ...................................... 46
ÍNDICE
4
2.2.3 La comunicación epistolar entre Malinche y su interlocutor: El principio de acción y
reacción revisado ........................................................................................................................... 47
2.2.3.1 Las secuelas funestas de una correspondencia desahuciada .................................................................... 48
3. CONCLUSIONES .................................................................................................................. 50
4. BIBLIOGRAFÍA..................................................................................................................... 53
5
“No hay espejo que mejor refleje
la imagen del hombre que
sus palabras.”
(Juan Luis Vives)
6
0. PARTE INTRODUCTORIA
0.1 INTRODUCCIÓN
Escribimos el 15 de abril del año remoto de 1519... En este día aparentemente aleatorio el gran capitán
extremeño Hernán Cortés y sus efectivos en México son obsequiados con un grupo de 20 esclavas aztecas para
cubrir sus necesidades o instintos primarios (Martín del Campo 1999: 441). Entre ellas, la muy continente y
‘verde’ Malinalli Tenepal, doncella todavía inocente que en un santiamén se convirtió en una de las mujeres
más controvertidas en la historia hispanoamericana. “La Chingada en persona” (Paz 1990: 104), “gran
prostituta pagana” (Bartra 1987: 205), sólo son algunos de los apodos insultantes que recibió Malinche a lo
largo de los años por auxiliar a los españoles, oficiando de intérprete trilingüe1. Sin embargo, estos
sobrenombres muchas veces son atribuidos por literatos relativamente recientes2, o sea, parecen concebidos
por hijos de una especie de ‘tradición de adoctrinamiento’, como quien dice, que no han vivido en persona la
conquista de México y acaso nunca hayan tomado en consideración la perspectiva de la propia Malintzin, a lo
mejor porque faltan testimonios personales o documentación apropiada que recoge la voz de la indígena, o
simplemente por desapego. A pesar de ello, en sus obras respectivas Amor y Conquista (1999) y La verdadera
historia de Malinche (2009), las escritoras mexicanas Marisol Martín del Campo y Fanny del Río sí que han
tratado de ‘reanimar’ a la concubina de Cortés, designando protagonista a ella y concediéndole el derecho de
tomar la palabra. Las dos novelas en cuestión presentan, bajo forma de cartas privadas, la percepción de los
acontecimientos por parte de Malintzin y exponen pues todo desde un punto de vista poco o menos común.
Ahora bien, en lo anterior ya aludimos al hecho de que la figura de Malinche constituya ya desde
bastante tiempo atrás la comidilla de muchos críticos históricos y aún hoy en día quedan divididas las opiniones
acerca de su papel en la decadencia del imperio de Moctezuma. En el mundo de la literatura, no obstante, se
nota, a través del siglo XX, -y sin ya entrar en detalles- una evolución general3 en la imagen de Doña Marina que
conduce de las interpretaciones rotundamente vejatorias en los años 50 a las lecturas positivas de los años 70-
80 que se muestran pues favorables a su persona. En las últimas décadas, finalmente, emergen sobre todo
obras híbridas, es decir, textos que relativizan la culpabilidad de Malinalli, sin canonizarla tampoco.
Así las cosas, o sea, teniendo noción de estas tendencias literarias intrigantes, en el presente estudio
nos imponemos la tarea de comparar entre sí, a nivel de la imagen establecida y transmitida de Malinche, las
novelas antedichas de Martín del Campo y del Río, intentando al final enlazarlas con o encasillarlas también en
una de las tres ‘generaciones’. Aún más importante en este análisis y más preponderante que la pregunta de
saber qué perfil esbozan ambas autoras será el cómo de esta ‘creación textual’. Con objeto de proporcionar
una respuesta bien fundada a este asunto, inquiriremos ante todo la función del discurso o de la comunicación
epistolar a la hora de concretar, secundar o incluso modificar la imagen en cuestión. Dicho de otro modo, el
interés de este trabajo reside pues principalmente en el sometimiento a escrutinio del género menos
‘adocenado’ que constituye la novela epistolar y de su manejo por parte de las escritoras cuando se trata de
1 Malinche dominó el náhuatl, el maya y el español.
2 Es decir, de la segunda mitad del siglo XX.
3 Se trata, de verdad, de una evolución global o ‘no exclusiva’, que puede presentar excepciones.
7
tipificar a su protagonista. Esperamos lograr –aunque sea de manera modesta- complementar o contribuir, con
nuestra investigación histórico-literaria acerca de Malinche y su correspondencia ficticia por cartas, a los
estudios en la misma área, procurando no sólo comprensiones renovadoras en relación con la madre mestiza
sino destapando también las cualidades ocultas de este género quizás algo decaído hoy en día.
Respecto a nuestros corpus Amor y Conquista y La verdadera historia de Malinche, lo que más llama la
atención es la marcada disparidad entre la protagonista confusa y algo apocada –pero a pesar de eso, como se
revelará, no menos notable- creada por Martín del Campo y la figura tenaz y redicha a quien ‘modeló’ del Río.
Mediante la comunicación epistolar y sus principios correspondientes que puntualizaremos en el cuerpo de
este trabajo, las dos escritoras poquito a poco desvelan, cada una de su propia manera, la identidad de sus
actrices. Por lo demás, aparte de estas imágenes relativamente ‘explícitas’, ambas obras parecen albergar,
hasta difundir, una vez más por medio de una faceta determinada del intercambio por cartas, otra concepción
menos manifiesta pero más negativa de Malintzin que en cierto modo deteriora entonces o atenta contra la
representación original y dejará su impronta en la impresión final. Es esta hipótesis de trabajo según la cual, en
lo referente al retrato de la azteca, existe, por el uso específico de la epístola y la comunicación postal, no sólo
un ‘contraste externo’4, es decir, entre los dos libros, sino también un ‘contraste interno’ o en el seno de las
obras mismas, que será sometida a prueba en el estudio actual.
En lo siguiente, ‘ensamblaremos’ pues la personalidad que tiene Malinche al modo de ver de Martín
del Campo y del Río, descomponiendo su discurso y el sistema de la correspondencia epistolar en sus
fracciones sustanciales e indagando cómo reflejan o afectan estas la imagen de la protagonista. Sin embargo,
para poder dar más relieve y credibilidad a nuestra pesquisa y determinar su posición dentro de la miscelánea
de estudios realizados ya en nuestro terreno, desde luego precisamos, para cada una de las ‘ventanas’ de
nuestra pregunta de investigación, de un marco de referencia. En otras palabras, antes de pasar al estudio
comparativo propiamente dicho, presentaremos entonces un sumario de la crítica o la teoría existente tanto en
lo que concierne a la reputación de Doña Marina como en relación con el género epistolar. Concretamente,
estudiaremos en primer lugar la transformación –y ya lo indicamos- desde los años 50 de una Malinche
‘clavada en la picota’, entre otros por el muy afamado Octavio Paz, hasta una Malintzin casi idolatrada por
Rosario Castellanos en la década de los 70-80 y considerada, el día de hoy, como ‘heterogénea’ en Laura
Esquivel. En la segunda parte, tomamos ya carrera hacia nuestro análisis en sentido propio, calando en hondo,
además de la génesis de la novela epistolar, las propiedades de su componente básico, o sea, los fundamentos
sobre los que se edifica la carta y que se descomponen, aunque parecen indisociables, en el papel del yo-
emisor, del tú-interlocutor y de la comunicación escrita en general. Son los mismos elementos que nos servirán
de punto de partida a la hora de pasar al verdadero trabajo empírico y de descifrar el genio de las Malinches en
nuestros corpus.
¿En qué medida las protagonistas, en el proceso de escritura, desahogan sus sentimientos y
emociones, o sea, qué grado de afectividad muestran sus enunciaciones respectivas? ¿Cómo el ‘salutatio’ o
4 Con ‘contraste externo’, nos referimos a los retratos divergentes, o sea, las diferencias identitarias entre la
Malinche de Marisol Martín del Campo y la de Fanny del Río. El ‘contraste interno’, por su parte, implica la presencia simultánea, en cada uno de nuestros corpus, de una imagen positiva (explícita) y negativa (implícita).
8
‘discurso de apertura’ delata ya el carácter de cada remitente y marca el tono para el desarrollo concreto de la
carta? ¿Quién de las dos Malinches cuida más el ‘captatio benevolentiae’, es decir, apela e intenta acogerse
más a la indulgencia de su destinatario? Todo esto constituye ‘alimento’ para el primer subcapítulo respecto de
la construcción, el propósito y el tipo de discurso del yo-emisor. En nuestro segundo subcapítulo dedicado al
tú-interlocutor, nos afanaremos pues para verle el juego a la persona sondeada por Malinalli y averiguar el
efecto de su ‘colaboración leal’ en la fama de la figura central. Por último, juntaremos ya todas las partes
estrechamente ligadas del puzzle enrevesado que forma la comunicación epistolar y revisaremos, a guisa de
conclusión preliminar, la dinámica del intercambio perseguido en las cartas y el significado que se puede
atribuir a este ‘canje íntimo’.
Sentado esto, es el momento propicio para proceder a la acción y sumergirnos en las palabras
expresivas de la tránsfuga mexicana. Sin embargo, antes de abordar la materia respecto a Malinche y sus
misivas, aún hemos de esclarecer las condiciones en que nacieron nuestros corpus, examinando rápidamente
las biografías de Marisol Martín del Campo y Fanny del Río. Emprendamos pues ahora nuestra campaña de
índole histórico-literaria en busca de nuevas intelecciones, empezando por el principio, a saber, con el germen
de Amor y Conquista y La verdadera historia de Malinche. ‘En avant, marche!’
0.2 MARISOL MARTÍN DEL CAMPO Y FANNY DEL RÍO: DOS ENTUSIASTAS
LITERARIAS PRECOCES
Piloto, bailarina, explorador o incluso princesa... Sólo constituyen algunas de las profesiones utópicas que
disfrutan de gran popularidad entre los críos aún ingenuos, pero que apenas logra ejercer un grupo selecto de
personas. Ahora bien, nuestras autoras Marisol Martín del Campo y Fanny del Río pertenecen a estos
ambiciosos que sí vieron realizado su deseo infantil, haciéndose famosa como novelista. So capa de ‘lo que en
el capillo se toma y pega, con la mortaja se deja’, estas mujeres fervientes ya de niña hicieron sus pinitos en el
vasto terreno de la literatura, para después crecer hasta convertirse en escritoras experimentadas y dignas. No
se dedicaron entonces a las llamadas ‘noveluchas almibaradas’ que no pasan de ser del montón, sino que en
sus novelas muchas veces juegan la carta de la historia –reciente5 o no- y abordan temas controversiales y con
profundidad psicológica, como el de la Malinche.
Parece pues, por parte de las dos, una elección bien meditada el hecho de concentrarse en la vertiente
histórica y de conferirles a sus obras un carácter ‘instructivo’, por decirlo así, pero ¿cómo se hizo exactamente
que las autoras fueran tomando interés en su historia nacional -es decir, de México- y que, particularmente,
sucumbieran a los encantos de la discutida Doña Marina? En lo que sigue trataremos de contestar a esta
pregunta esbozando primero una imagen de la trayectoria vital de ambas mexicanas (0.2.1 y 0.2.2) y
deteniéndonos, a continuación, entre otras cosas en las posibles razones por las cuales, en nuestros corpus,
estas escritoras podrían haber optado por darle voz a la Madre, o sea, a la Malinche (0.2.3).
5 La obra Nada, Nadie (1986) pertenece más bien al género testimonial, trayendo a la memoria los terremotos
atroces que arrasaron el país de México en el año 1985.
9
0.2.1 Biografía de Marisol Martín del Campo: ‘Una Matilda avant-la-lettre’6
En el panorama de la historia moderna, el año insignificante de 1947 se pierde en la oscuridad, careciendo de
sucesos memorables con repercusión en la vida actual. No obstante, para la comunidad literaria mexicana, este
año marca el nacimiento de una nueva y futura socia, de nombre Marisol Martín del Campo, que más tarde se
arriesgaría a probar varios géneros y trataría de informar y darles a sus lectores materia para reflexionar con
sus obras, sea reales, sea ficticias.
Desde la más tierna edad, esta mexicana avispada sintió gran interés por los cuentos entreverados de
pasión y suspenso y no esquivó las historias trágicas de héroes shakespearianos como Romeo y Julieta (1596)
por ejemplo. Gastó mucho tiempo devorando los relatos más divergentes hasta encerrarse en un mundo de
ensueño en el que podía dar rienda suelta a su propia imaginación, perfilándose así como el ratón de biblioteca
por excelencia o una ‘Matilda avant-la-lettre’. Frívola como era, no desperdició ninguna ocasión para
entretener a sus amigos con narraciones de fabricación propia y, aún de adolescente, se atrevió a coger la
pluma y trasladar al papel algunas de estas invenciones. Se puede citar el cuento amoroso sin título que -
inspirándose en las numerosas historias melodramáticas a las que pasó revista- redactó nuestra autora aún en
ciernes a la sazón y en el que desempeñan el papel principal dos jóvenes perdidos en el mar, los cuales se
hacen tentativas de acercamiento el uno al otro para vencer el miedo mortal y aliviar el dolor inaguantable
(Jacobs 2000)7.
Después de su infancia despreocupada, Martín del Campo decidió abandonar la escritura para iniciar
su carrera de filosofía en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y dedicarse completamente al
estudio de la ética y la lógica. Sin embargo, poco a poco fue tomando conciencia de que esta formación no le
causaba satisfacción y de que tenía que seguir su vocación literaria. Dicho y hecho, cogió el hilo de la escritura,
aunque tardó un buen rato en publicar su primer libro El guiño, la sonrisa y el balcón (1986), una colección de
cuentos que, por lo general, encontró una buena acogida. Sucedieron a esta obra en el mismo año –período en
que además le fue otorgado el Premio Jomar Arte y Literatura- Nada, nadie (1986), fruto de su cooperación con
la escritora y periodista mexicana Elena Poniatowska, y Memorias de una mujer sin piano en 1990, acerca de la
vida de Jeanne Rucar, esposa del difunto director de cine Luis Buñuel. Aparentemente, a Martín del Campo le
tenían altamente intrigada las gracias y desgracias de las mujeres detrás de las grandes ‘figuras de culto’, dado
el hecho de que –después de haberse sumergido en las peripecias de Jeanne Rucar- consagrara una obra
entera a los avatares de la vida de Doña Marina o Malinalli, la indígena que condujo a Cortés a la victoria. En
nuestro corpus Amor y Conquista: La novela de Malinalli, mal llamada la Malinche (1999) –como en Memorias
6 Por analogía con la protagonista Matilda Wormwood en la novela homónima Matilda (1988) de Roald Dahl.
Matilda, como Marisol Martín del Campo, de ninguna manera pudo prescindir de sus libros y sacó inspiración y ánimos de estos. Desde luego, esta imagen de la mujer soñadora quien se refugia en lo ilusorio también hace pensar en la muy comentada Emma Bovary, personaje principal de la obra maestra de Gustave Flaubert Madame Bovary (1856). 7 URL:.
http://www.jornada.unam.mx/2000/01/30/jacobs.html
10
de una mujer sin piano- Martín del Campo coloca pues en primer plano a ‘las figuras del fondo’ y les atribuye
un estatuto equivalente -o incluso más importante- al de su pareja8.
Con todo, aunque el renombre de nuestra autora hasta el momento aún no ha adquirido dimensiones
espectaculares y se desvanece frente al éxito considerable de Laura Esquivel9 por ejemplo, cuando se toma en
consideración el público que supo cautivar con sus obras y el aprecio por parte de más de un crítico literario –
aparte del Premio Jomar Arte y Literatura se le otorgaron a Martín del Campo otros tres galardones10
- se puede
concluir que hizo bien renunciando a la filosofía y volviendo a su ‘hábitat natural’, es decir, el mundo literario,
en el que se sintió como pez en el agua y, con el tiempo, fue desarrollando y puliendo su talento subyacente.
0.2.2 Biografía de Fanny del Río, escritora sin fronteras 11
Parece que la ciudad de México constituye una tierra fértil o un ‘semillero’ de jóvenes inclinados a la literatura,
puesto que no sólo es la cuna de Marisol Martín del Campo, sino que también puede contar a Fanny del Río
entre sus nativos. Tal como Martín del Campo, de niña, esta novelista quedó prendada de todo lo que guarde
relación con las letras. Nada más aprender a leer –a los tres años nota bene- enseguida se lanzó con devoción,
no a los cuentos infantiles, sino a la ‘artillería pesada’ o las obras densas que ya requieren una comprensión
retórica profunda, tales como las de Federico García Lorca. Al poco tiempo, la jovencita lista se realizó que
quizás ella también dispusiera de dotes de poeta y decidió hacer la prueba, redactando su primera copla
basada en sus lecturas anteriores.
Pasada su pubertad, Fanny del Río, como Marisol Martín del Campo, se sintió llamada a comenzar la
Licenciatura de filosofía en la UNAM, que además terminó con brillantez. Fue durante este período que se
enamoró perdidamente de Carlos Vargas Quijano, nieto del fundador de la revista Marcha y de origen
uruguayo. Los tortolitos pasaron unos años maravillosos en México, pero cuando se vio forzado Carlos a
regresar a su país natal, Fanny resolvió seguir a su marido. Se casaron y empezaron una nueva vida en
Montevideo, capital de Uruguay y, aunque no fue el flechazo, del Río pronto abrió el corazón a esta ciudad, en
la que sigue viviendo hasta ahora.
Por lo que se refiere a la vida profesional de del Río, aún le costó algún tiempo darse cuenta de que
realmente había nacido para ocupar un lugar dentro del mundo literario y hacerse valer como escritora. Así
pues, tras haber trabajado como consejera cultural en la Embajada de México, se concentró en el periodismo y
la poesía, aunque tampoco sintió desagrado por la prosa. Se mostró entonces una mujer estuche y todo le iba
8 A fin de redactar este párrafo sobre Marisol Martín del Campo – y por falta de documentación fidedigna-
sobre todo nos hemos basado en la información que se encuentra en la contracubierta de nuestro corpus Amor y Conquista: La novela de Malinalli, mal llamada la Malinche (1999). 9 Véanse el apartado 1.1.3. Laura Esquivel también es una de las autoras mexicanas quien profundizó en las
gracias y desgracias de Malinche. Su novela debut Como agua para chocolate (1989) fue un verdadero best-seller en México y mucho más allá. 10
Fuera de obtener el Premio Jomar Arte y Literatura en 1986, Martín del Campo resultó –en el mismo año- ganadora del Concurso de Cuento del Instituto Nacional de Bellas Artes. Además salió premiada en el concurso ‘Efraín Huerta’ y esto en los años 1983 y 1985 (Ocampo 2000: 111). 11
Nuestra biografía de Fanny del Río se fundamenta en su mayor parte en un artículo de María Eugenia Martínez, sacado del Portal periodístico de noticias y actualidad sobre Uruguay y el Mundo: .
11
viento en popa hasta que fue afectada por el destino... En el año 2001, su cónyuge perdió la vida en un
accidente de coche, dejándolos a sus dos hijos al cuidado de su esposa viuda. Este día indicó el inicio de una
etapa negra en la vida de la mexicana.
Resulta obvio que nuestra autora recibió un duro golpe por la muerte de Carlos, pero fue bien
consciente de que no sirvió para nada compadecerse aún más y que había de reanudar su vida. Pasó de la
palabra al hecho y, algunos años después de esta pérdida dolorosa, se publicó su primera novela La verdadera
historia de la Malinche (2009), con la que se clasificó en España para el Premio Planeta12
. Enrollándose en este
libro en las vicisitudes de una de las mujeres más importantes para la historia de México, demostró no haber
olvidado y renegado de su origen, pese a que operó desde un lugar a unos ocho mil kilómetros de su querido
puerto de amarre.
En resumidas cuentas, al redactar en Uruguay su obra profundamente mexicana, del Río probó ser una
escritora ‘sin fronteras’ que no sólo amplió sus horizontes literalmente, sino también en el sentido figurado de
la palabra, dejando el periodismo y las noticias cotidianas para dedicarse al género de la novela y ahondar en el
pasado.
0.2.3 Como hermanas desarraigadas en busca de su matriarca Malinche
‘Great minds think alike’... De las biografías concisas que preceden, se desprende que, desde pequeña, a
nuestras dos autoras no les faltaba labia, o sea, gozaban ambas del don decantado de la palabra, no sólo al
oral, sino también -y particularmente- al escrito, con lo cual en cierto modo se mostraron adelantadas a los de
su edad. Aparte de eso, se ve ratificado nuestro proverbio en el hecho de que, repetidas veces, las dos ‘hachas’
concebieran el mismo plan, es decir, siguieron, sea parcialmente, el mismo rumbo, independientemente la una
de la otra.
En primer lugar cabe señalar la predilección por la filosofía que sintieron ambas escritoras durante sus
años mozos. A pesar de que ni Martín del Campo, ni del Río aprovecharon sus estudios para alcanzar
renombre, indudablemente sacaron inspiración de su aprendizaje a la hora de escribir sus obras y de
trasladarse a la mente o la psicología de su ‘parto del ingenio’. Eso enseguida nos lleva al segundo aspecto que
tienen en común las autoras, a saber, su novela debut.13
Aparentemente, nuestras ‘gemelas traviesas’ no sólo
han efectuado el mismo recorrido durante su juventud, sino que también seguían presentando parecidos
asombrosos después de su época de estudiante, optando cada una por una carrera literaria y tramando
además la misma idea de redactar un relato acerca de la figura histórica de la Malinche.
Pues bien, tomando en consideración la elección de la protagonista en las respectivas novelas, parece
sumamente plausible que a las dos autoras, ambas mexicanas con historial filosófico, las mantuviera
intensamente ocupadas el gran enigma de la identidad de su país y de la raza mestiza. Con vistas a destapar
entonces las raíces del pueblo mexicano, o sea, remontándose separadamente en la historia indígena para ir en
busca de su afamada matriarca Malinche, estas ‘hijas desarraigadas’ deben de haber esperado poder aclarar 12
Fanny del Río ya finalizó su obra Malinche en el año 2002 pero esta última sólo fue editada en 2009 bajo el título de La verdadera historia de Malinche. 13
Claro está que, antes de publicar Amor y Conquista, Marisol Martín del Campo ya tenía en su palmarés algunas obras (cf. 0.2.1), pero ninguna de estas se inscribe en el género novelesco propiamente dicho.
12
varios malentendidos y contribuir así –cada una de su propia manera- a la dilucidación de este misterio
cautivador.
Otro motivo que podría haber incitado a las novelistas -y más que nada a Fanny del Río- a escribir su
narración histórica, es la posible identificación personal con la intérprete de Cortés. Del Río, como Malinche, se
casó con un extranjero, hecho que, en general, no fue bien acogido por los mexicanos patrióticos y por lo cual
también le fue pegada en cierto modo la etiqueta de ‘traidora’. Pese a que ambas fueron mujeres de gran
personalidad, Malinche y Fanny del Río vivieron– aunque esta última en menor medida- en la sombra de su
pareja al que además prestaron su apoyo incondicional, y se sacrificaron, por decirlo así, para que su ‘media
naranja’ pudiera perseguir sus sueños y sus objetivos preconcebidos. El asunto está en que las dos no se
apartaron del lado de sus esposos, acompañándoles en los viajes que emprendieron bien por necesidad bien
por capricho. A todos estos puntos de coincidencia se añade aún el problema de la lengua. A nivel de la
comunicación, la intérprete y la escritora, codeándose respectivamente con los españoles y los uruguayos,
inicialmente se consideraron un poco como ‘outsiders’, debido, respecto a la indígena, al ‘no dominio’ de la
lengua española y, en el caso de la mexicana Fanny del Río, al no estar familiarizada con las particularidades del
castellano uruguayo. Afortunadamente -y es de saber común-, Malinche, lingüista nata, pronto le cogió el
tranquillo al español y lo mismo vale para Fanny del Río, para quien el dialecto rioplatense hablado en Uruguay
ahora ya no tiene secretos. Así y todo, a pesar de que ambas fueron hábiles aprendiendo lenguas, conviene
reconocer que, lingüísticamente hablando, la azteca, pasando del náhuatl a un idioma europeo plenamente
distinto, en poco tiempo recorrió pues un camino más largo que Fanny del Río, cuya lengua materna -
prescindiendo de las peculiaridades dialectales del habla uruguayo- ya se asemejó en gran medida a esta
última, siendo igualmente una variante de la misma lengua románica.
En total, comprobamos que del Río podría haber encontrado su igual en la figura mítica de Doña
Marina y que todo esto se prestó quizás a la redacción de La verdadera historia de Malinche. Por lo que se
refiere a Marisol Martín del Campo, resultan menos patentes sus motivos de proceder. Sin embargo, teniendo
en cuenta la simpatía que ya había cogido antes para mujeres inspiradoras como Jeanne Rucar, podemos partir
de la idea de que en su persona se escondió algo de feminista y que, ella también, se sintió próxima a la
Malinche, madre arquetípica de los mexicanos.
Con sus novelas arrebatadoras en las que ponen sobre el tapete la cuestión de la Malinche y de la
identidad mexicana, nuestras escritoras se inscriben pues en una tradición literaria fecunda que puede contar
entre sus ‘pioneros’ varios autores de primera línea, como Octavio Paz y Carlos Fuentes. En lo siguiente,
estudiaremos de cerca algunas de las visiones más conspicuas que circulan acerca de nuestra protagonista
reputada y que, más adelante, podrían servir de punto de referencia a la hora de fijar la posición de Marisol
Martín del Campo y Fanny del Río dentro de esta corriente.
13
1. PARTE CONTEXTUAL: LA VISIÓN HISTÓRICO-LITERARIA DE LA MALINCHE A
TRAVÉS DEL TIEMPO. UNA ANTOLOGÍA.
1.1 MALINALLI TENEPAL: ¿MADRASTRA MENOSPRECIADA O MADRE
MAGNIFICADA?
Remontándonos en el tiempo, concretamente a los orígenes del cuento de hadas, comprobamos que el motivo
de la madrastra vil desde siempre ha constituido uno de los ‘topoi’ o lugares comunes preferidos de los
escritores del género en cuestión. Blancanieves y la Cenicienta sólo son algunas de estas heroínas infantiles que
estaban agobiadas por la tiranía de su madre sustituta y no deseaban otra cosa más que romper los lazos con
esta víbora. Cuando consideramos ahora el ‘cuento’ de la historia de México y la representación, a lo largo de
los años, de la Malinche en la literatura, llama la atención que muchos autores distinguidos adoptan en cierto
modo este cliché maniqueo, confiriéndole a la azteca el papel negativo de desalmada o madrastra malvada que
desacreditó a sus entenados y manifestando así su disgusto frente a la presunta traidora. Por otra parte,
encontramos el grupo de eruditos mexicanos que de ningún modo buscan tachar de escandalosa a Doña
Marina y expresan, a gran diferencia de los acusadores, su orgullo para con la Madre y magnifican sus dones o
talentos.
En lo que concierne a este capítulo, nos proponemos pues ofrecer una idea más precisa de las
consideraciones en las que se funda la polémica que gira en torno a la indígena. Sin embargo, cabe señalar que
el tamaño de este estudio nos obliga a limitar mucho el número de escritores incluidos, o sea, a ofrecer
únicamente una antología o selección de las múltiples miradas críticas a la figura de Malinche. Los cinco
autores del siglo XX en cuyas opiniones nos detenemos enseguida contribuyeron cada una de su propia manera
a la discusión sobre la culpabilidad de Malinalli y hasta ahora siguen andando en lenguas. Con el fin de trazar la
evolución de la imagen de la joven intérprete a través de los años, profundizaremos, en orden cronológico, en
el juicio de Octavio Paz y Carlos Fuentes (1.1.1) y Rosario Castellanos, Sabina Berman y Elena Garro (1.1.2) y
terminaremos este apartado elucidando una visión más reciente sobre Malinche difundida por Laura Esquivel
en su novela homónima Malinche (2006) (1.1.3).
1.1.1 Los años 50-60: La Malinche como ‘oveja negra’ de la familia mexicana
Doña Marina.... Como mencionado arriba, el día de hoy, para una parte considerable de los historiadores y
peritos en el campo de las crónicas indígenas, este nombre ilustre causa admiración e impone gran respeto,
perteneciendo a la otrora moza cándida que salió de la nada y se encumbró hasta transformarse en uno de los
mascarones de proa de la historia de México. Esta opinión optimista, sin embargo, no siempre ha sido vigente,
es decir, en absoluto cuadra con la visión negativa de los años 50-60, secundada y propagada por ciertos
prohombres de la comunidad letrada mexicana, entre ellos los escritores doctos Octavio Paz y Carlos Fuentes,
aunque este último actúa con más sutileza y resulta ser algo más clemente frente a Malinche.
14
Las líneas que siguen nos revelarán primero cómo y por qué Paz ‘desterró’ a Doña Marina a las capas
inferiores de la sociedad -o “le monde à part” (Zola 2002: 9) como diría Émile Zola14
- , quitándole su título de
distinción social y degradándola a una mera puta, una fulana ordinaria, una ‘chingada’ (1.1.1.1). En la sección
1.1.1.2 investigaremos, por lo que se refiere a Carlos Fuentes, sus motivos de considerar igualmente a
Malintzin como el réprobo o garbanzo negro entre los mexicanos e intentaremos desvelar en qué aspectos este
autor muestra, sin embargo, ‘una conducta anómala’ en relación con su coetáneo Paz.
1.1.1.1 Octavio Paz y la teoría detractora de la Chingada
“¡Viva México, hijos de la Chingada!” (Paz 1990: 90 ; 1a edición impresa: 1950). En esta frase significativa, el
gran poeta y diplomático mexicano Octavio Paz, galardonado con el Premio Nobel de la Literatura en el año
1990, junta ya casi todas las ideas centrales del ensayo discutido “Hijos de la Malinche”, que forma parte de su
obra maestra El Laberinto de la Soledad (1950) y en el que sin recato da su visión bastante despectiva sobre la
matronaza mítica de los mexicanos. En el ensayo en cuestión, Paz, viendo todo blanco o negro, establece desde
el principio una diferencia llamativa entre los mexicanos bondadosos y los pérfidos, o sea, las ‘cabezas de
chorlito’ que pretenden descender de la – por lo menos a su modo de ver- despreciable Malinche y por tanto
“no se definen sino en cuanto hijos de una madre tan indeterminada y vaga como ellos mismos” (Paz 1990: 91).
El grito antedicho, dirigido contra estos ‘hijos espurios’, pone de manifiesto la sensación de superioridad por
parte de los supuestos mexicanos ‘puros’ y patrióticos en cuyo bando también parece alinearse nuestro autor :
“Con ese grito […] nos afirmamos y afirmamos a nuestra patria, frente, contra y a pesar de los demás.
¿Y quiénes son los demás? Los demás son los ‘hijos de la Chingada’: los extranjeros, los malos
mexicanos, nuestros enemigos, nuestros rivales. En todo caso, los ‘otros’. Esto es, todos aquellos que
no son lo que nosotros somos.” (Paz 1990: 90-91)
Resulta pues que, según Paz, el amor al prójimo y la fraternidad aún están muy lejos e incluso va más
allá eliminando la idea bíblica de consanguinidad o de que todos –y los mexicanos en particular- somos hijos de
la misma madre. Dicho de otro modo, excluye la idea de parentesco absoluto, sosteniendo que los malos
mexicanos serían vástagos de la ‘desertora’ Malinche, oponiéndose a los buenos que descenderían de la Madre
Virgen o la Virgen de Guadalupe. Esta última sería pues la bondad personificada, actuando como “el consuelo
de los pobres, el escudo de los débiles y el amparo de los oprimidos” (Paz 1990: 102) y contrastando así con la
madre sustituta mancillada o la madrastra maliciosa Malinche.
Ahora bien, está obvio que, si aún vivieran tanto Malintzin como Octavio Paz, no harían buenas migas
el uno con el otro pero ¿hasta qué punto le guardó rencor a la india nuestro autor y qué le ha incitado a
denominar a ella con la palabra hiriente ‘chingada’? Para Paz, este término mordaz abarca el concepto
abstracto de lo abierto, es decir, consideró a Malinche como “a willing victim of rape” (Ríos Castaño 2005: 53),
14
El escritor naturalista y sociólogo decimonónico Émile Zola distinguió cuatro mundos elementales que abarcan respectivamente: 1) los obreros, militares y campesinos 2) los comerciantes 3) la burguesía y 4) el gran mundo. En el quinto mundo, que denominó pues ‘le monde à part’, Zola incluyó las llamadas clases ‘marginales’, a saber, los asesinos, los artistas y –naturalmente- las putas (Zola 2002: 9).
15
o sea, una mujer que no ofreció resistencia a la violación; una meretriz traidora la cual se entregó tanto
físicamente como moralmente a los españoles, abriéndoles su corazón, y con ello toda la cultura indiana, antes
tan hermética y protegida (Paz 1990: 104). Habiendo puesto en juego entonces no sólo su propio honor sino el
honor de todos los mexicanos, la indígena, en El Laberinto de la Soledad, en absoluto cuenta con el beneplácito
de nuestro escritor. Por lo demás, esta imagen negativa de la felona quien pone al descubierto los secretos de
la sociedad cerrada a la que pertenece, se halla también en el adjetivo muy de moda ‘malinchista’ con el que se
nombra a una persona excesivamente xenófila que se fusiona con el extranjero hasta adoptar sus costumbres
alienígenas (Paz 1990: 104).
Dicho esto, queda claro que, con “Los hijos de la Malinche”, Paz no pretendió escribir un ensayo que
aboga en favor de la intérprete de Cortés. Aún así, el autor a veces deja traslucir un toque de respeto hacia su
protagonista, es decir, en cierto modo también reconoce la importancia de la Malinche dentro de la historia, y
lo hace admitiendo implícitamente que, en realidad, esta mujer particular contribuyó a poner en el mapa su
amado país natal (lo que según él, sin embargo, no quita para que sea una traidora). Formando pues parte del
‘acervo histórico y cultural’ de México, Malinalli Tenepal sigue perviviendo –sí o no de manera negativa- en la
memoria colectiva.
1.1.1.2 Carlos Fuentes: ¿Tras las huellas de su coetáneo Paz?
Constituyendo la ‘crème de la crème’ de los autores mexicanos coronados de éxito en el siglo XX, Octavio Paz y
Carlos Fuentes aparecen por doquier como un dúo complementario de ingenios literarios. Es de saber común
que estos personajes destacados, a los que se menciona pues muchas veces al mismo tiempo, asiduamente
entraron en discusión –sea de manera erudita y respetuosa- e intercambiaron durante varios años ideas y
opiniones con respecto a asuntos políticos y sociales. Así pues, al igual que Paz y sometido a la influencia de
este maestro, Carlos Fuentes se cebó en la historia socio-cultural de México y reunió sus reflexiones acerca de
la identidad de los mexicanos y su matriarca en numerosos ensayos y novelas, tomando diversas concepciones
de su compadre y –en cierto aspecto- modelo sugerente (González 2012: 15).
El impacto que tuvo el pensamiento ‘paciano’ en la percepción de Fuentes se manifiesta de modo
nítido en el hecho de que este último explote gustosamente el concepto de la chingada, aludiendo a esto entre
otras cosas en su novela La muerte de Artemio Cruz (1962) y su obra de teatro Todos los gatos son pardos
(1970). Tal y como Octavio Paz, Fuentes insiste pues en la idea despreciativa de la delatora violada pero, a
diferencia de su colega, insinúa indultar tácitamente a la condenada. Una y otra vez nuestro autor en sus obras
hace entrar en escena a una Malinche a quien le pesa su pasado reciente y que parece pedir perdón por sus
errores. Poniéndole en boca a la propia Marina las palabras humillantes ‘chingada’ y ‘puta’, Fuentes alimenta la
ilusión de que la indígena sienta desdén y repugnancia de sí misma y se arrepienta de haberse entregado a los
españoles, traicionando así a su pueblo: “Oh, sal ya, hijo mío, sal, sal, sal entre mis piernas... Sal, hijo de la
traición... sal, hijo de puta... sal, hijo de la chingada” (Fuentes 1970: 173). Actuando así, es decir, creando a una
protagonista que exterioriza su menosprecio para con su propia persona- y con esto su remordimiento-,
nuestro escritor, aunque en absoluto desmiente la culpabilidad de Malinche, parece promover una atmósfera
de compasión y perdón más que de condenación.
16
Haciendo ahora el balance de las posiciones que adoptan respectivamente Paz y Fuentes, observamos
que a ambos les sirve más o menos de yunque la intérprete de Cortés, o sea, a la manera de ver de los dos
autores, Malinalli Tenepal encarnará para siempre la chingada que originó ‘la contaminación española’ y la
decadencia de México. No obstante, mientras que Octavio Paz se emparra más bien en su opinión, resulta que
su contemporáneo añade un matiz de misericordia a su relato, todavía sin justificar los actos inmorales de la
azteca. Fuentes se diferencia pues de Paz por desplazar de manera muy sutil el acento de la ‘pasividad’ de
Malinche o el hecho de que esta mujer, considerada como mala hasta los huesos, no se resistiera abiertamente
a su ‘conversión hispánica’, a la compunción de la vendepatrias y su anhelo por rectificar sus fechorías. En
suma, queda claro que Carlos Fuentes, considerando también a Malintzin como ‘la oveja negra’ de la familia
mexicana, siguió hasta cierto punto los pasos de Octavio Paz, pero no se puede negar que se apartó algo del
rumbo de este último, dando muestras- aunque sean mínimas y latentes- de conmiseración frente a esta mujer
y revelándose así como la versión moderada de su compañero15
.
1.1.2 Los años 70-80: Vuelco positivo en la concepción y representación literaria de Doña
Marina
Hace unos cincuenta años, el pastor estadounidense memorable Martin Luther King expuso ante un público
numeroso su famoso discurso “I have a dream” (Martin Luther King 1963) en el que expresó su deseo intenso
de igualdad social y política entre las razas blanca y negra. A pesar de que este mártir y paladín de los derechos
civiles se refirió pues particularmente a la opresión de la población negra en los EEUU, sin duda alguna, aspiró a
arrancarles, con su mensaje pacifista, la venda de los ojos no sólo a los americanos sino al mundo entero y
denunciar la desigualdad en todas sus formas y manifestaciones, es decir, poner fin tanto a la segregación
racial como a la discriminación por orientación sexual o por género.
Desde finales del siglo XIX, esta última ‘variante’, a saber, la discriminación por género que supone la
preeminencia masculina en detrimento de la fémina, incitó a alzar la voz a más de una mujer de armas tomar y,
por consiguiente, dio lugar a la constitución de varios movimientos feministas que, habiendo surgido en
momentos distintos, se agrupan en tres ‘olas’ (Heras Aguilera 2009: 49)16
. El objetivo primordial de estos
grupos de acción revolucionarios consistió pues - y sigue consistiendo- en combatir la injusticia e intentar
nivelar las diferencias de trato entre hombres y mujeres, insistiendo en la imprescindibilidad del sexo femenino
en un mundo tan machista. Las ‘defensoras de la libertad’ en cuestión buscaron ventilar su desagrado a través
de diferentes canales, mostrando sin embargo una marcada predilección por la literatura. Se puede citar el
caso de las autoras feministas quienes, como la excéntrica Simone de Beauvoir en su obra Memorias de una
joven formal (1958), condenaron tajantemente todo prejuicio y acto de opresión mujeril tomando por ejemplo
su propia vida, pero asimismo son numerosas las escritoras que se rebelaron contra la ‘supremacía’ masculina,
no a partir de sus experiencias personales, sino por medio de la revisión y reivindicación de ciertas heroínas
15
Más tarde, durante los años 80-90, una cuestión ideológica sembró cizaña entre los escritores y hizo enfriar la amistad (González 2012: 15). 16
La primera ola feminista se originó a finales del siglo XIX ; la segunda tuvo lugar entre 1960 y 1990, año en el que surgió la tercera ola feminista que se prolonga hasta ahora (Heras Aguilera 2009: 49).
17
históricas que ya en su época estuvieron expuestas a la dominación varonil e incluso hasta la fecha siguen
constituyendo el centro de las críticas o el blanco de burlas de varios literatos (Tyutina 2008: 1).
Pues bien, es a la luz de la segunda ola feminista, que ya dio comienzo a principios de los años 60, que
se ha de interpretar la evolución interesante de la imagen de Malinche (Tyutina 2008: 2), o sea, su
transformación de una verdadera ‘persona non grata’ en Paz y –aunque menos pronunciada- en Fuentes, en
una ‘primera dama’ que desempeña para otras muchas una especie de función modélica y despierta
admiración, habiéndose mostrado, en aquellos tiempos difíciles, siempre a la altura de las circunstancias, es
decir, habiéndose mantenido de pie en una sociedad controlada por una fuerza esencialmente masculina y
encima extranjera. Esta percepción de la Malinche como una mujer digna de veneración y respeto ha sido
adoptada por ejemplo por las autoras mexicanas muy estimadas Rosario Castellanos y Sabina Berman y
constituye el foco de atención en sus respectivas piezas de teatro El eterno femenino (1975) y Aguila o sol
(1985). Otro nombre que salta a la vista en la categoría ‘valedoras de Doña Marina’ es el de Elena Garro, ex-
mujer de Octavio Paz y, además de su antípoda amorosa17
, el polo opuesto de este último a la hora de juzgar la
trascendencia de la indígena (Navarro 2011: 8).
A continuación indagaremos entonces sobre la manera en que rompieron exactamente tanto Rosario
Castellanos como Sabina Berman con la visión negativa establecida por el canon literario mexicano en los años
50-60 (1.1.2.1) y, después de ello, analizaremos las tentativas de Elena Garro de inmortalizar de modo
deferente el recuerdo de la intérprete de Cortés, yendo, ella también, a contracorriente de la tendencia que
consiste en manchar la reputación de esta mujer singular (1.1.2.2).
1.1.2.1 La obra innovadora de Rosario Castellanos y Sabina Berman
Como da a conocer la profesora americana de literatura hispánica Colleen A. Sweet en su ensayo “Silence
Through Representation: La Malinche as Christian, Mistress and Conquistadora” (2012), Rosario Castellanos y
Sabina Berman fueron algunas de las primeras autoras – hasta las primerísimas según la estadounidense- en
objetar en sus obras de manera notoria las ideas perversas de una Malinche indecente y pasiva, en boga
durante varias épocas, y en mover ficha contra la actitud denigrante que mantuvo el grupo mayoritariamente
masculino de detractores de la mexicana (Sweet 2012: 145). Así y todo, hay que matizar la opinión según la
cual estas escritoras comprometidas realmente constituyeron las ‘iniciadoras’ respecto a la difusión de la
imagen favorable de Malinalli, teniendo en cuenta que, unos 400 años antes, mientras aún vivía la consejera de
Cortés, ya expresó su acatamiento para con ella un protagonista -masculino nota bene- en la conquista de
México, a saber, Bernal Díaz del Castillo (Holmes 2005: 5). En su relato publicado póstumo Historia verdadera
de la Conquista de la Nueva España (1632), el cronista español recalca el origen noble de Malinche y exalta sus
capacidades y talentos, refiriendo “cómo Doña Marina en todas las guerras de Nueva España, Tlascala y México
fue tan excelente mujer y buena lengua” (Díaz del Castillo 1632: 25). Encima, llama la atención el hecho de que
Bernal, como si fuera impuesto por el protocolo ceremonial, siempre mencione a Marina anteponiendo a su
nombre una fórmula de cortesía, lo que evidencia una vez más que el español tenía a la indígena en gran
estima (Holmes 2005: 5).
17
Octavio Paz y Elena Garro se separaron en 1959.
18
Lo expuesto con anterioridad, y en particular el ejemplo de Bernal Díaz del Castillo, demuestra pues
que sería injusto medir con el mismo rasero o calificar, a priori, de difamador a todo autor masculino que de
una u otra forma alude en su obra a la figura emblemática de la Malinche. Por el otro lado –y quizás resulte
superfluo aún apuntarlo- tampoco se puede universalizar la postura tolerante, incluso defensiva, frente a la
intérprete tal y como la encontramos en la Historia Verdadera18
, ni, por lo que se refiere a las escritoras
mexicanas, partir de la suposición de que proclamaron todas por unanimidad a nuestra protagonista el icono
feminista por excelencia y le prestaron, cada una de ellas, su apoyo incondicional. No obstante, cabe admitir
que, en términos generales, el destino de Malinalli afectó – lo que no es de extrañar- más a las mujeres que a
los hombres y por tanto las estimuló más a defender a capa y espada a su congénere.
Analizando ahora el modo en que Rosario Castellanos y Sabina Berman dan cuerpo a Doña Marina en
sus obras teatrales, queda claro que ellas sí que tienen altamente atravesados a sus antecesores pesimistas y
pretenden distanciarse de ellos, sacando a colación una representación de la mexicana que atenta contra las
concepciones desfavorables, es decir, evocando a una Malinche resuelta que empuña ella misma el timón. En
efecto, la estrategia de ambas autoras a la hora de ‘modelar’ a su protagonista emancipada consiste pues en la
inversión de los papeles tales como descritos en Paz y Fuentes. Tanto Castellanos como Berman liberan a
Malinalli Tenepal de su apodo cargado negativamente de ‘chingada’ o “objeto manipulado por el hombre”
(Cypess en Sweet 2012: 145) –y especialmente por Cortés-, justamente por convertir al propio conquistador en
una persona sumisa e intelectualmente dependiente de su intérprete y consejera (Pérez-Lagunes 2001: 62).
Dicho de otra forma, al igual que Bernal Díaz del Castillo, nuestras escritoras ponen a Malinche en un pedestal
alabando sus facultades diplomáticas- y ante todo lingüísticas-, y Berman aún va más allá ridiculizando a Cortés
y su castellano deformado que ni siquiera logran entender por completo sus efectivos y, por consiguiente, le
hace recurrir a su portavoz un día sí y otro también (Cypess en Pérez-Lagunes 2001: 71)19
.
En El eterno femenino, fuera de revisar y darle la vuelta a la relación de sujeción y dependencia entre
Malinche y Cortés, Rosario Castellanos encima ajusta cuentas con la teoría de Octavio Paz, invirtiendo otra
oposición establecida por el autor de El Laberinto de la Soledad, a saber, la oposición entre Malinche y la Virgen
de Guadalupe. Castellanos en su obra trivializa las virtudes y la importancia que le atribuye Paz a la Virgen y lo
hace entonces mediante la parodia y la ironía (Sweet 2012: 145). Es decir, concibe a su protagonista Lupita,
alusión moderna a la Virgen de Guadalupe, como una ingenua, hasta una mujer cursi y superficial que carece
de inteligencia, haciéndola salir a escena como clienta asidua en un salón de belleza. Procediendo así, nuestra
autora proyecta en la favorita de Paz las características –antes utilizadas por este último para tipificar a
Malinche- de ‘cabeza hueca’ y mujer “indeterminada y vaga” (Paz 1990: 91), o sea, con una personalidad
inestable e indefinida20
. El personaje de Malinche, por su parte, hace su aparición en el sueño de Lupita cuando
esta se adormila bajo el secador de pelo (Pérez-Lagunes 2001: 61-62), y se perfila pues como una mujer
18
Véanse el apartado 1.1.1 en el que hemos discutido la imagen negativa de Malinche en Octavio Paz (1950) y Carlos Fuentes (1977). 19
“CORTÉS: ¿Gato por liebre, sucios negros trajinantes? Mas cus-cus ¿io?: nieve de orozuz. MALINCHE: Dice el Cortés: ¿no es una emboscada?” (Berman 1985: 234) 20
Véanse 1.1.1.1: Octavio Paz y la teoría detractora de la Chingada
19
influyente, un dechado de intelecto, en suma, un arquetipo feminista que contrasta violentamente con la
protagonista ‘bobalicona’ y poco enérgica que forma Lupita.
1.1.2.2 Exculpación y vindicación en Elena Garro
Mientras que, en cuanto a la reinterpretación reciente de Malinche, Rosario Castellanos y Sabina Berman optan
con resolución por la perspectiva de la superioridad, la palabra clave en el discurso de Elena Garro es la de
‘víctima’ (Tyutina 2008: 3). Si bien parece contradictorio conciliar la imagen de la perjudicada con el vuelco
positivo en la representación literaria de Doña Marina, sin embargo, es preciso considerar el relato de Garro
también como un texto que habla en favor de la indígena. En el cuento La culpa es de los Tlaxcaltecas (1964)21
,
la ex-pareja de Octavio Paz se propone –como ya revela el título- exculparle o absolver a Malinche de sus
presuntos pecados e intenta hacerlo aportando dos argumentos esenciales. En primer lugar, la escritora
lograda vindica a Malinche cargando la responsabilidad del ocaso del imperio azteca no sobre la pobre e
inerme moza que apenas tenía 17 años por aquel entonces, sino sobre el pueblo entero de los Tlaxcaltecas que,
de verdad, constituyeron un factor determinante en la conquista, estableciendo un tratado de paz con los
maleantes españoles (Navarro 2011: 12). El segundo argumento que aduce Garro para rescatar y despojar a
Doña Marina de su reputación de ‘verdugo’ y que además –como mencionado arriba- constituye un leitmotiv
en su relato corto es el hecho de que la azteca hubiera sido “víctima de su propia belleza e inteligencia”
(Tyutina 2008: 5). Es decir, de algún modo Garro declara a Malinche exenta de toda responsabilidad,
aseverando que su belleza e inteligencia, dos cualidades intrínsecas sobre las que no pudo ejercer control,
desde luego atrajeron a los europeos poderosos y casi hicieron ineluctable su colaboración.
Concluyendo, reparamos en que, para rehabilitar a Malinche, Elena Garro cambia de táctica en
comparación con Rosario Castellanos y Sabina Berman, ubicándola no en una posición destacada, sino en la
posición de víctima y tocándoles así más o menos una cuerda sensible a los lectores. No obstante, resulta
manifiesto que las tres están en la misma onda por lo que respecta a su meta final, o sea, persiguen un único
objetivo común, a saber, sustituir el lenguaje lacerante o, como quien dice, la ‘agresión verbal’ que utilizan Paz
y Fuentes por un discurso en defensa de Malinalli y tributar –tan bien como las circunstancias lo permiten-
honores a esta mujer extraordinaria.
1.1.3 Las últimas décadas (1990-2013): El despuntar de una ‘época híbrida’
Después de un período prolongado que se caracteriza por extremos, es decir, por la toma de posturas
totalmente opuestas en el debate movido sobre la personalidad marcada de Malinche, parece que, a partir de
los años 1990, en la literatura se llega a una fase más moderada en la que se tira por el camino del medio y se
intenta reconciliar lo blanco y lo negro. Una de las prosistas quien hizo, alrededor de fin de siglo, furor con su
novela acerca de las fortunas y sobre todo adversidades de la joven azteca es la dotada Laura Esquivel. Este
apartado pone en claro cómo la autora en su obra Malinche (2006) une el parecer negativo con el positivo,
21
El relato corto “La culpa es de los Tlaxcaltecas” fue editado por primera vez en 1964 como parte de la colección La semana de colores (Holmes 2005: 10). Desde los años 70-80 el relato también ha sido vendido como libro suelto y ha cosechado mucho éxito.
20
alegando circunstancias atenuantes en beneficio de la intérprete, aunque sin exonerarle enteramente de su
responsabilidad (1.1.3.1).
1.1.3.1 Malinche en Laura Esquivel: ‘The good, the bad or the in-between?’
El subtítulo arriba ya sugiere que la mexicana Laura Esquivel obviamente no siguió la ley del mínimo esfuerzo a
la hora de proporcionar su versión de los hechos y diseñar a su Malinche. Incorporando en su novela tanto la
idea de víctima o bienhechora como la de victimaria, la escritora pretende prestar oídos a la gente a favor y en
contra de Doña Marina. A continuación, trataremos de ilustrar sucintamente en qué aspectos coincide la
novela de Esquivel con el discurso de Paz o Fuentes y acabaremos explicando por qué Malinche, sin embargo,
refleja también la visión ‘protectora’ o el modo de pensar feminista.
Ahora bien, el argumento que invoca Esquivel y contribuye a poner por los suelos a la indígena (‘the
bad’) ya suena conocido, siendo el ‘caballo de batalla’ de Octavio Paz en su Laberinto de la soledad. Retratando
a Malinche entre otras cosas como “Una mujer que [...] sintió alivio de recuperar su condición de
sometimiento, pues le resultaba mucho más familiar la sensación de ser un objeto al servicio de los hombres
que ser la creadora de su destino” (Esquivel 2006: 76), nuestra autora aparenta validar la teoría de la pasividad
que destroza la reputación de la protagonista. Lo que resulta aún más asombroso es que este fragmento en
cierto modo insinúe el placer o el alivio que experimenta la azteca al claudicar ante los españoles, hecho que se
opone pues diametralmente a la imagen de una Malinche combativa quien manipula a Cortés mediante su
intelecto (Solís 2009: 5)22
.
A pesar de ello, Laura Esquivel en su novela también intenta –aunque parece contradictorio- velar por
los intereses de Malinalli y ‘reducir la pena’, enfatizando en sus buenas intenciones (‘the good’). Al modo de ver
de la autora mexicana –y de la frecuencia con la que recurre a este argumento se desprende que tiene más
peso para ella-, fueron la aversión innata por el déspota Moctezuma y el anhelo de poner término a los
sacrificios humanos que hicieron a Malinche cifrar sus esperanzas en Cortés y sus soldados (Navarro 2011: 9).
Dicho de otro modo, la moza crédula no tenía otro deseo que ver a su pueblo librado del yugo dictatorial y por
eso se entregó al capitán extremeño a quien inicialmente consideró ‘el Redentor’ pero que acabó por ser un
caudillo tan cruel como el de los aztecas.
A guisa de conclusión, queda claro que la Malinalli a quien dio existencia Laura Esquivel en Malinche se
perfila como un ser complejo o híbrido quien hizo el mal, creyendo hacer el bien (‘the in-between’). En efecto,
nuestra autora sostiene que nunca fue la intención de la indígena excitar el resentimiento, pero sí tenía algo de
culpa confiando ciegamente en los españoles y adoptando así una postura pasiva o ‘abierta’ como la define
Paz. Con todo, hablando en términos relacionados con Elena Garro, en su novela, Esquivel hace surgir a
Malinche como una especie de ‘culpable inocente’ que no resultó “víctima de su propia belleza e inteligencia”
(Tyutina 2008: 5) sino más bien de su propia ingenuidad e inconsciencia, atributos que la empujaron pues en
los brazos del enemigo.
22
Véanse la visión de Rosario Castellanos y Sabina Berman (1.1.2.1) que apunta hacia una Malinche quien, de verdad, quería salvar a su pueblo, tratando de ejercer influencia sobre Cortés.
21
2. EL PROCESO COMUNICATIVO DE LA NOVELA EPISTOLAR HOY Y AYER: LA
CARTA COMO VEHÍCULO DE UN PROTAGONISTA TRIDIMENSIONAL
CONCRETADO POR EL ‘YO’, EL ‘TÚ’ Y LA COMUNICACIÓN POSTAL.
2.1 MARCO TEÓRICO: PUBLICACIÓN DE LO PRIVADO EN LA CARTA Y LA NOVELA
EPISTOLAR
“I'm gonna write a tear stained letter:
Mark it ‘Personal Private News’.
An' I hope you'll keep it to yourself,
An' don't go 'round cryin' the blues.”
(Johnny Cash – Tear Stained Letter)
La blancura inmaculada, el espacio vacío que suplica ser rellenado... Para mucha gente, el hecho de estar
sentado ante una hoja de papel en blanco infunde miedo, siendo muchas veces asociado con un trabajo
impuesto pendiente y la falta de inspiración. En cambio, en los ojos del escritor de cartas, este sentimiento de
‘deber’ se convierte más bien en una sensación de ‘poder’, es decir, un derecho de poder franquearse sin ser
criticado inmediatamente. Para él, la hoja sin texto ejerce pues una fuerza de atracción y le invita,
aguantándolo todo, a confiarle sus pensamientos e incluso sus secretos más íntimos, hasta transformarse en un
‘boletín’ de noticias privadas o una recopilación de ‘Personal Private News’ como lo describe Johnny Cash.
Por supuesto, un tal relato no merece el título de carta sin implicación de un segundo individuo, a
saber, el destinatario. Por lo general, la meta final del emisor -aunque inicialmente parece proteger sus
intimidades de las reacciones del mundo exterior, utilizando el papel como ‘intermediario’- consistirá en
revelar sus contemplaciones personales a un receptor determinado. Entonces, la escritura de una carta
siempre conlleva, aunque sea en mínima escala, la ‘divulgación’, en el sentido de ‘poner al alcance de una
persona distinta del propio emisor’. En el caso de la novela epistolar, al contrario, el autor pretende
exactamente ganarse un público amplio y variopinto con sus cartas ideadas y, como consecuencia, ‘endereza
sus pasos’ hacia la difusión.
En este capítulo, dejamos pues el estudio diacrónico de la visión histórico-literaria sobre la Malinche
para iniciar una parte más ´técnica’ y hacer hincapié en las singularidades del género de nuestras fuentes
primarias y las estrategias narrativas correspondientes que le permitirán al lector formarse una imagen nítida
de la protagonista. Antes de entrar en el estudio de corpus propiamente dicho, examinaremos desde una
óptica teórica los rasgos específicos de la novela epistolar (2.1.1) y además prestaremos atención a la carta en
cuanto “género primario” (Bajtín 1990: 250), es decir, separadamente del “género complejo” (Bajtín 1990: 250)
que constituye la novela epistolar y de la cual la carta forma el constituyente primordial (2.1.2).
2.1.1 La novela epistolar, representante reveladora de la ‘escritura del yo’
Es bien sabido que la época en la que vivimos, o sea, el siglo XXI, se caracteriza más que nunca por el afán por
parte del hombre de hacerse notar y ponerles a sus semejantes, además de sus gracias y desgracias, al
22
corriente de sus realizaciones en diversas áreas. De algún modo, esta tendencia a la llamada ‘egolatría’ –y con
ella a la persecución de renombre en general- se refleja hoy en día, en el mundo literario, entre otros en el
avance de los subgéneros de las memorias y la autobiografía (muy de moda entre los deportistas y las estrellas
pop o de cine) en los que el narrador encarna al mismo tiempo el papel de protagonista, y que se pueden
agrupar bajo el denominador común de la ‘escritura del yo’ o la “escritura autobiográfica” (Spang 2000: 642),
como la denomina Kurt Spang en su ensayo “La novela epistolar. Un intento de definición genérica” (2000).
Desde luego, hay que matizar mucho la idea de la autobiografía y las memorias como producto comercial o
publicitario, reconociendo que el autor muchas veces, en lugar de centrar toda la atención en su propia
persona, utiliza estas formas con el objetivo de interponer una denuncia social y política, y esto en nombre de
toda una comunidad (Beverley 1993: 489), rememorando ciertos sucesos conmovedores y convirtiendo sus
memorias así más bien en un testimonio histórico. Se puede citar el caso de la muy conocida guatemalteca
Rigoberta Menchú quien atrajo en su autobiografía23
-alias testimonio- Me llamo Rigoberta Menchú y así me
nació la conciencia (1983) la atención sobre la guerra civil y el genocidio cometido en su país natal.
Pues bien, otro subgénero que incluye el hispanista alemán Kurt Spang (2000: 641) dentro de la
categoría de la escritura autobiográfica y que constituirá el cimiento de nuestro análisis literario es el de la
novela epistolar. Esta variante, si bien concierne un subgénero claramente ficticio24
y no referencial o auténtico
como los que acabamos de mencionar, se inscribe en la tradición de la ‘escritura del yo’ por ser un relato en
primera persona de índole confidencial o íntima y a la vez reveladora (Spang 2000: 640). No obstante, y lo
averiguaremos más adelante, la novela epistolar presenta, aparte de su carácter irreal, otras diferencias
fundamentales en comparación con los demás tipos. En lo siguiente, haremos ya un primer acercamiento a las
características que le confieren a este subgénero su especificidad25
, cotejándolo exactamente con las clases
limítrofes como las memorias, la autobiografía y el diario (2.1.1.2) pero primero enfocaremos, aunque sea a
vuelo de pájaro, las circunstancias en las que vio la luz la novela epistolar y la suerte que corrió esta variante
(2.1.1.1).
2.1.1.1 Génesis y despliegue evolutivo del género
‘Il n’y a que la vérité qui blesse’... Según reza el famoso refrán francés, sólo la verdad lisa y llana es capaz de
abrirle los ojos a la gente y de apelar a su sensibilidad. Dicho de otra manera, usando todo tipo de eufemismos,
se pierde la inmediatez o derechura de un discurso, y más que nada, la ‘desnudez’ que tanto caracteriza la
verdad, causando así una impresión mucho menos profunda al oyente.
En el mundo literario, desde finales del siglo XVII, también se levantaron voces en contra del
enmascaramiento u ocultación de la verdad escueta. Fue alrededor de este período -en el que se hizo pues de
la reproducción espontánea y verídica, o por lo menos, verosímil, su bandera- que hizo su aparición la novela
23
En el fondo, se puede cuestionar el carácter autobiográfico o inmediato de la obra, puesto que esta se llevó a cabo por mediación de la historiadora y antropóloga venezolana Elizabeth Burgos-Debray, a quien le contó Rigoberta Menchú su historia a través de una entrevista y quien después organizó el libro en cuestión. 24
La novela epistolar constituye un subgénero ficticio que, sin embargo, aspira a transmitir la impresión de veracidad. 25
Abordaremos más a fondo la cuestión de los rasgos específicos en el capítulo dedicado a la carta de por sí (2.1.2).
23
epistolar. En efecto, según afirma Frédéric Calas en su libro de consulta Le roman épistolaire (1996), el
nacimiento de la novela epistolar fue una respuesta a la crisis que atravesó a la sazón la novela ‘ordinaria’,
como quien dice, y que fue condenada por atentar contra la credibilidad o “manquer de naturel, de vérité et de
morale” (Calas 1996: 8). Un primer rasgo significativo y renovador propio de la novela epistolar es entonces la
verosimilitud o la ilusión de autenticidad e intimidad que se manifiesta a través de varios recursos tanto
formales como relacionados con el contenido (Versini 1979: 51)26
.
Ahora bien, son legión las obras que pertenecen a este género cautivador que rindió a tope en el siglo
XVIII. Les liaisons dangereuses (1782), Die Leiden des jungen Werthers (1774), Julie, ou la nouvelle Héloïse
(1761), Cartas Marruecas (1789)... En cada una de estas obras, el lector ocupa un lugar de preeminencia,
siendo testigo de las emociones y pensamientos íntimos que revela el protagonista a su elegido. Traspasando
los límites de la superficie y dándole al leyente la oportunidad de arrellanarse en la mente del emisor, la novela
epistolar se afana pues por alcanzar el mayor grado de verosimilitud. No obstante, tanto la medida como la
manera en que se manifiesta la veracidad propiamente dicha están íntimamente ligadas con la relación
establecida entre el ‘tú’ y el ‘yo’ intraepistolares y la modalidad de la carta en cuestión. Pasaremos entonces
revista a algunas categorías prototípicas surgidas con el paso de los siglos y sus obras correspondientes,
insistiendo entre otras cosas en el lazo existente entre emisor y receptor y el nivel de autenticidad o veracidad
determinado parcialmente por este vínculo.
Como ya apuntamos, el Siglo de las Luces fue entonces la época en la que estuvo en la cumbre la
novela epistolar, presentándose bajo abundantes formas y en diferentes lenguas. Así las cosas, una de las
categorías que más enganchó por aquel entonces la constituye la carta amorosa. Esta noción de
‘correspondencia de amor’ a menudo evoca escenas con una fuerte carga emocional en las que el emisor, a
impulso de sus pasiones desatadas, exterioriza por medio de cartas su deseo intenso de acariciar a su amante
ausente y, lo que es más, el pesar provocado por la separación y el hecho de no poder volver a verse unidos.
Tal es el caso de éxitos de venta franceses como Les liaisons dangereuses (1782) de Pierre Choderlos de Laclos
y Julie, ou la nouvelle Héloïse (1761) de la mano de Jean-Jacques Rousseau, que se editaron pues en plena
Ilustración. Por lo general, las cartas amorosas dan lugar a un diálogo voluntario, o sea, una interacción
‘desenfrenada’ entre emisor y receptor que, en este caso, tienen afecto entrañable el uno para el otro.
Entonces, la atmósfera que exhala la carta amorosa muchas veces es la de intimidad y confianza, de revelación
y franqueza, en suma, de autenticidad y veracidad, reproduciendo los sentimientos de los actores “au moment
où ceux-ci naissent” (Calas 1996: 22) y dando “un accès direct au discours amoureux saisi dans sa source”
(Calas 1996: 20). Por lo demás, este carácter inmediato, quizá algo impulsivo, es lo que distingue la carta
amorosa por ejemplo del poema de amor, en el que se tiende a disfrazar o aliñar la verdad, trabajando y
pensando mucho más la forma en que se ‘empaquetará’ sus sentimientos y se los comunicará al amante en
cuestión. Se puede citar el caso de las Heroidas (ca. 20 a.C) de Ovidio, colección de cartas de amor, o más bien,
de poemas epistolares ficticios, que, aunque enfoca e incorpora la verdad de otra manera, de hecho -y muchas
veces aún se desconoce- constituye la precursora de la novela epistolar, por lo menos en su forma amorosa
(Calas 1996: 11). En verdad, ya se sembraron pues en la antigüedad clásica los gérmenes de esta variante
26
Véanse 2.1.2.1.
24
típicamente dieciochesca. Sin embargo, cabe mencionar que las obras de fuste del Siglo de las Luces como Les
liaisons dangereuses iban precedidas por otro volumen de cartas amorosas quizás menos conocido, pero, a
pesar de eso, no de menos trascendencia, a saber, Lettres portugaises (1669), obra atribuida a Gabriel de
Guilleragues y considerada como la primera verdadera novela epistolar (Calas 1996: 11). Estas cartas ponen en
escena la ‘montaña rusa’ emocional que vive una monja portuguesa después de haber sido desamparada por
su gran amor, sentando así ya en el siglo XVII la tendencia al sentimentalismo o al melodrama y constituyendo,
como se desprende de la ‘imitación’ considerable, una fuente de inspiración para numerosos autores.
Como Choderlos de Laclos, Rousseau y otros muchos, el ‘iniciador’ Guilleragues optó pues por
conferirles a sus cartas una dimensión amorosa, pero conviene señalar que no todos los novelistas tuvieron en
perspectiva este fin emotivo, sino que frecuentemente pretendieron instruir -o incluso persuadir- a sus lectores
con sus correspondencias fingidas. Este carácter expositivo vuelve a aparecer entre otras en las Cartas
Marruecas (1789) de José Cadalso y las Lettres persanes (1721) de Montesquieu, obras muy estudiadas aún hoy
en día. En el fondo, estas novelas epistolares no encajan realmente en la categoría de la ‘escritura del yo’ por
desplazar el ‘epicentro’ del trama de las intimidades del ‘yo’ a la revelación de varios aspectos de una sociedad,
emitiendo una crítica socio-política y no haciendo caso, o en menor medida, de las preocupaciones personales.
En el siguiente fragmento sacado de las Lettres persanes de Montesquieu se denuncia la sociedad española,
poniendo reparos a algunos de sus usos:
“Car il faut savoir que, lorsqu’un homme a un certain mérite en Espagne, [...] il ne travaille plus: son
honneur s’intéresse au repos de ses membres. Celui qui reste assis dix heures par jour obtient
précisément la moitié plus de considération qu’un autre qui n’en reste que cinq, parce que c’est sur les
chaises que la noblesse s’acquiert. [...] Ils permettent à leurs femmes de paraître avec le sein
découvert; mais ils ne veulent pas qu’on leur voie le talon, et qu’on les surprenne part le bout des
pieds.” (Montesquieu 1799: 178)27
.
Por lo que se refiere a la veracidad de estas ‘cartas de delación’, conviene señalar que la enunciación de alguna
manera se ve ‘distorsionada’ por la marcada toma de partido del emisor, cuyo objetivo va mucho más allá de
guasearse meramente de la sociedad o el pueblo en cuestión, es decir, además de emitir juicios, busca también
confirmación y apoyo en su destinatario. Para que su discurso sea pues logrado, o sea, para que pueda ganarse
la voluntad de su interlocutor, el remitente muchas veces apela a la ironía y va cargando las tintas, faltando así
algo a la verdad. En el pasaje arriba, esta inclinación hacia la hipérbole sale por ejemplo a la superficie en la
perífrasis que etiqueta a los españoles como gente comodona.
Investigando algo más el polimorfismo del género epistolar, comprobamos que, además de las cartas
amorosas y críticas, existe un tercer tipo que conquistó aún en el siglo XVIII el mundo literario, a saber, la carta
dotada de fuertes aires románticas. El ejemplo por excelencia que refleja el espíritu del romanticismo, o mejor,
27
“Porque es preciso saber que cuando un hombre tiene cierto mérito en España, [...] ya no trabaja más. Su honor toma partido por el descanso de sus miembros. El que gasta diez horas al día sentado en una silla adquiere cabalmente dos veces más consideración que el que no gasta más que cinco, porque la nobleza se adquiere en la silla. [...] Permiten que sus mujeres lleven el pecho descubierto, y ponen todo el cuidado en que no descubran los talones, o las sorprendan por las puntas de los pies.” (Montesquieu 1799: 178)
25
del prerromanticismo28
se intitula Die Leiden des jungen Werthers (1774) de la mano de Goethe. El hilo
conductor en las cartas que dirige el joven Werther a su amigo Guillermo es su amor por Lotte que queda sin
respuesta, situación que causa en Werther una seria depresión y desembocará en su suicidio trágico (Bodas
Fernández 2008: 93). El elemento que le confiere a esta novela su índole romántica es el hecho de que el
protagonista se centre tanto en su propia persona, es decir, en sus experiencias negativas, hasta enmarañarse
en una red de emociones personales, eliminando casi, aunque sí se dirige a un interlocutor, la posibilidad de
interacción. En otras palabras, parece que en la novela de Goethe, la presencia del destinatario sólo constituye
una formalidad y que el supuesto diálogo se convierte más bien en una meditación acerca del propio ‘yo’.
Vinculando ahora este razonamiento con el grado de autenticidad y veracidad en la carta, resulta obvio que,
por no fijarse en su receptor o en la provocación de un efecto en este último y por confesar aparentemente
todo en primer lugar a sí mismo, el emisor no se siente cohibido y relata su historia desde lo más hondo de su
corazón. Por lo demás, esta ilusión de autenticidad se ve confirmada en el llamado ‘Werther-efecto’ o la ‘fiebre
de Werther’ que suscitó en aquel tiempo la novela en los lectores extraepistolares (Siebers 1993: 15). Con estos
términos, se denomina la ola de suicidios que cometieron varios jóvenes después de la lectura de la obra,
sintiéndose unidos al propio Werther, es decir, identificándose con el protagonista y su vida profundamente
infeliz (Siebers 1993: 15).
Ahora bien, averiguamos que, con el cambio del clima socio-cultural a finales del siglo XVIII, también se
desplazaron los acentos en la literatura. Concretamente, por lo que respecta a la novela epistolar, esto implicó
la evolución de un diálogo dinámico entre dos o más actores activos a una especie de confesión o diario
personal en forma de cartas, en el que quedó excluida la intervención del ‘tú’. Pese a que, alrededor de fin de
siglo, la novela epistolar al estilo de Goethe aún fue recibida con aplausos, paradójicamente, en el
romanticismo propiamente dicho, o sea, en el siglo XIX, decreció a ojos vistas la producción y, por consiguiente,
el éxito de la ‘egodocumentación’ en forma de intercambio epistolar. Siendo la época de la exaltación del ‘yo’ -
y de nadie sino del ‘yo’-, este período generó pues una literatura correspondiente que prefirió eliminar
completamente el factor interactivo o la idea de una segunda persona o interlocutor. En efecto, como sostiene
Frédéric Calas, el declive de la comunicación ficticia por cartas se debe al hecho de que en el siglo XIX
“l’expression d’une sensibilité marquée par le narcissisme cherchera d’autres formes que celles de l’échange”
(Calas 1996: 12).
Hoy por hoy, finalmente, la variante epistolar de la novela tiene que ceder el paso a otras formas y
pertenece a los géneros practicados en menor medida (Castillo 2002)29
, lo que, sin embargo, -y esto lo
demuestran las interpretaciones distintas que le dieron Rousseau y Montesquieu por ejemplo- no quita para
que sea un género con gran potencial, o sea, una variedad que abre muchas perspectivas y se adapta, como
sostiene el catedrático de Historia Moderna Antonio Mestre Sanchís (2000), a todos los gustos, por así decirlo,
porque “sirve para alabar, expresar gratitud, manifestar alegría, formular lamentaciones, consejos,
recomendaciones, para convocar, exhortar, consolar, pedir un favor, exponer un juicio o insinuar un proyecto”
28
Die Leiden des Jungen Werthers (1774) de hecho es fruto del movimiento Sturm und Drang, precursor del romanticismo (Bodas Fernández 2008: 99). 29
En cuanto al artículo de Darcie Doll Castillo (2002) no disponemos de números de página, ya que la versión consultada en línea no los indica.
26
(Mestre Sanchís 2000: 14). Esta flexibilidad es precisamente la fuerza que ha asegurado la supervivencia de
este género a lo largo de los siglos, si bien estaba ‘a dos pasos de la muerte’ durante la época romántica.
2.1.1.2 Sobre géneros limítrofes y zonas fronterizas
En lo analizado previamente, en particular bajo 2.1.1, ya averiguamos que la literatura profundamente
subjetiva que constituye la ‘escritura del yo’ engloba una vasta gama de subgéneros en los que el lector s