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La Misión Del Profesor de Teatro

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La Misión del Profesor de Teatro1 

 Burnet M. Hobgood

Traducción de Gerardo Bolaños y Erika Rojas Barrantes

Introducción2 

Cientos de libros y artículos relacionados con teatro alcanzan a ser

publicados cada año en los Estados Unidos, pero solo una pequeñísima porción de

esa impresionante producción tiene que ver con una de las más grandes industrias

generadas por la escena estadounidense: la enseñanza del teatro. La importancia

en aumento de la educación teatral, para la fortuna del teatro y de la producción

dramática en este país, hace este hecho increíble. No es que se espere una gran

una gran cantidad de discursos teatrales que investiguen el trabajo del profesor,

pero este arte por sí mismo requiere el máximo de atención. Que haya tanta oferta

en la enseñanza del teatro y que mientras tanto casi nada se diga sobre ella, es

una de las contradicciones más curiosas de este campo lleno de paradojas.

Podemos demostrar que este país ha creado miles de profesores y

programas, cientos de miles de estudiantes, desde niños pequeños hasta

estudiantes graduados, y millones de espectadores. Sin embargo, se encuentran

simplemente algunas huellas en la conciencia pública sobre el teatro como campo

de instrucción y mucha evidencia que demuestra la confusión en cuanto a lo que se

trabaja desde los programas, porqué hay tantos de ellos y cómo hacen lo que

hacen… 

Una de las razones principales por las que el teatro es un campo difícil deenseñanza es la extensa gama de asuntos que incluye. La experiencia teatral es

increíblemente rica, diversa y  – lo más difícil de todo- efímera; aun así no es solo

posible pero fundamental para el futuro del teatro, y para la gente joven que es

llamada a formar parte de él, divisar métodos docentes para la comprensión de

este arte y la maestría de la escena… 

El arte del teatro surge desde distintos tipos de talentos y una de las

funciones esenciales del maestro de teatro es el reconocimiento, nutrición y

desarrollo de esos talentos… 

Para poder entender y ayudar a los jóvenes apasionados por el teatro, el

maestro necesita comprender los procesos de desarrollo de los individuos, de cómomaduran las personas.

1 Texto introductorio del editor de la obra Master Teachers of Theatre: Observations on Teaching

Theatre by Nine American Masters, Estados Unidos: Southern Illinois University , 1988, pp. 1-21. 2 Este es un resumen sobre algunos de los aspectos más sobresalientes del texto, para conocer el

documento en su totalidad consultar la referencia arriba citada.

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Cuando entramos a considerar las teorías “desarrollistas” de la

personalidad de los seres humanos, se debe resaltar el siguiente principio rector:

las fases del autodesarrollo se suceden necesariamente una tras otra. Es decir,

todos y cada uno de los individuos que pasan por las distintas fases lo hacen en

una secuencia u orden establecido; aun los individuos excepcionales no podrán

evitar experienciar cada uno de estos períodos.

En vista de la preocupación de los profesores de teatro por los estudiantes

con francas habilidades, ¿cuál sería una secuencia realista de las fases de

desarrollo para quienes tienen sensibilidad histriónica? La identificación de estas

fases tendrá un valor instrumental para un profesor avisado3.

Informados como estamos por las experiencias de muchos profesores de

teatro en diferentes niveles y por nuestra propia observación, podemos postular

por lo menos cuatro fases en el desarrollo del practicante de teatro dotado de

talento. Esta descripción refleja los atributos de una crisálida, camino a

transformarse en una personalidad teatral.

La primera fase amerita llamarse iniciadora, porque en este punto setrata de un neófito que tiene sus primeros encuentros sustanciales con el teatro.

Independientemente de la estimulación que causan estos encuentros o las

respuestas que generan, en el joven talentoso propician una autoconciencia muy

intensa y el deseo de realizarse por medio de la participación en el trabajo teatral.

 Al hablar de estas aventuras exploratorias en el mundo dramático, el neófito puede

referirse a sus reacciones en términos de cómo “apasionante” o “extraña” o

“confusa”. Nosotros, como  observadores, necesitamos tener presente que su

relación con el arte teatral es todavía tentativa o fortuita.

En esta fase, cada experiencia teatral equivale a un examen de las

capacidades inciertas del joven, y se pasa por cada una de las experiencias justo

para evaluar los resultados. ¿Cuánto disfrute produce esta actividad? ¿Se obtienesatisfacción personal? ¿Provoca la admiración de sus amigos? ¿Hice las cosas bien

en comparación con los otros neófitos? Si las respuestas a estas interrogantes son

positivas, el joven verá cómo sus dudas se van desvaneciendo en las siguientes

etapas exploratorias de su vida teatral.

Lo que ocurre aquí es, esencialmente, una especie de coqueteo con un

prospecto atractivo. No existe en realidad un verdadero compromiso, si bien el

talento joven afirma que sí y que, si fuera necesario, quizás volvería a intentarlo.

La recompensa por una aventura es suficientemente intrigante como para tratar

de nuevo.

Por regla general, en esta fase los jóvenes se concentran tanto enconsideraciones subjetivas que no se dan cuenta de lo mucho que imitan. No son

imitaciones calculadas sino involuntarias, que es parte del placer de aprender

según Aristóteles. En lugar de criticarles sus imitaciones, el profesor debe

3 Las propuestas presentadas en esta sección del artículo fueron previamente expuestas por Alan S.

Doner en un documento para la Conferencia sobre Investigación Teatral de la Universidad de Princeton, 

entre Noviembre 1965 y Abril 1966. Ver Educational Theater Journal, 19, Junio, 1967, p. 250.

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ponderar la naturaleza y la calidad de los modelos subliminalmente copiados. Si el

neófito sigue modelos dignos de admiración, y los asimila con facilidad y encanto,

podríamos decir que tiene aptitudes talentosas.

Sin embargo, no existen garantías de que sus dotes lo hagan persistir en la

aventura del teatro. Aún antes de que el coqueteo con el teatro se disipe, se debe

detectar la determinación de seguir adelante. De todas maneras, es demasiadoprematuro decir si el teatro prevalecerá por sobre las intenciones del joven.

Después de todo, es un pasaje de iniciación, que parece acabarse cuando lo fortuito

desaparece.

La siguiente fase es más desafiante.

En vista de lo que le ocurre a la persona que pasa por la siguiente etapa de

desarrollo, podemos denominarla fase formativa. En el transcurso de esta fase el

individuo investiga las posibilidades que el teatro y su mundo le tienen reservadas

para él o ella. La actitud sigue siendo primordialmente subjetiva. El joven entra en

esta fase para darse cuenta de cuán lejos puede llegar una vez que asume el riesgo

de ubicarse activamente en un contexto dramático exigente.

La tendencia a imitar continúa prevaleciendo; la diferencia estriba en que,

ahora, el individuo se da cuenta de que imita. El estudiante busca buenos modelos

con patrones de pensamiento y comportamiento que trasciendan lo ordinario.

Primero que todo él o ella aspiran seriamente a ser buenos en cuestiones de

teatro, ¡y llegar quizás a ser artistas o estrellas!

 Al mismo tiempo, en este punto el individuo es cauteloso y romántico.

Haciendo uso del aforismo de Stanislvski, se enamora de sí mismo dentro del arte

más que del arte en sí mismo. En consecuencia, de manera natural y en aras de

sentirse seguro y aceptado, el individuo busca mentores teatrales que le den forma

y refinamiento, lo cual lo vuelve sensible a las influencias externas.

Una de las características más notables de esta fase del desarrollo es el

descubrimiento. Algunas de las ideas que el estudiante descubre: la realidad del

teatro como profesión, la extensión y la especificidad del conocimiento y las

destrezas que necesita adquirir, y el comienzo de un sentido de adaptabilidad

personal a la actividad teatral.

 A medida que estas cosas se aprenden, el aspirante se ve enfrentado con

historias descorazonadoras acerca del limitado número de personas que logran

colmar sus ambiciones, lo cual desencadena la determinación de hallar las

estrategias apropiadas. Los maestros bien calificados asumen gran importancia,

dado que la confianza en ellos brinda al estudiante confianza en sí mismo y en suspropios descubrimientos. Como resultado, el estudiante que progresa siente

mucha más lealtad y gratitud hacia sus mentores y es susceptible de sentirse en

condición de discípulo. Sin embargo, este tipo de relación con un maestro podría

ser una limitante de la que el estudiante cauteloso y romántico podría desconfiar.

Un camino se abre al frente de esta fase, a condición de que los otros

profesores tomen nota y comenten acerca de la creciente individualidad de los

logros del estudiante. Se intensifica el entusiasmo por los prospectos profesionales;

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es común en este punto que el individuo se sorprenda de que no se haya

comprometido con el teatro pero sabe que ahora debe considerar el caso. El primer

signo de un verdadero compromiso puede resultar tentativo, ya que se trata de la

simple decisión de apostar dando un paso más hacia la profesión teatral. El

estudiante, persuadido de que ha aprendido mucho y de que ha absorbido aun más,

aunque sea en una situación protegida, da un paso adelante serio y genuino.

Si este paso da resultados, se acaban el coqueteo y el romance y vemos al

candidato en la tercera fase, es decir en el período de desarrollo  productivo. En

contraste con las fases anteriores, la incipiente subjetividad del artista se enrumba

ahora hacia la objetividad. El indicio más claro de que un individuo ha alcanzado

este estadio es un auténtico interés en el trabajo y prácticas de los demás, que a lo

mejor nunca antes los había notado. Se da cuenta de que uno puede hacer críticas

sin perjuicios personales y descubrir ideas originales. Este aspirante puede

comenzar a tener confianza en sí mismo.

Seguidamente se produce un cambio de lo más interesante. El artista

incipiente acepta las críticas y no se siente amenazado. Una cierta modestia  – 

podría decirse una cierta madurez — ahora forma parte de su personalidad amedida que el joven talento reorganiza sus conocimientos y reubica sus valores. Es

decir que él o ella se comprometen enteramente con el arte. Esto se manifiesta en

la seriedad fundamental con que adoptan decisiones grandes o pequeñas. Una

carrera los atrae, y ahora cuentan con la disciplina para cimentarla.

El tránsito entre la fase formativa y la productiva es, en muchas instancias,

profundamente exigente. Muchos de los que llegan a este punto no logran

progresar significativamente. Una vez comprometidos, el arte los mantiene en su

territorio aun cuando no logran alcanzar las metas que se habían fijado. Los

maestros notamos que ellos perciben su falta de progreso y varían el rumbo de su

ambición, o eligen (quizás sin darse cuenta) proseguir en una fase productiva

perpetua, debido a su fascinación por el teatro. Las causas de este bloqueo son

complejas e impredecibles, y tienen poco que ver con la calidad de sus dotes

personales. Muchos, simplemente se quedan sin combustible para seguir adelante.

 Así como la marca distintiva de la fase iniciadora es el coqueteo y el

descubrimiento es la de la fase formativa, la característica esencial de la fase

productiva es el reaprendizaje. Esto requiere paciencia, particularmente porque la

fase de desarrollo dura varios años. Durante ese período los futuros artistas

repasan todas estas experiencias y las revalúan, descartan las menos útiles y cada

uno reformula los principios esenciales para él o para ella. Una parte vital del

reaprendizaje, que pudo haber estado presente en las personas más dotadas, es

tener la valentía de enseñarse uno mismo. Las debilidades y fortalezas auténticasdeben considerarse y actuar en función de ellas sin recriminarse a sí mismo.

Cuando los jóvenes talentosos y decididos llegan a este nivel, se involucran

en un intenso período de actividad fructífera, en el que parecieran surgir lazos

duraderos de amistad e intercambio profesional. De hecho, estamos ante un

período de desarrollo tan enriquecedor que las propias habilidades actorales

podrían dificultar que se alcance la condición final para la cual sirven de

preparativo.

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En vista de la energía y el talento requeridos para trascender la fase

productiva de desarrollo, nuestros estudiantes entran en la fase final o creativa.

Se convierten en actores, sin saber con exactitud cuando ocurrió la transición. El

artista se sostiene por su propio pie, su responsabilidad esencial es con respecto a

sí mismo. Sabe sus limitaciones pero también entiende la magnitud de sus

capacidades y dispone de una visión de lo que puede hacer con ellas. El meollo del

asunto es buscar y encontrar la oportunidad adecuada.

Nosotros reconocemos la individualidad particular de cada artista, pero no

sabemos el costo personal que ha debido pagar. En esta condición la persona tiene

expectativas personales tremendamente altas, acerca de las cuales puede

experimentar gran ansiedad y someterse a un autoanálisis desgarrador. El trabajo

debe mejorar siempre; de lo contrario, el artista le pierde un poco de respeto.

 Ahora es capaz de expresar sentimientos e ideas que sin lugar a dudas no

pertenecen al autor del texto. Afortunadamente, cuando esto ocurre (y en el teatro

sabemos cuándo se logra), se apodera de nosotros un alivio y una satisfacción muy

profundos.