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Crónica de la moto en el mundo
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2011
Javier López
www.biurrunconsulting.es
06/02/2011
La moto y su lado romántico
Estimado amigo Carlos: Hoy vengo algo romántico.
Si consultamos en el diccionario de la RAE el término “romanticismo” podemos leer: Escuela
literaria de la primera mitad del siglo XIX, extremadamente individualista y que prescindía de
las reglas tenidas por clásicas. Época de la cultura occidental en que prevaleció tal escuela
literaria.
Yo me atrevería a añadir que se trata de un movimiento cultural de más amplio alcance que el
meramente literario, que constituye una actitud ante la vida, una manera de entender este
mundo variopinto en que nos ha tocado vivir. El romántico estima la libertad por encima de
todos los bienes posibles. Suelen ser personas en extremo idealistas, corriendo en pos de
aspiraciones difícilmente alcanzables y con
frecuencia vagas. Su mundo se mueve en el terreno
de los sentimientos más que en el de la razón.
Tenemos en común que siempre se han rendido,
como yo, al embrujo de la naturaleza y el paisaje.
Pero no pienses, Carlos, que los románticos han
quedado sepultados por el paso del tiempo. Puedes
verlos entre nosotros muy a menudo. Y si me
preguntasen por una manifestación actual del
movimiento romántico, señalaría sin dudarlo, al
mundo de los amantes de las motos.
Y sí; he utilizado el termino “amante”, porque la relación que se establece muchas veces entre
el hombre y su montura, va más allá de lo racional y se convierte en una pasión desenfrenada.
Ahora a primeros de enero se ha celebrado una reunión
en Valladolid, donde desafiando al frío se juntan
moteros de diferentes naciones para compartir
experiencias y disfrutar de la pasión que les une. “Los
Pingüinos” se llama. Hacen falta ánimo, valor y mucho
amor. Y es que las motos… tienen “algo”.
Esa sensación de libertad y de independencia, algunos
únicamente la consiguen a lomos de su mecánica montura.
Y es de admirar el cariño que profesan a sus máquinas
t tronantes. Las limpian y abrillantan una y mil veces
v volcando toda su ternura en los motores o los cromados y
se desviven por mantenerlas limpias y activas. Por esa razón algunas de sus cabalgaduras
están en activo muchísimos años.
Me gusta especialmente una de sus reuniones, que celebran en Colombres, un pequeño pueblo
de Asturias, casi fronterizo con Cantabria, donde en la semana del Pilar, en Octubre, se
juntan los amantes de las motos clásicas, para pasar unos días dándole a la fabada o
compartiendo curvas en los Picos e intercambiar piezas, ya difíciles de encontrar, pues el
tiempo es un enemigo implacable. Algunos vienen desde muy lejos y traen ejemplares dignos
de museo. Motos de los años 20 que suenan aún muy bien.
Y digo que me gusta, porque además de disfrutar con las motos y sus centauros, puedo
aferrarme a trozos de mi niñez, cuando con los ojos como platos veía pasar por aquellas calles
poco concurridas, alguno de estos, ahora viejos, modelos.
Tengo un recuerdo imborrable de un alemán, probador de la LUBE, una moto que se fabricaba
cerca de Bilbao, que pasaba todos los días por mi natal Portugalete, haciendo sufrir a su
ruidoso caballo mecánico en la cuesta más dura del pueblo. Sesenta años después, todavía les
recuerdo, a la Lube y a él. Viejas historias que nos devuelven a aquella época feliz.
Pero estoy seguro de que la nostalgia ante la Sanglas, esa que llevaba la Guardia Civil, o las
primeras Lambretas, no se adueña sólo de mí. Veo mucha evocación en los ojos emocionados de
muchos de los asistentes. Hay un clima especial, un sentimiento de admiración y respeto hacia
esas máquinas míticas que nos transportan en sus lomos hacia los viejos tiempos, no tan
olvidados
Pero hay algo que me gusta todavía más. Las motos tienen también una faceta práctica alejada
del romanticismo, que se pone de manifiesto en los países emergentes del lejano oriente,
donde cumplen una importante labor. Es una explosión inimaginable con nuestro prisma. Una
locura que hay que vivir en directo para comprender en su auténtica dimensión.
Supongo que las compañías de seguros se pondrán a temblar ante la visión de imágenes como
estas. No tengo datos del índice de accidentes en Tailandia o Vietnam, de hecho hasta tengo
mis dudas de que la gente esté cubierta por algún seguro. De eso amigo Carlos, creo que tú
puedes ilustrarnos con mayor autoridad. Pero de lo que sí estoy seguro, es de que San
Cristóbal tiene más trabajo salvando motoristas allí, que S. Fermín salvando a los pamplonicas
del encierro.
Y no creas que por la noche baja la intensidad del tráfico. Da la impresión de que nunca
duermen y con la luz de los faros aún impresiona más. Y no te digo nada cuando hay que cruzar
la calle; con el escrupuloso respeto que sienten ante los semáforos………
El cariño que estos jinetes asiáticos muestran por sus cabalgaduras es muy diferente al amor
romántico de los occidentales, porque para ellos la moto es todo. Compañera infatigable, signo
de identidad, marcador del status social, que lo mismo sirve para trabajar que como medio de
transporte o para pasear a la familia (sea o no sea numerosa).
Las múltiples posibilidades de transportar cosas en la moto, ha originado un best seller muy
popular en el mundo fotográfico. Si andas rápido y utilizas la función “deportes”, que dispara
con velocidades altas, te haces con una buena muestra. Puedes ver desde gente transportando
cristales, grandes cestos, sacos, tuberías de hierro, varillas para la construcción, todo lo
imaginable y lo inimaginable. Yo tuve la mala fortuna de sacar una moto que llevaba tumbada
en unas tablas nada menos que una vaca. Y digo mala fortuna porque con la risa, la foto me
salió movida y la tuve que desechar. Pero nunca la olvidaré.
Esta explosión de vitalidad viene reforzada por la
juventud de estos países, donde un elevado
porcentaje de la población, no supera los treinta años.
Tú y yo Carlos, nunca hemos tenido moto, pero a la
vista de estas imágenes, a lo mejor nos animamos.
Vete pensándolo.
Mientras lo decidimos recibe el abrazo de tu amigo
Javier