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La Nueva Granada Isaac Holton

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Libro histórico sobre costumbres de la Colombia del siglo XIX

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  • La Nueva Granada: veinte meses en los Andes Autor: Holton, Isaac Farewell, 1912-

    Fecha de publicacin: 1981

    Editorial: Bogot: Ediciones del Banco de la Repblica

    Coleccin: Credencial Historia

    Palabras clave: Andes; Colombia; Descripciones y viajes

    Lugar: Colombia; Andes

    Descripcin:

    Traduccin ngela de Lpez. Publicado en ingls: New York : Harper and Brothers, 1857.

    http://www.banrepcultural.org/taxonomy/term/13879http://www.banrepcultural.org/taxonomy/term/10338http://www.banrepcultural.org/category/colecciones/credencial-historiahttp://www.banrepcultural.org/taxonomy/term/5677http://www.banrepcultural.org/taxonomy/term/2388http://www.banrepcultural.org/taxonomy/term/5419http://www.banrepcultural.org/category/lugar-dccoveragespatial/colombia-3http://www.banrepcultural.org/category/lugar-dccoveragespatial/andes

  • Mapa de la Nueva Granada

    PRESENTACIN

    LA NUEVA GRANADA: VEINTE MESES EN LOS ANDES, se public en ingls en 1857 y en 1967

    Southern Illinois Press prepar una edicin resumida con introduccin de C. Harvey Gardiner.

    Carvajal & Ca., en su libro VIAJEROS EXTRANJEROS EN COLOMBIA, incluy algunos

    fragmentos de la edicin inglesa, abreviados, pero la versin de la obra completa en espaol

    estaba en mora de ser publicada en nuestro pas.

    El libro de Holton reviste especial inters histrico porque describe las condiciones sociales y

    econmicas de la Nueva Granada a comienzos de la dcada de 1850, perodo que algunos

    historiadores Nieto Arteta y Luis Ospina Vsquez, entre otros han sealado como uno de los

    ms importantes en la historia del pas.

    Holton lleg a la Nueva Granada por inters primordial de estudiar la flora tropical. Pero hombre de

    mltiples intereses y observador cuidadoso, describe con simpata, humor y objetividad su viaje

    desde la Costa Atlntica a Bogot y de all hasta el Valle del Cauca donde permaneci varios

    meses. Por sus reseas de la vida en Bogot y sus alrededores y la del Valle del Cauca, el libro se

    convierte en un complemento muy importante de otras obras bsicas para el estudio sociolgico de

    la realidad del pas a mediados del siglo XlX. En un perodo de continua experimentacin poltica,

    en el que los dirigentes y pensadores granadinos luchaban por transformar las estructuras del pas,

    la vida cuotidiana segua siendo la misma que haba sido durante siglos, tal como comenta Holton,

    hablando del Valle, si un Rip van Winkle despertara de un sueo de 200 aos, lo nico que le

    sorprendera sera el nacimiento de la libertad civil y religiosa". En efecto, el atraso de la agricultura

  • era impresionante, exista muy poca diversificacin de cultivos y las tcnicas en el campo eran

    primitivas. Por otra parte, en las regiones que visit Holton, la manufactura era prcticamente

    inexistente. En Bogot encontr varias fbricas abandonadas y en Cali slo supo de la existencia

    de un telar. De tal manera, a travs de las pginas del libro se observa que si acaso haba habido

    un cambio en las condiciones materiales de vida desde la Independencia hasta 1850, ste haba

    sido desfavorable desde el punto de vista econmico, lo cual estuvo probablemente relacionado en

    el Valle con la disminucin de la explotacin minera en el Choc.

    Dentro de la coleccin de viajes publicados por el Banco de la Repblica predominan los autores

    europeos. Este es el primero que se publica escrito por un norteamericano. Para el Banco es muy

    satisfactorio poder ofrecer a los estudiosos de la historia colombiana esta importante obra

    correspondiente a la primera parte del siglo pasado.

    FRANCISCO J. ORTEGA

    Subgerente Tcnico.

  • PREFACIO

    Es inevitable que el botnico que estudia los productos de la zona trrida siente un deseo enorme

    de ver con sus propios ojos esas tierras de verano perpetuo. El deseo aumenta con los aos, pero

    cada uno que pasa lo liga ms a los deberes profesionales y al hogar. En mi caso, las fuerzas

    centrpetas se desarrollaron menos vigorosamente que las centrifugas, y por eso pude viajar al

    trpico.

    La pobreza de informacin botnica sobre la Nueva Granada, una regin tan rica en plantas,

    despert mi inters por esa nacin, ya que desde la visita de Humboldt, a principios de este siglo,

    no se ha publicado ni siquiera el catlogo de un coleccionista.

    Tampoco son abundantes o recientes las fuentes de informacin general sobre esta repblica. En

    nuestras bibliotecas se encuentran varias obras sobre Colombia, escritas durante la guerra contra

    la Madre Patria, que termin, o ms bien se hizo crnica en 1825. Pero no pudo encontrar un solo

    volumen publicado despus de que la Nueva Granada tom su sitio en el concierto de las

    naciones, ni respuesta a la inquietud de cules son los efectos de treinta aos de libertad, en un

    pas al que el despotismo espaol, mantuvo durante tantos aos completamente aislado del

    mundo. La causa determinante del viaje narrado en este volumen fue precisamente ese vaco de

    informacin geogrfica.

    As, pues, comenc mi tarea con una idea ms clara de los objetivos que de las dificultades de la

    empresa. La falta de datos confiables se hizo sentir aun antes de iniciar el viaje, lo obstaculiz a

    cada paso y dificult todava ms su relato. Las observaciones de otros viajeros, que por alguna

    razn especial residieron en el pas o pasaron por l fugazmente sin conocer nada del idioma y de

    la idiosincrasia de sus gentes, son generalmente tan errneas, que quiz me inclin a confiar

    excesivamente en mis propias observaciones cuando divergan de las de ellos. Adems de esas

    obras, ya bastante viejas, hace poco lleg a mis manos, por feliz accidente, un pequeo volumen

    titulado Bogot en 1886-7, escrito por J. Steuart y publicado por Harper & Brothers, 82 Cliff Street,

    1838. Me lo haban recomendado en Sur Amrica, pero en vano lo busqu en bibliotecas y

    libreras, y no conozco otra copia en los Estados Unidos.

    Ninguna otra nacin hispano-americana tiene una proporcin tan alta de autores como la Nueva

    Granada, pero sin embargo, las obras son pocas y de difcil adquisicin. El autor consult el

    Semanario de la Nueva Granada, publicado en Bogot en 1810, varios artculos cientficos de

    Boussingault y una publicacin del presidente T. C. Mosquera que le permiti conocer el nombre

    de muchos animales y de algunas plantas. Consult cuidadosamente la historia de Plaza y a veces

    hace referencia a la de Acosta. Muy amablemente funcionarios pblicos granadinos, tanto en

    Bogot como en otras ciudades, le permitieron consultar documentos que tenan en su poder. Es

    una lstima que ni la Embajada Granadina en los Estados Unidos ni el consulado en Nueva York

    pudieron proporcionarle informacin adicional a la que haba reunido en el pas.

    Muchos son los individuos que generosamente contribuyeron a que la obra fuera ms exacta, pero

    los favores recibidos son tantos, que aunque los recuerdo con gratitud no tengo espacio aqu para

    enumerarlos. A ningn norteamericano debe esta obra ms que a ese gran caballero, comerciante

    y acadmico que es Alexander I. Cotheal. El seor Julio Arboleda atendi siempre todas nuestras

    consultas y el seor Escipin Garca-Herreros contribuy con valiosas y complejas observaciones

    sobre derecho civil, y adems con un compendio histrico sobre el ltimo intento revolucionario.

    Ambas contribuciones merecen mejor suerte que la de quedar resumidas en unos pocos prrafos,

    como necesariamente tiene que suceder en un libro de viajes.

  • Pero a nadie debe este libro tanto como al seor Rafael Pombo, secretario de la Embajada

    Granadina, ayuda que no se debi a la amistad con el autor, al que no conoca cuando este fue a

    buscar informacin por primera vez, sino al amor que el seor Pombo siente por su patria. Ojal

    que su pas sepa agradecer y recompensar su fidelidad y cumplimiento del deber, su buena

    voluntad y celo, porque estos exceden toda capacidad de agradecimiento del autor. Fue una

    calamidad que el seor Pombo no estuviera en los Estados Unidos cuando se empez a armar el

    libro en la imprenta. La ausencia del autor tambin contribuy a aumentar los errores de ortografa

    espaola que encontrarn los lectores conocedores de este idioma, no obstante la increble

    eficiencia de los impresores. Espero que esas fallas no perjudiquen demasiado la utilidad de la

    obra, porque la mayora de las palabras mal escritas en el texto aparecen corregidas en el

    Apndice. Las traducciones de la frase Dominus vobiscum y de las expresiones Que entre para

    dentroy Por siempre son tal vez las ms importantes de las que no se corrigieron.

    Hay, sin embargo, otra clase de errores que ningn corrector de pruebas puede enmendar y cuyo

    nmero no se sabr nunca. Son tantas las apreciaciones equivocadas del viajero y tantos los

    errores que una vez escritos como verdaderos no se verifican nuevamente, que es imposible

    pensar que esta obra est libre de ellos. El lector indulgente los sabr perdonar.

    Quiero aprovechar la oportunidad para agradecer a los editores la liberalidad con que atendieron

    todas mis sugerencias e incluso los gastos, los cuales sobrepasaron en mucho los calculados

    inicialmente. Su generosidad es una de las experiencias ms agradables en la larga e incesante

    tarea que concluye hoy. Si otros viajeros encuentran en esta obra la ayuda que el autor busc en

    vano, y si ella contribuye a despertar en el filntropo simpata por una de las naciones ms

    liberales y libres del mundo, el esfuerzo quedar ampliamente justificado.

    Middlebury College, 15 de octubre de 1856

  • LA NUEVA GRANADA Escena tropical Localizacin de viajes El Valle del Magdalena El Cauca y el aislamiento de

    su valle Los objetivos de este trabajo Los orgenes del carcter La influencia de la latitud

    sobre el valor del tiempo El efecto de la altitud sobre la temperatura El monopolio religioso El

    linaje El plan de la obra.

    Acabo de regresar de una zambullida refrescante en las fras aguas de la quebrada que baja de la

    montaa. Me recuesto perezosamente en el spero y no muy limpio promontorio de tierra y

    piedras, que forma un bando por debajo y a todo lo largo del corredor de la choza donde vive el

    hombre que trabaja en la calera. l tambin est aqu, sentado en un gran pedazo de roca que

    deber arder algn da. Labra una cuchara de palo en la rama gruesa de un arbusto, utilizando el

    machete, esa herramienta universal que casi nunca le falta al campesino y que es un cuchillo de

    aproximadamente veinte pulgadas de largo, enfundado y colgado de una correa amarrada a la

    cintura.

    En honor a mi venida, la nia ms pequea se pone la camisa, quiz la nica prenda que posee,

    pero la apariencia del diablito apenas s mejora, porque el vestido, aunque no tan negro como su

    piel, es muchsimo menos limpio. Imitando al padre coge un palo grande y lo golpea a troche y

    moche con un cuchillo romo que ha perdido el mango de cacho, para hacer, segn me dice, otra

    cuchara.

    La hija mayor y la mam estn ocupadas en un pequeo fogn construido al final del corredor,

    asan para el almuerzo familiar unos pltanos pelados y unos pedazos de carne de res de

    apariencia bastante sospechosa, artculos estos que la clase trabajadora, siempre que los tiene a

    mano, cocina para la frugal comida de medio da. El niito, libre de ropa y de mugre, est atareado

    examinando al extranjero, pero al mismo tiempo tiene un inters expectante en la actividad de la

    madre.

    Estamos en un sitio un poco ms alto que la planicie triangular que se extiende hacia el oriente del

    ro. En el ngulo cerca a nosotros, hacia el occidente, hay una aldea de chozas, algunas dignas de

    llamarse casas, situadas alrededor de la plaza que casi nunca falta en las aldeas granadinas. La

    quebrada en la que me acabo de baar recibe un poco ms abajo un afluente que desciende de un

    can a mi derecha, bordea la aldea por el norte, y en su orilla izquierda hay otras tantas casas,

    luego serpentea entre campos de caa de azcar, platanales y tierras incultas y atraviesa un

    bosque de una o dos millas hasta perderse en las aguas amarillas del ro y correr hacia el norte

    para alcanzar el mar Caribe. El ro es el Cauca y la poblacin Vijes.

    Ms all del ro se ven tierras bajas cubiertas de bosques, y en el oriente, a la distancia, las cimas

    azules de las montaas del Quindo que separan este apartado lugar del valle del Magdalena.

    Vijes, en su rincn, est aislado del resto del mundo, al oriente por el bosque y el ro, y en todos los

    otros costados por una alta cadena de montaas rocosas, de laderas cubiertas de pasto y de

    alturas coronadas de bosques espesos. El camino que viene del sur, a lo largo del ro, atraviesa

    penosamente estas montaas, subiendo en zig-zag, o en quingos, como dicen aqu, logra avanzar

    entre la loma y el ro, pero cuando hay demasiados obstculos, trepa a lo largo de una ladera

  • empinada para obviar dificultades y luego desciende nuevamente. Digo camino, pero quiz esta

    palabra es engaosa para el lector, porque implica casi siempre la existencia de viajeros y se

    puede interpretar como un sendero por el cual una mula puede pasar a otra, por eso la

    palabra trocha tal vez da una idea ms exacta al hombre occidental.

    Podemos contemplar todo este paisaje porque la choza est situada en el can de la cordillera,

    en un sitio plano aunque ligeramente elevado. Los rayos verticales del sol, brillantes pero no

    abrasadores, baan la escena que es de una belleza serena y tranquila, y tan alejada de todas las

    vas de trnsito que posiblemente ninguno de los que lea estas lneas haya visto o vea nunca el

    paisaje original que estoy intentando describir.

    Y por qu no comenzar aqu y ahora las descripciones informales que desde hace tanto tiempo

    vengo prometiendo a mis amigos? Pues bien, este ser el comienzo.

    En primer lugar, localizar geogrficamente la regin desde donde estoy escribiendo. La Nueva

    Granada ocupa el rincn noroeste de Sur Amrica y se extiende desde un poco ms all del norte

    del istmo de Panam hasta las cercanas de la lnea ecuatorial. Es la zona central de las tres en

    que se dividi Colombia en 1830 y comprende la mitad del territorio original.

    En Sur Amrica no desemboca al Pacfico ningn ro importante. El Amazonas, el Orinoco, el

    Magdalena y el Atrato dan al Atlntico, as como casi todas las aguas de la Nueva Granada. Las

    nueve dcimas partes de la poblacin viven en el Magdalena y en sus afluentes, de los cuales el

    Cauca es el ms grande. El Cauca y el Magdalena corren hacia el norte por centenares de millas,

    a travs de valles paralelos y separados por las montaas del Quindo.

    Lo ms acertado es considerar el nacimiento del Cauca en la fra y elevada regin que se extiende

    entre la provincia de Popayn y la de Pasto. Desde el volcn de Purac, al sureste de la antigua

    ciudad de Popayn, corre un riachuelo que bien merece el nombre de ro Vinagre, ya que la

    composicin de sus aguas es de once partes de cido sulfrico y nueve de cido clorhdrico en

    diez mil, o sea, una en quinientas partes de cido puro. Por leguas enteras ningn pescado puede

    vivir en esas aguas avinagradas, aun despus de que el ro vira directamente hacia el norte y

    recibe el nombre de ro Cauca. Ms adelante entra en un amplio valle y se convierte en un ro

    tranquilo, de aguas turbias y navegables, bordeado siempre en la ribera derecha, y a veces en

    ambas, por bosques enmaraados y fangosos. Por esta razn las ciudades relativamente grandes

    de Palmira y Cali, situadas una al frente de la otra, estn a dieciocho millas de distancia y bastante

    lejos del ro, Palmira en la banda izquierda y Cali en la derecha. La palabra banda, por lo tanto, no

    equivale a orilla, ya que se refiere a un espacio que incluye tierra considerablemente alejada del

    ro.

    Despus de Cali, las montaas de la Cordillera Occidental se apian hacia el Cauca y en un rincn

    est Vijes, en una planicie frtil y semicultivada, con su riachuelo lmpido y cantarino. Ms adelante

    estn Buga y Cartago, ambas en la ribera oriental, y por ltimo, la vieja Antioquia; pero all el ro

    empieza a formar rpidos, volvindose ms violento a medida que se precipita por caones por

    donde ningn camino puede cruzar, y destruyendo as toda esperanza de encontrar una salida

    para el comercio por mar o tierra, por barco o ferrocarril, por canoa o recuas de mulas.

    Finalmente hay una pausa en la veloz carrera del Cauca cuando este casi alcanza el nivel del mar,

    vuelve hacia el noreste y une sus turbias aguas a las igualmente oscuras del Magdalena,

    continuando hacia el norte y hasta el mar. La parte baja y navegable del ro no tiene contacto con

    la alta, nadie viaja de la una a la otra a visitar a sus amigos, a comprar artculos o a vender sus

    productos.

    Por lo tanto, la salida natural de este frtil valle est cerrada para siempre al comercio, y cules

    sustitutos hay? Primero que todo el pestfero puerto martimo de Buenaventura, en el Pacfico,

  • situado exactamente al occidente de Vijes. Los caminos terrestres a Buenaventura llegan hasta

    Juntas, en los afluentes del Dagua, desde donde es posible la navegacin cuando el ro no est

    muy crecido o muy seco. Pero el que llega a Juntas desde el Cauca casi nunca encuentra una

    embarcacin, y no puede seguir ms all por tierra; y el que viene de Buenaventura, a veces no

    encuentra mulas y tampoco puede continuar navegando por el ro. En ambos casos el viajero tiene

    que detenerse en Juntas una semana; por esta razn Buenaventura carece de comercio y aun los

    barcos que navegan a lo largo de la Costa del Pacfico, desde Panam, no se detienen all. La va

    ms corta de Bogot a Buenaventura obliga a abandonar el camino principal del Cauca en un

    punto al oriente de Vijes, cruzar el ro en un ferry particular y empezar a subir la Cord illera

    Occidental, desde este mismo punto, por un sendero increblemente malo. Despus de tres o

    cuatro horas de un ascenso terrible se llega al sitio desde donde se ven correr los arroyos que

    bajan por la vertiente occidental hacia el Pacfico.

    La otra salida para el escaso comercio del valle es a travs de las montaas del Quindo. Luego de

    diez das a lomo de mula, y si el tiempo es bueno, se llega al Magdalena a dos millas ms abajo de

    Honda; pero si se quiere llegar al puerto de Cartagena, hay que seguir en mula hasta Calamar que

    queda a 65 millas, es decir, dos veces la distancia de Vijes a Juntas. Ante el aislamiento de este

    valle, el viajero se pregunta si puede existir un lugar ms alejado y si la vida y la naturaleza

    humanas, aunque esencialmente las mismas en Labrador y Guinea, no deben presentar aqu

    algunos rasgos nicos y singulares. Este es un punto al que volveremos ms adelante.

    La naturaleza humana es, en verdad, esencialmente la misma en todas partes, pero infinitamente

    diversificada por el poder de las circunstancias externas. A diferencia del instinto, que raras veces

    cede frente a las ms poderosas influencias, la naturaleza humana sufre la impronta de la ms leve

    de las fuerzas perturbadoras. Los antepasados, el suelo, el clima, la ocupacin, la constitucin

    fsica, todos ellos influyen en la vida del hombre. Sin embargo, en casi todas partes esos factores

    disminuyen, se modifican o se neutralizan por la fuerza irresistible de la civilizacin europea, que

    circula a travs de las arterias de las vas de comunicacin, llegando hasta la ms insignificante de

    las ramificaciones. Por eso el viajero deseoso de estudiar la fuerza de las influencias locales sobre

    los hombres, debe ir hasta lugares poco frecuentados por otros viajeros y donde ninguna influencia

    ajena haya penetrado. Debe instalarse sin premura en un pas extranjero, de lengua, clima y

    religin diferentes a la propia, y con un comercio y una literatura locales o inexistentes.

    Estas circunstancias son exactamente las que Vijes ofrece al investigador protestante y

    angloamericano, quien viene de un medio donde la vida es una ardua lucha, una guerra sin cuartel

    contra la adversidad y la competencia, y donde ni siquiera los muertos descansan en paz, a menos

    que sus restos se hallen en un sitio donde el comercio no requiera construir una nueva va frrea, y

    donde los intereses y la salud no exijan la apertura de una nueva calle. El viajero llega a un sitio

    donde el invierno nunca sorprende al haragn, donde nunca nadie ha odo las mximas del Pobre

    Ricardo, donde es ms barato roturar un campo que defender un pleito y ms fcil criar otro nio

    que curar al enfermo; y donde an el ministerio religioso constituye un monopolio no turbado por

    las luchas severas pero saludables que surgen cuando en la misma aldea se instalan dos o tres

    doctores y dos o tres iglesias.

    Observemos entonces desapasionadamente lo que est frente a nuestros ojos; a travs de los

    efectos lleguemos a las causas e investiguemos las distintas fuerzas morales que influyen en el

    carcter de los granadinos. Intentar servirle al lector, tal como los ojos sirven al cuerpo,

    presentndole imgenes de cuya fidelidad no tendr razn de dudar; y en el caso de que le ofrezca

    algunas conclusiones, no ser porque posea una sagacidad superior, sino simplemente porque las

    conclusiones son demasiado obvias para pasar inadvertidas.

    Vijes (o Bijes, la ortografa es incierta) tiene una latitud de aproximadamente 3 45 N, es decir que

    est ms o menos sobre la lnea ecuatorial. Por lo tanto el sol debera ponerse invariablemente a

    las seis de la tarde; pero como siempre se esconde entre las nubes ms o menos una hora

  • despus de medio da, pasa despus inadvertido, y todos dicen que el sol se esconde alrededor

    de las cinco, y nunca mencionan el ocaso. Como el crepsculo termina entre las seis y media y las

    siete de la noche, les parece muy natural que el sol desaparezca a eso de las cinco. Nadie se da

    cuenta tampoco de si el sol est o no en posicin vertical a medio da, por lo cual aqu se

    desconocen todas las diferencias que se pueden deducir de los cambios anuales de la inclinacin

    del sol. Es posible que an esto influya en el carcter.

    En nuestro pas los hombres se desesperan si pierden un da a causa de la pleamar, o por la

    negligencia de un sirviente, especialmente si el invierno est cerca, si llega la primavera, o si se

    aproxima cualquier otro cambio que exija mucho trabajo. En cambio, el granadino ve

    tranquilamente un da seguir a otro, como fluyen las aguas del ro, sin preocuparse, porque piensa

    que dispondr de un nmero indefinido de das. La ausencia total de relojes refuerza esta ilusin.

    En toda la poblacin que habita este tringulo (1.160 habitantes), no s de nadie que tenga uno, y

    tampoco les hace mucha falta, porque las cosas marchan bien sin relojes. Es absurdo medir el

    tiempo que trabaja un hombre, cuando lo que realmente importa es la cantidad de trabajo que ese

    hombre hace. Algunos cirujanos amputan piernas y brazos en cuestin de minutos, pero hasta

    ahora no he odo que nadie haya propuesto pagarles por minutos.

    Vijes est aproximadamente a 3.540 pies sobre el nivel del mar, altura por debajo del lmite inferior

    del cultivo del trigo y de la papa. Las pocas papas o el escaso pan que se ven en el pueblo son el

    resultado del comercio con las tierras altas, en donde no se cultiva la caa de azcar y quiz

    tampoco el maz. Pero mientras en Vijes pueden prescindir del trigo y de las papas, las gentes de

    las regiones fras necesitan la caa para preparar alimentacin y bebida; por consiguiente el

    comercio entre las tierras fras y las calientes es inevitable.

    No conozco otra razn para que este valle sea ms fro por estar ms alto, que el hecho indudable

    de que una capa ms gruesa de la corteza terrestre lo separa del fuego central de la tierra. Un

    hermoso da de principios de junio en Nueva York, o una fecha ms temprana en cualquier otro

    lugar del sur de los Estados Unidos muestran todas las variaciones que el termmetro registra

    durante el ao en este paraso. Hablando en cifras, la temperatura ms baja que he registrado es

    de 65 F. y la ms alta 86 F., con la nica excepcin en que subi hasta 89 F. Pero el calor ese

    da fue ms soportable que el de otras latitudes, porque aqu solo hay unas diez horas de sol

    precedidas y seguidas por noches de deliciosa frescura.

    El clima influye en el carcter nacional, en forma directa por intermedio del traje e indirectamente a

    travs de los productos agrcolas. El ms importante de estos es el pltano, mal traducido al ingls

    con la palabra plantain. El pltano ahorra al hombre ms trabajo que el vapor. Le da la mayor

    cantidad de alimento por rea de tierra cultivada y quiz el esfuerzo mximo es el de llevarlo a la

    boca despus de asarlo. Mi vecino Caldas dice que la Nueva Granada sera algo si acabramos

    con el pltano y con la caa de azcar: esta es la madre de la embriaguez y aquel el padre de la

    pereza.

    Pero de todas las influencias que afectan la vida de los granadinos ninguna tiene ms radio de

    accin y ms poder que la religin. Este es un punto que debo tratar con suma delicadeza, porque

    como soy protestante se me podra tildar de hostil al catolicismo. Sin embargo, es un tema sobre el

    cual debo hablar clara y llanamente aunque se ponga en duda mi imparcialidad. Mis objeciones

    teolgicas al catolicismo como religin formalista, son diferentes a las polticas, por el monopolio

    que ejerce del culto. Es cierto que legalmente este monopolio impuesto desde que el primer

    espaol vino al pas, dej de existir el 30 de agosto de 1853. Sin embargo, continuar de hecho

    hasta que otras iglesias compitan con la que hasta entonces haba sido la establecida por ley y era

    la nica tolerada. El lector debe estar preparado para encontrar en este relato sacerdotes mucho

    peores que los de Irlanda y de Alemania, pases donde la competencia asegura la existencia de

    personas ms consagradas a su ministerio, y todava menos se pueden comparar los sacerdotes

  • granadinos con los de Estados Unidos, los cuales, en el conjunto del sacerdocio catlico, son como

    manzanas de concurso al lado de las de un simple huerto.

    Al hablar de las influencias del clima deb mencionar la idea tan difundida de que las pasiones de

    los habitantes de la Zona Trrida son mucho ms violentas que las de las razas nrdicas. Ninguna

    creencia puede ser ms falsa e improbable que la que afirma que la sangre fluye ms

    impetuosamente a travs de las venas de los lnguidos hijos de los trpicos que por las nuestras.

    La influencia del ejemplo clerical, los votos de celibato, el confesionario y la falta de frenos

    impuestos ya sea por la conciencia, ya por la opinin pblica, explican toda la diferencia de

    moralidad entre los dos pueblos.

    Las otras influencias que modifican el carcter de los granadinos son quiz menos fuertes, pero

    todava apreciables. Tal vez siga en importancia el linaje o los principios y costumbres trasmitidos

    de padre a hijo; y hay que reconocer que el linaje de esta gente es bien peculiar. Estoy obligado a

    admitir que los conquistadores, como llaman aqu a los primeros invasores espaoles, pertenecan

    a una raza despiadada y sanguinaria. Las mejores familias conservan esta sangre casi pura, pero

    nicamente en escasas y terribles circunstancias surge la antigua crueldad en alguna revuelta

    popular. Las clases restantes presentan toda una gama de caractersticas entre el blanco, el negro

    y el aborigen; solo que este ltimo elemento es ms escaso aqu que en cualquier otra parte de la

    Nueva Granada, quiz porque los conquistadores trataron a los indios con ms severidad que a

    cualquier otro grupo. Los espaoles encontraron el valle diez veces ms poblado de lo que est

    ahora, y no me atrevo a contestar a la pregunta de qu hicieron con todos esos habitantes. Tanto

    los indios como los negros tenan un carcter suave y amable, y si el elemento negro sobrevivi al

    indgena, puede ser porque los espaoles tenan que comprar a los negros, mientras que los indios

    no les costaban ms que el trabajo de cazarlos, y as estos corrieron la misma suerte que la

    especie extinguida de los didos en las islas de la India.

    El espaol, la bella lengua de este valle, guarda respecto de los principales idiomas europeos, la

    misma relacin de isla a continente, lo cual hace el aislamiento de la regin ms completo e

    impenetrable. Cualquier hombre culto puede defenderse muy bien con un solo idioma, siempre y

    cuando ste sea el alemn, el ingls o el francs; pero estar limitado al espaol, idioma

    notablemente deficiente en literatura peridica, en libros originales y en traducciones, significa

    estar aislado del mundo por un muro circundante.

    Tal es el pas que vamos a estudiar; pero ahora nos preocupa el problema de cmo presentar el

    resultado de estas investigaciones. Quiz lo peor sera presentarlas en forma de diario, pasando

    repetidamente por el mismo territorio y detallando las cosas que llaman la atencin del viajero. Un

    diario es ameno y se escribe fcilmente, pero no creo que los lectores de libros de viajes

    encuentren en este gnero respuesta a sus inquietudes. Indudablemente preferira seguir el

    mtodo analtico de Tschudi, quien descarta el factor tiempo y ofrece resultados exclusivamente

    geogrficos; sin embargo, no tengo confianza en mi capacidad para elaborar un trabajo interesante

    en ese estilo, por muy ameno que resultara. Por lo tanto, seguir un trmino medio, y si alguno

    quiere precisin de datos, de orden cronolgico, o saber el nmero de veces que visit

    determinados lugares, puede consultar el itinerario en el apndice; los dems lectores debern

    confiar en el autor, quien los conducir siguiendo la ruta que ellos mismos podran haber seguido.

    Permtaseme aadir unas cuantas palabras en relacin con las personas mencionadas en la

    narracin. Algunos viajeros ingleses en los pases hispnicos acostumbran tomarse grandes

    libertades al escribir sobre los caracteres y circunstancias de sus anfitriones. Un viajero, por

    ejemplo, despus de comer en compaa de un antiguo obispo de Popayn, habla en forma

    entusiasta, no solo de los vinos sino tambin de la amante del obispo. Con el fin de evitar lo que no

    concuerda con mis ideas sobre la hospitalidad, pero al mismo tiempo sin privar a mis lectores de

    observaciones exactas y seguras, he resuelto cambiar a veces los nombres de las personas

    cuando tenga que decir algo desagradable de ellas. Y si debido a la acuciosidad de algn mal

  • intencionado, se llegasen a conocer las fragilidades de alguien cuyo pan o pltano he compartido,

    no ser en ningn caso debido al uso de mi libro, porque preferira suprimir una docena de datos a

    dejar uno solo que fuera utilizado en forma poco honorable. Por lo dems, espero que la diferencia

    de lengua, la distancia, el aislamiento y mis sinceros esfuerzos para disfrazar ciertas cosas, cubran

    con un manto de caridad una multitud de pecados.

    Pero aparte de esto, la ficcin no tiene cabida en esta obra. He sido testigo ocular de todas las

    cosas que afirmo haber visto, y por respeto al lector y en honor a la verdad, nunca deformar los

    hechos.

  • SABANILLA La Nueva Granada vista por primera vez Nieves perpetuas Riohacha Los indios guajiros

    Santa Marta La desembocadura del Magdalena Un nativo Los funcionarios del puerto

    El pasajero sin pasaporte La escuela de Sabanilla Recaudacin de rentas La rotacin

    de cargos.

    Vi la Nueva Granada por primera vez el 21 de agosto de 1852. Esta es una fecha segura, amable

    lector, recurdala bien, ya que en el resto del libro posiblemente no mencionar otra. No haba

    llegado el sol al horizonte ni estaba todava el cielo cubierto de nubes, cuando el capitn anunci

    tierra firme. No le cre y sal a confirmar una vez ms la extraa realidad de que algunos mienten

    por mentir, cuando la verdad servira igualmente bien a sus propsitos.

    Dud de mis ojos tanto como de las palabras del capitn, al contemplar el espectculo que se me

    presentaba. Una densa masa de blanqusimas nubes amontonadas al sur, unas encima de otras,

    teidas de un delicado color rosa, donde quiera que los rayos del sol, todava oculto para nosotros,

    las alcanzaban, mientras en hondos vacos circundantes reinaba todava la oscuridad de la noche.

    Busco una nube sin base en la tierra, un promontorio imaginario que desmienta las palabras del

    capitn, pero no puedo encontrar ninguno y entonces empiezo a creer en su veracidad.

    En verdad, es posible que haya tierra a la vista. Indudablemente la veramos si el horizonte no

    estuviera nublado, algo que no se puede esperar nunca en el trpico. Dicen que a cincuenta o cien

    millas de la costa las montaas se elevan a alturas de 24.000 pies y que naturalmente estn

    cubiertas de nieves perpetuas, pero qu relacin tiene esto con la escena sobrenatural que tengo

    frente a mis ojos? Si lo que veo son solamente nubes, entonces es la salida del sol ms sublime

    que haya contemplado jams; y si es tierra firme, el mismo Homero no se habra atrevido a crear

    semejante Olimpo para sus dioses.

    Una extraa ilusin ptica contribua a mantener mi incredulidad. Esas moles parecan elevarse a

    10 o 15 grados, sobrepasando las nubes que descansaban sobre el mar, en ese punto que

    llamamos horizonte, es decir, donde el mar, por su convexidad, desaparece de la vista. Saqu un

    pequeo sextante de mi camarote para medir la altura del pico ms alto y solo seal 3 12, lo cual

    tambin puse en duda hasta que el cuadrante del capitn lo confirm.

    Pero las nubes no son tan efmeras como el espectculo matinal que presentan los Andes

    cubiertos de nieve. Pocas veces este paisaje magnfico se ofrece a la vista de los viajeros, y

    pronto, demasiado pronto, las nubes lo cubrieron para siempre.

    Navegamos luego hacia el occidente, casi paralelamente a la costa, y al sureste, al frente nuestro,

    estaba la provincia de Ro Hacha. Esta tiene muy poca comunicacin terrestre con el resto del

    mundo. Alrededor de la base de las montaas vive una tribu feroz de indios indomables, los

    guajiros. Los espaoles, cuando las armas les fallaban como medio para subyugar a los salvajes,

    solan recurrir a los misioneros, pero aun ellos fracasaron con los guajiros, quienes obligaban al

    sacerdote a cargar sobre los hombros las cosas que le haban trado los peones, y as los

    conducan hasta los lmites de su territorio. No obstante, estos mismos indios trataron con gran

  • amabilidad a una seora que naufrag viajando de Maracaibo a Santa Marta, una tal seora

    Gallego, si mal no recuerdo. Tena pensado pedirle que me escribiera contndome su aventura y

    describindome el carcter de los guajiros, pero ahora veo que esas cartas nunca llegarn a los

    ojos del pblico.

    Los guajiros tienen una costumbre curiosa, que creo debe haberse extendido a otras tribus. Entre

    ellos el to materno es pariente ms cercano que el mismo padre. Como explic un guajiro: El hijo

    de una mujer puede o no ser el hijo de su marido; pero indiscutiblemente el hijo de la hermana, por

    el lado de la madre, es su sobrino. Me inclino a pensar que en algunas naciones de indios

    suramericanos la propiedad y los cetros deben haberse heredado de acuerdo con esta ley, reflejo

    de desconfianza.

    Por fin nos acercamos a la costa y vemos tierra que parece tierra y no ya cielo; es muy desolada,

    una cadena de montaas desnudas y secas, sin rboles, sin yerba, sin agua y sin habitantes. Me

    pregunto porqu ser que nosotros esperamos encontrar verdor perenne en el trpico, e

    imaginamos que la vegetacin, que aqu no conoce otro descanso que la falta de agua, puede

    tener la frescura de la que acaba de despojarse del peso de la nieve que la cubri cuatro meses y

    que debe apurarse para alcanzar madurez en unos cuantos meses. Esperamos imposibles y el

    que, como nosotros, se acerca a Santa Marta a finales de la estacin seca y trayendo ideas

    preconcebidas, habr de sufrir una desilusin.

    Doblamos un cabo, miramos hacia el sureste y al fondo de la baha que sirve de fondeadero, ms

    bien que de puerto, vemos a Santa Marta. La catedral se ve claramente, destacndose entre un

    grupo de casas, pero fue todo lo que vimos, porque no nos acercamos ms.

    La naturaleza parece haberle negado al interior de la Nueva Granada una buena salida para el

    comercio. La gente de Santa Marta piensa que esta costa es de fcil acceso para los que vienen

    desde Bogot, pero yo lo dudo mucho. A veces los vapores del Magdalena, que pertenecen a la

    Compaa de Santa Marta, pasan el banco de arena y el pequeo espacio de mar abierto que es

    necesario cruzar para llegar al puerto. Aqu dicen que esa maniobra no es peligrosa, pero la verdad

    es que casi nunca se atreven a realizarla.

    El pobre viajero que se dirige a Bogot y cuya impaciencia lo hace dejar el barco en Santa Marta

    tiene que seguir varias leguas por tierra y luego tomar una canoa o una pequea embarcacin para

    cruzar lagunas y canales estrechos, y sentirse afortunado si llega a Remolino. Pero si no encuentra

    vapor, la alegra ser breve. Cuando estuve en Remolino, este se haba inundado haca poco,

    hecho frecuente segn deduje por la existencia de un dique de ocho pulgadas de espesor para

    proteger la aldea de las aguas del ro. Creo que quedarse all debe ser peor que una estada en una

    de nuestras crceles durante los peores das de verano.

    Me dicen que Santa Marta no tiene buen puerto. Aunque la baha est protegida de los vientos del

    noreste, los barcos prefieren arrastrar anclas ms bien que enfrentar las rfagas que soplan de las

    montaas que hay detrs de la ciudad. En cuanto a muelles donde un barco pueda atracar para

    descargar y cargar mercancas, no existen en Sur Amrica.

    Al salir de Santa Marta el viajero deja atrs las montaas y siguiendo hacia el occidente, si el

    tiempo no es muy bueno, pierde completamente de vista la tierra firme. Despus de algunas horas

    aparece a la izquierda un margen de tierra cubierto de arbustos que da la impresin de ser un

    matorral anegado ms bien que playa. Por fin el barco entra en aguas fangosas y navega a travs

    de la desembocadura del Magdalena. El agua dulce, aunque tenga mucho barro, es ms liviana

    que la salada y flota en la superficie, pero aqu se puede observar un extrao fenmeno. La

    corriente oscura que va extendindose en la superficie del mar golpea el costado sur del barco,

    pero no puede pasar por debajo de la embarcacin; en cambio, al costado norte burbujea el agua

    clara del mar y hasta donde uno puede ver no se mezcla con la dulce.

  • Es muy escaso ver aguas multicolores. La persona que las haya visto en la desembocadura del

    Misur, no las olvida fcilmente, y se pregunta asombrada cmo es posible que durante tanto

    tiempo se distingan claramente los dos ros corriendo por el mismo lecho. Las aguas lmpidas del

    Misisip fluyen tranquilas hacia el sur, cuando sbita y violentamente las ocres del Misur irrumpen

    a la manera de un tropel de caballera, en tal forma que la corriente fangosa parece llegar a la

    mitad del ro de un solo golpe. Ambas corrientes hierven sin mezclarse. Desde lejos, en medio del

    agua cristalina se ve una mancha de fango, como el escuadrn de un ejrcito enemigo que se

    hubiera adelantado al resto de los atacantes. Parece como si las aguas lmpidas rehusaran

    retroceder o mezclarse con las turbias, y la resistencia es tal, que se tiene la ilusin de que una

    fuerza moral interna las mantuviera tan clara y definidamente diferenciadas.

    En la desembocadura del Magdalena este fenmeno pasara inadvertido si no fuera por el barco.

    Se sabe que hay una corriente que fluye debajo de la otra, pero no podra verse nada si no fuera

    porque la quilla frena las aguas del ro, permitiendo que avancen las del mar, con los mismos

    matices, los mismos contrastes y las mismas lneas definidas que presentan en el Padre de las

    Aguas.

    Por ltimo se vislumbra entre los rboles un edificio blanco y grande, la aduana de Sabanilla, y ver

    una construccin, que es por lo menos tan buena como la de un puerto de segunda clase en los

    Estados Unidos, da al viajero buenas expectativas del pas al que va a llegar.

    Se iza la bandera de la Unin para llamar a un piloto y al poco rato se aproxima una embarcacin.

    Es muy interesante ver una cara nueva despus de un viaje de veinte das; pero ver una de otra

    nacin y raza, en su propio pas, e inalterada por largos viajes, es suficiente para despertar el ms

    vivo inters en el que apenas comienza sus andanzas por el exterior. En la embarcacin estaban el

    piloto, su pequeo hijo y un negro. Los dos primeros tenan suficiente ropa y suficiente mugre

    encima, pero el negro estaba semidesnudo y tena una expresin estpida y vaca. No podra

    clasificar al padre y al hijo en ninguna de las cinco razas del hombre; parecera como si por lo

    menos la sangre de tres de ellas corriera por sus venas.

    Se da la orden y sueltan el ancla. Es todo un acontecimiento para el viajero, cuando despus de

    semanas de haber estado navegando sin ver ningn objeto que le permita observar la distancia

    recorrida o determinar el punto donde se halla, y cuya nocin de espacio ha estado limitada a unos

    pocos metros, sentir que el barco, durante tanto tiempo un mundo aislado, vuelve a formar parte

    del ancho mundo. S, estamos en una posicin fija, y lo que vemos ahora lo veremos maana en el

    mismo sitio. Estamos a 200 varas de una playa que se extiende hacia el norte y el sur, al pie de

    una colina cubierta de bosques no muy tupidos. En la loma, al suroeste, est el edificio de la

    aduana, de dimensiones pretenciosas, pero desocupado, y ms abajo un grupo de cobertizos y un

    pequeo malecn donde pueden atracar pequeas embarcaciones, pero no hay un muelle para

    barcos. Pregunto por la ciudad y me muestran al sur unos techos bajitos de paja en unas pocas

    hectreas de tierra plana y baja a dos millas de distancia. Es Sabanilla, la aldea ms cercana.

    El ancla casi no haba alcanzado el fondo del agua cuando lleg otra embarcacin, donde vena un

    grupo ms numeroso de funcionarios de salud y empleados de aduana. En contra de todas las

    predicciones del capitn, me dieron libertad para bajar a tierra cuando quisiera. Durante quince

    das el capitn no haba perdido ocasin de asegurarme que un pelotn de soldados me bajara del

    barco, me llevara a la crcel, donde tendra que quedarme hasta que aquel estuviera listo para

    zarpar, y solo entonces me escoltaran nuevamente a bordo. Tan obsesionado estaba el capitn

    con esta idea, que declar que nunca volvera a admitir otro pasajero sin antes asegurarse que su

    pasaporte estaba en regla, y lo primero que inform al funcionario de aduanas, sobre lo que traa el

    barco, fue: Un pasajero sin pasaporte.

    Mientras tanto yo forzaba la vista para ver en la playa, por primera vez, la vegetacin tropical. Ya

    haba observado, al pasar por la desembocadura del Magdalena, algunos vstagos de pltano y

  • montones de pistia y pontederia que se haban desprendido de las orillas fangosas y bajas del

    Magdalena; pero la curiosidad estimulada por estas muestras de las maravillas que me esperaban

    en el trpico no se vio satisfecha, en lo ms mnimo, por la vegetacin comn y corriente que

    bordeaba las laderas de la colina, al occidente del puerto, el Nisperal.

    No se vea ms rastro de trabajo humano que el pretencioso edificio y los cobertizos de los

    empleados de la aduana. La aldea estaba mucho ms lejos, y decidido a averiguar cules podan

    ser las ventajas que atrajeran a la poblacin a ese lugar tan alejado del puerto y del movimiento

    comercial, sub a una embarcacin que se diriga a la deslucida aldea. El pueblo est sobre una

    cinaga salada, a unos pocos centmetros sobre la pleamar y consta de casuchas de barro de un

    solo piso, techadas con ramas de espadaa, planta tifcea. Todas son iguales y constan

    generalmente de dos cuartos que dan a la calle, pero solo uno tiene puerta a ella. Las ventanas sin

    vidrio y con rejas que se proyectan un poco hacia afuera, les dan el aspecto sombro de prisin.

    Los barrotes de las rejas son lo suficientemente separados para permitir que el dueo pueda sacar

    la cabeza para ver qu sucede a ambos lados de la calle. A veces, en las esquinas, el transente

    se golpea la cabeza contra las rejas, pero con mucha menos frecuencia de lo que es de esperar,

    pues las gentes, conociendo el peligro, tienen el cuidado de evitarlo.

    Sabanilla es tan compacta como cualquier pueblo manufacturero de Norte Amrica y mucho ms

    fea por cuanto las chozas de barro y de paja son peores que las de ladrillo y pizarra. En las calles

    no se encuentra ni un rbol, ni un arbusto, ni una maleza. Por una abertura en una cerca me

    abalanc a un arbusto florecido, el primer objeto verde al alcance de mis manos. Se trataba de

    una Laguncularia racemosa, arbusto combretceo comn en las Antillas. Inmediatamente me puse

    a partir en pedazos su fruto caracterstico, cuyo jugo corrosivo dej una marca permanente en mi

    nueva y flamante navaja.

    Un poco ms adelante vi un papayo Carica Papaya papaw en ingls, palabra que traduce

    bien la original, pero que desafortunadamente nosotros la empleamos para referirnos a una planta

    muy diferente, la Asiminia triloba, que no tiene nada que ver con el verdadero papayo. Este crece a

    una altura de diez pies, no tiene ramas y las flores, a menudo unisexuales, se desarrollan en

    racimos al extremo de un tallo casi hueco. El papayo es fcilmente reconocible para el que

    conozca algo sobre este gnero. Existen tambin otras especies, pero si es cierto que algunas de

    estas plantas tienen la propiedad de ablandar las carnes, aqu no lo saben. Un jamaicano, a quien

    conoc despus, me cont que conoca a un hombre que utilizaba las hojas del papayo para

    envolver la carne, que as se ablandaba. Me gustara que esta posible propiedad del papayo se

    investigara cientficamente.

    En seguida llamaron mi atencin unas cactceas gigantes en la colina de arena situada detrs de

    la aldea. Son plantas triangulares y de diez pies de altura. No las he visto florecer, pero una de

    ellas debe ser la famosa pitahaya grandiflora, o una especie similar, cuyas flores solo se abren de

    noche.

    Da la impresin de que todas las casas y chozas de Sabanilla fueran tabernas o tiendas, y cuando

    se entra en una de ellas, es curioso ver tantas botellas y ningn tonel. La primera casa a la que

    entr constaba de un cuarto grande, casi vaco, y era quiz la casa de un empleado de la aduana.

    En el suelo vi algo que a primera vista me pareci un mico grande, pero que al mirarlo mejor y para

    mi desconcierto result ser un nio desnudo y del color de la tierra donde estaba gateando. En otra

    casa vi otro espcimen similar, encima de un cuero y mecindose en una hamaca.

    La segunda casa que visit fue formalmente puesta a mis rdenes, lo cual quiere decir,

    simplemente, que uno es bien recibido. All vivan una mujer, posiblemente viuda (aqu no se

    puede saber si una mujer es o no viuda), su hijo, guarda de la aduana, y Joaqun Calvo, mdico de

    la aduana. Amablemente me ofrecieron conseguirme un caballo para que al da siguiente viajara a

    Barranquilla, distante ocho millas ro arriba.

  • Cuando conversaba con ellos pasaron unos jinetes, con ruanas de colores tan encendidos que me

    dejaron atnito. Las ruanas de mejor calidad son una especie de chales a rayas, de fibra de

    algodn y con unos pocos centmetros sin coser en el centro, para meter la cabeza. Nosotros los

    llamamos ponchos, pero esta es una palabra que no se debe decir en algunas partes del pas y

    que en la costa se utiliza muy poco. Las ms pesadas se llaman bayetones y se hacen con dos

    mantas o franelas dobles y son lo suficientemente gruesos para no dejar pasar el agua. Las ruanas

    cuestan entre dos y cinco dlares y un buen bayetn, prenda que no le debe faltar al viajero,

    cuesta alrededor de ocho dlares; cuando es de hule se llama encauchado.

    En una casucha de dos piezas, una para la tienda y la otra para la familia, funciona la escuela

    pblica con una docena de muchachos. La ley no permite escuelas mixtas y solo las aldeas

    grandes pueden darse el lujo de tener dos escuelas pblicas; las nias aprenden lo que pueden en

    la casa, si bien lo ms frecuente es que se queden completamente ignorantes. Ahora que recuerdo

    a Sabanilla, despus de haber conocido otros lugares, pienso que es el pueblo y la escuela ms

    pobres que he conocido en la Nueva Granada. En la escuela vi nios desnudos, cosa no permitida

    en otros sitios. El maestro era apenas un adolescente y prcticamente no haba libros, pero de

    todas formas es meritorio que un pueblo que ni siquiera tiene iglesia, posea su escuelita.

    Regresando a pie al embarcadero de la aduana observ por el camino la Rhizophora llamada aqu

    mangle. Las races se desprenden desde parte del tronco y la fruta permanece en el rbol hasta

    despus de esparcidas las semillas; la radcula, sobrepasando la corteza de la fruta, queda

    suspendida en el aire, por encima del agua y del barro, donde finalmente se entierra al caerse.

    Recog tambin la fruta amarga y venenosa del manzanillo, el Hippomane Mancinella. A este y a la

    camomila los llaman manzanilla, diminutivo de manzana. Posiblemente por el veneno, es fatal

    dormir debajo de este rbol y no me gustara dormir a la intemperie en ninguna parte donde

    hubiera uno cerca. En el mismo sitio se da una planta de la misma clase, la Cnidosculus

    stimulosa, cuyas espinas casi logran estimularme los dedos.

    La aduana, repito, es un edificio bonito y blanco, con un plano inclinado que baja al miserable

    desembarcadero y a donde habra que llevar la mercanca en barcazas, pero nunca ha llegado una

    sola paca al edificio. Da la impresin de que ninguna de sus piezas ha sido utilizada nunca. Si todo

    el dinero que se gast en el edificio se hubiera empleado en construir un muelle para barcos y una

    buena bodega, se habra impulsado el comercio. Pero otros pases tambin cometen sus

    disparates; y la debilidad de ste, por lo menos, es construir aduanas donde el costo de recaudar

    los impuestos es superior a las sumas recaudadas.

    El cerro donde est la aduana, si tuviera agua, sera el sitio ideal para una ciudad. A Sabanilla la

    traen en botes que navegan ro arriba hasta donde encuentran agua dulce, sacan un tapn, dejan

    entrar la que necesitan y regresan con el agua a los tobillos. El abastecimiento de comestibles me

    pareci todava ms misterioso. Se hablaba de una hacienda a tres millas de distancia, pero

    personalmente no vi nada que se aproximara siquiera a un cultivo, a no ser el papayo y un

    cocotero.

    Los cobertizos al pie del cerro y cerca del desembarcadero pertenecen a una firma extranjera que

    los arrienda al Gobierno. En ellos vi al recaudador y al inspector de aduanas examinando las

    mercancas; tenan las espadas y las pistolas a su lado, sobre una mesa, y los ayudantes rasgaban

    la envoltura de cada fardo, agujereaban todos los toneles, abran las cajas y pesaban todas las

    cosas, lquidas y slidas por igual, tal como lo ordena la ley. El inspector colocaba las pesas en la

    balanza y el recaudador anotaba el peso de los artculos. Si el peso de varios fardos resultaba casi

    igual, los funcionarios disminuan su celo vigilante despus de haber esculcado, rasgado y

    punzado unos cincuenta bultos.

  • Me imagino que a pesar de todo hay contrabando por Sabanilla, pero creo que su principal

    obstculo no son ni los sellos en la escotilla, ni los guardias a bordo, sino ms bien la inmensa

    soledad que rodea al desembarcadero. Sin embargo, es posible que pase contrabando, ya que

    muchos funcionarios se prestan al soborno. Creo que cambiaron a todos los empleados del puerto

    durante nuestra corta estada, y el recaudador saliente me pidi que le diera un certificado en el

    sentido de que no lo haba visto borracho cuando haba venido a bordo, lo cual hice con mucho

    gusto.

  • BARRANQUILLA Cabalgando a Barranquilla Primer contacto con el trpico Lagartos Un cartero Un

    pueblito El gobierno de la Nueva Granada La crcel y la iglesia de Barranquilla Navegando

    en bongo Noche de bogas y de zancudos ECao de la Pia El puerto de Sabanilla.

    Como deba viajar a Barranquilla al da siguiente, madrugu para evitar el calor. Antes de salir, en

    la casa donde me ofrecieron el caballo, tom el mejor caf que he probado en mi vida. Lstima que

    en todas mis andanzas posteriores por el pas nunca me dieron otro igual; tena una fragancia que

    quisiera volver a encontrar.

    Aquel viaje marc una poca en mi vida. El botnico que se dedica a estudiar y a clasificar plantas

    del trpico siente deseos inmensos de visitar estas tierras llenas de sol, pero generalmente las

    dificultades y los obstculos crecen a la par con sus anhelos, en tal forma que obstculos y

    ambiciones alcanzan el equilibrio de dos fuerzas iguales, las centrpetas y las centrfugas. En mi

    caso, las primeras resultaron ser demasiado dbiles y finalmente me encontr en las tierras que

    tanto haba anhelado conocer.

    El paisaje tena el aspecto de un invernadero sin limites. Esparcidas por el suelo haba cantidades

    de semillitas deAbrus precatorius, bien conocidas en el Norte por su belleza: son de un rojo

    brillante y tienen una mancha redonda y negra. Me sorprendi no encontrar ms plantas aroideas;

    solo vi una que trepa por los troncos de los rboles y apenas una estaba florecida. Tambin cog

    para botarla luego una bellsima pasionaria, aparentemente la Passiflora quadrangularis. Total, el

    da fue tan maravilloso que yo me senta pleno de felicidad.

    Dicen que el viajero conserva toda su vida un afecto especial por el lugar donde sus pies hollaron

    por primera vez el trpico. Y en verdad, recuerdo con nostalgia esas escenas felices del bajo

    Magdalena, aunque admita que es una regin seca, estril y desolada, cuyos escasos habitantes

    estn dispersos y pertenecen al tipo ms tosco de granadino. Pero es una regin que quiero hoy y

    querr siempre, y que en mis afectos ocupa un lugar privilegiado al lado de la pequea granja

    rocosa que fue mi primer hogar. Sin embargo, la diferencia entre los dos sitios es enorme: la granja

    de Westminster en Vermont tiene innumerables rocas, ventiscas que agolpan la nieve en cmulos

    altsimos y las truchas ms diminutas del mundo, mientras que la tierra de mis nuevos afectos tiene

    la aridez del trpico, el sol reverbera en las playas ardientes y es un verdadero paraso de los

    lagartos.

    Hay muchsimos lagartos en la costa pero son ms bien pequeos y no se los ha estudiado bien,

    porque existe la idea de que algunos son venenosos. Hasta el doctor Minor B. Halstead, de

    Panam, cree que fue la mordedura de un lagarto lo que mat a un hombre que encontr con una

    herida envenenada. En Bogot cuentan extraas historias sobre una especie de lagarto que llaman

    salamanqueja. Dicen, por ejemplo, que todo un pelotn de soldados muri despus de haber

    bebido el contenido de una jarra, y que luego, al examinar sta, encontraron en el fondo una

    salamanqueja. Por mi parte creo que todos los lagartos son inofensivos. Son animales difciles de

    atrapar, a pesar de que la cola largusima parece que, como el mango de un sartn, no sirviera

    ms que para agarrarlos. Exactamente el mismo papel que quiz lleguen a desempear un da

    Panam y Cuba frente a la Repblica Modelo.

  • En todo un da de a caballo no vi ms casas que las chozas pobrsimas de un pueblito llamado La

    Playa, situadas alrededor de la plaza que casi nunca falta en los pueblos hispnicos. Sabanilla, en

    cambio no tiene plaza.

    En la Nueva Granada las autoridades trazan el plano de las ciudades y rara vez el diseo es

    irregular o disperso. A veces las plazas estn empedradas y generalmente son el centro del

    mercado semanal que se hace casi siempre los domingos, con lo cual se asegura mayor asistencia

    a la misa.

    Poco despus de salir de La Playa me encontr con un cartero en una mula, la montura era

    parecida a una cabrilla de carpintero y me pareci cmoda para colgar cosas de los cuatro palos.

    El jinete llevaba en uno de ellos los zapatos ms modestos del mundo, las albarcas, como los

    llaman aqu, que consisten en suelas de cuero sin curtir, con una correa curva para meter el dedo

    gordo y tiras de cuero para amarrarlas al pie. La hamaca doblada le serva de gualdrapa y a un

    lado colgaba la espada. Semanalmente lleva el correo de Barranquilla a la aduana de Sabanilla.

    Por todo el camino no vi el ro ni una sola vez y apenas una siembra de maz. La primera seal de

    que estbamos llegando a Barranquilla fue que el cartero se ape para arreglarse a la vera del

    camino. Luego vi las copas de unas palmeras, las primeras que encontraba, pues hasta entonces

    nicamente haba visto unas especies enanas. Estas eran cocoteros cultivados en los jardines de

    Barranquilla. La seora que conoc en Sabanilla me haba enseado a enrollar el saco

    envolvindolo en el pauelo, doblado diagonalmente, y amarrado a la cintura por las dos puntas

    que quedan sueltas. Ahora, siguiendo el ejemplo de mi compaero, me detuve para ponerme el

    saco y acicalarme antes de entrar a la ciudad.

    Barranquilla tiene mucho mejor aspecto que Sabanilla porque por ley todas las casas estn

    blanqueadas y algunas son de dos pisos. En un principio no capt el valor que aqu se adjudica a

    las casas techadas con teja, la mejor de las casas con cubierta de paja se considera inferior a la

    ms humilde de aquellas. En Barranquilla utilizan espadaa, typhia,para los techos, pero ro arriba

    emplean las hojas de iraca, las mismas con que se fabrican los sombreros de Panam,

    la Carludovica palmata. Sin embargo, a todas las variedades se las conoce con el nombre de paja.

    El objetivo principal de mi visita a Barranquilla era entregar unas cartas de presentacin escritas

    por el embajador granadino en los Estados Unidos al gobernador de la provincia y a uno de los

    principales comerciantes de la regin, el seor Jos Mara Pino. A este ltimo lo encontr en el

    almacn, donde me recibi muy amablemente y me ofreci una copa de vino, pero prefer aceptar

    una limonada. Me insisti que deba pasar la noche en la ciudad y puso a mi disposicin un gua

    para que me condujera a la casa de la seora Creighton, el nico hospedaje aceptable que hay en

    Barranquilla y que me cost ochenta centavos diarios. El seor Pino tuvo la atencin de visitarme

    esa noche.

    En Barranquilla hay dos escuelas para varones, una pblica y otra privada; para nias no hay

    ningn establecimiento que merezca ese nombre. Sin embargo, segn el informe del gobernador,

    cualquier casa donde dos nias reciban clases es una escuela, ya que afirma que en la provincia

    hay cinco para unas veinte o veinticinco alumnas. Se supone que toda la instruccin pblica se

    basa en el sistema lancasteriano, y cuando hay cambios en l, estos no significan avance sino

    deterioro de la educacin. En la escuela que visit haba una rueda enorme, pesada e intil, de

    cinco pies de dimetro, con el alfabeto pintado alrededor; en cambio, el maestro, hombre joven,

    posea alguna cultura y, entre otras cosas, saba leer un poco de ingls.

    La Nueva Granada est dividida en un estado, veintids provincias y tres territorios, los cuales en

    1851 constaban de ciento treinta cantones, subdivididos en ochocientos diez y seis distritos y

    setenta aldeas. En estas ltimas el gobierno local tiene menos funcionarios que en los distritos.

  • Si se quiere comprender el pas es necesario conocer la nueva divisin poltica, sus funcionarios,

    etc., y como en algunos casos tienen nombres intraducibles al ingls, intentar, de una vez por

    todas, explicarlos al lector. A nivel nacional, en el Gobierno, el presidente representa el Poder

    Ejecutivo, y el Congreso el Poder Legislativo. El gobierno provincial se llama Gobernacin; el jefe

    del Ejecutivo, gobernador, y el Cuerpo Legislativo, Cmara Provincial. El Cantn no tiene

    legislatura y su ejecutivo es el jefe poltico; mientras que en los distritos es el alcalde, y el Cabildo

    corresponde al Poder Legislativo. Anteriormente el distrito se denominaba Distrito Parroquial o

    Parroquia. La vice-parroquia era una parroquia que dependa de otra, la cual ocasionalmente le

    enviaba un cura o prroco para prestar servicios religiosos. El prroco, hasta septiembre de 1853,

    era tambin funcionario del Distrito, tal como lo es el alcalde, pero hoy en da ya no existen

    parroquias ni vice-parroquias.

    El siguiente cuadro resume la explicacin anterior:

    Nacin Capital nal. Presidente Congreso Gobierno

    Provincia Capital prov. Gobernador Cmara prov. Gobernacin

    Cantn Cabecera Jefe poltico - Jefatura

    Distrito Cabeza Alcalde Cabildo Alcalda

    La aldea est menos organizada que el distrito, el territorio menos organizado que la provincia y

    ambos tienen poca poblacin. El Gobierno central ha concedido al Estado de Panam ms

    autonoma que a las provincias.

    Barranquilla es sede de la Gobernacin de la provincia de Sabanilla. Como traa una carta de

    presentacin del gobernador anterior, fui a visitar al actual, el seor Julin Ponce, con el que tuve

    una conversacin interesantsima, pero no acept su invitacin a comer porque me dio pena

    incomodarlo. La Gobernacin aqu est en el primer piso de la casa del gobernador.

    En la Gobernacin siempre hay uno o dos funcionarios adems del gobernador. Antiguamente este

    era nombrado por el presidente, y el gobernador a su vez nombraba al jefe poltico de cada

    Cantn, quien a su turno elega a los alcaldes de cada distrito. Tengo la sensacin de que quiz a

    la Nueva Granada le sobran empleados administrativos.

    Esta era la organizacin hasta hace poco, pero la nueva constitucin introdujo muchos cambios.

    Los cantones ya no existen legalmente ni tienen funcionarios. Muchos de estos que antes se

    nombraban, ahora se eligen. Este sistema tiene el inconveniente de que puede resultar elegido un

    enemigo personal del presidente, situacin difcil, por ejemplo, en el caso de los gobernadores,

    quienes se supone deben ser sus agentes y que tienen derecho a intervenir en cualquier asunto de

    carcter nacional, tales como la distribucin del correo, y en decisiones de asuntos militares. Por

    eso dudo que el sistema dure.

    Tambin visit la crcel de la provincia que es un saln con dos cuartos a cada lado. El guardin o

    alcalde es zapatero y estaba ocupado en su oficio. Era el primer hombre que vea trabajar desde

    mi llegada a la Nueva Granada, fuera de otros dos, que vi aserrando unas tablas, para lo cual

  • utilizaban un tosco artefacto que les permita elevar uno de los extremos de la troza, en tal forma

    que uno de los hombres casi poda pararse debajo.

    La prisin no estaba ni muy llena ni muy limpia, pero lo peor era que las ventanas de los dos

    cuartos daban a la calle. Todas las crceles aqu estn construidas con materiales poco seguros,

    tierra apisonada o ladrillos sin cocer, y claro est, la estada del prisionero en semejante pocilga,

    depende en gran parte de su buena voluntad. Las leyes de las distintas provincias difieren respecto

    al costo de la alimentacin de los presos; en algunas corre por cuenta de ellas; en otras no, pero

    en todas partes los reclusos, siempre que tienen la oportunidad, piden comida, por la ventana, a

    los transentes.

    El nico otro punto de inters que visit fue la iglesia. Primero me llevaron donde un viejo

    sacerdote que tiene una especie de estudio en el piso alto de la iglesia. Me asegur que aqu todo

    anda mal desde que el Rey de Espaa dej de gobernar estas tierras. Es la nica persona que ha

    tenido la franqueza o la imprudencia de confesarme esta opinin. Como el gobierno cubano es el

    nico ejemplo que queda de dominacin espaola en el Nuevo Mundo, es difcil apreciar

    exactamente cunto perdi la Nueva Granada con el derrocamiento del poder espaol.

    Bajamos a la iglesia y antes de cruzar el umbral me quit respetuosamente el sombrero. La iglesia

    es un inmenso cascarn de piso de tierra y sin asientos. Al fondo est el altar principal y a los lados

    los altares secundarios donde rara vez celebran misa. A pesar de que la iglesia no se llena nunca,

    ni siquiera en ocasiones especiales, el cura nos asegur que la ciudad necesitaba urgentemente

    otra ms grande y mejor.

    Lo que ms me llam la atencin fue el rgano, de tamao de saln, pero con dos fuelles externos

    enormes que requieren dos hombres para hacerlos funcionar. El trabajo de madera es bastante

    burdo y los caones forman una fila que se proyecta horizontalmente desde adelante. Los de la fila

    del frente tienen pintados rostros largos y estrechos, como caras reflejadas en el dorso de una

    cuchara. El cura tiene su ayudante.

    A mi regreso a Sabanilla tuve una discusin con el capitn sobre si deba o no pagar por el uso del

    caballo. Yo, que ms que nada quera mostrarle lo equivocado que estaba en odiar tanto la raza

    espaola, esper pacientemente el resultado, hasta que al final me informaron que deba pagar 80

    centavos por ese jamelgo, precisamente lo que el capitn haba pagado por un gua, un caballo y

    por los gastos de mantenimiento.

    Volv otra vez a Barranquilla porque tena inters en conocer el Cao de la Pia, que conecta el

    puerto de Sabanilla con el Magdalena. El dueo o capitn de un bongo, canoa gigantesca, convino

    en llevarme por $ 1,20. Cargaron la embarcacin con mercancas que sacaron de la aduana,

    destinadas a un comerciante de Barranquilla, y como solo en la popa haba una pequea cubierta,

    para protegerlas de las inclemencias del tiempo las cubrieron con unos cueros. La tripulacin

    consista en el dueo, un negro enorme, otro todava ms negro pero ms bajito, y un mulato.

    Adems iba con nosotros un negrito desnudo, hijo del patrn, y los simples remeros, que se llaman

    bogas.

    Desatracamos del embarcadero de la aduana. La nica manera de mover el bongo es con el

    canalete del patrn, con las palancas de los bogas que terminan en horquetas de diferentes

    maderas y con varas ms cortas con un gancho en la punta. El boga apoya la horqueta de la

    palanca en el fondo fangoso del ro y el otro extremo contra el pecho, cerca del hombro, y camina

    hacia la popa haciendo mover la embarcacin aproximadamente a tres millas por hora. Pronto

    llegamos a Sabanilla, pero mientras que en la aduana el bongo, completamente cargado y calando

    tres pies de agua, pudo arrimar al embarcadero, aqu quedamos a unos ocho pies de la orilla.

  • Anduve por el pueblo en busca de un pltano maduro para mejorar la cena, pero fue en vano

    porque no haba uno solo en toda la poblacin; entonces regres al bongo, y para abordarlo tuve

    que escoger entre chapotear entre el agua, conseguir una canoa, o pasar sobre los hombros de un

    carguero. Me decid por la ltima alternativa, pero de todas maneras llegu al bongo con los pies

    mojados. Los bogas todava no haban aparecido, hasta que por fin vino uno y me asegur que con

    cinco centavos podra comprarme unos pltanos; se los di, pero cuando regres, me dijo que se

    haba equivocado, que valan ms, pero que haba resuelto comprar un trago con los cinco

    centavos.

    Por fin salimos, navegando hacia el este, a veces hacia el noreste, unas veces por canales

    estrechsimos, otras por amplias extensiones de agua y sin tener que luchar contra la corriente. Por

    todo el camino, a la izquierda, oamos el rugir de las olas; es frecuente que ms adelante de

    Sabanilla el viento arrastre y haga perder las embarcaciones en el mar.

    Alrededor de las diez y media de la noche, estando en medio de un amplio remanso, tiraron el

    anda que se hundi de un golpe y nos fuimos a acostar. A m me prestaron la vela del bongo

    paraque me sirviera de cama y me dieron almohada, colcha, toldillo y techo, que muy bien me

    sirvieron. Los bogas, a quienes les molestan menos los zancudos que a un rinoceronte,

    desenrollaron las esteras y durmieron sobre ellas sin cubrirse con nada. Las esteras son iguales a

    las que se utilizan en el piso de las casas y para los bogas era incomprensible que yo no hubiera

    trado la ma.

    Todava era de noche cuando me despert y ya estbamos navegando, primero por entre un canal

    umbro, casi cubierto por las ramas entrelazadas de los rboles, y al amanecer dejamos atrs una

    mancha flotante de malezas altsimas con flores esplndidas y bulbosas. Adelante el fondo era

    ms firme, pero el nivel del agua ms bajo y encontramos una embarcacin encallada. Detrs

    vena otra y los bogas de las tres que tenan alguna ropa encima se la quitaron y todos se tiraron al

    agua y las empujaron hasta desatracarlas. Luego siguieron impulsando los bongos media milla

    ms. Mientras tanto yo pensaba que la situacin que estbamos viviendo era uno de los

    principales obstculos en la arteria vital del comercio granadino. El Cao de la Pia atraviesa

    tierras aluviales y blandas y termina seis millas antes del mar. Por solo $100.000 se podra

    habilitarlo para la navegacin de barcos de vapor.

    Por fin abandonamos el estrecho canal y llegamos al Magdalena, ancho, turbio y correntoso como

    el Misisipi en San Luis, a pesar de que un poco ms arriba parte de las aguas del ro se pierden

    filtrndose por entre las resquebraduras del terrapln y corriendo al ocano. El terrapln se

    prolonga por el norte y lleva por muchas millas las aguas del Magdalena a lo largo de la costa, en

    la misma forma como el canal de un molino conduce el agua a lo largo de la margen del ro.

    Pero al dejar el cao comenzaron las dificultades porque las palancas no llegaban al fondo y la

    orilla era una cinaga en la que solo haba troncos flotantes. La nica solucin era navegar muy

    cerca de la ribera y empujar el bongo contra la corriente con las palancas, los ganchos y el

    canalete del capitn. Especialmente difcil era rebasar los troncos que sobresalan en la superficie

    del agua, y as perdimos horas enteras avanzando unas millas, que en un barco de vapor

    hubiramos recorrido en minutos. Finalmente entramos a otro canal estrecho y dos horas ms

    tarde vimos un barco a una milla de Barranquilla. Abandon el bongo en ese sitio y camin hasta la

    ciudad.

    Dos das despus presenci la partida del primer vapor que haba salido del puerto en un mes. No

    tena hora fija de marcha; anunciaron simplemente que zarpara cuando todos los pasajeros estn

    a bordo. Y, en efecto, desde temprano empezaron a llegar bales y paquetes sobre las cabezas y

    hombros de cargueros y, lo que ms me sorprendi, en cuatro o cinco carretillas, cuando yo crea

    que en toda la ciudad no haba ms de un par de vehculos de ruedas. Por fin subieron todos los

    pasajeros y a las ocho quitaron la pasarela, recogieron varias brazas de cadena y alzaron el anda.

  • Pero la maniobra siguiente, volver la nave en un canal que apenas es un poco ms amplio que la

    longitud del barco, tom muchsimo tiempo. Sin embargo, lleg la hora de agitar los pauelos

    cuando el vapor empez a navegar ro abajo hacia la isla que est al frente de Barranquilla y solo

    al crepsculo se coloc en el punto desde donde debera partir a alta mar.

    La nica dificultad de una ciudad situada en Sabanilla sera la falta de agua; pero este problema

    tendra menos gravedad que en Cartagena y podra solucionarse con bombas de vapor o con

    molinos de viento. Me parece que el clima es saludable y si se fomentara la agricultura, no faltara

    comida.

    El puerto de Sabanilla est situado en la punta occidental de uno de los esteros del Magdalena. Lo

    mismo que el Misisip, el Magdalena arrastra gran cantidad de sedimento que va formando un

    banco en la desembocadura. Los vientos alisios y una corriente del oriente hacen que el sedimento

    se deposite no en el ngulo recto al ro y paralelamente a la costa sino en la direccin que

    determinan la accin combinada del ro, del viento y de las corrientes marinas. El puerto est

    expuesto a los vientos del norte y no es lo suficientemente profundo para recibir vapores grandes;

    tampoco le llega agua dulce, o por lo menos muy poca. En importancia ocupa un lugar intermedio

    entre los puertos de Santa Marta y Cartagena, pero podra superar a ambos si se abriera el Cao

    de la Pia, lo cual tomar todava mucho tiempo.

  • CARTAGENA La entrada a un puerto esplndido Una ciudad amurallada y acabada El cnsul Snchez

    Viaje a lomo de mula La Popa Turbaco Arjona El Dique Mahates

    De cmo un duque enga a un americano Calamar Un baile.

    La persona que navega de Sabanilla a Cartagena tiene a su favor el viento y la corriente, y al

    acercarse a las blancas murallas se sorprende de que el viaje haya sido tan corto, pero la verdad

    es que todava le falta bastante para llegar. Primero tiene que dejar muy atrs la ciudad y llegar a

    Boca Grande, la entrada natural del puerto, pero que no se puede cruzar pues por estar tan cerca y

    ser tan amplia la cerraron con una muralla costossima que se termin de construir en 1795. Hoy

    los cartageneros la demoleran gustosamente, pero el comercio de la ciudad es tan pequeo que

    aunque varias veces se ha propuesto abrir la entrada, todava no se ha hecho nada al respecto.

    Por esta razn hay que avanzar ms hacia el occidente y despus de pasar la isla de Tierrabomba

    se recibe al piloto que conduce el barco por Boca Chica, pasando entre dos fortalezas, hasta el

    puerto de Cartagena. Facilis est descensus: es fcil navegar desde Cartagena hasta Boca Chica,

    pero cuando se pierde de vista la ciudad y con el viento en contra, el viaje empieza a parecer bien

    largo.

    Anclamos muy lejos de la ciudad. Ser posible que el comercio nunca exija en este pas la

    construccin de muelles decentes? Qu sera de Nueva York y Boston sin muelles y qu hara

    Liverpool sin los suyos? Atracamos en un malecn con tan poco comercio como en el Battery de

    Nueva York, y despus de atravesar una muralla gruessima llegamos por fin a Cartagena.

    Esta es la primera y nica ciudad amurallada que conozco y qued asombrado al ver las murallas,

    las cuales, sin duda, costaron tanto como todos los edificios que encierran. Mucho menos habra

    costado un buen ferrocarril hasta el Magdalena. Primero se encuentra una isla completamente

    amurallada, con excepcin de algunas tierras intiles y abandonadas al mar, que hoy no valen ni

    un dlar, pero que si se hubieran incluido en las murallas, habra sido preciso construir estas

    ltimas en forma demasiado irregular.

    Al suroeste hay otra isla donde est el barrio de Jiman o Getseman, tambin con murallas,

    defensas y puente; y completamente aparte la fortaleza de San Felipe de Barajas, en el monte de

    San Lzaro, una roca aislada, en donde se tall la piedra de la construccin que

    desafortunadamente sufri mucho cuando Vernon siti la ciudad.

    No puedo hablar de estas obras sino como un lego en la materia. Aparte del costo, lo ms notable

    es lo compacta que hacen la ciudad. Cartagena es una ciudad acabada y lo ha sido por mucho

    tiempo, quiz por un siglo. Dentro de las murallas el espacio es valioso, as que las calles son

    estrechas, las casas de dos pisos y las plazas pequeas. Por otra parte y no obstante que el agua-

    lluvia se vende en barriles, la ciudad tiene un aspecto de limpieza que da gusto.

    A pesar de que el espacio es tan reducido dentro de la ciudad, por encima de las murallas se

    puede dar un paseo delicioso, con el mar a un lado y la antigua y soolienta ciudad al otro.

    Tambin hay un paseo por la playa, entre las murallas y el mar, donde se pueden baar

    agradablemente las personas que no le tengan demasiado miedo a los tiburones. Pero quiz por lo

  • corto de mi estada no vi que mucha gente aprovechara esos agradables sitios de esparcimiento.

    Tampoco tuve tiempo de ver los bellos caminos para coches que hay en la cercana de la ciudad.

    Si se quiere ir ms lejos, hay que despedirse de toda clase de carruajes hasta llegar a Bogot.

    Por innumerables razones quiero mucho a Cartagena, sobre todo porque all reside ese modelo de

    cnsules americanos que es Ramn Len Snchez. El seor Snchez era sbdito espaol en

    Florida, pero se naturaliz ciudadano de los Estados Unidos. Habla perfectamente el ingls y el

    espaol y hace mucho que vive en Cartagena. Comerciante de larga trayectoria y caballero a carta

    cabal, sirve a sus conciudadanos por el solo deseo de hacerlo y jams o que hubiera desatendido

    a un compatriota. Nunca haba sentido tanto la necesidad de un amigo como cuando llegu a

    Cartagena sin ninguna carta de presentacin, pues no haba pensado visitarla, pero si todos los

    hombres fueran como el seor Snchez, esas cartas no seran necesarias. De todas las que llev

    a Sur Amrica, ninguna me proporcion ms placer y beneficio que los que recib en el seno de

    esta excelente familia. Hace mucho tiempo que el seor Snchez es cnsul de Cartagena y si el

    cargo fuera lucrativo, ya se lo habran quitado para pagarle a algn orador electorero o a un poltico

    intrigante, quien dejando su familia y negocios en los Estados Unidos vendra a la carrera para

    hacer aqu su agosto.

    Son tantos los sitios que ha sufrido Cartagena que no los puedo enumerar todos. El que reviste

    ms inters para ingleses y norteamericanos es el del Almirante Vernon en 1741, conmemorado en

    Las Estaciones de Thomson. El ltimo, en 1841, lo vivi y sufri la familia Snchez.

    Con mucha pena me desped de Cartagena y deseoso de volver a verla o por lo menos de

    encontrarme de nuevo con el seor y la seora Snchez y con la amable hermana de la seora.

    Mis recuerdos de esos das fugaces y felices contrastan con muchos episodios que he vivido

    desde entonces. Para la persona que llega a la Nueva Granada sin la experiencia de viajar a

    caballo y en mula, el consejo y la ayuda de un buen cnsul son invaluables.

    Al principio el viajero no puede creer que dos bales se puedan acomodar en el lomo de una mula.

    El equipaje debe dividirse en dos partes, cada una de igual tamao y peso, y cada bulto no debe

    sobrepasar de 100 libras. El que olvida estos detalles lo paga muy caro, porque si la carga pesa

    ms, con tiempo y dinero acabar llegando a su destino, pero para el viajero la demora ser peor

    que perder todo el equipaje.

    A cada bal se le debe poner una funda impermeable que tape todos los lados, menos el de abajo,

    y a falta de ella hay que cubrirlo con un encerado, que es una tela pegajosa y gruesa,

    impermeabilizada con brea o pintura. El encerado se amarra con una soga, tan fuertemente que es

    intil intentar desatarlo con las solas manos. Por las sogas y encerados he pagado hasta ochenta

    centavos.

    Cada cual debe comprar las cuerdas para amarrar los encerados y cuidarlas bien porque los

    peones roban todas las que pueden, ya que les gusta robar cualquier cosa que sirva para amarrar;

    si tienen la oportunidad se llevan desde una hebra de hilo hasta un cable. Las cuerdas para colgar

    las hamacas y para atar los encerados se llaman aqu lazos, nombre incorrecto, pues lazo quiere

    decir nudo corredizo o lazada. A las bestias las alquilan con los rejos, que son cuerdas de cuero

    sin curtir y sirven para asegurar la carga a la mula y a veces para amarrar los encerados. Tambin

    llaman rejos a los ltigos, que son del mismo material, pero ms delgados.

    Las provisiones para el viaje se llevan en petacas, o sea cajas cuadradas de cuero, de dos pies de

    lado y forradas por dentro. Si son de fabricacin burda y sin forro se llaman hatillos.

    El siguiente problema es conseguir las bestias, trmino que incluye caballos, bueyes, mulas y

    machos. Alquilando cinco o ms animales, se paga por cada uno y el dueo de estos paga el pen;

    pero si se alquilan menos, el pen vale lo de un animal adicional. Por consiguiente, cuatro bestias

  • cuestan lo mismo que cinco, y es muy difcil, si no imposible, lograr que el dueo haga una

    excepcin a la regla. Se supone que el pen compra su alimentacin y la de las bestias con el

    dinero del patrono y que debe cargar el agua para el aseo del viajero, colgar su hamaca, etc.; pero

    en realidad sus deberes y derechos no estn bien definidos. En los pasos de los ros el viajero

    paga su propio pasaje y el del equipaje; el pen costea el suyo y el de las bestias, si hay que

    ayudarlas a pasar.

    El pen no puede cargar las mulas solo, pero nicamente en caso de emergencia pide ayuda al

    patrono para que sostenga la carga a un lado del animal, mientras l coloca la otra al lado opuesto

    y amarra ambas. Al cargar la mula, el pen le tapa a esta la cabeza con la ruana para que no vea y

    se quede quieta; luego le pone un par de cojines llamados enjalma y encima coloca, a un lado, un

    tercio o media carga, y mientras alguien la sostiene acomoda al otro lado al compaero y amarra

    los dos.

    Cuando se termina de cargar, lo ms prudente es dejar salir adelante al pen y las bestias y

    seguirlos antes de que se pierdan de vista. No es necesario estar con ellos todo el da, pero hay

    una gran diferencia entre ir adelante o atrs. En el primer caso el pen y las bestias viajan un poco

    ms rpido, pero si despus de las cinco de la tarde hay que pasar por un lugar donde estn de

    fiesta o bailando, lo ms seguro es que algn percance impida que el equipaje llegue esa misma

    noche al sitio donde el ingenuo viajero est esperando. En este caso lo mejor es creer las

    explicaciones del pen y vigilarlo mejor la prxima vez, as como sentirse muy afortunado si la

    noche de la escapada el pen no utiliza las cobijas del patrono, porque de lo contrario este tendr

    que dormir sin ellas y recibirlas al da siguiente repletas de bichos sedientos de sangre.

    Al salir por la puerta de las murallas se llega a un espacio abierto entre stas y el barrio de Jiman,

    y cruzndolo diagonalmente se pasa otra puerta y un foso con puente levadizo y cabeza de

    puente. A la izquierda est el pen de San Lzaro con la fortaleza tallada en la roca, y ms

    adelante, a la derecha, hay un barrio de chozas de barro y techos de paja. A la izquierda, La ropa,

    que es lo primero que se divisa entrando por Boca Chica, en cuya cima hay un convento inhabitado

    hoy da pero que a veces es el centro de operaciones militares.

    Desafortunadamente para Cartagena La Popa est ms alta que todas las otras defensas de la

    ciudad e incluirla en las murallas habra duplicado el costo ya exorbitante de estas. Por otra parte,

    fortificarla aisladamente hara depender de ella la suerte de la ciudad, porque su captura

    significara la prdida de Cartagena al enemigo. Por eso tengo la impresin de que habra sido

    mejor haber fortificado nicamente el lado que da al mar y haber invertido el costo de las murallas

    en educacin pblica. Es una lstima que no sub hasta La Popa, pero de todas maneras creo que

    todava no conozco a Cartagena.

    Despus el camino pasa por la laguna de Tesca, de aguas aparentemente salobres. Los peones

    cuentan historias fantsticas de los pescados vivparos, con senos de mujer, que hay en la laguna.

    Se trata del manat, Manatus Americanus, mamfero que es la misma vaca marina de Herndon y

    que es alimento importante en el Amazonas, pero que aqu poco lo utilizan. Es natural que su

    carne no sepa a pescado, ya que, como la foca y la ballena, de pescado no tienen nada.

    Cerca a la laguna vi por primera vez en mi vida un arbusto verde plido y de tallo carnoso, del cual

    pens que no poda ser otro que la Batis martima, planta muy comn en las Antillas y por eso me

    sorprendi no haberla visto en Sabanilla. Browne fue el primero en describir la Batis en 1756, pero

    su verdadera naturaleza sigui siendo un enigma hasta hace poco, cuando el doctor Torrey

    descubri que estaba relacionada con las familias de las euforbiceas y de las empetrceas. Yo la

    vi al pie de las murallas de Cartagena, al lado de la planta bajita, extendida y terriblemente

    espinosa que produce una especie de haba que nosotros llamamos burning beans o nicker

    beans y cuyo nombre cientfico esGuilandina, Bonduc.

  • Ms adelante llegamos al insignificante casero de Ternera y cerca de la aldea vi la flor

    extraordinaria del Hura crepitans o jabillo, rbol muy bello y de savia lechosa perteneciente a la

    familia de las euforbiceas. A veces en los Estados Unidos se puede conseguir la fruta del jabillo,

    que cuando madura se abre estrepitosamente, dejando alrededor solo pedacitos de fruta y

    semillas.

    Abandonamos luego la llanura y subimos la loma donde est Turbaco. Tal vez en toda la Nueva

    Granada no haya un sitio con vista al mar tan agradable como Turbaco. Aqu el hroe de una sola

    pierna, Santa Anna, apuesta a los gallos y espera el momento propicio para regresar a Mjico.

    Algunos cartageneros ricos tienen casas de campo en Turbaco y tambin el cnsul britnico, seor

    Kortright. En este lugar termina la va carreteable y se puede aadir que tambin termina la

    civilizacin.

    Hubiera querido ver unos volcanes que arrojan lodo, situados a cuatro millas de Turbaco, pero

    desgraciadamente no tuve tiempo. Turbaco est a casi dos leguas y media de Cartagena. Sera

    conveniente traducir legua con la palabra inglesa league y decir que equivale a tres millas. La

    verdad es que la antigua legua espaola t