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La oración en San Mateo. Acogida de la voluntad de Dios. FRANCISCO BRANDLE (Segovia) Abordar el tema de la oración ciñéndonos al evangelio de San Mateo supone, sin duda, reducir mucho el campo; permite, sin embargo, fijar la atención en aquellas modalidades de la oración bíblica que recoge Mateo, y descubrir la enorme riqueza que en- cierra. Más aún, lejos de deformar la realidad mirándola sólo desde un punto, escoger un escrito neotestamentario para desde él presentar la realidad es volver gozosos a una de las fuentes claras y limpias de las que arranca nuestra tradición cristiana. Para Mateo, como podremos comprobar, orar es adentrarse en el misterio insondable de la voluntad del Padre, descubrir la llegada del Reino para poder caminar por las sendas de la justicia. El Reino de Dios se expresa en esa conjunción entre el querer de Dios y el actuar del hombre, y en este proceso de conjunción es la oración elemento indispensable. Y lo es hasta tal punto que -abandonado este elemento- abrirse a la voluntad de Dios puede convertirse en sometimiento a un voluntarismo ciego ex- presado en unas leyes frías sin sentido alguno para el que las pone en práctica. La búsqueda orante de la voluntad del Padre, por el contrario, conlleva el descubrimiento de unas exigencias radicales que per- miten al hombre recibir el Reino en una vivencia de la justicia abierta a su realización última y definitiva. Este descubrimiento abarca el actuar del hombre en toda su dimensión histórico- trascendente. Quien se abre a la voluntad de Dios lo hace acep- REVISTA DE ESPIRITUALIDAD. 49 (1990),9-25.

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La oración en San Mateo. Acogida de la voluntad de Dios.

FRANCISCO BRANDLE

(Segovia)

Abordar el tema de la oración ciñéndonos al evangelio de San Mateo supone, sin duda, reducir mucho el campo; permite, sin embargo, fijar la atención en aquellas modalidades de la oración bíblica que recoge Mateo, y descubrir la enorme riqueza que en­cierra. Más aún, lejos de deformar la realidad mirándola sólo desde un punto, escoger un escrito neotestamentario para desde él presentar la realidad es volver gozosos a una de las fuentes claras y limpias de las que arranca nuestra tradición cristiana.

Para Mateo, como podremos comprobar, orar es adentrarse en el misterio insondable de la voluntad del Padre, descubrir la llegada del Reino para poder caminar por las sendas de la justicia. El Reino de Dios se expresa en esa conjunción entre el querer de Dios y el actuar del hombre, y en este proceso de conjunción es la oración elemento indispensable. Y lo es hasta tal punto que -abandonado este elemento- abrirse a la voluntad de Dios puede convertirse en sometimiento a un voluntarismo ciego ex­presado en unas leyes frías sin sentido alguno para el que las pone en práctica.

La búsqueda orante de la voluntad del Padre, por el contrario, conlleva el descubrimiento de unas exigencias radicales que per­miten al hombre recibir el Reino en una vivencia de la justicia abierta a su realización última y definitiva. Este descubrimiento abarca el actuar del hombre en toda su dimensión histórico­trascendente. Quien se abre a la voluntad de Dios lo hace acep-

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tanda y acogiendo un pasado marcado por este querer histórico­salvífica de Dios, viviendo desde esta voluntad del Padre el pre­sente, y convirtiéndose así en un testigo-mártir de la misma frente a otros muchos que no acaban de descubrirla o la rechazan, y esperando una realización última y definitiva de esta misma vo­luntad por encima de la gran tentación fruto de la desconfianza y el abandono, alentada ésta por el espíritu del Mal.

Desde este planteamiento pretendemos ofrecer al lector, en breve síntesis, el contenido cristiano de la oración que aparece reflejado en el evangelio según S. Mateo.

l. La acogida de la historia como lugar en donde se manifiesta el querer salvador del Padre

Para Israel fue la historia el gran «lugar teológico». Se vuelve a ella una y otra vez; sobre ella se proyecta la nueva experiencia de Dios que en el correr de esa misma historia ha ido surgiendo. Recordemos los midrashim que el judaísmo tardío elabora 1, claro testimonio de lo que arriba afirmamos. N o es ajeno nuestro evan­gelio a este modo de asumir la historia, la nueva experiencia de Dios a la que se accede por Jesús, el Maestro, confesado como Hijo de Dios (Mt 16,16), se proyecta en la pasada historia de Israel. Se alcanza, de este modo, una comprensión de la misma en la que está presente una voluntad salvífica por parte de Dios, pese a los impedimentos que desde la realidad humana pudieran ponerse. Recordemos en la genealogía de Jesús (Mt 1,1-17) esos momentos en los que se ha hecho más palpable este poder salví­fico de Dios, capaz de superar los obstáculos humanos, sean éstos de orden moral o racial (vv. 3a.5.6.), asegurándose con ello una salvación universal hacia cuya plenitud tiende toda la gene a­logía 2•

I Cfr. H. L. STRACK¡G. STEMBERGER, Einleitung in Talmud und Mi­drasch. München 19827, pp. 222-296. Sin duda una de las mejores introduc­ciones a esta literatura.

2 Sobre lo dicho puede consultarse nuestro trabajo: F. BRANDLE, «San José, el justo (Mt 1,18 ss.)), en Estudios Josefinos, XXXIII (1979), en parti­cular las pp. 41 ss.

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Descubrir esta voluntad salvífica en el fondo de la historia, aceptarla y asumirla sólo es posible desde el camino de la justicia por el que el hombre se adentra en ese querer de Dios. Y este camino de la justicia no se logra sin esa apertura orante. Mateo nos presenta al menos dos momentos en los que trataremos de constatar lo que afirmamos: «el anuncio a José» y «el diálogo entre Jesús y el Bautista».

1.1. El testimonio de José, el justo

Hoy no sorprende el calificativo de «justO» con que Mateo designa a José en los relatos de la infancia. Pero es fácil que por esto mismo no hayamos caído en la cuenta del valor extraordina­rio que dentro de la visión de Mateo tal apelativo encierra 3. N o está de más, pues, detenernos unos momentos en destacarlo.

Para nuestro evangelista no faltaron a lo largo de la historia justos que desearon ver la llegada del Reino (Mt 13,17) Y hubieron de pasar por el crisol de la tribulación (Mt 23,29-35). En la cum­bre de este camino de búsqueda -que en eso se traduce un deseo sincero-, aparece José. Su apelativo de justo ha de entenderse en esta línea y no ligarlo al hecho de que no quiera difamar a su esposa y haya decidido repudiarla en secreto.

La larga historia de salvación, que resume la genealogía, des­emboca en el hecho de la concepción de Jesús por obra del Espí­ritu (Mt 1,18), acontecimiento por excelencia del querer salvífico de Dios. José, situado en el final de esta historia salvífica, se coloca frente a este acontecimiento como uno de esos justos, mejor, como justo singular y único, abierto a este actuar salvífico de Dios. Se abre porque es justo, pero en su abrirse juega un papel importante, lo que podemos designar como la oración de José.

José medita, reflexiona (v. 20). ¿Qué medita? Es fácil juzgar que sus pensamientos se centran en sí mismo, en su actuar: ¿repu­diaría en secreto a su mujer para no difamarla? Pero de este modo olvidamos que lo que importa en la narración es el hecho

3 Una aproximación al concepto de Justicia y al apelativo justo en Mateo publicamos ya en esta misma revista: F. BRAND LE, «Jesucristo, único Maestro y Sabiduría de Dios en Mateo», en Revista de Espiritualidad, 43 (1984), 187-209.

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salvífico acontecido: la concepción que se ha obrado en María por obra del Espíritu Santo (cfr. vv. 18-19). Sin duda es esto último lo que asombra y hace meditar a José desde su condición de «justO».

Fijémonos en este verbo: enthymeisthai. Aparece sólo en Ma­teo. Lo utiliza en este pasaje y para designar las consideraciones que en su interior hacen los escribas ante la expresión salvífica de Jesús al paralítico: «Confía, hijo; tus pecados te son perdonados» (Mt 9,3-4). Mientras que los escribas rechazan el acontecimiento salvador que se hace presente en Jesús al pensar que blasfema (9,3), José se asombra ante el hecho de tener que recibir a su esposa en su casa y brota en él ese temor que envuelve a todo el que se coloca de modo abierto ante la teofanÍa de Dios (Mt 1,20). Por eso, desde este contexto orante, que evocan los sueños como manifestación de Dios, se le invita a asumir dentro de ese acon­tecimiento su misión (Mt 1,20.21), aceptando y acogiendo esa historia que Dios ha preparado.

Cuando José reciba a María, después de haber asumido la voluntad salvífica de Dios, se estará verificando la justicia, se hará presente el Reino. Entonces podrá experimentarse a Dios como Salvador, como Dios-con-nosotros.

1.2. Conviene cumplir toda justicia

Aceptar y asumir la historia en la justicia -que expresa desde el hombre lo que desde Dios sería la realización de su voluntad-, es lo que encontramos también en el diálogo entre Jesús y el Bautista momentos antes del bautismo de Jesús.

Mateo, que al escribir su evangelio comprende la historia de Jesús como sumergida en el dinamismo de una historia escondida de hombres que buscan la justicia aun a costa de ser perseguidos, comienza la narración de la vida pública, como el resto de los sinópticos, con el pasaje del bautismo de Jesús, pero introduce como propio un diálogo entre Jesús y el Bautista donde expresa­mente se alude al cumplimiento de toda justicia (Mt 3,15) 4.

Sin olvidar los rasgos comunes a los demás sinópticos, e in­cluso al resto de los escritores neotestamentarios, en la presenta-

4 Cfr. F. BRANDLE, "Jesucristo" ... , pp. 192-194.

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ción del Bautista, Mateo introducirá además una serie de datos que nos permiten acercarnos a su visión propia. La palabra de juicio que el Bautista dirige a las multitudes en la fuente Q (Lc 3,7), en Mateo la encontramos dirigida a los fariseos y sadu­ceos. Agrupar a fariseos y saduceos, dos clases fuertemente en­frentadas entre sí, no refleja una realidad histórica, sino teológica. El evangelista usa esta fórmula estereotipada para hacer referen­cia a aquéllos que se opusieron violentamente al querer salvífico del Padre, manifestado en la historia de Jesús y su Iglesia. Ellos serán los responsables de su muerte (Mt 12,14; 26,59 ... ). También ellos aparecen enfrentados al Bautista y a su realización de la justicia del Reino (Mt 21,32) -insistimos, la justicia es la vertien­te antropológica de la voluntad del Padre 5_; ahora agrupados bajo la denominación de príncipes de los sacerdotes y ancianos. Mientras que éstos se cierran a la voluntad salvífica de Dios, a la realización de la justicia, los publican os y pecadores se abrirán a ella (Mt 21,28-32).

El relato del bautismo, precedido de este diálogo, en el que se alude expresamente al cumplimiento de la justicia no puede ya extrañarnos. Toda la historia se entiende como realización de un «camino de justicia», por el que viene también Juan el Bautista (Mt 21,32). La expresión «el camino de la justicia», no es cierta­mente, en cuanto expresión, una creación de Mateo. Aparece dentro de la literatura sapiencial (Prov 16,31; 8,20; Sal 23,3; Job 24,13; Tob 1,3 ... ), apocalíptica (Hen 99,10; 92,3; Jubileos 1,20; 25,15 ... ), en los escritos de Qumram (1 QS 3,20-21; 4,2; 1 QH 7,14). Encontramos incluso esta terminología en otros escritos neotestamentarios y del cristianismo primitivo (2 Pe 2,20-21; Ep Barn 1,4). A pesar de todos estos lugares en los que encontramos la expresión, que muchos autores han usado para determinar su contenido, es, sin duda, el mismo evangelio quien nos permite descubrir la totalidad del sentido que Mateo ha querido darle.

El Bautista viene por el mismo camino de justicia que Jesús invita a cumplir plenamente (Mt 3,15). Cumplir toda justicia no puede entenderse, aun dentro de este contexto de la narración del bautismo, como el mero hecho de aceptar un rito sacro purifica-

5 Muy sugerente es la lectura de H. FRANKEM<JLLE, Jahwe-Bund und Kirche Christi, Münster, 1984 2, pp. 273 ss.

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dor, al que Jesús se somete en gesto de humildad 6. Se comprende mejor, en el contexto de todo el evangelio, como el gesto por el que Jesús asume y acepta esa historia de búsqueda de la justicia por parte de los hombres abiertos a la voluntad de Dios, y que él mismo va a consumar. Está, pues, cargada de contenido histórico­salvífica. En consecuencia, no puede entenderse, tal y como lo hacen muchos autores protestantes, como mera justificación en el sentido paulina. Para estos autores el juicio predicado por el Bautista expresaría el cumplimiento escatológico de la ira de Dios, en contraste con la justicia (justificación) revelada en el Salvador. El hombre encuentra, por medio de Cristo, una situa­ción nueva en la que colocarse frente a Dios, en ello consistiría el cumplimiento de la justicia que trae Jesús. Se trata de aproximar el pensamiento de Mateo al de Pablo, y esto no llega a con­vencer 7•

En Mateo, como ya hemos apuntado, la predicación de Juan y su bautismo se asocian a la obra del Salvador, y vienen a ser una expresión nueva del largo camino de búsqueda que el antiguo Israel ha hecho a través de su historia, no exenta de fracasos, para encontrarse con Dios. Cuando Mateo habla del bautismo de Juan al que va a someterse Jesús no lo quiere limitar a un mero rito de purificación, lo entiende desde esta dimensión de justicia en la que viene Juan. Al argumentar Jesús, en el diálogo con Juan, para pedirle el bautismo que conviene cumplir toda justicia, se trata de llevar a plenitud esa búsqueda de justicia que el hom­bre ha venido haciendo. El juicio sobre escribas y fariseos nos confirma en la dimensión histórica de esa búsqueda. Estos se han cerrado a ella, mientras que publicanos y pecadores, que acogen la palabra de Juan y se hacen bautizar por él, permanecen abier­tos. La plenitud de la justicia se encarna dentro de esta dimensión histórica. Pecadores, publicanos, meretrices, apóstoles, discípu­los, al acercarse a Jesús verán realizarse la justicia, pues Jesús es el cumplidor de la misma, no por haberse sometido a un rito ligado de alguna manera a unas leyes sagradas de purificación, sino por haber asumido en ese rito la voluntad del Padre que ha marcado la historia salvífica hasta este momento.

6 Cfr. Ioannes CHYSOSTOMUS, Hom., in Mt 12,I. 7 Cfr. H. 1. JUNGMANN, Das Gesetz erfüllen Mt 5,17ss und 3,15 untersucht,

Lund, 1954, p. 117.

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Al presentarnos Mateo a Jesús asumiendo a través de este rito bautismal esa historia marcada por la búsqueda de la justicia -vertiente antropológica-, y, en perfecta consonancia con esta búsqueda, por el querer salvífico de Dios -vertiente teológica-, nos permite descubrir, a través de este gesto sagrado, ese talante orante en el que el contenido de la oración viene marcado por la aceptación y acogida de una historia en la que late el querer salvífico de Dios.

2. Vivir desde la voluntad del Padre el presente

Como contenido de la oración cristiana aparece también el presente vivido en un abrirse a Dios, a su voluntad salvífica, como mártir capaz de beber el cáliz. Porque cáliz es la aceptación plena de la voluntad del Padre en una verificación que se ha de llevar a cabo en medio de la historia humana. Para vivir de este modo el presente, Mateo apunta también al talante orante del sujeto, como se deduce de algunos pasajes de su evangelio. Estos pueden ser: «la petición de la madre de los hijos del Zebedeo» y «la oración del Señor en GetsemanÍ».

2.l. Podemos beber el cáliz (Mt 20,22)

Esta curiosa escena evangélica no ha atraído la atención de los comentaristas. A lo sumo es citada para presentar las condi­ciones del discipulado en Mateo 8, o la imagen que nos ofrece de los discípulos 9. Nosotros vamos a presentar sus particularidades de modo que el lector pueda descubrir en esta escena lo que más arriba acabamos de afirmar: el talante orante con el que acoger la voluntad del Padre para verificarla en la vida de un modo martirial.

8 Así por ejemplo G. BORNKAMM, «Endewartung und Kirche im Ma­tthausevangelium», en J. LANGE, Hgb., Das Matthiiusevangelium, Darmstadt, 1980, p. 238; H. FRANKEMOLLE, o. cit., p. 188.

9 Cfr. U. Luz, Die Jünger im Matthiiusevangelium, en J. LANGE, Hgb. op. cit., p. 381.

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Lucas ha omitido el relato. Lo transmiten Mateo (20,20 ss) y Marcos (10,35-40). No nos interesa aquí la historia de la tradición del pasaje, nos preocupa sobre todo descubrir en él las particula­ridades introducidas por Mateo que nos delatarían sus preocupa­ciones redaccionales. Estas, como tendremos ocasión de compro­bar, no pueden reducirse a una presentación de los discípulos idealizada 10, expresan en el fondo el deseo de presentar el disci­pulado en el marco de la búsqueda de la justicia del Reino tal y como aparece en el resto del evangelio.

Nos sorprende en primer lugar la introducción en la escena de la madre de los hijos del Zebedeo (v. 20). En el relato de Marcos son directamente los hijos del Zebedeo quienes se acercan a Jesús (Me 10,35). La denominación «madre de los hijos del Zebedeo», para esta mujer, es propia de Mateo. La volveremos a encontrar cuando nos la presente mirando desde lejos los sucesos del Cal­vario entre las mujeres que han seguido a Jesús desde Galilea y le han servido (Mt 27,55-56). Pertenece, pues, al grupo de los discí­pulos y será testigo de su muerte. Mateo nos dice que es ella quien junto con sus hijos se acerca a Jesús. Este dato pertenece claramente al acervo redaccional de Mateo si tenemos en cuenta que más adelante desaparece, sin más, de la escena, y Jesús se dirigirá a los dos apóstoles como acontece en el relato de Marcos. El autor busca con ello acercarnos a Jesús de la mano de una mujer discípulo que le sirve, y será testigo de su muerte. Las claves de interpretación del relato comienzan a ponerse desde este momento y explican las variantes redaccionales que aparecen a lo largo del pasaje y que hemos de ir analizando seguidamente.

Al llegar donde Jesús se postra ante él (v. 20). El vocablo proskynein (postrarse) pertenece también al material propio de Mateo. En contexto de petición aparece como gesto realizado por quienes se acercan a Jesús pidiéndole ser curados por él (leproso, Mt 8,2) o alcanzar la salvación para otros (jefe de la sinagoga, Mt 9,18; mujer cananea, Mt 15,25). Es un gesto que acompaña a la oración de súplica en un tono humilde que acepta y acoge el querer de Dios ".

10 Sobre ello insiste el artículo que citamos en la nota anterior. 11 efe H. SCHONWEISS, arto «Oración» en V ARIOS, Diccionario Teológico

del Nuevo Testamento, vol. JII, Salamanca, 1983.

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Que estamos en un contexto de oración se recalca al introducir el verbo suplicar (aitérJ) en lugar del simple «decir» que utiliza Marcos en su narración descriptiva (v. 35), en la que después introducirá, con unas connotaciones muy distintas, la petición: «Maestro, queremos que lo que te pidiéremos nos lo hagas». La petición se enmarca, pues, en Marcos en el contexto de un deseo que brota del discípulo mismo que aún no ha comprendido del todo la personalidad y el mensaje del Maestro (Me 10,38) 12. En Mateo estamos, sin embargo, en un contexto de súplica orante que Jesús invita a explicitar (v. 21a).

La petición en Mateo, aun siendo en la forma muy semejante a la que Marcos nos presenta, difiere, sin duda, en su contenido. Confirman lo dicho algunas pequeñas variantes, como es el hecho de aludir al reino en lugar de la gloria que nos trae Marcos (Me 10,37).

En efecto, Marcos, con su alusión a la gloria, nos coloca en un clima apocalíptico, en el que teniendo en cuenta que se habla de sentarse a la derecha y a la izquierda nos hace pensar en el «trono glorioso» (CfL Hen el. 45,3; 51,3; 55,4;61,8) 13, aunque otros autores se inclinen por creer que se trata del trono del juez 14. Fácilmente diríamos que Mateo, al recoger el «sentarse a la derecha y a la izquierda», nos coloca también ante un contexto apocalíptico de juicio. Recordemos: «se han de sentar uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu reino» (v. 21), tal es la petición. En Mateo encontramos el «reino» atribuido al Hijo del hombre que viene a juzgar, en dos pasajes (13,41; 16,28). Ahora bien, el hecho de que en la secuencia narrativa Mateo haya colocado esta perícopa tras el triple anuncio de la pasión, nos obliga a pensar que el reino que la madre de los hijos del Zebedeo atribuye a Jesús no hay por qué identificarlo directamente con el del Hijo del hombre en contexto apocalíptico, sino que hemos de identi­ficar su contenido ateniéndonos al relato y su contexto próximo. Estamos ante el reino que llega como realización de la justicia

12 No conviene olvidar que estamos en el contexto de las predicciones de la Pasión.

13 A. SAND, Das Evangelium nach Matthiius, Regensburg, 1986, p. 406. 14 Cfr. 1. BROER, «Das Ringen der Gemeinde um Israel», en FS, A. V6GT­

LE, Freiburg, 1975, pp. 148-165, especialmente 155-157, citado por A. SAND,

op. cit., p. 406.

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fruto de la voluntad del Padre, tal y como se deduce con la alusión al cáliz que ha de beber (v. 22).

Cierto es que en Marcos se dará también una corrección de la visión apocalíptica al hablarnos del cáliz y del bautismo, aunque hemos de reconocer que son otros los motivos que subyacen. En Marcos se habla de un cáliz y de un bautismo, que Jesús bebe y en el que es bautizado, cáliz y bautismo a los que se asociarán Juan y Santiago. Se alude al presente que ellos como miembros de los doce han de compartir con Jesús (Mc 3,14). En Mateo nos encontramos con el cáliz 15 que Jesús tiene que beber (v. 22). Esta alusión al cáliz hemos de entenderla aquí referida a la pasión. En ello concuerdan los comentaristas ya desde los Santos Padres 16.

Más en concreto se entiende la expresión «cáliz» que se ha de beber, referida a la pasión acudiendo a algunos apócrifos del Antiguo Testamento (cfr. Asc Is 5,13), donde el cáliz que Dios ha mezclado alude directamente al martirio.

Todo ello se confirma aún más si recordamos que Mateo ha utilizado una construcción con mellein (tener que) que encontra­mos en anuncios de la pasión (Mt 17,12.22). Aparece, pues, una alusión a la pasión como algo que debe ser aceptado, acogido desde el presente y cara a un futuro próximo, que viene preparado por una voluntad a la que es necesario abrirse si se quiere acceder a ese remo.

N os queda anotar que Mateo, que al igual que Marcos con­firma la asociación de los discípulos a la suerte del Maestro -beberán el cáliz (v. 23)-, y que como Marcos también utiliza el pasivo divino para remitir a Dios los puestos a su derecha e izquierda, en clara consonancia con su pensamiento, introduce una referencia directa al Padre, determinando así este pasivo divino que encontramos en la tradición que le es común con la de Marcos. No nos interesa aquí detenernos en la explicación que con tanta dificultad trataron de ofrecer los Padres, ni en las implicaciones que el texto pudo tener en el desarrollo de las corrientes arrianas 17. Está claro que, dentro de nuestro evangelio,

15 Algunos códices añaden también el bautismo siguiendo el texto de Marcos, entre ellos el Efraemítico (C).

16 Por ejemplo, el célebre de J. de MALDoNADo, Comentarios a los cuatro evangelios. l. Evangelio de S. Mateo. Madrid, 1950, pp. 718-726.

17 Para una orientación puede verse el comentario de J. de MALDoNADo arriba citado, p. 724.

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Mateo ha querido dar a sus lectores la clave al introducir redac­cionalmente la referencia al Padre. Su voluntad salvífica prepara desde siempre el lugar para los elegidos (Mt 25,31) que han ofre­cido sus servicios a los más necesitados cumpliendo así la justicia del Reino. Ellos son los justos (Mt 25,37).

Esta breve presentación del contenido de Mt 20,20-23 nos permite concluir que las variantes redaccionales encuentran su explicación en esa visión teológica propia de Mateo que le lleva a presentarnos la acogida de la buena nueva como un vivir abier­tos a la voluntad del Padre compartiendo la misma suerte del Maestro, que en ningún momento dejó de beber el cáliz. Para ello queda aludida ya aquí esa actitud orante en la que es posible abrirse al querer del Padre y que quedará plenamente confirmada en la presentación que nuestro evangelio hace de la oración de Jesús en Getsemaní, como vamos a comprobar a continuación.

2.2. Padre mío ... hágase tu voluntad (Mt 26,42)

Para quienes han estudiado detenidamente los relatos de la pasión en Mateo con el fin de apuntar sus peculiaridades, el pasaje de la oración en el huerto (Mt 26,36-46) no ha merecido una atención particular 18. Cierto que no se trata de un relato elaborado con material propio 19; Marcos es, sin duda, la fuente; pero no dejan por ello de llamar la atención las pequeñas varian­tes de Mateo 20. Son sobre todo de interés en nuestro caso, puesto que suponen una presentación de todo el acontecimiento de la pasión dentro de esa clave propia de Mateo que es verlo todo bajo la aceptación de la «voluntad del Padre» (Mt 26,42).

Fundamentalmente el relato, lo hemos dicho ya, sigue a Mar­cos. Encontramos incluso una dependencia literaria fuerte que contrasta con las variantes de Lucas y la presentación totalmente original de Juan. Idéntica es la presentación de la escena: El Maestro que llega a Getsemaní, que invita a los discípulos a

18 Cfr. D. SENIOR, «Matthew's special material in the passion story», en EphTL, LXIII (1987), pp. 272-294.

19 Lo son por ejemplo: Mt 27,3-10; 27,24-25; 27,5Ib-53. 20 Cfr. D. SENIOR, arto cit., p. 273, donde se ofrece abundante y actualizada

bibliografía sobre el tema.

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sentarse y que toma a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo (San­tiago y Juan en Marcos) invitándoles a orar con él, después de mostrarles sus sentimientos de tristeza (Mt 26,26-38 par. en Mc 14,32-34). Al igual que en Marcos encontramos en Mateo tres momentos de oración. A cada uno de estos momentos sigue la presentación del gesto del Maestro que levantándose se dirige a sus discípulos dormidos para invitarles a orar y velar con él. Concluye con el aviso de la llegada de quien le va a entregar.

N atamos, pese a esta dependencia literaria, que Mateo ofrece algunas variantes llenas de interés para nosotros. Se detiene en destacar los momentos orantes (Mt 26,29.42.44). En el primero de estos momentos sigue a Marcos, simplificando, eso sí, los datos de su fuente: omite el vocablo arameo abba, no hace alusión a la petición de que pase «la hora». No retoca para nada la fuente y reconstruye literalmente el contenido de la oración: «Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz, pero no como yo quiero, sino como tú quieres». (Mt 26,39).

En el segundo momento de oración, Marcos se conforma con apuntar que el Señor ora de nuevo con las mismas palabras, en tanto que Mateo aprovecha la ocasión para introducir esas ligeras variantes que le permiten expresar con más nitidez sus perspecti­vas redaccionales, de modo que ahora el contenido de la oración es: «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que lo beba, hágase tu voluntad». Como fácilmente puede verse, ha cambiado «no como yo quiero, sino como tú quieres» (v. 39) por una expre­sión concorde con la del Padrenuestro (Mt 6,10), y que conlleva esa referencia tan querida por Mateo a la voluntad del Padre (Mt 6,10; 7,21; 12,50; 18,14) Y esta voluntad del Padre se explicita en el hecho de beber el cáliz, que tanto en Mateo como en su fuente es una alusión directa a la pasión 21 •

La suerte del Maestro será también la que corran sus discípu­los. Mateo quiere recalcarlo y para eso en todas las invitaciones que Jesús hace a sus discípulos a orar se añade al texto de Marcos la connotación: «conmigo». Si el Señor estará siempre en medio de los suyos (Mt 28,20), el discípulo ha de vivir siempre asociado al Maestro (Mt 26,38.40) 22.

21 Cfr. lo arriba dicho sobre el cáliz. 22 H. FRANKEM6LLE,Op. cit., p. 40.

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Con todo esto hemos podido comprobar que para nuestro evangelio el presente es aceptado desde la voluntad del Padre, y es posible hacerlo así desde una oración viva. Modelo para todos es el mismo Señor.

3. Firmes ante la tentación

El cristiano debe permanecer abierto a la voluntad del Padre más allá incluso del presente, debe estar abierto a su realización última, por eso debe orar para no caer en la tentación.

La tentación tanto dentro del Padrenuestro (Mt 6, 13a) como en las amonestaciones de Jesús a sus discípulos en el huerto (Mt 26,38.40) hay que entenderla como la tentación última, la gran tentación fínal 23 ; para vencerla no cabe otra postura que una actitud orante (v. 38.40).

Dificílmente puede entenderse así si nos olvidamos del mundo ambiental en que viven las primeras comunidades cristianas. He­rederos de la viva tradición judía 24, los creyentes del Nuevo Tes­tamento, tanto de la comunidad a la que se dirige Mateo con su evangelio, como de otras comunidades reflejadas en el Nuevo Testamento, están convencidos de que han de defenderse con armas espirituales frente a los ataques del «príncipe de este mun­do» y han de mantenerse firmes, despiertos, en posición de alerta yen oración (efr. Mt 26,40).

En este contexto Mateo recoge las órdenes de Jesús a sus discípulos. Su vigilancia y oración ha de dirigirse también a la gran tarea de vencer la tentación (Mt 26,40). El Padre no dejará que el creyente caiga en la tentación antidivina de la apostasía en el momento final. Así lo hará con quienes oran con la oración que del Maestro han recibido (Mt 6, 13a) y se mantienen firmes en sus recomendaciones finales (Mt 26,38.40).

Mediante la vigilancia y la oración el creyente se dispone, según Mateo, a vencer la gran tentación. Quien ha sido capaz de recibir la historia humana como querida por Dios y lugar donde

23 Así, p. ej., J. JEREMÍAS, Teología del Nuevo Testamento, vol. 1, Sala­manca, 1977, p. 237.

24 Cfr. W. SCHNEIDER, art. «Tentación», en DTNT, vol. IV, Salamanca, 1984, con interesantes aportaciones en torno a la petición en ambiente judío para verse libre de la tentación.

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El ha actuado salvíficamente, que además se abre al presente histórico como lugar propio para conducirse martirialmente de acuerdo con la voluntad del Padre, bebiendo, incluso el cáliz de la incompresión, persecución, oo., tiene, finalmente, que saber pedir, insistentemente, que ante la gran prueba de los últimos tiempos sepa mantener la plena confianza en el querer salvífico del Padre.

Como nos parece haber ya puesto de manifiesto a través de este trabajo, la oración se llena de contenido en Mateo, con lo arriba dicho 25. No son otros sus contenidos, que se irán haciendo realidad viva en cada creyente. Pero, antes de terminar, conviene recordar que para llenar, fácilmente, de estos contenidos la ora­ción se han de seguir una serie de instrucciones pertinentes. Las instrucciones las dio Jesús, y Mateo las ha recogido de modo claro y preciso en su evangelio. Para concluir nuestro trabajo vamos a recordarlas brevemente.

4. Las instrucciones acerca de la oración en Mateo

Agrupadas sistemáticamente, junto a las enseñanzas sobre el ayuno y la limosna, encontramos una serie de indicaciones en torno a la oración. (Mt 6,5-15). Con estas indicaciones se prepara al orante para que abierto al querer de Dios pida, busque, llame con la certeza de que encontrará siempre favorable la voluntad del Padre, pues el Padre está dispuesto en todo momento a brin­dar la salvación a quien se la pide (Mt 7,7-11).

4.1. No seáis como los hipócritas

Después de haber presentado los contenidos de la oración en Mateo ahora nos será fácil descubrir el sentido que en el evangelio pueden tener las instrucciones en torno a la misma. Así, al reco-

25 En su conocido comentario I. GOMA CIvlT, El evangelio según san Mateo, Madrid, 1976, p. 627, insiste: Resistir al Tentador no es sólo la finalidad (orad para ... ), sino el contenido mismo (orad que ... ) de la oración (en cuanto a este sentido de la conjunción hina, cfr. Mc 13,18 y 14,35 ... ).

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LA ORACION EN SAN MATEO 23

mendar al orante que se guarde de posturas hipócritas, donde lo que se busca es la ostentación (Mt 6,5-6) 26, se está, sin duda, proponiendo una praxis oracional en la que se busca ante todo una sincera comunicación con el Padre, para que éste pueda cumplir su voluntad salvadora a través del orante. Entender la alusión a entrar en tu cámara en el sentido de una orientación puramente ascética desvirtuaría el profundo sentido que adquiere si tenemos en cuenta lo dicho.

Quienes comentan el pasaje se entretienen sobre todo en de­terminar el sentido de la expresión «entrar en tu cámara» y la posible alusión a 1s 26,20. Se busca compaginar esta instrucción sobre la sinceridad en la oración y la validez de la oración comu­nitaria o litúrgica 27. Jeremías, por otro lado, en su Teología del Nuevo Testamento, y recordando la alusión a lsaías, piensa en la oración hecha con la conciencia de que estamos en el tiempo escatólogico, en medio de múltiples calamidades. Esta oración es demasiado seria para hacerla objeto de exhibición 28.

Sin juzgar desacertadas estas opiniones, creemos que se llenan de sentido si se logran entender a través de las orientaciones que se recogen en este trabajo.

4.2. Mas al hacer la oración, no barboteéis como los paganos 29

Cuando el que ora está abierto al querer del Padre lo ha de hacer necesariamente de modo muy distinto al pagano que bus­caba en sus largas oraciones doblegar la voluntad de los dioses. Tampoco se asemejará al escriba que se entretiene en hacer largas oraciones (Mc 12,40).

Mucho se ha escrito en los comentarios sobre esta expresión propia de Mateo battalogein (hablar mucho) de etimología in-

26 Obviamente, la recomendación cuadra dentro del contexto oracional judío, como dejan bien claro todos los comentarios.

27 Cfr. A. RÓDENAS, La oración en el Nuevo Testamento, Salamanca, 1976, p. 137-139. Aquí se plantea en concreto esta cuestión y se trata de dar respuesta.

28 Cfr. J. JEREMÍAS, op. cit., p. 226. 29 Hemos tomado la expresión «barboteéis» de I. GOMA C1VIT, op. cil.,

p.320.

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cierta. Refleja, sin duda, un modo de orar propio de un contexto pagano que aparece también en las sátiras de los clásicos a los «devotos» de su tiempo. No vamos a detenernos en ello. El Pa­drenuestro que sigue a esta instrucción es el ejemplo más claro de una oración libre de este barbotear palabras.

La oración del Señor, recogida en este contexto, se distingue por su brevedad de la mayoría de las oraciones de aquella época y expresa, maravillosamente formulado, el contenido de una ora­ción hecha en esa actitud abierta que acoge la voluntad del Padre en un proyecto de realización histórica que conlleva la venida del Reino en la justicia, tal y como hemos puesto de manifiesto a lo largo de este trabajo.

Con otras palabras viene a decirnos esto mismo Gomá Civit cuando escribe en su comentario a Mateo: «evangélicamente en­tendida la oración ... será ejercicio de sintonía entre la voluntad del que pide y la voluntad del que otorgará ciertamente lo pedido en el nivel de un superior conocimiento de «lo que ha menester» el orante; ambas voluntades se encontrarán, no en la perspectiva visual humana de un posible capricho, sino en el plano infalible de la Verdad» 30. Sin embargo, hemos de reconocer que no se da en la expresión una sintonía con la terminología en la que se desenvuelve el evangelista y que hemos procurado poner nosotros de manifiesto.

4.3. Sed prontos en perdonar

Es ésta la condición previa mencionada por Jesús para que sea escuchada la oración de los discípulos. La prontitud y buena voluntad para perdonar la injusticia brota, necesariamente, en aquel que al orar no busca otra cosa, sino la ayuda para realizar la justicia conforme al querer divino. ¿Cómo se podrá pedir el perdón divino, expresión de su voluntad salvífica, si uno mismo no está dispuesto a perdonar, cumplir la justicia que actúa la voluntad salvadora de Dios (Mt 6,14s, 18,35)?

La solidaridad humana en la justicia, fruto del querer de Dios que Mateo presenta como exigencia en su evangelio (Mt 5,23s;

JO 1. GOMA CiVIT, o. cit., p. 321.

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5,44; 12,7; 18,10 ... ), es la nota que autentificará la oración del que busca sinceramente el cumplimiento de la voluntad del Padre.

Estas notas con las que cerramos nuestro trabajo sobre la oración en Mateo habrán de ser tenidas siempre en cuenta en una catequesis oracional -al fin son instrucciones del mismo Maes­tro-; pero pierden valor si se interpretan y ponen en práctica al margen de la doctrina a la que sirven: formar un cristiano capaz de orar abierto plenamente a la voluntad salvadora del Padre.