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Número 28 LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE COMERCIO, PARADIGMA DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL Patxi Zabalo Patxi ZABALO es miembro de Hegoa y profesor de Economía Mundial y Relaciones Económicas Internacionales en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea.

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Número 28

LA ORGANIZACIÓN MUNDIALDE COMERCIO, PARADIGMA DE

LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL

Patxi Zabalo

Patxi ZABALO es miembro de Hegoa y profesor de Economía Mundial y RelacionesEconómicas Internacionales en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales dela Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea.

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CUADERNOS DE TRABAJO DE HEGOA es una publicación destinada a difundir los tra-bajos realizados por sus colaboradores/as, así como aquellos textos que por su interésayuden a la comprensión de los problemas del desarrollo y las relaciones internacionales.

Facultad de Ciencias EconómicasAvenida Lehendakari Aguirre, 8348015 BILBAOTfno.: 94 601 70 91Fax: 94 601 70 40E-mail: [email protected]

http://www.ehu.es/hegoa

Manuel Iradier, 6 bajoTfno. y fax.: 945 13 15 87E-mail: [email protected] VITORIA-GASTEIZ

LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE COMERCIO,PARADIGMA DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERALPatxi Zabalo

Cuadernos de Trabajo de HegoaNúmero 28Junio 2000

D.L.: Bi-1473-91ISSN: 1130-9962Impresión: LANKOPI, S.A.

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ÍNDICE

Introducción: una organización muy importante pero poco conocida 5

Un poco de historia: el GATT (1947-94) 7

1.1. Origen del GATT: la Conferencia de La Habana 7

1.2. La asimetría de las reglas comerciales del GATT 9

1.3. La marginación del Sur en el comercio mundial 13

Los acuerdos de la Ronda Uruguay y la creación de la OMC 19

2.1. Las novedades de la Ronda Uruguay 19y el desarrollo del Tercer Mundo

2.2. De Marrakech a Seattle: 27los intentos de ampliar la temática de la OMC

La OMC como paradigma de la globalización neoliberal 33

3.1. ¿Retos y oportunidades o ganadores 33y perdedores predeterminados?

3.2. De la protesta a la resistencia 36

Bibliografía 39

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La Organización Mundial de Comercio (OMC) esdesde el uno de enero de 1995 la institución mul-tilateral encargada de establecer las reglas delcomercio internacional. Pero, a pesar de su impor-tancia, es mucho menos conocida que otros orga-nismos económicos internacionales como el FondoMonetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial(BM). Tal vez se deba a su relativamente recientecreación, frente a la larga trayectoria de las institu-ciones de Bretton Woods, pero esto ya pasaba conel Acuerdo General sobre Aranceles de Aduanas yComercio (en inglés GATT), que venía funcionan-do desde 1947 y que actualmente ha quedadosubsumido en la OMC. De hecho, muchas personasconocieron la existencia de la OMC gracias a larepercusión que tuvo en los medios de comunica-ción el sonoro fracaso de su III Conferencia Minis-terial, celebrada en Seattle a finales de 1999.

El año 2000 la OMC cuenta con 138 miembros (137estados y la Unión Europea), lo que le proporcio-na un carácter menos universal que las institucio-nes de Bretton Woods, donde participan cuarenta ycinco países más. De hecho, todavía quedan fuerade la OMC numerosos economías, algunas tan sig-nificativas como China, Rusia o Arabia Saudí, queen conjunto suponen en torno a un 10% del comer-cio mundial. Ahora bien, el ingreso de China pare-ce inminente tras catorce años de negociaciones, loque representaría un significativo avance hacía launiversalización de la organización.

Con todo, la importancia de la Organización Mun-dial de Comercio deriva de que no sólo ha asumi-do todas las funciones del GATT, sino que tambiénadministra el Acuerdo General sobre Comercio deServicios (AGCS, en inglés GATS) y el Acuerdosobre aspectos de los Derechos de la PropiedadIntelectual relacionados con el Comercio (ADPIC,en inglés TRIPs). Y además es la única organiza-ción internacional con verdadera capacidad parasancionar a los países por el incumplimiento de susreglas. Todo ello convierte a la OMC en un instru-mento privilegiado de la globalización económicade carácter neoliberal.

El objetivo de las páginas que siguen es aportarinformación e impulsar el debate sobre el papel deesta organización en el actual “orden” económicointernacional, prestando particular atención a lo rela-cionado con el Tercer Mundo1. Por ello se destaca elcarácter asimétrico de sus postulados y actuacionesque, lejos de cualquier presunta neutralidad, estáncontribuyendo a incrementar la ya de por sí enormebrecha entre ricos y pobres. El itinerario está organi-zado cronológicamente, empezando por la historiadel GATT para, en un segundo apartado, pasar aanalizar la gestación de la OMC en su último acto, laRonda Uruguay, y abordar la por el momento brevetrayectoria de la OMC. Por último, en el tercer apar-tado, se sitúa a la OMC en el contexto de la globali-zación neoliberal y los movimientos que se resistena su imposición.

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INTRODUCCIÓN: UNA ORGANIZACIÓNMUY IMPORTANTE PERO POCO CONOCIDA

1 En este trabajo se clasifican las economías en tres grandes grupos, tal y como hacen normalmente las agencias de la ONU. Se utilizan indistintamente los términos TercerMundo y Sur para denominar al conjunto de países también llamados “en (vías) de desarrollo” en el que se incluyen todos los de América Latina, África y Asia, salvo Japón.En ellos vive actualmente casi el 79% de la población mundial. Por su parte, los países del Norte o Primer Mundo, habitualmente calificados como “desarrollados”, son Esta-dos Unidos, Canadá, Europa Occidental, Japón, Australia y Nueva Zelanda, donde reside algo más del 14% de los habitantes del planeta. Por último, los países del Este o entransición (desde una economía de planificación central hacia una de mercado) son los quince estados en que se ha desgajado la antigua Unión Soviética y los de EuropaCentral y Oriental que pertenecían a su órbita de influencia. En ellos vive el 7% de la población mundial.

Sin embargo, ni la OMC ni las instituciones de Bretton Woods suelen utilizar estas tres categorías, limitándose por lo general a diferenciar entre países desarrollados (o indus-trializados) y en desarrollo (o subdesarrollados) con criterios que han ido cambiando con el tiempo. En particular, en el caso del GATT/OMC un país es considerado “endesarrollo” si se autodefine como tal.

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El Acuerdo General sobre Aranceles de Aduanas yComercio (AGAAC, más conocido por su acrónimoinglés, GATT) surgió en 1947 como un acuerdoprovisional alcanzado en Ginebra entre 23 paísesque participaban en una reunión preparatoria de laConferencia de La Habana. El fracasado intento deponer en marcha la Organización Internacional deComercio (OIC), diseñada en 1948 en dicha confe-rencia, convirtió a este acuerdo general, que nuncaha sido una organización internacional en el senti-do estricto de la palabra, en la atípica tercera patadel orden económico internacional de la posguerra.En el primer epígrafe de este apartado se cuentaesta historia, que resulta muy instructiva ya queguarda clara relación con la creación medio siglomás tarde de la OMC.

Desde entonces, se abrió un largo período duranteel cual este acuerdo provisional se consolidó comoel mecanismo para negociar concesiones y reduc-ciones arancelarias. Entre 1947 y 1994 se celebra-ron ocho rondas de negociaciones comerciales enel seno del GATT: la primera tuvo lugar en Gine-bra en 1947 y la última, conocida como Ronda Uru-guay (1986-94), dio origen a la Organización Mun-dial de Comercio. En todo este tiempo los paísesdel Sur han salido generalmente perjudicados porlas reglas y actuaciones del GATT, tal y como seexplica en el segundo epígrafe y se contrasta en eltercero con el análisis de la participación del Ter-cer Mundo en el comercio mundial. Este análisis se

extiende hasta los últimos datos disponibles, referi-dos a 1999, por lo que incluye los primeros cuatroaños de vigencia de la OMC, confirmando la per-sistencia de las tendencias observadas durante lasúltimas décadas del siglo, lo que no es de extrañardada la continuidad de las reglas del GATT en elseno de la Organización Mundial de Comercio.

1.1. Origen del GATT:la Conferencia de La Habana

La Conferencia de las Naciones Unidas sobreComercio y Empleo, celebrada en La Habana des-de finales de noviembre de 1947 hasta febrero de1948, estaba llamada a ser el capítulo final del pro-ceso de restauración del orden económico mundialposterior a la Segunda Guerra Mundial. En efecto,al final de la contienda las potencias victoriosas,principalmente Estados Unidos aunque con la cola-boración de Inglaterra y Francia y con cierta parti-cipación soviética en sus comienzos, se esforzaronen reconstruir el orden económico internacional. Elprimer capítulo fue la Conferencia de BrettonWoods en julio de 1944, que dio lugar al FMI y elBM. Un año después tuvo lugar el segundo capítu-lo: la creación en San Francisco de una nuevaestructura política, la Organización de las NacionesUnidas (ONU). Y la Conferencia de La Habana ibaa cerrar ese momento histórico, pero tuvo menosresultados institucionales que los otros.

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1. UN POCO DE HISTORIA:EL GATT (1947-1994)

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En este sentido, La Habana fue un tercer momentoun poco frustrado, quizá porque el consenso inicialya había desaparecido, pero también por la propiadificultad de la temática del comercio (Ricupero,1998). La Conferencia era un elemento fundamentaldel proyecto inicial de los Estados Unidos, que laimpulsó en 1945 en el marco de la recién creadaONU. Su intención era complementar lo que habíalogrado en Bretton Woods; es decir, el Fondo Mone-tario Internacional para asegurar la estabilidad mone-taria con un sistema de tipos de cambio fijo en rela-ción al oro y al dólar, y el Banco Mundial para finan-ciar la reconstrucción de Europa y Japón, considera-da entonces como la mayor prioridad del desarrollo.Para completar esa especie de trinidad, faltaba el ter-cer elemento: el comercio. El plan era ambicioso,puesto que estaba claro que se trataba de una con-ferencia sobre comercio y empleo, entendiéndoseque ambos estaban indisolublemente vinculados.

Durante la Conferencia de La Habana se introdu-jeron diversos cambios en el proyecto original ela-borado en las reuniones preparatorias de Londres(1946) y Ginebra (1947), tomando en consideraciónla perspectiva del desarrollo, debido en gran medi-da a la mayor y más activa presencia de países delSur. En particular, en La Habana hubo una fuertepresencia de países latinoamericanos, encabezadospor Argentina que, bajo la presidencia de Perón,tenía una política exterior muy activa en la bús-queda de lo que entonces se llamó la tercera vía,un tercer camino entre capitalismo y socialismo.

Pero no sólo había tensión entre partidarios dellibre comercio y la perspectiva de los países delSur, sino que la división más importante estabaentre los países del Norte. Por un lado se encon-traban los que querían que la Conferencia y la futu-ra organización se ocuparan exclusivamente dellibre comercio y por otro lado los que, bajo inspi-ración keynesiana, se preocupaban del plenoempleo. Entre estos últimos estaban Inglaterra, Aus-tralia, Nueva Zelanda y los países europeos engeneral, que en aquella época tenían una visiónmuy favorable a la participación activa del Estadoen la economía. Finalmente se llegó a un compro-miso que no fue del agrado de ninguna de las doscorrientes y acabó por alinear en contra de la Car-ta de La Habana a los representantes más intransi-gentes de las dos grandes tendencias.

Como resultado de ello, la Carta nunca entró envigor: sólo fue ratificada por dos países, Australia yLíbano, cuando el mínimo necesario eran diez (DíazMier, 1996). La Conferencia contó con la partici-pación activa de 56 países, entre los que no estabala Unión Soviética, aunque sí estuvo presente Polo-nia pero al final no firmó la Carta. Ahora bien, tam-poco lo hizo Argentina, que nada tenía que ver conel bloque soviético. Pero el verdadero mazazo a laCarta de La Habana y la consiguiente creación de laOIC llegó después de la Conferencia y lo hizo des-de Estados Unidos: el país que había impulsado sucreación paradójicamente no la ratificó.

En efecto, una vez acabada la Conferencia de LaHabana, se suscitó un debate en Estados Unidos enel que se unieron en contra de la Carta dos influ-yentes grupos. Por un lado los puristas del librecambio, que querían una Carta exclusivamente decomercio y para los cuales todo el resto sobraba.Por otro lado estaban los representantes de interesescomerciales concretos, de grupos de presión hostilesa que EEUU se comprometiera con obligaciones queen su opinión iban a costar muy caro. Máxime cuan-do en la OIC se establecía un sistema de toma dedecisiones con igualdad de voto de los países miem-bros. Como resultado de este debate, se creó un cli-ma tal que en 1950, tras varios tira y afloja con elCongreso y el Senado estadounidenses, el presiden-te Truman desistió de la ratificación de la Carta.

Sin duda, la puesta en funcionamiento de maneraprovisional del GATT desempeñó un papel decisi-vo. Conseguido el objetivo fundamental, la liberali-zación del comercio mundial, EEUU no tenía nin-guna necesidad del resto del articulado, que trata-ba sobre asuntos más incómodos. Porque, al igualque Inglaterra a mediados del siglo XIX, EstadosUnidos estaba entonces en disposición de aprove-char su abrumadora superioridad económica pro-moviendo un entorno librecambista. Además, tam-bién contribuyó un motivo político: a finales de losaños cuarenta la guerra fría comenzó realmente aconsolidarse, y la participación de los países delEste en la ONU suscitaba grandes recelos en lapotencia hegemónica del Oeste.

La Carta de La Habana constaba de 106 artículosagrupados en nueve capítulos y 16 anexos, y alber-gaba numerosos compromisos que cayeron así ensaco roto. Entre ellos, el compromiso de estabiliza-

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ción de los precios de las materias primas que, aun-que de dudosa efectividad, estaba presente en variosartículos, recogiendo la necesidad de no dejar única-mente al mercado la tarea de fijar los precios de losproductos básicos. También se incluían en la Cartaprevisiones para afrontar dificultades de balanza depagos y para otorgar un tratamiento más favorable alos países en desarrollo. Igualmente el documentocontenía una serie de artículos sobre el compromisode los gobiernos de buscar el pleno empleo y deadoptar políticas que evitaran una caída muy fuertede la demanda global, conceptos inspirados en elpensamiento económico de Keynes.

Todo eso estaba muy claro a pesar de que no eraexigible, ya que no existía una obligación propia-mente dicha en términos específicos. Otros aspec-tos de la Carta que se perdieron fueron los artícu-los específicos sobre el comercio de servicios y lasinversiones, así como los que proscribían los acuer-dos entre empresas para distribuirse mercados deexportación o para controlar los precios de deter-minados productos. Y la Carta de la Habana tam-bién establecía claramente un vínculo entre las nor-mas de trabajo y el comercio, a pesar de ser unavez más algo genérico (Ricupero, 1998).

Todo esto desapareció con la no ratificación de laCarta de La Habana y es irónico verificar que cincodécadas más tarde han vuelto a suscitarse muchos deestos temas, aunque sea en otros términos dado elcambio de contexto. Así mientras algunos de losasuntos tratados por la Carta de La Habana, como elcomercio de servicios, la inversión extranjera o lacláusula social, se han convertido recientemente enla gran demanda de los países del Norte, otros hansido reivindicación permanente de muchos países delSur, como la relación entre comercio y desarrollo olos acuerdos sobre productos básicos. Y en términosmás generales, se ha sostenido que en las nego-ciaciones para establecer la Carta de la Habana sesuscitó una cuestión que resulta ahora plenamentevigente por irresuelta: la de articular la mundializa-ción de la economía con el papel del estado. O másconcretamente, la imposibilidad de aislar la políticacomercial de la política económica y social en gene-ral (Graz, 2000).

Quedaba entonces en vigor el Acuerdo Generalsobre Aranceles de Aduanas y Comercio (GATT),negociado también a iniciativa de EEUU en Gine-

bra en 1947 como rebajas arancelarias entre 23 paí-ses, que luego se integrarían en los resultados fina-les de la Conferencia de La Habana; es decir, comoun acuerdo provisional a la espera de la creaciónde la Organización Internacional del Comercio(OIC). Sin embargo, este acuerdo originalmenteconcebido como un apéndice de la OIC va a con-solidarse gradualmente a pesar de su mínimaestructura institucional, ya que se trataba simple-mente de gestionar un contrato, y de hecho los paí-ses miembros no recibían tal denominación, sino lade “partes contratantes”.

Pero se trataba de un contrato muy atípico, queenseguida contaba con sede permanente en Gine-bra y cuatrocientos funcionarios bajo el mando deun director general. Y que progresivamente fueadoptando las formas y el reconocimiento de unaorganización económica internacional aunque, esosí, con una naturaleza jurídica muy compleja (DíazMier, 1996). El GATT, que era esencialmente unforo de negociaciones comerciales, se convirtió asíen la pata comercial del llamado orden económicointernacional de la posguerra.

1.2. La asimetría de las reglascomerciales del GATT

Los principios y su aplicación

El GATT se basaba en el principio de no discrimi-nación entre las partes contratantes, complementa-do por los principios de trato nacional, aranceliza-ción, reciprocidad y consolidación. El principio deno discriminación se plasma en la aplicaciónincondicional de la “cláusula de nación más favo-recida” (CNMF), según la cual toda concesióncomercial otorgada a una parte debe extenderseautomáticamente a todas las demás partes contra-tantes. Esto garantiza que no haya ninguna “másfavorecida” que otra; o sea, un trato igual, logradomediante la multilateralización de los acuerdos bila-terales. Este principio se refuerza con el de tratonacional, que prohibe la discriminación dentro decada país entre los productos importados y las mer-cancías equivalentes de producción local.

Por su parte, la arancelización de la protección delmercado interno significa que para regular lasimportaciones sólo puede usarse el arancel de

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aduanas, considerado como la medida proteccio-nista más transparente, quedando excluida la utili-zación de cualquier “barrera no arancelaria” (BNA).Y la reciprocidad implica que un país realiza con-cesiones arancelarias a cambio de concesiones deun valor similar por parte de su interlocutor, mien-tras que la consolidación de las concesiones nego-ciadas impide una posterior escalada proteccionistabasada en la subida de los derechos arancelarios.

No obstante, estos principios tienen notables excep-ciones. Respecto a la no discriminación, bajo ciertascondiciones se exceptúan la integración económica(zonas de libre comercio y uniones aduaneras), cuyaeliminación interna de barreras aduaneras suponeuna clara discriminación positiva entre los paísesmiembros de la correspondiente organización, yaquellas otras cuestiones pactadas por las partescontratantes por diversos motivos, entre ellos eldesarrollo económico. Así, en 1965 se incorporó unacuarta parte al acuerdo original, aceptando que lasmercancías provenientes de los países del TercerMundo disfrutasen de acceso preferencial a los mer-cados de los países desarrollados. Es decir, habili-tando a los países del Norte para conceder ventajascomerciales unilaterales (no recíprocas) a los pro-ductos del Sur sin extenderlas a los demás paísesdesarrollados, en lo que se llamó trato especial ydiferenciado. Este trato de favor se plasmó en diver-sos sistemas de preferencias generalizadas (SPG)otorgados por las economías del Norte desde losaños setenta, consistentes en rebajas arancelariaspara las mercancías del Tercer Mundo.

Respecto a la renuncia a usar medidas proteccio-nistas distintas del arancel de aduanas (BNA), tam-bién se contemplan excepciones. Pero a diferenciade las anteriores, que tenían vocación de perma-nencia en el tiempo, debían ser de carácter coyun-tural. Se incluían en este capítulo los problemasgraves de balanza de pagos, la implantación deindustrias por motivos de desarrollo, la estabiliza-ción de los mercados agrícolas y la desorganizacióndel mercado por un repentino aumento de lasimportaciones. Cada una de estas circunstanciasjustificaba, bajo ciertas condiciones, el recurso tem-poral a la utilización de restricciones cuantitativas(contingentes) para limitar las importaciones. Sinembargo, el uso abusivo de medidas no arancela-rias por parte de las economías del Norte, presun-tamente amparado en estas excepciones pero en

claro “olvido” de su carácter temporal, dio lugar ala llamada “zona gris” del GATT; es decir, la impo-sición de interpretaciones torticeras del acuerdo.

El principal instrumento operativo del GATT era laRonda de negociaciones comerciales o ConferenciaArancelaria, mientras que sus reuniones anualesrara vez alcanzaban el rango ministerial, salvo quese fuera a lanzar una nueva ronda. En el seno delGATT se celebraron ocho rondas de negociacionescomerciales: la primera tuvo lugar en Ginebra en1947 y la última, conocida como Ronda Uruguay(1986-94), dio origen a la Organización Mundial deComercio. El procedimiento original de nego-ciación bilateral producto a producto y su posteriorextensión al resto de los miembros del GATT, mul-tilateralizando así los resultados, fue agotando susposibilidades a medida que se iban realizando con-cesiones en las mercancías menos sensibles a lacompetencia exterior y había que tratar sobre lasmás sensibles. Por ello, tras un intento fracasadodurante la quinta ronda de negociaciones, a partirde la sexta ronda se ha utilizado el sistema de bus-car un acuerdo comercial global.

En las seis primeras rondas se procedió a una pro-gresiva reducción de los derechos arancelarios de losproductos industriales, sin apenas tocar otras cuestio-nes. En cambio, en la séptima (Ronda Tokio, 1973-79) se abordó una temática más amplia, pero sin lle-gar a acuerdos que resolvieran satisfactoriamente losproblemas planteados en un contexto económicomuy distinto al de la fase de expansión de la pos-guerra. Pero en todo caso la problemática tratadaobedecía a los intereses que en cada momento tení-an las grandes potencias económicas occidentales.

De hecho, al igual que en las instituciones de Bret-ton Woods, tampoco en el GATT estaban presenteslos países de economía centralmente planificada,liderados por la URSS. Pero a diferencia del BancoMundial y el FMI, en el GATT también faltabanmuchas economías del Tercer Mundo, que consi-deraban al GATT como un “club de ricos”, demodo que en 1948 sus 23 países miembros sólorepresentaban el 57% del comercio mundial. Poste-riormente estas cifras fueron creciendo, y en 1993,cuando iba a subsumirse en la OMC al finalizar laRonda Uruguay, el GATT contaba ya con 124miembros, que representaban el 89% del comerciomundial de mercancías (Cuadro 1).

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* Fecha aproximada: 1953, 1963, 1973 y 1993 respectivamente

Fuente: Elaborado a partir de Yarbrough (1997: 93), Varela Parache y Díaz Mier (1998: 27) y OMC (2000a)

Ronda Número departicipantes

% del comerciomundial de los

países miembros

Reducciónpromedio de

aranceles

Arancel restantecomo % del

arancel de 1930

Regulación debarreras noarancelarias

Temas excluidos/incluidos

Cuadro 1Las Rondas de Negociación del GATT

1ª Ginebra, 1947 23 57,0% 21,1% 52,7 NO Agricultura excluida2ª Annecy, 1949 33 – 1,9% 51,7 NO Agricultura excluida3ª Torquay, 1950-51 34 67,0%* 3,0% 50,1 NO Agricultura excluida4ª Ginebra, 1955-56 22 – 3,5% 48,9 NO Agricultura excluida5ª Dillon, 1961-62 45 – 2,4% 47,7 NO Agricultura excluida6ª Kennedy, 1964-67 48 73,0%* 36% 30,5 un poco Agricultura y textil excluidos7ª Tokio, 1974-79 99 85,0%* 29,6% 21,2 SI Agricultura y textil excluidos8ª Uruguay, 1986-94 124 89,0%* 38,0% 13,1 SI Agricultura, textil, servicios

y propiedad intelectualincluidos

Esta evolución se debe tanto a las nuevas incorpo-raciones como a la concentración del comercio enlos países del Norte y, durante el último cuarto desiglo, también en unas pocas economías del Sur, lasque han conseguido convertirse en grandes expor-tadoras de manufacturas. Porque el llamado comer-cio intraindustrial, intercambio entre países indus-trializados de productos similares (esencialmentemanufacturas pertenecientes al mismo sector oindustria) es desde hace décadas mucho másimportante que el interindustrial (o intersectorial),típico del siglo XIX y primera mitad del XX cuan-do el flujo principal del comercio internacionalconsistía en el intercambio de materias primas pormanufacturas. Y, sin duda, la progresiva liberaliza-ción del comercio mundial de productos manufac-turados acordada en las sucesivas rondas de nego-ciación del GATT ha favorecido ese resultado, alfacilitar el intercambio de manufacturas entre lospaíses capaces de producirlas competitivamente.

El Sur en el GATT:“trato preferencial”,pero proteccionismo agrícola y textil

Por su parte, las escasas medidas tomadas paracompensar la desventaja de partida de los paísesdel Tercer Mundo para exportar manufacturas a los

mercados del Norte han mostrado su inoperancia.En efecto, inducidas a la especialización en pro-ductos primarios y a su exportación desde la colo-nización, las economías del Sur presionaron paracrear una organización internacional más acordecon sus intereses comerciales. Gracias a su crecien-te peso en la Asamblea General lograron que en1964 surgiera en el sistema de la ONU la UNCTAD(Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio yDesarrollo) e introducir la parte cuarta del GATTpara abordar la misma problemática. Sin embargo,ni el Sistema de Preferencias Generalizadas (SPG)en las manufacturas ni los acuerdos sobre produc-tos básicos y el Fondo Común auspiciados en elseno de la UNCTAD han supuesto una ventaja sufi-ciente para compensar las asimetrías estructurales(Talavera Déniz, 2000).

En efecto, por un lado, al abarcar el SPG sólo aproductos industriales la mayoría de los países delTercer Mundo apenas puede beneficiarse de susfacilidades de acceso a los mercados del Norte.Además el margen de preferencia es cada vezmenor; es decir, las ventajas son relativamentemenores a medida que se han ido reduciendo losaranceles de los países desarrollados en las sucesi-vas rondas de negociaciones comerciales2. Y elarancel promedio de los países del Norte para pro-ductos industriales pasó del 8,7% de finales de losaños sesenta, tras los acuerdos de la Ronda Ken-

2 La disminución del margen de preferencia reduce las posibilidades de acceso al mercado de un producto del Sur al hacerlo menos competitivo. Así, si el SPG otorga unareducción de derechos arancelarios del 60%, para un tipo arancelario del 15% el margen de preferencia será un 9% del precio final del producto (el arancel efectivo es el6%), mientras que para un arancel del 5% sólo supone una ventaja del 3%.

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nedy, al 6,3% de los años ochenta como resultadode la Ronda Tokio, hasta el 3,9% de la segundamitad de los noventa debido a los acuerdos de laRonda Uruguay (Varela Parache y Díaz Mier, 1998).

Por otro lado, tanto EEUU como la Unión Europeahan limitado el alcance de sus respectivos sistemasde preferencias presuntamente “generalizadas”.Dado su carácter de concesiones unilaterales, hanintroducido limitaciones tanto en los productoscubiertos por el SPG como en los países suscepti-bles de acogerse a él. Se eliminan así del SPG losproductos más sensibles, y se “gradúa” (excluye) alos países que alcanzan cierto nivel de desarrollo,o sea, a los más competitivos del Sur (ONU, 1995).Además, los derechos arancelarios de las economí-as del Norte son progresivamente mayores a medi-da que avanza el grado de elaboración de los pro-ductos, lo que reduce aún más el posible efectoarrastre que la exportación al Norte pueda tenersobre la industrialización del Sur, puesto que resul-ta más fácil exportar materias primas que produc-tos acabados3.

A lo referido a la protección arancelaria hay queañadirle la proliferación del proteccionismo noarancelario, particularmente intenso desde comien-zos de los años setenta, como respuesta al largoperiodo de restructuración de la economía mundialabierto tras finalizar la expansión de la posguerra.En efecto, debido al propio éxito del GATT a lahora de reducir y consolidar los derechos aduane-ros para los productos manufacturados comercia-dos por los países del Norte, cuando estos seenfrentaron a graves dificultades económicas ydecidieron proteger la industria nacional tuvieronque recurrir a las barreras no arancelarias.

Entre las BNA destacan la imposición de contin-gentes, ampliamente utilizada en el sector textil, ylas restricciones “voluntarias” de exportaciones(RVE) y los “acuerdos” para la ordenación de mer-cados. Normalmente su uso se ha amparado eninterpretaciones forzadas de las previsiones sobresalvaguardias o anti-dumping del GATT, contravi-niendo tanto el espíritu como la letra del acuerdo,en lo que se conoce como adopción de medidas

de “zona gris”. Otras prácticas que suelen utilizarsepara restringir las importaciones son los requisitostécnicos y sanitarios, las formalidades aduaneras,los controles de cambio de divisas, las devaluacio-nes de la moneda o las compras del sector públi-co, que forman parte de un larguísimo rosario deposibles barreras no arancelarias.

Si bien es cierto que una suerte de “comercio admi-nistrado”, con abundante uso de RVE, también seda en las relaciones entre Japón y las otras dosgrandes potencias, EEUU y la UE, la masiva utiliza-ción de BNA frente a las importaciones provenien-tes del Sur es fiel reflejo de la asimétrica distribu-ción del poder de negociación entre las partes con-tratantes, que queda bien lejos de un hipotéticolibre comercio basado en la igualdad entre los par-ticipantes. Por ello no es de extrañar que en este“club de ricos” reinara la despreocupación por laprincipal problemática comercial de la mayoría delos países del Tercer Mundo, centrada en los pro-ductos básicos, el deterioro de cuyos precios realeslastra sus oportunidades de desarrollo. Hasta elpunto de que se tradujo en la exclusión de la libe-ralización del comercio agrícola de su agenda, altiempo que se iban introduciendo progresivas res-tricciones en el sector textil a medida que se ibaconvirtiendo en una exportación importante paraalgunas economías del Sur.

Por un lado, aunque originalmente el GATT notenía normas específicas para la agricultura, sí con-templaba ciertas excepciones, en particular la posi-bilidad de utilizar contingentes y subvenciones,internas y a la exportación. Esto era un reflejo dela realidad del sector en las economías desarrolla-das, que habían combatido con ese tipo de instru-mentos la Gran Depresión de los años treinta y losdesastres de la II Guerra Mundial a fin de conse-guir la seguridad alimentaria. Pero lo que en prin-cipio se consideraban medidas temporales, hastaalcanzar la recuperación posbélica, y estaban liga-das a condiciones que limitaban su efecto sobre elcomercio exterior, pasaron a convertirse en unaauténtica eliminación de los productos agrícolas dela agenda liberalizadora del GATT.

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3 Según datos de la Secretaría del GATT, los derechos arancelarios promedio de los países del Norte para productos industriales eran 2,1% para las materias primas, 5,3%para los productos semimanufacturados y 9,1% para los productos terminados antes de celebrarse la Ronda Uruguay. Y después de ella todos bajan (0,8%, 2,8% y 6,2% res-pectivamente), pero la progresividad arancelaria es proporcionalmente más marcada (Díaz Mier, 1996).

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Así, en 1955 Estados Unidos obtuvo una exenciónpara aplicar contingentes a la importación de variosproductos agrícolas que estuvo vigente durantecuarenta años. Y otros países le imitaron e inclusoampliaron la panoplia de instrumentos de “zonagris” aplicados a su sector agropecuario, como enel caso de Unión Europea. Además, desde enton-ces los productos agrícolas concentran las tarifasarancelarias más altas (a menudo superiores al100%) de los países del Norte y se caracterizantambién por la progresividad de los derechos deaduana en función del grado de transformación delos productos. Eso perjudica seriamente a los paí-ses del Sur, al dificultar cualquier intento de incre-mentar el valor añadido de los productos exporta-dos (Megzari, 2000).

Por ello, con la agricultura al margen de las reglasdel GATT, muchos países del Tercer Mundo nopudieron aprovechar las ventajas competitivas queentonces poseían, de manera que su gran depen-dencia de las exportaciones de materias primas hasido un obstáculo casi insalvable para su desarrollo(Maizels, 1999). De hecho, la competencia deslealen los mercados internacionales de los productosalimenticios del Norte fuertemente subvencionadoscondujo a reducir la producción local en muchospaíses del Sur y a incrementar su dependencia ali-mentaria, al tiempo que introducía hábitos de con-sumo occidentales mucho menos sostenibles quelos autóctonos (Sutcliffe, 1996).

Por otro lado, la exclusión de hecho de los pro-ductos textiles y prendas de vestir de las normasgenerales del GATT y su tratamiento a través delAcuerdo Multifibras (AMF) constituye una flagrantediscriminación negativa contra las economías delTercer Mundo. El AMF restringe el acceso del textily ropa del Sur a los mercados del Norte, protegi-dos mediante contingentes bilaterales que limitan lacantidad que puede acceder a cada mercado desdecada país.

El AMF se introdujo en 1974 como medida coyun-tural para evitar el desorganización del mercado,pero tras sus cuatro años de vigencia original fueprorrogándose hasta la celebración de la RondaUruguay, a la que de hecho ha sobrevivido. ElAMF ha sido la “zona gris” por excelencia delGATT, puesto que atentaba contra su letra y suespíritu, al aplicar contingentes de manera per-

manente y violar el principio de no discrimina-ción entre “partes contratantes”. Y esto en el sec-tor por el que han comenzado su industrializa-ción numerosos países y en el que, gracias a surelativa intensidad en mano de obra (sobre todola confección), muchos países del Tercer Mundoresultan competitivos debido a sus bajos salarios(Dicken, 1998).

1.3. La marginación del Suren el comercio mundial

Si a la dependencia económica fruto del imperialis-mo unimos las asimétricas reglas del GATT, seentiende mejor por qué sólo una decena de paísesdel Sur, los que durante las últimas décadas delsiglo XX han conseguido convertirse en grandesexportadores de manufacturas, han incrementadosu participación en el comercio internacional. Enparticular, las economías asiáticas que han conse-guido dar el salto hacia productos de mayor conte-nido tecnológico con el apoyo de estrategias guber-namentales de industrialización orientada a laexportación (Casado y Carrera, 1998). Mientras, lainmensa mayoría de las economías del Tercer Mun-do han ido quedando progresivamente marginadasde los mercados mundiales. Aunque, eso sí, acom-pañadas desde los años noventa en su exclusiónpor las llamadas economías “en transición” del Estede Europa.

En efecto, como se observa en el gráfico 1, entre1950 y 1970 el peso de las economías del Sur en eltotal de las exportaciones mundiales pasó del 33%al 19%, mientras que la parte del Norte subía des-de el 61% hasta el 72% (UNCTAD, 1999). Luego, alo largo del periodo de restructuración de la eco-nomía mundial abierto a comienzos del decenio delos setenta, la participación del Sur ascendió nota-blemente hasta suponer el 29% de las exportacio-nes mundiales en 1999, descendiendo la de los paí-ses del Norte al 67% a finales de siglo.

Pero, en este periodo el mayor descenso relativoha correspondido a las economías “en transición”del Este de Europa, que han pasado de representaren torno al 8 ó 9% de las exportaciones mundialesentre 1970 y 1985 al 5% de 1990, para ser holga-damente menos del 4% durante la segunda mitad

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de los años noventa (UNCTAD, 2000a). Se trata deun descenso sólo comparable al de su renta percapita durante su dura “transición” hacia la econo-mía de mercado (FMI, 2000).

Conviene por tanto tener presente que para los paí-ses del Este de Europa y la ex-URSS la apertura alcomercio internacional ha supuesto una tremendacaída en su participación en los mercados mundia-les, puesto que sus importaciones han seguido unaevolución similar a la de las exportaciones. Hanpasado de comerciar fundamentalmente entre ellos,en el seno del CAEM (Consejo de Ayuda Económi-ca Mutua) bajo el liderazgo soviético, a intercam-biar mercancías con el resto del mundo (esencial-mente la Unión Europea) pero en mucho menorcuantía. Es decir, a asumir como perdedores losgrandes “retos y oportunidades” que asegura la glo-balización de los mercados a quienes se integranen ellos y tienen poco que ofrecer.

En cambio, los países del Sur en su conjunto pare-cen haber conseguido aprovechar la situación a sufavor. Pero no es así. Tal y como se ve en los grá-ficos 2 y 3, sólo unos pocos países del Tercer Mun-do han aumentado su participación en el comerciointernacional, los “exportadores de manufacturas” onuevos países industrializados (NPI), mayoritaria-mente ubicados en Asia, al igual que China, el otrogran triunfador en la lucha por los mercados inter-nacionales.

En efecto, en veinte años China ha triplicado supresencia en las exportaciones mundiales, en lasque en 1999 supone el 3,6% del total, y ha quintu-plicado su peso en las exportaciones de manufac-turas, pasando de representar el 0,8% del total en1980 al 4,1% actual. Por su parte, los seis NPI asiá-ticos considerados por la OMC (Corea, Taiwan,Hong Kong, Singapur, Malasia y Tailandia) triplica-ron su presencia en las exportaciones mundialesentre 1973, cuando representaban el 3,4% del total,

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01950

Norte en transición Sur

1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 1999

Fuente: UNCTAD.

Gráfico 1Participación en las exportaciones mundiales de las economías del Norte,

“en transición” y el Sur (porcentajes)

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1950

Exportadores de petróleo Exportadores de manufacturas “Países menos avanzados”

1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 1999

Fuente: UNCTAD.

Gráfico 3Participación en las exportaciones mundiales de ciertas categorías de países del Sur (porcentajes)

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América Latina África Asia

1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 1999

Fuente: UNCTAD.

Gráfico 2Participación de las regiones del Sur en las exportaciones mundiales (porcentajes)

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y 1999, año en el que suponen el 10%. Y este por-centaje es superior en lo que se refiere a las expor-taciones de manufacturas (14,9%), incluso cuandose descuentan las enormes “reexportaciones” deHong Kong y Singapur, que en conjunto suponenel 4,4% del total mundial.

También ha sido espectacular el crecimiento de lasexportaciones de México, fundamentalmente debi-do a la industria maquiladora4, que supone casi lamitad de sus exportaciones: ha pasado de ser el0,2% de las exportaciones mundiales de manufac-turas en 1980 a representar el 2,8% en 1999. Dehecho, desde comienzos de los años noventa Méxi-co ha desbancado a Brasil, el otro “nuevo paísindustrializado” de la región aunque ahora sólosuponga el 0,6% de las exportaciones mundiales demanufacturas, como primer exportador de AméricaLatina. En total, estos nueve países suponen actual-mente el 22,4% de las exportaciones mundiales de

manufacturas y el 91,7% de las exportaciones demanufacturas del Tercer Mundo (OMC, 2000b).

Sin embargo, la inmensa mayoría de las economíasdel Sur han disminuido su cuota en el comerciomundial. Aunque los países exportadores de petró-leo consiguieron aumentarla coyunturalmente entre1974 y 1985 gracias a la subida de los precios delcrudo (Gráfico 4), luego han seguido la tendenciageneral, de manera que hoy en día representan unaproporción del comercio mundial (4,9%) notable-mente menor que hace cincuenta años (7,3%) oque antes del primer “choque petrolífero” (6,1% en1970). Y en el caso extremo de los eufemística-mente llamados “países menos avanzados”, prototi-po de economías primario-exportadoras, el descen-so es tan acusado que desde comienzos de losaños 1990 entre estos 48 países apenas alcanzan aser el 0,4% del valor de las exportaciones mundia-les, siete veces menos que en 1950.

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4 Por industria “maquiladora” se conoce en México, América Central y el Caribe un fenómeno también muy presente en Asia y en algún país del Norte de África, el de las“zonas francas” industriales (o “zonas económicas especiales” en China, donde también desempeñan un papel decisivo en sus exportaciones). Se trata básicamente de unregimen de franquicia arancelaria a las importaciones destinadas a la elaboración y/o ensamblaje de mercancias para la exportación, técnicamente denominado “tráfico deperfeccionamiento”. Actualmente hay más de 850 zonas francas en el Tercer Mundo y aunque contribuyen a aumentar las exportaciones de algunos países de manera deci-siva (OMC, 2000a), las condiciones laborales en ellas son motivo de constante preocupación (OIT, 1998).

Gráfico 4Precios reales de materias primas, 1900-2000

1900 1920 1940 1960 1980 2000

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Fuente: Banco Mundial

Índice, 1900 = 100

productos no petrolíferos

petróleo

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A ello ha contribuido notablemente el descensodel precio real de las materias primas no petrolífe-ras, que es ahora dos tercios menor que a comien-zos del siglo XX y la mitad que hace dos décadas(Gráfico 4). Y también se debe a que el aumentode las exportaciones de productos manufactura-dos, cuyo volumen es 36,4 veces mayor en 1998que en 1950, ha sido mucho mayor que el de lasmaterias primas en las que están especializadas suseconomías. En efecto, las exportaciones de lasindustrias extractivas son ahora 8,2 mayores quehace cinco décadas, y las de los productos agríco-las sólo se han multiplicado por 5,5 en el mismoperiodo (OMC, 2000b).

Pero es que incluso en la exportación de produc-tos básicos los países del Sur han cedido terrenofrente a los del Norte. Entre 1970-72 y 1996-97 laparte de los países del Norte ha aumentado desdeel 59% hasta el 65%, mientras que la cuota del Sur

ha bajado del 32% al 27% del total mundial. Estoha ocurrido de manera más marcada aún en el casode los países más pobres del Tercer Mundo, queson precisamente los más dependientes de lasmaterias primas. Así, la parte en las exportacionesmundiales de productos básicos de los 48 PMA hapasado en el mismo periodo del 4,7% al 1,2%(Megzari, 2000).

Y algo parecido sucede con África, en la que losproductos básicos representan cerca de las trescuartas partes de sus exportaciones (para veintepaíses más del 90%), que ha visto descender supeso en las exportaciones mundiales de materiasprimas desde el 8,6% de 1970-72 hasta el 3% de1996-97. Este descenso le ha supuesto a Áfricadejar de ingresar 42 millardos de dólares más alaño por sus exportaciones, casi tres veces más quela ayuda oficial al desarrollo recibida por el conti-nente en 1998 (Megzari, 2000).

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El principal impulso para la celebración de la octa-va ronda del GATT provino desde comienzos delos años ochenta de la administración Reagan, queconsiguió ampliar los objetivos tradicionales paraincluir nuevos temas de negociación. Pero, debidoa los desacuerdos entre las potencias comercialesde ambos lados del Atlántico, la nueva ronda nocomenzó hasta 1986 en Punta del Este (Uruguay),con la pretensión de acabar cuatro años más tarde.Y por el mismo motivo las negociaciones no con-cluyeron hasta el 15 de diciembre de 1993, firmán-dose el acuerdo definitivo en Marrakech (Marrue-cos) en abril de 1994 por representantes del másalto nivel de 124 países y de la Unión Europea(Díaz Mier, 1996).

En el primer epígrafe de este apartado se valorandesde la perspectiva del desarrollo del Sur las nue-vas reglas del juego comercial mundial, resultadode los acuerdos de la Ronda Uruguay, que incor-poran al GATT temáticas previamente excluidas,como la agricultura y los textiles, y se extienden acampos como el comercio de servicios y la propie-dad intelectual, al tiempo que reducen el trato pre-ferencial. Y en el segundo se analiza cómo la Orga-nización Mundial de Comercio, gracias a su capaci-dad de sancionar efectivamente en caso de incum-plimiento de sus reglas, se ha convertido en casade acogida de todo tipo de asuntos económicosmás o menos “relacionados con el comercio”.

2.1. Las novedades de la RondaUruguay y el desarrollodel Tercer Mundo

Agricultura

La inclusión de la agricultura en las negociacionesde la Ronda Uruguay se debió fundamentalmente auna confluencia de intereses entre los grandes pro-ductores de alimentos de la “zona templada” (cere-ales, carne, lácteos...). En un contexto de altos défi-cits presupuestarios, los elevadísimos niveles deayuda interna (aproximadamente el 60% del valorde la producción agrícola en los países de la OCDEen 1986-88) y las costosas subvenciones a la expor-tación para colocar los excedentes en los mercadosmundiales resultaban cada vez menos soportablespara las economías del Norte (FAO, 2000). Por ello,haciendo de la necesidad virtud, reconocieronentonces que la ayuda interna tenía importantesconsecuencias en el comercio internacional y quehabía llegado el momento de liberalizar el sector.

Ahora bien, la Unión Europea buscaba una libe-ralización más gradual que la propuesta por Esta-dos Unidos. Estos contaban con el apoyo de lospaíses del Grupo de Cairns, autodefinidos como“exportadores eficientes” (capaces de competir sinsubvenciones) de productos agrícolas, compuestopor Canadá, Australia y Nueva Zelanda acompaña-

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2. LOS ACUERDOS DE LA RONDA URUGUAYY LA CREACIÓN DE LA OMC

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dos por una docena de países del Tercer Mundo. Yes que las reformas de la política agraria comúnson fruto de difíciles equilibrios en el seno de laUE, que desde los años noventa defiende que la“multifuncionalidad” de la agricultura impide avan-zar más rápido y llegar tan lejos en la liberalizacióndel sector como algunos pretenden. Como resulta-do, se acordó una adecuación gradual de la agri-cultura a las normas del GATT, estableciendo pla-zos para la disminución de las ayudas internas, laampliación del acceso a los mercados mediante laarancelización y progresivo recorte de la protec-ción, y la limitación de las subvenciones a la expor-tación (ONU, 1995).

Los exportadores eficientes del Sur integrados en elgrupo de Cairns (Argentina, Brasil, Chile, Colombia,Paraguay, Uruguay; Sudáfrica; Indonesia, Filipinas,Malasia, Tailandia y Fiji) se quejan de que la libe-ralización conseguida para sus productos agrícolasde zona templada es lenta y escasa. Por ello noresulta extraño que EEUU haya conseguido el apo-yo de la mayoría de las economías de América Lati-na y del Pacífico Asiático (con las notables excep-ciones de Japón y Corea) para su actual posiciónnegociadora de avanzar hacia la liberalización total.Ahora bien, EEUU sabe que, debido a la oposiciónde la UE, nunca se llegará a ese extremo, puessería incompatible con la realidad agrícola estadou-nidense (Trápaga, 2000). Con todo, cara a futurasnegociaciones que profundicen en la reducción dela protección tradicional del sector agrícola, los paí-ses del Sur deben vigilar las reglas que se esta-blezcan sobre barreras técnicas y medidas sanitariasy fitosanitarias, puesto que su papel en el protec-cionismo agrícola será cada vez más importante(Panagariya, 2000).

Pero otros muchos países del Tercer Mundo semuestran contrariados tanto con el contenido de losacuerdos, que obedecen a los intereses de EEUU yla UE, como con su posterior aplicación. Y es queen los acuerdos sobre agricultura de la Ronda Uru-guay hubo ganadores y perdedores (WEDO, 1995b).Entre estos últimos destacan los pequeños produc-tores, particularmente el campesinado pobre de las

economías del Sur, y los países del Tercer Mundoimportadores netos de alimentos, lo que supone unagrave amenaza para la seguridad alimentaria demuchos millones de personas (FAO, 1999a).

De hecho, al finalizar la Ronda Uruguay, en 1994se aprobó una Decisión ministerial en Marrakechsobre medidas referentes a los posibles efectosnegativos de sus acuerdos relativos al sector agrí-cola en los países menos adelantados (PMA) y enlos importadores netos de alimentos, prometiendouna asistencia técnica y financiera que nunca hasido efectiva. Por eso los PMA, 48 de los paísesmás desheredados del planeta5, piden la elimina-ción de las barreras no arancelarias (en especial,medidas sanitarias y fitosanitarias) que limitan elacceso de sus productos agrícolas a los mercadosdel Norte, y solicitan también la exención de loscompromisos sobre ayudas internas y subsidios a laexportación. Y además insisten en la transferenciareal de recursos y asistencia técnica para afrontarsu creciente factura por importación de alimentos(UNCTAD, 1999c).

Es decir, pierden ahora con la progresiva liberaliza-ción del sector, que encarece sus importacionesdebido a la disminución de las subvenciones a laexportación del Norte (Panagariya, 2000), los mis-mos que llevaban perdiendo desde que la agricul-tura quedó al margen de las reglas del GATT y nopudieron aprovechar entonces sus ventajas compe-titivas. Por eso la FAO (Organización de NacionesUnidas para la Agricultura y la Alimentación) con-sidera que el proceso de reforma del comerciointernacional debe respetar la necesidad de los paí-ses del Tercer Mundo de dar prioridad a su propiosector agropecuario. Esto es particularmente impor-tante en los países más pobres importadores netosde alimentos, en los que fortalecer la agricultura esla forma más segura y veloz de combinar creci-miento económico con mitigación de la pobreza yseguridad alimentaria (FAO, 1999b).

Textil y confección

El Acuerdo Multifibras, que ya era la “zona gris”por excelencia del GATT, va a sobrevivir hasta el

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5 Bajo el eufemismo de paíse menos avanazados, Naciones Unidas engloba a 48 países (33 africanos, 9 asiáticos, Haití en el Caribe y 5 islas del Pacífico) que se caracterizanpor su extrema pobreza y/o problemas derivados de la insularidad o la mediterraneidad (falta de acceso al mar). En ellos viven actualmente 614 millones de personas (UNC-TAD, 2000b).

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año 2005 en el seno de la OMC. En efecto, lo acor-dado en la Ronda Uruguay es desmantelar “progre-sivamente” el AMF, incorporando el textil y la con-fección a las reglas del GATT/OMC a lo largo dediez años divididos en tres etapas6. Durante esteperiodo transitorio EEUU y la UE pueden elegir losproductos cuyo acceso a sus respectivos mercadosvan liberalizando gradualmente.

Eso está suponiendo en la práctica que primero sevaya permitiendo el acceso libre de contingenta-ción de aquello productos que ya entraban libre-mente en dichos mercados, por lo que no es deextrañar el descontento de los países del Sur (Khor,2000b). Así por ejemplo, en el calendario estableci-do por EEUU en 1996 se ha dejado para el final de2004 la liberalización de productos que suponen el70% del valor de sus importaciones. Pero es que,además, la total integración del sector a la discipli-na del GATT pasa también por los términos en quese de la incorporación de China a la OMC, ya queeste país mantiene acuerdos bilaterales sobre texti-les y confección con las economías del Norte (Dic-ken, 1998). Y es que China es actualmente el prin-cipal exportador mundial en ambos subsectores,representando en 1999 el 8,8% de las exportacionesde textiles y el 16,6% de las de prendas de vestir(OMC, 2000b).

Además, otros cálculos indican que la liberalizaciónefectiva del sector fruto de los acuerdos de la Ron-da Uruguay va a ser todavía menor que la anun-ciada por EEUU y la UE, los dos principales impor-tadores mundiales. Así, la Oficina Internacional deTextiles y Vestido, manejando los datos disponiblesel segundo semestre de 2000, considera que endiciembre de 2004 sólo el 21% del volumen y delvalor de los productos importados desde países delTercer Mundo por la Unión Europea que estabanbajo restricción en 1995 será integrado en las reglasnormales de la OMC. Y en el caso de EEUU, sóloel 19,5% de los productos restringidos en diciembrede 1994, cuyo valor corresponde al 15% del total,estará plenamente integrado en la OMC diez añosmás tarde. Así que, a no ser que se produzca unenorme milagro durante la noche que transcurriráentre el 31 de diciembre de 2004 al 1 de enero de

2005, los regímenes de cuotas a la importaciónseguirán en vigor, perpetuando las restricciones alacceso a los mercados europeo y estadounidensede los textiles y la confección del Sur (Raghavan,2000b).

Servicios

La inclusión del AGCS en la OMC se hizo pasandopor alto lo inapropiado del término “comercio”internacional aplicado a los servicios. En esteacuerdo se consideran cuatro modos de suministrointernacional de servicios: el comercio transfronte-rizo, que normalmente requiere el movimiento deinformación; el movimiento de los consumidores;el establecimiento de una presencia comercial en elextranjero; y el movimiento de personas físicas. Ysegún se definen, la mayoría de los servicios estáincorporado en sus “proveedores”, de manera quesus transacciones internacionales no se puedendisociar en muchos casos de los movimientos depersonas o de capital. Además, tampoco se cuentacon datos estadísticos compatibles con la complejadefinición de comercio de servicios adoptada,puesto que los suministrados por el FMI con baseen las balanzas de pagos, además de ser incomple-tos, se basan en una concepción de transaccionesinternacionales diferente a la del AGCS. (VenturaDias, 1997).

Pero, a pesar de ello, las economías del Norte,encabezadas por EEUU, tenían prisa para avanzaren la liberalización de los servicios, aunque hubie-ra que sacrificar la profundidad del acuerdo en arasa la amplitud de su cobertura. El objetivo era con-seguir un acuerdo sobre servicios tan amplio comofuera posible para desarrollar en él negociacionesposteriores en un marco multilateral poderoso,como es el de la OMC con su sistema de soluciónde diferencias (Fernández Martos, 2000). Y dehecho, el AGCS resultante es un acuerdo marcoque ha de irse rellenando mediante negociacionessectoriales.

Ese interés de muchos países del Norte es plena-mente coherente con las posibilidades de ampliar sucuota de mercado en el comercio mundial de servi-

21

6 En la primera etapa (1995-98) se integrarían en el GATT el 16% de las posiciones arancelarias, en la segunda (1998-2002) un 17% y en la tercera etapa (2002-04) el 18%desde 2002, seguido por el 49% final antes de acabar el 2004 (Dicken, 1998).

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cios, un sector en el que gozan de una posicióndominante. En 1999, el 74,7% de las exportacionesmundiales de servicios procede de las economías delNorte, mientras que el Norte solamente supone el71,7% de las importaciones de servicios. Estas cifrasmuestran una concentración geográfica todavíamayor que la correspondiente al comercio de mer-cancías (OMC, 2000b). Aunque, en claro contrastecon lo que ocurre en éste, Estados Unidos tiene unsistemático superávit en el comercio de servicios yJapón un déficit estructural, lo que explica el mayorempeño de EEUU en la apertura del sector.

Además se trata de un sector en expansión, no sóloen el interior de cada país desarrollado, donde laterciarización de la economía es evidente, sino anivel internacional. Ahora bien, esto no se refleja demanera muy clara en las deficientes estadísticas dis-ponibles sobre el comercio internacional de servi-cios. En efecto, aunque la prestación transfronterizade servicios apenas ha aumentado como porcentajedel comercio mundial de bienes y servicios desde el21% de 1970 hasta el 22% de 1998, su composiciónha variado. Las exportaciones de servicios a lasempresas, que engloban los renglones más dinámi-cos del sector terciario, han crecido mucho más rápi-do que las de tranportes y viajes, especialmente des-de los años ochenta, y también a mayor velocidadque el comercio de mercancías. Y esta exportacióndel subsector más dinámico está muy concentradaen los países del Norte, en los que los servicios a lasempresas suponían en 1995 el 88% del total de susexportaciones de servicios (Zurbano, 2000).

Así que se trata de un sector y un marco en el quelas economías del Sur tienen muy poco que ganar ymucho que perder. Porque, por un lado, los paísesdel Tercer Mundo tiene escasas perspectivas de ganarmercados en los servicios que se van liberalizandosiguiendo las directrices del Acuerdo General sobreComercio de Servicios, que son los que más intere-san a las economías del Norte. Y por otro, las reglasaprobadas en la Ronda Uruguay excluyen la movili-dad de la mano de obra de su agenda liberalizado-ra, dejando bien a las claras que la globalizaciónneoliberal a cuyo servicio se redactaron no incluyelas migraciones internacionales, por inconsecuenteque esto sea respecto al ideario del que parte.

De hecho, el AGCS enseguida se concretó enacuerdos para la liberalización de los servicios

financieros y las telecomunicaciones. Y es evidenteque en esos sectores son empresas radicadas en lospaíses del Norte quienes están ganando mercadosen los países del Sur y no al revés, dada la inca-pacidad de sus empresas para competir con las delNorte. Por tanto, los beneficios no han sidomutuos, simplemente porque bajo esas reglas esimposible que lo sean: no hay reciprocidad posi-ble; se ha dado algo a cambio de nada.

Y por lo que a las migraciones se refiere, en el ane-xo del AGCS que se ocupa del movimiento de laspersonas físicas a través de las fronteras se especi-fica la exclusión de las medidas que afecten a laciudadanía, la residencia o el empleo con carácterpermanente. De hecho, la mayoría de los paísessólo ofrece libertad de movimiento al personaldirectivo de las empresas (ONU, 1995). Esto supo-ne una evidente discriminación de la fuerza de tra-bajo frente al movimiento irrestricto de los capita-les relativos al suministro de servicios. En efecto,los artículos XI y XVI del AGCS disponen que nose aplicarán restricciones a los pagos por transac-ciones corrientes referentes a compromisos secto-riales específicos, que no se restringirán las tran-sacciones de capital aunque no tengan que ver concompromisos sectoriales específicos, y que los paí-ses están obligados a permitir movimientos de capi-tal a través de sus fronteras si se trata de una par-te esencial del movimiento de servicios cubiertopor compromisos sectoriales específicos. Pero noexiste nada similar en materia de movimientos demano de obra (Lal Das, 2000).

Por eso, cuando ha comenzado a debatirse elAGCS-2000 bajo la premisa de “promover los inte-rese de todos los participantes para que los bene-ficios resulten mutuos”, además de garantizar “elequilibrio general entre derechos y obligaciones”sólo cabe esperar más de lo mismo. Porque la reci-procidad es aún más difícil en el sector serviciosque en el de bienes, ya que las diferencias de par-tida son todavía mayores. Y porque los sectorescuya liberalización se busca incluyen un conjuntode servicios tradicionalmente suministrados por elsector público, como la enseñanza, la sanidad y elagua, que ahora se pretende abrir a las empresasprivadas extranjeras. Esto reforzaría lo que ya havenido ocurriendo en muchos países del Sur some-tidos a programas de ajuste estructural del Banco

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Mundial y el FMI, donde las privatizaciones de ser-vicios públicos están contribuyendo a ensanchar labrecha entre ricos y pobres, excluidos de hecho dela cobertura de derechos sociales fundamentales.

Por ello, y como mínimo, en esas negociacionesdeberían pasar a primer plano las escasas mencio-nes que hay en el AGCS a proporcionar un tratomás favorable a los países del Tercer Mundo. Enconcreto, el artículo XIX del AGCS establece quelos países en desarrollo pueden comprometerse aliberalizar menos sectores y a realizar menos tran-sacciones, por lo que una manera de reducir elactual desequilibrio sería que el Norte liberalizaraservicios de interés para los países del Sur sin queestos tuvieran que asumir nuevos compromisos.Además, en virtud del artículo IV del AGCS, queindica el modo de promover una mayor partici-pación de los países en desarrollo en el comerciode servicios, los países del Tercer Mundo podríanelegir los sectores que les resultan interesantes y eltipo de restricciones que proponen eliminar o sua-vizar (Lal Das, 2000).

Y un sector o modo de exportación de serviciosde particular interés para muchos países del Sures el libre movimiento de la mano de obra (UNC-TAD, 1999c). Pero para liberalizarlo haría faltauna voluntad política que los gobiernos del Nor-te no parecen dispuestos a manifestar. Así que, enel comercio de servicios, para las economías delTercer Mundo los retos son bastante más visiblesque las oportunidades.

Propiedad intelectual

El panorama no mejora cuando se mira desde elSur al Acuerdo sobre Derechos de la PropiedadIntelectual relacionados con el Comercio. El ADPICestablece un periodo de cinco años para que lospaíses del Sur adapten su legislación nacional aunas normas mínimas sobre patentes, que debenproteger durante 20 años innovaciones tanto deproceso como de producto, derechos de autor ymarcas registradas. Como excepción, cuando sevean obligados a contar con una ley de patentespara sectores que previamente carecían de protec-ción, tienen cinco años más para hacerlo, hasta el2005 (Tussie, 1997). La aplicación efectiva delADPIC representa en muchos casos una sangría derecursos del Sur hacia el Norte y en otros, como el

sector farmacéutico, supone simple y llanamente ladenegación de hecho del derecho a disfrutar deuna vida sana. Y es que la protección de la pro-piedad intelectual en los términos vigentes en lospaíses del Norte, que el ADPIC extiende al conjun-to de los miembros de la OMC, es cuando menosdiscutible desde más de un punto de vista.

En primer lugar, hay que aclarar que incluso desdeel punto de vista liberal existen argumentos para sos-tener que el acceso al conocimiento debe ser libre,ya que históricamente los derechos de propiedadintelectual que se desarrollaron con el capitalismo sevinculan con las ideas de monopolio y privilegio. Porello, no parece muy coherente con los principiosbásicos que inspiran la OMC, en virtud de los cualesla liberalización del comercio beneficia a todos, pro-teger la propiedad intelectual. Claro que los princi-pios pueden dejar paso al pragmatismo y argumen-tarse que no habría gastos en investigación si no die-ran lugar a un beneficio económico. Así, convencio-nalmente se sostiene que la protección de la propie-dad intelectual de manera temporal supone un equi-librio entre incentivar la creatividad y defender elbien común (Quéau, 1999).

En segundo lugar, hay que subrayar que la privati-zación del conocimiento y su correlativa concentra-ción en manos de un reducido número de empre-sas multinacionales marcan el sentido de la investi-gación científica y tecnológica hacia lo rentable, endetrimento de lo necesario. Y apropiarse de algoque necesariamente descansa sobre el conocimien-to acumulativo y público adquirido por la humani-dad durante miles de años para ponerlo al serviciode una parte muy pequeña de ésta remite a la ima-gen del pirata, o mejor a la menos romántica delvulgar ladrón. Porque hacer un uso legítimo de loque pertenece al conjunto de la humanidad requie-re ponerlo al servicio de toda ella, no sólo de suminoría más pudiente. Además, tampoco es ciertoque la creatividad sólo se de si puede generarbeneficios y está protegida por derechos de pro-piedad intelectual: la mayoría de las grandes inno-vaciones que ha conocido la humanidad se hadesarrollado en otro contexto. Y tampoco estádemostrado que las patentes estimulen la inven-ción, aunque es evidente que entorpecen el avan-ce de las investigaciones que compiten con su pro-pietario (Shiva, 1994 y 1998).

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En tercer lugar, todas las dudas se acentúan cuan-do se asiste, con el ADPIC y el potente sistemasancionador de la OMC como telón de fondo, aun crecimiento desproporcionado de las patentesy a la continua extensión de lo patentable: desdelas bases de datos a los seres vivos, como micro-organismos y material genéticamente modificado(WEDO, 1995c). Así, entre 1979 y 1997 el núme-ro de solicitudes de patentes en la OMPI pasó detres mil a más de cincuenta y cuatro mil. Y sesabe que el 97% de las patentes mundiales perte-necen a empresas radicadas en los países delNorte, lo que marca totalmente las prioridades enla investigación, que quedan muy lejos del interésgeneral o el bien común. De ese modo, durantelos últimos veinte años, la constante privatizaciónde la investigación, la liberalización comercial yfinanciera, y el refuerzo de los derechos de lapropiedad intelectual han confluido marginandocada vez más a una parte muy importante de lapoblación mundial, que está excluida de los pre-suntos beneficios generalizados de esta peculiar“globalización” (PNUD, 1999).

Y las patentes sobre seres vivos o formas de vida,además de los problemas éticos que suscitan, atentancontra los intereses sociales y económicos del TercerMundo. El artículo 27.3 del ADPIC permite a los paí-ses prohibir las patentes sobre vegetales y animales,pero obliga a consentir las patentes sobre microorga-nismos, variedades vegetales y procesos microbioló-gicos; o sea, sobre formas de vida. Pero los materia-les biológicos se descubren, no se inventan. Y deacuerdo con un principio básico de la legislaciónsobre patentes desarrollada desde la revoluciónindustrial para proteger la propiedad industrial, sólolos inventos son susceptibles de ser patentados, nolos meros descubrimientos. Además, el ADPIC facili-ta cobertura para la biopiratería de las empresas mul-tinacionales del Norte, que patentan materiales bio-lógicos y conocimientos tradicionales del campesina-do del Sur7. Esto entra en clara contradicción con laConvención de Naciones Unidas sobre Biodiversidad,que establece el derecho de las comunidades indíge-nas a compartir los beneficios resultantes del uso delos recursos genéticos (Khor, 2000c).

De hecho, las dudas han llegado hasta el punto deque una resolución de la subcomisión de NacionesUnidas para la Protección y la Promoción de losDerechos Humanos de agosto de 2000 adviertasobre los consecuencias negativas que para losderechos de las personas, la salud y la alimentacióntendría la aplicación del actual ADPIC, por lo queexige su modificación. Con base en las convencio-nes de la ONU sobre derechos económicos, socia-les y culturales, y en la relativa a la biodiversidad,dicha resolución proclama la primacía de los dere-chos humanos sobre las políticas económicas, y enparticular denuncia el conflicto existente entreestos y los derechos de la propiedad intelectual taly como se recogen en el ADPIC (ATTAC, 2000).

El ejemplo de la industria farmacéutica muestrabien a las claras la diferencia entre justificar laspatentes en virtud del bien común y actuar enbeneficio propio con total desprecio por el interésgeneral. Porque ni siquiera es cierto que laspatentes sean el imprescindible pago por el altocosto de la investigación necesaria para desarrollarnuevos fármacos. Para empezar porque esos datosse mantienen en secreto, y los pocos que se publi-can son contradictorios, lo que no es de extrañar,ya que en muchos casos la mayor parte de la inves-tigación ha sido pagada por el dinero público(Hoen, 2000). Por ejemplo, la patente del AZT per-tenece a la multinacional Glaxo, pero toda la inves-tigación que lo convirtió en el primer antirretroviraldisponible para combatir el VIH/SIDA corrió a car-go de un organismo público, el Instituto Nacionalde la Salud de EEUU (Palast, 2000).

Además, la investigación de esas empresas no secanaliza hacia las enfermedades de los pobres, yaque su escaso poder adquisitivo implica poconegocio potencial. Así, resulta que sólo el 0,2%de la investigación y el desarrollo tecnológicorelacionados con la salud a nivel mundial se dedi-ca a la neumonía, la diarrea y la tuberculosis, tresenfermedades relacionadas con la pobreza quesuman el 18% de la carga mundial de enfermeda-des (PNUD, 1999). O que solamente el 13% delos 1.223 nuevos medicamentos registrados entre

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7 Por eso, las ONG agrupadas en la Red del Tercer Mundo concretan que deberían prohibirse expresamente las patentes sobre biorrecursos o conocimientos pirateados alSur; descubrimientos relativos a microorganismos, cadenas celulares, genomas, genes (incluidas cadenas celulares y genomas humanos y secuencias), que ocurren natural-mente; organismos genéticamente modificados (OGM) y técnicas y modelos transgénicos: y técnicas de clonación. En parecidos términos se expresa la Declaración de Seat-tle de los Pueblos Indígenas, que puede encontrarse en [email protected], o en versión resumida en la Revista del Sur nº 99/100, de enero-febrero de 2000, pp. 18-19.

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1975 y 1997 sirvan para tratar enfermedades tro-picales, y que apenas cuatro fueron desarrolladosa partir de la investigación de la industria farma-céutica (Hoen, 2000).

Así también se explica que el único medicamentoeficaz para luchar contra la “enfermedad del sueño”en su estado avanzado haya dejado de fabricarsedesde comienzos de los años noventa por la multi-nacional propietaria de su patente, dado que lastreinta mil personas que contraen la enfermedadcada año carecen de interés comercial (Hoen,2000). Ello es posible por el control monopolísticodel sector por parte de un puñado de grandesempresas multinacionales, fruto de un aceleradoproceso de concentración mediante fusiones yabsorciones. Esas mismas empresas promueven laaplicación del régimen de patentes del ADPIC pararestringir el derecho de los países del Tercer Mun-do a la producción, comercialización e importaciónde copias de bajo coste de medicamentos esencia-les (“genéricos”), lo que aumenta los precios yreduce aún más el ya limitado acceso de los pobresa remedios vitales.

Hasta ahora muchos países del Tercer Mundo, yalgunos del Norte, anteponiendo la salud pública albeneficio privado, han tenido un régimen depatentes sobre medicamentos muy poco proteccio-nista. Por ejemplo, protegiendo los procesos deproducción de fármacos pero no los productosfinales. De hecho, antes de entrar en vigor elADPIC, había más de cincuenta países que no con-cedían derechos de patente sobre productos farma-céuticos (Oh, 2000). En ese contexto surgieronempresas fabricantes de medicamentos genéricosmuy eficaces en países como la India, Tailandia,Egipto, Sudáfrica, Brasil o Argentina, capaces deproducir medicinas mucho más baratas que las ori-ginales. Esto les ha permitido reducir su depen-dencia de la importación e incluso exportarlas aotros países pobres, como los de África Subsaha-riana, en los que en muchos casos han supuestouna auténtica tabla de salvación.

Pero ahora, gracias al ADPIC y a la colaboración degobiernos como el de EEUU, Argentina, Brasil,Egipto e India se enfrentan a la amenaza de san-ciones comerciales por no respetar las patentes delas grandes multinacionales farmacéuticas. Y elescarmiento ejemplificante alcanza incluso a la

República Dominicana, amenazada por EstadosUnidos con la retirada de las preferencias comer-ciales a su sector textil, por no cumplir con lasdemandas de PhARMA (Pharmaceutical Researchand Manufacturers of America), uno de los gruposde presión más potentes del mundo.

Por si fuera poco, resulta que las escasas medidasde salvaguardia previstas en el ADPIC son muydifíciles de llevar a la práctica, entre otras cosasporque son ferozmente contestadas por las multi-nacionales farmacéuticas. Se trata de las importa-ciones paralelas, que suponen la compra del fár-maco en otro país donde es más barato, y de laslicencias obligatorias, que implican la concesión,en circuntancias excepcionales, de permiso de pro-ducción a un tercero sin necesidad del consenti-miento del propietario de la patente, aunque se ledebe pagar por ello (Oh, 2000).

Así, en Tailandia, donde hay casi un millón de per-sonas afectadas por el VIH/SIDA, a pesar de que unaempresa gubernamental produce AZT desde 1995por la cuarta parte de la versión importada, sólo un5% puede comprar otro de los antirretrovirales quecomponen el “cóctel” necesario, ya que está sujeto apatente de una multinacional estadounidense (Hoen,2000). Y conviene recordar que Tailandia sufrió pre-siones del gobierno de EEUU desde comienzos delos noventa para que desistiese de aplicar las impor-taciones paralelas y de otorgar licencias obligatorias.Estas presiones consistieron primero en la amenazade impedir sus exportaciones de textiles y másrecientemente en incrementar los aranceles para losproductos forestales y la joyería (Oh, 2000).

También en Sudáfrica, donde cuatro millones depersonas están infectadas por el VIH/SIDA, lo querepresenta el 10% de la población, los esfuerzos desu gobierno para suministrar medicamentos genéri-cos al amparo de la existencia de una emergenciasanitaria nacional se enfrentaron a amenazas desanciones comerciales por parte del gobierno deEEUU. Y aunque la presión interna y externa llevóa la administración Clinton a retiralas (Palast, 2000),una coalición de compañías multinacionales tomóel relevo, recurriendo ante los propios tribunalessudáfricanos la ley con base en una supuesta vio-lación del ADPIC (Oh, 2000). Ello cuando el preciodel mismo fármaco puede ser hasta 30 veces mayorsi está cubierto por una patente; o sea, la diferen-

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cia entre la vida o la muerte para muchas personaspobres de los países del Sur (Berlan, 2000).

Desgraciadamente no se trata de casos aislados oanecdóticos. Existe una campaña sistemática porparte de la gran industria farmacéutica del Nortepara que se aplique estrictamente la legislaciónsobre patentes del ADPIC, incluso en mercadosanteriormente considerados poco importantes. Ade-más, la próxima generación de medicinas, cada vezmás necesaria ante la decreciente eficacia de laactual, será todavía más inalcanzable para los 2.800millones de personas que sobreviven con menos dedos dólares al día (Banco Mundial, 2000a). Y es queuna aplicación estricta del ADPIC antepone clara-mente los beneficios del sector farmacéutico a lavida de las personas, de muchos millones de perso-nas: un tercio de la población mundial, entre ellasmás de la mitad de las personas que habitan las par-tes más pobres de África y Asia, no tiene acceso alos medicamentos esenciales (Hoen, 2000).

Algo parecido ocurre con las prioridades de las mul-tinacionales de la biotecnología, que dedican susesfuerzos de investigación y desarrollo a la comidade los ricos, no el hambre de los pobres. Así, llevanaños patentando semillas y productos agrícolas queson fruto de la experiencia y los conocimientosancestrales del campesinado de numerosos paísesdel Tercer Mundo, en lo que constituye una auténti-ca “biopiratería” (Shiva, 1998). Y amparadas por elADPIC, patentan ahora semillas genéticamentemodificadas cuya principal virtud es ser estériles, osimplemente prohiben la práctica tradicional de reu-tilizar sus semillas en la siguiente cosecha. Esto pue-de acabar comprometiendo el acceso al alimento demuchos millones de campesinos pobres, al tiempoque atenta contra el mantenimiento de la biodiversi-dad (Riechmann, 1999).

Por todo ello, muchos países del Tercer Mundopiden la modificación del ADPIC e incluso sacarlodel marco de la OMC, ya que ven en él un obstá-culo para su desarrollo y un peligro para elambiente, cuando no un atentado contra el dere-cho a la vida. Así, recuerdan que los países hoydesarrollados pudieron incorporar las tecnologíasexistentes sin tener que enfrentarse a un proteccio-nismo como el que exige el ADPIC, que además lesva a suponer un notable incremento en los pagospor el uso de tecnología y el alza del precio de

ciertos productos como los programas de computa-ción. Y también recuerdan que los derechos de lapropiedad intelectual tal y como los protege elADPIC legalizan la biopirateria y contribuyen a des-truir las formas tradicionales de producción agríco-la y acceso al alimento.

Por eso proponen que, mientras se renegocie elacuerdo, se prorrogue el periodo de gracia vigentehasta su plena aplicación (Khor, 2000a). Y para larevisión del ADPIC, el Grupo de África proponeque se deje claro que “no pueden patentarse vege-tales y animales, así como microorganismos y otrosorganismos vivos y sus partes; y que tampoco pue-den patentarse los procesos naturales que dan ori-gen a vegetales, animales o cualquier otro tipo deorganismo vivo”. Y añade que, en cambio, deberíapermitirse la protección de la innovaciones de lascomunidades indígenas y el campesinado del Ter-cer Mundo (Khor, 2000c).

Trato especial y diferenciado

Otra consecuencia de la Ronda Uruguay ha sido lapérdida por parte de los países del Sur de una par-te importante del trato especial y diferenciado delque gozaban explícitamente desde que en 1965 seañadió al GATT la parte cuarta, sobre comercio ydesarrollo, y que se reforzó en los años setenta conla Ronda Tokio. Ha desaparecido la flexibilidadpara consolidar los niveles arancelarios y para uti-lizar contingentes para hacer frente a desequilibriosde balanza de pagos, y eso precisamente cuando alos países del Norte se les permite usarlos en lossectores agrícola y textil. Y algo parecido ocurrecon las subvenciones, que se permiten para lainvestigación básica y el desarrollo, el perfecciona-miento de la mano de obra y la adaptación ecoló-gica, cuestiones todas ellas casi exclusivamenteaccesibles para las economías más desarrolladas,mientras se prohiben las destinadas a programas dedesarrollo económico, anteriormente autorizadas.

A ello hay que añadir la ya comentada reduccióndel margen de preferencia en el SPG, por lo queeste mecanismo apenas proporciona ventajas efec-tivas para acceder a los mercados del Norte. Encontraste, la apertura de las economías del Sur hasido muy importante, debido entre otras cosas a losprogramas de ajuste estructural aplicados desde los

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años ochenta, lo que se ha traducido en un impor-tante incremento de las importaciones de produc-tos de los países desarrollados.

Además, tal y como se ha señalado, tras un perio-do de transición de cinco años, el ADPIC exige unaarmonización hacia arriba de las legislaciones sobrepropiedad intelectual hasta equipararlas a las de lospaíses más desarrollados, lo que supone la inexis-tencia de trato preferencial alguno en este capítulotan importante. De hecho, sólo los países máspobres del Tercer Mundo (los 48 PMA y algunosmás), gozan de ciertas excepciones, como la noaplicación del acuerdo sobre subvenciones. Peroincluso estos deben cumplir íntegramente el ADPICcon la sola ventaja de disponer de diez años paraponerlo en práctica (ONU, 1995).

2.2. De Marrakech a Seattle:los intentos de ampliarla temática de la OMC

La OMC en acción

El máximo órgano decisorio de la Organización Mun-dial de Comercio es la Conferencia Ministerial, que sereúne como mínimo cada dos años y puede, en sucaso, decidir el lanzamiento de una nueva ronda de

negociaciones comerciales. Hasta ahora se han cele-brado tres conferencias ministeriales: en Singapur endiciembre de 1996, en Ginebra en mayo de 1998 yla última y más conocida en Seattle, del 30 denoviembre al 3 de diciembre de 1999. Y aunque asíestaba previsto, en la reunión de Seattle no se alcan-zó el acuerdo necesario para impulsar la que iba adenominarse “Ronda del Milenio”.

Para la gestión ordinaria de la institución, la OMCcuenta con un Consejo General en el que los paí-ses miembros están representados por embajadoresy jefes de delegación que desarrollan su labor demanera permanente. Del Consejo General depen-den los consejos que administran el GATT, el AGCSy el ADPIC, y sus miembros se reúnen también encalidad de Órgano de Examen de Políticas Comer-ciales y de Órgano de Solución de Diferencias. Ensu sede de Ginebra se encuentra la Secretaría de laOMC que, encabezada por el Director general,presta asistencia técnica a los diversos consejos ycomités. Para ello dispone de una plantilla de pocomás de quinientas personas, el 81% de las cualesprocede de países del Norte, fundamentalmente deFrancia y el Reino Unido. El presupuesto se cubrecon contribuciones de los países miembros, deter-minadas en función de su participación en elcomercio internacional (OMC, 2000a).

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Conferencia Ministerial

Órgano de Examen de PolíticasComerciales

Consejo del Comercio de Mercancías

Consejo GeneralÓrgano de Solución

de Diferencias

Consejo del Comerciode Servicios

Órgano deApelación

Grupos Especialesde Solución de

Diferencias

Comités

Grupos de trabajo

Cuadro 2Estructura de la Organización Mundial de Comercio

Consejo de los Aspectos de losDerechos de Propiedad

Intelectual relacionados con elComercio

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El Órgano de Examen de Políticas Comerciales estáencargado de supervisar y evaluar la adecuación delas políticas de cada miembro a la normativa de laOMC. Y, de acuerdo con las reglas de la OMC, sal-vo en la frecuencia del análisis, el examen es igualpara todos. Pero analistas y embajadores del Surhan denunciado que se aplica una supervisión asi-métrica: se fustiga con fuerza a los países del Ter-cer Mundo mientras se lava la cara a las potenciaseconómicas del Norte.

A los países pobres se les examina con todo lujode detalles su política comercial, facilitando la laborde las empresas multinacionales al publicar los aná-lisis realizados. Mientras que cuando se trata de laUnión Europea o Estados Unidos los informes de laSecretaría se limitan a criticar los casos más llama-tivos, como el régimen de los productos textiles ola proliferación durante los últimos años del uso delas medidas anti-dumping, pero sin entrar en másdetalles. Así, por ejemplo, se señala la incompatibi-lidad entre la política agrícola común de la UE y lasreglas de la OMC, pero ni se mencionan asuntosconcretos como los contenciosos sobre la carne devacuno hormonada o el régimen del banano (Rag-havan, 2000a).

Por su parte, el Órgano de Solución de Diferencias(OSD) trata de imponer soluciones multilaterales alas disputas comerciales. Se pretende con ello quelos países miembros no tomen medidas unilateralescontra supuestas violaciones de las normas comer-ciales, sino que recurran al OSD, en coherenciacon el carácter multilateral de la OMC. Sin embar-go, ello no ha impedido que el OSD rechazara lademanda interpuesta en 1998 por la Unión Europeacontra las secciones 301-310 de la ley de comerciode Estados Unidos, que autorizan a su gobiernopara imponer sanciones comerciales unilateralescuando estima que se ha violado su legislación(Subdirección General de Política Comercial de la

UE, 2000). Y es que, parafraseando a GeorgeOrwell, parece que algunos países son más igualesque otros.

Aunque algo parecido estaba previsto en el GATT,el OSD supera en todos los aspectos a su predece-sor. Por un lado, por su relativa rapidez, ya quecuenta con un calendario claramente definido, quenormalmente conduce a una resolución en el pla-zo de un año desde la interposición de la deman-da, y sólo algunos meses más si hay apelación8. Porotro, por su eficacia, ya que el dictamen del panelde expertos9 sólo puede ser rechazado por consen-so, lo que supone la unanimidad de los miembrosdel Consejo, demandante incluido. Además, a lolargo de todo el proceso es posible que la diferen-cia se resuelva por acuerdo entre las partes, quesiempre es la solución preferida por el OSD. Aun-que también cabe la apelación, de una o ambaspartes, que sólo puede basarse en cuestiones jurí-dicas, y que es resuelta por tres de los siete miem-bros del Órgano Permanente de Apelación, a losque se considera independientes y representativosde la composición de la OMC.

Pero, sobre todo, este sistema de solución de dife-rencias confiere a la Organización Mundial deComercio una facultad de la que no dispone nin-guna otra institución económica de ámbito mun-dial: la capacidad efectiva de imponer a los paísesmiembros sanciones por el incumplimiento de susreglas10. Máxime cuando, bajo ciertas circunstancias,puede llegar a darse la retorsión intersectorial; esdecir, que caben las represalias cruzadas entre losdiversos acuerdos administrados por la OMC. Así,por ejemplo, el incumplimiento de preceptos delADPIC puede terminar pagándose con una sanciónen el ámbito del GATT que consista en una restric-ción a las exportaciones.

Con todo, antes de llegar a la sanción, el paísdemandado que haya resultado perdedor en el liti-

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8 Claro que a veces las cosas se complican. Así, en la reclamación presentada en mayo de 1996 por EEUU y Canadá contra la UE por la prohibición de entrada en el mer-cado comunitario de carne hormonada y fallada a favor de los demandantes en 1997, la resolución definitiva se ha demorado bastante más. Primero por la apelación y lue-go por los desacuerdos entre las partes sobre la forma de aplicar la resolución, hasta mediados de 1999 la OSD no autorizó a los demandantes a ejecutar la sanción, con-sistente en la suspensión de concesiones a la UE por un valor equivalente al perjuicio causado (Subdirección General de Política Comercial de la UE, 2000).

9 El panel o grupo especial es una especie de tribunal de arbitraje compuesto por tres (a veces cinco) expertos designados normalmente de entre una lista permanente decandidatos por el director general, a poder ser de acuerdo con las partes en litigio. Tanto la lista de expertos como la elección realizada por el director general cuando nohay consenso han sido criticadas por diversos países del Sur y organismos de la sociedad civil por su parcialidad. Por ejemplo, el ex-director del GATT y miembro del con-sejo de Nestlé A. Dunkel es uno de los expertos de la lista (CEO, 1999).

10 Formalmente, el OSD legitima el derecho de los países a aplicar sanciones bilaterales cuando sus intereses se ven perjudicados por restricciones comerciales que contra-vienen los acuerdos de la OMC. Sin embargo, oficiosamente la OMC es el agente que representa el consenso respaldado por las principales economías del mundo y acep-tado por los débiles (Evans, 1999).

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gio debe asumir las recomendaciones del OSD y,en su caso, establecer con el demandante una com-pensación aceptada por ambas partes. Y sólo encaso de que lo anterior no sea posible, el paísreclamante podrá, previa autorización del OSD,imponer sanciones comerciales (SubdirecciónGeneral de Política Comercial de la UE, 2000). Entodo caso ésta es, sin duda, la principal caracterís-tica distintiva de la OMC. Pero no tanto por su con-tribución a la paz comercial11, sino porque, como severá enseguida, la hace enormemente atractiva paraquienes quieren imponer sus criterios a nivel mun-dial en multitud de asuntos económicos cuya regu-lación le pretenden adjudicar

No obstante, las cuestiones relacionadas con el“dumping” y la utilización de medidas anti-dumpingquedaron excluidas del OSD, de acuerdo con unapropuesta realizada por Estados Unidos cuando fina-lizaba la Ronda Uruguay. Esto supone que las reglasanti-dumping siguen sometidas a la interpretacióndiscrecional de las leyes nacionales. De hecho, des-de 1995 las investigaciones anti-dumping hanaumentado, al tiempo que disminuían las medidasdefinitivas (OMC, 2000a), lo que sugiere el carácterinjustificado de bastantes de los procedimientosemprendidos, facilitado por las reglas establecidas(ONU, 1995). Por eso no es de extrañar que algunospaíses del Sur se quejen del recurso abusivo por par-te de EEUU, Canadá y la UE de las represalias anti-dumping. Las economías del Norte tratarían así decompensar con proteccionismo no arancelario losdescensos de aranceles en ciertos productos sensi-bles, aunque fuera temporalmente (Khor, 2000a).

En la Organización Mundial de Comercio, comoantes en el GATT, cada país tiene el mismo peso enlas votaciones, si bien las decisiones se toman nor-malmente por consenso. Esto la diferencia de lasinstituciones de Bretton Woods, donde la capacidadde voto es proporcional a la cuota (FMI) o capitalsuscrito (BM) por cada país, lo que se traduce enel dominio de los países del Norte y la posibilidadde veto de EEUU en los asuntos más importantes.

Sin embargo, tras esa apariencia de democracia for-mal se encuentra la tiranía de los mercados, que

otorga una capacidad de decisión proporcional a lapotencia económica de cada cual, por lo que dehecho los países desarrollados también mandan enla OMC. Se trata, por tanto, más de una oligarquíaque de una verdadera democracia (Evans, 1999).Una oligarquía en la que además, en muchas comi-siones y grupos de trabajo, participan en nombrede los países del Norte personas directamente rela-cionadas con las empresas del sector correspon-diente. Es decir, dictan las reglas de juego quienesmás se pueden beneficiar de ellas, “globalizando”así la economía a gusto de las grandes empresasmultinacionales (WEDO, 1995).

Como además la OMC es la única organizacióninternacional que realmente puede imponer sancio-nes a los países miembros por el incumplimientode sus reglas, se ha convertido, a instancias de laspotencias del Norte, en la casa de acogida de todotipo de cuestiones económicas más o menos “rela-cionadas con el comercio”. Primero fueron losderechos de la propiedad intelectual, introducidosen la Ronda Uruguay mediante el ADPIC. Luego,cuando se iba a firmar el acuerdo definitivo enMarrakech, aparecieron las cláusulas social yambiental, convertidas desde entonces en temas depermanente disputa. Y en las sucesivas conferen-cias ministeriales se han repetido sin éxito losintentos de incluir la liberalización de las inversio-nes internacionales, las compras públicas y la polí-tica de la competencia, mientras se colaba de ron-dón la liberalización del comercio electrónico.

¿Todo está “relacionado con el comercio”?

En abril de 1994 en la reunión de Marrakech desti-nada a la firma del acta de la recién concluida ron-da, Estados Unidos, apoyado por otros países delNorte como Francia, consiguió introducir comotema para la agenda de la OMC la relación entrecomercio y normas sociales y ambientales; o sea,las cláusulas social y ambiental. La postura de lamayoría de los países del Tercer Mundo, especial-mente los asiáticos, frente a la inclusión en la OMCde ambas cláusulas ha sido de rechazo. Funda-mentalmente por considerarlas una forma de pro-

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11 El entonces director general de la organización, Renato Ruggiero, sostenía en 1997 que el sistema de solución de diferencias es “en muchos aspectos el pilar central delsistema multilateral de comercio y la contribución más particular de la OMC a la estabilidad de la economía mundial”(Subdirección General de Política Comercial de la UE,2000).

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teccionismo encubierto, que atenta contra sus posi-bilidades de desarrollo económico. Es decir, seoponen a otorgar a la OMC la capacidad de san-cionar comercialmente el incumplimiento de lasnormas laborales básicas o ciertos acuerdos sobreel medio ambiente.

Este rechazo también se da contra las fórmulas másmatizadas de cláusula social, como la presentada porla Confederación Internacional de OrganizacionesSindicales Libres (CIOSL), que propone un repartode tareas entre la OIT y la OMC12. La OIT definiría,como ya viene haciendo desde 1998, cuáles son lasnormas laborales mínimas que han de cumplirseuniversalmente en tanto que derechos humanos, einformaría a la OMC sobre los incumplimientosdetectados. Por su parte, la OMC incentivaría elcumplimiento de dichas normas por los paísesmenos adelantados e impondría sanciones a losinfractores. Todo ello bajo la condición de evitar elproteccionismo, esencialmente recurriendo a sancio-nes de carácter multilateral (Bengoa y Fanjul, 2000).

En la III Conferencia Ministerial de la OMC, cele-brada en Seattle en 1999, quedó patente la frontaloposición de la mayoría de los gobiernos del Sur aaceptar la incorporación tanto de la cláusula socialcomo de la cláusula ambiental13. Y aunque estapostura es compartida por muchas ONGs del Sur,no se puede decir que en este asunto todos losartífices del fracaso de la reunión estuvieran deacuerdo. Porque además de los gobiernos demuchos países del Norte, entre los demandantes dela intervención de la OMC en asuntos laborales yambientales se encuentran sindicatos y movimien-tos sociales y ONGs del Norte de muy diverso tipo.Unos defienden sus puestos de trabajo frente a lacompetencia de las importaciones desde el Sur,mientras que otros pretenden avanzar en el respe-to de los derechos humanos y del medio ambientemediante la amenaza de sanciones comerciales.

Convendría, sin embargo, separar ambas cuestionespara clarificar posturas. Una cosa es luchar por el

respeto universal de los derechos humanos y elmedio natural, presionando para que se cumplan lanormas existentes y se acuerden otras más exigen-tes cuando sea necesario, y otra muy distinta espedir la restricción de las exportaciones desde unpaís del Sur hacia los mercados del Norte. Lo pri-mero es muy loable y necesario; lo segundo encu-bre protección del fuerte contra el débil, y dificul-ta aún más la mera supervivencia de muchas per-sonas pobres.

Y es que no hay que confundir el enemigo. Porquesi lo que se busca es un elemento de presión res-pecto a las autoridades de los países del Sur, ade-más de la sanción comercial, hay otros muchos connotables ventajas de carácter ético y posiblementemás eficaces. Por ejemplo, no vender armas algobierno de turno o confiscar el dinero negrodepositado en los bancos del Norte. Y si de lo quese trata es de presionar a las empresas multina-cionales, no hay por qué atacar a sus víctimas, lasque venden su fuerza de trabajo por muy pocodinero ya que no tiene más remedio, sino que hayque enfrentarse a quienes les explotan. Por ejem-plo, con campañas en el Norte que les obliguen aadoptar medidas en el Sur, como códigos de con-ducta (Oyarzun, 1997), que a poder ser vayan másallá de la mera autorregulación empresarial y cuen-ten con una supervisión externa (Campana y Muji-ca, 1999).

La introducción de la inversión extranjera en laOMC comenzó con las medidas de inversión rela-cionadas con el comercio (en inglés, TRIMs), paralas que en la I Conferencia Ministerial, celebrada enSingapur en 1996, ya se creó un grupo de trabajo.Los impedimentos recogidos en este apartado paraexigir al inversor mínimos de “contenido nacional”y aplicar limitaciones a las importaciones en fun-ción de lo exportado, a fin de impulsar el desarro-llo, han motivado la solicitud de su reforma porparte de bastantes países del Tercer Mundo, entrelos que, junto a Brasil y Egipto, destaca un nutrido

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12 Algo parecido ha sido defendido por la Unión Europea. Además, desde mediados de los años noventa, el SPG comunitario contempla una cláusulas social basada en losincentivos. Se trata de estimular el cumplimiento de ciertos convenios de la OIT dando preferencias adicionales a los países que demuestren respetarlos. Sin embargo, dadoel escaso margen preferencial del SPG y la dificultad para que la UE verifique tal respeto, su eficacia es casi nula. Y aún más limitada es la de la cláusula ambiental quetambién se incluye en el SPG de la UE (Subdirección General de Política Arancelaria, 1998).

13 En este caso a la denuncia del proteccionismo encubierto se le añade el conocimiento de diversas resoluciones adoptadas por el Órgano de Solución de Diferencias duran-te los últimos años. Y en esta posición pueden topar con los aliados más insospechados. En efecto, salvo por cuestión de imagen, no se ve qué beneficio puede obteneruna multinacional que fabrica productos en el Tercer Mundo para venderlos en el Norte del hecho de tener pagar más por la mano de obra barata que ha ido a buscar.Y lo mismo sirve para la protección ambiental: eleva los costes.

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grupo de economías asiáticas (Khor, 2000a). Y esque conviene recordar que el éxito comercial queha permitido a ciertas economías de Asia Orientalun importante crecimiento económico a lo largodel último cuarto del siglo XX está entre otras cosasligado al control que han ejercido sobre la inver-sión extranjera (Watkins, 1999).

Sin embargo, en este asunto brilla con luz propia elintento de trasladar a la OMC el Acuerdo Multilate-ral de Inversiones (AMI) negociado en secreto en laOCDE entre 1995 y 1998, que ha contado con laradical oposición de países como India, Pakistán,Malasia y Egipto y el escepticismo del resto de lospaíses del Sur, que como mínimo exigían reducir sualcance (Engering y Huner, 2000). Porque aceptar laliberalización casi total de la inversión extranjera y eltrato nacional para las empresas foráneas, unidoademás a un sistema extraterritorial de solución dedisputas que pondría al mismo nivel a las compañí-as multinacionales que a los estados, resulta un tan-to exagerado (Khor, 1998). Sobre todo, sin obtenernada a cambio. Por eso hay quien ha sugerido a lospaíses del Sur que la libre movilidad de personas, esdecir, las migraciones laborales libres, pueden ser eljusto precio del AMI (Panagariya, 2000).

Por su parte, la inclusión de la política de la com-petencia en la OMC porque también está “relacio-nada con el comercio” internacional, impulsadaentre otros por la UE y Japón, reúne ciertas pecu-liaridades. Por un lado, porque cuenta con las reti-cencias de EEUU, que están de acuerdo en que esuna política necesaria para abrir los mercados yque en la OMC existe la ventaja de que, a diferen-cia de la OCDE, también están los países del Ter-cer Mundo. Pero que sostienen que en este caso nodebería aplicarse el procedimiento de resolución dediferencias, a fin de evitar posibles contradicciones

con las resoluciones de los gobiernos o tribunalesnacionales (García Bercero, 2000). Por otro lado,muchos países del Sur, particularmente los asiáti-cos, se oponen porque se sienten engañados. Encontra de lo que presumían cuando aceptaron cre-ar un grupo de trabajo sobre este asunto, no se tra-ta de poner coto a la oleada de fusiones y adquisi-ciones entre multinacionales, ni sobre el uso abusi-vo de los procedimientos anti-dumping por partede EEUU y la UE, sino de forzar la apertura de susmercados (Khor, 1997).

Por último, la incorporación del incipiente comer-cio electrónico a la disciplina de la OMC no pare-ce objetable por estirar aún más la organización, yaque nos encontramos ante un moderno híbrido delcomercio internacional de mercancías con el deservicios. No obstante, el compromiso provisionalalcanzado en Ginebra en 1998, durante la II Con-ferencia Ministerial de la OMC, de no imponer tasasaduaneras a las transacciones electrónicas y seguirestudiando el asunto más adelante tiene todas lascaracterísticas de una estafa. Un timo perpetradopor los países del Norte ante la ignorancia de loque se traían entre manos por parte de la mayoríade las delegaciones del Tercer Mundo, que lo apro-baron sin obtener nada a cambio (Lal Das, 1998).

De hecho, EEUU, que fue quien propuso el com-promiso, y Japón se conforman con consolidarlo deforma permanente, mientras que otras economíasdel Norte prefieren actualizarlo, pero sin renunciara lo conseguido (González Durante, 2000). Por lodemás, queda casi todo por negociar: todavía no sedefinido siquiera si el comercio electrónico deberegirse por el GATT o por el AGCS, opción que entodo caso se presenta como la más favorable paralas economías del Sur (Panagariya, 2000).

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“En cierta forma, la Ronda Uruguay ha sido unaespecie de asamblea constituyente del mundo de laglobalización, un eslabón en la reconstrucción deun mundo después de la desaparición del mundode la guerra fría, del mundo bipolar: la OMC es lagran expresión de esa nueva construcción interna-cional” (Ricupero, 1998). Estas palabras del Secre-tario General de la UNCTAD sitúan perfectamente ala OMC en su contexto, la llamada globalización,pero omiten un calificativo imprescindible: se tratadel intento de reconstrucción neoliberal de un nue-vo orden económico mundial sobre las cenizas deldesaparecido orden económico internacional de laposguerra.

Porque, en efecto, las actuales reglas del juego eco-nómico mundial se redactaron en pleno apogeo delneoliberalismo, a lo largo de los ocho años queduraron las negociaciones que culminaron en 1994con la creación de la OMC. En este sentido, lasreglas de la OMC representan la más clara expre-sión del terreno de juego que realmente pretendenconstruir quienes impulsan la globalización neoli-beral, más allá de las promesas sobre el beneficiouniversal que derivaría de la completa liberaliza-ción de la economía.

Y en un balance preliminar, los primeros años dela OMC han supuesto pasar de la euforia inicial dequienes desde la OCDE o el Banco Mundial pro-metían enormes beneficios para todo el mundogracias a los acuerdos de la Ronda Uruguay, alsevero revés que representa el fracaso de Seattle.

Han supuesto asistir al surgimiento de una crecien-te y variopinta contestación contra la mundializa-ción económica realmente existente, la de la desi-gualdad en ascenso y la lacerante pobreza de tan-tos seres humanos, tan alejada de las promesas rea-lizadas desde el pensamiento único. Una oposiciónque muy acertadamente salió a la luz pública conmotivo de una conferencia de la OMC, dado elcarácter de esta organización, auténtico paradigmade la globalización neoliberal.

3.1. ¿Retos y oportunidadeso ganadores y perdedorespredeterminados?

El discurso oficial de los gobiernos del Norte y losorganismos económicos internacionales que domi-nan no cesa de repetir que la globalización econó-mica, entendida como la materialización de un úni-co mercado mundial, supone la apertura de nume-rosos retos y oportunidades que todos puedenaprovechar si saben adaptarse a las nuevas cir-cunstancias. Y hay que adaptarse porque esa mun-dialización de la economía es inexorable, es uncamino sin retorno por el que se transita a todavelocidad en un sólo sentido. Por ello, cualquierintento de darse la vuelta e invertir el sentido de lamarcha, o simplemente pararse a pensar, suponeun gravísimo riesgo de perecer atropellado, desucumbir a los pies de los carros.

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3. LA OMC COMO PARADIGMADE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL

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Sin embargo, ese discurso oculta que la existenciade una tendencia del capitalismo hacia la mundia-lización de la economía no implica ni que se vayatan rápido como algunos señalan, ni que sea undesarrollo lineal en un único sentido, por lo que auna etapa más “globalizadora” le puede sucederotra en la que se avance (el tiempo histórico sí esirreversible) en otra dirección (Suttcliffe y Glyn,1995 y 1999). Ese discurso tampoco dice que eltipo de globalización al que estamos asistiendo noes el único posible, ya que en realidad se trata dela ejecución de un proyecto concreto, el proyectoneoliberal. Un proyecto que se impuso en el Nortea comienzos de los años ochenta y enseguida seextendió hacia el Sur, y desde los años noventa porel Este, de la mano de los programas de ajusteestructural del FMI y el BM. Un proyecto queencuentra en la OMC su más clara expresión.

Y es que, sobre todo, el discurso oficial omite quelas reglas con las que se construye la globalizaciónrealmente existente, es decir, el mercado mundialpara ciertas cuestiones pero no para otras, nisiquiera abre oportunidades para todos. No ya lasmismas oportunidades, lo que tampoco es indicati-vo de justicia dadas las enormes desigualdades departida, sino que en ciertos casos las cierra, comoocurre con las normas de la OMC sobre agricultu-ra, textiles, servicios o propiedad intelectual.

Porque la desigualdad de oportunidades comienzacon el acceso a la información y a las propiasnegociaciones. Hay 28 países miembros de la OMCque ni siquiera cuentan con una delegación resi-dente en Ginebra, lo que en la práctica imposibili-ta la participación de esos países (fundamen-talmente africanos y pequeñas islas) en la actividadcotidiana de la institución. Y la mayoría de lasembajadas de los países del Sur ante la OMC dis-ponen de menos de cinco personas para atenderestos temas, que además deben dedicarse al restode asuntos europeos. En contraste, las delegacionesde los países del Norte suelen contar con más dediez representantes permanentes para resolver lascuestiones relativas al comercio internacional.

Y por si esto fuera poco, durante la Ronda Uruguayse estableció un sistema de reuniones informales,las llamadas “de la sala verde” en alusión al colordel papel de la habitación en que tenían lugar, queluego se ha generalizado. En esas reuniones un

reducido número de países con fuerte interés en eltema a negociar adopta las decisiones más trascen-dentes, que luego deberán ser ratificadas por con-senso, como parte de las resoluciones finales, pordecenas de estados que no han sido ni invitados aasisitir. A esta falta de transparencia y carencia demedios suficientes para participar adecuadamentesiquiera en todas las reuniones formales, se une lavulnerabilidad a las presiones de los países endeu-dados y dependientes de la ayuda bilateral o lospréstamos del FMI y el Banco Mundial. Todo ellomargina a un gran número de economías y cues-tiona seriamente la legitimidad democrática de lasdecisiones de la OMC, sin que la creación de algu-nos cauces de diálogo con la sociedad civil y elreparto de algunos documentos a ciertas ONGssuponga una alternativa (RTM, 1999).

Por otra parte, desde la Ronda Uruguay la implica-ción de las empresas transnacionales (ETN) en latoma de decisiones del GATT/OMC ha alcanzadounos niveles escandalosos. Las presiones de losdiversos grupos de interés se dirigen a los gobier-nos, particularmente al de EEUU, para condicionarsus posiciones y la composición de las delegacio-nes, pero también directamente a la dirección delGATT. Por ello no cabe extrañarse de que el con-tenido de los acuerdos sea mucho más favorable asus intereses que a los de los varios miles de millo-nes de personas presuntamente defendidos por susgobiernos. Porque, si bien estos son los únicosrepresentantes formalmente legitimados para inter-venir en las negociaciones, la permeabilidadexistente entre los altos cargos de las administra-ciones estatales y las multinacionales es extremada-mente sospechosa, hasta el punto de que pareceque se trata de puertas giratorias.

Así, el que fuera director general del GATT desde1980 hasta 1993, y previamente negociador suizo,Arthur Dunkel, pertenece la dirección de Nestlé yencabeza el grupo de trabajo sobre comercio inter-nacional y política de inversión de la Cámara Inter-nacional de Comercio (en inglés, ICC), el grupo depresión más activo ante la OMC. Y su sucesor alfrente del GATT/OMC hasta 1995, el irlandés PeterSutherland, actualmente ligado a BP y GoldmanSachs International, dirige el grupo de trabajo sobrerelaciones económicas de la Mesa de IndustrialesEuropeos (en inglés, ERT). Y, según el secretario

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general de la ERT, aprovechando “sus conocimien-tos, su experiencia, sus canales” este grupo de pre-sión puede influir mejor en los asuntos tratados porla OMC. Entre ellos destaca la inclusión de unacuerdo multilateral sobre inversiones, para lo quevienen trabajando desde 1993, incluso antes de lanegociación secreta en el seno de la OCDE sobreel AMI (CEO,1999).

Los ejemplos también abundan al otro lado delAtlántico. Así, durante la Ronda Uruguay, un direc-tivo de Cargill, la mayor empresa del sector, era elrepresentante de EEUU en las negociaciones sobreagricultura (WEDO, 1995b) y el principal negocia-dor, el entonces Secretario de Comercio MickeyKantor, se incorporó posteriormente a Monsanto(Ferrara, 1998). Y resulta que Monsanto es una delas ETN que consiguió introducir el ADPIC en laOMC con el decisivo apoyo de la representaciónestadounidense, en la que, por cierto, 96 de sus111 miembros procedían del mundo empresarial(CEO, 1999). De hecho, el caso del Acuerdo sobrelos Derechos de la Propiedad Intelectual relaciona-dos con el Comercio resulta paradigmático parailustrar este verdadero imperio de las multinaciona-les a la hora de establecer las reglas del juego eco-nómico mundial a su imagen y semejanza.

Al respecto, conviene tener presente que el ADPICes fruto directo de la presión de las mismas empre-sas multinacionales que se benefician de él. Enefecto, primero una docena de multinacionalesestadounidenses de diversos sectores constituyó unComité de la Propiedad Intelectual (en inglés, IPC)con el explícito objetivo de incluir ese asunto en laagenda del GATT. Enseguida el IPC consiguió apo-yos de ETN europeas y japonesas para presionar asus respectivos gobiernos. Y en 1988 una coaliciónde organizaciones empresariales de Europa, EEUUy Japón, en un hecho sin precedentes, se dirigió alentonces director del GATT y le propuso el borra-dor de lo que luego sería el ADPIC14. De hecho, enese documento figuran todos sus elementos esen-ciales, y entre ellos la extensión del campo de lopatentable a las formas de vida (Shiva, 1999).

Durante la Ronda Uruguay, también se constituyóen EEUU un grupo de presión para incluir los ser-

vicios en la agenda del GATT, la Coalición deIndustrias de Servicios (en inglés, CSI). Y despuésde constituida la OMC e incluido el AGCS, lainfluencia de las empresas multinacionales se siguehaciendo notar, por ejemplo en las negociacionessobre servicios financieros, relanzadas y concluidasen 1997 tras un primer fracaso. En ellas participóactivamente el Grupo de Líderes Financieros (eninglés, FLG), en representación de las grandesempresas del sector bancario, la inversión y losseguros, principalmente de Estados Unidos y laUnión Europea. Su objetivo era lograr la liberaliza-ción de los servicios financieros a nivel mundial. Y,según el Ministerio de Economía holandés, supapel consistía en “identificar las barreras al comer-cio en otros países” para que las delegaciones de laUE y EEUU introdujeran esos obstáculos en laagenda de negociación. Esta intervención del FLGfue muy elogiada en 1998 por el comisario europeode comercio, Leon Brittan, quien la consideró unmodelo para futuras negociaciones durante unaconferencia pronunciada para la CSI (CEO, 1999).

A otros grupos de presión también les gustó esaestrecha colaboración entre miembros de la OMC(gobiernos y Comisión Europea) y ETN. Y pusieronmanos a la obra para impulsar la celebración deuna “Ronda del Milenio” en la que se incluyeran enla OMC las propuestas de cada cual. Así, la patro-nal europea UNICE, al tiempo que defendía la libe-ralización de nuevos sectores, particularmente lainversión extranjera en los términos del AMI, reco-mendaba a la Unión Europea buscar el apoyo de laopinión publica; es decir, reconciliarse con lasONG del Norte. Para ello proponía tratar asuntoscomo el desarrollo de los países menos avanzadoso las normas laborales y ambientales. Y la posturade la ERT coincidía plenamente con la idea de tras-ladar el AMI de la OCDE, donde estaba estancado,a la nueva ronda de la OMC.

Por su parte, el centenar de dirigentes de ETN aso-ciados en el Diálogo Empresarial Transatlántico(TABD, en inglés) también hizo saber a las admi-nistraciones de la UE y EEUU su posición favorablea la celebración de una nueva ronda de nego-ciaciones. En su opinión debía abarcar un grannúmero de cuestiones y concluir en tres años, pero

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14 Se trata del documento “Basic Framework for GATT Provision on Intellectual Property”, de junio de 1988, cuyos autores son la patronal europea UNICE, el IPC estadou-nidense y una federación de organizaciones económicas japonesas, Keidanren.

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si se alcanzaban acuerdos antes del fin de la rondaentrarían en vigor inmediatamente. Y también laICC, lanzó una campaña en favor de la celebraciónde la “Ronda del Milenio” con un amplio abanicode temas a tratar, pero sin concesión alguna paracualquier asunto que como la protección delambiente pudiera entorpecer el libre comercio. Ycomo había hecho ya antes de otras conferenciasministeriales, cara a Seattle intensificó sus contactosno sólo con los gobiernos del Norte y la direcciónde la OMC, sino también con los países del Sur, afin de presionarles para que aprobaran el AMI(CEO, 1999).

Además, por si no hubiera ya suficiente confusiónentre los particulares intereses privados de las mul-tinacionales y la representación pública del supues-to “interés general” por parte de los gobiernos, lasmás importantes ETN norteamericanas financiaronla celebración de la III Conferencia Ministerial de laOMC en Seattle. Sin embargo, todos esos esfuerzosde las empresas multinacionales, aunque lograroninfluir en los gobiernos del Norte y algunos del Sury contaban con el apoyo incondicional de la direc-ción de la OMC, no fueron suficientes para que dela reunión de Seattle saliera la convocatoria de lapregonada “Ronda del Milenio”.

3.2. De la protestaa la resistencia

En definitiva, las reglas de la OMC, elaboradas deacuerdo con el verdadero ideario neoliberal, encie-rran más de una trampa para los países del TercerMundo. Así, a pesar del interés que tiene paramuchas economías del Sur, la liberalización gradualdel comercio agrícola y los productos textiles llegatarde y avanza muy lentamente. Mientras tanto, laprogresiva incorporación de la prestación de servi-cios al “libre comercio” se centra en aquellos queinteresan a las grandes empresas del Norte, comolos servicios financieros o las telecomunicaciones,pero excluye la movilidad internacional de la manode obra.

Y en cambio, lejos de liberalizarse poniendo al ser-vicio de la humanidad los avances de la ciencia yla tecnología, se refuerza la protección de la pro-piedad intelectual, obligando a los países del Sur a

adoptar una legislación similar a la de los paísesdel Norte y ampliando el campo de lo patentablehasta los seres vivos. Además, se ha producido unaauténtica dilución del trato especial y diferenciado,salvo en algunas disposiciones específicas para lospaíses menos adelantados. Al mismo tiempo, lacapacidad sancionadora de la OMC atrae hacía ellacualquier asunto de carácter económico, con elpeligro de universalizar la temática abordada poresta institución, en la que a pesar de las aparien-cias dominan los de siempre.

Es decir, los gobiernos de las principales potenciaseconómicas han diseñado unas reglas de juegoadecuadas a los deseos de las grandes empresasmultinacionales de finales del siglo XX: apertura demercados en nuevos sectores en expansión e impe-rio de la patente, los derechos de autor y la marcaregistrada en todo el globo terráqueo. Y frente aello ha surgido una contestación de la sociedadcivil, que en una amalgama de organizaciones sinprecedentes, se manifestó públicamente por prime-ra vez a finales de 1999 en Seattle. Una contesta-ción que ha pasado de la protesta a la resistencia.De manifestar simplemente su disgusto con elmodelo de globalización realmente existente apracticar la resistencia activa no violenta a fin deimpedir la normal celebración de sus ritos másemblemáticos, las cumbres de las instituciones eco-nómicas internacionales. Primero en Seattle, y lue-go en Washington, Praga...

En Seattle, seguramente espoleadas por las mani-festaciones callejeras, las delegaciones de la mayo-ría de los ninguneados países del Tercer Mundotuvieron un arrebato de dignidad que les llevó anegarse a ratificar unas decisiones en las que ni seles había “concedido” el derecho formal a estarpresentes mientras se discutían entre los poderososa puerta cerrada. Por ello en la III ConferenciaMinisterial de la OMC no se alcanzó ningún acuer-do (Bello, 1999). Y desde entonces los medios decomunicación han empezado a hacerse eco de quemuchas personas, organizaciones y gobiernosdenuncian la imposición de una globalización eco-nómica al servicio exclusivo de las empresas multi-nacionales.

Con todo, para explicar el fracaso de la reunión deSeattle también hay que tener en cuenta que lasprincipales potencias económicas, EEUU y la UE,

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tampoco habían llegado a ponerse de acuerdo sobrela agenda negociadora de la pretendida Ronda delMilenio. Estados Unidos quería ceñirse a la agricul-tura, servicios y revisión del ADPIC, mientras que laUnión Europea prefería incluir más asuntos parapoder obtener más ventajas en otras áreas a cambiode sus inevitables concesiones en agricultura.

Pero las fuerzas que impulsaron la creación de laOMC y redactaron sus reglas no se han detenido.Aunque de manera más discreta siguen avanzando,como las negociaciones sobre agricultura y servi-cios. De manera que, a no ser que alguien lasdetenga, lo más probable es que sigan perdiendolos países pobres, carentes de casi todo salvo deriquezas naturales para expoliar y mano de obrabarata para explotar.

Por ello, aunque se ha bloqueado por el momentola celebración de una nueva ronda de nego-ciaciones y junto al auge del movimiento socialcontra la globalización neoliberal se encuentra laoposición de muchos gobiernos del Sur, resultaimprescindible seguir actuando, seguir resistiendocontra la imposición de unas reglas de juego radi-calmente injustas. Y para eso no cabe otro caminoque el de sumar fuerzas. En la calle, pero tambiéndesde dentro de la OMC, aprovechando mientrassea posible que en esta organización cada país tie-ne un voto y los más que probables perdedores enese juego desigual formalmente son mayoría.

Porque los países del Sur tienen, también ellos, quepasar de la protesta a la resistencia; del lamento,necesario pero insuficiente, a poner los mediospara detener el avance de la globalización neolibe-ral. No pueden asistir inmóviles al saqueo. Y dehecho no todos lo hacen. Como viene haciendo ungrupo significativo de países del Tercer Mundo des-

de hace unos años, tienen que unirse y plantearbatalla utilizando los medios a su alcance, opo-niéndose a la incorporación de nuevos temas a ladisciplina de la OMC y aprovechando los resqui-cios que la interpretación de las actuales normasles proporcionan.

En concreto, desde la Red del Tercer Mundo15 seplantea reorientar la OMC para que también lospaíses del Sur puedan obtener ventajas de su par-ticipación en el sistema multilateral de comercio.Primero, afrontando la liberalización de maneramás realista, sin presionar u obligar a los países delTercer Mundo para que continúen liberalizando suseconomías. Segundo, colocando el desarrollo eco-nómico del Sur como objetivo primordial, pasandode eliminar las barreras que distorsionan el libre-cambio a suprimir las que distorsionan el desarro-llo, para lo que es imprescindible reforzar el debi-litado principio de “trato especial y diferenciado”.Tercero, resolviendo antes de emprender cualquierotra negociación los problemas que la aplicaciónde los acuerdos de la Ronda Uruguay están supo-niendo a los países del Sur. En particular, mejoran-do el acceso de los productos agrícolas, los textilesy las prendas de vestir a los mercados del Norte, yevitando la proliferación del uso de las medidasanti-dumping como estrategia proteccionista. Ytambién mediante la reformulación de las normasrelativas a agricultura, inversión y propiedad inte-lectual, suspendiendo mientras tanto su vigencia.Cuarto reconsiderando seriamente la propia perte-nencia del ADPIC a la OMC, y no incluyendo enningún caso más temas nuevos en la organización.Y quinto, democratizando la OMC, empezando porhacer más transparente la toma de decisiones ygarantizar la posibilidad real de que todos los paí-ses miembros participen en ellas (Khor, 2000a).

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15 La Red del Tercer Mundo es una agrupación de ONG y personas comprometidas con la defensa de los derechos y la satisfacción de las necesidades de los pueblos delSur, en favor de una distribución justa de los recursos del planeta y de formas de desarrollo humanas y ecológicamente sustentables. Surgió en 1984 en Penang (Malasia),donde tiene su secretaría internacional, y cuenta con secretarías para Africa, en Accra (Ghana), y América Latina, en Montevideo (Uruguay). Uno de sus principales focosde atención son los organismos económicos internacionales. A sus publicaciones periódicas en español, Revista del Sur y Tercer Mundo Económico, se puede acceder des-de la página web del Instituto del Tercer Mundo, sito en Montevideo: http//www. item.org.uy

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cuadernosde trabajo

lankoadernoak

0. Otra configuración de las relaciones Oeste-Este-Sur.SAMIR AMIN. Junio 1989. (AGOTADO)

1. Movimiento de Mujeres.Nuevo sujeto social emergente en América Latina y El Caribe.CLARA MURGUIALDAY. Octubre 1989. (AGOTADO)

2. El patrimonio internacional y los retos del Sandinismo 1979-89.XABIER GOROSTIAGA. Diciembre 1989.

3. Desarrollo, Subdesarrollo y Medio Ambiente.BOB. SUTCLIFFE. Enero 1990. (AGOTADO)

4. La Deuda Externa y los trabajadores.CENTRAL ÚNICA DE TRABAJADORES DE BRASIL. Mayo 1990.

5. La estructura familiar afrocolombiana. BERTA INÉS PEREA. Junio 1990.

6. América Latina y la CEE: ¿De la separación al divorcio?JOAQUÍN ARRIOLA y KOLDO UNCETA. Septiembre 1990. (AGOTADO)

7. Los nuevos internacionalismos. PETER WATERMAN. Mayo 1991.

8. Las transformaciones del sistema transnacional en el periodo de crisis.XOAQUIN FERNÁNDEZ. Septiembre 1991.

9. La carga de la Deuda Externa. BOB SUTCLIFFE. Mayo 1992.

10. Los EE.UU. en Centroamérica, 1980-1990¿Ayuda económica o seguridad nacional?JOSÉ ANTONIO SANAHUJA. Diciembre 1992.

11. Desarrollo Humano: una valoración crítica del concepto y del índice.BOB.SUTCLIFFE. Junio 1993. (AGOTADO)

12. El imposible pasado y posible futuro del internacionalismo.PETER WATERMAN. Noviembre 1993.

13. 50 años de Bretton Woods: problemas e interrogantes de la economía mundial.KOLDO UNCETA y FRANCISCO ZABALO. Septiembre 1994. (AGOTADO)

14. El empleo femenino en las manufacturas para exportación de los paísesde reciente industrialización. IDOYE ZABALA. Noviembre 1995.

15. Guerra y hambruna en África. Consideraciones sobre la Ayuda Humanitaria.KARLOS PEREZ DE ARMIÑO. Abril 1996.

16. Cultura, Comunicación y Desarrollo.Algunos elementos para su análisis.JUAN CARLOS MIGUEL DE BUSTOS. Mayo 1996.

17. Igualdad, Desarrollo y Paz. Luces y sombras de la acción internacionalpor los derechos de las mujeres.ITZIAR HERNÁNDEZ, ARANTXA RODRÍGUEZ. Julio 1996. (AGOTADO)

18. Crisis económica y droga en la región andinaLUIS GURIDI. Abril 1997.

19. Educación para el Desarrollo. El Espacio olvidado de la CooperaciónMIGUEL ARGIBAY, GEMA CELORIO, JUANJO CELORIO. Agosto 1997.

20. Un análisis de la desigualdad entre los hombres y las mujeres en Salud,Educación, Renta y DesarrolloMARIA CASILDA LASO DE LA VEGA, ANA MARTA URRUTIA. Octubre 1997.

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21. Liberalización, Globalización y SostenibilidadROBERTO BERMEJO GÓMEZ DE SEGURA.Bibliografía Especializada en Medio Ambiente y DesarrolloCENTRO DE DOCUMENTACIÓN HEGOA. Abril 1998.

22. El futuro del hambre.Población, alimentación y pobreza en las primeras décadas del siglo XXI

KARLOS PÉREZ DE ARMIÑO. Agosto 1998.

23. Integración económica regional en África Subsahariana.EDUARDO BIDAURRAZAGA AURRE. Octubre 1998.

24. Vulnerabilidad y Desastres. Causas estructurales y procesosde la crisis de ÁfricaKARLOS PÉREZ DE ARMIÑO. Julio 1999.

25. Políticas sociales aplicadas en América LatinaAnálisis de la evolución de los paradigmas en las políticas socialesde América Latina en la década de los 90IÑAKI VALENCIA. Octubre 1999.

26. Equidad, bienestar y participación: bases para construir un desarrollo alternativo.El debate sobre la cooperación al desarrollo del futuro.ALFONSO DUBOIS. Diciembre 1999.

27. Justicia y reconciliación.Carlos Martín Beristain. Febrero 2000.

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