LA PARTICIPACION DE LA CIUDADANIA EN LA · PDF fileLA PARTICIPACION DE LA CIUDADANIA EN LA DEMOCRACIA. Tomado de: Presentación El Instituto Federal Electoral, a través de su

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  • LA PARTICIPACION DE LA CIUDADANIA EN LA DEMOCRACIA.

    Tomado de: http://deceyec.ife.org.mx/

    Presentacin

    El Instituto Federal Electoral, a travs de su Direccin Ejecutiva de Capacitacin Electoral y Educacin Cvica, publica la coleccin Cuadernos de Divulgacin de la Cultura Democrtica con el propsito de contribuir a la comprensin de la democracia como forma de gobierno y estilo de vida. En respuesta a una invitacin del Instituto, destacados acadmicos en materia poltica y electoral han elaborado estos textos. Su amplio dominio sobre los temas abordados aporta interesantes elementos para el anlisis y la discusin del proceso de construccin permanente de la cultura poltica democrtica. Esta coleccin pretende estimular la consolidacin de las prcticas y los ideales democrticos en nuestro pas.

    En este nmero de la coleccin, redactado por Mauricio Merino, se expone de manera a la vez sencilla y profunda la indisoluble relacin entre la democracia y la participacin ciudadana. Del estudio se deriva que la construccin y consolidacin de la primera es una tarea que involucra no slo a las instituciones gubernamentales y a los partidos, sino tambin, y de manera destacada, a los ciudadanos, por lo que su participacin responsable y voluntaria es una condicin imprescindible de los regmenes democrticos.

    Mauricio Merino parte del anlisis conceptual de la participacin y contina con la evolucin histrica de las formas de participacin que acompaan a las instituciones polticas hasta el surgimiento de la democracia representativa, el derecho al sufragio y las libertades polticas modernas. Relaciona la participacin con otros tres conceptos fundamentales de la teora poltica: la representacin, la legitimidad y la gobernabilidad. Seala el actual reto planteado a las polticas y la administracin pblicas ante la creciente participacin ciudadana. Por ltimo, ratifica la relevancia de valores como la responsabilidad, la tolerancia, la solidaridad y la justicia como elementos ticos y polticos para la participacin ciudadana en la democracia.

    Por la calidad de su contenido y su forma de exposicin, este nmero de la coleccin seguramente alcanzar el propsito de difundir y afianzar la cultura democrtica, compromiso y vocacin del Instituto Federal Electoral.

    Instituto Federal Electoral

  • I. PARTICIPACION: LOS CONTORNOS DE LA PALABRA

    I

    Pocos trminos se usan con ms frecuencia en el lenguaje poltico cotidiano que el de participacin. Y quiz ninguno goza de mejor fama. Aludimos constantemente a la participacin de la sociedad desde planos muy diversos y para propsitos muy diferentes, pero siempre como una buena forma de incluir nuevas opiniones y perspectivas. Se invoca la participacin de los ciudadanos, de las agrupaciones sociales, de la sociedad en su conjunto, para dirimir problemas especficos, para encontrar soluciones comunes o para hacer confluir voluntades dispersas en una sola accin compartida. Es una invocacin democrtica tan cargada de valores que resulta prcticamente imposible imaginar un mal uso de esa palabra. La participacin suele ligarse, por el contrario, con propsitos transparentes - pblicos en el sentido ms amplio del trmino - y casi siempre favorables para quienes estn dispuestos a ofrecer algo de s mismos en busca de propsitos colectivos. La participacin es, en ese sentido, un trmino grato.

    Sin embargo, tambin es un trmino demasiado amplio como para tratar de abarcar todas sus connotaciones posibles en una sola definicin. Participar, en principio, significa "tomar parte": convertirse uno mismo en parte de una organizacin que rene a ms de una sola persona. Pero tambin significa "compartir" algo con alguien o, por lo menos, hacer saber a otros alguna noticia. De modo que la participacin es siempre un acto social: nadie puede participar de manera exclusiva, privada, para s mismo. La participacin no existe entre los anacoretas, pues slo se puede participar con alguien ms; slo se puede ser parte donde hay una organizacin que abarca por lo menos a dos personas. De ah que los diccionarios nos anuncien que sus sinnimos sean coadyuvar, compartir, comulgar. Pero al mismo tiempo, en las sociedades modernas es imposible dejar de participar: la ausencia total de participacin es tambin, inexorablemente, una forma de compartir las decisiones comunes. Quien cree no participar en absoluto, en realidad est dando un voto de confianza a quienes toman las decisiones: un cheque en blanco para que otros acten en su nombre.

    Ser partcipe de todos los acontecimientos que nos rodean es, sin embargo, imposible. No slo porque aun la participacin ms sencilla suele exigir ciertas reglas de comportamiento, si no porque, en el mundo de nuestros das, el entorno que conocemos y con el que establecemos algn tipo de relacin tiende a ser cada vez ms extenso. No habra tiempo ni recursos suficientes para participar activamente en todos los asuntos que producen nuestro inters. La idea del "ciudadano total", se que toma parte en todos y cada uno de los asuntos que ataen a su existencia, no es ms que una utopa. En realidad, tan imposible es dejar de participar - porque aun renunciando se participa -, como tratar de hacerlo totalmente. De modo que la verdadera participacin, la que se produce como un acto de voluntad individual a favor de una accin colectiva, descansa en un

  • proceso previo de seleccin de oportunidades. Y al mismo tiempo, esa decisin de participar con alguien en busca de algo supone adems una decisin paralela de abandonar la participacin en algn otro espacio de la interminable accin colectiva que envuelve al mundo moderno.

    De ah que el trmino participacin est inevitablemente ligado a una circunstancia especfica y a un conjunto de voluntades humanas: los dos ingredientes indispensables para que esa palabra adquiera un sentido concreto, ms all de los valores subjetivos que suelen acompaarla. El medio poltico, social y econmico, en efecto, y los rasgos singulares de los seres humanos que deciden formar parte de una organizacin, constituyen los motores de la participacin: el ambiente y el individuo, que forman los anclajes de la vida social. De ah la enorme complejidad de ese trmino, que atraviesa tanto por los innumerables motivos que pueden estimular o inhibir la participacin ciudadana en circunstancias distintas, como por las razones estrictamente personales - psicolgicas o fsicas - que empujan a un individuo a la decisin de participar. Cuntas combinaciones se pueden hacer entre esos dos ingredientes? Es imposible saberlo, pues ni siquiera conocemos con precisin en dnde est la frontera entre los estmulos sociales y las razones estrictamente genticas que determinan la verdadera conducta humana. No obstante, la participacin es siempre, a un tiempo, un acto social, colectivo, y el producto de una decisin personal. Y no podra entenderse, en consecuencia, sin tomar en cuenta esos dos elementos complementarios: la influencia de la sociedad sobre el individuo, pero sobre todo la voluntad personal de influir en la sociedad.

    II

    Hay un difcil equilibrio, pues, entre las razones que animan a la gente a participar y sus posibilidades reales de hacerlo. Pero tambin entre el ambiente que les rodea y su voluntad de intervenir de manera activa en ciertos asuntos pblicos. Si como dice Fernando Savater - un conocido filsofo espaol -"la poltica no es ms que el conjunto de razones que tienen los individuos para obedecer o para sublevarse" la participacin ciudadana se encuentra a medio camino entre esas razones. Y nunca se da en forma pura: as como el "ciudadano total" es una utopa, tambin es prcticamente imposible la participacin idntica de todos los individuos que forman las sociedades de nuestros das. Aunque el entorno poltico sea el ms estimulante posible, y aunque haya un propsito compartido por la gran mayora de la sociedad en un momento preciso, habr siempre quienes encuentren razones ms poderosas para abstenerse que para participar. Y aun en medio de la participacin puesta en marcha, algunos aportarn ms esfuerzo, ms tiempo o ms recursos que los dems. De modo que a pesar de las buenas credenciales del trmino, la participacin tampoco est a salvo de los defectos humanos: del egosmo, del cinismo, de la enajenacin de los individuos. De aqu el primer dilema que plantea el trmino: no todos quieren participar aunque puedan, y no todos pueden hacerlo aunque quieran.

  • Pero adems, la participacin no puede darse en condiciones de perfecta igualdad: igual esfuerzo de todos, para obtener beneficios - o afrontar castigos - idnticos. No slo es imposible que cada individuo participe en todo al mismo tiempo, sino que tambin lo es que todos los individuos desempeen exactamente el mismo papel. En cualquier organizacin, incluso entre las ms espontneas y efmeras, la distribucin de papeles es tan inevitable como la tendencia al conflicto. Siempre hay, por lo menos, un liderazgo y algunos que aportan ms que otros. De la congruencia de estmulos externos - surgidos del ambiente en el que tiene lugar la organizacin colectiva -, y de motivos individuales para participar, surge naturalmente la confrontacin de opiniones, de necesidades, de intereses o de expectativas individuales frente a las que ofrece un conjunto de seres humanos reunidos. No se puede participar para obtener, siempre, todo lo que cada individuo desea. Lo que quiere decir que los propsitos de la organizacin colectiva slo excepcionalmente coinciden a plenitud con los objetivos particulares de los individuos que la conforman: entre las razones que animan a cada persona a participar, y las que produce una organizacin de seres humanos, hay un puente tendido de pequeas renuncias individuales. Y de aqu el segundo dilema del trmino: la participacin no puede darse sin una distribucin desigual de aportaciones individuales, ni puede producir, invariablemente, los mismos resultados para quienes deciden "formar p