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Este breve artículo, pone en relieve la posibilidad de desarrollar una estructura de espacios públicos y áreas verdes en el sector pericéntrico de la comuna de Santiago siguiendo los lineamientos de un antiguo plan formulado en la decada pasada.
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La posibilidad de un Anillo Verde para
Santiago no debiese estar tan lejos.
Por Francisco Azagra
A propósito del recientemente expuesto Parque Fluvial río Mapocho, de Ferrocarriles del
Estado y su nuevo plan maestro, de las 2 nuevas líneas del Metro que se construirán en los
próximos años y de las ya encaminadas obras del Parque de la Aguada, vuelve
paulatinamente a la memoria el plan Anillo Interior de Santiago y sus directrices que hace
ya más de una década atrás comenzaron a trazarse con ayuda del Plan Director
desarrollado por distintas Universidades de la Región Metropolitana y la consultora URBE.
Este plan que tomó gran importancia en el gobierno de Ricardo Lagos, transformándose en
uno de los ejes claves hacia la conmemoración del Bicentenerario, ha logrado a lo largo de
estos años, capitalizar algunos proyectos bajo la mano del sector público, básicamente
aquellos vinculados con las fajas fluviales del Mapocho y el Zanjón de la Aguada.
Ciertamente, el plan consideraba algo que es bastante lógico al comienzo, el desarrollo de
proyectos detonantes de carácter público que pudiesen atraer el interés de inversionistas
privados para el surgimiento de nuevas zonas residenciales y de servicios con el fin de
activar las destempladas zonas industriales en sub uso. Para ello la recuperación de los ríos y
parques ubicados en las laderas norte y sur de este anillo, parecían ser un fácil cauce para
el desarrollo de estos ejes.
No obstante, los bordes este y oeste, caracterizados por las grandes estructuras ferroviarias
del tren y del metro de Santiago junto a sus depósitos, aún permanecen como áreas
estancadas sin dar una clara respuesta a la ciudad. Pareciera ser que se ha dado por
descartada la posibilidad de tener un sistema integrado de espacios públicos y áreas
verdes bordeando el centro de nuestra capital, cuando hoy con más fuerza que nunca
vemos proyectos alrededor del mundo que positivamente han transformado grandes
barreras urbanas en nuevos espacios activos.
En el caso de Santiago, la recuperación de fajas ferroviarias o estructuras asociadas en sub-
uso podría ser un hecho. El ejemplo de High Lines en Nueva York, sucesor del Promenade
Plantee en Paris, nos ha demostrado cuan factible es la transformación de la vieja estructura
ferroviaria en una nueva plataforma de acceso público, que no solo ha dado respuestas a
las demandas locales, sino también, ha contribuido a generar una nueva conectividad,
nuevos servicios y un medio ambiente acorde a las demandas ciudadanas.
Este ejemplo, seguido por otros proyectos como el Bloomingdale Trail en Chicago o Ruta
Verde en México, por nombrar algunos, más allá de crear una aparente tendencia
vanguardista, están asegurando un nuevo espacio público en los sectores peri céntricos de
la ciudad, donde hay evidente deterioro urbano, escases de aéreas verdes y espacios
públicos inadecuados para sus habitantes.
No es descabellado pensar entonces que frente a las grandes inversiones que hoy está
realizando Metro de Santiago con sus nuevas líneas y estaciones que abrirán nuevos focos
de atención en los puntos de intercambio (Irarrázaval y Ñuble), también pudiésemos pensar
en la intervención de los talleres de la línea 5 del Metro que han sido un muro infranqueable
para la continuidad oriente-poniente de la ciudad desde hace más de un siglo cuando se
construyó la ya demolida estación Ñuñoa y sus instalaciones.
Si la ubicación estratégica de esta infraestructura hace imposible su desplazamiento,
porqué no pensar en reformular la calle aledaña, o en crear un parque elevado sobre el
gran volumen de las cocheras del que pueda dar la continuidad del parque Bustamante
hacia el sur para conectarlo con el parque San Eugenio y luego con el parque de la
Aguada.
Por el lado poniente, si EFE está desplegando un nuevo plan maestro que busca reorientar el
alicaído curso de los últimos quince años, porqué no re-estudiar las fajas ferroviarias para los
diversos usos del tren. Esto podría abrir una luz de esperanza si se pensase en reducir o
transformar parte de la faja existente, desde Estación Central hasta la maestranza San
Eugenio, para cederla a la ciudad, tal como lo han planteado proyectos como el Paris Rive
Gauche o el Corredor Verde Ferroviario en Madrid. La línea 6
La reconversión de este tramo podría sumarse al parque de la Aguada hacia el sur y
conectarse hacia el norte con el eje cultural Matucana hasta llegar a la faja del Mapocho,
donde podríamos dar una primera lectura a un sistema integrado de espacios públicos y
áreas verdes tal como lo propuso en su momento al plan anillo interior,
Si el conjunto de estas intervenciones tuviese mayor apoyo por parte de las actuales
políticas urbanas, en vez de enfocar todos los esfuerzos en la creación de nuevos parques y
áreas verdes en territorios de expansión de la ciudad donde aun no existen zonas
consolidadas a las cuales atender; lograríamos capitalizar en el mediano plazo un bien
público valiosísimos para las futuras generaciones, reduciendo el déficit de áreas verdes y
creando una conectividad a escala humana que ayude a la recomposición de barrios que
por mucho tiempo han permanecido inertes.