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LA RESPONSABILIDAD DEL CONSTRUCTOR Y LA GARANTÍA INMOBILIARIA DESDE EL ESTATUTO DEL CONSUMIDOR NICOLÁS GÓMEZ VILLAMIZAR PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS DERECHO BOGOTÁ D.C. 2017

LA RESPONSABILIDAD DEL CONSTRUCTOR Y LA GARANTÍA

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LA RESPONSABILIDAD DEL CONSTRUCTOR Y LA GARANTÍA

INMOBILIARIA DESDE EL ESTATUTO DEL CONSUMIDOR

NICOLÁS GÓMEZ VILLAMIZAR

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS

DERECHO

BOGOTÁ D.C.

2017

LA RESPONSABILIDAD DEL CONSTRUCTOR Y LA GARANTÍA

INMOBILIARIA DESDE EL ESTATUTO DEL CONSUMIDOR

NICOLÁS GÓMEZ VILLAMIZAR

Director:

Fernando Pico

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS

DERECHO

BOGOTÁ D.C.

2017

NOTA DE ADVERTENCIA

―La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por sus alumnos en sus

trabajos de tesis. Solo velará por que no se publique nada contrario al dogma y a la moral

católica y por qué las tesis no contengan ataques personales contra persona alguna, antes

bien se vea en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia‖.

4

TABLA DE CONTENIDO

Pág.

RESUMEN ............................................................................................................................. 6

1. INTRODUCCIÓN .......................................................................................................... 7

2. APROXIMACIÓN AL ESTATUTO DEL CONSUMIDOR ......................................... 9

2.1 ¿Es el derecho del consumidor una nueva rama de las ciencias jurídicas? .................. 9

2.2. Aspectos generales del estatuto ................................................................................. 13

2.3. Carácter de sus normas .............................................................................................. 15

2.3.1. Objeto y el carácter de sus normas ...................................................................... 15

2.3.2 En relación al carácter de las normas ................................................................... 17

2.4 Ámbito de aplicación .................................................................................................. 19

3. RESPONSABILIDAD DEL CONSTRUCTOR .............................................................. 21

3.1. Intervinientes de la actividad inmobiliaria ................................................................. 21

3.2. Régimen jurídico general aplicable a las personas dedicadas a la construcción de

inmuebles. ......................................................................................................................... 26

3.3. Responsabilidad en el Código Civil y definición de ruina ........................................ 29

3.4. Que es ser un profesional ........................................................................................... 35

3.4. El contrato de obra y la responsabilidad de su incumplimiento ................................ 37

3.5. Elementos de la responsabilidad civil contractual de los constructores y promotores

por el incumplimiento contractual .................................................................................... 39

5

3.6. Momentos de la responsabilidad del constructor. ...................................................... 42

3.6.1. Responsabilidad del constructor durante la ejecución de la obra ........................ 42

3.6.2. Responsabilidad del constructor después de entregada la obra pactada ............. 44

4. ANTECEDENTES EN MATERIA DE LA GARANTIA EN COLOMBIA ............... 45

5. GARANTÍA DECENAL DEL CÓDIGO CIVIL ......................................................... 49

5.1. Vicios en la construcción ........................................................................................... 51

5.2. Vicios en el suelo ....................................................................................................... 52

5.3. Vicios en los materiales ............................................................................................. 52

6. GARANTÍA DEL CÓDIGO DE COMERCIO ............................................................ 54

6.1. Garantía de calidad y cantidad .................................................................................. 54

6.2. Garantía de buen funcionamiento .............................................................................. 56

6.3. Responsabilidad por vicios ocultos ............................................................................ 57

7. GARANTÍA EN EL ESTATUTO DEL CONSUMIDOR ........................................... 60

7.1. Alcance de la garantía legal en el Estatuto del Consumidor ...................................... 60

7.1.1. Concepto de garantía ........................................................................................... 61

7.2. Causales de exoneración del régimen de garantía. .................................................... 83

7.3. Garantías suplementarias ........................................................................................... 83

7.4. Modalidades de cumplimiento de la garantía ............................................................ 85

7.4.1. Reparación, Entrega, Sustitución y devolución .................................................. 85

CONCLUSIONES ................................................................................................................ 89

BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................. 94

6

LA RESPONSABILIDAD DEL CONSTRUCTOR Y LA GARANTÍA

INMOBILIARIA DESDE EL ESTATUTO DEL CONSUMIDOR

RESUMEN

El presente trabajo de grado es un análisis detallado de algunos fenómenos jurídicos de

gran relevancia del derecho de consumo. Analizaremos conceptos claves como lo son la

Garantía, la responsabilidad de los profesionales intervinientes en la construcción, y todo lo

relacionado con el ámbito de aplicación del estatuto del consumidor desde la óptica del

consumidor inmobiliario. De igual forma analizarnos la doctrina y la legislación vigente en

lo que respecta a estos temas, aclarando de antemano que es una doctrina limitada y que

presenta grandes contradicciones en sus postulados.

PALABRAS CLAVE: Estatuto del Consumidor, Garantía, Responsabilidad, Profesional,

Constructor

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1. INTRODUCCIÓN

Desde el año de 1991 Colombia ha propendido por el modelo económico de la “Apertura”.

Como su nombre lo sugiere, el fenómeno ha consistido en la constante remoción de las

barreras económicas proteccionistas con el propósito de que el Estado pueda fomentar los

procesos industriales y comerciales y dinamizar los mercados, lo cual le ha permitido

hacerse más competitivo y participar con más habilidad y facilidad en los procesos

económicos a nivel local e internacional.

Ahora, si bien es cierto que las tecnologías avanzaron, que se liberalizaron los contratos

laborales, que el mercadeo y las prácticas comerciales tuvieron cierto auge, también es

cierto que durante un largo período de tiempo se tuvo al margen de la ecuación a un

participante del mercado y la economía, sin el cual el comercio no tendría fundamento

alguno: el consumidor.

Antes de la expedición del Estatuto del Consumidor mediante Ley 1480 del 2011, se habían

hecho algunos avances jurisprudenciales en materia de protección al consumidor, famosa es

la sentencia C-1141 de 2000 que tocaba por primera vez la calidad e idoneidad, el

consumidor y el usuario, los derechos del consumidor y los efectos del productor y

distribuidor, también la sentencias de la Corte Suprema sentencias 6775 de 2001 o la 6462

de 2002, de igual forma se había proferido el Decreto 3466 de 1982 mediante el cual se

dictaron normas relativas a la “idoneidad, la calidad, las garantías, las marcas, las

leyendas, las propagandas y la fijación pública de precios de bienes y servicios, la

responsabilidad de sus productores, expendedores y proveedores”. Sin embargo, el

8

consumidor había sido una figura ciertamente inobservada, poco elaborada y sin suficiente

protección y regulación especial.

Estatuto del Consumidor

Estatuto del Consumidor La Ley 1480 del 2011 reguló un sinnúmero de situaciones

jurídicas relacionadas todas al consumidor y mediante la misma se pretendió dar vida y

forma a los postulados de protección al consumidor que hasta el momento habían sido

vagos e insuficientes.

Su promulgación resultó entonces sumamente relevante, y por ello, doctrinantes como la

doctora Magdalena Correa Henao, consideran al Estatuto del Consumidor como una

disposición normativa que consagra un derecho de ruptura, es decir, como la creación de

una especialidad jurídica sin toques comerciales o civiles, simplemente de consumo.

Sucede, sin embargo, que la expedición de la Ley 1480 de 2011, en lugar de determinar y

delimitar las normas que resultan aplicables en materia de garantía inmobiliaria y de

responsabilidad del constructor, terminó por agravar el panorama, pues actualmente existen

tres normas vigentes que regulan parcial y desarticuladamente esos temas: 1. El Código

Civil, 2. El código de Comercio y 3. Ley 1480 de 2011 o Estatuto del Consumidor. Existen

entonces una serie de disposiciones jurídicas superpuestas, insuficientes y ambiguas que

permiten abrir todo un abanico de interpretaciones jurídicas, siendo la escala jerárquica de

las normas el elemento más intrigante.

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Esa coexistencia de normas, inevitablemente nos conduce a plantearnos el interrogante que

sirvió de base para la elaboración del presente trabajo de grado: ¿existió una derogatoria

tácita de las normas civiles y comerciales desde la expedición del Estatuto del

Consumidor en lo que se refiere a la garantía inmobiliaria y a la responsabilidad del

constructor?

Para efectos de resolver ese interrogante, el presente escrito abordará el estudio del Estatuto

del Consumidor a partir de la figura del consumidor inmobiliario y de su relación con el

constructor como ente responsable de la estabilidad y calidad de la edificación. Además, se

identificarán, de forma minuciosa, las garantías existentes a favor del consumidor

inmobiliario, haciendo un breve repaso de las legislaciones comerciales, civiles y de

consumo, para posteriormente analizar el régimen de responsabilidad aplicable a la relación

jurídica existente entre consumidores y productores inmobiliarios.

2. APROXIMACIÓN AL ESTATUTO DEL CONSUMIDOR

2.1 ¿Es el derecho del consumidor una nueva rama de las ciencias jurídicas?

Este interrogante resulta ser de suma importancia ya que, para algunos autores, la creación

de una ley especial referente exclusivamente al derecho del consumo implicó,

obligatoriamente, hablar de un nuevo cuerpo normativo, totalmente especializado e

independiente de los preceptos civiles y comerciales.

Sobre esto no hay claridad y no hay una verdad única, lo cierto es que el Estatuto del

consumidor expresamente enuncia al código de comercio y subsidiariamente al civil como

10

normatividad supletiva en materia de consumo cuando el estatuto no tenga claridad o no

regule el tema en específico.

El derecho que llamamos privado, es una disciplina que comprende tanto al derecho civil

como al comercial y que, por su naturaleza, se ha ido diferenciando paulatina, aun cuando

radicalmente del derecho de consumo. Así, el derecho privado propende por poner a las

partes de un conflicto o de una relación jurídica en igualdad de condiciones, y de la misma

forma autoriza y promueve la aplicación del principio de la libertad la autonomía de la

voluntad privada, características que resultan ser más restringidas en el derecho del

consumidor, ya que como evidenciaremos la parte productora es la parte fuere en esta

desigual relación. (Henao. 2013. Pag 84).

Por otro lado, la fuente primaria del derecho de consumo no es la del derecho privado,

puesto que este encuentra su fundamento en las disposiciones normativas del derecho de

la competencia, en las cuales se refleja la idea de que las partes son desiguales por

naturaleza, ya que el productor siempre estará en una posición de privilegio en lo que

respecta a conocimiento de información o simplemente porque es la parte dominante de un

contrato de adhesión.

La anterior afirmación tiene cabida en profesores como la doctora Correa Henao quien

textualmente afirma:

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“El derecho de consumo como parte del gran derecho de la competencia, se

estructura a partir de la idea de la desigualdad de las partes y en ese tanto, como

sistema normativo de protección al sujeto débil de la relación jurídica que se traza

en el proceso de adquisición de bienes y servicios para la atención de las

necesidades humanas, familiares o de subsistencia” (Henao. 2013. Pag 84).

Lo anterior significa que la disciplina legislativa de consumo no pretende proteger la

seguridad jurídica ni los acuerdos finales de voluntades, sino que busca brindarle una

protección al destinatario final, al protagonista real de la cadena comercial: el consumidor.

Además, en punto de análisis de las características de las acciones propias del derecho del

consumo, debemos mencionar que, en contraposición a las acciones que tienen que realizar

los demandantes civiles y comerciales, en extremo engorrosas, las acciones del derecho de

la competencia resultan ser mucho más prácticas y efectivas. Desde un tiempo para acá la

jurisdicción especial que recae en cabeza de la Superintendencia de Industria y Comercio

ha demostrado notorios avances y se ha desmarcado como una herramienta muy eficiente

para la solución de conflictos, de igual forma se caracteriza por la facilidad en sus procesos

y por los tiempos de respuesta a las inquietudes y los procesos que ellos diriman, aun

cuando los procesos de consumo no pierden sus características de procesos especiales si

podemos afirmar que son notoriamente más sencillos y prácticos, disminuyendo costos de

transacción.

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Para materializar la protección a los consumidores se necesita del poder intervencionista del

Estado sumamente aplicado y juicioso poder que intenta ser ausente en el tráfico civil pero

muy activo en las actividades de competencia o públicas. En otras palabras, el derecho del

consumo

―tiene al Estado como parte principal de su configuración, pero también del

aseguramiento de sus principios y reglas, puesto que la ruptura de las diferencias

en el mercado de libertades y privilegios y de acceso de información, no se logra

fácilmente o de manera espontánea por los empresarios, productores y

comercializadores, o por la valentía y dedicación de los consumidores, sino en

especial a partir de la actuación decidida de los poderes públicos llamados a

reducir los desequilibrios entre tales sujetos actores del mercado” (Henao, 2013,

pág. 83).

Esas actuaciones que emanan del poder estatal se pueden identificar como límites a la

autonomía de la voluntad privada que se reflejan en restricciones a la libertad contractual,

principios que van en total contravía del derecho privado. En este tema, en el que se trata la

posibilidad de un derecho de ruptura sería, oportuno traer a colación una breve reflexión de

doctora Correa Henao:

“Es [el derecho del consumo],en fin un sistema normativo propio del pluralismo,

porque su composición no ha tendido a reducirse a ordenar las relaciones entre

consumidor y productor, sino que ha contemplado adicionalmente herramientas

distintas, no para trabar conflictos interpartes y representativos de intereses

particulares, sino acciones derivadas de la participación de los consumidores,

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directa o a través de organizaciones y del apoyo que el estado ofrece a esta forma

de liberación del mercado. Es decir, un derecho, donde la mínima igualdad que

crea por vía de sus normas jurídicas, no solo brinda poderes individuales sino

también colectivos, que no requieren de instancias del estado para asegurarse el

cumplimiento de los derechos y obligaciones desconocidos, sino que de modo

fundamental, administran una suerte de justicia por propia mano de los

consumidores, desde las nuevas formas de acceder a la información” (Valderrama,

2013, p. 84,85).

El derecho del consumo se configura entonces como un sistema propio que cobra vida en el

pluralismo jurídico. Sin embargo, ese hecho no quiere decir, con total certeza, que sea un

derecho completamente autónomo que se aleja de todos los principios civiles y comerciales

pues, como se verá más adelante, son, entre todos, un cuerpo normativo que se

complementa.

Precisamente por ese hecho, el Estatuto del Consumidor establece expresamente la

remisión a las normas comerciales y civiles como lo establece el artículo 4 del Estatuto del

consumidor.

2.2. Aspectos generales del estatuto

Estatuto del Consumidor

El artículo 5 numeral 3 del Estatuto del Consumidor define al consumidor como “toda

persona natural o jurídica que, como destinatario final, adquiera, disfrute o utilice un

14

determinado producto, cualquiera que sea su naturaleza para la satisfacción de una

necesidad propia, privada, familiar o doméstica y empresarial cuando no esté ligada

intrínsecamente a su actividad económica”.

Desde su expedición, el Estatuto se ha convertido en la principal herramienta de protección

para esas muchas personas que, estando dentro de la caracterización de “consumidor” dada

por la disposición jurídica en cita, ven vulnerados sus derechos después de haber

adquirido un bien o servicio.

Para tal efecto, dicha ley ordinaria tiene una serie de principios, deberes y obligaciones que

surgen y deberán respetarse por los partícipes de la cadena de consumo. De ese modo

estableció de forma sistemática la total protección sobre:

1) el respeto por la dignidad humana,

2) la efectividad y el libre ejercicio de los derechos de los consumidores,

3) el respeto pos los intereses económicos de los consumidores,

4) el acceso a una información adecuada que permita hacer elecciones bien fundadas,

5) la educación del consumidor,

6) la libertad de constituir organizaciones de consumidores y la oportunidad para esas

organizaciones de hacer oír sus críticas en los procesos que afecten a estos productos.

7) todo lo relacionado con la protección a los niños, niñas y adolescentes en su calidad de

consumidores.

Esos principios son la base de la pirámide del derecho de consumo.

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Además, seguidamente el Estatuto contiene algunos de los principios generales del

Derecho cuya aplicabilidad en materia de consumo resultan especialmente relevantes así: a)

Principio de respeto a la dignidad humana del consumidor, -el cual estará totalmente ligado

a la seguridad de los productos-; b) Principio de buena fe y transparencia -que abarca otras

nociones como la educación del consumidor, la correcta información y publicidad, la

reparación integral entre otras-; y, c) el principio de libertad -el cual encuentra conexidad

con el libre ejercicio de los derechos de libertad contractual y de representación o de

organización-.

Entre todos estos se crea un cuerpo armónico que sirve de fundamento para la protección

integral de los derechos del consumidor.

2.3. Carácter de sus normas

2.3.1. Objeto y el carácter de sus normas

El artículo 2 de la Ley 1480, establece cuál es al ámbito de aplicación del Estatuto del

Consumidor, al definir los tipos de transacciones y determinar de cuáles son las que se

ocupa esta ley. Este artículo es necesario pues pretende delimitar la normatividad aplicable

a cada caso en concreto según el tipo de relación jurídica de que se trate.

De esta forma, la persona que está encargada de realizar el análisis jurídico evaluará si la

conducta hace parte de lo que cobija el estatuto o si, por el contrario, se encuentra

simplemente dentro del ámbito de la normativa comercial o civil.

16

Y ¿cómo se hace esta evaluación? Este examen se basa en la verificación de los elementos

de la relación de consumo, si se está frente a una relación, o frente a alguna forma de

responsabilidad derivada de las acciones u omisiones de un productor o proveedor sobre la

cual no exista una regulación especial, caso en el cual, aplicaría sin lugar a duda la Ley

1480, ya que si existiera una regulación especial se convertiría en la norma aplicable sin

defecto de las demás normas de consumo.

El artículo 2 del Estatuto del Consumidor menciona el objeto de la ley y, así mismo,

dispone la obligatoriedad de sus artículos cuando se trate de relaciones jurídicas entre

proveedores - productores y consumidores. Además, menciona que el estatuto tiene

autonomía para interactuar con las personas que intervengan en una posible relación de

consumo.

―Las normas de esta ley regulan los derechos y las obligaciones surgidas entre los

productores, proveedores y consumidores, así como la responsabilidad de los productores

y proveedores tanto sustancial como procesalmente.

Las normas contenidas en esta ley son aplicables en general a las relaciones de consumo y

a la responsabilidad de los productores y proveedores frente al consumidor en todos los

sectores de la economía respecto de los cuales no exista regulación especial, evento en el

cual aplicará la regulación especial y suplementariamente las normas establecidas en esta

Ley. Esta ley es aplicable a los productos nacionales e importados (Ley 1480, 2011, art.2).

Es necesario mencionar que el artículo pretende no dar equívocos en su interpretación, ya

que el inciso 1 del mencionado artículo dispone expresamente que “los derechos y

17

obligaciones surgidas entre los productores y proveedores tanto sustancial como procesal”

son reguladas por la normas de esta ley

Es decir que existe una clara interpretación de la norma en lo que refiere a la

responsabilidad de los productores y proveedores y frente a su ámbito de aplicación.,

(Congreso de la República, Ley 1480, 2011, art.2).

Esta conclusión del artículo trae consigo ciertas consecuencias, siendo la principal un cierto

distanciamiento respecto de la normatividad comercial y civil. Así mismo, demuestra

claramente el carácter general y residual de las disposiciones del Estatuto el Consumidor,

esto, sin menoscabo de las regulaciones especiales. En consecuencia, la ley 1480 de 2011

tiene aplicabilidad en los eventos donde una de las partes de la relación jurídica tenga la

calidad de consumidor, y sea este como menciona el artículo segundo del Estatuto del

Consumidor, el destinatario final del producto o servicio.

2.3.2 En relación al carácter de las normas

El artículo 4 de la Ley 1480 de 2011 es el que se encarga de enunciar el carácter de las

normas de consumo, y regula expresamente tres presupuestos básicos.

Concretamente dispone:

“Las disposiciones contenidas en esta ley son de orden público. Cualquier

estipulación en contrario se tendrá por no escrita, salvo en los casos específicos a

los que se refiere la presente ley. Sin embargo, serán válidos los arreglos sobre

18

derechos patrimoniales, obtenidos a través de cualquier método alternativo de

solución de conflictos después de surgida una controversia entre el consumidor y el

proveedor y/o productor. Las normas de esta ley deberán interpretarse en la forma

más favorable al consumidor. En caso de duda se resolverá en favor del

consumidor. En lo no regulado por esta ley, en tanto no contravengan los principios

de la misma, de ser asuntos de carácter sustancial se le aplicarán las reglas

contenidas en el Código de Comercio y en lo no previsto en este, las del Código

Civil. En materia procesal, en lo no previsto en esta ley para las actuaciones

administrativas se le aplicarán las reglas contenidas en el Código Contencioso

Administrativo y para las actuaciones jurisdiccionales se le aplicarán las reglas

contenidas en el Código de Procedimiento Civil, en particular las del proceso

verbal sumario” (Congreso de la República, Ley 1480, 2011, art.4).

Salen entonces a la luz tres presupuestos provenientes de la literalidad de la norma, así: 1)

lo regulado en el estatuto tiene carácter de orden público y, en razón de esto, no es posible

realizar ninguna estipulación en contrario, 2) la normativa de derecho de consumo deberá

ser interpretada siempre en la forma más favorable para el consumidor y 3) en caso de que

exista duda, se deberá resolver a favor del consumidor, “regla que se deriva del principio

de asimetría en desarrollo del imperativo constitucional consagrado en al artículo 78 de la

constitución” (Caycedo, López & Madriñan, 2012, p. 26).

Es importante en este punto decir que, en el momento que se presenten lagunas o vacíos

sustanciales, se deben aplicar las normas comerciales y subsidiariamente, las normas

19

civiles, siempre y cuando el vacío jurídico no pueda ser subsanado mediante la aplicación

de los principios generales del Estatuto.

2.4 Ámbito de aplicación

El artículo 2 de la Ley 1480, cuando se refiere al ámbito de aplicación de sus normas, deja

un vacío sustancial pues no define de manera expresa lo que debe entenderse por “relación

de consumo”, motivo por el cual se tiene que acudir a la interpretación del objeto de la

misma ley.

Es preciso establecer entonces que el Estatuto otorga una categoría jurídica propia en

atención a los protagonistas que están involucrados en la relación jurídica particular, es

decir que la Ley 1480 de 2011 es aplicable cuando una de las partes actué en condición de

consumidor, como destinatario final del bien o servicio y con una finalidad ubicada por

fuera del círculo empresarial.

Por otro lado, una manera alternativa de definir el verdadero alcance de la ley es mediante

el análisis y determinación de los sectores económicos que se encuentren involucrados,

pues la relación de consumo puede incluir sectores con regulaciones especiales o sin la

misma. En todo caso, se deberá entender al Estatuto del Consumidor como parte del

Derecho Común, en concordancia a las relaciones de consumo y a la responsabilidad de los

productores y proveedores frente al consumidor en todos los sectores de la economía

respecto de los que no exista regulación especial.

20

En caso que llegara a existir una regulación especial sobre una materia específica, la Ley

1480 operará en principio como una norma suplementaria, puesto que así lo dispone al

artículo 2, en su segundo inciso.

Para esta ley existen unas excepciones, definidas por la doctora Correa Henao de la

siguiente manera:

“…lo previsto en la ley 1480 de 2011 se entiende a favor de los consumidores o

usuarios de bienes y servicios sujetos a regímenes especiales. Así ocurre: 1.en

materia de acción de protección al consumidor, como mecanismo judicial aplicable

con fundamento en la vulneración de derechos de los consumidores…2los

orientados a lograr que se haga efectiva la garantía, 3. Los encaminados a obtener

la reparaciones los daños causados a los bienes en la prestación del servicio, o por

información o publicidad engañosa… 4.igualmente y sin perjuicio de las

reglamentaciones especiales, como mínimo el productor debe suministrar el

consumidor de bienes y servicios información de instrucción sobre el correcto uso y

conservación etc…” (Henao, 2014, pág. 85).

Se entiende entonces que la Ley 1480 es una ley general aplicable a todos los sectores

económicos y productivos, siempre y cuando no exista una ley especial que regule el tema,

y también aún con la existencia de una norma especial, en los eventos en los que se trate del

ejercicio de la acción de protección al consumidor, de cumplimiento de garantías, por usos

21

de información o publicidad engañosa y en razón al poder sancionatorio de la SIC, pues en

estos casos se le deberá dar el carácter de general al Estatuto.

Lo anterior significa que, la norma especial podrá regular las demás situaciones jurídicas,

sin alterar estos preceptos que, como debemos recordar, son normas de orden público y no

una simple enunciación de eventos en los cuales no aplica el Estatuto.

3. RESPONSABILIDAD DEL CONSTRUCTOR

3.1. Intervinientes de la actividad inmobiliaria

La responsabilidad civil que se les aplica a los profesionales de la construcción es un

subsistema de la responsabilidad civil que establece los requisitos y criterios según los

cuales se deben indemnizar los perjuicios que se causen en desarrollo de la actividad de

construcción de inmuebles.

Resulta importante decir a ese tipo de responsabilidad le resultan aplicables todos los

criterios generales de la responsabilidad civil, sin perjuicio de la normatividad especial que

regula la actividad inmobiliaria en particular.

Es importante mencionar que la actividad de la construcción de inmuebles es una actividad

comercial por cuanto en desarrollo de la misma se ejecutan actos mercantiles para los

efectos legales.

22

Siguiendo esa línea, se debe entender a los constructores como empresarios profesionales,

los cuales cuentan con una preparación y habilitación especial, que poseen técnicas y

conocimientos especializados que por regla general son desconocidos para el consumidor.

Dado este alcance se debe entender que los constructores se encuentran en una situación de

ventaja, motivo por el cual la ley busca aplicar un régimen de responsabilidad más estricto

que el aplicable a la mayoría de ciudadanos en los cuales el patrón es el de “un buen padre

de familia”. Por su parte, en el caso de los profesionales de la construcción se entenderá

que sus actuaciones deben ser correspondientes a las que realizaría un buen empresario.

A la hora de hablar de la responsabilidad civil del profesional y, en este caso particular, la

del constructor, hay que decir que no es posible una delimitación de la responsabilidad

profesional, ya que los términos de responsabilidad son muy distintos dependiendo de la

profesión que se tenga, razón por la cual es menester hacer evaluaciones particulares sobre

cada profesional en concreto.

En materia de la construcción de inmuebles, debe considerarse que intervienen un sin

número de profesionales de todas las áreas del conocimiento. A simple vista se pueden

enumerar a los arquitectos, ingenieros promotores, constructores, vendedores, curadores,

interventores, entre muchos otros, que trabajan en la construcción.

Se debe tener en cuenta, además, con relación a lo anteriormente analizado, que en este tipo

de mercado intervienen diversas personas, las cuales en su mayoría poseen el carácter de

23

profesionales, razón por la cual lo pertinente es analizar el ámbito de sus responsabilidades

particulares a la luz de las normas propias de la disciplina de que se trate.

Sobre lo anterior la Honorable Corte Constitucional mediante la sentencia C-193 de 2006,

ha explicado, de forma muy detallada quiénes son los intervinientes responsables en la

actividad constructora, y ha dejado constancia de la importancia de la profesionalidad en

cada uno de sus campos de acción, ya que reconoce que es una actividad multidisciplinaria.

Literalmente considero la corte:

“La profesión de ingeniero, la profesión de arquitecto así como la profesión de

constructores en arquitectura e ingeniería son todas ellas profesiones que

involucran un claro riesgo social; la exigencia de aportar un título académico de

idoneidad se predica de todas estas profesiones sin excepción; lo anterior no

significa, sin embargo, que el ámbito de ejercicio de la profesión de ingeniero, la de

arquitecto y la de constructores arquitectos e ingenieros sea el mismo. Si bien es

cierto algunas de las tareas desempeñadas por todos estos profesionales se

traslapan, el contexto en el que efectúan su tarea cada uno de ellos es distinto; se

exige, para tales efectos, habilidades y capacitación diferentes. Cada una de estas

profesiones genera, a su turno, unas responsabilidades específicas. La aplicación

del principio de división de trabajo se ha vuelto ineludible en los tiempos actuales.

Es evidente que cada uno de estos profesionales – ingenieros civiles, arquitectos,

24

constructores en arquitectura e ingeniería - puede contribuir y de hecho aporta en

el proceso de construcción de edificaciones sismo resistentes. La contribución de

cada uno de estos profesionales es ineludible, pero se despliega en distintos

campos. Cada uno coopera a la realización de la obra según el perfil de su

profesión, el nivel de formación y la experiencia obtenida en la práctica” (Corte

Constitucional, Sentencia C-193, 2006).

Sabemos entonces que la actividad de la construcción exige unos niveles de preparación y

de sinergia entre los operadores que lo realizan, y no solo basta con la calidad de

intervinientes, sino que tiene que demostrase la idoneidad de las personas y eso se hace

evaluando el profesionalismo de los mismos.

Sobre este punto es necesario analizar a cada parte del proceso constructivo o, por lo

menos, a los referentes más participativos y por ende los que mayor grado de

responsabilidad tendrán al finalizar la construcción.

Ahora es preciso mencionar la ley 400 de “por la cual se adoptan normas sobre

construcciones sismo resistentes”, modificada por la Ley 1229 de 2008: sobre la cual dicha

ley enumera ciertos participes de la actividad contructiva.

1. Constructor: Es el profesional, ingeniero civil, arquitecto o constructor en

arquitectura e ingeniería, bajo cuya responsabilidad se adelanta la construcción de

una edificación‖.

25

2. Interventor: Es el profesional, ingeniero civil, arquitecto o constructor en

arquitectura e Ingeniería, que representa al propietario durante la construcción de la

edificación, bajo cuya responsabilidad se verifica que ésta se adelante de acuerdo

con todas las reglamentaciones correspondientes, siguiendo los planos, diseños y

especificaciones realizados por los diseñadores

3. Promotor y gerente de proyecto: La figura del gerente o del promotor de

proyectos inmobiliarios es una noción sumamente importante y que trae consigo un

número extenso de responsabilidades y obligaciones, en efecto el doctor Tamayo

Jaramillo, experto en el tema y autoridad en estos temas tratados sostiene sobre la

definición :

“Pensamos que, en el derecho colombiano, el promotor inmobiliario debe

considerarse como un constructor y, en consecuencia, le son aplicables los

artículos 2060 y 2351 del Código Civil. En efecto, en la práctica, la actividad del

promotor inmobiliario está tan ligada a la ejecución misma de la obra, que éste

perfectamente está en posibilidad de controlar la calidad de la misma. Él, como

conocedor de su profesión, tiene la posibilidad y la obligación de garantizar la

calidad de los trabajos. No se trata, pues, de un simple mandatario que solo se

encarga de asesorar a los dueños de la obra y a gestionar los diferentes contratos

de la obra. Dicho de otra manera, en materia contractual su obligación es de

resultado. Y lo es porque cuando la aleatoriedad del resultado buscado por el

acreedor es mínima, la obligación es determinada y no de simple diligencia. En

materia extracontractual le es perfectamente aplicable la responsabilidad del

26

artículo 2351 del Código Civil por los mismos motivos. El promotor inmobiliario

tiene la obligación de garantizar que las obras concebidas y dirigidas por él, no

causen daños a terceros” (Tamayo, 2010, 1381).

4. Propietario: Es la persona, natural o jurídica, dueña del predio, a nombre de la cual

se expide la licencia de construcción y quien contrata los diferentes profesionales

que intervienen en el diseño, la construcción y la supervisión técnica de la estructura

de la edificación y de los elementos no estructurales contemplados por esta ley y sus

reglamentos (Congreso de la República, Ley 400, 1997).

3.2. Régimen jurídico general aplicable a las personas dedicadas a la construcción de

inmuebles.

La actividad de construcción tiene un gran número de normas aplicables tanto de carácter

constitucional como legal, las cuales denotan gran importancia, pues en ellas se encuentran

consagrados los deberes específicos de prevención y evasión de daños que deben ser

aplicados por los constructores para que se considere que sus conductas han sido diligentes.

Por el contrario, la inobservancia de estas normas conduce a que se considere que el

constructor ha incurrido en culpa.

Se trata entonces de un criterio de culpa profesional.

Las normas de protección constitucional en al ámbito de construcción se podrían

enunciar, someramente, de la siguiente forma.

27

ARTICULO 51. Todos los colombianos tienen derecho a vivienda digna. (Const., 1991,

art.51

ARTICULO 313. Corresponde a los concejos: (…)7. Reglamentar los usos del suelo y,

dentro de los límites que fije la ley, vigilar y controlar las actividades relacionadas con la

construcción y enajenación de inmuebles destinados a vivienda (Const., 1991, art.313).

ARTICULO 334. La dirección general de la economía estará a cargo del Estado. Este

intervendrá, por mandato de la ley, en la explotación de los recursos naturales, en el uso del

suelo, en la producción, distribución, utilización y consumo de los bienes, y en los servicios

públicos y privados, para racionalizar la economía con el fin de conseguir en el plano

nacional y territorial, en un marco de sostenibilidad fiscal, el mejoramiento de la calidad de

vida de los habitantes, la distribución equitativa de las oportunidades y los beneficios del

desarrollo y la preservación de un ambiente sano…(Const., 1991, art.334).

Ahora bien, entre las normas de carácter legal se encuentran:

Ley 9 de 1989: por la cual se dictan normas sobre planes de desarrollo municipal,

compraventa y expropiación de bienes y se dictan otras disposiciones (Congreso de la

República, Ley 9, 1989).

Ley 546 de 1999: Por la cual se dictan normas en materia de vivienda, se señalan los

objetivos y criterios generales a los cuales debe sujetarse el Gobierno Nacional para

regular un sistema especializado para su financiación, se crean instrumentos de ahorro

destinado a dicha financiación, se dictan medidas relacionadas con los impuestos y

28

otros costos vinculados a la construcción y negociación de vivienda y se expiden otras

disposiciones (Congreso de la República, Ley 546, 1999).

Ley 400 de 1997 y modificada por la Ley 1229 de 2008 leyes de Sismorecistencia.

Por la cual se modifica la reglamentación del

ejercicio de la ingeniería, de sus profesiones afines y de sus profesiones auxiliares,

se adopta el Código de Ética Profesional y se dictan otras disposiciones.

Ley 435 de 1998: Por la cual se reglamenta el ejercicio de la profesión de

Arquitectura y sus profesiones auxiliares, se crea el Consejo Profesional Nacional

de Arquitectura y sus profesiones auxiliares, se dicta el Código de Ética Profesional,

se establece el Régimen Disciplinario para estas profesiones, se reestructura el

Consejo Profesional Nacional de Ingeniería y Arquitectura en Consejo Profesional

Nacional de Ingeniería y sus profesiones auxiliares y otras disposiciones.

Decreto 1469 de 2010: Por el cual se reglamentan las disposiciones relativas a las

licencias urbanísticas; al reconocimiento de edificaciones; a la función pública que

desempeñan los curadores urbanos y se expiden otras disposiciones.

Ley 1796 de 2016 por la cual se establecen medidas enfocadas a la protección del

comprador de vivienda, el incremento de la seguridad de las edificaciones y el

fortalecimiento de la función pública que ejercen los curadores urbanos, se asignan

unas funciones a la superintendencia de notariado y registro y se dictan otras

disposiciones.

29

No son las únicas fuentes normativas en la materia, pero sí podrían considerarse como las

más importantes. Entre ellas se deben rescatar, como se ha mencionado anteriormente, los

regímenes especiales del ingeniero y del arquitecto como protagonistas de la actividad

inmobiliaria, además de las leyes de sismo resistencia que existen en el país y que han sido

tratadas por las altas cortes, por ejemplo, mediante la sentencia C-964 de 1999, la cual se

ocupa de los riesgos de la construcción y de la necesidad de aplicar la ley sísmica.

Por otro lado, es necesario referirse a la nueva Ley 1796 de 2016. Por la cual se crean

medidas de protección al comprador de vivienda “

Dicha ley propende establecer nuevas medidas para la protección del comprador de

vivienda, y lo hace mediante el incremento de los estándares de calidad de las

edificaciones. Como se explicará con mayor profundidad más adelante, la misma contiene

un articulado que se enmarca en el ámbito de la protección al consumidor y, de alguna

manera, complementa al Estatuto del Consumidor y a las leyes comerciales y civiles.

Es por esto que se sigue adoptando la postura de creer que las leyes civiles y comerciales

no se derogan, sino que, por el contrario, empiezan a crear un ordenamiento mucho más

completo y sinérgico entre todas las leyes, solo con la finalidad de proteger al consumidor.

3.3. Responsabilidad en el Código Civil y definición de ruina

La responsabilidad del constructor será abordada en este ensayo sobre la evaluación de sus

elementos, los cuales ya conocemos son la culpa el daño y el nexo causal, de igual forma

30

daremos explicación a los regímenes contractuales y extracontractuales en materia de

responsabilidad profesional.

En punto de análisis de los daños atribuibles al empresario, es necesario hablar del artículo

2060 del Código Civil, el cual, explícitamente se refiere a la construcción de edificios por

precios únicos y enumera unas reglas.

Así, por ejemplo, el numeral 3 del mencionado artículo, se refiere a la amenaza de RUINA,

noción que resulta relevante para efectos del presente escrito:

Si el edificio perece o amenaza ruina, en todo o parte, en los diez años

subsiguientes a su entrega, por vicio de la construcción, o por vicio del suelo que el

empresario o las personas empleadas por él hayan debido conocer en razón de su

oficio, o por vicio de los materiales, será responsable el empresario; si los

materiales han sido suministrados por el dueño, no habrá lugar a la

responsabilidad del empresario”

De la lectura del artículo en cita, se evidencia que el mismo no contiene una definición del

concepto de “ruina”, motivo por el cual es necesario dirigirse a la doctrina o a la

jurisprudencia, pues el mismo determina el ámbito de la responsabilidad del constructor por

todos los daños generados por la ruina del edificio.

Sobre el artículo anterior existe una gran discusión y se ha llegado a entender que el

constructor será responsable solidariamente ante la ruina del edificio, aun cuando este no

haya sido quien adquirió los materiales para la construcción del mismo, pues, como se ha

31

visto, este posee la calidad de profesional que de alguna forma tiene que acreditar un

conocimiento sobre la materia.

Es por esto que, si le llegaran con materiales defectuosos o de una calidad inferior a la

requerida por los estándares técnicos, el constructor también se verá responsable

solidariamente por tener la aptitud de profesional.

Ahora bien, los empresarios dedicados a la actividad de la construcción incurren en

responsabilidad civil en los términos del artículo 2060 del Código Civil, específicamente

cuando el contrato de obra se haya celebrado por un precio único prefijado.

Sin embargo, si se trata de arquitectos o profesionales, de conformidad con lo establecido

en el artículo 2061, tales profesionales incurrirán en la misma responsabilidad

independientemente de la modalidad contractual en virtud de la cual se hayan obligado.

De igual forma, la doctrina y la jurisprudencia arbitral han considerado que la

responsabilidad civil a la que se hace alusión, puede ser aplicada analógicamente a los

constructores que actúan por administración delegada, en cuanto a su actuación como

directores de la obra. (Laudo arbitral de 16 de febrero de 2004 en el caso Conavi vs.

Conconcreto)

Por otro lado, y continuando con el concepto de ruina, la Corte Constitucional, sin dar una

definición clara, en su sentencia T-256 de 1994 menciona a la “Ruina” en los siguientes

términos:

32

“El estado en que se encuentra el inmueble que perturba la seguridad y la

tranquilidad pública, pues para los vecinos, los propios habitantes y los

transeúntes, significa un factor de intranquilidad estar en presencia permanente de

un inmueble que en cualquier momento puede causar una tragedia. Y representa

inseguridad por las graves consecuencias que podría tener la ruina del inmueble,

no sólo para quienes lo habitan, sino para los vecinos” (Corte Constitucional,

Sentencia T-256, 1994).

En otra actuación, la Corte Suprema de Justicia se pronunció al respecto de la ruina de la

siguiente manera:

“En efecto, para que tenga lugar la reclamación se requiere, ante todo como

presupuesto para indagar la causa generadora del daño que dentro del término de

vigencia de la garantía decenal se haya producido el desplome del edificio o

presentado la amenaza de ruina total parcial” (Corte Suprema de Justicia, 2009,

Exp C-0800131030061993-08770-01).

Es evidente, por lo anterior, que no es fácil encontrar una definición concreta de ese

concepto. Y con fundamento en lo anterior es plausible decir que por el mismo se entiende

la destrucción total o parcial de los materiales que conforman la estructura de un edificio.

33

Por desgracia, las definiciones encontradas pertenecen a doctrinantes de otros países

específicamente Argentina y Chile, sin embargo, por efectos netamente investigativos, se

traen a colación para realizarles el respectivo examen.

Sobre la noción de Ruina el tratadista chileno Arturo Alessandri Rodríguez expone que:

“Para que exista el daño es necesario que provenga de la caída de los materiales

incorporados al edificio, de los materiales que lo forman o constituyen, solo ahí hay

ruina” (Alessandri, 1949, pág. 348).

Por otro lado, la doctrina argentina, especialmente el doctor Roque Fortunato Garrido,

menciona que no se debe entender el concepto de ruina como algo restringido.

Concretamente señala que:

“No es necesario que se produzca el derrumbe o el edificio o la destrucción total de

la obra, bastando un deterioro de tal importancia que determine un peligro cierto o

inmediato o signifique una amenaza-próxima o remota- de que la cosa puede llegar

a arruinarse o deteriorarse, comprometiendo la existencia, la solidez y duración de

la obra, es decir su estabilidad…” (Garrido, 1984, pág.).

El concepto anterior es más apropiado, puesto que la norma es clara al enunciar tanto a la

ruina propiamente dicha, como a la simple amenaza de ruina, motivo por el cual el ámbito

34

de aplicación de ese artículo 2060 del Código Civil debe considerarse de manera amplia.

Ahora bien, ¿qué sucede en la normatividad colombiana si los daños producidos no

provienen del concepto de ruina?

Frente a estos casos, y en el aspecto jurídico local, hay que mencionar al reconocido jurista

Tamayo Jaramillo el cual formula la tesis de la necesidad de hacer extensiva la garantía a

daños diferentes a la ruina, en los siguientes términos:

“No vemos porque en el derecho colombiano no pueda hacerse extensiva la garantía a

daños diferentes a los de la ruina. La voluntad del legislador de consagrar la garantía

decenal es la de obligar a los constructores a edifica en forma adecuada. Piénsese así

mismo que la mayoría de los defectos de construcción solo se pueden percibir al cabo

de los años, por lo tanto, prácticamente le es imposible al comprador o al dueño del

edificio detectar los defectos de construcción que, en cierta forma son imperceptibles al

momento de la recepción de los trabajos o durante los primeros meses posteriores a la

entrega. Sin embargo, creemos que el vacío legal no tiene mucha importancia, por

cuanto nuestro articulo 2060 habla de que la garantía decenal es aplicable si el

edificio perece o amenaza en ruina. Esto quiere decir que cualquier defecto de

construcción que haga eventual la producción de un daño debe considerarse amparado

por la norma. En conclusión, podemos decir que la garantía decenal de los artículos

2060 y 2451 del código civil es aplicable a todos los daños provenientes de un vicio en

la construcción independientemente de que haya ruina” (Tamayo, 2010, pág.1369).

35

3.4. Que es ser un profesional

Al iniciar este tema sobre la responsabilidad del constructor, se tocará de manera corta

algunos conceptos sobre el profesional. Por este motivo, se ampliarán las definiciones

existentes sobre quién es profesional y, posteriormente, se analizará cuáles son los factores

de imputación que se les realiza a estas personas cuando ocurre un incumplimiento

derivado de un contrato.

La doctrina ha marcado una diferencia conceptual a la hora de enunciar al profesional,

pues, por un lado la definición tradicional señala que se trata de “aquella persona que se

graduó en una universidad reconocida por el estado y que realiza al acto o servicio de una

manera liberal”,- como explica Alma Ariza sobre un artículo de Vallespinos- (Ariza, 2010,

312) (Vallespinos, 2009, 424) y, por otro lado, se refiere al concepto del que realiza o

ejecuta la materia profesional, “es profesional aquel que por su profesión o habito

desempeña una actividad que constituye su principal fuente de ingresos‖, - como explica

también Ariza sobre palabras de Mosset, (Ariza, 2010, 312)-. (Mosset, 2004, p. 23)

Si bien es un poco confusa la división conceptual, la diferencia radica en que, para el

primer autor, la profesionalidad va ligada al título universitario mientras que, para el

segundo, la profesionalidad hace referencia al ejercicio continuo de su actividad laboral, la

cual le otorga los conocimientos y las competencias para ejercer su profesión.

En Colombia es clara la comparación entre profesional y comerciante ya que los

comerciantes son la forma en la que se expresan las actividades profesionales de quienes

ejecutan actos comercio.

36

La profesionalidad de cualquier disciplina va ligada a unos conceptos rectores, los cuales

limitan el carácter profesional, estos son: a) La onerosidad en sus transacciones, b) la

habitualidad en su trabajo, c) existencia de una organización que preste los servicios y d) la

experticia en su trabajo, siendo estos los requisitos para imputársele el carácter de

profesional a una persona. (Le Tornenau y Cadiet 1998)

Ahora bien, si se tienen que tratar los criterios de imputación sobre las responsabilidades en

los profesionales, hay que decir que no existe una teoría clara al respecto, pues los

intervinientes en relaciones profesionales y, en particular, la de construcción hacen que

existan una pluralidad de personajes, cada uno calificado para un tema específico. Esto

implica que las evaluaciones de culpa que se realicen sobre estos se conviertan en un

análisis complejo.

Para efectos del presente trabajo de grado, se comparte la idea del doctrinante Vallespinos,

quien ve inviable la existencia de una responsabilidad profesional unificada. Él entiende

que existe la necesidad de dividir los riesgos por profesiones y, de esta forma, se aleja de

los regímenes únicos de responsabilidad.

Pero por otro, lado existen autores como Viney, que ven la necesidad de crear una

responsabilidad unificada en los eventos que se causen daños a terceros (Viney,2007).

Lo que sí es una realidad es que nuestro ordenamiento se basa en la noción de culpa

probada que, en otras palabras, se refiere a la necesidad del demandante de demostrar la

37

culpa del causante del daño, esto, sin dejar a un lado la polémica doctrinal sobre la carga

dinámica de la prueba que, en reclamo de muchos autores, es la forma más coherente de

imponer la obligación de indemnización ya que si una persona parte de un proceso tiene la

posibilidad de contar con mejores herramientas probatorias, esta será la encargada de

desvirtuar las pretensiones.

Así, el punto de partida que se propone para definir los criterios de atribución de

responsabilidad profesional está justamente en la determinación de obligaciones

profesionales, entendiendo por tales aquellos vínculos jurídicos que se generan de la

prestación del servicio de un profesional y que pese a la particularidad de cada actividad

pueden generalizarse.

Como se mencionó anteriormente, sobre este tema no hay una única postura y, si bien

existe la culpa probada como medio de prueba, hay que decir que los regímenes de

responsabilidad profesional no se distinguen de la responsabilidad civil general y de sus

principios rectores, por lo cual se puede afirmar que no existe una división especial para

imputarle la culpa a los profesionales.

3.4. El contrato de obra y la responsabilidad de su incumplimiento

Para seguir exponiendo la responsabilidad civil del constructor, es necesario hacer la

precisión respecto a qué tipo de contratos son los realizados por los intervinientes

edificadores. Aquí es necesario decir que, si bien es cierto que existe un número limitado de

contratos los cuales hacen posible la construcción, el más importante es el contrato de obra.

38

El contrato de obra es una forma especial del contrato de arrendamiento y se basa en un

acto jurídico, en virtud del cual, una persona encarga a otra la realización de una obra

material a cambio de una remuneración, sin que existan entre las partes relaciones de

dependencia o subordinación (Código Civil, Artículo 2060, 2010, vigesimocuarta edición).

Dicho contrato tiene diversas modalidades para pactar el precio. La forma que se decida

para el pacto del precio tendrá una altísima repercusión en la incidencia de los cambios de

los precios unitarios de los materiales, sobre el valor total de la obra, ya que en unos casos

—que se explicarán a continuación— es deber del constructor asumirlos:

Contrato de obra por precio único o precio global fijo: en esta modalidad se paga una

suma fija y determinada por toda la construcción de la obra, en este precio se incluyen los

materiales, la mano de obra, y la remuneración al contratista. En este caso, el constructor

asume el riesgo del incremento de los precios de los materiales.

Contrato de obra por precios unitarios fijos: Este tipo de contrato discrimina cada precio

de cada uno de los elementos de la obra, y el precio final de la obra dependerá del número

de unidades que finalmente se utilicen. En este caso, el contratante asume el riesgo del

incremento de los precios de los materiales.

Contrato de obra por presupuesto o administración delegada: es una figura mixta entre

el contrato de obra y el contrato de mandato, ya que en este caso el constructor desempeña

el papel de mandatario del dueño de la obra. En este caso, el constructor asume el riesgo del

incremento de los precios de los materiales.

39

Como se mencionó anteriormente, la elección de la forma no es una nimiedad ya de su

elección se cambiará la ecuación de responsabilidades y obligaciones. Según lo establecido

en el artículo 2060 del Código Civil, los empresarios incurren en responsabilidad civil

cuando el contrato de obra lo han celebrado por un precio único prefijado.

Pero, ¿qué sucede en los otros casos? Hay que decir que la jurisprudencia ha avanzado en

este tema y relaciona las otras dos modalidades con la responsabilidad y la garantía, de esta

forma brinda protección a las personas que decidan hacer uso de estos tipos contractuales.

3.5. Elementos de la responsabilidad civil contractual de los constructores y

promotores por el incumplimiento contractual

En los casos de presentación de una demanda de responsabilidad civil debido al

incumplimiento contractual del constructor, el demandante deberá necesariamente probar

ciertos elementos así:

a) La existencia de un incumplimiento del contrato:

Incumplimiento se entiende como la falta de ejecución, la ejecución tardía, o la

ejecución parcial o incompleta de alguna de las partes del contrato. Sobre este tema

la ley es clara al enunciar, en su artículo 2056, la indemnización por

incumplimiento, haciendo especial énfasis al contrato de obra por precio único

prefijado:

40

“Habrá lugar a reclamación de perjuicios, según las reglas generales de los

contratos, siempre que por una o por otra parte no se haya ejecutado lo

convenido, o se haya retardado su ejecución. Por consiguiente, el que

encargó la obra, aún en el caso de haberse estipulado un precio único y

total por ella, podrá hacerla cesar, reembolsando al artífice todos los

costos, y dándole lo que valga el trabajo hecho, y lo que hubiera podido

ganar en la obra” (Código Civil, Artículo 2056, 2010).

No hay lugar a interpretaciones puesto que la norma es muy clara. Además, se debe

recalcar que una característica supremamente importante es la obligación principal

del constructor como una de resultado con todos los efectos jurídicos que de ese

hecho se pueden derivar. Sin embargo, se deberá tener en cuenta que si la adopción

contractual es la de la administración delegada, las obligaciones que surjan para el

constructor serán obligaciones típicas de medio, cambio sustancial.

En este punto es necesario abordar el tema del ―factor de atribución de la

responsabilidad”, ya que el incumplimiento del contrato debe tener una calidad

específica, pues en nuestro ordenamiento se prevé un criterio subjetivo lo que

implica un comportamiento reprochable a título de culpa o dolo del deudor. Por

regla general la responsabilidad civil de los constructores es subjetiva, lo cual quiere

decir que se le atribuye la culpa. Además, es importante reiterar que obligación del

constructor es una obligación de resultado, lo cual implica una presunción de culpa

del empresario, razón por la cual no es aceptable hablar de diligencia para omitir su

responsabilidad.

41

La culpa en estos casos se ha de determinar por la culpa profesional, lo cual implica

que se deben examinar los deberes de conducta expuestos en los estatutos especiales

para cada profesión. En este acápite, hay que decir que la subcontratación del

constructor por cualquier modalidad en el contrato de obra implica no lo eximen de

la responsabilidad por los daños que pudieran ocasionarse por estas personas, ya que

el código en su artículo 1738 menciona la responsabilidad civil contractual por el

hecho de otro señalando que “… el hecho o culpa del deudor se comprende el hecho

o culpa de las personas por quienes fuere responsable”.

a) b) Daño:

El daño es un elemento esencial para la configuración de la indemnización, ya que

solo existirá responsabilidad civil si el incumplimiento anteriormente mencionado

origina una lesión o menoscabo en el patrimonio o personalidad de quien reclama la

indemnización. Dichos daños deberán ser patrimoniales o extra patrimoniales y de

mismo modo deberán ser: 1) personales, 2) ciertos, 3) directos, es decir, que tengan

relación con el incumplimiento.

Si en la ecuación no se presenta o no se comprueba el daño antijurídico, no se puede

hablar entonces de responsabilidad civil sea contractual o extracontractual.

c) Relación de causalidad:

42

Este elemento hace referencia a que el deudor incumplido responderá por los

perjuicios causados que sean consecuencia directa de su incumplimiento. Si el

incumplimiento es culposo, responderá por los daños que se hayan previsto o podido

prever al celebrarse el contrato, mientas que, si son dolosos, responderá también de

los perjuicios imprevisibles siempre y cuando sean daños directos.

Si no se puede imputar dolo al deudor, este solo es responsable de los perjuicios que

se previeron o pudieron preverse al tiempo del contrato; pero, si hay dolo, es

responsable de todos los perjuicios que fueron consecuencia inmediata o directa de no

haberse cumplido la obligación o de haberse demorado su cumplimiento. (Código

Civil, Artículo 1615, 2010).

Evaluados los elementos nos queda decir que la verdadera finalidad de un proceso de

responsabilidad civil es la de indemnizar los perjuicios que pudieran haber sido causados

por un determinado agente, esto se traduce en que se le pague a la persona que demanda

una pretensión el daño emergente y el lucro cesante.

3.6. Momentos de la responsabilidad del constructor.

3.6.1. Responsabilidad del constructor durante la ejecución de la obra

La responsabilidad contractual del constructor se encuentra determinada por la obligación

contractual que el empresario asume de entregar una obra de acuerdo con los parámetros

que le fueron encargados. Como se ha mencionado anteriormente, esta obligación es

43

entendida por la doctrina y la jurisprudencia como una obligación de resultado, puesto que

es la entrega de la obra el objeto mismo de la obligación.

Al respecto debe mencionarse que:

“El deudor de la prestación se obliga a producir un resultado específico y si no da,

se presume en culpa al deudor y solo se libera demostrando una causa extraña. Es

así el caso del empresario-constructor su obligación es de Resultado. En estos

casos de incumplimiento hay una presunción de culpa pues se ha considerado que

la obligación del constructor es de RESULTADO” (Barrientos, 1997, pág. 46-47).

Sobre lo anterior, ha habido una serie de pronunciamientos doctrinales y unos cuantos

laudos arbitrales, de modo que se trae a colación uno muy significativo, con el cual culminó

la controversia e Conavi Banco Comercial y de Ahorros S.A y Conconcreto S.A:

“La obra debe ejecutarse en los términos convenidos, asumiendo aquel, como se

dijo, la obligación de resultado: la entrega en la forma prevista y sin que adolezca

de defectos o imperfecciones que atenten contra la estabilidad en integridad de la

obra. De ese modo, la responsabilidad se radica en cabeza del constructor por el

resultado buscado” (Tribunal de Arbitramiento, Laudo del 16 de febrero de 2004,

[Árbitros Rafael H. Gamboa Serrano, José Alejandro Bonivento Fernández, Ramón

Eduardo Madriñán de la Torre]).

44

3.6.2. Responsabilidad del constructor después de entregada la obra pactada

Esta responsabilidad es mucho más clara que la anterior ya que tiene su sustento en los

artículos 2060 y 2061 del Código Civil, dichas disposiciones por su interpretación son

solamente aplicables cuando se hable del fenómeno de ruina.

La verdadera discusión que surge es si solo se puede interpretar de forma literal la norma,

lo cual implica que los contratos de obra a precio único prefijado serán los únicos eventos

de responsabilidad.

Esta última es la postura que comparten los autores Gómez Estrada y el doctor Alejandro

Bonivento.

Sin embargo, profesores como Tamayo Jaramillo creen que no es la forma adecuada de

interpretar esa norma y por ende se debe hacer una analogía con el artículo 8 de la Ley 153

de 1887, el cual señala que ―cuando no hay ley exactamente aplicable al caso

controvertido, se aplicarán las leyes que regulen casos ó materias semejantes, y en su

defecto, la doctrina constitucional y las reglas generales de derecho” (Congreso de la

República, Ley 153, 1887, artículo 8). (Tamayo Jaramillo, Javier & Ossa Gómez, Daniel,

La responsabilidad civil y los seguros en la construcción de inmuebles: una aproximación

comparativa entre el derecho colombiano y francés, 43 RIS, 171-191 (2015).

http://dx.doi.org/10.11144/ Javeriana.ris43.rcsc doi:10.11144/Javeriana.ris43.rcsc)

45

Sobre el debate jurídico mencionado anteriormente hay que decir que es muy difícil adoptar

una postura única. Ahora bien, puede considerarse que lo que mencionan los doctores

Gómez y Bonivento tiene a su favor la certeza de la literalidad de la norma, sin perjucio

del gran trabajo que hace el doctor Tamayo mediante el cual trata de articular de forma

más practica las leyes existentes. No obstante, esta postura no pasa de la simple coyuntura

doctrinal.

4. ANTECEDENTES EN MATERIA DE LA GARANTIA EN COLOMBIA

Antes de la expedición del Estatuto del Consumidor la legislación en relación al derecho de

consumo era muy vaga y fue durante mucho tiempo el Decreto 3466 de 1982 el que reguló

las normas relativas a la idoneidad, la calidad, las garantías, las marcas, las leyendas, las

propagandas y la fijación pública de precios de bienes y servicios, la responsabilidad de sus

productores, expendedores y proveedores.

Ese es un decreto amplio, y de gran importancia ya que su articulado sustenta los pilares del

actual derecho de consumo.

Además, trató a las garantías de forma primigenia en Colombia, y la estructura de las

mismas sigue estando totalmente vigente, pues la finalidad y la naturaleza interna de las

garantías siguen siendo, en gran parte, las mismas.

46

Claro está que las mismas se han ido completando y paulatinamente se han ido llenando los

vacíos existentes. Un ejemplo de ese hecho es la garantía en los acabados de los inmuebles

que explicaremos más adelante.

La garantía busca aumentar la certeza del consumidor, brindar información al consumidor

sobre el correcto uso del servicio o producto adquirido, y de alguna forma equiparar las

fuerzas desproporcionadas en el mundo jurídico, entre personajes que se saben en

desigualdad de condiciones, llámense productores y consumidores.

Entonces, se puede decir que los principios que comparten tanto el Decreto 3466 de 1982 y

la Ley 1480 de 2011 son, especialmente, los de proteger a los consumidores y equilibrar la

relación jurídica de consumidor. Claro está que la Ley 1480 hace un análisis más

exhaustivo y aumenta el grado de protección al consumidor pues añade el requisito de

seguridad como elemento intrínseco de los productos.

La doctora Carmen Ligia Valderrama en su texto, “De las garantías, una obligación del

productor y del proveedor”, menciona que en Colombia existían tres regímenes aplicables

a las garantías. En primer lugar, estaba la garantía mínima legal derivada del artículo 23 del

Decreto 3466 de 1982, la cual fue de suma importancia ya que, por disposición legal, hacía

parte de cualquier contrato de compraventa o de prestación de servicios derivados de

relaciones ordinarias de mercado. En un segundo lugar, estaba la garantía mínima legal

presunta, la cual es sustentada por los registros, licencias y normas técnicas propias de cada

producto. Y, en tercer lugar, estaban las llamadas garantías voluntarias, las cuales les

47

otorgaban a los productores y proveedores la facultad de otorgar garantías adicionales a las

mínimas legales.

Sobre el Decreto 3466 de 1982 se ha expuesto una falencia que se refiere específicamente a

la responsabilidad que tienen los productores ante los consumidores sobre la garantía.

Actualmente no cabe la menor duda de que existe una responsabilidad solidaria entre el

productor del bien y el proveedor del mismo, pero este concepto estaba alejado de lo

planteado en el Decreto 3466 ya que, en este articulado, se mencionaba que la

responsabilidad de la garantía ante los consumidores era de los proveedores o

expendedores, dejando fuera de la relación de consumo a un personaje de tan alta

importancia como lo es el productor. Sobra decir que en la mayoría de los ejemplos es la

parte dominante de las relaciones de consumo.

De esta forma cuando el consumidor quería hacer efectivo su legítimo derecho a la garantía

por creer que se violaban los principios de calidad o idoneidad, solo procedían recursos

ante los proveedores, tema que, con el tiempo, se evidenció era totalmente inviable y, hasta

cierto punto injusto, puesto que se demostró que, en una gran cantidad de ocasiones, los

proveedores se vieron en la incapacidad de cumplir sus obligaciones como garantistas de un

producto porque o no tenían el dinero o los recursos técnicos para hacer la debida

reparación, haciendo de esta forma el papel de la garantía un derecho sin posibilidad de

ejecutarse ( artículo 11 del Decreto 3466 de 1982).

48

Así fue durante casi 20 años, hasta que la Corte Constitucional profirió la sentencia C-1141

de 2000, la cual sería el fundamento para el posterior desarrollo del Estatuto del

Consumidor o Ley 1480 de 2011.

En dicha sentencia se demandaron algunos artículos del decreto, pero la corte fue más

extensa en su sentencia y tocó conceptos de suma importancia como lo son el derecho y el

deber de información, entre otros, ya que pretendió darle fuerzas a los consumidores como

parte débil de la relación, al punto que modificó lo existente frente a la responsabilidad del

productor diciendo:

“(…) las condiciones de calidad e idoneidad son las que establece el propio

productor o son las que obligatoriamente se le imponen a este. El control del

proceso de producción y el diseño del bien o del servicio, incumben de manera

directa al productor profesional. El productor obtiene su ganancia por su papel en

el proceso de producción y como contrapartida, asume riesgos derivados de la

misma. En definitiva, suprimir al productor como sujeto pasivo de las acciones de

garantía equivale a anular las garantías concedidas o presupuestas, sean estas de

orden legal o convencional. De esta forma la regulación procesal que produzca este

efecto, en lugar de promover la realización del derecho sustancial lo aniquila”

(Corte Constitucional, Sentencia C-1141, 2000).

Esta sentencia cobra gran relevancia a la hora de hacer un análisis sobre los efectos

contractuales que pueden surgir de un determinado incumplimiento ya que, como se

evidenció con anterioridad, la sentencia, en otras palabras, fue en contravía de lo dispuesto

49

por el principio de relatividad de los contratos, en virtud del cual los efectos de los

contratos solo afectan a las partes intervinientes. Después de esta sentencia el consumidor

empezó a tener la posibilidad de reclamar la garantía ante el productor así este no fuera

parte del contrato mediante el cual el consumidor adquirió el producto.

Lo dispuesto por esa sentencia de constitucionalidad representó entonces un gran avance en

materia de consumo.

Sin perjuicio de ello, en nuestro código civil y de comercio existen disposiciones cercanas

al derecho de garantía reglado en las normas de defensa del consumidor, de esta forma se

explicará, primero, la garantía prescrita en el código civil que es la ―garantía decenal‖, las

garantías que contempla el código de comercio son: a) garantía de calidad y cantidad, b)

garantía de buen funcionamiento, c) y la responsabilidad por vicios ocultos, que si bien es

cierto no es una garantía per se, si tiene unas características que promueven el buen

funcionamiento del consumo. Posteriormente, se analizará la garantía desde la óptica del

Estatuto del Consumidor, que es la llamada garantía legal, la cual tiene un funcionamiento

distinto por tratarse de bienes inmuebles.

5. GARANTÍA DECENAL DEL CÓDIGO CIVIL

La actividad inmobiliaria, como se ha mencionado en reiteradas ocasiones, es una actividad

en la que concurren un sinnúmero de personas calificadas con el título de profesionales,

50

(arquitectos, contratistas, ingenieros, gerentes de proyectos, promotores, etc.) y estos tienen

un grado de responsabilidad proporcional y correspondiente a su participación y aporte en

el desarrollo constructivo. En todo caso el Código Civil colombiano, en el artículo 2060,

establece un régimen de garantía el cual será referido en adelante como ―la garantía

decenal”.

Los contratos para construcción de edificios, celebrados con un empresario que se encarga

de toda la obra por un precio único prefijado, se sujetan además a las reglas siguientes:

1. El empresario no podrá pedir aumento de precio, a pretexto de haber encarecido los

jornales o los materiales, o de haberse hecho agregaciones o modificaciones en el plan

primitivo; salvo que se haya ajustado un precio particular por dichas agregaciones o

modificaciones. 2. Si circunstancias desconocidas, como un vicio oculto del suelo,

ocasionaren costos que no pudieron preverse, deberá el empresario hacerse autorizar para

ellos por el dueño; y si éste rehúsa, podrá ocurrir al juez o prefecto para que decida si ha

debido o no preverse el recargo de obra, y fije el aumento de precio que por esta razón

corresponda.

3. Si el edificio perece o amenaza ruina, en todo o parte, en los diez años subsiguientes a

su entrega, por vicio de la construcción, o por vicio del suelo que el empresario o las

personas empleadas por él hayan debido conocer en razón de su oficio, o por vicio de los

materiales, será responsable el empresario; si los materiales han sido suministrados por el

dueño, no habrá lugar a la responsabilidad del empresario sino en conformidad al artículo

2041, <sic 2057> inciso final.

La mencionada garantía decenal hace responsable al Constructor principalmente y,

51

subsidiariamente, a los demás intervinientes mencionados por los vicios en la construcción

sean en el suelo o bien sean materiales.

Esta esta instituida a favor de los adquirientes de inmuebles nuevos, y establece los

patrones de responsabilidad del constructor con posterioridad a la entrega de la obra.

La garantía por diez años es una disposición normativa de orden público, motivo por el cual

cualquier estipulación entre las partes que pretenda dejar sin efecto o modificar la garantía

planteada, se entenderá como no escrita y será ineficaz.

En este punto es necesario hacer la aclaración que, dicha garantía sólo resulta aplicable a

los contratos de obra por precio único prefijado. Además, dicha garantía solo hace

referencia y puede ser efectiva en los momentos de ruina de un edificio, y la ruina solo

podrá ser derivada de unos vicios específicos que han sido regulados con el tiempo y que se

pueden enunciar como vicios en la construcción, en el suelo y en los materiales. Cada uno

responde a elementos distintos y cada uno ocurre en momentos constructivos diferentes,

por eso la importancia de definir claramente cuál es el vicio que se va a debatir y si cabe en

una de las mencionadas casillas.

5.1. Vicios en la construcción

Los vicios de la construcción son los que consisten en la mala ejecución de las obras

contratadas, siendo la primordial la inobservancia de las normas técnicas y de supervisión.

Ese último caso actualmente se encuentra regulado por la Ley 1796 de 2016 que protege a

los compradores de vivienda nueva, y precisamente, se materializa esa protección en la

52

constante vigilancia externa de un tercero experto, a la obra específica, pero más adelante

se tratará específicamente a esta nueva ley.

Se puede decir que es el vicio más grave ya que demuestra todo tipo de incumplimientos

por parte del productor.

5.2. Vicios en el suelo

Se entiende como vicio del suelo a la causa de ruina de un edificio por su inadecuada

construcción respecto al pedazo de tierra (suelo) sobre el que se edificó y se asentó el

inmueble. Dicha inadecuada construcción genera defectos de carácter ruinoso a la

construcción.

Es dable entones definir al vicio del suelo como aquel vicio del proyecto constructivo

realizado por el profesional encargado que en la mayoría de los casos es el arquitecto o el

ingeniero, que no tuvo en cuenta las específicas características del terreno en relación a la

obra.

5.3. Vicios en los materiales

Este vicio, como su nombre lo indica, es el que ocurre cuando en la etapa constructiva de

un bien inmueble se utilizan materiales que no cumplen con las características técnicas y

por consiguiente hacen que el producto carezca de las cualidades de seguridad e idoneidad.

53

Dicho vicio es de suma importancia ya que el indebido uso de los materiales puede hacer

que ocurran un sinnúmero de contratiempos, estos pueden poner en riesgo la estabilidad de

la obra y en mismo sentido la vida y protección de las personas que ocupan el sitio.

Cuando se habla de los vicios en los materiales es necesario distinguir y diferenciar las

responsabilidades de los intervinientes ya que el artículo 2060 del Código Civil,

específicamente el numeral 3ro expone lo siguiente:

“ Si el edificio perece o amenaza ruina, en todo o parte, en los diez años

subsiguientes a su entrega, por vicio de la construcción, o por vicio del suelo que el

empresario o las personas empleadas por él hayan debido conocer en razón de su

oficio, o por vicio de los materiales, será responsable el empresario; si los

materiales han sido suministrados por el dueño, no habrá lugar a la

responsabilidad del empresario sino en conformidad al artículo 2041 ,2057 inciso

final” (Código Civil, Artículo 2060, 2010).

Es clara la interpretación de este artículo al exonerar totalmente al constructor que recibe

los materiales del dueño de la obra.

Sin embargo, esa disposición normativa, en la práctica, no puede ser aplicada literalmente,

pues que el simple hecho de no haber aportado los materiales, no exime al constructor de su

responsabilidad como profesional.

54

Por tanto, no es posible afirmar con total autoridad que el profesional que reciba los

materiales se exonera por completo de la responsabilidad, todo lo contrario, dado su

capacidad profesional debe ser el primero en decir que esos materiales no eran adecuados

para el buen funcionamiento de la obra.

6. GARANTÍA DEL CÓDIGO DE COMERCIO

El ordenamiento mercantil colombiano abarca la garantía en los productos desde tres

ópticas distintas. En primer lugar, lo hace desde el artículo 931, que hace referencia a la

garantía de calidad y cantidad. Por otro lado, el artículo 932 prevé la garanta por buen

funcionamiento y, en tercer lugar, el artículo 934 anuncia la responsabilidad derivada de la

existencia de los vicios ocultos.

Las anteriores disposiciones consagradas en el Código de Comercio vinculan al comprador

y vendedor de un producto. Es muy importante aclarar que, casi todas las estipulaciones del

Código de Comercio son dispositivas y, por este hecho, existe la posibilidad de que las

partes realicen pactos en contrario de las mismas, por no ser de orden público.

6.1. Garantía de calidad y cantidad

El artículo 931 del Código de Comercio dispone:

“Salvo prueba en contrario, se presumirá que el comprador quiere adquirir la cosa

sana, completa y libre de gravámenes, desmembraciones y limitaciones del

55

dominio. Si el comprador, dentro de los cuatro días siguientes a la entrega o dentro

del plazo estipulado en el contrato, alega que la cosa presenta defectos de calidad o

cantidad, la controversia se someterá a la decisión de peritos; éstos dictaminarán

sobre si los defectos de la cosa afectan notablemente su calidad o la hacen

desmerecer en forma tal que no sea de recibo o lo sea a un precio inferior. En este

caso, el comprador tendrá derecho a la devolución del precio que haya pagado y el

vendedor se hará de nuevo cargo de la cosa, sin perjuicio de la indemnización a

que esté obligado por el incumplimiento. El juez, por procedimiento verbal

proveerá sobre estos extremos. Pero si el comprador lo quiere, podrá perseverar en

el contrato al precio fijado por los peritos”.

El mencionado artículo establece la garantía de calidad y cantidad. Sin embargo, bajo un

simple análisis de la norma, se puede inferir su inaplicabilidad en lo que se refiere a la

venta de bienes inmuebles, ya que el término de garantía al cual se exponen las partes es

supremamente limitado para esta materia: en sólo 4 días no es posible hacer una revisión

exhaustiva del producto inmueble. De esta forma el factor tiempo se vuelve una limitación

clara para la ejecución de la garantía de calidad, aclaramos nuevamente solo en inmuebles.

Por lo anteriormente mencionado, se considera que los casos en los que esta garantía resulta

realmente operable, son realmente pocos claro está en el mercado constructivo, en las

demás áreas del consumo esta garantía tiene plena validez y eficacia, pero dada la

restricción del tiempo, esta no puede operar en consumo de inmuebles.

56

6.2. Garantía de buen funcionamiento

En el artículo 932 el Código de Comercio señala:

“Si el vendedor garantiza por tiempo determinado el buen funcionamiento de la

cosa vendida, el comprador deberá reclamar al vendedor por cualquier defecto de

funcionamiento que se presente durante el término de la garantía, dentro de los

treinta días siguientes a aquel en que lo haya descubierto, so pena de caducidad. El

vendedor deberá indemnizar los perjuicios causados por cualquier defecto de

funcionamiento que sea reclamado oportunamente por el comprador. La garantía

sin determinación de plazo expirará al término de dos años, contados a partir de la

fecha del contrato”.

La mencionada garantía dice que, en los casos que el vendedor establezca una garantía por

determinado tiempo en relación al buen funcionamiento del producto, tendrá el comprador

un derecho a reclamar al vendedor si el producto presenta algún defecto en su

funcionamiento durante el término mencionado. Por otro lado, el vendedor se encontrará en

la obligación de responder por todos los daños y perjuicios que pudieran haberse dado por

el incorrecto funcionamiento del bien vendido.

57

En los eventos que no se hiciera claridad sobre los términos de la garantía, se presume una

general de dos años.

En relación a lo anterior, el concepto No. 0015 – 2006 de Camacol es claro al decir:

“Si el término de duración de dicha garantía no es determinado al contratar, será

la general de dos (2) años establecida en el artículo 932º del Código de Comercio;

Sin embargo, se puede alegar bajo la condición de que el comprador reclame al

vendedor por cualquier defecto de funcionamiento que se presente durante el

término de la garantía, dentro de los treinta días siguientes a aquel en que lo haya

descubierto, so pena de caducidad" (CAMACOL, Consulta: No. 0015–2006, 2006).

6.3. Responsabilidad por vicios ocultos

Los vicios ocultos, o bien llamados vicios redhibitorios por nuestro código civil, son los

que reúnen las siguientes características. 1) Tienen que haber existido al tiempo de la venta,

2) ser lo suficientemente dañinos para que la cosa no pueda realizar su uso natural, y 3) el

vendedor no debe haberlos manifestado.

Si bien se titula como responsabilidad porque es un deber y una obligación del vendedor, lo

mencionamos en este capítulo porque es una herramienta jurídica a favor de comprador de

58

vivienda que tiene al alcance y que de alguna forma comparte elementos como los de la

garantía, sean estos la protección al consumidor y una futura resolución contractual.

En ese sentido, el artículo 934 del Código de Comercio dispone:

“Si la cosa vendida presenta, con posterioridad a su entrega vicios o defectos

ocultos cuya causa sea anterior al contrato, ignorados sin culpa por el comprador,

que hagan la cosa impropia para su natural destinación o para el fin previsto en el

contrato, el comprador tendrá derecho a pedir la resolución del mismo o la rebaja

del precio a justa tasación. Si el comprador opta por la resolución, deberá restituir

la cosa al vendedor. En uno u otro caso habrá lugar a indemnización de perjuicios

por parte del vendedor, si éste conocía o debía conocer al tiempo del contrato el

vicio o el defecto de la cosa vendida”.

Este tipo de responsabilidad del vendedor se concretará toda vez (i) el bien inmueble cuente

con los vicios ocultos, (ii) cuyo nacimiento fue anterior al perfeccionamiento del contrato,

y (iii) que por razones distintas a la culpa no eran conocidos por el comprador.

59

En los casos que se presenten vicos ocultos, el que compre el bien tendrá derecho a exigir la

resolución del contrato, restituyendo la cosa al vendedor o exigiendo la rebaja del precio a

una justa tasa de transacción como menciona la norma.

Ahora bien, hay que entender que la anterior norma no solo afecta en la responsabilidad a

los constructores. En este sentido los promotores y cualquier persona vendedora en general,

se ve comprometida por ese tipo de responsabilidad, puesto que la construcción se

considera una actividad de comercio y los posibles contratos de venta que surjan sobre

esos inmuebles se entiende como su forma de transacción. Dichos contratos de venta, sean

realizados por el constructor o por el inmobiliario vendedor, y se sujetan al régimen de los

vicios ocultos, ya que, para la norma, lo único que importa es que en efecto, existió una

transferencia de una parte, sin importar su calidad o condición, a un consumidor o

comprador que tiene la característica de ser el destinatario final.

Ahora, para que se configure la obligación indemnizatoria a cargo del vendedor, se debe

cumplir con el requisito de que este conociera o debiera conocer, al momento del

perfeccionamiento del contrato vicio oculto o defecto en el bien vendido. Es necesario,

además, que la declaratoria del vicio se realice en un tiempo no mayor de 6 meses.

En la práctica, no sólo resulta difícil que concurran ambos requisitos, sino que, además, su

existencia representa una alta carga probatoria en cabeza del demandante. Por ese motivo,

60

se puede concluir que la aplicabilidad de esta disposición se dará, en su mayoría en los

casos en los que el constructor sea el mismo vendedor del producto.

7. GARANTÍA EN EL ESTATUTO DEL CONSUMIDOR

La garantía como uno de los elementos más desarrollados en el Estatuto del Consumidor, se

erige como la herramienta principal de la que disponen los consumidores para garantizar la

idoneidad, seguridad y calidad de un determinado producto, en este caso sobre bienes

inmuebles.

Las garantías que menciona el Estatuto del Consumidor son obligaciones de carácter

temporal y de naturaleza solidaria entre los productores y proveedores, la cual tiene como

finalidad responder por el correcto funcionamiento y buen estado del producto, esto

siguiendo unos parámetros de “idoneidad, calidad y seguridad” que ya explicaremos a

fondo.

7.1. Alcance de la garantía legal en el Estatuto del Consumidor

La Ley 1480, trae un nuevo ordenamiento en relación a las garantías, regulándolas desde la

base es por esto que para hablar de garantía legal hay que hablar que varios fenómenos

61

como los defectos de los productos, de los mínimos de calidad, idoneidad y seguridad que

deben que tener todos los productos que se comercialicen en el territorio nacional.

De este modo se expondrá el artículo como está en la ley, posteriormente se analizarán los

posibles defectos de los productos y, finalmente, se evaluará qué es y a qué se refieren las

cualidades de seguridad, idoneidad y calidad que deben tener todos los productos.

7.1.1. Concepto de garantía

La Constitución Política de Colombia y los convenios internacionales, aceptados por

Colombia, en la ONU establecen que los gobiernos tienen que asegurar “el buen

funcionamiento de la responsabilidad de los comerciantes frente a los consumidores como

parte débil de las relaciones, y garantizar la durabilidad, fiabilidad, utilidad y su aptitud

para satisfacer las necesidades para las cuales son adquiridos los productos” (Naciones

Unidas, 2003, Sección III. Literal B).

En pocas palabras, se podría decir que la garantía es una herramienta jurídica que tienen

todos los consumidores de productos, para buscar la protección de sus derechos y evitar un

futuro perjuicio económico.

62

Y en el ordenamiento colombiano es el Estatuto del Consumidor el que regula las garantías

de la siguiente forma:

7.1.1.1. Concepto de Garantía legal:

La garantía legal puede ser exigible cuando se presentan una serie de eventos perjudiciales

para el consumidor, principalmente por falta de idoneidad y seguridad

Concretamente, el artículo 7 la Ley 1480 de 2011, define la garantía legal en los siguientes

términos:

“Es la obligación, en los términos de esta ley, a cargo de todo productor y/o

proveedor de responder por la calidad, idoneidad, seguridad y el buen estado y

funcionamiento de los productos. En la prestación de servicios en el que el

prestador tiene una obligación de medio, la garantía está dada, no por el resultado,

sino por las condiciones de calidad en la prestación del servicio, según las

condiciones establecidas en normas de carácter obligatorio, en las ofrecidas o en

las ordinarias y habituales del mercado.

63

“PARÁGRAFO. La entrega o distribución de productos con descuento, rebaja o

con carácter promocional está sujeta a las reglas contenidas en la presente ley”.

(Congreso de la República, Ley 1480, 2011).

Como se mencionó anteriormente, la Ley 1480 estableció que todo participante en la

cadena de consumo tiene la obligación garantizar la calidad, idoneidad y seguridad de los

productos y servicios. Esto último lo menciona la ley en su artículo 7, y es este artículo el

que estructura la formación de cualquier garantía desde estos principios básicos.

Es por esto que a continuación se expondrá qué es cada concepto en particular para hacer

un análisis más apropiado de la garantía legal en el sector inmobiliario.

En primer lugar, se hablará de la Calidad como requisito de los productos. El mismo

Estatuto la define como una “condición en que un producto cumple con las características

inherentes y las atribuidas por la información que se suministre sobre él” (Congreso de la

República, Ley 1480, Artículo 5, Numeral 1, 2011). Esta noción está alejada del concepto

popular de la calidad, pues no se debe realizar ninguna evaluación positiva o negativa del

producto, solo debe limitarse a las características que hacen parte de la naturaleza del

producto y de la información que se le suministre.

Al respecto sobre este tema la doctora Carmen Ligia Valderrama menciona que:

64

“…un producto satisface el requisito de calidad cuando el bien que le es entregado

al consumidor obedece a las disposiciones legales que lo regulan, especialmente los

reglamentos y normas técnicas en la materia…/… Así lo que determina el

cumplimiento de la condición de calidad, estará siempre vinculado a un referente y

nunca podrá ser examinado en abstracto, dado que los parámetros de comparación

pueden variar sustancialmente de un producto a otro” (Valderrama, 2013, 235).

Del análisis de la calidad se desprenden tres posibles escenarios para verificar si un

producto tiene un problema de calidad, así: (i) limitaciones legales, (ii) información

suministrada por el productor, (iii) características inherentes del producto.

Es muy importante destacar que todas las evaluaciones que se realicen también tienen

aplicación a los productos inmuebles, ya que el nuevo estatuto incorpora tanto a estos

bienes, como a los del tráfico de comercio normal.

(i) Limitaciones o parámetros legales para determinar la calidad de un

producto:

65

El Estatuto, en su artículo 6, enuncia que no es posible, en ningún caso, que

un productor omita o actué en contravía de las disposiciones legales,

técnicas o fitosanitarias que existan sobre ese producto, de esta forma se

garantiza la calidad en los bienes.

Sobre este punto es necesario hacer una aclaración, ya que es común que la

gente llegue a equívocos -un poco justificados por el parecido de las

palabras-, pues se suele comparar a las normas técnicas con los reglamentos

técnicos y, si bien suenan parecido, tienen diferencias sustanciales. Así, por

un lado, los reglamentos técnicos son normas de obligatorio cumplimiento

para los productores, y son los que fijan los parámetros para producir y

comercializar cierto bien. En contraposición, están las normas técnicas que,

a diferencia de los reglamentos, no son vinculantes pero que tienen como

objetivo el mejoramiento de las prácticas industriales y comerciales.

(ii) La información proporcionada al consumidor por parte del productor.

En este punto, resulta relevante hacer referencia, no al producto, sino al

acompañamiento informativo que este tiene. De esta forma la calidad de un

producto o servicio está acompañada de las condiciones que se le hayan

informado al consumidor.

66

La calidad se determinará con los parámetros que establezca la ley y por la

información que se suministre. Aquí surge una duda: ¿en este parámetro de

evaluación entra la publicidad como noción de información de un producto?

Si bien es claro que el estatuto hace un trato diferenciado respecto de una y

otra cosa, los dos términos tienen mucho en común y viven en constante

apego.

Sobre lo anterior la doctora Carmen Ligia Valderrama menciona lo

siguiente:

―…los anuncios publicitarios pueden estar compuestos por elementos

objetivos y subjetivos, los aspectos objetivos al estar relacionados con las

características , cualidades, atributos del producto, que pueden ser

objeto de comprobación y en consecuencia pueden ser exigidas por el

consumidor al productor, así las cosas, estos últimos al estar

relacionados con las características, harán parte de la información a la

que se hace referencia en al concepto de calidad, y que constituyen uno

de los parámetros para establecer el cumplimiento de la obligación de

los productores y/o proveedores de garantizar la calidad de los productos

que ponen en el mercado” (Valderrama, 2013, 235).

67

Es por esto que las constructoras y demás promotoras de vivienda deben ser

sumamente cuidadosas a la hora de promocionar algo, puesto que sus

anuncios hacen vinculante lo que están publicitando, de esta forma es

recomendable en las salas de ventas y en los renders de sus comerciales que

se especifique claramente lo que es publicidad y lo que no hace parte de la

misma, de esta manera se evita caer en posibles confusiones respecto al

alcance de lo que se está ofreciendo. Esta aclaración tiene un alcance

importante y no debe ser tomada a la liguera.

(iii) Condiciones inherentes del producto:

Es el último aspecto del cual se puede hacer una evaluación sobre la calidad

de un bien. En primera medida, hay que decir que su aplicación solo es

posible cuando hay ausencia de información de parámetros legales y

técnicos. Las condiciones inherentes hacen referencia a los elementos

propios de la naturaleza de cada producto, que por tal motivo no deben ser

informadas para ser conocidas por un consumidor. La doctora Carmen Ligia

Valderrama expone el ejemplo del cinturón de seguridad en los automóviles

señalando que ―el cinturón de seguridad es un elemento inherente de todos

68

los carros y por tal motivo no es necesario que sea expuesto” (Valderrama,

2013, 239).

Ahora, en cuanto a la Idoneidad de un producto se debe decir que el Estatuto señala que

es “la Aptitud del producto para satisfacer la necesidad o necesidades para las cuales ha

sido producido o comercializado” (Congreso de la República, Ley 1480, Artículo 5, 2011).

Es la capacidad que tiene un producto o servicio para cumplir con la finalidad para la cual

fue hecha. A diferencia de la calidad, que hace referencia a los elementos del bien, la

idoneidad hace referencia a la satisfacción real de las necesidades del consumidor. La

idoneidad presenta una serie de preguntas en lo relacionado a los productos inmobiliarios y,

en general, a los productos que sean sometidos a registro, ya que antes de la expedición del

Estatuto este era un vacío que no tenía respuesta y que todavía aún tiene campo para

interpretaciones.

Antes de la Ley 1480 no se incluía la inscripción de los bienes sujetos a registro como uno

de los aspectos de la garantía por idoneidad. Sobre esto la doctora Carmen Ligia

Valderrama menciona que,

“…la sic entendió que el concepto de idoneidad comprendía dos tipos de idoneidad

distintas, una material y otra de carácter jurídico, así las cosas la idoneidad

material es la facultad que tenía el consumidor de poder utilizar materialmente el

69

bien para lograr destinarlo a la satisfacción de sus necesidades, mientras que la

idoneidad jurídica estaba compuesta por el cumplimiento de los requisitos legales

para que el consumidor pudiera gozar y disponer del bien en condiciones normales,

teniendo el bien que cumplir con ambas categorías para que pudiera ser idóneo. No

obstante, hoy en día l artículo 11 del estatuto consagra que la garantía del producto

incorpora la entrega material del bien, y de ser procedente, su registro de manera

oportuna, razón por la cual la división entre idoneidad material y jurídica ha

dejado de existir y actualmente se hace referencia única y exclusivamente al

concepto de idoneidad” (Valderrama, 2013, 238).

Se ve entonces que la actividad de la construcción está más vigilada y se les abren cada día

más puertas a los consumidores de este tipo de productos pues, lo que antes no se vigilaba o

regulaba hoy en día es ámbito de un estricto régimen de observancia y de protección. Por

ejemplo: anteriormente los bienes sujetos a registro no tenían garantía de idoneidad,

concepto que evolucionó a favor del consumidor y ahora se ve protegido.

En cuanto a la Seguridad, se debe mencionar que el Estatuto la define como aquella

“condición del producto conforme con la cual, en situaciones normales de utilización,

teniendo en cuenta la duración, la información suministrada en los términos de la presente

ley y si procede, la puesta en servicio, instalación y mantenimiento, no presenta riesgos

irrazonables para la salud o integridad de los consumidores. En caso de que el producto

no cumpla con requisitos de seguridad establecidos en reglamentos técnicos o medidas

70

sanitarias, se presumirá inseguro” (Congreso de la República, Ley 1480, Artículo 5,

2011).

De un breve análisis del anterior texto se presume entonces que un bien es inseguro cuando

represente, en condiciones normales para su uso y después de haber entendido y aplicado la

información, un riesgo irrazonable para el consumidor. La seguridad es un concepto

relativamente claro, que no tiene mayor confusión y que debe interpretarse en concordancia

con el artículo 3 del mismo Estatuto, el cual habla del derecho de los consumidores de no

sufrir ningún tipo de daño, lesión o perjuicio como consecuencia del uso del producto en

condiciones normales.

La seguridad por producto defectuoso hace parte de la obligación que tienen los

productores y proveedores. La seguridad se puede ver manifestada mediante un carácter

preventivo donde se examinen los otros factores de calidad e idoneidad, o también se puede

ver reflejada mediante un régimen propio de responsabilidad por productos defectuosos.

En nuestra legislación actual la configuración de la responsabilidad por productos

defectuosos exige la prueba del daño, el defecto y el nexo causal.

71

Aquí se vuelve a tratar un tema importante relacionado con la carga de la prueba, pues

resulta indispensable preguntarse quién está más capacitado para aportar el material

probatorio, ¿el productor o el consumidor? Según la ley colombiana para configurar esta

especie de responsabilidad, el consumidor debe probar el daño, el defecto y el nexo causal.

Frente a estos dos últimos, en algunos eventos se evidencia dificultad probatoria, dada la

posición de inferioridad del consumidor. Por lo que, la respuesta a esa pregunta debe

plantearse a la luz de la perspectiva de la carga dinámica de la prueba, a partir de lo cual se

llegamos a la conclusión de que sería el productor quien, por tener mayor facilidad de

acceso a la información, debería demostrar la inexistencia del defecto y el nexo causal.

Después de enunciar y explicar los posibles defectos que puede tener un producto

determinado, por lo cuales el consumidor puede iniciar una acción para pedir la garantía

sobre el mismo, es menester explicar los diferentes defectos que existen en los productos.

(i) Defectos de Fabricación: Son los errores en las cadenas de producción que

hace que ciertos productos no cumplan con los niveles de exigencia técnicos,

pero no representan a la totalidad de los productos.

(ii) Defectos de información: Este tipo de defectos ocurre cuando en las

instrucciones que acompañan al producto se omiten o hace incomprensible el

entendimiento del consumidor sobre el producto.

(iii) Defectos del diseño: A diferencia de los de defectos fabricación los cuales solo

tocan a una parte del lote, los defectos de diseño se presentan cuando todos los

72

productos de un lote o una línea de mercado se ven afectados por el mismo

error.

(iv) Defectos de conservación: en estos defectos el producto en sí no está mal, lo

que ocurre es que por el indebido empaque pierde calidad y no garantiza sus

estándares.

Sea cual sea el defecto, la parte productora está obligada a hacer efectiva la garantía y por

parte del consumidor disponer de su derecho a ejercerla si fuera el caso.

7.1.1.2. El término de duración de la garantía legal en todos los productos y en

especial en los productos inmobiliarios

El artículo 8 del Estatuto del Consumidor regula ella garantía legal, disponiendo que:

“El término de la garantía legal será el dispuesto por la ley o por la autoridad

competente. A falta de disposición de obligatorio cumplimiento, será el anunciado

por el productor y/o proveedor. El término de la garantía legal empezará a correr a

partir de la entrega del producto al consumidor. De no indicarse el término de

garantía, el término será de un año para productos nuevos. Tratándose de

productos perecederos, el término de la garantía legal será el de la fecha de

vencimiento o expiración. Los productos usados en los que haya expirado el

73

término de la garantía legal podrán ser vendidos sin garantía, circunstancia que

debe ser informada y aceptada por escrito claramente por el consumidor. En caso

contrario se entenderá que el producto tiene garantía de tres (3) meses. La

prestación de servicios que suponen la entrega del bien para la reparación del

mismo podrá ser prestada sin garantía, circunstancia que debe ser informada y

aceptada por escrito claramente por el consumidor. En caso contrario se entenderá

que el servicio tiene garantía de tres (3) meses, contados a partir de la entrega del

bien a quien solicitó el servicio. Para los bienes inmuebles la garantía legal

comprende la estabilidad de la obra por diez (10) años, y para los acabados un (1)

año‖.

El artículo citado establece los límites temporales por los cuales se debe garantizar el buen

desempeño de las cosas. La misma norma menciona que existen tres formas excluyentes de

estructurar la garantía, así:

(i) La Superintendencia de industria y comercio es la autoridad competente para

disponer de todo tipo las garantías, las que esta autoridad crea necesarias serán

de obligatorio cumplimiento, sin perjuicio de las normas que en esa materia

expida el Congreso de la Republica que establezcan el nacimiento o la

modificación de una garantía.

(ii) Si no hay una norma de la SIC que obligue a una garantía en específico, ni una

ley del congreso que regule la materia, esa obligación se le traslada al Productor

el cual será el encargado de señalar expresamente el término de la garantía a su

producto. Esta es la denominada garantía convencional que, en todo caso, no

74

podrá ir en contra de las normas de orden público ni poseerá la capacidad de

rebajar o modificar una garantía existente en virtud de una disposición legal, de

igual forma la garantía convencional aplica para los casos en los cuales sean

producto del acuerdo de voluntades entre las partes.

(iii) Cuando los dos eventos anteriores no ocurran, ya sea porque no hay una

regulación de la SIC al respecto, tampoco hay una ley o porque existe silencio

por parte del productor, se tiene una garantía presunta, la cual opera para los

bienes nuevos duraderos por 1 año, para bienes perecederos será la fecha de

vencimiento, y para productos usados será una garantía de 3 meses.

Lo anterior escenifica la situación legal frente a las garantías en el nuevo ordenamiento.

Ahora, lo importante para el propósito de este trabajo de grado es cómo operan las garantías

en el sector inmobiliario.

Frente a esto hay que decir que uno de los avances más significativos del estatuto en

relación a la protección de los consumidores fue la introducción de los bienes inmuebles

como bienes de consumo.

75

Ese hecho representa un avance para los consumidores pero, también, representa cierta

desventaja para los constructores y promotores, pues en virtud de la misma entran a

competir en un mundo donde los precios de sus bienes serán, casi siempre, más elevados

que cualquier otro del comercio -pues estamos de finca raíz-. Más adelante se evaluarán las

dificultades de las constructoras frente a esta medida ya que es una realidad nueva en el

panorama de consumo.

En relación a la garantía inmobiliaria expuesta en el Estatuto, hay que decir que un gran

avance en el tema, ya que anteriormente no existía algo semejante, es la introducción de la

garantía anual por acabados y protección de líneas vitales. Antes se tenía la concepción de

que las normas de consumo frente a compradores de vivienda, o cualquier bien inmueble,

se limitaban a la garantía decenal que ofrecía el Código Civil, con esta introducción se

rompe el esquema tradicional de la garantía decenal y se incluye un nuevo derecho en

cabeza del consumidor.

En la actualidad, se puede afirmar, que la regulación del Estatuto del Consumidor respecto

la garantía inmobiliaria resulta ser una regulación bastante más amplia que la que existía

anteriormente, pues incluye a los acabados como parte del bien y les otorga un tratamiento

específico, cosa que en el Código Civil no ocurría pues no se tenían estos en cuenta.

Es decir, que el nuevo panorama dispuesto en el estatuto, establece unos límites claros a los

constructores de obra, los cuales están en la obligación de garantizar un mínimo de 10 años

76

por estabilidad de la obra y una de 1 año respecto a los acabados del mismo, esta novedad

representa un gran beneficio a los consumidores de bienes inmuebles, y por otro lado

representa un incremento significativo en los riesgos para los constructores e

intermediadores inmobiliarios.

Una semejanza que tiene respecto al Código Civil es la necesidad de hacer efectiva la

garantía cuando se presente uno de los siguientes eventos: (i) vicios en el suelo, (ii) vicios

en los materiales y (iii) vicios en la construcción, todos estos antes expuestos.

De esta forma, se regula la materia y, la exigibilidad de la garantía, no queda al libre

arbitrio del consumidor que simplemente está insatisfecho con su producto.

En relación con la garantía de los acabados hay que decir que la constructora y los

profesionales intervinientes tienen una obligación de responder por los acabados internos

de las viviendas y por los que estén afuera de la propiedad, pero estén sujetos a un régimen

de propiedad horizontal, es decir las zonas comunes.

Sin embargo, importantes doctrinantes han presentado y desarrollado ciertas críticas frente

al alcance de la mencionada garantía inmobiliaria. Así, por el ejemplo, el Doctor Tamayo

77

Jaramillo, considera que la garantía decenal es desproporcionada y va en detrimento de los

constructores.

Concretamente menciona:

“Esa garantía de 10 años es muy peligrosa e inequitativa para los constructores en

relación con los daños producidos en algunos componentes de la construcción. Uno

entiende que la garantía de 10 años se aplique a la estructura de la construcción y

a ciertos equipamientos, pero no es justo ni lógico que el constructor tenga que

responder durante diez años por la calidad de la pintura, o por la calidad de

algunos componentes eléctricos” (Tamayo, 2010, 1373).

Ahora bien, ¿qué sucede si las partes pretenden modificar alguno de los términos legales

previstos por la ley civil y el Estatuto en esta materia? Ocurre, que las partes no pueden

pactar en contrario para efectos de fijar un término de garantía inferior.

En palabras de la doctora Carmen Ligia Valderrama se resolvería esa duda de la siguiente

forma:

78

“…en cuanto al termino de 10 años de garantía por estabilidad de la obra,

debemos precisar que esta es una disposición que replica lo dispuesto en el artículo

2060 del código civil, motivo por el cual, teniendo en cuenta los criterios de

aplicación de los términos de garantía, no es posible que las partes fijen un término

inferior, dado que este tiene consagración expresa en la ley.

“Al respecto téngase en cuenta que la imposibilidad de pactar un término inferior

al de los 10 años, no tiene sustento en que dicho termino previsto en la ley 1480 de

2011, pues se reitera dichos términos son de aplicación residual, sino con base en

que el termino por la estabilidad de la obra tiene consagración expresa ene l

código civil. No sucede lo mismo con el termino previsto para los acabados de la

obra, pues al no estar consagrados en una disposición distinta a la ley 1480 de

2011, las partes podrán pactar, en ejercicio de su autonomía de la voluntad, un

término inferior a un año” (Valderrama, 2013, 263).

La anterior conclusión tiene respaldo por parte de otros doctrinantes, como son el doctor

Tamayo Jaramillo o Dionisio Manuel de la Cruz, el cual en la publicación de la revista

Contexto No. 37 de la Universidad del Externado afirma que “en los contratos de

compraventa de inmuebles, cualquier cláusula que vaya contra esa norma (la que

establece el termino de 10 años) se tendrá por no escrita, y no tendrá campo para la

interpretación” (Cruz, 2012, pág. 19).

79

7.1.1.3. La suspensión y ampliación del plazo de la garantía

El artículo 9 del Estatuto del Consumidor, en relación a las circunstancias en las cuales se

entiende suspendido el término de la garantía, dispone:

“El término de la garantía se suspenderá mientras el consumidor esté privado del

uso del producto con ocasión de la efectividad de la garantía. Si se produce el

cambio total del producto por otro, el término de garantía empezará a correr

nuevamente en su totalidad desde el momento de reposición. Si se cambia una o

varias piezas o partes del bien, estas tendrán garantía propia” (Congreso de la

República, Ley 1489, Artículo 9, 2011).

Es necesario remarcar que el Estatuto en su texto no habla del fenómeno de la interrupción,

por lo que solo opera la suspensión de la garantía.

De esta forma el artículo mencionado da respuesta a las inquietudes que siempre se

originaron frente a este punto particular: (i) ¿qué ocurría con el tiempo en el que el

consumidor no podía disfrutar el bien mientras estaba en reparación?, (ii) ¿qué ocurría con

80

el término de la garantía cuando se cambiaba el bien? y (iii) ¿Cuándo se hace el cambio

sobre alguna de sus piezas?

Ahora queda claro que, frente al primer evento, el término de garantía se extiende para

cubrir los períodos en los que el consumidor no pudo disfrutar del bien, frente al segundo

escenario, queda claro que si se cambia el bien, el término comienza a contar desde cero, y

frente al tercer escenario también queda claro que la garantía de dichas piezas corre aparte

de la garantía legal del producto; entonces tampoco hay una ampliación como tal del

término, lo que hay es una garantía independiente para las piezas nuevas que se le instalan

al producto como en el ejemplo anterior.

7.1.1.4. ¿Quiénes son las personas responsables de la garantía legal?

El artículo 10 del Estatuto señala que ante los consumidores, la responsabilidad legal recae

en manos de los productores y de los proveedores de manera solidaria, y solo bastará con

demostrar el defecto de un producto para establecer su incumplimiento.

Esa afirmación, representa cierta gravedad moderada para la industria constructiva porque

la misma iguala los bienes inmuebles a los otros bienes de consumo, y, por tanto, dispone

de las mismas acciones legales para los dos tipos de bienes indistintamente. Sin embargo,

en el ámbito de la construcción, las interpretaciones de lo que es un defecto son

81

supremamente vagas, hecho que puede llegar a ser utilizado como un mecanismo en

contra de los productores, los cuales en algún momento podrían verse como parte débil de

una relación de consumo inmobiliaria.

La responsabilidad de los constructores en este nuevo Estatuto deja muchos vacíos y la

ejecución de la garantía es uno de los puntos cruciales frente a este tema. En un principio, si

un bien inmueble es igual a cualquier otro bien de consumo, solo deberá probarse por parte

del consumidor que, dentro de la garantía, se pronunció algún defecto, sin necesidad de

demostrar cuáles fueron las causas que lo generaron. Una vez se pruebe el defecto, el

constructor solo podrá excusarse probando alguna de las causales de exoneración que trae

el Estatuto en su artículo 16.

Frente a este punto de la responsabilidad de los productores y proveedores hay que decir

que puede ser uno de los casos excepcionales donde se rompe el principio de relatividad

contractual ya que, como menciona la doctora Carmen Ligia Valderrama,

“… la garantía es una obligación solidaria entre el productor y el proveedor, y en

consecuencia, su cumplimento puede ser exigido sin limitación alguna, a cualquiera

de ellos. De esta forma, la regulación que tiene el estatuto en materia de garantías,

constituye un claro rompimiento del principio de relatividad de los contratos, pues

es una obligación que le puede ser exigida incluso a quien no es parte de la

relación contractual, pero que, como consecuencia de hacer parte de la cadena de

distribución, estará igualmente obligada” (Valderrama, 2013, 244).

82

Pero cabe preguntarse, ¿cómo opera realmente esta garantía en el sector inmobiliario si,

como se ha venido mencionado reiteradamente, es una actividad en la que concurren un

sinnúmero de protagonistas y todos con las cualidades de profesionales?

Es por eso que es importante hacer el análisis sobre a qué sujeto le recae la obligación de

reparar el inmueble o remplazar partes del mismo. Bajo una evaluación de la culpa

profesional sería el constructor que entregó el bien el obligado a responder, pero se debe

entender como un traspaso de garantías, que los productores le entregan al constructor y

que este les transfiere a los consumidores Es decir que el constructor podrá repetir en contra

de sus subcontratistas.

De esta forma se podría pensar que el constructor no tendrá que responder por fallos que

no sean de su autoría, pero esta interpretación tiene muchos matices y se aleja de este

fundamento ya que si nos haceos la siguiente pregunta: ¿qué pasa con la obligación

profesional del constructor de evaluar los materiales? O ¿qué responder a los que

argumentan que el contrato se realiza es con el productor y de esta forma será con el único

que se comunicaran y recibirán el inmueble final? O simplemente en pensar en una posible

contradicción con el mismo estatuto, pues hace que el constructor de alguna forma sea

consumidor de los productos que contrate con otros profesionales ya que estos no son para

su consumo sino para el desarrollo de su actividad económica constructiva.

Como se ha mencionado, no hay una respuesta a estas inquietudes y por eso el presente

trabajo es relevante, pues pone en la órbita de la investigación grandes temas que pueden

83

tener repercusiones económicas en grandes productores de la economía como lo es el sector

de la construcción.

7.2. Causales de exoneración del régimen de garantía.

Los eventos que el Estatuto contempla para poder exonerar al constructor o cualquier

productor de bienes del cumplimiento de la garantía solo están restringidos a los

mencionados a continuación:

1. Fuerza mayor o caso fortuito

2. El hecho de un tercero

3. El uso indebido por parte del consumidor

4. Cuando el usuario no atiende a las indicaciones de instalación, y mantenimiento de

los productos (Congreso de la República, Ley 1489, Artículo 18, 2011).

Solo en estos casos el productor podrá alegar que no habrá cumplimento de la garantía, no

obstante, siempre estará en la obligación de demostrar que existió un nexo causal entre el

daño y la causal de exoneración, otra discusión que se puede abrir en este punto es sobre si

también aplica la carga dinámica de la prueba, a nuestra forma de entender si cabria, pero

importante resaltar que aplicaría de forma excepcional.

7.3. Garantías suplementarias

84

El artículo 13 del Estatuto consagra la posibilidad de que los productores y proveedores

otorguen garantías suplementarias, las cuales deben ser más amplias y mejores a las

dispuestas legalmente, y que pueden ser carácter gratuito o por el contrario puede el

productor cobrar algo por ésta.

Cuando se trate de garantías suplementarias con carácter oneroso es muy importante que se

cuente con la aceptación por aporte del consumidor y dicha aceptación deberá constar por

escrito.

Cuando se habla de este tipo de garantías suplementarias, la regla de la solidaridad en la

cadena solo es aplicable a los que participen de forma voluntaria y posterior a quien emite

la garantía suplementaria. De esta forma no se puede obligar a determinados sujetos a

cumplir con la garantía suplementaria si el mismo, al momento de la enajenación del bien

sólo se obligó a responder por la garantía legal.

Para que no existan problemas futuros respecto a estas garantías la misma ley propende por

reglamentarlas de una forma que no llegue a equívocos entre las partes, por esta razón pide

que se realicen únicamente de forma escrita, y de fácil comprensión para las partes.

En relación a las garantías suplementarias en la construcción hay que decir que no hay

disposición jurídica alguna que las prohíba o las limite. Lo único que exige la ley es que

exista claridad respecto las obligaciones recíprocas de las partes, más aún si se trata de una

garantía suplementaria de carácter oneroso pues, en esta situación, va a nacer una

85

obligación de dar una suma de dinero a cargo de los consumidores y a favor de los

productores.

7.4. Modalidades de cumplimiento de la garantía

7.4.1. Reparación, Entrega, Sustitución y devolución

El efectivo cumplimiento del derecho de garantía del cual gozan los consumidores, se ve

materializado mediante las siguientes acciones. Estas acciones deberán surtirse en orden

práctico, y siempre pensado en el menor impacto económico para las partes. La reparación,

entrega, sustitución y devolución tienen conceptos muy diferentes, y la aplicación de uno u

otro repercute en la forma en la cual el consumidor dispondrá de su bien.

7.4.1.1. Reparación

En cuanto a la reparación, se debe mencionar que los productores de bienes y servicios,

antes que cualquier cosa, deben procurar la reparación del bien defectuoso. Se entiende

entonces que esta es la primera obligación en cabeza del producto o proveedor cuando un

producto no está cumpliendo con los requisitos de calidad, idoneidad y seguridad.

Los productores y proveedores tienen que tomar las acciones correspondientes para darle

una pronta solución al daño que aqueja al bien, todo esto de forma gratuita y sin tener que

incomodar la rutina del consumidor.

El término que tienen los productores para arreglar las cosas no está claro en el estatuto, ya

que no se estableció un límite temporal para cada caso en particular, motivo por el cual es

necesario hacer el análisis a partir de lo dispuesto en el decreto reglamentario 735 de 2013

86

(Presidente de la República, Decreto 735, Artículo 8, 2013), el cual dispone que será la SIC

la encargada de fijar los tiempos de cada bien, dependiendo de su naturaleza particular y la

falla que le aqueje. Pero, de la misa manera, dice que si la SIC no establece los plazos de

reparación de los bienes, esta deberá realizarse en un máximo de 30 días poniéndole un

tope en caso de silencio.

Sobre este tema autores como Miguel Ángel Larrosa Amante creen que “La falta de un

término legal para que se lleve a cabo la reparación de un bien lejos de ser beneficiosa

para los consumidores, genera una enorme incertidumbre que puede llegar a afectar la

efectividad de sus derechos” (Larrosa, 2011, pág. 201).

Por eso es necesario que se reglamente cada caso en particular, para poder así crear un

derecho de consumo rígido y con suficientes fundamentos. No es sano para la industria que

se dejen en el aire términos que son de suma importancia para el buen tráfico de consumo.

Retomando lo mencionado anteriormente, el productor está obligado a realizar las acciones

para no perturbar la rutina del consumidor, motivo por el cual dentro de la reparación

gratuita está incluido el transporte del bien dañado, el cual tendrá que recogerlo en la

residencia del consumidor.

7.4.1.2. Sustitución del bien

Como se mencionó anteriormente, la reparación es la obligación natural y principal que

tienen los productores y proveedores, por este motivo solo se puede entender a la

87

sustitución como un mecanismo secundario, el cual solo puede proceder en los casos en los

que no fuera posible la reparación del bien originario, o que, aun cuando ya fue reparado, el

daño siguió persistiendo en el objeto.

En relación a la sustitución, hay que decir que no toda falla reiterada genera un remplazo

automático: se tiene que analizar cada caso en particular. Cuando se presentan reparaciones

reiteradas sobre un mismo objeto y se entra en el fenómeno de las reparaciones indefinidas

se crea la falla en la prestación del servicio de asistencia técnica, lo cual es causal para

iniciar la sustitución del producto o la devolución del dinero.

En palabras de Manuel Dionisio de la Cruz:

―La imposibilidad de reparar de manera adecuada el mismo desperfecto, luego de

varias intervenciones sobre este, constituye una falla en la prestación del servicio

de asistencia técnica que tendrá fuerza suficiente para que sea procedente el

remplazo del producto o la devolución de su dinero” (De la Cruz, 2011, pág. 19).

La sustitución siempre se deberá realizar con un producto de las mismas o de mejores

características y el plazo que tiene para realizar este trámite el productor es de 10 días

después de la entrega de la cosa por parte del consumidor (Presidente de la República,

Decreto 735, 2013).

7.4.1.3. Devolución del dinero

88

El último escenario posible es el que se presenta cuando no es posible la reparación bien ni

la sustitución del mismo. Dicha devolución que bien hay que destacar solo opera de forma

supletiva, es la última herramienta que posee el consumidor y debe ser el fenómeno que el

mercado evite a toda costa ya que su ejecución se refleja en no haber consumido finalmente

el producto es decir no gana ni el productor ni el consumidor. Para los doctrinantes en áreas

de consumo como la doctora Carmen Ligia Valderrama:

“Esta debería ser la última herramienta a la cual acudir, pues al implicar el cese

del acto de disposición de intereses y el correspondiente retroceso al status quo de

las partes, constituye el acto que más afecta a la relación de consumo”

(Valderrama, 2013, pág. 258).

Por lo anteriormente señalado, se debe procurar incentivar las reparaciones y las

sustituciones antes que la devolución pues la devolución del dinero, de algún modo, da

muerte a la cadena de consumo.

Es importante mencionar que el Estatuto les da la posibilidad a los consumidores, en los

casos de fallas reiteradas, de elegir entre la sustitución del bien o la devolución del dinero.

Si optan por esta última, el valor que se les devolverá será el valor que hayan pagado en el

momento de la realización de la compra, y dicho reintegro deberá ser ejecutado en un

tiempo no mayor a 15 días hábiles contados desde que el consumidor entregue el bien en

garantía ( Decreto 735 de 2013).

89

Ahora bien, en el tema de la construcción todos estos escenarios implican muchísimos más

costos de transacción para la constructora, motivo por el cual el ejercicio de la garantía

tienen implícita una importante carga de buena fe por parte de los consumidores, porque se

les presenta una serie de herramientas que facilitan su consumo, pero, por el otro lado,

incrementan sus gastos y cuidados sobre las cosas, puesto que no es lo mismo hacer una

devolución del dinero de cualquier producto doméstico a realizar la devolución integral del

pago de una casa, un lote, una bodega o demás bienes raíces que, en casi todas las

ocasiones, representan un valor mucho más alto.

CONCLUSIONES

A manera conclusiva de este trabajo de grado, hay que decir que el Estatuto del

Consumidor entró al ámbito jurídico y creó un hito en relación a la materia de consumo,

puesto que presentó grandes cambios en relación a la garantía legal de los productos y,

sobre todo, en la especialidad de los bienes inmuebles.

Sobre la pregunta original de este trabajo de si “¿existe una derogatoria tacita de las

normas civiles y comerciales desde la expedición del Estatuto del Consumidor en lo que se

refiere a la garantía y a la responsabilidad del constructor?”, hay que decir varias cosas:

1. En primer lugar, las normatividades mercantil y civil no han sido derogadas por

esta nueva especialidad de consumo. Se puede decir, más bien, que lo que se creó

con la Ley 1480 de 2011 y la reciente expedición de la Ley 1796 de 2016 es el

cuerpo normativo de protección que trabaja de forma sinérgica para la protección de

90

los consumidores, pues de alguna forma todas estas leyes se complementen entre

unas y otras. Pero es una realidad que se está frente a una situación que ha generado

una gran incertidumbre para algunas áreas de la economía, en este caso particular, la

actividad constructora. Se evidencian grandes cambios en relación a las garantías,

las responsabilidades del constructor y la vigilancia de las obras por parte de

terceros ajenos a esta.

2. Por otra parte, se puede concluir, a partir de los análisis minuciosos que se

realizaron sobre la garantía decenal y sobre las respectivas garantías del Código de

Comercio que, la garantía de 10 años que expone el Código Civil formula que la

responsabilidad que se genere por daños en la obra radica en cabeza de los

empresarios que se comprometan en la modalidad de contrato de obra por precio

único prefijado. El termino empresario el cual tratamos también concluimos es muy

ambiguo y se debe entender como profesionales intervinientes en el contrato de

obra, de esta forma le es aplicable a cada uno una responsabilidad profesional en

relación a su trabajo. Por otro lado, el artículo que hace referencia la garantía

decenal solo contempla la posibilidad de hacerla efectiva cuando se trate de

contratos de obra con precio único prefijado, dejando a un lado las otras dos

modalidades. Esto, como fue evaluado, y traído a colación en palabras del Dr.

Tamayo no es posible y se debe entender que todo tipo de contrato de obra goza de

esta garantía decenal. Asimismo, la garantía en comento tiene una relación directa

con la responsabilidad profesional ya que exige la producción de un resultado

esperado, es decir, que se trata de una obligación de resultado, lo cual conlleva a

que los profesionales intervinientes no puedan aludir ningún tipo de exoneración a

91

causa de su diligencia o por la ausencia de culpa, por lo que sólo podrán librarse de

responsabilidad probando una causa extraña como fenómeno que rompa el nexo

causal.

3. Ahora bien, desde la óptica del ordenamiento comercial también se evidencian una

serie de garantías que en la práctica no resultaban realmente operantes en los

servicios inmobiliarios, debido a la dificultad que estas garantías presentaban en

relación a los términos, ya que son supremamente cortos para entender y evaluar los

posibles fallos que tenga un bien inmueble.

Así se tienen las garantías establecidas en el Código de Comercio en el artículo 931

referido a la garantía de calidad y cantidad, el 932 que alude a la garantía por buen

funcionamiento de las cosas y, el más significativo, el 934 que consagra la

regulación sobre los vicios ocultos.

4. Frente al Estatuto del Consumidor, se tiene que volver a destacar que el mismo

clasifica a los bienes inmuebles como bienes de consumo, siempre y cuando se

respete la regla básica en materia de consumo de que una de las partes de la relación

actué en calidad de consumidor y pretenda este ser el destinatario final del producto.

Esta introducción que hace la Ley 1480 de 2011, como se mencionó en reiteradas

ocasiones a lo largo de este trabajo de grado, es un gran avance en materia de

protección del consumidor, pero es también un gran riesgo que nace para las

constructores y promotores de bienes inmuebles, los cuales tendrán más

obligaciones desde su etapa precontractual, contractual y postcontractual.

92

5. La Ley 1796 de 2016 consagra una nueva normativa que propende aún más por la

búsqueda de la protección integral de los usuarios y se ve relacionada con un

aumento de la vigilancia y supervisión técnica de las obras inmobiliarias. De esta

forma aumentan los índices de calidad, idoneidad y seguridad que consagra el

Estatuto y que se ven materializados en reglamentos técnicos como los de

sismoresistencia y la ley mencionada.

6. Actualmente existen entonces dos modalidades de garantía legal sobre inmuebles.

En primer lugar, se encuentra el modelo garantista del Código Civil que contempla

una garantía por 10 años, pero, además, la reciente Ley 1480 de 2011 estableció una

nueva garantía inmobiliaria relacionada solo a los acabados y a las líneas vitales de

los inmuebles. Dicha garantía tendrá un término de un año, pudiendo las partes por

pacto expreso aumentar el término de garantía.

7. Es evidente entonces, a la luz de todo lo anterior, que el Estatuto del Consumidor en

materia de protección al consumidor es totalmente amplio y, por el contrario, los

constructores se ven en un campo de desprotección, sumándoles además la facilidad

que tienen los consumidores de bienes inmuebles de hacer efectiva la garantía legal,

ya que solo será necesario demostrar que durante el término de la garantía se

presentó un defecto en el inmueble, dándole la posibilidad al constructor de limitar

su responsabilidad solamente con las causales de exoneración enunciada en la ley.

De esta forma se evidencia que la Ley 1480 de 2011 incluye una inversión en la

93

carga de la prueba puesto que el usuario civil ya no deberá demostrar el defecto ni la

causa originaria del mismo.

De esta forma, y de manera conclusiva, se resalta la importancia y necesidad de que la

actividad de la construcción sea reglamentada de forma disciplinada y suficiente ya que, si

bien son bienes que adquieren consumidores, los mismos tienen un proceso de elaboración

o construcción muy complejo y altamente oneroso en comparación a los demás bienes de

consumo de uso ordinario.

Entonces, será muy importante para la actividad constructiva que las regulaciones que

plantee la Ley 1796 sean acordes al estatuto y no sea eso una nueva puerta a la

incertidumbre que de alguna forma ya radica en cabeza de los constructores. Es necesario

proteger a esta parte de la economía productiva del país y la forma correcta es

acompañándolos en la información y en los debates que surjan sobre las futuras

reglamentaciones técnicas las cuales todavía estamos en mora de evaluar.

94

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