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La Revista Blanca SOCIOLOGÍA, CIENCIA Y ARTE «t I Hi.U.-Sicnlt épKi SARDAÑOLA - BARCELONA 1.° de Octubre de 1924 STT2MA.RIO: El Hombre y la Tierra (rontinuación') : Elíseo Rcclús. — £1 valor moral de Ijf hombres ; Vn profrsor de U Normal. Crónica cienlifica ; Arihur Douglas Sniikl. Feminismo y Humanismo ; Federica Montseny. El fascismo y el antifascismo en Italia ; León FouRlictti. — £/i- mérides del pueblo ; Soledad Gustavo. Marx y Engels contra Prouilhon y liakunine en Moscou; Kudolf Sharíenstcin. Para una interpretación federalista de la historia ; Enrique Nidi>. ¡^ Li- teratura española ; .AuRuslo de Moneada. Divulgaciones históricas : (iencr, filósofo y literato ; M. Soriano de Numancia. Alrededor del idioma internacional ; S. Albcrich Jofré. fiada una hu- manidad nuera ; K. Armand. Kodando por el mundo ; Hipatía. — Al último Quijote, novela (con- tinuación) ; Federico Urales. EN EAS CUBIERTAS : La unidad moral libertaria. Comentarios. Problemas de nuestros días; Ramón Ro<lr(nuez. La «Sovela Ideal». Suscripción internacional pro-presos cuestiones sociales. Nueva publicación. Por dondequiera que vayáis... ; F. Barthe. — 4 los trabajadores de lodos lot países ; El Hureau A. de la A. 1. de los T. — í.1 deber del Sindicato ; Fernando Eupincza. Notat administrativas. EL HOMBRE Y LA TIERRA ELÍSEO RECLUS {CoHtinuMción) Una explosión volc.'inica, una inimd.icii'<n fuvial, una inva.sión del mar, los ostr.Tpos un ciclón, han obligado en distintas oca- tioncs a los habitantes de un pa(s a aban- donar la tierra natal para refugiarse en co- marcas hospital^riai. En eae caso el cambio del medio trae consigo forzosamente cambio de ideas, otra concepción de la naturaleza am- biente, otra manera de asociarse a las circuns- tancias, diferentes del medio anterior. Puede suceder, pues, que a pesar de la catástrofe y de todas*las desgracias consiguientes, que el acontecimiento sea para la población que lo ha sufrido una causa poderosa de progreso. No hay duda que los individuos han sufrido, han perdido quizá el producto de su traba)o y sus provisiones; ¿pero qu¿ son esas pérdidas en comparación de las adquisiciones intelec- tuaiet que puede dar la adaptación a un nuevo medio? Es verdad que a veces el desastre trac algo más que ruinas materiales; ha habiiio pobla- ciones que han sido diezmadas n extermina- das por esas catástrofes de la Naturaleza, y en ese caso es precito que la tribu herida se reconstituya con gran pena ; que, por una es- pecie de reviviscencia de la cual halle en si las huellas atávicas, vuelva a las ins- A. ;ro tituciones del pasado, y vuelva a tomar pe- nosamente las costumbres antiguas en su lucha por la vida, lucha en la cual es, además, po- sible que el grupo de hombres amenazado su- cumba definitivamente. En el oterno esfuerzo hacia lo mejor de la existencia y del bienestar, el hombre resulta algunas veces el más débil V retrocede entonces hacia el salvajismo pri- mitivo ; otras veces triunfa de los obstáculo* y progresa tanto más hacia un estado más ele- vado. A las cau.sas exteriores de cambio procedente de la naturaleza inanimada, se juntan, en lo» grupos humanos, las que provienen del im- pulso dado a la inteligencia por la enseñanza mutua, cuya forma ordinaria es el juego. La libre diversión es uno de los mayores educa- dores del hombre (87). Lo que llamamos el juego y que distinguimos con tanto cuidado del trabajo, fué, después del alimento, la for- ma más antigua de la actividad de los hom- bres (88). As( como la madre se divierte en. (87) Karl Groo», Die Spiele det Tierr : Dit Spieie der Menschen, (88) G. Perrero, Les Formes primitivet Travait.

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La Revista Blanca SOCIOLOGÍA, CIENCIA Y A R T E

«t I Hi.U.-Sicnlt épKi SARDAÑOLA - BARCELONA 1.° de Octubre de 1924

S T T 2 M A . R I O : El Hombre y la Tierra (rontinuación') : Elíseo Rcclús. — £1 valor moral de Ijf hombres ; Vn profrsor de U Normal. — Crónica cienlifica ; Arihur Douglas Sniikl. — Feminismo y Humanismo ; Federica Montseny. — El fascismo y el antifascismo en Italia ; León FouRlictti. — £/i-mérides del pueblo ; Soledad Gustavo. — Marx y Engels contra Prouilhon y liakunine en Moscou; Kudolf Sharíenstcin. — Para una interpretación federalista de la historia ; Enrique Nidi>. — ¡^ Li­teratura española ; .AuRuslo de Moneada. — Divulgaciones históricas : (iencr, filósofo y literato ; M. Soriano de Numancia. — Alrededor del idioma internacional ; S. Albcrich Jofré. — fiada una hu­manidad nuera ; K. Armand. — Kodando por el mundo ; Hipatía. — Al último Quijote, novela (con­tinuación) ; Federico Urales. EN EAS CUBIERTAS : La unidad moral libertaria. — Comentarios. — Problemas de nuestros días; Ramón Ro<lr(nuez. — La «Sovela Ideal». — Suscripción internacional pro-presos cuestiones sociales. — Nueva publicación. — Por dondequiera que vayáis... ; F. Barthe. — 4 los trabajadores de lodos lot países ; El Hureau A. de la A. 1. de los T. — í.1 deber del Sindicato ; Fernando Eupincza. — Notat administrativas.

EL HOMBRE Y LA TIERRA ELÍSEO RECLUS

{CoHtinuMción)

Una explosión volc.'inica, una inimd.icii'<n fuvial, una inva.sión del mar, los ostr.Tpos d« un ciclón, han obligado en distintas oca-tioncs a los habitantes de un pa(s a aban­donar la tierra natal para refugiarse en co­marcas hospital^riai. En eae caso el cambio del medio trae consigo forzosamente cambio de ideas, otra concepción de la naturaleza am­biente, otra manera de asociarse a las circuns­tancias, diferentes del medio anterior. Puede suceder, pues, que a pesar de la catástrofe y de todas*las desgracias consiguientes, que el acontecimiento sea para la población que lo ha sufrido una causa poderosa de progreso. No hay duda que los individuos han sufrido, han perdido quizá el producto de su traba)o y sus provisiones; ¿pero qu¿ son esas pérdidas en comparación de las adquisiciones intelec-tuaiet que puede dar la adaptación a un nuevo medio?

Es verdad que a veces el desastre trac algo más que ruinas materiales; ha habiiio pobla­ciones que han sido diezmadas n extermina­das por esas catástrofes de la Naturaleza, y en ese caso es precito que la tribu herida se reconstituya con gran pena ; que, por una es-pecie de reviviscencia de la cual halle en si

las huellas atávicas, vuelva a las ins-

A. ;ro tituciones del pasado, y vuelva a tomar pe­nosamente las costumbres antiguas en su lucha por la vida, lucha en la cual es, además, po­sible que el grupo de hombres amenazado su­cumba definitivamente. En el oterno esfuerzo hacia lo mejor de la existencia y del bienestar, el hombre resulta algunas veces el más débil V retrocede entonces hacia el salvajismo pri­mitivo ; otras veces triunfa de los obstáculo* y progresa tanto más hacia un estado más ele­vado.

A las cau.sas exteriores de cambio procedente de la naturaleza inanimada, se juntan, en lo» grupos humanos, las que provienen del im­pulso dado a la inteligencia por la enseñanza mutua, cuya forma ordinaria es el juego. La libre diversión es uno de los mayores educa­dores del hombre (87). Lo que llamamos el juego y que distinguimos con tanto cuidado del trabajo, fué, después del alimento, la for­ma más antigua de la actividad de los hom­bres (88). As( como la madre se divierte en.

(87) Karl Groo», Die Spiele det Tierr : Dit Spieie der Menschen,

(88) G. Perrero, Les Formes primitivet i » Travait.

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LA REVISTA BLANCA

La Novela Ideal Habiendo comprondido los rpdartorps de L* R E ­

SISTA BiJkNC* la efiracia y utilidad de la propaganda de sus ideas por medio del diálogo, sobre ttido entre la juvenlud de ambos sexos, han resuello publicar una novela corta quincenal, los días 8 y j j de cada mes.

LA NOVELA lt>EAL será casi el regalo que la pu­nía de L* REVISTA BI ANCA ofrece a sus lectores janz de intí-resarlo, l>or y al público, ron el prop<^sito

medio del sentimiento y la emocii'in, en las luchas para instituir una sociedad sin amos ni esclavos, sin gobernantes ni gobernados.

Advertimos que para redactar novelas tal como nosotros las deseamos, interesantes y amenas, se necesita »Bl)er escribir y, además, hal)er concebido la Kciedad antes apuntada.

No queremos novelas rojas, ni modernistas, ni eclécticas.

Queremos novelas que expongan, bella y clara­mente, episodios de las vidas luchadoras en pos df una aociedad libertaría.

No queremos divagaciones literarias que llenen páginas y nada digan. Queremos ideas y sentimien­to», mezclados con actos heroicos, que eleven el e»p(ritu y fortalezcan la acción.

No queremos novelas deprimentes ni escalofrian­te». QÍieremos novelas ootimistas, que llenen de esperanza el alma ; Hmpius serenas, fuertes, con alguna maldición y alguna lágrima.

La» novelas que pedimos pueden ser escrita» en franré», alemán, inglés, italiano y rspañol ; pero las deseamos do gente que haya llm.ido murli.^s cuartillas, y que, adem's, sientan lo que escriben. No hay que olvidar que vamo» a la conquista de la conciencia pública. También se nos pueden en­viar traducciones no publicada» en español.

L* NOVELA IIMUI. se compondrá de 3» páginas v »e venderá a 15 céntimo» ejemplar, con e| acos­tumbrado tanto por ciento a lo» corresponsales.

Empezaremos a publicarla cuando obre en nues-*"* ^ " ^ ** original de cuatro novelas, diena» de •er impratas; pero como nuestros propó»iio» «e convierten «imiprc en realidade*. lo»

cnrre»pr.ns.ile«. •ocre todo lo» de América, pu>Klen señalar. de«de luego, el número de ejemplares de LA NOVEIJ» IDEAL que hemo» de remitirles.

I J » lUMTipcioae» te «ervlrán a peseta trimestre

\7argas VUa q 5U obra Han l legado a mis mano» dos trabajos pu­

blicado» en L A REVISTA BLANCA, en los cuales ,

Federica Montseny hace uno» comentar io» de Varga» Vila y t u obra. Razona en verdad con sinceridad y lógica abundante esta compaAera. en ciertos aspectos, en sus dos artículos. Tie­ne conceptos felices y pentaifiiento» acertado», que los d icta , seguramente, una noble y férrea ccmvicción. al verse u l t ra jada por un hombre equfvtM», en su condición de mujer , y al ver el falso ccnoepto que de la misma t iene Vargas VUa.

Eoipieto c o n l e u n d o ainreramente que be si­do un «dmirador de Vargas Vila. Más aún : be lefdo y esttidiado toda su obra. Montainy tiene ratón cuando dic* que aomoa loa anar­

quistas los que tnás leemos a Va rgas Vila. Sin embargo, vo no he leído toda la h u m o s a pro­duce, j n de Kropotkine, ni toda la fecunda obra de Grave, ni toda la inmensa producción del s.ibio Roclús, V, no obslante , repito, he leído los sesenta voíúmenes próxiniain«"nte que lleva Vargas Vila publicados en castellano. \ esto no es ex t raño , aunque en par te , en par te nada más , hava sido funesto para algunos anarquis­tas ; seguramente para los jóvenes. Vargas V ila tiene producciones que llevan el m a r c h a m o de obras perfectas, fecundas y elevadas. Por eso los anarquis tas hemos leído a Vargas Vila más que a otro escritor, porque sus obras han afir-mado nuest ras rebeldías. Ahora bien ; para los que no han leído toda la producción de este escritor, la impresión que sacan es que es un excéntrico que se cree oi iginal . Vargas Vila tiene escri tos unos diez y ocho volúmenes, an-tes de su abvccta claudicación, que son pique­tas demoledoras contra la actual sociedad, sus vicios V sus maldades , los cuales él se aver-güenza haber escrito, según su propia confe­sión.

Vo no conozco un libro inAs viril y anárquico, obra m á s demoledora, escrito por n ingún anar­quista que le supere a l.ihrc Esléiica. Es el canto del ácra ta , el pensamiento del verdadero anarquis ta revolucionario, que destruye bella­mente y condena a esta ciénaga social. Suges­tiona este libro.

Flor del Fango es una gran novela, una in­mensa novela anarqu is ta , pudiéramos decir, v diríamos bien. Mal parada queda la sociedad en esta tragedia dolorosa y sent imental . E s up grito de ju.»ticia contra la maldad ambiente , vi­ril y enérgico.

La ubre de la loba es una novela de tina emo­ción intensa, de una rebeldía y un acierto t an grandes ai describir los manejo» del clericalis­mo, las podredumbres y corrupciones de la so­ciedad, que sólo Zola y H u g o tupieron hacer­lo, que e» un alegato a nue t t ro ideal. Como propagan 'a podemos recomendar esta» do» no­velas.

La tragedia del Crúto, María MagdaUma, Los parias y. en fin. una serie de obra» má» de critica sociológica v novelas de carácter so­cial, que vo mo congra tu lo de que figuren en mi biblioteca, al lado de las mejores p lumas del ana rqu i smo , y no vacilo en recomendar las como producciones grandes y elevadas.

Ahora bien. Vargas Vila tieiie escritos uno» cuarenta volómencs en su úl t ima etapa, que, para aquellos que desconocen la vida de este escritor, e s un caso d e perplejidad. Ts de lo peor, de lo más ru in , v creo que ningün fraca-Mdo le hava Igualado en maldad por justificar d acto realizado, esto es , ' J venta, como un rumian te .

C u a n d o Vargas Vila fué un r evo luc ionar io ; cuando pei«¿ «n las barricadas por nuestro Ideal

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—por nuestro ideal, así;—cuando fué perse­guido y gimió en las mazmorras victima de la reacción rufianesca, quiso y supo escribir.

Sus páginas fueron las más rebeldes y demo­ledoras que yo he leído. Y esas páginas son la» que deben de leer los anarquistas y deben d« admirar. Pero cuando se convirtió en león do­mesticado por los gobiernos; cuando la reac­ción lo compró como a una mercenaria prosti­tuta ; cuando fué un alcahuete diplomático en Roma y otras naciones ; cuando se sentó en la poltrona del consulado en España ; cuando fué político y reaccionario en Colombia, fué cuan­do los anarquistas le odiaron. Y de aquí en ade­lante es cuando empieza Vargas Vila su obra desmoralizadora. Su cobardía no tiene Wit ites, y su cinismo, ya que no puede justificar iu ab­yección y claudicación, lo reviste con el carác­ter rimbombante de una ndoctrina». ¡ Precioso procedimiento!

De sus novelas citaremos, por ser la nme-)or>i, la Kmás genial», según el mismo Vargas Vila, a esa porqueria titulada ¡bis. Vargas Vila condena a la mujer en esta novela como lo ha­ría el más reaccionario moralista. El mismo juicio sosteniendo una moral corrompida. Igual, idéntico. Para Vargas Vila lo importante es que su mujer no sea adúltera, que permanezca fiel a su amo. Eso es todo. Y se repite, sin origi­nalidad, sin interés, trágicamente mediocre, este vil juicio de la mujer, en doce o trece novelas más. Tal vez, he pensado yo muchas veces, como opinó Montseny, que porque vivió la no­vela IhtM. Sólo que el protagonista de su novela se pegó un Mro en el corazón, cosa que él no hizo, y en parte me enoja, ya que, como I.«o-pardi, es un cantor del suicidio, sólo que I.eo-pardi no fué tan cobarde. Sus tramas son farsa y embuste, y el lector atento pronto se da cuen­ta que la lógica anda a porrazos. Además, con revestir sus últimas producciones literarias de maltfausianismo y • i s libros de «filosoffan de cierto nieticliismo y stimismo, no hace sino reventar de ridículo.

£1 hturto iá tiUncio, La rítmenle. El ca­mine del triunfo y otras que omito por repug­nancia, son producciones tristemente ridiculas.

Ya cansado de explotar el tema de la mujer «fi la., novela de este género, explota d tema dd hijo de la mujer y el hombre. ¿Y enton­ces? Lo interesante «s decir gansadas, prosti­tuirse j justülcarse. todo a la vet. Veamos. Ya en este Kénero, como antes la cuestión radi­caba en que laa mujeres no fueran... de otro. •n éste radica en que los padres deben de es-tr«n|{ular a sus hijos cuando son pequcflos, al nacer, asesinarlos en d vientre dé la madre «• es pradso. porque de lo contrario ; atención I Vargas V9a ha descubierto ana ley. en la cual demuestra que si el padre no mata al hijo, el hijo, al ser ffrande. asesina al padre. «Su sU —«_*.<*. — . . . ««adn iHee. íQm «a «u hl}o?

¡ Bah! Prejuicios. «También es suyo su excre­mento, n (Textual.)

Para convencemos, él crea en sus novelas personajes «vivitos» y «reales'i que se encaran con sus padres, hasta se disparan «ttros>i. S^lo en sus novelas ; porque en la vida real, no obs­tante las imperfecciones de la sociedad, es el amor de padres, de los padres, uno de los sen­timientos más sublimes r inconmensurables en nosotros.

Para terminar, sólo me resta decir que la compañera Montseny tiene mucha razón cuando dice que en todas las librerías y bibliotecas anar­quistas se anuncian libros de Vargas Vili. Aho­ra, que esas librerías y bibliotecas deben de se­leccionar la obra buena de Vargas Vila, por compañeros inteligentes y sabios, que en nues­tro campo los hay en gran abundancia, y reco­mendarlas como buenas las que lo sean, y las malas, las mediocres, «"ojarlas a la basura. Y, si es preciso, para que los compafieros no caigan en equivocaciones, en la creencia de que todos los libros de este escritor son recomenda­bles, censurar esas obras malas y asquerosas, declararle un serio sabotage, por medio de la prensa, que no estaría de más, ya que tantas tonterías sin fruto se repiten en nuestros perió­dicos ; para saber todos a qué atenernos con respecto a este escritor equívoco, claudicante y ruin. Sin embargo, sostengo que es grandiosa y recomendable la obra buena de Vargas Vila.

loaiaao CORNRIO

GomEirríiRios LOS GRASDES HOMBRES

A falta de hombres pequeflos del tipo del se­ñor Benedi y compañía, ftos ocuparemos hoy de los grandes hombres, cual don Euaenio d'Ors.

Este seAor don Eugenio, por demasiado ra­dical, fué destituido de los múltiples cargos que desempeñaba en la primitiva Mancomunidad de CataluAa. y en concepto de avanzado y como un trágala ? los catalanistas de la derecha, que perseguían a nuestra eminencia, la Asociación de la Prensa Diaria de Barcelona le d i ^ pre­sidente.

¡Era muy socialista y muy genial don Eu-^ i o l

Pues bien; el mismo seAor d'Ors forma par­te, a estas horas, de la redacción it A B C, el más tonto y m i s nacionalista de los diarios reaccionarios de EspaAa. y desde las columnas de diario tan antiliberal, en todos sentidoa. nuestro fenio envía a los cuatro puntoa cardi* nales dd país su proaa InintaUglbla.

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LA REVISTA BLANCA

¡ Y luego que vuelva a sentarse a la mesa pre­sidencial de un mitin sindicalista, como ocu­rrió en uno celebrado en el teatro del Bosque!

Ya dijimos entonces : ¿cuántos quedarán de «•sos intelectuales avanzados el día que vengan maldadas? ¡Ninguno! Y así ha ocurrido.

OTRO HOMBRE GRASDE

F,l señor Olariaga dissute, en El Sol, el te­ma de la revisión del ideario socialista y dice, con mucha formalidad, que el socialismo des­aparecerá mañana por la tarde si antes no ha evolucionado en sentido de partido nacional.

¡ Y nosotros que creíamos que lo» partidos socialistas habían evolucionado excesivamente para continuar siendo partidos socialistas!

¡ En fin,; más ven cuatro ojos que dos, si los cuatro no son ciegos!

Según el redactor de El Sol, con franquicias de colaborador, lo mismo que el señor Maeitu, que también sabe inglés y también conoce a los clásicos, si el socialismo no evoluciona rá­pidamente, a la vuelta de dos banquetes, se convertirá en partido histórico y fósil.

Lo gracioso del caso es que, para que los partidos socialistas no desaparezcan, según el escritor financiero y sociólogo, tienen que de­jar de ser partido» socialistas.

Paradójico, ¿verdad? De paradojas están llenas las cuartillas de

los grandes escritores, que para armonirar sus conveniencias personales con sus conciencias, llenan las columnas de los rotativos con prosa imprecisa, pálida y ñoña.

Suerte que los tales rotativos están luchan­do, tan.bién, entre su gran amor a la Uberlad y lat circunctancias... mandan.

EL MIEDO KS UBRE

Un teAor Alfon«o, doctor, como todos los . alemanes, ha publicado en El Liberal, de Ma­drid, en nombre de la Sociedad Vegetariana española, un remitido, declarando que ^us ve­getarianos no matan animales y que, por lo tanto, nada tienen que ver con los que matan personas, aunque no coman más que horta­lizas.

I Está muy bítn y en su punto la declara­ción del seflor Alfonso I La hicieron antes, unos titulados anarquistas, contra la imaginada Af«-no Negro; la hicieron después, otros titulados anarquistas, contra Ravachol y más tarde con-tra Bonnot y su banda. La hac<>n todos los Lopes al enterarse de que un LApes ha sus­traído un reloj. Consideran que la gente les puede estimar rateros.

¡ Eh, cuidado, no molestar, que nosotros, aun­que nos llamemos como ellos y comamos lo que ellos, no matamos, como ellos, animales de ninguna capeciel

Lo cual demuestra dos cosas: que nuestra pc.icía confunde los términos y que por estos mundos faltan hombres con fuerza moral su­ficiente para no temer ser confundidos con na-

Mal andamos de caracteres y de seres, de esos seres animales que no saben que los ve­getales son también seres y que ignoran aun­que sean doctores, que no hay manera de d.s-tincuir dónde empieza y dónde acaba el ani­mal o el vegetal que los separa.

A lo que se ve, el señor Alfonso es de los que cuiercn que hava muchos animales ; los ne­cesitan a.^unos para vivir bien y en salud per-

^Cuidado con el precio de las consultas! • Cuesta tanto recomendar, para todas las en­fermedades, una misma receta y encargar a los elementos la curación! Así es cómo se temen las confusiones v se tiene miedo.

¡ Existe tan poca diferencia de unos a otros charlatanes, que la confusión es fácil!

LA ISTERSACIOSAL INFAME

Nuestros lectores va sabrán que la primera Internacional era federalista y que la tercera, la de Moscou, es centralista. Ello no es obs-táculo para que lo» representantes que la In­ternacional tercera tiene en España digan que la suva es la continuación de la primera y es­criban, además, lo que sigue contra la segunda Internacional, o sea la llamada de Amsterdam.

«Y triunfó la idea en Rusia, y los verdade­ros discípulos de Marx, los únicos herectaros de la primera Internacional, reunieron las fuer-ra» dispersas en el' país donde la Verdad es­taba en marcha v se fundó la Internacional Comunista, que no es sino la continuación de la primera, dejando a la intermedia, coino ma­teria maleable, en un rincón infecto de la His­toria, adonde la condenó su infamia.»

Tonto, lírico, bíblico y falso.

DEJAD QUE LOS PERROS ..

El seflor Benedi está muy enfadado con los canes. El otro día espetó un artículo contra todos que terminaba de la siguiente manera .

«Dejad que los perros ladren. | Adelante 1.. Lo mismo hubieran podido decjr, d* h«cer

caso de los perros falderos, Reclús, Kropo»-liine. etc., etc., v los anarquistas de ambo» m-misferios .1 ladrar el seflor Benedi contra elloa día tras día.

VS GRAN HOMBRE DE ESTADO

Siempre dijimos que el chico llegarfa y K« negado. Somos la mar de profetas, a pesar «e qje, en esta ocasión, no haWa ««cesUlad de serlo para acertar, porque el chico reunía M M

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LA RKTISTA BLANCA

las de la ley para llegar a lat alturas sin que nadie le empujara.

Un día, desde el escenai ¡o de un teatro de Madrid, nos señaló a su mesnada, reunida en mitin, gritando : n; Ese, ése, es el que hace la campaña contra nosotros desde Tierra y Liber­tadlo

La concurrencia miró a diestro y siniestro, pero como nosotros oíamos impertérritos y te­nemos esta cara de hombre de bien que engaña a todo el mundo, la mesnada no supo a quién linchar. La intención, sin embargo, quedaba allí clarita.

Ahora leemos que aque! chico será nombra­do consejero de Estado. Seguros estamos que el Estado recibirá de él buenos consejos ; pa­gándolos, naturalmente, porque lo que tiene d^ caballero, que sólo es el apellido, nada quita a lo valiente.

¿Cargos sin retribución...? ¡Para el gato! ¡ Por algo se nace hombre de Estado! ¡ En estado perpetuo de comer a dos carri­

llos !

EL CUESTO DE LOS TRES MIL

La prensa defensora de aquel comunismo que aconseja a los ignorantes que trabajen para los sabios, anda en busca de tres mil dólares que se han perdido, al parecer, mientras atra­vesaban el Atlántico.

¡Están en la Soli'., gritan los de acá. ¡Nos­otros lo» mandamos para ios obreros presos!, exclaman los de allá. Y los de la Confedera­ción preguntan que a quién se mandaron los trea mil del ala.

Y sobre este dltimo particular, que es el más importante, nadie sabe una palabra. ¡ Ni siquiera los que dicen haber mandado las mi­tas I

Lo demás a hablar por hablar, porque a alguien te los habrán mandado, si es que los mandaron. ¡ Que lo digan y en paz!

CUMPLIENDO ORDENES

Se ha dicho en esta Revista y se ha dicho recientemente, que los comunistas habían cam­biado de táctica con respecto al sindicalismo.

El cambio se acordó en Moscou y la prensa de su partido, en Espafta, lo refleja va en sus «Atoriales.

Sdto que esos que antes querían dividir a los «ifidlcatot y ahora pretenden apoderarse de ellos astutamente, andan por ahí. de pueblo en pue­blo, poniendo como digan dueAas a los liberta­rios de la Confederación. Es una táctica muy sistema Lenio. En público, armonía y compos­tura ; secretamefite. calumeias. Como se recor­dará es lo cow venido «n Moscou.

Porgue lo que dos Individuos que rtciente-han estado en la ca|>ital dé Rasfai an­

dan diciendo por estos pueblos de Cataluña contra los anarquistas no tiene nombre. Véase una prueba : Dicen que ios libertarios asesina­ron a Salvador Seguí y que ahora andan del brazo de Mauríf para hacer la revolución.

¡Vaya nobleza! ¿Así se quiere establecer una sociedad nueva? ; Ni que fueran gusanos de clnaca !

; MAZMORRAS O PALACIOS?

Scc;ún nos cuenta la prensa defensora de ese comunism'o que hace trabajar a los tontos y da las riendas a los vivos, un señor que se llam? Eddo Fimmen ha visitado las cárceles de Ru­sia, saliendo de ellas encantado.

¡ Aquello no son cárceles : son palacios! En las cárceles de Rusia, según el Fim.. c-n ese, se vive tan excelentemente, que los presos no quieren salir de ellas. Cuando, ai libertarlos, llegan a la calle, se preguntan : «¿Dónde esta­remos mejor?!) y en seguida se meten otra vez dentro.

En cambio, las cárceles de Polonia, que tam­bién ha visitado Eddo (¿será inspector de pre­sidios?) se construyeron para puercos y en ell yacen los comunistas detenidos en aquel país. .Son las ventajas de una y de otra reptlblica. La burguesa, de Polonia, encierra a sus revolucio­narios en pocilgas, y la froUtaria, de Rusia, mete a los suyos en espléndidos chalets.

¡ Ahora nos explicamos por qué hay tanta gente encarcelada en el país de Lenin I Son lo» mismos presos, que se detienen unos a otros, para darse la gran vida.

; Hav cada truco...!

HESA REVUELTA Ai dar en el número y» la dirección de nues­

tro crmpaAero Toma» Herrero», en lugar de calle Cadena, 3q, ] . * , que es donde vive y don­de han de dirigirse cuanto» quieren adquirir volúmenes de la Editorial Moderna, salió Ca­nuda, etc.

• • • El Comité de la Confederación Regional del

Norte ha dirigido un manifiesto a los obrcrus españoles llamándoles la atención sobre el mal estado de sahid en que se encuentra Villalon-ga» que sufre condena en el pctul del Duesn (SantoAa).

Didio Comité ruega que se abran suscrip-eimies a favor del preao y que se mande d (U-nero al Conserje del Centro Obrero de San­tander, situado en la calle Prinero Je Mayo, número ta.

Con igual objeto ha aMerto SoUimridad Obnrm, de La CoraAa.

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LA REVISTA BLANCA

sefiando a su hijo de pecho los movimientos, los ademanes y los sonidos que le acomodarán gradualmente a su medio, asf también los ni­ños y los jóvenes entre sí sienten profunda alegría haciendo en todos sus juegos el en­sayo de la vida.

Es tal su potencia de imaginación, que, es­tando solos, se complacen en representar esce­nas en las que son a la vez actores, pacientes y espectadores; ¡ pero con cuánta mayor pa­sión, con qué desenfrenado entusiasmo, con qué sinceridad en la fantasía se entregan a sus juegos cuando participan muchos en él y cada uno tiene su papel en el drama o la co­media ! Son alternativamente cazador y caza, vencedor y vencido, juez y victima, culpable e inocente; pasan por todas las fases imagi­nables de la existencia ; sienten todas las emo­ciones, y, siguiendo las tendencias naturales de su ser, aprenden a desarrollar tal o cual de sus cualidades directoras : lo que adquieren tiene en su ser raíces tanto más fuertes cuanto su manifestación se ha hecho inconscientemen­te ; entonces se imaginan ser creadores. Pro­dúcese en ellos como una especie de ritmo entre la vida práctica ordinaria y la vida de imaginación que da el juego, y esta última existencia suele parecer la más real porque en ella ponen toda su fuerza con la mayor intensidad. No es un simple recreo, como lo practican las gentes gastadas, privadas de tu impulso natural, es la realización misma del ideal de infancia o de juventud. Por lo de­más, este ideal del hombve que se divierte oo difiere del que ve flotar ante sí en el reposo de tu pensamiento. Hay quien en sus juegos aprende a qtiedar libre, a ter un compaflero franco y bueno; hay quien te ingenia para mandar o te habitúa a tervir. En las diver­siones, como en la vida seria, se ven tiranos y etclavot.

Aun sin taberlo, el hombre, juegue o tra­baje, te deja siempre arrastrar por el ejemplo de otro; la mayor parte de las espontaneida­des aparentes no ton tino imitación. Asi como el historiador puede hacerlo constar en el orí-^ n mismo de la humanidad, paralelamente a ello, el mundo de los animales a que perte­necemos y que continuamos es nuestro gran educador y nos ofrece preciosos ejemplos para todos los actos de la vida.

En primer lugar, la ciencia por excelencia, la que contiste en buscar y en encontrar el ali­mento, ¿no ha tido admirablemente «nteAada al hombre por tut hermanos m a y o ^ , vertebra­dos e invertebrados? Si «I hombre, animal tam­bién, sufría por ignorar las artes de la recolec­ción, de la caza y de la pesca, ¿no te multipli­caban los ejemplos que debfa ten^ir a tu alre­dedor? En la playa, loa cangrejos y otroa crut-ticcot iodican lot puntos de la arena o del

limo donde se ocultan determinado* iifrutos de mam ; todo animal que iba a recolectar frutos, a la excavación en busca de raíces,' al cebo o a la pesca fué cuidadosamente observado por el famélico, y éste probó a su vez las comida» más diversas, bayas y frutas, hojas y raices, animales chicos y grandes que veía servir de alimento a sus hermanos inmediatos. Además, el hombre ha podido preguntar a sus educado­res el arfe de almacenar sus víveres para los tiempos de escasez : los termitas, las hormi­gas, las abejas, los gerbos, las ardillas y los perros de las praderas le han enseñado a cons­truirse silos para conservar en ellos el exceden­te de alimento recogido en las estaciones de abundancia : hay villa de termitas, construida con un método arquitectónico muy superior al de las villas humanas de la misma comarca ; ofrece un conjunto maravilloso de galerías, de graneros, de secaderos y de almacenes que cons­tituyen un mundo (89). Por último, ¡ cuántos medios terapéuticos, hojas, maderas o raíces, ha visto emplear a los animales el enfermo o el herido I

Hasta es posible que en varias comarcas deba el hombre los principios en agricultura al ejem­plo de los animales. Según el naturalista Mac Gee, el trabajo de la tierra americana dirigido a obtener una cosecha anual parece haber te­nido origen en pleno desierto, especialmente en el país de los indios Papajos o Papagos, parte del Arizona próxima al golfo de Califor­nia, donde los indígenas tienen a la vista el trabajo de las hormigas «laboriosas», cuyas colonias se extienden por la llanura en dece­nas de millones, y han puesto en producción la cuarta parte ti no la tercera de toda la Pa-paguerfa. Cada colonia tiene su campo de ce­reales bien conservado y el aire bate el grano con una limpieza perfecta.

El natural amor propio, suscitado a la vista de esos prodigios, había necesariamente de im­pulsar al Piel Roja a imitar la obra de la hor­miga : cada aAo visita lat regionet del Sur para traerte maíz, pepitas de calabaza y judías, que a su vuelta, al principio de la estación de lat lluvias, tira en las tierras regadas y en el suelo de los barrancos húmedos. Esa práctica*de siem­bra data probablemeote de tas edades más an­tiguas y hasta parece haber sido en ese país la principal cauta de la organización de lot papagos en tribu (90). La agrictiltura, dice Mac Gee, en otra memoria (qt). fué en tut oríge­nes una «industria del desierto». Es esta, sin duda, una afirmación demasiado categórica; pero al menos es cierto que la antigua h¡p6-

(8q) Tuckey. Sohweinfurth, etc. (qo) Miic G«e, The Ameñcan Anlhropolo.

gút. X, 1895. (qt) La otiama recopilacióo, VII, 1897.

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tesis, relativa al nacimiento del cultivo en las tierras más fecundas, ha de ser también re­visada.

Si ti hombre debe mucho a su eiiucador el animal respecto al modo de buscar y conser%ar <1 alimento, a él también, o a sus propios an-tcpasad<JS, no menos debe el arte de escoger una vivienda o de hacerse un abrigo. Más de una ca\-erna )e sería desconocida si no hubiese visto al murciélago rodear la fisura de la roca en cuyo fondo se abre la puerta st-creta de las galiTÍas subteiráncas. Muchas buenas ideas le fueron dadas por el ave constructora de nidos, t.in hábil en el arte de entretejer fibras, lanas V crines y hasta de coser las hojas. El mundo de los insectos pudo enseñar diversas indus­trias, sobre todo la araña, que teje entre dos ramitas tan maravillosas redes, a la vez dúc­tiles, elásticas y firmes. En el bosque se com­place oyendo el ruido rítmico que hace el go­rila golpeando una calabaza (92); sigue los ca. minos abiertos por el jabalí, la danta o el ele­fante ; observando las huellas del león, sabe hacia qué lado encontrará el agua en el de­sierto, y el vuelo de las aves elevado a gran altura, le hace adivinar el paao más fácil para la travcsfa de la montaña, y, sobre la redon-d'Z del mar, el estrecho más corto, la isla in­visible desde la costa.

Frecuentemente el instinto común al animal y al hombre enseñó a éste el arte de fingir, de huir o de disfrazarse en el momento de peli­gro, y los ejemplos del animal lo mismo que los recuerdos de la propia raza, le habían en­señado a "hacer el muerto», es decir, a per­manecer inmóvil para no atraerse sobre su cabeta el picotazo o el zarpazo. Las madres pueden también aprovechar, para la educación de sus hijos, el arte con que las aves dan la comida a lo» suyos, de medir el alimento y el tiempo del vuelo y de soltar lo» pajarillos ya dueños del espacio. Finalmente, el hombre ha recibido del ave el inestimable sentido de la belleza, y, más aún, el de la creación poética. ¡ Cómo olvidar la alondra que se lanza recta a la altura dando gritos de alegrfa, o al rui­señor que, durante las noches de amor, llena el sonoro bosque cnn sus modulaciones ardien­tes o melancólicas! En la actualidad aprende a imitar al a •e para construir aeronaves ; lo mismo que antes imitó al pez para modelar es­quife» con una espina dorsal que sirviera de quiUa, aristas convertidas en jambas y aletas transformadas en remo» y en timón (93).

El dominio de la imitación comprende el

(92) Karí Groo», DU SpitU dtr Utnschen, pAí- 49-

(93) R. von Ihering. Ltt Indo-Européent gvont l'Hútoire, trad. de Meulenaere, pág. 197.

mundo de lo» hombres lo mismo que el de los animales. Basta que una gregaria esté en con­tacto con otra para que la necesidad de pa­recerse por tal o cual carácter se haga pronto sentir. En un mismo grupo étnico, el individuo que se distingue de los otros por algún rasgo notable o por algún trabajo personal se con­vierte también en un modelo para sus compa­ñeros, y por ello cambia en otro tanto el cen. tro de gravedad intelectual y moral de toda la sociedad. Ordinariamente la imitación se hace <le una manera inconsciente, como por una es­pecie de contagio, peio no por eso deja de mo­dificar a aquel a quien afecta v tjueda modi­ficado en todo su ser. Las imitaciones cons­cientes tienen una parto menos importante en la vida, pero todavía muy considerable, puesto que el hombre deseoso de hacerse semejante a los otros pue<ie ser impulsado por las faculta­des diversas de su ser, sea por simpatía, cuan­do se trata de un amigo, sea por obediencia, respecto de un amo, o por fantnsía, por moda y también por el deseo y la comprensión razo­nada de lo mejor (94).

La mayor parte, si no todas las funciones de orden intelectual, el lenguaje, la lectura, la escritura, el cálculo, la práctica de las artes y de las ciencias suponen la preexistencia y la cultura de la aptitud para la imitación : sin el instinto y el talento de imitar, no habrfa vida social ni vida profesional. ¿No ha comenzado la literatura primitiva por la danza, es decir, por pantomimas, actitudes rítmicas, acompa­ñadas de la cadencia de los instrumentos y del sonido de la voz humana? ¿Y la primera for­ma de la justicia, es decir, del tallón : «¡ojo por ojo y diente por diente!» no es imitación pura? Todo el código de las lej-es no fué en otro tiempo más que la costumbre : «e había convenido tácitamente en repetir sin cesar, ba­jo la forma antigua, lo que había sido hecho desde tiempo inmemorial, y a e»te respecto la ley inglesa, que procura con tanto empeño apo­yarse en los tiprecedcntes» »e repite como una campana cuyo sonido es siempre el mismo. La regla de las conveniencias sociales es de­volver visita por visita, comida por comida, regalo por regalo, y la moral misma ha nacido en su esencia de la idea del deber, del pago, de la restitución de tm servicio al hombre, a un grupo colectivo, a la humanidad (95).

La imitaci'Sn se confunde en muchas ctrcuna-tancias con la ayuda mutua, que fué en el pasado, que es aún en nuestros días y que aera en todos los tiempos el principal agente «le progreso del hombre. Cuando en la segunda

(94) Ouibert, Société d'Anthropologie de Pm. ris. sesión de tS abril 1873.

(95) G. Tarde, Les lois i* l'ImiMion.

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mitad del siglo Xix Darwin, Wallace y sus ému­los expusieron tan admirablemente el sistema de la evolución orgánica, por la adaptación de los seres al medio, la mayor parte de los dis­cípulos no miraron más que el lado del asunte desarrollado por Darwin con más detalles y se dejaron seducir por una hipótesis simplista ; no viendo en el drama infinito del mundj viv-ente sino la ciiucha por la existencLan. Sin embar^^o, e! ilustre autor de Origin of Species y de Des­cent of Man habla hablado también del «acuer­do para la existencia»; habla celebrado KIÍS comunidades que, gracias a la unión del ma­yor número de miembros asociados, prosperan bien y llevan a buen término la más rica pri>-¿enitura» (96).

Pero ¡cuántos pretendido* «darwinistas» qui-sieron ignorar completamente todos los hechos de ayuda mutua y se pusieron a vociferar con una especie de rabia, como si la vista de la sangre les excitase al asesinato : «El mundo es un circo de gladiadores... ; toda criatura está adiestrada para el combate!» (97). Y bajo la cubierta de la ciencia, ¡cuántos viulentos y crue­les se encontraron de pronto justificados en sus actos de apropiación egoísta y de conquista brutal ; satisfechos de contarse entre los fuer­tes, cuántas veces han lanzado el grito de gue­rra contra los débiles: «Ay de los vencidos!»

(Continuará)

(96) Descent of Man, 2.* edición, pág. 163. (97) Huxlcy, Siruggle for Exi^tence, and ils

bearing upon Man.

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El DoIor moral de los hombres mm

Detrás de la sociología, ciencia de la so­ciedad o ciencia que trata de los fenómenos •ociales y de los progresos humanos ; ha venido la moralogia, ciencia que estudia los fenómenos y los progresos morales.

Se distingue la moralogia de la ética, en que ésta tiene por base la divinidad, con sus temores y religiones, y aquélla tiene la vida, con sus necesidades, sentimientos y pasiones.

La ética fué ética mientras gravitó alre­dedor de la teología; pero cuando los mo­ralistas modernos se acercaron a la biolo­gía para estudiar la relación que podía ha­ber entre las leyes naturales del universo y las pasiones humanas, la ética quedó como una rama seca en el árbol de la ciencia.

La ética es a la moralogia lo que la me­tafísica a la filosofía ; lo que la alquimia a la química; lo que la astrologia a la astro­nomía ; lo que la economía a la sodolngla : • a célula, su origen, su nebulosa.

Son las ideas morales, caso de que ideas tengan fenómenos de aquella naturaleza, tma consecuencia de la dignidad indivi­dual.

Cuando las personas no tenían dignidad

individual o tenían muy poca—se puede ad­mitir que la tenían desde el momento que se ha comprobado que los animales sujjerio-res de la escala zoológica, como los cua­drúpedos y entre ellos los caballos y las va­cas la tienen, aunque sólo en relación del trato que reciben,—cuando las personas tenían escasa dignidad, repito, apenas si sentían la moral, lo que se llama escrúpu­los de conciencia y afán por el bien.

La dignidad individual se manifiesta y desarrolla con la conciencia. Cuanto más conciencia y más consciencia tiene el indi­viduo, más dignidad individual reúne. Cuanto más se conoce, más vale el indivi­duo, y cuanto más vale, más se hace respe­tar ; he aquí la dignidad.

Hay que distinguir entre el valor social y el natural. Se puede afirmar que el valor social no tiene ningún mérito ante el valor natural. El valor social es independiente del valor moral.

Generjilmente, los que más valen en el orden económico, valen menos en el orden natural y. moral. Tiene su explicación.

El hombre de conciencia es muy difícil que llegue a rico. Luego llegar a rico supo-

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ne poca conciencia. Ue ahi que la riqueza social equivalga a pobreza moral.

Son tan armónicas estas cuestiones mcv raJes que, por lo común, los ricos que ga­naron ellos mismos su riqueca, personal­mente, poseen escasa conciencia y carecen de dignidad individual. La perdieron ex­plotando f>ara adquirir capitales, como per­dieron salud. La dignidad individual estor­ba al negocio. Asi se explica que el adine­rado, que no heredó de sus padres la fortu­na, sufra agravios en su dignidad que no sufrirla la parte mayor de los pobres.

«Deja tu dinero en casa y piensa de mi lo que quieras», es norma de todo merca­der.

La lucha por la riqueza despoja a los in­dividuos que a ella se dctiican de totla scn-sibilidíifl moral, que el negociante califica (le sentimentalismo o sensiblería.

«A lo tuyo y <léjate de escrúpulos», le di­ce, al hijo que ha de heredarle, el padre de valor social. V el hábito acaba por conver­tir en normales prácticas que estaban en relación con la moral primitiva o con un hombre sin moral.

* «

Ese desprecio por la moral supone un desprecio por la vida. En los tiempos pri­mitivos, de escasa «lignidad personal y de escasa moralidatl, la vida del individuo no tenia valor alguno. Se mataba sin inter­vención y sin protesta de la conciencia. La conciencia del respeto a la vida no habla aún nacido. Pues esta conciencia del respe­to a la vida, que da valor moral a las socie­dades modernas, aun no ha nacido en la conciencia de mucha gente, de toda eiía gente que aconseja se prescinda de escrú­pulos para adquirir riqueza social. De ahí las vidas que el capitalismo siega en fábri­cas y talleres. N o da valor a ellas. Es un es­tado primitivo de conciencia. El negocio todo lo disculpa y al nego<-io se han sacrifi­cado y se sacrifican más vidas que a la guerra.

Si del traficante pasamos al (fuerrero, nos encontraremos con igual fenómeno. La g:loria guerrera se nutre de vidas como el poder eoonórHico, que es otra gloriíi sin va­lor moral.

N o hay más que ver que cuanto mayor e« la evolución del sentimiento humano,

más refractario es a la guerra y más opo­sición encuentra en las sociedades la pena de muerte, la muerte en riña o querella, y, en particular, el llamado crimen pasional, regresión a los tiempos en que las perso­nas eran propiedad de otras y en los que el más fuerte podía matar al más débil, caso de que ya no lo hiciese por derecho, como los antiguos señores de horca y cuchillo y como más antiguamente aún, por conve­niencia doméstica : de choza o caverna.

Antes el individuo mataba al individuo con suma facilidad ; antes el juez imponia la pena de muerte tx)n suma frecuencia; antes los Estados se declaraban la guerra por una simple desavenencia conyugal o por caprichos y los pucblbs iban a ella oon gusto.

Hoy el pueblo no acude fanático, bullan­guero e insensible al dolor y a la ejecución de los sentenciados a muerte. Hoy los pue­blos piden la abolición de aquella pena y como protesta contra ella matan verdu­gos.

Hoy se mata menos y se guerrea menos, y a la guerra no van voluntariamente ni si­quiera los guerreros profesionales. Hoy la muerte encuentra repudio y censura en to­das partes ; hoy se piensa en una fralemi-dad universal, en un valor moral universal.

V este valor moral universal en defensa «le la vida se manifiesta contra todas las formas de matar, no siendo la del capitalis­mo la menos castigada y combatida.

I •

Las sociedades y los individuos tienen dos valores : Uno representado por su sa­lud o sus condiciones físicas y otro que re­presenta su l)ondad. Uno, su valor interno, que le sirve para vivir bien consigo mismo, y otro, su valor externo, que le sirve para estar bien ron los demás. Un valor moral que nos obliga a cumplir siempre con nues­tro deber, pase lo que pase, y un valor mo­ral que nos sostiene siempre confiados y optimistas en las luchas por la sobreexisten-cia. Esto es, pt>r colocar nuestra vida sobre los embates sociales de la barbarie.

Y los hombres, por su valor social y por su valor moral, son como esos libros exce­lentemente editados, de un contenido ético pobre, y esos otros, editados con modes­tia, de una substancia moral superior.

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l O LA REVISTA BLANCA

Como esos libree, son los hombres en la vida. Unos, provistos de dinero y bien ves­tidos, carecen de idealidades morales. Otros, mal encuadernados o impresos en papel de tercera, contienen grandes ense­ñanzas en cada uno de sus actos o de sus páginas.

Por esto no hay que dar ningún valor e importancia a lo externo, a la encuadema­ción. £1 valor de los hombres está en sus

pensamientos, en sus sentimientos y en sus actos.

El dinero y la riqueza antes acusa, por si, falta de valor ético, que la existencia de una vida moralmcnte útil para sus semejan­tes.

UN PROFESOR DE LA NORMAL

Madrid, septiembre de 1924.

©rémiflsai (snemiílnllníssi

Desde Londres Transformaeíóo de las ondas loniaosas en ondas sonoras. — La electricidad como n*

xiliar de la Agricoltnra. — El dictó¿rafo déctrico. — Los productos qnimicos dd mar.

Cuando se quiere hacer vibrar la membra­na metálica de un receptor telefónico, mejor dicho, cuando se quiere crear ondas sonoras, e« preciso poner en juego una corriente eléc­trica. ¿ De qué manera se efectúa esta trans­mutación?

El telenio, ese metaloide sólido a la tem­peratura ordinaria, de color pardo obscuro y muy parecido al azufre en la mayor parte de sus propiedades, que tantos servicios presta a la química desde su descubrimien­to por Berzelius, por un fenómeno hasta ahora inexplicable, realiía esta transmuta­ción.

Cuando una célula de setenio es herida por los rayos luminosos, su conductibilidad eléctrica aumenta ; intercalada en el circui­to de una pila, esta «válvula» deja pasar una corriente tanto más intensa cuanto más iluminada está. Un receptor telefónico ali­mentado por esa corriente podrá, pues, pro­ducir acústicamente «notas» luminosas dis­tintas.

Desgraciadamente, la célula del selenio tiene graves defectos ; su vida es corta y su carácter muy irritable. A consecuencia de loe perfeccionamientos introducidos en los medios de análisis, se ha comprobado la

presencia del selenio en diversos minerales, si bien siempre en proporciones tan extraor­dinariamente pequeñas, que operando direc­tamente sobre ellos, seria muy difícil ex­traerle en cantidades suficientes para los usos que de él se hacen a no acumularse en ciertos productos secundarios o en los re­siduos de algunas industrias en las que se someten a la tostaci<'>n los minerales selenl-feros. De todas maneras el arco de la ciencia tiene más de una cuerda ; Hertz, el mismo sabio que da su nombre a las ondas de la T. S. H., descubrió en 1892 un fenómeno nuevo que se le denomina efecto fotoeléc­trico.

Para convertir las ondas luminosas en ondas sonoras, la célula fotoeléctrica se compone de una ampolla limpiada de gas, que contiene dos electroides : la una, débil película de potasio, recubre parte de la su­perficie interior; la otra, es una lámina de cierta aleación de zinc, cobre y níquel que parece plata. Cuando el pincel luminoso de una luz cualquiera alcanza al potasio, este metal deja escapar innumerables electronos que, escurriéndose hacia el segundo electroi-de, permite a una débil corriente recorrer un circuito exterior. Pero esta corneóte es tan

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débil que no se la hubiera pnadido utilizar si los experimentadores poderosos en el arse­nal de la T. S. H. , que conocen bien, no hubiesen intercalado, entre la célula foto­eléctrica y el auditor, una lámpara sinipliii-catriz, admirable lente que aumenta casi un millón de veces la corriente inicial.

prende un aparato central situado en el des­pacho del director y una serie de aparatos secundarios diseminados en los diferentes servicios. Las audiciones se hacen en voz alta ; «'I corresix)ndiente puede interrumpir a voluntad con el pie la comunicación a fin de oir sin ser oído.

* * * •

L'nos sabios americanos acaban de reali­zar un curioso experimento : muchas varie-<lades de flores y de lepumbres (alelíes, mar­gar i tas , begonias, judias, lechugas, coliflo­res, etc.) se sembraron en cajones, las unas .sometidas a la luz natural , las o t ras ilumi­nadas de dia por el sol y de las ocho de la noche a la una de la madrugada por lámpa­ras eléctricas. Se ha notado que en las i'ilti-mas el crecimiento de las plantas ha sido más rápido ; en casi todos los casos, ade­más, legumbres o flores «obligadas» a la electricidad resultaron más bellas y más vo­luminosas. Las lámparas a incandescencia • staban alimentadas por una corriente eléc-t r i ía de n o volts, engendrada por dos gru­pos electrógenos de una potencia total de cuat ro caballos-vapor.

Ahora bien : falta saber, si en ese experi­mento que han hecho aquellos sabios ame­ricanos, el efecto que notaron es debido al disfrute de mayor tiempo de luz, al estar más tiempo sometidas las plantas al benéfi­co calor, o a la influencia que la electricidad como agente natural muy poderoso puede tener sobre los vegetales.

\ ' ( rfladeramente la electricidad ha logra­do el dominio del mun<lo. A un invento bue­no sigue otro invento mejor, como si se hu­biese encontrado la piedra filosofal en esa moderna Alquimia. \ o h.ny dia que no se nos de a conocer una nueva aplicación de la electricidad.

Ahí tenemos esc nuevo sistema telefónico del dictógrafo eléctrico, que presta útilísimos servicio» en los despachos y administracio­nes a cuantos desean dictar su correo sin molestar al taquígrafo ni solicitar da tos a la dependencia de lo que ocurre, paitando sin intermediario» indiscretos y pudiendo oir lo que se habla en los escritorios vecinos sin que nadie lo sospeche. Ese dispositivo com-

Teóricamcnte el agua del mar es como to-<ia agua en general un compuesto de oxige­no y de hidrógeno. Pero su análisis la pre­senta mucho más compleja. Sin hablar de todos los corpúsculos de origen animal o ve­getal que ella contiene y que revelan el len­te o el microscopio, es evidente que el agfua marina-posce una fórmula química especial, una tenencia particular en principios mine­rales, una naturaleza propia que la distin­gue inmediatamente de las otras aguas .

Los químicos dicen que el agua del mar no contiene una sal, sino exactamente 34 cuerpos sobre los 8, cuerpos simples actual­mente conocidos.

líel análisis de un litro de agua recogid.» en el Atlántico, el profesor Thoulct ha sa­cado el resultado siguiente : Cloruro de so-ii'o (sal marina), 27 gr . 37;^ ; Cloruro de viüf^nesio, 3 gr . ^ 73 ; Cloruro de potasio, o gr. 592 ; Bromuro de ma/rnesio, o gr . 0547 ; Sulfato de magnesio, 2 gr . 2437 ; Sulfato de calcio. I gr. 3229; Carbonato de calcio, o gr. 0625 ; Cloruro de ruhidio, o gr . 019 ; ^íelafosfato de cal, o gr. 0156 ; Bicarbonato de hierro, o gr. 0026 ; Sílice, o gr . 0449. Lo que hace un total de 35 gr. 0739.

Asi en un litro de agua de mar se encuen­tran 35 gr . de sales diversas, con más de 27 gramos de sal marina. Se comprende bien porque ese líquido salado habla recibido ya de los ant iguos el nombre de «onda amar­ga». Pero a esos diferentes cuerpos deter­minados hay que añadir muchos otros cuyo análisis practicado en un litro de agua sólo revela trazas infinitesimales; tales son el iodo y el bromuiT» que las a lgas poseen en abundancia, el cobre que se forma con la sangre de los moluscos, el ruhidio que se encuentra sobre todo entre las ostra», el [Ao-nio y la plata entre los corales, etc.

De ' todas esas sales, el cloruro de sodio o sal marina, o mejor, sal de cocina, es sin di.scusión la más importante. Su cantidad puede variar con los mares ; asi, muy poca

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en el Mar N^^ro y el Báltico, a los cuales numerosos rios aportan sin cesar sus aguas dulces; por el contrario, posee 40 gr. por litro en el mar Rojo, cuyas aguas son cons­tantemente evaporadas y por consiguiente la salura está concentrada por el sol tropi­cal.

El análisis químico prueba que cada to-•elada de agua de mar contiene i centigra­mo de plata ; por el volumen de los mares, que está evaluado en 1,400 millones de kiló­

metros cúbicos, o sea 1,400 mil millooes de toneladas, posee un lingote de plata de 14 millones de kilogramos o de 14,000 tonela­das.

El agua del mar también contiene oro, unos 50 miligramos p)Or tonelada.

Todo lo cual demuestra que en el fondo del mar y en sus aguas existe un tesoro quí­mico incalculable.

ARTHUR DOUCLAS SUIT»

Feminismo y Humanismo

Gerto amable y anónimo amigo me re­mite un ejemplar de un periódico, diciéndo-me : «Por si te interesa».

El periódico enviado es El Pueblo, de Valencia, y señalado por el mismo remi­tente veo un articulo que se titula «El ter­cer sexo» y firma Antonio Dubois.

El escrito—¡ cómo no !—habla del femi­nismo y de las mujeres. Hay en él opinio­nes muy apreciables y bastante acertadas, y he pensado que merecía el comentario de una mujer, que, como tal, preocúpase pre­ferentemente de los problemas de su sexo y a la que, como muy bien supuso el que tuvo la atención de remitirme el ejemplar del diario valenciano, interesan esas cues­tiones del feminismo, aunque sólo sea para combatirlas y situarlas en el punto donde han de partir todas las inquietudes huma­nas : la transformación de una sociedad in­justa y el abandono de una moral y unas preocupaciones que sólo han servido para esclavizar a la mujer y desviar a la especie toda.

Le dedicaré, por tanto, otro articulo al tema del feminismo, que quizá no hará más que repetir lo dicho en anteriores sobre el mismo asunto trazados, ya que dada su per­manente actualidad y su lamentable y err<^ nea tendencia, opino que el feminismo me­rece continuas criticas, y la emancipación de la mujer, máximo problema de loa tiem­pos presentes, el esfuerzo modesto de los

que en ella y en su influencia bienhechora, tenemos puesta nuestra esperanza.

Antonio Dubois, en su articulo, divide rm dos al feminismo: Uno es el que. según él, • conserva todos los encantos poéticos de la mujem y otro—el del «Tercer sexo», movi­miento formidable que tiene su cuna y su fuerza en Inglaterra—el rudo, acre, despó­tico, imperativo, con la falta de feminidad que caracteriza a las mujeres solteronas, que odian a los hombres porque no han po­dido casarse.

El «Tercer sexo», partido numerosísimo —lo que indica el gran contingente de mu­jeres que la guerra sentenció, con su mons­truosa devoración de hombres, a la soledad forzosa—tan numeroso que lanza la cifra de un millón 700,000 adherentes, es el que quiere derribar del Poder al hombre y, des­de él, imponer su dictadura a la humanidad. Sin embargo, Antonio Dubois, humorística­mente, opina que unos cientos de miles de matrimonios aplacarían las iras reivindica-doras de ese millón y medio de mujeres energúmenas.

Este ha sido, el del llamado «Tercer se­xo», el oiovimiento feminista más importan-te en Inglaterra. El otro, el que «consen» todos los encantos poéticos de la mujer», es k) que se ha bautizado con el nombre de m»-

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cialismo cristiano, de ¡mp>ortación en los paí­ses latinos, donde logró adquirir, particular-te en Francia, ciertos ribetes reformistas por haberlo adoptado las mujeres intelec­tuales y doctas, de tímida tendencia izquier­dista. Más aclarado aún : es el propio fe­minismo anplo-sajón, perfumado y suaviza­do por la palanterfa y la espiritualidad hu­manista y ligera de las razas meridionales.

En España no existe el feminismo del «Tercer sexo». No existe tampoco el socia­lismo cristiano. En realidad, no existe fe­minismo de ninguna clase y si alguno hu­biese, habríamos de llamarlo fascista, pues sería tan reaccionario e intolerante, que su arribo al Poder significaría una gran des­gracia para los españoles. Afortunadamen­te, no sucederá tal cosa.

En cuanto a los feminismos europeos, o las dos clases en que divide el feminismo Antonio Dubois, estimo, como siempre, que ambos adolecen del mismo defecto capital, suavizado en uno, áspero y estridente en otro : la falta de humanismo, de este amor a la humanidad que forma el más preciado V generoso fundamento de todos los idea­les.

Es más aún : examinando fríamente el feminismo, sus puntos, sus programas má­ximos y mínimos, sus figuras y sus actua­ciones, se llega a sacar la conclusión de que él, su fuerza retrógrada y coercitiva, suave o áspera—lo mismo da, pues quizá es más reaccionario el latino, con sus ribetes de socialismo o mejor, de sillonismo, que el anglo-sajón, con sus pintorescas ansias re­volucionarias» de despechadas — representa un factor muy importante y muy grave, puesto al servicio de la reacción y con po­sibilidades de entorpecer el camino de las ideas modernas. Es decir, el feminismo, partido de Estado, de privilegio, de mando, de intolerancia religiosa y moral, de aspe-reza.s de sexo, de brutalidad dominadora o de falsa suavización de costumbres, puede convertirse, en el proceso evolucionista de los tiempos modernos, en el revulsivo que coarte la libertad del homBre, y de las mu­jeres, minoría por desgracia, que han lo­grado despojarse del lastre de los siglos transcurridos en el obscurantismo y el em­brutecimiento intelectual.

Vo creo que la cuestión de los sexos está clara, meridianamente clara: I tialdad ab­soluta en todos los aspectos para los dos ;

independencia para los dos; capacitación para los dos ; camino libre, amplio y uni­versal para la especie toda. Lo demás es re­íormismo, relativista, condicional y traidor en unos; reaccionario, cerril, intransigen­te y dañino en otros.

r; Feminismo? ¡Jamás! ¡Humanismo siempre ! Propagar un feminismo es fomen­tar un masculinismo, es crear una lucha in­moral y absurda entre los dos sexos, que ninguna ley natural toleraría.

*

Antonio Üubois, comprendiendo por una parte el problema, por otra desbarra. Des­barra como desbarran cuantos, sin tener icleas verdaderamente avanzadas, quieren dar explicación y solución a fenómenos y cuestiones modernas.

^ dice, defendiendo el feminismo que él estima útil y verdadero «el insinuante y tierno que acabará por esclavizamos»: «El día que la mujer legisle y administre, las grandes instituciones básicas de la so­ciedad en crisis : familia, educación, natali­dad, justicia, asistencia social e higiene, hoy vacilantes en los brazos del hombre, se sostendrán con más solidez en las manos de ellas.»

El día que la mujer legisle y administre, continuarán las injusticias, los privilegios, las desigualdades, las miserias y las luchas, porque las bases de la actual sociedad, que Antonio Dubois cree podrá apuntalar el fe­minismo que conserva todos los encantos poéticos de la mujer que los tenga, no hay fuerza humana que las apuntale, ya que ellas, por podridas e injustas, están conde­nadas a morir.

He aquí el error fundamental del refor-mismo, que, como todos los partidos polí­ticos, y hasta como nosotros mismos, ven en la mujer, como madre, educadora y com­pañera del hombre, un auxiliar precioso y un elemento decisivo para las ¡deas que se disputan la hegemonía del pensamiento: El reformismo, sea femenino o masculino, cree poder apuntalar a la actual sociedad con concesiones y paliativo* De ahí el ori­gen del socialismo cristiano de Inglaterra y del feminismo meridional, impulsado y fa­vorecido por los partidos políticos de iz­quierda, feminismo máa peligrólo que el otro y que en un ponrenir no muy le)Wio

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«4 LA REVISTA BLANCA

verémosle representando el freno tradicio-nalista en los grandes acontecimientos so­ciales que se avecinan.

Por esto yo repetiré siempre que el fe­minismo, sea el que fuere, suave cf ásjjero, reformista o ultramontano, no puede ser jamás un factor evolutivo ni un valor de re­novación social. A lo sumo, con sus refor-mismos, una f>equeña conquista arrancada a las preocupaciones y al ancestralismo.

Socialmente, acepta y exige privilegios que si son injustos disfrutándolos los hom­bres, también lo serán si los disfrutan las mujeres. Humanamente, tolera todas las coacciones de la moral y de la religión, es ordenado y metódico y cuando se vuelve re­volucionario es por despecho y no por jus­ticia, y, en ciertos aspectos, da la razón a cuantos hombres no consideran digna de

ser igual en libertad y en derechos a la mu­jer. Es casi una desviación del sexo y en algunos momentos una regresión, represen­tando un peligro para las mismas mujeres que no estén conformes con sus normas e intolerancia. No es capaz de ser demoledor, generoso, abnegado, valiente y altivo ante la sociedad y la vida. Carece de comprensi-vidad, de ansias de justicia y de dignifica­ción. Está fosilizado por los prejuicios y la moral reinantes y jamás comprenderá, .sea suave o áspero, meridional o anglo-sajón, reformista o reaccionario, satisfecho o des­pechado, lo que es un ideal de armonía ab­soluta, de paz completa, de universalismo amplísimo, de evolución infinita y de liber­tad y perspectivas sin limites.

FEDERICA MO\TSE.VV

P E S P E R02VIA Quizá más que un articulo informativo

sobre los sucesos de Italia, sean, estas cuar­tillas, una alocución dirigida a los hombres de voluntad del mundo entero.

Lo que ocurre en nuestro pais es espan­toso, y como un caso excepcional en ios ana­les de la Historia han de considerarto cuan­tos se preocupan de la salud de las nació» ncs y de la paz de los hombres.

El rey de los italianos monárquicos, dijo, al dar el Poder al vulgar Mussolint, que lo hada para evitarle al peis una guerra ci­vil, y la guerra civil recrudeció desde aquel momento. No adío candió la guerra civil, sino que desde aquel instante, el Poder ita-Kano dejó de ser neutral, por haberse apo­derado de él la mis inculta, baja e inmoral de las partes.

Descontados, por sabidos, los cftanchu-Doa y gatuperios que fueron descubiertos cuando d asesinato de Matteotii, ahora se ban ooooddo otros: ahora se ha sabido que

muchos altos empleados en los Ministerios, con la aquiescencia y participación de algu­nos ministros, era y son agentes de los ban­queros, que jugaban a la baja o a la con­traría, según les convenía y se convenia. Las noticias sensacionales se preparaban y se remitían al público cuando le interesaba a cierta banca. Si las noticias, algunas ve­ces inventadas, hablan de influir en el cré­dito nacional en sentido contrario, vendían antes de que la notida se divulgara ; si en favor, compraban, antes de que la nueva se diera a la publicidad. Asi se- ban hecho co­losales fortunas, en perjuicio dd pais, y asi se ha arruinado a mudia gente.

En el último escándalo bancario y finan­ciero, han intervenido directores de perió­dicos fasdstas, agentes de nqifodos fascis­tas, banqueros fasdstas y prohombres de paja o guardaespaldas de ministros, como los Max Bcndi, los Fontanini, los Lunavi-ni, etc., etc.

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LA REVISTA BLANCA '5

* «

Los diputaik)s fascistas no son m;ls que los cabecillas de esas bandas, locales o re­gionales, que entran a saco en las viviendas de los no fascistas y las queman, después de haber asesinado a sus moradores, hombres, mujeres o niños. Es el Poder convertido en generalísimo de un ejército de piratas.

La muerte del diputado fascista Casalini, a cuyo entierro asistió el propio Mussolini, mientras que al de Matteotti no se dejó asis­tir ni a la viuda, sin duda para mejor de­mostrar la neutralidad del Poder, es sola­mente un acto de protesta, no sólo contra los hechos que se imputan al muerto, sino contra la ausencia de justicia que se obser­va en el Estado y en los hombres que han de aplicarla.

Matteotti fué asesinado vilmente, puesto que eran muchos contra uno, y tan pronto se conoció y fueron presos los asesinos, el abogfado y gran farsante Farinacci, jefe de una extrema a la que sabe a poco los crí­menes cometidos, dijo, pública y descarada­mente, que los que mataron al diputado so­cialista no debían ser castigados. V esa idea de sin castigo, es tan fascista, que las tur­bas musolinescas cantan una estrofa cuyo estribillo es : «Oh Dumini, Dumini de mi corazón,—iremos, iremos a libertarte».

Y este Dumini es el mayor de los culpa-bles en el asesinato de Matteotti, y aquello se canta con la tolerancia de todas las auto­ridades ; lo canta el Poder mismo.

*

Imposible dar una resefia, ni somera si­quiera, de los periódicos que fueron y son secuestrados y que han visto destruidas sus máquinas y todo su material. De memoria citaré algunos, dando su filiación política, si me acuerdo.

Tercer o cuarto secuestro de la Vocee Repuhblicana de Roma. Secuestro en Milán del diario comunista L'Unitá y del quincenal órgano de la juventud socialista La Liber­ta.

.Secuestro en Milán del Avanti\, diario .socialista y del periódico comunista /{ Sin-dicato Rosto, y en Torino del diario tocia» lista 11 grido del Popólo. Secuestro de La Sera en Mesina y del Sonrio Panda en Ro­ma. Secuestro en papóles de La BatiUc4tía,

en Reggio Calabria de La Luce y de nuevo de L'Avanti] en Milán.

Secuestro en Siena del periódico fascista disidente ¡I Sclvaggio, en Roma de // Sere­no, en Lecce de L'Arnaldo, en Como de l.'Ordtne, en Ñapóles del Sci c l'cntisci. .Secuestro en Roma <ie L'L'vibna Proletaria y de L'Alba Kepubblicatia.

Secuestro en Roma de Pcnsicro é l'olori-tá y de h'cde !, anar(|uistas, y de // Popo¡i>. En .Nlilán nuevos secuestros del periódico co­munista I/.lvanpuardia, do L'Unitá y del Avuntil En l'alermo de // MarícUo, en Fi-renzc de Fatiteria, en Fabriano de L'.-liioíic, En Sondrio del Corriere della ValteUina, en Messina de La Leva, en \'erona del Corriere del Malfino, (')rg;mo del partido fíopular, y muchos más de (¡ue en este momento no hago memoria.

Ante situación s(;mcjante, en Italia no hay republicanos, ni sindicalistas, ni comunis­tas, ni socialistas, ni anarquistas ; no hay más que antifascistas. Antifascistas que lu­chan con los fascistas armados, (¡ue, ade­más, disponen de todos los resortes del Po­der y de su amparo.

Como se ve, la lucha es muy desigual y ella reclama el apoyo aunque sólo fuere mo­ral, pero si pudiera ser material mejor, de todos los revolucionarios del mundo; de cuantos desean vivir en mutua tolerancia po­lítica ; de cuantos, teniendo confianza en la razón de su ideal, no necesitan del atropello ni de la dictadura para triunfar.

V la porfía por la libertad y la justicia italianas, reclaman además que vuelvan a Italia cuantos han huido del país pcrs^ui-dos por el fascismo; que vuelvan como pue­dan, pero que vuelvan a prestar su braao a la causa de la emancipación italiana. Y .si alguno no pudiera volver, porque sería ase­sinado al instante que fuese descubierto, que conspire dondequiera que se halle contra el fa.scismo hasta que le dé un qué sentir.

* * *

Es tan baja la capacidad moral y política del fascismo, que su jefe no se ha sentido con inteligencia ni con dignidad bastante para asistir a las Conferencias de Londres y Ginebra, donde se discutieron los problemas más capitales de la Europa burguesa. Núes-tro Nerón es tote grande entre los vagos de lengua larga y arma corta.

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Mussolini no ha ido a la capital de Ingla­terra ni a la de Suiza que tenia al lado, por temor al ridículo y a la actitud que para con él podían guardar Macdonald y Herriot. No ha ido, además, porque Mussolini está ex­cluido de las deliberaciones que celebran los pueblos dueños de sus destinos. Para la So­ciedad de Naciones, no son pueblos dueños de sus destinos aquellos que están bajo una dictadura, y por tanto, tácitamente, no pue­den formar parte de aquella Sociedad los países que no pueden llevar sus acuerdos al refrendo de un Parlamento elegido por su­fragio universal.

De suerte que si financieramente es un deshonor el fascismo, diplomáticamente es un fracaso vergonzoso.

Me interesa, nos interesa hacer constar T

cuantos luchamos cuerpo a cuerpo contra el fascismo dentro de Italia, que los antifascis­tas somos más que los fascistas, pero no dis­poniendo de armas en proporción necesaria para medirlas con las del enemigo, el triun­fo ha de ser muy laborioso y muy cruento, porque el adversario, además de disponer de cuantas armas y dinero necesita, dispone, romo he dicho antes, de todos los resortes del Poder.

Por esto reclamamos la ayuda de los ita­lianas expatriados y de cuantos no italianos comprendan que es imposible vivir sin tole­rancia ni libertades políticas, bajo un Poder amparador de saqueadores y de asesinos.

LEÓN FoiGi.iETii

Roma, septiembre de 1924.

EFEODÉRIDES DEb PUEBbO

I Mtiibre de 1880.—Inaugúrase en San Germán (París) una estatua de Thiers, el asesino de la Commune, a cuyo acto, que se revistió de gran aparato y ceremonia, con­currió la flor y nata de la gente oficial. Cuando Julio Simón, el hombre de la más descocada impudencia, hacia el panegírico, se oyó la voz de Olivier Pain, que clara y distintamente dijo:

nEn nombre de 35,000 patriotas fusilados en mayo de 1871, yo, republicano y patrio­ta, protesto contra la apología del asesina­to y contra la erección de la estatua del ase­sino.»

Es indescriptible la sensación de terror qwe estas palabras produjeron sobre aquel aadifeorio.

No. hay necesidad de decir que el feriur-ior íué preso inmediatamente, por más

por no haber delito, hubieron de dejar­la en libertad a las pocas horas.

2 «etakr» d« 19tZ.—En el salón >La per­la» de la ciudad de Avellaneda (Buenos Ai­ras) comienza tus sesiones el primer Con-garcao Anarquista de la Refpón Argentina, • u n I Asamblea que ios libertarios de la Aaidríca del Sur tendrán siempre en su ha-ker.

Además de las muchas agrupaciones y periódicos anarquistas de la Región, esta­ban representados el Ateneo Renovación de la Asunción (Paraguay); Alianza Anárqui­ca Internacional de Montevideo (Uruguay), y Agrupación Anarquista de Santiago de Chile.

Considerando que aquella reunión de amigos de la libertad no tenia que sancio­nar ni legislar nada, quedó suprimido el voto.

Uno de los asuntos que con más extensión se hablaron en el Congreso fué el de la lla­mada organización anarquista, demostrán­dose, con abundantes argumentos, la no ne­cesidad de Federación alguna, ni comité, para realizar la propaganda anarquista. Se demostró aquella propaganda en el país fundándose diarios, revistas, periódicos, centros culturales y sindicatos, coa finalidad anarquista; se editaron folletos y organiza­ron jiras de propaganda anarquista y cam­padas de solidaridad internacional, sin ne­cesidad de Federación alguna.

Tambiéo se trató de «los anarquistas frente a la dictadura proletaria y frente a las demás dictadura».

Como enemigos del voto y del principio de autoridad, los aaogngaátM estimaron que

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LA KEVlülA ÜLAN^ \

no podían admitir la dictadura de ningún partido por más «rojo» que sea, ni la «pro­letaria» misma.

3 octubre de 1870.—Flourens y Blanqui, con el pueblo de Paris , se sublevan contra el gobierno de la defensa nacional.

4 octubre de 1900. — En Castelnuovo di Porto (Italia), 400 campesinos invaden los terrenos tlel principe de Piombino, con «I objeto de repartírselos.

5 octnbre de 1893.—En París y a pesar de un gobierno republicano, es encarcelado Juan Grave por su obra LM sociedad mori­bunda y la anarquía.

6 octubre de 1893.—Es fusihuk) en B.u-celona el anarquista Paulino Pallas, ;iutor del atentado contra Martínez Campos.

7 octubre de 1869.—Doscientos mineros de Aubin, departamento del Aveyron (Fran­cia) se declaran en huelga, y como t ra taran de impedir (|ue nadie fuera a trabajar, la tropa hace fuego sobre los grupos, resultan­do catorce muertos y veintidós heridos.

8 octubre de 1899. — Obtiene patente de invención Angelo Fiorini por un procedi­miento eléctrico para evitar el choque de trenes.

9 octubre de 1857—Muere en París , Car­los Fourier , fundador de la escuela societa­ria o falattsteriftna.

Las primeras ideas de reforma social las concibió Fourier cuando en una casa <lc co­mercio de Marsella donde prestaba sus ser­vicios en i79g, los dueños le encargaron que arrojara secretamente al mar una parti­da de arroz que aquéllos hablan dejado de­teriorar, a fin de mantener alto el pret^io del citado articulo. Entonces Fourier sintió na­cer en su espíritu, al impulso de aquella odiosa especulación, las primeras ideas de reforma social. ^

En 1808 imprimió su Teoría de los cua­tro movimientos y de los destinos genera­les, programa de su gran sistema de Eco­nomía social desarrollado catorce a f i ^ más tarde en su Tratado de asociación domésti­ca agrícola. Desde la fecha indicada se li­mitó a completar, publicar y propagar su

doclrina, reuniendo en torno suyo una pe­queña escuela. Sus discípulos fundaron un l)criódico titulado El Falanstcrio, del que era director el mismo Fourier, que en iS j» hiibia lot.Tacto extender notablemente sus idi ;.s.

l' i >i.-<lcnia socialista de Fourier, que el misn-.o llama el ilescubrimicnto de la ciencia sKK'ial, lo hace consistir su autor en dos re­íalas o procedimientos de investigación que le fueron sugeridos |X)r la incertidumbre de las ciencias filosóficas, morales y políticas : 1.1 duda absoluta y el alejamicuto absoltil».

1.a (luda de Fouiicr recaía sobre la totali-i!;:<! de ideas, de creencias, costumbres y prilctiras que se llama civilización. «r^Qué oira cosa, decía, habr;'i más imperfecta que esa i i \ ilinación que arrastra todos los ma-Us y acotes tras ilc sí? rlQuc t)tra cosa más <hi(i< sa (¡lie su necesidad y su permanencia futura? ; No es |)robable (|ue no sea sino un (--raliin de la carrera sot'ial? ri^i ha sido precedida <le ot ras tres sociedades, el salva-Íi>iiiio, »| |i;itr¡arca<lo y la barbarie, se pue­de deducir rpie será la última porque es la cuar ta?

iv; Xo naceriin, no veremos un quinto, un ••exto, un séptimo orden social, que serán (|uizá menos desastrosos que la civilización, v que son aún desconcR-iflos porque no se ha tratado de descubrirlos? lis necesario, por lo t.mto, aplicar la duda a la civilización, <ludar de su necesidad, de su excelencia y de sil permanencia.»

I-a falanije, o sea la reunión de 400 ca­sitas que con el tiempo vendrían a reunirse en un solo edificio, con 400 departamentos con ckpcndencias comunes y particulares, era la aplicacitWi de su doctrina o sea el Fa­lanstcrio que fundaron en Conde-sur-Ves-gres, bajo la dirección del maestro y que bien pronto fué abandonado. Esta desgracia no «lesanimó a Fourier, que, tenido por lo­co y encerrado como tal, murió pobre, so­ñando siempre en el triunfo de su sistema.

10 octubre de 1735. — A consecuencia de la quema de los conventos de frailes se pu­blica un decreto declarando extinguidos l«s monasterios y conventos de hofnbres.

II octubre de 1868 Destronada Isabel II, que habla favorecido con tanto ardor las «Srdcnes religiosas adquiriendo gran vali­miento, y siendo éste una de las causas que

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i 8 LA REVISTA BLANCA

precipitaron su caida, el gobierno provisio­nal suprime la Compañía de Jesús, sin duda por espíritu de conservación, que fué expul­sada ya en tiempos de Carlos III.

12 octubre de 1492.—Descubrimiento de América f)or Cristóbal Colón.

Buscando el camino de las Indias llega Colón al archipiélago de las Lucayas, grupo septentrional del .Archipiéélago de las An­tillas, después de un viaje turbulento, pues los tripulantes que mandaba el genovés el dia II se le sublevaron f)or creer ilusorio el Nuevo Mundo.

La primera tierra de América que pisó Cristóbal Colón fué, pues, una isla del gru­po de las Bahamas o Lucayas llamada (X)r sus habitantes Guanahani y a la que él dio el nombre de San Salvador.

13 octubre de 1572. — Invención del mi­croscopio por el eminente holandés Jansen.

Todas las ciencias de observación y ex­perimento utilizan hoy el microscopio, y, de­bido a su aplicación hanse enriquecido con notabilísimos descubrimientos, tal como su­cede en la Historia Natural, en la Anato­mía, Fisiología, etc. Con él se han descu­bierto miríadas de pequeños vegetales y animales de que antes no se tenia conoci­miento, y que ha dado lugar a la doctrina microbiana, tan en boga hoy dia, según la cual la causa de las más terribles enferme­dades, como cólera, tifus, tisis, fiebre ama­rilla, etc. , no es otra sino el desarrollo en

el organismo de estos seres infinitesimales. Las aplicaciones del microscopio a los es­

tudios de Anatomía y Patología generales, tan interesantes como numerosas, han crea­do una ciencia importantísima, la Histolo­gía, cuya enseñanza es oficial en todas las Facultades y de la que es doctor en España Ramón y Caja!.

El microscopio ha permitido descubrir los elementos que constituyen los tejidos orgá­nicos y la disposición intima de los mismos y también las modificaciones que sufren en determinados estados patol<^icx)s.

En la misma fecha, pero en el año igog, fué fusilado Francisco Ferrer fluardia en los fosos de Montjuich.

14 octubre de 1899.—El doctor Camplell Withe realiza experimentos en Nueva York para la curación del cáncer.

Como el cáncer es una enfermedad de la buena mesa, los naturistas ya tienen resuel­ta su curación, o mejor dicho, tienen resuel­to el que no haya cáncer precaviendo al or­ganismo humano de tan terrible plaga.

15 octubre de 1868.—Comienza el derribo de la Ciudadela de Barcelona, prisión de Estado cual la Bastilla de París y que man­dó construir Felipe V cuando l^bo entrado en Barcelona en 1700.

SOLEDAD GeSTAVO

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LA REVISTA BLANCA 19

Marx y Engeis contra ProüdhOR y Bakunine en Moscou JTiTE

D E S D E B E R I . I X

Aunque la dirección de LA REVISTA B U \ X -(. \ me tiene pedido un articulo mensual, me parecen tan interesantes las noticias que acalx) de obtener, referentes a las delibera­ciones del tercer cong^reso de la Internacio­nal .Sindical Roja, celebrado últimamente en .Moscou, que he resuelto transmitirlas al instante, sin esperar el tumo de mi corres-(wndencia ( i ) .

En este tercer congreso de la Internacio­nal Sindical Roja no se ha discutido la ma­nera de acabar con el régimen burgués, ni la táctica que debe emplearse para mejorar las condiciones morales y materiales de la clase obrera. Se ha discutido, únicamente, c! modo de matar, dividir o absorber los sindicatos que no acepten los procedimien-tiis ni la ideología del partido comunista ni la estructura de su revolución unitaria y dictatorial.

Ivozowski, en su discurso, sentó las si­guientes afirmaciones : que era preciso aca­bar con el antiguo federalismo que aun im­pera en algunas organizaciones obreras y que se imponía un cambio de tictica en­frente del sindicalismo.

HASI como hasta ahora, dijo, hemos ido contra los sindicaios abiertamente, en ade­lante hemos ¿le procurar apoderamos de ellos.»

y para conseguirlo se dio a los delega­dos una especie de «Mónita secreta» cuya esencia es (a ) :

(i( Es«e articulo te escribió para ser publicado en el número anterior, pero no Medó a tiempo a nuMtro poder, tanto porque recibimoü la corre»-pnndrncia con vitiblt retraso, cuanto porque las circunMancias nos obligan a cerrar la edición cin­co o seis día» antes del en que ha de ver la luí. No ofaclanle, lo damos boy con algunas apostillas de la Redacción, por creer que no ha perdido su mucha actualidad. (N. de la R.)

(j) Nuestros lectores hallar&n completadas estas indicaciones de nueatro corresponsal en Berlín en las noticias que de la OAcIna de la Asociación In-temadoaal de kw Trabajadores hemos recibido y que se publican en las contracubiertas de este mis­mo número. (N. de la R.)

-Se procurará desacreditar, de cualquier manera, a los jefes de los sindicatos no co­munistas ; se procurará la formación de grupos adheridos a la Internacional Sindi­cal Roja, que tengan por objeto maniobrar para apoderarse de los cargos directivos de los sindicatos ; se procurará tener constan­temente bloqueados y alejados de los Co­mités de los sindicatos a los anarquistas y a los sindicalistas que se muestren reacios a aceptar el apoyo de la organización comu­nista.

Los delegados extranjeros expusieron la situación sindical y comunista del país que representaban y dieron nombres de indivi-íluos y de sindicatos susceptibles de conver­tirse al comunismo para dirigir hacia ellos la influencia del oro de Moscou, asesorado por sus auxiliares de cada nación.

Ignoro los nombres que se dieron de Es­paña, pero sé que se dieron, de individuos y de sindicatos, sobre los cuales ejercer la acción holcheviki (3).

Se discutió, también, la forma de contra­rrestar, en los países latinos y americanos, la acción de la prensa anarquista y sindica­lista no comunista. La forma aceptada con­siste en crear en cada población de prepon­derancia libertaria, un diario, una revista o un periódico, según sea la importancia y el carácter de las publicaciones ácratas, ofre­ciéndolos de mayor tamaOo y, a ser posible, a más bajo precio qye las editadas por los obreros no comunistas. Asi se les restará lectores y se acabará con ellas.

Se adoptó, además, el procedimiento de panar la voluntad de los redactores de la pren.sa anarquista y sindicalista, por medio

(i) ilustraremos estas noticias citando los nom­bres que los mismos comunistas eapaflol«s dan en púUiro y en privado como ttuet^tiliu de Mr con-verti4o$ o ganados a la causa comunista adormi­dera: Vladtu, BoteUa. Esptnait, Amador, ViMIa, Barrera, CMlellá. Alais y algún otro. Nosotras no quitamos ni ponemos rey, pero... pubUcareows ta* rectificaekmes que se nos manden. (N. de la R.)

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x> LA REVISTA KANCA

de cargos o plazas mejor retribuidas (4). Por lo que a España se refiere, se funda­

rá un diario comunista, probablemente en Madrid, y una revista en Barcelona (5).

Los jefes de la Internacional Sindical Ro­ja hicieron mucho hincapié, sobre todo su secretario perpetuo, en la conveniencia de acabar con la autonomía de las organiza­ciones obreras.

No ha de haber federaciones ni sindicatos .autónomos, ni aun administrativamente. Todo sujeto a Moscou y todo dirigido por Moscou. Es el criterio absorbente y autori­tario de Marx y Engels.

Ya Femando Lassalle dijo, en un folleto puMicado a raiz de la guerra austro-italiana con el titulo «La guerra italiana y el deber de Prusia», que este último pais debia apro­vechar la inferioridad en que quedaba Aus­tria, para constituir la unidad germana bajo la dirección de un gran imperio, {x>rque de aquella suerte sería más fácil el triunfo del socialismo.

El socialismo era el comunismo de Marx, imperialista, y ese comunismo absorbente y

(4) Este procedimiento ya se luó en Barcelona antes del congreso que ahora debe haberlo adop­tado como recurso general. Recuérdese la actitud de varios redactores de Solidaridad Obrera, elegi­dos por la organización no comunista j que luego se pasaron al comunismo. (N. de la R.)

(5) Suponemos con qai propósito, pero empla­zamos a los revisteros comunistas a que nos ha-gMi la competencia, as( se publiquen en su revista los úkases que diríjan al mundo obrero las lum-becras de Moscou y •*( la «aquén con mis hojas que tiene encina milenaria. (N. de la R.)

unitario es el que quieren establecer los co­munistas de Rusia, que no han sabido, si­quiera, dotar a su país del sentido moral solidario ni del de la libertad de conciencia.

Pero el federalismo de Proudhon y de Bakunine tuvo mayoría dentro de la primera y única Internacional obrera, que los comu­nistas de Moscou querían resucitar con la suya. Aquella gloriosa Internacional obre­ra concedía la autonomía a las regiones (na­ciones), a las federaciones de oficio, dentro de la región y a las secciones dentro de la federación. Y a pesar de esto o quizá por esto, fué poderosa y temida aquella Inter­nacional.

Hay que ir intemacionalmente contra ese imperialismo comunista que nos quiere atar a todos a su absolutismo, como si los jefes de Moscou fuesen infalibles y tuvieran el don de transmitir al mundo un nuevo y único sentido de la igualdad y de la liber­tad.

Como se ve, este tercer congreso de la Internacional Sindical Roja se ha celebrado especialmente contra los trabajadores ene­migos del Poder, sea cual fuere el que lo represente.

.Son la nueva hornada de políticos que quieren proseguir cultivando el ídolo Esta­do para que los pueblos continúen a él su­jetos, bajo otra rej>rescntación y otra explo­tación.

RüDOLF SHARFENSTEIN

Berlín, septiembre de 1924.

naf ygi

i B n Pan Día ínterpnitacillD íederalijila de la ttm

I

Haata hace poco era una idea generalmente •cqrtada entre las gentes de estudio, que in­vestigan las leyes de la historia, que el pro­greso colectivo de la humanidad seguía, en sus derroteros, una Hnea de ascensión permanente en las reaüsacioaes substanciales de la vida y de la cultura. Esta idea del progreso tuvo su general aceptación en el mundo de la intril-gencia por efecto inmediato de las teorías evo­

lucionistas del siglo pasado y más todavía co­mo consecuencia perentoria de las teorías na­turalistas de Darwín.

Así como en la vida de las especies el pro-«!SO creador del mundo orgánico se caracte­riza por u«a línea de menor a mayor perfec­ción, también llegó a creerse que en las orga­nizaciones iMunanas los avances históricos de las naciones o de los pueblos se hallaban e«ca-

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lonados por una idea o un proceso idénticos. .Según este concepto de apreciación, toda épo­

ca actual tendría que ser, forzosamente, su. perior a su precedente y esto desde los oríge­nes de la sociedad. Y no obstante, si contem­plamos serenamente el vasto panorama histó­rico, no vemos siempre esto. Vemos, por lo contrario, que el progreso de las sociedades no sigue los puntos de una línea espiral sino más bien una línea cerrada, un concepto de círculo. Por círculos temporales, por etapas de evolu-ción y también de regresión se caracteriza el latido de la historia repitiéndose, a través de lo* sifjlos, las mism.TS b.Tses, o estructuras or­gánicas en los ordenamientos de la vida so­cial.

Hata ahora puede afirmarse que la vida de la humanidad s<- ha polarizado en dus ex­tremos antagónicos, en dos zonas de vida dia-metralmente opuestas entre sí. Entre el siste­ma federalista orgánico y el sistema social de carácter netamente centralizador.

Estudiando el proceso de la historia vemos que estos dos ciclos se superjxmen y substitu­yen unos a otros dentro de cierta j>eriodicidad bien manifiesta. La idea del progreso ininte­rrumpido, del avance graduado de la humani­dad, desde el punto de vista moral y social, es mu\- deleznable por cuanto no contiene, en sí misma, un concepto claro de explicación de los fenómenos regresivos tan comunes en la historia de la humanidad a través de los siglos.

Veamos, ahora, lo que ofrece a nuestra mi­rada el panorama de la historia.

EL FEDERALISMO HELESICO

El ejemplo más antiguo de federalismo his­tórico lo hallamos sintetizado en la organiza­ción política dtl pueblo heleno.

El griego era. por su naturaleza, un hom-bre que tenía el sentido de la proporción. No gustaba mucho de las lejanías ni sentía el pa­sado ni el presente con la vehemencia de nue»-tros tiempo». El griego se hallaba organizado para vivir el presente y por temperamento era enemigo de la centralización y del imperio aun cuando esta» formas de gobierno se den tran­sitoriamente en algunas etapas de su historia. Y, esto no obstante, no fué de los griegos de quiénes pn'cedi<> el imperio sino de los pueblos macedonio».

El griego, colectivamente considerado, era de­masiado amante de su independfncia para con-denaroe a propia esclavitud.

rV las ciudadeR tenían los gi^egos un con­cepto ilimitado. A tal extremo que cuando Pla­tón habla de organizar su república no te asig­na m i l de 5,000 familias. Y la propia Ática, cuya capital era Atenas, con ser el Estado mát

poblado de la Hélade, no llegó a tener más de medio millón de habitantes distribuidos en varias ciudades. Y a pesar de lo firecario de su población, comparada con la de nuestras populosas urbes, emergió de aquel suelo una cultura tan espléndida que no ha sido supe­rada aún.

Sería interesante saber hasta qué punto el sistema federalista contribuyó a la intensifica­ción moral de la civilización helénica.

Pero lo que está fuera de duda es el hecho de que cuando el federalismo orgánico es una viva realidad se producen en aquel pueblo las maravillas más sorprendentes en materia de arte y de pensamiento.

Es en el período federalista más brillante de su historia, en el llamado siglo de Feríeles, que Grecia ofrece al mundo una pléyade de s.ibios y de artistas tan grandes que inmorta­lizaron su nombre : Fidias en la estatuaria, Polignoto en la pintura, Sófocles y Esquilo en el teatro, Sócrates y Platón en la filosofía, etc.

Tan grande era el sentimiento federalista de los griegos que, al hundirse el imperio acci­dentado de Alejandro el Grande, los pueblos helenos recobraron pronto su independencia apareciendo las tipas de pueblos aqueos v étolos. o sea de pueblos aristocráticos v democrátlros, que se mancomunan por afinidades o intereses de privilegio y de clase para luchar entre si, los unos contra los otros.

Puede asegurarse, pues, que el imperio y la centralizacii'm no fueron una realidad perdu­rable en la historia helena. La civilización grie­ga inicia y cierra su ciclo histórico de evolu­ción sin que el sistema independiente y fede­ralista de sus colectividades se altere funda­mentalmente. .Asistimos, pues, .Tquí al contem­plar la historia griega, a una de las fases his­tóricas más concretas y precisas en donde, ba­jo el sistema federal, un pueblo apto para la vida y para el más alto pensamiento, da al universo aquellas normas de belleza y de espí­ritu tan magníficos que todavía subsisten hoy.

LA CESTRAUZACION ROMANA

Un siglo y medio a n ^ de Jesucristo, la Gre­cia antigua, aquella Hélade que tanto debía admirar el mundo, vio llegar en la periferia de sus Estado* unas legiones de hombre» armados que al mando del procónsul Nummio sometie­ron a lo» helenos, destruyeron la» liga» de aqueo» y étolo» y redujeron a provincia roma­na lo qti* antaño fuera un emporio tan grande de civilización.

Aquella Roma primitiva, asentada al flanco de una de las siete colinas, se había ido ex­tendiendo por el contomo e incorporando por la fuerza de la* arma», o por la astucia de su» diplomático», a pueblos y más pueblos había llegado a constituir lo que en la historia conc».

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cióse después con el nombre de Imperio Ro­mano.

Los griegos, que nunca habían pensado en someter ni dominar el universo, limitándose sólo a la defensa de su libertad e independen­cia en las luchas que sostuvieron contra los medos prepotentes, no pudieron resistir la in­vasión de las legiones y de las cohortes roma­nas y fueron fácilmente reducidos y dominados por el temple guerrero y conquistador del ro­mano invencible.

Roma fué, en la faz política de su vida his. tórica, el lado antípoda de Grecia. E! Imperio Romano era, por la misma obsecuencia del pueblo, absolutamente centraiizador.

El ciclo romano fué la negación del ciclo he­lénico sobreponiéndose aquél a éste en todas sus manifestaciones de la vida social. Y así co­mo el griego es un pueblo que tiene el don de la medida y de la limitación, que se organiza para vivir, Roma es un pueblo que vive para organizarse y para someter el mundo a su in­saciable sed de dominio.

Aquí también asistimos, pues, a una nueva etapa humana que no es una continuación de la precedente sino su lado diametralmente opuesto. Roma no continúa la civilización he­lénica sino que la niega, la destruye. No la destruye, claro está, en sus valores morales, en su raigambre espiritual, por cuanto las ca­lidades de un pueblo son inconquistables, pero la borra del orbe en su faz política, en su in­dependencia económica, civil y militar. Entre Grecia y Roma hay un cambio discontinuo en el ritmo vital de la historia que se pronuncia en un sentido de subordinación y de dominio de un pueblo sobre otros.

Lof romanos fueron, ante todo, un pueblo prepotiente que llegaron a realizar el ideal de eflM en la tierra y Dios en el cielo, sometien­do a su férula, a su ley política, el universo conocido. Para alcanzar su ideal, el romano no reparó en medios, buenos o malos, lícitos e ilkitoa. con tal de que dios le condujeran al fin. La traición política a los Estados amigo* fué una de las características más sobresalien­tes en la historia de aquel imperio.

Cuando Roma veía a un pueblo crecer de­masiado en influencia, intrigaba con los vecinos para que le hicieran la guerra con la ide^ de caer después sobre ellos y someterlos a su do­minio. El romano, en general, nunca tuvo otra idea que oo fuera la conquista y el despojo de otroa puebloe que vivían cerca o en lejanaa co-nurcas viviendo completamente absort>ido por la vida militar y política.

Por esto no emerge de Roma la esplendente , cultura, corrdativa a su poderío, quedándose, «o esto, muy debajo del pueblo griego. Todo cuanto ella tiene, como valor substancial, es Iñsigniftrante comparado con los altos valores esfrirkualca de loa helenos.

Y es que la idea central, la raíz orgánica del pensamiento romano, se hallaban inmersos en el afán desmedido de dominar y vencer, obstaculizando con su política centralizadora la eclosión de la libertad y de la libre manife>-tación de ios hombres y de los pueblos en aque­llo que tienen de virtual por atributos natu­rales de la especie : el instinto creador y es­pontáneo de sus actividades dilectas.

Pero Roma no debía imf>erar eternamente en lu historia de la humanidad a través de los si­glos. Un imperio que sólo se mantenía por la fuerza debía fenecer el mismo día en que los resortes coercitivos cedieran a la acción corro­siva del tiempo o al empuje de otra fuerza su­perior salida de los confínes del mundo. Y asi fué en efecto.

A principios del siglo V de nuestra Era, unos hombres extrañamente vestidos, de armadura descomunal, hicieron irrupción en los bordes del vasto imperio, y después de romper su fren­te de norte a sur devastaron en poco tiempí aquel osado poder que había mantenido por espacio de tantos siglos la más negra escla­vitud política, moral y personal que se registra en la historia de los pueblos llamados civiliza­dos.

Fueron los bárbaros, los llamados bárbaros del norte, quienes debían acabar con aquella fuerza dominadora, y hasta entonces invenci­ble, para asentar sobre sus ruinas, el federa­lismo histórico redivivo que emergió de nuevo a la superficie de la vida social.

Y así como en Grecia, bajo el sistema fede­ralista, se dan iU)ueUos hermosos frutos de sa­ber, que hoy mismo nos sorprenden, en Roma, bajo el sistema centraiizador y durante su lar­ga historia, apenas si surgen un puAado de grandes espíritus que hagan imperecedera la cul-ttn-a romana. Confesemos que un Virgilio, un Horado, un Epicteto, Séneca o Marco Aurelio, para citar lo más brillante de la cultura roma­na, son bien poca cosa comparados con la larga serie de espíritus superiores del pueblo griego.

ENRigtn NIDO

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Bl Xa literatura española |S = ^ ts=

D E S D E A V A D R I D

TIERRAS DEL AQUILÓN

La [X)pularida(i que ha alcanzado Concha Kspina, por su simpática actuación a favoí de la vida de Juan Bautista Acher, ha hecho que alffuien, con imfjerdonable lifjereza, ha­ya colocado su nombre entre el núcleo del intelectualismo izquierdista, llegándose, ca­si, a considerarla una Severine española. No. No hay derecho ;* adjudicar títulos que Concha Espina, notabilísima escritora, mu­jer inteligente y buena, sin necesidad de ser radical, ni solicita ni quizá af^'radece.

La autora de El metal de ¡os viuertos, no-%ela que ha sido considerada social v que, ¡irtistiíamente, es muy inferior a esa mara-\ illo>a Esíitipe viaragata, a tantos idiomas traducida, si bien en sus obras pone incons­cientes chispazos protestatarios y demostró arrojo y espíritu de justicia en su ya señala­da actuación, no es una novelista demoledo­ra.

Sin embarg-o, yo, admirador de Concha Espina como escritora, y ayuno de sectaris­mos, no pretendo restarle méritos con esta declaración. Intento, tan sólo, restablecer los fueros^ de la verdad y colocar, en su jus­to sitio, el ilustre nombre de la novelista s;<ntanderina, homenajeada con aplauso y presencia de la realeza española...

Hecho lo cual, pasaré a comentar su úl­tima obra. Tierras del Aquilón, colección de novelitas. múltiples y variadas, a l o n a s muy notables, que Concha Espina ha ofrecido a la curiosidad pública, adornándolas con su exuberante y pcrsonallsimo espíritu poético.

Tierras del Aquilón ha sido escrito bajo la advocación de las impresiones de un v«a-je a la Alemania de post-guerra. Casi todas las novelitas giosan figuras de mujer. No son muy extraordinarias esas siluetas feme­ninas tratadas. Son reflejos de la vida, ama­ble evocación de una realidad que no es la nuestra, pero que no deja de ser realidad.

Mas es preciso remarcar algo interesantí­

simo de esta última creación de la autora de .lyi4a de nieve ; alfjo que jxxlemos llamar el determinismo del amor. Son episotiios amo­rosos el txinjunto de novelitas de Tierras del Aquilón. \' el amor aparece en ellos con franqueza, fuerza y esixintancidad natural , a las que no estamos acostumbrados, tra­tándose de obras de la literatura burguesa. En este aspecto, es dipno de elogios el a tre­vimiento de Concha Espina.

K!sas tierras brumosas del Norte, vistas por ella, le dan motivo para ofrecemos pá-ífinas deslxirdantes de apasionamientos, ple-tóricas de vida y de sano materialismo. Las mujeres de Tierras del Aquilón aman con vigor e Imjjetu, con ciega ilusión de amar. Así Erika, candida y enamorada, que se ofrece al hombre amado, con la santa ino­cencia y generosidad del verdadero amor...

Mas, desgraciadamente, Concha Espina, que ha abordado varias veces este aspecto del amor de la Naturaleza, del amor sin le­yes, morales ni religiones, del amor que nos­otros llamamos libre y que ella, sin saberla ni darle ningún nombre, hace en algunos momentos surgir en sus libros, después de habernos encantado y esperanzado, malogra nuestra confianza y trunca el intento, opt^ niendo, como en el caso de Erika, la estú­pida figura de un hombre, personificadón del amor frió y metódico, que cuenta y raaO' na y al que no puede poetirar tOdo el liri» mo desplegado, al amor puro, desinteresa' do y sano, que sale del alma y del ser, sii pensar en los prejuicios y las coacciones d< la moral y de la sociedad.

Es lamentable, muy lamentable, que Con cha Espina, en ninguno de sus intentos, n en este mismo, el más tímidamente osado de Tierras del Aquilón, no haya sabido n querido llevar hasta el fin su valentía. Se de tiene asustada ante el camino, demasiad inmenso y lleno de luz, para su espíritu ensombrecido por los restos obscuros di pasado. Se detiene como se detuvo Margar

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ta Nelken, ante el justo desenlace, genial y rebelde, que habría debido tener La trampa del Arenal, como se ha detenido Alberto In-súa en La mujer que agotó el amor.

Es triste esto, ¿verdad, lector amigo? Es triste que se malogre tanto esfuerzo, tanta f>ella naturalidad, nacida inconscientemente y pervertida p)or prosaicas razones. Es tris­te que esta cobardía atronadora y dominan­te, convierta en grises relatividades obras que podrían ser geniales y figuras que, sa­biendo llegar con firmeza a las rebeldes y estéticas -«ncepciones, tímidamente esboza­das, /ograrían la inmortalidad en esta socie­dad y en la futura.

LIBRO DE AMOR

Parece iniciarse en las creaciones litera­rias una tendencia predominante, muy en consonancia con la rapidez vertiginosa que caracteriza las diferentes fases de nuestra civilización.

Esas novelas largas, interminables, que privaron en el siglo pasado, hoy nadie las escribe, quizá porque nadie las leería. Es norma dominante en la literatura y en la lec­tura, la novela corta, que resume, en bre­ves páginas, un episodio cualquiera, más o menos interesante.

Y cuando compramos un libro, o mejor, cuando, de boy en adelante compraremos un libro, con la esperanza de encontrar en él el pleno desarrollo de una tesis, nos hallare­mos con la sorpresa de que ese libro, que tiene un título general, está compuesto igualmente de novelitas cortas.

Asi no extrafie nadie que yo, en esta cró­nica, me vea obligado a hablar de dos libros que están compuestos de una colección de novelas, amorosas por cierto en ambos, aunque ei amor aparezca de muy diversas foraias en uno que en otro.

JJbro de amor, del señor Hemández-Catá, es, como su titulo indica, un libro de amor. S<Uo que, asi como en Tierras del Aquilón be dkbo que habla algo que podemos lla­mar el dcterminismo del amor, en el de Hernández-Catá hay el aspecto trágico y trMlc del amor. ,

tm maestría de Hemindez-Cati no ha de ser óbice para que yo diga que su lib»> M t n poco pesado, un poco deprimente y un poco cruel. Es, precisa decirlo ante todo, una obra perfecta de ejecución, bellísima de

literatura, con arte admirable, que nos ha­ce soportar el conjunto doloroso de una se­rie de amores malcarados. Su fma percep­ción artística nos hace también encontrar belleza y emoción en las narraciones, siem­pre fatigosas, y que Hemández-Catá acos­tumbra a prodigar.

Pero todas esas cualidades elementales, que revela el literato fx>r espíritu y natura­leza, no pueden contrarrestar el excesivo pe­simismo que campea en las páginas de Li­bro de amor. ¿ Pesimismo he dicho? Quizá sea esa palabra, tratándose de Hemández-Catá, espiritualista confiado y no escéptico indiferente, una verdadera paradoja. Pero lo cierto es que en Libro de amor hay un desolado fatalismo, que nos hace, al cabo de leer un par de novelitas, continuar el li­bro pensando «Esto acabará mal», pues es norma que acaben mal los amores en él tra­tados.

V resulta peligroso para un autor, que los lectores estén convencidos de que no han de solucionarse satisfactoriamente cuantos con­flictos se presentan. Existe en el espíritu hu-m.'ino una tendencia que no vacilo en llamar estética y salvadora, que nos hace buscar siempre las soluciones optimistas, el con­suelo y el pyremio final. Eso que ha sido tan ridiculizado en las humildes novelas del ro­manticismo folletinesco y ahora en las pelí­culas norteamericanas, positivamente es un reflejo de las ingenuas ansias de paz y de la bondad inconsciente del alma humana. Que­remos soluciones buenas, nos alegramos co­mo nifkis, al ver en posesión de la dicha, aunque sea después de muchos sinsabores, al protagonista que se nos ha entrado en el corazón. Nos parece una estafa y un enga­ño, o una desgracia que nos atañe a todos, que acabe desoladamente la obra. Esto, que pareMrá pueril, o que sólo puede admitirse tratándose del espíritu popular, es tenden­cia inconsciente en todos nosotros.

Hemández-Catá, aficionado a las tintas más bien obscuras que claras y rientes. aun­que tampoco guste en absoluto de los colo­res sombrios, nos entristece y nos fatiga es-piritualmente un poco, en vez de alegramos y fortalecemos.

Hay, no obstante, alguna novelita en Li­bro de amor, que logra elevar hasta el má­ximum la emoción artística del drama, emo­ción suave, sin estridencias ni sacudidas, nacida de la belleza de la situación. El dokM-

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se nos entra dulcemente en el alma, sin da­ñarnos, haciéndonos gozar la tristeza, arte dificilísimo, que reclama grandes condicio­nes de novelista.

Novela transcendental, no hay ninguna en todo el libro. En realidad, no la hay en toda hi literatura española, hecho lamenta­ble, que obliga a limitar los elogios y a i']vr-ccr rnn rlisgusto la critica. ^ esta misión

nuestra de censurar, es tan ingrata y moles­ta, que yo he resuelto pasar por alto cuan­tas obras habrían de ser implacablemente combatidas.

Nadie debe extrañar, pues, que reduzca mis criticas, en espera de mejores tiempos.

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.^Iadri(i, septiembre de 19^4.

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VII

Gener, filósofo j literato Pompcyo Gener Babot, aJemás do sor un

i¡ran filosofo y literato, era también un bri­llante publicista y grande escritor, campeón de la» nuevas ideas y un inadaptado : estaba doc-iwado on Farmacia, en Medicina y en Cien­cias Naturales, siendo a la vez miembro de la Sticiedad de .\ntrüpología de París.

Nació en la ciudad de Barcelona, hace 7I) años, el día 24 de junio de 1848. Su padre te­nía la carrera de Farmacia. .Su madre era hija del catalán rosellonés .\ntonio Babot y de la baronesa de Barbastro (Huesca), la que para Gener era una de sus orgullosas satisfacciones de que hacía gala. Sus abuelos paternos fue­ron marinos de guerra en los tiempos de Be-rcngucr IV.'

Después de sus primeros estudios académi-coü en el Instituto y Universidad de Barcelona V Madrid, se trasladó a París, donde adquirió el título de médico en 1878, estableciéndose en l« ciudad luz. AHÍ conoció a Víctor Hugo, Littré, Renán. Sarah Bernartn, etc., de quienes se hi-20 amigo. Luego viajó también por HoIan<la« Grecia. Suiza, Italia y Alemania, visitando di­ferentes ciudades y sus universidades, museos y bibliotecas en busca de ciencia, filosofía y literatura histórica.

En 1880 (a loa 3a aflos de edad) publicó en francés su obra maestra titulada : «La Muerte y d Diablo». Veintisiete aAos después, o sea en 1407. la editó en MpaAol en dos grandes tomos de 610 páginas que representan más ds mil por s« Budia lectura, corregida j aumentada por mt autor.

Sus editores de Barcelona al reprodudrla tra­ducida del francés nos dicen que : «Cuando en

1880 vio la luz on Paiís, .«.orpionjiú a las emi­nencias de la épucii y le dedicaron j randos ar­tículos ensalzándola entre otros : Renán, Littré, l'errot, André Lefevre, Darmesteter y Maspero. V entro los literatos Joan Richepin, la saludó en un caluroso artículo de l.e livre, señalándola como !a obra de un fjenio latino, que es Hií-toria y Poema, Filosofía y i4r(e.»

Esta obra le costó gran trabajo a Gener edi­tarla, según él mismo nos lo dice en sus pri­meras páginas antes del jjrólogo, diciendo :

«Conste, pues, que 110 publiqué un libro en francés porque yo fuera afrancesado ni por te­mor de cometer galicismos escribiendo en es-pal^ol. No : Si lo publiqué en el extranjero y en una lengua que no era la propia, la razón es muy sencilLi : fué porque en España nin­gún editor la quiso ni de balde. Por dos vece» fui a Madrid a visitar los principales editores de la Corte y todos me contestaron con eva­sivas de que «Usted no es conocido. Esta obra nos ocasionará una denuncia, etc.» Hay más t Acudí para terminarla a ciertas eminencias na­cionales.»

Por este motivo la editó en francés, en don­de también le costó bastante trabajo publicarla, porque los editores todos le decían «que no podían publicar obras de autores que no tuvie­ran gran nombradla.»

Por fin el editor Reinvald le ofrece puibli-caria exigiéndole como condición indispensAle, que una de las primeras notabilidades cientí­ficas de Europa le pusiera un prólogo. Gener se lo pidió a 1 Littré y este sabio eminente le escnbió el prologo de la obra, la que fué edi­tada, no sin »ntés ser cambiad.» el título.

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El que Gener le había puesto era : Histo­ria y Filosofía de las Ideas llegativas y como a segundo título : La muerte y el mal.

En esta grandiosa obra está escrita magis-traljnente la Muerte y la Inmortalidad en su parte histórica de las religiones primitivas : Los Arios. La muerte religiosa y Leyenda Bu­dista. Grecia. El reinado de la muerte. La danza macabra. El Alma, la Vida y la Crea­ción. La India. Persia. Egipto. Fenicia. Los Hebreos. La decadencia. La Edad Media. El Renacimiento. La Revolución... La idea del mal. Tifón. Babilonia. Arimán. lahveh y Sa­tán. Leyenda de los primeros Dioses. Los De­monios y el Arte. Santa Teresa de Jesús y Las Lascivias, etc.. etc.

En 1887 publicó Herejías. Son estudios fi­losóficos de crítica inductiva sobre asuntos de España. A la segunda edición, en iqo3, le va­rió el título poniéndole Cosas de España, en el que trata de la Nación y del Renacimiento, de la Literatura castellana y catalana, de la decadencia, de la cuestión catalana del mo­vimiento autonomista, etc. De Felipe H, sus guerras y la inqnisición de los catalanes co­merciantes lucrativos, reproduciendo el Ma­nifiesto autonomista federal catalán debida­mente comentado.

En i&H publicó en Madrid Literaturas Mal-soMoi. Son estudios de Patología literaria con­temporánea, de las enfermedades de la lite­ratura. El Gramaticalismo. El Retoricismo. El Criticonismo. El Nattiralismo de Medán. El Peaímismo (germánico. El Nihilismo ruso. Y el Noticierismo. E. Zola, el Pseudo Darvinismo, ioa Egofstas y Simbolistas, Schopenhauer, los Apóstoles y Tolstoy, etc., etc.

En el mismo alio publicó Arrtigos y Maes­tros, en el que trata magistralmente la vida literaria de las 16 personalidades siguientes: Del humorista científico E. Grodaude, del no-veOata d3>u)ante Willette, del observador in­terno Paul Bourguet, del poeta pasional Jean Richepin, de la intérprete del Arte Sarah Ber-flhardt. del precursor del railsmo Chamfleiir\', dfj filóaofo H. Taine, del pensador religioso E. Rcaán, del sabio metódico E. Littré, del bió­logo genial C. Bemard, del artista literario G. Flaubert, del crítico sugestivo Paul de Saint-Vktor, del cantor de las grandes ideas Vfctor Hugo, del poeta pensador J. M. Bartrina, del pensador poeta Vargas Vila, del vate del ata-viano arábigo F. Villaespesa. De los filósofos de la vida aaoendente y de las tendencias fu-Miraa. En la segunda edición ha aAadido es-«riturea que faltan «n la primera.

Como dice Gener. las palat>ras «Amigos v MMIIIOÍ» signiBca ser amigos y maestros de te danda, del arte, de la Huinanidad, de su dvitlaacióa y su cultura en producir el au-•KOto de la superioridad del sentir y del pen-

sar el mayoramiento y mejoramiento de !a vída. En 1901 publicó Inducciones. Es una obra

de ensayos de filosofía y de crítica con frag­mentos grandilocuentes incomparables de El Evangelio de la Vida... en el que trata filosó­ficamente de la Dignidad Humana y el Cris­tianismo. De la idea de la Divinidad. De su evolución y consecuencias. I>e la Cristología. Del origen y espíritu del Cristianismo. Del I." de Mayo y de Nietzsche con una conmo­vedora carta abierta a su condiscípulo el pre­lado Torras y Bages.

En 1902 encontramos la segunda edición de Leyendas de Amor. En cuya obra literaria e histórica trata con elocuencia encantadora de la Leyenda Romana antigua. De la Reci>ncuis. ta. De los trovadores. De la quema en Cata­luña en los tiempos de Felipe IV con p.-iginas conmovedoras, narrando el desenterramiento del ex marido de Flavia. De la tragedia del conde prisionero y del barón de Rocafort, «u esposa y el general. Del banquero, su familia y .Au­gusto, su protector, etc.

En El Intelecto Helénico, cuyos estudios fue­ron hechos para preparar la Historia de la ex­presión del pensamiento (inédita), trata de la Poesía, el Arte Dram.lfico. la Filosofía y la Literatura, donde Gener nos presenta con elo­cuencia arrebatadora a todos los poetas del pri­mer período de la poesía griega como son : Homero. Herodoto. Licurgo, Laso, .Solón, Par­naso y 32 más, cuya narración encanta.

En el Arte Dramático nos habla del origen del Teatro y sus primeros artistas, poetas y filósofos: Esquilo, Sófocles, Eurípides y Aris­tófanes. A cada uno les dedica un capítulo.

En la Filosofía helénica nos describe a los 7 sabios : Thales de Mileto, Biaso Pitacos de-Mitiiene. Solón de Atenas, Chilón de Espar­ta, Cleóbulo de Lindos y Periandro de Co-rinto, entremezclados con PitAgoras, Pericle». Herádito, Zenón, Anax/igoras, Epicuro, Aris­tófanes y otros muchos que omito.

A I^tágoras y Demócrito les dedica un capí, tulo. A Sócrates y Platón, otro. A Aristóteles, otro. A Aristóxénes, Teofrasto, Aristón, Di-ceareo, Diógenes. Epicuro, Grates y otros m.-í», otro. A los oradores Antifón, Ranmutio, An-tocides. Lisias, Isócrates. Iseo Esquines, Li­curgo, Hipésides. Drmóstenes y Dimarco, otro. A los füósofos sofistas Aristóteles, Protágoras» Diágoras, Heráclito y doce más, otro. A Ion historiadora Herodoto, Tuddides, Jenofonte, Filisto, Teopontpo y Palero, otro. Y a lo« lite' ratos Arqufmides, Soter, Aristarco, Aristófa­nes de Bisando. Virgilio. Teócrito y veinte más lea dedica el último capítulo Getter.

En 1911 publicó la segunda edición de Servet. Reforma contra Renatimitnto y CaMnismo contra Humamismo. Esta obra histórica está, ¡lustrada con los retratos de Miguel Scrvd.

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Calvino y el emperador Carlos V. Además lle­va varios grabados de aquella época y foto­grafías con los monumentos que le han eri­gido a Servct, el Monasterio de Sixena, del que su padre era notario con su firma v rú­brica, V el altar que tenía la familia Servet en la iglesia parroquial.

De la importancia de este libro ya están en­terados li's lectores de L \ RKVISTA BLANCA pur los cinco artículos que les he dedicado a Ser­vet y Calvino.

En i<)i>* publicó Filosáfenias. Son trabajos selectns de sus obras filosóficas. Entre otros li­bros que no puedo entretenerme en reseñar detalladamente como los anteriores porque sería interminable esta biografía, citaremos para ter­minar solamente sus títulos como son : I.a Exposición l'nivcrsal de Parts en i88<), escrita por encargo del Ayuntamiento de Barcelona. Es un estudio crítico del estado de cultura de la civilización moderna en el centenario de la Revolución francesa. I.a dona dA Mediterráneo, en catalán, 2 tomos. El capitán Proteo, novela histórica ilustrada con importantes retratos y fotografías de los personajes de las revolucio-r»es. El caso Clarín, polémica. Los Cent Con. ceils del Conceil de Cent, humorada. Historia de la Literatura con grabados. Ana Maria, no­v i a hi'iti'irica. Dones de cor, Pensant, .Srnlínt y Rient, dos tomris. Pasión y muerte de Miguel Sen'el. novela histórica. Cerebraciones conscien­tes. Tambié,n tradujo importantes obras filo-üíWcas y literarias y dramáticas de grandes au­tores nacionales y extranjeros.

En el Teatro también publicó Gener diferen­tes dramas y comedias como son : IM toma de la RasliUa de Parts, en 7 actos. Senyores de paper. El señor Ministro, Miguel !>ervet, Am-lel. Ageruia de informes com^ciales. El pairó Pere March, Doctor Stumper, Mister Schoffys, Amor Amor, rtc, etc.

Además Gener fué uno de lo» primeros re-li.ict'res de la Revista Contemporánea v cola-b-«rador científico de IM Nación, de Buenos

Aires, y de otros muchos diarios y revistas cien­tíficas de Europa y América.

En París fundó la revista Le Livre. En la revista catalana Jovenlut publicó un centenar de bellos artículos literarios que le dieron fa-m:i de ser un gr.mde filósofo v célebre escri­tor. Gener, repetitnos, fué miembro de la Sec­ción . ntropol(•)g!c.•l de París y de otras mu­chas Sociedades políticas v científicas de Fran­cia y B<'lgica. En 1883 fué delegado en la Ex­posición Internacional de Amsterdam. En iSSq, roniis.-irio de Barcelona v Baleares en la de París V delegado en varias asambleas políticas.

En los Juegos Florales, en los estrenos del Teatro catalán y en todas las solemnidades li­terarias y científicas de la vida intelectual bar­celonesa, se ha destacado siempre la presencia excelsa y preeminente del filósofo catalán (com­batiendo todo espíritu de sectarismo, predican­do el ^ mutuo resp<'to entre todos los hombres de las más opuestas ideas) y querido maestro inidaptado, artista y pensador Gener, a quien este modesto admirador Numantino de Castilla In Vieja, le dedica este honroso artículo como recuerdo v homenaje a su grandiosa obra in­telectual.

¿No podría la intelectualidad espai'^ola en general y la catalana barcelonesa en particu­lar reeditar la mayor parte de sus obras que, por estar agotadas la mayoría y en olvido la­mentable, son desconocidas de muchos espa­ñoles que desearían leerlas y aprender lo mu­cho y bueno que en ellas nos dice el ilustre filósofo catalán?

¡ Acordémonos de Gener y sus obras filosó­ficas y literarias propagándolas 1 y no olvide­mos nunca que falleció pobre el día 15 de no­viembre de 1910 en la perla Ciudad Condal Mediterránea de las 0-andes gestas y tragedias, a lo» ya aflos de edad, como sus compatricios Francisco Pi y Margall, Joaquín Costa y Ni­colás Estevanez...

M. SORIANO DK Nt'MANCIA

Mientras la humanidad penosamente ca> mina por entre los mtiltiples obstáculos que la rutina y malas costumbres han establecí» do como inexpugnable Bastilla, se alza por doquier un buen número de arduos líderes que por flistintos caminos, pero con el mis­mo afin de facilitar al munido un mejor es- '

tado social, luchan denodadamente jMira conducirla a la luz deslumbradora de la lim-pWa Verdad.

Apóstoles hay de las nuevas ideologías, que en la lucha adversa caen victimas de kw prejuicios sembrados por mentes pobres, mas otros de tenqile de acero, nacidos en el

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•ÚK-

LA REVISTA BLANCA

crisol de la nueva escuela, perfeccionados por el cincel del convencimi^to, yérguense en la abandonada brecha y oon más brío, si cabe, empuñan la bandera santa en I:; que se destaca con brillo el libr»-y¡a pluma.

Transcurrirá aún mucho tiempo, proba­blemente hasta que, dándose cuenta de los valores reales que el saber y experiencia han elaborado, los humanos, apreciando la gran­deza de la obra, se apresuren a [loner en práctica lo que sin conocimiento de cau­sa, f)or un egoísmo injustificable desde un punto de mira libre de preocupación dogmá­tica, rechazan sistemáticamnente.

Uno de los problemas juzgados a priori hasta la fecha y que hoy empieza a dar fru­tos excelentes en distintos campos en que ha tenido aplicación, es la cuestión de un lenguaje internacional, que, adaptándose al espíritu tradicional de los idiomas nacio­nales, cumpla plenamente el oficio de tal, sin menoscabo para los nacionalismos que que como ola arrolladora inundaran este mi­núsculo planeta.

E! movimiento esperantista que lánguida­mente siguió su camino durante el reciente azote que la humanidad misma se creó, ha remontado, vigorosamente, su vuelo pro­gresivo, fundando un pueblo internacional, relativamente pequeño, jJtro lo suficiente po­tente para que llamara la atención de un ex­ministro de Instrucción Pública de Francia, que con g-esto ridículo quiso dejarlo exáni­me, cerrando el paso al indomable progreso con un ingenuo decreto.

Las ideas son independientes de toda vo­luntad individual; ellas se abren paso f>eno-samente si queréis, pero firmes en su mar­cha ascendente, ganan adeptos, vencen obs­táculos, inutilizan órdenes emanadas por la soberbia : no por entendimientos racionales.

Podrá aceptar o no la Liga de Naciones la adopción del Esperanto, podrán manifes­tarse en favor del idioma internacional, co­mo lo han hecho la Academia para el Pro-Dfreso de los Ciencias de Francia, distintas Cámaras de Comercio, Internacionales de Obreros, etc., etc., podrá alglín pais intro­ducirlo obligatoriamente en sus escuelas co­mo hace algte tiempo ha hecho Albania : la acmllla lanzada tiempo ha por el doctor

Zamenhof tiene profundamente echadas sus raíces y ningún vendaval puede arrancarla porque ningún vendaval, fruto de la natu­raleza, va contra ella misma.

.Al garrapatear estas lineas he creído opor­tuno someter a la consideración de cuantos en su corazón anida alguna idealidad, los conceptos expresados y, al mismo tiempo, anular prejuicios insidiosos que alrededor del idioma internacional Esperanto han fo­mentado los estultos retrógrados, que blan­diendo el arma destructora e impertinente de la sátira, intentan profanar lo por ellos ignorado.

El templo sólidamente sostenido por fuer­zas diseminadas por todo el globo, abre sus puertas al transeúnte y le ofrece sus bellezas desinteresadamente, sin obligarle a renun­ciar a sus inclinaciones peculiares.

La obra que de manos de su egregio au­tor recibió una forma tangible y bella es de los humanos todos, y a ellos ofrece sus múl­tiples frutos para que la comunidad obtenga de ella una elevación intelectual, que en la vida práctica haga resurgir sus beneficiosos resultados.

Podrá parecerle a cualquier profano que la adopción de un medio común de inter-comprensión no merece la pena ni atención de los que sin él perfectamente pueden dev envolverse o bien otros fines les preocupan ; concepción raquítica que en su labor funes­ta comprime voluntades, anula energías.

Podríamos resumir sintéticamente de la manera siguiente el fin que encierra el mo-vtmiemo esperantista : crear un pueblo in­ternacional que, despojándose de tas fatídi­cas concepciones de patria e individualidad que boy lo encierran en un reducido hori-mnte, hiciera sentir al unisono las mismas ansias de fraternidad humana.

Considerad objetivamente lo que presume obtener el relativamente pequeño pueblo j decid si no merece la pena de luchar oon él. de ofrecer su impulso a la palanca que in­tenta derrumbar tanta podredumbre j aca­bar con el chauvinismo y sus satélites.

El templo de luz deslumbradora abre sus puertas. Entrad y juzgad.

S. AUMKICH JOf^É Barcelona.

3 HcmcM encuadernad» «MU ewjntas oolecdooet dal primer a6o de época de LA REVISTA BLANCA. Las •cnriremo* a i«'y> pmtfM tomo.

esta segunda

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LA REVISTA BLANCA

LA CUESTIÓN DE LA «SOCIEDAD FUTURA"

No queda duda alguna de que, despu< s de haber llegado al t< rmino de ese libro, el lector se formula una última pregunta, en los si­guientes tírminos. ¿Vosotros, individualistas, no alimentáis alguna concepción, aunque leja­na, de una usociedad individualista anarquista", de un mundo basado en la ausencia de domi­nación, de especulación, de explotación, de una »oc¡e<lad futura?

A los individunlist.T: Ifs gusta muv poco ha­blar de una sociedad futura. No solamente es una idea que ha sido explotada y que puede mantener a un hombre exactamente igual que la explotación del Paraíso mantiene al cura, si­no que también tiene un parecido con ese Pa­raíso, cuya descripción maravillosa ejerce una influencia soporífica v entorpecedora a quien es­cucha su relato; hace olvidar la optv^sión, la tiranía, el servilismo presente ; h.ace desfallecer la energía, castra la iniciativa.

LOS CONDUCTORES DE ClVILfZ.ACIO-NES Y LA REALIZACIÓN DE LA FELI­

CIDAD

Antes de resolver esta cuestión, importa re­memorar la concepción de la felicidad tal como aparece en la tesis, opiniones y proposiciones expuestas y present.ndas en las págtnao prece­dentes. De su* conjunto resulta que, desde el punto de mira individualista, la felicMad con­siste en la posibilidad, para cada cual y para todos, de "vivir su vida» a su capricho, bajo la garantía de una inteligencia general que ase­gure a otro la misma facultad. O que la feHtí-d.id consiste, para los asociados y aislados, «tn evolucionar y perfeccionarse en todos sentido» y direcciones, donde su temperamento, su» opi­niones, sus aspiraciones determinan la unidad humana». O. en fin. que la «felicidad reside en la aplicación integral del mítodo de libertad». Explicaciones todas que equivalen lo mismo.

(i) Dispuestos a dar a conocer todas la» tendencias ideológica» que se manifiestan en el pensamiento de una sociedad sin gobierno, reproducimos hoy este escrito. saCAdo del li­bro «La Iniciación individualista anarquista», recientemente publicado. Al final darnnot nue»-tra opinión sobre este mismo tetna.—N. lU ta K*

Hecha esa apreciación del bienestar, conside­rado desde el punto de mira individualista ea que se planea esa iniciación, conviene, antes de ir m.- s lejos, buscar sobre qué bases se han fun­dado los regímenes que han presidido, hasta aquí, el destino de las agrupaciones sociales.

Buscarlo no es largo ni difícil. Las civiliza­ciones históricas se han fundado siempre en el empleo de la autoridad, sobre el ejercicio de la dominación. Ninguna se ha escapado de ello. Sea desde el punto de vista religioso, político o económico—Ijien en provecho de una autocra-cia, de^sB torte o de su din.istía ; de un pequefio número de privilegudos o beneficiarios de ua género u otro ; de una casta, hasta de una clase social (aunque sea en nombre de la mayoría re­lativa o efectiva, de una colectividad humanal.— el fundamento no varía; maestrazgo, domina­ción, coerción. Dominación y explotación, con­siderando que ésa es una consecuencia forzada de aquélla. Dominación intelectual, dominación política y, al propio tjompo, manumisión y des­viación en provecho de la autoridad—de »«• instituciones, de sus sostenedores, de una cate­goría social o mcmopolizadorcs individuales—de todo lo que se puede captar, coger o arrancar al productor, al trabajador, a más de aquella parte que voluntariamente se le ha acordado para que no se muera de hambre o para que sucumba lentamente.

No se trata de enorgullecerse o alabarse de la superioridad de la civilización actual sobre lat que ha enterrado. No se trata de más valor in-felectual del progreso llevado a efecto, de la» libertades adquiridas, i Puras tonterías que no pueden tenerse en pie ante el estudio y el razo­namiento ! Las civilizaciones griegas y ronia-ñas, las pequeñas repúblicas italianas y las ciu­dades del Mediodía de Francia, las villa» an-se-Micas, las comunas francesas y flamencas, para no salir de Europa, han atravesado ípocaa donde—según las luces de la época—no cedieroa nada, desde el punto de vista autonómico J cultural, a nueatra» grande» aglomeración-» con­temporáneas ; i muv lejos de ello 1

Sin duda, las ciudades griegas y romana», laa repúblicas y comunas de la Edad Media, no co­nocieron ni la imprenta ni los procedimlentoa actuales de la producción mecánica; no ae uti­lizaron las fuerza» motrices naturales o artificia­les de que núA servimos en nuestro» día»; loa conocimientoClitron incontestablemente inferió, res. Razón de tni» para reconocer loa result*-do» obteniMMitonCes-

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Safeemos perfectamente que el imperialismo de los Césares, el catolicismo, el poder real ab­soluto, han representado, en su tiempo, el mis­mo papel que representan hoy la preponderan­cia burguesa y el monopolio capitalista, actual­mente en su apogeo, pero es mala fe negar que, en los mejores tiempos de la historia, se hayan concentrado individualidades y colectividades que pueden, con ventaja, rivalizar con las nues­tras.

Sea como sea, hoy como ayer. la dominación ha sido el único procedimiento a que han recu­rrido los conductores de civilización para hacer la felicidad de los pueblos e individuos.

La sumisión es, aun en la hora actual, el ijnico medio que se ha ofrecido a los hombres para hacer su felicidad.

«Someteos», han clamado y claman, porfiada­mente, ios pontífices y conductores de rebaños humanos, los acaparadores del suelo, del alqui­ler y del capitai-especie, los capitanes de indus­tria y los jefes de escuela. «.Someteos y no pi­dáis, no deseéis más allá de aquello que os es n^ado o concedido por Dio» o sus represen­tantes, por el príncipe, la ley, la constitución, sus vicarios y sustitutos. Reprimios en vuestras ideas y en vuestros sentimientos. Ahogad vues­tros deseos. .Absteneos.» He ahí dónde descansa la felicidad. Los curas, los re^es, los legislado­res, han colocado postes-que lindan el recinto en cm-o interior se encuentra la felicidad. No los traspaséis. Conformaos con lo que permite la voluntad o el capricho de los amos, los inte­reses de casta o de clase, la decisión de las ma­yorías, hasta la dictadura de las minorías, y se­réis dirfiosos. ¡ Es bien simple !

Hay, ha habido protestatarios, disidentes, in­sumisos. Pero la historia nos demuestra de qué modo los gobiernos, las mayorías o las mino-rías dominantes, se han desembarazado de ellos. Los procedimientos de anulación y traba nada varían a través de los tiempos : tas persecucio­nes, los malos tratos, el destierro, el calabozo, tos suplicios, la muerte a largo o breve plazo.

Poco importa que, a escondida», lo» adheren-tes. en apariencia, al régimen soberano, violen descaradamente lo» reglamentos y prescripcio­nes que, en su fuero interior, más odien. A los menos vehemente» de lo» inquietantes, se les echa un hueso a roer, se les concede alguna sa­tisfacción de apariencia, se le» compra si es me-nester. A los intransigentes se les elimina vio­lentamente. La última voz que se levanta e» ahogada por grado o por fuerza. El silencio rei­na entonces. El silencio de la servidumbre, del estancamiento, de la uniformidad, la silencio-•idad del miedo. Cuando no se oye una palabra que moleste en el ejercicio del ^oder, los con­ductores de civílizadones afirman que los pue­blo* y los individuos son felice*.'Éft efecto, para éñot, sumisión, silencio y felicidad son térmi­nos sinónimos.

EL INDIVIDUALI.STA EN RELACIÓN CON LA HUMANIDAD FUTURA

Quede, pues, entendido que el individualista no tiene esperanza en la sociedad futura. Es un ser de actualidad, se da cuenta de que es un momento de la vida universal v, a ese momento, quiere hacerle producir el máximo de resultado posible. La actividad individualista es un que­hacer, una realización esencialmente actual. El individualista no ignora que el presente es he­redero del pasado, pero también sabe que está preñado del porvenir. Conoce esos lugares co­munes. No es mañana que quiere que el ser individual empiece a abrirse paso en el social, invadiéndolo y comprimiéndolo ; es hoy. en esas circunstancias y condiciones de existencia, que el individualista quiere librarse de su depen­dencia.

.Seria insensato creer que el individualista lo­gre siempre, en todas sus tentativas, deshacerse del dominio circundante. Sus fracasos son nu­merosos. Y es completamente natural, si se tie­nen en cuenta las fuerza» de oposición y opre­sión con las cuales ha de chocar. Pero el porve­nir se beneficiará de lo que él adquiera por sí mismo. El individualista sabe que no podrá ex­plorar toda la selva, pero quedará el sendero por él abierto, y si sus sucesores lo quieren, no solamente lo mantendrán en buen estado, sino que lo ensancharán y prolongarán.

Es mu>- cierto que el individualista es incapaz de dibujar todos los detalles del mapa de la •thumanidad futuran tal como existirá si se cum. píen sus aspiraciones o si adquiere todas sus reivindicaciones. Le es, pues, imposible hacer obra topográfica; establecer, por ejemplo, la nomenclatura de todos los lugarcjos. villas, ciu-dades.TJe las calles de cada localidad, de los riadiuelos^ de los torrente», de los caminos veci-nale»; de establecer la altitud de todos los pun­tos algo saliente». Pero, en cambio, le será,posi­ble prever con certidumbre cuál será la nafura-

, l«a del terreno y para qué culturas será propi-'~tÍB, qué materiales se emplearán para elevar los

edificios y cuáles serán las propiedades del lí­quido que llenará el lecho de lo» ríos de ese nuevo mundo. Para él la ^humanidad futuran ya no es absolutamente fierro ínf<í(»nífa.

LAS DIRECTIVAS DE LA «HUMANIDAD FUTURA»

El individualista está, desde ahora, en situa­ción de darse cuenta de las direcciones princi­pales que presidirán la constitución de una nhu-manídad futuran que responda a sus aspiracio­nes. Puede concebir, de ella, un aspecto de con­junto. Sabe que no te parecerá en nada al mun­do actual, y no porque ciertos detalles hayan sufrido una trantformación o modificación mis

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O menos radical, tino porque la mentalidad fít-n«ral, la manera usual de comprender la vida, la forma corriente de concebir los aportamien-tos y acuerdos de los hombres entre sí, el estado de espíritu particular y universal harán imposi­ble la existencia de ciertos métodos y el funcio­namiento de ciertas instituciones.

Así, el individualismo puede afirmar, con cer­tidumbre, que, en la «humanidad futura», no podrá haber, nadie tendrá el recurso en ningún caso, del método de autoridad. He ahí un punto establecido, indiscutible, sobre el cual no hay más que hablar.

Imaginar un «mundo venidero» en el cual los individualistas podrán mo\'erse a su gusto y figurarse que se podrán encontrar, aun en él, huellas de dominación, de obligación y coerción, es una cosa sin sentido.

El individualista sabe que en la ««humanidad futura» no habrá lugar a una intervención del Estado ni para una institución o administración gubernamental o social—legislativa, penal o dis­ciplinaria ;—tampoco para una intervención cual­quiera en las diferentes modalidades del pensa­miento, de la conducta o de la actividad de las unidades humanas aisladas o asociadas. He ahí otro punto incontestable.

El individualista sabe que las relaciones entre los humanos v los acuerdos que se puedan con­certar se esLiblccrrán voluntariamente, que los contratos que puedan hacerse se harán sobre un objeto y un tiempo determinado y no para siem­pre, que podrán ser anulados cuando se quiera y que no habrá ninguna cláusula ni artículo que no haya sido estudiado y discutido por los

contratantes, antes de firmarlo; que no podrá existir contrato alguno «unilateral», es decir, obligando a a l ^ i e n a cumplir un servicio o con­trato que no ha aceptado personal y conscien­temente. El individualista sabe que ninguna ma-yordomía económica, política, religiosa u otra, que ningún CDnjunto social cualquiera, puede obligar a una minoría ni a una sola unidad hu­mana a conformarse, contra su voluntad, a sus decisiones ni arrestos.

He ahí una serie de certidumbres sobre las cuales no hav que discutir.

La «humanidad futura», tal como la concibe el individualista, se «desarrolla sin estación de llegada, sin punto de parada». Es un eterno por­venir, evolucionando indefinidamente bajo el impulso de concepciones y realizaciones múlti­ples, continuas v diarias. Una humanidad de tipo dinámico, si puede expresarse en esta for­ma, ignora las paradas del camino, y si hay pa­radas o estaciones, que sean del tiempo estric­tamente necesario p.ira desmontar aquellos que quieran hacer una experiencia y que no detenga a nadie más que a sí mismos.

La humanidad futura, la «humanidad nueva» como la entienden los individualistas, constituye un gigantesco palenque donde, desde el punto de vista del pensamiento, de la costumbre, como de la técnica, lucharán y se competirán, entre sí, todos los provectos, los planos, las asociacio­nes, las prácticas de vida im.iginables. Asf será, en todo momento, el estadio de la evolución del globo.

E. ARMAND

{Continuará)

Rodando por el mundo

LOS CELOS DE D ' A N N U N Z I O

D'Annunzio tiene celos. \ o tiene cclo<< de ninguna mujer. ¡ Oh, no hay temor de que tal cosa ocurra !

Tiene celos de Mussolini, de la ploria, la fama y la inmortalidad de Ntussolini. D'An­nunzio hubiera querido ser el Callgula mo­derno de Italia. D'Annunzio hubiera queiñdo para si los «alalás» de los camisas y a lmas negra», que andan sueltos y sin bozal por las callea de Italia.

En vista de que no pudo alcanzar tan glo­

riosa perropat iva, D'.Xnnunzio quiso meter­se fraile. Después rectificó, al ver que nadie iba a sacarlo del convento. Pero ahora de nuevo ha sentido los mordiscos de los celos y del afán de popularidad. A D'Annunzio le es tan necesario como el pan que come, que la gente hable de él. V como está el pobre demasiado t ronado para intentar o t ra vez una suerte parecida a la de Fiume, ha re­suelto convertirse en salvaje, selecta condi­ción, que ¿I deshonra con su aplastante vul­garidad.

^ ba encerrado en un castillo inexpug-

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3» LA REVISTA BLANCA

nmbU y no quiere saber nada del mundo. Quema sin leer las cartas que se le envian. (Estamos seguros que entre las quemadas no se encontrará ni un átomo d^carta nues­tra. Lo decimos en descargo^K la concien­cia y para satisfacción de miestros lecto­res.)

Nosotros, francamente, creemos que la locura, fin genial de todos los grandes hom­bres, será la apoteosis obligada del seflor Rapagneta. Cierto manicomio calabrés es­tá ya fweparando una lujosa celda para don Cayetano...

Alguien que puede estar bien informado, nos asegura que el director de dicho esta­blecimiento es amigo de D'Annunzio y sabe por el propio interesado, que cuando haya agotado el truco de la soledad, como agotó el de la monjeria, explotará el d e l » locura, que siempre da buenos resultados y abre camino a profundas elucubraciones. Tan pronto D'Annunzio sea proclamado loro, ¡oh, manes de Nictszche y de Maupassant, temblad ! Vuestra locura quedará converti­da a cero, comparada con la geaial, eterna y divina del autor de «Las vírgenes de las rocas».

Mediante este extremo recurso, Cayetano aun espera ver la calva de su rival Mussoli-ni por debajo de la suya... Nosotros tam­bién, aunque no sea por medio del mismo procedimiento...

RECETA PARA SER INSIGNE Y FAMOSO

Se procura tener unos bíceps de gigante, un torso de Hércules, una cabeza de toro, un alma de rinoceronte y un cerebro de ga­llina. Se dedica uno a hundir costiUas y a aplastar los dientes, los ojos y las narices de cuantos campeones de boxeo hay en Eu­ropa. Hecho lo cual se procura ser bestia en toda la extensión de la palabra — cosa que no cuesta mucho trabajo, pues lo urw» tnie lo otro—y se espera parientemente a

que le nombren a uno hijo predilecto de 14 ó 15 ciudades, amén de héroe nacional e io-ternacional.

¿Dudas, lector, que mediante estos pn>-cedimientos se llegue a tan glorioso finP ¡ Cuan ingenuo eres, si tal duda abrigas I ¡ Casi merecerlas que te dijesen que eres un niño y que no eres digno de contarte entre las personas civilizadas !

Para que aprendas a comprender y a rein­tegrarte a la realidad, te presentaremos un honroso ejemplo, recomendándote, de j»-so, que sientas el justo orgullo y satisfac­ción de pertenecer a la misma o parecida especie que ese inmenso, incomparable y ex­celso ejemplo que vamos a presentarte : Pau­lino Uzcudun, leñador vasco, quien, mien­tras no se resolvió a ser bruto, fué un infelia y cuyos divinos puños han roto una ceja, una costilla, un ojo y la única nariz que te­nia, al campeón inglés de boxeo que midió sus fuerzas con las <]c quien ha logr;:(lo ser una perfecta bestia, que elevará el nombre de España al rango de las naciones cnnlisa-das. I .

¿Dudas aún, lector? ¿No crees en la efi­cacia de esta receta ? ¡ No seas pelma, ami­go !

Dedícate a la provechosa, dignísima e ilustre ocupación de hacer chichones al pró­jimo—salvo en el caso de que, no contando con suficiente fuerza bruta, te expongas a que te los hagan a ti—que sólo ella da la inmortalidad y perpetúa en bronces impere­cederos los bíceps de gigante, los torsos de Hércules, las almas de rinoceronte y los ce­rebros de gallina, condiciones imprescindi-Mes para ser famosos, insignes y felices e« Cita civilizada sociedad.

HlPATÍA

Si 4«ja it recikir Mta Rerteta tígmm i» *m MiTMponMles. se «rieaderá I|B« M It ha %mftmHÍ9 d «BTÍO por falta áe pag«. Ea CM caso los lectores f>o4ráa cateada directaneatc coa ecta AdaUaiatraciéa.

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LA REVISTA BLANCA 33

Federico Urales

El último Quijote Nove la social de luchas, aventuras - - y amores - -

(Esta es la obra de un hombre que ha puesto en ella su alma.)

(Continuación)

Además, ¿para qué queréis ser ricos? Esas joyas y ese dinero no os darán lu felicidad que en él buscáis. No os la darán, porque ella habría de estar en vosotros y no en la riqueza, y no est.'i en vosotros la felicidad, porque tenéis ti alma infeliz. F.so que os cuelga del pecho y eso que estáis mastican­do y eso que estáis jugímdo y lo que estáis bebiendo «>s tendrán siempre ¡ siempre ! su­jetos a alguna desgracia. Robar f)or guar­dar es de villanos. Ix> hacen totlos los mer­caderes, aunque vadeando las leyes y algu­nas veces amparándose en ellas. Vosotros no deberíais hacer lo que los mercaderes, porque ellos tienen la costumbre y la ley de su parte y vosotros las tenéis contra, pero ni a los que roban Icgalmente ni a los que lo hacen fuera de la ley, con el dinero no adquirirán nada esencial ni fundamental a la viíla...

— Ese lio está más loco que una c a b r a -murmuró uno por lo bajo.

Otro repuso : — Creíamos reunimos alrededor de un

trompa y nos hemos reuniílo alrededor j\e un flautín.

Luis, notando que sus palabras no eran comprendidas ni apreciadas ni siquiera .es­cuchadas, calló y se alejó a pensar en la in­justicia que habla rometitlo, aban<ionando, por gentp que tan ¡xtro valla, el valor mo­ral y físico que representaba la abnegada y bella Diocesilla.

L'n día, qne, como otros. IM'\% se separó de su cuadrilla para ver si en la soledad ali­mentaba las ilusiones que de nuevo il>a per­diendo, lo<» suyo» discutieron si se habla o no de eliminar a un capitán que sobre no •epitanear nada, ponía escrúpulos de mon­

ja a sus fechorías. Salvó a Luis el no tener riqueza alguna y el desinterés y el valor coa que obraba siempre.

He aquí cómo se portaba en los días de botín y de peligro :

Cortaban k>s niílcs del ferrocarril un ki­lómetro más ab.TJo de alí, ún guardabarre­ra ; luego decían al guarda lo que hablan he­cho y el peligro que corrían los viajeros del tren expreso que estaba al llegar, si no lo paraba delante de su casilla ; el guarda du­daba ; era menester [K>nderarle las victi­mas que por su culpa se pr<xlucirlan ; al fin el guarda cedía. Los salteadores se oculta ban a uno v a otro lado de la vía ; parado el tren, salían de repente de su escondrijo. Si el convoy llevaba escolta y ella ofrecía alguna resistencia, Luis se hallaba siempre entre los que la sostenían ; vencida, des­pués de un corto tiroteo, la cuadrilla empe­zaba a desbalijar maletines y a cachear per­sonas. Luis se sentaba |iensativo y triste al lado de la vía. Alguna que otra mujer, des­de las ventanillas de los coches, le miraba con horror. Cuando la tijíeración estaba he­cha, Luis recorría el tren para enterarse de si se habla cometido algún atropello pertMV nal y ponerle remedio, si se habla cometido, después de pedir jierdones y dar excusas.

Un día, al fiCcorrcr el tren, Luis se en-contró llorando a una señora que ocultaba el rostro con un fino pafluelo dr seda y ade­más algo con sus faldas. Luis la pregruntó el motivo de sus Ligrimas; la señora no contestó ni descubrió su rostro. Luis quiso saber qué ocultaba con tanto dcsa.sosiego v cuidado, y la señora exclamó :

- i Por piedad, señor, no me la robe us-twl ; no me la secuestre usted ! Vo le daré.

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34 LA REVISTA BLANCA

si no me la quita, una sortija que, por ser sus... compañeros... tan... tan... honra<los, no me la han encontrado.

Y volviéndose de espaldas, se sacó una sortija de grandísimo valor, exclamando :

—Es mi anillo de boda. —Pero bien—observó Luis,—¿qué puedo

quitarle )o? Y la señora mostró a Luis una niña co­

mo de cuatro años de rostro supremo ; la madre era también muy hermosa, hija de una malagfueña y de un inglés.

— ¡ No le haga usted daño !—exclamaba sin cesar la desconsolada señora, a quien hablan dicho algunos de sus compañeros de viaje que aquellos bandidos se llevaban a los niños para pedir, luego, crecidas sumas por su rescate.

—Déme el anillo—dijo Luis. La señora le dio el anillo. —Ahora déme la mano—continuó dicien­

do el bandido,—que este anillo en ningún sitio estará mejor que en la fina mano de usted.

La seftora miró a Luis y alat^ó la mano y luego de haberle colocado el anillo antes oculto en tan blanco y bello sitio, levantó a la niña en sus brazos y la dio on bes»

—Como ésta debe ser la mía—murmuró, —y como ésta debe ser también bella...

Y la besó otra vez, depositándola dulce­mente, tiernamente, en el regazo de su ma­dre.

—Que la vea usted mayor, seflora—dijo Luis,—y que sea ella feliz, que siéndolo su hija, por lo mucho que usted la quiere, lo será osted también, que es lo que yo en verdad deseo.

La seAora miró de nuevo a Luis y un po­co animada se atrevió a decir :

—¿Y es usted el famoso bandido a quien Daman «el Arquitecto*?

Lots contestó: Señora, yo soy un desgraciado a quien

la maldad de los demás ha convertido en bandido. Y soy tan bueno, que no he podido ser malo, ni aun después de tener tantos motivas fMira serlo.

La ñifla miraba al particular bandido, son­riendo.

—¿Te quieres venir conmigo? — le pre­guntó Luis.

—t Si!—contestó la nifta, alai^ándoie los waaoa.

—Bsoa ángeles— exclamó el arquitecto,

dirigiéndose a la madre de aquel serafín— son los que mejor comprenden de quiénes han de apartarse y de quiénes pueden reci­bir ternuras. No, no, niña hermosa—la dijo acariciándola ; — las niñas, cuando tienen madre como la tuya, a su lado están mejor que en parte alguna.

V la dio otro beso. A la madre le pareció que Luis tenía hu­

medecidos los ojos. El bandido descendió del coche ; la seño­

ra asomó a la ventanilla a su hijita. —¡ .Adiós! — la dijo Luis, ya desde el

suelo. La niña, con la manecita, le decía adiós.

El bandido Ic tiró besos mientras se aleja­ba con los suyos.

Los viajeros, olvidándose del susto y del robo, miraban, sorprendidos, cómo se des­pedían una nifta de rizos dorados y un ban­dido de fama cruel.

Luis, entre los suyos, la iba ganando de valiente de día en día. Nuestro héroe ha­bía recomendado, a su cuadrilla, ya desde el principio, que no se molestase a las mu­jeres ni a los niftos y que no se matara más que en defensa propia, y uno de aquellos desgraciados mató sin necesidad y atrope­llo brutalmente a una mujer.

Luis, que era muy valiente por ser muy bueno, sencillo y nada fanfarrón, echó en cara al vándalo su mal proceder, y como el asesino levantara la voz y aun hiciera ade­mán de sacar un arma. Luis fué más listo y le mató de un tiro. Desde aquel momento, los otros lo miraron con más respeto, por­que cierta clase de hombres se someten fá­cilmente a uno que les domine por su va­lor. Pero aquellos no eran los procedimien­tos, de Luis, y si ios habla usado, fué por comprender que eran los únicos que podían sostenerle entre aquella gente.

Luis, no obstante, no se sentia bien. De nuevo, como decimos, el pesimismo invadió su ánimo y de nuevo se le cerró el horizon­te de la vida.

—¿Dónde están los hombres? — se pre­guntaba.—¿ En qué clase, en qué coodici«'>n, en qué idea?

Ante tales dudas, mlfíwu» dias estuvo sin saber qué camino seguir. Si hacerse matar por los stfvoa; si presentarse para que lo matanm o si huir para unirse a la hermosa DioceaiBa, la única persona que le compren­día y que le qoerfa y aun para cuinprender-

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LA REVISTA BLANCA 35

le y quererle habla de ser la de más valor moral y físico que existía sobre la tierra.

En aquel momento era el amor que por él sentía la angelical criatura, lo único que conservaba a Luis in la creencia de que re­presentaba un valor personal. Sin el «jucrcr de la Uiíxcsill.i, Luis hubiera perdido toda esperanza en sí mismo o hubiera dudado hasta de i|ue tuviese al¡,'ún mérito.

—Cuando ella me quiere — pensaba, — es que valj 'o algo, es que soy algo, a pesar <le que los demás no me hagan caso. Ella, por su hermosura moral y física, lia sido so-1¡( itada por toda clase de hombres : ricos, pobres, viejos, jóvenes, y sin embargo a to­dos me ha preferido, y como es inteligente, sensible y ética, razonable es que yo crea que reúno alguna condición, a p<'s;ir de que la actitud que guard.-m l:is otras personas para conmigo pudiera hacerme sospechar lo contrario.

\ esta comparación sobre el trato que re­cibía de aquella mujer extraordinariamente superior a todo el mundo, con el que le da­ba la scxricdad, le salvó de ese nuevo ata­que de pesimismo y le dio alientos para con­tinuar amando y defendiendo su vida, que había de ser para quién tanto la mereiia y la deseaba, por ser la única persona que la tenia en algo.

No obstante, Luis se había equivocado una vez más, o mejor, una vez más se había dejado vencer por sus afanes de aventuras y de luchas en pos de la justicia social. Con hombres todo principios, no se podía hacer nada de provecho, pero con hombres sin principios se podía hacer menos. El exceso de doctrina es fácil que mate la acción, pe­ro la acción, sin doctrina, resultará siempre una mala acción.

El exceso de acción de Don Alonso de Quijano el Bueno echaba a perder todos sus actos. Resultaba la suya ima acción y un sacriicio inútiles. £1 exceso de materia­lismo en su escudero enervaba por comple­to sus bracos y su cerebro.

La falta de este equilibrio entre el ideal, la acción y el medio, convierte a muchos hé­roes en inadaptables y los lleva a la muerte Irigica en una.^ sociedades de pro^^rama y de patrón a medida. Esto es : en unas socie­dades que no tienen conciencia de que están en estado constituyente, como está el mismo hombre, como está la misma tierra, cofno e s l i el universo todo.

Cuando las sociedades hayan abierto, de par en par, las puertas al porvenir, abolien­do los pecados y los delitos, pensando que nada de cuanto se les ocurre a los hombres, sanos de cuerpo y de alma, puede ser pe­nable ni [lerseguible, dejarán de producirse estas vidas superiores que tienen muertes tr.ígicas por no potierse adaptar al patrón Mxial a causa de un exceso de idealidad y de acción, a pesar de que es exceso sólo en un munilo de acción y de idealismo mengua-damenle cerrado.

Ante tales dudas y dilemas, Luis sólo veía claro una cosa : (jue aquello no iX)dia conti­nuar, qvie su vida no podía seguir estando en reUu ion con la de aiiuella gente y que era preciso tomar una determinación en sen­tido contrario.

Tan pronto el gobierno supo que se habla levantado una partida capitaneada por Luis, el Arquitecto fugado de presidio, entre las provincias del centro y sur de España y que aquel levantamiento habla encontrado pe­queños ecos en Aragón, Cataluña y Provin­cias Vascongadas, decidió descongestionar las grandes capitales para poder dedi­car alguna fuerza en persecución de los in­surrectos, a quienes calificó, para mejor éxi­to de su plan : a los <ie Cataluña y Vascon­gadas, de separatistas, y a los de Aragón y Castilla, de bandidos.

Sabia el gobierno que en contra suya ha­bla mucha opunión entre el pueblo y no le convenía dejar con pocas fuerzas las capi­tales, por temor de que el descontento se manifestara violentamente y cundiera. Por esta razón hubo de ser más lenta la perse­cución contra Luis y los suyos, y ello dio lu­gar a que la partida tuviera tiempo de co­meter varios asaltos a trenes expresos, con­ventos y abadías tenidas por adineradas.

Perseguidas constantemente, pronto fue­ron disucltas y destniidas las partidas de Catalufia, Aragón y Vascongadas, y cuando sólo quedaba la del «Arquitecto» y tuvo el gobierno la confianza de que el movimiento seria sofocado si obraba con rapidez, deci­dió acabar pronto con la cuadrilla de Luis, porque cada dia que pasaba, estando los ánimos tal como estaban contra el gobierno por su mala administración, su justicia ca­ciquil y su reacción política, era un nuevo peligro.

L*>* de Ltiíil hablan ya tenido algún en­cuentro con Itp fuerza, pero como operaban

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LA REVISTA BLAKCA

bien armados, en paraje abrupto, apoyados por los mismos aldeanos y cortijeros y eran gente aguerrida, que conocía la sierra pal­mo a palmo, pudieron escapar de las esca-ramuzas sin grandes quebrantos y en algu­nas ocasiones saliendo victoriosos del com­bate.

Pero la partida de Luis cada día era me­nos numerosa, no porque fueran sus indivi­duos presos, heridos o muertos, sino {jor­que huían del fieligro que veían venir con el dinero que al principio se habían agencia­do.

Además, Luis notó que cundía el des­aliento y el desconcierto entre los suyos, porque perseguidos sin cesar, apenas podían detenerse en parle alguna y desde luego les era imposible organizar ningún golpe de mano.

Lo único que hicieron fué correrse más hacia el sur, cruzando la provincia de Cór­doba sin ser molestados.

A oídos de Luis llegó la noticia de que en­tre los suyos se había hablado de presenta­ción «lectiva, si se les prometía *l perdón. Luis, que deseaba también acabar aquella aventura que no daba gloria ni honra, les dijo que el perdón era muy diffcil de obte­ner, pero que podía disolverse la partida y algunos, si no todos, se escafMirían. Nues­tro héroe continuaba engaAándose. Los amos de quienes les perseguían, a quién no habían de perdonar nunca era al hombre bueno que por ideal combatía sus intereses ; pero sí haMan de perdonar a los que, por mal corazón, eran un peligro para las exis­tencias.

Sin dar seflales de vida, por unos días, la partida de Luis y sin saber nada de ella, aunque sospechando que baria su aparición de un día a otro en otras provincias, acordó el gobierno, como otro recurso para acabar con aquel estado de intranquilidad y sobre­salto k> mis pronto posible, ofrecer cincuen­ta mil pesetas y el indulto a quien de la par­tida entregara muerto o prisionero a Luis y aun el indulto a toda la cuadrilla, si se •ometian y entregaban vivo al jefe.

Al saberlo Luis se sonrió tristemente y se lo dijo a los sayos. Va lo sabían y ya habían acordado presentarse y entregar a Luis a ía primera ocasión. Sospecháodolo el des­graciado héroe, resolvió e«Í*par aquella rnáaia» noche; pero a poco V centinela dio k iroa de alerta y sonó el jlfimír disparo.

r«i l . . . . r^^Hraa t^SXA • A M I M .

Luis cogió su rifle y se colocó en el sitio de mayor peligro, delante de los suyos y dis­parando sin cesar, siempre a pecho descu­bierto, esperando la bala con ganas de mo­rir.

¿Que si se acordaba de la Diocesilla? Co­mo los creyentes se acuerdan de su Dios en la hora de la muerte, se acordaba Luis de ella ; pero arrepentido y avergonzado de ha­berla posjjuesto a tanta quimera loca y a tanta ruindad.

La bala que Luis esp>eraba con anhelo y rabia llegó al fin, pero no del enemigo que tenía delante, sino del que tenía detrás. Le entró por la espalda y le salió por el pecho, ¡jerforándole el pulmón izquierdo.

Luis, al sentirse herido, volvió la espalda y arrojó un escupinazo en dirección a los su­yos.

A nadie vio; estaban escondidos, esperan­do que subiese la fuerza para entregar muer­to o herido a su jefe. Era lo convenido.

Luis se apoyó en el tronco de una encina y desde allí continuó disparando contra los suyos. Luego sus rodillas se doblaron y cayó exclamMdo:

—¡ Perdón, Diocesilla, perdón !

X U I

La dicha de ser hombre

A los tres días de haberse ausentado Luis, ya la Diocesilla quería ir en su busca. Lo impidfCton el tío Juan y su mujer que, com-prendlMMo la temeridad del propósito, tan­to pOt \» situación difícil de la bella mucha­cha, tomo por ignorar el paradero del infe­liz caballista, hiciéronle ver que corría peli­gro de ser detenida sin ninguna probabilidad ét encontrar a su amante. Pero tan pronto kJ8 periódicos hablaron de Luis y dejaron en­trever por donde operaba, con los suyos, la Diocesilla insistió en su cmpeíto, defendién­dolo con estas palabras :

—Me quiere tanto Luis, que si logro dar con él. sólo por librarme del peligro que de­be correr, se marchará conmigo.

Probablemente las cosas hubiesen pesado tal como la hermosa doncella decía, sin per­juicio de volver Luis a las andadas, según los deseogaAos que en aquel momento hu­biese recibido de la gente que ae le había jun­tado.

(Contímiat^ 4C. TdM. rrcí A. — Banvlou

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LA REVISTA BtANCA' 37

Por dondequiera que DaydiSa.a

Por dondequiera que sea, notase al punto. el contraste entre la superabundancia y la pe­nuria, entre la prodigalidad y la restricción, en­tre lo voluminoso y fantástico y lo mezquin'» y microscópico, entre lo superfluo y lo necesa­rio ; pletórico lo primero, escasísimo y mísero lo segundo. ,

Ascendiendo por la falda de Montjuich—hoy transformada en pabellones, estadios, aveni­das, jardines uversallescos" y paseos «•elíse is" -^penetré en el pabellón del «Arte Moderno», núm. 2, de la tan pregonada iiExposición de Barcelona», y ante tamaña capacidad, estéril e insolente, pensé en las innúmeras familias que carecen de albergue en esta Barcelona ros-mopolita y demasiado^ «mixta».

Dos vastos pabellones que miden unos 5,5"" metros cuadrados de superficie cada uno, con una inmensa capacidad atmosférica, podrían re­partirse en unas 110 habitaciones espaciosas, de una superficie de 100 metros cuadrados ca­da una, haciendo un mejor papel que boste­zando y enseñando sus amplias y vacuas ontr.i-ñas decoradas y pintadas, a los transeúntes.

En tomo a los pabetlone». los «parterres», Ins jardines y lo» bosquecillos. poblados de una vegetación lujuriosa y sedienta, absorbe una enorme cantidad de hectolitros de agua pota­ble, en tanto en barracas y albergues obreros escasea tanto este Kquido tan elemental comn precioso.

Os he de afirmar, amigos lectores, que se me indigestó al instante el paseo por los j.irdine* de la Exposición, que se me parecieron ipio foflo. como njardines del suplicion, mejor que como jardines versallesco*, paradi«facns «> edé­nicos.

Pens^ por diesmüésima vei en la eterna con­tradicción, en el sempiterno sarcasmo, en el incesante contraste entre In indispensable es­casísimo V k) superfluo elefantfaco y engafka-dor.

Y pot diezmilésimn wt pensé en lo inútil » ridículo, en lo insultante y revoltante del lujo, del arte, del esparcimiento, sola», belleta y Indo lo que ^xtrrA'xt mientras carezca de lo mí» indispensable y de lo más prosaico, una parte de la humanidad, mieotras los estómagna de muchos estén vados, sus alma* atribulada* por la *itt|Mción económica y sus fatnillaa carescan de albergue, de vestidos, de pan y de otro* elemento* neoewrior, estrictamente' neoesarioa para llenar las printeras v mAs elementales ne-cMidadea de la vida.

Y por diennilMma vct pens^ en qoe a los mcnesteroKMi. a loi desposeidos, le* Mx Im­

portar un bledo las grandiosidades públicas > todo lo público, por huello y magnifico y gigan­tesco que sea, siempre y cuando lo privado, lo particular, lo ¡ndi\ñdual continúe siendo para < líos, tan parro, tnn miserable y tan primitivo.

F. BARTHF.

A los trabajadores de todos los países

lil i'Bureau administrativo de la Asociación Internacional de los Trabajadores» considera de su deber atraer la atención de las organizacio­nes adheridas y del proletariado revolucionario íle todos los países sobre el Tercer Congreao «le la Internacional Sindical Roja, celebrado en Moscou. En ese congreso fueron adoptadas re­soluciones que pueden significar un peligro pa­ra el movimiento obrero revolucionario intw-nacional,. si no nos prcx-enimos oportunamente para la defensa. La táctica de la I. S. R. en su primer y segundo congreso, era calculada para la atracción del movimiento obrero liber­tario, pero el tercer congreso ha seftalado una nueva dirección : el anarquismo sindieaHstm 4»' he str combatido sin tregua, reposo m fieimi.

Simultárieamente se busca bajo la palabra <ie orden del i<Frente único» un acertamiento al movimiento obrero reformista y una unión con los amsterdamianos reformistas, que haata al»-ra eran considerados como los traidorea del movimiento obrero por los mismo» comunistas.

La nueva táctica de la Internacional Slndi-r.il Roja es, pues: LUCHA CONTRA EL ANARQUISMO SINDICALISTA Y FUSIÓN CON LOS REFORMISTAS.

La lucha contra el anarquismo-sindicaltaU e« una lucha contra la «Asociación Inlema-iional de lo» Trabajadores». En el manifietto del tercer congreso de la Internacional Sindical Roja contra el terror blanco, no »e retrocede ante esta» palabra* : «El terror blanco enoMB-ira en lc« sociatdemócratas y también «n lo» anarco-reformistas de todo» fo» pafsec fieké^ aliados.» Eso lo dicen gentes qu« deboi su existencia a los dineros del Gobierno ruao, un gobierno que realiza en el propio* país una lu­cha de exterminio contra todo movit(ilento re­volucionario y socialista, que tiene sobre la ctincWnda ta matanza de millare» de marinero* de CrQn»tadt, que concierta tratado* con d fascismo italiano y recibe pompoaamente «n Moscou al embajador de Muasolini.

La política exterior del gobierno ruso cr«6 dos iVgano», primero la Internacional «miu-nisia. por medio de la cual obra en los parti­dos políticos parlamentarios y «cgundo la In­ternacional Sindical Roja, por la cual act^a

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3« LA nVlSTA «tAMCA

Vobre el movimiento obrero de todos io< paise*. La dependencia de los sindicatoc rusos al go­bierno es nuevamente demostrada por el hecho de que Tomski.^l secretario general de los sindicatos rusos, fué enviado por el gobierno ruso como delegado a Londres, donde confe­renció sobre un empréstito a 'Rusia. Y el mis­mo Tomski, un lacayo del gobierno, se prp-üenta en el tercer congreso de la Internacional Sindical Roja y habla en nombre de los sin­dicatos rusos, que no son organizaciones de lucha de clases, sino instituciones gobernativas, en l/is cuales son descontadas, a '.os miembros, tas cuotas de sus salarios y toda tendencia li­bertaria es oprimida. Mientras el libre derecho de coalición no sea restablecido en Rusia para todo el proletariado, no se puede hablar allí de un movimiento sindical revolucionario.

El tercer congreso de la I. S. R. ha pres-cr¡t4i a sus adeptos de qué forma debe ser cnnbatyo el anarquismo-sindicalista. El espa­ñol Maurin declaró quet

"La ejqjeriencia en Espafta le ha convencido de qiie la ludia contra el anarquismo-sindica­lista es una condición previa necesaria.»

EA la resoludón sobre la misióa de los adep-.feoa a la Internacional Sindical Roja en los países isscandtoavos se exige : .'•CanAattr a loa jales anarquistas-simUcalis-

laa, acusarles de traidoras a la causa da los trri>a}adof«s y hacer tado lo ponble para arran­car de sus manos la dirección de los sindi-

Sabae los países sudamericanos se dice «a um fttsoiución:

«Que aW los aoarquistas, a consecueoda de la teftianda tra&ional de Framáa y de Es-pata jareen tm indajo domioaate Paro ac-ttialnaMe se encu«itra el anan|Uismo en una

' ,<cri^ lalaraa. Sua adaptos, conscientes de ta 1 Íalir»rt»inajdart 4e sw asfuerxos, ««aron uo

fcaaü 4Mú» cao loa aattríllos con el propóéto 4B ludiar contra la adhcnón a cualqirfera de 1M Ifilamacioiíalaa aiaificales existoites.s

Itsapiifi de ser atacados nuestros cantaradas «la «aa aaaaera caluauíioaa, se tnta un plan aobm el aMtdo cómo en el ftrturo debe traba-.jarsa aa Aaaárica del Sur con et lUfMro dal Go-

n tlsraa msa. extraMo a la explotada clase otoe-^ lia aqH 'pala. Ea ese pún sa Ise:

r«La l^tesócia de los anarquistas hay que (eMrftdkla amarlalnninln a que no existe prensa

, «onaaiita y e« caasblo tos países latines de Ámdrir» son inundadoa «m literatura aaar-

' iiaktaí, «dkada tanto en gspa*a como aa lo-^ jar alsnio. En ooMldaradda a todas estas dr-

aiwstiinfias. d tercer raograao da la lirtsma--• alMMi fia<rrí i U ^ icsadve to sigaiantc: « .y>iA** La .ptanaa da loa partidtfloa de la •'hfíL S. qm ^mmm en la América latfaa da-

cualitativaaMiMa, su tt^

debe ser aumentado y se proveerá según la necesidad a la aifióón de nuevos periódicos y revistas.

2." Todas las publicadones de la I. S. R. deben ser enviadas a los países de la América latina en idioma espaAol y será editado en el lugar mismo un boletín mensual en espaAol con una parte especial dedicada a los países de la América latina.

3." Deben ser realizados esfuerzo» para adherir a la Federación Obrera del Perú a la 1. S. 1 . y para unir todos los organismos sindicales del Brasil en una' federación obrera nacional.

4.* La actividad entre los obreros del trans­porte, que tienen en sus manos las comuni­caciones entre ios diversos países, debe ser más intensiva, dedicando la atención principal a las federaciones obreras del Transpone de Ve­ra-Cruz y de Buenos A'n-es.n

¡ Camarades de Améijica del Sur! Se quiere introducir también, gracias a los rublos rusos, en vuestro movimiento obrero libertario la es­cisión y la corrupción. Se uniré al prt^ariado de América del Sur con el método leniniano del süendamiento de la verdad, al carro del capitalismo de Estado y del imperialismo ruso. Estamos convencidos que esos funestos méto­dos, que llevaron en Rusia a un despotisato fojo y a un completo amordaaamiento del pro­letariado, qua tuvo por consecuencia en Euro­pa una completa deacomposiaón del movimien­to obrero, serán justamente apreciados por vos­otros y que cerraiéia susslres coraaones y vue»' tras puertea a la im«aiÍB -bolcliaviki de que se pretaoda liácsroa vfctimas mediante imer-veadoaaa j oomipdoaaa.

• — • " * ^ ' - ' • • • ' • • " - | -

Berlín, sepúenbte 1904.

El deber del Sindicato Dedamofl qua ua hombre no puede dar más

de s( qua d producto total de sus fueixaa. Pues Wea. Si cxaminamoa uno a uno todos

loa. hoiabrsa, as dsdr, loa obreros de nuestras ofganiíaclnoas, sacaramoa la consecuencia que el aowata y mieva por danto carecen de cul­tura fcaeral y 4a owAia deattfcoa; no sólo en aqiwllss deodaa que intuyan de una na-aera diracta aa al deaarrotlo da las factiltades mcmalka, siao taanMén ao aquellas otras tan

f MoÉaarlas a la profesión da cada

Colotado al abren al coatacto de la vida modana, «««da su profimda igaocanda y, por to tanto, escasa praocupadóa por laa mevas nscssidadsa. Sa ha iMsoiado y aa intenta «co-aMdarto a loa prlariphíe qpta iaibrmao laa di-

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LA REVISTA BUNCA 39

ferentes escuelas tocialittas por medio de pro­cedimientos eipeclales; pero loi resultado* son meK{uinos, contrarios a nuestras propósitos y nuestrO Sindicato no logra armonizar, de una manera absoluta, el fin y los medios conforme los sentimientos de los elementos sociales de gran valía exigen.

No fueron pocos los defectos eliminados, pero han surgido otros de gran bulto que las mul­titudes condenan y que los llamados a ello tienen que evitar pero de una manera rápida. Es cierto que no todos los defectos han t'Ao previstos por los propagandistas, pero vigilan­te la sociología se afana por amoldar el obrero a las necesidades que el moderno espíritu de asociación promueve..

Claro esti que esta cuestión, que ha pre­ocupado siglo» a la ciencia, no será resuelta de golpe y porrazo y de una manera definitiva. Y sobre todo preocupándonos tan foco del re­sultado final, lejano e hipotético, y preocupán­donos tanto de los intereses de momento. Por esta razón se halla justificada la reforma de procedimientos para el Sindicato que nosotros defendemos.

El régimen societario debe seguir las mu­danzas de los sistemas de las nuevas ciencias de sociología y armonizar los resultados al desarrollo de la influencia del progreso.

• • •

Los defectos societarios de nuestra organi­zación dependen de la ignorancia general de los trabajadores y de la mala interpretación, por parte de los propagandistas, de las ideas filo-sáficas reinantes.

El tdeal que inspiró la obra de la revoludón nua fué la etnancipadón dd pueblo de la ti­ranta zarista (no la emandpadón total dd pro­letariado, entiéndase bien), sufidente por s( •olo para asegurar, en principio, la reorgsnl-s*dóo sodaL ftro en Rusia como «i Elpafia (dtamos a Rusia como caso especial y prAo-tico) o como en cualquier oth> pafs que no se haOe en condidones de r^rganitadón sodal *^>Ua, ocurrió y ocurre lo que irremlsiblemen-

• te tenia que suceder: que después de verter tanta sangre, liay que empezar a educar a tos trabaiadotas,. « ünstraries para que puedan *^*| 4araa a laa nuevas necesidades dd nuevo < l n«n. Es dedr, que lo que pudo hacerse fyv, te esperó a maflana y se derramó sangre ioMlmeat». '

P* «nlormldad con nuestros principias, d "«Mncnto, la base de nuestl o Sindicato, ha I SLf """P'to que cada cual debe tener a la libaitad At todos y cada uno de sus same-

B»a tecoQocir «sts derecho qye todo hon»-bre tímim da Mr saipatado, «n todos loe órde­nes di la vida, y «| 4absr que tiene asimi«no

de respetar a los demás semejantes, hace falta una cultura y educación que Ijoy día—hay que confesarlo con franqueza—no se adquiere en los centros obreros; es decir: los Smdicatos no están en condiciones de educar a los tra­bajadores. ,

Hov día los obreros no conocen el vínculo del agregado social, ese espíritu solidario que une entre sí a todos los humanos, ese trato humano entre seres de la misma raza.

El Sindicato no fija normas de conducta m-dividual, no reconoce al hombre aislado, y aun­que a éste le falte la libertad le basta con que se lesione la libertad colectiva.

La consecuencia de semejante educación so­cietaria la palpamos todos, y como parece que se pretende seguir el mismo camino, es por lo que nosotros defendemos nuestra tesis que se reduce al siguiente

RESUMEN . Los centros obreros, y en su consecuencia

lo» Sindicatos, deben de emplear la mayor par­te de su actividad a la educación y cultura de los coasociados, a cuyo fin procurarán el es­tablecimiento de escuelas diurnas para los hi­jos de los trabajadores, clases nocturnas para los trabajadores adultos y, en general, esUble-cerán centros de cultura dentífico-sodal Ul como ateneos, círculos de estudios sodales, ele.

Asimismo procurarán que las grandes indus­trias establezcan en sus establedmientoa « « ^ las leóñco-prácticas para aprendices, «J^íl de esta manera que d niflo supla al peOtt y, a la ^ , se haga obrero y un hombre como los tiempos y tas circunstandas etójan.

' EsU es la única manera que tiene el puesio obrero de educar a sus hijos, y poí lo tanto, de creer hombres. ^ - _ ,

Todo hombre, por regla general, se afana por sus hijos mis que por sí mismo, p»" »~ obreros deben afanarse por sus hijos, los tifOB del pueblo, más que por sí propios. ^ .-

Por esta drcunstanda o necesidadjpwW» padre siente hada sus hijos, es P « J Í ' ' ~ !!T trabajadores ddien dé mhrar m*V¡!**'* " " común que al egoísmo momentáneo. ^ ^ ^

Hay otra drcunsUoda en í«*of J f . « " ^ tesis que h- tiempo -«•«* un Wó¡»fe: « i . hombre, cada pueblo o cada Sindicato ttene «>lamente aqudlo que se mere*. iQ^ P»«de merecer hoy día nuestra « g ' ^ « ' * « V . _

Hágase lo que humanamehte se p«»eda por e d u S T l o s J3ba]ado,« y por I n ^ j j r j tm hijos, qua lo demás vendrí por « « j j " ^ «?• mo «¿iplemento directo de la ^^>^ ^ cada coal. O en otros términos: cumpla el Sindicato su humana misión y, cumplida ésts, jesaparaccrá por Innecesario.

Q ^ l , ^ FUINANDO LUMNRU.

* • *

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'•ivr

40 LA KEVISTA BLAMCA

Notas administrativas Gerona, B. R. Recibidas 3 ptas. par conduc­

to de H. — Monlalaire, J. P. ídem 14 ptas. — ' Utrera, J. P. ídem 5 ptas. En t\ núm. 31 acu­

samos recibo de las otras 5 ptas. — Rubi, E. N. Ídem 42 pías. Para quedar pagado el 31 y tomo Revista faltan 50 céntimos. — Palma de Mallorca. Gelabert. ídem 22 ptas. ; de ellas, 7 ptas de J. T. de Chert. Envié lo que pe­días y una nota de J. S., de Beziers. — Betiers. Julián. ídem 10 francos. Envié uRenacer». Tu

.cuenta irá. — La Coruña, J. S. ídem lo ptas. ' — Tarrasa, A. B. ídem 70 ptas. de suscrip­

ción. — Vinarot, Adell. ídem 4*80 ptas. — Salt, C. F. ídem 16*75 P'^'- Servida suscrip-

1 ción trimestre pagado. — ¿ufre, A. R. ídem 15 ptas. Envío libro. — Malgrat, J. R. ídem 12 ptas. Pagado semestre que fine en enero

' práximo. — Síasroig, G. Vida Nueva. ídem 6 ptas. Pagado semestre que fine en febrero próximo. — Caia$ Viejas. J. E. M. ídem 8 pe-

, setas. Pagado trimestre de las dos suscripcio­nes y «Renacer» que enviu. — Barcelona, Ami-gaa de la Enseñanza. ídem 3 ptas. Pagado trimeatre. — .SuhadeU. S. M. ídem I3'85 pe-«eta^l Pagiidu núm. 31. — París, G. Amor y IMmrtMé. Ídem fao ptas. — BtiUrs, G. Anar-

V quista, klem 9 ptas. Pagado paquete núm. 31. , — IjtfOHa. H. de las H. ídem 14'So pt«s. En-^. . vié los libro*. ~ IM Carotina, J. S. C. ídem < 18 ptas. Pagado semestre actuaU — París, J.

P. ídem 4 pt*s. Pagado trimestre. — faOo-t ' • doUd. A. T. ídem 11'25 ptas. Aumenté la Re-

virt». — AMUS, A. F. Ídem 8 ptms. — Nena. ' ' HcMándct. Ídem 25 ptas. ~ Badalona. San»

| t ' ' cho. Ídem 12 ptas. .Aumenté. — Oviedo, Ri>-dffglICT ídem 19*50 ptas. Envié libro* v nota.

p*': - , ftiUñfi: F. F. Ideo» ao ptas. - IM CO. ' rwpf<:PlatiAo. ídem 6 ptas. — AUalA ie GM-

' ' : "AiíM, M. M. ídem 12 pUs. EMrribí. — Ceuta, %\ íi. D. lérm 40 ptas. — igudUda. Ateneo Por-i, i j ' Mmir. Idctn 35*60 ptas. — Carl^gfna, Garda. KJ¡ f éav 12 irtas. — t'itorta. A. C. Mem 7*90 pe. t! M4at. i- Tanta. A. B. ídem 38 ptas. — Urnt-f^>'' < « ^ L. B. I<km letra de 4 ptai. Pagado tri-I ' * Ji 0|eM«. — CrtviUtnte, A. B, Envié I M Reví»-i(v'' *•• a ***• '— ymafoyota. C. I. Envié el pa-

< WM a tu nombre, como dijo J. V. — Afve, . IL C. Envié a cae pueblo su Revista. — Ga^y

'•'' 'ffdtowa. X P- Rtdbidas 60 ptas. Sirvo sus-' ftfiwidw y enWo Ubrot; hay alguno* que no

Ion tfíHiaps. — Smtimgo dt U* F e f u . D. M. '^'M^inJon ptas. — Cité du Piiuim, C. P. Cn-

,'' irfg «1 ntioMvo del ctrtíScaudo áe .val<wci para «H^Miar. Envib írbrot. — StpOm, J. S. R.

^ KadMto KbnM v carta dé J. 11. Envié pMluete m r a c — Cmsteúm dé TtlUs, Bii«|ucU. ídem 9 'píáL Pagado trfaiie«r« tuyo, de Mala y de

Pelachs. — AirudcóUar, R. G. O. ídem 15 pe­setas. — Baracaldo, F. G. ídem 40 ptas. Es­cribí. — Tolosa, Colomo. ídem 12*75 P *- — Manresa. Vivas. ídem 3 ptas. — Esplugas 4e Francoli, J. B. ídem 19 ptas., que distribuyo. .Serví la suscripción nueva cuyo trimestre ter­minará el núm. 37. Las dos suscripciones pa­gadas ahora terminan el 15 de octubre.—Deus-to, S. P. A. ídem 10 ptas. Envié las 5 Revis­tas. — Slonlüla, V. C. J. Envié loí libros que faltaban. — Hieres, ]. M. Envié los libros. — Bilbao, H. A. Envié uReriacer», que cargo al G. Superación. — Palomos, P. V. Envié «iRe-nacer». — Valverde del Camino, "I. C. Servida suscripción. — Cwlro del Rio, J. D. Envié pa­quete de «Renaceru. — Denia, P. B. Aumenté nueve Revistas desde el núm. 32. — Málaga. B. L. Envié paquete de «Renacem y «Sembran­do». — Boslon. V. C. Envié los libros y nota. — 1.a Coruña. J. R. Envié «Renacer y nota.— Detroit Mich, P. P. Recibidas 200 ptas. Au­menté hasta cien Revistas. Escribí. — La Plai-ne de Sednl Denis, M. R. F. ídem 40 francos. Pagado trimestre de N. M. ; el del nuevo sus-criptor A. G. de Pourneuve-sur-SeIne y 20 francos tuyos. Veremos de enviarte el libro que pides. — AlsAtua, J. G. ídem 5 ptas. Envío «Renacer». — Vigo. D. B. ídem 22*50 ptas. EnWo paquete de HRenacer», de «Sembrando» V de «Hijos del Amor». E*ti bien.— Borcelona. R. M. ídem aeOof. t»Mi lo pedido. — Rtn-terUs. A. S. Ideqn 14*50 ptas. Yá te diré cómo

* estás de pago. — Pitrrto Reo), BaliAa. ídem 10 ptas. — iíáiaga. Soto, ídem 32 ptas. Te en­vío el Catálogo que pide*. — Orense, Alvarcx. Ídem 15 pía*. — Ijtgroño, García. ídem 4 pe­setas. — Jeret de ía Frontera, Ballesteros. Ídem 14*75 pt»«- — ff*v Bntmrwik. N. T. ídem 5 d&lares. Servida* las niscripdone*. — Mieru, J. M. ídem 33*95 ptas. Pagado 31 Revista y librM. Envié lo* otro*.—Lo Coruña. J. E. Recibida* 10 ptas. Servida* la* do* so*-rrfpdoaes deade d núm. y.—Vahrerd* del Ca-mino. Castnio. I d m 6 pta*.—FiOaNMeva y Gel-tré. J. F. ídem 16*50 pta*.—Tam^. A. O. Id. too. ptas. Emrfo lot-ffenacer y tendré en cuenta lo* otra*.—ll«r£<Í0N«. J G. ídem 18 pta*. en «étloa. Envié Htím.—SteuhenvOU, R. L. Idam 35 ptas. Enviaré lo que pides.—Ca«tro dsl Rio, J. D. ^avlé lo* 8 ketutcer.—Peffignmm. Ferrar. RecMdas 14*50 pta*. — ftOena. Gómct. ídem ^'li ftia. Los IttmM que no hieran, agotado*. -^ValenHm: Mirft. Idan 50 ptM.-^Lm Cormñm. Lópei. ídem 18 pta*.—FiDa/raMca del tanséii. J. B. Id«n 3 4)tM. Pagndo triiMstre.—^^roMi. Cttioalla. ídem 1/50 ptaa.—¿os Angeten, Obre­ro* Hbrca. I d m 36*70 ftea. Está Man.