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La revoución soviética y su impacto internacional

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REVOLUCIÓN RUSA

“Capítulo 13 / La revolución soviética y su impacto internacional. La URSS (1917-1919)” - Ricardo Martín

de la Guardia

La teoría leninista al respecto pudo ponerse en práctica con el nacimiento de la Unión de Repúblicas Socia-

listas Soviéticas como estado soberano una vez superada la Guerra Civil rusa. La alternativa al sistema

liberal capitalista, que encaraban los bolcheviques, trajo como consecuencia el establecimiento durante

los años 20 de unas relaciones muy difíciles entre el nuevo estado soviético y las potencias occidentales.

››Las repercusiones inmediatas de la revolución soviética

·Lenin y la primera guerra mundial.

Lenin no siempre se mostró a favor de la retirada rusa de la guerra. La llamada al abandono de las

armas tendría una acogida muy satisfactoria en un ejército poblado por jóvenes, generalmente campesi-

nos que debían dejar su trabajo y por tanto también a sus familias abocadas a la miseria.

En septiembre de 1917, Lenin publica “El Imperialismo”, ofrece una interpretación de la Primera Guerra

Mundial como un acontecimiento relacionado inextricablemente con la expansión del capitalismo

europeo. El mercado europeo ya no era suficiente y por ello los gobiernos occidentales habían adoptado

políticas imperialistas. Sin embargo el avance de la dominación colonial había generado entre las

potencias, luchas por dominar los mejores territorios y lograr las áreas de influencia más extensas. El

conflicto se salvaba de manifestaciones violentas gracias a tratados bilaterales o multilaterales cada vez

más precarios e inestables.

La presencia bolchevique a través de una propaganda creciente tanto en el frente como en retaguardia

donde insistía en estos aspectos y en la necesidad de paz, influyó en el ánimo de muchos combatientes

y de sus familias a la hora de aceptar la toma del poder de los bolcheviques.

Lenin anunció la organización de un consejo de comisarios del pueblo (Trotsky sería el que asumiera la

responsabilidad) de todos modos se definió como provisional a la espera de celebración de elecciones

para una asamblea constituyente. Este consejo proclamó la nacionalización de las grandes propiedades

agrícolas e industriales, así como la necesidad de alcanzar en la gran guerra una paz inmediata.

Lenin cumplía de esta forma con una de sus proclamas más insistentes desde el inicio del conflicto

bélico: sacar a Rusia de la guerra.

·Las repercusiones exteriores de la guerra civil rusa.

Entre mayo de 1918 y finales de 1921, Rusia soportó una cruenta guerra civil que impidió una estabiliza-

ción mas rápida del régimen soviético y cuyas dimensiones se agrandaron después del otoño de 1918 al

intervenir los aliados.

Rusia había constituido de forma determinante que las autoridades alemanas concentraran su potencial

militar en el frente occidental, provocando un duro golpe a los aliados occidentales en su intento por

concluir la guerra rápida y satisfactoriamente para sus intereses.

Las potencias occidentales resultaron incapaces de reaccionar ante la revolución bolchevique con una

política firme y unitaria. Ante la falta de un frente militar aliado sólido y contrario a la expansión bolche-

vique y ante la inoperancia de los escasos contactos entre unas autoridades y otras, los intereses comu-

nistas se vieron favorecidos de hecho, las fuerzas aliadas no tardaron en abandonar el territorio ruso .

La concepción leninista de aquel momento reflejada en el I Congreso de la tercera internacional, la Revo-

lución Rusa solo tenía sentido en cuanto abría las puertas a la revolución mundial. Por ello, cuando ese

mismo año fracasó la agitación comunista en Alemania y Hungría, hubo que replantearse el sentido del

nuevo estado soviético. Mientras se alcanzaran las condiciones para extender a la revolución a todo el

orbe, los esfuerzos de todos los comunistas debían canalizarse hacia el proceso ruso, para ayudar a los

bolcheviques a organizar un estado y llevar a cabo una política coherente con los postulados marxis-

tas-leninistas, pero adecuados a la posguerra.

La victoria bolchevique en noviembre de 1920 sobre las fuerzas polacas, en ayuda de los últimos restos

del ejército blanco, contribuyó todavía más a fortalecer una conciencia de triunfo sobre los enemigos

internos y externos una vez prácticamente alcanzada la unidad territorial en peligro durante la guerra.

Querían llevar a buen puerto un proceso revolucionario global, inmediato, capaz de afectar por igual a

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los países mas desarrollados de Europa, donde el capitalismo estaba implantado desde hacia décadas.

Tanto Lenin como Stalin tuvieron que dar marcha atrás en sus planteamientos.

Si los bolcheviques de todo el mundo apostaban por edificar el socialismo en un país como Rusia,

logrando el reconocimiento internacional de este y evitando el conflicto directo con los estados capita-

listas, se fortalecería la posición del comunismo en Europa y desde allí se favorecería la extensión

mundial de la revolución. Así una vez fortalecida la Rusia soviética, el apoyo a los movimientos de ideo-

logía similar en Asia, áreas de dominio colonial europeo, generaría una inestabilidad mayor a las poten-

cias imperialistas y acabaría por provocar la crisis final del capitalismo, necesitado de sus bases de

aprovisionamiento en aquellos territorios.

Centrado en la política de reconstrucción socioeconómica interna, Lenin dejó que las divergencias entre

las potencias aliadas terminaran por beneficiarle. Las tensiones nacionalistas en el difícil equilibrio euro-

peo de entreguerras pronto hicieron olvidar a los aliados la posibilidad de aislar diplomática o económi-

camente a la Rusia de los soviets y firmó tratados de paz con distintos países a los que aspiraba englobar

dentro de su régimen revolucionario. Esta política de buena vecindad trataba al menos de evitar un

rechazo radical de los países limítrofes que podía haber contribuido a aislar todavía más la revolución.

››Las relaciones exteriores del nuevo Estado soviético

·Las problemáticas relaciones con los países occidentales.

La situación socioeconómica de Francia y el Reino Unido en la inmediata posguerra no era tan halagüeña

como para cerrarse a un posible mercado como el ruso. Ambos gobiernos firmaron un tratado comer-

cial. Cada país nombraría un representante comercial oficial, obligándose cada parte a abstenerse de

acciones o compromisos y de toda propaganda oficial, directa o indirecta que pudieran perjudicar a la

otra. El interés principal era económico y Gran Bretaña estaba preocupada por el posible contagio revo-

lucionario en sus colonias, fue importante que los soviéticos aceptaran introducir en una de sus cláusu-

las la promesa de no llevar a cabo “acción o propaganda destinada a incitar a cualquiera de los pueblos

de Asia a toda forma o acción hostil contra los intereses británicos o del imperio británico”. Para los

soviéticos el establecimiento de relaciones económicas con el país imperialista por excelencia y una de

las grandes potencias capitalistas manifestaba el nuevo rumbo que Lenin quería imprimir a la recons-

trucción del país, además del reconocimiento internacional consiguiente.

Fortalecido por estos acuerdos, el gobierno bolchevique propuso la celebración de una conferencia

internacional cuyo objetivo fuera establecer las bases para reiniciar el dialogo político con los estados

europeos. Rusia supo ganarse la confianza de Alemania, quien necesitaba apoyo frente a quienes la

habían derrotado en la gran guerra. Establecieron relaciones diplomáticas y comerciales y se zanjaba la

espinosa cuestión de las reparaciones económicas de la guerra al comprometerse ambas a no hacer

ningún tipo de reclamación. Revitalizada su posición exterior con la firma de los acuerdos de Rapallo, los

soviéticos participaron en abril de 1922 de la conferencia de Génova, y meses después de la de La Haya.

Mientras tanto la expansión del bolchevismo ruso por el antiguo Imperio de los zares iba a desembo-

car en la creación de la Unión Soviética. Ya en septiembre y en diciembre de 1920 la proclamada Repú-

blica Socialista Federativa Soviética Rusa había establecido tratados de alianza con Azerbaiyán y Ucra-

nia, respectivamente, y al año siguiente había hecho lo propio con Bielorrusia, Armenia y Georgia.

Con el final de la guerra comenzó el proceso de formación de la URSS. En diciembre de 1922 Rusia,

Ucrania, Bielorrusia y Transcaucasia constituían la unión de repúblicas socialistas soviéticas mediante un

acuerdo diplomático. La formación de la Unión Soviética a finales de 1922  era la manifestación más

evidente de que el internacionalismo proletario, fundamento de la ideología bolchevique y por tanto de su

política exterior, continuaba operando a pesar de los conatos de acercamiento a los países occidentales.

De pronto estalló una crisis en 1923. Gran Bretaña en contra de “actividad subversiva revolucionaria” .

A pesar de ello, la inestable situación de entreguerras actuó otra vez a favor de los intereses soviéticos.

En febrero de 1924 Benito Mussolini propició la firma de un tratado comercial con la URSS.

El inicial aislamiento político y comercial estaba roto y la emergente diplomacia soviética podía felicitar-

se por ello. Georgi Chicherin, el comisario del pueblo para asuntos exteriores del país de los soviets,

había sido defensor de una política pragmática en este terreno a pesar de las críticas recibidas por algu-

nos sectores bolcheviques.

La URSS había entrado a formar parte del concierto de las naciones de posguerra con una fuerza, un

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dinamismo y unas potencialidades propias, de modo que las fuerzas occidentales vencedoras en el

conflicto debían contar con ella a la hora de las negociaciones importantes.

En octubre de 1924, el partido conservador de Londres que llega al poder niega ratificar el acuerdo

comercial con la URSS, esto dio la ruptura formal de las relaciones con este país. Y para empeorar las

cosas, el gobierno francés y rumano firmaron una alianza que no contemplaba las apetencias rusas.

Por si ello fuera poco, la Alemania de Weimar trataba de acercar posiciones hacia los países occidenta-

les, actitud que podía ir en detrimento de sus relaciones con la URSS. Sin embargo la URSS continuaba

siendo muy importante para el gobierno alemán, que deseaba ocupar un puesto relevante en el esce-

nario europeo. Los germanos cerraban con la URSS un pacto comercial en el que se establecía la conce-

sión de créditos por parte de algunos bancos alemanes.

El régimen comunista soviético lograba sobreponerse al menos parcialmente a su aislamiento primitivo.

En 1925, tras un período de altibajos en sus relaciones exteriores, la URSS había sido reconocida por

varios países. Estados unidos era el único que se había mostrado reacio a reconocer a la URSS o a tener

cualquier tipo de relación económica con ella.

Hasta después de 1927, cuando la industrialización ya estaba en marcha en la URSS, los industriales

norteamericanos no se interesarían seriamente por el mercado soviético.

·La teoría estalinista de las relaciones internacionales.

Stalin empezó a ejercer influencia con más fuerza tras la muerte de Lenin en 1924. Su principal preocu-

pación fue asegurar militar y diplomáticamente la estabilidad del estado soviético y mantener la retó-

rica internacionalista para fortalecer la posición bolchevique como guía de la revolución mundial.

Su  gran oponente en el terreno de la concepción internacional de las relaciones soviéticas, Trotsky,

insistía en apoyar incondicionalmente a los partidos revolucionarios europeos para derrocar al capi-

talismo de forma rápida y violenta, mientras el pragmatismo estalinista lo conducía a evitar conflictos

abiertos con las democracias occidentales al menos mientras el estado soviético no fuera lo suficiente-

mente fuerte como para no sentirse amenazado.

La situación era difícil, sobre todo a causa de la ruptura británica de las relaciones diplomáticas con

Moscú, en mayo de 1927. Reino Unido era en aquel momento el país que más comercio desarrollaba

con las URSS y evidentemente el colapso de los intercambios afectó de forma muy negativa la estabili-

dad económica soviética, paralizándose su producción exterior durante los dos años siguientes, cuando

se acusó notablemente el sentimiento de miedo ante una posible intervención armada de los países

occidentales. Los años 30 con el estalinismo perfectamente consolidado en el poder después de superar

los momentos más difíciles de la primera reconstrucción posbélica serían la década de la gran proyec-

ción internacional de la URSS.

››La exportación mundial de la revolución soviética

·El anticolonialismo como instrumento de influencia externa.

Los bolcheviques se dieron cuenta pronto de lo importante que era exportar las ideas revolucionarias a

los territorios coloniales explotados por el imperialismo. Abordaron la cuestión colonial como prioritaria

y el propio Lenin escribió para esta ocasión un texto donde fijaba su posición en términos doctrinales: el

movimiento comunista internacional, y en su nombre la Rusia soviética, adquirían el compromiso de  

luchar a favor de cualquier fuerza política o social cuyo objetivo fuera la emancipación nacional de las

colonias. Esa identificación entre el movimiento emancipador y la revolución bolchevique constituía un

hallazgo que, con el tiempo, tendría importantes consecuencias, pues los dirigentes soviéticos se asegu-

raban, al menos en el campo teórico, la dirección ideológica de las fuerzas anticolonialistas en el mundo.

El sistema capitalista ya había dado señales de su debilidad en repetidas ocasiones con motivo de sus

recurrentes crisis socioeconómicas causadas en parte por el agravamiento en algunos momentos de las

tensiones con los territorios colonizados. Por eso, para poner en evidencia las contradicciones internas

del imperialismo capitalista, Stalin concluía que la “abolición de la opresión nacional en Europa es

inconcebible sin la emancipación de los pueblos coloniales oprimidos por el capitalismo”.

·La fallida política hacia China.

La acción exterior soviética en Asia fracasó durante este período en la cuestión que más ocupó al

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gobierno de Moscú: el problema chino.

En 1921 se había fundado el partido comunista chino con escasísimos efectivos. Desde ese momento

las relaciones de los soviéticos con China se caracterizaron por su ambigüedad: por un lado dentro de

sus planteamientos internacionalistas, la URSS alentaba y ayudaba a las fuerzas nacionalistas del

Kuomintang en el sur del país, por otro, trataba de llegar a acuerdos con el gobierno conservador del

norte respecto a dos cuestiones que parecían insolubles hasta entonces: el futuro de Mongolia y el ferro-

carril de China oriental, controlado por los soviéticos.

Stalin había planteado la necesidad de infiltración comunista en el Kuomitang para hacerse paulatina-

mente con su control. El 1924 los soviéticos y el gobierno chino del norte llegaron a un acuerdo de reco-

nocimiento mutuo que implicaba una normalización de las relaciones entre ambos países: la URSS

manifestaba explícitamente que el territorio de Mongolia interior era parte de China y aceptaba una

administración conjunta del ferrocarril oriental. Al tiempo los chinos lograban imponerse, pasaba a

ejercer un férreo control sobre la organización del partido y eliminaba a los disidentes comunistas. Los

restos del partido comunista quedaron limitados a pequeñas células clandestinas y la URSS rompió

formalmente sus relaciones con el Kuomitang.

·Origen y desarrollo de la Tercera Internacional.

En relación con la expansión internacional de la revolución, se propuso luchar con todas las fuerzas y en

todos los puntos de la tierra contra cualquier forma de explotación colonial, apoyándose en los movi-

mientos de liberación que allí existieran o fomentando su aparición si fuera necesario. La lucha contra

el imperialismo era, en la práctica, el ataque más radical a las bases del capitalismo y por tanto supo-

nía el principio de su fin. Había que pugnar contra cualquier tipo de dominio económico y político de las

grandes potencias fuera de sus respectivos territorios.

La impronta bolchevique en la convocatoria, desarrollo y conclusiones salidas del Congreso era induda-

ble. En julio de 1920, en plena Guerra Civil Rusa, los representantes de la Tercera Internacional se

reunieron en el segundo Congreso. Su significado se ofrece en una declaración final: “la internación

comunista proclama la causa de la Rusia soviética como su propia causa. El proletariado internacional

no enfundará la espada hasta que la Rusia soviética sea un eslabón en una federación mundial de repú-

blicas soviéticas”. La dictadura del proletariado como principio irreconciliable de la nueva política hacía

necesario, según los bolcheviques rusos, que los partidos auténticamente revolucionarios aceptaran las

tesis defendidas por el partido comunista ruso y por tanto, la ruptura con los principios socialdemócra-

tas o reformistas de las organizaciones socialistas cuya existencia contribuía en la última instancia a

robustecer a los estados capitalistas. A instancias de los bolcheviques, la internacional adoptó una

estructura jerarquizada e impuso las famosas veintiuna condiciones que deberían cumplir aquellos

interesados en formar parte de ellas. Entre ellas estaban el apoyo sin ningún tipo de reserva a todas las

repúblicas soviéticas en sus luchas revolucionarias. Apelando a los trabajadores a negarse a realizar

cualquier tipo de actividad productiva o comercial favorecedora de los enemigos de los soviéticos.

·Hacia una primera formulación de la teoría soviética de las relaciones internacionales.

Los fundamentos de la política exterior soviética estuvieron imbuidos del pensamiento marxista-leninis-

ta. El mundo capitalista aparecía, a la mirada soviética, como el sistema en oposición a la democracia

socialista y que presentaba una actitud amenazadora.

La promoción de la revolución mundial era también una primera necesidad para el régimen soviético 

en lucha. Era la única arma de la que disponían los bolcheviques frente a las potencias imperialistas en

orden de batalla; y sin una revolución, al menos en los principales países beligerantes, el régimen difícil-

mente podía esperar sobrevivir. De esta forma las clases sociales resultaban el principal agente en la

configuración de un status quo mundial en permanente conflicto. “Burguesía y proletariado”, dirimían sus

disputas en el terreno internacional y así lo continuarían hasta el triunfo definitivo de la clase trabajadora.

Sin embargo la teoría defendida por Stalin  de la construcción en un sólo país y la consolidación

progresiva del estado soviético en el antiguo imperio de los zares terminó por otorgar un papel de

suma importancia al aparato estatal en la concepción soviética estalinista de las relaciones exteriores.

La URSS como estado se convirtió en actor principal de las relaciones tanto europeas como extra

europeas con el fin de reforzar su posición en el mundo.