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D e p a r t a m e n t o d e E s t u d i o s C o n s e j o N a c i o n a l d e T e l e v i s i ó n 2 0 1 3 1 LA SEDUCCIÓN DE LA FARÁNDULA, PRECISANDO UN OBJETO DE ESTUDIO Alejandra Phillippi 2013

la seducción de la farándula, precisando un objeto de estudio

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LA SEDUCCIÓN DE LA FARÁNDULA, PRECISANDO UN OBJETO DE ESTUDIO

Alejandra Phillippi

2013

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La irrupción de la farándula en la escena televisiva es reciente. Sus alcances en la industria

son lo suficientemente relevantes para hacer la pregunta si constituye solamente un

género dentro de la programación, o un fenómeno mayor, ante su presencia en distintas

franjas horarias, y la invasión en otros nichos tan específicos como los matinales y

programas informativos. En principio, los programas sobre farándula son acotados, tanto

como los temas que abordan, pero la información que ofrecen, pareciera que permea

otros ámbitos más de la escena mediática. Así, se está ante un objeto de estudio difuso y

poco explorado: buscar visiones teóricas y conceptos específicos, para poder leer los

datos referenciados, corroboran una pertinencia y la necesidad de avanzar en su debate,

para seguir atendiendo a la imperiosa pregunta por la calidad de la televisión y refutar

unos primeros supuestos.

El presente trabajo busca aportar antecedentes frente a la necesidad de delimitar el

fenómeno de la farándula que se viene desarrollando como contenido de la televisión

chilena. Hace doce años surgió el primer  programa  en  su  categoría:  “Sálvese  Quien  Pueda”  de Chilevisión que comenzó sus transmisiones en junio de 2001 (Figueroa y Valdés, 2006).

La particularidad del formato de la farándula y su amplia presencia en la agenda

mediática, así como las disímiles opiniones que genera entre la audiencia a partir de sus

-a veces- controvertidos enfoques acerca de los famosos, dejan de manifiesto un

fenómeno cuya presencia en la parrilla programática chilena, no sólo dice de aciertos de la

industria televisiva; también establece una forma de representación de la realidad para la

que existe un público, y que participa a través de su consumo de forma dinámica.

Para esto se ofrece un análisis teórico, una reflexión matizada con los datos que ofrecen

los diversos trabajos de investigación, en materia de televisión que realiza el Consejo

Nacional de Televisión. Esto permitirá contrastar la habitual visión negativa, que instalada

en el discurso colectivo, opera como tamiz de sus nociones, pero que desde la academia

ha sido poco estudiada y que bien vale la pena comprenderla como parte del consumo

cultural actual.

Así, delimitar este objeto de estudio, significa por una parte cruzar las concepciones que

explican la relación de la televisión con sus audiencias, contraponer el rol activo que

teorías culturalistas anteponen a las personas en su relación con los medios, para

contrastarla con las propias nociones que subyacen acerca de esta oferta de consumo

televisivo y que está instalada en sus rutinas cotidianas y que de alguna forma dice

relación con una particular forma en que las personas se vinculan y hacen una apropiación

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específica de este formato televisivo.

La farándula como fenómeno de estudio

Atender al contexto que permite su consideración -y una adecuada construcción- como

objeto de estudio, significa atender a relevar de la realidad unos contenidos

programáticos que vierten periodistas dedicados a esta materia y personas que han

encontrado  un  oficio   en  esto   y  que   son   reconocidos   como   los   “opinólogos”.   Estos   roles

asentados en la televisión son los que generan unas conversaciones, que mediatizadas en

programas dedicados a esto, cobran especial sentido en la opinión pública. Se trata de

conversaciones acerca de ciertos personajes que alcanzan notoriedad y que más allá de lo

que hagan, se constituyen en figuras públicas, logrando una gran visibilidad y conforman

lo  que  se  reconoce  como  “famosos”.  Es  esta  visibilidad,  la  que  en  un  sentido  ha  tenido  un  cierto   “giro”,  pues   famosos   siempre  han  existido,   sin  embargo  esta nueva fama, genera

una visibilidad que en ocasiones, permea la contingencia y se convierte -en muchos casos-

en  una   forma  de  “actualidad  noticiosa”  al  alcanzar  cobertura  en   forma  transversal  en  el  sistema de medios y pareciera no constituir casos como la  muerte  de  “Lady  Di”  o  Michael  Jackson, cuya repercusión en los medios se explica por la trayectoria que tenían en sus

vidas. Hay ahora una fama, desde la que es difícil explicar qué es lo que permite que

tenga este particular alcance, pero al parecer en forma indebida. Este es uno de los

cuestionamientos que permiten acercarse a la farándula como fenómeno de estudio en el

ámbito de la televisión y es este tipo de abordaje que se presenta como un determinado

consumo cultural. Recorrer sus complejidades, también permite comprender las

evoluciones que ha experimentado la audiencia y desentrañar estas articulaciones,

también permitirá seguir dilucidando el comportamiento de las personas en esta materia

y desentrañar finalmente cuál es la seducción que produce la farándula y cuál es su

relación  con  la  “fama”  que  en  ocasiones  la  hace  distinta  e  incluso  reprobable.

El sentido que tiene la farándula en su relación con la audiencia, parece ser un objeto de

estudio que puesto en clave de análisis, requiere de varias conceptualizaciones para dar

cuenta de hallazgos pertinentes a la materia, y entender la dinámica de apropiación que

hacen las personas de estos formatos televisivos como respuesta a un sistema de

producción que atiende a un modelo de desarrollo de la industria.

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La sociedad como espectáculo

Actualmente el contacto con la realidad significa en gran parte, acercarse a un conjunto de

imágenes del mundo que han sido mediatizadas a través de los medios, y particularmente

a través de la televisión e internet. Por tanto, hay un importante predominio de

visualidades que hacen suponer que la forma de tener contacto y estar en la sociedad es a

través de la lectura de imágenes que se obtienen y promueven a través de los distintos

formatos que en forma habitual circulan entre las prácticas de consumo mediático y del

que resulta una apropiación cultural. Debord (1995) instaló la idea de que la sociedad

moderna estaba promoviendo el espectáculo como resultado de su tiempo, y éstas no

constituyen sólo un conjunto de imágenes, sino que la relación social se da mediatizada

por ellas, así las personas se acercan al mundo a partir de las representaciones que les

entregan determinadas imágenes.

La televisión en su afán de representar y dar cuenta de la realidad, junto con la

intromisión de internet terminó por fomentar  el  tránsito  hacia  el  “homo  videns”  y  parecen  ser adversarias del libro y la lectura, arrastrando como consecuencia un cierto

“empobrecimiento  de  la  capacidad  de  entender”  (Simone,  2001  citando  a  Sartori,  1998).  

Estas conceptualizaciones permiten comprender por una parte el sentido crítico que

existe acerca de la televisión y cómo ha entregado una serie de imaginarios que han ido

cambiando la forma de la cultura. La televisión añadió una atención distinta a los sujetos,

pues  el  carácter  “convivial”  del  lenguaje  audiovisual,  explica  las  formas  de  ver  televisión.  

Los  sujetos  son  capaces  de  estar  en  ambientes  en  que  pueden  “mirar  un  espectáculo  y  al  mismo tiempo hacer otras cosas que requieren más o menos atención, incluso para el

sentido de la vista, estando en medio de la gente o hasta hablando con alguien que se

encuentra   a   nuestro   lado”   (Simone,   2001:   95),   la   TV   rompe   la   tradición   ilustrada   de   la  primacía de la palabra escrita como condición de conocimiento.

La industria televisiva y el acelerado desarrollo de internet han hecho proliferar imágenes

que  representan   la   realidad,  “la   lógica  del  ver  se  ha  sustituido  a  menudo  al  discurso  del  saber,”  y  su  mayor  consecuencia  es  la  inauguración  de  una  época  en  que  pareciera  ser  que  se sobre-representa la realidad, se ofrece un espectáculo como resultado de este proceso.

Pero esta lógica además reduce la distancia entre el espectador y la imagen, y emerge el

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imperio de lo próximo, y con esto se reduce la noción de la representación. Pareciera que

no hace falta  ser  actor,  ni  artista  para  ser  parte  del  espacio  televisivo;  basta  con  “ser  uno  mismo”,  el  espectáculo  o  show  visual,  presenta  todo  en  forma  directa,  sin  aplicar  grandes  filtros, generando una hipervisibilidad, trayendo una representación del mundo cargado

de  “trivialidad”  (Imbert,  2004).

La televisión – también la chilena- se ha visto inmersa en una farándula y en realities shows que ofrecen una serie de representaciones inmediatas pobladas de famosos que les

basta   ser   “ellos   mismos”,   situando   sus   narrativas   en   el   “mero   acontecer”   de   hechos  contados en una forma particular y que además, desde esta singularidad, parecen captar

la atención de todo aquel que se expone a sus imágenes.

Los sujetos han aprendido las narrativas de la televisión asociadas a las narrativas de

emocionalidad y tensiones, y la posibilidad de ver constituye el eje de este acto. Rincón

(2012) plantea un par de acontecimientos para ilustrar este hecho, y da cuenta de la

relación que se urde entre el hecho y la narración mediada desde la TV: el 11S y los 33

mineros  chilenos.  En  el  primero  la  TV  se  convirtió  en  “la  reina  de  la  comunicación”,  la  TV  transmitió en vivo lo que sucedía y convirtió a cada uno de los telespectadores en

espectadores privilegiados de un momento histórico. En el segundo, los mineros parecían

estar saliendo desde un reality a un directo estrellato, convirtiendo en personajes

cargados de fama, a personas que eran rescatadas de una tragedia y que desde el más

profundo anonimato alcanzaban fama y que luego fueron desechadas y devueltas a la

suerte de su propio destino (Rincón, 2012: 186-187). En ambos relatos queda expuesto el

rol que juega el medio al introducir su propia narrativa, ofreciéndole elementos asociados

al drama y la espectacularidad, cuestiones conocidas por la audiencia, pero esta vez

completamente teñidas de realidad. La ficción hace de todo para generar características

de realidad a sus historias, pero pareciera que la TV le entrega formato de

espectacularidad a un hecho real y parece ser que este es el   “mejor   espectáculo”,   las  audiencias reconocen esta forma de relato.

Asimismo, para Ossa y Arancibia parte de la discusión actual acerca de la calidad

televisiva, indica que se debe atender a la recurrencia que tienen las imágenes televisivas,

que han sido arraigadas a relaciones interpersonales ante la fuerte influencia que ejercen

la cinematografía de la ficción y su carácter melodramático, provocando la búsqueda de

formatos y una consecuente hibridación en los géneros (Ossa y Arancibia, 2012).

Este fenómeno muchas veces es considerado como un exceso, pues la audiencia reclama

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en forma enérgica sobre la calidad que ofrece la televisión y la sobre-representación que

expone,   “asistimos   a   una   crisis   de   credibilidad   y   legitimidad   de   la   sociedad   sobre   la

información y el entretenimiento que los medios ofrecen; por esa razón, la sociedad de

bien  debe  entrar  a  vigilar,  controlar  y  proponer  su  mejoría.”  (Rincón,  2012:  189)

Asimismo lo confirma el 80% de los encuestados en la Séptima Encuesta Nacional de

Televisión (7ENTV), quienes tienen la percepción de que los noticieros dedican a la

farándula demasiado tiempo, es importante hacer la pregunta desde dónde surge esta

percepción, pues los sujetos perciben un mayor tiempo de dedicación de estos temas por

sobre, la política, la delincuencia, las noticias policiales y del fútbol (CNTV, 2011). Es decir

perciben  en  las  noticias  unas  formas  de  relato,  que  ya  no  dice  relación,  con  lo  “objetivo”  de los hechos si no que reconocen las características de la narrativas del espectáculo en

ellas.

La farándula como consumo cultural

Por otra parte, la televisión ha ido diversificando sus formas narrativas, las que recrean las

distintas adopciones desde la audiencia y ofrecen una diversidad de identificaciones que

captan atención. Actualmente, la televisión ha incrementado la producción de famosos,

pero esta forma, a juicio de algunos, forma parte del fenómeno donde sus actuales relatos

terminan por exponerla a sí misma (Corro, 2007). De esta manera no es extraño que haya

incorporado a tantos famosos, que si no fuera por el contexto mediático en el que se

desenvuelven, no serían una celebridad. La serie de conversaciones que se gestionan en

torno a ellos y que si bien existe consenso de que no tienen valoración social, logran

alcanzar la agenda, convirtiéndose en temas de conversaciones entre las personas.

Los  personajes  que  cobran  relevancia  a  nivel  de  “celebridades”  y  que  ofrece  la  farándula,  surgen desde varias producciones televisivas. En el informe de Chile de OBITEL - 2012

(Fuenzalida et al.,   2012)   se   hace   mención   a   “Perla”,   una   producción televisiva, que es

promocionada como un reality, programa que reproduce la historia de una joven gitana,

que se centra en la cotidianeidad de sus relaciones personales y la convivencia con otros

jóvenes que sin ser gitanos, adquieren cierto protagonismo desde su espacio vital, si bien

sorprende  de  la  apuesta  televisiva,  la  hibridación  del  formato.  “Perla”  es  un  claro  ejemplo  de lo señalado anteriormente. Si bien la serie constituyó un acierto entregando

protagonismo y contando una historia que captó la atención de las personas, también

generó   una   serie   de   personajes   sobre   los   cuáles   hablar:   Emerge   “un   nuevo   modo   de  

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construir  sentidos  comunes  sociales.  En  el  caso  de  “Perla”  se  trata  de  la  aceptación  de  la  diversidad como un valor esencial: no importan los grandes relatos ni los orígenes; el eje

está   en   las   relaciones   y   en   el   sentido   que   ellas   entregan   a   las   vidas   de   los   personajes”  (Fuenzalida et al., 2012: 207), y que se convierte en material simbólico que las personas

usan como recurso para sus propios relatos, más aún si la misma televisión les contribuye

con aspectos más íntimos de los mismos.

Existe una marcada tendencia por la dramatización, a través de una extrema exhibición de

lo pasional, lo raro y lo exótico, esto son elementos que para Ossa y Arancibia, también se

evidencian en los estudios de los géneros informativos, tal como se señaló en los párrafos

anteriores, donde también existe una recurrencia a exacerbar los hechos sin relevancia

social, pero que destacan fenómenos marcados por la dramatización. Se pone un evidente

énfasis en el protagonismo de los actores, intensificando su carácter especular y dejando

de lado el sentido real de los conflictos, perdiendo así una densidad existencial y buscan

ofrecer más bien un carácter testifical (Ossa y Arancibia, 2012).

Las formas del relato tienen una aparente demanda de una reconstrucción de la realidad,

y se antepone al carácter clausurado del relato, por uno abierto, que ofrece la

cotidianeidad, que termina siendo ficcionado desde docudramas y series de situación

(Imbert, 2004).

Los estudios de la televisión en general, se instalan principalmente, desde los estudios de

audiencias y diversos ámbitos a partir de las lógicas de consumo. Sin embargo, el aporte

al debate que inauguran aquellos trabajos que se instalan en la tradición de los estudios

culturales, y los de recepción, tradiciones que intentan comprender estos hábitos de

consumo como parte de las manifestaciones de las prácticas culturales, permiten mirar la

farándula desde una óptica que no ha sido abordada y que permite una revisión de un

fenómeno concreto y para entrever las motivaciones que conducen a las personas para

que se detengan frente a estos contenidos o no. Desde el campo de la comunicación el

interés por este objeto de estudio puede ser leído, en cuanto anida en su articulación, una

estrecha relación con aquella concepción, que tanto García Canclini como Martín Barbero

-instalaran desde distintas experiencias- acerca de entender el consumo de la televisión

en una perspectiva sociocultural. Así ver TV corresponde a una práctica de consumo

cultural y también puede ser entendida como otra forma más de hacer sentido. Así,

comprender la farándula significa también identificar cuáles son los usos que adquiere en

la vida social, y cómo estos relatos ayudan a la constitución de sentido de la vida de cada

sujeto (Martín Barbero, 1995) o cómo la televisión -ofrecida en este formato- es

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significada por las personas en un hábito singular.

Los productos denominados culturales tienen valores de uso y de cambio, y juegan un rol

dentro del ámbito social, pero lo más importante son aquellos valores simbólicos que

suelen prevalecer sobre los valores utilitarios y/o mercantiles (García Canclini, 1999).

Asimismo, entender la farándula significa poder abordarla en una lógica de consumo, pero

significa también, desentrañar lo simbólico del intercambio al mirar el contenido de

farándula. El ver televisión no responde solo a un acto pasivo. Saber por qué las personas

ven la farándula, significa de algún modo, entender qué es lo que disfrutan, así como se

descubre el goce de las telenovelas, al centrar los estudios de televisión atendiendo el

proceso (Martín Barbero, 1995).

Más allá del rating, un espectador es quien goza y se relaja, la televisión le ofrece una

suerte de sin-sentido. Lo convierte en un sujeto de ocio, pero que sin embargo, le exige al

individuo   un   particular   “saber   narrativo   y   moral”,   esta   narración   es   de   carácter  fragmentado,   “es   una   celebración   de   lo   cotidiano,   lo   espontáneo   y   lo celebrity como

estrategia  de  visibilidad”  (Rincón,  2012:  185).  Existe  la  conciencia  de  que  ésta  es  la  actual  forma de la representación. Los televidentes logran ser conscientes de lo que los formatos

de producción les ofrecen. En el acto reflexivo dan cuenta de esta conciencia narrativa,

más allá de dejarse seducir solamente por ella y sin una aparente valoración social.

La telerrealidad, la transformación de la televisión

La farándula incorporada en la oferta televisiva, ha cobrado mayor vigor con el

surgimiento de los realities shows, pues estas nuevas narrativas televisivas han

exacerbado el sentido del espectáculo, generando entre la audiencia una particular forma

de afición.  Este  fenómeno  se  puede  sumar  a  la  noción  de  la  “telerrealidad”,  que  persigue  una representación desde la espectacularidad, expone la intimidad de los sujetos y

sustituye la actualidad - la de los hechos objetivos-,  por  los  de  la  “copucha”  el  rumor  o  por

un medio que se representa a sí mismo, se constituye como el referente, el valor de lo que

expone, es lo que ella misma construye. La televisión es con este género la

espectacularidad que invade la intimidad de los sujetos, y que termina por sustituir la

actualidad de los hechos objetivos, por la del mismo medio que se genera y que se vivifica

en una intertextualidad del medio que construye la realidad por y en el mismo medio. La

televisión es el espectáculo (Imbert, 2004).

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Existe hoy una fragmentación de las audiencias que privilegia estructuras narrativas auto-

referenciales e intertextuales, que atienden a una estandarización y especialización de los

formatos ante sus específicas demandas de identidad diferenciadas, y que termina por

desplazar a la televisión desde una esfera pública, en su rol social, y que la lleva hasta una

horizontalidad con las audiencias, las que en este contexto se ven fácilmente

representadas y apelan a la misma cultura televisiva de los espectadores (Ossa y Arancibia

CNTV, 2012).

Para   algunos,   esto   significa   que   existe   una   suerte   de   periodismo   que   convierte   “a   las  víctimas en piezas de un espectáculo que se presenta como información necesaria, pero

cuya única función es saciar la curiosidad perversa de los consumidores del escándalo.”  (Vargas  Llosa  citando  a  Tomás  Eloy  Martínez,  2009).  Pareciera  que  hay  una  renuncia  “a  los  viejos  paradigmas  de  la  seriedad,  objetividad,  rigor  y  fidelidad  a  la  verdad”  (Vargas  Llosa,  2009: 22), haciendo perder los cánones de calidad.

La farándula como un macrogénero: un sistema de producción televisivo

Entre los antecedentes recopilados para dar cuenta de la farándula aparece también, una

noción negativa vinculada a lo que explica el Consejo Audiovisual de Cataluña, como

descripción -que no es muy auspiciosa-, pues caben en esta categoría, una serie de

programas  denominados  como  “del  corazón”,  y  que  se  les  reconoce  como  “telebasura”.  

Estos espacios corresponden principalmente a un sistema de producción televisiva en el

que los canales ofrecen a sus aficionados una serie de conversaciones referidas a

personajes  y  que  constituye  una  forma  “poco  cuidadosa”  de  hacer  televisión  (CAC,  2010).

De  lo  que  se  trata  en  este  caso  es  de  dar  cuenta  de  la  “degradación”  de  la  televisión,  en  cuanto a que recurre a unos tratamientos de sus contenidos que menosprecian la

dignidad de las personas, sin respetar su derecho a la intimidad, hacen un uso grosero del

lenguaje, un uso impúdico y que en ocasiones recurren a los gritos como recurso

dramático. Para el CAC esto equivale a etiquetar una suerte de macrogénero en el que

están contenidos variados tipos de formatos y asume una intencionalidad de convertir en

espectáculo la vida de una persona y que con su consentimiento recibe la condición de

celebridad que le ofrece la TV o el dinero que pueden llegar a obtener como resultado de

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esta exposición (CAC, 2010).

En el caso chileno esto corresponde a lo que suele ser entendido como un tratamiento

“farandulero”  de   algún   tipo  de   información.   Es  decir,   esta   forma de producción ha sido

adjetivada para describir y atribuir características narrativas de baja calidad en el

tratamiento de algunos contenidos que pueden corresponder o no al mundo propio del

espectáculo.

Asimismo, existe la definición de la farándula como   una   “programación   desinhibida,  mercantilizada, socialmente negativa y éticamente ausente, cuyo único fin es ganar

audiencias  para  producir   lucro”   (Figueroa  y  Valdés,  2006:  220),  en  que  otro   factor  clave  para este proceso de consumo, es que se trata de  algo  “entretenido”,  y  en  este  sentido  lo  que buscan las personas es encontrar satisfacción al verla. La industria ofrece en este

formato, entretención sin mayor esfuerzo creativo y que a juicio de Figueroa y Valdés

(2006) se trata de nichos particularmente vulnerables y de fácil satisfacción. En este

contexto los aspectos privados de la vida de algunos y que específicamente alcanzan

visibilidad en la misma televisión, concita un cierto interés pero también en el contexto de

un mundo que ha espectacularizado la representación de la realidad y que ha ideado esto

como  “una  forma  de  entretención”.    

En este contexto es posible observar la relación que existe entre particulares programas

de televisión que ofrecen los personajes sobre los que trata la farándula. Es decir, es

también un determinado tipo de programas los que hacen visible un tipo de celebridades,

que dispuestas a ganar dinero, ofrecen aspectos de su vida privada. Así se observa en la

Tabla Nº1, en que las relaciones de rating de programas de farándula coinciden con el

rating del Festival de Viña del Mar, que incide negativamente en el consumo de

programas de farándula de otros canales y eleva el rating de programas de farándula del

mismo canal, pues en este caso, las conversaciones están centradas en los personajes que

participan del certamen. Del mismo modo es posible observar la relación que existe entre

el alto rating del reality “Mundos   Opuestos”   de   Canal   13,   y   el   alza   en   el   programa   de  farándula: Alfombra Roja, reproduciendo la misma dinámica anteriormente señalada.

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Tabla Nº 1: Reality Show y Espectáculo y su incidencia en la farándula

Fuente: Informe Análisis de Audiencia de Programas de Farándula 2013a.

Sin  embargo,  el  carácter  de  “escándalo”  que  en  muchos  casos  funciona  como  el  pretexto

para exponer alguna historia en la esfera de lo público, agrega un valor negativo, que tiñe

el formato y lo termina por estigmatizar, convirtiendo el género en un producto de baja

calidad como resultado. Esto se puede contrastar con datos que dan cuenta como la

principal razón de insatisfacción que manifiestan las personas corresponde a la existencia

de demasiada farándula en la TV abierta chilena, y al calificar por tipo de programa, son

los   programas  de   “conversación   sobre   farándula   y  espectáculo” los que reciben el peor

promedio de calificación: 3,2 (CNTV, 2011).

La aparente ambivalencia de la audiencia

El argumento de la televisión ante la exigencia del éxito suele centrarse en las cifras del

rating, unidad de medida que no ayuda a entender el fenómeno, porque abre una cierta

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ambivalencia en este debate. Los canales de TV señalan que estos programas son vistos y

se corresponden con lo que las personas quieren ver. En términos reales en el Informe

Análisis de Audiencia de Programas de Farándula es posible constatar que esta audiencia

tiene nichos específicos, y está entre las mujeres en edades adultas (35 a más de 65 años)

y las diferencias socioeconómicas que existen están asociadas a las preferencias

habituales por determinados canales de televisión en los diversos estratos sociales; es

decir,  programas  como  ‘SQP’  y  ‘Primer  Plano’  de  Chilevisión  son  más  vistos en los estratos

C3  y  D  y   ‘Alfombra  Roja’  de  Canal  13   tiene   su  audiencia   compartida  entre  el  C2  y  el  C3  (CNTV, 2013a).

Entre los resultados presentes en la Séptima Encuesta Nacional de Televisión, algunos

consideran   que   este   tipo   de   temas   “permiten estar   al   tanto   de   lo   que   la   gente   habla”  (41%),   reconocen   que   “son   entretenidos”   (23%)   y   “ayudan   a   relajarse”   (18%)   (CNTV,  2011).

Si bien existe esta afición, hay que contrastar con datos cualitativos, donde esto se

traduce a un manifiesto disgusto de las personas que ven esta programación, y una clara

identificación de aquellos aspectos no deseados y que son presentados como forma de la

farándula y que coinciden con aquellas razones que esgrimen, cuando reconocen que el

tratamiento de estos contenidos están reñidos con el respeto a la dignidad de las

personas y la protección a la audiencia infantil y cuyo resultado corresponden a las

denuncias que hacen al CNTV1. Asimismo, la reiteración de los temas y las pugnas entre

famosos y las conversaciones autorreferenciales, son los ámbitos que no despiertan

ningún interés y generan rechazo entre la afición de la farándula (CNTV, 2013b).

Es necesario destacar las características que tiene la audiencia de la farándula y para ello

es necesario señalar de qué manera se instala el hábito de consumo entre sus prácticas

cotidianas. Ser aficionado a la farándula tiene ciertos matices que deben ser expuestos

para comprender los códigos culturales que subyacen en este consumo cultural, pues si

bien reconocen un goce, no pierden el sentido crítico de su consumo.

1 Las denuncias ciudadanas representan la preocupación de la audiencia ante algunos inconvenientes en los

contenidos y/o imágenes que no representan los principios por los que debe velar el Consejo Nacional de

Televisión.  Las  denuncias  por  faltas  a  la  “dignidad  de  las  personas”  y  la  “protección  a  la  audiencia  infantil”,  son principalmente por programas misceláneos, reality shows, farándula y/o telenovelas. En el año 2012

entre los programas de farándula con más denuncias están SQP (CHV) con 44 denuncias, Primer Plano (CHV)

36 denuncias, Secreto a Voces (Mega) 18 denuncias e Intrusos (La Red) con 13 denuncias (CNTV, 2012).

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Hábitos de consumo

La farándula se instala como un hábito en medio de la cotidianeidad y que adquiere

atención en función de la rutina del día a día en el que el aficionado la ve. Es un consumo

que se hace la mayoría de las veces realizando otras actividades tales como comer, y

relacionadas con el hogar o insertas en actividades familiares, de pareja y también en la

habitualidad de las tareas y rutinas de quiénes viven solos. Es importante mantener

claridad ante esto, pues se trata de un consumo que no demanda mayor atención, a

diferencia de géneros como las noticias y las series (CNTV, 2013b).

Las personas que comparten la afición por la farándula, son personas que reconocen su

presencia en una suerte de dominó mediático. Las conversaciones que son puestas en la

agenda pública y que involucran a los personajes relevados en alguno de los programas, se

refieren también a los contenidos de otros programas, se genera una suerte de efecto

dominó, pues estos temas repercuten  en  varios  otros  medios.  “Los  nuevos  héroes  del  día  proceden de los medios mismos: los medios no reflejan sino que producen la famosidad”  (Imbert, 2004: 77). Varias de estas conversaciones se convierten en portadas de diarios y

son motivo de comentarios a la hora de revisar los matutinos en la misma TV. Por su parte

algunos portales de Internet también atienden a esta información, permeando así el

sistema mediático completo. Esto, que es dominio de las personas, logra quedar asociado

para seguir pautas de agendas complementarias, las que pueden ser seguidas a través de

otros medios y a través de las conversaciones que se reiteran en distintos espacios

públicos por donde transitan. Entre los otros espacios que son consultados para conseguir

este tipo de información, corresponden a los diarios en papel y sus versiones en línea, la

radio y las conversaciones con personas de su entorno. Así quedó de manifiesto en el

estudio cuali-cuanti realizado durante el primer semestre del presente año en el CNTV

(2013b).

No es extraño darse cuenta que entre las personas que más ven televisión, se encuentran

quiénes consumen en forma preferente la farándula. Es decir las personas relatan unas

formas de consumo también asociadas a rutinas con el mismo medio. Dicho de otra

forma, será más escaso que personas que vean poca televisión, sean aficionadas a ver

farándula. Esto también puede significar, el modo de consumo de la farándula en un

sentido   de   “compañía”   o   de   “telón   de   fondo”,   las   personas   están   consciente   de   una  información sin valor cognitivo que recrea la vida de otras personas y que permite un

consumo sin mayores motivaciones que la curiosidad y la ligereza de sus contenidos, esto

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no requiere análisis ni mayor reflexión. Finalmente se quedan con estos contenidos, ante

la imposibilidad de poder disfrutar de otras alternativas (CNTV, 2013b). Esto mismo

explica que gran parte de los aficionados a la farándula llegue a su consumo de forma

imprevista haciendo zapping, de las personas que participaron en el estudio señalado, sólo

un 28% declara hacer un consumo programado (CNTV, 2013b), lo que expresa el carácter

circunstancial que tiene este contenido. Es decir, no se trata de personas que estén

esperando por el contenido, más bien es algo que diversificado en distintos horarios y en

la  parrilla  de  los  distintos  canales  “seduce”  con  un  consumo  cargado  de  narrativas  de  fácil  reconocimiento. Sin embargo, esto repercute en públicos que también transitan

rápidamente, si en el mismo formato aparece algo que les genere rechazo o le resulte

reiterativo. Por tanto así como llegan a la farándula a través del zapping, dejan de verla

volviendo hacer lo mismo cuando reconocen razones de insatisfacción.

Las motivaciones de consumo son manifiestas y simples, lo mismo que las razones de

rechazo, son programas que se consumen sin generar mayores compromisos en su

audiencia. La farándula seduce en la medida que presenta temas sobre personajes que

resultan curiosos, los temas no requieren mayor esfuerzo o no hay otra cosa que ver. La

farándula deja de seducir, cuando presenta conversaciones sobre personajes que no

despiertan interés personal, el tema es muy repetido o porque abiertamente discrepan de

la  veracidad  del  contenido.  Lo  que  se  les  presenta  adquiere  el  valor  de  un  “tongo”.  Estas  son algunas de las razones que esgrimen en el estudio referido del CNTV (2013b).

En este aspecto los panelistas ofrecen enganches, pues son éstos los personajes, que las

personas aficionadas a la farándula reconocen en forma espontánea como los

“personajes”  propios  de  estos  contenidos.  Es  decir,  estos  son  los  que  generan  recordación  y de los que hablan en forma espontánea cuando se les pregunta (CNTV, 2013b). Así se

contrasta también el hecho de que aquellos sobre los que se habla, sean los panelistas y

no sobre quiénes se habla, parece ser que estos famosos son fugaces y responden a una

moda, conforme al reality o   el   espectáculo   que   esté   “dando   qué   hablar”   y   por   ello   no  alcanzan mayor recordación entre la audiencia.

En este caso y como desafío es necesario comprender el habitus desde el cual se hace este

consumo, cuál es el lugar preferente de la cotidianeidad por donde transitan los sentidos

que ofrece la farándula. Si bien la farándula parece ser consumida en espacios del hogar,

muchas de estas conversaciones suelen trasladarse a espacios como los del trabajo, pero

tampoco van más allá. Los consumos culturales se expresan en forma preferente en la

dimensión doméstica de los individuos. La farándula pudiera responder a una expresión

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de ello, lo que tiene una singularidad ya que se corresponde con lo local de los chilenos.

De alguna forma la farándula genera un espacio colectivo de habla, que apela a un

elemento local, como chilenos, desde donde se puede dar cuenta de la pertenencia desde

lo que ha sido instalado en el espectro de lo público. García Canclini observa una

atomización de las prácticas de consumo cultural, y una disminución de los espacios

públicos  y  que  logra  ser  “compensado”  por  estos  enlaces  mediáticos  (Sunkel, 2002 citando

a García Canclini, 1995: 291).

Significaciones

Es importante dar cuenta del conocimiento que tienen los televidentes y las claras

significaciones que hacen, en cuanto a las distinciones que establecen y la conciencia de

saber, lo que la TV le ofrece como producto:

1. Las personas perciben que lo que se busca es alcanzar un buen rating, porque eso

dará más auspiciadores. Tienen conciencia de que este formato corresponde a un

sistema de producción cuyo fin último es un negocio rentable.

2. Funciona   con   la   coordinación   de   varios   actores:   periodistas,   “opinólogos”   y   los  personajes dispuestos a ventilar sus intimidades.

3. Saben que los demás medios también participan de manera concertada o no de

este sistema de producción e información con estas características.

4. Los canales de televisión saben que hay unos programas que permiten rentabilizar

la exposición de un determinado tipo de personajes, cuyas acciones privadas

alimentarán las conversaciones y estarán dispuestos a exponer su vida a cambio de

la fama que esto ofrece.

5. Reconocen que los tres grandes ejes que articulan la farándula son: COMENTAR –

VIDA INTIMA – FAMA. Ejes que también articulan desde el exceso la exacerbación

de esto con: DINERO – CHISMES (ESCÁNDALOS) – FAMA.

La farándula en fin de  cuenta    es  “un  sistema  de  comunicación  que  genera  “celebridades”,  para   luego  sacar  a   la   luz  pública  su  vida  privada,  analizarla  y  comentarla”   (CNTV,  2013b:  17). Esta significación que hacen las audiencias en torno a estos contenidos, reconoce que

cualquiera puede convertirse en famoso. Es en y por el medio que alguien adquiere esta

notoriedad,  “la  fama  no  se  deriva  de  la  conquista  del  objeto  de  valor  sino  que  está  cada  vez más ligada a valores negativos, que consagran a un héroe malo: quien peor habla del

otro,  comete  acciones  reprensibles  que  le  dan  notoriedad”  (Imbert,  2004:  77).

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Los temas que mayormente se reconocen con alto grado de aceptación entre la afición de

la farándula corresponden a temas asociados al amor y desamor de los personajes,

aspectos desconocidos de sus vidas, así como sus lados más humanos. Si bien, se ha

explicitado la dinámica que existe entre los realities shows y estos contenidos, es un punto

de claro desacuerdo entre los participantes en el estudio, pues para algunos éste es un

tema que despierta interés, pero otros señalan precisamente lo contrario (CNTV, 2013b).

Entre las distinciones que ofrecen las personas es posible destacar un claro juicio ante los

excesos que produce este tipo de programación, pues para las personas resultan

evidentes aquellos momentos en que se transgrede el límite de lo admisible. Surge la

constatación de la cautela sobre los temas que se exponen conforme al horario en que

estos contenidos son emitidos. Saben que en ocasiones son los menores quienes pueden

verse expuestos a contenidos de contenido erótico o usan lenguaje inapropiado.

Asimismo, saben que si bien existe en algunos casos consentimiento, de todas formas dan

cuenta de que se vulnera la dignidad de las personas o su derecho a la privacidad. En este

mismo sentido, advierten sobre el cuidado que requiere poner a la luz pública actos en

que se vean involucrados familiares pero también en forma especial, hacen mención

cuando hay menores de edad involucrados en los asuntos expuestos.

Lo que resulta también relevante para esta reflexión es la evidente noción de la falta de

veracidad que en ocasiones se presentan los contenidos y el trato vejatorio como recurso

dentro de la historia que cuentan.

Atendiendo a estos antecedentes presentados conforme a estos estudios, es posible dar

cuenta que el público que ve la farándula está lejos de ser pasivo e ingenuo, es decir, es un

acto en el que los sujetos se exponen desde una dinámica en la que existe conciencia del

proceso que implica el acto receptivo del que son partícipes. Y no son sujetos sin

conciencia de lo que ven, como tiende a pensarse de este tipo de consumo televisivo.

Pareciera que también responde a un aspecto de la fragmentación de la que son parte

como sujetos de una sociedad espectacularizada, y como dice Martín Barbero (1999)

puede responder a las actuales formas de interacción donde la televisión, entre las

narrativas ofrece ésta, y también permite instancias desde donde mirarse. Así como las

telenovelas ocupan un determinado influjo, nunca el mismo que tuvieron en América

Latina en los inicios de la TV y de los que hubo asombro y detractores por las influencias

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que esto podía generar entre las dueñas de casas, sin embargo, fueron los estudios

arraigados en comprender cuáles fueron los procesos comunicativos implicados desde

que constituyeron el género.

En la actualidad se está ante un conjunto de conversaciones que claramente delimitadas

por los sujetos, invaden la cotidianeidad sin quitar peso a los otros ámbitos de la vida y si

bien se puede cuestionar con bastante evidencia, la calidad de este tipo de producción,

como narrativa ayudan a construir conversaciones.

La farándula: un fondo ambivalente y poco explorado de las acciones cotidianas

La concepción de que el consumo de la farándula está instalada entre las prácticas sociales

de los sujetos y que está entretejida en la cotidianeidad, recupera la idea de un público

que evidencia capacidades críticas cuando ve televisión, es decir, es importante señalar

que en el caso de la afición de la farándula, es un consumo sin atención, con un sentido de

conversaciones acerca de lo público de las que no deja de ser crítico. Está lejos de ser un

contenido que vacía a las personas. En este caso, la exigencia de la audiencia en general es

que no quiere que exista tanta farándula, porque sabe que la TV puede ofrecerle mayor

diversidad de representaciones. El sistema de producción al que recurre la industria para

generar contenidos la televisión, no implica de ningún modo un vaciamiento en las

personas.

Entre las consecuencias del establecer un mundo del espectáculo, con su preminencia de

imágenes por sobre un discurso racional, pareciera que termina por desplazar el sentido

del espacio público que siempre se le había asignado a la televisión. La TV por naturaleza

fue concebida como un servicio con un rol profundamente social, al tener por objetivos

informar, educar y entretener (Eco, 1990). La televisión ha fragmentado sus discursos y ha

generado estructuras narrativas auto-referenciales, ha generado, también un

desplazamiento en las audiencias para ponderar, con mayor intención la dimensión

emotiva y se ha centrado en ésta como un espacio preferente para la entretención. La

falta de valor que tiene en términos sociales este tipo de información entre las personas, y

su ambivalente, pero insistente presencia en los medios, da cuenta más bien de una

pérdida del sentido del espacio público y un desplazamiento hacia una lógica de la

industria que quiere alcanzar nichos que buscan relajarse o solamente entretenerse, y

abordan estas temáticas que no demandan mayores disposiciones reflexivas, ni analíticas.

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El espacio de la farándula se constituye así en un espacio que ofrece un telón de fondo

para las acciones cotidianas.

Existe entonces una forma en la narrativa de la actual televisión, en que articula un relato

auto-referencial, y que connota un sentido difuso en sus formas de producción, porque

aquellos formatos que tradicionalmente han sido producidos para presentar contenidos

más livianos, dando cuenta del espectáculo, reverberan en toda la espectacularización con

la que la misma televisión trabaja para seducir y mantener la atención de sus audiencias.

Ahora bien y atendiendo a todas estas consideraciones, la farándula en Chile corresponde

a un formato que impone un adjetivo y que termina por convertirse en una forma

particular en que son tratados algunos contenidos al interior de la televisión, y se

extiende en general a una forma liviana de producir televisión, pero que también permite

referirse   a   la   realidad,   como   si   esta   se   presentara   de   manera   “farandulizada”.   Este  fenómeno es una consecuencia a la que no se intenta responder como parte del

fenómeno, pero que si explica la visión negativa del concepto y expresa el resultado de la

forma en que las personas reconocen en la realidad aspectos de la banalización y donde

pareciera que el único fin es pasarlo bien, actitud que se ha ido enraizando como parte de

la cultura actual, donde parece existir un afán por el entretenimiento dejando sin

contemplación aquello que también dice de dolor, misterio y frustración (Vargas Llosa,

2009).

Atender a los aficionados de la farándula permite comprender las formas que adquieren

las actuales audiencias, las que siguen estando arraigadas a consumos mediados por las

rutinas familiares o a consumos individualizados, instalados en la rutina diaria, pero que se

conecta con contenidos desde la oferta limitada que le ofrece el sistema mediático, y la

irrenunciable relación entre medio y audiencia, formas de consumo incorporadas como

parte de una oferta que se disfraza de novedad pero que responde a relaciones re-

significadas en tiempos actuales.

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