21
La sombra del cóndor Miguel Aranguren

La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

  • Upload
    others

  • View
    5

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

La sombra del cóndorMiguel Aranguren

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 1

Page 2: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 6

Page 3: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

Lo más agradable del día era pasear por el puebloantes de la cena. Las calles estaban desiertas y casitodas las noches el cielo se presentaba despejado

y se podía ver la infinitud de las estrellas, que en losAndes emanan una luz pálida y fría. Él no entendía deconstelaciones, así que no podía precisar cuál era lamítica Cruz del Sur, aunque barruntaba las líneas ima-ginarias que unían aquel lucero con el de más abajo, ycon el de la derecha y el de la izquierda.

Aquella noche la luna pendía del firmamento encuarto creciente, dándole a las montañas un refulgir decarbón, plateando los riscos, las calles, la plaza y lostejados. Estaba aquella aldea rodeada de una naturalezamineral y agreste, una naturaleza antítesis del Edén,porque en la sierra no abundan ni la vegetación ni losanimales, sino la aridez y la piedra.

A lo largo del día el sol discurría con sigilo, aunquedurante algunas horas apretase hasta caldear los muros delas viviendas, pero eran la sombra y el frío los dueños deaquella cordillera; como planta trepadora se extendían

7

I

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 7

Page 4: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

por los recovecos del paisaje. Sólo el hombre de lasalturas, solitario y duro, calentaba con su existencia lagrama amarilla de aquellas regiones.

Paco Peláez caminaba pausado, con el poncho ceñidoa su cuerpo. Al respirar, el oxígeno helado barría sus pulmo-nes como las olas limpian de tierra el caparazón de lasrocas. Por las noches le dolían las piernas como si se leclavasen miles de alfileres, consecuencia de la debilidadde su constitución frente a la altitud; era la protesta desus músculos por la jornada de trabajo. También sentíapesadez en las manos, encallecidas desde hacía meses,una pesadez consecuencia del esfuerzo empleado en elproyecto que habían venido a realizar.

Pasó por debajo de la arcada que une la calle princi-pal con la plaza de armas, se detuvo, cerró los ojos ydejó caer la cabeza sobre la nuca para disfrutar del silen-cio. En ese momento no había chiquillos que le atosi-garan solicitándole que los lanzara por los aires o queles diese vueltas como si fuesen peleles de trapo. Losniños le veían como a un gigante, un cíclope bonachóny carnoso con la fuerza de una mula, y a él le gustabaesa admiración espontánea, aunque tras la brega en elproyecto apenas le quedasen fuerzas para satisfacer a lainsaciable chiquillería.

Entornó los párpados mientras intentaba apresaralgún sonido en aquella inmensidad, residencia de dio-ses, que sólo se dejaban escuchar en el leve canto de unave montaraz, en una piedra que se desprende allá arribao en el rumor del aire que frota las hojas de los eucalip-tos, sonidos que adquirían otra dimensión, la del diálogodel exterior del planeta con el corazón de la sierra.

8

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 8

Page 5: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

A esas horas, el relente empezaba a cubrir todas lassuperficies. Paco se sorbió la nariz antes de alcanzar lasescaleras de la torre del campanario. Contempló las placasde adobe que el viento había arrancado durante los últi-mos días. La iglesia estaba levantada con barro y paja,como todas las construcciones de Saimiri, que ya no uti-lizaban brezo seco para las techumbres sino planchas dezinc. Entre las junturas de la espadaña crecían rastrojosgrises que se alimentan del polvo y de la liviana hume-dad del amanecer, y la escalera de madera por las quetrepaban los acólitos para tocar los tres avisos de la misaestaba desvencijada por los golpes del aire, que por lasnoches aúlla como un lobo monstruoso.

De pronto se acordó de los grillos de los jardines deZaragoza, que comienzan sus canturreos en el mes deabril. Zaragoza..., tuvo la impresión de que aquella ciudadno existía más que en sus recuerdos, que parecían tenermás de mil años porque su vida anterior, occidente, per-tenecía a otra existencia a pesar de que sólo se hubieransucedido cinco meses desde que vinieron a Perú.

La distancia con el resto del mundo no era sólosugestión. El pueblo más cercano a la aldea estaba acinco horas de cabalgadura. Desde allí corría una pistaentre las pendientes de las montañas, que conectabaen tres horas de automóvil con el primer poblado quedisponía de una estación de radio desde la que se podíahablar con San Vicente, la ciudad de la costa dondecomienza el ascenso hacia la cordillera.

Una manada de burros se abrigaba en la esquina queunía la iglesia con la escuela. Los animales de aquellosparajes andan sueltos y ellos mismos se ocupan de buscar

9

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 9

Page 6: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

pasto y recogerse a la noche a salvo de las asechanzas delpuma. Paco sabía que si en la plaza de armas en vez deburros hubiese encontrado llamas o alpacas, algún pas-tor de la puna cenaría con ellos en la tienda de doñaMaría. Al pensar en doña María se le abrió el apetito;por las chimeneas se deshacían hilachas de humo que lellevaron el aroma del cocido.

Era un joven metódico –había aprendido a serlodurante los años de universidad– y rara era la nocheque cambiaba el rumbo de sus paseos. Desde la casa dedoña María caminaba hasta la plaza, y desde allí hastael pequeño puente de piedra negra que divide elpoblado, inspirado en los modelos romanos de laPenínsula. El agua rugía bajo la arcada hacia los caño-nes y cortados que conducen, cientos de kilómetrosmás abajo, hasta la vega de Cañete y el mar. Se apoyócon los brazos en el petril y miró la luz anaranjada de losvanos de algunas casas recortadas contra las paredesmonolíticas de las cumbres. Era una luz cálida peropoco intensa, el refulgir del hogar donde cocinan lasfamilias de la sierra o la suave lumbrera de una lámpara depetróleo. Alzó la vista hacia las montañas, que lanzan alfirmamento las agujas de sus riscos. Aquel paisaje teníauna belleza espectral.

Un silbido le despertó de sus pensamientos. EraNacho Bellosillo, que emitía la señal convenida de que lacena estaba lista. Paco se incorporó y se envolvió con elponcho de alpaca antes de dirigirse, por la calle princi-pal, hacia el establecimiento de doña María.

Doña María se había convertido en la madre adop-tiva de los tres españoles. Era una mujer sin edad

10

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 10

Page 7: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

–resulta muy difícil determinar los años de los habitantesde la sierra una vez han pasado la adolescencia– queregentaba un pequeño restaurante en su propia casa,en el que daba de comer a los pastores que bajaban dela puna para vender algunas de sus cabezas en el mer-cado de Huancayo. Su marido poseía una porción deovejas y una punta de alpacas, y pasaba la mayor partedel año en las alturas a su cuidado. Pero como los ani-males no daban suficiente para mantener a los doshijos que estudiaban en Cañete, ella pechaba con elnegocio de la aldea, que además de restaurante eraposada y tienda de ultramarinos.

La posada, al igual que el resto del negocio, eramodesta, una habitación con cuatro catres rellenos delana en la que se albergaban los ingenieros. Cuando losespañoles llegaron a Saimiri pusieron alguna objeción alos colchones; las fundas que los envolvían habíancobijado a numerosos huéspedes antes que a ellos yparecía que la señora no las había lavado desde que lastejiera. Pero la estancia era agradable, el piso firme y elambiente seco. Cuando algún pastor recalaba en laposada, compartía la habitación con ellos; así aprendieronque los habitantes de la cordillera utilizan la mismaropa durante semanas, incluso para dormir.

Era el colmado el negocio más próspero de doñaMaría, aunque en la aldea hubiese cinco o seis tiendascomo la suya, pues en una curiosa economía de subsis-tencia las familias se compran entre sí los víveres que llegande la ciudad. El restaurante daba servicio a los ancianosque vivían solos y no tenían vista ni pulso para cocinar, alos que todas las mañanas, al amanecer, les ofrecía café

11

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 11

Page 8: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

de habas y mate de coca. También guisaba para los agricul-tores que pasaban la jornada en la chacra; desde hacíaunos años la juventud estaba emigrando a Lima y losmatrimonios se las veían con el campo y los ganados sinla ayuda de sus hijos, y a las mujeres no les quedabatiempo para cocinar. Miguelito, el hijo de don Alejan-dro, el dueño del telar, se ganaba unos céntimos yendoy viniendo de finca en finca con la comida que prepa-raba doña María, que también se encargaba de la ali-mentación de los españoles.

La cocina y el comedor eran la misma estancia, uncobertizo de madera que atufaba a queroseno. DoñaMaría trajinaba en una esquina del chamizo, y le ayu-daba otra mujer que llevaba el pelo recogido en dos tren-zas y tenía la fea costumbre de limpiarse las manos en losvuelos de su pollera, descolorida por la grasa. De las pare-des colgaban las cacerolas abolladas y los utensilios básicosde cocina con los que pelaban papas, oca y camote,mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo.

Las recetas de doña María no eran muy variadas,siempre guisado en el que, de tarde en tarde, flotaba unhueso de oveja con algunas tiras de carne, o uno de suspollos. Los domingos alegraba la mesa de los ingenie-ros con dulcísimos panqueques.

Además, la mujer desempeñaba el oficio de santera; seocupaba de barrer la iglesia después de la misa –que enSaimiri se celebraba cada dos semanas, cuando elpadrecito Trinidad subía de Chuchoca hacia la puna– yde mantener limpios y planchados los ornamentos litúr-gicos. Si algún vecino fallecía en ausencia del sacerdote,llamaban a doña María, que sabía los responsos de

12

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 12

Page 9: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

memoria y abastecía de alimentos las noches del velorio.Al amanecer del tercer día, abría la procesión hacia elcementerio, un pequeño camposanto bajo las copas delos eucaliptos.

El cobertizo estaba en el patio de la casa, donde doñaMaría criaba cómicas gallinas con penachos entre lacresta y sobre las patas, conejos de angora, pachos (queasí llaman a los corderos aún sin destetar) y cuy, los cone-jillos de indias que en España se utilizan en pruebas delaboratorio y que en aquellas altitudes son el más finomanjar de fiesta.

Con una manta sobre los hombros, amarrada con unprendedor de plata, portaba doña María la tetera, uncolador y las hojas de coca con las que hacía su yerbita.Disfrutaba contemplando el apetito insaciable de aquellosjóvenes venidos de tan lejos, que no perdonaban cadaamanecer dos huevos fritos mojados en miga de pan.

Los tres habían terminado sus estudios a la vez, aunquePaco fuese mayor, pues la ingeniería le costó cuatro añosde propina. En Saimiri les trataban de usted, que es comohabla por lo común aquella gente, y aunque hubiesentranscurrido varios meses desde su llegada no dejaban deser una novedad en la aldea. Así, cuando comenzaban lajornada después del desayuno y se dirigían hacia la que-brada de Tulloquiro, las mujeres se detenían en el caminopara examinar el paso de los ingenieros sobre sus mulas,cargados con los instrumentos de trabajo. Los niños veían enellos gente de otro mundo que hablaban de una maneraruda, con un lenguaje que no terminaban de comprender yen el que abundaban las palabras mal sonantes que, poraquellos parajes, sólo utilizan las rameras y los locos.

13

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 13

Page 10: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

Nacho Bellosillo era de complexión atlética y lucíauna melena que solía recogerse en una coleta. Tirandoa rubio, su cabello era un imán para los ojos de lasmuchachas del pueblo, que le encontraban calcado alos cantantes extranjeros que aparecían en los postersque llegaban de la ciudad. Nacho se equipó durante lasprimeras semanas con ropa propia del clima extremode Saimiri, chompas de alpaca y un gorro de lana queunía a sus vaqueros gastados y a unas botas chiruca.Había aterrizado en América con la cabeza cargada detópicos y mientras faenaba le daba por canturriar versosde Víctor Jara. Desde los primeros momentos se inte-resó por la guerrilla terrorista que aún vagaba por lacordillera, despertando el pánico en las aldeas. A causade la política discutía a menudo con Paco, que no secansaba de repetirle que el sistema comunista habíafracasado en todo el mundo, mas el joven de la coletainsistía en la opresión cultural que sufrían los campesinosperuanos, y ponía como ejemplo que en Saimiri yTacutaco sólo el maestro sabía leer y escribir.

–Revolución Paco, esto clama revolución. Recuerdalas barriadas nobles de Lima: las casas, las haciendas, eldespilfarro..., mientras la mayoría del país vive en con-diciones de extrema pobreza.

–Déjate de leches panfletarias. Lo que necesitan esdesarrollo económico y social, y a eso hemos venido.

Se hizo amigo de un grupo de jóvenes que admira-ban a Mariátegui, Abimael Guzmán y a otros líderesmarxistas, a los que leía crónicas de las escaramuzas delChé por Bolivia. Con ellos organizó un equipo de fútbolcuyo nombre homenajeaba al guerrillero argentino.

14

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 14

Page 11: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

Los fines de semana retaban a los equipos de otros pueblosde la comarca y conferían a las victorias deportivas uncarácter simbólico, el de la reconquista de un nuevo Perú.

–A éste sólo le falta aprender a soplar el tullo–le comentóPaco de chirigota a Tomás Martín, el otro ingeniero.

Y aprendió. Con una dedicación paciente logróhacer sonar la flauta andina de cilindros verticales, cuyosonido evoca una queja añorante.

Tomás Martín se dejó de afeitar el primer día queestuvo en Perú, y a lo largo de los cinco meses le habíacrecido una barba oscura y desigual a la que acompañabansus cejas espesas y el pelo enmarañado. No practicabaningún deporte, al contrario que Nacho, y aprovechabael tiempo libre para leer novelas que trajo de España opara charlar con los vecinos, pues le interesabansobremanera las tradiciones incas.

Acompañado de don Virgilio, la máxima autoridadde la aldea, los domingos subía las laderas del oeste; ados horas de ascensión había unas ruinas incaicas.Sabía por boca de don Virgilio que habían sido expolia-das por los caza–tesoros que se pasean a lo largo yancho de la geografía peruana en busca de piezasarqueológicas que después venden en el mercadonegro. Los expoliadores se habían llevado poca cosa:vasijas y mantos mortuorios en mal estado de conser-vación, así que cuando Tomás se asomó por vez pri-mera a aquella atalaya de piedras amontonadas, alpoco de escarbar encontró un par de huesos humanostallados como flautas. Cargado de paciencia, removía laarena de las tumbas mientras don Virgilio charlaba envoz baja sobre las costumbres de carácter pre–hispánico

15

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 15

Page 12: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

que aún se vivían en la aldea. La perseverancia lerecompensó con trozos de cerámica que, si biencarecían de valor económico, pensaba conservaren homenaje a los más de quinientos años delasentamiento.

A Paco no le interesaban ni la arqueología ni el fútbol,así que dedicaba el tiempo libre a escribir a su novia y aaprender a cabalgar, un reto para su pesado físico y suamor propio. Había descubierto en Perú una afición porlos animales que en Zaragoza no se le había manifestado, yen cuanto podía subía a los lomos de un caballo para trotarpor los potreros. Otras veces, llamaba a la puerta de donAlejandro para que le mostrase los secretos del hilado. Apesar de que para conseguir una prenda decente habíaque estar familiarizado con aquellas ruecas y telares arte-sanos, se empeñó en tejer un jersey para Berta, y utilizaba ala hija del hilandero como maniquí. Por más que se afa-naba, tejía y deshacía, al final de cada sesión aquella piezasólo servía para una persona de físico deformado. La Julino podía reprimir la risa al verse dentro de aquel cha-leco que no le permitía separar los brazos del cuerpo yque, por el frente, no le cubría más allá del ombligo.

Pese a sus diferentes aficiones, los tres jóvenes forma-ban un equipo unido de trabajo en el que cada uno cum-plía con responsabilidad. Así lo apreció Germán Cotelo,profesor de la Escuela de Ingenieros Industriales, cuandose desplazó desde Zaragoza con el fin de controlar la marchadel proyecto que los muchachos tenían encomendado, laconstrucción de una pequeña presa hidráulica que abas-teciese de energía eléctrica a aquellas dos comunidadesde la cordillera de los Andes.

16

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 16

Page 13: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

A su regreso a España presentó un informe a laempresa eléctrica que subvencionaba aquella laborhumanitaria de Caminos del Sur, la oenegé que con-trató a los recién titulados, cuyo asesor era el propioCotelo. Pero los ingenieros no habían sido selecciona-dos por capricho del que había sido su maestro en laasignatura de Campos y Ondas; Germán los habíaescogido entre los mejores alumnos que se habíanpresentado a una prueba, en la que manifestaron suinterés de viajar a Perú en las condiciones que ofre-cía la oenegé: vivir en una localidad remota del paísandino durante una estancia superior a doce meses(tiempo que se estimaba suficiente para realizar conéxito el proyecto), cobrando el dinero indispensablepara solventar los gastos de traslado, residencia yalimentación.

Cuando los tres conocieron el fallo, dedicaron elmes de julio –una vez concluidos los exámenes finalesde licenciatura– a estudiar el proyecto en la sede deCaminos del Sur, donde Germán Cotelo había acumu-lado la documentación referida a la central eléctrica.Todo había comenzado en noviembre, cuando recibióuna carta sellada en Perú con la firma de don VirgilioCordero Arancibia, alcalde de las comunidades de Sai-miri y Tacutaco. Estaba escrita en un castellano pro-saico y cargado de faltas de ortografía. Con el trazoapretado sobre el papel, don Virgilio describía la situa-ción en la que se desenvolvía la vida de los doscientoscincuenta habitantes de aquella región de los Andesolvidada de la mano del gobierno, que ni siquiera lessuministraba energía eléctrica.

17

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 17

Page 14: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

Aquel alcalde iletrado narraba cómo las aguas del ríoque surcaba sus aldeas estaban envenenadas a causa deuna mina de plata que explotaba una empresa al otrolado del cerro, aguas que ni siquiera les servían parapescar o regar los campos de labranza, razón por la cual seveían obligados a recurrir a un sistema de acequias de laépoca del imperio incaico, que suministraba el aguadesde una laguna del altiplano. Don Virgilio solicitabaa Caminos del Sur la ayuda de un ingeniero que idease laforma de aprovechar la corriente del río contaminadopara generar energía eléctrica, ya que a Saimiri y Tacu-taco no subían los postes de los pueblos vecinos nibajaban los de la mina.

Aunque pudiese parecer extraño que don Virgiliosupiese de la dirección de Caminos del Sur, sucede que enambientes necesitados, la existencia de fuentes de ayudacorre como el fuego, a pesar de que Saimiri y Tacutacoestuviesen aisladas del mundo por su complicado enclavegeográfico. Como no existe en Perú funcionario de correosque trepe hasta las cumbres, Germán Cotelo le contestó a unapartado postal de San Vicente, solicitándole informa-ción más precisa de las penurias de las comunidades.Don Virgilio devolvió la misiva en cinco semanas, estavez acompañada por planos de la orografía del lugar yuna descripción detallada de los componentes mineralesde la tierra. Añadió unas fotografías para que el profesorcomprendiera las dificultades que entrañaban aquellasmontañas para desarrollar el proyecto. Germán esbozócon aquel material, en diferentes planos, la que podría seruna pequeña central hidroeléctrica que generase energíapara satisfacer a aquellos humildes vecinos.

18

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 18

Page 15: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

Quedaban por resolver dos problemas: cómo costea-ría Caminos del Sur la obra y quién la ejecutaría. Ger-mán no conocía ingenieros peruanos y por más quepreguntó entre el claustro de la Escuela, ningún colegaestaba dispuesto a trasladarse tan lejos durante tantotiempo para trabajar con tan pocos recursos, ya quedon Virgilio insistía en sus misivas que las comunida-des no podían ofrecer dinero, aunque pondrían a dis-posición de quien llevase a cabo el proyecto más dedoscientos cincuenta brazos, los de los ciento veinti-cinco adultos –hombres y mujeres– que vivían en lasdos aldeas.

Con la lectura del material que había recopilado elprofesor Cotelo, Paco, Nacho y Tomás se enteraron deque el trabajo comunitario forma parte de la idiosincra-sia de la gente que puebla los Andes peruanos. Desdetiempo inmemorial (la historia fundamentada en escri-tos comienza a partir de la llegada de los españoles), loscampesinos se organizan en grupos de labor en común,los ayllus, para la realización de tareas de las que sebeneficia todo el pueblo. Una parte proporcional de laschacras de cultivo es de todos, al igual que un cupo delas cosechas, de los ganados y de sus derivados: leche,carne, lana y cuero. A su vez, las mejoras de cada aldease llevan a cabo mediante el esfuerzo de los vecinosque, por turnos, prestan sus servicios como obreros deconstrucción, peones camineros o canalizadores deríos. Las mujeres participan en tareas domésticas, puesse juntan para hilar con la lana de las alpacas y las ovejascomunales, o para recolectar miel e incluso cuidar a losniños más pequeños, a los que reúnen en una de las

19

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 19

Page 16: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

viviendas de la aldea mientras los padres suben a faenara sus predios. Muchas aldehuelas cuentan con uncomedor popular donde se cocina el rancho de quienestrabajan en las alturas la sementera común, y durantelas fiestas patronales las señoras guisan el sancochado yla chicha, que después todos beben durante las horasde jauja hasta que caen rendidos de puro ebrios.

A pesar de que no se trataba –ni por asomo– de unequipo de obreros cualificados, Germán entendió quecontaba con el peonaje de la obra. Y si entre los profe-sores y profesionales de Zaragoza no había quien qui-siera marcharse a Perú para realizar aquel proyectohumanitario, intuyó que entre sus alumnos del últimocurso habría dos o tres jóvenes dispuestos a vivir su pri-mera experiencia profesional como una aventura. Asíse lo comunicó al rector de la Escuela, al que solicitópermiso para realizar una convocatoria pública a la que sepresentaron más de sesenta estudiantes, entre los queseleccionó a Paco, Nacho y a Tomás por la idoneidad de suscurrículos y cierta apreciación de su calidad humana. Lapuesta en marcha de la presa les serviría como proyectofinal de carrera con una calificación segura de cumlaude. Con un seguimiento trimestral del trabajo de losmuchachos, la presa podría estar lista en menos de unaño, y en siete meses se encenderían las primeras bom-billas de Saimiri y Tacutaco. El profesor Cotelo realizaríatres visitas de seguimiento, ya que sus obligacionesfamiliares –era padre de cuatro niños– le exigían per-manecer en Zaragoza.

Quedaban por solventar los millones de pesetas conlos que costear los materiales de la obra, el viaje y la

20

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 20

Page 17: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

estancia de los ingenieros. Para sorpresa de Cotelo,los profesores de la Escuela promovieron una recau-dación de fondos en la que participaron alumnos,bedeles y la totalidad del claustro. El resultadosuperó las expectativas de Germán, pues no sólo ledonaron una importante suma, sino que los infor-mativos hicieron eco del proyecto en radio, prensa ytelevisión, así como de la labor solidaria de Cami-nos del Sur.

Con aquel aval de dinero y publicidad, Germáncaptó el interés de una empresa eléctrica que teníaentre sus metas comenzar negocios en Perú. A susdirectivos les interesaba participar como reclamo paralos futuros accionistas del otro lado del océano, quedescubrirían en la compañía no sólo un valor seguro deinversión sino un canal de colaboración con la poblaciónmás necesitada del país.

Paco Peláez soñaba desde hacía años con unaaventura que contrarrestara la monotonía de suvida de estudiante. Su esfuerzo por licenciarse enaquel mes de junio coincidió con el anuncio por elque el profesor Cotelo solicitaba voluntarios para elproyecto de Caminos del Sur. Ni siquiera lo con-sultó con su novia, Berta, de la que estaba ciega-mente enamorado a pesar de la rutina (desde hacíaseis años se veían a la hora del almuerzo en el comedorde la universidad y tomaban por las noches una cer-veza en el bar de un amigo común), y que le hablabacon insistencia del día de la boda una vez Paco consi-guiera el diploma; antes de que pudiera montarle unnúmero, entregó el pliego de su candidatura.

21

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 21

Page 18: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

Su elevado peso le había dispensado del serviciomilitar y, si aprobaba los últimos exámenes, se encon-traría de pronto con todo el tiempo libre de obligacio-nes. Berta anhelaba aquel momento, pues suponía quePaco buscaría trabajo para acelerar el matrimonio, pero élrepudiaba que los acontecimientos se sucedieran conuna precisión matemática: final de carrera, primerempleo, ahorros, hipoteca para el piso y boda. ¿Por quéno conferir a su vida alguna irregularidad, algún matizque enriqueciera el gris transcurrir de los días frente alos manuales y a la calculadora? Necesitaba un cambio,un destino desconocido lejos de Zaragoza.

Así que no atendió al fin solidario del viaje hasta queleyó los archivos del proyecto en la sede de Caminosdel Sur. Había tenido la mente tan enladrillada por lasfórmulas y los teoremas, que no había caído en lacuenta de las dificultades de la construcción de la presa.Por aquel entonces, Berta había asumido la selecciónde Paco y el retraso –al menos en un año– de sus planesde vida en común. La noticia fue un acíbar entre la alegríade los últimos y definitivos aprobados de su novio,pero después se resignó, a pesar de recriminarle que nohubiese compartido con ella sus afanes de fuga haciaun mundo nuevo. Paco se admiró de la positiva reac-ción de Berta, que entendió lo que suponía para élhaber sido seleccionado entre más de sesenta candida-tos: desplegaría los conocimientos que durante sieteaños habían acoplado en su cabeza.

–Es una oportunidad de oro, mi amor –le comentómientras bebían unas cervezas–. Cuando regrese podrédemostrar a las empresas mi categoría como ingeniero;

22

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 22

Page 19: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

bastará con presentarles una memoria de la centralhidroeléctrica que vamos a construir para que me con-traten. Entonces nos casaremos.

Tomás Martín y Nacho Bellosillo se enteraron de losplanes del profesor Cotelo mientras desayunaban en laEscuela. Una compañera de clase vino con la noticia,que les sorprendió por lo novedoso, pues en los tablo-nes de la facultad habitualmente no se colgaban másque convocatorias de seminarios, viajes a esquiar, fies-tas nocturnas y aplazamientos de exámenes.

Tomás y Nacho eran alumnos brillantes que nohabían sufrido demasiadas dificultades para llegar alúltimo curso con el historial limpio de suspensos. Seconocieron en primero de carrera y juntos habíanaguantado la reconversión de los compañeros de clase,pues cada año se despedían los más atrasados y seunían aquellos de los cursos superiores que no pudie-ron completar el repóquer de aprobados. La propuestadel cum laude como calificación del proyecto era unabuena guinda a su carrera, y no tardaron en rellenar lassolicitudes.

Estrecharon la mano con Paco Peláez en las oficinasde Caminos del Sur. Antes, cada uno de ellos se habíareunido por separado con Germán Cotelo, que estabaempeñado en despertarles un afán humanitario más alládel reto profesional, pues la labor que iban a desempeñarcambiaría sustancialmente la vida de las familias quehabitaban aquellas comunidades de los Andes.

–Con la energía que les proporcionaréis, los vecinosde Saimiri y Tacutaco conocerán las ventajas de la luzeléctrica y no estarán obligados a vivir al ritmo del sol.

23

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 23

Page 20: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

Podrán sacar agua del río con la ayuda de un pequeñomotor, cocinar, escuchar la radio, calentarse y hasta ver latelevisión, si es que llegan hasta allí la señales de losrepetidores de Lima.

Con las ventanas del piso de Caminos del Sur abier-tas de par en par para dejar correr una brisa que les des-pabilara del calor de julio, Paco, Nacho y Tomás estu-diaron casi de memoria cada una de las cartas y lainformación enviada por don Virgilio Cordero Aranci-bia, así como los estudios de aproximación que el pro-fesor Cotelo había trabajado a lo largo de aquellosmeses. Después inventariaron los materiales de cons-trucción que deberían solicitar en Lima, que completaríanlos que estaban comprando las comunidades con eldinero que Germán les había hecho llegar.

Analizaron con el profesor las etapas de construc-ción de la central: la búsqueda de una hondonada, laimpermeabilización del suelo, el desvío de las aguastorrentosas del río, el salto que crearía la energía y sutransformación en electricidad, el alzado del tendidoeléctrico y la distribución de los cables y las tomas encada una de las viviendas. Sobre la mesa de reunionesde la oenegé, los tres nuevos ingenieros abocetaron laplanta y el corte de la presa.

Antes de volar a Perú, firmaron un compromiso por elcual, durante el periodo que durase la construcción de lacentral hidroeléctrica, renunciaban a buscar otro trabajo ya regresar a España ni siquiera en tiempo feriado, con elfin de concluir el proyecto según el calendario.

La noticia del viaje fue acogida con alborozo por lasfamilias de los tres jóvenes. Nacho Bellosillo era hijo de

24

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 24

Page 21: La sombra del cóndor - Editexde cocina con los que pelaban papas, oca y camote, mientras se cocía el maíz, que allí llaman choclo. Las recetas de doña María no eran muy variadas,

un terrateniente de frutales que creyó que aquel contactodirecto de su hijo con la naturaleza y la soledad delcampo, le encenderían la afición por lo rural. A lo largo delos años de carrera, Nacho apenas había puesto un pieen el pueblo, porque la finca no le interesaba, mas elbeneplácito de los suyos facilitaba su marcha a Perú.

Los padres de Tomás Martín identificaron aquellaselección como un claro diferenciador entre su hijo y elresto de los alumnos de la Escuela. Detrás de la participa-ción de la compañía eléctrica que financiaba la aventuraadivinaban un contrato seguro para cuando Tomásvolviese a España, y alabaron su sensatez por optar a unproyecto de fin de carrera que tenía asegurada la máximacalificación.

Los de Paco, por su parte, eran personas sin muchasambiciones. No tenían fincas ni estudios. El trabajabacomo transportista en una factoría de colchones y ellase dedicaba al hogar después de muchos años comoempleada de limpieza en un hotel. Estaban orgullososde los frutos de su esfuerzo, pues todos sus hijos conocíanla universidad, aunque anhelaban que finalizaran sus estu-dios y encontrasen un empleo que a ellos les desahogara detanto sacrificio. Por ese motivo tardaron en comprender elsentido de aquel viaje. Paco no les ocultó que no cobraríamás allá de lo indispensable para mantenerse durantelos meses que iba a vivir en Perú; y si bien es cierto quedurante un año sería una boca menos en casa, habíaque prepararle una maleta bien equipada para aquellosparajes, lo que suponía un gasto imprevisto. Pero suhijo no tardó en convencerles con las mismas razonescon las que se ganó la voluntad de Berta.

25

La sombra del condor - int 6/10/09 16:00 Página 25