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Reportaje al escritor Martin Kohan
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Martín Kohan: “La teoría sirve para problematizar, no para resolver” Publicamos la siguiente entrevista a Martin Kohan, columnista habitual de La Izquierda Diario,
realizada por el periodista Mariano Pacheco. Reconocido narrador que supo transitar asimismo la
escritura del ensayo y la crítica literaria, Martín Kohan publicó recientemente El país de la guerra,
un libro en el que intenta pensar la historia argentina como historia de guerra, con sus héroes y sus
batallas. De Mitre a Walsh, de Belgrano a Aira, un recorrido por los siglos XIX, XX y los
prolegómenos del XXI.
Mariano Pacheco @Pachecoenmarcha
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Publicado por Eterna Cadencia a fines del año pasado, en
El país de la guerra, el último libro de Martín Kohan,
puede leerse una historia de la patria pensada como
historia de guerra, con sus héroes y sus batallas (y
también con sus ausencias). La historia del país, desde
sus inicios –e incluso antes, si se cuenta en su haber la
resistencia a las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807–
hasta los últimos tramos de la más reciente ofensiva
neoliberal. De Bartolomé Mitre a César Aira, pasando por
Domingo Faustino Sarmiento y Rodolfo Walsh, Manuel
Belgrano y Ernesto Guevara, para nombrar algunos pocos
–aunque emblemáticos– nombres propios que atraviesan
la narración, el ensayo.
Martín Kohan es escritor. Licenciado en Letras por la
Universidad de Buenos Aires, ejerce allí la docencia
como profesor de Teoría Literaria en la Facultad de
Filosofía y Letras y también en la Universidad de la
Patagonia. Ha publicado dos libros de cuentos, cuatro de
ensayos y diez novelas, entre la que se destaca Ciencias
morales (2007), ganadora del Premio Herralde de novela
en ese año y llevada al cine en 2009 con el título La
mirada invisible, bajo la dirección de Diego Lerman.
En este diálogo Kohan aborda un recorrido por su último
libro y, a partir de él, por el vínculo –siempre conflictivo–
, entre la narrativa y la política o, para decirlo al modo de
David Viñas, entre la literatura argentina y la realidad
política nacional.
Escritores, narrativas y batallas
La primera pregunta, desglosada en dos, tiene que ver en
realidad con algo que no está en el libro, porque tal vez
no está presente en la literatura argentina actual. Por eso
me pregunto –preguntándote– qué pasa con las narrativas
actuales, con las “estéticas de la época”, para tomar el
nombre del dossier de una revista que salió a las calles en
estos días.
–¿Hay una incapacidad de la literatura actual, de los últimos años, para hablar de los conflictos de la Argentina contemporánea? No digo representar, ni abordar las huellas de la dictadura en democracia sino los conflictos propios de estos últimos quince años.
–Personalmente no veo una incapacidad así en la
literatura actual. O no la veo como incapacidad, porque
no pretendo de la literatura que funcione como un reflejo
inmediato de su época (ni como documento, ni como
testimonio; ni siquiera como realismo). En algún
momento varios nuevos narradores parecían urgidos por
definirse, como generación literaria, a partir de la crisis
de diciembre de 2001; pero entiendo que esa voluntad no
se plasmó ni cuantitativa ni cualitativamente en libros que
solventaran esa autodefinición. Me parece que la
literatura encuentra sus mejores posibilidades cuando
establece mediaciones, cuando produce distancias
(incluso, o sobre todo, con lo inmediato). Puedo dar un
ejemplo: El trabajo, de Aníbal Jarkowski.
–¿Será que el peronismo perdió en la actualidad ese núcleo de dramatismo que tuvo entre 1945 y 1975, que inspiró tanto a escritores peronistas como antiperonistas (e incluso a quienes intentaron “zafar” de esa dicotomía, pero que entendían que por allí pasaba en gran medida el conflicto político del momento)?
–Me temo que el peronismo no perdió su dramatismo:
sigue produciendo violencia y muerte con relativa
frecuencia. Lo que no necesariamente implica guerra,
porque no todo dispositivo de violencia y muerte supone
que haya guerra; de ahí que en el libro yo no me haya
ocupado más que de lo que me ocupé, incluidas las
ficciones de guerra de lo que en rigor para mí no era
guerra, como Diario de la guerra del cerdo de Adolfo
Bioy Casares o La guerra de los gimnasios de César Aira,
ambas relacionadas con el peronismo en cada una de sus
coyunturas.
Literatura y coyunturas
Un poco en relación a las preguntas anteriores, o para
reforzar la inquietud, digo, sin llegar a ser batallas,
momentos de guerra en sentido estricto, desde diciembre
de 2001 a hoy se produjeron en la Argentina una serie de
conflictos, algunos muy violentos, en los que incluso
hubo muertos de por medio. Pocho Leprati (Rosario),
Maximiliano Kosteki y Darío Santillán (Avellaneda),
Mariano y Cristian Ferreyra (Barracas y Santiago del
Estero), Luciano Arruga (Lomas del Mirador). Otros con
menos dramatismo también marcaron a importantes
franjas de la población: Ley de Medios, conflicto entre el
gobierno nacional y las patronales agropecuarias. En el
libro llegas hasta algunos trabajo de Aira en los que logra
dar cuenta de una serie de fenómenos como el de los
cartoneros, en textos de 1993 (La Villa) y 2001 (La
guerra de los gimnasios), antes del estallido.
–¿No encontraste textos posteriores o te pareció que no lograban tener el grado de intensidad que sí tenían los otros con los que trabajaste?
–Yo traté, a lo largo de todo el libro, de no deslizarme
hacia la guerra en un sentido metafórico, porque entonces
casi no habría habido nada que no fuera pertinente para
mi trabajo. Por eso traté de ser muy preciso en la
delimitación del concepto de guerra que quería manejar,
de tal modo que no toda violencia cupiera en la
definición. Entonces, es cierto que no faltaron hechos de
violencia en la Argentina reciente, muchos muy graves;
pero no creo que debamos pensarlos en clave de guerra.
Como de hecho no me ocupé de la Patagonia rebelde, o
de la Semana trágica, o del bombardeo de Plaza de Mayo
en 1955, bajo ese mismo criterio.
–Después de haber trabajado la historia argentina –sobre todo desde una historia de la literatura nacional– pero también una amplia gama de conceptualizaciones sobre la guerra y la violencia (que puede rastrearse siguiendo los epígrafes, abundantes, que abren cada capítulo), ¿te parece
que las teorías de la guerra siguen aportando a pensar la literatura y la realidad política?
–Yo creo que sí, o por lo menos para mí resultaron
indispensables. Pero no porque establezcan un parámetro
fijo, sino porque componen un mapa diverso, con puntos
de vista que se contraponen, con discusiones explícitas o
subyacentes. La teoría a veces se invoca para que venga a
resolver lo que hará la lectura, y así es como se la aplica;
mi formación (el libro está dedicado a Josefina Ludmer)
tiene más que ver con la premisa de que la teoría sirve
para problematizar, no para resolver, y que bien empleada
no se presta a las aplicaciones.
Procesar la escritura
En épocas en donde parece primar cierto afán por la
instantaneidad y una “avidez de novedad” –para decirlo
con las palabras de Martín Heidegger– vos te dedicaste
varios años a investigar y trabajar sobre este tema.
–¿Qué es lo que más rescatas del proceso de producción que implicó el armado de este libro, después de tantos años?
–Lo que más satisfacción me produjo es haber podido
escribir textos críticos de la misma manera (con la misma
atención al lenguaje y a la forma) en que escribo textos de
ficción. No tengo dudas de que la crítica forma parte de la
escritura literaria, pero a veces parecemos más dispuestos
a enunciar esa premisa, con su correspondiente remisión a
Roland Barthes, más que a hacerla valer realmente en lo
que hacemos.
Mariano Pacheco. Escritor y periodista. Ha publicado
los libros De Cutral Có a Puente Pueyrredón, Darío
Santillán, el militante que puso el cuerpo, Kamchatka,
Nietzsche, Freud, Arlt y Montoneros silvestres (1976-
1983).