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La Tierra de Todos Por Vicente Blasco Ibáñez

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LaTierradeTodos

Por

VicenteBlascoIbáñez

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I

Como todas las mañanas, el marqués de Torrebianca salió tarde de sudormitorio,mostrando cierta inquietud ante la bandeja de plata con cartas yperiódicosqueelayudadecámarahabíadejadosobrelamesadesubiblioteca.

Cuandolossellosdelossobreseranextranjeros,parecíacontento,comosiacabasedelibrarsedeunpeligro.SilascartaserandeParís,fruncíaelceño,preparándoseaunalecturaabundanteensinsaboresyhumillaciones.Además,el membrete impreso en muchas de ellas le anunciaba de antemano lapersonalidaddetenacesacreedores,haciéndoleadivinarsucontenido.

Suesposa, llamada«labellaElena»,porunahermosura indiscutible,quesus amigas empezaban a considerar histórica a causa de su exageradaduración,recibíaconmásserenidadestascartas,comositodasuexistencialahubiese pasado entre deudas y reclamaciones. Él tenía una concepciónmásanticuadadelhonor,creyendoqueespreferiblenocontraerdeudas,ycuandosecontraen,hayquepagarlas.

Estamañana lascartasdeParísnoeranmuchas:unadel establecimientoquehabíavendidoendiezplazoselúltimoautomóvildelamarquesa,ysólollevaba cobrados dos de ellos; varias de otros proveedores—también de lamarquesa—establecidosencercaníasdelaplazaVendôme,ydecomerciantesmás modestos que facilitaban a crédito los artículos necesarios para lamanutenciónyampliobienestardelmatrimonioysuservidumbre.

Los criados de la casa también podían escribir formulando idénticasreclamaciones; pero confiaban en el talento mundano de la señora, que lepermitiría alguna vez salir definitivamente de apuros, y se limitaban amanifestarsudisgustomostrándosemásfríosyestiradosenelcumplimientodesusfunciones.

Muchasveces,Torrebianca,despuésdelalecturadeestecorreo,mirabaentorno de él con asombro. Su esposa daba fiestas y asistía a todas las másfamosasdeParís;ocupabanenlaavenidaHenriMartinelsegundopisodeunacasaelegante;frenteasupuertaesperabaunhermosoautomóvil;teníancincocriados… No llegaba a explicarse en virtud de qué leyes misteriosas yequilibriosinconcebiblespodíanmantenerélysumujerestelujo,contrayendotodos los días nuevas deudas y necesitando cada vez más dinero para elsostenimiento de su costosa existencia. El dinero que él lograba aportardesaparecía como un arroyo en un arenal. Pero «la bella Elena» encontrabalógicaycorrectaestamaneradevivir,comosifueseladetodaslaspersonasdesuamistad.

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Acogió Torrebianca alegremente el encuentro de un sobre con sello deItaliaentrelascartasdelosacreedoresylasinvitacionesparafiestas.

—Esdemamá—dijoenvozbaja.

Yempezóaleerla,almismoqueunasonrisaparecíaaclararsurostro.Sinembargo,lacartaeramelancólica,terminandoconquejasdulcesyresignadas,verdaderasquejasdemadre.

Mientras iba leyendo, vio con su imaginación el antiguo palacio de losTorrebianca, allá en Toscana, un edificio enorme y ruinoso circundado dejardines. Los salones, con pavimento de mármol multicolor y techosmitológicospintadosalfresco,teníanlasparedesdesnudas,marcándoseensupolvorientapalidezlahuelladeloscuadroscélebresquelasadornabanenotraépoca,hastaquefueronvendidosalosanticuariosdeFlorencia.

ElpadredeTorrebianca,noencontrandoya lienzosniestatuascomosusantecesores, tuvo que hacer moneda con el archivo de la casa, ofreciendoautógrafosdeMaquiavelo,deMiguelÁngelyotrosflorentinosquesehabíancarteadoconlosgrandespersonajesdesufamilia.

Fuera del palacio, unos jardines de tres siglos se extendían al pie deamplias escalinatasdemármol con lasbalaustradas rotasbajo la pesadezdetortuosos rosales.Lospeldaños,decolordehueso, estabandesunidospor laexpansióndelasplantasparásitas.Enlasavenidas,elbojsecular,recortadoenforma de anchasmurallas y profundos arcos de triunfo, era semejante a lasruinas de una metrópoli ennegrecida por el incendio. Como estos jardinesllevabanmuchosañossincultivo, iban tomandounaspectodeselva florida.Resonaban bajo el paso de los raros visitantes con ecos melancólicos quehacían volar a los pájaros lomismo que flechas, esparciendo enjambres deinsectosbajoelramajeycarrerasdereptilesentrelostroncos.

La madre del marqués, vestida como una campesina, y sin otroacompañamiento que el de unamuchacha del país, pasaba su existencia enestos salones y jardines, recordando al hijo ausente y discurriendo nuevosmediosdeproporcionarledinero.

Sus únicos visitantes eran los anticuarios, a los que iba vendiendo losúltimos restos de un esplendor saqueado por sus antecesores. SiemprenecesitabaenviaralgunosmilesdelirasalúltimoTorrebianca,que,segúnellacreía,estabadesempeñandounpapelsocialdignodesuapellidoenLondres,enParís, en todas las grandes ciudadesde la tierra.Y convencidadeque lafortunaquefavorecióalosprimerosTorrebiancaacabaríaporacordarsedesuhijo,sealimentabaparcamente,comiendoenunamesitadepinoblanco,sobreel pavimento de mármol de aquellos salones donde nada quedaba quearrebatar.

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Conmovidoporlalecturadelacarta,elmarquésmurmuróvariasveceslamismapalabra:«Mamá…mamá.»

«Después demi último envío de dinero, ya no sé qué hacer. ¡Si vieses,Federico,quéaspectotieneahoralacasaenquenaciste!Noquierendarmeporellani lavigésimapartedesuvalor;peromientrassepresentaunextranjeroquedeseerealmenteadquirirla,estoydispuestaavenderlospavimentosylostechos,queesloúnicoquevalealgo,paraquenosufrasapurosynadiepongaen duda el honor de tu nombre. Vivo con muy poco y estoy dispuesta aimponermetodavíamayoresprivaciones;pero¿nopodréis túyElena limitarvuestrosgastos, sinperderel rangoqueellamereceporseresposa tuya?Tumujer,queestanrica,¿nopuedeayudarteenelsostenimientodetucasa?…»

El marqués cesó de leer. Le hacía daño, como un remordimiento, lasimplicidadconquelapobreseñoraformulabasusquejasyelengañoenquevivía.¡CreerricaaElena!¡Imaginarsequeélpodíaimponerasuesposaunavida ordenada y económica, como lo había intentado repetidas veces alprincipiodesuexistenciamatrimonial!…

LaentradadeElenaenlabibliotecacortósusreflexiones.Eranmásdelasonce,y ella iba adar supaseodiariopor la avenidadelBosquedeBoloniaparasaludaralaspersonasconocidasyversesaludadaporellas.

Se presentó vestida con una elegancia indiscreta y demasiado ostentosa,queparecíaarmonizarseconsugénerodehermosura.Eraaltaysemanteníaesbeltagraciasaunacontinuabatallaconelengrasamientodelamadurezyalosfrecuentesayunos.Sehallabaentrelostreintayloscuarentaaños;perolosmediosdeconservaciónqueproporcionalavidamodernaledabanesatercerajuventudqueprolongaelesplendordelasmujeresenlasgrandesciudades.

Torrebianca sólo la encontraba defectos cuando vivía lejos de ella. Alvolverla a ver, un sentimiento de admiración le dominaba inmediatamente,haciéndoleaceptartodoloqueellaexigiese.

SaludóElenaconunasonrisa,yélsonrióigualmente.Luegopusoellalosbrazos en sus hombrosy le besó, hablándole conun ceceodeniña, que eraparasumaridoelanunciodealgunanuevapetición.Peroestefraseopuerilnohabíaperdidoelpoderdeconmoverleprofundamente,anulandosuvoluntad.

—¡Buenosdías,micocó!…Mehelevantadomástardequeotrasmañanas;debo hacer algunas visitas antes de ir al Bosque. Pero no he queridomarcharmesinsaludaramimariditoadorado…Otrobeso,ymevoy.

Sedejóacariciarelmarqués,sonriendohumildemente,conunaexpresiónde gratitud que recordaba la de un perro fiel y bueno. Elena acabó porsepararsedesumarido;peroantesdesalirdelabibliotecahizoungestocomosirecordasealgodepocaimportancia,ydetuvosupasoparahablar.

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—¿Tienesdinero?…

Cesó de sonreír Torrebianca y pareció preguntarle con sus ojos: «¿Quécantidaddeseas?»

—Pocacosa.Algoasícomoochomilfrancos.

Unmodisto de la rue de la Paix empezaba a faltarle al respeto por estadeuda, que sólo databa de tres años, amenazándola con una reclamaciónjudicial.Alverelgestodeasombroconquesumaridoacogíaestademanda,fueperdiendolasonrisapuerilquedilatabasurostro;perotodavíainsistióenemplearsuvozdeniñaparagemircontonodulzón:

—¿Dices que me amas, Federico, y te niegas a darme esa pequeñacantidad?…

El marqués indicó con un ademán que no tenía dinero, mostrándoledespuéslascartasdelosacreedoresamontonadasenlabandejadeplata.

Volvióasonreírella;peroahorasusonrisafuecruel.

—Yopodríamostrarte—dijo—muchosdocumentos igualesaesos…Perotúereshombre,yloshombresdebentraermuchodineroasucasaparaquenosufrasumujercita.¿Cómovoyapagarmisdeudassitúnomeayudas?…

Torrebiancalamiróconunaexpresióndeasombro.

—Tehedadotantodinero…¡tanto!Perotodoelquecaeentusmanossedesvanececomoelhumo.

SeindignóElena,contestandoconvozdura:

—Nopretenderásqueunaseñorachicyque,segúndicen,noesfea,vivade un modomediocre. Cuando se goza el orgullo de ser el marido de unamujercomoyohayquesaberganareldineroamillones.

Lasúltimaspalabrasofendieronalmarqués;peroElena,dándosecuentadeesto,cambiórápidamentedeactitud,aproximándoseaélparaponerlasmanosensushombros.

—¿Porquénoleescribesalavieja?…Talvezpuedaenviarnosesedinerovendiendoalgunaantigualladetucaserónpaternal.

Eltonoirrespetuosodetalespalabrasacrecentóelmalhumordelmarido.

—Esaviejaesmimadre,ydebeshablardeellaconelrespetoquemerece.Encuantoadinero,lapobreseñoranopuedeenviarmás.

MiróElenaasuesposoconciertodesprecio,diciendoenvozbaja,comosisehablaseaellamisma:

—Estomeenseñaráanoenamorarmemásdepobretones…Yobuscaréese

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dinero,yaqueeresincapazdeproporcionármelo.

Pasóporsurostrounaexpresióntanmalignaalhablarasí,quesumaridoselevantódelsillónfrunciendolascejas.

—Piensaloquedices…Necesitoquemeaclaresesaspalabras.

Peronopudoseguirhablando.Ellahabíatransformadocompletamentelaexpresión de su rostro, y empezó a reír con carcajadas infantiles, almismotiempoquechocabasusmanos.

—Yasehaenfadadomicocó.Yahacreídoalgoofensivoparasumujer…¡Perosiyosólotequieroati!

Luegoseabrazóaél,besándole repetidasveces,apesarde la resistenciaque pretendía oponer a sus caricias. Al fin se dejó dominar por ellas,recobrandosuactitudhumildedeenamorado.

Elenaloamenazabagraciosamenteconundedo.

—Aver:¡sonríaustedunpoquito,ynoseamalapersona!…¿Deverasquenopuedesdarmeesedinero?

Torrebiancahizoungestonegativo,peroahoraparecíaavergonzadodesuimpotencia.

—No por ello te querré menos—continuó ella—. Que esperen misacreedores.Yoprocuraré salir de este apuro comohe salidode tantosotros.¡Adiós,Federico!

Ymarchódeespaldashacialapuerta,enviándolebesoshastaquelevantóelcortinaje.

Luego,alotroladodelacolgadura,cuandoyanopodíaservista,sualegríainfantil y su sonrisa desaparecieron instantáneamente. Pasó por sus pupilasunaexpresiónferozysubocahizounamuecadedesprecio.

Tambiénelmarido,alquedarsolo,perdiólaefímeraalegríaquelehabíanproporcionadolascariciasdeElena.Mirólascartasdelosacreedoresyladesumadre,volviendoluegoaocuparsusillónparaacodarseenlamesaconlafrenteenunamano.Todaslasinquietudesdelavidapresenteparecíanhabervueltoacaersobreéldegolpe,abrumándolo.

Siempre, enmomentos iguales, buscabaTorrebianca los recuerdos de suprimerajuventud,comosiestopudieraservirlederemedio.Lamejorépocadesuvidahabía sidoa losveinteaños, cuandoeraestudianteen laEscueladeIngenieros de Lieja. Deseoso de renovar con el propio trabajo el decaídoesplendor de su familia, había querido estudiar una carrera «moderna» paralanzarse por el mundo y ganar dinero, como lo habían hecho sus remotosantepasados. Los Torrebianca, antes de que los reyes los ennobleciesen

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dándoleseltítulodemarqués,habíansidomercaderesdeFlorencia,lomismoque losMédicis,yendoa las factoríasdeOrienteaconquistarsu fortuna.Élquiso ser ingeniero, como todos los jóvenes de su generación que deseabanuna Italia engrandecidapor la industria, así comoenotros siglos había sidogloriosaporelarte.

Al recordarsuvidadeestudianteenLieja, loprimeroqueresurgíaensumemoria era la imagen de Manuel Robledo, camarada de estudios y dealojamiento,unespañoldecarácterjovialyenergíatranquilaparaafrontarlosproblemasdelaexistenciadiaria.Habíasidoparaéldurantevariosañoscomounhermanomayor.Talvezporesto,enlosmomentosdifíciles,Torrebiancaseacordabasiempredesuamigo.

¡Intrépido y simpático Robledo!… Las pasiones amorosas no le hacíanperder su plácida serenidad de hombre equilibrado. Sus dos aficionespredominantes en el período de la juventud habían sido la buenamesa y laguitarra.

Devoluntadfácilparaelenamoramiento,Torrebiancaandabasiempreenrelacionesconunaliejesa,yRobledo,poracompañarle,seprestabaafingirseenamoradodealgunaamigadelamuchacha.Enrealidad,durantesuspartidasde campo con mujeres, el español se preocupaba más de los preparativosculinarios que de satisfacer el sentimentalismo más o menos frágil de lacompañeraquelehabíadeparadolacasualidad.

Torrebianca había llegado a ver a través de esta alegría ruidosa ymaterialista cierto romanticismo que Robledo pretendía ocultar como algovergonzoso. Tal vez había dejado en su país los recuerdos de un amordesgraciado. Muchas noches, el florentino, tendido en la cama de sualojamiento, escuchaba a Robledo, que hacía gemir dulcemente su guitarra,entonandoentredientescancionesamorosasdellejanopaís.

Terminados los estudios, se habían dicho adiós con la esperanza deencontrarsealañosiguiente;peronosevieronmás.TorrebiancapermanecióenEuropa,yRobledollevabamuchosañosvagandopor laAméricadelSur,siempre como ingeniero, pero plegándose a las más extraordinariastransformaciones, como si reviviesen en él, por ser español, las inquietudesaventurerasdelosantiguosconquistadores.

Detardeen tardeescribíaalgunacarta,hablandodelpasadomásquedelpresente;peroapesardeestadiscreción,TorrebiancateníalavagaideadequesuamigohabíallegadoasergeneralenunapequeñaRepúblicadelaAméricadelCentro.

Suúltimacartaeradedosañosantes.TrabajabaentoncesenlaRepúblicaArgentina, hastiado ya de aventuras en países de continuo sacudimiento

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revolucionario.Selimitabaaseringeniero,yservíaunasvecesalgobiernoyotrasaempresasparticulares,construyendocanalesyferrocarriles.Elorgullodedirigirlosavancesdelacivilizaciónatravésdeldesiertolehacíasoportaralegrementelasprivacionesdeestaexistenciadura.

GuardabaTorrebiancaentresuspapelesunretratoenviadoporRobledo,enelqueaparecíaacaballo,cubiertalacabezaconuncascoblancoyelcuerpocon un poncho. Varios mestizos colocaban piquetes con banderolas en unallanuradeaspecto salvaje,queporprimeravez ibaa sentir lashuellasde lacivilizaciónmaterial.

Cuando recibió este retrato, debía tener Robledo treinta y siete años: lamisma edad que él. Ahora estaba cerca de los cuarenta; pero su aspecto, ajuzgarporlafotografía,eramejorqueeldeTorrebianca.Lavidadeaventurasenlejanospaísesnolehabíaenvejecido.Parecíamáscorpulentoaúnqueensujuventud;pero su rostromostraba la alegría serenadeunperfecto equilibriofísico.

Torrebianca, de estatura mediana, más bien bajo que alto, y enjuto decarnes, guardaba una agilidad nerviosa gracias a sus aficiones deportivas, yespecialmente al manejo de las armas, que había sido siempre la máspredominante de sus aficiones; pero su rostro delataba una vejez prematura.Abundabanenéllasarrugas;losojosteníanensuvérticeunfruncimientodecansancio; los aladares de su cabeza eran blancos, contrastándose con elvértice, que continuaba siendo negro. Las comisuras de la boca caíandesalentadas bajo el bigote recortado, con unamueca que parecía revelar eldebilitamientodelavoluntad.

EstadiferenciafísicaentreélyRobledolehacíaconsiderarasucamaradacomounprotector,capazdeseguirguiándolelomismoqueensujuventud.

Alsurgirensumemoriaestamañanalaimagendelespañol,pensó,comosiempre: «¡Si le tuviese aquí!… Sabría infundirme su energía de hombreverdaderamentefuerte.»

Quedó meditabundo, y algunos minutos después levantó la cabeza,dándosecuentadequesuayudadecámarahabíaentradoenlahabitación.

Seesforzóporocultar su inquietudal enterarsedequeun señordeseabaverle y no había querido dar su nombre. Era tal vez algún acreedor de suesposa,quesevalíadeestemedioparallegarhastaél.

—Parece extranjero—siguió diciendo el criado—, y afirma que es de lafamiliadelseñormarqués.

Tuvo un presentimiento Torrebianca que le hizo sonreír inmediatamentepor considerarlo disparatado. ¿No sería este desconocido su camarada

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Robledo, que se presentaba con una oportunidad inverosímil, como esospersonajesdelascomediasqueaparecenenelmomentopreciso?…PeroeraabsurdoqueRobledo,habitantedelotro ladodelplaneta, estuviesepronto adejarsevercomounactorqueaguardaentrebastidores.No.Lavidanoofrececasualidadesdetalespecie.Estosóloseveenelteatroyenloslibros.

Indicó con un gesto enérgico su voluntad de no recibir al desconocido;peroenelmismoinstanteselevantóelcortinajedelapuerta,entrandoalguienconunaplomoqueescandalizóalayudadecámara.

Era el intruso, que, cansado de esperar en la antesala, se había metidoaudazmenteenlapiezamáspróxima.

Seindignóelmarquésantetalirrupción;ycomoeradecarácterfácilmenteagresivo,avanzóhaciaélconaireamenazador.Peroelhombre,quereíadesupropioatrevimiento,alveraTorrebiancalevantólosbrazos,gritando:

—Apuestoaquenomeconoces…¿Quiénsoy?

Lemiró fijamente el marqués y no pudo reconocerlo. Después sus ojosfueronexpresandopaulatinamenteladudayunanuevaconvicción.

Teníalatezobscurecidaporladoblecausticidaddelsolydelfrío.Llevabaunosbigotescortos,yRobledoaparecíaconbarbaentodossusretratos…Perode pronto encontró en los ojos de este hombre algo que le pertenecía, porhaberlovistomuchoensujuventud.Además,sualtaestatura…susonrisa…sucuerpovigoroso…

—¡Robledo!—dijoalfin.

Ylosdosamigosseabrazaron.

Desapareció el criado, considerando inoportuna su presencia, y pocodespuéssevieronsentadosyfumando.

Cruzabanmiradasafectuosaséinterrumpíansuspalabrasparaestrecharselasmanosoacariciarselasrodillasconvigorosaspalmadas.

La curiosidad delmarqués, después de tantos años de ausencia, fuemásvivaqueladelreciénllegado.

—¿VienespormuchotiempoaParís?—preguntóaRobledo.

—Porunosmesesnadamás.

Después de forzar durante diez años el misterio de los desiertosamericanos, lanzandoa travésdesuvirginidad, tanantiguacomoelplaneta,líneasférreas,caminosycanales,necesitaba«darseunbañodecivilización».

—Vengo—añadió—paraver si los restoranesdeParís siguenmereciendosuantiguafama,ysilosvinosdeestatierranohandecaído.Sóloaquípuede

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comerseelBriefresco,yyotengohambredeestequesohacemuchosaños.

Elmarqués rio. ¡Hacer un viaje de tresmil leguas demar para comer ybeberenParís!…SiempreelmismoRobledo.Luegolepreguntóconinterés:

—¿Eresrico?…

—Siempre pobre—contestó el ingeniero—. Pero como estoy solo en elmundoynotengomujer,queeselmáscarodeloslujos,podréhacerlamismavida de un gran millonario yanqui durante algunos meses. Cuento con losahorrosdevariosañosdetrabajoalláeneldesierto,dondeapenashaygastos.

MiróRobledoentornodeél,apreciandocongestosadmirativosellujosoamuebladodelahabitación.

—Túsíqueeresrico,porloqueveo.

La contestación del marqués fue una sonrisa enigmática. Luego, estaspalabrasparecierondespertarsutristeza.

—Háblame de tu vida—continuó Robledo—. Tú has recibido noticiasmías;yo,encambio,hesabidomuypocodeti.Debenhaberseperdidomuchasdetuscartas,loquenoesextraordinario,pueshastalosúltimosañosheidodeunlugaraotro,sinecharraíces.Algosupe,sinembargo,detuvida.Creoquetecasaste.

Torrebiancahizoungestoafirmativo,ydijogravemente:

—Mecaséconunadamarusa,viudadeunaltofuncionariodelacortedelzar… La conocí en Londres. La encontré muchas veces en tertuliasaristocráticas y en castillos adonde habíamos sido invitados. Al fin noscasamos,yhemos llevadodesdeentoncesunaexistenciamuyelegante,peromuycara.

Calló un momento, como si quisiera apreciar el efecto que causaba enRobledo este resumen de su vida. Pero el español permaneció silencioso,queriendosabermás.

—Comotúllevasunaexistenciadehombreprimitivo, ignorasfelizmenteloquecuestavivirdeestemodo…Hetenidoquetrabajarmuchoparanoirmea fondo, ¡y aun así!…Mi pobre madre me ayuda con lo poco que puedeextraerdelasruinasdenuestrafamilia.

Pero Torrebianca pareció arrepentirse del tono quejumbroso con quehablaba.Unoptimismo,quemediahoraanteshubieseconsideradoabsurdo,lehizosonreírconfiadamente.

—Enrealidadnopuedoquejarme,puescuentoconunapoyopoderoso.Elbanquero Fontenoy es amigo nuestro. Tal vez has oído hablar de él. Tienenegociosenlascincopartesdelmundo.

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MoviósucabezaRobledo.No;nuncahabíaoídotalnombre.

—Esunantiguoamigodelafamiliademimujer.GraciasaFontenoy,soydirectordeimportantesexplotacionesenpaíseslejanos,loquemeproporcionaunsueldorespetable,queenotrostiemposmehubieseparecidolariqueza.

Robledo mostró una curiosidad profesional. «¡Explotaciones en paíseslejanos!…» El ingeniero quería saber, y acosó a su amigo con preguntasprecisas. Pero Torrebianca empezó a mostrar cierta inquietud en susrespuestas.Balbuceaba,almismotiempoquesurostro,siempredeunapalidezverdosa,seenrojecíaligeramente.

—Son negocios en Asia y en África: minas de oro… minas de otrosmetales…unferrocarrilenChina…unaCompañíadenavegaciónparasacarlos grandes productos de los arrozales del Tonkín… En realidad yo no heestudiado esas explotaciones directamente; me faltó siempre el tiemponecesario para hacer el viaje. Además, me es imposible vivir lejos de mimujer.PeroFontenoy,queesunagrancabeza,lashavisitadotodas,ytengoenélunaconfianzaabsoluta.Yonohagoenrealidadmásqueponermifirmaenlosinformesdelaspersonascompetentesqueélenvíaallá,paratranquilidaddelosaccionistas.

El español no pudo evitar que sus ojos reflejasen cierto asombro al oírestaspalabras.

Su amigo, dándose cuenta de ello, quiso cambiar el curso de laconversación.Habló de sumujer con cierto orgullo, como si considerase elmayortriunfodesuexistenciaqueellahubieseaccedidoasersuesposa.

ReconocíalagraninfluenciadeseducciónqueElenaparecíaejercersobretodoloquelerodeaba.Perocomojamáshabíasentidolamenordudaacercade su fidelidad conyugal, mostrábase orgulloso de avanzar humildementedetrásdeella,emergiendoapenassobrelaesteladesumarchaarrolladora.Enrealidad, todo lo que era él: sus empleos generosamente retribuidos, lasinvitaciones de que se veía objeto, el agrado con que le recibían en todaspartes,lodebíaaserelesposode«labellaElena».

—La verás dentro de poco… porque tú vas a quedarte a almorzar connosotros.Nodigasqueno.Tengobuenosvinos,yyaquehasvenidodelotrolado de la tierra para comer queso deBrie, te lo daré hastamatarte de unaindigestión.

Luegoabandonósutonodebroma,paradecirconvozemocionada:

—Nosabescuántomealegraqueconozcasamimujer.Nadatedigodesuhermosura;lasgenteslallaman«labellaElena»;perosuhermosuranoeslomejor.Apreciomás su carácter casi infantil. Es caprichosa algunas veces, y

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necesitamuchodineropara suvida;pero¿quémujernoesasí?…CreoqueElena tambiénsealegrarádeconocerte…¡LehehabladotantasvecesdemiamigoRobledo!…

II

LamarquesadeTorrebiancaencontró«altamenteinteresante»alamigodesuesposo.

Había regresado a su casa muy contenta. Sus preocupaciones de horasantesporlafaltadedineroparecíanolvidadas,comosihubieseencontradoelmediodeamansarasuacreedorodepagarle.

Duranteelalmuerzo,tuvoRobledoquehablarmuchopararesponderalaspreguntas de ella, satisfaciendo la vehemente curiosidad que parecíaninspirarletodoslosepisodiosdesuvida.

Alenterarsedequeelingenieronoerarico,hizoungestodeduda.TeníaporinverosímilqueunhabitantedeAmérica,lomismoladelNortequeladelSur,noposeyesemillones.Pensabapor instinto,comolamayorpartede loseuropeos,siéndolenecesariaunalentareflexiónparaconvencersedequeenelNuevoMundopuedenexistirpobrescomoentodaspartes.

—Yo soy todavía pobre—continuó Robledo—; pero procuraré terminarmisdías comomillonario, aunque solo seaparanodesilusionar a lasgentesconvencidasquetodoelquevaaAméricadebeganarforzosamenteunagranfortuna,dejándolaenherenciaasussobrinosdeEuropa.

Estolellevóahablardelostrabajosqueestabarealizandoenla

Patagonia.

Sehabíacansadodetrabajarparalosdemás,yteniendoporsocioaciertojovennorteamericano,seocupabaenlacolonizacióndeunoscuantosmilesdehectáreasjuntoalríoNegro.Enestaempresahabíaarriesgadosusahorros,losde su compañero, e importantes cantidades prestadas por los Bancos deBuenos Aires; pero consideraba el negocio seguro y extraordinariamenteremunerador.

Su trabajo era transformar en campos de regadío las tierras yermas éincultas adquiridas a bajo precio. El gobierno argentino estaba realizandograndes obras en el río Negro, para captar parte de sus aguas. Él habíaintervenido como ingeniero en este trabajo difícil, empezado años antes.Luegopresentósudimisiónparahacersecolonizador,comprando tierrasqueibanaquedarenlazonadelairrigaciónfutura.

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—Esasuntodealgunosaños,otalvezdealgunosmeses—añadió—.Todoconsisteenqueelríosemuestreamable,prestándoseaquelecrucenelpechoconundique,ynosepermitaunacrecidaextraordinaria,unaconvulsióndelasquesonfrecuentesalláydestruyenenunashorastodoeltrabajodevariosaños, obligando a empezarlo otra vez. Mientras tanto, mi asociado y yohacemoscongraneconomíaloscanalessecundariosylasdemásarteriasquehan de fecundar nuestras tierras estériles; y el día en que el dique estéterminadoylasaguaslleguenanuestrastierras…

SedetuvoRobledo,sonriendoconmodestia.

—Entonces—continuó—seré un millonario a la americana ¿Quién sabehasta dónde puede llegar mi fortuna?… Una legua de tierra regada valemillones…yyotengovariasleguas.

LabellaElenaleoíacongraninterés;peroRobledo,sintiéndoseinquietopor laexpresiónmomentáneamenteadmirativadesusojosdepupilasverdesconreflejosdeoro,seapresuróaañadir:

—¡Esta fortuna puede retrasarse también tantos años!… Es posible quesólollegueamícuandomeveapróximoalamuerte,yseanloshijosdeunahermanaquetengoenEspañalosquegocenelproductodelomuchoquehetrabajadoyrabiadoallá.

LehizocontarElenacómoerasuvidaeneldesiertopatagónico,inmensallanura barrida en invierno por huracanes fríos que levantan columnas depolvo,ysinmáshabitantesnaturalesquelasbandasdeavestrucesyelpumavagabundo,que,cuandosientehambre,osaatacaralhombresolitario.

AlprincipiolapoblaciónhumanahabíaestadorepresentadaporlasbandasdeindiosquevivaqueabanenlasorillasdelosríosyporfugitivosdeChileolaArgentina, lanzadosa travésde las tierrassalvajesparahuirde losdelitosquedejabanasusespaldas.Ahora, losantiguosfortines,guarnecidospor losdestacamentosqueelgobiernohabíahechoavanzardesdeBuenosAiresparaque tomasenposesióndeldesierto,seconvertíanenpueblos,separadosunosdeotrosporcentenaresdekilómetros.

Entre dos poblaciones de estas, considerablemente alejadas, era dondevivía Robledo, transformando su campamento de trabajadores en un puebloquetalvezantesdemediosiglollegaseaserunaciudaddeciertaimportancia.EnAméricanoeranrarosprodigiosdeestaclase.

LeescuchabaElenacondeleite,lomismoquecuando,enelteatrooenelcinematógrafo,sentíadespertadasucuriosidadporunafábulainteresante.

—Esoesvivir—decía—.Esoesllevarunaexistenciadignadeunhombre.

Y sus ojos dorados se apartaban de Robledo para mirar con cierta

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conmiseración a su esposo, como si viese en él una imagen de todas lasflojedades de la vidamuelle y extremadamente civilizada, que aborrecía enaquellosmomentos.

—Además, así es como se gana una gran fortuna.Yo sólo creo que sonhombres losque alcanzanvictorias en lasguerraso los capitanesdel dineroque conquistan millones… Aunque mujer, me gustaría vivir esa existenciaenérgicayabundanteenpeligros.

Robledo, para evitar a su amigo las recriminaciones de un entusiasmoexpresadoporellaconciertaagresividad,hablódelasmiseriasquesesufrenlejos de las tierras civilizadas. Entonces la marquesa pareció sentir menosadmiración por la vida de aventuras, confesando al fin que prefería suexistenciaenParís.

—Peromehubieragustado—añadióconvozmelancólica—queelhombrequefuesemiesposovivieraasí,conquistandounariquezaenorme.Vendríaaverme todos losaños,yopensaríaenéla todashoras, e iría tambiénalgunavez a compartir durante unos meses su vida salvaje. En fin, sería unaexistenciamásinteresantequelaquellevamosenParís;yalfinaldeella, lariqueza,unaverdaderariqueza,inmensa,novelesca,comoraravezseveenelviejomundo.

Sedetuvouninstante,paraañadircongravedad,mirandoaRobledo:

—Ustedparecequedapocaimportanciaalariqueza,ysilabuscaesporsatisfacersudeseodeacción,pordarempleoasusenergías.Peronosabeloqueesniloquerepresenta.Unhombredesutempletienepocasnecesidades.Paraconocerloquevaleeldineroyloquepuededardesí,senecesitaviviralladodeunamujer.

VolvióamiraraTorrebianca,yterminódiciendo:

—Pordesgracia,losquellevanconellosaunamujercarecencasisiemprede esa fuerza que ayuda a realizar sus grandes empresas a los hombressolitarios.

Después de este almuerzo, durante el cual sólo se habló del poder deldineroydeaventurasenelNuevoMundo,el colonizador frecuentó lacasa,comosiperteneciesealafamiliadesusdueños.

—Le has sidomuy simpático a Elena—decía Torrebianca—. ¡Peromuysimpático!

Y se mostraba satisfecho, como si esto equivaliese a un triunfo, noocultandoeldisgustoquelehabríaproducidoverseobligadoaescogerentresuesposaysucompañerodejuventud,enelcasodemutuaantipatía.

Porsuparte,Robledosemostrabaindecisoycomodesorientadoalpensar

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enElena.Cuandoestabaensupresencia,leeraimposibleresistirsealpoderdeseducciónqueparecíaemanardesupersona.Ellaletratabaconlaconfianzadel parentesco, como si fuese un hermano de su marido. Quería ser suiniciadora y maestra en la vida de París, dándole consejos para que noabusasen de su credulidad de recién llegado. Le acompañaba para queconocieseloslugaresmáselegantes,alahoradeltéoporlanoche,despuésdelacomida.

La expresión maligna y pueril a un mismo tiempo de sus ojosimperturbablesy el ceceo infantil conquepronunciaba aveces suspalabrashacíangranefectoenelcolonizador.

—Esunaniña—sedijomuchasveces—;sumaridonoseequivoca.Tienetodaslasmaliciasdelasmuñecascreadasporlavidamoderna,ydeberesultarterriblemente cara… Pero debajo de eso, que no es más que una costraexterior,talvezexistesolamenteunamentalidadalgosimple.

Cuandonolaveíayestabalejosdelainfluenciadesusojos,semostrabamenosoptimista,sonriendoconunaadmiraciónirónicadelacredulidaddesuamigo.¿Quiéneraverdaderamenteestamujer,ydóndehabíaidoTorrebiancaaencontrarla?…

Suhistorialaconocíaúnicamenteporlaspalabrasdelesposo.Eraviudadeunalto funcionariode lacortede losZares;pero lapersonalidaddelprimermarido,conser tanbrillante, resultabaalgo indecisa.Unasveceshabíasido,según ella, Gran Mariscal de la corte; otras, simple general, y el queverdaderamente podía ostentar una historia de heroicos antepasados era supropiopadre.

Al repetir Torrebianca las afirmaciones de esta mujer, que le inspirabaamor y orgullo al mismo tiempo, hacía memoria de un sinnúmero depersonajesde lacorte rusaodegrandesdamasamantesde losemperadores,todosparientesdeElena;peroélnoloshabíavistonunca,porestarmuertosdesdemuchosañosantesovivirensuslejanastierras,enormescomoEstados.

LaspalabrasdeellatambiénalarmabanaRobledo.NuncahabíaestadoenAmérica,ysinembargo,unatarde,enuntédelRitz,lehablódesupasoporSan Francisco de California, cuando era niña. Otras veces dejaba rodaraturdidamenteenelcursodesuconversaciónnombresdeciudadesremotasodepersonajesde famauniversal, comosi losconociesemucho.Nuncapudosaberconcertezacuántosidiomasposeía.

—Loshablotodos—contestóElenaenespañolundíaqueRobledolehizoestapregunta.

Contaba anécdotas algoatrevidas, como si lashubiese escuchadoaotraspersonas;perolohacíadetalmodo,queelcolonizadorllegóalgunasvecesa

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sospecharsiseríaellalaverdaderaprotagonista.

«¿Dóndenohaestadoestamujer?…—pensaba—.Parecehabervividomilexistenciasenpocosaños.Esimposiblequetodoesohayapodidoocurrirenlostiemposdesumarido,elpersonajeruso.»

Siintentabaexplorarasuamigoparaadquirirnoticias,lafedeésteenelpasadodesumujereracomounamuralladecredulidad,duraeinconmovible,quecortabaelavancedetodaaveriguación.Perollegóaadquirirlacertezadeque su amigo sólo conocía la historia deElena a partir delmomentoque laencontróporprimeravezenLondres.Todasuexistenciaanteriorlasabíaporloqueellahabíaqueridocontarle.

PensóqueFederico,alcontraermatrimonio,habríatenidoindudablementeconocimiento del origen de su esposa por los documentos que exige lapreparación de la ceremonia nupcial.Luego se vio obligado a desechar estahipótesis. El casamiento había sido en Londres, uno de esos matrimoniosrápidos como se ven en las cintas cinematográficas, y para el cual sólo sonnecesariosunsacerdotequeleaellibrosanto,dostestigosyalgunospapelesexaminadosalaligera.

Acabó el español por arrepentirse de tantas dudas. Federico semostrabacontentoyhastaorgullosodesumatrimonio,yélnoteníaderechoainterveniren lavidadomésticade losotros.Además, sus sospechasbienpodíanserelresultadodesufaltadeadaptación—naturalenunsalvaje—alverseenplenavidadeParís.

Elenaeraunadamadelgranmundo,unamujerelegantedelasqueélnohabía tratado nunca. Sólo al matrimonio de su amigo debía esta amistadextraordinaria, que forzosamente había de chocar con sus costumbresanteriores.A veces hasta encontraba lógico lo quemomentos antes le habíaproducidoinmensaextrañeza.Erasuignorancia,sufaltadeeducación,laquelehacíaincurrirentantassospechasymalospensamientos.Luegolebastabaver la sonrisa de Elena y la caricia de sus pupilas verdes y doradas paramostrarunaconfianzayunaadmiraciónigualesalasdeFederico.

Vivíaenunhotel antiguo,cercadelbulevarde los Italianos,porhaberloadmiradoenotrostiemposcomounlugardeparadisíacasdelicias,cuandoeraestudiantedeescasosrecursosyestabadepasoenParís;perolasmásdesuscomidaslashacíaconTorrebiancaysumujer.Unasveceseranéstoslosqueleinvitabanasumesa;otraslosinvitabaélalosrestoranesmáscélebres.

Además,Elenalehizoasistiraalgunostésensucasa,presentándoloasusamigas. Mostraba un placer infantil en contrariar los gustos del «osopatagónico», comoella apodaba aRobledo, apesarde lasprotestasde éste,que nunca había visto osos en laArgentina austral. Como él abominaba de

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talesreuniones,Elenasevalíadediversasastuciasparaqueasistieseaellas.

También fue conociendo a los amigosmás importantes de la casa en lascomidasdeceremoniadadasporlosTorrebianca.Lamarquesanopresentabaal español como un ingeniero que aún estaba en la parte preliminar de susempresas,lamásdifícilyaventurada,sinocomountriunfadorvenidodeunaAméricamaravillosaconmuchísimosmillones.

Decía esto a sus espaldas,y élnopodía explicarse el respeto conque letrataban los otros invitados y la simpática atención con que le oían apenaspronunciabaalgunaspalabras.

Así conoció a varios diputados y periodistas, amigos del banqueroFontenoy, que eran los convidados más importantes. También conoció albanquero,hombredemedianaedad,completamenteafeitadoyconlacabezacanosa, que imitaba el aspecto y los gestos de los hombres de negociosnorteamericanos.

Robledo, contemplándole, se acordaba de él mismo cuando vivía enBuenosAiresyhabíadepagaraldíasiguienteunaletra,noteniendoreunidaaúnlacantidadnecesaria.Fontenoyofrecíalaimagenqueseformaelvulgodeunhombrededinero,directordeimportantesnegociosendiversoslugaresdela tierra. Todo en su persona parecía respirar seguridad y convicción de lapropiafuerza.Peroaveces,comosiolvidaseelpresenteinmediato,fruncíaelceño,quedandopensativoycompletamenteajenoacuantolerodeaba.

—Piensaalgunanuevacombinaciónmaravillosa—decíaTorrebiancaa suamigo—.Esadmirablelacabezadeestehombre.

PeroRobledo,sinsaberporqué,seacordabaotravezdesusinquietudesylasdetantosotrosalláenBuenosAires,cuandohabíantomadodineroenlosBancosanoventadíasvistayeraprecisodevolverloalamañanasiguiente.

Unanoche, al salirdecasade losTorrebianca,quisoRobledomarchar apiepor laavenidaHenriMartinhastaelTrocadero,donde tomaríaelMetro.Iba con él uno de los invitados a la comida, personaje equívoco que habíaocupadoelúltimoasientoenlamesa,yparecíasatisfechodemarcharjuntoaunmillonariosudamericano.

Era un protegido de Fontenoy y publicaba un periódico de negociosinspirado por el banquero. Su acidez de parásito necesitaba expansionarse,criticandoatodossusprotectoresapenassealejabadeellos.Alospocospasossintiólanecesidaddepagarlacomidarecientehablandomaldelosdueñosdelacasa.SabíaqueRobledoeracompañerodeestudiosdelmarqués.

—Yasuesposa,¿laconoceustedtambiénhacemuchotiempo?…

ElmalignopersonajesonrióalenterarsedequeRobledolahabíavistopor

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primeravezunassemanasantes.

—¿Rusa?…¿Creeustedverdaderamentequeesrusa?…Esolocuentaella,asícomolasotrasfábulasdesuprimermarido,GranMariscaldelacorte,ydetodasunobleparentela.Sonmuchoslosquecreenquenohahabidojamástalmarido.Yonomeatrevoadecir siesverdadomentira;peropuedoafirmarqueencasadeestagrandamarusanuncahevistoaningúnpersonajededichopaís.

Hizounapausacomoparatomarfuerzas,yañadióconenergía:

—Amímehandichogentesdeallá, indudablementebienenteradas,queno es rusa. Eso nadie lo cree. Unos la tienen por rumana y hasta afirmanhaberla visto de joven en Bucarest; otros aseguran que nació en Italia, depadres polacos. ¡Vaya usted a saber!… ¡Si tuviésemos que averiguar elnacimientoy lahistoriade todas laspersonasqueconocemosenParísynosinvitanacomer!…

Miró de soslayo a Robledo para apreciar su grado de curiosidad y laconfianzaquepodíatenerensudiscreción.

—El marqués es una excelente persona. Usted debe conocerlo bien.Fontenoyhacejusticiaasusméritosylehadadounempleoimportantepara…

Presintió Robledo que iba a oír algo que le sería imposible aceptar ensilencio,ycomoenaquel instantepasabavacíounautomóvildealquiler, seapresuró a llamar a su conductor. Luego pretextó una ocupación urgente,recordadadepronto,paradespedirsedelmalignoparásito.

Siempre que hablaba a solas con Torrebianca, éste hacía desviar laconversaciónhaciaelasuntoprincipaldesuspreocupaciones:elmuchodineroquesenecesitaparasostenerunbuenrangosocial.

—Túnosabesloquecuestaunamujer:losvestidos,lasjoyas;además,elinvierno en laCostaAzul, el verano en las playas célebres, el otoño en losbalneariosdemoda…

Robledo acogía tales lamentaciones con una conmiseración irónica queacababaporirritarasuamigo.

—Comotúnoconoces loqueeselamor—dijoTorrebiancauna tarde—,puedesprescindirdelamujerypermitirteesaserenidadburlona.

Elespañolpalideció,perdiendoinmediatamentesusonrisa.«¿Élnohabíaconocidoelamor?»Resucitaronensumemoria,despuésdeesto,losrecuerdosdeuna juventudqueTorrebianca sólohabía entrevistodeunmodoconfuso.Unanovialehabíaabandonadotalvez,alláensupaís,paracasarseconotro.Luego el italiano creyó recordar mejor. La novia había muerto y Robledojuraba, como en las novelas, no casarse… Este hombre corpulento,

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gastrónomoyburlónllevabaensuinteriorunatragediaamorosa.

Pero como si Robledo tuviera empeño en evitar que le tomasen por unpersonajeromántico,seapresuróadecirescépticamente:

—Yo busco a lamujer cuandome hace falta, y luego continúo solomicamino.¿Paraquécomplicarmiexistenciaconunacompañíaquenonecesito?…

Unanoche,alsalir los tresdeun teatro,Elenamostródeseosdeconocercierto restorándeMontmartreabierto recientemente.Parasusamigoseraunlugarmágico,acausadesudecoraciónpersa—estiloMilyunanochesvistasdesdeMontmartre—yde su iluminaciónde tubos demercurio, que dabauntonoverdosoalossalones,lomismoquesiestuviesenenelfondodelmar,yunalividezdeahogadosasusparroquianos.

Dosorquestassereemplazabanincesantementeenlatareadepoblarelairededisparatesrítmicos.Losviolinescolaborabancondesafinadosinstrumentosdemetal,uniéndoseaestacencerradabailableunclaxondeautomóvilyvariosartefactos musicales de reciente invención, que imitaban dos tablones quechocan,unfardoarrastradoporelsuelo,unapiedrasillarquecae…

Enungranóvaloabiertoentrelasmesasserenovabanincesantementelasparejasdedanzarines.Losvestidosysombrerosdelasmujeres—espumasdediversos colores en las que flotaban briznas de plata y oro—, así como lasmasasblancasynegrasdelindumentomasculino,seesparcíanentornoalasmanchascuadradasdelosmanteles.

Conlamúsicaestridentedelasorquestasveníaa juntarseunestrépitodeferia.Losquenoestabanocupadosenbailarlanzabanporelaireserpentinasybolasdealgodón,o insistíanconundeleite infantilenhacersonarpequeñasgaitas y otros instrumentos pueriles. Flotaban en el aire cargado de humoesferas de caucho de distintos colores que los concurrentes habían dejadoescaparde susmanos.Losmás,mientrascomíanybebían, llevaban tocadassuscabezascongorrosdebebé,crestasdepájaroopelucasdepayaso.

Había en el ambiente una alegría forzada y estúpida, un deseo deretroceder a los balbuceos de la infancia, para dar de este modo nuevoincentivo a los pecados monótonos de la madurez. El aspecto del restoránparecióentusiasmaraElena.

—¡Oh, París! ¡No hay más que un París! ¿Qué dice usted de esto,Robledo?

Pero como Robledo era un salvaje, sonrió con una indiferenciaverdaderamenteinsolente.Comieronsintenerapetitoybebieronelcontenidode una botella de champaña sumergida en un cubo plateado, que parecía

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repetirse en todas lasmesas, como si fuese el ídolode aquel lugar, en cuyohonorsecelebrabalafiesta.Antesdequesevaciaselabotella,otraocupabainstantáneamentesusitio,cualsiacabasedecrecerdelfondodelcubo.

Lamarquesa,quemirabaa todos ladosconcierta impaciencia, sonriódeprontohaciendoseñasaunseñorqueacababadeentrar.

EraFontenoy,yvinoasentarsealamesadeellos,fingiendosorpresaporelencuentro.

Robledo se acordó de haber oído hablar a Elena repetidas veces delbanqueromientrasestabanenel teatro,yesto lehizopresumirsi sehabríanvisto aquella misma tarde. Hasta se le ocurrió la sospecha de que esteencuentroenMontmartreestabaconvenidoporlosdos.

Mientras tanto,FontenoydecíaaTorrebianca, rehuyendo lamiradade lamujerdeéste:

—¡Una verdadera casualidad!… Salgo de una comida con hombres denegocios; necesitaba distraerme; vengo aquí, como podía haber ido a otrositio,ylosencuentroaustedes.

Por un momento creyó Robledo que los ojos pueden sonreír al ver laexpresióndejovialmaliciaquepasabaporlaspupilasdeElena.

Cuandolabotelladechampañahuboresucitadoenelcuboporterceravez,la marquesa, que parecía envidiar a los que daban vueltas en el centro delsalón,dijoconsuvozquejumbrosadeniña:

—¡Quierobailar,ynadiemesaca!…

Sumaridoselevantó,comosiobedecieseunaorden,ylosdossealejarongirandoentrelasotrasparejas.

Alvolverasuasiento,ellaprotestoconunaindignacióncómica:

—¡VeniraMontmartreparabailarconelmarido!…

PusosusojosacariciadoresenFontenoy,yañadió;

—No pienso pedirle que me invite. Usted no sabe bailar ni quieredescenderaestascosasfrívolas…Además,talveztemequesusaccionistasleretirensuconfianzaalverleenestoslugares.

LuegosevolvióhaciaRobledo:

—¿Yusted,baila?…

El ingeniero fingió que se escandalizaba. ¿Dónde podía haber aprendidolos bailes inventados en los últimos años?Él sólo conocía la cueca chilena,quedanzabansuspeoneslosdíasdepaga,oelpericónyelgato,bailadospor

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algunosgauchosviejosacompañándoseconelretintíndesusespuelas.

—Tendré que aburrirme sin poder bailar… y eso que voy con treshombres.¡Quésuertelamía!

Peroalguienintervinocomosihubieseescuchadosusquejas.Torrebiancahizo un gesto de contrariedad. Era un joven danzarín, al que había vistomuchasvecesen los restoranesnocturnos.Le inspirabauna francaantipatía,porelhechodequesumujerhablabadeélconciertaadmiración, lomismoquetodassusamigas.

Gozabaloshonoresdelacelebridad.Alguien,paramarearirónicamentelaalturadesugloria, lohabíaapodado«eláguiladel tango».Robledoadivinóque era un sudamericano por la soltura graciosa de sus movimientos y suatildadaexageraciónenelvestir.Lasmujeresadmiraban lapequeñezdesuspiesmontadosenaltostaconesyelbrillodelaabultadamasadesuscabellos,echadaatrásytanunidacomounbloquedelaca.

Esta «águila» bailarina, que se hacía mantener por sus parejas, segúnmurmuraban los envidiosos de su gloria, se vio aceptada por la mujer deTorrebianca, y los dos empezaron a danzar. El cansancio obligó a Elenarepetidasvecesavolveralamesa;peroalpocoratoyaestaballamandoconsusojosalbailarín,queacudíaoportunamente.

Torrebianca no ocultó su disgusto al verla con este mozo antipático.Fontenoy permanecía impasible o sonreía distraídamente durante los brevesmomentosqueElenaempleabaendescansar.

VolvióaacordarseRobledodelaexpresióndelejaníaquehabíaobservadoentodoslosquetienenunpagarédevencimientopróximo.Peroesterecuerdopasórápidamenteporsumemoria.

Miróconmásatenciónalbanquero,ysediocuentadequeyanopensabaencosasinvisibles.LainsistenciadeElenaenbailarconelmismojovenzuelohabíaacabadoporimprimirensurostroungestodedescontentoigualalquemostrabaTorrebianca.

Siemprequepasabaellaenbrazosdesudanzarín,sonreíaaFontenoyconciertamalicia,comosigozaseviendosucaradedisgusto.

Elespañolmiróaunladodelamesa,luegomiróalladoopuesto,ypensó:

«Cualquieradiríaqueestoyentredosmaridoscelosos.»

III

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En uno de los tés de la marquesa de Torrebianca conoció Robledo a lacondesaTitonius,damarusa,casadaconunnobleescandinavo,elcualparecíaabsorbidoporsucónyuge,hastaelpuntodequenadiereparaseensupersona.

Era una mujer entre los cuarenta años y los cincuenta, que todavíaguardaba vestigios algo borrosos de una belleza ya remota. Su obesidaddesbordante, blanca y flácida tenía por remate una cabecita de muñecasentimental; y como gustaba de escribir versos amorosos, apresurándose arecitarlosenelcursode lasconversaciones,susenemigas lahabíanapodado«Cienkilosdepoesía».

Sepresentabaenplena tardeaudazmenteescotada,para lucirconorgullosusalbasygelatinosassuperfluidades.Usabajoyasgigantescasybárbaras,enarmoníaconunapelucarubiaalaqueibaañadiendotodoslosmesesnuevosrizos.

Entre estas alhajas escandalosamente falsas, la única que merecía ciertorespeto era un collar de perlas, que, al sentarse su dueña, venía a descansarsobreelglobodesuvientre.Estasperlasirregulares,angulosasyconraícesseparecían a los dientes de animal que emplean algunos pueblos salvajes parafabricarse adornos. Los maldicientes aseguraban que eran recuerdos deamantesdesujuventud,a losquelacondesahabíaarrancadolasmuelas,noquedándoleotracosaquesacardeellos.Susentimentalismoylalibertadconquehablabadelamorjustificabantalesmurmuraciones.

AlsaberporsuamigaElenaqueRobledoeraunmillonariodeAmérica,lomiróconapasionadointerés.Hablaron,conunatazadetéenlamano,omásbiendicho,fueellalaquehabló,mientrasel ingenierobuscabamentalmenteunpretextoparaescapar.

—Ustedquehaviajadotantoyesunhéroe,ilústremeconsuexperiencia…¿Quéopinausteddelamor?

Perolapoetisa,apesardesusojeadastiernasymiopes,vioqueRobledohuíamurmurandoexcusas,comosileasustaseunaconversacióniniciadacontalpregunta.

Elena le rogó semanas después que asistiese a una fiesta dada por lacondesa.

—Sonreunionesmuyoriginales.Ladueñadelacasainvitaaunabohemiainquietanteparaqueaplaudasusversos,y lamezclacongentesdistinguidasque conoció en los salones.Algunos extranjeros van de buena fe, creyendoencontrarautorescélebres,ysóloconocenfracasadosviejosyácidos.Tambiénprotege a ciertos jóvenes que se presentan con solemnidad, convencidos deuna gloria que sólo existe entre sus camaradas o en las páginas de algunarevistillaquenadielee…Debeustedvereso.DifícilmenteencontraráenParís

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una casa semejante. Además, he prometido a la pobre condesa que asistiráustedasufiesta,ymeenfadarésinomeobedece.

Pornodisgustarla,sedirigióRobledoa lasdiezde lanochea laavenidaKleber, donde vivía la condesa, después de haber comido con varioscompatriotasenunrestorándelosbulevares.

Dosservidoresalquiladosparalafiestaseocupabanenrecogerlosabrigosdelosinvitados.Apenasentróelingenieroenelrecibimiento,sediocuentadela mezcolanza social descrita por Elena. Llegaban parejas de aspectodistinguido,acostumbradasalavidadelossalones,vestidasconelegancia,yrevueltas con ellas vio pasar a varios jóvenes de abundosa cabellera, quellevabanfraclomismoquelosotrosinvitados,perosedespojabandepaletósraídos o con los forros rotos. Sorprendió la mirada irónica de los dosservidores al colgar algunos de estos gabanes, así como ciertos abrigos depieles con grandes calvas, pertenecientes a señoras que ostentabanextravagantestocados.

Un viejo con melenas de un blanco sucio y gran chambergo, que teníaaspectodepoetatalcomoseloimaginaelvulgo,sedespojódeungabancitoveraniegoydosbufandasdelanaarrolladasasucuerpoparasuplirlafaltadeabrigo.Retiró lapipadesuboca,golpeandoconella la sueladeunodesuszapatos,ylametióluegoenunbolsillodelgabán,recomendandoaloscriadosqueloguardasencuidadosamente,comosifueseprendadegranvalor.

El abrigo de pieles que llevaba Robledo atrajo el respeto de los dosservidores.Unodeellosleayudóadespojarsedeél,conservándolosobresusbrazos.

—Puedeustedadmirarlo;ledoypermiso—dijoelingeniero—.Locompréhacepocosdías.Unaricapieza,¿eh?…

Peroelcriado,sinhacercasodesutonoburlón,contestó:

—Lo pondré aparte. Temo que a la salida se equivoque alguno y se lolleve,dejandoelsuyoalseñor.

Y guiñó un ojo, señalando al mismo tiempo los gabanes de aspectolamentableamontonadosenlaantesala.

La noble poetisa mostró un entusiasmo ruidoso al verle en sus salones.Apartando a los otros invitados, salió a su encuentro y le estrechó ambasmanosalavez.Luego,apoyadaensubrazo,lofuellevandoentrelosgrupospara hacer la presentación. Le acariciaba con los ojos, como si fuese elprincipal atractivo de su fiesta; parecía sentir orgullo al mostrarlo a susamigas.Conrazóneldíaanteriorlehabíadicho,burlándose,Elena:«¡Muchoojo,Robledo!Lacondesaestálocamenteenamoradadeusted,ylacreocapaz

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deraptarle.»

Expresabalapoetisasuentusiasmoconunaavalanchadepalabrasalhacerlapresentacióndelingeniero.

—Un héroe; un superhombre del desierto, que allá en las pampas de laArgentinahamatadoleones,tigresyelefantes.

Robledo puso cara de espanto al oír tales disparates, pero la condesa noestabapararepararenescrúpulosgeográficos.

—Cuandomehaya contado todas sus hazañas—continuó—, escribiré unpoemaépico,decaráctermoderno,relatandoenversolasaventurasdesuvida.Amí,loshombressólomeinteresancuandosonhéroes…

YotravezRobledopusocaradeasombro.

Comolacondesanoveíayacercadeellamásinvitadosaquienespresentarsuhéroe,locondujoaungabinetecompletamentesolitario,sindudaacausade los olores que a través de un cortinaje llegaban de la cocina, demasiadopróxima.

Ocupóunsillónampliocomountrono,einvitóasentarseaRobledo.Perocuando éste buscaba una silla, la Titonius le indicó un taburete junto a suspies.

—Asílograremosqueseamayornuestraintimidad.Pareceráustedunpajeantiguoprosternadoantesudama.

NopodíaocultarRobledoelasombroquelecausabanestaspalabras,peroacabó por colocarse tal como ella quería, aunque el asiento le resultasemolesto,acausadesucorpulencia.

Copiaba laTitonius los gestos pueriles y el habla ceceante de su amiga;peroestasimitacionesinfantilesresultabanenellaextremadamentegrotescas.

—Ahora que estamos solos—dijo—, espero que hablará usted con máslibertad,yvuelvoahacerlelamismapreguntadelotrodía:¿Quéopinausteddelamor?

QuedósorprendidoRobledo,yalfinalbalbuceó:

—¡Oh,elamor!…Esunaenfermedad…esoes:unaenfermedaddelaquevienenocupándoselasgenteshacemilesdeaños,sinsaberenquéconsiste.

La condesa se había aproximado mucho a él, a causa de su miopía,prescindiendodelauxiliodeunosimpertinentesdeconchaqueguardabaensudiestra. Inclinándose sobre el emballenado hemisferio de su vientre, casijuntabasucaraconladelhombresentadoasuspies.

—¿Y cree usted—prosiguió—que un alma superior y mal comprendida,

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comolamía,podráencontraralgunavezelalmahermanaquelecomplete?…

Robledo,quehabíarecobradosutranquilidad,dijogravemente:

—Estoysegurodeello…Perotodavíaesustedjovenytienetiempoparaesperar.

Tal fue su arrobamiento al oír esta respuesta, que acabó por acariciar elrostrodesuacompañanteconloslentesqueteníaenunamano.

—¡Oh, la galantería española!… Pero separémonos; guardemos nuestrosecretoanteunmundoquenopuedecomprendernos.Leoensusojoseldeseoardiente… ¡conténgase ahora! Yo procuraré que nuestras almas vuelvan aencontrarseconmásintimidad.Enestemomentoesimposible…Losdeberessociales…lasobligacionesdeunadueñadecasa…

Y después de levantarse del sillón-trono con toda la pesadez de suvolumen, se alejó imitando la ligereza de una niña, no sin enviar antes aRobledounbesomudoconlapuntadesuslentes.

Desconcertadoporestaagresividadpasional,yofendidoalmismotiempoporque creía verse en una situación grotesca, el ingeniero abandonóigualmenteelsolitariogabinete.

Al volver a los salones iba tan ofuscado, que casi derribó a un señor dereducida estatura, y éste, a pesar del golpe recibido, hizo una reverenciamurmurando excusas. Le vio después yendo de un lado a otro, tímido yhumilde, vigilando a los servidores con unos ojos que parecían pedirlesperdón,ycuidándosedevolverasusitiolosmueblespuestosendesordenporlos invitados. Apenas le hablaba alguien, se apresuraba a contestar congrandesmuestrasderespeto,huyendoinmediatamente.

La Titonius tenía en torno a ella un círculo de hombres, que eran en sumayorpartelosjóvenesdeaspecto«artista»vistosporRobledoenlaantesala.Muchas señoras se burlaban francamente de la condesa, partiendo de susgrupos irónicas miradas hacia su persona. El viejo que había dejado susbufandasysupipaenelguardarropadiovariaspalmadas,siseóparaimponersilencio,ydijoluegoconsolemnidad:

—La asistencia reclama que nuestra bella musa recite algunos de susversosincomparables.

Muchos aplaudieron, apoyando esta petición con gritos de entusiasmo.Perolamasasemostródisplicenteyempezóamoverseensuasientohaciendosignos negativos.Almismo tiempo dijo con voz débil, como si acabase desentirunarepentinaenfermedad:

—Nopuedo, amigosmíos…Estanochemees imposible…Otrodía, talvez…

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Volvióainsistirelgrupodeadmiradores,ylacondesarepitiósusprotestasconundesalientocadavezmásdoloroso,comosifueseamorir.

Alfin, los invitados ladejaronenpaz,paraocuparseencosasmásdesugusto.Losgruposvolvieronsusespaldasalapoetisa,olvidándola.Unmúsicojoven,afeitadoyconlargasguedejas,quepretendíaimitarlafealdad«genial»de algunos compositores célebres, se sentó al piano e hizo correr sus dedossobre las teclas.Dosmuchachasacudieronconairesuplicante,poniendosusmanos sobre las del pianista. Oirían después con mucho gusto sus obrassublimes; pero por el momento debía mostrarse bondadoso y al nivel delvulgo, tocando algo para bailar. Se contentaban con un vals, si es que susconviccionesartísticasleimpedíandescenderhastalasdanzasamericanas.

Varias parejas empezaron a girar en el centro del salón, y cuando ibaaumentando su número y no quedaba quien se acordase de la condesa, éstamiróaunladoyaotroconasombroysepusoenpie:

—Yaquemepidenversoscontantainsistencia,accederéaldeseogeneral.Voyadecirunpequeñopoema.

Tales palabras esparcieron la consternación. El pianista, por no haberlasoído, continuó tocando; pero tuvo que detenerse, pues el señor humilde yanónimo que iba de un lado a otro como un doméstico se acercó a él,tomándole lasmanos.Alcesar lamúsica, lasparejasquedaron inmóviles;y,finalmente,conunaexpresiónaburrida,volvieronasusasientos.Lacondesaempezóarecitar.Algunosinvitadoslaoíancontinaatencióndolorosaounainmovilidad estúpida, pensando indudablemente en cosas remotas. Otrosparpadeaban,haciendoesfuerzospara repelerel sueñoquecorríahaciaellosmontadoenelsonsonetedelasrimas.

Dosseñorasyaentradasenañosydeaspectomalignofingíangraninterésporconocer losversos,yhasta se llevabandevezencuandounamanoa laorejaparaoírmejor.Peroalmismotiempolasdosseguíanconversandodetrásde sus abanicos. En ciertosmomentos dejaban éstos sobre sus rodillas paraaplaudir y gritar: «¡Bravo!»; pero volvían a recobrarlos y los desplegaban,riendodeladueñadelacasabajoelamparodesutela.

Robledoestabadetrásdeellas,apoyadoenelquiciodeunapuertaymedioocultoporelcortinaje.Comolacondesadeclamabaconvehemencia,lasdosseñorasseveíanobligadasaelevarunpocoeltonodesuvoz,yelingeniero,queeradeoídosutil,pudoenterarsedeloquedecían.

—Sería preferible—murmuraba una de ellas—que en vez de regalarnosconversos,preparaseunbuffetmejorparasusinvitados.

Laotraprotestó.EncasadelaTitonius,lamesaeramáspeligrosacuantomásabundante.Senecesitabaunvalorheroicoparaaceptarlainvitaciónasus

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comidas,queellamismapreparaba.

—Alospostreshayquepedirpor teléfonounmédico,yalgunavezseráprecisoavisaralaAgenciadepompasfúnebres.

Entrerisassofocadas,recordabanlahistoriadeladueñadelacasa.Habíasidoricaenotrostiempos;unosdecíanqueporsuspadres;otros,queporsusamantes.

Para llegar a condesa se había casado con el conde Titonius, personajearruinadoeinsignificante,queconsiderópreferibleestahumillaciónapegarseun tiro. Ocupaba en la casa una situación inferior a la de los domésticos.Cuandolacondesateníaexcitadoslosnerviosporlainfidelidaddealgunodesusjóvenesadmiradoresarrojabaescalerasabajolascamisasycalzoncillosdelconde,ordenándolecomounareinaofendidaquedesaparecieseparasiempre.Peropasadaunasemana,alorganizarlapoetisaunanuevafiesta,reaparecíaeldesterrado, siempre humilde y melancólico, encogiéndose como si temieseocupardemasiadoespacioenlossalonesdesumujer.

—Yonosé—continuóunadelasmurmuradoras—paraquédaestasfiestasestando arruinada. Fíjese en la mesa que nos ofrecerá luego. Los grandespastelesylasfrutasricasqueadornanelcentrosonalquiladasporunanoche,lomismoquesusdomésticos.Todos losaben,ynadieseatrevea tocaresascosasapeteciblespormiedoasuenfado.Lagenteselimitaaltéylasgalletas,fingiéndosedesganada.

Cesaron en sus murmuraciones para aplaudir a la poetisa, y ésta,enardecidaporeléxito,empezóadeclamarnuevosversos.

Como a Robledo no le interesaba la maligna conversación de las dosseñoras,ymenosaúneltalentopoéticodeladueñadelacasa,aprovechóunmomento enque ésta le volvía la espalda para saludar a sus admiradores, ypasóalgabinetedondehabíaestadoantes.

El mismo señor humilde y obsequioso con el que se había tropezadorepetidasvecesestabaahoramediotendidoenundiványfumando,comountrabajador que al fin puede descansar unosminutos. Se entretenía en seguirconlosojoslasespiralesdelhumodesucigarrillo;peroalverqueuninvitadoacababa de sentarse cerca de él, creyó necesario sonreírle, preguntando acontinuación:

—¿Seaburreustedmucho?…

Elespañollemirófijamenteantesderesponder:

—¿Yusted?…

Contestó con un movimiento de cabeza afirmativo, y Robledo hizo ungestode invitaciónquepretendía decirle: «¿Quiere ustedquenosvayamos?

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…»Pero losojosmelancólicosdeldesconocidoparecieroncontestar:«Siyopudiesemarcharme…¡quéfelicidad!»

—¿Esusteddelacasa?—preguntóalfinRobledo.

Yelotro,abriendolosbrazosconunaexpresióndedesaliento,dijo:

—Soysudueño;soyelmaridodelacondesaTitonius.

Despuésde tal revelación,creyóoportunoRobledoabandonarsuasiento,guardándoseelcigarroqueibaaencender.

Alvolveralossalonesvioquetodosaplaudíanruidosamentealapoetisa,convencidos de que por el momento había renunciado a decir más versos.Estrechabaefusivamentelasmanostendidashaciaella,yluegoselimpiabaelsudordesufrente,diciendoconvozlánguida:

—Voyamorir.Laemoción…lafiebredelarte…Mehanmatadoustedesalobligarmeconsusruegosinsistentesarecitarmisversos.

Miróaun ladoyaotrocomosibuscaseaRobledo,yaldescubrirle, fuehaciaél.

—Demesubrazo,héroe,ypasemosalbuffet.

Lamayorpartedelpúbliconopudoocultarsuregocijoalverqueseabríalapuertade lahabitacióndondeestaba instalada lamesa.Muchoscorrieron,atropellandoalosdemás,paraentrarlosprimeros.LaTitonius,apoyadaenunbrazodelingeniero,lemirabademuycercaconojosdepasión.

—¿Se ha fijado en mi poema La aurora sonrosada del amor? ¿Adivinaustedenquiénpensabayoalrecitarestosversos?

Él volvió el rostro para evitar susmiradas ardientes, y almismo tiempoporquetemíadarlibrecursoalarisaquelecosquilleabaelpecho.

—Noheadivinadonada,condesa.Losquevivimosalláeneldesierto,¡noscriamostanbrutos!

Agolpáronselosinvitadosentornoalamesa,admirandolosgrandesplatosqueocupabansucentro,comoalgoimposibledeconquistar.Eranmagníficospastelesypirámidesdefrutasenormes,quesedestacabanmajestuosossobreotrascosasdemenosimportancia.

Losdos criadosque estaban antes en el recibimientoyunmaîtred'hôtelconcadenadeplataypatillasdediplomáticoviejoparecíandefendereltesorodel centro de lamesa, dignándose entregar únicamente lo que estaba en losbordesdeella.Servíantazasdeté,dechocolate,ocopasdelicor;yencuantoacomestibles,sóloavanzabanlosplatosdeemparedadosygalletas.

Elviejodelasbufandas,alquellamabalacondesachermaître,secansó

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sinéxitodirigiendopeticionesauncriadoquenoqueríaentenderle.Avanzabaunplatovacíoparaobtenerunpedazodepastelounadelasfrutas,señalandoansiosamente el objeto de sus deseos. Pero el doméstico le miraba conasombro, como si le propusiese algo indecente, acabando por volver laespalda,luegodedepositarensuplatounagalletaounemparedado.

Robledo quedó junto a la mesa, cerca de aquellas materias preciosas yalquiladasdefendidasporlaservidumbre.Lacondesaabandonósubrazoparacontestaralosquelafelicitaban.Satisfechodequelapoetisaledejaseenpazporunosinstantes,fueexaminandolamesa,conunplatoyuncuchillitoenlasmanos.Comoelmaîtred'hôtelysusacólitosestabanocupadosenatenderalpúblico, pudo avanzar entre aquella y la pared, y cortó tranquilamente unpedazo del pastelmásmajestuoso. Aún tuvo tiempo para tomar igualmenteuna de las frutas vistosas, partiéndola y mondándola. Pero cuando iba acomerla, la dueña de la casa, libre momentáneamente de sus admiradores,pudovolverhaciaél su rostroamoroso,y loprimeroquevio fueel enormepastelempezadoylafrutadespedazadasobreelplatilloqueelhéroeteníaenunamano.

Su fisonomía fue reflejando las distintas fases de una gran revolucióninterior. Primeramente mostró asombro, como si presenciase un hechoinaudito que trastornaba todas las reglas consagradas; luego, indignación; y,finalmente,rencor.Aldíasiguientetendríaquepagarestedestrozoestúpido…¡Yellaqueseimaginabahaberencontradounalmadehéroe,dignadelasuya!…

AbandonóaRobledo,yfuealencuentrodelpianista,querondabalamesa,pasandodeuncriadoaotropararepetirsuspeticionesdeemparedadosydecopas.

—Demesubrazo…Beethoven.

Aldeslizarseentredosgrupos,dijo,mostrandoalmúsico:

—Voy a escribir cualquier día un libreto de ópera para él, y entonces lagenteseveráobligadaahablarmenosdeWágner.

Se lo llevóalgran salón,queestabaahoradesierto,y lehizo sentarsealpiano,empezandoarecitaratodavoz,conacompañamientodearpegios.Perolasgentesnopodíandespegarsedelaatraccióndelamesa,ypermanecieronsordasalosversosdeladueñadelacasa,aunquefuesenahoraservidosconmúsica.

Losinvitadosdemásdistinciónformabangrupoaparteenlaplazadondeestaba instaladoelbuffet,manteniéndose lejosde lasotrasgentes reclutadaspor la noble poetisa. Robledo vio en este grupo a los marqueses deTorrebianca,queacababandellegarcongranretraso,porhaberestadoenotra

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fiesta. Elena hablaba con aire distraído, pronunciando palabras faltas deilación, como si su pensamiento estuviese lejos de allí. Adivinando elingenieroquelamolestabaconsucharla,fueenbuscadeFederico,peroéstetampocosefijóensupersona,porhallarsemuyinteresadoendescribiraunseñor los importantes negocios que su amigo Fontenoy iba realizando endiversoslugaresdelatierra.

Aburrido, y no dándose cuenta aún de la causa del abandono en que ledejabaladueñadelacasa,seinstalóenunsillón,einmediatamenteoyóquehablabanasusespaldas.Noeranlasdosseñorasdepocoantes.Unhombreyuna mujer sentados en un diván murmuraban lo mismo que la otra parejamaldiciente, como si todos en aquella fiesta no pudieran hacer otra cosaapenasformabangrupoaparte.

La mujer nombró a la esposa de Torrebianca, diciendo luego a suacompañante:

—Fíjeseensusjoyasmagníficas.Bienseconocequeaellayalmaridoleshacostadopocotrabajoeladquirirlas.Todossabenquelaspagóunbanquero.

Elhombresecreíamejorenterado.

—Amíme han dicho que esas joyas son falsas, tan falsas como las denuestra poética condesa.LosTorrebianca se han quedado con el dinero quedio Fontenoy para las verdaderas; o han vendido las verdaderas,sustituyéndolasconfalsificaciones.

LamujeracogióconunsuspiroelnombredeFontenoy.

—Ese hombre está próximo a la ruina. Todos lo dicen.Hasta hay quienhabladetribunalesydecárcel…¡Quérusatanvoraz!

Sonóunarisaincréduladelhombre.

—¿Rusa?…HayquienlaconociódeniñaenViena,cantandosusprimerasromanzas en unmusic-hall.Un señor queperteneció a la diplomacia afirmapor su parte que es española, pero de padre inglés… Nadie conoce suverdaderanacionalidad;talvezniellamisma.

Robledo abandonó su asiento. No era digno de él permanecer allíescuchando silenciosamente tales cosas contra sus amigos. Pero antes dealejarsesonóasusespaldasunadobleexclamacióndeasombro.

—¡Ahí llega Fontenoy—dijo la mujer—, el gran protector de losTorrebianca! ¡Qué extraño verle en esta casa, que nunca quiere visitar, pormiedoaquesudueñalepidaluegounpréstamo!…Algoextraordinariodebeocurrir.

ElingenieroreconocióaFontenoyenelgrupodegenteelegantesaludando

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a los Torrebianca. Sonreía con amabilidad, y Robledo no pudo notar en supersonanadaextraordinario.Hastahabíaperdidoaquelgestodepreocupaciónque evocaba la imagen de un pagaré de próximo vencimiento. Parecíamásseguro y tranquilo que otras veces. Lo único anormal en su exterior era laexageradaamabilidadconquehablabaalasgentes.

Observándoledelejos,elespañolpudovercómohacíaunaleveseñaconlos ojos a Elena. Luego, fingiendo indiferencia, se separó del grupo paraaproximarselentamentealgabinetesolitariodondehabíanestadoalprincipioRobledoylacondesa.

Tomabaalpasodistraídamentelasmanosqueletendíanalgunos,deseososdeentablarconversación.«Encantadosdeverle…»Yseguíaadelante.

Al pasar junto aRobledo le saludó con la cabeza, haciendo asomar a surostro la sonrisa de bondad protectora habitual en él; pero esta sonrisa sedesvanecióinmediatamente.

Losdoshombreshabíancruzadosusmiradas,yFontenoyviodeprontoenlosojosdelotroalgoquelehizoretirarelantifazdesusonrisa.Parecíaquehubieseencontradoenlaspupilasdelespañolunreflejodesupropiointerior.

Tuvo el presentimiento Robledo de que se acordaría siempre de estamiradarápida.Apenasseconocíanlosdos,ysinembargohuboenlosojosdeestehombreunaexpresióndeabandono fraternal,comosi le librase todasualmaduranteunsegundo.

VioalpocoratocómoElenasedirigíatambiéndisimuladamentehaciaelgabinete, y sintió una curiosidad vergonzosa. Él no tenía derecho aentrometerseen losasuntosdeestasdospersonas.Peroalmismo tiempo, leera imposible desinteresarse del suceso extraordinario que se estabapreparandoenaquellosmomentos,yquesuinstintolehacíapresentir.

EstehombrehabíanecesitadohablaraElenaconunaurgenciaangustiosa;sólo así era explicable que se decidiese a buscarla en casa de la condesaTitonius,¿Quéestaríandiciéndose?…

Seatrevióapasar,fingiendodistracción,antelapuertadelgabinete.EllayFontenoyhablabandepie,conelrostroimpasibleymuyerguidos.Suslabiossemovían apenas, como si temieran dejar adivinar en sus contracciones laspalabrasdeslizadassuavemente.

RobledosearrepintiódesucuriosidadalverlarápidamiradaqueledirigíaFontenoy, mientras continuaba hablando a Elena, puesta de espaldas a lapuerta.

Estamiradavolvióaemocionarlecomolaotra.Elhombrequeseladirigíaestabatalvezenelmomentomáscríticodesuexistencia.Hastacreyóveren

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susojosunareconvención.«¿Porquéteintereso,sinadapuedeshacerpormí?…»

No se atrevió a pasar otra vez ante la puerta. Pero obedeciendo a unafuerza obscura más potente que su voluntad, se mantuvo cerca de ella,aparentando distracción y aguzando el oído.Reconocía que su conducta eraincorrecta.Estabaprocediendocomocualquieradeaquellosmurmuradoresalos que había escuchado por casualidad. Sin duda, el ambiente de esta casaempezabaainfluirenél…

Eradifícil enterarse de lo que decían las dos personas al otro ladode lapuertaabierta.Además,losinvitadoshabíanempezadoabailarenlossalonesyelpianistagolpeabarudamenteelteclado.

Unaspalabrasconfusasllegaronhastaél.Laparejadelgabinetelevantabael tono de su conversación a causa del ruido. Tal vez las emociones de sudiálogoleshacíanolvidartambiéntodareserva.

ReconociólavozdeFontenoy.

—¿Paraquéfrasesdramáticas?…Túnoerescapazdeeso.Yosoyelqueseirá…Enciertosmomentosesloúnicoquepuedehacerse.

Lamúsicayelruidodelbailevolvieronaobstruirsusoídos.Perotodavía,al humanizar el pianista por unos instantes su tempestuoso tecleo, pudoescucharotravoz.AhoraeraElenalaquehablaba, lejos,¡muylejos!conuntonodeinmensodesaliento:

—Tal vez tienes razón. ¡Ay, el dinero!… Para los que sabemos lo quepuededardesí,¡quéhorrorosalavidasinél!…

No quiso oír más. La vergüenza de su espionaje acabó por vencer a lamalsana curiosidad que le había dominado durante unos momentos. Debíarespetarelsecretoquehacíabuscarseaestasdospersonas.Presintióademásqueeltalmisterioibaaserdecortaduración.Talvezduraseloquelanoche.

Cuandovolvióalapiezadondeestabaelbuffet,vioasuamigoFedericoque seguía conversando con el mismo personaje: un señor ya viejo, con larosetadelaLegióndeHonorenunasolapayelaspectodeunaltofuncionarioretirado.

Ahoraeraésteelquehablaba,despuésqueTorrebiancahuboterminadolaexplicacióndelosgrandesnegociosdeFontenoy.

—Yonodudodelahonradezdesuamigo,peromeabstendríadecolocardineroensusnegocios.Mepareceunhombreaudaz,quesitúasusempresasdemasiadolejos.Todomarcharábienmientraslosaccionistastenganfeenél.Pero,segúnparece,empiezananotenerla;yeldíaqueexijanrealidadesynoesperanzas,eldíaqueFontenoytengaquepresentarconclaridadlaverdadera

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situacióndesusnegocios…entonces…

IV

Robledoselevantómuytarde;peroaúnpudoadmirarelsuaveesplendorde un día primaveral en pleno invierno. Una neblina ligera saturada de solextendíasutoldodeorosobreParís.

—Da gusto vivir—pensó al abandonar su hotel después de haberalmorzadorápidamenteenuncomedordondesóloquedabanloscriados.

Paseó toda la tarde por el Bosque de Bolonia, y poco antes del ocasovolvióalosbulevares.Seproponíacomerenunrestorán,buscandoluegoalosTorrebianca para pasar juntos una parte de la noche en cualquier lugar dediversión.

Estando en la terraza de un café compró un diario, y antes de abrirlopresintióqueestepapelreciénimpresoguardabaalgoquepodíasorprenderle.Tuvoelobscuroavisodequeibaaconocercosashastaentoncesenvueltasenelmisterio…Yenelmismo instantesusojos tropezaronconun títulode laprimerapágina:«Suicidiodeunbanquero.»

Antesdeleerelnombredelsuicidaestabasegurodeconocerlo.Nopodíaser otro que Fontenoy. Por eso no experimentó sorpresa alguna mientrascontinuabasulectura.Losdetallesdelsuicidioleparecieronsucesosnaturalesyordinarios,comosialguienseloshubiesereveladopreviamente.

Fontenoyhabíasidoencontradoensulujosaviviendatendidoenlacamayguardandotodavíaenladiestraelrevólverconquesehabíadadomuerte.

DesdeeldíaanteriorcirculabaporloscentrosfinancieroslanoticiadesuquiebraencondicionestalesqueibaaatraerlaintervencióndelaJusticia.Susaccionistas le acusaban de estafa, y el juez se proponía registrar al díasiguientesucontabilidad,loquehacíaesperaramuchosunaprisióninmediatadelbanquero.

Elcolonizadorleyópordosveceselfinaldelartículo:

«Lamuertedeestahombredejavisibleelengañoenquevivíanlosqueleconfiaronsudinero.SusempresasmineraseindustrialesenAsiayenÁfricasoncasiilusorias.Estántodavíaenloscomienzosdeunposibledesarrollo,ysinembargo,él laspresentóalpúblicocomonegociosenplenaprosperidad.Eraunhombreque,segúnafirmanalgunos,tuvomásdeilusoquedecriminal;peroestonoimpidequehayaarruinadoamuchasgentes.Además,parecequeinvirtió una parte considerable del dinero de sus accionistas en gastos

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particulares.Sutremendaresponsabilidadalcanzaráindudablementealosquehancolaboradoconélenladireccióndeestasempresasengañosas.»

«A última hora se habla de la probable prisión de algunos personajesconocidosquetrabajaronalasórdenesdelbanquero.»

Cesó de pensar en el suicida para ocuparse únicamente de su amigo.«¡Pobre Federico! ¿Qué va a ser de él?…» Y tomó inmediatamente unautomóvilparaquelellevasealaavenidaHenriMartin.

El ayuda de cámara de Torrebianca le recibió con un rostro de fúnebretristeza,comosihubiesemuertoalguienenlacasa.Elmarquéshabíasalidoamediodía, así que supo por teléfono la noticia del suicidio, y aún estabaausente.

—La señora marquesa—continuó el criado—está enferma, y no quiererecibiranadie.

Robledo,escuchándole,pudodarsecuentadelefectoquehabíaproducidoen aquella casa lamuerte del banquero. La disciplina glacial y solemne deestosservidoresyanoexistía.Mostrabanelaspectoazoradodeunatripulaciónquepresiente la llegadade la tormentacapazde tragarse subuque.Robledooyópasosdiscretosdetrásdeloscortinajes,conacompañamientodesusurros,yviocómoselevantabanaquélloslevemente,dejandoasomarojoscuriosos.

Sinduda,enlasinmediacionesdelacocinasehabíahabladomuchodelaposibilidaddeciertasvisitas,ycadavezquellegabaalguienalacasatemíantodos que fuese la policía. El chófer preguntaba con sorda cólera a suscompañeros:

—Sematóelcapitán,yestebarcosevaapique.¿Quiénnospagaráahoraloquenosdeben?…

Regresóel ingenieroal centrode laciudadparacomerenun restorán,ytres veces llamó por teléfono a la casa de Torrebianca. Cerca ya de medianochelecontestaronqueelseñoracababadeentrar,yRobledoseapresuróavolveralaavenidaHenriMartin.

EncontróaFedericoensubibliotecaconsiderablementeavejentado,comosi las últimas horas hubiesen valido para él años enteros. Al ver entrar aRobledoloabrazó,buscandoinstintivamenteunapoyoparasostenersucuerpodesalentado.

Le parecía asombroso que pudieran soportarse tantas emociones en tanpocotiempo.PorlamañanahabíasentidolamismaimpresióndefelicidadyconfianzaqueRobledoante lahermosuradeldía.¡Dabagustovivir!…Ydeprontoelllamamientoporteléfono,laterriblenoticia,lamarchaapresuradaaldomicilio de Fontenoy, el cadáver del banquero tendido en la cama y

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arrebatadodespuésporlosqueintervienenenestaclasedemuertesparahacersuautopsia.

Aún le había causado una impresiónmás dolorosa ver el aspecto de lasoficinas de Fontenoy. El juez estaba en ellas como único amo, examinandopapeles,colocandosellos,procediendoaunregistrosinpiedad,apreciándolotodoconojos fríos, recelosose implacables.El secretariodelbanquero,quehabía llamado a Torrebianca por teléfono, hacía esfuerzos para ocultar suturbación,yacogiólapresenciadeéstecongestospesimistas.

—Creoquevamosasalirmaldeestaaventura.Elpatróndebíahabernosprevenido…

Pasó Torrebianca el resto del día buscando a otras personas de las quehabíancolaboradoconFontenoy,cobrandograndessueldosporfigurarcomoautómatas en los Consejos de Administración de sus empresas. Todos semostrabanigualmentepesimistas,conunmiedoferozcapazdetodaclasedementirasyvilezascontralosotrosparaconseguirlapropiasalvación.

SequejabandeFontenoy, al que habían alabadohasta pocas horas antespara que les proporcionase nuevos sueldos. Algunos le llamaban ya«bandido». Los hubo que, necesitando atacar a alguien para justificarse,insinuaronsusprimerasprotestascontraTorrebianca.

—Ustedhadichoensusinformesquelosnegocioseranmagníficos.Debehabervistoconsuspropiosojosloqueexisteenaquellastierraslejanas,puesde otro modo no se comprende cómo puso su firma en unos documentostécnicos que sirvieron para infundirnos confianza en los negocios de esehombre.

YTorrebiancaempezóadarsecuentadequetodosnecesitabanunavíctimaescogidaentrelosvivos,paraquecargaseconlastremendasresponsabilidadesevitadasporelbanqueroalrefugiarseentrelosmuertos.

—Tengomiedo,Manuel—dijoasucamarada—.Yomismonocomprendoahoracómofirméesospapeles,sindarmecuentadesuimportancia…¿QuiénpudoaconsejarmeunafetanciegaenlosnegociosdeFontenoy?

Robledo sonrió tristemente. Podía darle el nombre de la persona que lehabía aconsejado; pero consideró inoportuno aumentar con tal revelación eldesalientodesuamigo.

Aúnenmediodesuspreocupaciones,Torrebiancapensabaensumujer.

—¡PobreElena!Hehabladoconellahaceunmomento…Creíque ibaasufrir un accidente al contarle yo cómo había visto el cadáver de Fontenoy.Estesucesohaperturbadodetalmodosusistemanervioso,quetemoporsusalud.

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Pero Robledo sintió tal impaciencia ante sus lamentaciones, que dijobrutalmente:

—Piensaentusituaciónynoteocupesdetumujer.Loqueteamenazaesmásgravequeunataquedenervios.

Los dos hombres, después de hablar largamente de esta catástrofe,acabaronporsentirciertooptimismo,comotodoslosquesefamiliarizanconladesgracia. ¡Quiénpodíaconocer laverdadexactamientras losasuntosdelbanqueronofuesenpuestosenclaroporeljuez!…Fontenoyeramásilusoquecriminal; esto lo reconocían hasta sus mayores enemigos. Muchos de losnegocios ideados por él acabarían siendo excelentes. Su defecto habíaconsistido en pretender hacerlos marchar demasiado aprisa, engañando alpúblicosobresuverdaderasituación.Talvezunosadministradoresprudentessabrían hacerlos productivos, reconociendo los informes de Fontenoy comoexactos y declarando que Torrebianca no había cometido ningún delito alaprobarlos.

—Bienpuedeserasí—dijoRobledo,quenecesitabamostrarseigualmenteoptimista.

Le había infundido al principio una gran inquietud el desaliento de suamigo, y prefería ayudarle a recobrar cierta confianza en el porvenir. Asípasaríamejorlanoche.

—Veráscomotodosearregla,Federico.NoconcedasdemasiadovaloraloquedicenlosantiguosparásitosdeFontenoy,aconsejadosporelmiedo.

Aldíasiguienteloprimeroquehizoelespañolallevantarsefuebuscarlosperiódicos. Todos se mostraban pesimistas y amenazadores en sus artículossobreestesuicidio,quetomabalaimportanciadeungranescándaloparisién,augurando que la Justicia iba a meter en la cárcel a personalidades muyconocidas antes de que hubiesen transcurrido cuarenta y ocho horas. Hastacreyó adivinar en uno de los periódicos vagas alusiones a los informes deciertoingenieroprotegidodeFontenoy.

CuandovolvióaencontraraFedericoensubiblioteca,todavíaleviomásviejoymásdesalentadoqueenlanocheanterior.Sobreunamesaestabanlosmismosdiariosquehabíaleídoél.

—Quierenllevarmealacárcel—dijoconvozdoliente—.Yo,quenuncahehecho mal a los demás, no comprendo por qué se encarnizan de tal modoconmigo.

EnvanointentóRobledoconsolarle.

—¡Qué vergüenza!-siguió diciendo—. Jamás he temido a nadie, y sinembargo,nopuedosostenerlamiradadelosquemerodean.Hastacuandome

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hablamiayudadecámarabajolosojos,temiendoverlossuyos…¡Quédirándemíenmipropiacasa!

Luegoañadió,encogidoyhumilde,comosihubieseretrocedidoalosañosdesuinfancia:

—Tengo miedo de salir. Tiemblo sólo de pensar que puedo ver a lasmismas personas que he encontrado tantas veces en los salones, y me serápreciso explicarlesmi conducta, sufrir susmiradas irónicas, sus palabras defalsalástima.

Calló,paraañadirpocodespuésconadmiración:

—Elena es más valiente. Esta mañana, después de leer los periódicos,pidióelautomóvilpara irnosédónde.Debeestarhaciendovisitas.Medijoqueeraprecisodefenderse…Pero¿cómovoyadefendermesiesverdadqueheautorizadoconmifirmaesosinformessobrenegociosquenoconozco?…Yonosémentir.

Robledointentóenvanoinfundirleconfianza,comoenlanocheanterior.Suoptimismocarecíayadefuerzaspararehacerse.

—También mi mujer cree, como tú, que esto puede arreglarse. Ella sesientetanseguradesuinfluencia,quenuncallegaadesesperar.TieneenParísmuchas amistades; le quedan muchas relaciones de familia. Se ha ido estamañana jurando que conseguirá desbaratar las tramas de mis enemigos…Porqueellasuponequetenemosmuchosenemigosyesossonlosqueintentanperderme, buscandounpretexto en la quiebradeFontenoy…Elena sabedetodomásqueyo,ynomeextrañaríaqueconsiguiesehacercambiarlaopiniónde los periódicos y la del mismo juez, desvaneciendo esas amenazasdisimuladasdeprocesoydecárcel.

Seestremecióalpronunciarlaúltimapalabra.

—¡Lacárcel!…¿Ves tú,Manuel,aunTorrebiancaen lacárcel?…Antesdequeesoocurra,apelaréalmediomásseguroparaevitartalvergüenza.

Yrecobrabasuantiguaenergíavibranteynerviosa,comosiensuinteriorresucitasentodossusantepasados,ofendidosporlaamenaza.

Robledosealarmóalverlaluzazulencaquepasabaporlaspupilasdesuamigo,igualalresplandorfugazdeunaespadacimbreante.

—Túnopuedeshaceresedisparate—dijo—.Viviresloprimero.Mientrasuno vive, todo puede arreglarse bien o mal. Con la muerte sí que no hayarregloposible…Además,¡quiénsabe!…Talveznoteequivocasenloqueserefiere a tumujer, y ella pueda llegar a influir en el arreglode tu situación.Cosasmásdifícilessehanvisto.

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AlsalirdelabibliotecaencontróRobledoavariaspersonassentadasenelrecibimiento y aguardando pacientemente. El ayuda de cámara, con unaconfianzaextemporáneaymolestaparaél,murmuró:

—Esperanalaseñoramarquesa…Leshedichoqueelseñorhabíasalido.

Noañadiómáselcriado;perolaexpresiónmaliciosadesuspupilaslehizoadivinarquelosqueesperabaneranacreedores.

Elsuicidiodelbanquerohabíadadofinalescasocréditoqueaúngozabanlos Torrebianca. Todas aquellas gentes debían saber que Fontenoy era elamante de la marquesa. Por otra parte, la quiebra de su Banco privaba almaridodelosempleosqueservíanaparentementeparaelsostenimientodeunavidalujosa.

Comprendióahoraque suamigo tuviesemiedoyvergüenzadever a losquelerodeabanensupropiacasaypermanecieseaisladoensubiblioteca.

Amediatardehablóporteléfonoconél.ElenaacababaderegresardesucorreríaporParís,mostrándosesatisfechadesusnumerosasvisitas.

—Me asegura que por el momento ha parado el golpe, y todo se iráarreglandodespués—dijoTorrebianca,noqueriendomostrarsemásexpansivoenunaconversacióntelefónica.

Cerrada lanoche,volvióRobledoa laavenidaHenriMartin.Había leídoenuncafélosdiariosvespertinos,noencontrandoenellosnadaquejustificaselarelativatranquilidaddesuamigo.Continuabanlasnoticiaspesimistasylasalusiones a una probable prisión de las personas comprometidas en laescandalosaquiebra.

Viootravezsobreunamesadelabibliotecalosmismosperiódicosqueélacababa de leer, y se explicó el desaliento de su amigo, quebrantado por elvaivéndelossucesos,saltandoenelcursodeunaspocashorasdelaconfianzaa la desesperación. Era rudo el contraste entre su voz fría y reposada y elcrispamiento doloroso de su rostro. Indudablemente, había adoptado unaresolución,ypersistíaenella,sinmásesperanzaqueunsucesoinesperadoymilagroso, único que podía salvarle. Y si no llegaba este prodigio…entonces…

MiróRobledo a todos lados, fijándose en lamesa y otrosmuebles de labiblioteca.¡Nopoderadivinardóndeestabaguardadoelrevólverqueeraparasuamigoelúltimoremedio!…

—¿Haygenteahífuera?—preguntóTorrebianca.

Como parecía conocer las visitas molestas que durante el día habíandesfiladoporelrecibimiento,Robledonopidióunaaclaraciónaestapregunta,limitándoseacontestarlaconunmovimientonegativo.Entoncesélhablóde

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aquellainvasióndeacreedoresquellegabadetodoslosextremosdeParís.

—Huelen la muerte—dijo-, y vienen sobre esta casa como bandas decuervos…CuandoentróElenaamediatarde,elrecibimientoestabarepleto…Peroellaposeeunamagiaalaquenoescapanhombresnimujeres,ylebastóhablar para convencerlos a todos. Creo que hasta le habrían hecho nuevospréstamosdepedírselosella…

Ensalzabaconorgulloelpoderseductordesuesposa;perolarealidadsesobrepusomuyprontoaestaadmiración.

—Volverán—dijo con tristeza—. Se han ido, pero volverán mañana…También Elena ha visto a ciertos amigos poderosos que inspiran a losperiódicos o tienen influencia sobre los jueces. Todos le han prometidoservirla;pero¡ay!cuandoellaestálejos,cuandonolaven,supoderyanoeselmismo…Lehandichoquearreglaránlascosas,ynodudoqueasíseráporelmomento;pero¿quépuedeunamujercontratantosenemigos?…Además,no debo consentir que mi esposa vaya de un lado a otro defendiéndome,mientras yo permanezco aquí encerrado. Sé a lo que se expone una mujercuando va a solicitar el apoyo de los hombres.No…Eso sería peor que lacárcel.

YporlaspupilasdeTorrebianca,quemostrabaavecesuntemorpuerilyacontinuaciónunagranenergía,pasóciertoresplandoragresivoalpensarenlospeligrosaquepodíaverseexpuestalafidelidaddeElenadurantelasgestioneshechasparasalvarle.

—Laheprohibidoquecontinúelasvisitas,aunqueseanaviejosamigosdesufamilia.Unhombredehonornopuedetolerarciertasgestionescuandosetratadesumujer…Confiémonosalasuerte,yocurraloqueDiosquiera.Sóloelcobardecarecedesolucióncuandollegaelmomentodecisivo.

Robledo,quelehabíaescuchadosindarmuestrasdeimpaciencia,dijoconvozgrave:

—Yotengounasoluciónmejorquelatuya,puestepermitirávivir…

Venteconmigo.

Ylentamente,conunafrialdadmetódica,comosiestuvieraexponiendounnegocioounproyectodeingeniería,leexplicósuplan.

Era absurdo esperar que se arreglasen favorablemente los asuntosembrolladosporelsuicidiodeFontenoy,yresultabapeligrososeguirviviendoenParís.

—Te advierto que adivino lo que piensas hacer mañana o tal vez estamismanoche,siconsiderastusituaciónsinremedio.Sacarásturevólverdesuescondrijo,tomarásunaplumayescribirásdoscartas,poniendoenelsobrede

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unadeellas:«Paramiesposa»;yenelsobredelaotra:«Paramimadre».¡Tupobre madre que tanto te quiere, que se ha sacrificado siempre por ti, y acuyos sacrificios corresponderás yéndote del mundo antes de que ella semarche!…

El tono de acusación con que fueron dichas estas palabras conmovió aTorrebianca.Sehumedecieronsusojosybajólafrente,comoavergonzadodeuna acción innoble. Sus labios temblaron, y Robledo creyó adivinar quemurmurabanlevemente:«¡Pobremamá!…¡Mamámía!»

Sobreponiéndosealaemoción,volvióalevantarFedericosucabeza.

—¿Creestú—dijo—quemimadreseconsiderarámásfelizviéndomeenlacárcel?

Elespañolseencogiódehombros.

—Noesprecisoquevayasalacárcelparaseguirviviendo.Loquepidoesquetedejesconducirpormíymeobedezcas,sinhacermeperdertiempo.

Despuésdemirarlosperiódicosqueestabansobrelamesa,añadió:

—Como creo dificilísima tu salvación, mañana mismo salimos para laAméricadelSur.Túeresingeniero,yalláenlaPatagoniapodrástrabajaramilado…¿Aceptas?

Torrebianca permaneció impasible, como si no comprendiese estaproposicióno la considerase tan absurdaquenomerecía respuesta.Robledoparecióirritarseporsusilencio.

—Piensa en los documentos que firmaste para servir a Fontenoy,declarandoexcelentesunosnegociosquenohabíasestudiado.

—No pienso en otra cosa—contestó Federico—, y por eso consideronecesariamimuerte.

Ya no contuvo su indignación el español al oír las últimas palabras, yabandonandosuasiento,empezóahablarconvozfuerte.

—Peroyonoquieroquemueras,grandísimomajadero.Yoteordenoquesigasviviendo,ydebesobedecerme…Imagínatequesoytupadre…Tupadreno, porquemurió siendo tú niño…Hazte cuenta que soy tumadre, tu viejamamá,a laquetantoquieres,yquetedice:«Obedecea tuamigo,quees lomismoquesimeobedeciesesamí.»

LavehemenciaconquedijoestovolvióaconmoveraTorrebianca,hastaelpuntodehacerlellevarlasmanosalosojos.Robledoaprovechósuemociónparadecirloqueconsiderabamásimportanteydifícil.

—Yotesacarédeaquí.TellevaréaAmérica,dondepuedesencontraruna

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nuevaexistencia.Trabajarásrudamente,peroconmásnoblezaymásprovechoque en el viejomundo; sufrirásmuchas penalidades, y tal vez llegues a serrico…Peroparatodoesonecesitasvenirconmigo…solo.

Seincorporóelmarqués,apartandolasmanosdesurostro.Luegomiróasuamigoconunaextrañezadolorosa.¿Solo?…¿CómoseatrevíaaproponerlequeabandonaseaElena?…Preferíamorir,puesdeestemodose librabadelsufrimientodepensaratodashorasenlasuertedeella.

ComoRobledoestabairritado,yentalcaso,siemprequealguienseoponíaasusdeseos,eradeuncarácterimpetuoso,exclamóirónicamente:

—¡TuElena!…TuElenaes…

PerosearrepintióalfijarseenelrostrodeFederico,procurandojustificarsutonoagresivo.

—TuElenaes…laculpableengranpartedelasituaciónenqueahorateencuentras.Ella tehizoconoceraFontenoy,¿Noesasí?…Porella firmastedocumentosquerepresentantudeshonraprofesional.

Federico bajó la cabeza; pero el otro todavía quiso insistir en suagresividad.

—¿Cómo conoció tumujer a Fontenoy?…Me has dicho que era amigoantiguodesufamilia…yesoestodoloquesabes.

Aúnsecontuvounmomento,perosucóleraleempujó,pudiendomásquesuprudencia,queleaconsejabacallar.

—Lasmujeresconocensiemprenuestrahistoria,ynosotrossólosabemosdeellasloquequierencontarnos.

Elmarquéshizoungestocomosiseesforzaseporcomprenderelsentidodetalespalabras.

—Ignoro loquequieresdecir—dijo convoz sombría—;peropiensaquehablasdemimujer.Noolvidesquellevaminombre.¡Yyolaamotanto!…

Después quedaron los dos en silencio. Según transcurrían los minutosparecía agrandarse la separación entre ambos. Robledo creyó convenientehablarparaelrestablecimientodesuamistosacordialidad.

—Allá,lavidaesdura,ysóloseconocendemuylejoslascomodidadesdelacivilización.Peroeldesiertoparecedarunbañodeenergía,quepurificaytransformaa loshombres fugitivosdelviejomundo,preparándolosparaunanuevaexistencia.Encontrarásenaquelpaísnáufragosdetodaslascatástrofes,quehanllegadolomismoquelosquesesalvannadando,hastaponerelpieenuna islabienaventurada.Todas lasdiferenciasdenacionalidad,decastaydenacimientodesaparecen.Allásólohayhombres.Latierradondeyovivoes…

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latierradetodos.

ComoTorrebianca permanecía impasible, creyó oportuno recordarle otravezsusituación.

—Aquí teaguardan ladeshonray lacárcel,o loqueespeor, laestúpidasolución de matarte. Allá, conocerás de nuevo la esperanza, que es lo máspreciosodenuestraexistencia…¿Vienes?

Elmarqués salió de su estupefacción, iniciando el esperadomovimientoafirmativo; pero Robledo le contuvo con un ademán para que esperase, yañadióenérgicamente:

—Yasabesmiscondiciones.Alláhayqueircomoalaguerra:conpocosbagajes;yunamujereselmáspesadodelosestorbosenexpedicionesdeestegénero…Tuesposanovaamorirdepenaporquetú ladejesenEuropa.Osescribiréiscomonovios;unaausencialargareanimaelamor.Además,puedesenviarladineroparael sostenimientodesuvida.De todosmodos,harásporellamuchomásquesitematasotedejasllevaralacárcel…¿Quieresvenir?

Quedó pensativo Torrebianca largo rato. Después se levantó e hizo unaseñaaRobledoparaqueesperase,saliendodelabiblioteca.

Nopermaneciómucho tiempo solo el español.Leparecióoírmuy lejos,comoapagadaspor lascolgadurasy los tabiques,vocesquecasierangritos.Luegosonaronpasosmáspróximos, se levantóviolentamenteuncortinajeyentróElenaenlabibliotecaseguidadesuesposo.

Era una Elena transformada también por los acontecimientos. Robledocreyóqueparaellalashorashabíansidoigualmentelargascomoaños.Parecíamásvieja, peronopor esodejabade serhermosa.Subelleza ajadaeramássinceraqueladelosdíasrisueños.Teníaelmelancólicoatractivodeunramodefloresqueempiezanamarchitarse.Habíantranscurridoveinticuatrohorassinquepudieraelladedicarsealoscuidadosdesucuerpo,ysehallabaademásbajo la influencia de incesantes emociones, unas dolorosas y otras irritantespara su amorpropio.Másque en la suertede sumarido,pensaba en loqueestaríandiciendoaaquellashoraslasnumerosasamigasqueteníaenParís.

Arrojó violentamente a sus espaldas el cortinaje, y fue avanzandopor labiblioteca como una invasión arrolladora. Sus ojos parecieron desafiar aRobledo.

—¿Qué es lo queme cuenta Federico?—dijo con voz áspera—. ¿Quiereustedllevárseloyquedejeabandonadaasumujerentretantosenemigos?…

Torrebianca, que al marchar detrás de ella sentía de nuevo su poder dedominación,creyódelcasoprotestarparaconvencerladesufidelidad.

—Yonoteabandonarénunca…SelohedichoaManuelvariasveces.

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PeroElenanoloescuchaba,ycontinuóavanzandohaciaRobledo.

—¡Yyoqueleteníaaustedporunamigoseguro!…¡Malsujeto!¡Quererarrebataraunamujerelapoyodesuesposo,dejándolasola!…

Al hablar miraba fijamente los ojos del español, como si pretendiesecontemplarseenellos.Perodebióvertalescosasenestaspupilas,quesuvozse hizo más suave, y hasta acabó por fingir un mohín infantil de disgusto,amenazando al hombre con un dedo. El colonizador permaneció impasible,encontrando, sin duda, inoportunas estas gracias pueriles, y Elena tuvo quecontinuarhablandocongravedad.

—Aver explíqueseusted.Dígamecuáles son susplanespara sacar amimarido de aquí, llevándolo a esas tierras lejanas donde vive usted como unseñorfeudal.

Insensiblealavozyalosojosdeella,hablóRobledofríamente,lomismoquesiexpusieseuntrabajodeingeniería.

Habíadiscurrido,mientrasconversabaconFederico,lamaneradesacarlodeParís.Buscaríaaldíasiguienteunautomóvilparaél,comosiselehubieseocurrido de pronto emprender un viaje a España. Era oportuno tomarprecauciones.Torrebiancaaúnestabalibre,perobienpodíaserquelovigilasepreventivamentelapolicíamientraseljuezestudiabasuculpabilidad.AunquelafronteradeEspañaestabalejos,lapasaríanantesdequelaJusticiahubieselanzadounaordendeprisión.Además,élteníaamigosenlamismafrontera,que les ayudarían en caso de peligro para que pudiesen llegar los dos aBarcelona,yunavezenestepuertoerafácilencontrarpasajeparalaAméricadelSur.

Elenaleescuchófrunciendosuentrecejoymoviendolacabeza.

—Todoestábienpensado—dijo—;peroeneseplan,¿porquéhadeincluirustedsolamenteamiesposo?¿Porquénopuedomarcharmeyotambiénconustedes?

Torrebiancaquedósorprendidopor laproposición.Horasantes,alvolverElenaacasa,habíamostradounagranconfianzaenelporvenirparaanimarasumaridoytalvezparaengañarseasímisma.Veníadevisitarahombresqueconocíadelargafechayderecogergrandespromesas,dadasconlagalanteríamelancólicayprotectoraqueinspiranlosrecuerdoslejanosdeamor.Comonoveíaotroremedioasusituaciónqueestaspalabras,habíanecesitadocreerenellas,forjándoseilusionessobresueficacia;peroahora,alconocerelplandeRobledo,todosuoptimismoacababadederrumbarse.

Las promesas de sus amistades no eranmás que dulces mentiras; nadieharíanadaporellosalverlosenladesgracia;laJusticiaseguiríasucurso.Su

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maridoiríaalacárcel,yellatendríaqueempezarotravez…¡otravez!enunmundoextremadamenteviejo,dondeleeradifícilencontrarunrincónquenohubieseconocidoantes…Además,¡tantasamigasdeseosasdevengarse!…

Robledoviopasarpor susojosunaexpresióncompletamentenueva.Erademiedo:elmiedodelanimalacosado.PorprimeravezpercibióenlavozdeElenaunacentodeverdad.

—Ustedeselúnico,Manuel,queveclaramentenuestrasituación;elúnicoque puede salvarnos… Pero lléveme a mí también. No tengo fuerzas paraquedarme…Primeromendigarenunmundonuevo.

Yhabía tal tristezay talmansedumbre enesta súplica, queel español lacompadeció,olvidandotodoloquepensabacontraellamomentosantes.

Torrebianca, como si adivinase la repentina flaqueza de su amigo, dijoenérgicamente:

—Otesigoconella,omequedoasulado,sinmiedoaloqueocurra.

Aún dudó Robledo unos momentos; pero al fin hizo con su cabeza ungestodeaceptación.Inmediatamentesearrepintió,comosiacabasedeaprobaralgoqueleparecíaabsurdo.

EmpezóareírElena,olvidandoconunafacilidadasombrosalasangustiasdelpresente.

—Yo siempre he adorado los viajes—dijo con entusiasmo—.Montaré acaballo, cazaré fieras, arrostrarégrandespeligros.Voyavivirunaexistenciamásinteresantequeladeaquí;unavidadeheroínadenovela.

Elespañollamirócomoespantadodesuinconsciencia.YanoseacordabadeFontenoy.ParecíahaberolvidadoigualmentequeaúnestabaenParís,ydeunmomentoaotrolapolicíapodíaentrarenlacasaparallevarseasumarido.

Lealarmótambiénlaenormedistanciaentre laexistenciarealdelosquecolonizanlassoledadesdeAméricaylasilusionesnovelescasqueseforjabaestamujer.

Torrebianca les interrumpió con palabras de desaliento, como si juzgaseimposiblelarealizacióndelplandesuamigo.

—Para marcharnos, necesitamos pagar antes lo que debemos. ¿Dóndeencontrardinero?…

Suesposavolvióareír,haciendoalmismotiempogestosdeextrañeza.

— ¡Pagar!… ¿Quién piensa en eso? Los acreedores esperarán. Yoencuentrosiempreunapalabraoportunaparaellos…YalespagaremosdesdeAméricacuandotúseasrico.

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Obsesionado por sus escrúpulos, el marqués insistió en ellos con unatenacidadcaballeresca.

—No saldré de aquí sin que hayamos pagado a lo menos nuestraservidumbre.Además,necesitamosdineroparaelviaje.

Hubounlargosilencio;yelmarido,queseguíapensativo,dijodepronto,comosihubieseencontradounasolución:

—Porsuerte,tenemostusjoyas.Podemosvenderlasantesdeembarcarnos.

Miró Elena irónicamente el collar y las sortijas que llevaba en aquelmomento.

—Nollegaránadardosmilfrancosporéstasniporlasotrasqueguardo.Todasfalsas,absolutamentefalsas.

—Pero ¿y las verdaderas?—preguntó, asombrado, Torrebianca—. ¿Y lasquecomprasteconeldineroqueteenviaronmuchasvecesdetuspropiedadesenRusia?

Robledocreyóoportunointervenirparaquenoseprolongaseestediálogopeligroso.

—Noquierassaberdemasiado,yhablemosdelpresente…Yopagaréatusdomésticos;yocostearéelviajedelosdos.

Elena le tomó ambas manos, murmurando palabras de agradecimiento.Torrebianca,aunqueconmovidoporestagenerosidad,insistíaennoaceptarla;peroelespañolcortósusprotestas.

—VineaParíscondineroparaseismeses,ymeiréalascuatrosemanas;esoestodo.

Despuésañadióconunadesesperacióncómica:

—Me privaré de conocer unos cuantos restoranes nuevos y de apreciarvarias marcas de vinos famosos… Ya ves que el sacrificio nada tiene deextraordinario.

Federicoleestrechóladiestrasilenciosamente,almismotiempoqueElenale abrazaba y besaba con un impudor entusiástico. Todas sus palabras eranahora para un país desconocido, en el que no pensaba horas antes y queadmirabayacomounparaíso.

—¡Qué ganas tengo de verme en aquella tierra nueva, que, como diceusted,eslatierradetodos!…

Ymientraslosespososhablabandesuspreparativosparaemprenderaldíasiguienteunviajequeenrealidad,eraunafuga,Robledo,puestossusojosenella,sedijomentalmente:

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«¡Quédisparateacabodehacer!…¡Quéterribleregalovoya llevara losquevivenallálejos,duramente…peroenpaz!»

V

Unos trabajadores aragoneses que habían emigrado a la Argentina,llevandounaguitarracomolomáspreciosodesubagajeparaacompañarlascoplas«sacadasdesucabeza»,alverlapasaracaballodedicaronunacancióna«laFlordeRíoNegro».

Este apodo primaveral se difundió inmediatamente por el país, y todosllamaron así a la hija del dueño de la estancia deRojas; pero su verdaderonombreeraCelinda.

Tenía diez y siete años, y aunque su estatura parecía inferior a lacorrespondientea suedad, llamaba laatenciónpor suságilesmiembrosy laenergíadesusademanes.

Muchoshombresdelpaís, queadmiraban lomismoque losorientales laobesidad femenil, considerando una exuberancia de carnes como elacompañamiento indispensable de toda hermosura, hacían gestos deindiferenciaalescucharloselogiosquededicabanalgunosalaniñadeRojas.Admitíansurostrograciosoypicaresco,conlanarizalgorespingada,labocade un rojo sangriento, los dientes muy blancos y puntiagudos, y unos ojosenormes, aunque demasiado redondos. Pero aparte de su carita… ¡nada demujer! «Es igualmente lisa por delante y por el revés—decían—.Parece unmuchacho.»

Efectivamente,aciertadistancia la tomabanporunhombrecito,pues ibavestida siempre con traje masculino, y montaba caballos bravos a estilovaronil. A veces agitaba un lazo sobre su cabeza lo mismo que un peón,persiguiendoalgunayeguaonovillode lahaciendade supadre,donCarlosRojas.

Éste,segúncontabanenelpaís,pertenecíaaunafamiliaantiguadeBuenosAires.DejovenhabíallevadounaexistenciaalegreenlasprincipalesciudadesdeEuropa.Luegosecasó;perosuvidadomésticaenlacapitaldelaArgentinaresultabatancostosacomosusviajesdesolteroporelviejomundo,perdiendopocoapocolafortunaheredadadesuspadresengastosdeostentaciónyenmalosnegocios.Suesposahabíamuertocuandoélempezabaaconvencersedesu ruina. Era una señora enfermiza y melancólica, que publicaba versossentimentales, con un seudónimo, en los periódicos demodas, y dejó comorecuerdopoéticoasuhijaúnicaelnombredeCelinda.

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El señor Rojas tuvo que abandonar la estancia heredada de sus padres,cercadeBuenosAires,cuyovalorascendíaavariosmillones.Pesabansobreella tres hipotecas, y cuando los acreedores se repartieron el productode suventa no quedó a don Carlos otro recurso que alejarse de la parte máscivilizadadelaArgentina,instalándoseenRíoNegro,dondeeraposeedordecuatro leguas de tierra compradas en sus tiempos de abundancia, por uncapricho,sinsaberciertamenteloqueadquiría.

Muchoshombresarruinadosvendeprontoen laagriculturaunmedioderehacersusnegocios,apesardequeignoranlomáselementalparadedicarseal cultivo de la tierra. Este criollo, acostumbrado a una vida de continuosderrochesenParísyenBuenosAires,creyópoderrealizarelmismomilagro.Él,quenuncahabíaqueridopreocuparsedelaadministracióndeunaestanciacercadelacapital,coninagotablespradosnaturalesenlosquepastabanmilesde novillos, tuvo que llevar la vida dura y sobria del jinete rústico que sededicaalpastoreoenunpaísinculto.Loquesusabueloshabíanhechoenlosricos campos inmediatos a Buenos Aires, donde el cielo derrama su lluviaoportunamente, tuvo que repetirlo Rojas bajo el cielo de bronce de laPatagonia, que apenas si deja caer algunas gotas en todo el año sobre lastierraspolvorientas.

El antiguo millonario sobrellevaba con dignidad su desgracia. Era unhombredecincuentaaños,másbienbajoquealto,lanarizaguileñaylabarbacanosa.Enmediodeunaexistencia rudaconservabasuprimitivaeducación.Susmanerasdelatabanalapersonanacidaenunambientesocialmuysuperioralqueahoralerodeaba.ComodecíanenelinmediatopueblodelaPresa,eraun hombre que, vistiese como vistiese, tenía aire de señor. Llevaba casisiempre botas altas, gran chambergo y poncho. Pendiente de su diestra sebalanceabaelpequeñolátigodecuero,llamadorebenque.

Los edificios de su estancia eran modestos. Los había construido a laligera, con la esperanza de mejorarlos cuando aumentase su fortuna; pero,como ocurre casi siempre en las instalaciones campestres, estas obrasprovisionalesibanadurarmásañostalvezquelaslevantadasenotraspartescomodefinitivas.Sobrelasparedesdeladrillococido,sinrevoqueexterior,ode simples adobes, se elevaban las techumbres hechas con planchas de cincondulado.Enelinteriordelacasadeldueñolostabiquessólollegabanaciertaaltura, dejando circular el aire por toda la parte alta del edificio. Lashabitacioneseranescasasenmuebles.Lapiezaqueservíadesalón,despachoycomedor,dondedonCarlosrecibíaasusvisitas,estabaadornadaconunoscuantos riflesypielesdepumascazadosen las inmediaciones.Elestancieropasaba gran parte del día fuera de la casa, inspeccionando los corrales deganadomás inmediatos. De pronto ponía al galope su caballejo incansable,para sorprender a los peones que trabajaban en el otro extremo de su

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propiedad.

UnamañanasintióimpacienciaalverquehabíapasadolahorahabitualdelacomidasinqueCelindavolviesealaestancia.

No temía por ella. Desde que su hija llegó a Río Negro, teniendo ochoaños,empezóaviviracaballo,considerandolaplaniciedesiertacomosucasa.

—Espeligrosoofenderla—decíaelpadreconorgullo—.Manejarevólvery tira mejor que yo. Además, no hay persona ni animal que se le escapecuandotieneunlazoenlamano.Mihijaestodounhombre.

Laviodeprontocorriendoporlalíneaqueformabanlallanurayelcieloaljuntarse. Parecía un pequeño jinete de plomo escapado de una caja dejuguetes. Delante de su caballito corría un toro en miniatura. El grupogalopadorfuecreciendoconunarapidezmaravillosa.Enesallanurainmensa,todo lo que se movía cambiaba de tamaño sin gradaciones ordenadas,desorientandoyaturdiendolosojostodavíanoacostumbradosaloscaprichosópticosdeldesierto.

Llególajovendandogritosyagitandoellazoparaexcitarlamarchadelaresqueveníapersiguiendo,hastaquelaobligóarefugiarseenuncercadodemaderos.Luegoechópieatierrayfueaencontrarseconsupadre;peroéste,despuésderecibirunbesodeella, la repelió,mirandoconseveridadel trajevaronilquellevaba.

—Tehedichomuchasvecesquenoquieroverteasí.Lospantalonessehanhecho para los hombres, ¡creo yo!… y las «polleras» para las mujeres. Nopuedo tolerarqueunahijamíavayacomoesascómicasqueaparecenen lasvistasdelbiógrafo.

Celinda recibió la reprimenda bajando los ojos con graciosa hipocresía.Prometióobedecerasupadre,conteniendoalmismotiemposudeseodereír.Precisamente pensaba a todas horas en las amazonas con pantalones quefiguranen los filmsde losEstadosUnidos,yhabíaechado largasgalopadaspara ir hasta Fuerte Sarmiento, el pueblo más inmediato, donde loscinematografistaserrabundosproyectabansobreunasábana,enelcafédesuúnico hotel, historias interesantes que le servían a ella para estudio de lasúltimasmodas.

DurantelacomidalepreguntódonCarlossihabíaestadocercadela

Presaycómomarchabanlostrabajosenelrío.

Unaesperanzadevolver a ser rico, cadavezmásprobable, hacíaque elseñorRojas,antesmelancólicoydesesperanzado, sonriesedesde losúltimosmeses. Si los ingenieros del Estado conseguían cruzar con un dique el ríoNegro, loscanalesqueestabanabriendounespañol llamadoRobledoyotro

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sociosuyofecundaríanlastierrascompradasporellosjuntoasuestancia,yélpodríaaprovechar igualmentedicha irrigación, loqueaumentaríaelvalordesuscamposenproporcionesinauditas.

Le escuchó Celinda con la indiferencia quemuestra la juventud por losasuntos de dinero. Además, don Carlos tuvo que privarse del placer decontinuarhaciendosuposicionessobresufuturariquezaalveraunamestizadeformasexuberantes,carrilluda,conlosojosoblicuosyunagruesatrenzadecabello negro y áspero que se conservaba sobre sus enormes prominenciasdorsalesparaseguirdescendiendo.

Alentrarenelcomedordejójuntoalapuertaunsacollenoderopa.Luegose abalanzó sobre Celinda, besándola y mojando su rostro con frecuenteslagrimones.

—¡Mi patroncita preciosa!… ¡Mi niña, que la he querido siempre comounahija!…

ConocíaaCelindadesdequeésta llegóalpaísyentróellaenlaestanciacomodoméstica.Leresultabadolorososepararsedelaseñorita,peronopodíatransigirmástiempoconelcarácterdesupadre.

Don Carlos era violento en el mandar y no admitía objeciones de lasmujeres,sobretodocuandoyahabíanpasadodeciertaedad.

—Elpatrónaúnestámuyverde—decíaSebastianaasusamigas—;ycomouna ya va para vieja, resulta que otras más tiernas son las que reciben lassonrisas y las palabras lindas, y para mí sólo quedan los gritos y elamenazarmeconelrebenque.

Después de besuquear a la joven,miróSebastiana a donCarlos con unaindignaciónalgocómica,añadiendo:

—Yaqueelpatrónyyonopodemosavenirnos,mevoyalaPresa,aservirdondeelcontratistaitaliano.

Rojas levantó los hombros para indicar que podía irse donde quisiera, yCelindaacompañóasuantiguacriadahastalapuertadeledificio.

Amediatarde,cuandodonCarloshubodormidolasiestaenunamecedorade lona y leído varios periódicos de Buenos Aires, de los que traía elferrocarrilaestedesiertotresvecesporsemana,saliódelacasa.

Atadoaunpostedeltejadillosobrelapuerta,estabauncaballoensillado.El estanciero sonrió satisfecho al darse cuenta de que la silla era demujer.Celindaaparecióvestidaconfaldadeamazona.Envióasupadreunbesoconlapuntadelrebenque,ysinapoyarseenelestribonipedirayudaanadie,secolocódeunsaltosobreelaparejo femenil,haciendosalir sucaballoa todogalopehaciaelrío.

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No fuemuy lejos. Se detuvo en el lado opuesto de un grupo de sauces,dondeencontróatadootrocaballoconsilladehombre,elmismoquemontabaen lamañana.Celinda, echando pie a tierra, se despojó de su traje femenil,apareciendo con pantalones, botas de montar, camisa y corbata varoniles.Sonreíadesudesobedienciaal«viejo»,puesasíllamabaellaasupadre,segúncostumbredelpaís.

Temíalaposibleextrañezadeotrohombreydeseabaevitarla.Estehombrelahabíaconocidosiemprevestidademuchacho,tratándolaacausadeelloconunaconfianzaamistosa.¡Quiénsabesialverlaconfaldas,lomismoqueunaseñorita, experimentaría cierta timidez,mostrándose ceremoniosoy evitandofinalmentenuevosencuentrosconella!…

Dejó su traje femenil sobre el caballo que la había traído y montóalegrementeenelotro,oprimiéndolelosflancosconsuspiernasnerviosas,almismotiempoqueechabaenaltoellazoatadoalasilla,formandounaespiraldecuerdasobresucabeza.

Galopóporlaorilladelrío,juntoalosañosossaucesqueencorvabansuscabelleras sobre el deslizamientode la corriente veloz.Este camino líquido,siempresolitario,queveníadelosventisquerosdelosAndesjuntoalPacífico,paraderramarseenelAtlántico,había recibido sunombre, segúnalgunos, acausadelasplantasobscurasquecubrensulecho,dandouncolorverdinegroalasaguashijasdelasnieves.

El milenario rodar de su curso había ido cortando la meseta con unaprofunda hondonada de una legua o dos de anchura. El río corría por estaprofundidadentredosacerasformadascon losaportesdesu légamodurantelas grandes inundaciones. Estas dos orillas desiguales eran de tierra fértil ysuelta, pródiga para el cultivo allí donde recibía la humedad de las aguasinmediatas. Más lejos se levantaba el suelo, formando el acantiladoamarillentodedosmurallassinuosasquesemirabanfrenteafrente.Ladelaizquierdaeraelúltimo límitede laPampa.En laorillaopuestaempezaba lamesetapatagónica,defríosglaciales,caloresasfixiantes,huracanescruelesyáspera vegetación, que sólo permite alimentarse a los rebaños cuandodisponendeextensionesenormes.

Toda la vidadel país estaba reconcentrada en la anchahendidura abiertaporlasaguasqueformalalíneafronterizaentrelaPampaylaPatagonia.Lasdoscintasdeterrenodesusorillasrepresentabanmilesdekilómetrosdesuelofértilaportadoporel ríoensuviajede losAndesalmar.Enunaseccióndeestebarrancoinmensoeradondetrabajaban loshombresparaelevarelniveldelasaguasunoscuantosmetros,fecundandoloscampospróximos.

Celindadabagritosparaexcitaralcaballo,comosinecesitasecomunicarlesu alegría. Iba al encuentro de lo quemás le interesaba en todo el país.Al

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seguir una revuelta del río se abrió la superficie de éste ante sus ojos,formando una laguna tranquila y desierta. En último término, donde seestrechaban sus orillas aprisionandoy alborotando las aguas, vio los férreosperfilesdevariasmáquinaselevadoras,asícomolastechumbresdecincodepaja de una población. Era el antiguo campamento de la Presa, que setransformaba rápidamente en un pueblo. Todas sus construcciones parecíanaplastadassobreelsuelo,sinunatorrecilla,sinundoblepisoqueanimasesuplatitudmonótona.

Como la curiosidad de la joven no llegaba hasta el pueblo, refrenó lavelocidaddesucaballoymarchóalpasohaciaunosgruposdehombresquetrabajaban lejos del río, casi en el sitio donde empezaba a remontarse lallanura,iniciandolaladeradelaaltiplaniciecorrespondientealaPampa.

Estos peones, unos de origen europeo, otros mestizos, removían yamontonaban la tierra, abriendo pequeños canales para la irrigación. Dosmáquinas,acompañadasporelmugidodesusmotores,excavabanigualmenteelsueloparafacilitareltrabajohumano.

Miró Celinda en torno a ella con ojos de exploradora, y volviendo suespaldaalascuadrillasdetrabajadores,sedirigióhaciaunhombreaisladoenunapequeñaaltura.Estehombreocupabauncatrecillodelonaanteunamesaplegadiza. Iba vestido con traje de campo y botas altas. Tenía un gransombrero caído a sus pies y apoyaba la frente en unamano, estudiando lospapelespuestossobrelamesilla.

Era un joven rubio, de ojos claros. Su cabeza hacía recordar las de losatletas griegos tales como las ha eternizado la escultura, tipo que reaparececonunafrecuenciainexplicableenlasrazasnórdicasdeEuropa:lanarizrecta,la cabellera de cortos rizos invadiendo la frente baja y ancha, el cuellovigoroso.Sehallabatanensimismadoenelestudiodesuspapeles,quenoviollegaraFlordeRíoNegro.

Estahabíadesmontadosinabandonarsulazo.Conlaastuciaylaligerezadeunindioempezóamarcharagatasporlasuavependiente,sinqueelmásleve ruido denunciase su avance. A pocos metros de aquel hombre seincorporó,riendoensilenciodesutravesura,mientrashacíadarvueltasallazocon vigorosa rotación, dejándolo escapar al fin. El círculo terminal de lacuerda cayó sobre el joven, estrechándose hasta sujetarlo por mitad de susbrazos,yunligerotirónlehizovacilarensuasiento.

Miróenfurecidoentornoehizounademánparadefenderse;perosucólerase trocó en risueña sorpresa al mismo tiempo que llegaba a sus oídos unacarcajadafrescaeinsolente.

Vio a Celinda que celebraba su broma tirando del lazo; y para no ser

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derribado, tuvo quemarchar hacia la amazona. Ésta, al tenerle junto a ella,dijocontonodeexcusa:

—Comononosvemoshace tanto tiempo,hevenidoparacapturarle.Asínosemeescaparámás.

Eljovenhizogestosdeasombroycontestóconunavozlentayalgotorpe,queestropeabalassílabas,dándolasunapronunciaciónextranjera:

—¡Tantotiempo!…¿Nonoshemosvistoestamañana?

Ellaremedósuacentoalrepetirsuspalabras:

—¡Tanto tiempo!…Yaunqueasísea,gringodesagradecido,¿lepareceaustedpocacosanohabersevistodesdeestamañana?

Losdosrieronconunregocijoinfantil.

Habían retrocedido hasta donde aguardaba el caballo, y Celinda seapresuró a montar en él, como si se considerase humillada y desarmadapermaneciendo a pie. Además, «el gringo», a pesar de su alta estatura,quedabadeestemodoconlacabezaalniveldesutalle,loqueproporcionabaaFlordeRíoNegrolasuperioridaddepodermirarlodearribaabajo.

Comoaún tenía el extranjero el círculode cuerda alrededorde subusto,Celindaquisolibertarledetalopresión.

—Oiga, don Ricardo; ya estoy cansada de que sea mi esclavo. Voy adejarlelibre,paraquetrabajeunpoquito.

Y sacó el lazo por encima de sus hombros; pero al ver que el jovenpermanecía inmóvil, como si en su presencia perdiese toda iniciativa, lepresentólamanoderechaconunamajestadcómica:

—Beseusted,misterWatson,ynoseamaleducado.Aquíeneldesiertovausted perdiendo las buenas maneras que aprendió en su Universidad deCalifornia.

Rio él ingeniero del tono solemne de lamuchacha y acabó por besar sumano.Perolamirabaconlabondadprotectoradelaspersonasmayoresquesecomplacen celebrando las malicias de una niña traviesa, y esto pareciócontrariaralahijadeRojas.

—Acabaré por reñir con usted. Se empeña en tratarme como unamuchachita,cuandosoylaprimeradamadelpaís,laprincesadoñaFlordeRíoNegro.

Continuaba Watson sus risas, y esta insistencia venció finalmente lafingidagravedaddelajoven.Losdosunieronsuscarcajadas;perolaseñoritaRojas mostró a continuación un interés maternal, que le hizo enterarse

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minuciosamentedelavidaquellevabasuamigo.

—Trabajausteddemasiado,yyonoquieroquesecanse,¿sabe,gringuito?… Es mucho quehacer para un hombre solo. ¿Cuándo viene su amigoRobledo?…DeseguroqueestarádivirtiéndosealláenParís.

Watsonhablótambiénconseriedadaloírelnombredesuasociado.Estabayaderegresoyllegaríadeunmomentoaotro.Encuantoasutrabajo,noloconsiderabaanonadador.Élhabíahechocosasmásdifícilesypenosasenotrastierras.Mientras los ingenieros del gobierno no terminasen el dique, lo quetrabajabanRobledoyéleraúnicamenteparaganartiempo,puesloscanalesdenadapodíanservirsinelaguadelrío.

Habían empezado a caminar, e insensiblemente se dirigieron hacia elpueblo. Ricardo marchaba a pie, con una mano apoyada en el cuello delcaballoy losojos en alto, paraver aCelindamientrashablaba.Lospeones,dando por terminado el trabajo, recogían sus herramientas. Como los dosqueríanevitarunencuentroconlosgruposqueregresabanalpueblo,siguieronavanzandolejosdelrío,pordondeempezabaaelevarseelterreno,formandolapendientedelaaltiplaniciepampera.

Alsubirlahinchazóndeuncontrafuertedeestamurallaqueseperdíadevista, contemplaron a sus pies todo el antiguo campamento convertido enpuebloylaamplitudlacustreformadaporelríoanteelestrechodondeibaaconstruirseeldique.

El campamento era un conglomerado de viviendas levantadas sin orden:chozashechasdeadobesconcubiertadepaja,casasdeladrillocontechosderamaje o de cinc, tiendas de lona.Las construccionesmás cómodas eran demaderaydesarmables, estandoocupadaspor los ingenieros, los capataces yotros empleados. Por encima de todas las viviendas emergía una casa demadera montada sobre pilotes, con una galería exterior ante sus cuatrofachadas: un bengalow desembarcado en Bahía Blanca semanas antes porencargodelitalianoPirovani,contratistadelasobrasdeldique.

Así que empezaba a anochecer, las calles de este pueblo improvisado,desiertas durante el día, se poblaban instantáneamente con la variadamuchedumbre de los peones. Los grupos, al volver de los diversos lugaresdondehabíanestadotrabajando,seencontrabanyseconfundían,siguiendolamismadirección.

Unacasademadera,queporsutamañoeralaúnicaquepodíacompararsecon la del contratista, los iba atrayendo a todos. Sobre su puerta había unrótulo,hechoenletrascaligráficas:«AlmacéndelGallego».Estegallegoera,en realidad, andaluz;pero todos losespañolesquevana laArgentinadebenser forzosamente gallegos. Al mismo tiempo que despacho de bebidas era

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tienda de los más diversos artículos comestibles y suntuarios. Su dueño seofendía cuando las gentes llamaban «boliche» a lo que él daba el título de«almacén»;perotodosenelpuebloseguíandesignandoalestablecimientoconelnombreprimitivodesumodestafundación.

Ungrupodeparroquianosfielesocupabaporderechopropiolascercaníasdelmostrador.UnoseranemigrantesdeEuropaquehabíanrodadoporlastresAméricas,desdeelCanadáa laTierradelFuego.Otros,mestizosoblancos,vueltosalestadoprimitivodespuésdelargosañosdeexistenciaeneldesierto:hombres de perfil aguileño, gran barba y luenga cabellera, tocados conamplioschambergosy llevandouncinturóndecueroadornadoconmonedasde plata, dentro del cual ocultaban, a medias nada más, el revólver y elcuchillo.

Fueradelboliche—ahoraalmacén—,unasenesperadesusmaridosparaquenobebiesendemasiado,yotrasalatisbodeloscompañerosdesusnoches,estabanlasbellezasmásnotablesdelaPresa,mestizasdetezdecanelayojosdebrasa,concabellerasdurasdecolordetintaydientesdeluminosablancura,unasexageradamentegordas;otrasabsurdamenteflacas,comosiacabasendesalir de una población sitiada por hambre o como si una llama interiordevorasesusjugos.

Empezaronabrillarlucesenlascasas,perforandoconsusrojaspunzadasla gasa violeta del crepúsculo. Celinda y su acompañante contemplaban elpueblo y el río silenciosamente, como si temieran cortar con sus voces lacalmamelancólicadelocaso.

—Váyase,señoritaRojas—dijoéldepronto,repeliendoladulceinfluenciadelambiente—.Vaacerrarlanocheysuestanciasehallalejos.

SeresistióCelindaareconocerlaposibilidaddeunpeligroparaella.Niloshombres ni la noche podían inspirarle miedo. Pero al fin se despidió deWatsonypusosucaballoalgalope.

Entró Ricardo en la Presa por un descampado que sus habitantesconsiderabancomolacalleprincipal;aunqueenestapoblaciónreciente,todaslasvíasresultabanprincipalesacausadesuenormeamplitud.

ElgobiernoprevisordeBuenosAiresnotolerabaquelospueblossurgidoseneldesierto tuviesencallesdemenosdeveintemetrosdeanchura. ¡Quiénpodíaadivinarsiseríanalgúndíagrandesciudades!…Ymientrasllegabaesto,lasviviendasbajasydeunsolopisopermanecíanseparadasdelasdeenfrentepor un espacio enorme que barrían en línea recta los huracanes glaciales oentoldabanconsunieblalascolumnasdepolvo.Unasveceselsolhacíaarderel suelo, levantandoanteelpasodel transeúntenubes rumorosasdemoscas;otras,loscharcosdelasrarísimaslluviasobligabanaloshabitantesamarchar

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conaguahastalarodillaparaveralvecinodeenfrente.

SegúnavanzabaWatsonentrelasdosfilasdeviviendas,fueencontrandoalosprincipalespersonajesdelpueblo.PrimeramentevioalseñordeCanterac,unfrancés,antiguocapitándeartillería,que,segúnafirmabanmuchosquesedecían amigos suyos, se había visto obligado a marcharse de su patria aconsecuencia de ciertos asuntos de índole privada. Ahora servía comoingenieroalgobiernoargentino,enobrasremotasypenosasdelasquehuíansuscolegashijosdelpaís.

Eraunhombredecuarentaaños,enjutodecuerpo,conelpeloyelbigotealgocanosos,peroconservandounaspectojuvenil.Teníaalandarciertoairemarcial,comosiaúnvistieseuniforme,ysepreocupabadelaeleganciadesuindumento,apesardequevivíaeneldesierto.

Había entrado a caballo por la llamada calle principal, vistiendo unelegante traje de jinete y cubierta la cabeza con un casco blanco. Al ver aWatsonechópieatierraparacaminarjuntoaél,sosteniendoasucaballodelasriendas,almismotiempoqueexaminabaunosdibujosdelamericano.

—¿YRobledo,cuándovuelve?—preguntó.

—Creoquellegarádeunmomentoaotro.TalvezhadesembarcadohoyenBuenosAires.Vienenconélunosamigos.

Elfrancéssiguióexaminandolosplanosdeljoven,sindejardeandar,hastaquellegaronfrentealapequeñacasademaderaqueleservíadealojamiento.Allíentrególasriendasconunabrusquedaddecuartelasucriadomestizo,yantesdemeterseensuviviendadijoaRicardo:

—Creoquesólonosfaltanseismesesparaterminarlaprimerapresaenelrío,yRobledoyustedpodránregarinmediatamenteunapartedesustierras.

ContinuóWatsonlamarchahaciasucasa;peroalospocospasoshizoaltopara responder al saludo de un hombre todavía joven, vestido con traje deciudad, y que tenía el aspecto especial de los oficinistas. Llevaba anteojosredondos de concha, y sostenía bajo un brazomuchos cuadernos y papelessueltos.Parecíaunodeesosempleadoslaboriosos,perorutinarios, incapacesdeiniciativasnidegrandesambiciones,quevivensatisfechosycomopegadosasumediocresituación.

Se llamabaTimoteoMoreno y era nacido en laRepúblicaArgentina, depadres españoles. El Ministerio de Obras Públicas lo había enviado comorepresentanteadministrativoa lasobrasde laPresa,yéleraelencargadodepagaralcontratistaPirovanilassumasdebidasporelgobierno.

Después que saludó aWatson se dio una palmada en la frente y quisoretroceder,mirandoalmismotiemposuspapeles.

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—HeolvidadodejarencasadelcapitánCanteracelchequesobreParísqueleentregotodoslosmeses.

Luego hizo un movimiento de hombros y continuó andando junto alnorteamericano.

—Selodarécuandovuelvaamicasa.Detodosmodos,notenemoscorreohastapasadomañana.

Estaban frente al bengalow habitado por el hombre más rico delcampamento,yvieroncómosalíaésteyseacodabaenlabarandilladeunadelas galerías. Luego, al reconocerlos, bajó apresuradamente la escalinata demadera.

ElitalianoEnricoPirovanihabíallegadoalaArgentinacomoobrerodiezaños antes, y era tenido ya por uno de los hombresmás ricos del territoriopatagónicoqueseextiendedesdeBahíaBlancaalafronteraandinadeChile.TodoslosBancosrespetabansufirma.Nopasabadeloscuarentaaños;llevabael rostro afeitado; era grande y musculoso, pero empezaba a mostrar lablanduranacientede losorganismos invadidospor lagrasa.Teníaelaspectodel trabajador manual que ha hecho fortuna y no puede ocultar ciertatosquedad reveladora de su origen. Lucía numerosas sortijas, así como unagrancadenadereloj,ysutrajesiempreeraflamante.

Estrechó las manos de los dos y dirigió a continuación una mirada deinterés a los papeles que traía Moreno. El contratista y el empleado delgobiernoseveíantodaslassemanasparahablardelostrabajos.

InsistióelitalianoeninvitaraRicardoaqueentraseensucasaparabeberunacopa.

—Aunque soy viudo y estoy solo, procuro quemi vivienda tenga ciertoconfort, lo mismo que una de Buenos Aires. Entre a verla. He compradonuevascosas.Laúltimaveznolavisitóustedtoda.

Watson tuvo que seguirle, convencido de que daría un disgusto alcontratista si no admiraba una vez más su casa. Subieron los peldaños demadera y entraron en el comedor, cuyos muebles elegantes resultabandemasiadopesadosyvistosos.

Pirovani los enseñó con vanidad, golpeándolos para ensalzar losméritosdelrobleyelevandolosojosaltechomientrasaludíaasusprecios.Luegolesmostróelsalón—amuebladoigualmenteconexceso,pueshabíaquemarchartortuosamente entre tantos sillonesymesillas—yundormitorio, queparecíapertenecerporlovistosoaunahembradevidagalante.

En todas estas piezas se notaba el rudo contraste entre la suntuosidadabrumadora de los muebles y la modestia de los tabiques, cubiertos de un

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papelordinario.

—¡Lo queme ha costado todo esto!—dijo el contratista con un orgullopueril—.Perousted,donRicardo,queesunjovendebuenafamiliayhavistomucho,¿noesverdadqueloencuentramuy…chic?

Al volver al comedor, una criadita indígena, con larga trenza colgandosobrelaespalda,pusoenlamesabotellasycopas.

—Ahora—continuó el italiano—voy a tomar como «gobernanta» aSebastiana, lade la estanciadeRojas.Esta casa exigeunamujer inteligentequeseencarguededirigirla.

Watsonnoquisoaceptarunasegundacopa.Debía irseparaqueaquelloshombreshablasendelostrabajosporcuentadelEstado.

Al salir de la casa había cerrado ya la noche, y toda la vida del antiguocampamento parecía reconcentrarse en el boliche. Su doble puerta extendíasobre el suelodos rectángulos rojos, que eran la iluminaciónmás fuerte delpueblo.

Losparroquianosvenerablesbebíandepiejuntoalmostrador,unespañoltocaba el acordeón y otros trabajadores europeos bailaban con las mestizasvalses y polcas. Abundaban los chilenos, venidos del otro lado de laCordillera,paraescapardespuésdeunoscuantosdíasde trabajo,arrastradosporsueternamaníaambulatoria.Erangentesinquietantesporlafacilidadconquetirabandelcuchillo,sindejarporesodesonreíryhablarmelosamente.Enotro grupo estaban los hombres del país, con barbas, poncho y grandesespuelas, jineteserrabundosquenadiesabíadequévivíannitampocodóndeerannacidos.Imitabanalosantiguosgauchos,llevandoelanchocinturóndecuero adornado con arabescos de monedas de plata, que les servía paraguardarsusarmas.

Todos estos americanos aceptaban con despectivo silencio el acordeón ylos bailes de gallegos y de gringos, hasta que al fin cualquiera de su clasereclamaba a gritos los bailes de la tierra. Esta exigencia, hecha con tonoamenazador,obligabaaretirarsealasparejasquedanzabanagarradas,aestiloeuropeo.Unasveceseraelpericónoelgato,antiguosbailesargentinos,loquedanzaban los hijos del país; pero las más de las noches la cueca chilenaenardecíahorasenteras,consupalmoteoysusgritos,alpúblicodelboliche.

El dueño del establecimiento entregaba dos guitarras, guardadascuidadosamente debajo delmostrador. Los guitarristas iban a sentarse en elsuelo;peroinmediatamenteacudíaunamestizaparaofrecerles,comosilloneshonoríficos,doscráneosdecaballo.

Eran losmejoresasientosde lacasa.Había tambiénunpardesillaspara

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cuando llegaba el comisario de policía o alguna otra autoridad, pero algodesvencijadas e inseguras. Los esqueletos abandonados en el campoproporcionabanasientosmássólidosydurables.

Al son de las guitarras empezaban a formarse las parejas de la danzachilena. Las bailarinas tenían un pañuelo en una mano, y con la otralevantaban un poco su falda para dar vueltas lentamente. Los hombresostentaban también en su diestra un pañuelo de color, comunicándole unmovimientorotatorioalmismotiempoquebailabanentornoa lamujer.Erauna repetición de la danza de las épocas primitivas; la eterna historia delmacho persiguiendo a la hembra. Ellas bailaban trazando pequeños círculosparahuirdelhombre,yéstelasacosabayenvolvíagirandoenunaórbitamásamplia.

Lasmestizas que no habían salido a bailar palmoteaban incesantemente,acompañando el runruneo de las guitarras. De vez en cuando una de ellasentonaba la copla de la cueca, y los hombres daban alaridos, arrojando sussombreros.

Un jinete desmontó frente al boliche, atando su caballo a un poste delsombraje.Alentrarrecibiósurostrolaluzrojadelosquinquésquecolgabandeltecho,ymuchoshombreslesaludaronrespetuosamente.

Llevabaelponchoylasgrandesespuelasdelosjinetesdelpaís.Superfilaguileñoy su tezhacían recordara losárabesdeorigenpuro.Labarbay lacabellera eran en él luengas, negras y rizosas. Este hombre, cuya edad noparecíamás allá de los treinta años, podía ser tenido por hermoso; pero surostro se contraía algunas veces con un gesto repelente, y sus grandes ojosobscurosbrillabanconunaexpresiónimperiosaycruel.LeapodabanManosDuras,nombrefamosoenelpaísyresultabaunvecinoinquietante,puesvivíade vender reses, y nadie lograba averiguar dónde había hecho antes suscompras.

Algunos viejos, conocedores de su origen, lo declaraban nacido en laPampaCentral.Suspadres,susabuelos,todasufamilia,habíansidopersonasexcelentes, «gauchos buenos», que vivían de la crianza de la propia«hacienda».PeroManosDurashabíanacidoparaser«gauchomalo», ladrónderesesymatón.Envanosupadre,hombredebien,ledababuenosconsejosysanosejemplos.

Un antiguo parroquiano del boliche resumía con gravedad filosófica laineficaciadeestosesfuerzosvaliéndosedeunrefrándelpaís:

«Alquenacebarrigón,esenbaldequelofajen.»

Eldueñodelalmacén,alverleentrar,lepresentóunvasodeginebra,ylosgauchos de peor catadura se llevaron unamano al sombrero para saludarle,

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como si fuese su jefe.Los trabajadores europeos lemiraron con curiosidad,repitiendosunombre,ylasmestizasfueronhaciaél,sonriendocomoesclavas.

Manos Duras acogió este recibimiento con cierta altivez. Una de lasmujeres se apresuró a ofrecerle un asiento de honor, y trajo otro cráneo decaballo.Seacomodóel terriblegauchoenél, teniendoen tornoa losdemásparroquianossentadosenelsuelo.

Continuó la cueca, interrumpida unmomento por la aparición deManosDuras, y no cesó al entrar un nuevo personaje, acogido con grandesreverenciasporeldueñodelestablecimientodesdeelotroladodelmostrador.

EradonRoque,comisariodepolicíadelaPresayúnicorepresentantedelaautoridadargentinaenelpuebloysusalrededores.ElgobernadordelterritoriodeRíoNegrovivíaenunapoblaciónaorillasdelAtlántico,para llegara lacualeraprecisounviajededocedíasacaballo;seisvecesmásde loquesenecesitabaparatrasladarseaBuenosAiresporferrocarril.Acausadeesto,elcomisario disfrutaba de la mejor de las independencias: la del olvido. Elgobernadorvivíademasiadolejosparamandarle.Sujefemásinmediatoeraelministrodel Interior, residente en la capitalde laRepública;pero sehallabademasiadoaltoparaocuparsedesuexistencia.

Enrealidad,noabusabadesupoder,nidisponíatampocodemediosparahacerlosentirexageradamentea losdemás.Eraunseñorgrueso,bondadoso,detratocampechano:unburguésdeBuenosAiresvenidoamenosquehabíapedidounempleoparapodervivir,resignándoseaaceptarloenlaPatagonia.Llevaba traje de ciudad, pero con el aditamento de botas altas y gransombrero,creyendohaberconseguidoconestoelaspectoqueexigíasucargo.Unrevólverbienalavistadetodos,sobreelchaleco,eralaúnicainsigniadesuautoridad.

Sedesprendióelespañoldelamejorsilladesuestablecimiento,guardadadetrás del mostrador para las visitas extraordinarias, y el comisario fue acolocarsejuntoaManosDuras.Éstesaludóquitándoseelsombrero,perosinmoversedelcráneoqueleservíadeasiento.

Los dos hombres conversaron,mientras continuaba el baile. DonRoqueempezóafumarungrancigarro,ofrecidoporelgauchoconademanesdegranseñor.

—Hayquienasegura—dijoenvozbaja—queerestúelquerobólasemanapasada tres novillos en la estancia de Pozo Verde. Eso no está en mijurisdicción,puesperteneceaRíoColorado;peromicompañeroelcomisariodeallásospechaqueerestúeldelrobo.

ManosDurassiguiófumandoensilencio,escupió,ydijoalfin:

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—Calumniasdelosquedeseanquenovendacarnealcampamentodela

Presa.

—Le han dicho también al gobernador del territorio que eres tú el quematóhacemesesalosdoscomerciantesturcos.

El gaucho levantó loshombrosy contestó con frialdad, como si quisieradarfinaestediálogo:

—¡Mehanatribuidotantoscrímenes,sinpoderprobarmeninguno!…

Continuóelbaileenel«AlmacéndelGallego»hastalasdiezdelanoche.Enunpaísdondetodosselevantabanconelalba,equivalíaestahoraalasdelamadrugada,enqueterminanlasfiestasdelasgrandesciudades.

Los personajes más importantes del campamento tampoco dormían.Estabanconlaplumaenlamanoyelpensamientomuylejos.

El ingeniero Canterac, apoyando un codo en su mesa y con los ojosentornados, creía ver el remoto París y en él una casa vecina al Campo deMarte,cuyoquintopisoestabaocupadoporsuesposaysushijos.

Era una señora de aspecto triste, con el pelo canoso y el rostro todavíafresco.Asusladosestabansentadasdosniñas.Unmuchachodecatorceaños,suhijomayor,depieanteella,escuchabasuspalabras…YlamadreacababapormostrarlessobreelcanapédesumodestosalónunretratoquerepresentabaaCanterac joven,conuniformemilitar.Elamuebladode lashabitaciones, lomismo que los trajes de todos ellos, revelaban una existenciamodesta peroordenada,dignayconciertadistinción.

Conmovidoelingenieroporlasvisionesqueélmismoibacreando,hizounesfuerzo para arrancarse a ellas, y siguió escribiendo la carta que teníaempezadasobrelamesa:

«Prontovolveréaveros.LasdeudasdehonorquemeobligaronaalejarmedeParísquedarán saldadas enbreve,gracias a ti, valerosacompañerademivida, que has sabido manejar hábilmente los ahorros que te envié. ¡Cómodeseoverteenmisbrazosparadecirteunavezmásmiamorymigratitud!…¡Cómoansíoveranuestroshijos,despuésdetanlargaseparación…!»

Quedó el ingeniero con la diestra inmóvil y la pluma en alto. Habíaperdidosurígidaimpasibilidaddehombreautoritario.Teníalosojoshúmedosacausadesuemociónysepasóunamanoporellos.Hizounesfuerzoparareconcentrarsuvoluntadysiguióescribiendoelfinaldesucarta:

«¡Adiósa ti,esposamía! ¡Adiós,hijosmíos!Hastaelpróximocorreo.—RogerdeCanterac.»

Perocuandoibaadoblarelpliego,añadióunaposdata:

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«Adjunto te remito el cheque de estemes. El próximo cheque serámásimportantequetodoslosquellevasrecibidos,puesesperocobrar,ademásdemisueldo,lasretribucionesatrasadasdevariostrabajosparticulareshechosenlosdosúltimosaños.»

Pirovanitambiénestabaensudespacho,alamismahoraplumaenmanoyconlosojosvagorosos,comosicontemplaseinteriormenteunavisiónideal.

SupensamientoleconducíahastauncolegiodeItaliadondeestabasuhijaúnica;uncolegiodirigidopormonjasycuyasalumnaseranensumayorpartede apellido aristocrático, lo que proporcionaba grandes satisfacciones a lavanidadpuerildelcontratista.

Parecíaennoblecersesurostroconlasonrisadirigidaaestavisión.Avanzóloslabioscualsipretendieseenviarunbesoasuhijaporencimadetresmilleguasdetierrasymares.Luegosiguióescribiendo:

«Estudiamucho, Idamía; aprende todo loquenecesita saberuna señoradelgranmundo,yaquetupadre,despuésdetantasprivacionesytrabajos,hapodidojuntarunafortunaquelepermitedarteunabuenaeducación…Yofuimenos dichoso que tú, y nacido en la pobreza tuve que abrirme paso en elmundo,sinapoyoalguno,arrastrandoelfardodemiignorancia.Paraevitartemolestiasnoquisecasarmeotravez…¡Quénoharéyoporti,Idamía!»

«El añopróximopiensodar por terminadosmis negocios enAmérica, yvolveréanuestrapatria,ycompraréuncastillodelqueserástúlareina;ytalvezseenamoredetialgúnnobleoficialdecaballeríaconapellidoilustre,ytupobrecitopapátendrácelos…¡muchoscelos!…»

Mientras Pirovani escribía las últimas palabras, su rostro empezó adilatarseconunasonrisabondadosa.

Moreno,elargentino,noenviabasupensamientotanlejos.Escribíaenlacasitademaderadondeestabainstaladasuoficina,bajolaluzdeunquinquédepetróleo;perosuimaginación,siguiendolalíneadelferrocarril,sedetenía,adosdíasdemarcha,enunpueblocercanoaBuenosAires.

Tambiénallevantarporunmomentolacabezaparaquitarselosanteojosylimpiarlos,contemplaba,como losotros,unavisión familiar.Suesposa,unamujerjoven,derostrodulce,estabaconunacriaturadepechosenelregazo,entredosniñosyunaniñaalgomayores;peroningunodeellospasabadelossiete años. La habitación modesta ofrecía un aspecto fresco y gracioso.Aquella madre de familia, al mismo tiempo que atendía a la prole, sepreocupabadelbuenordendesucasa.

«Atodashorasmeacuerdodetiydelosniños.Deseguirlosdeseosdemicorazón, os traería a todos inmediatamente a Río Negro; pero temo que

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nuestrospequeñossufrandemasiadoenestedesierto.Lavidaqueyollevonoesparaquelasoportennuestroshijitosnitampocotú,animosacompañerademiexistencia.»

ContemplóMorenounretratopuestosobrelamesa,enelqueaparecíasuesposaysuscuatrohijos.Besólafotografíaconemociónyvolvióaescribir:

«Afortunadamente, en el Ministerio me aprecian un poco por milaboriosidad,yesperoqueantesdeunañometrasladaránaBuenosAires.Elmespróximosolicitaréunpermisopara ir averos.Elviaje escaro,peronopuedosufrirmástiempoestaausenciadolorosa.»

RicardoWatsonnoescribíacartas,peroensoñabadespiertocomolosotros.

Sentadoanteuntablerodedibujoenelquehabíaclavadaunahojagrandede papel, iba trazando los contornos de un canal. Pero el dibujo se esfumópocoapocoparaserreemplazadoporunavisióndelarealidadordinaria.Laslíneas rojas y azules se convirtieron en un río orlado de sauces, en terrenosyermosycaminospolvorientos.

Este paisaje liliputiense ofrecía la vista completa de las tierras querodeabanelpueblodelaPresa,peroenescalatanreducidaquetodascabíanen el tablero.Y a través de la diminuta planicie vio de pronto galopar a unjinetenomásgrandequeunamosca,que iba saltandoconalegre soltura; laseñoritaRojas,vestidadehombreymoviendoellazosobrelacabeza.

Watsonsellevóunamanoalosojos,restregándoselosparavermejor.

¡Falsasilusionesdelanoche!

Luegoagitósusdedossobreelpapel,comosiloabanicaseparaahuyentarelengañosopanorama,y reaparecióel trazadode loscanales,consus líneasrojasyazules.

Sesumióotravezeljovenensumonótonalabordedibujantelineal;peroalospocosinstantessusojosvolvieronalevantarsedelpapel.AhoracreyóverenelfondodelahabitaciónaCelindamontadaacaballo;peronocomounaamazonapigmea,sinoconsutallaordinaria.

Lamuchachalearrojódelejossulazo,riendoconaquellarisaqueponíaaldescubiertosudentadurajuvenil,yelnorteamericano,maquinalmente,bajólacabezaparalibrarsedelacuerdaopresora.

«Estoy soñando—pensó—. Esta noche no puedo trabajar. Vámonos a lacama.»

Peroantesdedormirsevioelpuebloenterocomolohabíacontempladoalapuestadelsol,desdeunaaltura,encompañíadeCelinda.

Ahoralatierraestabaenlaobscuridad,ysobreeltelónazuldelhorizonte,

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acribillado de luz, se imaginó ver el crecimiento de una inmensa aparición:unamujerdegravehermosura,coronadadeestrellasyconunatúnicanegradebordados igualmente siderales, que abría sus brazos gigantescos, arrancandodelosjardinesdelinfinitolasfloresdelensueño,paraderramarlascomounalluviadepétalosfosforescentessobreelmundodormido.

EralaNoche,divinidadmisericordiosaquehacíaveralosdesterradosenesterincóndelplanetatodoslosseresamadosporellos.

ComoRicardoWatsonestabasoloenelmundo,laNocheescogíaparaéllaflormásprimaveral…Yeljoven,antesdecerrarlosojos,empezóaconocerladulcemelancolíaqueacompañasiemprealprimeramor.

VI

Ungrupodechicueloscesódejugarenlallamadacalleprincipal,lanzandogritosdeasombroalverelaspectoextraordinariodelcarruajeque,tresvecespor semana,o sea losdíasde tren, ibayvolvíade laPresa a la estacióndeFuerteSarmiento.

Lamismadiversidadétnicadeloshabitantesdelpueblosenotabaenestegrupoinfantil,compuestodedistintasrazas.Losniñosblancosparecíancomoperdidos dentro de pantalones viejos de sus padres y sus pies se movíansueltosenel interiordeenormeszapatos.Los indígenas llevabanunasimplecamisitaoibanconlabarrigaalaire,resaltandosobresucurvaachocolatadaelampliobotóndelombligo.

Comotodosellosestabanacostumbradosaquelosviajerosquellegabanala Presa no llevasen otro equipaje que la llamada «lingera», saco de lonadondeguardabansuropa,seasombraronalverlacantidaddebaúlesymaletasdelcoche-correo,viejadiligenciatiradaporcuatrocaballoshuesudosysuciosdelodo.

Unagranpartededichoequipajeibaamontonadoeneltechodelvehículo,yalavanzarésterechinandosobrelosprofundosrelejesabiertosenelpolvo,seinclinabaconunbalanceocómicooinquietante,comosifueseavolcar.

En la puerta del boliche se agolparon los hombres libres de trabajo,atraídosportalnovedad.SedetuvoelcocheantelacasademaderahabitadaporWatson,yéstesemostrórodeadodesuservidumbre.

Corrieronhombres ymujeres, lanzando exclamaciones al ver que bajabadel carruaje el ingenieroRobledo.Muchos se abalanzaron para estrechar sumanoconfianzudamente,conlacamaraderíadelavidaeneldesierto.Después

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todosparecieronolvidaralespañol,acausadelacuriosidadquelesinspirabanlosdesconocidossalidosdelcoche.

PrimeramenteechópieatierraelmarquésdeTorrebiancaparadarlamanoasuesposa.Éstavestíaun lujosoabrigodeviaje,cuyaoriginalidadchocabaviolentamentecontodoloqueexistíaentornodeella.

Semostrabamuyseria,conelgestodurodesusmalosmomentos.Mirabaa un lado y a otro con extrañeza y disgusto. A pesar del amplio velo quedefendíasucara,elpolvorojizodelcaminohabíacubiertosusfaccionesysucabellera. Sus ojos delataban una gran desesperación y todo en su personaparecíagritar:«¿Dóndehevenidoacaer?»

—Ya llegamos—dijoRobledo alegremente—.Dos días y dos noches deferrocarril desde BuenosAires y un par de horas de coche a través de unatempestaddepolvo,noesmucho.Máslejosestáelfindelmundo.

Varios hombres de los que habían saludado a Robledo dándole lamanoempezaronadescargarespontáneamentelasmaletasamontonadaseneltechoyelinteriordeladiligencia.

Una doncella de la marquesa había enviado de París a Barcelona esteequipaje, que representaba los últimos restos del gran naufragio de losTorrebianca.

EntornoaElenasefueformandouncorrodechiquillosypobresmujeres,ensumayorpartemestizas,contemplándolatodosconasombroyadmiración,comosifueseunserdeotroplanetaqueacababadecaerenlatierra.Algunasmuchachitas tocaron disimuladamente la tela de su vestido, para apreciarmejorsufinura.

Fueron acudiendo, atraídos por el suceso, los principales personajes delcampamento, y el español hizo la presentación de sus amigos Canterac,PirovaniyMoreno.

AlverWatsonqueloshombresquehabíancargadoconlosequipajeslosmetíanensuvivienda,buscóaRobledoapresuradamente.

—Pero¿esaseñoratanelegantevaavivirconnosotros?…

—Esa señora—contestó el español—es la esposa de un compañero quevieneaparticipardenuestrasuerte.Novamosaconstruirunpalacioparaella.

Le fue imposible a la recién llegada ocultar su desaliento al recorrer lasdiversaspiezasde lacasade losdos ingenieros,que ibaaserenadelante lasuya.Lasparedeserandemadera,losmueblespocosyrústicos,ymezcladoscon ellos vio sillas demontar, aparatos de topografía, sacos de comestibles.Todoestabarevueltoysucioenestaviviendadirigidaporhombresdistraídosatodashorasporlaspreocupacionesdesutrabajo.

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Torrebianca sonreía con una amabilidad humilde, aceptando lasexplicacionesdesuamigo.Todoloqueéstehicieseleparecíabienydignodeagradecimiento.

—Heaquínuestraservidumbre—dijoRobledo.

Ypresentóaunamestizagordayentradaenaños,lacriadaprincipal,dospequeñosmestizosdescalzos,quellevabanlosrecados,yunespañolrústico,encargadode la caballeriza.Estagentemalpergeñada fuemanifestandoconsonrisas interminables la admiración que sentía ante la hermosa señora, yElenaacabópor reír también,nerviosamente,al recordar losdomésticosquehabíadejadoenParís.

Despuésde la cena,Robledo,quedeseaba enterarsede lamarchade lostrabajos, habló a solas con su consocio. Éste le fue enseñando los planos yotrospapeles.

—Antesdeseismeses—añadióWatson—podremosregarnuestrastierras,segúnafirmaCanterac,ydejarándeserunallanuraestéril.

Robledomostrósucontento.

—Unverdaderoparaísovaasurgir,graciasanuestrotrabajo,deestesueloque sólo produce ahoramatorrales.Miles de personas encontrarán aquí unaexistenciamejorqueenelviejomundo.Ustedyyo,queridoRicardo,vamosaserenormementericosyharemosalmismotiempoungranbien.Lavidaesasí.Paraquese realiceunprogreso,esnecesarioqueesteprogresoempieceporenriqueceraalguienegoístamente.

Quedaron losdos silenciosos,con lamiradavaga,comosicontemplasenensuimaginaciónelaspectoqueibanaofrecerlastierrasyermasdespuésdevarios años de riego.Vieron campos eternamente verdes, canales rumorososen los que el agua parecía reír, caminos orlados de altos árboles, casitasblancas…WatsonpensabaenlosjardinesfrutalesdeCalifornia,yRobledoenlahuertadeValencia.

Elnorteamericanofueelprimeroquesaliódeestaabstracción,señalandomudamentelapiezainmediata,dondesehabíaninstaladolosreciénllegados.

Dormitaba Torrebianca en ella ocupando un sillón de lona. Su esposa,sentadaenotrosillón, tenía lafrenteentre lasmanos,enunaactitud trágica.Persistía en su pensamiento la misma pregunta desesperada: «¿Dónde hevenidoacaer?…»

DurantelosdíaspasadosenBuenosAires,encontrótolerablesudestierro.Eraunagranciudadalaeuropea,enlaquehabíaquebuscartenazmentealgúnrincóndelaantiguavidacolonialparaconvencersedequesehabíallegadoaAmérica.Experimentabalaextrañezadevivirenunhotelmediocreycarecer

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de automóvil. Aparte de esto, su existencia no había experimentado ningúnsacudimiento…¡Peroelviaje,después,porllanurasinterminables,enlasqueel trenmarchabahorasyhoras sinencontrarunapersonaniunacasa, comosobresi lasuperficiedelmundosehubiesecreadoelvacío!…¡La llegadaaestatierraremota,enlaquelaruedaoelpielevantabanalavanzarnubesdepolvo,ylosórganosrespiratoriosseobstruíanconlatierradisueltaenelaire,y todas las gentes tenían un aspecto de abandono, lo que no evitaba quetratasen a los demás con molesto compañerismo, como si se consideraseniguales, al vivir lejos de los otros grupos humanos!… ¡Ay! ¡Dónde habíavenidoacaer!…

Robledo, adivinando el pensamiento de Watson, contestó a su mudapregunta:

—Miamigonosayudarácomoingeniero.Nodebeustedpreocuparsedeél.Yoledaréunaparticipaciónennuestronegocio,peroserádeloqueamímecorresponde.

El joven,despuésde escuchar el relatode lasdesgraciasdeTorrebianca,talescomoRobledocreyóprudentedarlasaconocer,selimitóadecir:

—Ya que el amigo de usted viene a trabajar con nosotros, exijo que supartesesaqueporigualdeloquenoscorrespondeaustedyamí.Mepareceunapersonaexcelenteyquieroayudarle.Además,suesposamedalástima.

Leestrechó lamanoRobledo,agradeciendosugenerosa resolución,yyanohablaronmásdeesteasunto.

Desdelamañanasiguiente,Elena,queteníaciertafacilidadparaadaptarsea las diversas situaciones de su existencia, se mostró laboriosa yemprendedora.Quiso conquistar la admiración de aquellos hombres por sustalentosdomésticos,lomismoquesemanasantespretendíadistinguirseenlossalonesporotrosméritosmenoshumildes.Vistiendoun trajedecorte sastrequeellahabíadesechadoenParísyasombrabaaquíatodosporsuelegancia,se dedicó con los guantes puestos a la limpieza y arreglo de la casa,marchandoalfrentedelamestizagordaysusdosacólitos.

Cuando intentaba predicarles con el ejemplo, se hacía visibleinmediatamente su torpeza para esta clase de trabajos.Otras veces quedabavacilante, no sabiendo cómo se hacía lo que acababa de ordenar, y eraindispensableunaintervencióndelamestizaparasacarladelapuro.

En la cocina, una gran lámpara, alimentada con lamisma esencia de losmotoresqueperforabanelsuelo,servíaparalosguisos.Elena,animadaporlafacilidadconquepodíaapagarseyencenderseestefogón,quisointervenirenlospreparativosculinarios.Perohuboderesignarseigualmenteareconocerlasuperioridad de la doméstica cobriza, riendo al fin de su ineptitud para los

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trabajosdomésticos.

Queriendohaceralgo,sequitólosguanteseintentólavarlosplatos;peroinmediatamentevolvióaponérselos temiendoqueelaguafríaperjudicase lafinuradesusdedosyelbrillodesusuñas.Precisamente,enlosmomentosdedesesperación por su nueva existencia, lo único que le proporcionaba ciertoalivioeracontemplarmelancólicamentesusmanos.

Torrebianca, vistiendo un traje de campo, fue conWatson y Robledo avisitar los canales, enterándose del curso de los trabajos, hablandofamiliarmenteconlospeones,examinandoelfuncionamientodelasmáquinasperforadoras.

Pocodespuésestabasuciodepolvodelacabezaaloszapatos,ysusmanossintieronunacomezóndolorosaalempezaracurtirse;peroconocióalmismotiempo la alegre confianzadelquecuenta conunmedio segurodeganar suvida.

Cerradayalanoche,volvíandiariamentelostresingenierosasuvivienda,donde encontraban la mesa puesta. Al principio se lamentó Elena de larusticidaddelosplatosyloscubiertos.Poriniciativasuya,trajolamestizadel«AlmacéndelGallego»variosobjetosbaratos,procedentesdeBuenosAires.Con esto y unas cuantas hierbas ligeramente floridas, que los dos pajescobrizosibanabuscarenlariberadelrío,lamesapresentabacadavezmejoraspecto. Se iba notando en la casa la presencia de una mujer hermosa yelegante.

Unanoche,mientraslacocineratraíaelprimerguiso,Elenasedespojódeuna salida de teatro, que por ser algo vieja prestaba servicios de bata. Aldesprenderse de esta envoltura apareció descotada, con un traje de fiesta unpocoajado,perotodavíabrillante,recuerdodesustiemposfelices.

Watson la miró con asombro, y Robledo hizo un gesto disimulado,llevándoseundedoalafrenteparaindicarquelacreíaalgoloca.

El marqués permaneció impasible, como si nada de su mujer pudieracausarleextrañeza.

—Siempre he comido con traje descotado—dijo Elena—, y no veo larazóndemodificaraquímiscostumbres.Seríaparamíuntormento.

Despuésdelacenasedesarrollabanlargasconversaciones,enlascualeslaparte mayor correspondía a Robledo. Éste hablaba con predilección de loshombresdevidainteresantequehabíavistodesfilarpor«latierradetodos».Muchos de ellos llevaban corrido casi todo el planeta antes de llegar a laPatagonia; otros acababan de huir de Europa, ansiosos de aventuras, paraforjarseunanuevaexistencia.

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Al desembarcar en Buenos Aires les salían al encuentro los mismosobstáculosdelmundoquedejabanasusespaldas.Lagranciudaderayaviejapara ellos; abundaban los pobres en sus tugurios llamados «conventillos»;resultaba tan difícil ganarse la vida en esta metrópoli como en Europa.Algunasvecesaúneramayorladificultadqueenelantiguocontinente,porlagranconcurrenciadeprofesionalesllegadosdetodaspartes…Yseesparcíanhacia los sitios más apartados de la República, invadiendo los territoriostodavía desiertos, donde se estaban realizando obras preparatorias para lainstalacióndelasinmigracionesfuturas.

—¡Los tipos que he visto pasar por aquí en pocos años!—continuabaRobledo—.Unavezmeintereséporciertopeónqueteníalanarizrojadelosalcohólicos,peroguardabaensupersonaunnoséquéreveladordeunpasadointeresante.

Era una ruina humana; pero igual a los palacios en escombros, cuyahistoriasepresienteporunfragmentodeestatuaodecapiteldescubiertoentrelosmurosderrumbados,estehombre,querobabaasuscamaradasyquedabaen el suelo como muerto después de sus borracheras, tenía siempre en sudecaídapersonaunademánounapalabraquehacíanadivinarsuorigen.

—Un día vi cómo por broma peinaba a uno de nuestros capataces y learreglaba los bigotes en punta, a estilo del kaiserGuillermo.Mandé que lediesen de beber todo lo que quisiera. Es el mediomás seguro de que esoshombreshablen,yélhabló.Elborracho,avejentadoprematuramente,eraunbaróndeBerlín,antiguocapitándelaGuardiaimperial,quehabíaperdidoaljuegos sumas importantes confiadas por sus superiores. En vez dematarse,como lo exigía su familia, se vino a América, rodando hasta lo más bajo.Empezó siendo general en el NuevoMundo, y acabó de peón ebrio y maltrabajador.

Al ver que Elena se interesaba por el personaje, Robledo continuómodestamente:

-Este alemán fue general en una de las revoluciones de Venezuela. Yotambién he sido general en otra República y hasta ministro de la Guerraduranteveintedías;peromeecharonporparecerlesdemasiadocientíficoynosabermanejarelmachetecomocualquierademisayudantes.

Despuéshablódeotropeónigualmenteebrio,perosilenciosoytriste,quehabía venido amorir en la Presa y estaba enterrado cerca del río. Robledoencontrópapeles interesantes en el fondode la«lingera»deestevagabundopiojoso. Había sido en su juventud un gran arquitecto de Viena. Tambiénencontró la vieja fotografía de una dama con peinado romántico y largospendientes, semejantea laasesinadaemperatrizdeAustria.Era suesposa,yhabía muerto en Khartoum, hecha pedazos por los fanáticos del Sudán,

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capitaneadosporelMadhí,cuandosumaridoibaconelgeneralGordon.Otrafotografíarepresentabaaunhermosooficialaustríaco,conla levitillablancamuyajustadaaltalle:elhijodeaquelmendigo.

—Yesinútil—continuóRobledo—quererlevantaraestosvagabundos.Seleslimpia,selesproporcionaunaexistenciamejor,selessermoneaparaquebebanmenos y recobren sus facultades de hombres inteligentes. Cuando yaestán repuestos y parecen felices, se presentan una mañana con el saco alhombro:«Mevoy,patrón;arréglemelacuenta.»Nadaseconsiguehaciéndolespreguntas.Estáncontentos,notienendequéquejarse,perosevan.Apenassesientenbien,eldemonioque losempujaparaqueruedenpor la tierraenteravuelve a acordarsede ellos.Sabenquemás alláde la líneadel horizonte selevantanlosAndes,ydetrásdelacordilleradelosAndesestáChile,ydespuésla inmensidaddelPacíficoconsusnumerosas islas,y todavíamás lejos, losinteresantes países del macizo asiático… Sienten el tirón de su maníaambulatoriaquedespierta.«Vamosavertodoeso.»Yseechanla«lingera»alhombro, para volver a sufrir hambres y fatigas, paramorir en un hospital oabandonados en un desierto… Y cuando no mueren y pueden seguirmarchando detrás de la Ilusión que revolotea junto a sus ojos, vuelven porsegundavezaestepaís;peroesdespuésdehaberdado lavueltaenteraa latierra.

Algunas noches los dos ingenieros hablaban de su propia existencia.Watsonteníapocoquecontar.EducadoenCalifornia,habíaempezadosuvidaprofesional en las minas de plata de Méjico, donde aprendió el español,continuándola después en las del Perú. Finalmente había pasado a BuenosAires,conociendoenestaciudadaRobledoyasociándoseaélparalaempresadeRíoNegro.

ElespañolnogustabaderecordarsuexistenciaantesdeestablecerseenlaArgentina.Había intervenido en revoluciones que despreciaba,mezclándoseenellasúnicamenteporunanecesidaddeacción.Habíaemprendidotambiénprodigiososnegocios,viéndosealfinalengañadoyrobado,unasvecesporsuscompañeros, otras por los gobiernos. Rudos vaivenes de fortuna le habíanhecho pasar de una abundancia absurda a una miseria de vagabundo. PeroevitabahablardesusaventurasenotrospaísesysusrelatoseransiempresobrelavidaquehabíallevadoenPatagonia.

No podía olvidar una horrible sed sufrida en aquella altiplanicie queempezaba al borde de la cortadura del río Negro, extendiéndose hasta elestrechodeMagallanes.Fuecuandorenuncióaserviralgobiernoargentino,lanzándose como ingeniero particular a la exploración de estas tierrassolitarias,enbuscadeunbuennegocio.Paraevitarsegastoshabíaemprendidola travesía del desierto con un sólo peón indígena y una tropilla de seiscaballos del país, capaces de alimentarse con lo que encontrasen, sufridos

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animalesqueseibanrelevandoenlatareadellevarsobresuslomosalosdosviajeros.

ContabaRobledoconelauxiliodeunplanohechoporotrosexploradores,en el cual se marcaban las «aguadas», únicos lugares donde losexpedicionariospodíandetenerse.

Los años anteriores habían sido de gran sequía. Al llegar a un pozoencontróqueel líquidoeraextremadamentesalobre.Élestabaacostumbradoalaguadesal,queporunoptimismodelosviajerosdeldesiertofiguracomoaguapotable;peroladeestepozoresultabainadmisibleparasuestómagoyeldelmestizoacompañante.

Continuaron su marcha, confiando en la aguada que encontrarían al díasiguiente. Este pozo no tenía agua salobre, pero era porque estabacompletamente seco… Y se habían visto obligados a seguir avanzando atravésdeunallanurasiempreinmensa,siempreigual,guiándoseporlabrújulaysufriendounaseddenáufragos,queleshacíamarcharconlabocajadeante,losojosdesorbitadosyunaexpresióndelocuraenellos.

PorrespetoaElena,aludíaRobledovoladamentealosrecursosdequesehabíanvalidoelmestizoyélparanoperecer,bebiendosuspropios líquidosrenalesylosdesuscaballos.

—Unamaníaatormentadora seapoderódemí. Intenté recordar todas lasvecesquemehabíaninvitadoabeberenuncafésinqueyoquisieraadmitirellíquido queme ofrecían: cerveza, aguas gaseosas, helados. Hacía memoria,igualmente,detodaslasfiestasaquehabíaasistidopasandoconindiferenciaanteunagranmesallenadejarrosybotellas…Yyomedecía,perturbadoporlafiebre,sindejardemarchar:«Sientonceshubiesestomadotodoslosbocksdecerveza,todoslosrefrescosgaseosos,todoslosheladosqueteofrecieronytú despreciaste, tendrías ahora en tu cuerpo una reserva líquida importante,pudiendoresistirmejorlased.»Yestecálculoabsurdomeatormentabacomoun remordimiento, hasta el punto de sentir deseos de abofetearme por mitorpeza.

Robledo acababa describiendo su arribo—cuando los caballos ya nopodíanavanzarmás—aunpozodeaguasalobre,quefueelmásdeliciosodelos líquidos bebidos en toda su existencia… Y al final de este viaje noencontrónada.Losdatosque lehabíanhechocreerenungrannegocioeranequivocados.AsíhabíaqueiralaconquistadelafortunaenAmérica,cuandosellegabaaellaconmediosigloderetrasoytodoslosterrenosricos,defácilexplotación, estaban ya ocupados, quedando únicamente los remotos yásperos,que,algunasveces,representabanlaruinaylamuerte.

—De todos modos—continuó—, los hombres seguirán viniendo a este

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rincón del mundo. Aquí vive para ellos la esperanza, sin la cual resultaintolerablelaexistencia…Nohaymásquehacermemoriadenuestroorigen:usted es rusa, Federico italiano,Watson de los EstadosUnidos, yo español.Fíjesetambiénenlaprocedenciadenuestroshabitualesvisitantes:cadaunoesdeunanacionalidaddistinta.Loqueyodigo:éstaeslatierradetodos.

Lacasadelosdosingenieroseravisitadadiariamente,despuésdelacena,porlosmásgrandespersonajesdelcampamento.ElprimeroenpresentarseeraCanterac,consusropasdecortemilitar,perosenotabaensupersonamayoracicalamientoqueantesdelallegadadelosTorrebianca.LuegoveníaMoreno,mostrandociertaturbaciónemotivaalsaludaraElena,enredándoselalenguay pronunciando balbuceos, en vez de palabras. Finalmente llegabaPirovani,conuntrajenuevocadadosnochesyllevandoalgúnobsequioalaseñoradelacasa.

Canteracreíadeélporlobajo,afirmandoquehabíafrotadolargamentesussortijas,sucadenaderelojyhastalosgemelosdesuspuños,antesdesalirdelbengalow,paradeslumbrarlosatodosconsubrillo.

Una noche se presentó Pirovani vistiendo un traje de colores detonantesqueacababaderecibirdeBahíaBlanca,yconunmanojoderosasenormes.

—MelashantraídohoydeBuenosAires,señoramarquesa,ymeapresuroaentregárselas.

Canteracmiróalitalianohostilmente,ydijoporlobajoaRobledo:

—Mentira; las ha encargado por telégrafo, según afirmaMoreno, que losabetodo.Estatardeenvióunhombreatodogalopealaestación,paratraerlasatiempo.

Lacriadamestiza,ayudadapor losdosmuchachos,quitaba lamesa,y lahabitación con tabiques demadera iba tomando elmismo aire que si Elenadiese una fiesta. Los tres visitantes, al hablarla, repetían con ciertoarrobamiento la palabra «marquesa», como si les llenase de orgullo verseamigosdeunamujerdetanaltaclase.

ElenanoocultabaciertapredilecciónporCanterac.LosdoshabíanvividoenParís,enmundosdistintos,aunquemuypróximos.Nosehabíanencontradonunca,peroacababanporrecordarciertasamistadesqueleserancomunes.

Mientras ellos hablaban, Moreno fumaba resignadamente, cruzandoalgunas palabras con Watson, y Pirovani conversaba con Robledo yTorrebianca. El italiano no prestaba gran atención a sus propias palabras,espiandoconojosinquietosala«señoramarquesa»ysuacompañante.

LatertuliacambiótotalmentedeaspectodespuésquePirovanisepresentóconsusrosas.

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En la noche siguiente estaban los cuatro sentados a la mesa y mássilenciosos que otras veces. Elena se había puesto para la cena uno de sustrajes más vistosos, que hasta resultaba algo audaz allá en París. Los tresingenieros guardaban aún sus ropas de campo y parecían cansadísimos deltrabajo de la jornada. Robledo bostezó repetidas veces, haciendo esfuerzosparamantenersedespierto.Elmarquéssehabíaadormecidoensusilla,dandoligeras cabezadas.Elenamiraba fijamente aRicardo, como si no lo hubiesevistobienhastaentonces,yélevitabaelencuentroconsusojos.

Entró Pirovani llevando un gran paquete y vistiendo otro traje nuevo,cuadriculadodediversoscolores,comolapieldeunreptil.

—Señoramarquesa:unamigomíodeBuenosAiresmehaenviadoestoscaramelos.Permítameustedqueselosregale.Tambiénvanenelpaqueteunoscigarrillosegipcios…

Elena miró risueñamente el nuevo traje del contratista, agradeciendo almismotiemposuregaloconremilgosycoqueterías.

AcontinuaciónsepresentóMorenoluciendozapatosdecharol,chaquédelargos faldones y sombrero duro, lomismo que si estuviera en la capital yfueseavisitaralministro.

Robledo,quesehabíadespabilado,mostróunaadmiraciónirónica.

—¡Quéelegante!…

—Tuvemiedo—contestóeloficinista—dequeelchaquésemeapolillaseenelcofre,ylohesacadoatomarelaire.

Después se acercó con timidez a Elena. «¡Buenas noches, señoramarquesa!»Ylebesólamano,imitandolaactituddelospersonajeselegantesadmiradosporélencomediasylibros.

Yanoquisosepararsedeladueñadelacasa, iniciandounaconversaciónaparte, que pareció indignar a Pirovani. Al fin éste se levantó de su silla,necesitandoprotestardetandescomedidoacaparamiento,ydijoaRobledo:

—¡Havistoustedcómovienevestidoesemuertodehambre!…

No habían terminado aún las sorpresas de aquella noche: faltaba lamásextraordinaria.

SeabriólapuertaparadarpasoaCanterac;peroéstepermanecióinmóvilenelquicioalgunosmomentos,deseosodequetodosleviesenbien.

Iba vestido de smoking, con pechera dura y brillante, y mostraba ciertaindolenciaaristocráticaalandar,lomismoquesientraseenunsalóndeParís.Saludóaloshombresconunmovimientodecabezaceremoniosoyprotector,besandodespuéslamanoaElena.

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—Yo también, marquesa, siento ahora la necesidad de vestirme cuandollegalanoche,lomismoqueenotrostiempos.

AgradecidalaTorrebiancaaestehomenaje,volviólaespaldaaMorenoyofreció una silla al recién llegado, junto a ella. Toda la noche hablópreferentementeconelfrancés,mientrasPirovanipermanecíaenunrincón,noocultando su cólera, y mostrándose al mismo tiempo anonadado por laeleganciadeCanterac.

Transcurrieroncuatronochessinqueelcontratistasepresentaseenlacasa.Despuésdelaprimera,Morenosesintióinteresadoportalausencia,yfuealdomiciliodePirovaniparahaceraveriguaciones.PorlanochediolanoticiaaRobledo:

—Tomó el tren para Bahía Blanca sin avisar a nadie. Debe traer entremanosalgúnnegociogordo.

Ycontinuaronlastertuliassinotranovedad.Elfrancés,siemprevestidodesmoking,eraelpreferidoporElenaensusconversaciones.Moreno,al llegarlanoche,seponíaelchaqué,sinotroresultadoquedialogarconTorrebianca.Esteacabóporsalirunanochedesucuartovestidotambiéndesmoking,yalhacerRobledogestosdeextrañeza,seexcusóseñalandoasuesposa.

CuandoenlaquintanocheentróMoreno,seapresuróahablar.

—¡Grannoticia!Pirovanihavueltoalanochecer.Creoqueleveremosaquídeunmomentoaotro.

Como el contratista era la novedad de esta velada, todos esperaron suaparición.

Alabrir lapuertaquedóinmóvilenelquiciounosmomentos—lomismoque había hecho el otro—, para darse cuenta del efecto producido por sullegada.Ibavestidodefrac;perounfracextraordinarioydeslumbrante,cuyassolapasestabanforradasconsedalabradadegruesasytortuosasvenas,igualesalasdelamadera,y llevaba,además,unchalecoblancoricamentebordado.En una solapa lucía una gardenia. Sobre la pechera ostentaba una perlaenorme,ademásdelaanchacintasostenedoradeunmonóculoinútil.

Suaspectoerasolemneymagnífico,comoeldeundirectordecircoounprestidigitador célebre. Hacía esfuerzos por mantenerse sereno y que nadieadivinase suemoción.Saludoa loshombresconvaronil altivezy se inclinóantela«señoramarquesa»,besándoleunamano.

Losojosdeellabrillaronconunasorpresairónica.TodolodePirovanilahacía sonreír. Pero acabó por agradecer esta transformación realizada en suhonor, y acogió al contratista con grandes muestras de afecto, haciéndolesentarasulado.

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Canteracseapartó,visiblementeofendidoporestapredilección.

Moreno hablaba a Robledo como escandalizado, señalando el frac dePirovani:

—¡Yparaesegrannegocioemprendiósuviajecontantomisterio!…

ElespañolsealejódeélparahablarconWatson.Ésteparecíaaturdidoaúnporlaentradateatraldelitaliano,yleadmirabaconteniendosurisa.

—Después del smoking, el frac—murmuró Robledo—. El Carnaval seextiendeporeldesierto,yestamujervaavolvernoslocosatodos.

Miróeltrajedelnorteamericano,queeraigualalsuyo:untrajedecampo,útilparalostrabajosalairelibre,ehizounacomparaciónmudaconelaspectoquepresentabanlosdemás.

Luegopensó:

«¡Qué perturbación una hembra como ésta cayendo entre hombres quevivensolosytrabajan!…Yaúnocurrirántalvezcosaspeores.¡Quiénsabesiacabaremosmatándonosporsuculpa!…¡QuiénsabesiestaElenaseráigualalaElenadeTroya!…»

VII

—¿Otromatecito,comisario?

DonCarlosRojasestabaenlahabitaciónprincipaldesuestancia,sentadoalamesacondonRoque,elcomisariodePolicíadelpueblo.Unamuchachitamestizasemanteníaerguida juntoaellos,mirándolosconsusojosoblicuos,enesperadeórdenes.

Los dos tenían en su diestra la calabacita llena de mate, y chupaban ellíquidoolorosoconuncanutodeplata llamado«bombilla».Apenas sedabacuentalamestizaporelburbujeodeloscanutosdequeescaseabaellíquido,corríaaunfogóninmediato,trayendola«París»,teteradeaguahirviente,parallenarachorrolasdoscalabacitasrepletasdehierbamate.

Hablaban lentamente, interrumpiendo sus palabras para chupar. Rojashacía esfuerzos por contener su cólera. El día anterior le habían robado unnovillo,yélatribuíaestamalahazañaaManosDuras,ganosodeapropiarselos animales ajenos para venderlos en la Presa. Este robo le perjudicabadoblemente, pues además de ganadero era abastecedor de carne del pueblo,considerando dicha venta como uno de los mejores rendimientos de suestancia.

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Al presentarse el comisario, llamado por él para que conociese el robo,había vuelto a recontar sus novillos.Era indudable que le faltaba uno.Y seenardecía al hablar con don Roque, lamentándose de la audacia de ManosDurasyafirmandoqueenRíoNegronohabíajusticia.

—Tres veces lo he enviado preso a la capital del territorio—dijo elcomisariocondesaliento—,ysiemprevuelvelibre,porfaltadepruebas.¿Quépodemoshacernosotros?…Nadiequieredeclararcontraél.

ComoRojasinsistieseensusprotestas,donRoqueañadióparacalmarle:

—Voyaversiestavezconsigoprobarsudelito.Le«garanto»,donCarlos,queharécuantopueda.

Y se lamentó de los escasos medios coercitivos de que podía disponer.Toda la tropa a sus órdenes eran cuatro policías indolentes, con uniformesviejosysinmásarmasquelargossablesdecaballería.Loshabitantesdelpaís,mejorpertrechados,lesprestabansuscarabinascuandohabíandeperseguiraalgúnbandolero.Suscaballoseranlosmásflacosypeoralimentadosdetodalacomarca.

—Vivimos en una nación federal—siguió diciendo el comisario—, yúnicamente las provincias, por ser autónomas, tienen bien organizada supolicía.LasautoridadesdelosterritoriosdependemosdelgobiernodeBuenosAires,yalvivirtanlejosnosolvidan,ysólopodemoscontarconaquelloqueimprovisamos.

Lacríticadelabandonoenquevivíanlosterritoriosllevóinsensiblementealosdosargentinosaensalzarporcomparaciónlasgrandezasdelrestodesupaís.

—Aquí estamos olvidados y hechos unos salvajes—continuó donRoque—; pero esto no esmás que la Patagonia, y hace unos años nadamás queempezóenellalacivilización.Encambio,compañero,¡cómohaadelantadoelrestodenuestropaísenmenosdemediosiglo!…¡Pucha!¡Quécosabárbara!

Acabaronporolvidarsuspreocupacionesinmediatasparanovermásquela parte de la República que había progresado vertiginosamente. Al finalalabaron del mismo modo la tierra en que vivían. Don Roque, patriotaoptimistaydeunentusiasmoreceloso,presentíaenemigosentodaspartes.

—EstaPatagonia,ahoradesierta,veráustedquélindasenosponedentrodeunosaños,cuandosustierrasseanregadas.FueunaverdaderasuertequesuaspectopareciesetanfeoalosdeEuropa.Poresoesnuestraaúnynonoslahanrobado.

YcontabaaRojasloquehabíaleídoenperiódicosylibros.

—Haceaños,ungringomuymentado,alquellamabandonCarlosDarwin

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(el mismo que descubrió que todos venimos del mono), anduvo por estospagos. Era joven y había desembarcado en Bahía Blanca de una fragata deguerra inglesaquedabalavueltaalmundo.Queríaestudiar lasplantasy losanimalesdeaquí;peroencontrópocoquehacer,puesnoabundabanentonceslasunasni losotros.Al finpareceque semarchódesesperado,ydio a estepaísel títulode«TierradelaDesolación»…Noshizounfavorelgringo.Sillega a enterarse de lo que es esta tierra cuando la riegan, nos la roban losingleses,comonosrobaronlasislasMalvinas,queellosllamandeFalkland.

Rojastambiénevocabaelpasado,paralamentarlacegueradesusabuelosysuspadres.HabíantenidoeldefectodeserricosenlaépocaqueaúnnosehabíancreadolasfortunasmásgrandesdelaArgentina.

Fueestodespuésde1870,cuandoelgobiernodeBuenosAires,cansadodetolerar las rapiñas de los indios salvajes y ladrones casi a las puertas de sucapital, había completado la obra conquistadora de los antiguos españolesenviando al desierto una expediciónmilitar, que se enseñoreó de veintemilleguasdeterreno,casitodoéllaborable.

—Elgobiernodabalaleguaaquinientospesos,yelpesodeentoncessólovalíaunoscentavos.Además, concedíavarios añosdeplazoparaelpago,yhasta insertaba en el diario oficial el nombre del comprador, declarándolobenemérito de la patria. Los soldados de la expedición recibieron también,como recompensa, leguas de terreno, cuyo título de propiedad vendíandespuésalosbolicherosacambiodeginebraocomestibles.Yestastierrassonlasqueahorasurtendetrigoydecarneamediomundoyhanvistolevantarsesobreellastantospueblosyciudades.Laleguaquecostóunoscentavosvalehoymillones.Muchosdelosqueposeenesastierrasnohantenidootroméritoqueguardarlasimproductivas,sinquerervenderlas,esperandolainmigracióneuropeaquelashicieseprosperar.Comomisascendienteseranricosantiguosen aquella época y poseían una gran estancia, no quisieron adquirir camposnuevos.¡Quédesgracia!…

OlvidabaRojassusdespilfarres,quehabíanconsumidolamejorpartedelaherenciapaternal,paraacordarseúnicamentedelafortunaenormequepodíanhaber improvisado sus ascendientes aprovechando, como tantos otros, larápidaexpansióndelpaís.

Unavisitavinoainterrumpirlapláticadelosdosargentinos.Celindaentróenlahabitaciónconfaldadeamazona,diounbesoasupadreysaludóadonRoque. Aprovechando éste los breves momentos en que desapareció elestanciero para volver con una caja de cigarros, dijo a la joven, mirandomaliciosamentesufalda:

—Porelcampovaustedvestidadeotromodo.

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SonrióCelinda,amenazándoledespuésconunademángraciosoparaqueguardarasilencio.

—Cállese—dijo—,noseaqueleoigamiviejito.

Mientras los dos hombres encendían sus cigarros, volviendo a hablar deManos Duras y la necesidad de perseguirlo, Celinda abandonó la estancia,montandouncaballoconsillafemenil.

Mediahoradespuésgalopabapor las inmediacionesdel río,peroenotrocaballoyvestidadehombre.Vioungrupodejinetesqueveníanhaciaellaysedetuvoparareconocerlos.

ElingenieroCanterac,deseosodeinspirarmayorinterésalamarquesadeTorrebianca, lahabía invitadoaunpaseopor las inmediacionesdel río,paraque conociese las obras realizadas bajo su dirección. En este paseo podríaapreciarElenasuimportanciadeprimerjefedelcampamento,viendoademáscómoeraobedecidoporcentenaresdehombres.

Ella y el francés hacían trotar sus cabalgaduras a la cabeza del grupo.DetrásveníaPirovani,manteniéndosemalsobresucaballoyesforzándoseporintroducirlo entre los caballos de los dos. Cerraban la marcha el marqués,WatsonyMoreno.

AlpasarElenayCanteracfrenteaCelinda,lasdosmujeressemiraron.Lamarquesa sonrió a la otra, como si quisiera entablar conversación; pero lajovenpermanecióceñudayconojosseveros.

—Es una niña—dijo el ingeniero—muy traviesa y juguetona, y aunquetiene cierto aspecto de muchacho, la creo capaz de trastornar la cabeza acualquierhombre.MuchoslallamanFlordeRíoNegro.

Elena, ofendida por la actitud de la hija de Rojas, la miraba ahoraorgullosamente.

—Talvezseaunaflor—dijo—,perodemasiadosilvestre.

Ysiguióadelante,escoltadaporsusdosadmiradores.

Estabreveconversación fueen francés,yCelindasólopudocomprenderalgunaspalabras;peroadivinóquelaotrahabíadichoalgocontraella,ehizounamuecadedesprecioasomandosulenguaentreloslabios.

Pasaronacontinuación los jinetesdel segundogrupo.Elmarqués saludóceremoniosamentealajoven.Morenonosefijóenella,puessóloteníaojosparavigilarellejanogrupoenqueibalamarquesa.

RicardoWatsonfingiónoentenderlosgestosdeCelinda,indicándoleconsusademanesqueseveíaobligadoaseguiralosdemás.

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Le dejó ella marcharse haciendo un mohín de contrariedad; peroarrepentidaluego,tiródelasriendasasucaballo,obligándoleadarunavueltaenredondoparaseguiralgrupo.

Almismo tiempo que trotaba buscó con su diestra en el delantero de lasillaelrollodellazo,arrojandoéstecontrasuamigo.Despuésfuerecobrandolacuerda,yWatson,paranoversederribado,tuvoquedetenerseyacabóporretroceder,mientrassusdoscompañerosseguíanadelante,sindarsecuentadelincidente.

LlegóRicardoadondeestabalajoven,teniendoaúnellazoapretadosobresushombros.Podíahabersedesprendidodeél,continuandosucamino;perosemostrabaindignadoporsemejantebromaypreferíahablar inmediatamentealarevoltosamuchacha.

—Vengaustedaquí—dijoellasonriendo,mientrasrecogíadulcementecasitoda la cuerda—. ¿Cómo se atreve a ir con esa…mujer, sin pedirme antespermiso?

Elingenierocontestóconunavozhostil:

—Ustedno tieneningúnderechosobremí, señoritaRojas,yyopuedo irconquienquiera.

PalidecióCelindaalnotareltonoinesperadoconquelehablabaeljoven;peroserepusodeestamalaimpresión,recobrandosujovialidad.Despuésdijo,imitandolavozgravedelotro:

—SeñorWatson: yo tengo sobre usted el derecho indiscutible de que supersonameinteresa,ynopuedotolerarquevayamalacompañado.

Elnorteamericano,vencidoporlacómicaseriedadconquedijoellaestaspalabras,acabóporreír.Celindariotambién.

—Yaconoceustedmicarácter,gringuito…Nomedalaganaquevayaconesa mujer. Además, es demasiado vieja para usted… Júreme que meobedecerá.Sóloasípuedodejarlelibre.

Watsonjurósolemnementeconunamanoenalto,mientrashacíaesfuerzospormantenerseserio,yellalesacóellazodeloshombros.DespuésguiaronsuscaballosendirecciónopuestaalaquehabíanseguidoElenaysucortejodejinetes.

Apartirdeldíaenqueelingenierofrancésmostróalamarquesalasobrasrealizadas en el río, haciendo alarde de su autoridad sobre los trabajadores,Pirovanisesintióhumilladoydeseosodetomareldesquite.

Unamañana,acodadoenlabarandillaexteriordesuvivienda,creyóhaberdescubiertoelmediodevencerasurival.

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Mediahoradespués llegófrentea lacasauncapatazde losquePirovaniteníaasuservicioyalqueconfiabasiemprelasmisionesdifíciles.

Era un chileno avispado y muy ágil para salir de apuros, al que suscompatriotasapodabanelFraileporhabersidosusmaestroslosdominicosdeValparaíso.ElFraileposeíasus letrasymostrabaciertaaficiónalempleodepalabrasraras,acentuándolasarbitrariamente,segúnlasreglasdesucapricho.Tenía la voz melosa, el ademán extremadamente cortés, gustaba de ingerirfrases poéticas en su conversación, y había huido de la tierra natal por doscuchilladasmortalesdadasaunamigo.

Llegóacaballo,adivinandoqueelavisodelpatróndebíaserparaunviajelargo. Desmontó, y Pirovani fue a su encuentro, dándole palmaditas en laespaldaparahacerpatentedeestemodolaconfianzaafectuosaqueponíaenél. Unas veces le llamaba «chileno» con tono cariñoso; otras, «roto»,denominaciónirónicaquesedaasímismoelpopulachodeChile.

—Oye,roto;vasairatodogalopealaestación.EltrenparaBuenos

Airespasaráantesdedoshoras,yesprecisoquenolopierdas.

El Fraile, siempre impasible y sonriente, no pudo reprimir un gesto deasombroalenterarsedequeloenviabanaBuenosAires.

—Cuando llegues allá—continuó Pirovani—, entregarás esta lista a donFernando, mi representante. Tú lo conoces. Dile que haga las compras enseguidita,queteentreguelospaquetes,ytomaseltrenunashorasdespués.Tedoycincodíasparairyvolver.

Puso el chilenoun rostrograve al escuchar estas órdenes.Debía ser unamisióndegranimportancialaqueleconfiabasupatrón,ysesintióorgullosodequehubiesepensadoenél.

PirovanileentregóunpuñadodebilletesdeBancoparalosgastosdeviajeyledijoadiós,volviendolaespaldaconlagallardíadeungeneralqueacabadedictarlaordendecisivadeltriunfo.

Bajó el Fraile los escalones, frunciendo su entrecejo con expresiónpensativa:

«Debeserunpedidodeherramientasmuyurgentesparaeltrabajo…

Tambiénesposiblequemeenvíepordinero…»

Al ver que Pirovani se había metido en su casa, no quiso buscarmentalmente nuevas explicaciones y abrió el sobre que acababa de recibir,empezandoaleersucontenidoenmediodelacalle.

Susojospasaronporvariosrenglones,sincomprenderlos.

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«Unadocenadefrascosde«JardínEncantado».

«Idemídemde«NinfasyOndinas».

«Seisdocenasdecajasdejabón«ClarodeLuna».

El capataz continuó la lectura de las diversas hojas que componían elcuaderno.Al finempezóaentendersu texto,yestacomprensiónsirvióparaaumentarsuasombro,¡YparaesoleenviabanaBuenosAires,conordendevolverinmediatamente!…

—¡Padre San Francisco!—murmuró—. Esto no puede ser para una solahembra.EstoesparatodoelharéndelGranTurco.

PerocomoleplacíaelviajeaBuenosAires,aunquesóloquedasealláunashoras, montó a caballo alegremente, saliendo a todo galope para no llegartardealaestación.

Detodos losquevisitabanpor lanochea lamarquesadeTorrebianca,elmás tranquilo en apariencia eraMoreno. Como sus trabajos administrativossóloleocupabanverdaderamenteunavezporsemana,pasabaelrestodeellaleyendoen lacasitademaderadonde teníasuoficina.Eraun lectorávidoeincansable, capaz de tragarse una novela cada veinticuatro horas, y a vecesdos. Su afición a los relatos novelescos de todas clases era antigua; pero sehabíaexacerbadoenlaPresaacausadelaslargashorasdesoledad.Todosseibana trabajaren las inmediacionesdelpueblo,dejándolosoloensurústicodespacho.

DespuésdelallegadadelosmarquesesdeTorrebiancasuspredileccionesliterarias,indeterminadashastaentonces,seconcretaronenprodelasfábulasque se desarrollan en un ambiente aristocrático, teniendo por héroes apersonajesdelllamadogranmundo.

Él podía juzgar ahora idóneamente de la verosimilitud de tales historias,puesserozabaconpersonasdelamásaltasociedaddeParís.

Algunas veces cesaba de leer y ponía su mirada en el techo con unaexpresióndeéxtasis.Eldeseoparecíacantardentrodesucráneo:

«¡Serhéroedenovela!…¡Verseamadoporunagranseñora!»

Unatarde,cuandomenosloesperaba,MorenoviollegarfrenteasucasaalingenieroCanteracmontadoacaballo.Ataleshorasestabasiemprevigilandolas obras del dique. Algomuy importante debía ocurrir para que el capitánvinieraabuscarle.

Se acercó el jinete a la ventana junto a la cual leía el oficinista y dio lamano a éste inclinándose sobre su montura. Teniendo por inútiles lospreámbulos,dijoinmediatamente,conunasequedadmilitar:

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-He venido a verle cuanto antes para que pueda aprovechar el correo dehoy…Quierohacerunobsequioa lamarquesa.Lapobrecarecede todoenestedesierto,ycomoustedrecordará,noshablóhacepocodeloquesufrepornoteneraquíperfumeríadeParís.

Elingenierosacódeunbolsillovariospapelesparadárselosá

Moreno.

—Es un extracto de todos los catálogos deBuenosAires que ha podidoproporcionarme el gallego del boliche. Por cierto que tardó mucho enencontrarlos. Debía habérmelos entregado hace tres días, para que ustedaprovechaseelotrotren…Pero,enfin,vamosaloqueimporta.ComoustedtienetantasamistadesenBuenosAires,escribaalláparaqueenvíentodoeso,ydescuéntemesuimportedemisueldodeestemes.

Morenotomólospapeles,haciendosignosafirmativos.

—Creo—siguió diciendo el ingeniero—que no se me adelantará en esteobsequioeltalPirovani,quecadavezresultamásinsufrible.

Al marcharse Canterac hacia las obras del dique, Moreno empezó aexaminar los papeles. Sus ojos se dilataron de asombro, tomando casi lamismaformacirculardelasgafasconmonturadeconchaqueloscubrían.

Eraunalarguísimalista,nosólodeperfumesyjabones,sinodetodaclasedeobjetosdetocador.Elcapitánhabíaentradoporlaspáginasdeloscatálogoscomoentierrareciéndescubierta,haciendosuyoloqueencontrabaalpaso.

—Hay aquí por valor demás demil pesos—se dijo el oficinista—, y elingenierosólocobraseiscientosalmes.

Su austeridad de hombre de números, metódico y prudente, le hizoindignarsecontraestafaltadeequilibrioentrelosingresosylosgastos.Peroacabó por sonreír, encontrando natural el despilfarro. ¡La marquesa era taninteresante!…Además, una señora de su alcurnia no podía llevar lamismavidadeprivacionesdelasmujeresdelvulgo.

PasóMorenoelrestodelatardeinquietoypensativo.Variasvecesintentóreanudar la lectura de la novela que traía entre manos, pero el volumenacababasiempreporcaersobresumesa,cubiertadepapelesadministrativos.Alfinbuscóentreestospapelesunpliegodecarta,yfrunciendoelceñoconlaexpresiónrecelosadeunniñoquetemesercogidoenplenamentira,empezóaescribir:

«Mimorocha linda:Envíame lo antesposible, enunpaquete, el trajedefraque que me hice cuando nos casamos. La vida ha cambiado aquícompletamente. Grandes personajes nos visitan con frecuencia, haymuchasfiestas, y yo deseo presentarme con un aspecto bien como el quemás.Esto

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puedeayudarmeenmicarreray…»

Se detuvo Moreno para rascarse la cabeza con el mango de la pluma.Luego siguió escribiendo, con el mismo gesto infantil de inquietud yremordimiento,hastallenarlascuatropáginasdelacarta.

Todaslasnoches,enlatertuliadelamarquesa,mostrabaahoraPirovanielgestopreocupadodelquedeseaproponeralgoycuandovaahablarsesienteenmudecidoporlaemoción.

Después de una semana de dudas se decidió a formular su deseo,precisamentelanocheenqueeloficinistaesperabaconseguirelmayoréxitodesuvida.

Elena llevabaunode sus trajesdescotados, a losqueagregabaoquitabaadornosparaquediesendiariamenteunaimpresióndenovedad.ElingenierofrancésyTorrebianca ibanpuestosdesmokingyPirovaniseguíaostentandosumajestuosofrac…Peroyanoeraelúnicoenlucirestaprenda.Morenosehabía presentado a última hora con el frac enviado por su mujer, piezamodestaquerevelabateneralgunosañosdevida.Perodetodosmodoseraunfrac,yeldelcontratistahabíaperdidoelprivilegiodeserúnico,loquepusonerviosoasuposeedor,dándolenuevosánimosparaexpresarsusdeseos.

Watson y Robledo vestían trajes obscuros. Los dos se habían vistoobligados a cambiar de ropa todas las noches, para no parecer«inarmónicos»—comodecíaelespañol—enmediodeestaeleganciaabsurdacreadaporlapresenciadeElena.

Comoelnorteamericanoestabafatigadodesutrabajoenloscanales,tuvoque sofocar numerosos bostezos, y al fin se levantó para retirarse a sudormitorio.Elenalemirabaahoraconinterés,ynoocultósudespechoalverquedesaparecía,saludándolafríamente,comosinadaleimportasealejarsedeella.

El aquel momento Canterac estaba retenido por su conversación con elmarqués,MorenohablabaconRobledo,yaPirovani leparecióoportunonodejarquetranscurriesemástiemposinexponeraElenaloquepensaba.

—Temíahablar,señoramarquesa;peroalfinmedecido,y¡alláva!…

Estemarcoesindignodesuhermosuraysuelegancia.

Yelcontratistaabarcóconunamiradadedespreciolahabitaciónytodossusmuebles.

—Siustedquiere,desdemañanapuedeinstalarseenmicasa.Suyaes.

Yomealojaréenlaviviendadeunodemisempleados.

NomostróElenagranasombro.Parecíaqueesperasedesdemuchoantes

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esta proposición, como si ella misma se la hubiese sugerido lentamente alcontratista.Peronoporellodejódehacergestosdeprotesta,almismotiempoquesonreíayacariciabaconsusojosaPirovani.

Finalmente pareció ablandarse, y prometió que estudiaría la proposición,consultandoasuesposoantesdedecidirse.

Estaconsultafuealdíasiguiente,mientrasRobledoyWatsonsehallabanenlasobrasdeloscanales.

Torrebianca, a pesar de la sumisión con que acogía ordinariamente lasproposicionesdesumujer,semostróescandalizado.LeeraimposibleaceptarlagenerosidaddePirovani.

—¿Quépensarálagentealverquenoscedeunacasaqueessuorgullo?…

Y movía su cabeza con enérgicas negativas. Surgió en su interior unarepulsión de casta, al pensar que pudiera protegerle aquel compatriota degustosordinarios.Noleeraantipático;peronuncaleadmitiríacomounigual.

Elenaacabóporirritarse,cansadadesusprotestas.

—TuamigoRobledonosprotege,y sinembargonose teocurreporesoque puedamurmurar la gente…¿Qué tiene de extraordinario que un amigonuevonosdemuestresusimpatíacediéndonossucasa?

EstabatanacostumbradoTorrebiancaaobedecerasuesposa,quebastaronlasúltimaspalabrasdeellaparaquebrantar su resistencia.Sinembargo,aúninsistióensusnegativas,yElenaañadióparaconvencerle:

—Comprendo tus escrúpulos, si la casa fuese regalada; pero essimplementealquilada.AsíselohedichoaPirovani.TúlepagaráselalquilercuandolaempresadirigidaporRobledoretribuyatustrabajos.

Elmarquésloaceptótodoalfin,conungestoderesignación.Parecíamásviejoymásdesalentado,comosileroyeselentamenteunadolenciamoral.

—Hágaseloquetúquieras.Miúnicodeseoesvertefeliz.

Al día siguiente visitó su esposa la casa dePirovani, para conocerla porenteroantesdeprocederasuinstalaciónenella.

Larecibióelcontratistaenloaltodelaescalinata,acompañándoladespuéspor las diversas habitaciones, pálido de emoción al verse a solas con la«señoramarquesa».Ésta,paradarseairesdedueña,ordenóinmediatamenteala servidumbrequecambiase algunosmueblesde sitio.El italianoelogió subuengustodegrandama,guiñandounojoalamestiza,suamadellaves,paraqueseunieseaestaadmiración.

Llegaronal dormitorioquehabía sidodel italianoy en adelante seríade

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ella. Encima de todos los muebles había grandes paquetes en papel fino,atadosyselladosdelosquesedesprendíangratosolores.Losfueabriendoelcontratista,yquedaronvisiblesdocenasde frascosdeesenciasydecajasdejabón, así como otros artículos de tocador; todo el encargo enorme hecho aBuenosAires,queparecíaacariciar losojosconelbrillodesusbotellitasdecristal tallado, de sus estuches con forros de seda y pieles finas, de susetiquetasdeoro,almismotiempoquecosquilleabanelolfatounosperfumesdejardínsobrenatural.

Ellaibadeasombroenasombro,yacabóporreír,lanzandoexclamacionesalegreseirónicas.

—¡Quégenerosidad!…Hayparaponerunatiendadeperfumista.

Pirovani,cadavezmáspálido,enardecidoporestasonrisayporlasoledad,intentóaproximarsubocaaladeella,besándola.PerocomoElenaesperabadesdemuchoantesesteataque,lefuefácilrepelerloavanzandosusdosmanosenérgicamente,alavezquedecía:

—Esoequivaleaquerermehacerpagarelalquilerdelacasa,comounvilcomerciante. En tal caso, ya no hay regalo. ¡Y yo que le creía a usted ungentleman!…

SintióciertalástimaaldarsecuentadelaconfusióndePirovani.Elpobretemíanohaberprocedidoconeltactodeunhombreelegante.Paraconsolarlopusosumanoderechajuntoalabocadeél.

—Conténteseconesto—dijo.

Elitalianobesólamanoconentusiasmo,yfuerontanrepetidossusbesos,quealfintuvoellaqueretirarla,amenazándoleconundedoparaqueguardaseprudencia.

Luego continuó la visita de la casa, llevando al contratista tras de suspasos.Parecíaarrepentidodesuaudaciayarrepentidoalmismotiempodeladocilidadconquehabíaobedecidoaaquellamujer.

Peroporencimadetanopuestossentimientospaladeabaunasensacióndetriunfo al recordar el contacto de aquellamano fina y olorosa. Esto le hizopersistirmentalmenteensuopinión:

«¡Oh,lasgrandesseñoras!…Nohaymujerescomoellas.»

VIII

El aspectode la casadePirovani cambiómuchoal instalarse en ella los

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Torrebianca.

Lasventanaslucíanahora,atravésdesusvidrios,unascortinasflamantes.Ya no semostraban en las galerías exteriores las domésticasmal vestidas yrealizando al aire libre ciertos trabajos de limpieza. La presencia de aquellaseñora tan hermosa y elegante había impuesto a la servidumbre nuevoscuidadospersonales.HastalagordaSebastianaibavestidatodoslosdías«dedomingo»,comodecíansusamigas.

OtranovedadconocióelvecindariodelaPresaconlainstalacióndeElenaenlacasadelcontratista.ElsalóndePirovani teníaunpianodemediacola,que había permanecido cerrado hasta entonces. Lo compró el italiano enBuenosAiresporcomplacerauncompatriotasuyo,dueñodeunalmacéndeinstrumentosdemúsica.Además lehabíandichoqueunsalón«distinguido»noestácompletosicarecedeunpiano,peroconcuerdashorizontalesylatapaa medio levantar. Y compró el valioso instrumento, sin esperanza de quellegasealaPresaunvisitantecapazdeutilizarlo.

Elena,queensushorasdesoledaderaunafumadorainsaciable,cuandosecansabadeirconelcigarrilloenlabocadeunaaotrapiezaexaminandolosadornos y comodidades de su nueva casa, abría el piano, dejando que susdedoscorriesensobrelasteclas.Asípasabalashoras,recordandoromanzasdesu juventud,casi ignoradaspor lageneraciónquehabíaseguidoa lasuya,orepitiendolamúsicaqueerademodacuandoellahuyódeParís.

Muchas veces, entusiasmada por estas evocaciones del pasado, sentía lanecesidad de unir su voz a la del instrumento. Sus cantos hacían queSebastianaylasotrascriadasabandonasenlostrabajosenelcorral,avanzandolentamentehaciael interiorde lacasacon laexpresióndeamansamientodelasbestiassubyugadasporlavozylaliradeOrfeo.

Unapartedelvecindariosentíaigualmenteestaatracción.Apenascerradalanoche,cuandolostrabajadoreshabíanterminadosucena,muchoschiquillosy mujeres se encaminaban a la casa de Pirovani, sentándose en el suelo aalgunadistancia de ella, para contemplar las ventanas, levemente teñidas derojo.Sialgunosniñosimpacientesempezabanaperseguirseensusjuegos,lasmadreslesimponíansilencio:

—¡Callad,malditos,quelaseñoravaacantar!…

Yseestremecíanconunaemociónreligiosaaloírlossonidosdelpianoyla voz de Elena. Era como la melodía de un mundo lejanísimo que iballegandoatravésdelasparedesdemaderahastaestamuchedumbresimpledegustos, que enpunto amúsica llevabavarios años sinoír otra que la de lasguitarrasdelboliche.

Algunos hombres venían a unirse al público rudo, enardecidos por un

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sentimientoenelquesemezclabanlaadmiraciónyeldeseo.LosmismosquehabíanmiradoconindiferenciaalaniñadelaestanciadeRojasporparecerlesunmuchacho,seentusiasmabanviendopasaracaballo,confaldadeamazona,alamarquesadeTorrebianca.

—Esoesunamujer…¡Vayaunascurvas!

Yaloírsucanto,quedabancomoembobadosporunadeliciavoluptuosa.

Segúnellos,sólounamujerdegranhermosurapodíacantarasí.

Una semana después de haberse instalado los Torrebianca en la nuevaviviendaanuncióSebastianaasusamigasquelaseñorona,apartirdeaquellanoche, iba a recibir diariamente a sus amistades, lo mismo que hacían lasdamasricasdeBuenosAires.EsteanunciosirvióparaquelascomadresdelaPresa se imaginasen algo nunca visto; y después de la cena empezaron aformarsegruposdecuriososfrentealasventanasiluminadas.Algunasmujeresseponíanunamanojuntoaloídopuraescucharmejor,imponiendosilencioalas compañeras con sus codazos. Elena, sentada al piano, cantaba romanzassentimentalesmientrasibanllegandosusinvitados.

Los primeros en presentarse fueron el ingeniero francés yMoreno. Esteúltimo, para completar el frac, oculto bajo su gabán, había creído necesarioponerse un sombrero de copa. Él no era como Pirovani, que se presentabavistiendo traje de etiqueta y tocado con un sombrero flexible. La señoramarquesa, por ser dama del gran mundo, debía haberse fijado,indudablemente,enestasfaltasdeelegancia.

Canterac,alpisarelprimerpeldañodemadera,sedetuvoparadecirasucompañero:

—Nodebíaentrar.EstacasapertenecealintrigantePirovani,hombrequeaborrezco…Perotemoquelamarquesasequejesinomeveensureunión.

Moreno,queeraamigodetodosynollegabaaenfadarseverdaderamenteconnadie,creyónecesariodefenderalausente.

— ¡Si ese italiano es una buena persona!… Tengo la certeza de que lequiereaustedmucho.

PeroCanteracnopodíaadmitirpalabrasconciliadoras.

—Es un hombre falto de tacto, que se empeña en atravesarse en micamino…Estoacabarámalparaél.

Entraron en la casa, y el marqués vino a saludarles en el recibimiento.Luego pasaron al salón, quedando los tres inmóviles, mientras Elenacontinuabasucantocomosinoloshubieseoídollegar.

Otros dos invitados se encontraron frente a la casa:Robledo y Pirovani.

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Éste llevaba un gabán de pieles nuevo sobre el frac y se cubría con unsombrero de copa nomenos flamante, pedido aBahíaBlanca por telégrafo,como si un duende familiar le hubiese avisado losmalos comentarios de suamigoMoreno.

De losgruposdecuriosos,medioocultos en la sombra,partieron risasycuchicheos.Unosseburlabandel tubodesedabrillantequeelcontratistasehabíapuestoenlacabeza;otrosloadmirabanconorgulloegoísta,comosieltalsombreroaumentaselaimportanciadelavidaeneldesierto.

—Vengodevisitaamipropiacasa—dijoPirovaniconeldeseodequeelotroadmirasesugenerosidad.

—Hahechoustedmalencederla—selimitóacontestarRobledo.

Elitalianotomóunairedehombresuperior.

—Convendráustedenquesucasanoeralamásadecuadaparaquevivieseenellatangranseñora.Yo,aunquenoheestudiado,conozcolosdeberesdeunhombredebuenaeducación,yporeso…

Robledo levantó los hombros y siguió adelante, como si no quisieraescucharlo.Elcontratistamarchódetrásdeél,y,señalandounadelasventanasiluminadas,dijoconentusiasmo:

—¡Quévozdeángel!…¡Quéalmadeartista!

VolvióRobledoalevantarloshombros,ylosdosentraronenlacasa.

AlllegaralsalónseunieronalostresvaronesqueescuchabaninmóvilesyapenasElenahubolanzadolaúltimanotadesuromanza,elitalianoempezóaaplaudir y a dar gritos de entusiasmo. Canterac y el oficinista, por no sermenos, prorrumpieron igualmente en manifestaciones de admiración,expresándolascadaunoconarregloasucarácter.

Enlanuevacasalasreunionesibanasermenossimplesyausterasqueenel alojamiento de Robledo. Sebastiana, que sólo creía en el mate, remedio,segúnella,detodaclasedeenfermedadesysupremadeliciadelpaladartuvoqueserviralosinvitados,ayudadapordoscriaditasmestizas,variastazasdeaguacalienteconunacosallamadaté.

Fingiendo ocuparse de la buena marcha del servicio, evolucionó Elenaentreaquellostreshombresquelaseguíanávidamenteconlosojos,mientrasvacilabanlastazasensusmanos,derramandoavecessucontenidosobrelosplatillos.Los tres admiradores intentaron repetidasvecesconversar conella;peroeratanhábilpararepelerlosdulcemente,queacababanpordialogarconsumarido. En cambio, lamarquesa buscaba al único hombre que no habíamostrado interés en hablarla. Al fin consiguió en una de sus evolucionessentarseaunextremodelsalón,conRobledoalladodeella.

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—Indudablemente,Watsonnohaqueridovenir—dijoalespañol—.Cadavez estoymás convencida de que no le soy simpática a él… ni tampoco austed.

Robledosedefendiódeestaacusacióncongestosmásqueconpalabras;perocomoellainsistieseenpresentarsecualunavíctimadelainjustaantipatíadelosdosasociados,elingenieroacabóporcontestar:

—Watsonyyosomosamigosdesumarido,ynosdamiedoverlaligerezaconquehaceconcebirustedciertasesperanzas,talvezequivocadas,alosquelavisitan.

Elenaempezóa reír,comosi la regocijasen laspalabrasdeRobledoyeltonodegravedadconquelashabíadicho.

—No temausted.Unamujerquenohanacidoayery conoce elmundo,comoyoloconozco,novaacomprometerseyahacerlocurasporesos.

Y abarcó en unamirada irónica a sus tres pretendientes, que seguían alladodelmarqués.

—Yo no supongo nada—dijo Robledo en el mismo tono—. Veo lopresente,comoviotrascosasenParís…ymedamiedoelporvenir.

Quedó indecisa Elena mirando a su interlocutor, como si dudase entrecontinuarriendoomostrarseenfadada.Alfinhablóconeltonogravedeunapersonaofendida:

—Nomeconsideromejornipeorqueotras.Soysimplementeunamujerquenacióparavivirenlaabundanciayenellujo,yjamáshaencontradouncompañerocapazdedarleloquelecorresponde.

Semiraronensilenciolargorato,yellaañadió:

—Losquemedesearonnopudieronproporcionarmecuantonecesitoparamivida,y losquehubieranpodidosatisfacermisdeseosnuncasefijaronenmí.

Bajólacabezacomodesalentada,murmurandocontrasudestino.

—Usted no sabe qué vida ha sido la mía. Necesito la riqueza; es algoindispensable para mi existencia, y he pasado lo mejor de mi juventudcorriendoinútilmentetrasdeella.Cuandoimaginétenerlaentremismanos,lavi desvanecerse, para reaparecer más lejos, obligándome a una nuevacarrera…¡Yasíhasidosiempre!

Callóuninstante,concentrandosupensamiento,paraañadirconelmismotonoquesihicieraunaconfesión:

—Loshombresnopuedencomprender las angustiasy las ambicionesde

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lasmujeresdeahora.Necesitamosparavivirmuchísimomásquelashembrasde otros tiempos. El automóvil y el collar de perlas son el uniforme de lamujermoderna.Sinellos,todalaquereflexionaunpocoypuededarsecuentade su situación se siente infeliz… Yo los tuve algunas veces, pero sintranquilidad, «sin solidez», temiendoperderlos al día siguiente.Como todosnecesitamosescuchar,paraseguirviviendo,lacancióndelaesperanza,esperoahoraquemimaridoganaráaquíunafortuna,¡nosécuándo!…yestomehacesoportarelhorribledestierro.

Luegocontinuócontristeza:

—¿Yquéganará?…Centavostalvez,cuandoustedlleveyaganadosmilesymilesdepesos…¡Ay!Yomerecíaotrohombre.

Volvió a levantar la cabeza para sonreír melancólicamente mirando alespañol.

—Talvezmifelicidadhubiesesidoencontraruncompañerocomousted:animoso,enérgico,capazdedomaralafortunarebelde…Yausted,paraserunverdaderotriunfador,lehafaltadounamujerqueleinspiraseentusiasmo.

Robledosonrióasuvezconairebonachón.

—Yaestardeparahablardeesascosas…

Pero ella le miró fijamente, al mismo tiempo que protestaba de sudesaliento.Nunca es tarde en lavidaparanada.Loshombres enérgicos soncomociertas tierras exuberantes del trópico, en las que se conoce lamuerteperonolavejez,renovándosesobreellasunaprimaveraincansable.Disponendelavoluntadquemandaalaimaginación,ylaimaginaciónesunpintorlocoqueanimaconloscoloresdesupaletaellienzogrisdelarealidad.

Elena,alhablarasí,habíaaproximadosurostroaldeél.Susojosparecíanquerer penetrar en los ojos deRobledo.Éste, por unmomento, sintió ciertaturbación;peroserepusoenseguida,haciendoungestonegativo.

—Muy interesante lo que usted dice, amiga mía, pero los hombresverdaderamente enérgicos no gustan de resucitar falsas primaveras, por lascomplicacionesqueestotrae.

Continuaronhablando.Ellaquisorecordarotravezsupasado.

—¡Siyolecontasemihistoria!…Todaslasmujerestienenlapretensiónde que su vida ha sido una novela, que sólo necesita ser contada con ciertahabilidadparaqueinteresealmundoentero.Yonoaspiroaquemipasadoseainteresante;únicamentelocreotriste,porladesproporciónquesiemprehuboenél,entreloqueyocreomereceryloquelavidahaqueridodarme.

Sedetuvounmomento,comosiacabaradeocurrírseleunaideapenosa.

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—Nocreaustedquesoyunadeesasadvenedizashambrientasdegocesycomodidades, por lo mismo que no los conocieron nunca. Enmí ocurre locontrario:necesitoellujoyeldineroparavivirporquemerodearonalnacer.Fui rica en mi infancia y pobre en mi juventud. ¡Lo que he luchado paraocupar otra vez mi antiguo rango y vivir de acuerdo con mi primeraeducación!…Ylaluchacontinúa…ylascatástrofesserepiten…ycadavezmeveomáslejosdelpuntodedondepartí.Ahoraestoyenunodelosrinconesmásolvidadosdelatierra,llevandounaexistenciacasiigualaladelasgentesque vivieron en los primeros tiempos de laHistoria. ¡Y todavíame censurausted!…

Robledoseexcusó.

—Yosoysuamigo,elamigodesumarido,yloúnicoquehagoesavisarlaal verla marchar en mala dirección. Considero peligroso el juego que sepermiteustedconesoshombres.

YseñalóalostrespersonajesdelaPresa,queseguíanhablandocon

Torrebianca.

—Además,antesdesu llegada, lavidaeraaquíunpocomonótona,perotranquila y fraternal. Ahora, con su presencia, los hombres parecen habercambiado;semiranhostilmente,ytemoquesusrivalidades,hastaelpresentealgopueriles,terminendeunmodotrágico.Ustedolvidaquevivimoslejosdelosdemásgruposhumanos,yesteaislamientonoshaceretrocederpocoapocoa la vida bárbara. Nuestras pasiones, domesticadas por la existencia en lasciudades,pierdenaquísueducaciónysaltanenlibertad.Muchocuidadoconellas;espeligrosotomarlasconmotivodejuego.

Elenariodesustemores,yhuboensurisaciertodesprecio,nopudiendocomprendertalpusilanimidadenunhombrefuerte.

—Déjeme que tenga mi corte. Necesito estar rodeada de admiradores,como les ocurre a los grandes artistas vanidosos. ¿Qué sería de mí sí mefaltaseelplacerdelacoquetería?…

Luegoañadió,frunciendoelceñoyconvozirritada:

—¿Qué otra cosa puedo hacer aquí? Ustedes tienen el trabajo que lesdistrae, sus luchas con el río, las exigencias de los obreros. Yo me aburrodurante el día; hay tardes que pienso en la posibilidad de matarme; yúnicamentecuando llega lanocheysepresentanmisadmiradoresencuentroun poco tolerablemi destierro…En otro sitio tal vezme hiciesen reír esoshombres; pero aquí me interesan. Resultan un verdadero hallazgo en estasoledad.

Miró con una ironía risueña hacia donde estaban sus tres solicitantes, y

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continuó:

—Notemausted,Robledo,quepierdalacabezaporellos.Medoycuentademisituación.

Secomparabaconunviajerode laaltiplaniciepatagónicaqueno llevasemás que un cartucho en su revólver y se viera atacado por un grupo devagabundosdelosquemerodeancercadelaCordillera.Dehacerfuego,sólopodíaderribaraunenemigo,arrojándoselosotrossobreélalverleindefenso.Erapreferibleprolongarlasituaciónamenazándolosatodos,perosindisparar.

—Mecausa risaelpensamientodequeyopudieradecidirmeporunodeellos.Nosonestoshombreslosquemeharánperderlacabeza.Peroaunquealguno de los tres me interesase, guardaría mi prudencia, temiendo lo queharíanodiríanlosdemásalversedesahuciados.Esmejormantenerlosatodosenlainquietafelicidaddelaesperanza.

Ynotandoque su larga conversación con el español producíamalestar yescándaloenlosotrosvisitantes,selevantóparairhaciaellos.

—¿Quiéndeustedesmedauncigarrillo?…

Los tres salieron a su encuentro a la vez, ofreciendo sus pitilleras, y larodearoncomosiquisierandisputarseagolpessuspalabrasysusgestos.

La primera tertulia de la marquesa de Torrebianca terminó después demedianoche,horainusitadaenaqueldestierro.Solamenteciertossábados,enque los trabajadores recibían la paga de medio mes, llegaban a horas tanavanzadaslasfiestasenelbolichedelGallego.

Toda la mañana siguiente anduvo Sebastiana adormecida y con los piestorpesporhaberselevantadoalamanecer,comoerasucostumbre,despuésdemantenersedespiertahastaquesemarcharonlosinvitados.

Estaba en una de las galerías exteriores, riñendo con voz queda a lascriaditasmestizasparaquenodespertasencon los ruidosde la limpiezaa ladueñadelacasa,cuandorepentinamenteparecióolvidarsucólera,poniéndoseunamanosobre losojosparavermejor.Un jineteencabritabasucaballoenmitaddelacalle,agitandoalmismotiempounbrazoparasaludarla.

—¡Mi señorita linda!… Siempreme cuesta el conocerla con su traje devaroncito.¿Cómoleva?…

Ybajóapresuradamentelosescalonesdemadera,atravesandolacalleparairalencuentrodeCelindaRojas.

No se habían visto desde el día que Sebastiana abandonó la estancia; yahora, por odio a don Carlos, creyó conveniente la mestiza enumerar lasmagnificenciasdesunuevasituación.

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—Unagrancasa,señorita,seadichosinofenderalasuya.Laplatacorrecomo agua de acequia. Además, la patrona, una gringa bien, nació, segúndicen,marquesaalláensutierra.Elitaliano,queesundemoniopararoerleslaplata a los trabajadores, en cuanto se trata de esta señorona parece mediozonzo,ysecuidadequenolefaltenada.Anochehuboreuniónconmúsica.Yopenséenusted,niñalinda,ymedije:«¡Cómolegustaríaamipatroncitaoírcantaraestamarquesa!»

Laamazonaescuchabahaciendosignosafirmativos,comosisucuriosidadseexcitasealoíresterelato.

Para aumentar su admiración, fue Sebastiana enumerando todas laspersonasquehabíanestadoenlafiesta.

—¿Ynoteolvidasdealgunomás?—preguntóCelindaalterminarellasulista—. ¿No estuvo donRicardo, ese que trabaja con donManuel, el de loscanales?

Moviósucabezalamestizanegativamente.

—Entodalanocheviaesegringo.

Luegoempezóareír,dándosesonoraspalmadasenunodesusmuslosderelieve elefantíaco, lo que marcó su enorme redondez bajo la ligerafaldamenta.

—Yalosé,miniña,yalosé…Mehanhabladodequeustedyelgringovan siempre juntos a caballo por esos pagos, y no pasa día sin que seencuentren…Sialgunavezsedanunbeso,busquenunlugardondenadielosvea. Mire que la gente de aquí es muy habladora y no quiere otra cosa.Además,losquemandanenesodelasobrasdelríotienenunosanteojosmuylargosquelodescubrentododelejos…

Celindaseruborizó,almismotiempoqueintentabaprotestar.

—¡Si me parece muy bien!—siguió diciendo la mestiza—. Ese donRicardoesunbuenmozoyexcelentepersona.Ungranmaridoparausted,sies que don Carlos, con el geniazo que Dios le ha dado, no se opone. LosgringosdeAmérica,cuandonobeben,sonbuenazos.Yotengounaamigaquese casó con uno que es maquinista, y lo lleva de la nariz adonde quiere.Conozcootraque…

Perolaamazonanosentíainterésportaleshistorias,ylainterrumpió:

—Entonces,donRicardonovinoanoche.

—Nianochenilasotrasnoches.Entoavíanohaaparecidoporaquí.

La miró Sebastiana con malicia, al mismo tiempo que una sonrisabondadosadilatabasurostrocarrilludoycobrizo.

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—¿Yatienecelos,niña?…Nosepongacoloradaporeso.Atodasnospasalomismo cuando queremos a un hombre.Lo primero que pensamos es quealguna nos lo va a quitar… Pero aquí no hay motivo. Usted es una perla,patroncita.Esaseñoronatambiéneshermosa,principalmentecuandoacabadepeinarseysehapuestoenlacaratantascosasquehuelenbien, traídasdelacapital.Perocomparadaconusted…¡quéesperanza!…Aminiñacasi lahevistoyonacer,ylamarquesanodebeacordarseyadecuándovinoalmundo.

Luego,pensandoensímisma,creyónecesarioañadir:

—Adecirverdad,lamarquesanodebetenermuchosaños…Pero¿quiénnoresultaviejaalladodeusted,preciosura?…Notodaspodemosserunbotónderosa.

Callóunmomentoparamiraraunladoyaotro;ydespués,bajandolavozyempinándosesobrelaspuntasdelospiesparaestarmáscercadelrostrodeCelinda,dijoconlaalegríadeunacomadrequepuedechismorrearlibremente:

—Sepa, lindura, que muchos van detrás de ella; pero ninguno es donRicardo.Alpobregringolebastaconquererlaausted,ramitodejazmín.Losotrosandancomoavestrucesdetrásdelamarquesa:elcapitán,el italiano,elempleadodelgobiernoquellevalospapeles;¡todoslocos,ymirándosecomoperros!… Y el marido no ve nada; y ella se ríe de ellos y se divierte enhacerlos sufrir…Yocreoqueningúnhombrede losquevienena la casa legusta.

Celindanoparecía tranquilizarse con talespalabras.Antesbien, protestóde ellas mentalmente, pensando: «Watson no puede ser comparado con losotros.»

Necesitóexteriorizarsupensamiento,ydijoaSebastiana:

—Seráverdadquenolegustanlosdemás;perodonRicardoesmásjovenque todos ellos; y estas mujeres que han corrido el mundo y empiezan aponerseviejas,¡resultanavecestan…caprichosas!

IX

El famosoManosDuras vivía al borde de la altiplanicie, del lado de laPampa, viendo enfrente el límite de la Patagonia, y a sus pies la amplia ytortuosacortaduradelríoyunextremodelaestanciadeRojas.

Su casa, hecha de adobes, tenía alrededor otras construcciones aúnmásmíserasyunoscorralesdeviejosmaderoshincadosenel suelo,quesólodetardeentardeguardabanalgúnanimal.

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Todos en el país conocían la situación del llamado «rancho de ManosDuras»;peropocosibanaél,porserlugardemalafama.Algunasveces,losque pasaban con cierta inquietud por sus inmediaciones sólo conseguíantranquilizarsealnotarsusoledad.Noladrabannisalíanalcaminolosperrosde hirsuto pelaje, ojos sangrientos y agudos colmillos acompañantes delgaucho. Tampoco se veían sus caballos pastando la hierba rala de losalrededores.

Manos Duras se había ido. Tal vez merodeaba por las orillas del ríoColorado,dondeeramásabundantelaganaderíaqueenelríoNegro;talvezvagabaporlasestribacionesdelosAndes,paravisitarasusamigosdelvalledel Bolsón—poblado en gran parte por aventureros chilenos—, o a los quehabitaban las riberas de los lagos andinos.Estas excursiones a laCordilleraeran, segúnafirmabanmuchos,paravenderenChileanimales robadosen laArgentina.

En otras ocasiones, el rancho de Manos Duras aparecíaextraordinariamentepoblado.Gauchoserrantesseinstalabanenlaschozasdeadobes durante unas semanas, sin que nadie supiese con certeza cuál era suprocedencianiadondeiríanalmarcharsedeallí.

ElcomisariodelaPresaempezabaasentirseinquietoporestasvisitasyavivir mal, temiendo todas las mañanas la denuncia de algún robo… Perotranscurríanlosdíassinquesealteraselapazdelpuebloysusalrededores.EnelranchodeManosDurassematabanydesollabanreses,vendiendocarneelgauchoa toda la comarca.Ycomono llegabaningunaqueja, donRoque seabsteníadeaveriguarlalejanaprocedenciadeaquellosanimales.

LuegohuíandeprontoloscompañerosdeManosDuras,yéstecontinuabasuvidasolitaria,odesaparecíaigualmentedesuranchoporalgúntiempo,congransatisfaccióndelcomisario.

Ahora vivía con tres compañerosmalcarados y parcos en palabras, que,según semurmuraba en el boliche delGallego, procedían de un valle de laCordillera.

—Treshombresdebienquesehandesgraciado—dijoelgauchohablandodeellos—; trescompadresquehanvenidoavivirami ranchohastaque lasgentesmalassecansendecalumniarlos.

Un día de gran calor,ManosDurasmontó a caballo para ir al pueblo ahacerunascompras.Eraenlasprimerashorasdelatarde.

LoshabitanteseuropeosdelaPresa,almirarelalmanaque,pensabanenlanieve y los fríos huracanes de sus países, que estaban todavía en plenoinvierno.Aquí reinabaelverano,unveranopatagónico,violentoyardoroso,sobre una tierra que rara vez conoce las lluvias y en la cual todas las

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estaciones son extremadas, descendiendo el termómetro durante el inviernomuchasunidadespordebajodecero.

La tierra yerma parecía temblar bajo el sol. Era una reverberación queondulaba las líneas rectas, cambiando los contornos de colinas, edificios ypersonas. Estos caprichos de la luz hacían ver también los objetos dobles éinvertidos,comosiestuviesenalmargendelagua, fingiendo lagos inmensosenunpaísextremadamenteseco.Eranlosespejismosdeldesiertoqueporsusformasvariableseinesperadasllamabanlaatenciónhartadeloshijosdelpaís,acostumbradosatodaclasedeilusionesópticas.

Enelúltimo términode lagigantescacortaduraabiertaporel río,casialras de la línea del horizonte, se deslizaba un largo gusano negro con unapequeñavedijadealgodónenlacabeza.

Manos Duras se detuvo para ver mejor. Aquel día no era de correo deBuenosAires.

«DebeseruntrendecargaquevienedeBahíaBlanca»,sedijo.

Resultabavisibleestandoaúnamuchoskilómetrosde laPresa,ypasaríaotrostantoskilómetrosmásallá,paranodetenersehastaFuerteSarmiento.Enesta tierra los ojos adquiríanunpoder visualmásgrande; la retina abarcabamayoresextensiones;lasdistanciasparecíanvalermenosqueenotrospaíses.

El gaucho, después de contemplar unosmomentos el remoto avance deltren, continuó sugalope.Paraganar terreno solíametersepor la estanciadeRojas,atravesandounaparteavanzadadedichapropiedadinterpuestaentresurancho y el lejano pueblo.Con la indiferencia de la costumbre, dejó que sucaballo avanzase por un tortuoso senderomarcado apenas entre los ásperosmatorrales.

Al poco rato tuvo un mal encuentro. Don Carlos Rojas iba también aaquellahoravisitandosuestanciayhaciendocálculossobreelporvenir.

Continuarían siempre sus tierras altas en la pobreza actual, no pudiendodar alimentomás que a un número reducido de animales. Sus novillos eran«criollos», como él decía con cierto tono de desprecio; bestias de muchohueso,pezuñadura,grandescuernosyenjutasdecarnes; aptasparanutrirsecon un pasto silvestre y poco abundante; herederos degenerados del ganadoque aclimataron siglos antes los colonizadores españoles, trayéndolo en suspequeñosbuquesatravésdelAtlántico.

Recordaba con remordimiento los animales de lujo de la estancia de supadre,novillosenormes,conellomoplanocomounamesa,casisincuernos,dereducidoesqueletoyexuberantescarnes,verdaderas«montañasdebiftecs»,comoéldecía…Luegopensabaen losmilagrosde la irrigación, cuando las

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tierrasbajasdesuestanciaquedasenfecundadasporlasaguasdelrío.CreceríaenellaslaalfalfaconunaprodigalidadsemejantealadelatierradeCanaán,yle seríaposible repetir al bordedel ríoNegro lasmilagrosas crianzasde losestancieros vecinos a Buenos Aires, sustituyendo el áspero y flaco ganadocriolloconanimalesvaliosos,productodelcruzamientode lasmejoresrazasdelatierra.

Iba don Carlos imaginándose esta maravillosa transformación, con eldeleitedeunartistaquepuleensumentelaobrafutura,cuandoviovenirunjinetehaciaél.

Se puso una mano sobre los ojos para examinarlo mejor, y no pudocontenerlaindignaciónqueleprodujoesteencuentro.

—¡Hijodelagran…tal!…¡EselladróndeManosDuras!

Al pasar el gaucho junto a él, se llevó una mano al sombrero parasaludarle,espoleandoluegosucabalgadura.

Don Carlos, después de breve indecisión, salió también al galope, hastaque puso su caballo delante del de Manos Duras, cortándole el paso yobligándoleadetenerse.

—¿Con licencia de quién atravesás vos mi campo?—preguntó con voztemblonayaflautadaporlacólera.

ManosDurasnointentócontestarmirándoleconunainsolenciasilenciosay amenazadora, como hacía con los demás. Sus ojos atrevidos evitaroncruzarsecon losdelestanciero,y respondióenvozbaja,comoexcusándose.Noignorabaquecarecíadederechoparapasarporallísinpermisodeldueñodelcampo;perodeestemodoacortabacamino,evitándoseunlargorodeoparallegaralaPresa.Luegoañadió,comosiempleaseunargumentosupremo:

—Usted,donCarlos,dejapasaratodos.

—A todosmenos a ti—contestóRojas agresivamente—. Si te encuentrootravezenmiestancia,tesaludaréabalazos.

Esta amenaza acabó con el hipócrita respeto del gaucho. Miró a Rojasdespectivamente,ydijoconlentitud:

—Esustedunviejo,yporesomehablaasí.

DonCarlossacódesucinturaunrevólver,apuntándolocontraelpechodeManosDuras.

—Ytuunladróndenovillos,alquetodostienenmiedonoséporqué.Perosivuelvesarobarmeunodemisanimales,esteviejoseencargarádehacertejusticia.

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Comoelestancieroleseguíaapuntandoconelrevólverylaexpresióndesu rostro no permitía duda sobre la posibilidad del cumplimiento de susamenazas,elgauchonoosóecharmanoasusarmas.Estabaseguroderecibirunbalazoapenas intentaseunmovimientoagresivo.Despuésdemirarleconojosrencorosos,selimitóadecir:

—Volveremosaencontrarnos,patrón,yhablaremosmásdespacito.

Ytrasestaamenazadioconlasespuelasasucaballoysalióalgalope,sinvolver la cabeza, mientras don Carlos permanecía con el revólver en sudiestra.

Cercadelríotuvoelgauchounencuentromásagradable.Viovenirhaciaélungrupodetresjinetes,ehizoaltoparareconocerlos.EralamarquesadeTorrebianca,vestidadeamazonayescoltadaporCanteracyMoreno.

Habíatenidoellaqueaceptarunanuevainvitaciónparaver losadelantosrealizados en las obras del dique. Le era imposible negarse a este paseo.Necesitaba para su tranquilidad restablecer el equilibrio entre Pirovani y elingenierofrancés.Éste,yaquenopodíaregalarunacasa,deseabahacerveraElena una vezmás la superioridad que tenía como ingeniero director de lasobrassobreaquelitaliano,sometidomuchasvecesasusdecisiones.

Eloficinista,contentodelainvitaciónymolestadoalmismotiempoporelcarácter de hombre tranquilo que le atribuían,marchaba a caballo detrás deElena,sinqueéstahiciesecasodesupersona.Únicamenteparecíaacordarsede él cuandoCanterac semostraba demasiado vehemente en sus ademanes,tendiendounamanodecaballo a caballoparaestrechar la suyaopermitirseotrasosadíasdisimuladas.

—Moreno—ordenaba la marquesa—, avance y póngase a mi izquierda,para que el capitán quede lejos. No me gustan los militares; son muyatrevidos.

LostrescesarondeconversarparafijarseenManosDuras,quepermanecíainmóvil a un lado del camino.Moreno dio el nombre del gaucho, y Elenamostrótalinterésalsaberquiénera,queacabóporhablarle.

—¿UstedeselfamosoManosDuras,dequientantascosasheoídodecir?…

El rústico jinete se mostraba turbado por las palabras y la sonrisa deaquella dama. Primeramente se quitó el sombrero con reverencia, «como siestuviesedelantedeuna imagenmilagrosa»,pensóMoreno.Luegodijo,conciertaexpresiónteatralqueenéleraespontánea:

—Yosoyesedesgraciado,señora,yesteeselmomentomejordemivida.

Lamirabaelgauchoconojosardientesdeadoraciónydeseo,yellasonrió,

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satisfecha del bárbaro homenaje. Canterac, que encontraba ridícula estaconversación, hizo ademanes de impaciencia y murmuró protestas parareanudar la marcha; pero ella no quiso escucharle y continuó hablando algauchoconsonrienteinterés.

—Dicendeustedcosasterribles.¿Sonverdaderamenteciertas?…

¿Cuántasmuertesllevaustedhechas?

—¡Calumnias,señora!—contestóManosDuras,mirándolafijamente—.

Perosiustedmelopide,harécuantasmuertesquiera.

Elenasemostrócomplacidaporestarespuesta,ydijo,mirandoá

Canterac:

—¡Quéhombretangalante…asumodo!Nomenegaráustedqueesgratooírtalesofrecimientos.

PeroelingenieroparecíacadavezmásirritadoporestediálogofamiliardeElena y el cuatrero. Varias veces intentó introducir su caballo entre lascabalgaduras de los dos, dando fin de tal modo al diálogo; pero Elena ledeteníasiempreconungestodecontrariedad.

Al ver que ella continuaba su conversación conManosDuras, se volvióhaciaMoreno,necesitandomanifestaraalguiensuenfado.

—Esegauchoesunatrevido,yhabráquedarleunalección.

El oficinista aceptó sin reserva lo referente al atrevimiento, pero levantólos hombros al oír hablar de lección. ¿Qué podían hacer ellos contra estevagabundo temible, si hasta el comisario de policía mostraba por él ciertorespeto?…

—Debeustedconseguir—continuóel ingeniero—queno lecomprenmáscarneenelcampamentoniaceptennadadeloqueofrezca.

Moreno contestó con signos afirmativos. Si no era más que eso lo quedeseaba,fácilmentepodíahacerse.

Al finElena reanudó sumarchadespuésde saludar al gauchocon ciertacoquetería, satisfecha de su emoción y del deseo hambriento que reflejabansusojos.

—¡Pobrehombre!…¡Untipointeresante!

Mientraslostresjinetessealejaban,ManosDurassiguióinmóviljuntoalcamino. Deseaba ver algunos momentos más a aquella mujer. Tenía en surostrounaexpresióngraveypensativa,comosipresintiesequeesteencuentroibaainfluirensuexistencia.PeroaldesaparecerElenaconsusacompañantes

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detrás de un montículo arenoso, el gaucho, no sintiendo ya eldeslumbramientodesupresencia,sonrióconcinismo.Variasimágenessalacesdesfilaron por su pensamiento, desvaneciendo sus dudas y devolviéndole suantiguaaudacia.

«¿Por qué no?—se dijo—. Lo mismo es ésta que las que bailan en elbolichedelGallego.¡Todasmujeres!»

Continuaron su paseo por la orilla del río la marquesa y sus dosacompañantes.Depronto,ellaselevantóunpocosobrelasillaparavermáslejos.

Enunapraderaorladadepequeños saucespor la parte del ríohabíadoscaballossueltosyensillados.Unhombreyunmuchachohabíandescendidodeellosyparecíandivertirse tirandounlazoporelaire.Eraunlazodecuerda,ligero y fácil de manejar, aunque de menos resistencia que los verdaderoslazosdecuerousadosporlosjinetesdelpaís.

ReconocióElenaalmuchacho,consu instintodemujermásqueconsusojos.EraFlordeRíoNegro,queenseñabaatirarellazoaWatson,riendodelatorpezadelgringo.ComoTorrebiancaibatodoslosdíaspuntualmenteadirigirles trabajosde los canales,Ricardogozabademás libertad, empleándola enseguiralaniñadeRojasensuscorrerías.

Haciendo un signo a sus acompañantes para que no la siguiesen, se fueaproximandoElenaalapraderadondeestabanlosdosjóvenes.

Celinda la vio llegar antes que el ingeniero, y haciendo un gesto hostilvolviólaespalda.AlmismotiempoordenóaWatsonqueleajustasealpieunadesusespuelas,quepretendíallevarsuelta.

Eljoven,despuésdehabersearrodillado,quisolevantarse,convencidodela inutilidad de esta orden. Celinda tenía bien sujeta esa espuela. Pero ellainsistióparamantenerloendichaposición.

—¿Noledigo,gringuito,quevoyaperderla?…Fíjesebien.

Ysóloaccedióareconocersuerroryapermitirqueselevantasecuandolaotrahizovolvergrupasasucaballo.Elenasealejabaofendida,dándosecuentadesuestratagemaydesusgestoshostiles.

Pocoantesdelapuestadelsolllegaronlostresjinetesalacallecentraldelpueblo. Frente a la casa de Pirovani, considerada ya por lamarquesa comosuya,bajóéstadelcaballo,apoyándoseenMoreno,quesehabíaanticipadoalotroparagozardeagradablescontactos.

Saludóel francésconunabrusquedadmilitar, alejándose,mientrasElenaentrabaensucasa.¡Undíaperdido!…Estabafuriosocontraélmismoycontralosdemás.

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AparecióPirovani enunabocacalle, y al ver queMoreno sedirigía a sualojamiento,corrióaencontrarseconél.Ansiabaconocerlosepisodiosdeunaexcursiónalaquenohabíasidoinvitado.Temía,conlacredulidaddelceloso,que Canterac hubiese conseguido un gran avance sobre él durante el cortopaseo.

Sonrióconunaalegríapuerilalcontarleeloficinistacómovariasvecesla«señoramarquesa» lehabíapedidoque secolocaseentreellayel ingenierofrancésparamantenerloagrandistancia.

—¡Siyoséquenolopuedesufrir!—dijoelitaliano—.Meconsta…

Perocomoeseljefedelostrabajosyayudaenciertasocasionesá

Robledoyasumarido,noseatreveadecirloquepiensadeél.

Luegosualegríasenubló,segúnlefuecontandoeloficinistaelencuentroconManosDurasylaconfianzadelgauchoalhablaralaseñoramarquesa.

Estoúltimofueloqueindignómásalcontratista.

—Aquítodosnoscreemosiguales,porquevivimosjuntoseneldesierto—dijo,escandalizado—.Cualquierdía,esegauchocuatreropretenderáirporlanochealasreunionesdelamarquesa,lomismoqueunodenosotros…¡Cosabárbara!

—El capitán—añadióMoreno—quiere que no se le compremás carne aManosDurasni seacepteningúnnegociopropuestoporél, esoustedpuedehacerlomejorqueCanterac.

Pirovanicontestóconvehementessignosdeasentimiento

—Así se hará; dicemuy bien ese hombre. Es la primera vez, enmuchotiempo,queestoydeacuerdoconél.

X

PocosmesesdespuésdehaberempezadolostrabajosenelcampamentodelaPresa, loshabitantesde lasdiversas colonias establecidas aorillasdel ríoNegrohablaronconadmiracióndelnuevobolichedelGallego,apreciándolocomo el establecimiento más hermoso de la comarca. El dueño habíaembellecidosuinteriorconunanovedadtaninstructivacomointeresante.

Unodelosprimerosqueacudieronalcampamentoenbuscadetrabajofueun inglés que llevaba muchos años vagando de un extremo a otro de laAméricadelSur.Laúltimaetapadesuexistenciaaventurerahabíasidoenel

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corazón del Paraguay, comerciando con las tribus salvajes; tráfico que noparecíahaberle hecho rico.Como recuerdode suvida en las selvas, llevó aBuenosAirescuatrococodrilosdelgranríoParaguay,llamadosyacarésconelcaparazónrellenodepaja,yunaserpienteboadevariosmetrosde longitud,cuyovientrehabíasidoatiborradodehierbasporlosdisectoresindígenas.

En la capital de laArgentina le hablaron de los grandes trabajos que serealizaban junto al ríoNegro,haciendonecesario el enganchedenumerososjornaleros,yallásefuecontodasucoleccióndeanimalesempajados,saltandodelatemperaturatórridadelParaguayyelBrasilinferioralinviernorudodelaPatagonia.

A las pocas semanas murió de delirium tremens, por haber abierto uncrédito demasiado amplio el dueño del boliche del Gallego; y como estehonradoindustrialcreíafirmementeenelsantoderechodecobrarlasdeudasyposeía además cierto instinto de la decoración oportuna para atraer a losparroquianos, seapropió loscuatroyacarésy laboa, adornandoconelloseltechodesutienda.

Enrealidad,AntonioGonzález,queeraandaluzdenacimiento,aunqueloapodabantodoselGallego,nopodíamirarsinciertaaprensiónhereditariaelenormereptilque,semejanteaunamaromadebarco,pendíaformandocurvasde los cuchillos de la techumbre. Pero a los ebrios más consecuentes delestablecimiento les placía beber debajo de este adorno extraordinario, y uncomerciante debe sacrificar sus preocupaciones y sus miedos para mejorserviciodelpúblico.

Elofidiodepellejoarrugado,cubiertodemoscas,queformabansobreélun forro negro inquieto y rumoroso, se extendía por lamitad del techo, depuntaapunta,agitándosecomosireviviesecadavezqueseabríalapuertayentrabaunchorrodeaire.Estacorrienteatmosféricahacíacaeravecesenlosvasos de los parroquianos moscas secas procedentes del verano anterior,escamas de pellejo del culebrón y un polvillo sutil, mezcla de su rellenovegetal y del arsénico empleado por sus preparadores para impedir que sepudriese.Enlosángulosdeltechosebalanceaban,pendientesdecuerdas,loscuatro cocodrilos, negros y rugosos por el dorso, ymostrando al público elcoloramarillodesusvientresylasplantasdesuspatas.

Las gentes del país, cuando pasaban por la Presa, creían necesariodetenerse a beber un vaso en el boliche para admirar tales novedades. LasaguasdelríoNegrojamáshabíanconocidococodrilos,yencuantoareptiles,nohabíaen toda laPatagoniamásqueciertasvíborasdemordeduramortal,cabezudas,cortasygruesas,comoelsignoortográficollamadocoma.

Eldueñodelboliche,con laautoridaddeunhombrequehavisto loquecuenta,explicabaasusparroquianoslascostumbresdelosfierosanimalesque

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sebalanceabansobresuscabezas,yhastadabaaentenderquehabíatomadociertaparteentanpeligrosacaza.Peroalpocotiemponotóqueestosadornos,gloriadel establecimiento, si enorgullecíanamuchosde loshabitantesde lacolonia, contribuían igualmente al alejamiento de otros. Los había que eranandalucescomoelGallegoynoteníanlasmismasrazonesutilitariasdeéstaparasobreponerseasuspreocupaciones.Tambiénloshabíaitalianosodeotrastierras, que, reconociendo la excelencia de los géneros expendidos en elboliche,noosaban,sinembargo,penetrarensuinterior.Beberbajolapanzaamarillaylascuatropatasextendidasdeuncocodrilo,¡pase!…Perolevantarlos ojos al empinar el vaso y ver aquel serpentón que expelía moscas,mostrandoatrechoselcuadriculadorepelentedesupiel,¡esonunca!

Los más atrevidos sólo se decidían a entrar con la diestra cerrada yavanzandoeldedoíndiceyelmeñiqueenformadecuernos,paraconjurarlamalasuerte.

—¡Lagarto! ¡lagarto!—murmuraban, entornando los ojos para no ver loqueestabasobresuscabezas.

Otros,niaúnvaliéndosedeesteconjuroseatrevíanapasaradelante,yenpleno invierno, con lasmanos en la faja y echando chorros de vapor por laboca, preferían mantenerse fuera, esperando que Friterini, el criado delboliche,lessacaselosvasos.

Sesacrificóeldueñounavezmás,ganosodeevitarmolestiasasupúblico.LaboafuedescolgadaparaservendidaaunatabernadeLaBoca,enelpuertodeBuenosAires,frecuentadapormarineros,yquedaronporúnicoadornoloscuatro yacarés, que se balanceaban en el techo como lámparas funerariasapagadas.

Otroatractivodelestablecimientoeran lasbanderasqueendíasdefiestapatriótica ondeaban sobre su techumbre y el resto del año adornaban suinterior.TodoslosrectángulosdecoloresinventadosporloshombresansiososdeformargrupoaparteparadistanciarsedesussemejantesfigurabanenesterincóndelaPatagonia:banderasdenacionesexistentes;banderasdenacionesque habíanmuerto y deseaban revivir; banderas de naciones que no habíanexistidonuncaypugnabanpornacer.Noquedabauntrabajadorenesta«tierradetodos»quenotuvieseuntrapopatrióticoenelboliche.AntonioGonzálezhabía conocido antes que las cancillerías de Europa las banderas que añosdespuésibanaserconsagradasporlostrastornosdelagranguerra.Todaslasadmitía: desde la de Irlanda libre a la de la República sionista que debíaestablecerse en Jerusalén. Solamente se había disputado una vez con ciertoscompatriotas,procedentesdeBarcelona,quepretendíanimponerlelabanderacatalana.

—Yolaadmito—dijoconsolemnidaddiplomática—.Loúnicoquediscuto

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essusdimensiones.

Y acabó por aceptarla en su «museo banderístico», como él decía, peroexigiendoquesutamañonopasasedelacuartapartedelabanderaespañola.

En días de fiesta patriótica, ayudado por Friterini, procedía alembanderamiento de la techumbre, dando explicaciones al comisario, únicorepresentantedelaautoridad.Seexpresabacomounjefedeprotocolollamadoaconsultaporelpresidentedelgobierno.

—Usted,donRoque,conocemuchascosas;peroenestode lasbanderasyo sémejor con qué bueyes aro. Primeramente hay que colocar la banderaargentina,másaltaquetodas.Luego,asuderecha,ladeEspaña.¡Quenadieme lodiscuta!Enesta tierra, despuésde los argentinos, somosnosotros.Yasabeusted…IsabellaCatólica…Solís…donPedrodeMendoza…donJuandeGaray…

Iba lanzando nombres de navegantes y descubridores, a su capricho,mientras examinaba desde abajo el método con que el camarero italianocolocabalasbanderas.

¿Yaestabapuesta lade laArgentina,ya suderecha,bienclavada, ladeEspaña?…¡Muybien!…

—Ahora,Friterini,miocaro,vecolocandobanderasatugusto…¡aloquesalga!puestodossomosiguales,yéstaes«latierradetodos»,comodicedonManuel.

Enverano lasmoscas invadían enproporciones inauditas el interior algolóbregodelboliche,huyendode laatmósferaardorosadeuna tierra siempresedienta. De noche, la luz rojiza de los quinqués mantenía en agresivoinsomnio a estas nubes de insectos. Eran moscas lentas, tenaces, de unatorpezapegajosa.Caíanenlosplatosyenlosvasos,nadabanenlassalsasylasbebidasalcohólicas.Alabrirselasbocas,semetíaninmediatamenteensuscavidades; cosquilleaban las orejas, se introducían por los orificios de lasnarices.Todacuchara,alirdelplatoaloslabios,veíainmediatamente,entancorto viaje, posarse sobre sus bordes algunas de estas intrusas, que seestiraban,alargandolaspatasyagitandolasalas.

Sedejabanmatar;peroeran tantas, ¡tantas!que loshombresdesistíandeatacarlas,transigiendoconellasporcansancio,yúnicamentelasrepelíanconelalientooescupiéndolascuandosecolabanensubocaysusnarices.

Otrosparásitosasaltabanigualmentelasviviendasdeestepuebloperdidoen la soledad. En el boliche, por ser mayor la concurrencia, parecían másnumerosas las plagas. Del techo y las paredes de madera se desprendíaninsectossanguinariossobrelascurtidasepidermis,paraperforarlasychuparsu

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jugo.Otras veces surgíandel suelo, remontándose por las gruesas botas.Eninvierno, el boliche, por estar con las puertas cerradas, conservaba unaatmósferadensadehumode tabaco,queolíaaginebra,avinoagrio,a ropamojadayacuerodezapato.Elcriteriomásabsurdo,faltocompletamentedeeconomíaydelógica,parecíaguiarlamarchacomercialdelestablecimiento.Apenashabíasillasenél.Losguitarristascolocabansusposaderasencráneosdecaballo;unapartedelpúblicosedejabacaerenelsueloalsentircansancio,yalmismotiempo,enlaanaquelería,detrásdelmostrador,serenovabantodaslassemanaslasfilasdebotellasdechampaña.Cuandolosjornaleroscobrabansuquincena, elGallego teníaqueatendera lasmásdisparatadasorgías.Losque, faltos de familia, podían gastar todo el dinero ganado en su propiapersona, imaginaban banquetes babilónicos, pidiendo latas de sardinas deEspañapara remojarlasconvariasbotellasdePomeryGreno.Muchasvecesescaseaba el pan en la Presa; pero el parroquiano, obligado a comer galletadura, conocía el gusto del foie gras y cuánto cuesta una botella de Möet-Chandon.Enlasnochestranscurridasentredospagas,elwhiskyylaginebraapagabanlasedsilenciosadeunosydabannuevasfuerzasaotrosparaseguirhablando.

Elprincipaltemadeconversacióneraadivinarcuándosedetendríaeltrenen la Presa regularmente. Las locomotoras sólo hacían alto allí cuandodescargabanmaquinariaparalasobrasdeldique.

A losdelcampamento lesparecíauna injusticiaquepasasen losvagonesdelargohastalaestacióndeFuerteSarmiento,conelpretextodequeaúnnohabíanterminadolasobrasenelríonilastierrasinmediatasestabanregadas,sinlocualeraimposiblesucolonización.

En el viejomundo se creaban al principio las poblaciones, y después seconstruíanparaellaslosferrocarriles.Enestatierranuevaocurríalocontrario.Primeramente se habían tendido los rieles a través del desierto; después, decincuenta en cincuenta kilómetros, se creaba una estación, formándose unpuebloentornoaella.

—¿Porquénohadeexistirunaestaciónaquí,enlaPresa,dondevivimoscercademilpersonas?—clamabaAntonioGonzález,eldueñodelboliche—.Encambio,eltrensedetieneenmuchossitiosdondesólohayuncaballoatadoaunposteparallevarselacorrespondencia.DebíamosenviarunacomisiónaBuenosAires.

Mientrastanto,losconcurrentesselimitabanahacersuposicionessobrelafecha en que el tren empezaría a detenerse allí con regularidad, apostandocajonesdebotellasdechampañaafavordeunmesodeotro.

Ciertosgruposconversabanaparte,sinsentirseatraídosporelbaileniporlasmujeresagregadasalestablecimientodelGallego,enelquesevendíanlo

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mismoel alcohol y el amor. Ibanhablando con arreglo a susgustosy a losazaresdesuprofesión.

Los roturadores de tierras mencionaban el alpataco, odioso arbusto delpaís, que yergue sobre el suelo una cabellera vegetal de escasa altura, y encambioavanzasusraíceshastaunadistanciadetreintametros.Sumaderaeraduracomoelbronceyhacíarebotarlashachas,rompiéndolasmuchasveces.Uno de estos arbustos exigía varios hombres y un día entero para serarrancado,ycuandolosroturadoresadestajoloencontraban,prorrumpíanenlamentacionesyjuramentos.

ElcamareroapodadoFriterini,jovenpálido,decabelleraechadaatrás,ojosfebrilesybrazosarremangados,cuandodejabadeserviralosconcurrentesibaaunamesaocupadaporvarios trabajadoresespañoles,a losquedescribía labellezadesuciudadnatalenunlenguajedeitalianollegadodosañosantesalpaís.

—YonondicoqueBresciasiaunagrandecitá:questono;macuandollegalanocheloscóvenessalenconmandolinosahacerserenatas,ycadaunotienesuamor…Algomáshermosoqueaquí…¡Ah,Brescia!…

Acodado el Gallego en el mostrador escuchaba a los parroquianos másviejos, jinetesdelpaísquehabíancabalgadode losAndesalAtlánticoydelrío Colorado al estrecho deMagallanes como guías de los compradores de«hacienda»oexplorandoeldesiertoparadescubriraguadasynuevospastos.Supacienciadesafiabaaltiempo,apreciandolassemanasylosmesesdeviajecomosifuesensimplesdías.

Unodeellosgustabaderelatarsuúltimaexcursiónporlasestribacionesdelos Andes del Sur, visitando los lagos más solitarios. En este viaje habíaservido de guía o «baquiano» a un sabio de Europa, recomendado por otrosabio al que prestó elmismo servicio veinte años antes.Durante la primeraexpedición,fueronencontrandorestosdeanimalesmonstruosospertenecientesa los períodos prehistóricos; esqueletos gigantescos que eran etiquetados yencajonados para que los reconstituyesen después en los museos del viejomundo.

Su últimoviaje había sidomás original.Este segundo sabio buscaba losanimales de la época prehistórica, pero vivos. Entre los escasos habitantesacampados al piede laCordillera, seheredaba la conviccióndeque existenaún en ciertos lugares del desierto patagónico bestias enormes y de formasnuncavistas,últimosvestigiosdelafaunaquesurgióalprincipiarlavidaenelplaneta.

Algunos juraban sinceramente haber visto de muy lejos al plesiosauriohundiéndose en el muerto cristal de los lagos andinos o pastando en la

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vegetacióndesusriberas.Peroveíanestoalanochecer,cuandolaCordilleraextendíasuinmensasombravioletasobrelallanura.Losincrédulosafirmabanque la tal visión surgía siempre cuando el observador regresaba de algúnbolichelejanísimollevandomuchascopasenelcuerpo.

Después de exponer el pro y el contra del asunto, el viejo «baquiano»terminabaasí:

—Enun año no tropezamos con ninguno de esos animales, y fuimos delago en lago desde elNahuelHuapi hasta cerca deMagallanes. Pero yo hevistoconmisojoshuellasenlatierramásgrandesquepatasdeelefante,quenos enseñaban las gentes del país. He visto también, junto a un lago, unosmontonesdeexcrementosecotanaltoscomomipersona,quenopodíanserdeningúnanimalconocido…Ymisabiocallabacuandoyo lehacíapreguntas,comounhombrequenosedecideniporunosniporotros.¡Quiénsabeloquehubiéramos visto si seguimos allá más tiempo! Tal vez cuando aumente lagenteenaquelloslagosserádescubiertaalgunadeesasbestiassolitarias.

Gustaba también el dueño del boliche de hacer preguntas a susparroquianosmásviejossobreciertoshombresmisteriososquehabíanpasadoporestatierraañosantes,cuandoacababandeserexpulsadoslosindiosyseiniciaba la colonización. Eran personajes de vida novelesca, nacidos enpalaciosreales,yque,asemejanzademuchossantosqueabandonaronlacasarica de sus padres para sufrir privaciones, renunciaban a todas lascomodidadesdesuorigen,despojándosedesunombreparaserunvagabundomásyconocerelásperoplacerdelalibertadsalvaje.ElnombredeJuanOrtlorepetíanfamiliarmenteloshabitantesmásantiguosdelterritorio.

HabíaleídoelGallegosuhistoriaenlibrosyperiódicos.EsteJuanOrteraunarchiduquedeAustriaqueabandonabasualtogradoenlamarinadeguerray sus honores en la corte, bajo la influencia de una misantropía poética yvagabunda, hereditaria en su familia. Luego de renunciar al título dearchiduque,parallamarsesimplementeJuanOrt,corríalosmaresenunlujosoyate,acompañadodehermosasmujeresydemúsicos.

Undíacirculabalanoticiadequeelbuquesehabíaperdido,contodossustripulantes,enelcabodeHornos,alpasardeunacostaaotradelaAméricadel Sur. Pero JuanOrt no habíamuerto; este naufragio fingido o real iba aservirle para descender aúnmás a través de las capas sociales, conviviendoconlosqueestabanenlomáshondo.

—Yoloconocí—decíaotroviejodelaPresa—.Eranimásnimenosquevosoqueyo:unhombrecomotodoslosquelleganconsulingeraalhombroenbuscadetrabajo.Estegringo,altoyrubio,siempreestabaserioybebíasincompañeros.Anadie dijo que se llamaba JuanOrt, pero todos lo sabíamos.Además,llevabaensulingeraunvasodeplataconunosescudosdesufamilia

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real, y le gustaba beber en él a solas en su ranchito, porque era el vaso decuandoibaalaescuela.

De pronto este vagabundo había desaparecido. Algunos lo supusieronoculto en los peores barrios de Buenos Aires; otros aseguraban haberloencontradodefotógrafoenPaysandú.Nadiesabíadóndehabíamuerto.

—¡Macanas!—decíanlosincrédulosalescuchartalesrelatos—.Todoslosgringosquevienenporacáynoquieren trabajar la echande JuanOrt,paraquelesadmirenloszonzos.

AntonioGonzález, lector incansabledenovelasenvariostomos,creíaenJuanOrt y otros personajes igualmente interesantes que venían a acabar suexistencia en una tierra donde a nadie le preguntan su pasado.Mientras losparroquianos no se escapasen sin pagar, el Gallego estaba dispuesto areconocerles una historia maravillosa, viendo en todos ellos a un hijo osobrino de emperador descontento de su origen y ganoso de cambiar depostura.

Otrostertulianos,losdeaspectomásacomodado,seocupabandelporvenirde este pueblo naciente. La suerte de él iba unida a la deGonzález.Ahoraestaba con el peludo pecho al aire, despeinado, sucio de polvo, y unosredondeleselásticossujetabanlasmangasdesucamisaparadejarmáslibressus manos. Su camarero ofrecía mejor aspecto; pero él guardaba ahorradosalgunosmilesdepesosenelBancoEspañoldeBahíaBlanca,yademáseradueño de mil hectáreas de tierra cerca del pueblo. Lo único que le traíadisgustado era la mala educación y la ignorancia de su clientela, que seempeñabaenllamarasuestablecimiento«boliche»,comoenlosprimerosdíasde su fundación, sin querer reconocer los engrandecimientos importantesrealizados por su dueño, ni el rótulo de «almacén» que figuraba sobre lapuerta.

Pero… ¿qué valía su prosperidad actual comparada con losmillones depesosqueibanacaerensusmanoseldíaquelaPresa,simplecampamentodetrabajadoresenlaactualidad,seconvirtieseenunapoblaciónimportante,ysualmacén en un establecimiento rico como los deBuenosAires, y las tierraspolvorientasqueélhabíaadquiridoenunsinnúmerode«chacras»,porlasquele pagarían importantes arrendamientos colonos españoles e italianos?…Podríavolverentoncesasupatria,para instalarseenMadrid,circulandoporsus calles y paseos en el automóvil más lujoso y más grande que pudieraencontrar;ylasgentesdesupueblonatal,agradecidasasusdonativos,talvezlehiciesendiputadoosenador;yunministrolopresentaríaalreydeEspaña,cuyoretratoencoloresestabaclavadosobreuntabiquedemaderadebajodeuncocodrilo…¡Quiénsabesihastaloharíanvizcondeomarqués,comootrostantos«bolicheros»enriquecidosenAmérica!…

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Luego cortaba el curso de sus ambiciosos pensamientos para volver a laáspera realidad en que aún vivía. Con otros parroquianos interesados en elregadío de esta tierra, iba describiendo su aspecto presente, para hacermásviolentoelcontrasteconsufuturaprosperidad.

—¿Quéhayaquíahora,apartedelaspersonasquevivimosenlaPresa?…Avestrucesypumasnadamás.

Susoyentessonreíanalacordarsedelasbandasdeavestrucesquebajabandelaaltiplaniciealacuencadelrío,atraídos,sinduda,porlanovedaddelostrabajos que iban realizando los hombres junto al agua. La señorita de laestancia de Rojas se divertía acosando a estos rebaños zancudos, queescapaban,abriendoelcompásdesusrudaspatas,yeranalcanzadosalgunasvecesporellazodelaamazona.

Elpuma,conelempujóndelhambre,tambiéndescendíaeninviernodelasalturaspararondarentornoalosranchosycasitasdelaPresa.

Alsermencionadoelpuma,algunosvolvíanasonreír torciendosusojoshaciaFriterini.Unamanecer,alsalirelcamareroalcorraldelboliche,habíavisto saltar del fondo de un tonel vacío a una especie de tigre con la piel aredondelesydeltamañodeunperro.Eraunpumaquesehabíaencogidoparadormirenesterefugio,dandounasorpresaformidablealnostálgicoevocadordelasserenatasdeBrescia.

—Cuandotengamosaguaylastierrasserieguen—continuaba

González—viviránaquímilesymilesdefamilias.

Él y sus rústicos parroquianos tomaban espontáneamente una entonacióncasi lírica al hablar de los prodigios del agua. Más allá de la Presa estabaFuerteSarmiento,adondeibantodosparatomareltren.Estepueblosehabíaformadojuntoaunfortín,enlaépocadelaexpulsióndelosindios.Elejércitode ocupación pudo abrir fácilmente un pequeño canal, aprovechando eldeclivedel río, y este curso líquidohacíadelpueblounoasisprodigioso enmedio de las secas tierras colindantes. Álamos enormes formaban murallasdefensivasdelashuertas.Laviña,todaclasedehortalizasydeárbolesfrutalescrecían con la prodigalidad de una tierra vigorosa que empieza a procreardespuésdemilesymilesdeañosde inacción.Su riquezaaúnresultabamássorprendente por contraste con el desierto que se extendía más allá de lostentáculosdesusúltimasacequias.

Perolostertulianosadmirabanmásotrooasis,avariasleguasdedistancia,aguasabajo,enunlugardondeelrío,portenerundesnivelnatural,podíasersangradoparaelriego.

Un vasco había abierto fácilmente canales, regando leguas y leguas

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plantadas de alfalfa. Las excelencias de este pasto eran un motivo deadmiración en el boliche. Todos adoraban, con el fervor del creyente, losmilagrosde laalfalfaconriego.Enel territoriodeRíoNegroestaplantadeorigenasiático sólonecesitaba ser sembradaunavez.Los alfalfares, cuandoteníanagua,resultabanperpetuos.EnFuerteSarmientoloshabíaquedatabandepocodespuésdelaexpulsióndelosindios,ycontreintaytantosañosdeexistenciaestabanmejorqueeldíaenquelossembraron.Segúnloscortabancrecíanmásfuertesylozanos.

—Si el hombre pudiese comer alfalfa—declaraba sentenciosamente elGallego—quedaría resuelto para siempre el problema social, al haber en elmundocomidadesobraparatodos.

Por desgracia, sólo los animales podían asimilarse este alimentomaravilloso.Lasovejasqueelvascoapacentabaensusalfalfareserancomobestias de otro planeta, donde una nutrición maravillosa diese a los seresproporcionesexageradas.

—Parecenanimalesvistosconanteojosdeaumento—decíaelbolichero.

Su rico compatriota el vasco, orgulloso de sus prados infinitos y de susovejasenormescomomastines,secomplacíaendeciraalgúnvagabundoquepasabajuntoasupropiedad:

—Sillegasacargarteesaoveja,telaregalo.

Pero el hombre, después de grandes esfuerzos, no lograba echarse a laespaldaelpesadoanimal.Cuandorecibíaaalgúnhuésped,loobsequiabaconunpavopuestoenelasador.Yelinvitadoseconfundíaalverlosobrelamesa,creyendoqueestaave,nutridaconalfalfa,erauncorderilloasado.

Laabundanciaque rodeabaal talespañol lepermitía ser tolerantecon lamiseriaajenayperdonarelrobo.NopodíatransigirconManosDurasyotrosaficionadosalcuatrerismo,porquesellevabanlosanimalesenteros.

—Quemerobentodalacarnequequieran—decía—;yohesidopobreyséloqueeselhambre.Peroalomenos,¡pucha!quemedejenloscueros.

Másdeunavez,alrecorreracaballosuenormepropiedad,prorrumpíaenmaldicionesviendojuntoauncanallasentrañasyotrosrestosdeunaoveja.Peroalgunospasosmásalláencontrabalapieltodavíafrescapuestasobreunaalambrada,yestolehacíasonreír.

—Asímegusta;quehayadecenciaysólosellevenloquesirveparamatarelhambre.

El dueño del boliche soñaba con alcanzar algún día la riqueza de sucompatriota,poseyendoinmensosalfalfares.Yhablandodelcélebrepastoconotrosqueerandueños igualmentede tierrasyermasyesperabanelmomento

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del riego, no sentían el paso de las horas nocturnas. Experimentaban lasmismasemocionesdelosniñosmientrasescuchanenlaveladaelrelatodeuncuentoprodigioso.

—¡Cuándo llegaráeldíaqueveamos la tierradenuestroscampos rojaycubiertadeagua,lomismoquesifuésemosahacerladrillosconella!

Quedabancomoextáticosalpensarenesto.Despuésmirabanelreloj.Eratarde,yhabíaqueiralacamaparalevantarseconelalba.Todosalabandonarel boliche volvían sus ojos instintivamente hacia el río obscuro que sedeslizaba sordamente, durante miles y miles de años, entre tierras yermas,negándolassucariciagestadoradetantasmaravillas.

Mientrasllegabalahoradesermillonariograciasalairrigación,unadelasmejoresgananciasdeldueñodelbolicheconsistíaenorganizarlosdomingoscorridasdecaballos.ParaestonecesitabaelpermisodedonRoque,ynoleerafácilconseguirlo.

El comisario tenía miedo a sus superiores. El gobierno federal habíaprohibido esta fiesta en los territorios de vida primitiva, por ser causa deborracheras y peleas. Pero el antiguo vecino de Buenos Aires, para vivirresignadamente en laPatagonia, necesitaba una compensaciónmayor que elsueldo dado por el gobierno; y a causa de esto, siempre que el dueño delbolichelehablabaasolas,conseguíavencersusescrúpulos.

—Por Dios, no anuncies mucho, Gallego, que va a haber corridas—suplicaba el comisario—. No haga el demonio, ché, que tengamos unadesgraciaylosepanalláenBuenosAires…Queseaúnicamenteparalosquehabitanelcampamento.

Peroelnegocioexigía,porelcontrario,unagranpublicidad,ydemuchasleguasalaredondaibanllegando,apartirdelsábadoporlatarde,numerososjinetes.

Enelpaísnoabundabanlasfiestas,yhabíaqueaprovecharlascorridasdelaPresa.Lapoblacióndelcampamentoparecíatriplicarse.Elbolicheexpendíaenveinticuatrohoraslaprovisióndebebidashechaparaunmes.

Manos Duras saludaba a numerosos jinetes que vivían en ranchoslejanísimos y le habían ayudado algunas veces en sus negocios. Todos ibanmontados en sus mejores caballos, a los que llamaban «fletes», para tomarparteenlascarreras.

LospremiosdadosporelGallegonoerangrancosa:unbilletedeveintepesos, pañuelos de vistosos colores, un tarro de ginebra; pero los gauchos,orgullososdesusespuelas,desucinturónydesucuchilloconmangodeplata,veníanatriunfarporelhonorylagloria,regresandoasusranchossatisfechos

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de haber demostrado su guapeza ante los gringos trabajadores, incapaces demontaruncaballobravo.

Raravez sevolvíanen lamisma tarde.Considerabannecesarioquedarseparacelebrareltriunfo,ylasprimerashorasnocturnasdeldomingoeranlasdemayorgananciaparaelboliche.TambiénresultabanlasmástemiblesparadonRoque,ysurecuerdolohacíavacilarenlaconcesióndenuevospermisos,aúnariesgodeperderloqueledabaencambioelGallego.

Comoelpúbliconocabíadentrodelestablecimiento,formabacorrosfueradeél;yFriterini,ayudadoporlasmujeres,entrabaysalíaincesantementeconbotellas y vasos. Sonaban las guitarras, acompañando los gritos y lospalmoteosde lagenteamontonadaen tornoa losbailarines.Elcomisario semanteníaadistanciaconsuscuatrosoldadosdelargossables,sabiendoquesupresencia, las más de las veces, servía para excitar los ánimos en vez decalmarlos.

Los que más le preocupaban eran los peones chilenos. En las fiestasordinarias, cuando estaban con sus camaradas de trabajo, su embriaguezresultabametódicaysuhumornosufríasobresaltos.Acostumbradosal tratocon lospeones europeos, cantabanybailaban la cueca sinque se turbase lapaz. Únicamente su patriotismo agresivo iba creciendo según aumentaba lacantidaddebebidaconsumida.

—¡VivaChile!—gritabanacoroentreunacuecayotra.

Alguno,másentusiasta,completabalaaclamación,lanzándolacontodasupurezaclásica,comolohacenlosrotosenlasfiestaspatrióticasoenlaguerraalcargaralabayoneta:«¡VivaChile,m…!»

Mas en las tardes de carreras, la presencia de gentes extrañas, yespecialmente a aquellos jinetes de aire arrogante, orgullosos de sus sillaschapeadas de plata, de sus armas y de los adornos metálicos de sus trajes,parecíaesparcirunmalestarprovocativo,mezcladeodioydeenvidia,entrelosrotosqueibanapie.

De pronto cesaban de sonar las guitarras y había un rumor de disputa.Chillabanlasmujeres;sobresuschillidossedestacabaungritomortal;luegoveníaunsilencioprofundo.Ylagenteseapartaba,dejandositioaunhombreconojosdelocoyladiestrarojadesangre.

—¡Abrancancha,hermanos,quemehedesgraciao!…

Todos le abríanpaso;nadiepretendíadetenerle, ni aúnel comisario, queprocurabaestarlejos.

Hubiera sido un atentado contra las leyes establecidas por los antiguos,más conocedores de la vida que los hombres del presente. El hermano del

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heridoodelmuertosóloatendíaalqueestabaenelsuelo,sinpreocuparsedeatajar a su agresor. Tiempo le quedaba de ir en busca del que se había«desgraciado»,alládondeestuviese,para«desgraciarse»asuvez,ejerciendoelderechodelavenganza.

Cuando ocurría uno de estos incidentes, don Roque, olvidando laslarguezasdeGonzález,semostrabaindignado.

—¿No te decía yo que esto acabaríamal,Gallego?…Ahora veremos loquedicendeBuenosAires.Enunadeéstas,ché,voyaperdermipuesto.

Peroni deBuenosAireshablaban,ni donRoqueperdía su cargo.ComoeralaúnicaautoridadyestabadeacuerdoconsucolegadeFuerteSarmiento,se procedía al entierro del difunto, cuando lo había, y si solamente era unherido,éstesedejabacurar,asegurandonohabervistojamásalquelediolacuchilladayañadiendoquenolereconoceríaaunqueselopusierandelante.

Transcurrían algunos meses sin que don Roque se ablandase. «¡Ché,Gallego: no me pillarás otra vez!…» Pero la generosidad del bolicheroacababaconsustemores,ydenuevoseanunciabaunacorridadecaballos.

Si la fiesta había terminado sin peleas, González, triunfante, reñía alcomisario.

—¿Lo ve usted?… Este es un pueblo que progresa, y puede uno tenerconfianzaensudecencia.Lodelaotravezfueunpequeñoincidente.

Para no verse el bolichero desmentido por los hechos, ensanchaba sularguezahastaManosDuras,dándolealgúnbilletedeBancoacambiodequemantuviese la paz, valiéndose de sus amistades con unos y del temor queinspirabaaotros.

Unsábado,alanochecer,entróRobledopor lacallecentral,devueltadesuscanales.AlpasarantelacasadePirovanimiróalladoopuestoyacelerólamarchadesucaballo,portemoraqueElenaabrieseunaventana,llamándole.Iban transcurridosmuchos días sin que él hubiese vuelto a visitarla. Sentíaesos temores vagos que anuncian la cercanía del peligro, pero sin dejaradivinardequéparteviene.

ElcampamentodelaPresaleparecíaahoradistintoaldealgunassemanasantes.Suaspectoexterioreraelmismo,perosuvidainternasetransformabadeunmodoinquietante.Ibanperdiéndoseladulzuramonótonaylaconfianzaalgogroseraconquesetratabantodossiempre.

«Gualicho»,el terribledemoniode laPampaexpulsadoalmismotiempoque los indígenas, había vuelto a estas tierras que fueron suyas,reconquistándolas. Robledo se acordó de cómo los indios solían combatir adichogeniodelmalapenasibannotandosupresenciaentreellos.

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Cuando sus expediciones para robar ganado o sorprender a las tribusvecinasempezabana fracasar; cuando ibanenaumento lasenfermedadesensustolderíasylasamenazasdehambre,todoslosjinetessearmabanysalíanal campo para vencer al maldito Gualicho. Esgrimían contra el enemigoinvisible sus lanzas y sus mazas llamadas «macanas», arrojaban susboleadoras,correas terminadaspordosesferasdepiedraquevolteabanenelaireparaenvolveraladversario,acompañabanconaullidossusbotes,tajosyestocadas,ylasmujeresylospequeñuelos,marchandoapie,seuníanaestaofensivageneraldandopalosypuñetazosalaire.Algunodesusinnumerablesgolpes había de tocar forzosamente al mal espíritu, obligándolo a huir; ycuando,alfin,caíantodosentierraextenuados,latranquilidadvolvíaaellos,convencidosdequeelenemigoestabayalejosdesucampamento.

ElespañolcreíanotarahoraenlaPresalapresenciadeGualicho,eldiablopampero,maligno y enredador. Empujaba a los hombres unos contra otros.Todos semiraban con hostilidad, como si se viesen diferentes a como eranantes… ¿Tendría, al fin, que juntarse el pueblo en masa para ahuyentar agolpesalocultoenemigo?…

Ibapensandoenesto,cuandosucaballo seestremeció,deteniéndosecontalbrusquedadquecasilehizosalirdisparadoporencimadesusorejas.Enelmismo instante sonaronvarios tirosde revólveryvio cómosaltabanhechospedazoslosvidriosdelasventanasydelasdospuertasdelboliche.

Surgieronporestasaberturas,lomismoqueproyectiles,botellas,vasos,yhasta un cráneo de caballo. A continuación aparecieron algunos gauchosamigos de Manos Duras, que marchaban de espaldas disparando susrevólveres. Varios trabajadores del pueblo salieron a su vez delestablecimiento,atacándolosigualmenteatiros.Otrosqueyahabíanagotadosuscartuchosavanzabancuchilloenmano.

Cayóunheridoyempezóaarrastrarseporelpolvo.Luegoelingenieroviodesplomarse a otro hombre.González apareció enmangas de camisa, comosiempre, con dos elásticos sobre los bíceps. Elevaba los brazos, profiriendosúplicas,vocesdemandoymaldiciones,todomezclado.Lasmestizasanexasal boliche, que completaban la venta del alcohol con el ofrecimiento de susgracias, salieron también, asustadas y dando gritos, para huir hacia losextremosdelacalle.

Robledosacósurevólver,yespoleandoasucaballosefuemetiendoentreloscontendientes,apuntandoaunosyaotros,almismo tiempoquegritaba,exigiendoorden.Ayudadoporlosvecinosqueibanllegando,muchosdeelloscon rifles, pudo restablecer una paz momentánea. Huyeron los gauchos,perseguidosporlosobrerosdeldique,yacudieronlasmujeres, lomismolasdanzarinasdelestablecimientoquelaspertenecientesalasfamiliasdelpueblo,

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pararodearalosdosheridosylevantarlos.

González,queprotestabaagritos,sinquenadieleescuchase,hizoungestodealegríaalreconoceraRobledo,comosiéstepudieraarreglarlotodo.

—SonlosamigosdeManosDuras—dijo—,quevienenaarmarbochincheporque a ese gauchomalo le quitan el suministro de la carne y le impidenhacer otros negocios. Como mañana teníamos carreras de caballos, ManosDurasmehaqueridoperjudicar,provocandoestabatalla.Parececomoqueeldemonioandesueltoahora,donManuel.¡Tanenpazquevivíamosantes!…

Sudoroso y emocionado aún por el combate, siguió balbuciendoexplicaciones.Reconocía que los chilenosprovocabanpeleas algunasveces;peroeradetardeentardeyaconsecuenciadeexcesosenlabebida.Ahoranohabíaque imputarlesninguna responsabilidad. ¡Pobres rotos!…Eran losdelpaíslosquehabíanprocedidoinsolentemente,comosiobedeciesenunaorden,provocandoalostrabajadoresparaperturbarlatranquilidaddelpueblo.

—Y esto va a durar, donManuel; conozco a Manos Duras. Si quisieradinero,habríavenidoapedírmelo,ynoseríalaprimeravez…Perodebehaberdepormedioalgoquenoadivino,yquelehacebuscarelescándalo,seacomosea.

Acababandeserrecogidoslosheridos,ylagentelosmetíaenelboliche.UnhombreacaballosalióenbuscadelmédicodeFuerteSarmiento,quesólovisitaba la Presa dos veces por semana. Variasmujeres corrieron para traerantesaciertopeónsicilianoquegozabafamadegrancurandero.Loscuriososentrabanenelalmacénparaenterarsedelagravedaddelasheridas.Enmediode la calle, unas comadres hablaban a gritos contra Manos Duras y suscamaradas.

Robledovolvióaemprender lamarchahaciasucasa,conairepensativo.González tenía razón: el demonio andaba suelto. Alguien había trastornadoprofundamentelavidadelaPresa.

Al otro día notó también un gran cambio en los grupos que trabajabanjunto al río. Los obreros dependientes del contratista estaban sentados en elsuelo, fumando o dormitando. Algunos de origen español canturreaban,tocandopalmasymirandoalolejos,comosicontemplasenlapatrialejana.

El contramaestre chileno apodado el Fraile iba de un grupo a otroprotestandodeestainercia,perosóloconseguíaquelostrabajadoresriesendeél.Unodelosmásviejoslecontestóinsolentemente:

—Tú no esperarás heredar al italiano… ¿por qué tienes, entonces, másinterés que él en obligarnos a trabajar?Hacemuchos días que no viene poraquí.

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Otrojornaleromásjovenañadió,conunarisabestial:

—Andacomounperrodetrásdeesagringahermosotaquehueletanbienyalaquellaman«lamarquesa».Yotambién,sipudiera…

Y añadió algunas palabrotas que hicieron reír a muchos con expresiónsalvajededeseo.Depronto,unmuchacho,unaprendiz,queestabasobreunapequeñaalturavigilandolosalrededores,lanzóelgritodealarma:

—¡Uningeniero!

Inmediatamente todos dieron un salto, buscando sus herramientas, yempezaronasimularun trabajoardoroso,mientraselespañol ibaavanzandoentrelosgruposalpasolentodesucaballo.

MirabandereojoaRobledo,ysegúnésteseibaalejando,dejabancaersusherramientas, sentándose otra vez. Volvió repetidas veces su cabeza elingeniero, y se dijo, como el día anterior, que un poder oculto habíatrastornadolavidadelacolonia.Gualichoandabarealmenteportodaspartes,yhastahacíasentirsu influenciafueradelpueblo,desorganizandoel trabajodeloshombres.

Dejóa sus espaldas losnumerosospeonesdePirovani, llegandoal lugardondesuspropiosobrerosabríanloscanales.

Estos trabajadoresnopermanecíanenperezosodescanso.Torrebiancalosdirigía y vigilaba, dándoles ejemplo con su actividad. Al ver a Robledo lollevóaparte,comosituvieraquecomunicarleunamalanoticia.

—Elperversoejemplodelosobrerosdeldiqueempiezaaperturbaralosdemás. Nuestra gente quiere menos horas de trabajo, como los otros…Nocomprendo en qué piensa ese pobre Pirovani. Tiene completamenteabandonadassusobras.

Le miró fijamente Robledo, guardando silencio, mientras Torrebiancacontinuabadándolenoticias.

—AnochemedijoMorenoquePirovaniyCanteracempiezanahacerselaguerra.Elunoseresisteaaprobarcomoingenierolostrabajosquehaceelotrocomocontratista.Deseaperjudicarle, retardandode estemodo lospagosdelgobierno…Pirovani dice que suspenderá las obras y se irá aBuenosAires,dondetienemuchosamigos,aquejarsedelingeniero.

Estaspalabrashicieronsaliralespañoldesuindiferenciasilenciosa.

—Y mientras discuten—dijo con ira—llegará el invierno, crecerá el ríoantes de que el dique esté terminado, las aguas destruirán y arrastrarán eltrabajodevariosaños,ytodohabráquevolverloaempezar.

Elmarqués,queparecíapensativo,exclamódepronto:

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—¡Esos dos hombres eran antes tan amigos!… Algo, indudablemente,debehaberseinterpuestoentreellos…

Robledohizounesfuerzoparaquesusojosnotransparentasenlástimaniasombro,ymoviólacabezaafirmativamente.

XI

Pocodespuésde la salidadel sol abandonóMoreno su casa, porhaberlellamadoCanteracurgentemente.

Al entrar en el alojamiento del ingeniero encontró a éste paseando conimpaciencia.Sehabíapuestoya las botas altas y el pantalóndemontar.Uncinturónconrevólverysublusaestabansobreunasilla.

Conlasmangasdelacamisarecogidasylapecheraabierta,mostrabaaúnlasfrescasseñalesdesuabluciónmatinal.Surostroeramásduroyautoritarioque otros días. Una idea tenaz y molesta parecía colgar de su fruncidoentrecejo. Sobre los muebles y en los rincones había numerosos paquetesenvueltosenpapelfino,atadosyselladoselegantemente.

Seadivinabaqueelingenierohabíadormidomal,porculpadeaquellaideaque deseaba exponer a Moreno. Éste tomó asiento, preparándose a oír.Canteracsemantuvodepieparaseguirpaseando,ydijoaloficinista:

-EsePirovani,apesardesuordinariez,mevencesiempre.¡Comoesrico!…

Luego señaló los numerosos paquetes que ocupaban una parte de lahabitación.

—AhítienetodoslosperfumesqueencargamosaBuenosAires¡Comprainútil!Losdelitalianollegaronantes.

Moreno se apresuró a disculparse.Había hecho lo necesario para que elencargovinieseconrapidez;peroelotro,envezdehacerelpedidoporcarta,enviabaunmensajeroalacapital.

Canterac quisomostrarse bondadoso y aceptó las excusas del oficinista,dándoleunaspalmaditasenlaespalda.

—No he podido dormir en toda la noche, querido Moreno. Tengo unproyectoyquieroconsultarloconusted.Necesitoaplastaraeseintrigantequeseatreveamedirseconmigo…Aquítodosseconsideraniguales,comosisehubiesen suprimido en el mundo las jerarquías. Hasta es posible que esecontratistasecreasuperioramí,quesoysujefe;todoporquetienemásplata.

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SonrióCanteracconunaexpresióncruel,ysiguióhablando.

—Yoharéquetengamenos.Hastaahoralehabíatoleradociertascosasalaprobar sus obras. En adelante perderá muchos miles de pesos y se veráobligadoarescindirsucontrato,yéndosedeaquí.

LuegoseaproximóaMorenoparahablarenvozbaja,comositemieseseroído.

—Quierohaceralgoextraordinario,algoqueeseemigrantesineducaciónnopuedadiscurrir.Anochelohepensado.Enelprimermomentocreíqueeraundisparate,perodespuésdereflexionar largashorasreconozcoqueesalgooriginal y digno de realizarse, si resulta posible…Pirovani ha ofrecido unacasaalamarquesa.Yolaofreceréunparque…unparquequeharésurgirenplenodesiertopatagónico.¿Quéleparecemiidea,amigoMoreno?

El oficinista le escuchaba con interés y asombro, pero no supo quécontestar.Necesitabamásexplicaciones,yelotrosiguióhablando.

—En ese parque daré una fiesta, una garden-party, en honor de nuestraamiga la marquesa, y hasta me proporcionaré la venganza de invitar a eserústicoenriquecido,paraquesemueradeenvidia.Ustedmeharáelfavordedirigirlo todo.Aquí tiene las instrucciones; lasescribíanoche,aprovechandomifaltadesueño.

TomóelargentinoelpapelqueleofrecíaCanterac,yluegodeleerlomiróalingenieroconextrañeza,comosidudasedesurazón.

—Comprendosuasombro…Resultarácaro,losé;peronoimporta.Gastesinmiedo.AcabodecobrarunoscuantosmilesdepesosquepensabaremitiraParís. Prefiero asombrar a lamarquesa conmi parque.Ya ganaré otra platamásadelante:tengoconfianzaenelporvenir.

Y dijo esto de buena fe, con el dulce optimismo de los que se sientenenamorados.

Aldíasiguienteeradomingo,yWatsonfueporlamañanaalaantiguacasade Pirovani para ver a Torrebianca. Necesitaba hablarle de un asuntorelacionado con los trabajosde los canales.Robledo sehabíamarchadodosdías antes a BuenosAires para pedir a los Bancos un nuevo crédito que lepermitiese continuar sus obras, y también para vender ciertos terrenos queposeíaenlaPampacentral.

Subió el joven con cierta inquietud la escalinata demadera, después demirardisimuladamentealasventanas.Llamóalapuertaconrecato,comosinoquisieraseroídoportodosloshabitantesdelacasa,ysonrióalverqueeraSebastianalaquesalíaaabrirle.

—El señor no está: se fue con don Canterac a Fuerte Sarmiento esta

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mañana.¿YdonRobledo,estábueno?…

Lamestiza,comomuchasgentesdelpaís,aplicabaeldonindistintamentealosnombresylosapellidos.

Iba Watson a retirarse, cuando se levantó un portier del recibimiento,dejandovisibleunamanoblancarematadaporunapulseradereloj.Estamanolehacíaseñascualsipretendieseatraerlo.DespuésaparecióElenaporentero,invitándole con palabras y sonrisas a pasar adelante. Cohibido por supresencia,notuvofuerzasRicardoparanegarse,ylasiguióalsalón,bajandolosojosaltomarasiento.

—Alfinleveoenmicasa…Deboserlemuyantipática,puesnuncaquierevisitarme.

Watson se excusó.Había estado dos veces por la noche en compañía deRobledo.Nopodíaasistirdiariamenteasutertulia,comolosotrosvisitantes:se levantaba más pronto que todos ellos. Por ser de menos edad que suasociado,debíaencargarsedelostrabajosmáspenosos.

Ella fingió no escuchar estas explicaciones que desviaban el curso de laconversación.Queríadeciralgoynecesitabadecirlocuantoantes.

—Talvezlehanhabladomaldemí.Noseesfuerceennegarlo:nadatienederaroquemetratendeesemodo…¡Lasmujeresestamostanexpuestasalacalumnia!… ¡Nos creamos tantos enemigos al no querer acceder a ciertosdeseos!

Elenahabía tomadoun tonodedulce ingenuidad al formular susquejas,comosiestuviesebajoelpesodelasmásinjustaspersecuciones.SeaproximóaRicardo,hablándolesinningúnrecatofemenil,comosifueseuncompañerodesuinfancia;yeljovenempezóasentirlaturbaciónqueesparceelperfumedeunacarnesanaybiencuidada,laproximidaddeunamujerhermosa.

—Soy muy infeliz, Watson—siguió diciendo—. Deseaba una ocasiónoportunaparamanifestárselo,yaprovechoesteraromomentoenquepodemoshablarasolasytalveznovolveráarepetirsenunca…Meveustedrodeadadehombresquemehacenlacorteyyoparecequecoqueteoconellos.¡Error!…Esúnicamenteporaturdirme,porolvidarelvacíodemivida.Haceañosquemesientosola,comosinoexistieseenelmundootroserqueyo.

Ricardohabíaolvidado su inquietuddemomentos antes, para escucharlaconuninteréscrédulo,aceptandotodassuspalabras.

—Pero¿ysumarido?…

Unalucecitairónicapareciótemblarenlosojosdeellaaloírestapreguntainocente.Perocontuvosuburlonaadmiración,paracontestarcontristeza:

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—No hablemos de él. Es un hombre buenísimo, pero no el esposo quenecesitaunamujercomoyo.Nuncahasabidocomprenderme.Además,esundébil en labatallade lavida;yyo, quehenacidopara altosdestinos, estoydondeestoyporsufaltadecondiciones,habiendovenidoapararaunatierracasisalvaje.

MiróintensamenteaRicardo,quebajabalosojos,nosabiendoquédecir,yañadióconexpresiónpensativa:

—Crea usted que un hombre joven y enérgico hubiera ido muy lejosteniendoasuladounamujercomoyo.

SorprendidoWatsonpor estas palabras, levantó sumirada, perovolvió afijarlaensuspies,cualsitemieraseguirviendolosojosdeella.SonrióElenalevemente de su temor, al mismo tiempo que susurraba con una vocecitamelancólica:

—Lavidaesasí;sefijanennosotrasloshombresquenodeseamos,yencambioaquellosquenosinteresanhuyencasisiempre.

Al oír esto volvió el joven a levantar su cabeza, mirándola sin miedoalguno, con una expresión interrogante… ¿Qué es lo que intentaba deciraquellamujer?

Él no conocía la vida directamente; además, como hombre de acción,amabapocolalectura,ylehabíasidoimposibleadivinarlaexistenciaatravésde los libros;peroguardabaenel fondodesumemoriaciertos recuerdosdenovelassimplistasé ingenuas,abundantesenaventuras, leídasparacombatirel aburrimiento durante los viajes en ferrocarril o las travesías marítimas.Tambiénllevabavistasuncentenardehistoriascinematográficas,ylomismoen las páginas de los libros que sobre las pantallas de los cinemas habíaconocidoeltipodela«mujerfatal»,lamujerhermosadecuerpoyenrevesadaymalignadeespíritu,quetientaaloshombres,consiguiendohacerlossalirdelcamino del honor, y acaba perturbando la felicidad tranquila y dulcementemonótona que debe proporcionarse todo joven, casándose y formando unafamilia.¿Siseríaestamarquesasumujerfatal?Robledonomostrabamuchasimpatíaporella…

Pero a continuación pensó en todas las protagonistas calumniadas yperseguidas que había encontrado igualmente en los libros y las aventurascinematográficas, siendo tan enormes sus tormentos, que él, a pesar de sufortalezaviril,sentíahumedecersesusojos.Enelmundoabundabantalvezlasvíctimas de dicha especie. Únicamente de estemodo podía él explicarse lafrecuenciaconqueaparecenenlasnovelas.

SiguiómirandoalaTorrebiancaparadarsecuentadesieraunamujerfatalounamujerperseguidainjustamente;peroellahabíabajadolosojos,diciendo

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contristemodestia:

—He sufrido mucho al ver que usted huía de mí. Rodeada de hombresegoístasydeungroseromaterialismo,necesitounaamistadnobleypura,unamigodesinteresado,uncompañeroquemeapreciepormialmaynopormisatractivoscorporales.

Watsonmovió la cabeza instintivamente.Estemovimiento era un reflejode laaprobaciónquedabaensu interiora talespalabras. Ibaformándoseyaunaopiniónsobreaquellamujer.

—Siempre creí—continuó ella—que este amigo ideal podía serlo usted,que parece tan bueno… Pero ¡ay! usted me detesta, usted huye de mí,creyéndometalvezunamujertemible,comohaytantasenelmundo,cuandoenrealidadnosoymásqueunainfeliz.

Para expresar Ricardo conmás vehemencia su protesta, se puso de pie,llevándoseunamanoalpecho.Élnohabíasentidonuncaantipatíaporella,nideseabahuirdesutrato.EraungentlemanquepensabasiempreconelmayorrespetodelaesposadesucompañeroTorrebianca.Peroconfesabaquehastaahoranolahabíaconocidobien.

—Estonoesextraordinario.Aveceslaspersonassehablanañosyañosycreenconocerse,hastaqueundía,depronto,seconocenenrealidadysevenmuydistintasdecomosehabíanimaginado.Yo,despuésdeloqueacabodeoír…

Nodijomás,perosusilencioysusojosdieronaentenderlaemociónquehabíanproducidoenéllaspalabrasdeElena…

Ésta se levantó igualmente, aproximándose a Watson para tenderle unamano.

—Entonces,¿aceptaustedsereseamigoquetantonecesitoparacontinuarmiexistencia?…¿Quiereservirmedeapoyoydeguía?…

Turbado por la mirada de ella, balbuceó el joven palabras truncadas,estrechandoalmismotiempolamanofemeninaquesemanteníadentrodelasuya.Lamarquesaacogióestavagaaceptaciónconunregocijoinfantil.

—¡Quéfelicidad!Mevisitaráustedtodoslosdías,meacompañaráenmispaseosacaballo,yyanomeveréseguidaporesossuspirantespegajososquememolestancontinuamente.

MostrósesorprendidoRicardoporlaalegríadelaTorrebianca.Élnohabíaprometidonadadeesto;peronoseatrevióaprotestar.

Comosinotuvieseyadudadequeeljovenibaasersuacompañante,

Elenaempezóareírconunarisaalgomaliciosa.

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—Además, en nuestros paseosme enseñará usted a tirar el lazo. ¡Cómodeseoposeeresahabilidad!…

Se dio cuenta inmediatamente de lo inoportunas que resultaban suspalabras. Watson había entornado los ojos, al mismo tiempo que su frenteparecía obscurecerse, pasando por ella la sombra de un desfile de lejanasimágenes.RecordólatardeenqueElenaloshabíasorprendidocercadelrío,aélyaCelinda,mientraséstaleenseñabaatirarellazo.

Elena,pararepeler tal recuerdo,seaproximómásal joven,apoyandosusmanos en las solapas de su blusa. Parecía querermirarse en sus pupilas, almismo tiempo que concentraba en los propios ojos todo su poder deseducción.

—¿Amigos de veras?…—preguntó con una voz susurrante—. ¿Amigosparasiempre?…¿Amigosporencimadelacalumniaydelaenvidia?

Eljovensesintióvencidoporelcontactoylosperfumesdeaquellamujer.El recuerdo de la ribera del río y las alegres lecciones de Celinda fuedesvaneciéndose.Huboalgodentrodeélqueintentóresistirse todavíaaestainfluencia. Pasó por su memoria el recuerdo de las heroínas fatales de loslibros.Hizounmovimientocomosifueseadecir«no»,yllevósusmanosalasmanosde ella para despegarlas de supecho.Pero sus dedos, al sentir elcontactode laepidermis femenina, se inmovilizaronenvoluptuosodesmayopara oprimir después, acariciadores, lasmanos de ella. Y como los ojos deElena parecían implorar una respuesta a sus recientes preguntas, él hizo unmovimientoconsucabeza:«Sí».

A partir de este día Watson fue el único acompañante de la esposa deTorrebiancaen suspaseos a caballo.Frente a la antigua casadePirovani sesituabaunmestizoencargadodelacaballerizadelcontratista,teniendodelasriendasaunayeguablancaconsillafemenil.

Llegaba Ricardo a caballo, aparecía en lo alto de la escalinata Elena,vestida de amazona, y en el mismo instante se presentaba en la calle elcontratista, como si hubiese estado oculto esperando una oportunidad paramostrarse. También iba a caballo, pero la «señora marquesa» se negaba aaceptarsucompañía.

—Vaya usted a sus negocios, señor Pirovani. Mi marido dice que losdescuidaustedmucho,yesomeentristece…ElseñorWatsonestámáslibreahoraymeacompañará.

Acababael italianoporaceptar talespalabras,conciertoagradecimiento.¡Cómoseinteresabaporsusnegociosestamujer!Nopodíamostrarconmásclaridad la simpatía por todo lo referente a su persona. Además, elacompañamiento deWatson no podía inspirarle celos. Todos le tenían en el

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paíspornoviodelaniñadeRojas…Yfinalmenteseretiraba,aunquedemaltalante,parairavisitarlasobrasdeldique.

Otras veces, cuando ya estaba Elena en la silla, se presentaba Canterac,también a caballo, con el deseo de acompañarla. Pero Elena le acogía consignosnegativosdesulatiguillo.

—YalehedichovariasvecesquenoquieromásacompañantequemisterWatson—lecontestóellaunamañana—.Usted,capitán,váyasea trabajarenesamisteriosayenormesorpresaquemeestápreparando.

También Canterac aceptaba al ingeniero norteamericano comoacompañantedelamarquesa.LeparecíamástolerablequeelodiadoPirovani.

Vio cómo se alejaban losdos jinetes, y aunque sentíaun enojo sombrío,como siempre que le rechazaba Elena, procuró disimularlo, encaminándosedespuésalacasadeMoreno.

Estaba el oficinista leyendo una novela junto a su ventana, y al ver aCanteracseacodóenelalféizarparahablarledelostrabajosrealizados.

—Haycercadedoscientoshombresycuarentacarretasquegananplataenlodelparque.

Elingeniero,siempreacaballo,escuchólasexplicacionesquelefuedandoMorenodesdesuventana.

—Le he quitado estos hombres a Pirovani ofreciéndoles doble jornal.Además,mehellevadotodaslascarretasqueelitalianotienecontratadasylasquehayenFuerteSarmiento.Estovaaretrasarunpocolostrabajosdeldique;pero luego,ustedporunaparteyelcontratistaporotra,procuraránganareltiempoperdido.

Loshombrestrabajabanacincoleguasdeallí,ríoabajo,enunlugaralgopantanoso, donde las crecidas habían hecho surgir un bosque de álamos yotrosárboles.Apartabanlospeoneslatierrainmediataalostroncos,dejandoal descubierto sus raíces. Luego cortaban éstas e inclinaban el árbol,haciéndole caer en una carreta de bueyes, que emprendía lentamente sumarcha a lo largo de la ribera, necesitando toda una jornada para llevar sucargahastalaPresa.

—Untrabajolargoydifícil—siguiódiciendoMoreno—.Ayerestuvealláparaverlotodopormisojos,ycreaustedquelagenteganabiensuplata.

CercadelaPresa,enunaplanicievecinaalrío,limpiadevegetación,otrospeones abrían hoyos en el suelo. Al llegar las carretas con los árboles,levantabanéstosylosmetíanenloshoyos,amontonandotierraentornoparaquesemantuviesenerguidos.

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—Sonárbolesdealgunosmetrosnadamás,peroresultaránextraordinariosenestedesiertodondenohayotrosquepuedanservirdecomparación.Tengola seguridad, capitán, de que la sorpresa va a ser enorme. Eso no lo puedediscurrirelitaliano.

Canteracaprobóconunasonrisadesatisfacciónlasúltimaspalabras.

—Va usted a gastar toditos sus miles de pesos—continuó Moreno—, yhasta puede ocurrir que al final falte algo de plata; pero tendrá usted suparque…Esverdadqueel talparqueno leproduciránuevosgastos,puesaldíasiguientedelafiestalosárbolestalvezesténsecosymuertos.

Y el oficinista rio de la inutilidad de un gasto tan enorme, admirando ycompadeciendoalavezalingeniero.

Mientras tanto, Elena y Watson marchaban lentamente a caballo por laorilla del río. Ella mantenía cogida una mano de él, hablándoleafectuosamente,conunaexpresiónmaternal.

—Veo,Ricardo,porloquemecuenta,queRobledolodirigetodoyustedesamododeunempleadosuyo…Nodebíamezclarmeensusasuntos,perotodo loquese refiereausted¡me inspira tanto interés!…Yonodigoqueelespañol cometa indelicadezas al repartir las ganancias del negocio; eso no.Robledoeshombrecorrecto,peroabusaunpocodelacondicióndetenermásaños. Debe emanciparse usted de esa tutela, o no hará el camino que lecorrespondehacerporsímismo,sinnecesidaddetutores.

Ricardo había defendido la persona de su asociado desde las primerasinsinuaciones;peroacabóporacoger,pensativoyceñudo,sinunapalabradeprotesta,elúltimoconsejodeElena.

Mientraslosdosconversaban,balanceándoseligeramenteconelpasolentodesuscaballos,unjineteaparecióyseocultórepetidasvecesenelfondodelpaisaje,pasandodelaorilladelríoalasdunasdearenaquelasinundacioneshabíandejadotierraadentro.EstejinetequeseaproximabaosealejabaenungalopecaprichosoeraCelindaRojas.

Elena fue la primera en darse cuenta de sus evoluciones, y sonriómalignamente.

—Creoquealguienlebusca—dijoaRicardo.

Éstemiróhaciadondeellaseñalaba,yalreconoceralaamazona,nopudodisimularciertaturbación.

—Es la señorita de Rojas—contestó, ruborizándose ligeramente—; unaniñatodavía,conlaquetengoalgunaamistad.Escomounahermanamenor;mejordicho,uncompañero.Novayaustedaimaginarse…

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LaTorrebiancasonreíairónicamente,comosinocreyeseensusprotestas,yacabópordecir,conunafrialdadqueapenóaljoven:

—Vayaustedasaludarla,paraquenonosmolestemásconsuvigilancia,yvengaluegoajuntarseconmigo.

Despuésdeestaspalabras,dichasconeltonodeunaorden,hizotrotarasucaballo tierra adentro, por entre los ásperos matorrales, que se rompieronlanzandocrujidosdeleñaseca.Inmediatamente,Celindadejódeevolucionaralolejos,llegandoatodogalopealencuentrodeRicardo.Cuandoestuvojuntoaél leamenazóconundedo,pretendiendoimitar laexpresiónceñudadeunmaestroqueriñeasudiscípulo.Luegohablóconunagravedadcómica:

—¿Nolehedichomásdecienveces,misterWatson,quenoquieroverleconesa…mujer?Pasoahoralosdíasenteroscorriendoelcampoinútilmente,y cuando al fin consigo tropezarme con el señor, lo veo siempre en malacompañía.

Pero Watson era ahora otro hombre y no acogió con risas su fingidoenfado.Muy al contrario, pareció ofenderse por el tono de broma con quehablabaella,yrepusosecamente.

—Puedoirconquienquiera,señorita.Sólohayentrenosotrosunabuenaamistad,apesardeloquealgunossuponenequivocadamente.Niustedesmiprometida,niyotengoobligacióndeprivarmedemisrelacionesparaobedecersuscaprichos.

Celinda quedó absorta por la sorpresa y él se aprovechó de esto parasaludarlaconbrusquedad,alejándosedespuésenlamismadirecciónquehabíaseguidoElena.LaniñadeRojas,alconvencersedequeelnorteamericanohuíaverdaderamente, hizo un gesto de cólera, al mismo tiempo que lanzabapalabrassuplicantes:

—¡Nosevaya,gringuito!…Oiga,donRicardo;noseofenda…Mirequeestosólohasidoparareír,lomismoqueotrasveces.

ComoWatson fingíanooírlay continuaba su trote, acabóellapor echarmanoallazoqueguardabaeneldelanterodelasilla,ylodeslióparaarrojarlosobreelfugitivo.

—¡Vengaustedaquí,desobediente!

El lazo cayó sobre Ricardo con exacta precisión, aprisionándolo, perocuandoCelindaempezabaatirardeél,sacóelingenierounpequeñocuchillo,cortando la cuerda. Tan rápido fue este acto, que la joven, preocupadaúnicamente en tirar de su lazo, casi cayódel caballo al faltarle depronto elapoyodelaresistencia.

Watson se alejó, sacándose el fragmentode cuerdaque envolvía aún sus

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hombros.Luegolaarrojó,sinvolverlavistaatrás.Mientrastanto,laniñadeRojasseguíarecogiendosulazo,quesearrastrabablandamenteporelsuelo.

Al llegar a sus manos el final de la cuerda, contempló tristemente suextremo cortado. Las lágrimas enturbiaron su visión. Luego, la hija de laestanciapalideciódecóleramirandohacialasdunas,detrásdelascualeshabíadesaparecidoelnorteamericano.

—¡Queeldemoniotelleve,gringodesagradecido!Noquierovertemás…Yanoteecharémilazo,ysialgunavezdeseasverme,serástúelquetengasqueechármeloamí…¡siesquesabes!

Ynopudiendoresistirsemástiempoalacrueldaddesudecepción,laniñade Rojas hundió la cara entre lasmanos, para que aquella tierra arenisca yaquel río impetuoso y solitario que tantas veces la habían visto reír no laviesenahorallorar.

XII

LlegóeldíadelagransorpresapreparadaporCanterac.Lostrabajadores,bajo la dirección de Moreno, colocaron los últimos árboles en la llanurainmediataalrío.

Grupos de curiosos admiraban desde lejos este bosque improvisado. DeFuerteSarmientoyhastadelacapitaldelterritoriodeNeuquenibanllegandogentesatraídasporlanovedaddetalfiesta.Algunosobrerostendíandetroncoatroncoguirnaldasdefollajeyclavabangruposdebanderolas.

Friterini, elevado a la categoría de maître d'hôtel, había sacado de sumaleta un frac algo apolillado, recuerdo de los tiempos en que prestabaservicio como camarero auxiliar en hoteles de Europa y de Buenos Aires.Preocupándosedelaintegridaddesupecheraduraysucorbatablanca,dabaórdenes a una tropa de mestizas del boliche que se habían convertido enservidorasypreparabanlasmesasparalafiestadelatarde.

DonAntonio«elGallego» también sehabía transformadoexteriormente.Ibavestidodenegro,conunagruesacadenadeorodebolsilloabolsillodesuchaleco.Éleradelosinvitados,teníaderechoafigurarentrelosvecinosmásnotables de laPresa representando al alto comercio; pero como lameriendahabíasidoencargadaasuestablecimiento,creyódelcasotrasladarseallugardelafiestadesdelasprimerashorasdelatarde,paraconvencersedequetodoslospreparativossedesenvolvíanconregularidad.

Entre losmironessituadosalotro ladodeunacercadealambreseveían

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algunosgauchos,siendounodeelloselfamosoManosDuras.Despuésdelabatallaocurridaenelboliche,habíavueltotranquilamentealcampamentoparadarexplicaciones.Nonegabaquealgunosde losprovocantes fuesenamigossuyos, pero todos eranmayores de edad y no iba a responder de sus actos,comosifuesesupadre.Élestabalejosdelcampamentoalocurrirelchoque;¿porquéintentabanmezclarloenhechosdelosquenoteníaculpaalguna?…

Elcomisariohubodeconformarseconestas justificaciones;eldueñodelbolichelasaceptóigualmente,creyendoqueeramejortenerloporamigoqueporadversario,yallíestabaManosDurascontemplandoconunaatenciónalgoburlona los preparativos de la fiesta. Los otros gauchos, igualmentesilenciosos, parecían reír interiormente de tales labores. Los gringostrasladabanlosárbolesdelsitiodondeloshabíahechonacerDios:¡ytodoporunamujer!…

Lasgentesdelpuebloeranmásatrevidasensus juicios, formulándolosagritos.Algunasmujeres,lasmejorvestidas,censurabanalamarquesa:

—¡Lagrandísima…tal!¡Lascosasqueloshombreshacenporella!

EnumerabanlosregalosdelcontratistaPirovani,tanregateadoryduroparalostrabajadores.TodoslosdíasdetrenlellegabanalamarquesapaquetesdeBuenosAiresoBahíaBlanca,pagadosporelitaliano.Además,uncarrocontonelnohacíaotrotrabajoquellevaraguadelríoalacasa.Aquellaseñoronanecesitababañarsecadaveinticuatrohoras.

—Eso no es natural. Debe tener en la carne algo que no quiere irse—afirmabansentenciosamentealgunasmujeres.

Paratodasellas,obligadasairvariasvecesaldíaconuncántaroacuestasde su vivienda al río, el carro del tonel representaba elmás inaudito de loslujos.¡Unbañodiarioenaquelpaís,dondeelmenorsoplodevientolevantabacolumnasdetierrasuelta,tanenormesyviolentas,queobligabanaencorvarsepararesistirmejorsuempuje!…Comomuchasdeestasmujeresllevabanaúnensuscabellerasyenlosdoblecesdesusropaselpolvodesemanasantes,lasenfurecíatalderrochedeagua,comounainjusticiasocial.

Una,paraconsolarse,recordómalignamentealingenieroTorrebianca.

—¡Yserácapazdevenirestatardeconlosqueridosdesumujer!…Pareceimposiblequeunhombreseatan…ciego.Debenmarchardeacuerdolosdos.

Todoslosquenoestabaninvitadosalafiestaypretendíanverladelejos,apoyadosenlaalambrada,seconsolabandesupretericiónhablandocontralaTorrebianca,susamigosysumarido.

Pasó Celinda a caballo, entre los grupos, lentamente y mirando conhostilidad el parque improvisado. Luego, para no oír los escandalosos

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comentariosdeaquellasmujeres,sealejóhaciaelpueblo.

González,sinperderdevistalapreparacióndelasmesas,hablabaaunosparroquianos de su establecimiento, mostrándoles el río. Era propicia laocasión para repetir, con una gravedad doctoral, muchas cosas oídas a sucompatriotaRobledo.

LosindioshabíandadoaesteríosunombredeNegroporlossufrimientosquelescostabaremontarlo,acausadesurápidacorriente.LosdescubridoresespañoleslotitularonríodelosSauces,porlagrancantidaddeárbolesdeestaespecie que cubría sus orillas. Habían disminuido mucho ahora, pero aúnrepresentaban el mayor obstáculo para su navegación, pues los troncos yraigones impulsados por la corriente batían como arietes a los barcos,quebrantándolos.Durantedossigloshabíapermanecidoinexplorado,creyendolosdescubridoresespañoles—acausadelosinformesdelosindígenas—enlaposibilidaddenavegarporélhastaChile,loqueharíadelríodelosSaucesuncanal entre el Atlántico y el Pacífico menos lejano que el estrecho deMagallanes.

Un misionero inglés intentaba su exploración para que su patria seapoderasedeestepaso,loquelapermitiríaatacarcómodamentelascoloniasdeEspañasituadasalbordedelPacífico.

—Entonces fue cuando los españoles, que habían tenido tantas cosas enqué ocuparse, por ser dueños de la mayor parte de América, creyeronnecesarioexplorarelrío.

Era un alférez de la Armada, llamado Villarino, el que acometía estaempresa difícil y de escasa resonancia en el último tercio del siglo XVIII,cuandoyacasitodalatierradeAméricaestabadescubiertaycolonizada.

—DonManuel—siguiódiciendoeldueñodelboliche—llamaaVillarinoelúltimorepresentantedelheroísmodescubridordelosespañoles.

Concuatrobarcaspesadísimaseinadecuadasparatalviaje,habíasalidodeCarmen de Patagones, en la costa atlántica, llevando por tripulación unossesenta hombres. Este puñado de marineros se internaban en un paístotalmenteinexplorado,enelquevivíanlosindiosmásirreductiblesyferoces.De las márgenes del río Negro partían las invasiones indígenas contra lastierras civilizadas del virreinato de la Plata: losmalones de jinetes cobrizosansiosos de robar ganados a los estancieros de Buenos Aires. Los cuatrobarcos de uno o dos palos iban a navegar centenares de leguas entre orillasdonde les esperaban en acecho los Aucas, tenidos por los indios mássanguinarioséindomables.

—Sólolosqueconocemoslacorrientedeesteríopodemoscomprenderloque representó aquella expedición, curso arriba y con buques de vela.

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Llevaban quince caballos para sirgar los barcos por la orilla en los pasosdifíciles. Cuatro veces los huracanes rompieron las arboladuras de lasembarcaciones.ConVillarinobrillóporúltimavez,comodicedonManuel,lagloriadelosconquistadoresespañoles.Laexpedicióndurómuchosmeses,ycomo no tenía baquiano del país que la guiase, se extravió con frecuencia,metiéndoseenríosafluentespararetrocederdespués…Buscabanelmarquelos indios asegurabanhaber visto con sus ojos, y efectivamente, al final delLimay, continuación del río Negro, se desemboca en un mar que essimplementeellagoNahuelHuapi…Lociertoesqueahoranadienavegaporeste ríomientrasno lo limpien, yningunode los exploradores actuales, aúncontando con las embarcaciones modernas, ha querido repetir el viaje delalférezVillarinohacesigloymedio.

Llevadoporsuentusiasmopatriótico,seguíaGonzálezmencionandotodoloquehabíaoídoaRobledo,perosusoyenteserancadavezmásescasos.Sealejaban, atraídos por los preparativos de la merienda, prefiriendo lacontemplacióndelasmesasaladelantiguoríodelosSaucesyaescucharelrelatodelashazañasdeljovenoficialdelamarinaespañola.

Iban aumentando considerablemente los grupos. Una banda de música,compuestadeunoscuantositalianosvecinosdeNenquen,empezóarasgarelaire con las estridencias de sus instrumentos de metal. Inmediatamente selanzaron a danzar algunas parejas. Don Antonio vio en esto una falta derespetoalorganizadordelafiesta.

—Nolosdejesbailarmientrasno llegue lamarquesa—ordenóaFriterini—.Laceremoniaesparaella,ydeseguroqueleparecerámuymalalseñordeCanteracqueempieceantesdetiempo.

Pero músicos y bailarines no hicieron caso alguno de sus escrúpulos ycontinuóelbaile.

Elenaestabamientrastantoenelsalóndesucasa,lujosamentevestidaparaasistiralafiesta.Teníaelrostroobscurecidoporungestodeenfado.

«Esto sólomeocurre amí—pensaba—.Llegar estanoticiaprecisamentehoy…¡Yaúnhayquienniegaloscaprichosdelafatalidad!»

Aquel día era de tren, y al empezar la tarde llegó el correo, recogido enFuerteSarmiento.

Torrebianca, con el rostro consternado, fue en busca de su mujer paramostrarleunacarta.

—Leeloqueacaboderecibir.Esdelnotariodemifamilia.

Esta carta, llegada de Italia, le daba cuenta de la muerte de su madre.«DesdequeustedsemarchóaAmérica,lasaluddelaseñoramarquesaquedó

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tan profundamente quebrantada, que todos esperábamos tal desgracia de unmomentoaotro.Hamuertopensandoenusted.Sunombrefueloúltimoquebalbuceóensuagonía.Adjuntoleenvíoalgunosdatossobresuherencia,quedesgraciadamentenoes…»

SuspendióElenatallecturaparamirarasumaridoconojosinterrogantes;peroésteteníalacabezainclinada,comoanonadadoporlanoticia.Dudóellaenhablar, y como transcurría el tiempo sinque el otro saliese de su actitudsilenciosa,dijolentamente:

—Supongoqueestesuceso,quenadatienedeinesperado,puestúmismolohaspresentidomuchasveces,novaaprivarnosdeasistiralafiesta.

LevantóTorrebiancaelrostroparamirarlaconojosdeasombro.

—¿Quéesloquedices?…Piensaqueesmimadrelaquehamuerto.

Ellafingióciertaconfusión,mientrasdecíabondadosamente:

—Sientomucho lamuertede lapobreseñora.Era tumadre,yestobastaparaquelallore…Peropiensaqueenrealidadnolavinunca,yella,porsuparte,sólomeconociópormisretratos.Tenserenidadyunpocodelógica…Poresadesgracia,ocurridaalotroladodelatierra,novamosaprivarnosdeasistir a una fiesta que representa enormes gastos para el amigo que la haorganizado.

Seaproximóasuesposo,diciéndoleconvozinsinuante,almismotiempoqueleacariciabaelrostroconunamano:

—Hayquesabervivir.Nadieconoceestadesgracia.Figúratequelacartanoha llegadohoyy sólopuedes recibirla en el correodepasadomañana…Quedamos en eso; aún ignoras la noticia yme acompañas esta tarde. ¿Quéadelantas con acordarte ahora? Tiempo te queda para pensar en ese sucesotriste.

Elmarquéshizosignosnegativos.Luegose llevóunamanoa losojos,yapoyandosuscodosenlasrodillasgimiósordamente:

—Eramimadre…¡Mipobremamá,quetantomequería!

Hubounlargosilencio.Torrebianca,comosinoquisieramostrarsudoloren presencia de su mujer, se refugió en una habitación inmediata. Elena,ceñudaymalhumorada,leoyógemirypasearsealotroladodelapuerta.

Así transcurrió mucho tiempo. Ella miró el reloj: las tres. Había quedecidirse. Hizo un gesto cruel y levantó los hombros. Luego fue hasta lapuertapordondehabíadesaparecidosuesposo:

—Quédate,Federico;noteocupesdemí.Irésola,éinventaréunpretextopara excusar tu ausencia. ¡Hasta luego, alma mía! Cree que si te dejo es

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únicamente por nomolestar a nuestros amigos. ¡Ay, las exigencias sociales!¡Quétormento!…

Tomaba su voz inflexiones de piadoso cariño, al mismo tiempo que lascomisurasdesubocasedilatabanenunrictusdecólera.

Sepusoelsombreroysalió.Desdeloaltodelaescalinatapudoverlacalleenteramentesolitaria.

Todalagentedelpuebloestabaenlosalrededoresdelparqueimprovisado.Canteracyelcontratista,cadaunoporsuparte,habíandeclaradofestivoaqueldía,imponiendoeldescansoasusobreros.

Frente a la casa había un carruajito de cuatro ruedas, cuidado por unmestizo.Éstedormíaenelpescante,conuncigarroparaguayoentresuslabiosgruesosyazules,mientrasunenjambredemoscaszumbabaentornoalrostrosudoroso.

Elenapensóensusadmiradores,queestaríanesperándola,impacientes.Sehabíanabstenidodevenirabuscarla,porqueeldíaanterior lesmanifestósudeseodepresentarsesinotroacompañamientoqueeldesuesposo.Unaseñoradebeevitarquelamaledicenciasecebeensusactos.

Cuandosedirigíahaciaelcarruajito,dejandoasusespaldaslacasa,oyóelruidodeungalope.Un jineteacababadesurgirdeunacallejuela inmediata.EraFlordeRíoNegro.

Porunaafinidadmisteriosaquemásbieneraunarepulsión,Elenaadivinósupresenciaantesdeverlaconsusojos.Sinesperaraqueelcaballohiciesealto,laintrépidaamazonasedeslizódelasilla.Luegofueaproximándose,conlatorpezadeljinetequeextrañaelcontactodelsuelo:

—Señora,unapalabranadamás.

Yseinterpusoentreellaylaestriberadelcarruaje,cerrándolaelpaso.

Apesardesuarrogancia,Elenasesintióemocionadaporlosojoshostilesde la muchacha. Fingió, sin embargo, altivez, y pareció preguntar con ungesto:«¿Esrealmenteamíaquienbusca?…»

Celinda la entendió, contestando con un movimiento afirmativo. Lamarquesahizootroademánindicandoquepodíahablar,ylaniñadeRojasdijoconexpresiónagresiva:

—¿Notieneustedbastantecontodosesoshombresalosquetraelocos?…¿Todavíanecesitarobarlosquepertenecenaotrasmujeres?

LarespuestadeElenafuemirarladepiesacabeza.Pretendíaconfundirlaconsusgestosdesuperioridad.

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—Joven, no la conozco—dijo—. Además, sospecho que existen entrenosotrasgrandesdiferenciasdecategoríayeducación,quenosimpidenseguirhablando.

Intentóapartarlaparaqueledejaselibreelpaso;peroCelinda,irritadaporsuairedespectivo,levantóelrebenquequellevabaenladiestra.

—¡Ah,demonioconfaldas!

Dirigió un golpe contra el rostro de Elena, pero ésta se puso en actituddefensiva, agarrando el brazo enemigo. Su cara quedó intensamente pálida,conlosojosagrandadosporlasorpresayunresplandorfelinoenlaspupilas.Luegohablóconunavozalgoronca:

—Muybien,joven,nosemoleste.Doyporrecibidoelgolpe.Esteregaloesde losquenoseolvidannunca,ycorresponderéaélcuando loconsidereoportuno.

SoltóelbrazodeCelinda,ycomoéstaparecíahaberdesahogadoyatodasucólera,lodejócaer,quedandoinmóvilycomoavergonzadadesuagresión.

Aprovechó Elena este desaliento momentáneo para subir al cochecito,tocando en un hombro a su conductor. Elmestizo había estado adormecidohastaentonces,conelcigarroen laboca,sinenterarsede loqueacababadeocurrirjuntoasuvehículo.

Apenassalierondelpueblo,vioElenaalolejoselparqueimprovisadoylamuchedumbrequerebullíaentornoaél.

Un jinete pasó al trote en dirección contraria, regresandodel lugar de lafiesta,ysequitóelsombreroparasaludarla.ElenareconocióaManosDuras,sonriendo maquinalmente a su respetuoso saludo. Luego, sin darse exactacuentadeloquehacía,lellamóconunamano.Elgauchohizodarvueltaasucabalgadurayseaproximóalcarruaje,marchandojuntoasusruedas.

—¿Cómoleva,señoramarquesa?…¿Porquéestátanpálida?

Elenahizounesfuerzoparaserenarse.Debíaguardaraúnensurostrolashuellasdelarecienteemoción,yellanecesitaballegara lafiesta tranquilaysonriente,demodoquenadieadivinaseelinsultoquehabíarecibido.

ComosiquisieraterminarcuantoantessuconversaciónconManos

Duras,lepreguntóconforzadaalegría:

—Ustedmedijounavezquemeapreciamuchoyestádispuestoahacerloqueyolemande,porterriblequesea.

Se llevó Manos Duras una mano al sombrero para saludar, y sonrió,mostrandosusdientesdelobo.

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—Ordeneloquequiera,señora.¿Deseaquemateaalguien?

Yalmismotiempolamirabaconojosdedeseo.Ellahizounfalsogestodesusto:

—Matar,no…¡quéhorror!¿Porquiénmetoma?…Elservicioquetalvezlepidaserámuydulceparausted…Yahablaremos.

Temiendoque el gauchoprolongase sus palabras dedespedida, le indicócon un ademán enérgico que debía retirarse.Ya estaba cerca del sitio de lafiesta,ynoeraconvenientellegarsinsumaridoycontalacompañamiento.

ManosDurascontuvosucaballomientrassealejabaelcarruaje,Durantealgunosminutossiguióconlosojosaaquellamujer,lamásextraordinariaquehabíaencontradoensuvida;yaldejardeverla,sumiradademastínsumisovolvióarecobrarunadurezaagresiva.

Iban entrando los invitados en el parque artificial, bajo la curiosidadenvidiosadelpopulacho,mantenidomásalládelaalambradaporlavigilanciadel comisario y sus cuatro hombres. Estos invitados eran comerciantesespañolese italianosestablecidosen laspoblacionesmáscercanasyalgunosvenidosdelalejanaisladeChoele-Choel,lugarhastadondelleganlosescasosbarcosquepuedenremontarelríoNegro.Tambiénloscapatacesymecánicosdelasobrasacudíanconsusmujeres,quehabíansacadoaluzlosvestidosdefiesta,usadosúnicamentecuandoibanaBahíaBlancaoaBuenosAires.

Robledo paseaba por las cortas avenidas de este parque admirandoirónicamente la absurdacreacióndeCanterac.Moreno le ibamostrandoconciertoorgullotodaslasparticularidadesdelaobradirigidaporél.

—Lomásnotableesunaespeciedecenador,omejordicho,desantuariodeverduraquehayalfinaldelaarboleda.Seguramentequeelcapitánquerrállevarallíalamarquesa.Peroellaeslistaysabeescurrirse.

GuiñabaunojomaliciosamentealhablardelospropósitosdeCanterac,yacontinuación semostrabagravepara afirmar la cordurade lamarquesa,que«noeralamujerqueseimaginabanmuchos».

Sedisponíaamostraralespañolelfamoso«santuariodeverdura»,cuandoleabandonórepentinamente,mascullandoexcusas,paracorrerhacialaentradadel parque. Elena acababa de llegar. Lomismo queMoreno, corrieron a suencuentrolosotrossolicitantes;peroella,despuésdesaludaralostres,mostrósu predilección porWatson, que también había salido a recibirla. Conversócon los demás, pero sin apartar deRicardo sus ojos acariciadores.Robledo,que examinaba al grupo desde lejos, se enteró inmediatamente de estapredilección.

Contrariado por su descubrimiento, fue aproximándose para saludar a la

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Torrebianca.LuegoinvitóaWatson,conademanesypalabrasenvozbaja,aque se fuese con él; pero el joven fingía no entenderle.Al fin, el ingenierofrancés,queporserelautordelafiestamostrabaunasuperioridadabsorbente,se interpuso entre Elena y los demás hombres, ofreciéndola el brazo paraenseñarletodaslasbellezasdesuinvenciónforestal.RobledoaprovechóestoparatocaraRicardoenlaespalda,invitándoleadarunpaseoporlaarboleda.Apenas quedaron solos, el español se expresó con un tono bondadoso,señalandoalamujerquesealejabaapoyadaenunbrazodeCanterac.

—Tenga usted cuidado, Ricardo. Creo que esa Circe también deseasometerloasusencantamientos.

Watson, que siempre le había escuchado con deferencia, le miró ahoraaltivamente.

—Tengobastantesañosparamarcharsolo—contestóconsequedad—;yencuantoaconsejos,démeloscuandoyoselospida.

Ymurmurandootraspalabrasininteligibles,levolviólaespaldaparairenbuscadeElena.

Quedóelespañolasombradoporlabruscarespuestadesusocio.

Despuéssintióindignación.

«¡Esamujer!—pensó—.¡Hastavaaquitarmeelmejordemisamigos!…»

Empezaba la parte más interesante de la fiesta para muchos de losinvitados. Friterini dio voces, dirigiendo a las mestizas encargadas delservicio. Sobre las mesas, hechas con tablas y caballetes y que tenían pormantelessábanasreciénlavadas,fueronapareciendolosmanjaresmásricosyextraordinarios del «Almacén del Gallego» y otros despachos de bebidas yalbergueríasexistentesenlascoloniasinmediatasalríoNegro.EranmanjaresdeEuropaydelaAméricadelNorte,queteníanunsaboralargoencierro,aestañoyahojalata:carnesdecerdodeChicago,salchichasdeFrancfort,foiegrasfrancés,sardinasdeGalicia,pimientosdelaRioja,aceitunasdeSevilla,todovenido,atravésdelOcéano,enbotesmetálicosocubiletesdemadera.

Lomásextraordinarioeranlasbebidas.Sóloalgunosgringosprocedentesde los llamados «países latinos» buscaban las botellas de vino tinto. Losdemás,especialmenteloshijosdelpaís,considerabanloslíquidosdecolordesangrecomounabebidaordinaria,apreciandolaclaridadyeltonoblancodelosvinoscomosignodearistocracia.Resonabancontinuamentelostaponazosdelchampaña.Algunosbebíanelvinoespumosocomosifueseaguadelrío.

—EstoescaroenEuropa—decíaunrusodepelolargoygrasiento—;peroaquí,¡conladiferenciadelcambio!…

Moreno,hombredeorden, considerabacon inquietud la sedcrecientede

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los invitados. Al mismo tiempo hacía recomendaciones de parquedad yprudenciaenelservicioalentusiastaFriteriniconpalabrasdeslizadasalpasoymisteriososademanes.

«¡Con tal que alcancen los pesos de Canterac!—pensaba—.Empiezo acreerquenotendremosbastanteparapagarlotodo.»

Mientrastanto,elingenierofrancésavanzabaentrelosárbolescon

Elenaosedeteníaparamostrarlelosejemplaresmáscorpulentos.

—Esto no es el parque de Versalles, bella marquesa—dijo imitando losademanesgalantesdeotrossiglos—,perorepresenta,apesardesumodestia,elgraninterésquetieneunhombreenserleagradable.

Pirovani,fingiéndosedistraído,ibadetrásdeellosaciertadistancia.Leeraimposible ocultar el despecho que le producía esta fiesta ideada por suadversario. Reconocía que nunca hubiera sabido inventar él algo semejante,¡Lomuchoquesirvehaberestudiado!…

Según iba avanzando por el bosque artificial, procuraba empujardisimuladamente losárbolesmáspróximosparahacerloscaer.Peroestemaldeseo resultaba inútil.Todossemantenían firmes.Aquel imbécildeMorenohabíahechobienlascosasalayudaraCanterac.

Sintió frío en sus extremidades y que toda la sangre se le agolpaba alcorazónviendocómoseocultabalaparejaenuntupidocenadorderamaje,alfinaldeunaavenida.Eraelfamoso«santuario»deloficinista.

—Lareinapuedesentarseensutrono—dijoCanterac.

YmostróaElenaunbancorústico rematadoporunaespeciededoseletehechoconguirnaldasdefollajeyfloresdepapel.

Excitadoelfrancésporlasoledad,hablócongranvehemenciadesuamoryde losgrandes sacrificiosqueestabadispuestoahacerporElena.Muchasveceshabíadicholomismo,peroahoraestabansolosyaquellafiestaparecíahaberaumentadosuagresividadpasional.

Ella,quesehabíasentadoenelbancorústico,teniendocercaalingeniero,mostró cierta inquietud, aunque sin perder por esto su sonrisa tentadora.Canterac le cogió ambasmanos e inmediatamente quiso besarla en la boca.Como la Torrebianca esperaba la agresión, se defendió a tiempo, haciendoesfuerzosporrepelerle.

Sehallabanenestalucha,cuandoaparecióelcontratistaenlaentradadelcenador.Peroningunodelosdospudoverle.Canteracseguíaocupadoensutenaz propósito de besarla; y ella, olvidando sus remilgos de coqueta, lorepelíaviolentamente.

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—Estonoes leal—dijoconvoz jadeante—.Deboestardespeinada…Vaustedarompermisombrero…¡Estesequieto!Siinsisteusted,leabandono.

Viósealfinobligadaadefendersecontalbrusquedad,quePirovanicreyóllegado el momento de intervenir, avanzando resueltamente dentro delcenador.Elingeniero,alverle,abandonóaElena,poniéndosedepie,mientraslamujerreparabaeldesordendesupeinadoysusropas.Losdoshombressemiraronfijamente,yelitalianoconsiderónecesariohablar.

—Muestraustedmuchaprisa—dijoconironía—encobrarselosgastosdesufiesta.

ResultabataninauditoparaCanteracqueunsimplecontratistaseatrevieseainsultarleallímismo,enelcostosoparqueinventadoporél,quepermanecióalgunosmomentos sin poder hablar. Luego, su cólera de hombre autoritarioestallóconfríallamarada.

—¿Conquéderechomehablausted?…Debí abstenermede invitar aunemigrantesineducación,quehahechosudineronadiesabecómo.

SeenfurecióPirovani,peroconunacóleraardiente,alrecibirtalinsultoenpresenciadeElena.Ycomo suviolenciade sanguíneonecesitabapasar a laacción, por toda respuesta se arrojó sobre el ingeniero, abofeteándole.Inmediatamente los dos hombres se agarraron, luchando a brazo partido,mientras la Torrebianca, perdida la serenidad, empezaba a dar voces deespanto.

Acudieronlosinvitados,siendodelosprimerosenpresentarseRobledoyWatson, cada cual por un lado distinto. El ingeniero y el contratista,estrechamente agarrados, rodaban por el suelo, derribando gran parte del«santuariodeverdura».

Pirovani,máscarnudoyvigorosoqueCanterac, losofocabaconsupeso.Lacóleralehacíaolvidartodoloquesabíadeespañol,ylanzabablasfemiasenitaliano,aludiendoalaVirgenyalamayorpartedeloshabitantesdelcielo.Además, pedía a los que intentaban separarlos que le dejasen comersetranquilamente los hígados de su rival. Había vuelto en unos segundos losañosdesuadolescencia,cuandoseaporreabaconloscompañerosdepobrezaenalgunatrattoriadelpuertodeGénova.

A fuerzade tironesy algúnqueotropuñetazo, varios hombresdebuenavoluntad consiguieron separar a sus dos jefes. Watson, despreciando a loscombatientes,habíacorridohacialamarquesa,colocándosedelantedeellaenactituddefensiva,comosileamenazasealgúnpeligro.

Robledomiró a losdos adversarios.Contenidocadaunode ellosporungrupo, se insultaban de lejos, con los ojos inyectados de sangre y la lengua

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estropajosa. Ambos habían olvidado de repente el español, y cada unobarboteabalaspeorespalabrasdesurespectivoidioma.

Luegocontemplóa lamarquesadeTorrebianca,quesuspirabacomounaniña,apoyándoseenWatson.

«¡Sólonosfaltabasemejanteescándalo!—sedijo—.Temoquealguienvaamorirporculpadeestamujer.»

XIII

AcabaronsucenasilenciosamenteWatsonyRobledo,preocupadosporloquehabíaocurridohorasantesenelparqueinventadoporCanterac.

Unobstáculo invencibleparecíahaberse levantado entre losdos.Watsontenía el rostro sombrío y evitabamirar aRobledo. Éste, al poner de vez encuandolosojosensuasociado,sonreíaconunaexpresiónamarga.PensabaenElena,dominadoraymalvada,quetalvezhabíaaconsejadoaRicardocontraél.

Selevantóeljovendelamesa,saludandoconalgunaspalabrasconfusas,ytomóelsombreroparasalir.

«Va a verla—se dijo el español—. Ya no vive tranquilo si no está a sulado.»

En la calle central encontró Watson muchos grupos discutiendoacaloradamente. Los rectángulos rojos que proyectaban sobre el suelo laspuertasdelbolicheeraneclipsadosconfrecuenciaporlassombrasdelosqueentraban y salían. Adivinó que todos disputaban sobre lo ocurrido aquellatarde,tomandopartidoporelingenierooporelcontratista.

Al llegar a la casa deElena, salió a recibirle Sebastiana en lo alto de laescalinata.Lamestizatambiénsemostrabapreocupadapor lossucesosdelatarde.

MiróaRicardoconseveridad,pensandosindudaenlaniñadelaestancia.¡Ay, los hombres! Hasta este gringo que ella creía buenazo resultaba tanperversocomolosotros.

Pasóadelanteel joven,sin fijarseen talmirada,yencontróenelsalónaElenaqueparecíaesperarle.

Quisoocuparunabutaca,perolamarquesaseopuso.

—No;aquí,amilado.Asínadiepodráoírnos.

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Yloobligóasentarseenelsofá,juntoaella.

Teníaelrostropálidoylamiradadura,comosiaúnestuvieseconmovidapor recientes y desagradables impresiones. La pelea de Pirovani yCanterachabíapasadoasegundotérminoensumemoria.Lemolestabamás,haciéndolaestremecersedecólera,laimagendeCelindaconellátigolevantado.

PeroolvidósurencoralverqueRicardoacudíapuntualmente,atendiendoelruegoqueellalehabíahechoalanochecerparaquepasaselaveladaensucasa.AlnotarqueWatsonmirabacon inquietud laspuertasdel salón, creyóoportunotranquilizarlo.

—Nadievendrá.Mimaridoestá en su cuarto, quebrantadoporunamalanoticia que ha recibido de Europa… Una desgracia de familia queesperábamoshacetiempo;algoqueenrealidadnomeinteresamucho.

Luegocambiódegestoydevoz,paracontinuarhablando.

—¡Cuántoagradezcoquehayaustedvenido!…Temblabaante la ideadepasar sola estas horas de la noche. ¡Me aburro tanto aquí!… Por eso lesupliquéhoy,cuandonosseparamos,quenomeabandonase…

Y al decir esto tomó una mano de Watson, contemplándole al mismotiempoconojosacariciadores.

Eljovensesintióhalagadoensuvanidadmasculinaporestamirada,perosurgióensumemoriainmediatamenteelrecuerdodeloocurridoaquellatarde.

—¿Porquéhanreñidoesosdoshombres?…¿Fueporusted?…

Quedó ella indecisa; y al fin, entornando los ojos, contestó con ciertoabandono:

—Talvez;peroyolosdesprecioalosdos.Paramísóloexisteusted,

Ricardo.

Pusosusmanosenloshombrosdeél,yalhaceresto,parecióestirarseconfelinaondulación,aproximandosurostro.

—Sospecho—murmuró—quevamosairtalvezmásalládeloslímitesdeunasimpatíaamistosa.¡Meinteresaustedtanto!…

Excitados por la soledad, sentían ambos en su interior la audacia de undeseovehemente.Ibanacorrerenbrevesminutosuncaminoqueaél,ensuinexperiencia, le había parecido siempre que exigiría larguísimas jornadas.Elenapensó en la amazona juvenil quehabíaqueridogolpearla.Suvanidadultrajada y el deseo de vengarse le hicieron adoptar mentalmente cínicasresoluciones, celebrándolas conuna risa oculta quepareció reflejarse en susojos.

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«Yaqueerescelosa—pensaba—,debesserloconmotivo.Yotedevolveréellatigazo.»

Además,alrecordarcómoaquellosdoshombressehabíangolpeadoensupresencia,sinqueesto lecausaseprofundaemoción,creyó,conun ilogismopropiodesucerebrodesordenado,queelmediomásseguropararestablecerlapazentreamboseraqueellaseentregaseauntercero,másdignodesuinterés.

Watson,porsuparte,considerabaaestamujermáshermosayapetecibledespués que dos hombres habían intentado matarse a causa de ella. Unasensación de orgullo varonil, de vanidad sexual, se mezclaba con lasemocionesqueibandespertandoensuinteriorlaspalabrasdelaTorrebiancayelcontactodesucuerpo.

Al descansar ella las manos sobre sus hombros, había acabado porjuntarlas, y poco a poco el joven se sintió aprisionado por unos brazosadorables. Algo se reanimó en su pensamiento, como una llamamoribundaqueresucita.CreyóverelrostronobleytristedesucompañeroTorrebianca,einmediatamente quiso hacer un movimiento negativo y echarse atrás,repeliendoaElena…Nopodíatraicionarauncamarada.Erainnobleprocederasí,estandobajoelmismo techoqueelotroyseparadodeél solamenteporunostabiques.LuegosevioasímismoyvioaCelinda,cuandomarchabanlosdosalegrementeporelcampo.Quisomoverotravezsucabezanegativamenteyparpadeóconunaexpresiónangustiosa,pretendiendodefenderseyteniendoalmismotiempolacertidumbredequeleseríaimposible.

«¡PobrecitaFlordeRíoNegro!»,pensó.

Losbrazosquerodeabansucuello leoprimierondulcementeytirarondesucabeza,inclinándolapocoapocohaciaelrostrofemenilqueavanzabaunoslabiosávidosyaudaces.Lasdosbocasacabaronporunirse,yRicardopensóqueesebesoibaaserinterminable.

Experimentaba lasorpresadelquealentrarenunpalaciomaravillosovefrancas las puertas de un segundo salón todavía más admirable, y luegopenetra en un tercero que le parece superior, perdiéndose en lontananza lasucesión de habitaciones deslumbradoras abiertas ante él. Cuando seimaginabahaberposeídoporenteroaquellaboca,loslabiosseentreabríanconun bostezo de fiera, dejándole avanzar para revelarle inéditos contactos deestremecedoravoluptuosidad.Creíayaagotadastodaslassensacionesocultasentreaquellasdosvalvascarnosas,suavesyhúmedas,ynuevosescalofríosdeplacerbajabanverticalmenteporeldorsodesucuerpo.

Pensó confusamente, en aquel momento, lo mismo que todos lospersonajes simples de la Presa que corrían enloquecidos detrás de laTorrebianca: «Esta es la verdadera mujer. Sólo merecen admiración las

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hembrasquehanconocidolavidaelegante.»

Vagaronlasmanosdeélsobrelosrelievesdelcuerpoadorable,intentandolibertarlosdelencierrodelasropas…

Deprontoserepelieronlosdosconelempellóndelasorpresa,procurandoalmismotiemporeparareldesordenexternodesuspersonas.Alotroladodela puerta, Sebastiana golpeaba lamadera con los nudillos, pidiendo licenciapara entrar. Lamestiza era demasiado bien criada para abrir una puerta sinpermiso;peroantesdesolicitarlo,creíaoportunosiempremirarunpocoporelojo de la cerradura. Cuando asomó al fin la cabeza entre las dos hojas demadera,dijobajandosusojosmaliciosos:

—MiantiguopatróndonPirovaniquierevera laseñora.Pareceque traeprisa.

RicardoselevantóparairseyElenalerogóquesequedase,prometiendodespedirenunmomentoalintruso.Peroeljovensehabíaserenado,dándosecuentadelpeligroqueacababadecorrer,yquisoaprovecharestaocasiónparamarcharse,antesdequedarotravezasolasconella.Casitropezóenlapuertaconelcontratista,queentrabasaludandodesdelejosala«señoramarquesa».Estrechósumanoydesaparecióinmediatamente.

Elena no quiso ocultar la cólera que le había producido esta visitainoportuna,yrecibióalitalianoconvisiblemalhumor.

Semantuvo de pie para hacerle comprender que su entrevista debía sercorta; pero el otro, distraído por sus preocupaciones, pidió permiso parasentarse, y antesdeque ella respondieseocupóun sillón.LaTorrebianca selimitóaapoyarsucuerpoenelbordedeunamesa.

—Mimaridoestáalgoenfermo—dijo—,ynecesitoatenderle…Noescosadecuidado:laemociónporunadesgraciadefamilia.Perohablemosdeusted:¿quéletraeaquíaestashoras?…

TardóPirovaniencontestar,paraquedeestemodosuspalabrasresultasenmássolemnes.

—ElseñordeCanteraccreequedebamosbatirnosamuertedespuésdelodeestatarde.

Ella, que sólo pensaba enWatson y estaba nerviosa por la presencia delhombre que lo había ahuyentado, hizo un leve gesto revelador de que lanoticianoleinteresaba.Luegoprocuródisimularsuindiferencia,diciendo:

—Noencuentroextraordinarialaproposición.Siyofuesehombre,haríalomismoqueél.

Pirovani, que vacilaba hasta poco antes por creer disparatado el reto de

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Canterac,selevantódesusillónconaireresuelto.

—Entonces—dijo—,siaustedleparecebien,nohaymásquehablar.Mebatiré con el francés yme batiré si es preciso conmediomundo, para queustedseconvenzadequesoydignodesuestimación.

AlhablarasíhabíatomadounamanodeElena,peroestamanolepareciótanblandaymuerta,quetuvoquesoltarla,descorazonado.Ellahizoungestodecansanciomirandohaciaelinteriordelacasa,dondeestabasumarido.Estegesto indicó a Pirovani que debía marcharse, y el contratista se apresuró aobedecerla;peromientrassedirigíahacia lapuerta todavía laatormentóconpalabras y gestos de enamorado que desea inspirar admiración por suheroísmo.

CuandoElenaseviosola,llamóagritosaSebastiana.Lamestizatardóenpresentarse.Habíatenidoqueirhastalapuertadelacalle,acompañandoasuantiguopatrón.

—VeasipuedealcanzaralseñorWatson—ordenóElenaapresuradamente—.Nodebeestarlejos;dígalequevuelva.

Lamestizasonrió,bajandosusojosparadecirconfingidasimplicidad:

—Noesfácilalcanzarlo.Saliódisparado,comosihuyesedeldemonio.

Alabandonarsuantiguacasa,sedirigióPirovanialadeRobledo.Ésteleíaun libro apoyándolo en la lámpara de petróleo que ocupaba el centro de sumesa. Al ver entrar al contratista, le saludó con gestos y exclamaciones dereproche.

—Pero¿quéhasidoeso?…Unhombredesuedadydesucarácter…¡Niquefueseustedunmuchachodequinceañosquesepeleaporlanovia!…

Elitalianorepelióconaltivoademánestaadmonición,juzgándolatardía,ydijosolemnemente,comosileenorgulleciesensuspropiaspalabras:

—MebatoamuerteconelcapitánCanterac,yvengoabuscarleparaqueustedyMorenoseanmispadrinos.

ProrrumpióRobledoenexclamacionesdeescándalo,almismotiempoquelevantabalasmanosparahacermáspatentesuprotesta.

—¿Ustedcreequeyovoyamezclarmeensusdisparatesyaparecer tanfaltodejuiciocomoustedocomoelotro?…

YsiguióhablandocontralaabsurdapeticióndePirovani,peroéstemovíala cabeza con tenacidad haciendo signos negativos. Estaba resuelto a tododespuésdehaberoídoaElena.

—Yo soy un hombre de origen humilde—dijo—, un hombre que sólo

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conoce el trabajo, y necesito demostrar que no le tengomiedo a ese señoracostumbradoalmanejodelasarmas.

Robledo se encogió de hombros al oír unas palabras que considerabaabsurdas.Alfinsecansódeprotestarenvano.

—Veoqueesinútilquererinfundirleunpocodesentidocomún…Bueno;accedo a representarle, pero con la condición de que será para arreglar elasuntológicamente,evitandoelduelo.

Elcontratistatomounaactitudcaballeresca,comosiacabasederecibirunaofensa.

—No;eldueloloquieroamuerte.Yonosoyuncobardenihevenidoenbuscadearreglos.

Luegoexpresóloqueverdaderamentepensaba.

—Aunquenoherecibidounaeducaciónbrillante,séloquehayquehaceren casos como el presente. Conozco, además, la opinión de personas muyaltamentecolocadas.Debobatirme,ymebatiré.

Dijo esto con tal sinceridad, que Robledo pensó en Elena al oírlemencionarlas«altaspersonas»quelehabíanaconsejado.Lemiróconlástima,manifestandoacontinuación,deunmodobrusco,quesenegabaaapadrinarle.

Convencido Pirovani de que nada conseguiría, se despidió de él,dirigiéndosealacasadeMoreno.

Al día siguiente, en las primeras horas de lamañana, don Carlos Rojasrecibió una visita. Estaba en la puerta del edificio principal de su estancia,cuandoviollegaraunjinetevestidocomoesdeusoenlasciudadesysobreuncaballejoquelehizosonreír.Eraeloficinista.

—¿Adónde va montado en ese mancarrón?… Eche pie a tierra. ¿No leparecequetomemosunmate,amigazo?…

Entraron los dos en aquella pieza que servía de salón y despacho a donCarlos, y mientras una criadita preparaba el mate, vio el oficinista por unapuertaentreabiertaalahijadeRojassentadaenunabutacademimbres,conaire pensativo y triste. Llevaba traje femenil, y al abandonar las ropasmasculinasparecíahaberperdidosuaudaciaalegredemuchachorevoltoso.

La saludóMoreno desde el otro lado de la puerta, y ella contestó a susaludomelancólicamente.

—Ahílatieneusted—dijoelpadre—;pareceotra.Cualquieracreeríaqueestáenferma.Soncosasdelospocosaños.

Sonrió Celinda con indolencia, haciendo un signo negativo al oír la

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suposición de su enfermedad. Después abandonó aquella habitación,demasiado inmediataaldespacho,paraque losdoshombrespudieranhablarlibremente.

Cuandohubierontomadoelprimermate,Rojasoficióuncigarroá

Morenoparaque«pitase»,yencendiendoelsuyosepreparóaescuchar.

—¿Quéletraeporestospagos,tinterillo?…Porqueustednoeshombredeacaballo,ycuandoechaunagalopadadebeserporalgo.

Eloficinista,alqueapodaba«tinterillo»elestanciero,siguiófumandoconlacalmadeunorientalqueconsideraconvenienteexcitarlacuriosidaddesuinterlocutorantesdeemprenderlaconversación.

—Usted,donCarlos—dijoalfin—,fueensujuventudhombredearmas.Me han contado que cuando vivía en Buenos Aires tuvo varios duelos porasuntosdehembras.

MiróRojasaun ladoyaotro,por si laniñaandabacercaypodíaoírle.Luego sonrió con la vanidad que sienten los hombres entrados en años alrecordar las audacias y desafueros de su juventud, y dijo con una falsamodestia:

—¡Bah!¡Quiénseacuerdadeeso!Muchachadas,ché;cosasqueseusabanentonces.

CreyónecesarioMorenohacerunalargapausa,yañadió:

—El ingeniero Canterac y el contratista Pirovani se batirán mañana enduelo…Peroeldueloesamuerte.

DonCarlosmostrósinceramentesuextrañeza.

—¿Peroaúnestándemodaesascosas?…¡Yaquí!¡enplenodesierto!

Moreno hizo gestos afirmativos y quedó silencioso. Calló también elestanciero, mirándolo interrogativamente. ¿Y qué tenía que ver él con todoesto?…¿Acasohabíahechoelviajeporelsimpleplacerdedarletalnoticia?…

—Canterac—dijo el oficinista—tiene por padrinos al marqués deTorrebianca y al gringo Watson. Como los dos son ingenieros, no puedennegarunserviciotanimportanteauncamarada.

ARojas leparecióestomuynatural.Pero¿quépodía importarleaélquelospadrinosfuesenunosofuesenotros?

—Pirovanisólocuentaconmigo—siguiódiciendoMoreno—,yyovengoabuscarle,donCarlos,paraquemesaquedelapurocomohombredearmas,yseatambiénpadrinodelitaliano.

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Protestóelestancieroconvehemencia.

—¡Déjese de macanas, ché!… ¿Por qué voy a mezclarme en esosentreveros de las gentes del campamento, cuando todos son amigos míos?Además, ya estoy viejo para meterme en tales cosas y no quiero hacer unpapelón.

InsistióMoreno,ydurante algunosminutosdiscutieron losdoshombres.Al fin don Carlos pareció ablandarse seducido por el misterio que creíaentreverenestedueloinesperado.Valiéndosedesucondicióndepadrino,talvezaveriguaríacosasmuygraciosaseinteresantes.

—Bueno, ché; será como usted quiere. ¡Qué no me hará hacer estetinterillo!

Luego sonrió picarescamente, golpeando al oficinista en una pierna, almismotiempoquelepreguntababajandolavoz:

—¿Ypor qué quierenmatarse? ¿Cuestión demujeres?…De seguro queandadepormedioesamarquesaqueatoditoslostraelocos.

TomóMorenounaactitudmisteriosa,almismotiempoquese llevabaundedoaloslabiosparaimponerlesilencio.

—Prudencia,donCarlos.Piensequeelmarquéstrataráconnosotroscomopadrino,yporserexpertoenestodelosduelostalvezdirijaelcombate.

El estanciero empezó a reír, dando nuevos golpes en las piernas de suamigo. Fue tal su risa, que en ciertos momentos se llevó una mano a lagargantacomositemieraahogarse.

—Pero¡quélindo,ché!…Yeselmaridoelquevaadirigireldesafío…Ylos otros dos se pelean por sumujer…Pero ¡qué gringos tan sabrosos!Megustarávereso…¡Cosabárbara!

Luegoañadió,serenándose:

—Síqueaceptoelserpadrino.EsovalemásqueunacomediaenBuenos

Airesounadeesashistoriasdelbiógrafoquetraenlocaaminiña.

Amedia tarde, luegodehaberalmorzadoen laestanciadeRojas,volvióMorenoalaPresayechópieatierrafrentealaantiguacasadePirovani.

Torrebianca se paseaba por la habitación que le servía de despacho. Ibavestidodelutoysuaspectoeraaúnmástristeydesalentadoqueenlosdíasanteriores.Alpasearsesedeteníaalgunasvecesjuntoasumesa,dondeestabaabiertaunacajadepistolas.Habíapasadounapartedelatardelimpiandoestasarmas o contemplándolas pensativo, como si su vista evocase lejanosrecuerdos.Cuandoolvidabalaspistolasmirabaunafotografíapuestasobrela

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mismamesayqueeraladesumadre.Estacontemplaciónhumedecíasusojos.

Moreno,despuésdesaludarle,seapresuróadecirqueyahabíaencontradocompañero y venía autorizado plenamente por él para la discusión de lospreparativos del combate. Elmarqués aprobó con un saludo ceremonioso yluegolefuemostrandosuspistolas.

—Las traje de Europa, y han servido varias veces en lances tan gravescomoelnuestro.Examínelasbien;notenemosotras,ydebenseraceptadasporlasdospartes.

Eloficinistamanifestóqueteníaporinútilesteexamen,aceptandotodoloquehicieseelotro.

Siguió hablando el marqués con una dignidad caballeresca queimpresionabaaMoreno.

«Este pobre señor—pensó—no conoce su verdadera situación. Y es unhombrebuenoypundonoroso:uncaballeroqueignoralosactosdesumujeryeltristepapelquevaarepresentar.»

Mientraselargentinolemirabaconsimpáticaconmiseración,

Torrebiancasiguióhablando.

—Comoningunodelosdosquieredarexplicaciones,ylasinjuriassondeindiscutible gravedad, el duelo lo concertaremos amuerte. ¿No opina ustedasí,señor?…

El oficinista, que se había puesto muy serio al darse cuenta de laimportanciadeestaconversación,aprobósilenciosamenteconmovimientosdecabeza.

—Mi representado—continuo elmarqués—no se contenta conmenos detrestirosaveintepasos,pudiendoapuntardurantecincosegundos.

Parpadeó Moreno para expresar el asombro que le producían talescondiciones, y quiso negarse a admitirlas; pero se acordó de una segundaconversaciónquehabía tenidoconPirovaniaquellamañana, antesde ir a laestanciadeRojas.

Parecía transfigurado el italiano por un entusiasmo belicoso. Celebrabaestaocasiónque le ibaapermitirmostrarseante la«señoramarquesa»en lamismaactituddeunhéroedenovela.

«Aceptotodas lascondiciones—habíadichoaMoreno—porterriblesquesean.Quiero hacer ver que, aunque empecé comoun simple trabajador, soymásvalienteymáscaballeroqueesecapitán.»

Acabóeloficinistapormoverotravezsucabezaafirmativamente.

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—Estanoche—continuóelmarqués—nosreuniremos loscuatropadrinosencasadeWatsonparafijarporescritolascondiciones,ymañanaaprimerahoraseráelencuentro.

Manifestó el representante de Pirovani que don Carlos Rojas no podríaasistiratalreunión,porhaberidoaFuerteSarmientoenbuscadeunmédicoquepresenciaseelduelo;peroélsuscribiríatodoslosdocumentosnecesariosennombredesuamigo.Ylosdospadrinosdieronporterminadasuentrevista.

AlsalirMorenodelacasavioalcomisariodepolicíajuntoalaescalinata,comosiestuvieraesperándole.DonRoqueseexpresóconindignación.

—Ustedes se figuran que pueden hacer lo que quieran, como si en estatierranohubieseautoridad,niley,ninada,yaúnmandasenenellalosindios.Yosoyelcomisariodepolicía,¿sabe,ché?ymiobligaciónesimpedirquelosdemáshaganlocuras.Dígamecuándoseráesodelduelo…Necesitosaberlo.

Moreno se resistió a hacer tal revelación, y el comisario, en vista de surebeldía,fuedulcificandoeltonodesuvoz.

—Dígameloynoseacachafaz.Piensentodosustedesquenoestábienqueocurranaquí talescosashallándomeyopresente.Dígamecuándoseráeso…paramarcharmeantes.

Le habló al oído el padrino, y él estrechó su mano agradeciendo laconfidencia.Luegofueenbuscadesucaballo,queestabacerca,yalponerelpieenelestribo,dijoenvozbaja:

—Voyapasar lanocheenFuerteSarmiento,ynovolveréhastamañanaporlatarde…Haganloquequieran.Yoloignorotodo.

XIV

Empezaban a retirarse los parroquianos más trasnochadores del boliche,cuandollegóRobledoantelacasaocupadaporElena.

Subióconpasosquedos laescalinata, llamandodiscretamentea lapuertadespués de unos instantes de vacilación. La puerta se abrió al poco rato,asomando a ella Sebastiana, sorprendida por este llamamiento cuando iba aacostarse.

Llevabaladuracabelleradivididaennumerosastrenzas,cadaunaconunlacitoenlapunta,yprocurabataparseconlaenormeredondezdesusbrazosunapartedelpechocobrizo,nomenosexuberante,puestoaldescubiertoporeldesabrochado corpiño. Sus ojos iracundos y anunciadores del chaparrón de

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malaspalabrasconquepensabaacogeralimportunosedulcificaronviendoaRobledo,yantesdequeéstehablase,dijoellaconamabilidad:

—Lapatronaestáensudormitorioyelmarquéshasalidoconsumalditacajadepistolas.Yocreíaqueestabadondeusted…Entre,donRobledo;voyaavisaralaseñora.

El ingeniero sabía bien que Torrebianca estaba en su casa con los otrospadrinos;peronecesitabahablaraElenaurgentemente.Apesardesudeseo,retrocedió al ver que Sebastiana le abría toda la puerta invitándole a pasaradelante.Tuvomiedodeencontrarseasolasconlamarquesaenelsalón.Suentrevista debía ser breve.Además, podía llegar elmarido y le sería difícilexplicarsupresenciaallí,cuandomomentosanteshabíahabladoconélensupropiavivienda.

—Espocacosaloquequierodeciratupatrona…Serámejorqueseasomealaventanadesudormitorio.

Cerró la mestiza la puerta, y Robledo avanzó por la galería exterior,pasandoantediversasventanas.Alpocoratoseabrióunadeéstasyaparecióen ella la marquesa con la cabellera suelta y una bata colocadanegligentementesobresushombros,dejandoaldescubiertogranpartedesusbrazosydesupecho.

Sehabíavestidoprecipitadamente,parecíaasustada,yantesdeque

Robledolasaludase,preguntóconansiedad:

—¿Lehaocurridoalgunadesgracia aWatson?…¿Porquévieneustedaestashoras?…

SonrióRobledoirónicamenteantesdecontestar.

—Watsonestábien;ysivengoataleshoras,esparahablarledeotro.

Luegolamiróconseveridad,añadiendolentamente:

—Alsalirelsol,doshombresvanamatarse.Estoesunhorribledisparateque me quita el sueño, y he venido a decirle: «Elena, evite usted taldesgracia.»

ConvencidayadequenosetratabadeWatson,respondióconmalhumor:

—¿Quéquiereustedquehaga?Puedenbatirse,siessugusto…Paraesonacieronhombres.

AcogióRobledoconungestodeasombroestaspalabrascrueles.

—Aunque soy mujer—continuó ella—, no me asustan esos combates.Federicosebatióunavezpormí,cuandoestábamos reciéncasados.Alláenmi país, varios hombres expusieron su vida por serme agradables, y jamás

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intervineparaevitarlo.

Hizounamuecadedesprecioyañadió:

—¿Pretendeustedquevayaarogaraesosdosseñoresquenoarriesguensus preciosas vidas, para que después cada uno de ellos me exija algo acambiodesuobediencia?…Además,siintervengoeneseasunto,losdosvanacreer,cadaunoporsuparte,quemeinspirangraninterés,yningunodelosdosme importa nada…Si se tratase de otro hombre, tal vez accedería a suruego.

Elespañolhizounmovimientodecabezaaloírlapalabra«otro»,yvioporun instante la imagen de su asociado. Elena le miraba ahora con ojoscompasivos.

—Duerma tranquilo,Robledo,comoyovoyadormir.Dejequeesosdosvanidososanuncienquesevanamatar.Verácomonoocurrenadagrave.

Intentó retirarsede laventanapormiedoa los«jejenes»yotros insectossanguinariosque, atraídospor las apetitosas carnes, empezarona zumbar entorno a sus hombros, obligándola a repelerlos con incesantes manotazosmientrashablaba.

—SiveaWatson,dígalequeleheestadoesperandotodoeldía.Conestodel duelo es imposible hablarle… Hasta mañana, y pase usted una nochetranquila.

Cerró la ventana, fingiendo unmiedo pueril a losmosquitos, yRobledotuvoqueretirarsedesalentado.

A la misma hora el ingeniero Canterac escribía en su mesa de trabajo,terminandounalargacartaconestaspalabras:

«…ytalesmiúltimavoluntad,queesperocumpliréis.¡Adiós,esposamía!¡Adiós,hijosmíos!Perdonadme.»

Doblóelpliegoparameterloenunsobre,yluegopusoésteenelbolsillointeriordeunalevitacolgadacercadeél.

«Si caigo mañana—pensó—, encontrarán esta carta sobre mi pecho.Encargaré aWatson, antes del duelo, que en caso de muerte la envíe a mifamilia.»

UnahoradespuéssuadversarioentrabaenlacasadeMoreno.Eloficinistahabía vuelto,momentos antes, de su reunión con los padrinos de Canterac.Pirovanilehablólentamente,esforzándoseporocultarsuemoción.

Acababadedejar sobre lamesadeMorenodoscartas,unadeellasmuyabultada,conelsobreabierto,mostrandosuinteriorrepletodepapeles.Habíaestadoescribiendounapartedelanocheensualojamiento,paracondensaren

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estasdoscartastodossusasuntos.Señalólamásdelgadaydijo:

—Éstaesparamihija.Selaenviaráusted,siesquemuero.

El argentino quiso reír, como si dudase de la posibilidad de su muerte,acogiendo tales palabras con gestos alegres… Pero desistió de su fingidoregocijoalverqueelcontratistacontinuabahablandoconvozgrave.

—Enelsobremásabultadoencontraráustedunaautorizaciónenreglaparaque pueda cobrar sin dificultades lo queme debe el gobierno, así como lassumasque tengodepositadas en losBancos.Aunhombrehábil como lo esusted,leseráfácilenterarse,despuésdeexaminarestospapeles,delestadodemisnegociosydelmediomejordeliquidarlos.Tambiéndejountestamentoenelquelenombrotutordemihija.Ustedeselúnicoquemeinspiraconfianza.Aunquealgunavezsehainclinadomásdelladodemiadversarioquedelmío,esonoimporta.Séqueesustedunjoven«honesto»,yleconfíomihijaymifortuna:todoloqueposeoenlatierra.

Morenoseconmoviódetalmodoporestamuestradeconfianza,quehubodellevarseunamanoalosojos.Luegoselevantóparaoprimirfuertementeladiestradelitalianoyconpalabrasentrecortadasfueexpresandosuvoluntaddecumplirfielmentetodoloqueleencargase.Jurabadedicarsealcuidadodelahijaylafortunadesuamigosiéstemoríaaldíasiguiente.

—Pero usted nomorirá—añadió golpeándose el pecho—.Me lo dice elcorazón.

Poco después de salir el sol, varios hombres fueron reuniéndose en unapraderadehierbaralavecinaalrío.Teníaporlímiteunossaucesviejosyconlasraícesmediodescubiertas,queseinclinabanmoribundossobrelacorriente,comosideunmomentoaotrofueranadejarsecaerenella.

El lugar era triste.Como la luz se extendía a esta hora horizontalmente,casialrasdelsuelo,lassombrasdelaspersonasylosárbolesseprolongabanconunestiramientoirreal.

Primeramente llegó Pirovani escoltado por Moreno y don Carlos, todosvestidos de negro, pero el contratista se distinguía de sus acompañantes poruna levita nueva y solemne. La había recibido de Buenos Aires la semanaanterior,agustodeunsastrefamoso,aquienencargóunvestuariocompletoigualalosqueposeyesenlosmillonariosmáselegantesdelaciudad.

Detrásdeestegrupoavanzóunviejoalto, enjutodecarnes, con lanarizvioláceaygranujientadelosalcohólicosyunacajadecirugíabajoelbrazo.EraelmédicoqueRojashabíaidoabuscarlanocheanteriorenelpueblomáspróximo.

Pasados unos minutos llegaron a la pradera Canterac, Torrebianca y

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Watson.Elcapitányelmarquésvestíanlargaslevitas,menosflamantesquelade Pirovani, y corbatas negras: lo mismo que si asistiesen a un entierro.Watsonllevabasimplementeuntrajeobscuro.

LuegodesaludarCanteracceremoniosamentedesdelejosasuadversarioyalospadrinosdeéste,empezóapasearseporlaorilladelrío.Fingíadivertirsesiguiendoconsusojoselrevuelodelospájarosmatinalesoarrojandopiedrasalacorriente.Elcontratista,quedeseabanosermenosqueél,imitándoleentodo, sepaseó también juntoa los sauces,mirandoal río.Yasí continuaronambos, yendo y viniendo cada uno por la parte de la orilla que se habíaasignado,comosifuesendosautómatas.

Torrebianca,alquetodoscedíanelprimerlugarporsuexperienciaenestoslances,empezóadisponer lospreparativosdelcombate.PidióaWatsondosbastonesqueéste llevabaaprevención,yclavóunoenelsuelo.Luegomiróhaciaelsolconunamanosobrelosojos,paradarsecuentaexactadequéladoveníalaluz,yempezóamarchar,contandosuspasos.

—Veinte—dijoclavandoenelsueloelsegundobastón.

Al reunirse otra vez con los padrinos sacó una moneda, y luego deescucharaMorenolaarrojóenalto.Cuandocayólapieza,eloficinistadijoaRojas:

—Hemosganado,donCarlos,ypodemoselegirelsitio.

Elmarqués,quehabíatraídobajounbrazosucélebrecajadepistolas, ladejó abierta sobre la hierba. Cargó las dos armas con minuciosa lentitud,sacando a luz de nuevo la misma moneda para que el azar decidiese porsegundavez.Alcaer la rodajademetal, se inclinóeloficinistaparaverlaydijoalestanciero:

—Lasuerteestáconnosotros.Tambiénpodemostomarlapistolaquemásnosguste.

Después lospadrinosdePirovani fueron enbuscade éstepara colocarlojunto a uno de los bastones escogido por ellos. El marqués y Watsoncondujeronasuapadrinadoallugarquemarcabaelsegundobastón.

Mientras tanto, el médico procedía con cierto azoramiento a suspreparativos.Era la primeravezquepresenciabaunduelo.Había abierto sucaja de cirugía, y con una rodilla en tierra empezó a desenvolver vendajes,abrirfrascosyexaminarelbuenfuncionamientodesusaparatos.

Quedaronfrenteafrentelosadversarios.Canteracestabarígido,conrostrograveperoinexpresivo,lomismoqueunsoldadoqueesperalavozdemando.Pirovani tenía los ojos ardientes, miraba con agresividad, parecía furioso.Cuando se acercóMoreno con una pistola para entregársela, le dijo en voz

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baja:

—Vaustedavercomolomato.Meloavisaelcorazón.

Peroolvidósuoptimismohomicida,paraañadirconciertaangustia:

—Lo que yo deseo es que me expliquen bien el tiempo de que puedodisponerparaapuntar.Noquieroequivocarme,yquemetomenluegoporunordinario,incapazdecomprenderestascosas.

Conservaronsuspistolaslosdosenemigos,conelcañónenalto.MorenosecuidódeabrocharlosbotonesdelalevitadePirovaniqueestabansueltos.Luego le subió el cuello, para que no se viese el blanco de su camisa.TorrebiancaexaminóporsuparteaCanterac.Estabacorrectamenteabrochadocomounmilitar,perosupadrino lesubió tambiénelcuellode la levita.Losdos, antes de tomar su arma, se habían quitado el sombrero, entregándolo aunodelospadrinos.

Colocándoseelmarquésentreambos,sacóunpapelyempezóaleerlocongravelentitud.

«…Segundo. El director del combate dará tres palmadas, y loscombatientes podrán apuntar y hacer fuego a voluntad entre la primera y latercerapalmada.»

«Tercero.Sialgunodelosdoshacefuegodespuésdelatercerapalmada,serádeclaradofelónydescalificadoinmediatamente.»

Pirovani, con la pistola en alto, avanzaba la cabeza y entornaba los ojospara oír mejor, acogiendo con movimientos afirmativos cada palabra deTorrebianca. Canterac permanecía impasible, como un hombre que estáescuchandoalgoqueconocesobradamente.

Siguió leyendo el marqués, y al fin guardó su papel, para hablar a losadversarios.

—Mideberesdirigiratodosunllamamientoenprodelaconcordia.¿Esposibletodavíaunaexplicaciónentrecaballeros?…¿Quierealgunodelosdospresentarsusexcusasalotro?…

Movió Pirovani con violencia su cabeza, haciendo signos negativos. Elingeniero permaneció inmóvil, sin que se alterase una línea de su rostrosombrío.

Elmarquésvolvióahablar,quitándosesusombrerocontristecortesía.

—Entonces,queempieceellanceycadaunocumplacomocaballero.

Retrocedió unos pasos, pero de espaldas, sin perder de vista a loscombatientes.Luegolevantóunamano,preguntandosiestabanlistos.Pirovani

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hizo un movimiento afirmativo. Su adversario continuaba mudo o inmóvil.Separóelmarquéssusmanosparadarlaprimerapalmada.Todoestolohizoconunalentitudquedabaasusmovimientosciertasolemnidadtrágica.

Los otros padrinos, colocados a alguna distancia de él,miraban con unaemociónmal disimulada. Elmédico, que seguía arrodillado junto a su caja,levantólacabezaconlosojosmuyabiertos.

Torrebiancafueaproximandolasmanosydijolentamente:

—¡Fuego!…Una…

Losdosbajaronauntiemposuspistolas.

Pirovani, que sólo tenía en aquelmomento la preocupación de no hacerfuego después de la tercera palmada, se apresuró a tirar. Su enemigo guiñóligeramenteunojoycontrajo levemente lamejilladelmismo lado, comosihubiese sentido el roce del proyectil. Pero recobró inmediatamente suimpasiblefosquedadysiguióapuntando.

Volvióelmarquésadarunapalmada,diciendolentamente:«Dos.»

AlverPirovaniquenohabíaheridoasuadversarioyquedabadesarmadoanteél,pasóporsurostro,comounanubeveloz,laemocióndelmiedo;perofue por un momento nada más. Luego, mirando a Canterac que le seguíaapuntando,cruzósusbrazos,apoyóenelpecholapistolainútilypresentódefrentetodosucuerpo,conlocajactancia,cualsidesafiasealamuerte.

MorenoseagarróaunhombrodeRojas,obligadoporsuansiedadabuscarunapoyo.Elestancieroapretabaloslabios.

—¡Pucha!…Lovaamatar—dijoentredientes.

Diootrapalmadaeldirectordelcombate.«Tres.»Unmomentoantes

Canterachabíahechofuego.

Todos corrieron en una misma dirección, menos el capitán, quepermaneció inmóvil, con el brazo caídoy lapistola todavíahumeante en sudiestra.

Elcontratistaestabadebrucesenelsuelocomounamasainerte.Losquecorríanhaciaélvieronenprimertérminolacúspidedesucabeza,ysaliendodeellaunhilodesangrequeserpenteabaentrelahierba.Inmediatamenteestacabeza quedó invisible, pues todos se agolparon en torno al cuerpo caído,inclinándose para escuchar almédico, que lo examinaba con una rodilla entierra.

Momentos después alzó éste su rostro para decir con balbuceos deemoción:

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—Nadaquedaquehacer…¡Muerto!

Viendo que Canterac se aproximaba al grupo para saber lo ocurrido,Torrebianca salió a su encuentro, cerrándole el paso. El gesto triste delmarqués,antesquesuspalabras,revelaronalingenierolaverdad.

Supadrinojuzgónecesariollevárselodeallí,yledijoimperiosamentequele siguiese.Al otro lado de las dunas aguardaba un carruaje, elmismo quehabíallevadoaElenalatardedelafiesta.

Cuandoestevehículolosdejófrentealaantiguacasadelmuerto,losdosquedaron con los pies vacilantes. Torrebianca no podía invitar aCanterac aqueentraseenunedificioqueeradePirovani.Elotrotampocoosabadarunpaso.

Estabanlosdosinmóviles,sinsaberquédecirse,cuandoaparecióRobledo.Debíaestarrondandodesdemuchoantesporlasinmediacionesdelacasaparaadquirir noticias. Al reconocer a Canterac le miró con una expresióninterrogante.

—¿Yelotro?…

InclinólacabezaCanteracyelmarquéshizoungestodolorosoquerevelóaRobledotodoloocurrido.

Permanecieronlostresensilencio.Luegoelfrancésdijoenvozbaja:

—Micarreraperdida;mifamiliaabandonada…¡Ylomáshorribleesquenosientoodioalgunoalpensareneseinfeliz!…¿Quéserádemí?

Robledoeraelúnicodelostrescapazdeunaresoluciónenérgicaenaquelmomento.

—Loprimeroeshuir,Canterac.Esteasuntoharámuchoruido,ynopuedetaparse comouna riñadeboliche.Pase losAndes cuanto antes; al otro ladoestáChile,yallípuedeustedesperar…Enelmundo todosearregla,bienomal;perotodosearregla.

Elfrancéshablócondesaliento.Noteníadinero;lohabíagastadotodoenaquellafiesta,queahoraleparecíaundisparate.¿CómovivirenChile,dondenoconocíaanadie?…

Letomóunbrazoelespañolparatirardeélafectuosamente,llevándoselodeallí.

—Loprimeroeshuir—dijootravez—.Yoledarélosmediosdehacerlo.Vámonos.

Canteracseresistíaaobedecerle,mirandoalmismotiempoá

Torrebianca.

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—Quisieraantesdeirme—murmuró—deciradiósalamarquesa.

Fue tan suplicante el tono con que hizo esta petición, que provocó enRobledounasonrisadelástima.Luegolefueempujandoconunasuperioridadpaternal.

—No perdamos tiempo—dijo—. Preocúpese de usted nada más. Lamarquesatieneotrascosasenquepensar.

Yselollevóasucasa.

Durantetodoeldíaelsucesomantuvoencontinuobullicioaloshabitantesdel pueblo. Muchos lo aprovecharon como un motivo para abandonar eltrabajo. En la calle central se formaron numerosos grupos de hombres ymujeres, hablando acaloradamente, al mismo tiempo que miraban conhostilidadlacasaquehabíasidodePirovani.LosnombresdeTorrebiancaysumujersonabantantocomolosdelosadversariosquesehabíanbatido.

Entre las gentes del pueblo pasaron algunos gauchos amigos de ManosDuras, como si el reciente suceso hubiese extinguido completamente lahostilidadqueexistíaentreellosyloshabitantesdelaPresa.

Amedia tarde atravesó la calle central elmismoManosDuras,mirandocon interés hacia la casa. Algunas mestizas le hablaron, manifestando suindignación contra aquella señorona que perturbaba a los hombres. Pero elfamoso gaucho encogió sus hombros, sonriendo despectivamente, y siguióadelante.

EnelbolicheleesperabantresamigossuyosquevivíanlamayorpartedelañoalpiedelosAndesyhabíanvenidoapasarunosdíasensurancho.DonRoque,enotrascircunstancias,sehubiesealarmadoalconocerestavisita.Talvezpreparabanalgún robo importantede«hacienda»para llevar las reses alotro lado de la Cordillera y venderlas en Chile. Pero ahora los personajesimportantes de la Presa dabanmás que hacer al comisario que los gauchosdedicadosalabigeato.

Al entrarManosDuras enel«AlmacéndelGallego»,vioqueelpúblicoera más numeroso que las otras tardes de trabajo, hablándose en todos loscorrosdelamuertedelcontratista.Mientrasbebíadepie juntoalmostrador,fueoyendoloscomentariosdelosparroquianos.

—Esahembra—gritaba uno—es la queha tenido la culpa de todo. ¡Quémalap…!

ManosDuras seacordóde la tardeenquehabíavistoa lamarquesaporprimeravez.Esterecuerdohizoquemiraseconojosagresivosalqueacababadehablar,lomismoquesilehubiesedirigidounainjuria.

—Dos hombres se han peleado a muerte por esa señora; ¿y qué?…Yo

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tambiénestoydispuestoapelarmifacónyamatarmeconelprimeroquelainsulte.Aversihayunguapoquequierapisarmeelponcho.

Esta invitación a «pisarle el poncho» era un reto a estilo gauchopara elcombate; pero después de un corto silencio los parroquianos empezaron ahablardeotracosa.

Se asomó Torrebianca, al atardecer, a una de las ventanas de su casa,mirando con extrañeza los grupos reunidos en la calle. Su número habíaaumentado. El comisario de policía, que acababa de regresar de FuerteSarmiento,ibaentreellos,hablandoaunosyaotrosparaqueseretirasen.Alveralmarquésenlaventanalesaludóquitándoseelsombrero.

Hombresymujeresquedaronmirandoal esposodeElena fijamente, conunacuriosidadhostil,peronadieosóunademostracióncontraél.

Torrebianca no pudo ocultar su sorpresa ante la mirada inquietante detantosojosfijosensupersona.Luegosediocuentadeunaimpopularidadquejuzgabainexplicable,yacabócerrandolasvidrierascontristealtivez.

PasadosalgunosminutosabrióSebastianalapuertadelacasa,apoyándoseen una baranda de la galería exterior. Había sentido la atracción de aquellaafluenciadegrupos,enlosquereconocióamuchasamigasantiguas.Peroalverlalasmujeresqueestabanenlacalle,empezaronagesticularyainsultarlaagritos.

Ella, irritada por tan incomprensible acogida, acabó por responder en elmismo tono; pero abrumada al fin por la superioridad numérica de susadversariasyviendoademásquemuchoshombreslasayudabanconsusrisasy palabrotas, tuvo que retirarse. Al reflexionar luego en la cocina, fuecolumbrando la verdad.Todas lasmujeres del pueblo, sin exceptuar las queeran comadres suyas, irían contra ella porque estaba al servicio de lamarquesa.

A lamisma hora del anochecer entróWatson en el pueblo.Después delterrible suceso de la mañana había tenido que preocuparse del cadáver dePirovani, acompañandoa lospadrinosde éstey almédico.Primeramente loguardaronenunranchoruinosocercanoalrío.LuegoresolvierontrasladarloaFuerteSarmiento,yaquedebíaserenterradofinalmenteenelcementeriodedichopueblo.AsíevitabanlasmanifestacionesquepodíansurgirenlaPresasielcadávererallevadoallá.

RegresabaWatsondeFuerteSarmientoyhabíadejadoasusespaldas lasprimerascasasdelpueblo,cuandoseencontróconCanterac.

Éste iba también a caballo, con sombrero y poncho iguales a los queusabanlosjinetesdelpaís,yllevandoademásunsacoderopaydevíveresen

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eldelanterodelasilla.

Alreconocerlo,eljovensedetuvoparaestrecharsumano.Adivinóquenoleveríamás,puessuaspectoeraeldeunviajeroquesedisponeacruzar ladesiertallanurapatagónica.

Canterac, respondiendo a su pregunta, señaló el horizonte, en el queempezabanabrillarlasprimerasestrellasporlapartedelosAndesinvisibles.Luego lemanifestó supropósitodepasar la noche enuna estancia cercadeFuerteSarmiento,paracontinuarlamarchaapenasapuntaseeldía.

—Adiós,Watson—dijo—.Habríasidounbienparatodosnosotrosqueesamujernoviniesenuncaaestatierra.Ahoraveolascosasbajounanuevaluz;pero¡ay!yaestarde.

Por unos momentos miró con indecisión a Ricardo, pero al fin dijoresueltamente:

—Oigaelconsejodeundesgraciado,ynoseofendaporqueselodoysinque ustedme lo pida…No se separe nunca deRobledo: es un alma noble.Gracias a su bondad puedo marcharme… Todo lo que va conmigo lepertenece…Desconfíedelosquelehablenmaldeél…

Sus ojos tristes miraron intencionadamente al joven mientras decía lasúltimaspalabras.Antesdealejarseaúnseatrevióadarleunnuevoconsejo:

—YnoolvideporningunaotramujeraesaseñoritaquellamanFlorde

RíoNegro.

Leapretóladiestra,hizounsignodeadiós,ybajandolacabezaespoleóasucaballo,perdiéndoseenlanoche,queempezabaanacer.

XV

MarchóWatsonhaciaelpueblo,sintiendoensuinteriorlacomezóndeunaconcienciaqueempiezaaperdersutranquilidad.

Recordaba con remordimiento aquel breve diálogo en el parqueimprovisado,duranteelcualhablóduramenteaRobledo.«¡Yporesamujer—pensaba—que lleva los hombres a lamuerte, hemaltratado almejor demisamigos!»

Luego,elrostrotristeyllorosodeCelindasucedíaensuimaginaciónalacarabondadosadeRobledo.

«¡Pobre Flor de Río Negro!—siguió diciéndose—. Debo ir mañana a

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implorarsuperdón,siesquesedignaescucharme.»

Entró en la Presa ensimismado, dejándose llevar por el instinto de sucabalgadura; perodeprontonotóque ésta quería detenerse, y al levantar sucabezasediocuentadequeestabaantelacasadelaTorrebianca.

El comisariodepolicía, ayudadopordosde sushombres, empujaba consuavidadalúltimogrupodecuriosos,llevándoselopordelanteentrepaternalesexhortaciones.

SealejódonRoque,eibaRicardoacontinuarsumarcha,cuandonotóqueenlacasaseentreabríaunaventana,asomandoaellaunamanodemujer,quele hacía señas para que se acercase. Watson permaneció insensible alllamamientoylaventanaseabriócompletamente,apareciendoElenavestidadenegro,comosiguardaseluto,perollevandoestasropasfúnebresconciertacoquetería.

Tuvo Ricardo que aproximarse a la casa, y se quitó el sombrero pararesponderasusafectuososademanes.

—¡Tantotiemposinverle!…Entreenseguida.

Élhizoconlacabezaunsignonegativo,mirándolaconseveraexpresión.

—¿Nomepreguntaporquiénvoydeluto?—continuóella—.Hamuertolamadredemiesposo,unaseñoraqueyoamabamuchísimo.Estoymuytriste…¡Cómonecesitoenestosmomentoslaconversacióndeunbuenamigo!…

Pretendía dar a sus palabras un tono doloroso y al mismo tiempo leinvitaba a subir con ademanes de seducción. Pero Ricardo insistió en sussignosnegativosydijoalfin:

—Vendré a visitarla cuando viva en otra casa y esté presente su esposo.Ahoranopuedo.

Ysealejósinvolverelrostro,mientrasellaibapasandodelasorpresaalacólera,cerrandofinalmentesuventanaconviolencia.

Cuando Watson, después de la cena, intentó disculparse con Robledo,pidiendoqueleperdonasesurudeza,elespañollehizocallar.

—Nohablemosdelpasado; tanamigoscomoantes: lonuestroresultaunincidentesinimportancia.LoverdaderamenteterribleeslodelpobrePirovaniy la situación en que se ve Canterac… Comprendo la impresión que hanproducidoenustedsuspalabras.¡Pobrehombre!Únicamentequisoaceptardemí lomásprecisopara suviajea travésde laCordillera.DicequeenChileesperará mis noticias. Pienso buscarle algunas recomendaciones entre misamigosdeBuenosAires…¡Quécatástrofe!¡Ytodoporunamujer!

Robledoquedópensativo,paraafirmardespuésoptimistamente:

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—Yo no la creo mala por completo. Es una hembra impulsiva, con laspasionessineducar,quesiembraelmalignorándolomuchasveces,puestodasu atención la pone en ellamisma, creyéndose el centro de lo existente. Sifuese rica tal vez sería buena; pero no conoce lamodestia y es incapaz deaceptarelsacrificio.¡Deseatantascosasytienetanpocas!…

Sonriómelancólicamenteehizounapausa,paracontinuardiciendo:

—Porsuerte,notodaslasmujeressoniguales.Ellamismamedijoundíaque, en nuestra época, la hembra que piensa un poco se considera infeliz yodia todo lo que la rodea si no posee un collar de perlas, que es como eluniforme de lamujermoderna…Hay un sermás temible, queridoRicardo,quelamujerquebuscaatodotranceelcollardeperlas:eslaquelotuvo,loperdió,yquierevolveraconquistarloseacomosea.

ElrecuerdodeGualicho,diabloenredadorqueperturbabaalosindiosconsus tretas, obligándolos a montar a caballo para perseguirlo a lanzadas ygolpesdeboleadora,pasópor sumemoria.DecontinuarElenaenelmundoviejo, hubiese sido una de tantasmujeres temibles que se ven refrenadas yneutralizadaspor lavecindaddeotrassemejantesaellas.Peroaquí, rodeadadehombresquelaadmiraban,yenunambienteprimitivoquelahacíaresaltarcomosi fuesedeesenciasuperior,habíaejercidosinquererlouna influenciatan nefasta como la del demonio cobrizo temido en otros tiempos por losjineteserrantesdelaPampa.

Ellamismahabíasidovíctimadeesteambientedesoledadalenamorarsede Watson. Creía poder jugar con los hombres, despreciándoles. Así se lohabía manifestado una noche a Robledo, mirando con lástima a sussolicitantes. Pero Ricardo era la juventud, la frescura varonil, el hombreadorado por el primer amor de una adolescente y que por esto mismorepresentaunatentaciónparalacoquetamadura,ganosadequitárseloalaotramujer.Sentíalanecesidaddeconvencerseasímismadequeaúnguardabasuantiguopoderdeseducción,trastornandolaexistenciadeljoveningeniero…Yahoradebíasufrircruelmenteensuvanidad,alversedespreciadaporelúnicohombrequehabíallegadoainteresarleenestedesierto.

Robledo acabó por compadecer a la esposa de Torrebianca con unaconmiseraciónalgodespectiva.

—Creehabernacidoparavivirenlomásalto,yladesgraciasecomplaceenhacerlacaer…Nadatienedeextrañoqueseamala,faltándoleelconsuelodelamodestiaylaresignación.

Pareció asustarse el español al considerar lo que probablemente podíaocurrirenlaPresadespuésdelsucesodeaquellamañana.

—El contratista muerto… el ingeniero director fugitivo… Habrá que

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suspender los trabajos…Van a retrasarse las obras del dique, y llegarán lascrecidassinquelastengamosterminadas.¡Quésituación!HayqueiraBuenosAiresenbuscaderemedio.

Y pasó gran parte de la noche sin poder dormir, desvelado por estaspreocupaciones.

Watsonmontó a caballo lamañana siguiente, pero en vez de dirigirse allugardondeseabríanloscanales,seencaminóalaestanciadeRojas.Mientrasel gobierno no enviase un nuevo director para la terminación del dique, lostrabajosdelaempresaideadaporRobledoresultaríaninútilesyeraprudentesuspenderlos.

Alllegarcercadelaestanciaquisodescenderdesucaballoparaabriruna«tranquera», armazóndepalosque servíadepuerta,obstruyendoel camino;perovio juntoaellaunpequeñomestizo,dediezaños,gordinflón,conojosaterciopeladosdeantílopeyuna tez lustrosadecolorchocolateclaro,que lecontemplabasonriente,metiéndoseundedoenlanariz.

—Esta mañana—dijo—salió disparado el patrón… Anoche nos robaronunavaca.

PeroRicardolepreguntóalgoqueconsiderabamásinteresante.

—¿Dóndeestátupatroncita,Cachafaz?

ElllamadoCachafaz,acausadesusdiabluras,sacóelíndicequeteníaenlanarizparaseñalaralolejos.

—Ahoritamismoacabadeirse.Laencontraráahícerquitanomás.

Yconeldedofueseñalandotodalalíneadelhorizonte.

Comprendió Watson que para el amigo Cachafaz, hijo del desierto,«ahoritamismo»significabaunahora,dosotalveztres,y«ahícerquita»algoasí como un par de leguas. Pero necesitaba ver aCelinda, estaba resuelto abuscarla,yempezóagaloparporelcampo,confiándoseasubuenasuerte.

Lo que el pequeño mestizo no quiso decir era que la patroncita estabaenferma, según opinión de su madre, india vieja que había venido areemplazaraSebastianacomoprimeracriadadelaestancia,perosintenersubuen humor ni su garbo para el trabajo. Iba a todas horas con un cigarroparaguayoenunextremodesuslabiosazulencosychorreantesdenicotina,ycuandodonCarlosno estabapresente, empleabapara tomarmate sumismacalabacitadefinaslaboresysubombilladeplata.

LasgentesdelaestanciamirabanconunrespetosupersticiosoalamadredeCachafaz,porcreerlabrujayenocultotratoconlosespíritusqueaúllanygiran dentro de las columnas de arena, altas como torres, levantadas por el

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huracánenlaaltiplanicie.AlverlamelancolíadeCelindaysorprenderlaotrasveces llorando, la india movía su cabeza, como si esto confirmase susopiniones.

—Usted lo que tiene, niña, es que está enferma, y yo sé de quéenfermedad.

Un abuelo suyo había sido gran hechicero cuando los indios acampabanaún sobre esta tierra como dueños únicos. Los jefes de las tribus le hacíanllamaralsentirseenfermos.Supadreheredóeste tesorodeciencia,peropordesgracia,sólolehabíatransmitidoaellaunaínfimaparte.

—Austedlosquelehacendañosonlosayacuyás,yhayquecurarladesusflechas.

Ella conocía perfectamente a los «ayacuyás», duendes indios tanminúsculos,queunadocenadeelloscabensobreunauña,armadosconarcosy flechas, y a cuyas heridas hay que atribuir la mayor parte de lasenfermedades.

Noloshabíavistonunca,porserunamíseraignorante;perosuabueloysupadre,grandes«machis»,oseacuranderosmágicos,teníanfrecuentetratoconestos demonios pequeñísimos. Sólo los sabios indígenas podían conocerlos.Algunosmédicosgringospretendíanhaberlosvistoigualmente,dándolesensulenguaelapodode«microbios»,pero¡quésabíanellos!…

Cuando se les habían acabado las flechas para herir a los humanos, losatacabanconsusdientesysusuñas.Loimportanteerasaberextraer,sajandoochupando las carnes del enfermo, las astillitas de flecha o las uñitas ydientecillosquelosdiablosinvisiblesdejabanenelcuerpo.

—Yolebuscaréunmachiquelapongabuena,niña,sacándoleesatristezaquelehandadolosayacuyás.¡Peroquenolosepaelpatrón!…

Celinda sonreíade los remediospropuestospor lamadredeCachafaz, ycuandosecansabadepermanecerencerradaenlaestanciaibaenbuscadesucaballoparacorrerelcamposinobjeto.Yanosevestíademuchacho.Parecíaabominar de este traje, a causa de los recuerdos que despertaba en ella.Prefería montar con faldas y olvidaba el lazo, que era antes su mayordiversión.

Llevabaestamañanamásdeunahoradegalopeporlastierrasdesupadre,cuando vio sobre una altura a un jinete, inmóvil y empequeñecido por ladistancia,semejanteaunsoldaditodeplomo.

Se detuvo al notar que este jinete minúsculo, como si la hubiesereconocido,seechabacuestaabajo,galopandohaciaella.Dejódeverloalgúntiempoy luegoreapareció,considerablementeagrandado,enelbordedeuna

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hondonadapróxima.AlconvencersedequeeraWatson,elprimerimpulsodeellafuehuir.Despuéssearrepintiódeestafuga,porconsiderarlaunacobardía,quedandoinmóvil,enactituddesdeñosa.

Llegó Ricardo y se quitó el sombrero, bajando los ojos humildemente.Queríahablar,peronoencontrabalaspalabras.Además,ellanolediotiempoparaexpresarse.

—¿Qué busca usted?—dijo con dureza—. ¿Es que le ha despedido sugringa?Aquínoseadmitenpuchosdeotra.

E hizo dar vuelta a su caballo para marcharse. Ricardo pretendióenternecerlaconsuvozsuplicante:

—¡Celinda!Vengoamanifestarmiarrepentimiento…VengoenbuscademiFlordeRíoNegro.

Ellaparecióconmoversealnotarlahumildadinfantilconqueelmocetóndecíaestaspalabras,peroinmediatamenterecobrósudureza.

—¡Perdone por Dios, hermano, y siga viaje!… Hoy no puedo hacerlimosnas.

Empezóaalejarse,perotodavíasedetuvoparaañadirconunacrueldaddeniñamimada:

—Nome gustan los hombres que piden perdón. Además, juré que sólovolveríaaverlesimeechabaellazo…Peronopodráechármelonunca.Ustednoesmásqueungringochapetón,yademásdetorpedesagradecido.

Ymetiendoespuelasasucaballosalióatodogalope,nosinhacerantesaRicardoungestodedesprecio.Quedóésteavergonzadoporlacrueldespedidade la amazona y sin deseos de seguirla. Después su vanidad se alborotó, yquiso alcanzarla para que reconociese que no era un «chapetón», un torpe,comoellacreía.

Los dos empezaron a evolucionar por las tierras de la estancia,persiguiéndoseatravésdealturasyhondonadas.Devezencuando,Celinda,que llevaba siempre una gran ventaja sobre su perseguidor, detenía lavelocidadde sucaballocomosiquisieradejarsevencerporWatson;peroalverlecercavolvíaasaliratodogalope,insultándoloconlasmismaspalabrasqueinventaronlosgauchosenotrostiemposparaburlarsedelatorpezadeloseuropeosenlosusosdelpaísydesuinferioridadcomojinetes.

—¡Gringochapetón!…¡Maturrangoquenosabetenersesobreelcaballo!

ConservabaRicardo en el delantero de su silla un lazo de cuerda que lehabía regalado Flor de Río Negro. Mientras galopaba lo desenrolló, paraarrojarlo sobre ella cadavezqueestabapróxima.El lazo caía siempre en el

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vacío,lejosdeCelinda,yéstacelebrabaconirónicascarcajadaslatorpezadelingeniero; pero su risa fue transformándose y cada vez se hizomás alegre,como si no expresase ya desprecio por su falta de habilidad, sino regocijo.Watsonreíatambién,presintiendoqueunarisacomúnacabaríaporunirlosconmásrapidezquesulazoinútil.

En estas evoluciones se fueron aproximando a la estancia. Celinda hizoquesucaballosaltaseunabarreradetroncos,ydesapareció.Watsonnopudoobligaralsuyoaquedieseotrosaltoigual,ehizounlargorodeoparaentrarporunatranqueraabierta.

Así llegóhastaeledificiode laestanciaconcalculada lentitud,deseandoquesaliesealguienaquienhablar.Celindapermanecíainvisible,yélnoosabapresentarse en la puerta de la casa, por miedo a que la hija de Rojas lerecibiesehostilmente.

OtravezelpequeñoCachafazapareciójuntoalaspatasdesucaballo,conunaoportunidadprovidencial.

—DilealaseñoritaCelindasipuedoentrarasaludarla.

Se alejó el duendemestizo rascándose por debajo de la suelta camisa elgruesobotóndesupanzaachocolatada.Pocodespuésvolvióaaparecer,yconsuvocecitacantarinaymelosadeindioanuncióaWatson:

—Mi patroncita dice que se vaya, y que no quiere verlemás, porque esusted…porqueesustedmuyfeo.

Quedó riendoCachafazde suspropiaspalabras,mientrasWatsonmirabacon tristezahacia lacasa.Luegohizodarvueltaa sucabalgaduraysealejórelativamenteconsolado,porunaresoluciónqueacababadeadoptar.

«Volveré mañana…—se dijo—. Volveré todos los días, hasta que meperdone.»

Aquella tardelapasóElenasolaensusalón.Variasveces tomóunlibro,perosusojossedeslizabansobrelaspáginassincomprenderelsentidodeunasolalínea.

Permaneciólargoratopensativaenelsofá,fumandocigarrillos.Luegofueasituarsejuntoaunaventana,mirandoatravésdesusvidrioslacallecentral,demodoquenolaviesendesdefuera.

EnrealidadsólopodíaservistapordosdeloscuatropolicíasdelaPresaquehabíacolocadodonRoquecercadelacasa,paraevitarquesereuniesengrupos,comoeldíaanterior.LagenteparecíahaberolvidadoporelmomentolaantiguaviviendadePirovani.Nadiesedeteníaanteellayresultabainútillaprecaución del comisario. Además, muchos de los trabajadores del diquehabíanidoaFuerteSarmientoparaasistiralentierrodelcontratista.Losotros

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estaban en el «Almacén del Gallego» o formaban corros en las afueras delpueblo, discutiendo acaloradamente sobre la posibilidad de que sesuspendiesenenbrevelostrabajos,quedandotodossinocupación.

Algunos,másoptimistas,creíanqueenelprimertrenibaallegarunnuevoingeniero director, como si al gobierno de BuenosAires le fuese imposiblevivir si no reanudaba los trabajos inmediatamente. El Gallego y otrosespañoles hacían apuestas sosteniendo que su compatriota don ManuelRobledo,alquerespetabancomounaglorianacional,seríaeldesignadoparalanuevadirección.

Ciertospeonesviejosquehabían rodadopor todas lasobraspúblicasdelpaíslevantabanloshombrosconunaexpresiónfatalista.

—Lacarretasehaatascado,yveréiseltiempoquepasaantesquevuelvaarodar.

MientrasElena,depie junto a losvidrios, contemplaba la calle solitaria,iba repasando mentalmente todas las dificultades de su actual situación.Pirovanimuerto;elotrohuido; lacasaqueellaocupabanosabiendoaúndequién iba a ser…Ademáspensóen loqueestaríadiciendoRobledoy en lahostilidad repentina de aquelWatson, única persona cuya presencia parecíaesparcirciertointeréssentimentalsobrelavidamonótonaquellevabaallí.TalvezaaquellamismahoraRicardoibaenbuscadelamuchachuelaquehabíaintentadogolpearlaconsulátigo…

Nunca, en el curso de su complicada historia, que ella sola conocíaexactamente, se había encontrado en peor situación. Hasta aquellamuchedumbreheterogénea—en laquehabíamuchosconunpasadoeuropeorepletodedelitos—seatrevíaadirigirlereproches,obligandoalaautoridaddelaPresaaguardarlaconaquellosdoshombresapoyadosensussablesqueveíadesdesuventana.¡YellahabíaatravesadoelOcéanoyvenidoainstalarseenunatierracasisalvaje,paraencontrarsefinalmenteentalsituación!…

Siemprehabíaconseguidounremedioen losmayoresapurosdesuvida;siemprelograbasalirdelosconflictosbienomal;peroahoranopodíaacertarcon la solución necesaria… ¿Irse de allí? ¿Cómo lograrlo? Eran pobres lomismoquealllegar;másaún,puesRobledonoibaapagarlesigualmentesuviajederegreso.¿Adóndedirigirse,sisuesposohabíahuidodeParísyalláleesperabalaJusticia?

Pensó con miedo en la prolongación de su vida en la Presa. HabíaresultadotolerablehastaelpresenteporlaslarguezasdePirovaniylarivalidadde éste con los otros.Mas ¡ay! el italiano habíamuerto, y ella tendría queabandonar esta casa que era comoun palacio dominador de todo el pueblo.Nadie vendría en adelante a desearla y admirarla, esforzándose por hacer

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agradable su vida. Únicamente quedaba Robledo: un enemigo… QuedabatambiénWatson, que podía haber representado para ella una solución; pero¡estehombrehabíacambiadotanto!…

Cruzópor supensamientouna ideaque lahabíahalagadoen losúltimosdías, cuando el joven la acompañaba en sus paseos.Ella podía abandonar aTorrebianca,queeraunnáufragoincapazdesaliralaorilla,eirseconWatsonpor el mundo. Un hombre enérgico y algo inocente como este joven,aconsejadoporunamujerexperta,podíaacabartriunfandoencualquierpaís.En su vida anterior tenía Elena episodios más arriesgados… Peroinmediatamentesentíalafiebredelodioalconvencersedequeeraimposibleestasolución.

Ricardo había huido de ella para siempre. Ya no podía dudar de estealejamiento,despuésdehaberlehabladodesdesuventanalatardeanterior.Talvez le sería fácil su reconquista viéndolo a solas; pero el otro, como sipresintieseelpeligro,habíadichoquesólovolveríaavisitarlaenotracasayenpresenciadesuesposo.Lavozconqueafirmóestoysumiradarevelabanunavoluntadinconmovible.

ComoElenanopodíasospecharelcambiodeideasquesehabíarealizadoenCanteracdespuésdelduelo,nitampocolabreveconversacióndeésteconWatson al marcharse, atribuía dicho trastorno en la actitud del joven a lainfluenciadeCelinda.

«Melohatomadootravez—pensó—.Esamuchachuelarústicamecierraelúnicocaminoquepodíaseguir.¡Ay!¡cómolaodio!»

Durante sus reflexiones se sintió agitada por diversos y encontradospensamientos,comosisehubiesepartidointeriormenteendospersonalidadesdistintas. La imagen de Watson la confortaba todavía en estos momentosangustiosos.Eraelhombrejoven,eldominador,quesurgeenelocasodetodamujeracostumbradaajugarcruelyfríamenteconlosdeseosdeloshombres.Ella, que los había buscado en otros tiempos por ambición o por codicia,necesitaba ahora a Watson. No lo deseaba solamente porque era capaz dehacerlasalirdesucríticasituación,sinoporélmismo;porqueeralajuventud,la fuerzay la ingenuidad, todo lo quepuededar apoyo a unavida fatigada.Sentía además el dolor de los celos; unos celos de mujer vanidosa y algomaduraquesevearrebatarlaúltimaesperanzadefelicidadporunaadversariaquecasipuedesersuhija.

Alaparquesufríaestetormentodebíapreocuparsedesutrágicasituación,creada por la rivalidad amorosa de dos hombres que la habían deseado, ydefendersetambiéndelodiodetodounpueblo.

«¿Quéhacer?—siguiópensando—.¡Ay!¿Endóndemehemetido?»

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Unos golpecitos en la puerta del salón la hicieron abandonar suspensamientos.EntróSebastianaconexpresióntímidaéindecisa,manoseandounapuntadesudelantal.Almismotiemposonreíamirandoalaseñora,comosibuscasepalabrasparadarformaaldeseoquelahabíatraídohastaallí.

Elenalaanimóaquehablase,yentonceslamestizadijoresueltamente:

—Yoestabaal serviciodel finadodonPirovani,ycomoyaesdifunto…porloquetodossabemos,deboirme.

Manifestó la señora su extrañeza ante tal decisión. Podía quedarse; ellaestaba contenta de sus servicios. La muerte del italiano no era motivosuficienteparaquesemarchase.Enalgunapartedebíaservir,yElenapreferíaque fuese en su casa. Pero la mestiza insistió, moviendo la cabezanegativamente:

—Debo irme. Sime quedo, tengo amigas aquí queme sacarán los ojos.¡Muchasgracias!Quieroestarbienconlosmíos…y¿porquénodecirlo?laseñoracuentaconpocassimpatíasenelpueblo.

DespuésdetalespalabrasnojuzgóprudenteElenaseguirlaconversación,limitándoseamostrarunatristeconformidad.

—¡Siaustedledamiedoseguiraquí!…

EstatristezaconmovióaSebastiana.

—Yocongustomequedaría;laseñorameessimpáticaynomehahechonuncadaño…Perolagenteescomoes,yyo¡pobredemí!novoyapelearmecon todas lasmujeres de la Presa. Si puedo servir en otra cosa a la señora,mándeme…

Seretiróal fin, luegode insistirensusdeseosdeserútilaElenayenlatristeza que le causaba abandonar su servicio. Cerca de la puerta se detuvoparacontestaralamarquesa,quelepreguntóporsumarido.

—Nosé.Salióestamañanayaúnnohavuelto.TalvezhaidoaFuerte

SarmientocondonMorenoparaelentierrodemipobrecitopatrón.

Al quedar sola, Elena empezó a preocuparse de su esposo, personajeolvidadoqueparecía resurgirconnueva importancia.Estabaacostumbradaaconsiderarlocomounserfaltodevoluntad,prontoaaceptartodassusideasycreyendoloqueellaquisierahacerlecreer.Peroelúltimoepisodiodesuvidaresultabaextremadamenteviolento.Enunagrancapitalhubieratenidomenosresonancia,¡másaquí,enunpueblodevidamonótona,donderaravezocurríaalgo extraordinario, y en presencia de una muchedumbre aventurerapredispuestaainsultaralaspersonasdeclasesuperior!…

Sintió cada vez mayor inquietud al pensar en la posibilidad de que

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Torrebiancadescubrieseelverdaderomotivodelodiodeaquellosdoshombrescuyodueloamuertehabíaconcertado.Fuerepasandoensumemoriatodoloocurridoentreellaysuesposodesdeeldíaanterior.Federico,alvolveracasa,lehabíacontadoeltristefindelcombate,peroconciertasprecauciones,comosi temiese la emoción que podía causarle esta noticia. Luego, al atardecer,parecíaotrohombre.Rehuyóhablar,contestándolasiempreconmonosílabos,ypordosvecessorprendiósumiradafijaenellaconunaexpresiónquenuncahabíaconocido.Despuésdecerrar suventanaTorrebianca,molestadopor lacuriosidad de lamuchedumbre, se había ocultado en su dormitorio para nosalirhastalamañanasiguientemuytemprano,antesdequeElenadespertase.EldíatocabaasufinyFedericoaúnnohabíavuelto.¿Quédebíapensarelladetodoesto?…

Pero su inquietud no tardó en desvanecerse. Estaba tan acostumbrada aldominioabsolutodesumarido,queacabóporconsiderarsinfundamentosussospechasytemores.Además,aunquetalesinquietudesresultasenciertas,ellaconseguiríaapaciguarloyconvencerlo,comolohabíahechomuchasveces.

Lavistadeuntranseúntequepasabalentamenteantelacasamirandoalasventanassirvióparahacerlaolvidarasuesposo.EraManosDuras.Unahoraantes,cuandoestabaella,lomismoqueenelpresentemomento,depiejuntoalosvidrios,habíacreídoverpordosvecesalgauchoasomándosealaesquinadeunacallejuelapróxima.Elrústicojineteibaapie,vagandoporelpueblo,comountrabajadorendíadedescanso.Alcolumbraralamarquesadetrásdelos visillos la saludó quitándose el sombrero y enseñando su dentadura delobo.

EraelprimersaludosonrientequerecibíaElenadespuésde lamuertedePirovani.Adivinóenestehombrealúnicoadmiradorquelequedaba,yestolepareciótancómicoquecasilahizoreír.Enadelantesólopodríacontarconelenamoramientodeungauchomediobandido.

Quedópensativa,conlafrenteapoyadaenloscristales,mirandolaavenidasolitaria.ManosDurashabíadesaparecidoenlacallejuelainmediata,yhastalos dos policías, juzgando inútil su vigilancia, se iban alejando hacia elboliche.

Otra vez sonó la puerta del salón bajo los discretos llamamientos deSebastiana. Ahora entró más resueltamente, pero hablando en voz baja ysonriendoconunaexpresiónconfidencial.

—¿Havenidoelseñor?—preguntóElena.

—No;esotracosa…Estabayoenelcorral,haceunmomento,cuandoesegauchoquellamanManosDurasaparecióenlapuertatraseraydijo…

Hizoesfuerzosdememoriapara repetir lasmismaspalabrasdelhombre.

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Lehabíaencargadoquemanifestasealaseñoramarquesacómoélestabaallí,asusórdenes,paraloquequisieramandar.Enlosmalosmomentosseconocealosamigos;yahoraquetantosenelpuebloyfueradeélhablabancontralaseñoraporpuraenvidia,ManosDuras teníaelgustoderepetirqueeraéldesiempre.

—Decidlevosatupatronaquenomedoylavueltacomomuchosotros,yqueellasiempreserálamesmaparamí,porqueyosoydelosde«merompoperonomedueblo»…EsomehadichoManosDurasparaqueyoselodigaalaseñora.

Elenaacogióestaspalabrasconunasonrisa.¡Pobrehombre!¡Yaúndecíanqueeraunbandido!…Paraellaresultabaenaquellosmomentoselvarónmásinteresante del país, el único caballero que se atrevía a hacer frente alpopulachoofreciéndolasuapoyo.

Cuando lamestiza semarchó, aún semantuvo Elena junto a la ventanaviendoa los transeúntes,cadavezmásnumerosos,segúnavanzabaelocaso.Se apartóde losvidrios al pasar algunosgruposde trabajadores a caballouocupando carruajes alquilados enFuerteSarmiento.Volvían indudablementedelentierrodelcontratista.Todos,antesdealejarse,mirabandereojolacasa.

Cerca del anochecer vio pasar a un jinete solo, que bajaba la cabezaobstinadamente.EraRicardoWatson.Sediocuenta,por su trajecubiertodepolvoyporelaspectodesucabalgadura,quenoveníadelentierrocomolosotros.Debíahaberpasadoeldíaenelcampo;indudablemente,enlaestanciade Rojas o vagando por las inmediaciones del río en compañía de aquellamuchacha del látigo. «¡Y yo aquí—pensó—, encerrada como una fiera,huyendodelosinsultosdeunpopulachoinjusto!…¡Yluegoseasombrandequeunamujerseamala!»

Permaneció inmóvil, con los ojos entornados, mientras las sombras delcrepúsculo,surgiendodelosrincones,veníanaconfundirsuslobreguecesenel centro de la habitación. Sólo una débil claridad exterior daba ciertafluorescenciaazulalosvidrios,destacándosesobreelloslasiluetainmóvildeElena.

Cerrada ya la noche, cuando dio un grito para que acudiese Sebastiana,éstacontestóadivinandosusdeseos:

—¡Allávoyconlalámpara!…

Yaparecióllevandoungranquinqué,quepusosobrelamesa,enmitaddelsalón.

Iba a retirarse, creyendo que lo había hecho todo, cuando la detuvo laseñora.

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—¿Usted sabe dónde podrá estar en estemomento eseManosDuras dequemehablóantes?

Lamestiza,siemprepredispuestaalacharladesarrollóunlargopreámbuloantesdedarunacontestaciónprecisa.ManosDuras ibaahoraa todaspartescon unos amigos suyos de laCordillera que estaban alojados en su rancho:gentemalaypocotemerosadeDios.¡Asaberloquetraeríanentremanos!…También le había indicado, en su diálogo a la puerta del corral, que tal vezhicieseprontounlargoviaje,yestaeralarazóndehabervenidoamolestaralaseñoraporsiqueríamandarlealgo.

—Yocreo—terminó—quesinosehavueltoasurancholopillaréaestahoradondeelGallego.

—Vaya a buscarle—dijo Elena—y avísele de mi parte que a la diez enpuntoestéfrentealacasa…Nadamás.Perodígaseloconhabilidad;quenadieseentere.

Sebastiana,quehabíaacogidolasprimeraspalabrascomosilasescuchasemal,porparecerleinauditas,aloírquelerecomendabanserdiscreta,olvidósuasombroparaafirmarvehementementequelapatronapodíaestartranquilaencuantoalaprudenciaconqueellaacostumbrabaacumplirlosencargos.

Saliódelacasa,marchandoatodaprisahaciaelboliche.Sinoencontrabaallíalgaucho,eraquesehabríaidodelpueblo.

Ante lapuertadelestablecimientosedetuvoparamirarasu interior.Porser ya la hora de la cena, el público había menguado. Los más de losparroquianos estaban en sus viviendas, sentados a lamesa, y solamente unahoradespuésvolveríanaagolparsejuntoalmostrador.Ungauchoviejotocabalaguitarramirandolapanzadeuncocodrilodelosquependíandeltecho.LostreshuéspedesdeManosDurasescuchabanatentamente.Éste,sentadoenuncráneodecaballoyconlaespaldaapoyadaenlapared,fumabapensativo.

Comoeldueñodelbolicheestabaausente,Friterini,detrásdelmostrador,imitaba el aire del patrón, mientras leía con arrobamiento un periódicoitaliano,viejoysucio.

LevantóManosDuras susojos, avisadoporuna tosdiscreta, yvio en lapuertaalamestiza,quelehacíaseñasparaquesaliese.AespaldasdelbolicheledioSebastianaelrecadoconvozmisteriosa,llevándoseundedoaloslabiosvarias veces en el curso de su mensaje. Además guiñó un ojo para que elgaucho«no la tuviesepor zonza», dando a entender que sospechaba enquépararíasuaviso.

Cuando la mestiza se hubo marchado, Manos Duras tardó en volver alboliche. Prefería estar solo y en la obscuridad, por parecerle que así podía

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saborear mejor su satisfacción. Entraba en su regocijo una gran parte deasombro.¿Cómopodíaél imaginarseaquella tarde,alvagarantelaviviendadelaseñorona,queéstaleenviaríaunrecadoparaquefueseaverlaasolasenlamismanoche?…

Al hacer su ofrecimiento a Sebastiana en el corral de la casa, habíaobedecidoalosimpulsosdeunacaballerosidadasumanera.Deseabaaparecerantelamarquesacomounindividuodistintoalosdemáshabitantesdelpuebloyhabíaofrecidosuprotecciónsinesperanzadequeellalaaceptase…Yunashorasdespuéslebuscaba.¿Quédesearíapedirle?…

Luegodesechólasdudasqueempezabanaenturbiarsugozo,sintiéndosefortalecidoporunorgullovaronil.Él, aunque fueseunpobre rústico, eraunhombrecomolosdemás,mejorquelosdemás,puestodosleteníanmiedo…¡yestasgringasvenidasdelotromundoresultabanavecestancaprichosas!…Acabóporsonreírvanidosamente.

«Loqueyopienso—sedijo—:¡todassonunas!…¡Todasiguales!»

Yvolvióalbolicheparasentarseentresusamigos,enesperadelahora.

Robledo yWatson acababan en aquel momento de cenar, y oyeron quealguienllamabaalapuertadesuvivienda.

SesorprendióunpocoelespañolalverentraraTorrebiancavestidoconuntrajenegrodeciudadyunacorbatadeluto,perotodocubiertodepolvo,detalmodoquesusropasparecíangrisesysucabezaysusbigotescompletamenteblancos.

—Vengo de Fuerte Sarmiento, de enterrar al pobre Pirovani… Me hatraídoMorenoensucoche.

LeinvitóRobledoasentarsealamesa.

—Puedescenaraquí,sinoquieresirenseguidaatucasa.

Torrebiancahizounmovimientonegativo.

—Nopiensovolveramicasa.

Dijo esto con tal energía, que Robledo quedó mirándole fijamente.Mostrabaunaexcitaciónquehacíatemblarsusmanosyatropellabaelcursodesuspalabras.

—HecomidoalgoconMorenoantesdesalirdeallá…Perocomeréotravez…¡Ay,lamuerte!¡PobrePirovani!…Tambiénbeberéunpoco.

Apesardequehablabadesuhambre,apenastocólosdistintosplatosquelefueofreciendolacriadadelacasa.Encambiobebiómuchovino,perodeunmodomaquinal,sinsaberciertamenteloquebebía.

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Elespañolhabíacreídopercibir,desdelaentradadesuamigo,ciertoolordeginebra.IndudablementeélyMorenohabíantomadoalgunascopasdeestelicor antes de emprender su regreso. Tal vez esto era el motivo de suexcitación,pornoestaracostumbradoalasbebidasalcohólicas.

Watson,quehabía terminadodecenar, se fijóen la tenacidadconque lemiraba Torrebianca. Parecía indicarle con los ojos que su presencia erainoportuna.

—¿Morenosehaquedadoensucasa?—preguntó.

Ysefue,pretextandolaconvenienciadehablarconeloficinistaparasaberloquepensabaescribiralgobiernosobrelanecesidaddereanudarlasobras.

CuandoRobledoyTorrebiancaquedaronsolos,ésteparecióotrohombre.Se fuedesvaneciendosuexcitación,bajó losojos,yelespañolcreyóqueseempequeñecía en su asiento, como algo blando que se desplomaba, falto desosténinterior.Todalafalsaenergíadelalcoholhabíadesaparecidodegolpe,yTorrebiancaestabaallí,antesuvista,conunaspectoquehacíarecordareldeunaenvolturadegomasúbitamentedeshinchada.

—Necesito que me oigas—dijo levantando hacia su amigo unos ojoshumildeséimplorantes—.Túeresloúnicoquemequedaenelmundo,lasolapersonaquemequiere…ypor lomismomedebeslaverdad.Hoy,mientrasenterrabanalinfelizPirovani,nopensabaenotracosa.«EsprecisoqueveaaRobledo.Elmediráloquedebocreerdetodoesto…»Peroaúnnotehedichoque«todoesto»es loquenotoen tornodemídesdeayer, lasmiradasde lagente, losgestosdeantipatía, laspalabrotasquecreoadivinaryquedespuésmeresistoahaberadivinado…¡Ay!¡Estanhorribletodoeso!

Cadavezmásdesalentadoyhumilde,apoyóTorrebiancasu frenteen lasmanos.Robledoquisodeciralgunaspalabrasparainfundirleenergía,peroélleinterrumpió.

—Luegohablarás.Esprecisoqueoigasprimeramentecosasquenosabesoqueyotecontéyhasolvidado.Peroantesnecesitohacerteunapregunta.¿Túcreesquemimujermeengaña?…

Quedóelespañol sorprendidopor talespalabrasy transcurrieronalgunossegundos sin que pretendiese responder a ellas. Su amigo pareció sentir deprontoungrantemoraqueelotrocontestase,yparaevitarloempezóarelatarsupropiahistoriadesdequeconocióaElena.

UnapartelahabíaoídoyaRobledoenParís:cómoseencontraronélyellaen Londres, la nobleza de su familia allá en Rusia, la alta posición de sumarido en la corte de los zares. Pero ahora el tono del narrador era otro, yTorrebianca parecía dudar de aquel pasado que siempre había admitido de

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buenafe,exhibiéndoloconorgullo.

Además,entrelaslíneasgeneralesdeestahistoriaFedericoibarevelandoasuamigonuevosepisodios.Parecíaverconmayorrelievelascosaspasadas,fijándose endetalleshasta entonces inadvertidos.Siemprehabía frecuentadosucasaunamigoíntimo,unamigofavorito,alquetratabasumujercongranconfianza,asegurandoqueloconocíadelostiemposenqueerasolterayvivíacon su noble familia. El marqués se había batido dos veces por su esposa,viéndola calumniada repentinamente por hombres que hasta poco antesfrecuentabansussalones.Aúnseacordabaconremordimientodeciertoamigosuyoalquehiriógravementeenunodetaleslances.

—Tehecontado—siguiódiciendo—todamihistoriaconesamujer,todoloqueséconcertezadesuvida.Lodemásesellaquienlodice,éignorosidebocreerlo… Hasta dudo ahora de su nacionalidad y de su nombre. Yo le difrancamente todo mi pasado, y ella tal vez no me ha devuelto más quementiras.

Miró otra vez a Robledo con angustia, esperando que éste le infundiesealguna fe en la incierta historia de sumujer. Parecía un náufrago buscandoalgosólidodondeagarrarse.PeroRobledobajó lacabezahaciendoungestoambiguo.

—Desde hace unas horas—continuó Torrebianca—parece que veo lascosas con otros ojos. ¡Ay, lasmiradas crueles de esas pobres gentes cuandoabríayermiventana!…Yhoy,duranteelentierro,¡quétormento!…Yoquenunca temí a nadie, no he podido afrontar los ojos hostiles o burlones demuchos trabajadores… El pobre Moreno me llevó aparte varias veces ohablaba alto para que yo no pudiese oír los comentarios que sonaban amisespaldas. Él no sabe que me di cuenta de todo lo que hizo por evitarmemolestias…Mehesentidotanacobardado,queademásdepensarentipenséenmipobremadre,comosiaúnfueseunniño.¡Ellaqueseprivódetodoparaquesuhijoconservaseelhonordesusascendientes!…Ysuhijohaacabadoporserlairrisióndeuncampamentodeemigrantesenunrincónincivilizadodelatierra…¡Quévergüenza!

Setapólosojosconlasmanos,comosipretendiesedefenderlosdecruelesvisiones,yasísemantuvoalgúntiempo.Luegolevantóelrostro,paraañadirconunaansiedadinterrogante:

—Tú que eres mi único amigo y conociste de cerca mi vida en París,¿creesqueFontenoyeraelamantedemimujer?…

El español hizo otro gesto ambiguo, no sabiendo qué contestar.Torrebianca,conunavozcadavezmásangustiada,formulóotrapregunta:

—Yesosdoshombres,¿creesquefueronabatirseayerporElena?

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AhoranisiquierahizoRobledoelgestovagodeantesyselimitóabajarlosojos.Estesilenciolointerpretóelmarquéscomounarespuestaafirmativa,ydijocondesesperación,ocultandootravezsucaraentrelasmanos:

—¡Yfuiyo,elmarido,quiendirigióelcombateparaquesematasen!…

Hubo un largo silencio. Mantuvo el marqués oculto el rostro entre susmanos, mientras Robledo le contemplaba con ojos de conmiseración. Deprontoseirguió,ydijoconlentitud,restregándoselospárpados:

—No puedo seguir aquí. Me da vergüenza arrostrar la mirada de lasgentes…Tampocodebomarcharme con ella.Yanomepodría dominar connuevasmentiras.Lamirarédefrente,yalverlafalsedaddesusojosydesusonrisa,lamataré…tengolacertezadequelamataré.

Suamigocreyóllegadoelmomentodeaconsejarle.

—Noteacuerdesmásdeesamujer,yporelmomentoprocuradescansar.Mañana buscaremos el medio más oportuno para que te libres de ella.Empiezaporquedarteaquíestanoche.Yopensaréloquepodemoshacer.Ellaseirá;nosécómollegaréaconseguirlo,peroseirá,ytúquedarásconmigo.

PasóunamanoporlaespaldadeTorrebianca,acariciándoleconexpresiónpaternal,mientraselmarquésconservabaocultoelrostro.

Aborrecía ahora a su esposa, pero al mismo tiempo experimentaba uninexplicablemalestarpensandoqueibaasepararsedeellaparasiempre.

XVI

Agitada por su curiosidad femenil, esperó lamestiza con impaciencia lahoradelacita.

Estabaenlacocinadelacasa,situadaenelcorral,bajouncobertizo.Sobreunamesateníaunrelojdespertador,yvariasvecesaproximóaélsuquinquépara saber la hora. Poco antes de las diez se quitó los zapatos, atravesandodescalzaelcorral,paraseguiracontinuaciónunadelasgaleríasexteriores.

Así llegó, con paso silencioso, al ángulo del edificiomás inmediato a laventana del dormitorio de Elena. Luego se sentó en el suelo de tablas,encogiéndoseparaescucharsinservista.

Distinguió al poco rato en la obscuridad a Manos Duras, que ibaaproximándosealacasa.Viocómosequitabalasespuelas,guardándolasenelcinto, y subía cautelosamente los peldaños de la escalinata. Se abrió pocodespués la ventana del dormitorio de la señora, y apareció ésta, haciendo

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signosalreciénllegadoparaquehablaseenvozbaja.

Sebastiana se esforzó por oír, pero la ventana estaba tan lejos, que sóloreconcentrando su atención pudo alcanzar fragmentariamente algunaspalabras.Estaspalabraserandichasconvocestantenues,quenopudotenerunacertezaabsolutadesuexactitud.Leparecióoír«Celinda»y«FlordeRíoNegro».Pocodespuéscreyóqueeraestounerrordesussentidos.

«¿Qué tiene que ver—se dijo—mi antigua patroncita con los enredos deestagente?»

Avanzandosucabezafueradelaesquina,alcanzabaaveraManosDurasyalaseñora.Elgauchooíaaéstaconmovimientosdeaprobación.Otrasvecesera él quien hablaba, pero brevemente, apoyando sus palabras con gestosafirmativos.Hubounmomentoenquepretendiócogerlasmanosdeella,peroElena se echó atrás con una retracción que denotaba al mismo tiemporepugnanciayaltivez.Inmediatamenteparecióarrepentirse,ydijoenvozmásalta,contonodepromesa:

—De eso hablaremos mañana u otro día, cuando haya hecho usted miencargo.Yasabeloquehemosconvenido.

Ysedespidiódeélconciertacoquetería,aunqueprocurandomantenerseagrandistanciadesusmanos.

Elgaucho, alver cerrada laventana,bajó los escalones,yunavezen lacalle,sedetuvo.

Sebastiana, que se había incorporado para verle mejor, creyó quemurmurabaconexpresiónalegre:

—Envezdeuna,vanaserdos.

Pero tampoco estaba segura de haber oído esto exactamente, y al fin seretiróalacasuchadelcorral,dondeteníasucamastro,algodecepcionadaporelinsignificanteresultadodesuacecho.

Lo único que persistió en ella, quitándole el sueño, fue la duda de siverdaderamenteaquellasdospersonashabíannombradoensuconversaciónalaseñoritadeRojas.Yvolvióapreguntarsemuchasveces:«¿Quétendránesasgentesquedecirdeminiña?…»

Robledopasóigualmenteunanocheagitada.HabíainstaladoaTorrebiancaen la misma habitación que ocupó éste con su mujer cuando llegaron a laPresa. Fatigado por sus emociones, el marqués había accedido al fin aquedarseenlacasadesuamigo.

Dosveces durante la nochedespertó el español, avanzando su oídoparaescucharmejor. Llegaban hasta él gemidos y palabras balbucientes desde la

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habitaciónpróxima,ocupadaporTorrebianca.

—Federico,¿deseasalgo?…

Su amigo Federico le contestaba con voz débil y humilde, procurando acontinuaciónmantenersesilencioso.

DespertóRobledopor terceravez,peroahora la luzdeldíamarcabaconlíneasdeclaridadlasrendijasdesuventana.Unruidohabíacortadosusueño,obligándoleaecharsedelacamaconsobresalto.

Alsalira lasalacomún,queservíaalmismotiempodecomedor,vioenellaaWatsoninclinadosobreunasillayacabandodecalzarselasespuelas.Lacaídadeestasilla,ocurridapocoantes,eraloquehabíadespertadoaRobledo.Éste,alverasusocio,dijoalegremente:

—¡Cómomadrugausted!…Yesoqueanocheleoíentrarmuytarde.

Watsonparecíatriste,yselimitóacontestar:

—Comohoynotrabajamos,voyadarunosgalopesporelcampo.

AlmarcharseeljovenacabóRobledodevestirse,paseandodespuésporelcomedor.Cuandoensusevolucionespasabaantelapuertadelapiezaocupadapor Torrebianca, sentía la tentación de entrar. Deseaba ver a su amigo. Unvagopresentimientoleinfundíaciertainquietud.

«Vamosaenterarnosdecómohapasadolanoche»,sedijo.

Abrió la puerta, miró al interior de la habitación, e hizo un gesto deasombro.Nohabíanadieenella; lacama,consusropasendesorden,estabavacía.Elespañolquedópensativo.PrimeramenteseimaginóqueFederico,nopudiendodormirentodalanoche,habríasalidoadarunpaseoalapuntarelalba.

Instintivamenteempezóamirarentornodeél,examinandolahabitación.Vio sobre la mesa varios papeles, todos con una línea o dos de letra deTorrebianca. Eran cartas empezadas por éste y que había juzgado inútilcontinuar.

Leyóunodelospapeles:«Agradezcotusesfuerzos,peronopuedomás…»Loescritoenotrodecíaasí:«Laúnicamujerquemeamoverdaderamentefuemimadre,yhamuerto.¡Siyotuvieselaseguridaddevolveraencontrarla!…»

Robledosiguióexaminando losdemáspapeles.Sólocontenían renglonesborrados o palabras ininteligibles. Torrebianca había querido escribir,desistiendoalfindetalesfuerzo.Seimaginóverasuamigo,enlasaltashorasdelanoche,arrojandolapluma—queélacababadedescubrircaídaenelsuelo—y diciendo con la indiferencia del que se considera ya por encima de laspreocupacionesterrenales:«¡Paraqué!…»

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Permanecióabsorto,conestospapelesenunamano.Después le reanimóun pensamiento optimista. Tal vez su amigo estaba vagando por lasinmediacionesdelpueblo.Aquellosescritossinterminarmostrabansufaltadevoluntad.

Examinó el suelo fuera de su casa, e hizo un gesto de satisfacción aldistinguirentrelashuellasrecientesdelcaballodeWatsonelcontornodeunpie humano, que debía ser de su camarada. Él había aprendido de losrastreadoresdelpaísqueestudianlashuellasperdidaseneldesierto.

Las señales de los pies de Torrebianca le hicieron seguir una callejuelaabiertaentresucasaylainmediata,queveníaadarenelcampo.Perounavezfuera del pueblo perdió el rastro, por ser numerosas las pisadas de los quehabíansalidoalamanecer.

Instintivamente marchó hacia el río, siguiendo su ribera curso arriba.Miraba lasaguasdeslizarseuniformemente, sinqueelmenorobjetoalterasesusuperficie.Alfinsecansódeesteexamensinmásguíanijustificaciónqueunpresentimiento.

«EsteFederico—sedijo—mehaperturbadoconsusdesgracias.¿Porquépiensocosasabsurdas?…Volvamosacasa.Meavisaelcorazónquelovoyaencontrarcuandollegue.Habráestadopaseandoporelotroladodelpueblo.»

Y regresó a la Presa, sintiendo sin embargo una ansiedad que le hacíamarcharapresuradamente.

A lamismahora,cercade laestanciadeRojas,estabaManosDurasconsustrescamaradasdelaCordillerahablandoalamparodeunosmatorrales.

Habían desmontado y tenían sus caballos de las riendas. Uno de loshombresibavestidodemododiferenteasuscamaradas,ymásquejinetedelcampoparecíauntrabajadordelaPresa.ManosDurasledabaexplicaciones,queelotroibaaceptandoensilencio,aprobándolasconlevesparpadeos.Estehombremontóacaballo,yManosDurasy susdoscompañeros le siguieronconlosojoshastaquedesaparecióentrelosgruposdeásperavegetación.

—Elviejitovaaverloquelecuestaamenazarmedijoelgauchoconunasonrisarencorosa.

Unodeloscordilleranos,apodadoPiola,queporsuedadysusademanesautoritarios parecía ejercer cierta influencia sobre sus dos acompañantes,moviólacabezacomosidudasedetalespalabras.ElplandeManosDurasleparecíaexcelente,peronoencontrabaaceptablequesequedaseenelpaísundía o dos luego de dar el golpe. Era mejor emprender todos juntos einmediatamentelaretiradahacialaCordillera.

—Déjeme, compadre; yo me entiendo—contesto el gaucho—. Necesito

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antes de irme cobrar algo que me han prometido. Tal vez sea esta mismanoche,ymañanamejuntoconustedes.

Contabaconsucaballo,delquehizograndeselogios,yque lepermitiríaobtenerunagranventajasobresuscamaradas,alcanzándolosenelcamino.Élpodíacorrerconmásligerezaalirsolo,ysusamigosmarcharíanembarazadosporelbagaje.

Mientrastanto,suenviadogalopabahacialaestanciadeRojas.Alllegaraunatranqueralaabrió,continuandosumarchaporloscamposdedonCarlos.

CercadeledificioprincipalsalióasuencuentroCachafaz,avisadoporlosladridos de unos perros que daban saltos ante las patas del caballo,pretendiendo morderle. Los espantó el pequeño con sus gritos, escuchandodespuésconlagravedaddeunapersonamayorloqueledijoelemisario.

Fuetantasualegríaalrecibirelrecado,queolvidandoaljinetecorrióhacialaestancia.

DonCarlosestabaensucomedortomandoeldécimomatedelamañana.Celinda,convestidofemenino,ocupabaunsillóndejuncoyparecíaentregadaamelancólicospensamientos.Elmestizoentrógritando:

—Patrón,elcomisariodicequevayaahoritamismoalpueblo.Hantomadopresoalquerobónuestravaca.

Regocijado el estanciero por la noticia siguió a Cachafaz, sin soltar poresto la calabacita del mate, chupando, mientras marchaba, la bombilla deplata.Queríaqueel«chasque»oemisariollegadoatodocorrerdesucaballolediesemásexplicacionessobreesteaviso.

Alsalirdesucasaquedóperplejoviendoqueeljinetehabíadesaparecido.CorrióCachafaz la tierra inmediata, así como los corrales, dando gritos, sinpoder descubrir al «chasque». Finalmente, Rojas se encogió de hombros, ycontentopor la noticia, quiso explicarse esta desaparición.DonRoque, paradarleelavisoconmásprontitud,selohabíaenviadoconalgúnviandantequeteníaquehacerunlargorodeoensumarchaydeseabanoperder tiempo.Éltampocodebíaperderlo,ycomojuzgabaconvenienteiralaPresaparahablarconelcomisario,montóacaballo,prometiendoaCelindaestardevueltaantesdelacomidademediodía.

ManosDurasysustresamigos, tendidosenelsuelo,levieronpasaralolejos con dirección al pueblo. Teniendo sus caras junto a las raíces de losmatorrales,hablaronyrieronconfríocinismo.

—Vaenbuscadelavacaquenoscomimosayer—dijoPiola.

Y Manos Duras añadió, acompañando sus palabras con una muecaimpúdica:

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—Veremosquédicecuandonoshayamosllevadosuvaquillona…

RicardoWatson,quecorríaelcampo,deseosodeaproximarsealaestanciay temiendoalmismo tiempo irritar aCelinda con supresencia, vio tambiénpasaralolejosalseñorRojascondirecciónalaPresa.

Estoparecióinfundirleánimo.Celindaquedabasolaensucasa,yélpodíavisitaría con cualquier pretexto.Pero a continuación sintiómiedo.Noosabaacercarse a la estancia, temiendo que fueseCachafaz el único que saliese arecibirle.Eramejorvagarporelcampo.TalvezlahijadeRojas,aburridadesusoledad,sedecidieseamontaracaballo.

Estaba dispuesto a esperar hasta que el sol se ocultase. Llevaba aprecaución,enunabolsadesumontura,algunoscomestibles.Además,comotodos los enamorados, olvidaba que los hombres nacen con la enfermedadmortaldelhambreyúnicamentepuedenseguirviviendosisecurandeelladosvecesaldía.Otrascosaslepreocupabanenaquelmomento,másimportantesparaél.

Mientrastanto,suamigoRobledovagabacabizbajoporlacallecentraldelaPresa.VeníadesucasaynoestabaenellaTorrebianca.Lacriadalehabíaesperadoenvanoconeldesayunopronto.¿Dóndeencontraraestehombre?…

Enmitadde la calleoyóvoces amigasy levantó su rostro.El estancieroRojashablabavehementementealcomisariodelpueblo,quelerespondíacongestosdeextrañeza.Atraídoporelsaludodelosdos,Robledoseaproximó.

—Unchasque—dijodonCarlos—havenido ami estanciapara avisarmequeelcomisariohabíaencontradolavacaquemerobaron…YdonRoquenohaenviadoanadie,ni sabeunapalabra.¿Havistoustedquéhistoria tansingracia?¿Quiénseráelhijode…talquehaqueridodarmeestabroma?

Robledo escuchó algunos momentos, fingiendo interés por el asunto, ycontinuó su marcha. Únicamente le preocupaba el paradero de su amigoTorrebianca,creyendoreconocerloentodosloshombresqueveíaalolejos.

«Es lástima que Ricardo saliese tan temprano—pensó—. Él me hubieraayudadoenestabusca.»

Watson,indecisoentresutimidezyeldeseodeveraCelinda,sehabíaidoaproximando a la estancia; pero al llegar a cualquiera de las tranqueras quecerraban la cerca de alambres permanecía indeciso. ¿Cómo explicar supresenciadentrodelapropiedaddeRojas,cuandoFlordeRíoNegrolehabíaordenadorencorosamentequenovolviesemás?

Lavistadeunatranqueraabiertaleinfundióánimo.

«Diga ella lo que diga, ¡adelante!—pensó—.Necesito verla, aunque seapararecibirinsultos.»

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Yfueavanzandoconlentitudporloscaminosdelaestancia.

Deprontosucaballosemostróinquieto,avivandoelpasoydeteniéndoseacontinuación,comosipretendieraencabritarse.

Vioeljovenloscuerposdedosmastinesmuertossindudarecientemente,pues tenían sus cabezas destrozadas sobre un charco de sangre. Siguióavanzando,yapocospasosdelacasaencontróaunhombretendidoenmitaddelcamino.

También estaba muerto. Era un peón de Rojas, un mestizo al que creíahabervistoalgunasveces,apesardequesurostroestabaahoradestrozadoabalazos.Unadesusórbitashabíaquedadovacía,colgandodeesteorificiodelcráneo algunas piltrafas de la masa cerebral. En torno a él, la tierra bebíasangreávidamente,cubriéndosedemoscas.

Seechóabajodelcaballo,yconelrevólverenladiestraavanzóhacia lacasa.Alasomarseasupuertayverquenohabíanadieen lagranpiezaqueservíadesalaycomedor,empezóadargritos.

Unsillóndejunco,queeraelpreferidoporCelinda,estabavolcadoenelsuelo.Sefijótambiéneneltapetedelagranmesa,queparecíahabersufridoun rudo tirón y estaba igualmente en el suelo, con todos los papeles y losobjetosquedescansabansobreélordinariamenterevueltosorotos.

Fueron tales susgritosy repitió tanto sunombrepara inspirar confianza,quealfinsonaronpasosenelinteriordeledificioyasomóaunapuertecitaelrostroarrugadoycobrizodelamadredeCachafaz.Otrascriadasypeonesdelaestancia, todosmestizos, fueronsurgiendode susescondites,balbuceandorespuestasininteligiblesopersistiendoenunsilenciodeterror.

SalióWatsondelacasaatiempoparavercómoelpequeñoCachafazveníadeloscorrales,mirandoinquietoaunladoyaotro.Depronto,todosalavezquisieronrelataralingenieroloocurrido,peroelpequeñoselesadelantóconciertaautoridad.

Élestabajuntoalapatroncitaylohabíavistotodo.Treshombresllegaronatodogalope.Cachafazhabíasalidodelacasaatraídoporlosladridosdelosmastinesyoyólostirosquelesdabanmuerte.Luegovioaunpeónquecorríahacialosjinetes,sindudaparapreguntarlesporquéinvadíandeestemodolaestancia.Lostresdispararonsusrevólverescontraélyrodóporelsuelo.

—Yomemetícorriendoenlacasa—continuóelpequeño—.Lapatroncitafue a salir para ver qué pasaba, pero llegaron los tres hombres malos y leecharonunponchoporlacabeza.Meescondídebajodeunamesa;luegomeasomé,yvicómomontabanyse llevabana lapatroncita,quehacíaconsusbrazosasí…así,debajodelponcho.Ynosémás.

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Losotrosdeseabancontarigualmentesusimpresiones,aunqueenrealidadno habían visto gran cosa, pues se escondieron al caer muerto el peón,permaneciendoocultoshastalallegadadeWatson.Éste,mientrassedefendíade tantas personas que le hablaban a la vez, pensó con remordimiento enaquella indecisión que le había hecho vagar junto a las alambradas de laestancia.¡Nohaberentradomediahoraantes,paraestaralladodeCelindaydefenderla!…

Adivinó en los ojos de antílope de Cachafaz que callaba otras cosas yquería decírselas a él, pero a solas. Sonreía el pequeño con desprecio alescuchar cómo los otros daban señas contradictorias describiendo a losasaltantes. Todos creían conocerlos y cada uno los había visto de distintomodo.Watsonlollevóaparte,yempinándoseCachafazsobrelapuntadesuspies,ledijoenvozbaja:

—EsManosDuraselqueharobadoalapatroncita.Yosédóndelatiene.

Acosadopor laspreguntasdeRicardo, fueexplicándose.Ningunode lostreshombresquesellevaronaCelindaeraManosDuras.Peroelpequeño,alabandonar su escondrijo, se había deslizado hasta un corral inmediato,trepando a lo más alto de una pirámide de alfalfa seca, guardada para laalimentacióndelasvacaseninvierno.Sucúspideeraunlugardeobservación,desde el cual podía abarcarse enorme espacio de terreno. Oculto en estaatalayahabíavistocómolostresjinetessejuntabanagrandistanciaconotroque parecía aguardarles, y era indudablemente Manos Duras. Luego, loscuatrogalopabanenlamismadirección,llevandounodeellosalaprisionerasobreeldelanterodesusilla.

TambiénhabíavistodesdelacolinadealfalfacómollegabaWatson,perotalerasurecelo,quenoquisobajarhastaconvencersedesuidentidad.

EstasnoticiasconmovieronaRicardotanprofundamente,quetardóalgúntiempoenpodercoordinarsusideas.LoprimeroquepensófueenlaurgenciadebuscaraCelindaparalibertarla,sinconsiderarlaenormedesproporcióndefuerzas entre él y aquellos bandidos. Disponía de un auxiliar, el pequeñoCachafaz,conocedordelsitiodondeguardabanocultaalajoven.Estoeraloimportante. Recobrarla a mano armada corría de su cuenta. Y con laarroganciaabsurdadelosenamoradosquenoreconocenlavalíaexactadelosobstáculos, montó a caballo e hizo una seña al pequeño para que leacompañase.

DeunsaltoseencaramóCachafazenlagrupa,agarrándosealasropasdeWatson,yéstemetióespuelasalacabalgadura,haciéndolasaliralgalope.

Creyendo adivinar Ricardo lo que pensaba el pequeño, así que hubopasadolaalambradadelaestanciasedirigióhaciaelranchodeManosDuras,

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quemuchasveceshabíavistodelejos.

—Llevamal rumbo, patroncito—dijoCachafaz.Y señalando lomás altodelacortaduraquedabasobreelríoporlapartedelaPampa,añadió:

—Vamosparaallá,alranchodelaIndiaMuerta.

Este rancho en ruinas, llamado de «la India Muerta», era célebre en lacomarca,ysinembargo,muypocoslohabíanvisitado,puesúnicamenteservíaderefugioavagabundosdeseososdecontinuarsumarchasinservistosporlasgentesdelpaís.

—Allí los encontraremos…—volvió a decir—si es que no han seguidoviaje.

Unasorpresanomenosdesagradableque ladeWatsoncuando llegóa laestancia deRojas fue la que experimentóRobledo casi a lamisma hora, alregresarasuvivienda,cansadodelainútilbuscadesuamigo.

ViosentadaenelumbraldesupuertaaSebastiana,queparecíaaguardarle,a juzgar por el gesto de satisfacción con que le acogió.Él, por su parte, notuvo menos contento al encontrarla, imaginándose que la enviaba Federicopara darle explicaciones sobre su huida. Tal vez este hombre débil habíavuelto al lado de su mujer creyendo una vez más en sus mentirosasexplicaciones.

—¿Laenvíasupatrón?…¿Traealgunacartadeél?

Sebastianaacogióestaspreguntasconunaextrañezaquehizodilatarsesusojosoblicuos.

—¿Quépatrón?…¿Elmarqués?…Nosénadadeél.Yocreíaqueestabaaquí.Vengoporotracosa.

Sehabía incorporado,suspirandofatigosamentealcolocarsucorpulenciaensentidovertical,ydijobajandoeltonodesuvoz:

—No he podido dormir en toda la noche, y aquí estoy, don Manuel,aguardándoleparaquemecontesteunapreguntita.

Acogió el ingeniero con una paciencia algo irónica esta consulta; peroapenas la mestiza empezó a hablar, su rostro se transformó, prestando unaatenciónreconcentradaatodassuspalabras.

Cuandohubo terminado el relato de lo visto y oídopor ella en la nocheanterior,siguiódiciendo:

—¿Por qué esa señorona y Manos Duras hablaron de mi antiguapatroncita?…¿Quétienequeverconellosmipalomainocente?…Comoyosoyunazonza,quenopuedeentendermuchascosas,mehedicho:«Voyaver

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adonRobledo,elingeniero,quelosabetodo.Élmedirá…»

PeroRobledonolaescuchaba.Parecíaabstraído,ydeprontohizoungestodeasombroydeinquietud,comosiacabasededescubrirunatemibleverdad.Volvió la espalda aSebastianay anduvovelozmente hacia el sitio dedondehabíavenido.

Quedó asombrada la mestiza viendo correr al ingeniero, cada vez másapresuradamente, como si sus palabras le hiciesen temer que podía llegartarde.Robledo,desde lejos,empezóahacersignosyadarvocesavisandoadonCarlosyalcomisario,queaúnseguíansuconversaciónenelmismolugar.Losdossemiraronasombradosaloírledecirconvozjadeante:

—¡Acaballo!LodelavisodelavacafueunaastuciadeManosDurasparaque usted abandonase su estancia.Me temo que algomalo puede ocurrir aCelinda,ydebemosirallácuantoantes.¡Contalquenolleguemostarde!…

Estaspalabrasyotrasdel ingenieroesparcieron laalarmadespuésde losprimerosmomentosdeestupefacción.

DonRoquefuecorriendoasucasaparaarmarseymontaracaballo.Suscuatrohombres, avisadosporél,hicieron todo loposiblepara seguirle,perosólo tres lograron encontrar montura lista y armas de fuego prestadas poralgunosvecinos,abandonandosussablesinútiles.

MientrasRobledo,vueltoasuvivienda,dabaprisaalservidorespañolparaque le preparase su caballo y se ceñía el revólver con una canana llena decartuchos,envióavisoaloscapatacesdesusobrasquevivíancercayteníanarmas.Además,pidióaldueñodelbolicheunmagníficorifleamericanoqueguardabaocultodebajodesumostrador.

Otra preocupación de Robledo en aquel momento era impedir que seescapase donCarlosRojas. Le había obligado a venir con él hasta su casa,aconsejándoleprudencia.

—Porque usted llegue allámedia hora antes no va a evitar lo que hayaocurrido.Encambio,sivasolopuedeverseamerceddeesosbandoleros.Unpocodepacienciaysaldremostodosjuntos.

Elestancierorecibíasusconsejoscongruñidosimpacientes,temblandoalmismotiempodecóleraydeinquietud.SeapartóRobledounosinstantesdelapuertadesucasaparairalencuentrodealgunoshombresconvocadosporélyexplicarlesloquedebíanhacer.Sepresentótambiéneldueñodelbolicheconel rifle americano, entregándolo solemnemente a su compatriota como si leconfiasetodasufamilia.

Aprovechó don Carlos este alejamiento momentáneo de Robledo, ysaltandosobresucaballolohizosaliratodogalope,sinprestaratenciónalos

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gritosqueacompañaronsufuga.

Después de este acto del impaciente Rojas, se fue organizando laexpedición, compuesta de una docena de jinetes, todos con carabinas, y alfrentedeloscualessecolocaronelingenieroyelcomisario.

Lanoticiahabíacirculadoporelpuebloyacudierongruposdemujeresychiquillosparaverlasalidadelatropamontada.Cuandoelpelotóndejinetesfue pasando ante la casa que había sido de Pirovani, Robledo miró susventanasconciertainquietud.

«¡Si iremos—se dijo—al encuentro de otra desgracia proporcionada poresamujer!»

EnaquelmomentoWatsonabandonabasucaballoyseguidodeCachafazempezóaarrastrarseentreásperosmatorrales.Elmesticillolehabíaconducidoaunaalturaarenosa,enelbordedelaaltiplanicie,desdelacualpodíanversecasiverticalmentelasruinasdelranchodelaIndiaMuerta.

Elconocíadefamaestesitio.Veinteañosantesestabahabitadoporgentesquehacíanpastarsusovejasenloscamposinmediatos.Peroelcaprichodeloshuracanesloshabíacubiertodeprontoconunagruesacapadearena.Además,elpozodelrancho,queproporcionabaunaguarelativamentedulce,noofrecíayamásquesal líquida.Loshombreshabíanhuido,arruinándoseconrapidezlasconstruccionesdeadobes.Únicamentelosvagabundosbuscabanelabrigodesustechosrotos.

Watsonsintióciertoasombroalpoderavanzaragatasentreelramajedelacolinaarenosasinqueelladridodeningúnperroavisasesupresencia.Estolehizo temer que Cachafaz se hubiera equivocado en sus deducciones y elranchoestuviesedesierto.Peroelpequeñomestizo,queavanzabadelantedeél,sedetuvoentredosmatorralesyluegovolvióelrostro,haciendoungestoparaqueseaproximase.

Metiósucabezaigualmenteentrelasramas,ypudover,veintemetrosmásabajo, una explanada arenosa, en el centro de la cual estaban las ruinas delrancho. Dos caballos iban de un lado a otro con paso tardo, buscando lashierbasralasparamascarlas,yunhombreestabasentadoenelsueloteniendounriflesobrelasrodillas.

Cachafazlehablóaloídotenuemente.

—Esunodelosquesellevaronalapatroncita.

PormásquemiróWatsonestirandosucuello,nopudoveraotrapersona.Retrocedió a rastras, abandonando su observatorio, y al llegar al pie de lacolinasacódeunbolsillounlápizyunacartaolvidada,delaquearrancóunahoja. Cachafaz le mirómientras escribía, con sus ojos de animalejo astuto,

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comosiadivinaseloqueibaaencargarle.

LeentregóRicardoelpapel,señalandoacontinuaciónellugardondehabíadejadosucaballo.

—Corre al pueblo y da esta carta al señor Robledo el ingeniero, o alcomisario…Alprimeroqueencuentres.

Quiso añadir nuevas explicaciones, pero el duende cobrizo ya no podíaescucharlas. Se había lanzado cuesta abajo, y poco después saltaba sobre elcaballo,desapareciendoalgalope.

Volvió otra vez Ricardo a subir la ladera arenosa para observar lo quepasaba en el rancho. Ahora vio a dos hombres: el mismo de antes, quecontinuabasentadoenelsueloconsucarabinasobrelasrodillas,yfrenteaél,de pie y sin otras armas que las del cinto, un gaucho al que reconocióinmediatamente,pueseraManosDuras.Hablaban losdos,peronopudooírsuspalabraspor ser grande la distanciaque le separabade ellos.Estohacíainútil suobservaciónporelmomento.Tampocopudopensarenatacarlos,niaunvaliéndosedelasorpresa.Sóloerandoslosenemigosqueteníaalavista,peroindudablementelosotrosdosestabanenelinteriordelasruinas,talvezdurmiendo.

«¿DóndeguardaránaCelinda?»,pensóeljoven.

Arrastrándosesiempreentrelosmatorrales,empezóaseguirelcontornodela loma de arena, para poder ver las ruinas por el lado opuesto. Los dosbandoleros continuaron hablando, sin sospechar que sobre el borde de lapendientequeteníanjuntoaellossedeslizabaunhombreespiándolos.

El acompañantedeManosDuras,queera el llamadoPiola, lehablócontonodereconvención.

—Biensabesvosquenomegustannegociosenquehayhembrasdepormedio. Casi nunca terminan bien, y además arman un bochinche de losdemonios.Mejorerahabernosidoatomar«hacienda»enelLimay,paraluegovenderlaenlaCordillera.MejortambiénhabernosllevadolasvacasdelviejoRojasyconvertirlasenplata,envezdeentretenernoscomounosmuchachosenrobarlesuvaquillona.

ManosDurascontestóconungestodehombresuperiorquenoconsideranecesarioexplicarlaconvenienciadesusactos.Piolacontinuo:

—Tal vez tengas vos tus razones para eso. Nosotros te ayudamos comohermanos,perositehandadoplataporllevarteaesaseñorita,debíaspartírtelaconnosotros.

Elgauchotomóunaactitudaltiva.

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—Nadadeplata.Teexpliquéqueestoesvenganza;lapeorparaeseviejitoque me insultó…Ya sabés también nuestro trato.Me la guardáis, y luego,cuandoestemosenlaCordillera,seráparavosotros.

Piolasonrióconunaalegríarepugnantealoírmencionaresteconvenio.

—Bueno; te la guardaremos—dijo—. Tú serás el primero… sí es quevuelves a juntarte con nosotros no más lejos que mañana. Si tardas no laencontrarás entera…Pero¿porquéno emprendesviaje ahora connosotros?¿QuétienesquehacerenlaPresaestanoche,quenosabandonas?

—Uncobro—contestóManosDarás, conpetulancia—.Quierodejarmiscuentasbienarregladasantesdeirme.

Comoelotronopodíaexplicarseeloptimismodesucompañero,empezóahacercálculos.Talvezaaquellashorasyasesabíaenelpuebloloocurridoenla estancia de Rojas. Y si aún lo ignoraban, lo sabrían antes de quetranscurriesemuchotiempo,oseatanprontocomovolviesedonCarlosasucasa después del inútil viaje a la Presa. ¿No temía Manos Duras que elcomisario y las demás gentes del pueblo le atribuyesen el rapto de lamuchacha?

—Puedequeseaasí—contestóelgaucho—,¡peromehansupuestotantascosas,sinllegaraprobarmeninguna!…Simevenenelpueblo,acabaránporcreer quenohe tenidoparte en este negocio.Ningunode la estanciamehavisto.Además,meiréprimeramenteamirancho,porsialguienseallegaporallá,ysóloalatardecitaentraréenlaPresa,comootrasveces…Creoqueamedianochehabréterminadominegocioypodrésalirparaalcanzaros.

GuiñóunojoPiola, señalandoalmismo tiempocon sudiestra el ranchoinmediato.

—¿Quédiceella?

—Creequenoslahemosllevadoparapedirledineroalviejo.Noadivinalo que le aguarda… Es una muchacha «guapa», y no parece tener muchomiedoahoraquese lehapasadoelprimersusto. ¡Pucha, loquemedioquehacercuandolatraíaenmiflete!…Latengoahídentroconlasmanosatadas,puesdenoestarasísedefiendeyhabráquepegarlacomoaunhombre.

ManosDurasquedópensativo,añadiendoluegoconunasonrisacínica:

—No he querido quedarme ahí dentro, porque vos comprenderás,hermano,queesmuyexpuestoestarasolasconunabuenamozaasí…Tediréquehayotraquemegustamás,yesperoverlamuypronto.Peroéstatambiénesdeaprecio,ysiunoestásoloconella,soplaeldiablo,seempiezanahacercosasporentretenersenomás,pierdeunolarazón,ynosabecuándoycómoterminará.Ahoraestamosentierraenemiga,ynohayqueolvidarsedeelloni

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perdereltiempo…Lafiestamelareservoparamañana.Hoytengootrascosasque hacer para que mi juego resulte completo… En cuanto vuelvan loscompañerosnosdecimosadiós.Vosotrosseguísviajeconlavaquillona,yomevuelvoamirancho,yhastamañanasiDiosquiere.

Ricardosearrastróinútilmenteentrelosmatorrales,noviendomásquealosdoshombresenfrascadosensuconversaciónyelranchoruinoso,queporelladoopuestoteníacerradasuúnicaentradaconunosmaderosmalunidos.EmpezóadudarsilosraptoresdeCelindalahabríanocultadoallí,oestaríalajovenenunesconditemásdifícildedescubrir,bajolaguardadelosotrosdoscordilleranos.

Al fin, cansadodeunaobservación sin éxito, sedeslizópor la colinadearena, viniendo a sentarse en el lugar donde Cachafaz había montado sucaballo.Asípermaneciómuchotiempo,deseandoquetranscurriesenlashorasconprodigiosarapidezyterminaseelsupliciodeunaesperaimpotente,viendoapareceralolejoselauxilioquehabíapedidoasusamigos.

Susojos,queexaminabanelhorizonte,sinverenélnadaextraordinario,seanimarondeprontoaldistinguirunpequeñojinetequeibaagrandándoseenelavance de su galope continuo. Minutos después pudo reconocerlo confacilidad,porhaberlevistoaquellamismamañana.EradonCarlosRojas.

Aunquevenía hacia él, consideró prudente salir a su encuentro y echó acorrercontodalavelocidadquelepermitíaelsueloareniscosurcadoporlasraícesdelosmatorrales,queelvientohabíadejadodescubiertas,yenlasqueseenredabansuspies,haciéndoledarviolentostropezones.

Viéndole surgir a un lado del camino, don Carlos encabritó su caballo,sacandoalmismotiempoelrevólverdelcinto.Después,alreconocerlo,echópieatierra.

NollegabaaexplicarseWatsonestaaparicióndelestanciero,puesélhabíadirigidosuavisoalosamigosdelaPresa.Además,leveíallegarsolo.

—¿Dóndeestánlosotros?—preguntó—.¿HavistoustedaRobledo?

LarespuestadedonCarlosfueevasiva.

Elingenieroyelcomisariotalvezvendríandetrásdeélotalveztardasenhoras.

—Yonohequeridoaguardarlos.Sonalgo…cachazudos;asabercuándollegarán.Mefaltópacienciayaquíestoy.

Luego fue explicando cómo en mitad de su camino, cuando ibadirectamentehaciael ranchodeManosDuras, sinpasarpor suestancia,viovenir hacia él un jinete que galopaba a rienda suelta. Sacó el revólver paradetenerle,peronohizousodelarmaalfijarseensuaspecto.

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—Era como una mona sobre un caballo, y reconocí en esta mona aCachafaz.Mecontóqueustedestabaaquí,meenseñósupapel,yyo ledijequeavisasealosquevienendetrásparaquenopierdantiempopasandopormiestanciayqueéllessirvadebaquiano,trayéndolosdirectamente…¿Quéesloqueocurre?

Marcharonlosdosentrematorrales,siguiendolashuellasquehabíadejadoWatson al salirle al encuentro.Rojas llevaba su caballo de las riendas, y lodejó en el mismo sitio donde Ricardo había dejado antes el suyo. Luegosubieron de rodillas y apoyándose en lasmanos la pendiente arenosa desdecuyofilopodíanobservarelranchodelaIndiaMuerta.

Alasomarseentreelramaje,vieronaPiolasentadoenelsuelo,lomismoqueantes,perosolo,puesManosDurashabíadesaparecido.

Este hombre fumaba, mirando en torno inquietamente, como si sussentidos,aguzadosporlavidaaventureraeneldesierto,leavisasenlacercaníaocultadelenemigo.

Devezencuandoestirabaelcuello,mirandoalolejosconeldeseodeverlallegadadealguien.

—Ataquémosle—dijoenvozbajadonCarlos.

Nadaleimportabaqueelcordilleranotuviesesucarabinaprontasobrelasrodillas.ÉlyWatsoncontabanconsusrevólveres.

—Nohayqueolvidaralotroqueestáoculto—contestóelingeniero.

—¿Yqué?Serándos,ynosotrostambiénsomosdos…Voyavoltearaesebandido.

Tiró de su revólver con la idea de hacer fuego desde allí, sin tener encuenta la distancia; peroWatson le contuvo con su diestra, murmurando almismotiempojuntoaunodesusoídos:

—Haydoshombresmás,quenosédóndeestán.Esperemosaquelleguennuestroscompañeros.

Permanecieron en un estado de dolorosa indecisión, fluctuando entre laespera prudente o la loca aventura de atacar a unos enemigos cuyo númeroexactoignoraban.

No tardó Watson en saber dónde se habían ocultado los otros doscamaradasdelgaucho.Sonaronlejanoslosfuriososladridosdevariosperros.PioladioungritoyManosDurassaliódelrancho,asomándosealaesquinadeadobesyquedandovisibleporunosmomentosparalosqueespiabantendidosentrelosmatorrales.

Eranloscordilleranosquellegaban.Despuésdelraptosehabíandirigidoal

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rancho de Manos Duras para traer la tropilla de caballos que debíaacompañarlesensuviajea losAndes,asícomolosvíveresydemásobjetosnecesarios en tan larga expedición. Los perros del rancho se hablanincorporadoalatropilla.

Algún tiempo después fueron entrando en la arenosa explanada los dosjinetes, armados con carabinas, y seis caballos en libertad que formaban ungrupo compacto, sosteniendo sobre sus lomos sacos y fardos sujetados concuerdas.LostresperrosdeManosDuras,despuésdesaltarjuntoalasruinassaludando con alegres ladridos a su amo invisible, semostraron inquietos yempezaron a husmear en torno a ellos. Luego prorrumpieron en aullidosferoces.Babeandoderabiayconloscolmillosamenazantesintentabansubirla arenosa cuesta, retrocediendo a continuación para avisar a los gauchos lapresenciadelenemigooculto.

Los dos jinetes, que aún no habían desmontado, después de silbarlesinútilmente participaron de su inquietud, mirando con ojos hostiles losmatorralesdelaalturapróxima.

—Noshandescubierto—murmuróelestanciero—.Mejor:asíacabaremosdeunavez.

El norteamericano, reconociendo la imposibilidad de hacer otra cosa, lesiguió ladera abajo hasta donde estaba el caballo. Montó en él don Carlosdespués de examinar si su revólver salía fácilmente de la funda. Watsonmarchóapie,apoyándoseenunapiernadeRojas,ydeestemodoavanzaronlosdosfrancamentehaciaelrancho.

Cuandollegaronaél,siguiendoalostresperros,queretrocedíansindejardemostrarlessuscolmillosyladrandofuriosos,vieronalosdoscordilleranostodavía a caballo, y a Piola, con su carabina apoyada en el pecho, pronto ahacerfuego.DonCarlossedirigióaélcomosifueseeljefe.

—¿Dóndeestámihija?—preguntóimpetuosamente.

Le escuchó el gaucho andino con rostro impasible, como si no lecomprendiese.

—Nadadepalabrasinútiles—continuóelestanciero—.Siloquequeréisesplata,hablemos,ypuedequenosentendamos.

Piola permaneció silencioso. Mientras tanto, obedeciendo tal vez a unaseñade él, losdoshombresmontados se alejaron, examinandoelhorizonte.Sólovolvióunodeellos,yalecharpiea tierradijoalgunaspalabrasenvozbaja.Noseveíaanadieenlosalrededores.

Losperrosseguíanladrando,yendoinquietosdeunladoaotro,peroestaalarma no debía sermás que una continuación de la anterior. Aquellos dos

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hombresindudablementehabíanllegadosolos.

Rojas hizo nuevos ofrecimientos, almismo tiempo que se esforzaba porcontenersuindignación,dandoasuvozunaexageradamelosidad.

—No sé de qué me habla, señor—contestó al fin Piola—. Se equivocausted.Nuncahevistoaesaseñorita.

—¿AcasoustedesnosonamigosdeManosDuras?

Mientras hablaban los dos,Ricardo, alejándoseunpocode ellos, intentódar vuelta al rancho para llegar a su puerta; pero el otro cordillerano,adivinando su intención, se colocó ante él, levantando la carabina como sifueseaapuntarle.Alfin,Piola,sincontestaraRojasnadaconcreto,levolvióla espalda, dirigiéndose hacia la esquina de la ruinosa construcción ydesapareciódetrásdeella.

Fue a seguirlo el estanciero, y tropezó con el mismo hombre que habíacontenidoaWatson.Ahoraapuntabafrancamentesuriflecontralosdos,paraquenopasasenadelante,ytuvieronquemantenerseinmóviles,dudandoentreobedeceralaamenazaoarrojarsesobreaquelbandido.

De un puntapié apartó Piola las maderas mal unidas que cerraban laentrada del rancho. La presencia del cordillerano hizo que Manos DurasabandonasesuluchaconCelinda.Ésta,conlasmanosatadas,sedefendíadelaagresividad carnal de su raptor. Le había arañado, le había mordido,repeliéndolealmismotiempoconsuspies.Elgauchoteníaenelrostroyenlasmanosvariosrasguñosquegoteabansangre,perotalerasuexcitaciónquenoparecíadarsecuentadeellos.

Alver a sucamarada se esforzópor serenarse,hablandoconunaalegríaferoz.

—Lo que yo te dije, hermano; empieza uno por juego y acabainteresándose.Nosepuedeestarenpazalladodeunabuenamoza.

PerocallóalnotarquePiolalemirabacomoreconviniéndole.

—Vosahídefarra,comounmuchacho,mientrasafuerapasaloquepasa.

Leinvitóasalirconungesto,ymásalládelapuertacontinuó,bajandolavoz:

—Ahítenésalviejitodelaestanciaconungringodelosquetrabajanenlasobrasdelrío.¿Quéhacemos?…

ManosDuras,apesardesucinismo,quedósorprendidoalsaberquedonCarlosestabaalotroladodelaesquinadeadobes.¿Cómosehabíapresentadotan pronto?…¿Quién había podido revelarle la presencia de su hija en esterancholejano?PerosuferocidadyelrecuerdodelaofensainferidaporRojas

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leinspiraronunasolución.

—Lomejorserámatarlo.

—¿Y al gringo también?—preguntó Piola con ironía—. Vos encontrásfácilmenteelremedioatodo.

Se mostraba inquieto el cordillerano, como si su instinto le hiciesepresentir la proximidad del peligro. Ya no creía que aquellos dos hombreshubiesenllegadosolos.Otrosindudablementeibanavenir,paradarlesayuda.LoqueManosDurasdebíahacer—siesqueverdaderamentenecesitabaseguirestemalnegociodelrobodelaseñorita—eramontarensu«flete»sinpérdidadetiempoyllevarselabuenamozaaciertolugarenlasorillasdelríoLimay,dondesehabíandadocitaparaeldíasiguiente.Debíadesistirdesuvueltaalpueblo aquella noche. Era oportuno cambiar ahora el orden de la marcha.Mientrasélsealejaballevándosealamuchacha,ellossequedaríanallíconlatropilla. Piola se encargaba de convencer al viejo de la falsedad de sussospechas.Y si llegabanotroshombresdel cercanopueblo, se convenceríantambién—viéndolossinningunamujerysinManosDuras—dequeeranunosviajerospacíficosquehabíanhechoaltoenaquellugar.

El gaucho le escuchó con impaciencia. Le había tomado gusto a estaaventuraynoadmitíamodificacionesenella.DeseabaconservaraCelinda,yalmismotiemponoqueríarenunciarasuvueltaalpueblo,asíquecerraselanoche,parahaceraquelcobrodelquehablabamisteriosamente.

—Tambiénpodésvoshacerotracosa—continuóPiola—.Elpadreofreceplatasiledevolvemoslamuchacha,y…

Pero no pudo continuar. Cerca de ellos, al otro lado de la esquina deadobes,sonóuntiro,acompañadodeungrito.ElamigodeManosDuraslanzóunablasfemia.

—Ya empieza el baile—dijo armando su rifle y corriendo hacia el sitiodondehabíasonadoladetonación.

Rojasacababadedispararsurevólvercontraelhombrequeleimpedíaelpaso.EstesehabíafijadoespecialmenteenWatson,puesporsermásjoven,leinfundía mayor cuidado, volviendo hacia él su carabina, y don Carlosaprovechóelolvidoenque ledejabapara sacar cautelosamente su revólver,apuntandoalpechodelcordilleranoyhaciendofuego.

Al caer este enemigo, Watson se inclinó inmediatamente sobre él paraapoderarsedesuarma.

CuandoPioladiovueltaalaesquina,Rojasmontabayaensucaballo.Porun sentimiento atávico de centauro de estancia, se considerabamás fuerte ymássegurodeestemodoqueapie.Watson,forcejeandoconelheridoacababa

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dearrancarlesurifleeibaaincorporarse;perovioqueelbandoleroandinoleapuntaba por tenerlo más cerca, y su instinto le hizo encogerse, al mismotiempoquesonabaladetonación.Graciasaestemovimiento,elproyectilnoleatravesóelpecho,cortándoleúnicamenteelhombroizquierdo,conunaheridasuperficial.Eldolorlehizosoltarelrifle,permaneciendoacurrucadoconunamanoenelhombro.

Suagresordiounospasoshaciaélparaqueel segundodisparo resultasemáscertero,enelmismoinstantequeManosDurasavanzabasucabezafueradelaesquinadelrancho,atraídoporlapelea.

VioadonCarlos,que,montadoyaenelcaballo,apuntabaconsurevólveraPiola.Élsacóigualmenteelsuyodelcintoparadispararcontraelestanciero,peronopudohacerlo.Tuvoquelevantarelarmaalverinterponerseentrelosdosalotrojineteandinoquehabíaquedadoenobservación.

—¡Gente!…¡Muchagente!—gritabaestehombre.

Losperrossepresentarondetrásdeél,conviolentossaltosderetrocesoydeavance,ladrandoaunenemigoinvisible.

Apartirdeestemomento,lossucesosparecieronatropellarseunosaotros,superponiéndoseconunavelocidadirreal.

ManosDurasfueelmáságilpara laacción.Corrióhaciasucaballo,queseguíarumiandolahierbasinasustarsedelostiros,comosiestasdetonacionesfuesenordinariasensuexistencia.Luegodesapareciódetrásdelrancho.

Piola pareció olvidarse de Watson, para pensar en su propia seguridad.Tambiénerahombredeacaballo,yseconsiderabamásseguroyfuertesobrela silla que a pie.Montó en su cabalgadura, siempre con la carabina en ladiestra,yuniéndoseasucamaradafueronasituarselosdosjuntoalatropilladecaballos,dispuestosadefenderhastalamuertelascargasdesacosyfardosquerepresentabanlafortunadelacomunidad.

Rojas pareció olvidarlos, acercándose a Watson para preguntarle coningenuaemoción:

—¿Quélepasa,gringuito?…¿Lehanmatado?

El joven tenía en un hombro de su blusa una mancha negra, que ibaagrandándose;peroseincorporó,contestandoconpálidasonrisa:

—Pocacosa:unrasguñonadamás.

DonCarlosyanopudoocuparsedeél.Necesitabaverloquehabíaalotroladodelrancho,ehizoavanzarsucaballo,dandovueltaalaesquina.

Noencontróanadie.Surústicapuerta,completamenteabierta,mostrabalasoledaddesuinterior.Peroalapartarsusojosdelasruinasvioaunjineteque

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se alejaba al galope, llevando sobre el delantero de su silla una especie deenvoltorio largo, sostenido por uno de sus brazos, y que se agitabaviolentamentelomismoqueunapersona.

Elinstintoavisóalestancieromásquesussentidos.

—¡Ah,gaucholadrón!…

Lo que le había parecido en el primermomento un envoltorio de ropasconteníaunavida,ysenegabaadejarsellevar.

Tuvo la certidumbre de que su oído le engañaba, con el trastorno de laemoción, al hacerle oír una voz demujer; pero almismo tiempo creyó queCelindalehabíareconocido,llamándolocondesesperadolamento:

—¡Papá!…¡papá!…

XVII

Al levantarse Elena, bien entrada la mañana, vio con sorpresa que lamestizanoacudíaasusrepetidasvoces.

Finalmente se presentó una de aquellas muchachas apodadas «chinitas»quetrabajabanenelserviciodelacasabajolasórdenesdeSebastiana.Segúndeclaróestajoven,larespetablemestizanohabíavueltodespuésdesusalidaaprimerahora.

—DicenquehahabidounbochincheenlaestanciadedonCarlosRojas.

Elcomisarioymuchoshombressefueronparaallá.

ASebastiana, segúncontinuódiciendo lachinita, lahabíanvistoalgunosenlasafuerasdelpueblo,acaballoyacompañadaporeldomésticodelseñorRobledo.

—Habrá ido a ver si le ocurrió algo a su antigua patroncita. Cada unocuentaunacosa…Perolociertoesqueenlaestanciahanmatadoaalguien.

Nopudocontinuarhablandolacriada,envistadelapocacuriosidadquemostraba su señora. Se había limitado a una exclamación de sorpresa alescuchar las primeras palabras. Luego quedó en silencio, como si no leinteresaseelrelato.

Permaneció toda la mañana en su salón, después de haber tomado eldesayuno.Pensabaconimpacienciaenlaslargashorasquedebíantranscurrirantesdeque llegase lanoche.Estabaresueltaa llamaraRobledo;peroéste,segúnlasnoticiasdesucriadita,sehabíaidoconelcomisarioalaestanciade

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Rojasynoregresaríahastaelatardecer.

Le era imposible seguir viviendo más tiempo en aquel pueblo. Que sequedase sumarido, trabajando en los canales.Ella pensabapedir aRobledoqueleproporcionaselosmediosderegresaraParís,ocuandomenoseldineronecesario para volver a Buenos Aires. Una vez en la gran ciudad sabríadefenderse. En su primera juventud se había visto en situaciones iguales opeores,yconocíaporexperienciacómounamujerenérgicapuedesalirdelospasosdifícilesconmássolturaqueunhombre.

Deseabaqueanocheciesepronto,pensandoensufuturaconversaciónconel español. Al mismo tiempo le daba miedo el rápido deslizamiento de lashoras,puesalguienpodíavenirasuventanaparaexigirleelcumplimientodeunapromesahechalanocheantes.

NecesitabaunesfuerzomentalparaconvencersedequenohabíasoñadosuentrevistaconManosDuras.

«¡Quéabsurdo!—pensó—.Pero¿hepodidohacerrealmenteeso?»

Muchas veces en su existencia había sentido lamisma extrañeza por lospropiosactos,comosihubiesenensuinteriordospersonalidadesantagónicas,unadelascualesinspirabahorroralaotra.

«¡Yesehombretalvezvengaestamismanoche!»,seguíapensando.

Para tranquilizarse se dijo que bien podía ser que el gaucho hubieseolvidadosuspromesas.PeroinmediatamenterecordólasvagasnoticiasquelehabíadadosucriaditadealgoterribleocurridoenlaestanciadeRojas.

Comoestabapredispuestaacreerquetodoslossucesosdebíanplegarseasusconveniencias,sintiófinalmentelaconfianzadeloptimismo.

«Novendrá—sedijo—. ¡Quédisparate! ¿Cómopuede esehombrehabercreídounapromesatanabsurda?…»

Despuésdelasnoticiasquehabíancirculadoporelpueblo,noseatreveríaa volver. Además, aquel bárbaro resultaba temible a campo raso; pero contener ella bien cerradas las ventanas y puertas de la casa, se libraría de supresencia.

Yanopensóenelgaucho,masnoporestodesapareciódesumemoriaelrecuerdode lanocheanterior.Algohabíasucedidoal rompereldía,cuandoempezaban amarcarse luminosamente las rendijas de su ventana; y esto lohabía percibido confusamente, como todo lo que pasa cuando los ojos seresistenaabrirseyelpensamientovacilaentreelsueñoylavigilia.

Completamentedespiertayconsiderandoahoraloocurridoavariashorasde distancia, empezó a convencerse de que alguien había estado junto a su

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ventana al amanecer. Recordó un ruido sofocado de pasos en la galeríaexterioryellevecrujidodelamaderadelaparedbajoelpesodeuncuerpoapoyado en ella. Hasta podría jurar que había escuchado algo semejante asuspiros de dolor, a un jadeode desesperación.Y su instinto le avisabaqueaquel sermisterioso que había vivido unosmomentos cerca de ella, al otroladodelmurodetablas,noeraotroquesuesposo.

Dos veces fue ahora a la ventana, abriéndola para ver su exterior y suinterior, con la esperanza de encontrar un papel o cualquier otro indicio delinvisiblevisitante,llegadoconelalbaydesaparecidoalsalirelsol.

«EsFederico—volvióadecirse—;nopuedeserotro…Robledodebesaberdóndeestá.¡Cómodeseoquevuelvaalpuebloparahablarle!…»

Poco después de mediodía, cuando ella fumaba su vigésimo cigarrillo,llamaron a la puerta. Transcurrió algún tiempo y volvieron a repetirse losgolpes.Elenaadivinóque,porestarausenteSebastiana,lasdoschinitashabíanabandonado la casa después de servir la comida, vagando por el pueblo enbuscadenoticias.

Fue a abrir ella misma y se sorprendió reconociendo al visitante. EraMoreno. Su presencia nada tenía de extraordinaria, y sin embargo no pudocontener Elena un gesto de asombro; tan olvidado le tenía. En las últimashorasotroshombreshabíanocupadoporcompletosumemoria.

Ruborizándose de su olvido le invitó a entrar con exagerada amabilidad.Su buena suerte le enviaba a este tonto para que la entretuviese con suconversación durante una tarde larguísima, que sin esta visita hubieseresultadodemonótonasoledad.

Alentrarenelsalón,Morenoacariciólosmueblesconunamiradadulceyprotectora,comosileperteneciesen.Luegoocupóelsillónqueleofrecíaella,haciendo alarde de un aplomo que nunca había mostrado en sus visitasanteriores.

—MevoyaBuenosAireseneltrendeestatarde,señoramarquesa—dijoconlagravedaddeunhombrequeconocesuspropiosméritos—.Deboveralgobierno para darle cuenta de lo ocurrido aquí, y hablar con elministro deObraspúblicassobrelacontinuacióndelostrabajos.

Elena acogió tales palabras con movimientos de cabeza afirmativos, almismo tiempo que sus pupilas parecían sonreír maliciosamente. Este buenpadredefamiliaexagerabaunpocosuimportancia.

—Peroantesdemarcharmehecreídoconvenienteveniraverlaparaquetratemosdeunasuntorelacionadoconmisfuturosnegocios.

Siguióhablando,yalaspocaspalabrasseapagólachispaalegreeirónica

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que danzaba en las pupilas de la Torrebianca. Sus ojos sólo expresaron unávidointerés,quefuecreciendopormomentos.

Moreno relató cómo Pirovani le había confiado toda su fortuna,nombrándoletutordelahijaúnicaqueteníaenItalia.

—Elpobre—continuó—,porloquehevistoalexaminarrápidamentesuspapeles,eramásricoqueyocreía.Esteencargosupremodemipobreamigovaadarmemuchoquehacer,ytalvezmeobligueadimitirmiempleo.¡Quiénsabe si podré regresar aquí!…Temo que transcurramucho tiempo antes dequevolvamosavernos.

Ylaposibilidaddetanlargaausenciaentristecióaloficinista,apesardelairesatisfechoysegurodesímismoquemostrabadesdeeldíaanterior.

—ComoelinfelizPirovani—siguiódiciendo—meconfióelmanejodesufortuna,yestacasaperteneceasuheredera,yo,enusodemisfacultades, ledigo,señoramarquesa,quepuedeustedseguiraquítodoeltiempoquejuzgueoportuno,comosifuesedesupropiedad,ysinpagarporellaunsolocentavo.¡Quénoharéyoporusted!…

Ellalemirabafijamenteconojosinterrogantes.Leeradifícilpoderocultarla sorpresa que le había causado esta revelación. ¡Moreno depositario de laherencia del contratista, abrumado por la enormidad de la fortuna que caíasobreélyvolviendoaunaciudadpopulosapararehacersuexistencia!…

Atravésdesuasombroempezaronaemergernuevas ideas,semejantesaislotes todavía informes y en pleno hervor de formación. Se desdoblaba suinterior,surgiendojuntoalamujerdegustosfrívolosansiosadecomodidadesy grandezas, otra que era la de las temibles energías, la de las extremasresolucionesenlashorasdifíciles,laquenovacilabaantelacrueldad.Yestamujer,aldespertarse,aconsejabaimperiosamenteasucompañera:«Nodejesquesemarche.Eldestinoteloenvía.»

ContemplándolaMorenoconojosmásatrevidosqueenlostiemposquenosecreíaricoypoderoso,viodeprontocómoelrostrodela«señoramarquesa»parecíavelarse, lomismoquesisedeslizasesobreél lasombradeunanubeinvisible.Luegocontrajosubocaconexpresióndolorosaysellevólasmanosalrostro,paraocultarsuslágrimas.

Se levantódesusillóneloficinistaparaconsolarla.Comprendíaeldolorde ella viendo el traje de luto que llevaba por lamuerte de lamadre de suesposo.Además,¡eltristefindePirovani,lafugadeCanterac,tantossucesosentanpocotiempo!…

—Esmuytriste,señoramarquesa, loqueleocurre,peronoporesodebeustedllorar.

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Y se atrevió a tomarle las manos, oprimiéndoselas dulcemente antes deapartarlasdesusojos,húmedosdellanto.

—Nolloroporloqueustedcree—suspiróella—,lloropormímisma,pormidesgracia,quenotieneremedio.Estoysolaenelmundo.Mimaridonohavueltoacasahacedosdías…ytalveznovolverá.¡Quiénsabequécalumniasle han contado!…Mequedabanmis amigos,mis buenos amigos; el unohamuerto y el otro anda fugitivo. Sólo podía contar con usted… ¡y usted semarchaparasiempre!

Eloficinista,conmovidoportalespalabras,empezóabalbucear:

—Cuentesiempreconmiadmiración,señoramarquesa…Yomevoy,yenrealidadnomevoy…MetendráustedenBuenosAires…

Evitó seguir hablando, por miedo a las incoherencias en que le hacíaincurrir su emoción.Elenahabía secado sus lágrimasy lemiraba ahora coninterés.

—Jamás he conseguido hacerme comprender—dijo—. Los hombres sonasí:acuden todosalmismo tiempocuando lesgustaunaseñoray laaturdenconsusasiduidades,quitándoseelsitiounosaotrosdetalmodo,quelapobresedesorientayacabapornosaberhaciadóndevasupredilección.Ahoraqueustedsemarchaylepierdotalvezparasiempre,medoycuentadequelosdospobresamigosquenosabandonaron secolocabanenprimer términocon talviolencia,queconsiguieronocultarmeelhombremásinteresanteparamí.

Se sintióMoreno de talmodo trastornado por esta revelación, que tomóentresusmanosladiestradeElena.

—¡Oh,marquesa!¿quédiceusted?

Ella,despuésdedejarseacariciar lamano,oprimióconsusdedosunadelas de él, añadiendo con un tono de sinceridad, como si revelase suspensamientosmásíntimos:

—Siempremeinteresóustedporsumodestia:unamodestiadisimuladorade grandes condiciones, que ustedmismo no sospecha.Amíme gustan loshombresbuenosysinorgullo.Muchasveces,cuandoestabasola,entreteníaenpensarloquepodríahaberhechounhombrecomousted,viviendoenEuropay trabajando bajo la dirección de una mujer que le inspirase noblesambiciones.

PermanecióMorenosilencioso,mirándolaconciertoasombro,comosilaadmirase más después de sus últimas palabras. Aquella mujer pensaba lasmismas cosas que a él se le habían ocurrido numerosas veces, pero sinatreverseacreerenellas.

Elenaañadió,desalentada:

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-Peroyaestarde:¿paraquéhablardeeso?Ustedtieneunafamilia.Yosoyunamujersinilusionesniesperanzas,quesevesolaypobre,eignoracómoterminarásuexistencia.

El oficinista seguía pensativo, con las cejas fruncidas, como si estuviesecontemplando interiormente un espectáculomolesto para él.Veía una casitacercadeBuenosAires,yensushabitaciones,pobresy limpias,unamujeryvarios niños. Pero esta visión no tardó en esfumarse, recobrandoMoreno elmismoairedeseguridadautoritariayvanidosaconquesehabíapresentadoalhacersuvisita.

—Yo también—dijo—pienso ahora más que antes. Anoche no pudedormir,yporesomehelevantadotarde,sintiempoparairaverquéesloquehapasadoenlaestanciadeRojas…Yanocheprecisamentesemeocurrióquetal vez será conveniente que yo vaya a Europa para velar por la hija dePirovani y administrar sus bienesmejor que sime quedo en BuenosAires.¡Quiénsabesi llegaréaaumentarmuchísimoesafortuna,dedicándomealosnegocios! Yo no creo poseer las condiciones que usted me supone, señoramarquesa; pero en fin, soyhombrede números, hombre de orden, y tal vezpodréhacerbuenosnegocios,lomismoqueloshacenotros…¿Cómono?

Hubounlargosilencio,yeloficinista,quesemostrabainquietoporloqueibaadecir,balbuceóalfintímidamente:

—UstedpodríavenirconmigoaEuropa…paraaconsejarme.Yo,pormásinteligentequeustedmecrea,sólopuedoseralláunignorante.

Elena hizo un movimiento de sorpresa y luego repelió altivamente laproposición.

—No acepto. ¡Qué locura!… ¡Qué fardo iba usted a echarse a cuestas,amigoMoreno!… Olvida usted además que yo soy una mujer casada, unaseñora,ylagente,alvernosjuntos,haríalassuposicionesmáscalumniosas.

ApesardetalesprotestastomólasdosmanosdeMorenoentrelassuyasyaproximósucaraaladeél,envolviéndoleenelnimboperfumadodesucarnetentadora,almismotiempoquedecíaconentusiasmo:

—¡Qué gran corazón el suyo!… ¿Cómo probarle mi gratitud por suofrecimiento?

Adoptóeloficinistaunaexpresiónsuplicanteparaseguirhablando.¿Quépodíaimportarlesalosdosloquemurmuraselagente?…Además,enEuropano los conocía nadie. Vivirían en París, la ciudad maravillosa tantas vecesadmiradaporélenlasnovelasyquenuncahabríavistodenoocurrirlamuertede Pirovani. Él era quien debía dar gracias a la marquesa si se dignabaacompañarleydirigirle.

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—¿Y la familia de usted?—preguntó la Torrebianca con una expresiónaustera,desmentidaalmismotiempoporsusmiradas.

Elhombrerespondióconelcinismooptimistadeunrico,convencidodelpoder del dinero, que espera arreglar mediante su intervención todos losconflictos.

—Mi familia quedará en BuenosAires,mejor instalada que nunca. Conplata abundante todo se soluciona y nadie vive descontento… Yo tendrémuchaplata,porque,comoesnatural,deborecompensarmeamímismopormistrabajosdetutor.Piensotambiénganarmuchoenlosnegocios.

Ellainsistióensuresistencia,aunquecadavezconmásflojedad,yMorenocreyóoportunoconmoverladescribiendolasdeliciasdeunParísquenohabíavistonuncaylaotrateníayaolvidadasdepuroconocidas.

—Es una locura—dijo Elena, interrumpiéndole—. Me falta valor paraarrostrarunescándalotanenorme.¿Quédiríansinosviesenhuirjuntos?

Después,conunaexpresiónpúdicaytímida,añadió:

—Yo no soy como ustedme cree. Los hombres aceptan con asombrosafacilidad todo loque lescuentanacercade lasmujeres,y ¡a saberquées loquelehabrándichoausteddemí!…Reconozcoquehesidopocodichosaenmimatrimonio.Mimaridoesbueno,aunquenuncahasabidocomprenderme.¡Perodeesoahuirconotrohombre,dandounescándalo!…

Apeló el oficinista a todas las frases almacenadas en sumemoria, comoresiduo de sus lecturas. ¿Qué importaba el matrimonio, ni tampoco lo quepudiera decir la gente?… Ella tenía derecho a conocer el verdadero amor,tomándolo allí donde lo encontrase. Tenía igualmente derecho a «vivir suvida»alladodeunhombrequesupieseembellecérselaconarregloasusaltosmerecimientos.

Así fuesoltando trozosdesus lecturasnovelescas,yaunque lamarquesaparecía tan enterada como él de tales argumentos, acabó por conmoverse yablandarsebajosuelocuenciaamorosa.

EraquelaTorrebiancaconsiderabaensuinteriorqueyahabíaprolongadobastante el simulacrode su resistenciaycreía llegadoelmomentodeceder,para queMoreno hablase de cosasmás inmediatas y urgentes. Como si nosupiera loquehacía,puso susmanos sobre loshombrosdeély lehablódemuycerca,convoztenue,almismotiempoquemirabaaloalto,comosumidaensusrecuerdos.

—¡Oh,París!Ustedloconoceporloslibros,peronosabeverdaderamenteloqueesaquellavida.Nosesperaalláunaexistenciamuydulce.

Consideró el oficinista tales palabras como una aceptación, creyéndose

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autorizadodespuésdeellasparaabrazarla…

—¿Síqueaceptausted?…¡Oh!¡Gracias!¡gracias!

PeroElena le repelióparaquenopasasemás adelante en sus caricias, yconunagravedaddemujerquesabeplantearlosnegocios,continuóhablando:

—Si llegase a decir «acepto», sería con la condición de que nosmarchásemoshoymismo.Denoserasí,podríaarrepentirme…Además,¿porquéseguirmástiempoenesterincónodioso?Todossonenemigosmíos.Hastamimaridomeabandona…Noséquéesdeél.

Moreno contestó con movimientos de afirmación. Debían aprovechar eltrende aquellamisma tarde.Si esperaban al próximo, eraposibleque en eltranscursodedosdíasocurriesennuevosincidentes.Elpobreempleadocreíade buena fe que la marquesa era capaz de arrepentirse de su resolución, yconsiderabanecesarioaprovecharestemomentofavorable.

Elenafuehaciendopreguntas,cadaunadelascualesvinoasercomounartículo del contrato verbal que establecía con él, antes de seguirlo.ExplicóMoreno todo lo que Pirovani le había confiado al darle sus papeles y lasinstruccionesqueañadiódepalabra.Sufortunaerasólida.Antesdelduelolehabía entregado igualmente todo el dinero que tenía en su alojamiento. Eloficinistapodíacostearelviajey la instalacióndeellapormuchotiempoenunlujosohoteldeBuenosAires.

—Unavezen la capital—continuó—cobraré todos losdepósitosquehayallá a nombre de Pirovani y haré lo necesario para que el gobierno pagueigualmente lo que le debe por sus trabajos… Conozco a muchas personasimportantesquemeayudarán…Vaustedaverque,aunquealgunosmetienenpor zonzo, sé darme bien la vuelta en esto de la plata… Y apenas dejearregladoslosnegocios,nosembarcaremosparaEuropa.

Otravez,enardecidoporsupropiaspalabrasysegurodelaaceptacióndeElena,seatrevióaponerlasmanossobresucuerpo,peroseviorepelido.

—No—dijoellaseveramente,alavezqueentornabalosojosconmalicia—.LeadviertoquemientrasnohayamosllegadoaParíssóloseréparaustedunacompañeradeviaje.Loshombressemuestraningratossilogransudeseodesdeelprimermomento;abusandelabondaddelamujeryolvidanluegosuscompromisos.

Sonrió con una expresión prometedora, y dijo en voz queda, entornandosuspárpados:

—PeroasíquelleguemosaParís…

SintióseconmovidoMorenoporelgestoconqueacompañabaElenatalespalabras.

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«¡Oh, París!…» Esta exclamación mental del oficinista resucitó en suimaginacióntodoslosepisodiosdelavidaalegrequellevanlosextranjerosenlagranciudad,segúnélhabíaleídoenlasnovelas.

Vio un elegante restorán nocturno, como se imaginaba que eran losrestoranes deMontmartre y como los había admirado directamente muchasvecesenlashistoriascinematográficas.Creyóescucharlamúsicasacudidaysaltarinadeun jazz-band.Siguió con susojos la rotaciónde lasparejasquebailabanenungranrectángulorodeadodebrillantesmesitas.

Después entraba lamarquesa vestida con llamativo lujo y apoyada en elbrazodeélmismo,que ibade frac, conunaperla enormeen lapechera.Elencargado del establecimiento le saludaba familiar y respetuoso, como a unparroquianoconocidísimo;lasmujeresadmirabandelejoslasjoyasdeElena;un groom diminuto como un gnomo se llevaba la rica capa de pieles de laseñora,queesparcíaunperfumedejardíndeensueño.Élexaminabalalistadevinos, pidiendo un champaña tan caro, que su nombre provocaba unareverenciaadmirativadelencargadodelabodega.

Sedesvaneciólavisión,encontrándoseMorenootravezenlaantiguacasade Pirovani, ante aquella mujer que tanto había deseado con el fervor queinspira lo que parece imposible de conseguir, y que le miraba en estosmomentosconojosdevoradores.

—¡Oh,París!—dijo—.¡Cómodeseovermealláconusted…Elena!

PorqueustedmepermitequelallameahorasimplementeElena…¿no?

XVIII

ParaWatsonempezaronasucederseloshechosconlarapidezvertiginosay la faltade lógicade losepisodiosdeunapesadillaquesedesarrollanmásalládeltiempoydelespacio.

Oyó tiros; luego pasaron ante sus ojos varios jinetes a todo galope,mientras otros, deteniéndose, hacían fuego contra los dos andinos. En vanoPiolagritabalevantandosusbrazos:

—¡Hermanos,nonosbaleen,quesomosgentesdepazynosentregamos!…

LosquellegabannoqueríanoíryseguíandisparandosusriflesapesardelasórdenesdeRobledo.

CayóheridoelcamaradadePiola,yéstejuzgóoportunoecharsealsuelo,

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buscandorefugiodetrásdesucaballo.

Cuando todo el grupo de hombres de la Presa acabó de entrar en laexplanada del rancho, Watson no prestó atención a las exclamaciones delespañol, asombrado de encontrarle allí. Tampoco se fijó en los saludos delcomisario.LosdosleolvidarontambiénparairenbuscadePiola,colocándolesus revólveres en el pecho mientras le preguntaban dónde estaba Celinda.Algunos individuos de la expedición desmontaron para examinar al hombrereciénheridoytambiénalotrocordilleranoderribadopordonCarlos.

Loqueatrajo laatencióndel jovenfuelapresenciadesupropiocaballo,sobreelcualseerguíaconairedeimportanciaelpequeñoCachafaz,señalandoconundedoacusadoralostresvencidos.

-Estos gauchos malos son los que se llevaron a mi patroncita. Yo losvide…

Pero le fue imposible continuar, pues se sintió agarrado por el talle ydescendidoviolentamentedesudignidadecuestre,quedandoconlospiesenelsuelo.

Ricardohabíahechoestovaliéndosedesubrazosanoysofocandoeldolorque le causaban en el hombro herido talesmovimientos. Su caballo parecióreconocerlo al quedar él sobre la silla, y apenas le hubo picado con susespuelas,salióatodogalopeenlamismadirecciónseguidaporRojas.

Llevaba varios minutos el estanciero de perseguir a Manos Duras y noperdía la esperanza de alcanzarlo. Era difícil poder galopar de un modocontinuo en aquellas pendientes arenosas. Además, el caballo del gauchollevabaadospersonas,yésteteníanecesidaddeconservarsujetaaCelinda,almismo tiempo que excitaba la marcha de su cabalgadura. Rojas podíadedicarseconmayorligerezaalapersecución,teniendoademáslibressusdosbrazos.

Duranteesta fugaelbandidovolvió repetidasvecessucabezayelbrazoderecho armado con un revólver. Dos balas pasaron silbando cerca de donCarlos.Éstecontestóalosdisparosconotros,perodespuéssecontuvo.Nolequedabanmásquetrescápsulas.Enlamañana,alsalirdesuestanciaparairsimplemente a la Presa, se había ceñido el cinturón del revólver, sin ponercartuchosde repuesto en los agujerosde la canana.Sólopodía contar ahoraconestostrestirosyconelcuchilloquellevabaalcintoparalasnecesidadesdelcampo.Ademásteníamiedodeherirasuhija.

Como el gaucho iba mejor provisto de armas, siguió disparando tirosdurantesufuga,congranprodigalidad.

Sintió el estanciero una nueva indignación al darse cuenta de lo que

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intentabaManosDurascontraél.

—¡Grandísimobandido!¡Ahoratiraamatarmemiflete!

Yelcentaurocriollo,diciéndoseesto,mostrótantacóleracomoalverenpeligroasuhija.

A los pocos momentos, Rojas, que parecía soldarse a los caballos quemontaba,hasta formarunsolocuerpoconellos,adivinóbajosuspiernasunestremecimientodemuerte.Sacóágilmentesuspiesdelosestribosyseechóalsuelo,almismotiempoquerodabalapobrebestia,arrojandoporelpechoun caño de sangre igual al chorro purpúreo de un tonel de vino que sedesfonda.

Sevioelestancieroapie,mientraselotrocontinuabahuyendoconsuhijasobre el arzón. Toda su voluntad la concentró en la mano que sostenía elrevólver, apuntando éste contra el enemigo fugitivo. Necesitaba matar sucaballo.

Rojas, que no temía la lucha con las fieras ni con los hombres y pocasveces había conocido el miedo, tembló de emoción… ¡Dar muerte a uncaballo!Era un excelente tirador, y sin embargo, hizo un disparo y despuésotro,sinquelacabalgaduradelgauchocesaseensugalope.Ibayaadispararsuúltimacápsula,cuandoel«flete»deManosDurastitubeó,marchandoconmáslentitud,hastaqueporfindiounavolteretamortal,levantandounanubedearenaconsuagónicopataleo.

CorrióRojas,peroantesdellegaralsitiodelacaída,viocómoelgauchose incorporaba, sacando un segundo revólver del cinto, sin dejar de oprimircon el otro brazo a Celinda. Así esperó, con aire amenazante, que seaproximasesuperseguidor.

PudodonCarlosavanzartodavíaalgunospasos,peroManosDurasdisparócontraél,pasandoelproyectiltancercadesurostro,queporunmomentosecreyóherido.EntoncesRojassedejócaerparapresentarmenosblanco,yfuearrastrándose,conel revólveren ladiestra.Elgauchonopodíaadivinarquesólo le quedaba un tiro, y creyendo que su intención era aproximarsecautelosamenteparaqueresultasenmássegurossusdisparos,siguióhaciendofuego.AdemásseservíadeCelindacomodeunescudo,colocándolaantesupecho.Perolosretorcimientosdelajovenalpretenderlibrarsedeestebrazorobustoquelamanteníaprisionerahicierondesviarmuchasvecessurevólver.

—¡Sidisparauntiromás,viejo,matoasuhija!

Esta amenaza, unida a la consideración de su impotencia, hizo que donCarlossedeslizaselentamentesobrelaarena,sinatreverseahacerfuego.

Manos Duras pareció inquietarse de pronto por un nuevo peligro que

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presentíacercadeél,ymiróávidamenteaunladoyaotro.Peroelmiedoalenemigomásinmediato,queeraelestanciero,hizoquenopensasemásqueenéste,continuandosusdisparos.

El otro enemigo invisible era Watson, que al escuchar los tiros habíaechado pie a tierra para aproximarse al lugar de la lucha, marchandoencorvadoentrelasásperasplantasquesurgíandelsueloarenoso.

Por un momento tuvo la intención de atacar a Manos Duras con surevólver,perotemióheriraCelinda,quecontinuabaforcejeandoparalibrarsede su opresor.Luego fue hasta su cabalgadura, desatando de la silla el lazoregaladoporlahijadeRojas.Llevándoloensudiestradiounrodeoatravésdelosmatorrales,hastaveniracolocarsedetrásdelgaucho.

Esta corta marcha le produjo intensos dolores. Varias veces las ramasespinosas se engancharon en su hombro herido. Además, la duda le hizotemblarinteriormente.¿Sabríavalersedeestaarmaprimitiva?…

RecordabalasrisasdeFlordeRíoNegrocomentandosutorpeza;peroalevocarigualmentelosalegrespaseosconellayverlaahoraentanangustiosopeligro, sintió renacer su dura voluntad. Las enseñanzas recibidas en sujuventud, el espíritumetódicoyprácticode su raza, le reanimaron.«Loqueuna persona hace, otra puede hacerlo también.» Y recomendándose a laspotenciasmisteriosasé imponderablesquerigennuestraexistenciayavecesnosprotegenconinexplicablepredilección,envióel lazoporelaire,casisinmirar, confiándose a la suerte y a su instinto. Luego tiró de él, metiéndosematorralesadentro,conunesfuerzoalegreyextraordinarioaladivinarporlaresistencia de la cuerda que el lazo había hecho presa. Fue tan bárbaro sugozo, que tiró con ambas manos, lanzando rugidos de dolor por eldesgarramientoquesentíaensuhombroherido.

El lazo había aprisionado, efectivamente, el grupo que formabanManosDurasyCelinda,arrollándoseentornoasuscuerpos.Luegolosdoscayerondeespaldasbajoelrudotirón.

Cesó el gaucho de retener a Celinda para valerse de las dos manos, yestando todavíaenel sueloextrajosucuchillodelcinto,partiendo lacuerdaque le sujetaba. Watson, que había adivinado esta intención, corrió haciaManosDuras,dándolevariosgolpesenlacabezayenelrostroconlaculatadesurevólver.PeroRojasllegótambiénenunoscuantossaltosjuntoalgrupoderribado.

—¡Déjamelo,gringo!—ordenóconvozentrecortada—.Aéstenadiedebematarlomásqueyo…¡Mecorresponde!

Hizo retroceder con un empellón aWatson, y éste sólo se preocupó deCelinda, levantándoladel sueloy llevándoselaalotro ladode losmatorrales

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máspróximos.Lajoven,aturdidaaúnporsucaída,sepasólasmanosporlosojos,sinreconoceralnorteamericano.Teníavariasdesolladurasenlosbrazosyenelrostroquemanabansangre.Mientrastanto,donCarloscasiayudabaaincorporarseaManosDuras.

—¡Levántate,hijode…paraquenodigasquetematosindefensa!

Sacatufacónypelea.

Elcuchilloloteníayaenlamanoelgaucho,peroRojasnolohabíavisto,turbadoporelgoceferozdeencontrarfinalmenteaesehombrealalcancedesudiestra.

Apenaselbandidoestuvodepie,letiróatraiciónunacuchilladaalvientre,pero aturdido aún por los golpes que le había dadoWatson, su ataque fuelento,loquepermitióalestancieropararlaconunrevésdesumanoizquierda.Él, por su parte, le asestó un golpe en el pecho, luego otro, ymenudeó suscuchilladascontalceleridad,quehizoderrumbarseaManosDurasarrojandosangrepornumerososdesgarronesdesucuerpo.

—¡Yaestámuertoelpuma!

Esto lo gritó don Carlos agitando sobre su cabeza el arma enrojecida,mientraselbandolerodabavueltasjuntoasuspies,apoyándoseenuncostadoyenotro,entreronquidosdeagonizante.

WatsonhabíaidollevándoseaCelindamáslejos,paraquenopresenciaseesta lucha,peroalmismotiempoprocurabanoperderdevistaalestanciero,porsileeranecesariosuauxilio.

Aljuntarselosdoshombres,condujeronalajovenhastaellugardondeelingenierohabíadejadosucaballo.NoqueríanqueCelindaviesealagonizante.Ella,conmovidaportantasemociones,losmirabaconunaspupilasdilatadaseinciertas,comosinolosreconociese.Alfinacabóporllorar,abrazándoseasupadre.Luego,olvidandolosprejuiciosdelosdíasnormales,abrazótambiénaWatsonyempezóabesarlo.

El mocetón, aturdido por estas caricias y asustado por las heridassuperficialesquenotabaenelrostrodelajoven,preguntóconansiedad:

—¿Lehehechodaño,missRojas?…¿Noesciertoquehe tiradoel lazomenosmalqueotrasveces?…

Los dos le ayudaron a montar, y marcharon junto a su caballo condirecciónalranchodelaIndiaMuerta.

Robledoyelcomisariosalieronasuencuentro,mostrandogranalegríaalreconocer a Celinda. Frente a las ruinas estaban los otros hombres de laexpedición.Despuésdecurara sumodoa losdoscordilleranosheridos, los

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vigilaban, así como a Piola, hablando de conducirlos al día siguiente a lacárceldelacapitaldelterritorio.

Viéndose entre amigos que celebraban con gozosas demostraciones suliberación, Celinda volvió a recobrar su carácter ligero y animoso. ProcuróocultarsurostroparaqueWatsonnoviesemástiempolasdesolladurasquelodesfiguraban;perocuandodetardeentardevolvíasusojosaél,éstosteníanunaexpresiónacariciante.

—¿Le he hecho daño, miss Rojas?—dijo otra vez el joven con vozsuplicante, como si su emoción no le permitiera en aquellos momentospreguntarotracosa—.¿Verdadquenohetiradoellazomuymal?…

Ella,despuésdemiraraunladoyaotroparaconvencersedequesupadreestabalejos,dijoenvozbaja,imitandoelacentodelnorteamericano:

—¡Gringochapetón!¡grandísimotorpe!…Síquemehashechodaño,yellazolotirasrematadamentemal…Perodetodosmodosmeenganchasteconél, y como yo juré que sólo así conseguirías tenerme otra vez… aquí metienes.

Y avanzó los labios cual si pretendiese acariciarle desde lejos con susonrosado redondel, siendo este gesto una promesa de lo que haríaseguramenteluego,cuandoseviesensolos.

EntrólaexpediciónenlaPresaalanochecer,despuésdehaberdescansadoen la estancia de Rojas, donde esperaba Sebastiana. Ésta, al ver libre a supatroncita, prorrumpió en exclamaciones de gozo, que se convirtieron pocodespuésenfrasesdeindignaciónporlaslesionesqueCelindateníaensucara.El nombre de la marquesa se le escapó a la mestiza en el curso de unafuribundapalabrería,apesardelasrecomendacionesdeprudenciahechasenvozbajaporRobledo.AlfinacabórelatandoaRojastodoloquesabíadelaentrevista de la «señorona» conManosDuras y lo que sospechaba ella quehabíanconvenidolosdos.

Sebastiana quiso quedarse en la estancia, al lado de Celinda, sin creernecesarioparaelloelpermisodelpatrón.

ElmismodonCarloshabíarogadoaWatsonquesequedasetambiénhastaeldíasiguiente,enquevolveríaél.

—Tengo que hacer una cosita urgente en la Presa. Deseo decir unaspalabritasaciertapersona.

La vozmeliflua del criollo, así como su acento dulzón, eran parameterespantoacualquiera.Robledointentódisuadirledeesteviaje,adivinandosusintenciones.ConélsemostróRojasmásexplícito.

—Déjeme, donManuel; necesito ver a esa ¡mala… tal! que ha querido

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perjudicar a mi niña. Me contentaré con levantarle las polleras y darlecincuentagolpesconesterebenque,así…así.

Ymovíaellátigocortoconsuterribletiradecuero.

Hubo de aceptar al fin el español que le acompañase hasta el pueblo,convencidodeloinútilqueeraoponerseasuspropósitos.AúnperdurabaenRojas la furia homicida de su combate amuerte con el gaucho, y Robledoesperabaabonanzarlecuandohubiesentranscurridounashoras.

AlentrarenlacallecentralvieronlosexpedicionariosaglomeradosacasitodosloshabitantesdelaPresa.Losjinetesdelanterosibandandonoticiasalpaso,yéstassetransmitían,degrupoagrupo,rápidamente.TodoscelebraronlamuertedeManosDuras, comosi conella seviese libreelpueblodeunagran calamidad. Los más débiles lamentaban que el comisario hubieseguardado en un rancho cerca de la población a los tres prisioneros paraenviarlosaldíasiguientealacárceldel territorio.Lamuchedumbre,conesaferocidad colectiva que surge en las primeras horas de una emancipaciónlargamenteesperada,queríadestrozarlos,paravengarsedelosmiedosquelahabíahechosufrirelganchoyadifunto.

Laúltimanoticiaquehizocircular la locuacidaddelos jinetesdelanterossirvió para que esta indignación común encontrase dónde satisfacerse. Lasrevelaciones de Sebastiana fueron conocidas en unmomento por todos. Eraaquella«señorona»laquedeacuerdoconManosDurashabíaorganizadounavenganzaterrible;unavenganzasemejanteaotrasqueelloshabíanoídocontaraloslectoresdenovelasovistoporsusojosenlashistoriascinematográficas.Lagringarubiaqueríamatara lapobreniñade laestancia,hijadelpaís, talvezporenvidia,talvezporotromotivo.

Robledo, que pasaba a caballo entre los grupos, adivinó por algunaspalabras sueltas la cólera que empezaba a conmoverlos. Precisamente enaquellos momentos la expedición iba desfilando ante la antigua casa dePirovani.Lasmujereseran lasquesemostrabanmásfuriosasy lanzaron losprimerosgritosagresivosmirandolasventanasdeledificio.

—¡MueralaCaraPintada!¡Mueralagran…!

Ysoltabaredondalamayordelas injuriasfemeniles.Presintiendoloqueibaaocurrir,torcióRobledosumarcha,avanzandohacialacasaycolocandosu caballo ante los últimos peldados de la escalinata de madera. Pero noconsiguió verse obedecido ni aún por los hombresmás adictos a él, que lehabíanacompañadoenlaexpedición.

Desoyendosusconsejosysusórdenes,mujeresychiquillosempezaronapasarpordebajodelapanzadesucaballooadeslizarseporsusflancos…Ydetrásdeestosprimerosasaltantes,loshombresfueroninvadiendolaentrada

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de la casa, excusándose con un gesto y un leve saludo al pasar ante elingeniero.

Elasaltofuerapidísimo,abatiéndoselosobstáculosconesafacilidadqueparece centuplicar la fuerza de los ataques populares en días de revolucióntriunfadora.Lapuertacayórota,ytodalaolahumanaserevolvióunmomentoen su quicio, penetrando después a borbotones en el interior de la casa.Saltaron rotos losvidriosde lasventanas,ypocodespuésempezarona salirporellas,comoproyectiles,losmuebles,lasropasytodaclasedeobjetos.Envanoalgunos,másprudentesyserenos,protestabandelabsurdodestrozo.

—¡Pero si eso no es de ella!… ¡Si todo pertenecía a don Enrique elitaliano!

La multitud se mostraba sorda; quería que fuese todo propiedad de la«señorona», para de esta manera satisfacer su cólera sin escrúpulos. Ycontinuabadandogritos,enlosqueserepetíalapalabrainfamante.

Depronto,Robledo,quebraceabasobresucaballodandoórdenesinútiles,consiguióhacerseoír.Losasaltantesparecíancansados.Además,ladecepcióndenoencontraralahembraodiadahabíadisminuidosuactividaddestructora.Pero la verdadera causa del relativo silencio que permitió a Robledorestablecersuinfluenciafuelallegadadeunviejotrabajadorespañol,retiradodelasobrasdelcanalparadedicarseallevaralasviviendasaguadelríoenuncarrodelquetirabaunmíserocaballejo.

Estehombrelogróqueleescuchasenconmásrapidezqueelingeniero.

Losasaltantesbajaronpocoapocodelacasaparaoírledemáscerca.

—¿Quéhacenahí?—gritaba—.¡Seha ido!…Yolahevistoenuncochecon el señorMoreno, el del gobierno. Van a la estación a tomar el tren deBuenosAires.

Inmediatamente se ofrecieron varios jinetes de buena voluntad paraalcanzarla en su fuga.Llevabamuchadelantera, pero tal vez amata caballopodríandetenerlaenFuerteSarmiento.

Otrosponíanendudaeléxitode talpersecución.Sóloquedabaunahoraescasaparalallegadadeltren,ycomoéstepartíadelapróximaestacióndelNeuquen,nuncallegabaconretraso.

Las mujeres, por ser las más furiosas, aconsejaban a los jinetes queintentasendetodosmodoslaaventura,paratraerala«señorona»arrastrándoladel pelo. Otros varones, sesudos y de luminosas ideas, proponían, con elmismopiadosodeseo,colocarsesimplementealladodelavía,cuandopasaseel tren cerca de la Presa, y hacer una descarga cerrada sobre el coche quellevasealagrandísima…tal.YmostrabanasombrocuandoRobledointentaba

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hacerlescomprenderqueenelmismocochepodíanirotrosviajerosyademásresultabaimposibleadivinarsuvagónentrelosmuchosquecomponenuntren.

Cuando todasestasgentes, roncasdegritaryconvencidasdeque leseraimposible dar alcance a la «señorona», quedaron en silencio, el ingenieroconsiguióhacerseoír.

—Dejadlaquesevaya.EsGualichequenosabandona,despuésdehaberloperturbado todo… Lo que hay que desear es que ese demonio no vuelvanunca.¡Ojalásehubiesemarchadoantes!…

Alfin,cerradayalanoche,lasgentessefueronapaciguando.Eralahorade la cena, y los más exaltados prefirieron seguir sus conversaciones en lamesafamiliaroenelalmacéndelGallego.

Rojassemostrabasombrío,comosihubieseolvidadotodoslossucesosdeaqueldíaparanovermásquelafugadeElena.

—Creaustedquelosiento,donManuel.Migustohubiesesidoremangarlelaspolleras,paraconesterebenque…

YhaciendoconunamanoelmismoademánquesilevantaselasfaldasdeElena, iba explicando todo lo que su venganza se hubiese complacido enrealizar.

Apartirdeestedía, laexistenciaresultóangustiosaomonótonaenaquelpueblo,dondenoquedabaotropersonajeimportantequeRobledo.Losobrerosempezaron a desbandarse al ver suspendida la continuación de las obras.Pasabanel tiempo losgrupos inactivoshablandode laposibilidaddequesereanudasen los trabajos en la semana próximapor disposición del gobierno;perolaordennollegaba.AlláenBuenosAiresestudiabanelasuntocontodacalma,ylospeones,perdidalapaciencia,echábansealhombroelsacoderopaparahuirapieoenferrocarrildeunlugardondeyanoentrabadineroycadavezeramásgenerallapobreza.

El almacén había descendido a boliche y tenía un aspecto fúnebre. Sóloalgunosparroquianosviejos,desolvenciaprobada,veníanabeberdepieanteelmostrador.DonAntonioelGallegohabíacortadoviolentamenteelcréditoalamayorpartedelosconcurrentes,yparaapoyarsuvoluntaddenodarnadaal fiado, tenía un revólver en cada cajón del mostrador y el hermoso rifleamericano debajo de su asiento. Su público, cuando estaba falto de dinero,merecíatodasestasprecauciones.

—UsteddebeiraBuenosAires,donManuel—decíaaRobledoconfirmeoptimismo—.Ustedeselúnicoaquienharáncasoallá.

Elingenierosemostrabatristeydesalentado,comotodoloquelerodeaba.Loúnicoqueconseguíahacerlesonreírconunaexpresiónmelancólicaerael

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nuevo aspecto de Watson su socio. Éste parecía alegre, como si nada leimportase la suerte de sus canales. Ahora sólo le interesaba la ganadería,pasandolosdíasenterosenlaestanciadeRojas.

¡Qué podía importarle la paralización momentánea de las obras!… Erajovenyteníamuchosañospordelante.Loquedeseabaestudiareralavidadeuna estancia, pero teniendo por maestro a Flor de Río Negro, que leacompañabaacaballoa travésdeloscamposdesdelasalidadelsolhastaelocaso.

Un fúnebre descubrimiento aumentó el mal humor del español, pocodespuésdelafugadeElena.

González le hizo ver un sombrero que uno de sus parroquianos habíaencontrado junto al río, lejos del campamento. El ingeniero lo reconocióinmediatamente.EraelquellevabaTorrebianca.

Estabaconvencido,desdemuchoantes,quesucompañeronofigurabayaentre los vivos. Con frecuencia, durante la noche, cuando las dificultadesfinancieras de sus obras le hacían permanecer insomne, reconstituía pordeduccionesloqueelmaridodeElenahabíahechoalabandonarsucasa,pocoantesdelamanecer.Indudablementesucuerpoestabaenelfondodelrío.

Otrodía,eldueñodelbolichevinoacontarleeldescubrimientohechoporunos españoles que, al verse faltos de trabajo, se dedicaban a la pesca.Dosleguas más abajo del pueblo habían pasado a una isla fangosa rodeada decañaverales, con la esperanza de apoderarse de algunas truchas procedentesdellejanolagodeNahuelHuapi.Entrelascañasdelaorillahabíanvistodosobjetos largos y negros que se balanceaban mecidos por la corriente: laspiernasdeTorrebianca.

Robledonohabíatenidovalorparaverelcadáver.Despuésdeunmesdepermanencia en el río, era una masa gelatinosa que parecía vibrar por elrebullicio de la fauna surgida de sus carnes. Fue su compatriota Gonzálezquien,abandonandoelmostradordelalmacén,seencargódetodolonecesarioparadarsepulturaaestosrestos.

—UstedloquedebehaceresirseaBuenosAires—repetíaelalmacenero—.DonRicardoyyo lesustituiremosaquí.En lacapital trabajaráustedpornosotrosmásquesisequedaenlaPresa.

AlfinRobledoreconociólapertinenciadeestosconsejos,marchándoseaBuenos Aires. Varios meses anduvo por los ministerios, solicitando que sereanudasenlasobrasyluchandoconlasrutinastécnicasyadministrativas.

También tuvoqueesforzarsepormantenersucréditoen losBancos.Losmismosqueprotegíanantessuempresadudabanahorafrancamentedeléxito,

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resistiéndoseaproporcionarlemásdineroparasucontinuación.UnambientedeescepticismoydescréditoibaesparciéndoseentornoatodoloqueeradelaPresa.

Llegóel inviernosinqueRobledohubiesepodidosalirdeBuenosAires.Algunasveces,conrepentinooptimismo,esperabaconseguiraldíasiguientela realización de sus deseos. Pero al otro día le contestaban: «Vuelva ustedmañana»;yeste«mañana»ibaconvirtiéndoseenunapalabrafatídica,símbolodealgovagoquenuncallegaríaaserrealidad.

Los periódicos le anunciaron una noche la inquietud de las poblacionesribereñas del ríoNegro.Los afluentes empezaban a aumentar su caudal conuna prodigalidad inquietante. Llegaba la crecida que él venía anunciandodesdemeses antes en losministerios para conseguir que se continuasen lasobrassiaúneratiempo.

Recibió luego un telegrama de los mismos que le habían aconsejado lamarchaaBuenosAires.Lepedíanquevolviese,comosisupresencia,siendomilagrosa,pudierasujetarlasfuerzasnaturales.

EntróenlaPresaconunfríoglacial.Volvióaenfundarseenungabándechófer con los pelos afuera que había usado siempre en los días rudos delinvierno.

Lapoblaciónestabacasidesierta.Lascasasdemadera,queeran lasmásfuertes, tenían cerradas puertas y ventanas. Las construcciones de adobesestaban con los techos rotos y el huracán había arrancado igualmente lasmaderasdesusorificiosdeventilación.Noseveíaanadieenlascalles.Sóloquedabanloshombresqueyaeranhabitantesdelpaísantesdequeempezasenlas obras. Parecía que durante los cuatro meses de su ausencia hubiesentranscurridodiezaños.

Sufrióeltormentodelargasyangustiosasinquietudesalpermanecerdíasenteros en la orilla del río, viendo con una indignación impotente cómoaumentaba el peligro. Las aguas eran cada vez más altas y tumultuosas,arrastrando en su corriente troncos de árboles que venían tal vez de lasvertientesdelosAndes,ohaciendorodarinvisibles,porelfondodesulecho,rocasenormes.

Nolepreocupabaelpeligrodeunainundación.Eralasuertedelasobrasincompletas, y no la seguridad de las personas, lo que le hacía vivir enperpetua angustia. Examinaba todas las mañanas, con la atención de unmédico que ausculta a un enfermo, aquel dique que debía obstruir el río deorillaaorillayestabasin terminar,primeramentepor ladistracciónamorosadesusconstructoresydespuésporsurivalidadmortal.

El brazomás largo del dique había quedado incompleto a unos cuantos

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metros del otro brazo que venía a su encuentro desde la orilla opuesta. Lasaguas, cada vez más altas, cubrían estos dos muros, marcando su ocultaexistenciaconremolinosyespumarajos.

Comotodoslosquevivenenincesantepeligro,Robledoempezóasentirsesupersticioso, recomendándoseensu interioravariasdivinidadesconfusasyomnipotentesquepodíanrealizarunmilagro.

«Siconseguimospasarelinvierno—pensaba—sinqueestoserompa,¡quéfelicidad!»

Perounamañana, cual si fueseuna construcciónde arena igual a la quelevantan los niños y demuelen a su capricho, las aguas se llevaron ante susojosunextremodeldiquesinconcluir;luegolopartieroncomoalgotiernoydúctil, y finalmente las dos murallas subfluviales, en las que se habíanempleado cientos de hombres y miles de toneladas de materia dura y enapariencia inconmovible, rodaron corriente abajo, dejando fragmentosencalladosenlasorillasylasislas.EntoncesRobledolloró.

—Cuatro años de trabajo, ¡y el agua lo disuelve todo, como si fueseazúcar!…Cuatroañosdelaborperdida…¡yhabráqueempezarotravez!

Sucompatriotaeldueñodelbolicheseconsiderabatanarruinadocomoél.En su establecimiento, el cajón del mostrador estaba vacío. Además podíadeciradiósalaesperanzadeconvertirsusarenososcamposenricas«chacras»de riego. Estaba pobre; más pobre que cuando llegó a establecerse en estatierramaldita.

Pero su fe en Robledo y la necesidad de consolarle hicieron que semostraseoptimista.

—Todo se arreglará, don Manuel—repitió varias voces, pero sinconvicción.

DonManuel,viendocómolasaguasinsistíanensuobradestructora,pasóde la tristeza a la cólera. Sus ojos ya no miraban al río. Tenían la vagaexpresióndelquehapuestosupensamientomuylejosyveloquenopuedenverlosdemás.

Recordó a Canterac y a Pirovani, tan intensamente como si los hubieseencontrado el día anterior. Vio después un rostro de mujer sonriendo conexpresión maligna. A través del tiempo y la distancia hacía sentir aún lainfluenciadesupasoporeste rincónde la tierra.Ellaeraen realidad laquedestruíalasobras.

Elespañolcerrólospuños.SeacordódelestancieroRojasyloqueésteseproponíahacerconsurebenqueparacastigarlasmaldadesdeaquellahembra.Élhubiesehechoalgopeorenelpresentemomento.

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«Gualichorubio—pensó—,demonioperturbadordeloshombresydelascosas…¡enquémalahoratetrajeaquí!»

XIX

—Hantranscurridodoceañosdesdelaúltimavezqueestuveen

París…¡Ay!Reconozcoquemiaspectohacambiadomucho.

YRobledo,aldeciresto,volvióaversetalcomosecontemplabatodaslasmañanas en el espejo, con ojos de conmiseración, mientras procedía a sulimpiezamatinal.

Era todavía vigoroso y gozaba de excelente salud; pero la vejez habíaempezadoamarcar en él susdevastaciones.La cúspidede su cráneo estabacompletamentedespoblada.Encambiohabíasuprimidosubigote,rasurándoloporelmotivodetenerconmásabundancialascanasquelospelosobscuros.Esta transformación le había dado, según él, cierto aspecto de clérigo o deactor,peroalmismotiempoesparcíaporsurostrociertafrescurajuvenil.

OcupabaunsillónenelhalldeunhotelelegantedeParís,cercadelArcodeTriunfo.

Frenteaélestabaunmatrimoniojoven:WatsonyCelinda.Elpasodelosaños no había hecho más que afirmar los rasgos fisonómicos de Ricardo,dandomayorestabilidadasuhermosuradeatletatranquilo.LaantiguaFlordeRío Negro tenía ahora una belleza estival de trato sazonado y dulce.Conservaba su esbeltez gimnástica de efebo, pero la maternidad habíaamplificadomajestuosamentesusformas.

Ya no llevaba su cabellera cortada como unamelena de pajecillo, ni sepermitía enpúblico los saltosy las travesuras infantiles de aquella amazonapatagónica admirada por los inmigrantes. Debía mostrar la seriedad de unamamá. En torno a la mesita del hall se movía un niño de nueve años,voluntariosoyalgodesobediente,quebuscabalaproteccióndeRobledo—porotro nombre «tío Manuel»—cuando le reñían sus padres. En un piso del«Palace»dosnursesinglesasvigilabanlosjuegosdeotrostreshijosdemenosedad.

FormabantodosenconjuntolaconocidafamiliadelaAméricadelSurqueviene a pasar varios meses en Europa, como una tribu rica y alegre,trasladando la casa entera de un lado a otro del Océano, sin olvidar a loscriados.Ahoralafamiliaestabaensuscomienzos,porserlospadrestodavíajóvenes,yselimitabaaocuparcuatrocamarotesenlosbuquesycincocuartos

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consalóncomúnenloshoteles.Diezañosmásdevidaydeprosperidadenlosnegocios,ylacaravanafamiliar,alhacerotroviajeaEuropa,arrendaríatodouncostadodelpaqueboteyunpisoenteroenlos«Palaces».

—¡Lascosasquehanocurridodesdelaúltimavezqueestuveaquí!…

Se ensombreció el rostro deRobledo al recordar éste sus luchas durantedosañosparaconseguirquesereanudasenlasobrasenelríoNegro.

Habíaconocidolasangustiasqueproporcionanlasdeudascrecientesylasreclamacionesdeacreedoresquenopuedensatisfacerse.

CasitodosloshabitantesdelaPresaescaparonaldestruirelríolasobras.Los raros viajeros que visitaban el país venían a admirar esta población enruinas, semejante a las ciudades históricas ymuertas delmundo antiguo, enunatierrafaltaderecuerdos.

Afinelgobiernohabíareanudadolos trabajos.Elríoeravencidopocoapoco,aceptandoelobstáculodeldiqueyloscanalesdeRobledoyWatsonseempapaban con las primeras aguas, dejando correr por su lecho fangoso elriegovivificante.

Despuésdeestosólohabíannecesitadolosdossociosquetranscurrieseeltiempo.Elmilagrodelaguarealizabaunsinnúmerodemilagrossecundarios.Acudían a la muerta población hombres de todos los países, deseosos deroturar un suelo que podía después ser suyo. Una costra de verde tierno yluminosoibacubriendoloscamposantespolvorientos.Losmatorralessecosypunzantescedíanel sitio a los árboles jóvenes.Nutridospor la saviadeunatierradormidadurantemilesdeaños,yrefrescadosincesantementeporelaguaque corría a sus pies, realizaban en el corto plazo de varias semanasprodigiososestiramientos.

Lascasuchasdeadobes,derruidasenelperíododesoledadymiseria,eranreemplazadasporedificiosdeladrilloextensosybajos,conunpatiointerior,imitandolaarquitecturaespañoladelaépocacolonial.ElantiguobolichedelGallegoseconvertíaenvastoalmacénconnumerosadependencia,dondeeravendidocuantopuedeseragradableyútilalosqueseenriquecencultivandolatierra,haciéndoseademásenéltodoslosnegocios,inclusoeldebanca.

Eldueñohabíaganadomillones,porotraparte,alconvertirsusarenalesencampos de regadío. Al fin, acababa de realizar su ensueño de volverse aEspaña,dejandoalfrentedelalmacénaundependienteespañolinteresadoensusnegocios.

—AyermeescribiódonAntonio—dijoRobledoconunaironíabondadosa—. Quiere que vayamos a Madrid. Desea que admiremos su casa, susautomóviles, y sobre todo sus amistades. Me cuenta con orgullo que los

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periódicos hablan de sus comidas. También me dice que le han dado unacondecoración y un día de estos lo presentarán al rey. He ahí un hombredichoso.

ElrecuerdodellejanopaísensombrecióelrostrodeCelinda.

—Piensaensupadre—dijoWatsonasuconsocio—.EsimposiblehablardelaPresasinquesepongatriste…¿Quéculpatenemosnosotrossielviejonohaqueridovenir?

Robledo asintió a estas palabras, pretendiendo animar a Celinda. DonCarlosnohabíaqueridomoversedesuestancia,apesarde lomuchoque lerogarontodosellosparaquelesacompañase.Noleinteresabaverensuvejezaquella Europa donde tantas locuras había realizado siendo joven. Deseabaconservar intactas las antiguas ilusiones. Además, temía que le faltase eltiempoparasaborearlosgrandescambiosrealizadosensupropiedad.

—Mequedanpocosaños—decía—,ynopuedomalgastarlosvagandoporEuropa,cuandotantascosasdebohaceraquí.Celindamedarámuchosnietos,ynoquieroqueseanunospobretones.

Los canales de Robledo habían llegado a las tierras de su propiedad,convirtiendo los ralos y secos pastos de la estancia en lozanas praderas dealfalfa,siemprehúmedasyverdes.Su«hacienda»engordaba,multiplicándoseprodigiosamente.Antes,teníaquecorreracaballoparaencontrardetardeentardeunanimalcornudoyhuesosoqueibaaldescubrimientoylaconquistadealgúnhierbajoaislado,atravésdeunasoledadcasiyerma.Ahora,losnovillosgordos y lustrosos, con las patas dobladas bajo su carnal pesadumbre,rumiaban la suculenta alfalfa, mordida en torno a ellos, sin necesidad demoverse.

Además, donCarlos era considerado como el primer hombre del país, yrepresentaba para él una desvalorización marcharse a aquellas tierras degringos, donde ignoraban su historia y nadie le haría caso. Hasta espaciabamucho sus viajes a BuenosAires, pensando que los amigos de su juventudhabían muerto y sólo podía encontrar a sus hijos o sus nietos, que apenasrecordaban su nombre.En cambio, todos le hacían acatamiento en la Presa,como primer propietario del país. También era juez municipal, y losinmigrantescultivadoresdelas«chacras»reconocíansuautoridadysapiencia,consultándoleentodossusasuntosyaceptandosusfallos.

—¿QuépuedohaceryoenParís?¡Unpapelón!…Déjenmeconmigenteycadabueyquerumiesupasto.

Sentíamucho separarse de sus nietos, pero esta separación no podía serlarga.CuandoCelindaysumaridoelgringovolviesen,elniñomayorllegaríaatiempoparaquesuabueloleenseñaseamontaracaballocomodebehacerlo

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uncriollofino.

Precisamente este nieto hacía mucho rato que estaba junto a Robledo,montandoensusrodillasydejándosecaerenlaalfombra.

—¡Carlitos,preciosura—suplicólamadre—,dejaenpazatíoManuel!

Yañadió,paracontestara todo loquehabíadichoRobledoacercadesupadre:

—Esverdad,noquisovenir;peroesonoimpidequemeentristezcacuandopiensoquepodíaestaraquí,viendoloquenosotrosvemos.

Se aproximó al grupo una señorita elegantemente vestida: la institutrizfrancesaencargadadelaeducacióndeCarlitos.VeníaallevárseloparadarunpaseoporelBosquedeBolonia.Lamadretuvoqueacariciarleconvehementeternura,yaúnasí,nopudosofocarsusprotestasdeniñomimado.

—¡YoquieroquedarmecontíoManuel!…

PerotíoManuelnecesitabasalirsolo,yseloexplicóasíalpequeñotirano,conpalabrasdeexcusa.

—Si obedeces a mamá y vas con mademoiselle al Bosque, esta nochecuandoteacuestestecontaréuncuentomuylargo…¡muylargo!

Carlitos aceptó la promesa, dejándose llevar por la institutriz sin nuevasrebeldías.

—¡Yasefueeldéspota!—dijoRobledo,fingiendounagransatisfacciónalverselibredeél.

Celindasonrióagradecida.ElespañolhabíaconcentradoenCarlitos todalanecesidaddeamarquesienten loscélibesen los linderosde lavejez.Eramuyricoysu fortuna iríaampliándose todavíamásconel transcursode losaños,segúnfueransometidasalcultivolastierrasrecientementeirrigadas.Sialgunavezlehablabandesusmillones,mirabaalhijodeCelinda,apodándolo«mipríncipeheredero».

Pensaba legar una parte de su fortuna a ciertos sobrinos que tenía enEspañayalosqueapenashabíavisto;perolomásconsiderabledesuriquezasería para Carlitos. Amaba también a los otros hijos de Watson; pero elprimogénito había nacido en la época de amarguras é indecisiones, cuandotodavía estaba en peligro su obra, y esto hacía que le considerase con lapredilecciónquemereceuncompañerodelosmalostiempos.

—¿Qué va a hacer usted esta tarde?—preguntó Robledo a Celinda—.Seguramente lo mismo de las otras tardes: visita general a los grandesmodistosdelaruedelaPaixycallesadyacentes.

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Ellaaprobóconunmovimientodecabezaesteprograma,mientrasWatsonreía.

—¿Cuándosecansaráusteddecomprarvestidos?—continuóelespañol—.¿No tiene miedo de que su equipaje no quepa en el trasatlántico, cuandoregresemosaBuenosAires?…

SeexcusóCelinda,pensandootravezenellejanopaís.

—Debo hacer mis compras previsoramente. Piense que allá en nuestracolonianohaynadade loque se encuentra aquí con tanta facilidad.Somosunosmillonariosdeldesiertoquevivimostodavíaenlaprimerasemanadelacreacióndeunmundo.Comoquiendiceunosmillonarios…salvajes.

Lostresrierondeestetítuloyluegoquedaronpensativos.Susojosdejarondever elhalldonde seencontrabany la eleganteconcurrenciade lasmesasinmediatas.ContemplaronconunavisióninteriorelantiguocampamentodelaPresa,queahorasellamaba«ColoniaCelinda»,yloscamposregados,fértilesyalegres,propiedaddelosdosingenieros,conárbolestodavíanomuyaltos,pueslosmásantiguossólocontabannueveañosdeexistencia.Vierontambiénla gran plaza de la colonia con sus edificios nuevos, y en ella a donCarlosRojas,queparecíahaberseempequeñecidocon laedad,ofreciendosu rostroun perfil cada vez más aquilino y enjuto. Tenía el gesto autoritario ybondadosodelosantiguospatriarcas,alescucharahombresymujeres.

Después, mientras Celinda pensaba en su padre, los dos consocios ibanrepasando mentalmente su actual prosperidad. Centenares de agricultoresprocedentes de todos los países de Europa habían adquirido parcelas de latierra regada, para formar sus huertas llamadas«chacras».El enormeprecioque el agua había dado al suelo era pagado a plazos por los colonos, en elcurso de diez años. Cada trimestre ingresaban en su oficina cantidadesenormesqueibanaquedarluegoinmóvilesenlosBancos.

LoscanalesavanzabansustentáculosporlaantiguacuencadelríoNegro,convirtiendotodoslosañostierrasareniscasencamposfecundos;yestoatraíaincesantementeanuevosemigrantes,doblandootriplicandolosingresosdelasociedad. Y así continuarían, años y más años, hasta amontonar una sumaconsiderabledemillones.

Robledo pensaba con melancolía en el destino de su riqueza enorme.Llegabaaélcuandoeraviejoynopodíasentirlatentacióndelosplaceresqueengañanyentretienenalosdemásmortales.LoshijosdeWatsonydeCelindaserían archimillonarios, no conociendonunca la esclavituddel trabajoni lasangustias de la escasezde dinero, y al ser hombres vendrían a derrochar enParís una parte de su herencia principesca, llamando la atención por susdespilfarrosysusbrillantescualidadesdeseresociososeinútiles.Atraídopor

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la fuerza del contraste,Robledo, hombre de trabajo que había sufrido en suexistenciagrandesestrechecesyamarguras,aceptabaconunfatalismorisueñoestefinaldesusesfuerzos,encontrándolológicoydeacuerdoconlasironíasdelavida.

Pensaba, además, en otro contraste que había acompañado a suenriquecimiento.Mientrasélsehacíamillonario,lamitaddelmundo,alotrolado de losmares, sufría los horrores de una gran guerra.Al principio estecataclismo había hecho peligrar su propia empresa. Los colonos extranjerosabandonaban los campos de la Argentina para ir a ser soldados en susrespectivasnaciones.Pero luegosecortabaesteretornoalviejomundo,yelreflujohumanotraíanuevoscultivadoresasustierras.

MuchosquehabíadejadoenEuropadoceañosantesenormementericos,estaban ahora pobres o habían desaparecido. En cambio, él, que sólo eraentonces un aspirante a la fortuna, un colonizador de incierto porvenir, sesentíacomoabrumadopor laexageracióndesuprosperidad.Seveía igualalas reses nuevas de don Carlos Rojas, que, ahítas por la exuberancia de sunutrición, permanecían con las patas dobladas sobre la alfalfa, mirando,inapetentes,todalariquezaalimenticiaquelasrodeaba.

Watson yCelinda eran jóvenes, tenían ilusiones y deseos, sabían en quéemplear su dinero. Ella conocía la voluptuosidad del lujo; sumarido podíasentirelmayorplacerdelosenamorados,mezcladesatisfacciónydeorgullo,alregalaraCelindatodoloquedesease;¡peroél!…Nisiquieralegustabanlasmoliciesinocentesquehacenmásgratalavejez.Lehabíavisitadolariquezademasiadotarde,cuandonolequedabatiempoparaaprenderaserrico.

Comohabíapasadolamayorpartedelaexistenciasimplificandosuvidayprescindiendodecomodidades,yanonecesitabaestascomodidades.Celinda,la antigua amazona, y su esposo, tenían a la puerta del hotel, desde lasprimeras horas de lamañana, un lujoso automóvil.No podían vivir sin estevehículo; parecía que lo hubiesen poseído desde que nacieron. ¡Ah, lajuventud, con su maravillosa facilidad de adaptación para todo lo querepresentaplaceroriqueza!…

Elespañol,sóloencasosdeurgenciaseacordabadetomarunautomóvilde alquiler. Prefería marchar a pie o emplear los mismos medios delocomocióndelagentepocoadinerada.

—Noesmiserianiavaricia—decíaCelindaasuesposocuandolehablabadeRobledo, al que había estudiado con su fina observación demujer—; essimplementeolvidoyfaltadenecesidades.

Losdosingenierossalierondesuabstracciónaloírdenuevolavozdelajoven.

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—Yusted,donManuel,¿quépiensahaceresta tarde?…¿Porquénomeacompañaenmisvisitasa losmodistos,yasípodráhablarconmotivodelafrivolidaddelasmujeres?…

Robledonoaceptólaproposición.

—Debo ver a un antiguo condiscípulo que desea mi ayuda para unnegocio.Elpobrenohahechofortuna.

Erauningenieroquedurantelaguerrahabíadirigidounafábricadedicadaa laproduccióndemuniciones.Ahora la fábricaestabacerrada,y sudueño,después de haber reunido en cuatro años una fortuna enorme, no sabía quéhacerdeella.Elingenierobuscaba,sinéxito,uncapitalista,paradedicarlaporsucuentaalaproduccióndemaquinariaagrícola.

—Vive más allá de Montmartre—continuó Robledo—; está cargado defamilia,yvoyaversiprestándoleunasdocenasdemilesdepesos,queaquíresultancercadeunmillóndefrancos,puedeabrirsepaso.Quieremostrarmeensucasalosplanosdeunamáquinaquehainventadoparaararlatierra.

Abandonaron los tres sus asientos y salieron del hall. Fuera del hotel, elmatrimoniomontóenunautomóvilelegante.ElespañolprefiriómarcharapiehastalaplazadelaEstrella,dondetomaríasimplementeelMetro.

Eraunatardeprimaveral,deairesuaveycielodorado.Robledomarchabaconunavivacidadjuvenil.LaimagendesuinfelizcamaradaTorrebiancapasódeprontoporsumemoria.Estonoeraextraordinario.

Desde su regreso a Europa, le asaltaba con frecuencia el recuerdo deFederico y de su mujer, por la razón de haber vivido con ellos durante suúltima permanencia en París y haber emprendido juntos de aquí el viaje aAmérica. Además, este ingeniero pobre que iba a visitar evocaba en sumemoriaalotrocompañerodeestudios.

En los doce años últimos, pasados junto al río Negro, la imagen de losTorrebiancasehabíamantenidofrescaensumemoria.Unavidademonótonotrabajo, poco abundante en novedades, conserva vivas las impresiones, pueséstasnorecibenlasuperposicióndeotrasquelasborren.

Muchasveces,ensuslargashorasdereflexivasoledad,sepreguntabacuálhabríasidoelfinaldeElena.

Sumala influencia persistió demasiado en aquel rincón del mundo paraquelaolvidasenfácilmente.HastaloshabitantesmásantiguosdelaPresaquepermanecieron fielesal terruño,negándoseaabandonarelpuebloarruinado,habíantransmitidoalosnuevosvecinosdeColoniaCelindalatradicióndeunamujervenidadelotroladodelmar,hermosaydepoderfatídico,originadoraderuinasymuertes.

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Losquenoalcanzaronaconocerlaselaimaginabancomounaespeciedebruja, apodándola «Cara Pintada» y atribuyéndole toda clase de maldadesprodigiosas.Hastaafirmabanquesurgíaavecesenloslugaresmássolitariosdel río,comounfantasmahermosoy fatal,peinándose los rubioscabellosopintándoseel rostro;yesta apariciónera terriblepara losque laveían,puessignificabaunanunciodepróximamuerte.

Robledo, en sus visitas a BuenosAires, intentó averiguar algo de aquelMorenoquehabíahuidoconElena;peronuncaobtuvonoticiasprecisas.LosdoshabíancaídoenEuropacomoenunmarquesecerrasesobresuscabezas,ocultándolosparasiempre.

«Debe haber muerto—acababa diciéndose el español—. Indudablementehamuerto.Unamujerdesuespecienopodíavivirmucho.»

Yduranteunosmesesdejabadepensarenella,hastaquealgunasalusionesdelosprimitivoshabitantesdelacoloniadespertabanotravezsusrecuerdos.

AldescenderlospeldañosdelaestaciónvecinaalArcodeTriunfo,olvidócompletamenteasuinfelizcompañeroysutemibleesposa.Sesintióenvueltoy empujado por la corriente humana que descendía a las profundidades delMetro,yeltrensubterráneolellevóalotroladodeParís.

Pasó más de dos horas en la casa de su amigo el inventor—modestahabitaciónsituadaenunacalleafluentealosbulevaresexteriores—,yalcaerla tarde se viomarchando a pie por el bulevar Rochechuart, hacia la plazaPigalle.

En sus excursiones por Montmartre acompañando a sudamericanosansiosos de gozar las falsas y pueriles delicias de los restoranes nocturnos,nuncahabíaidomásalládedichaplaza.Además,estapartedeParís,vistadenoche,ofreceunespectáculoengañosoquecontrastaconlamediocridaddesufisonomíadiurna.

El bulevar que él seguía estaba frecuentado por un público de aspectoordinarioyvulgar.ElMontmartredequehablabancondelicialosforasteros,ycuyonombreerarepetidoconadmiraciónporciertajuventuddelotroladodelAtlántico,empezabaapartirdelaplazaPigalle.EstebulevarRochechuarteracomo los territorios mixtos inmediatos a una frontera, que carecen defisonomía propia. Debían de vagar en él los expelidos del Montmartrepróximo por la necesidad de un alojamientomás barato, o las principiantasqueaúnnohanlogradoropasnimanerasconvenientesparadeslizarseenlosgrandesrestoranesnocturnos.

Segúnseibaextinguiendolatardeparecíaaumentarelnúmerodehembrasengañosamentevestidas,quenecesitanlaluzinciertadelcrepúsculoparasaliralacazadelhombreydelpan.

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Robledosecruzabaconellas,fingiéndoseciegoantesusviolentasojeadasysordoalaspalabrassusurrantesenhonordesuapostaradebuenmozo.

«¡Pobres mujeres! Verse obligadas a decirme tan enorme mentira parapodercomer…»

De pronto, una de estasmujeres llamó su atención. Era semejante a lasotras,y,lomismoqueellas,lemirabaatrevidamente,conojosprovocadores.¡Peroestosojos!…¿Dóndehabíavistoélestosojos?

Iba vestida con una eleganciamiserable. Sus ropas, desteñidas y viejas,habían sido lujosas muchos años antes; pero vistas a cierta distancia, aúnpodíanengañaralosdistraídos.Ademásconservabaciertaesbeltez,que,unidaasuestatura,hacíaolvidarporunmomentolosestragosdelamiseriaydelosaños.

AlverqueRobledo sedeteníaun instantepara examinarlamejor, sonrióconalegresinceridad.Eraunbuenencuentro;elmejordelatarde.Esteseñortenía el aspecto de un extranjero rico que vaga desorientado por un barrioexcéntricoalquenovolveránunca.Habíaqueaprovecharlaocasión.

Mientras tanto, Robledo continuaba inmóvil, mirándola con el ceñofruncidoporunarebuscamental.

«¿Quiénesestamujer?…¿Dóndediabloslahevisto?»

Ella también se había detenido, volviendo la cabeza para sonreír einvitándoleconelgestoaquelasiguiera.

Sereflejaronenelrostrodelingenierolasalternativasdelasorpresayladuda.

«Pero ¿será?… ¡Yo que la creíamuerta hace años!…No, no puede ser.Como he pensado en ella esta tarde, me equivoco… Sería una casualidaddemasiadoextraordinaria.»

Siguió examinándola de lejos, creyendo reconocer el pasado en algunosrasgos de aquella fisonomía ajada, y quedando indeciso ante otros que leresultabanextraños.¡Perolosojos!…¡aquellosojos!…

Lamujervolvióa sonreíry amover levemente la cabeza, repitiendo susmudas invitaciones. Impulsado por la curiosidad, hizo Robledoinvoluntariamenteunlevegestodeaceptaciónyellareanudósumarcha.Perosólo dio algunos pasos, deteniéndose ante la cancela de un bar de aspectosórdido, con tupidos visillos en los cristales. Guiñó un ojo, y abriendo lamamparadesaparecióenelinteriordelsucioestablecimiento.

Quedóindecisoelespañol.Lerepugnabairareunirseconaquellamujeryal mismo tiempo se sentía arrastrado por su curiosidad. Presintió que si se

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alejaba sin hablarla quedaría para siempre en una incertidumbre torturante,lamentandoelrestodesuexistencianohaberseenteradodesiElenavivíaaúnoestabamuerta.Elmiedoaladudafuturaleimpulsóalaacción,haciéndoleabrirconciertaviolencialapuertadelbar.

Vio seis mesas, un diván de hule abullonado a lo largo de las paredes,espejosborrosos,yunmostradorqueteníadetrásunaanaqueleríaconbotellas.Elmostradorloocupabaunamujeralgoviejaydegorduraelefantíaca,conlosojospintadosdenegroylacaramoteadadegranosycostras.

Recordando sus años juveniles pasados en París, reconoció Robledo elpequeño establecimiento frecuentado por mujeres que no disponen de otraindustria para vivir que el encontrón carnal, pero desean conservar ciertaapariencia independiente, y a las cuales sirve la dueña de consejera éintermediaria.

Uncamarerodeaireafeminadoservíaalasparroquianas.Enestemomentoeran dos. Una jovencita de rostro exangüe que se transparentaba, como sifuese a dejar ver las oquedades y las aristas de su cráneo. Tosíaconvulsivamente,yentre tosy tosse llevabaa labocauncigarrillo.Enotramesa vio a una mujer avejentada y de aspecto abyecto, que tal vez en sujuventud había sido hermosa.Conservaba lamisma esbeltez arrogante de laotra seguida por Robledo, pero sus ropas y su rostro revelaban unamiseriamayor.Bebíaa lentossorboselcontenidodeunagrancopayseretrepabaacontinuacióneneldiván,cerrandolosojoscomosiestuvieseebria.

Alentrarelingenierosediocuentadequelamujerhabíaidoasentarseenelfondodelestablecimiento, lejosdelmostradorydelasotrasparroquianas.Su presencia produjo cierta emoción. La patrona le acogió con una sonrisarepugnanteporsuexcesivaobsequiosidad.Lamuchachita tísica tuvoparaélunamiradaquecreíadeamor,yaRobledolepareciódemendigaqueimploraunalimosna.Laborracha,alsonreírle,mostróquelefaltabanvariosdientes.Luegoguiñóunojoconcínicainvitación,peroalverqueelhombremirabaaotraparte,levantóloshombrosyvolvióaadormecerse.

Ocupóelreciénllegadounamesafrentealamujerquelehabíaprecedido,ypudocontemplarlamásdetenidamentequeenlacalle.Casisonriódelástimaal darse cuenta del enorme engaño que representaba el tocado de aquellavagabunda.

Vistaaciertadistancia,eraunamujerpobrementevestida,peroconciertapretenciosidad que podía engañar a los hombres humildes o a losimaginativos,dispuestosacreerenlaeleganciadetodahembraquesefijeenellos.Contemplada de cerca, resultaba grotesca. Su sombrero demajestuosahaldateníalosbordesroídosylasplumasrotas.Viosuspiespordebajodelamesa,ycomolafaldaselehabíasubidoalsentarse,pudocontarlosagujeros

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ylosremiendosdesusmedias.Unodesuszapatosmostrabalasuelaperforadaporeluso,conunpequeñoredondelenelsitiocorrespondientealosdedos.Elrostrocargadodecoloreteydepastablancanoconseguíaocultarlasarrugasdelaedadyotrashuellasdeunavidatrabajosa.¡Peroaquellosojos!…

Robledo se sentía pormomentosmás convencido de que eraElena. Losdossemiraronfijamente.Despuésellapreguntóporseñassipodíaacercarse,pasandoalfinasumesa.

—He creídomejor entrar aquí, para que hablemos.Muchas veces, a loshombresnolesgustaquelosveanconunamujerenlacalle.Lamayoríasoncasados.Ustedtalvezloes,comolosotros.

Suvozeraronca;norecordabalaqueélhabíaoídodoceañosantes;peroapesar de esto, su convicción iba creciendo. «Es ella—pensó—. Ya no esposibleladuda.»Lamujersiguióhablando.

—Tal vez me equivoco. Usted debe ser soltero. No veo su anillo dematrimonio.

Ymirabasonriendolasmanosmasculinaspuestassobrelamesa.Perootracosa pareció preocuparla más que el estado civil del señor que la habíaseguido.Volviólosojosconciertaansiedadhaciaelmostrador,dondeestabaelcamareroesperandosullamamiento.

—¿Puedo tomarunacopa?—preguntó—.Adviertoaustedqueelwhiskydeaquíesmagnífico.ImposibleencontrarlomejorentodoParís.

Al ver que él asentía con un movimiento de cabeza, se aproximó elcamarero,ysinnecesidaddepreguntarquédeseabalaparroquiana, trajoporsupropiainiciativaunabotelladewhiskyydoscopas.Despuésdellenaréstassealejó,nosindirigiraRobledounamiradayunasonrisaigualesalasdeladueñadelestablecimiento.

Bebió lamujerconavidezsucopa,yalverqueelotrodejaba intacta lasuya,pasóporsusojosunaexpresiónimplorante.

—Antesde laguerra,elwhiskyvalíamuypoco;¡peroahora!…Sólo losreyesylosmillonariospuedenbeberlo.¿Mepermiteusted?

Hizo Robledo un gesto indicador de que la cedía su parte, y ella seaprovechóconapresuramientodetalpermiso.

Ellicorparecíarepelerciertatorpezamentalquesereflejabaenlalentituddesuspalabras,dandonuevaluzasusojosymayorsolturaasulengua.Dejódehablarenfrancésparapreguntarenespañol:

—¿De dónde es usted? He conocido por su acento que es americano…americanodelSur.¿DeBuenosAirestalvez?…

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Movió la cabezaRobledo negativamente, y sin perder su gravedad soltóunamentira.

—SoydeMéjico.

—Conozcopocoesepaís.MedetuveenVeracruzunosdíasnadamás,devaporavapor.LaArgentinalaconozcobien:vivíalláhaceaños…¿Dóndenoheestadoyo?…Nohay lenguaquenohable.Estohaceque losseñoresmeaprecienymuchasamigasmetenganenvidia.

Robledolamirabafijamente.EraElena;yanopodíadudar.Ysinembargo,no quedaba nada en su persona de lamujer conocida en otros tiempos.Losúltimos doce años habían pasado sobre ella más que una existencia enterareposadayordinaria,transfigurándolaensentidodecadente.

Si él había podido reconocerla, era porque, al vivir tanto tiempo en elmismo lugar solitario y monótono, sus impresiones antiguas se manteníanvivas, con la incesante renovación del recuerdo, sin que otras las sofocasenbajosupaso.Encambio,ellahabíavividotanaprisayvistotantoshombres,que le era imposible acordarsedel español.Le sería necesariopara ello unaenérgicaconcentracióndesumemoria.Además,elingenierotambiénsehabíadesfiguradoconlosaños.

Sinembargo,ella,porinstintoprofesional,presintióquenoeralaprimeravez que estaba junto a este hombre. Sus sentidos de mujer de presa y dehembraperseguida, obligada adefenderseyviviendo enperpetua inquietud,parecieronavisarla.

—Yocreo—dijo—quenoshemosvistootravez,peronopuedoacordarmedónde,pormásquepienso.¡Hecorridotantospaíses!…¡heconocidotantoshombres!…

XX

Robledo la miró con severidad, al mismo tiempo que preguntababruscamente:

—¿Cómosellamausted?

Ella pensaba en otra cosa, con los ojos fijos en el whisky, y contestó,distraída:

—Me llamo Blanca, y algunosme apodan «laMarquesa». ¿Me permiteustedque tomeotracopa?…Después,enmicasa,no tendremosunabotellacomoésta.Porquesupongoqueiremosamicasa…Estámuycerca…Anoser

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queustedprefieraelhotel.

Interpretando la mirada impasible del hombre como una aprobación, seapresuró a servirse una tercera copa, paladeando su contenido, mientras lasosteníaconmanotemblona.LainterrumpióRobledo,diciendolentamente:

—UstedsellamaElena,ysilaapodan«laMarquesa»,esporquealguienlaconociócuandoestabacasadaconunmarquésitaliano.

Fuetal lasorpresadelamujer,queapartósuslabiosdel licor,mirandoaRobledoconojosdesmesuradamenteabiertos.

—Desdeque leoíhablar—dijo—tuveelpresentimientodequeustedmeconocía.

Maquinalmente dejó la copa sobre la mesa. Luego se arrepintió,apresurándoseabeberladegolpe.

—Pero¿quiénesusted?…¿Quiéneres?…¿quiéneres?

La primera interrogación la hizo aproximándose aRobledo, pero éste seechóatrás,huyendodesucontacto.Lasotrasdoslasacompañóllevándoselasmanosa las sienes, comosihicieseunesfuerzodolorosoparaconcentrar sumemoria.Alfin,dijootravezcondesaliento:

—¡Hanpasadotantoshombrespormivida!…

Susojosreflejarondeprontolainquietud,luegoelmiedo,yahorafueellalaqueseechóatrásconunaexpresióndeanimalasustado,comositemiesealhombrequeteníaenfrente.

—Alfin lereconozco—murmuró—.Sí,esusted;muycambiado,peroesusted.Nuncalohubieraconocido,denoevocaresascosaspasadas.

Parecíahaberrecobradosuenérgicavoluntad,ypudomirarlargoratoasuacompañante,sinsentirmiedo.Luegoañadióconvozfosca:

—¡Mejorhabríasidonovernosnunca!

Quedaron los dos en largo silencio. Elena parecía haber olvidado laexistencia de aquella botella que continuaba acariciandomaquinalmente consusdedos.Lacuriosidaddelespañolpugnócontraestemutismo.

—¿QuéfuedeMoreno?…

Ella le escuchó con una expresión de duda y extrañeza, como si no leentendiese. Se adivinaban en sus ojos los esfuerzos de un trabajo mentalprofundamente removedor. «¿Moreno? ¿Quién podía ser esteMoreno? ¡Ellahabíaconocidotantoshombres!»

Comosiapelasealauxiliodeunmedicamentosesirvióunanuevacopa,

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bebiéndolaávidamente,ysurostroparecióiluminarsealsonreír.

—Yasédequiénmehabla…Moreno;unpobrehombre,uniluso.Nosénadadeél.

InsistióRobledoensuspreguntas,perolefueimposibleaElenaencontrarensumemoriaunaimagenclarayfijadeaqueldesaparecido.

—Creoquemurió.Sefueasutierra,yalládebiómorir¿Diceustedquenovolvió nunca?… Pues entonces moriría aquí. Tal vez se mató. No sé… Situviesequerecordarlashistoriasdetodosloshombresqueheconocido,haceañosqueestaríaloca.¡Nocabríanenmicabeza!…

Robledo,conunacuriosidadsevera,continuósuspreguntas.

—¿YlahijadePirovani?…

Volvió a llevarse ella lasmanos a las sienes, hundiendo los dedos en elpelo rubio, escandalosamente rubio, de sus falsos bucles.Almismo tiempo,unamuecaviolentaquereflejabasuenormeesfuerzomentalhizobailotearunpocolasdosfilasdesusdientes,igualmenteescandalososporsublancura.

—¿Pirovani?… ¡Ah, sí!Aquel italiano que vivía enRíoNegro y al querobóMoreno…Nosé;creoquenuncavolvimosahablardesuhija.Morenogastabaygastabamientrastuvoquegastar,yyoleibaenseñandolosplaceresdelavida.¡Pobretonto!…

Quedóencogidaensuasientoyconlacabezabajadespuésdehablarasí.Parecía haberse empequeñecido. Al levantar los ojos encontraba la miradaseveradelespañolyvolvíaabajarlos,fijándolosenlabotella.

DuranteelnuevosilencioRobledosehablómentalmente.«¡Ypensarquepor este andrajo semataron los hombres, lloraron tantasmujeres y sufrí yoangustiasinmensas!…»

ComosiElenaadivinasesuspensamientos,dijoconhumildad:

—Ustednosabequéterribleshansidomisúltimosaños…Vinolaguerrayse empeñaron en perseguirme, no permitiendo que viviese en París.Sospechabandemí,mecreíanespíayalemana,dándomecadaunodiferentenacionalidad.Anduvepor Italia; anduvepormuchospaíses.Hastaestuveensupatria:¿noesustedespañol?…Noextrañe lapregunta; ¡mees imposiblerecordar tantas cosas!… Y al volver a París no he encontrado a nadie,absolutamenteanadiedelosdemiépoca.Elmundodeantesdelaguerraeraotromundo.Todoslosqueyoconocíhanmuertooestánlejos.Avecescreoquehecaídoenotroplaneta.¡Quésoledad!…

Parecíaabrumadaporestemundonuevo,quenopodíacomprender.

—Yelprimeroquemesalealpasocapazderecordarmelavidaanterior,

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esusted…¡Mejorhubiesesidonovernos!

Luegocontinuó,comosihablaseparaellamisma:

—Este encuentro serviráparaqueyopiense en cosasquenuncahubieserecordado…¿Porquévolvióusteddetanlejos?…¿porquéselehaocurridopasear por esta parte de Montmartre que nunca frecuentan los extranjerosricos?…¡Ay!¡lamalditacasualidad!

Deprontoseincorporó,conunreflejoazuladoenlaspupilas.

—Déjemebeber.¡Cómoleagradeceríaquemeregalasetodalabotella!Lanecesitodespuésdeestemalditoencuentroquevaa resucitar tantascosas…Yoamo lavidapor encimade todo.Nomedanmiedo lasdesgraciasni lasmiserias, a cambio de seguir viviendo… Pero temo a los recuerdos, y elwhisky los mata o los viste de tal modo que resultan agradables. Déjemebeber;nomedigaqueno.

ComoRobledopermaneciese silencioso,Elena volvió a apoderarse de labotella para llenar su copa, apurándola con lento regodeo. Mientras bebíaseñalóconlosojosalamuchachuela,quecontinuabafumandoytosiendo.

—Escómotodaslasdeahora:morfina,cocaína,etcétera…Yosoydemiépoca, estilo antiguo; las tales drogas me ponen enferma. Sólo creo en loclásico.

Yacaricióelcontornodelabotellaconmanoamorosa.Surostroparecíailuminadoporuna extraña lucidez, que iba en aumento segúnellabebía.Alversedueñadetodoelwhiskydeseabaquedarsolaparapaladearlosinprisa,ydijoaRobledo:

—Váyaseynoseacuerdedemí.Siquieredarmealgo,seloagradeceré;sinomedanada,mecontentocon labotella:unregalodepríncipe…Váyase,Robledo;estesitionoesparausted.

Peroélpermanecióinmóvil,deseandoexcitarsumemoriaparasaberalgomásdesumisteriosopasado.

—¿YCanterac?…¿EncontróustedalgunavezalcapitánCanterac?…

Este nombre tardó a resucitar en la memoria de ella más aún que losnombres anteriores. Robledo, para ayudarla, recordó el parque artificialimprovisadoensuhonoraorillasdelríoNegro.

—Fuechicaquella fiesta,¿noescierto?…Otroshombreshanhechopormícosasmáscaras;peroaquelloresultóoriginal…¡Pobrecapitán!Lohevistodespuésmuchasveces; creoque ahora es general. ¿Cómodiceustedque sellamaba?…

Y siguió evocando sus recuerdos; pero el español se dio cuenta de que

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confundíaaCanteracconotromilitaramigosuyo,haciendounasolapersonadelosdoshombres,conocidosenperíodosdistintosdesuvida.

Robledo sabía con certeza que Canterac había muerto. Vagaba por lasrepúblicasdelPacífico,cambiandodeocupación,unasvecesenlassalitrerasdeChile,otrasenlasminasdeBoliviaydelPerú,cuandoestallólaguerra,yvolvióaFranciaparaincorporarsealejército.HabíamuertoenVerdúnconunheroísmoobscuro, como tantos otros, y estamujer noguardabauna imagenprecisadeél,despuésdehaberperturbadotandeplorablementesuexistencia.NisiquierapareciórecordarsunombrealrepetirloRobledo.

Laspreguntasdeéste ibanexcavando,sinembargo,sumemoria,yal finacabóellaporrepelersuadormecimientomental,sufriendoelsaltoenmasadelosrecuerdosdespertados.DeprontofueElenalaquepreguntó:

—¿Cómosellamabaaquelmuchachoamericanocompañerosuyo?…Creoque fue elúnicohombrequeme interesóunpocoentre losmuchosquemebuscaban… Tal vez le amé, por lo mismo que nunca me deseóverdaderamente. Algunas veces,muy de tarde en tarde,me he acordado deél…¿Secasó?

HizoRobledounsignoafirmativoyellasiguióhablando.

—No digamás.Mirándole a usted creo que los años pasados vuelven apasar,peroensentidoinverso,ytodolorecuerdopocoapoco…Esejovensellamaba Ricardo, y tal vez se habrá casado con aquella muchachita de laPampaalaqueledabanunnombredeflor.

Estos recuerdos, los únicos que resurgían en su memoria vivos y biendeterminados,leinspiraronlaamargatristezaqueinfundeelbienajeno.

Se miró a sí misma con una conmiseración despectiva, como si secontemplaseporprimeravez.Ellaquesehabíacreídodurantemuchosañoselcentrodeloexistente,seveíaenlomásbajo,yaúnadivinabanuevosabismosporlosqueseguiríarodando,puesparaladesgracianuncahaytérmino.

Los demás podían evocar su pasado con una melancolía dulce. Era unplacer igual a unamúsica suavey antigua, a unperfumede ramomarchito.Losrecuerdosdeellamordíancomolobosrabiososylaperseguiríanhastalamuerte. Por eso necesitaba vivir en una inconsciencia animal, asesinandotodoslosdíassupensamientoconelalcohol.

Quisoexteriorizarsudesesperaciónymurmuró,señalandoalaotramujermedioebriaquedormitabaeneldiván:

—Asíseréyodentrodepoco.

Seobscureciósurostro,comosipasasesobreéllasombradesusúltimashoras,ybajandolaspupilasañadió:

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—Yluegomorir.

Robledopermaneciósilencioso.Habíasacadodisimuladamentesucarterade un bolsillo interior y contaba papeles debajo de la mesa. Ella siguiómurmurando,sindarsecuentadequerepetíasusmásocultospensamientos:

—Talvezalguienescribaentoncesenlosperiódicosunaslíneashablandodelallamada«Marquesa»,ymediadocenadepersonasentodoelmundomerecuerden.Talvezni esto,yquedarépara siempreenel fondodel río.Pero¿tendrévalor?…

BuscóRobledounamanodeellapordebajodelamesa,entregándoleunrollodepequeñospapeles.

—Nodebíatomarlo—dijolamujer—.Yosólopuedoadmitirdinerodelosquenomeconocen.

Peroguardóen supecho losbilletesdeBanco.Susojos, repentinamentealegres,parecierondesmentireltonoderesignadadignidadconqueformulabasusexcusasporhaberaceptadoeldonativo.

LamiradadeRobledoeraahoradeconmiseración.

¡Pobre «bella Elena»! Había pasado por la vida como pasan sobre losmaresaustraleslosgrandesalbatros,orgullososdesublancuraydelafuerzade sus alas, abatiéndose con una voracidad implacable sobre las presas quedescubrenatravésdelasolas,creyendoquetodocuantoexistehasidocreadoúnicamente para que ellos lo devoren. Era un águila atlánticamajestuosa yfiera,conelperfumesalinodelainmensidadylacarnecoriáceadelafuerza.Pero los añoshabíanpasado, disolviendo la orgullosa ilusiónde la juventudque se considera inmortal, y ahora el ave arrogante del infinito azul se veíaobligadaabuscarsucomidaenlosexcrementosoceánicosamontonadosenlacosta.Cuandoelfríoylatinieblalaimpelíanhacialaluz,susalasmoribundaschocaban con los vidrios guardadores del fuego. Iba enbuscade la ventanaquereflejaelrescoldohospitalariodelhogar,ytropezabaconlalentedelfaro,dura e insensible como un muro, acostumbrada a repeler la cólera de lastempestades.Yenunodeestoschoquescaeríaconlasalasrotasparasiempre,y elmar de la vida tragaría su cuerpo con lamisma indiferencia que habíasorbidoantesalasnumerosasvíctimasdeella.

Contempló Robledo después a sus amigos y se vio a sí mismo en unaforma igualmente animal. Eran bueyes magníficamente alimentados,tranquilos y buenos, como las reses que pastaban, hinchadas por laabundancia,en loscampos regadosdesucolonia.Tenían las firmesvirtudesdel que ve su existencia asegurada, a cubierto de todo riesgo, y no necesitahacer daño a los demás para vivir… Y así continuarían plácidamente, sinviolentasalegrías,perotambiénsindolores,hastaquellegasesuhoraúltima…

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¿Quién había vivido mejor su existencia?… ¿Era aquella mujer debiografíafabulosa,incapazderecordarexactamentesuorigenysusaventurascomosiuncerebrohumanonopudieracontenerunahistoriatanextensacomounmundo?…¿Eranelloshonrados rumiantesde la felicidad,queyahabíanhechosobrelatierracuantodebíanhacer?…

No pudo seguir pensando. El camarero del bar había salido a la calle,llamado por un hombre, y volvió con aire inquieto, diciendo a la dueña,algunaspalabrasenvozbaja.

—¡Volad, palomas mías!—gritó la mujerona desde el mostrador,dirigiéndosealasdosparroquianasmáspróximas.

Yexplicóquelapolicíaestabahaciendounarazziademujeresenelbarrio,ytalvezvisitasesuestablecimiento.Unamigofielacababadetraerelaviso.

Lamuchachita tísica arrojó el cigarro, escapando con un temblor cerval,queaúnhacíamásangustiosasutos.Labeodaabriólosojos,miróentornoyvolvióacerrarlos,murmurando:

—¡Quevengan!Enlacomisaríaseduermelomismoqueaquí.

Elena se apresuró a huir. Tenía miedo; pero procuró marchar hacia lapuertaconciertamajestad,pensandoqueunhombreestabaasusespaldas.Noqueríaquelaconfundiesenconlasotras.

Alversesoloelespañol,entregóunbilletealcamareroportodalabotellaysaliósinquererrecibirelcambio.Luego,enelbulevar,miróinútilmenteaunladoyaotro.Elenahabíadesaparecido…

No la vería más. Cuando ella muriese, él no recibiría la noticia de sumuerte. Iba a pasar el resto de su existencia sin saber con certeza si la otravivíaaún.Despuésdeesteencuentroadivinabasufinal.Eradelasquesalende la vidadeunmodo trágico, pero sin estrépito, sin que suene sunombre,habiendosobrevividomuchosañosasuhistoriamuerta.

—Yestaes laElena—sedijo—que, iguala ladelviejopoeta,originó laguerraentreloshombresenunrincóndelatierra…

La duda formulaba preguntas en su interior. ¿Había sido esta mujerverdaderamente mala, con plena conciencia de su perversidad?… ¿Era unaansiosadelosplaceresdelavida,queavanzabainconsciente,sinrepararenloqueibaaplastandobajosuspies?…

Mientrasbuscabauncarruaje,sedijocomoconclusión:

—Mejor hubiese sido para ellamorir hace doce años… ¿Para qué sigueviviendo?

Sonriótristementealpensarenlarelatividaddelosvaloreshumanosyla

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distintaimportanciadelaspersonas,segúnelambienteenquesemueven.

—¡Pensar que este andrajo fue igual a la heroína deHomero en aquellatierraamediocivilizar,dondenoabundan lasmujeres!…¿Quédiríanahoralosquetantaslocurashicieronporella,silaviesencomoyolahevisto?…

Cuandollegóalhotel,Watsonysuesposaacababandevolverdesupaseo.

Dos criados seguían a Celinda cargados con enormes paquetes: lasadquisicionesdeaquellatarde.

MiróWatsonsurelojconimpaciencia.

—Son cerca de las siete, y hemos de vestirnos y comer antes de ir a laOpera… Cuando las mujeres se ponen a comprar trajes y sombreros, noacabannunca.

Celinda remedó la fingida indignación de su esposo con graciososademanes, y acabó por besarle, entrándose luego en la habitación inmediataparacambiardevestido.

WatsonpreguntóaRobledosilesacompañabaalaOpera.

—No; voy haciéndome viejo, y me molesta ponerme de frac y guantesblancos para escuchar música. Prefiero quedarme en el hotel. Veré cómoacuestanaCarlitos…Leheprometidouncuento.

Sintióensuinteriorlamolestiadeladuda.¿DebíarelataraCelindaysumarido el encuentro de aquella tarde?…¿Seríamás prudente comunicárselosolamenteaWatson?

Rara vez en sus conversaciones habían recordado a la esposa deTorrebianca.Celinda,tanalegreydesenfadada,fruncíaelceñoconexpresiónagresivacuandonombrabanensupresenciaalamarquesa.

Podíarepresentarparaellaundeleitecruelelconocimientodelaabyeccióndelaotra.Luego,Robledosearrepintiódetalsuposición.ACelinda,enplenafelicidad,lerepugnabaseguramentelavenganza,ysóloleproporcionaríansusnoticiaslamolestiadeunmalrecuerdo.

«¿Paraquéresucitarelpasado?…¡Quelavidacontinúe!»

Ysóloseocupóenpensar lamaravillosahistoriaque ibaacontarleasupríncipeheredero.

FIN

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