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La tierra del remordimiento Ernesto de Martino Ed. Bellaterra, 1999 «La Tierra del Remordimiento» es la región de Apulia en el Mezzogiorno italiano donde el antro- pólogo e historiador de las religiones Ernesto de Martino encuentra huellas de una antigua forma religiosa popular, el tarantismo, al emprender una investigación etnográfica con un equipo pluridisci- plinar. En esta magnífica obra que acaba por fin de ser traducida al castellano, el autor trata de resaltar la «autonomía simbólica» del fenómeno del taran- tismo, aplicando un doble acercamiento, sociocul- tural e histórico-religioso, dentro de su proyecto global de «apropiación conceptual de la cotidianei- dad de las clases subalternas italianas» según la caracterización que hace Eduardo Menéndez de la obra de ese eminente seguidor de Gramsci 1 . Ya en su obra «II mondo magico» De Martino mostraba, de manera paradójica, cómo el campesinado meri- dional italiano generaba, como alternativa casi única frente a la opresión económica, política e ide- ológica de la cultura dominante, unas «técnicas mágicas mediante las cuales tratan de controlar el “riesgo” y la dominación, pero que esta alternativa hasta ahora ha servido básicamente para la domi- nación 2 ». El tarantismo, complexo simbólico-ritual com- puesto de una crisis –la picadura de la tarántula– que padece el «envenenado», de sus sucesivos «remordimientos», y del ritual de curación formado por música, danza y colores, que se termina cada verano por sesiones rituales en la capilla de San Pablo en Galatina, había sido interpretado esencial- mente según un enfoque médico: bien como arac- nismo, es decir el síndrome tóxico debido a la pica- dura de una araña, bien como trastorno psíquico. Ernesto de Martino emprende un trabajo riguroso y sistemático para mostrar lo inadecuado de este enfoque lo que le permite caracterizar el tarantismo como fenómeno religioso menor y ver en él ya no un conjunto de conductas extrañas y excéntricas, sino más bien una dimensión concreta de la historia reli- giosa del sur, cuyas contradicciones llegan a ilustrar, tras el análisis cuidadoso de sus antecedentes clási- cos, de sus formas históricas y de sus actuales prácti- cas restantes, un episodio del conflicto entre cristia- nismo y paganismo enmarcado en el contexto de la vida social y cultural del Mezzogiorno. Los resultados de la investigación etnográfica realizada en 1959 permiten, a pesar de la decaden- cia que sufre el ritual bajo la influencia del catoli- cismo, mostrar su estructura míticocultural especí- fica, propia de una tradición particular, y destacar su función psicosocial: la «evolución, configura- ción, liberación, resolución de conflictos psíquicos sin resolver que remuerden en la oscuridad del inconsciente» a través de la figura de la tarántula mítica, en el marco de un orden simbólico cultural (el exorcismo de la música, del baile y de los colo- res) en el que se pudiera resolver unas crisis típicas culturalmente modeladas. El «remordimiento» es un símbolo polisémico, que representa la renova- ción de la crisis del tarantismo cuando la tarántula «remuerde» a su víctima, y de manera más amplia la vuelta del pasado malo, pasado que no fue elegi- do, que «vuelve y regurgita y oprime con su regur- gitación», pero un pasado que es imposible recor- dar, algún conflicto sin resolver perdido para la memoria y que se tiene que sufrir como síntoma cerrado, incomprensible, y que entra en la concien- cia mediante la figura mítica de la tarántula. Así muestra el autor cómo se traduce la opresión, en la vida concreta de los sujetos del campesinado meri- dional, en formas «miseria psicológica» y «miseria cultural» inseparables de la miseria económica, y cómo el tarantismo constituye un instrumento pri- vilegiado de resistencia popular, una técnica de supervivencia. En la segunda parte del libro, De Martino emprende un «viaje en el tiempo» para explorar, a través de la documentación histórica sobre el taran- tismo (desde la Edad Media hasta nuestros días), las formas en las que se ha manifestado, el lugar que ocupaba en la vida socio-cultural, y cómo ha evolucionado hasta su actual disgregación bajo el efecto de la influencia católica. Aquel viaje permi- te al autor ahondar en el conocimiento del conteni- do del rito, su escenario y objetos, su simbolismo coreico-musical (los distintos ritmos, cantos e ins- trumentos, el baile que imita la araña arrastrándose al suelo, la danza que figura la expulsión de la 245 Título del artículo

La tierra del Ernesto de Martino emprende un trabajo

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La tierra delremordimiento

Ernesto de MartinoEd. Bellaterra, 1999

«La Tierra del Remordimiento» es la región deApulia en el Mezzogiorno italiano donde el antro-pólogo e historiador de las religiones Ernesto deMartino encuentra huellas de una antigua formareligiosa popular, el tarantismo, al emprender unainvestigación etnográfica con un equipo pluridisci-plinar. En esta magnífica obra que acaba por fin deser traducida al castellano, el autor trata de resaltarla «autonomía simbólica» del fenómeno del taran-tismo, aplicando un doble acercamiento, sociocul-tural e histórico-religioso, dentro de su proyectoglobal de «apropiación conceptual de la cotidianei-dad de las clases subalternas italianas» según lacaracterización que hace Eduardo Menéndez de laobra de ese eminente seguidor de Gramsci 1. Ya ensu obra «II mondo magico» De Martino mostraba,de manera paradójica, cómo el campesinado meri-dional italiano generaba, como alternativa casiúnica frente a la opresión económica, política e ide-ológica de la cultura dominante, unas «técnicasmágicas mediante las cuales tratan de controlar el“riesgo” y la dominación, pero que esta alternativahasta ahora ha servido básicamente para la domi-nación 2».

El tarantismo, complexo simbólico-ritual com-puesto de una crisis –la picadura de la tarántula–que padece el «envenenado», de sus sucesivos«remordimientos», y del ritual de curación formadopor música, danza y colores, que se termina cadaverano por sesiones rituales en la capilla de SanPablo en Galatina, había sido interpretado esencial-mente según un enfoque médico: bien como arac-nismo, es decir el síndrome tóxico debido a la pica-

dura de una araña, bien como trastorno psíquico.Ernesto de Martino emprende un trabajo riguroso ysistemático para mostrar lo inadecuado de esteenfoque lo que le permite caracterizar el tarantismocomo fenómeno religioso menor y ver en él ya noun conjunto de conductas extrañas y excéntricas, sinomás bien una dimensión concreta de la historia reli-giosa del sur, cuyas contradicciones llegan a ilustrar,tras el análisis cuidadoso de sus antecedentes clási-cos, de sus formas históricas y de sus actuales prácti-cas restantes, un episodio del conflicto entre cristia-nismo y paganismo enmarcado en el contexto de lavida social y cultural del Mezzogiorno.

Los resultados de la investigación etnográficarealizada en 1959 permiten, a pesar de la decaden-cia que sufre el ritual bajo la influencia del catoli-cismo, mostrar su estructura míticocultural especí-fica, propia de una tradición particular, y destacarsu función psicosocial: la «evolución, configura-ción, liberación, resolución de conflictos psíquicossin resolver que remuerden en la oscuridad delinconsciente» a través de la figura de la tarántulamítica, en el marco de un orden simbólico cultural(el exorcismo de la música, del baile y de los colo-res) en el que se pudiera resolver unas crisis típicasculturalmente modeladas. El «remordimiento» esun símbolo polisémico, que representa la renova-ción de la crisis del tarantismo cuando la tarántula«remuerde» a su víctima, y de manera más ampliala vuelta del pasado malo, pasado que no fue elegi-do, que «vuelve y regurgita y oprime con su regur-gitación», pero un pasado que es imposible recor-dar, algún conflicto sin resolver perdido para lamemoria y que se tiene que sufrir como síntomacerrado, incomprensible, y que entra en la concien-cia mediante la figura mítica de la tarántula. Asímuestra el autor cómo se traduce la opresión, en lavida concreta de los sujetos del campesinado meri-dional, en formas «miseria psicológica» y «miseriacultural» inseparables de la miseria económica, ycómo el tarantismo constituye un instrumento pri-vilegiado de resistencia popular, una técnica desupervivencia.

En la segunda parte del libro, De Martinoemprende un «viaje en el tiempo» para explorar, através de la documentación histórica sobre el taran-tismo (desde la Edad Media hasta nuestros días),las formas en las que se ha manifestado, el lugarque ocupaba en la vida socio-cultural, y cómo haevolucionado hasta su actual disgregación bajo elefecto de la influencia católica. Aquel viaje permi-te al autor ahondar en el conocimiento del conteni-do del rito, su escenario y objetos, su simbolismocoreico-musical (los distintos ritmos, cantos e ins-trumentos, el baile que imita la araña arrastrándoseal suelo, la danza que figura la expulsión de la

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araña y su muerte bajo los golpes de pie que lapisan…), el simbolismo cromático y en particularel significado del verde (naturaleza renovada, amory juventud) y del rojo (color del agonismo), suestructura estacional, y finalmente la figura de latarántula que viene a ser como un espíritu queposee, transmitiendo al atarantado su «personali-dad» –según se trate de una tarántula «libertina»,«tempestuosa», o «triste y muda», etc.– y que elexorcismo trata de controlar. Sobre todo, De Marti-no reivindica la encuesta histórica como medio de«historización» del mundo popular, dentro de unapostura política gramsciana, según la cual tal histo-rización es necesaria para abrir posibilidades, paralas clases dominadas, de generación de una culturaalternativa a la cultura hegemónica, pero a partir desus propios elementos. En efecto, las clases subal-ternas «deshistorizan» justamente la realidad parapoder conjurar el riesgo permanente de disgrega-ción y disociación de la personalidad, riesgo rela-cionado con el hambre, la pobreza, la enfermedad,la alta mortalidad infantil y otras situaciones críti-cas de la existencia a las que deben enfrentarse conrealismo los sujetos, y que pueden producir el«naufragio de la misma presencia individual».

La tercera parte del libro está dedicada a la bús-queda de paralelos etnográficos (en los rituales deposesión y los cultos extáticos) y de antecedentesantiguos, en particular en las formas religiosasorgiásticas de la Grecia clásica. A pesar de la limi-tada documentación, se pueden establecer clarasanalogías con prácticas semejantes en Cerdeña y enla península ibérica, donde han existido formas dedanza y música aplicadas como exorcismo de lapicadura ponzoñosa de algún animal mítico, comola argia sarda. Pero son sobre todo los cultos extá-ticos y los trances de posesión del norte de África(cultos zar y bori) y afroamericanos (macumba,candomblé, vudú) que permiten establecer compa-raciones instructivas, no sólo en cuanto a la estruc-tura mítico-ritual –terapia coreico-musical de lascrisis, semejanzas entre los «loa» del vudú y lasdistintas tarántulas, simbolismos del agua y delmar– sino también analizando las funciones quecumplen estos ritos en sus respectivos mediossociales: liberación de los traumas, conflictos, frus-traciones y represiones a los que están condenadaslas clases populares y las mujeres en particular,grupos sociales marcadamente dominados. Ade-más, para el autor muchos aspectos del tarantismorecuerdan dimensiones de la vida religiosa griega,lo que no es de extrañar sabiendo que Apulia for-maba parte de la Magna Grecia. Gracias a una com-paración con el símbolo del oistros, el aguijón deltábano que «empuja irresistiblemente a una carrerasin meta», y con el aiôresis o columpio como rito,

De Martino muestra cómo el conjunto de ritosorgiásticos femeninos de la Grecia antigua, delmismo modo que el tarantismo, remiten a unas cri-sis existenciales de las que «eran a la vez la recu-peración y el “cambio de signo”». Eso se explicaporque «una fuerte presión social ejercida sobre elmundo femenino en una sociedad de tipo androcrá-tico ocasiona la vuelta de la represión en forma deoscuros síntomas neuróticos incompatibles concualquier orden cultural, que requieren un adecua-do tratamiento preventivo y resolutivo» y precisa-mente «Esparta, proverbial por la austeridad de susmujeres, no lo era menos por las prácticas orgiásti-cas de sus dysmainai». La catarsis musical era untema también muy conocido de Platón, practicadoen particular en el rito del coribantismo. Todas esascomparaciones no deben entenderse como unintento de reducir el tarantismo a sus antecedentes,sino al contrario sirven para enriquecerse y ampliarnuestro entendimiento de dicho fenómeno gracias ala luz que sobre ciertos de sus aspectos arroja elanálisis sociocultural de esas formas religiosasantiguas. Más aún, y esa es una de las conclusionesa la que llega el autor en tanto que historiador de lasreligiones, es posible interpretar el tarantismocomo plasmación o cristalización de un conflictono resuelto entre el cristianismo y el paganismo, esdecir como forma en la que se ha desarrollado, a par-tir de la Edad Media, un culto con sus funcionessociales y psicológicas que el cristianismo en expan-sión no podía cumplir, pero que sí eran culturalmen-te tratadas en la religión dionisiáca más antigua.

Ejemplar por la metodología empleada, tambiénpor el muy avanzado análisis reflexivo que desa-rrolla en la introducción con su amplia referencia a«Tristes Trópicos» de Lévi-Strauss, «La Tierra delRemordimiento» es un libro paradigmático para ladisciplina antropológica, cuyo autor evita brillante-mente caer en dos trampas frecuentes: por una par-te el riesgo de sobreinterpretación, pues la riquezade la documentación, el rigor del método y la lógi-ca del desarrollo de las distintas interpretacionesson irreprochables, y por otra parte el riesgo de ais-lamiento del fenómeno estudiado como curiosidadlocal o «reliquia del pasado» gracias a su reinser-ción en una historia (la del tarantismo y de sus pro-bables antecedentes clásicos) y en un área culturalmediterráneo-africana (mediante los paralelosetnológico-religiosos).

Dedicado al estudio de un fenómeno aparente-mente anacrónico de «enfermedad» y su curación,«La Tierra del Remordimiento» nos brinda ademásuna magistral demostración en el ámbito de la«Antropología de la Salud y la Enfermedad»,resaltando cómo los aspectos psicosomáticos de laconducta quedan configurados, canalizados, orien-

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tados por los factores socioculturales del contextoy de la historia, y cómo las ciencias naturales y lamedicina en particular, sí constituyen unos funda-mentos inevitables y muy valiosos del pensamien-to moderno, no pueden agotar las vías de interpre-tación y de comprensión de las cuestiones desalud, enfermedad y atención, como en el caso deltarantismo.

Pero no debemos limitar el interés de este libro aun ámbito delimitado de las Ciencias Sociales,pues su aportación es más amplia. Prolongando laobra de Gramsci, el estudio del tarantismo es unejemplo perfecto de la aportación de éste último,que «reside en colocar, integrar, estructurar lo ide-ológico y lo político, junto con lo económico, comoconstitutivo de la lucha por la hegemonía» 3 y evi-tar caer tanto en las reducciones mecanicistas yeconomicistas del marxismo, como en las tenden-cias en las que la ideología se concibe como ideo-logía ilusión o como simple sistema de ideas,

subestimando «su capacidad real para modelar lascostumbres en distintas áreas, épocas y clasessociales».

Así, de manera contradictoria, conflictiva, eltarantismo se nos presenta como una forma religio-sa-cultural que representa a la vez una afirmaciónpopular contra la hegemonía cultural de las clasesdominantes y un medio para mantener el ordensocial establecido y preservar el sometimiento delas clases campesinas dominadas.

NOTA

1 Eduardo Menéndez. 1981. Poder, estratificación y salud.Ed. De la Casa Chata. México. (P. 394).

2 Idem. (P. 404).3 Idem. (P. 403).4 Doctoranda en Antropología Social y Cultural U.C.M.

Gabrielle Leflaive 4

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FACULTAD DE CIENCIAS POLITICASY SOCIOLOGIA

UNIVERSIDAD COMPLUTENSE

SOMOSAGUAS - TEL. 91 582 28 8028223 MADRID

LIBROS RECIBIDOS

– RODRÍGUEZ KAUTH, Ángel: Vida cotidiana: Psiquismo, sociedad y política. Tórculo Ediciones,2001.

– MÁRQUEZ, C., Germán, y GUILLOT, M., Gabriel: Ecología y efecto ambiental de embalses.Aproximación en casos colombianos, Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 2001.

– BALLART, Xavier: Innovación en la gestión pública y en la empresa privada, Madrid, Díaz deSantos, 2001.

– GIRARDET, Herbert: Creando ciudades sostenibles, Valencia, Ediciones Tilde, 2001.

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La sociologíade Émile Durkheim.Patología social,tiempo, religión

Ramón Ramos TorreMadrid, CIS, 1999

Es bien conocido el aforismo de Thomas Kuhnque distingue las esencias «duras» o naturales delas «blandas» o sociales por la inmisericorde sere-nidad con que aquéllas olvidan a sus fundadores ya sus revolucionarios paradigmáticos, sin más con-descendencia que el recuerdo honorífico de sunombre (eponimia); mientras que éstas, por el con-trario, basan en gran medida la formación de susestudiantes en la lectura, exégesis y comentarioscríticos de sus autoridades y «clásicos». Porsupuesto, la distinción es casi, aunque no del todo,espúrea. Lo que da a las ciencias naturales suaspecto acumulativo durante sus períodos «norma-les» es, ante todo, la traducción de las aportacionesmás fértiles y sugerentes de los autores sobre ycontra cuya creatividad se ha construido el para-digma vigente al lenguaje teórico-analítico másabstracto, reflexivo e innovador de este último. Sila sociología, por ejemplo, parece acumular másbien figuras patrísticas y obras canónicas en lugarde teorías y metodologías ejemplares, condensa-bles en practicables manuales didácticos, bienpodría ser porque ninguna teoría sociológica, almenos desde Parsons, ha podido o siquiera osadotratar de refundir y sintetizar las aportaciones de lageneración fundacional de Durkheim, Weber, Sim-mel, Pareto, Mead, Park, etc.

Semejante logro monumental es quizá tan impo-sible como seguramente innecesario: de hecho, nodisponemos de concepciones sobre la modernidad

–que sigue siendo nuestro tiempo común– clara ydistintamente superiores a las suyas. La obra deDurkheim, magistralmente viviseccionada porRamón Ramos, nos muestra un espécimen evoluti-vamente anterior a nosotros, pero viable y palpi-tante. De hecho, y éste es uno de los grandes méri-tos de este libro, bajo la pluma del profesor Ramos,Durkheim se convierte en un personaje casi real,próximo, y cotidiano: lo vemos y lo sentimos en eljoven progresista y republicano que se funde con la«efervescencia colectiva» de las masas popularesen la primera celebración oficial del 14 de julio, ensu enardecida militancia dreyfusard; en su compro-miso laicista durante la polémica separación de laIglesia y el Estado que casi condujo a Francia a otraguerra civil; en sus enconadas disputas con lasescuelas sociológicas rivales de su momento.Durkheim, en el ámbito público de la controversiapolítica, como en el terreno más distanciado de laproducción intelectual, aparece siempre como unpensador comprometido con el proyecto de crearuna ciencia, descriptiva y analítica al modo de lamedicina de Claude Bernard, que como ésta pudie-ra identificar patologías y etiologías que permitie-ran a los cirujanos políticos y a los galenos civilesdescubrir terapéuticas colectivas capaces de conso-lidar una República democrática y social(ista).

Las circunstancias sociopolíticas otorgan aDurkheim la ocasión cultural, la legitimidad insti-tucional y el soporte material (nada más, pero nadamenos) para conseguir un doble logro: una obrasociológica que se pretende paradigmática y unaescuela cuyos discípulos la extiendan y desarrollen.A pesar de que los textos reunidos en este volumenhan sido publicado a lo largo de más de quinceaños, es notoria la unidad total con que proclamanla unidad programática de la obra de Durkheim.Una y otra vez nos aparece éste como una presa delpensamiento dualista religioso, como un maníacoobsesionado por el antagonismo entre el bien y elmal, y todavía más por la agónica apertura existen-cial entre la salvación y la perdición (sociales). Estees un presupuesto tácito más, pero quizá no desde-ñable, desde el cual comprender los tanteos preli-minares y los profundos análisis de las obras durk-heimianas.

Tomando la afortunada expresión de Ramos, leí-dos «entre el homenaje y el ultraje», los grandestextos de Durkheim son presentados como testigosde cargo contra una forma particular de hacersociología que, paradójicamente, pretendían preci-samente consolidar e institucionalizar. Así, LaDivisión del Trabajo Social es un ejemplo cabal delas limitaciones del evolucionismo lineal, bipolar,optimista y mecanicista que Durkheim heredó ysuscribió. Y, sin embargo, tiene al mérito original

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de presentar «la cuestión social», o de modo másgeneral «el malestar contemporáneo», como unperíodo de transición crítica entre dos momentos deestabilidad, hiato ausente de modelos evolucionis-tas previos divididos en toscas fases sin solución decontinuidad. En esta obra Durkheim consigueconstruir la sociedad como un verídico objeto cog-nitivo, como la complejidad misma de las interac-ciones y prácticas individuales –fruto a su vez delas características, creencias, competencias prácti-cas, expectativas y preferencias variables en lasque estos individuos han sido socializados y luegohan elaborado en su decurso vital. Sin embargo, lohace pagando el portazgo de acceso al parnasopositivista al postular la sociedad como un hechodistinto de la dinámica complejidad de sus partes,como una especie de superorganismo pensante– deahí sus nociones de «conciencia común» productode la solidaridad mecánica en sociedades segmen-tarias de individuos homogéneos (aunque puedanestar estratificados) y la «conciencia social» propiade las sociedades basadas en la división del trabajoespecializado. El esfuerzo por segregar a la socio-logía de la psicología paga el precio de hacer de lasociedad humana una especie de mente. (En estoanuncia los excesos tanto de una teoría de sistemascomo de un individualismo metodológico extremosque imaginan la sociedad como un inmenso com-putador autopoyético formado por miles de millo-nes de unidades individuales de procesamiento deinformación en paralelo, autorreflexivas y multi-interconectadas). La «mente» social constituye unsujeto intangible y, al mismo tiempo, una psiquecapaz de tener emociones (la aprehensión del tiem-po se cifra en un a priori afectivo), de constituirideaciones o representaciones (esto es, no sólo cre-encias sino también «ideales» que hoy etiquetamosmás como valores y preferencias) y de postular unamoralidad o normatividad obligatoria cuya justifi-cación radica en su funcionalidad para mantener lasalud (orden social) y el desarrollo (progreso) deuna sociedad.

En esta línea, Las reglas del método sociológicoson la argumentación de que la sociología es unadisciplina con una metodología empírico-observa-cional y un objeto ontológicamente diferenciado;dentro del canon positivista esto implica que unobjeto teórico puede validarse a través de la verifi-cación de sus efectos. Y así se pone de manifiestoen El Suicidio, donde «fuerzas» (afectivas) como elaltruismo y el fatalismo –más propios de socieda-des primitivas– y el egoísmo y la anomia –frutosrespectivos del individualismo y el progresomodernos– generan corrientes suicidógenas que semuestran en las tasas estadísticas de suicidios comolas corrientes eléctricas en voltrímetros y amperí-

metros. La brillantez retórica de Durkheim se ponede relieve en los dos argumentos que dan cuenta ylimitan la constricción social sobre los individuos.Es la primera la hipótesis del homo dúplex: losindividuos tendrían capacidad intelectual-racionalo ideacional propia así como impulso práctico-pasionales tanto asociativos como insociables, peroen ambos casos participarían en la «marea» idea-cional (integradora) y normativa (reguladora) de losocial. La desviación es un simple e inevitable pro-ducto estadístico marginal de la normalidad –en losmárgenes excluidos de lo normal algunos indivi-duos encuentran oportunidades atractivas o halaga-doras (incluso aberrantes) para distinguirse y/o des-viarse. Lo anormal, lo patológico es tanto el excesoen el número de casos como la combinación dedesviaciones. Es fácil verse seducido por simplici-dad y el sencillo ajuste empírico del modelo expli-cativo de Durkheim en El Suicidio; no es difícilidentificar, aún hoy, el altruismo fatalista de loskamikaces mujaidines, el altruismo anómico de losbuscadores de paraísos orientales, el egoísmo anó-mico de quienes comparten jeringuillas o conducenen dirección contraria, o el egoísmo fatalista de lostiburones financieros fracasados. Ahora bien ¿sonéstas las únicas variantes?, ¿queda algo fuera delcuadro?, ¿hasta qué punto son operacionalizableslas nociones de integración y regulación?, y, sobretodo ¿no son esos comportamientos formas equili-bradas de integración y regulación dentro de sub-grupos sociales particulares?, ¿por qué habrían deser éstos teóricamente menos relevantes que la«gran» sociedad reificada que Durkheim identificacon el Estado Nacional?

El Suicidio constituye un estudio de caso quehace incuestionable la sociología como cienciaempírica que transciende la filosofía y estadísticamorales. Sin embargo, no logra satisfacer la ambi-ción durkheimana: identificar la panacea del ordensocial. Precisamente El Suicidio muestra que laintegración idealista con la libertad, la igualdad, lafraternidad, la razón científica, el progreso indus-trial y comercial, la democracia, el patriarcalismo,la estructura social desigual, etc. no garantiza unainterpretación unánime de éstos, el diseño de proye-tos socio-políticos unitarios, ni la producción y elrespeto de códigos normativo-legales únicos. Con-vencido de la falacia esencialista, Durkheim con-cluye buscando la clave de la socialidad en lo quecreyó ser el hecho social primigenio: la religión.

La ambición última de Durkheim, en lo intelectualy lo político, era mostrar la posibilidad de una sacra-lidad secular que fundamentase el orden republicano;lo que otros, antes y después de él, llamaron una reli-gión civil. En sus primeros trabajos sobre religión,Durkheim no va más allá de sus argumentos previa-

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mente forjados en sus intentos de construir una teoríasociológica tanto del tiempo como de todas las demáscategorías cognitivas. Si Durkheim tiene éxito enestablecer las bases de una sociología de la organiza-ción y uso sociales del tiempo, así como de la cons-trucción social de las clasificaciones que la sociedadproyecta sobre la naturaleza (y que luego puedencobrar una autonomía socialmente sostenida); fracasa,en cambio, en demostrar que el tiempo, la causalidado la individualidad entre otras, son reductibles a pro-ductos representacionales de la interacción colectiva.Cuando Durkheim afirma que las categorías socialesson apropiadas para aprehender el mundo natural por-que la sociedad es meramente un emergente de éste,sólo que más complejo, quizá pretendiera desarrollar–cosa que nunca hizo– el argumento de que la viabi-lidad empírica de la construcción social de las catego-rías se basa en la potencial sintonización con el medioambiente natural y social de las prácticas cognitivashumanas, que son un producto evolutivo adaptado a laintegración estructural entre el mundo natural y lasmediaciones orgánicas a través de las que interactua-mos con éste; un argumento que hasta hoy no ha sidoexplorado con la exhaustividad y desde la interdisci-plinariedad que merece.

A causa de ello, el intento de Durkheim porreducir la religión a lo social y esta dualidad a lade lo sagrado vs. lo profano, y esto, a su vez, albinomio público/privado, o bien, a lo obligatoriovs. lo utilitario particular, si bien hace de la reli-gión un hecho social, no lo distingue de ningúnotro en cuanto que representación y norma, creen-cia y práctica constrictivas. Este círculo vicioso yestéril podría haberse vuelto virtuoso y fértil dehaber profundizado Durkheim la paradoja de quelo sagrado incluye lo divino y lo demoníaco, elbien y el mal, lo fasto y lo nefasto, como señalaRamos. Durkheim intenta romper este círculohaciendo de lo sagrado, a su vez; el fundamentode lo social, éste es, perversamente, lo obligato-rio, lo dado, lo vigente. Para no excluir de estemodo la posibilidad misma de cambio y evoluciónsólo puede apelar a un motor externo: el creci-miento demográfico que daría lugar eventualmen-te a mayor densidad moral y actividad espiritual yeconómica o, en otras palabras, civilizatoria(argumento que sufre mal la evidencia de socieda-des densas y míseras mientras otras prosperanmás dispersas).

A lo largo de todo este libro, pues, se nos mues-tra con precisión quirúrgica la entraña argumentalde la sociología de Durkheim y de su propio ordenemerge la evidencia de por qué se convirtió en elnúcleo duro de todas las sociologías normativistas yconservadoras que han ubicado siempre la situación(llámense estructura o funciones) delante y porencima lógica y genéticamente, de los agentes y susacciones. Tomando otra feliz metáfora de Ramos, laobra de Durkheim es un tótem frágil. En ella surgenconceptos, argumentos y métodos, algunos todavíalocal o parcialmente vigentes, otros periclitados;tótem bueno para pensar, en absoluto para comul-gar con él con fe ciega. Si la obra de Durkheim cul-mina en la cruz arquitectónica de lo sagrado, identi-ficado con la subsunción de lo individual en locolectivo, con su contraposición al interés pragmá-tico individual, entonces Durkheim está prefiguran-do el problema central de la sociología en la moder-nidad reflexiva: cómo se producen, mantienen yreproducen los bienes colectivos en un mundodonde existe plena conciencia de las oportunidadesde portarse como «gorrón», en el que todo lo sagra-do ha sido sometido a sospecha, desenmascarado ydesacralizado. La religión cívica de los DerechosHumanos, la religión naturalista del ecologismo, lareligión racional del empirismo crítico y el escepti-cismo metodológico, la religión cívica y moral de lasolidaridad sin fronteras étnicas, políticas ni clasis-tas son con frecuencia escarnecidas y pisoteadas porintereses autoritarios y dogmáticos, mientras flore-cen los viejos integrismos de las religiones deístas yunos nacionalismos, sociológicamente instruidos,que sacralizan etnias y patrias sobre cuyas arasinmolan masas foráneas en rituales genocidas.Quizá todavía podamos encontrar en Durkheim, susaportaciones e insuficiencias, razones para estassinrazones. En nuestra ayuda, Ramón Ramos nos hadonado una lúcida, amplia, profunda y reflexiva-mente actual exposición de la obra de Durkheimque prolonga orgullosamente y con elevado méritola secular tradición de Parsons, Aron, Lukes, Ale-xander y, entre nosotros, Carlos Moya y Luis Rodrí-guez Zúñiga. Para terminar, sin duda, es ésta unarelectura señera de Durkheim que viene a enrique-cer la tan necesaria reflexión teórica de la sociolo-gía en la modernidad reflexiva.

Juan Manuel Iranzo

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Entre mundos.Procesosinterculturales entreMéxico y España

Pedro Tomé Martín y AndrésFábregas PuigColegio de Jalisco, Diputación provincial deÁvila/Institución Gran Duque de Alba.Zapopán, Jalisco (México), 1999.

«Aunque sea un lugar común, este libro pro-voca pensar, entre muchas otras cosas, en quérelativo es el concepto de distancia» (Prólogo,p. 9).

Después de años y años de purga particularista,la comparación como estrategia distintiva de laAntropología cultural ha sido recuperada en esca-sas ocasiones, entre las cuales esta obra constituyeun ejemplo. La actualidad restringida del métodocomparativo ha venido marcada no tanto por lalegitimidad metodológica de su aplicación, comopor las dificultades que ha supuesto su reconstruc-ción en torno a prácticas etnográficas complejasque lo distancian radicalmente de sus primerosusos evolucionistas. No son muchos los investiga-dores que hoy se aventuran a desarrollar la compa-ración intercultural, apostando por el considerableesfuerzo de llevar a cabo un trabajo de campo apro-piado y cuidadoso.

La ventaja irrenunciable de esta apuesta consis-te en la posibilidad de conducir la etnografía hacialo que Marvin Harris ha llamando «restauraciónnomotética», la reconstrucción teórica que se elevasobre la sola descripción y nos hace capaces deretomar las grandes cuestiones del origen y la cau-

salidad. Sin embargo, el ejercicio comparativo quelos autores proponen para Los Altos de Jalisco y laSierra de Ávila no consuma esta intención última.Andrés Fábregas y Pedro Tomé centran su obra enla investigación de semejanzas y diferencias entredos tierras lejanas, y nos conducen con destrezaliteraria por el devenir de las relaciones entre losaspectos históricos compartidos y un proceso decambio social y cultural divergente.

El punto de apoyo del análisis es la perspectivaecológica. Los autores parten de la idea de definirmodelos regionales y describen los diferentes pro-cesos de intervienen en la transformación de cadaárea. La obra nos presenta sendos complejos devariables que se relacionan entre sí. Con ello, secuidan de no dejar atrás aspectos tan inherentes a ladimensión cultural como la religión, que interactúacon factores económicos, demográficos, identita-rios o políticos en la configuración de las comuni-dades alteñas y serranas.

Jalisco y Ávila comparten un campo áspero, un«paisaje de desolada belleza» que anuncia la vidadura del agricultor esforzado, abandonado por latierra a la incertidumbre de la lluvia escasa y lastormentas fatales. El exiguo rendimiento del sueloha sido complementado en la Sierra con la búsque-da trashumante de mejores pastos, mientras que losalteños han adaptado su ganadería a la actividadminera que también es fuente de riqueza para laregión. En la adaptación a estos medios los autoresdan también relevancia a la convergencia históricade otros elementos comunes. Así, ambas áreas hancompartido históricamente el carácter fronterizo ylas estrategias de ocupación características de asen-tamientos defensivos, con un peculiar vínculo de lafamilia con la tierra manifiesto en la importancia dela localidad y el valor identitario de los ranchos.Además, a diferencia de otros lugares de México,Los Altos de Jalisco han profesado, desde la colo-nización, un catolicismo «castellano», que debidoal origen peninsular de sus moradores ha permane-cido ajeno a los sincretismos de la región, pues noera producto de la evangelización americana.Como en la Sierra, el catolicismo impregna lasociedad y también el paisaje, articula la memoriay también la identidad.

En la actualidad, sin embargo, la importancia deestos ingredientes socioculturales ha cambiado.Una de las aportaciones más importantes de Entremundos consiste en analizar este cambio. Para elestudio del sentido del cambio los autores nosremiten a varios factores. Entre ellos es fundamen-tal la diferencia de procesos demográficos enambas áreas. Ciertamente resulta llamativo el con-traste entre el envejecimiento de la población serra-na y la «abrumadora» presencia juvenil en Los

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Altos. La clave está en la presencia de dos modelosmuy distintos de emigración. De la desertizacióncastellana se explica por el desplazamiento de lagente joven a las ciudades, en Jalisco los jóvenesemigrantes vuelven a Los Altos convirtiéndose enimportante motor de conservación y cambio almismo tiempo. Este proceso lleva implicado unareformulación de la identidad a partir de experien-cias de convivencia completamente distintas en lasdos áreas y con respecto al pasado de cada una.Así, la dirección del cambio que toma la sociedadalteña se da a través de la importación por parte delos emigrados de modelos estéticos y comporta-mentales norteños, mientras que la Sierra evolucio-na hacia comunidades nuevas donde la presenciaausente del veraneante define nuevas pautas deconvivencia.

Para dar cuenta de esta transformaciones PedroTomé y Andrés Fábregas han compartido el cono-cimiento previo del terreno que tenían cada uno ylo han completado co la realización de un trabajode campo conjunto, empeño que revela seriedadpuesta en la investigación. Y es precisamente laprofundidad y buen ritmo de la obra lo que haceque se eche de menos una conclusión un pocomás arriesgada, una síntesis que supere la recopi-lación del trabajo descriptivo, tarea que bien tam-bién sugerida por la elección del método compa-rativo.

La otra gran aportación de la obra es el papelcardinal que los autores otorgan a los factores pro-piamente culturales, demostrando, desde un puntode vista metodológico, su compatibilidad con laanalítica de la ecología cultural. Fábregas y Tomése ocupan en su obra de detallar los modos en queel acceso a los recursos materiales viene marcadopor el acceso simbólico esos mismos recursos. Así,despegan de las tesis del posibilismo ambientalexaminando el papel activo que toma el paisajecomo fuente de sentido desde la que emanan lossignificados de las experiencias vinculadas a la tie-rra. Sólo a partir de este perspectiva es posiblereconstruir analíticamente la íntima relación entrela religiosidad profunda de serranos y alteños y un

medio que interviene en la definición de cuestionesúltimas relativas a la existencia misma. En comu-nicación recíproca, esta religiosidad actúa simbóli-camente sobre la tierra que ordena mediante hitosarquitectónicos o apariciones milagrosas.

Del mismo modo, también la identidad de ambascomunidades se encuentra pautada por las particu-laridades del medio. Los autores prestan atenciónespecial al vínculo que se establece entre identidady tierra mediante la administración de su aprove-chamiento durante generaciones. Parentesco yherencia articulan ese vínculo por el cual el rancho,la casa o la vecindad son más que una categoríasocioeconómica. Como referencia de contraste,Fábregas y Tomé han trabajado también con lasimágenes que de serranos y alteños se ofrecen enlas comarcas aledañas, completando la minuciosacontextualización de su estudio.

Entre mundos nos lleva desde la memoria delpasado al boceto de «los rumbos posibles» cami-nando entre «los paisajes y la gente», cruzando lahistoria, los cambios políticos, las innovacionestecnológicas o algunos nuevos valores. Las viejasincertidumbres del campesino que escrutaba elcielo se han venido transformando en estos años enla espera expectante de las subvenciones de laComunidad Europea o la apertura de nuevos mer-cados. Ávila y Jalisco han resuelto su epopeyamundana en modos distintos a pesar de sus seme-janzas, sin duda en razón del impacto que en ambosha tenido su participación diferencial en el nuevocontexto internacional de nuestras culturas. Unosabandonan las eras por el bienestar urbano quecrece en Europa mientras otros diversifican ymodernizan su producción, transformándose paraambos las costumbres y adaptándose a los nuevossentidos del presente. Nada como un análisis com-parativo puede hacernos descubrir las dimensionesprofundas de esta transformación, logrando atraparen la descripción etnográfica aquella cualidad delas culturas que más a menudo se escamotea, sudinamismo, lo que de vivo hay en ellas.

Mónica Cornejo Valle

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Trabajo y ciudadanía.Estudios sobrela crisisde la sociedadsalarial

Luis Enrique AlonsoTrotta, Madrid, 1999

Los seis artículos que dan estructura al libro quenos ocupa están atravesados por un tema central: eltrabajo como condición de posibilidad del ejerciciode una ciudadanía real y, por tanto, la considera-ción de la crisis del trabajo como crisis de la idea yla práctica de la ciudadanía. Un libro que, partien-do de la centralidad del binomio trabajo/ciudada-nía, explora la crisis de la sociedad salarial, la tran-sición del modo de regulación fordista al mode de(des)regulación postfordista, desvelando las rela-ciones sociales y de poder que configuran estosprocesos de cambio social. Y seis artículos/capítu-los que, a pesar de la fragmentación que suponetoda reunión de artículos escritos en diferentesmomentos y en diferentes espacios, dan estructuray coherencia al libro, bien que a partir de puentesfundamentalmente temáticos. La construcción depuentes analíticos entre los diferentes artículos/capítulos deberá ser una labor compartida entre elautor y el lector.

Se inicia así un recorrido que comienza por elanálisis de las transformaciones del proceso de tra-bajo y el objeto de consumo (Cap. I), transforma-ciones que suponen un cambio estructural en lasformas de organización institucional de la produc-ción y en, por tanto, las formas de organizaciónobrera y empresarial y en su mediación pública, elEstado (Cap. II). Un Estado que sufre una constan-

te reducción de sus atribuciones en un contextodonde la balanza igualdad social/acumulación decapital se decanta de forma dramática hacia lasegunda, con claras consecuencias en la definicióndel espacio de la ciudadanía (Cap. III). Y unadesarticulación del Estado keynesiano estrecha-mente relacionada con los efectos de una globali-zación económica, política y cultural dirigida por lahegemonía de una innovación tecnológica (Cap.IV) que estará en el origen de los procesos de frag-mentación y dualización social que configuran labase del debate sobre el fin del trabajo (Cap. V).Por último se pasa revista al estado de la teoría: deldeterminismo tecnológico como elemento de legi-timación teórica y praxiológica y de una sintomáti-ca metamorfosis de la sociología del trabajo ensociología del empleo (Cap. VI).

El libro arranca por el principio, es decir, por elanálisis del proceso de producción de mercancías.Análisis que, lejos de separar el proceso de produc-ción en esferas analíticas separadas (práctica habi-tual en los estudios sobre el proceso de producción.cf. Palloix) 1, es capaz de dar cuenta de la articula-ción de los diferentes momentos de dicho proceso,de la necesaria articulación entre norma de produc-ción y norma de consumo (valor de cambio/valorde uso) y, por tanto, de hacer visible el amplio con-junto de relaciones sociales y estructuras de poderque se despliegan a su alrededor.

Así, mientras el modo de regulación fordista/keynesiano prefiguraba una pauta de consumo nor-malizada y estandarizada, en consonancia con lasdeterminaciones técnicas de una norma de produc-ción igualmente normalizada (Aglietta), la desre-gulación postfordista implicará la fragmentación eindividualización de esas normas de consumo y deproducción. Si el fordismo y la estandarización delproceso de producción permiten procesos de homo-geneización social y la posibilidad del desplieguede unos niveles relativamente elevados de igualdadsocial, la flexibilización y especialización produc-tiva que conlleva el postforsdismo tendrán comoconsecuencia una fragmentación y dualizaciónsocial, provocando una profunda fractura en laidentidad social tradicional del fordismo y en elespacio de la ciudadanía que articula.

Estas transformaciones abren un escenario en elque, en última instancia, la figura del ciudadano delEstado intervencionista dará paso a la figura delconsumidor racional, vale decir, a la reducción delhomo sociologicus al homo oeconomicus.

La flexibilización del proceso de trabajo, asícomo los procesos de individualización de laacción social que se derivan de la norma de consu-mo postfordista tendrán, en el terreno de la concer-tación social (Cap. II), efectos desregulatorios cla-

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ros. Si, como señala Alonso, la lógica fordista/key-nesiana implicaba la normalización del conflictosocial a través de un pacto entre capital y trabajo yla asunción de una «disciplina contractual» (Gau-demar) que dotaba de paz y seguridad a las socie-dades occidentales, permitiendo la negociaciónentre grandes grupos sociales en busca del consen-so, la desarticulación del Estado de bienestas y laparalela flexibilización productiva darán paso a unasituación definida por la fragmentación e indivi-dualización de las estrategias de acción colectivas.Así pues, del modelo macrocorporativo keynesianofundamento en la defensa de intereses horizontalesde clase, pasamos a una lógica microcorporativaque consolida la interiorización de valores indivi-dualistas, meritocráticos y particularistas.

Las actuales políticas de reprivatización y mer-cantilización de los servicios sociales y la consi-guiente transformación del papel del Estado remitenal análisis (Cap. III) de un discurso neoconservadordonde el Estado aparece como una maquinaria queestrangula las posibilidades de crecimiento y desa-rrollo de las sociedades occidentales. Un discursoneoconservador que, centrado en la idea de la cre-ciente complejidad e ingobernabilidad de los siste-mas de economía intervenida, performa una siste-mática deconstrucción del concepto de lo público yde la lógica de la intervención del Estado en la eco-nomía, diseñando un escenario donde los subsiste-mas de lo social se autorregularían armónicamenteen aras de una drástica reducción de la complejidadsocial 2.

Tras el postulado de la necesaria reducción de lacomplejidad social, vehiculada a través del funcio-namiento autorregulado y autolegitimado de lossistemas y subsistemas sociales. Alonso desvela laapuesta por un cambio en los modos de guberna-mentalidad, en los dispositivos y tecnologías dedisciplinamiento que desplaza, necesariamente, elcentro de atención del análisis. Así, bajo la apa-riencia de un problema de consideración meramen-te divergentes. Mientras la regulación económicapor parte del Estado era solidaria con una defini-ción pública del lugar que debían ocupar tanto elcomplejo conjunto de necesidades sociales como laasunción de los riesgos y los costes externos deldesarrollo económico y social, generando altosniveles de seguridad y definiendo un amplio espa-cio para el ejercicio de la ciudadanía, las nuevas ydiferentes formas de individualización disciplinariaen la definición de las necesidades sociales y deltipo de gestión de los riesgos, vinculada a una sus-titución de lo social y lo político por lo económicocomo elemento de legitimación de los espacios depoder, moldean una realidad caracterizada por lageneralización de la inseguridad, del pánico hacia

el devenir y los avatares de la innovación tecnoló-gica y de los mercados financieros interacionales.Marco en el que el alto grado de precariedad, even-tualidad, fragilidad, etc. que impone el mercado detrabajo será aceptado como forma de enfrentarse ala incertidumbre que depara el futuro.

En razón de este escenario de inseguridad, deesta sociedad del riesgo (Beck), la globalizacióneconómica (Cap. IV) –como fenómeno ligado a launidireccionalidad de los procesos de innovacióntecnológica y a la tiranía de los mercados financie-ros– reforzará, por un lado, las dinámicas de deses-tructuración de las garantías de bienestar público ydel espacio de la ciudadanía, elementos centralesen la constitución de los Estados nacionales que seconfiguran tras la II Guerra Mundial y, por otrolado, ahondrá en las desigualdades territorialesentre centro y periferia. De forma que asistimos ala paulatina sustitución de una ciudadanía nacionalligada al modo de regulación fordista/keynesiano,por una ciudadanía privada a escala mundial quecondena a grandes regiones y capas sociales unaperiferia de pobreza y exclusión. Se trata de un pro-ceso de dualización social donde los conectados,sean regiones o capas sociales, a las empresas redinternacionales y al desarrollo tecnológico, disfru-tarán de altos niveles de renta y consumo perfilan-do un nuevo tipo de sujeto y de territorio, mientrasque aquellos que queden relegados a las capas másbajas de esta nueva división internacional del tra-bajo se encontrarán en niveles de precariedad yexclusión que exacerban la distancia entre clasessociales y entre regiones.

El neodarwinismo social que producen estosfenómenos de exclusión y flexibilización socialafectará, por tanto, a las relaciones de poder terri-toriales, esto es, el egoísmo generalizado comopauta de acción que se deriva de la reducción de lasociabilidad al mercado, extrapolado al ámbito dela concentración geográfica de los núcleos produc-tivos e informacionales (archipiélagos tecnológicosy financieros) desarrollará dinámicas de competen-cias territoriales, de insolidaridades regionales, queirán definiendo una situación de neodarwinismoregional y de regional y de consiguientes fenóme-nos de localismo político frente a la pérdida de cen-tralidad del poder de los Estados nacionales. Losefectos de la globalización pueden tratarse asícomo de centralidad del poder de los Estadosnacionales. Los efectos de la globalización puedentratarse así como fenómenos de «glocalización»que permiten entender las determinaciones y sobre-determinaciones de la globalización y, por exten-sión, la tiranía de los procesos de innovación tec-nológica ligados al libre funcionamiento de losmercados financieros internacionales.

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Si tanto las políticas de privatización y remer-cantilización del Estado como el análisis de lascausas y los efectos de la globalización económicay la innovación tecnológica eran estudiados en fun-ción de sus raíces sociales, de sus razones políticase ideológicas, el examen del impacto de las nuevastecnologías sobre el empleo, así como su teoriza-ción en forma de fin de trabajo (Rifkin), desvela,igualmente, las razones y las determinacionessociales e ideológicas que hay detrás de la aparen-te escasez del empleo y pérdida de centralidad deltrabajo (Cap. V).

Alonso, postulando la necesidad de entender lainnovación tecnológica como resultado de negocia-ciones sociales, del entrecruzamiento de variablespolíticas, económicas, sociales, incluso morales yculturales 3, procede a una sistemática, coherente einteresante crítica a los desarrollos pseudoteóricosde Rifkin con respecto al mito del fin del trabajo.

Analizando la relación entre empleo, trabajo ytecnología de forma compleja, dando cuenta, comose decía de sus determinaciones sociales, Alonsono puede sino llegar a la conclusión de que el tra-bajo, lejos de desvalorizarse, está siendo revalori-zado hasta la exasperación. El recorrido intelectualque lleva a esta conclusión a contra corriente esclaro: en un contexto de progresiva desregulacióndel mercado de la fuerza de trabajo de, por tanto,creciente inseguridad e incertidumbre de cara alfuturo laboral y vital, paralelo a un aumento de lapresión sobre el consumo que permita dar salida alas nuevas mercancías resultado de la hipertecnolo-gización del proceso productivo, el trabajo, lejos deperder relevancia, se demanda, acumula y acaparaen unos niveles que no conoce nuestra historiareciente. En razón de esta amorfa revalorizacióndel trabajo, la reducción del tiempo de trabajocomo alternativa a su supuesta desaparición no dejade ser una enorme simplificación de la realidad a laque os enfrentamos. Así, «…si no se transformanlos modelos de consumo y los valores sociales, y silos sistemas de seguridad y protección social selimitan y fragmentan, la tendencia no va a ser aban-donar y repartir voluntariamente el empleo, sinoacapararlo de forma cada vez más obsesiva.»(Alonso, p. 158)

Alonso desplaza así el centro de atención deldebate sobre el fin del trabajo al debate sobre lareorganización de los procesos productivos yreproductivos y sobre los modos de vida que perfi-lan estos cambios. Cambios que, si bien dan claramuestra de la pérdida de centralidad del trabajocomo eje constitutivo de las sociedades industria-les, no permiten hacerlo desaparecer en un cajón desastre y muestran, más bien, su amorfa y proble-mática revalorización.

Alonso concluirá este recorrido por la crisis dela sociedad salarial mostrando el impacto de lapérdida de centralidad del trabajo en las discipli-nas que lo toman como objeto (Cap. VI). Así, eltrabajo y las temáticas a él asociadas tenderán adesaparecer del horizonte de preocupaciones delos estudios laborales. El trabajo será desplazadopor un concepto de empleo como mera relacióncontractual radicalmente individualizada y subor-dinada a los dictados de la tecnología y los merca-dos financieros.

Esta asunción teórica (y también política) de lasubordinación del empleo a los dictados de la tec-nología no es sino el resultado de la sustitución deltrabajo por la tecnología como elemento central delo social y origen de la riqueza y el bienestarcolectivo. El progreso de las sociedades seráresultado único del camino que marque la innova-ción y el desarrollo tecnológicos. Un desplaza-miento en el centro de atención sociológico cuyasconsecuencias son claras: si la tecnología es labase del progreso, se impone la necesidad de libe-rar toda traba para la acumulación de capital quepermita la expansión y el desarrollo ilimitados deestas tecnologías.

Las relaciones sociales que se deriven de lahegemonía tecnológica en la organización del pro-ceso y el mercado de trabajo quedarán relegadasbien a la invisibilidad, bien a su naturalización,situando a las leyes del mercado como ejes centra-les de la sociabilidad.

Esta reducción teórica del trabajo y el empleo aun discurso de naturaleza meramente técnica impe-dirá la configuración del trabajo como sujeto polí-tico que codifique un espacio para el ejercicio de laciudadanía, un espacio, en definitiva, para la liber-tad y la igualdad social.

NOTA

1 Alonso acepta la crítica que desarrolla Gaudemar a los aná-lisis de Palloix por su esquematismo y formalismo e introduce asíla posibilidad de pensar la complejidad del poder en las formas dedisciplina que configura el proceso de producción.

2 Alonso hace una interesante identificación entre las meta-complejas teorías de la cibernética de segundo orden y el ordenespontáneo hayeckiano, ambos herederos del pensamiento liberalque atraviesa tanto al Círculo de Viena como a la escuela austrí-aca de economía.

3 En este punto los análisis de Alonso se acercan a los plante-amientos de Latour sobre la naturaleza híbrida de toda tecnología.

Jorge Lago Blasco

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