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LA TRADUCCIÓN EN LAS TERTULIAS LITERARIAS DEL SIGLO XIX EN CUBA LOURDES ARENCIBIA RODRÍGUEZ Sección de Traducción Literaria de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba I C ualquier estudio sobre lo que se tra- dujo, cómo se tradujo y quién lo tra- dujo en el siglo XIX en Mayor de las Antillas o en el extranjero sobre todo tema que interesara a los cubanos de la época y particularmente a aquéllos que vivieron y participaron de unavida cultural y sociopo- lítica intensa en el periodo queabarca des- de la fundación del Papel Periódico hasta las primeras crónicas salidas de la pluma de nuestro José Martí a finales del siglo, no puede soslayar el papel desempeñado en la Isla por las tertulias literarias que anima- ron primero Domingo del Monte y Aponte y José de la Luz y Caballero más tarde: dos figuras señeras que, pese a sus debilida- des en el plano político, por su vastísima cultura, su afán divulgativo, su amor por el conocimiento y su vocación magisterial se propusieron y lograron aglutinar en torno de sus respectivos proyectos culturales a lo más valioso de los creadores de su gene- ración y establecer y mantener sólidas re- laciones de intercambio de ideas y conoci- mientos con pensadores y creadores de Europa y Norteamérica. Esos dos hombres de vasta cultura plurilingüe, de formación española y antecedentes neoclásicos y conservadores no fueron ajenos ni indife- rentes en la importante época que les tocó vivir, ni inconsecuentes con sus circunstan- cias. A su manera, quisieron ser reformis- tas, y condenaron el tráfico de esclavos no porque fueran abolicionistas. La moral de la época era una moral racista y esclavista y los intereses de la clase a la que pertene- cían no les permitían proyectarse sino a partir de grandes contradicciones. Porque una cosa era repudiar la trata, o sea, el trá- fico de esclavos, cuyo aumento incontrola- do amenazaba la seguridad de lo sacaro- cracia y otra propugnar la eliminación del sistema esclavista. De suerte que ni el uno ni el otro fueron partidarios de la abolición y sus respectivas contribuciones en el ámbito de la cultura no alcanzan, en puridad, a una participación activa en favor de la indepen- dencia de Cuba. Este trabajo, puesto que enfoca únicamente el tema de la traduc- ción, atañe particularmente a la tertulia delmontina, no porque los que participaron de las de Luz no cultivasen también este género (Piñeyro, Zenea, el propio Luz y Caballero fue un latinista notable, amén de conocer también el griego y dominar con fluidez y corrección el francés, alemán, ita- liano, leer el ruso y las lenguas escandina- vas y de haber frecuentado en sus viajes a Europa a figuras de la talla de Longfellow —traductor al inglés de las Coplas de Jorge Manrique—, Ticknor, Walter Scott, Cuvier, Michelet, Humboldt y Goethe), sino porque un análisis particularizado de ambas daría una extensión desproporcionada a estetra- bajo y tendría además que abordar, por fuerza, temas que nada tienen quever con la traducción. La huella de la traducción en la forma- ción de nuestra joven literatura o la práctica que de ella hicieron las figuras que fre- cuentaron esas peñas —las más desco- llantes del siglo—, se manifiesta en dife- rentes planos, atendiendo a su razón de ser, a su motivación o a su tipología. Un plano referencial, que se refiere a obras traducidas que circularon, se juzgaron y se leyeron en las tertulias literarias merced al mecenazgo cultural llevado a cabo por Del Monte, quien las seleccionó, las adquirió e in- trodujo en la Isla, las revisó, las reimprimió, las publicó y las difundió tanto desde Ma- tanzas como posteriormente en la capital. iieronymus 27

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LA TRADUCCIÓN EN LAS TERTULIAS LITERARIASDEL SIGLO XIX EN CUBALOURDES ARENCIBIA RODRÍGUEZ

Sección de Traducción Literaria de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba

I

Cualquier estudio sobre lo que se tra-dujo, cómo se tradujo y quién lo tra-dujo en el siglo XIX en Mayor de las

Antillas o en el extranjero sobre todo temaque interesara a los cubanos de la época yparticularmente a aquéllos que vivieron yparticiparon de una vida cultural y sociopo-lítica intensa en el periodo que abarca des-de la fundación del Papel Periódico hastalas primeras crónicas salidas de la plumade nuestro José Martí a finales del siglo, nopuede soslayar el papel desempeñado enla Isla por las tertulias literarias que anima-ron primero Domingo del Monte y Aponte yJosé de la Luz y Caballero más tarde: dosfiguras señeras que, pese a sus debilida-des en el plano político, por su vastísimacultura, su afán divulgativo, su amor por elconocimiento y su vocación magisterial sepropusieron y lograron aglutinar en torno desus respectivos proyectos culturales a lomás valioso de los creadores de su gene-ración y establecer y mantener sólidas re-laciones de intercambio de ideas y conoci-mientos con pensadores y creadores deEuropa y Norteamérica. Esos dos hombresde vasta cultura plurilingüe, de formaciónespañola y antecedentes neoclásicos yconservadores no fueron ajenos ni indife-rentes en la importante época que les tocóvivir, ni inconsecuentes con sus circunstan-cias. A su manera, quisieron ser reformis-tas, y condenaron el tráfico de esclavos noporque fueran abolicionistas. La moral de laépoca era una moral racista y esclavista ylos intereses de la clase a la que pertene-cían no les permitían proyectarse sino apartir de grandes contradicciones. Porqueuna cosa era repudiar la trata, o sea, el trá-fico de esclavos, cuyo aumento incontrola-

do amenazaba la seguridad de lo sacaro-cracia y otra propugnar la eliminación delsistema esclavista. De suerte que ni el unoni el otro fueron partidarios de la abolición ysus respectivas contribuciones en el ámbitode la cultura no alcanzan, en puridad, a unaparticipación activa en favor de la indepen-dencia de Cuba. Este trabajo, puesto queenfoca únicamente el tema de la traduc-ción, atañe particularmente a la tertuliadelmontina, no porque los que participaronde las de Luz no cultivasen también estegénero (Piñeyro, Zenea, el propio Luz yCaballero fue un latinista notable, amén deconocer también el griego y dominar confluidez y corrección el francés, alemán, ita-liano, leer el ruso y las lenguas escandina-vas y de haber frecuentado en sus viajes aEuropa a figuras de la talla de Longfellow—traductor al inglés de las Coplas de JorgeManrique—, Ticknor, Walter Scott, Cuvier,Michelet, Humboldt y Goethe), sino porqueun análisis particularizado de ambas daríauna extensión desproporcionada a este tra-bajo y tendría además que abordar, porfuerza, temas que nada tienen que ver conla traducción.

La huella de la traducción en la forma-ción de nuestra joven literatura o la prácticaque de ella hicieron las figuras que fre-cuentaron esas peñas —las más desco-llantes del siglo—, se manifiesta en dife-rentes planos, atendiendo a su razón deser, a su motivación o a su tipología.

— Un plano referencial, que se refiere aobras traducidas que circularon, se juzgaron yse leyeron en las tertulias literarias merced almecenazgo cultural llevado a cabo por DelMonte, quien las seleccionó, las adquirió e in-trodujo en la Isla, las revisó, las reimprimió,las publicó y las difundió tanto desde Ma-tanzas como posteriormente en la capital.

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— Una labor ensayística crítica sobretraducciones y traductores cuyos trabajosmás relevantes son de la autoría del propioDel Monte o trozos o referencias atinentesal tema, de menor categoría generadas porlos asiduos a sus tertulias o a su correo.

— Un material epistolar traducido queatañe a la correspondencia personal soste-nida por interlocutores extranjeros con Do-mingo Del Monte que figura a continuacióndel texto original en el Centón Epistolariocompilado por Don Domingo.

Antes de seguir adentrándonos en el temade nuestro trabajo, resulta oportuno y necesa-rio presentar una breve semblanza de la per-sonalidad y la labor de este infatigable pro-motor del importantísimo intercambio inte-lectual que tanto la tertulia como la corres-pondencia reflejan y que hacen de éstos elcentro de animación cultural y el testimonioescrito más sobresaliente del quehacer cultu-ral, y de la vida sociopolítica e incluso econó-mica y científica de la Cuba del siglo XIX.

Domingo del Monte y Aponte (1804-1853) nació en Maracaibo, Venezuela, depadres dominicanos. Fijó su residencia enCuba desde su infancia hasta 1843, fechaen la que abandona definitivamente la Islapara morir en Madrid diez años más tarde.Fue discípulo de Félix Várela en el Semina-rio de San Carlos y se desempeña comoabogado en Matanzas. Por el Prefacio quele dedicó Domingo Figarola Caneda al pri-mer tomo de la compilación que hiciera elpropio Del Monte de su voluminosa corres-pondencia, que atestigua la vastedad desus conocimientos y sus numerosas rela-ciones políticas, literarias y personales conlas más sobresalientes figuras de su épo-ca, conocemos que se trataba de un hom-bre acaudalado, de elevada posición socialque se encumbra todavía más a raíz de suenlace con una de las hijas del opulentohacendado Domingo Aldama, Rosa Alda-ma y Alfonso, circunstancia que, al decir dePedro Guiteras en el trabajo que le dedicaen la prensa neoyorquina en 1873, le otor-ga desde entonces lo posición de «jefe yMecenas de la civilización cubana» y am-

plía aun más, si cabe, el ámbito de sus re-laciones. José Martí lo califica como «elmás real y útil de los cubanos de su tiem-po» (creo que el calificativo de útil es hartoatinado) que se propuso a través de suproyecto de magisterio la difusión entre suscontemporáneos isleños de las más actua-lizadas corrientes de pensamiento europeoy americano. Flexible y ecléctico siempre,supo promover sin embargo la formaciónde una literatura provincial elevando, al de-cir de Henríquez Ureña, el criollismo a doc-trina literaria, lo que le convierte en uno delos primeros voceros del americanismo lite-rario, si bien, como señala Lezama Lima,«al querer unir las formas más clásicas ytradicionales con un contenido netamentecubano, paisajes, hombres y costumbres[...] trajo a la poesía cubana una interroga-ción más que una solución a la expresiónde lo nuestro [...] No pareció comprender quela expresión cubana no iba a tomar los cami-nos del romancero sino los de la décima».

No obstante, la labor literaria más desta-cada de Del Monte no habría que buscarladel lado de la poesía, ni como traductor yaque no sobresalió particularmente en nin-guno de los dos géneros, que sin embargocultivó, sino del de la crítica y el ensayo.Cintio Vitier señala que «el substrato desus criterios literarios fue neoclásico sinque ni el americanismo ni el cubanismo li-terarios —como tampoco el político— sig-nificaran ningún género de separatismo, deaspiración a la independencia». Siemprefue un polemista convencido de que el vín-culo de la lengua era algo insuperable. Porello, Menéndez y Pelayo lo califica de «grancelador de la pureza de la lengua castellana yde la conservación de sus antiguos tesoros».

No podría mencionarse una publicaciónperiódica cubana de importancia donde nohubiese colaborado Del Monte amén de lostrabajos que de su pluma aparecieron enrevistas europeas y norteamericanas. Fun-dó y dirigió con J.'Vallerino La Moda o Re-creo Semanal del Bello Sexo de la que lle-garon a publicarse de noviembre de 1829 ajunio de 1830 tres tomos. Cabe señalar que

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se trató de un período particularmente pro-lijo en publicaciones periódicas de exce-lente factura y esmerada selección que die-ron cabida a lo mejor de nuestra producciónnacional. El bostoniano George Ticknor, pro-fesor de Literatura moderna en la Universi-dad de Harvard, filólogo y autor de unaHistoria de la literatura española traducidaal español y al alemán, opina en este sentidoen carta dirigida a Del Monte en abril de 1834:

/ have been struck, ever since I first began toread the Revista Cubana, with the amount ofliterary talent and accomplishement in your is-land. Nothing to be compared with it has, so faras I am informed, ever been exhibited in any ofthe Spanish Colonies & even in some respects,nothings like this is to be seen in Spain Proper.1

Tampoco hubo escritor o poeta de esageneración que no recibiera de Don Do-mingo orientación y estímulo moral y mu-chas veces material para su inspiración. Sutertulia fue también tribuna de exposición ydebate de las obras de los principalescreadores de la época y punto focal delconstante trasiego de libros llegados de Eu-ropa con miras a su posible reedición enCuba, por encargo de Del Monte, o al cui-dado o a sugerencia de su cuñado JoséLuis Alfonso, del italiano Primo Collina, deTomás Gener, de Félix Tanco o de TomasChaviteaux, quien era corresponsal y ban-quero de Del Monte en París, Alfonso, Luz yCaballero, José Antonio Saco y otros cubanoseminentes, intercambio del cual el siguientetrozo de la pluma de Tomás Quintero esejemplo elocuente:

D Luis Martínez [...] me ofrece dirigir a V. [...]un paquetillo en que irá mi acción de gracias,la revista y el correo hasta entonces publicadosy La Conquista de Granada de W. Irving tradu-cida al castellano por el ciudadano Jorge Wa-shington Montgomery, uno de los secretariosde la legación de los E. U. en esta corte que

1Desde que empecé a leer la Revista Cubanasorprendióme el talento literario y la cultura deesa isla. Nada comparable se ha podido advertiren ninguna de las colonias españolas, nada pare-cido en la propia España.

también remitiré a V. en cambio de la Alham-bra en inglés que V. se sirve ofrecerme.

Desde España, Don Ángel Iznardi, quiencon suma frecuencia se refiere en su co-rrespondencia al tema que nos ocupa, en-vía a Don Domingo el tomo I de la Historiade la Literatura española, escrita en alemáncon notas por F. Bouterweck, pero a juzgarpor sus comentarios, se muestra escépticocon la labor del traductor Hugalde y Cortinacuando previene a su amigo de hallarse«en conflicto de complacer al traductor quees amigo y de no faltar a la verdad si algu-na vez puedo escocer al que lo volvió encastellano».

Algo similar comenta a su vez Salustianode Olózaga, gobernador civil de Madrid en1836, sobre la traducción de los DiscursosForenses de Servan que envía para que

[...] mejor que yo podrá juzgar quien ha puestoen castellano un trozo inglés, que se les puedeapostar al original por bello que sea. No haypues que hablar sino esperar tu juicio sobre to-do. Pero ahí que el mío se deja entrever en elmismo ejemplar que te remito. En el Discurso3o verás algunas enmiendas mías, porque com-parándolo con el original vi que en algunaspartes estaba mutilado y en otras mal vertido.Si tu cotejas lo mismo los demás discursos,hallarás mucho que enmendar y sin duda algu-na tacharás las inoportunas y ridiculas paro-dias que el traductor hace de la historia deFrancia y de les circunstancias de esa naciónen el tiempo en que Servan escribía. Pero conlas reformas que tú juzgues necesarias entien-do que sería muy útil la reimpresión de estaobra y que la elocuencia que en ella se ha pro-digado [...] podrá atraer a los buenos principiosde jurisprudencia a algunos jóvenes que toda-vía no hayan tomado el gusto a las obras pro-fundas de los Jurisconsultos filósofos [la cursi-va es mía].

Muy representativo de este intercambiocrítico-informativo sobre la actualidad tra-duccional y sobre su calidad es esta otraepístola también de Ángel Iznardi a DelMonte que reza como sigue:

Tal vez empezaré hoy enviándote un articu-lito sobre una mala empresa de traducción deW. Scott [...] Para la revista literaria habanera.

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Colección de novelas escogidas de W. Scotttraducidas al castellano por una sociedad de lite-ratos. Madrid, 1830. Imprenta de D. F. Moreno.

Hasta ahora no se ha entregado más que elIer tomo de La Dama del Lago por la cual haempezado la empresa dando impropiamente elnombre de histórica a esta obra de Gualterio,cuando es una de las poéticas. Es ciertamentemuy laudable el pensamiento de trasladar anuestro idioma las mejores composiciones deeste admirable ingenio escocés, pero el éxito sihemos de juzgar por la muestra, no correspon-de a las esperanzas que habían concebido losaficionados al ver el anuncio. En primer lugar,la traducción se hace de otra traducción fran-cesa de Defaucompet y no es menester decirmás para que se infiera cuan descoloridos de-berán estar los cuadros del original que es im-posible que en una sociedad de literatos faltealguno que sepa el inglés, ¿por qué, pues, nohacer la traducción del original de Scott? Elprimer tomo entregado se resiente además dedescuidos notables, efecto sin duda de preci-pitación del traductor, pues de otro modo no severía la palabra desdiciria por desdiría en lapág. 29 y otros defectos de esta clase con al-gunos más de construcción y de concordanciay, cómo no, se encuentran los galicismos queson tan comunes en las obras que se publicanen esta época; hemos dicho que las faltasenunciadas nacen de poco cuidado más bienque de completa ignorancia Para remediarlo ypara que la obra tenga aceptación del público,de lo cual está muy lejos según informes del li-brero, esperamos que se ponga más esmeroen la ejecución; pues siguiendo como se haempezado el resultado de la venta será tam-bién el mismo y cuando los editores se quejende la poca afición del público a comprar y leerlo bueno, podrá este contestarles con Iriarte,haciendo una corta alteración en una de susmejores fábulas:

Sepa quien para el público trabajaQue tal vez a la plebe culpa en vano;Pues si desprecia a aquel que le da paja,Cuando otro le da grano, come grano.

Sería interminable la relación de citasque de la pluma de diferentes personas serefieren al tema de la traducción y es impo-sible referirlas todas. Valga pues, la repro-ducción de una muestra representativa deéstas con miras a calzar este aspecto par-ticular de nuestro tema.

La lectura del Centón, por supuesto, re-sulta sumamente placentera por la grancantidad de información que ofrece sobreel acontecer y las costumbres de la épocatanto de la mayor de las Antillas como deotras latitudes. Algunos de los correspon-sales habituales de Del Monte escribenverdaderas crónicas de todo cuanto de inte-rés ocurre sobre todo en la vida cultural delViejo Continente. Deliciosa resulta la lectu-ra de la carta que escribe desde París JoséLuis Alfonso, Marqués de Móntelo, cuñadode Del Monte, en septiembre de 1838, en laque narra, con primoroso lujo de detalles, elpaso por el Teatro des Variétés de la com-pañía de bayaderas «acabadas de llegardel Hindostán» y por esa crónica conoce-mos el poema que inspira la danza de lasbailarinas hindúes cuyo texto en francésAlfonso reproduce para Del Monte extraídode la revista parisina que recoge en suspáginas el acontecimiento cultural y que re-za como sigue:

La danse du palmier

J'ai vu sur le palmier deux colombes; ellesétaient balancées par la brise du soir; elles sereflétaient dans le bassin de marbre. Rien n'estplus doux que les anciennes amours.

Mais un vautour saisit une colombe; ill'emporte, lui déchire le coeur, la plonge dans lamer; le vautour c'est l'oubli. Rien n'est tristecomme les anciennes amours

J'ai vu une fleur s'ouvrir aux larmes de la ro-sée, elle rougissait aux baisers du soleil levant,et frémissait de volupté sur sa tige. Rien n'esttendre comme les premiers amours

Que mon bien-aimé me regarde avec sesyeux humides; mon coeur s'épanouit; monbien-aimé est brillant comme le soleil; je rougisà sa vue, je tressaille à sa voix. Rien n'est ten-dre comme tes nouvelles amours.

La danza de la palmera

En la palmera una pareja de palomasMecíase con la brisa del atardecerEn el mármol del estanque se miraba¿Hay algo más dulce que un antiguo amor?

Pero un halcón atrapa a la palomaY se la lleva y le rompe el corazónEl halcón es el olvido y en el mar la sumerge¿Habrá algo más triste que un pasado amor?

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Vi una flor abrirse con llanto de rocíoy enrojecer al beso del naciente solsu tallo voluptuoso estremecerse¡Nada como la ternura del primer amor!

Mírame amado con tus ojos mojadosRájame amor el pecho con tu luz de solAl verte me sonrojo, al oírte tiemblo¡No hay nada tan tierno como un nuevo amor!2

Ahora bien, en el trabajo de la investiga-dora- Carmen Suárez que citamos en lasreferencias bibliográficas, se afirma que losdelmontinos llevaban a cabo la labor tra-duccional sobre todo como un ejercicio es-piritual, de enriquecimiento cultural y debúsqueda de formas literarias nuevas paraexpresar la realidad cubana de la época yque no se trataba de una práctica traduc-cional encaminada hacia el mercado,puesto que en Cuba no había cabida en elsiglo XIX para una industria del libro o paragrandes casas editoriales como las conce-bimos hoy día. Esta aseveración no carecede razón: en efecto, algunos de estos hom-bres y mujeres, aficionados a las letras,tradujeron por mero placer intelectual —lapropia Rosa Aldama, esposa de Del Monte,entraría en esta categoría— pero en arasdel rigor histórico, tal afirmación debíacompletarse, a mi entender, con otros ele-mentos atinentes a la intención y al proce-dimiento que seguían Del Monte y sus co-laboradores para adquirir y difundir todoeste caudal de información, y organizar esecanje permanente de obras que circularonincesantemente entre los contertulios y co-rresponsales delmontinos.

Creo que cabría mejor decir que se tra-taba de una práctica traduccional que solíaencaminarse hacia un mercado con carac-terísticas muy especiales, un mercado in-terno al grupo, doméstico, cuyos objetivosno eran establecer un negocio editorial confines lucrativos, sino la financiación me-diante suscripciones de las reediciones delas mejores obras de manera que con losbeneficios de la venta realizada a preciosrazonables y en cantidades limitadas permi-

2Versión libre de la autora.

tieron mantener y dar continuidad al pro-yecto divulgativo y, de paso, paliar muypuntualmente alguna penuria económicamenor de los traductores. Lo mismo suce-día con las revistas, cuya publicación selograba también por suscripción. Sucedíaempero que, como la publicación era pe-riódica, pese a su excelente factura teníaque satisfacer a un grupo de lectores másheterogéneo, amén del abono que la fre-cuencia de su tirada imponía era más vul-nerable que los libros, vale decir: que esta-ba amenazada desde su nacimiento a teneruna vida limitada por falta de fondos quegarantizaran su existencia.

En la correspondencia de Félix Tanco,tan prolija que Del Monte la decide agruparen un tomo aparte (el Vil y último del Cen-tón) y que compila nada más y nada menosque ciento noventa y cuatro cartas de esteúnico remitente, podemos afirmar que enmás del 90% de esa correspondencia seaborda casi exclusivamente el tema de loslibros —en su mayoría traducciones— pro-puestas o enviadas por encargo, y por ellassabemos que Tanco envía una lista de po-sibles suscriptores habaneros de La Aurorade Matanzas para que Del Monte colaborecon esa tarea en la capital y más adelantemanifiesta que piensa acometer la traduc-ción de las Cartas sobre Inglaterra del ba-rón de Staël y que tiene ya destinada lasuma de 400 $ para después imprimirlasen asociación con José María Casal:

[...] con la esperanza de ganar 200, o cuandomenos 150 pesos: sé que corremos gran peli-gro de perder; pero así sucede regularmentecon todas las especulaciones, y siempre espreciso aventurarse para probar [...] En la ad-junta Aurora verás impresa la 1a carta para daruna muestra de la obra a los que quieran sus-cribirse; léela despacio y castígala con todoslos galicismos que tenga y otras faltas de estiloy lenguaje que adviertas. Si te parece conve-niente reimprimirla en el Diario y el Noticioso3

para ganar suscriptores, será un favor que teagradeceré —esperando me digas si apruebaso no la empresa de traducirlas y si tendré sus-

Diario de la Habana y Noticioso y Lucero.

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criptores para costear la impresión ahí, y ganarsiquiera para una casaca.

Respondiendo a determinadas preven-ciones que al parecer le hace Del Monte,Tanco contraargumenta:

Yo, sin embargo, voy a probar suerte com-prometiendo a cuanto bicho viviente conozco yconozcan mis amigos a suscribirse con 2 pe-sos o cuando menos 4 reales por cada ejem-plar a la rústica. Por supuesto que cuento contu ayuda eficaz, recogiéndome gente y reco-mendando la obra, como ella se io merece enrealidad.

Por demás, el periodista español ÁngelIznardi, otro de sus asiduos, manifiesta que

Juan Peñalver, encargado por el gobiernode la redacción del Mercurio Español me habuscado para que le ayude subordinadamenteen su trabajo: me dice los artículos que he dehacer que son por lo común traducciones delinglés y del francés y me ha asignado 20 durosal mes [...] Quiero que me digas menudamentelas señas de la buena traducción española delIvanhoe y demás novelas de Scott que hayabien traducidas para comprarlas yo y hacerque se reimpriman aquí.

Por su parte, José A. Cintra y Collazo,notable jurisconsulto trinitario, que figuraentre los primeros en la historia del forocubano, nos da a conocer que en unión desu colega Wahiti emprende, en 1822, laformación de un Diccionario de voces a lamoda en el que, en su partida vertical tra-duce la «presciencia» de Pigault-Lebrun yque, a la sazón, están realizando gestionespara imprimirlo. Y que Sr. Etienne, autor deLes Plaideurs sans procès, le encargó alparecer, que tradujera su versión libre de lacomedia en tres actos y en verso de Raci-ne. Les Plaideurs, puesto que Cintra comu-nica oportunamente a Del Monte que«Etienne corre sus trámites, aunque noestá consentido el auto en que manda queyo lo traduzca, sin respetar el antiguo con-trato y declarándolo nulo sin oírme». Po-dríamos citar innumerables referencias so-bre este mismo aspecto, pero alargaríamosel trabajo innecesariamente.

Por cierto que en aquella época, la cen-sura española sobre todo lo que se trase-gase entre la Isla y otros lugares, sobre to-do con la metrópoli, era muy estricta y to-dos estos materiales tenían que venir ensobre doble: la dirección que aparecía en elsobre exterior era invariablemente la deLuis Feit, oficial de correos de La Habana yúnicamente en el del interior se consignabala del verdadero destinatario.

II

mi entender, los trabajos más re-presentativos del tema que nos ocu-pa se encuentran en los artículos

críticos de factura delmontina que éste pu-blicó en distintas revistas de la época. Al-tamente informativo nos parece el que apa-rece en el ejemplar anotado por José Anto-nio Fernández de Castro de Los escritos deDomingo del Monte y que corresponde alparecer, a un ensayo preparado por esteúltimo en 1843, a petición de Dan K. Whita-ker —quien se encargó de mandarlo tradu-cir al inglés— para el Quarterly Review onSpanish Literature titulado Caracteres de laLiteratura Española cuyos párrafos dedica-dos a la traducción reproducimos a renglónseguido:

Por fortuna [...] la lengua castellana tienedotes intrínsecas en sí que la hacen digna deestudio del extranjero, prescindiendo de lasventajas pecuniarias que produzca su conoci-miento [...] Herder tradujo el Romancero delCid [...] Lockhard, el yerno de Walter Scott,tradujo (aunque con demasiada libertad, conelegancia y desenvoltura) algunos romancesviejos españoles [...] La primera edición co-rrecta y decente de El Quijote se debió a laerudición del Dr. Bowle y a la magnificencia•británica del Barón de Cartert, que costeó lafeliz impresión de este libro en Londres en1781 [...] En Francia, Cervantes ha encontra-do, por fin, en M. Luis Viardot el mejor de susintérpretes; él ha aplicado con fino discerni-miento el lenguaje anticuado de Rabelais, quetiene el sabor del castellano del siglo XVI, a latraducción de El Quijote y ¿.as Novelas. Aunqueno con la buena fortuna de Cervantes, Calde-

32heronymus ^omptutensis

ron y Lope también han sido traducidos últi-mamente; pero en recompensa han encontradoen Fauriel y Nieil Cartel dos hábiles y profun-dos comentadores y expositores de sus belle-zas dramáticas. El primero dio un curso espe-cial de lecciones en La Sorbonne en 1839 so-bre la vida y escritos de Lope, en que no dejónada que desear a los apasionados de aquelprodigioso ingenio; sus investigaciones, sobretodo, acerca de los primeros años de la juven-tud del poeta, fundadas en inducciones saga-ces del análisis de su comedia titulada Doro-thea, honran sobremanera el talento de M. Fau-riel como crítico.

El Romancero ha sido traducido por M. M.Ferdinand Denios y Damas Hinard, y por últi-mo, el poeta M. Edgar Quínet, traductor de laFilosofía de la Historia del alemán Herder, de-sempeña en los momentos que escribimos lacátedra de literatura española en la Universi-dad de París, en cuyo puesto, según cuenta lafama, he llamado la atención de los inteligen-tes por la brillantez de su elocución y la nove-dad de sus juicios. Sería una ingratitud y unainjusticia no mentar aquí también al señor Fer-naux-Compans, a quien la historia primitiva deAmérica y la'literatura española deben tanto.Este señor ha logrado formar una colección demanuscritos y libros antiguos españoles quefuera sin duda la más escogida de entre las li-brerías privadas de su clase en Europa; sin ladel señor Salva, en París, encierra un tesoro depreciosidades literarias españolas. M. Lernaumha publicado, traducidas al francés, varias cró-nicas y relaciones españolas (algunas inéditas)de los primeros tiempos del descubrimiento deAmérica, y además un catálogo, bastante co-rrecto y abundante, aunque no completo, de

' todas las obras que se han publicado sobreesta parte del mundo, desde 1493 hasta 1700...

Tan interesante como el anterior es elensayo que aparece en la Revista BimestreCubana, tomo 2, número 5, enero y febrerode 1832, con el título de «Novela Histórica»del cual tomamos solamente los párrafosque ilustran nuestro consabido tema;

Desde el tiempo de Carlos III, en que se de-sencadenó, a manera de irrupción de río, unaturba de traductores, acaudillada por Nifo, noshemos visto anegados, en medio de nuestraescasez, de toda clase de novelas extranjeras,que forman en su totalidad un cuerpo hetero-géneo compuesto de los más contrarios y dis-tintos elementos. En el ciego furor de traducir

novelas que se apoderó de nuestros semi-eruditos, no se escapó, según el espíritu de lostiempos, ni la perdurable Casandra, ni los Fri-volos Cuentos Morales de Marmontel, ni el té-trico Dean de Killerine, ni la prolija Pamela. EnValencia se estableció después una fábrica detraducciones, de la cual han salido indistinta-mente, pero siempre desfiguradas, las páginaselocuentes de la gentil Corma o de la brillanteÁtala, y las adocenadas producciones de losmás oscuros zurcidores de cuentos de Franciae Inglaterra. Pero en París fue donde despuésde la independencia de la América del Sur, sefundó principalmente la mayor y la más desati-nada factoría de este ramo del comercio. Noparece sino que a la capital de Francia se aco-gieron los españoles que menos sabían elcastellano, y que más a oscuras se hallaban enpunto a letras. Pusieron a contribución a todosios novelistas franceses desde el profundoRousseau hasta el desvergonzado Risault-le-Brun y delirante autor del Renegado, y, comosi no fueran bastantes los traductores españo-les para acabar con su lengua y bastardearlaen los países hispanoamericanos, donde ibana parar dichas traducciones, salió un tal Mon-sieur Pages, que se dice Intérprete Real, y seatrevió con la osadía de la ignorancia a ponertambién sus manos impuras en el habla divinade Benengeli.

En medio de este caos se han visto decuando en cuando, es verdad, algunas novelastraducidas con desembarazo y gallardía: talesson el Gil Blas por el P. Isla, las Novelas deVoltaire por Marchena, el Ivanhoe por Mora ysobre todo el Talisman vertido por Tapia con unconocimiento tan profundo del original que pa-rece pensada en español; las cuales son hon-rosas excepciones que de justicia reclamaneste elogio. Pero ¿dejan por eso de ser merasversiones de obras extranjeras, ni alcanzanacaso, por perfectas que sean, a llenar el vacíoque en nuestra literatura actual se experimenta,y que no han pensado en cubrir ninguno de losaventajados ingenios que han florecido en Es-paña durante medio siglo?

Y aún admirando la belleza de esas mismastraducciones, nos causa dolor considerar laapatía de los que aplicaron en ellas todas lasfuerzas de su talento en reproducir composi-ciones ajenas y de ajenos países, pudiendohaberlas empleado con más gloria en inventaroriginalmente obras nacionales...

El artículo prosigue con el comentario deDel Monte a los libros cuya fichas biblio-

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gráficas aparecen en el encabezamiento,entre éstas: Gómez Arias o los Moros delas Alpujarras. Novela histórica, escrita ori-ginalmente en inglés por el español D. Te-lesforo de Trueba y Cosío y traducida li-bremente al castellano por D. Mariano To-rrente, 3 tomos, 8a, Madrid, 1831 (nota delcompilador).

Este último artículo de Del Monte nosconvoca a una reflexión: Al enumerar lasglorias que puede y debe cantar la literatu-ra española del siglo XIX, el juicio que alvenezolano le merece la traducción comoelemento de difusión entre literaturas de ni-vel comparable de desarrollo en las letrasuniversales como eran la inglesa, la fran-cesa y la española —que tenían ya en suhaber sus respectivos Siglos de Oro—, lolleva a preguntarse si acaso estos sucesosparticulares no son otros tantos temas dig-nos de ocupar a los literatos españoles pa-ra vulgarizar en forma de novelas los pe-ríodos más notables de su historia nacio-nal, en vez de ocuparse en lo que, a su jui-cio, han sido, por lo regular, malas traduc-ciones.

En cambio, en un contexto como el deCuba en el siglo XIX, donde no existía unaliteratura nacional, y donde todo estaba poradquirirse incluido el propio concepto denacionalidad, las letras mayores —aunquellegaran mediadas— podían desempeñarun papel muy distinto, a juzgar por el propiomagisterio que asumieron los delmontinos:el de cultura-puente, incluso el de alternativaválida para contrapesar, aunque fuera invo-luntariamente y limitada al plano de la literatu-ra, el predominio de la cultura de un sólo país.

III

o deja de resultar curioso que seaprecisamente un proyecto de tra-ducción: la del Tratado de Legisla-

ción de Charles Comte, en el que Domingodel Monte al parecer se empleó a fondo,con la participación directa como traducto-res, tipógrafo y revisor de Domingo André,

Manuel González del Valle y Vicente Osés,tres de sus corresponsales habituales poraquellos años, lo que nos haya servido pa-ra poner en evidencia la profunda coheren-cia de este personaje con la época que letocó vivir, con la ideología de la clase a laque pertenecía, a partir del reconocimientosin cortapisas de su racismo raigal, valora-ción que pudiera tal vez sorprender todavíahoy a muchos de los que han contribuidodurante más de un siglo a estereotipar ymalinterpretar su significación, a fuer dejuzgársele casi exclusivamente a partir desu labor de mecenas de la cultura cubanaque presuntamente no paraba mientes ensu raza o posición social de sus cultivado-res —confundidos quizá por el gesto del-montino de haber recaudado fondos me-diante suscripción entre los concurrentesde la tertulia para lograr la libertad delpoeta Juan Francisco Manzano, negro yesclavo—, y de vocero de un reformismotemprano de corte más timorato que liberal:análisis que no hacen otra cosa más quetrasladar ingenua y erróneamente al pasa-do —como bien señala Cepero Bonille—los principios que prevalecen en la socie-dad actual. Hoy apenas si caben dudas deque Domingo del Monte igual que Luz yCaballero, Félix Várela, Tomás Gêner yotros jamás fueron abolicionistas ni inde-pendentistas. «La moral dominante en aque-lla sociedad esclavista respondía en lo pro-fundo —señala Cepero— al interés de clasede los propietarios de esclavos. Hasta losmás preclaros talentos de aquella socie-dad, tacharon de inmoral la colaboracióndel hombre blanco en los esfuerzos reden-tores de los esclavos, y se horrorizaban dela simple posibilidad de que un movimientorevolucionario culminara en la transforma-ción violenta de las relaciones de propie-dad, ganando los esclavos, de este modo,por su propio esfuerzo, la libertad».

En la época en que se empieza a hablardel proyecto de traducir a Comte, Del Monteradicaba aún en Matanzas y estaba reciéncasado con Rosa Aldama, hija del hacen-dado Domingo Aldama y hermana de Mi-

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guel Aldama y Alfonso, una de las figurasmás destacadas de la corriente reformista-anexionista entre la sacarocracia del occi-dente del país cuyo «desinteresado com-prometimiento» con la revolución del 68,años más tarde, ha sido seriamente cues-tionado por los más rigurosos historiadoresdel período (Cepero Bonills, Manuel San-guily, Antonio Maceo, Carlos Rafael Rodrí-guez). El contexto en el que surge y se de-senvuelve la idea de publicar la traducciónde dicha obra en los Estados Unidos parasu ulterior difusión en Cuba no ofrece lugara dudas sobre los matices de los senti-mientos esclavistas que primaron en todoscuantos en favor o en contra de la publica-ción de la traducción manifestaron susideas sobre la esclavitud y el racismo, cu-riosamente confirmados, como ya señala-mos antes. Por las reacciones que esteproyecto de traducción suscitó.

Del Monte, desde Matanzas y a través desus correos aparece como el alma y pro-motor del proyecto y a los efectos, una su-cesión de epístolas de André le va infor-mando desde junio de 1834 de la marchadel trabajo:

La traducción de Comte está ya para concluir-se, y en lo que más demora es en la copia delos borradores; ayer he convenido con Valleque le encargue a Osés que aclare un poco laletra y que empecemos a remitir materiales alNorte, pues en teniendo allí persona inteligenteque se haga cargo de corregir las pruebas sepueden evitar las equivocaciones materiales enalgunas letras, y aprovechar mucho tiempo:espero que nos ayudes en la empresa y que teintereses mucho con Gêner y Várela para quemiren con toda eficacia la impresión.

Pocos días antes, el mismo André le ha-bía informado a su tocayo:

Valle, desde que te fuiste para esa, concurrea casa todas las tardes [...] trabaja mucho enla traducción de Comte la cual con la ayuda delalemancito Osés pronto saldrá a la luz pública.

[...] ya salió el gran manuscrito para N.York, y según me dice Valle, tú serás compa-ñero en la empresa, yo estoy contentísimo. Nohay remedio, nuestra generación perversa y

depravada, ha de estar oyendo la voz de la ra-zón a más no poder..

Por su parte, Manuel González del Valleestima más prudente escribirle a Don Do-mingo en latín y obviando la reproduccióndel original que se puede consultar en elCentón (tomo XI, p. 80), paso a servirmede la traducción cuyo contenido refleja ladiscreción y la prudencia con que los tra-ductores habían decidido manejar el pro-yecto con lo sospecha de que podía malo-grarse. Dice así:

Me ha encomendado en gran modo el autor,para nosotros estimadísimo, alma de la Aca-demia Cubana, que hables con aquel tipógrafo(Don Domingo André) para que averigüe si haescrito o no al que ejerce el mismo oficio en elpuerto de N. Orleans. Confía el desterrado entu discreción y no es vana su fe, que harás dili-gentemente pues es de temerse que se inquie-ra por el Cónsul español, residente en dichopuerto acerca de la edición. Cree, el autor quecaso de no obtenerse informe ni haber impre-sor, como mucho se presume, entonces debehacerse en la tipografía cubana. Aunque con-fiado en el auxilio de este modo de escribir de-bo confesar que aunque el estudio de las bellasletras del Lacio lo he abrazado desde la mástierna edad, no escribiré más de este modo4 nosea que los secretos de las lenguas no paseninadvertidos para el tirano.

Sin embargo, el 12 de septiembre de1834, la carta reprobatoria de Tomás Ge-ner y Félix Várela dirigida a Manuel Gon-zález del Valle pronunciándose sobre latraducción y sobre los traductores delTra-tadp de Legislación de Charles Comte nose hace esperar.

«No estamos pues por la impresión de laobra», declaran sin ambages los firmantes, lle-vada al castellano por unos individuos «concuya amistad se honran, cuyo celo aplauden ycuyos talentos prometen tanto a nuestra pa-tria» se proponen: ilustrar la opinión, impedir eltráfico de esclavos y preparar el camino a lafutura emancipación de los negros. Várela yGener estiman que el tráfico no se impide conescritos y que no hay chico ni grande en la isla

4 En latín.

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que no reconozca su infamia y sus funestasconsecuencias. Si tal es así, entonces cada díase hará más difícil el camino a la emancipa-ción de los esclavos cuya masa se incrementaincesantemente por lo cual, siguen diciendo losfirmantes, no hay lugar para plantearse talesobjetivos, aunque «si el único peligro fuese elno conseguirse el intento no se aventuraríamucho en la impresión de la obra: creemosque además, puede producir efectos totalmentecontrarios a las intenciones de sus traductores,cuales serían que:

- Todo cuanto se dice de la legislación griega yromana, serviría para autorizar a los defensoresde la esclavitud so pretexto de inspirarse en elejemplo de los más célebres pueblos.

- Los detalles que se pormenorizan del tra-tamiento que reciben los negros en otros paí-ses ensalzaría al que les dan los hacendadoscriollos que los tratan ostensiblemente mejor.

- Se llega a decir en la obra que los negrostambién deberían tener su Washington y suLafayette, vale decir, levantarse y ser libres oeliminar a los blancos.

- Se reitera una verdad bien sabida peroque conviene callar: que la esclavitud de losnegros es causa de la esclavitud de los blan-cos... Esta declaración en una obra traducidapor ustedes puede además servir de disculpa alos serviles que aspiran a que la isla nuncasalga del estado colonial, fundándose en quecada tentativa de dar franquicias a los blancos,es un incentivo al levantamiento de los negrosy con este argumento han querido persuadir queaunque el mal es lamentable es ya necesario.

- Si la obra no tiene gran circulación, noproduce efecto y si la tiene cae en manos de li-bertos resabidos de que abunda la isla [...] Porotra parte, nunca conviene que sepan que lestememos.

- La idea que tanto se inculca en la obra deque la educación de los blancos siempre seráviciosa, mientras se creen entre esclavos, pue-de producir muy mal efecto considerándosecomo un insulto no merecido. Es muy arries-gado decir de un pueblo: aquí no hay educa-ción. En nada debe haber más prudencia queen la manifestación de la verdad.

- Supongamos que ya está la obra impresa.Debe ir a la censura y ésta seguramente prohi-be su introducción. Asunto concluido. Si se in-troduce sin licencia, queda desacreditada [...]Ninguno de los traductores tiene ingenio ni esprobable que sea circulada por ninguno que lotenga, y he aquí la contestación de los Hacen-dados, respuesta que adornarán con mil linde-zas. Preguntamos, ¿será leída? Se hallará el

libro por donde quiera, pero serán muy pocossus lectores porque la obra es un poco larga, yla materia no es muy agradable.

- Los interesados en afectar lealtad escribi-rán mil cartas y acaso representaciones a lametrópoli manifestando prejuicios y cuando sequiera hacer una justa petición la prevenciónhará vacilar el gobierno aunque esté poseídode las mejores intenciones.

- Los acontecimientos que ha habido eneste país acerca de los negros, hacen peligro-sa toda publicación sobre la materia en la islade Cuba mucho más cuando Inglaterra ha de-clarado la libertad de sus esclavos. Por consi-guiente, una obra en que no sólo se ataca laesclavitud, sino que se presenten los derechosdel hombre en toda su extensión, y se hace verque corresponden a la raza de color no menosque a la blanca, es un voto fuego en tales cir-cunstancias.

- Esto en cuanto a la obra. Vamos ahora aconsiderar lo que dice en relación a sus tra-ductores. Estos no van a chocar con una clasesola de la sociedad cubana, sino contra todas,pues la familia más pobre posee uno o dos es-clavos. Se esparcirá la voz de que se ha publi-cado una obra para levantar a los negros, y sinleerla, empezarán a maldecir a sus autores.Pueden los amos no ser muy prudentes, y lamaldiciones pueden ser oídas por los esclavos,que equivocadamente creerán que el negocioes cierto, y colmarán de bendiciones a los quecreerán héroes de su libertad. He aquí el peli-gro. Al primer movimiento de negros en un in-genio para evitar la crueldad de un mayoral, sele dará carácter político y se dirá tienen la cul-pa los autores de esa obra infernal. Si el go-bierno quiere deshacerse de alguno de ellos, laobra presta mérito para una medida gubernati-va, por lo menos ya quedan marcados y puededecirse inutilizados.

Nuestro opinión es que [...] no se debe ha-blar ni una palabra de libertad porque se alar-man y no conceden nada. Debe tratarse sólode aumentar la población blanca y concluir eltráfico de negros. Esas dos medidas preparanel campo, y abrevian el término de la esclavi-tud de los negros, que de otra suerte no tendráfin a menos que no sea con lo destrucción delos blancos...

NOTA de Domingo del Monte que apareceal final del alegato que la precede:

A consecuencia de esta carta, los traducto-res desistieron de la publicación en los EstadosUnidos de dicha obra de Mr. Charles Comte,

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Traité de Législation o mejor dicho del libro Vde ella que trata especial y extensamente de laesclavitud. Pero el Dr. Don Manuel Gonzálezdel Valle indicó a Sirven, joven catalán de ori-gen que escribiese a Barcelona, alumbrando aalgún editor la idea de traducir y publicar laobra completa de Comte, seguro de que ten-dría salida toda la edición en La Habana. Asísucedió y Don Antonio Bergnes la tradujo y laimprimió en su casa. Los primeros ejemplaresse vendieron en La Habana a 11 p.f.; los últi-mos se dieron a 3 y aún a la mitad menos. Niel gobierno ni el público paró un momento suatención en el libro que se anunció por los dia-rios y se vendió en las librerías públicas de LaHabana y el resto de la Isla. Los estudiantes dederecho fueron los únicos que la leyeron: enmuy pocos de ellos prendieron las ideas delpublicista francés

Al día siguiente, Del Monte recibe co-rrespondencia de Tomás Gener donde leavisa en la posdata, como para restarleimportancia o dar por terminado el inci-dente, que «ayer firmé la carta que nuestroDon Félix escribió a González del Valleacerca de la consabida traducción».

Por demás, la posición de Del Monte so-bre la colaboración de negros y blancos pa-ra independizar la isla es muy clara:

Cualquier habitante de Cuba —señala— [...]está muy distante de sancionar una amalgamasocial de costes para conseguir la independen-cia política de la colonia No es creíble, pues,que yo, que conocía y trataba a todas las cla-ses decentes de la sociedad blanca de la Isla,me equivocara en un punto que es el rasgomás sobresaliente de la fisonomía colonial cu-bana [...] Mi sandez no tendría ya término si,por otra parte, se considera que yo admitía enel plan de conspiración que se me achaca, nosolo esa fusión antipática y culpable de razas,sino a la raza negra auspiciar.

IV

ÎA a r a terminar, quisiera referirme bre-r jvemente a la traducción del género

epistolar cuyos ejemplos abundan enel Centón. Del Monte sostuvo correspon-dencia con varias personas que no habla-ban el español. Entre ellos, figuran el italia-no Primo Collina, los franceses A. Moreau

de Jonnès y D. Leprince; y los anglófonosGeo Clifford, David Turnbull, cónsul de In-glaterra en La Habana conocido por su po-sición abolicionista, Richard Madden, tam-bién cónsul inglés, abolicionista, superin-tendente de los africanos libertados y juezarbitro de la Comisión Mixta en La Habana(1836-40), A. H. Everett, distinguido literatonorteamericano, Dan K. Whitaker; directordel Southern Quarterly Review, BernardFallón, Benjamin H. Wright, ingeniero ame-ricano, constructor del ferrocarril de Nuevi-tas. La traducción de todas las cartas quefueron escritas en otra lengua que no fuerala castellana por los citados corresponsalesextranjeros de Del Monte, o por hispanoha-blantes incluso —ya que el poeta José Ja-cinto Milanés le escribe a Don Domingo lomismo en español que en francés o italia-no, otro tanto hace Ramón de Palma yhasta en latín le escribe en una oportunidadManuel González del Valle— están a conti-nuación del texto original sin mencionar altraductor, con excepción de las que se com-pilan en el tomo IV del Centón donde figurauna nota aclaratoria de Joaquín Llaverias, apie de la página 5 que reza como sigue:

La traducción de las cartas que en los idiomasfrancés, inglés e italiano aparecen en el presentetomo del Centón, se deben al Dr. Fernando Ortiz,Académico de número, habiendo efectuado la co-rrección de las pruebas el traductor de la Cámarade Representantes Sr. Mano Suñol.

No sería posible hacer un estudio deta-llado de esta producción por falta de espa-cio, bástenos señalar que las traduccionesdel Centón están, por lo general, realizadascon esmero, con un tratamiento adecuadode las fórmulas de cortesía de la época, elrespeto al registro de lengua que corres-ponde y una reexpresión del contenido y laintencionalidad del autor absolutamente sa-tisfactorios. Los ejemplos que traemos acontinuación son representativos de estetrabajo de los traductores y corresponden ados trozos llevados del inglés al español, elprimero por un traductor anónimo y el se-gundo por el sabio etnólogo cubano DonFernando Ortiz. Las misivas son de A. H.

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Everett, destacado hombre de letras esta-dounidense y, por supuesto, no están re-producidas íntegramente.

Boston, August 15,1843

Of the contemporary Spanish literature al-most nothing is known either in this country orin England. The present race of writers havegrown up since Ticknor, Longfellow, Cushing,Irving, Slidell and I visited Spain. We knownothing of what is doing the reexcept throughthe French and English journals which containno literary intelligence; and we are conse-quently wholly uninformed of the existencethere on any author of later date than Moratinand Navarrete. I had never heard the name ofZorrilla, until I went to Havana. On my return Ipublished in one of our magazines the versionof his Dirge of Larra, (which I communicated toyou) with a short introduction; and this is theonly article that I have seen in print about him.Any thins that you may write about him or hiscontemporaries will be entirely new both.hereand in England. The other names which youmention, such as Moratin, Jovellanos, Campo-manes, Isla, Feijoo, etc., are in the some de-gree familiar to the few persons among us whohave paid attention to the Spanish languageand literature, but they have scarcely beenheard of by the public at large Ticknor has inmanuscript a course of lectures on Spanish lit-erature, which he will one day publish, butprobably not for many years to come. In themean time the field is quite clear. Vous taillerez,as the French say, en pleine étoffe. / shall lookwith great interest for the appearance of yourarticle..5

5Ni en este país ni en Inglaterra apenas se sa-be nada de literatura española. El actual grupo deautores se ha formado después que Ticknor, Lon-gfellow, Cushing, Irving, Slidell y yo visitamos Es-paña. Nuestra única fuente de información acercade lo que allí se está haciendo son los periódicosfranceses e ingleses que no suelen contener nin-guna noticia literaria y, por tanto, ignoramos laexistencia de los escritores posteriores a Moratiny Navarrete. Hasta mi visita a La Habana no oínombrar a Zorrilla. Al regresar publiqué en una denuestras revistas una versión de la elegía de La-rra (que envié a usted) precedida de un breveprólogo, siendo éste el único artículo impreso quehe visto con relación a ese poeta. Todo lo queusted escriba sobre él y sus contemporáneos seráuna verdadera novedad aquí y en Inglaterra: los

La segunda que cierra nuestro trabajo esdel 12 de mayo de 1840:

.../ was so much struck with the Lines on thedeath of Larra that I have attempted an Englishtranslation of them -of with I enclosed a copy Ihave given the No Ser in its original simplicity,although it approaches pretty nearly to nonsense. Possibly the author have had a profoundphilosophical meaning, but if so, he has not suc-ceeded in giving it a very felicitous expression.

/ am delighted with your opuscula in theAguinaldo, -a word, by the bye, which I do notunderstand- particularly El destino de la mujerThere is a beautiful little poem by Schiller on thesame subject, under the title of the Worth ofWoman, of which, in my younger days I made atranslation. You ought not to permit your pen toremain idle either in verse or prose..6

demás que usted cita, tales como Moratin, Jove-llanos, Campomanes, Isla, Feijóo, etc., son relati-vamente familiares a los pocos que entre noso-tros han prestado atención a la lengua y literaturaespañola, y a duras penas conocidos por el granpúblico. Ticknor ha escrito un curso de conferen-cias de literatura española, pero es muy probableque transcurran muchos años sin que lo mande aimprimir. Por el momento el campo está bien li-bre. Vous taillerez en pleine étoffe, como dicen losfranceses. Aguardo con mucho interés la publica-ción de su artículo.

6Me impresionaron tanto las líneas sobre lamuerte de Larra que he determinado hacer su tra-ducción al inglés, de la que le incluyo una copia.He (mantenido) el No ser en su sencillez original,aunque quizás se aproxime demasiado al nonsense [...] Tal vez el autor (le dio) alguna profun-da significación filosófica, si así fuese, (No logróencontrarle una expresión muy feliz) Encantadocon sus opuscula en el Aguinaldo, [una palabraque, entre paréntesis, no entiendo] especialmenteEl destino de la muger. Hay un lindo poemita deSchiller sobre el mismo tema, bajo el título deWorth of Woman y del que en mi juventud hiceuna traducción. No debe permitir V. que su plumapermanezca desocupada, tanto en verso como enprosa. [Los señalamientos que aparecen en pa-réntesis en esta traducción son propuestas de laautora para mejorar la reexpresión del texto finalen español].

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Rimes in memory of the unfortunate young poet, D. Mariano José de LarraFrom the Spanish of Zorrilla

On the breeze I hear the knellOf the solemn funeral bellMarshalling another guestTo the grave's unbroken rest.

He has done his earthly toilShuffield oft his mortal coil,As a maid in youthful bloomSeeks the convent's living tomb.When he saw the Future riseTo his disenchanted eyes,Void of Love's celestial lightIt was worthless in his sightAnd he sought, without a warning,The long nigth that knows no morning

Flower, that summer sun's have blastedStreem, that parching heats have wasted

Withered ¡s the garden's pride,Still the fountain's joyous tide.

But the rich aroma left usShews the sweets, that have been lefs us,And the meadows fresh & greenWhat the fountain woul have green

Ah! the Poet's mystic measureIs a rich but fatal treasureFull of bliss for all the rest -Poison to the master's breastPoet1 sleep within the tomb;Where no other voice shall comeO'er the silence to prevailSave a brother poet's wail.That, -if parted spirits know.Aught that passes here below.-Falling on thy pensive earSoftly as an infant's tear.

Shall relate a sweeter storyThat the pealing triumph of glory.

If beyond our mortal sightIn some glorious realm of lightPoets pass their happy hoursFar from this cold world of oursOh! how sweet to throw awayThis frail tenement of clayAnd in spirit soar aboveTo the home of endless Love.

And if in what world of blissThou rememberest aught of thisif not Beings higher sceneHave a glimpse of what has heard,Poet!- from the seats divineLet thy spirit answer mine.

Ese vago clamor que rasga el vientoEs la voz funeral de una campana:Vano remedo del postrer lamentoDe un cadáver sombrío y macilentoQue en sucio polvo dormirá mañana.

Acabó su misión sobre la tierraY dejó su existencia carcomida,Como una virgen al placer perdidaCuelga el profano velo en el altar.Miró en el tiempo el porvenir vacío,Vacío ya de ensueños y de gloriaY se entregó a ese sueño sin memoria,Que nos lleva a otro mundo a despertar!

Era una flor que marchitó el estío,Era una fuente que agotó el verano;Ya no se siente su murmullo vanoYa está quemado el tallo de la florTodavía su aroma se percibe,Y ese verde color de la llanura,Ese manto de yerba y de frescuraHijos son del arroyo creador.

Que el poeta, en su misiónSobre la tierra que habita,Es una planta malditaCon frutos de bendición.Duerme en paz en la tumba solitariaDonde no llegue a tu cegado oídoMás que la triste y funeral plegariaQue otro poeta cantará por ti,Esta será una ofrenda de cariñoMás grata sí, que la oración de un hombrePura como la lágrima de un niño,Memoria del poeta que perdí!

Si existe un remoto cieloDe los poetas mansión,Y sólo le queda al sueloEse retrato de hieloFetidez y corrupción;¡Digno presente por ciertoSe deja a la amarga vida!¡Abandonar un desiertoY darle la despedidaLa fea prenda de un muerto!

Poeta, si en el no serHay un recuerdo de ayer,Una vida como aquíDetrás de ese firmamento...Conságrame un pensamientoComo el que tengo de ti.

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