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La transparencia lexicográfica Los artículos de diccionario ponen en evidencia relaciones ele sentido entre la entrada y su descripción. Estas relaciones no se limi tan a lo que usualmente se entiende por semántica, cuya meta ideal es enumer ar los rasgos que permiten la identificación ele la unidad léx ica considerada, sino que incluyen aspectos ele sentido más amp li os como lo son los que se desprenden ele la etimología o del carácter gramatical. Aun admitiendo - como parece atinado hacerlo- la natura - le za dialógica del texto lexicográfico, debe reconocerse su sustan- cial diferencia con el diálogo coloquial. De la definición conside- rada como un discur so en torno ele un objeto, y por lo mismo, perteneciente a otro universo, a la definición como paráfrasis media el paso que privilegia la autonomía del lenguaje. Empero, este postulado, ele ribetes fascinantes, adquiere plena dimensión social al requerir que la definición sea conva li clacla por la comu- nidad (Weinreich), al presentarla como estadio cultural (Aiinei) o al integrar al otro a través del diálogo (Dubois, Wiegancl). Así entendido, el diccionario se sitúa como mediador colectivo entre el saber poseído y el que se espera ele un individuo en una so- ciedad dada. El diccionario, pues, como instancia del diálogo no pierde por eso su particular nivel en la enunciación que resulta ele su carácter institucionalizado. Distinto, por ende, aunque for- me parte ele ella, ele la comunicación habitual. Baste tan solo r e- cot·dar que la autoridad que se le reconoce hace ele él un inter-

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La transparencia lexicográfica

Los artículos de diccionario ponen en evidencia relaciones ele sentido entre la entrada y su descripción. Estas relaciones no se limitan a lo que usualmente se entiende por semántica, cuya meta ideal es enumerar los rasgos que permiten la identificación ele la unidad léxica considerada, sino que incluyen aspectos ele sentido más amplios como lo son los que se desprenden ele la etimología o del carácter gramatical.

Aun admitiendo - como parece atinado hacerlo- la natura­leza dialógica del texto lexicográfico, debe reconocerse su sustan­cial diferencia con el diálogo coloquial. De la definición conside­rada como un discurso en torno ele un objeto, y por lo mismo, perteneciente a otro universo, a la definición como paráfrasis media el paso que privilegia la autonomía del lenguaje. Empero, este postulado, ele ribetes fascinantes, adquiere plena dimensión social al requerir que la definición sea convaliclacla por la comu­nidad (Weinreich), al presentarla como estadio cultural (Aiinei) o al integrar al otro a través del diálogo (Dubois, Wiegancl). Así entendido, el diccionario se sitúa como mediador colectivo entre el saber poseído y el que se espera ele un individuo en una so­ciedad dada. El diccionario, pues, como instancia del diálogo no pierde por eso su particular nivel en la enunciación que resulta ele su carácter institucionalizado. Distinto, por ende, aunque for­me parte ele ella, ele la comunicación habitual. Baste tan solo re­cot·dar que la autoridad que se le reconoce hace ele él un inter-

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locutor que difícilmente admita réplica. Pero no es esta la única diferencia. La enunciación lexicográfica, más una práctica social que un proyecto científico, pone en juego la función metalingüís­tica propia del lenguaje natural para cumplir en ese diálogo - por no mencionar otros aspectos- una función y, particular­mente, una modalidad discursiva distinta de otros enunciados explicativos. En la conversación, los comentarios incidentales se limitan, o al menos deberían hacerlo, a proporcionar la inform.a­ción mínima requerida para la prosecución del diálogo, lo que se realiza mediante enunciados fragmentarios, muchas veces sin es­tricta ilación sintáctica, e inclusive, por simples gestos. En este caso, el contex to actúa como soporte de toda la relación comuni­cativa. Por el contrario, el del diccionario es un diálogo distan­ciado donde no coinciden tiempos ni personas. La ausencia de un contexto extralingüístico definido obliga al lexicógrafo a eles­plegar multiplicidad ele referencias que son las distintas acepcio­nes. Claro está que se han tomado de la realidad, pero, y en esto estriba su peculiaridad, el diccionario responde antes ele ser con­sultado. Necesariamente debe enunciar un paracligm,a de sentido cuya pertinencia debe actualizar el lector.

Otro aspecto que debe estar presente al apreciar las condi­ciones de lectura de las obras lexicográficas es el concerniente a la competencia lingüística del lector. Es obvio que tal competen­cia se halla implícitamente reconocida en los diccionarios ele la lengua. En español, por ejemplo, las entradas de los verbos (en infinitivo y no en la totalidad ele la flexión) son una prueba de ello, como también lo son las referencias a los diminutivos que hace el diccionario oficial, o las discusiones acerca ele la conve­niencia de incluir o no los adverbios en -mente. E s, en definitiva, la tan debatida cuestión respecto del equilibrio que debe estable­cer la lexicografía entre los componentes léxicos y gramaticales del lenguaje.

Pero más que el tratamiento ele este punto - que en rigor concierne a la estructuración ele un diccionario- interesa aquí el modo en que la competencia del hablante incide en la lectura de los artículos tal como se hallan habitualmente redactados. E n ellos suelen hallarse finí simas líneas de ruptura que di socian el sujeto (la entrada) del predicado que constituye la definición, y

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el resto ele la información lemática. La conciencia ele este hecho tal vez sirva para establecer una mejor coherencia discursiva.

Debemos partir del supuesto ele que el lector tiende a llenar con su conocimiento del lenguaje las lagunas del texto, es decir, que tiende a cubrir la información no explicitada. Por otra parte, suponemos que el lector tiende a rechazar que las palabras, en especial las compuestas y las derivadas, carezcan del sentido que ya sabe tienen las formas significantes. Históricamente esto ha explicado los casos ele etimología popular y se inscribe, además, en el concepto ele motivación secundaria de la que hablaba Saussure.

Desde esta perspectiva podrían distinguirse dos graneles tipos de expectativas fr ustradas : las que implican contradicción entre enunciados lexicográficos y las de los enunciados cuya motiva­ción no es explícita. En ambos casos el nivel ele ruptura puede situarse sobre la entrada, aspecto material que por analogía lla­maremos significante, o sobre el sentido o descripción al que denominaremos significado.

la. e ontradicción en el significad o.

Las ·formas en -oda son frecuentes en español para formar sustantivos abstractos que designan un modo de comportamiento, actividad o condición propios de lo expresado por la base léxica; v.gr., salvajada 'comportamiento propio de un salvaje', .Jinetea­

da 'fiesta en que se lucen las condiciones del jinete', etc. En es­tos casos no hay, evidentemente, contradicción ; sin embargo, si consideramos la siguiente definición de gauchada

"Argent., Chile, Perú y Uru.g. Acción propia de un gaucho . 11 2. fig. Argent. Servicio o favor ocasional prestado con buena voluntad" (DRAE)

comprobamos, en primer lugar, que la prim era acepción no pro­porciona, ele hecho, más información que la existencia misma del vocablo, como sucede por lo común en este tipo ele derivados . En cambio, si consideramos la segunda acepción, se nota que se halla dominada por una valoración positiva "buena voluntad" que se-

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ría dable encontrar de algún modo en el término original gaucho, y no es así: el mismo léxico lo define (en las acepciones que implican una valoración) como

"4· Argent. Grosero, zafio. 11 j. Argent. y Chile. Ducho en tretas, taimado, astuto".

El hecho tiene naturalmente sus explicaciones : di stintas fe­chas de incorporación y una base de verdad histórica que no ha hallado adecuada formulación en la estructura del artículo. Em­pero, desde un punto ele vista puramente sincrónico, constituye una fractura perceptible con independencia de todo criterio ajeno al texto.

lb . e ontradicción en el significante.

Se podrían denominar así los casos en que la significación morfológica. generalmente a través del modo en que se reali za la descripción etimológica o lo que ya se sabe de los formantes, contraría o no corresponde adecuadamente al sentido que se desprende de la definición.

En antibiótico, por ejemplo, la remisión a anti + bio

" bio-. (Del gr. ~ [o ~ . vida.) E lemento compositivo que ante­puesto o pospuesto a otro expresa la idea de vida" (DRAE) ,

resulta insuficiente por demasiado genérica. Interpretar esta voz como "Que destruye la vida" (Dorland) es solo parcialmente cierto y contrario al uso común que ve en antibiótico un medica­mento y no un veneno. En cambio, debe buscarse el origen, y hacerlo explícito, a partir de antibios·is, término opuesto a si111-biosis, que significa " antagonismo bacteriano" (ibícl. ), de donde antibiótico es lo propio, o que participa en una antibiosis.

La incorporación sistemática en el diccionario ele los criterios sustentados por la morfoetimología (Cottez) puede ser de gran utilidad en la descripción inequívoca del sentido al mantener so­bre un mismo nivel de referencia los enunciados del lema y de la definición. A utocine o autopista sólo indirectamente, y a través

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de un proceso social que no tendría cabida en el cuerpo del ar­tículo, tienen vinculación con

"auto- . (Del gr. (Ó'to<; .) E lemento compositivo que entra en la formación ele algunas voces españolas con el significado de 'propio o por uno mismo' . AUTOsugestión" (DRAE).

En cambio, el reconocimiento de un prefijoide

"auto 2• abr. ele autmnóvil. A veces se usa como pri­

mer elemento de compuestos: AUTocamión" (C. RAE, oct. 1983)

permite introducir el componente hi stórico en su forma lingüís­tica, sin tener que recurrir a comentarios del tipo enciclopédico, al tiempo que gana uniformidad la estructura ele la definición.

Ila. Ausencia en el significado.

Definido cerdo como:

"Mamífero artiodáctilo doméstico, ele gran uti lidad por su carne y cuero y por los productos que ele él se obtienen " (Kapelusz)

el t ránsito hacia el sentido figurado ele

"Persona sucia o grosera" (ibícl.)

reposa sobre un presupuesto cultural que la descripción lexico­gráfica no ha hecho explícito. La segunda acepción contiene, pues, rasgos semánticos, 'suciedad', 'grosería', que no manifiesta la primera y, sin embargo, son estos los que se hallan inmediata­mente p resentes, junto con 'comestible', en el empleo habitual ele la voz.

Esta cuestión, que afecta principal, aunque no exclusivamen­te, a los usos figurados suele traducirse mediante una ruptura di scursiva que consiste en describir el sentido recto sobre la base de un modelo pretencliclamente neutro -en el ejemplo citado

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entre cient ífico (mamífero artiodáctilo) y económico (doméstico, ele gran utilidad)-, en tanto que para su extensión se toma un di scurso genéricamente social. Valga aqu í lo señalado por Hjelmslev :

"N o llegarem,os mediante la descripción física ele la s cosas significadas a caracterizar útilmente el uso semántico adop­tado por una comunidad lingüística y perteneciente a la lengua que se quiere describir: es precisamente al contra­rio, mediante las evaluaciones adoptadas por esta comuni­dad, las apreciaciones colectivas, la opinión social. "

Al respecto, pues, un cuidadoso examen de los usos figura­dos para extraer de ellos los rasgos más estables e incorporarlos en la descripción del sentido recto ofrecería la ventaja de man­tener el di scurso lex icográfico libre el e implícitos que, por ob­vios, suelen escapar al análisis.

En situación similar se encuentran los derivados ele nombre propio. Éste, que los diccionarios de lengua no registran, remite a un hecho cultural individual. Al interpretarse la peculiaridad como característi ca, los derivados extienden la calificación a una multiplicidad percibida como semejante. Empero, si para la in­fo rmación lingüística basta la forma, p. ej ., X -1:ano < X, poco dice al lector , interesado por el contenido, que galdosiano sea lo

"Propio y caracterí stico de Pérez Galdós como escritor, o que tiene semejanza con las elotes y calidades por que se di stinguen sus obras" (DRAE).

Entre otras cosas, porque no encontrará en la obra el artícu­lo P érez Galdós donde se indiquen las "elotes y calidades" que distinguen sus obras, sino que para ello deberá acudir a una en­ciclopedia, general o literaria .

Estos derivados se encuentran a mitad de camino entre la referencia a obj etos (enciclopedia) y a signos lingüísticos ( dic­cionarios), como bien lo ilustra el que el P equeí'ío Larousse, con su particular división, dé cabida a galdosiano en su primera par­te, en tanto que P érez Galdós figure en la parte enciclopédica.

En rigor, estas transparencias podrían quedar señaladas en

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la etimología, dejando a la descripción el desarrollo indirecto del sentido. Así la Academia:

"quijotismo. (De quijote 2.) m. Exageración en los senti­

mientos caballerosos. 11 ¿, Engreimiento, orgullo" (DRAE).

lib. Ausencia en el significante.

Por los supuestos teóricos que implica, en particular el de la condición arbitraria del signo lingüí stico, tal vez el aspecto que caracterizamos como de ausencia en el significante sea el de más difícil tratamiento. Pensamos que esta ruptura se produce cuan­do la entrada -con toda la relatividad que ello supone- no proporciona información, o dicho de otro modo, que no es trans­parente ni habitual. Sus manifestaciones son más frecuentes en­tre los neologismos técnicos que en el vocabulario general, debido a la mayor familiaridad que con esta tiene el hablante. De todos modos, constituye un aspecto para tener en cuenta en la redac­ción ele un diccionario.

Se podría situar esta opacidad significante sobre un continuo que tiene por valores polares lo totalmente explícito y lo total­mente carente ele sentido morfológico. En el primer extremo se hallarían formas como teleinfonnática o petro/eoquimica; en el segundo, construcciones siglares del tipo radar (RAdio Detecting

And Ranging) o laser (Light Activation by Stimulated Emission

of Radiations). Entre ambos se hallan formas a medias transpa­rentes como petrolquí111ica, petroqwi111ica, que indican la progre­siva pérdida del formante -oleo-, telemática, con pérdida ele -infor- que es precisamente su núcleo léxico o so111atizar que elide un forman te jJsico- presente en los aclj etivos somatopsíqui­

co y psicosomático, según el procedimiento parta de lo químico o fí sico hacia lo psíquico o a la inversa.

Aunque por lo común plantean esta dificultad los compuestos de cuño científico, no es imposible hallar ejemplos en el vocabu­lario general. Así, orejano y orejismo (sano, sin marca en la oreja) que el DRAE define en los mismos términos sin estable­cer ningún tipo de vinculación entre los artículos.

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Es un hecho bien conocido que la fatigosa tarea ele recopila­ción y ele descripción léxica suele extenderse a lo largo ele con­siderables períodos y que, habitualmente, es la obra ele distintas incliviclualiclacles. Es natural que en tales circunstancias se vea afectada su unidad discursiva. Por otra parte, al margen ele la lingüística y ele sus necesidades teóricas, el diccionario está desti­nado a la utilización inmediata. E llo hace que los principios que orientan su redacción no resulten siempre claros o coherentes y que se desprendan más ele una tradición continuada que ele una reflex ión en torno a su objeto propio. Sin embargo, el estudio sostenido, tanto ele las condiciones históricas ele su producción como ele la peculiaridad ele sus enunciados, como propone la aún reciente lexicografía, tal vez sirva para comprender mejor en qué consiste la tarea ele hacer diccionarios y para situar mejor esa práctica dentro del vasto conjunto ele las disciplinas cuyo objeto final es la descripción ele una cultura .

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