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LA
TRUFA
MÁGICA
PAULA VAZQUEZ PEREZ
TEXTO
DAVID DE PRADO DÍEZ
DIBUJOS
PARA
ESTELLE DERVIEUX DE PRADO
SANTIAGO, 6 DE ENERO 2007
2
LA TRUFA MÁGICA PAULA VAZQUEZ PEREZ
TEXTO
DAVID DE PRADO DÍEZ
DIBUJOS
sEdiciones Microcreáticas
POEMAS. DISEÑOS. NARRACIONES. PROTOTIPOS.
FOTOS. INVENCIONES. UTOPÍAS. VIDEOCLICK.
Donación para el proyecto EDUCREAte.
Reinvéntate. Tú protagonista.
educreate.iacat.com
3
2ª Edición. Santiago de Compostela. Mayo 2015
©Paula Vázquez Pérez, David de Prado Diez
Edita: Asoc. Educreate.IACAT-CI (G70334420)
C/ Frei Rosendo Salvado 13, Edificio Zafiro, 1ºportal, 7ºB
15701 – Santiago de Compostela
http://educreate.iacat.com / [email protected]
El precio simbólico de éste libro va destinado enteramente al desarrollo e investigación
en creatividad, dentro del proyecto Educrea(te), para reInventar la educación por sus
protagonista
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INDICE
EL VERANO
EL LIMONERO
ELBOSQUE MÁGICO
EN EL BOSQUE LUMINOSO
MAËLICK
EL GUARDIÁN DEL BOSQUE
EL BIBLIOTECARIO REAL
EN LA ESTATUA
EL TESORO DEL BOSQUE
EL BOSQUE DE PIEDRA
LA MORADA DEL CARTERO
LA BURBUJA
LA GUARIDA DE GALAHEAD
FREYA
EL GABINETE DE GALAHEAD
LA TRUFA
EPÍLOGO
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I
EL VERANO
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I
EL VERANO
¡Es fantástico, no tengo que levantarme todavía!-
Ana se tapó la cara con la sábana y abrió los ojos a tiempo
de ver como el conejo del dibujo de su almohada le hacía
guiños mientras mordía su zanahoria. Apartó los rizos con
un soplido en el instante en que un rayo de sol bajaba
directamente desde las rendijas de la persiana hasta su
nariz. Sintió un agradable calorcillo, preludio de un
maravilloso día, el primero de sus vacaciones en el campo.
Nada podía ser mejor, ni siquiera las gominolas que su padre
le compraba todos los sábados en la tienda de dulces de la
esquina, muy temprano por la mañana, cuando ella le
acompañaba a comprar el periódico y el pan y un largo
sábado y otro menos largo domingo la apartaban de la
rutina del colegio.
Permaneció un largo rato acostada contemplando los
dibujos que poblaban su ropa de cama que olía de forma
distinta a la que tenía en la ciudad, seguramente porque en
el campo la guardaban en aquellos enormes armarios y le
ponían bolsitas de hierbas olorosas y membrillos para que
mantuvieran el perfume durante todo el verano. Mientras, el
sol se hacía cada vez más fuerte y la luz se colaba por la
persiana semicerrada con la fuerza de un batallón de
intrusos que parecía que querían hacerse dueños de la casa.
Ana trató de recordar dónde había dejado los juguetes que
se guardaban en la casa año tras año después de cada
verano: la bicicleta que le habían regalado a mediados del
mes de agosto pasado y que le quedaba tan grande que
apenas había podido subirse a ella; finalmente lo había
conseguido, pero este año-estaba segura- la bicicleta no se le
resistiría. No dejaría de tocar el timbre que sonaba como una
bandada de patos en plena excursión por el lago.
Y sus amigos ¿quiénes vendrían este año? Su amiga
Piper, desde luego, Ana no se podía imaginar el verano sin
ella ¡era tan graciosa! Tenía una carita redonda, llena de
pecas y unas trencitas a cada lado de unas orejitas que se
disparaban como las de un ratoncillo. A ella no le gustaban
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sus orejas, pero Ana pensaba que era el detalle más
interesante de su aspecto porque se ponía coloradas si hacía
calor o si se enfadaba.
-¿Ya estás despierta?-Mamá. Ana se estiró como un
gatito, entonces, una explosión de sol y de calor se estrelló
contra su barriguita. Se tapó hasta los ojos para protegerse de
aquella intrusión, pero cuando mamá le hizo cosquillas en
los pies, dio un salto y se acercó a la ventana. Una ligera
brisa la despejó del todo: ante ella se erguía un enorme
limonero lleno de brillantes limones y flores de azahar; más
allá, los macizos cubiertos de primaveras salvajes llenaban el
jardín de color. Ana se alzó de puntillas para poder ver lo que
había detrás de la segunda fila de pequeños árboles frutales,
pero el gran limonero no le permitía ver los setos de geranios
de olor y de rododendros que se extendían a lo largo del
muro de piedra. Notó que algo se movía entre el ramaje
abigarrado- “serán nidos- pensó, pero no pudo distinguir
nada. Sólo frutos y hojas que se entrelazaban con las flores
del jazmín plantado en una columna que sostenía la parra,
tan poblada como un océano verde y espeso. Ana no dejaba
de preguntarse porqué los mayores no vivían
permanentemente en el campo. Trabajar todo el año y sólo
pasar un par de meses en la maravillosa casa de campo ¿no
sería mejor al revés? ¡Ah! Nadie podía entender a los mayores;
¡si ni siquiera su padre se quedaba todo el verano! cuando
llegaba el día quince de Agosto, él tenía que marcharse y no
volvía hasta el último fin de semana para recogerlas a ella y
a su madre y llevárselas de vuelta a la ciudad.
El olor a bizcocho de la abuela la sacó de estos
pensamientos. En pleno desayuno, Piper se presentó en su casa.
Había cambiado sus trenzas por una coleta larga, pero sus
orejitas seguían sobresaliendo y enrojeciéndose como ahora
que estaba tan emocionada por encontrarse con Ana.
Las niñas se abrazaron, se besaron y bailaron haciendo
tanto ruido que puso en guardia a Puff, el collie que
pretendía dormir en el frescor de la hierba del jardín, bajo la
parra; su tranquilidad había terminado con la llegada de
Ana a la casa. Su malhumor se disipó como el humo cuando
Ana y Piper lo incluyeron en su rueda de bailes y de griterío.
Jugaron a las carreras, le colocaron un sombrero de ala
ancha con una gran lazada de la que Puff tardó un buen
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rato en desembarazarse a pesar de sus ladridos de protesta.
Así pasó la mañana; hicieron pulseras y collares de
margaritas silvestres, jugaron al escondite y rodaron por la
suave pendiente del jardín que desembocaba en las hileras de
ciruelos de los que arrancaron un puñado de ciruelas frescas
y dulces; dibujaron tumbadas en la hierba y leyeron viejos
cuentos de la biblioteca de los abuelos. Estaban contentas y
felices de estar juntas y de la perspectiva de un largo verano
sin más que hacer que divertirse.
Al entrar en la casa, un ruido metálico se oyó en lo más
alto del limonero.
- Creo que hay un nido muy grande ahí arriba,
tendremos que investigar. Oye Piper ¿crees que te dejarían
dormir aquí esta noche?
-Supongo, mi madre ya tiene bastante con preparar la
casa y con el jaleo que arma mi hermano. Además, como
saqué tan buenas notas no creo que me nieguen nada este
verano.
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II
EL LIMONERO
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II
EL LIMONERO
Aunque las niñas estaban rendidas cuando se metieron
en la cama, aún charlaron un rato y volaron las almohadas
de una cama a la otra; finalmente se hizo e silencio. La
cama de Piper tenía sábanas con dibujos de bosques y
pájaros- Dormiré como un pez-, dijo Piper.
La primera que se despertó fue Ana. Todo estaba en
silencio; miró hacia la cama de Piper que dormía
profundamente.- Está roncando, pensó Ana. De pronto,
escuchó de nuevo el ruido que la había despertado, era como
un aleteo metálico.
-¡Eh, Piper, despierta!
-¿Qué pasa.? Déjame dormir Ana.
-Shh, escucha.
El aleteo se hizo cada vez más fuerte e iba acompañado
de un silbido tenue.
-¿Oyes?
-Sí…¿qué es eso?
Se acercaron a la ventana y allí estaba, en el limonero,
un pájaro agitaba su cola y producía ese curioso ruido. Tenía
el cuerpo de metal irisado y su cola se parecía a la de un pavo
real, pero más corta. Estaba en una rama muy cerca de la
ventana y trataba de atraer la atención de las niñas
agitando su cola cada vez con más fuerza.
-¿Quién eres? Nunca he visto un pájaro tan raro.
-Vas a despertar a todo el mundo si sigues haciendo
ruido- advirtió Ana.
-¡Oh, cuanto lo siento!- el pájaro dejó de moverse, el
ruido cesó. No os preocupéis, nadie puede oírme, sólo vosotras.
¡Ja!
-Eso no es posible- tartamudeó Piper.
-¿Cómo es que hablas?
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-Demasiadas preguntas, demasiadas preguntas. Sois
unas niñas y leéis cuentos ¿qué tiene de extraño que yo hable?
En los cuentos siempre pasa algo así. ¡Ja!
-¿Cómo te llamas? ¿Eras tú el que hacía ruido esta
mañana? – Ana lo miraba con asombro.
- Me llamo Flugg…bueno, en realidad me llamo así
porque soy un pájaro flugg. Esto es complicado de explicar- se
rascó la cabeza con un ala- pero soy de una especie que
nunca habéis estudiado en el colegio. Están muy atrasados
en vuestro mundo, será porque no quieren entender… El caso
es que tenemos problemas ahí abajo y tuvieron que venir a
avisarme, por eso estoy aquí. Vamos, tenéis que bajar.
-¿Bajar, a dónde?- las niñas se miraron atónitas.
- ¡Ay! Aquí hay que explicarlo todo, por lo que veo. Se
baja ¿no? ¡Ja!. Me temo que no podemos perder tanto tiempo
con preguntas tan tontas.
- Perdone, señor…digo, pájaro...digo, señor Pájaro- Piper
siempre seria y formal- pero no sé si se ha dado usted cuenta
de que es más de media noche y nosotras estábamos
durmiendo. Me parece una terrible desconsideración que
venga usted a molestarnos; mañana nos espera un día muy
ocupado, tenemos planes para ir de excursión y, si no
descansamos lo suficiente, nos quedaremos dormidas en el
coche y…
-¡Basta, basta! No hay más que hablar. Bajaréis ahora
¿no queríais aventuras? Yo os enseñaré lo que son aventuras
de verdad ¡Ja!
De pronto, Ana extendió su mano y se pinchó en la
enredadera de rosas que colgaba de la ventana que se
iluminó y se transformó en una escalera.
-¡Adelante, adelante, bajad, bajad! Tenéis mucho que
hacer en el país del otro lado ¡Ja!
Las niñas no lo dudaron más y bajaron por la escalera
que les pareció muy larga. Al llegar abajo se encontraron a
plena luz del día en un enorme jardín que no se parecía
nada al de Ana; ni siquiera la casa era visible desde donde
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se encontraban, sólo el limonero y la escalera de rosas eran
reconocibles. En lo alto del árbol, Flugg les saludó.
-¡Ah! Una cosa. Tenéis que estar de vuelta antes de que
oscurezca; es decir antes de que oscurezca ahí y amanezca en
vuestro país. Si no lo hacéis, nuestro mundo desaparecerá y
vosotras habréis tenido la culpa.
-Pero, ¿Cómo es posible que seas tan impertinente?-
protestó Piper.
- Además-dijo Ana- ¿Cómo sabremos la hora que es? Aquí
todo está al revés.
- ¡Ja! Ya estáis haciendo preguntas otra vez, no sabéis
hacer otra cosa. ¡Acción, acción! – el pájaro estaba tan
excitado que aleteó tan fuerte que levantó un viento terrible.
Por un momento, el sol se oscureció y las niñas tuvieron que
refugiarse detrás de unas piedras para no ser arrastradas
por el aire. Cuando todo se calmó, el pájaro había
desaparecido de su vista.
Ana y Piper estaban tan sorprendidas que no sabían
hacia donde ir. El paisaje era desconocido y el pájaro no les
había dicho lo que tenían que hacer; alrededor de las rocas
no había ningún camino, sólo la hierba alta y brillante se
extendía ante ellas.
-Mira, allá al fondo parece haber un bosque. Vayamos
hacia él, Piper, además, aquí hace calor y quizás allí haya
alguien que nos pueda ayudar.
- ¡Ah no!, oye Ana, yo empiezo a tener hambre y quiero
desayunar. Además, yo no voy a hacer caso de un pájaro
chiflado que me dice cosas que no entiendo. Y ese ¡Ja! Me pone
de los nervios.
- ¿Cómo puedes tener hambre después de la cena que te
zampaste? Todavía no es de día, bueno, no es de día allí…¡me
estoy armando un lío! No te olvides que Flugg – o como se
llame ese bicho.- nos advirtió que tendríamos que estar de
vuelta antes de anocheciera en este país.
19
III
ELBOSQUE MÁGICO
20
III
ELBOSQUE MÁGICO
El calor comenzaba a ser agobiante, Piper y Ana se
dirigieron hacia el bosque cruzando la alta hierba que
dificultaba sus pasos e impedía ver bien a que distancia
estaban los árboles que anunciaban la frescura del bosque.
Por fin alcanzaron la entrada. Como si surgiera de la
nada, un soldado de madera se plantó ante ellas en posición
de guardia.
- Hola, señor ¿Podemos entrar? Hace mucho calor y
queremos resguardarnos a la sombra de los árboles.
- ¡Aaaalto! Las palabras, tenéis que decir las palabras.
Piper refunfuñó- Empiezo a estar harta, Ana. Se hace
tarde, tengo hambre, calor y sed, y este monigote de palo seco
nos pide unas palabras ¿tienes idea de qué palabras habla?
Un, dos, un, dos, un dos,- el soldado hacía la guardia
sin parar.
-No tengo ni la menor idea- Ana se encogió de hombros.
El soldado de palo seguía impertérrito. No podía girar la
cabeza, sólo los brazos y las piernas. Se plantó delante de las
niñas sin dejarlas avanzar.
-Volvamos a casa, Ana.
- De acuerdo, aquí no tenemos nada que hacer.
Pero, al volver la vista, una espesa niebla se había
apoderado del paisaje y no se veía nada. La hierba alta y
brillante había desaparecido, no se podía ver ni el limonero
ni el jardín. Ana se decidió a caminar en la niebla, pero su
pié desapareció y a punto estuvo de caerse. Piper probó con un
brazo y tuvo que sacarlo rápidamente porque sintió como se le
congelaba y desaparecía.
-No podemos volver y tampoco sabemos cuáles son las
palabras ¿qué hacemos Ana?
El soldadito de palo movió sus ojos redondos con un
gesto de cansancio.
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-Las palabras son fáciles, el problema es el ensamblaje.
Yo no me moveré de aquí, tienen ustedes tiempo para
encontrar todo, soldados. Vosotros, tropa, debéis encontrar
una VELLA, esto es tan elemental que no debería tener que
mencionarlo.
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Las dos niñas se miraron con desesperación ¿qué era todo
aquello que les contaba el soldadito? Las cosas se
complicaban cada vez más.
-Bien, tropa ¿veis el reloj? Cuando den las tantas vendrá
Oppi, él os ayudará. Mientras tanto, yo seguiré con mi
guardia: un, dos, un, dos.
En medio de la niebla, un gran reloj se materializó ante
los ojos de las niñas. No se veía de dónde estaba suspendido
pero brillaba con destellos dorados y cobrizos y en su esfera
figuraban palabras que indicaban la hora de una manera
muy peculiar: “tarde,”, “las tantas”, “temprano”, “antes”,
“después”, “ya es hora”.
En ese momento las agujas marcaban la palabra
“después”, la siguiente hora era “las tantas”, así que las niñas
se sentaron sobre un tronco partido a esperar que la aguja
avanzara hacia “las tantas”.
A lo lejos se oyó una música metálica, como si cacerolas,
tarteras y campanillas se armonizaran par dar un concierto
alegre y ruidoso que provenía del gran manto que cubría
todo el cuerpo de un hombre de gran barba blanca y dos
recias trenzas, también blancas, que le llegaban hasta la
cintura. Entonces, el reloj señaló “las tantas” acompañando a
la música.
- Aquí está Oppi, tropa- anunció el soldadito.
Piper y Ana se levantaron de un salto y se cogieron de
las manos un poco asustadas ante aquella magnífica
aparición.
- ¿Quiénes sois vosotras?-su voz era profunda y su
sonrisa disipó todos los miedos de las niñas.
- Yo soy Ana y ésta es mi amiga Piper. Queremos entrar
en el bosque y el soldado nos ha dicho que usted tenía una
VELLA para poder entrar.
- La verdad es que nos hemos perdido, señor por culpa
del pájaro Flugg que nos mandó aquí y mi amiga y yo
tenemos hambre…
-¿El pájaro Flugg? ¿Fue él quién os envió aquí? ¡Ah!, eso
es otra cosa, amigas mías. Deduzco entonces que tenéis un
limonero de más de cien años en vuestra casa, de lo
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contrario, Flugg no habría podido instalarse. ¡Bien, no hay
tiempo que perder; veamos, para que yo os dé la VELLA tenéis
que decirme la palabra secreta, sólo tenéis cuarenta
segundos, queridas mías.
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-Ya se lo dije yo, señor- se oyó la voz del soldadito.
Piper se puso roja de indignación. Iba a protestar
enérgicamente cuando Ana la agarró de la mano.
- La vella, la vella ¿qué será eso? Un momento. Ana
cogió un palito del suelo y comenzó a jugar con la palabra en
un claro en la tierra.
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-¡Vamos! No hay tiempo que perder- Oppi la apremiaba
con un gesto de preocupación.
- ¡Llave! – gritó Ana- ¿es “llave” la palabra?
- ¡Al fin! tampoco era tan difícil. Me pregunto cómo
haréis cuando tengáis que solucionar acertijos más difíciles.
Bien, dejadme ver- Oppi recogió su manto con un revoloteo y
se puso a rebuscar entre los miles de objetos que colgaban de
él. – Aquí está, si no hubierais adivinado la palabra nunca la
habría encontrado. Ahora tenéis que ensamblarla en seguida
para poder entrar, y no os olvidéis de soplar.
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Cuando terminó de decir estas palabras, Oppi dio un
rapidísimo salto hacia la niebla y desapareció; en su lugar
apareció una esfera metálica, brillante y pequeña como una
naranja y una pluma de ganso.
-¿Esta es la llave?- preguntó piper con incredulidad-
Pues sí que estamos buenos.
- Calma, Piper, Oppi habló de ensamblar algo. Supongo
que tiene que haber una manera de introducir la pluma en
la esfera. Veamos.
.
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-El tiempo apremia, señor- el soldadito agitó los brazos
desde su puesto de guardia
Ana dio vueltas a la esfera, no había ninguna
hendidura ni ningún espacio para colocar la pluma de
ganso. Este nuevo dilema desconcertó a las niñas. La esfera
resbaló de la mano de Ana; Piper se agachó a recogerla, en
ese momento, Ana recordó las palabras del mago: “no os
olvidéis de soplar”. Entonces, sopló con todas sus fuerzas sobre
la esfera y al instante apareció una pequeña hendidura.
Piper alcanzó la pluma de ganso y la introdujo en la
hendidura. La esfera emprendió un vuelo veloz internándose
en el bosque. La niebla se disipó a su paso y ante las niñas se
abrió un camino luminoso, el soldadito se apartó para
dejarlas pasar. A lo lejos se oyó en tictac del reloj que
anunciaba: “ya es la hora”.
29
IV
EN EL BOSQUE LUMINOSO
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IV
EN EL BOSQUE LUMINOSO
La luz se hizo más intensa a medida de que las niñas se
iban adentrando en el bosque. Un resplandor azul-verdoso y
transparente invitaba a recorrerlo; una brisa suave y fresca
perfumó el ambiente de los aromas del bosque. Ana y Piper,
emocionadas, se cogieron de la mano para iniciar el
recorrido. No se podía ver el final, los árboles y los arbustos se
amontonaban en ambos lados de la vía luminosa
pintándola de colores verdes, castaños, rojos y amarillos e
impregnándola de fragancias frescas y terrosas esparcidas
por una brisa que soplaba cada vez con más fuerza,
colándose entre los árboles que parecían cantar una melodía
melancólica y llena de voces de los seres del bosque. Algunos
frutos se desprendieron de los árboles y las niñas se pararon
a comerlos con deleite. Arbustos de maduras frambuesas, de
arándonos y frutos rojos invitaban con sus mejores manjares a
las intrusas que se sentían anfitrionas de un festín delicioso
y fresco.
En un recodo del camino vieron brillar los frutos
dorados de una enorme higuera, el olor dulzón de los higos
se percibía desde lejos y las pequeñas gotas de néctar que se
acumulaban en los frutos relucían con reflejos dorados. Piper
corrió el gran árbol y, en el mismo instante que puso sus
manos en él, una voz susurró “No me comas”. Ana quiso
detener a su amiga, pero ya era demasiado tarde, Piper
había arrancado un higo y lo metió en la boca.
Inmediatamente se vio impulsada por una fuerza que la
elevó por encima de las copas de los árboles y la hizo
desaparecer de la vista de Ana que corrió tras ella en un
inútil esfuerzo de sujetar a su amiga que enseguida
desapareció de su vista.
-¡Piper, Piper, vuelve, no te vayas!
Pero no hubo respuesta. Ana se quedó desolada en medio
del camino. Durante unos segundos no supo qué hacer, se
tapó su cara con las manos llorando silenciosamente por la
pérdida de su querida amiga. Un resplandor hizo que
destapara sus ojos, miró hacia atrás y vio a la higuera que
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resplandecía como el oro. El lugar del que Piper había
arrancado el fruto estaba ahora un diminuto duende que
lloraba desconsolado; sus lágrimas caían sobre las hojas del
camino y las iba tiñendo de oro a medida que se iban
empapando por el llanto.
-¿Qué te sucede? ¿Por qué lloras?- Ana se acercó al
duende.
-Esa niña cruel se ha llevado a mi compañera. ¡Está bien
claro que no se puede arrancar ningún fruto de esta higuera!
- Sí, yo lo oí perfectamente, pero debes disculpar a mi
amiga, ella no lo ha hecho adrede, te lo aseguro. ¿Hay algún
modo de que tú recuperes a tu compañera y yo encuentre a
mi amiga?
- No sé, tendremos que consultar al espíritu del bosque,
siempre hay alguna solución para todo, pero no creo que sea
fácil ¿Tú quieres mucho a tu amiga?
-Claro que sí, tanto como tú a tu compañera. ¿Sabes
dónde está ese espíritu del bosque? No podemos perder tiempo.
-No está lejos, quiero decir, lo encontraremos si de
verdad nuestros sentimientos son verdaderos, de lo contrario,
el espíritu del bosque no se hará visible ante nosotros. Vamos,
pongámonos en marcha; yo iré sobre tu hombro y tú deberás
estar atenta pues el camino del bosque luminoso es hermoso
pero, como ya habrás podido comprobar, está lleno de
peligros.
- ¡Y que lo digas! Dime, ¿qué clase de peligros son esos?
- Sobre todo, debemos evitar caer en manos de las
huestes de Galahead y en todas las trampas que nos puede
tender.
- ¿Quién es Galahead?- Ana se detuvo un instante.
- Hace muchos años, todos vivíamos felices en este
bosque; cada uno tenía su lugar sin molestar a nadie.
Nosotros, los duendes de la higuera vivíamos en un claro del
bosque en el que cultivábamos violetas para la Reina.
Nuestras flores tenían una fragancia especial que no se
desvanecía nunca, tardaban un año en marchitarse y no
perdían su frescura. Todos los habitantes del bosque
intercambiábamos nuestros productos y vivíamos en paz y
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armonía. Celebrábamos fiestas continuamente, cantábamos y
bailábamos sin cesar, todo era paz y armonía. Un día,
Galahead, un habitante de las Montañas Oscuras, se enteró
de la existencia de nuestra Fuente de Vida…
-¿Vuestra Fuente de Vida? ¿Qué es eso?
- Yo no estoy autorizado a decírtelo. Además, no puedes
ni debes saberlo todo, niña curiosa. Es peligroso.
- ¡Tengo una idea! ¿Cómo no se me había ocurrido
antes? Ana sacó un teléfono móvil de su bolsillo para llamar
a Piper.
El duende se echó a reír con ganas- ¿Crees que ese
artilugio te va a servir en el bosque? Estamos en otro mundo,
amiguita, vuestros aparatos no sirven para nada. Aquí
tenemos otra clase de aparatos, ya los irás conociendo, el que
realmente sabe de chismes es Oppi.
-¡Oppi, claro! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? – el
duende estaba eufórico- ¡Oppi, Oppi, ven, necesitamos tu
ayuda!- gritó Ana con todas sus fuerzas.
- Shss, silencio, no chilles así o alborotarás a todos…Oppi
no aparece así, por las buenas, ya sabes que a él le gustan los
acertijos. Pasaremos cerca de alguna de sus casas y allí
veremos lo que se puede hacer pero antes…
- Antes ¿qué?- se impacientó Ana.
-…antes tendremos que esperar a que pase el cartero pues
es él el único que sabe la dirección exacta de hoy de Oppi. No
sé si lo sabes, pero él cambia de dirección para despistar a los
esbirros de Galahead. Tienes que calmarte, niña, la
impaciencia puede acabar con nosotros y con nuestras
amigas.
-Y ¿a qué hora pasa el cartero?
- ¡Oh! Quién sabe, quizás pase algo antes de “después”.
No creo que tarde.
- ¡Genial!- Ana no podía disimular su enfado- Tendré
que hacerme con un reloj como el vuestro para poder
entender algo.
-¿Para qué? Nadie tiene reloj aquí, no lo necesitamos. El
reloj se hace visible siempre que pasa algo importante- el
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35
duende señaló a un arbusto de mimosas y allí estaba el
extraño reloj- Mira, todavía es “temprano”, podemos
descansar un poco, pero nos ocultaremos detrás de los
arbustos a esperar al cartero. Lo cierto es que tengo sueño…
- Si no hay más remedio- Ana se resignó. Se sentaron
detrás de los arbustos y, al rato, se quedaron dormidos. No
habrían pasado más de diez minutos, cuando una fina
lluvia los despertó. Al mismo tiempo, un fuerte olor a
almendras amargas se extendió por el bosque.
-¡Cuidado!- susurró el duende- ¡tenemos que
escondernos. Pronto, cúbrete de tierra la cabeza y las manos!
Ana, alarmada, se embadurnó la cara y las manos con
la tierra mojada.
-¡Son los enanos de Galahead! Ahora metámonos dentro
del arbusto. No deben vernos ni olernos y, sobre todo, no
hagas el más mínimo ruido.
Al rato, un extraño sonido se dejó oír en el bosque. Era
como si algo enorme se arrastrase sobre una superficie
mojada. En cuestión de minutos, un grupo de enanos
montados sobre babosas gigantes hicieron su aparición en el
camino. Las babosas se arrastraban a gran velocidad sobre
la tierra mojada. Sobre ellas, a modo de paraguas, una seta
gigante servía de carro de combate a los enanos.
Todos portaban todo tipo de armas: flechas, lanzas y una
especie de campánula que servía de lanzadera.
Al llegar al lugar en el que se escondían Ana y el
duende, el que parecía el jefe del batallón, detuvo su babosa
olisqueó el aire.
-¡Huele, aquí huele!- bramó con una voz chillona y
desagradable.
El resto de los enanos arrugaron sus chatas narices y
olieron ostensiblemente. Cargaron con sus armas dispuestos a
bajar de las babosas para inspeccionar el terreno. Ana y el
duende se estremecieron de miedo. Entonces, un pájaro
metálico – Ana creyó reconocer a Flugg- voló sobre ellos y
disipó la fina lluvia. La tierra se secó al instante con el aleteo
de las alas metálicas. Los enanos se encaramaron a toda
prisa en sus babosas.
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- ¡Salgamos de aquí!- ordenó el jefe- O nos quedaremos
pegados a la tierra seca y moriremos todos.
Las babosas partieron a toda velocidad y pronto
desaparecieron de la vista de Ana y el duende. Con ellos se fue
el olor de almendras amargas y el bosque resplandeció de
nuevo y recuperó sus fragancias.
Ana y el duende salieron, aliviados, de su escondite,
pero no se atrevieron a seguir caminando hasta que la lluvia
despareció por completo y el camino volvió a brillar y a
recuperar su frescura natural. La brisa trajo de nuevo las
antiguas fragancias y el bosque recuperó el tono verde-
azulado que lo hacía tan hermosos y misterioso.
38
V
MAËLICK
39
V
MAËLICK
A Piper le pareció que nunca se terminaría su vuelo a
través del bosque. El viento que la empujaba era tan fuerte y
tan frío que sus coletas se pusieron tiesas como ramas de
árboles, su cuerpo no paraba de girar y girar. Por fin,
aterrizó sobre una cama de enormes lechugas que
amortiguaron su caída evitando así que se hiciera daño.
Estuvo un rato tumbada sobre el lecho caliente y húmedo,
aturdida, hasta que su cuerpo recuperó el calor. En ese
instante, oyó un sollozo muy tenue cerca de ella. Miró y no vio
a nadie, pensó que lo había imaginado y volvió a tenderse
entre las lechugas para desentumecer su cuerpo. Poco a poco,
sus coletas recuperaron su elasticidad y sus orejitas rojas como
tomates comenzaron a arder por efecto del calor. Piper se las
frotó con cuidado; de nuevo, un sollozo la hizo incorporarse
bruscamente.
- ¿Quién es? ¿Quién está ahí?...¡Sal, te he oído!
A su lado, una hoja de lechuga se separó del resto de la
planta, se agitó y, con gran esfuerzo, salió de debajo de ella
una delicada duendecilla. A Piper le pareció una de las
criaturas más hermosas que había visto nunca, era tal y
como se había imaginado que debían ser los duendes. Vestía
un finísimo traje de pétalos de color fucsia oscuro los de parte
superior y de un rosa suave al final de la falda. Tenía unos
ojos enormes cubiertos de lágrimas y una corona de florcillas
azules le ladeaba sobre su carita sucia de tierra mojada.
- ¿Qué… quién eres? ¿De dónde sales?
- ¿De dónde salgo?- la duendecillo estaba furiosa- ¡De
tu boca, niña tonta! ¿Es que no sabes que tienes que no puedes
comer los higos de la higuera dorada?- la pequeña criatura
lloraba sin cesar- me has separado de mi querido Mäel ¿qué
voy a hacer ahora?
- Lo siento de veras, soy una tonta glotona ¡es que no
pude resistirme ante aquellos hermosos higos!, la verdad es
que cada vez que veo algo apetitoso, me lanzo a comer. No
creo que te sirva de consuelo, pero yo también he perdido a mi
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amiga Ana y lo peor de todo es que no sé cómo encontrarla
¿Tienes alguna idea de dónde estamos?
Antes de que la pequeña duende pudiera abrir la boca,
un gran manto negro cayó sobre ellas. Piper gritó, Maëlick se
agarró como pudo a una de sus coletas al tiempo que eran
alzadas y llevadas a algún lugar. Por fin, la gran bolsa fue
depositada suavemente sobre una mullida alfombra y sus dos
ocupantes se vieron ante un hombre con unas enormes gafas
que las miraba con curiosidad. Piper miró a su alrededor.
Una interminable fila de estanterías cubría por completo la
enorme habitación redonda en la que se encontraban. Un
olor a chocolate recién hecho se esparcía por la habitación y
una nube de polvo procedente de los libros flotaba como un
velo de tul. Los ojos de Piper volvieron a detenerse en aquellas
enormes gafas que la miraban con curiosidad.
- Es el Bibliotecario Real- le susurró la duendecilla.
-Bien, bien, veo que tú me conoces. Ahora, ¿seriáis tan
amables de decirme quiénes sois y qué hacíais en mi huerto,
estropeando mis lechugas?
Piper y Maëlick se atropellaron tratando de explicarle al
Bibliotecario Real cómo habían llegado hasta allí. La
duende puso mucho empeño en recalcar el descuido de Piper,
por supuesto ella nunca, nunca se hubiera atrevido a
molestar a su Señoría- así le llamó, lo que hizo sonreír al
Bibliotecario- y que esa niña tonta había comido un higo y
la había separado de su querido compañero y…Pero el
bibliotecario parecía más interesado en escuchar la historia
de Piper y de cómo habían sido introducidas en el bosque por
el pájaro Flugg.
- Sé qué es esa fuerza invisible que os ha traído hasta
aquí, querida, es Frey, el viento helado de Galahead; no
puede ver ni oír, pero siempre empieza a soplar cuando su
amo está en peligro; cuando arrancasteis el higo, el viento se
puso en alerta y os apartó de aquel lugar. Es necesario que te
reúnas con Ana cuanto antes, de lo contrario, aquello por lo
que habéis sido traídas hasta este bosque puede que no llegue
a realizarse nunca y eso sería nuestra desgracia. Pero bueno,
antes de nada tendremos que buscar en los libros algún buen
consejo para poder librarnos de los peligros que nos pueden
acechar en el camino, Galahead hará todo lo posible para
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que no os volváis a reunir. Tenemos que ser prudentes y no
precipitarnos. Queridas niñas, ¡qué despistado soy! Debéis
estar hambrientas después de tantas emociones. Antes de
ponernos en camino debemos reponer fuerzas. Acercaos a la
mesa y tomad una buena taza de chocolate.
Piper y Maëlick no se hicieron de rogar. En el centro de
la biblioteca, en una gran mesa de madera reluciente, una
enorme chocolatera de plata se inclinó para servir las tazas
de las niñas. Al instante, bandejas de galletas y apetitosos
bollos de crema se materializaron delante de sendas tazas.
Piper y Maëlick no dudaron en comer y beber hasta hartarse,
Piper, de su gran tazón de chocolate y Maëlick de una
diminuta tacita hecha a su tamaño. Mientras, el
Bibliotecario consultaba varios libros de viaje.
Al finalizar, el polvo azulado que se esparcía por la
estancia, adquirió el color dorado del atardecer; a Piper y a
Maëlick les invadió un profundo sueño y se quedaron
dormidas sobre la mesa de la biblioteca. Entonces, la
chocolatera, las tazas y las bandejas de dulces
desaparecieron al tiempo que unos pájaros-almohada
entraron por la ventana y se situaron debajo de las cabecitas
de las dos durmientes.
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VI
EL GUARDIÁN DEL BOSQUE
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VI
EL GUARDIÁN DEL BOSQUE
Ana y el duende Mäel limpiaron sus caras con hojas
secas de higuera después de salir de su escondite.
-Debemos encontrar al cartero cuanto antes-dijo Ana-
Tú conoces el bosque ¿dónde crees que podemos encontrarlo?
- Más bien dirás dónde tenemos que buscar. Este bosque
no es como los que tú conoces, ciertas cosas y ciertas personas
no tienen un lugar fijo.
-Bueno, no te andes por las ramas ¿qué tenemos que
hacer para buscar al cartero?
- Tendremos que ir al Vejo Tronco de las Preguntas; él
nos dirá cómo encontrar al cartero y a qué hora va a pasar
por aquí, pero, te advierto que el tronco de las preguntas no
nos lo dirá así como así, tendremos que adivinar un acertijo.
- Pero, ¡qué manía tenéis con los acertijos! ¡Sí que es raro
este bosque! Bien, vamos, no podemos perder más tiempo.
Consultemos el reloj. Reloj ¿qué hora es?
Detrás de Ana y de Maël, el reloj del bosque se
materializó al instante. Un repiqueteo de campañillas
tranquilizó a ambos “Es pronto todavía”, marcó el reloj. Ana y
Mäel suspiraron con alivio. Dispuestos a emprender la
marcha, se dirigieron hacia el lugar donde se hallaba el
Viejo Tronco. Se internaron en lo más profundo del bosque,
evitando el camino y la posible aparición de las babosas de
Galahead. No temas- dijo Maël- aquí el bosque es muy seco, las
babosas no vendrán. Ya habían recorrido un buen trecho,
cuando Mäel dio un grito: ¡No sigas, no sigas, detente!
Demasiado tarde, las ramas de un árbol negro habían
apresado a Ana. Maël acertó a decir:
-¡El bosque Negro, hemos caído en su trampa!
Ana no se podía mover, el árbol la inmovilizaba por
completo.
-¿Qué vamos a hacer? ¡Tú tienes que saberlo, tienes que
sacarme de aquí!
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- Iré a buscar a mis amigos, Ana. Quizá si atacamos sus
raíces, el árbol acabe soltándote. Espero llegar antes de los
esbirros de Galahead.
- por favor, no tardes. No me gustaría caer en las manos
del tal Galahead, sobre todo porque no sé por qué tiene tanto
interés en capturarme.
Mäel se alejó de Ana a toda la velocidad que le
permitían sus finas alas, Ana lo siguió con la vista hasta que
desapareció. Se quedó sola, aprisionada por las ramas que la
abrazaban por completo y casi no la dejaban respirar. La
cabeza, que era la única parte de su cuerpo que quedaba
libre apenas podía ladearla; estaba angustiada e inquieta, el
tiempo de espera se hizo eterno; al rato, Ana dejó de
resistirse, poco a poco se abandonó a su presión. Notó que las
ramas se aflojaban un poco ante la sorpresa del abandono
del cuerpo de la niña. No se oía nada, el bosque parecía
hipnotizado por un poderoso mago que hubiera acallado a
todas las criaturas. Ana pensó en Piper ¿sería capaz su
amiga de retornar a ella? Una tristeza y un desasosiego se
apoderaron de la niña y dos pequeñas lágrimas se escaparon
de sus ojos y fueron a caer sobre las ramas que la sujetaban
como brazos poderosos. Ana creyó notar un estremecimiento
en el árbol acompañado de un profundo y ronco suspiro.
-¿Quién eres?- se atrevió a preguntar la niña.
Nadie respondió a su pregunta. El tiempo se hacía
eterno, nadie llegaba a rescatarla, Ana tenía frío y miedo.
Dos gruesos lagrimones volvieron a caer de sus ojos y,
enseguida, un llanto incontenible sacudió el cuerpo de la
niña. Un torrente de lágrimas mojó las ramas que la
aprisionaban y cayeron sobre las raíces del poderoso árbol
negro. Entonces, las ramas aflojaron su abrazo, se hicieron
blandas y suaves. Ana notó la presencia de dos brazos
alrededor de su cuerpo que, esta vez, no la inmovilizaban,
sino que la sujetaban con cuidado. Las lágrimas resbalaron
hasta las raíces que se desenredaron de las piernas de Ana y
se transformaron en dos grandes pies. Ana quedó libre del
abrazo que la retenía en el bosque; se volvió para contemplar
a un enjuto caballero, totalmente vestido de negro que
ocupaba el lugar del árbol. Miró a Ana, sonriente, a la vez
que se ajustaba un chambergo de plumas verdes.
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- Soy EL Guardián del Bosque Negro. Hace siglos que Galahead
nos encantó a mis hombres y a mí para poder tener sólo para
él el acceso al Viejo Tronco de las preguntas, pero nunca
consiguió llegar a él. La Reina del bosque no pudo evitar el
hechizo pero nos permitió formar un bosque encantado que
cerraba la entrada que conduce al viejo tronco. Sé quien eres
porque sólo tú serías capaz de desencantarme. Mis hombres
quedarán liberados cuando hayamos cumplido nuestro
cometido. Estoy a tu servicio, por cierto ¿dónde está tu amiga?
Ana estaba extasiada ante la presencia de aquel
magnífico caballero. Cuando consiguió recobrar el aplomo,
le contó al Guardián del Bosque lo que le había sucedido a
Piper. El viejo caballero esbozó un gesto de contrariedad, “sin
tu amiga-dijo- nunca podremos recuperar nuestro tesoro. Las
dos juntas sois imprescindibles para esta misión. Hay que
encontrarla”.
Un rumor de finísimas alas llenó el bosque de ruidos
metálicos y, a continuación, un ejército de duendecillos,
capitaneados por Mäel cubrió el cielo de un color rosado. Al
ver a la niña, todos los duendes se posaron delicadamente
sobre las ramas de los árboles circundantes.
-¡Has liberado al Guardián del Bosque! ¿Cómo lo has
hecho?- preguntó un asombrado Mäel.
- Te lo contaré más tarde-dijo Ana- ahora no hay
tiempo que perder. El Guardián del Bosque nos conducirá al
Viejo Tronco y él nos dirá donde podremos encontrar a Oppi.
El Guardián hizo un gesto con sus manos a los árboles y
arbustos que formaban el Bosque Negro y las ramas se
inclinaron hasta formar una especie de lecho que impedía
ver desde arriba qué estaba sucediendo en el bosque. De la
misma manera, los arbustos cerraron los caminos y las
entradas, entonces el Guardián, lanzó una peña bellota de
oro que rebotó a lo largo de un trecho y un estrecho camino
dorado les condujo hacia el Viejo Tronco.
Al rato, después de recorrer el sinuoso camino
iluminado sólo por el resplandor dorado, llegaron a un
lugar en el había una laguna esmeralda. Allí, al fondo, el
Viejo Tronco de las Preguntas aguardaba su llegada. Parecía
dormido en infinitamente viejo. Tenía el aspecto de un tronco
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petrificado. Lo que parecían dos ojos estaban cerrados y
cubiertos de líquenes y su supuesta boca estaba festoneada por
un sinfín de pliegues que no permitían ver cual era su forma
original.
Todos se acercaron con cautela y con respeto. En vista
que no parecía apercibirse de su presencia, el Guardián del
Bosque carraspeó levemente para despertarlo. Fue inútil, el
Viejo Tronco permaneció dormido, entonces Ana decidió
acercarse y tocar su vieja corteza. El Viejo Tronco se sacudió
con fuerza e hizo retroceder a Ana. Aún así, el árbol no se
despertó, sino que recompuso su postura y volvió a dormir
plácidamente. Los tres amigos se miraron con perplejidad, sin
saber qué hacer.
- Es muy viejo- susurró el Guardián.
Con decisión, Mäel voló hacia el Tronco, se posó en una
protuberancia que parecía ser la nariz, se situó en la punta y
comenzó a batir sus alas. El Viejo Tronco no tardó en
estornudar con estruendo arrojando fragmentos de líquenes y
de corteza. Mäel tuvo que agarrarse fuertemente para no
salir despedido. Pero, al fin, el Viejo Tronco de las Preguntas
se despertó del todo. Bufó, carraspeó y estornudó de nuevo y
miró a su nariz en el instante en el que Mäel salía volando
para posarse en el hombro de Ana. Luego, cuando el viejo
árbol reconoció al Guardián del Bosque, una sonrisa
bonachona se dibujo en su boca irregular.
-¡Viejo amigo! Hace siglos que no vienes a traerme a
alguien que quiera hacerme preguntas, corren malos
tiempos…
-Os traigo a la Niña, Señor, ella quiere haceros una
pregunta.- el Guardián hablo con reverencia y misterio.
El Viejo Tronco guiñó los ojos para buscar a la Niña,
cuando reconoció a Ana lanzó un suspiro de satisfacción.
-¡Oh, estupendo, estupendo! Volvemos a la lucha, hay
esperanza…espera… deja que estire un poco mi viejo
cuerpo…bien, ya está, puedes preguntarme cuando quieras,
querida niña.
-Es una pregunta muy fácil, señor Viejo Tronco- se
apresuró a decir Ana-¿dónde podemos encontrar a Oppi?
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El Guardián del bosque miró apresuradamente a Ana, ¡no,
no!, quiso decirle con un gesto.
- Je, je, je- -el viejo tronco se sacudió- no es esa la
pregunta, niñita. Si te vuelves a equivocar no podrás volver a
preguntar. Inténtalo de nuevo.
-Perdona, perdona. Estoy tan preocupada por mi amiga
que me temo que voy demasiado rápido. La pregunta es ¿cómo
podemos encontrar la casa del cartero hoy?
El Viejo Tronco se puso muy serio. Pensó durante un
largo rato y finalmente habló con una voz que parecía salir
de las entrañas de la tierra:
Encontrarás,
Si tienes suerte,
Al cartero
En su gran casa
Allí, donde el tiempo
Ni sube, ni baja
Ana se quedó atónita, no tenía ni idea de lo que le
estaba diciendo el Viejo Tronco de las Preguntas ¿qué clase
de respuesta era ésa? Miró al Guardián del Bosque que
permanecía callado y expectante mientras el Tronco no
paraba de reír. Entonces, Ana recordó los pasatiempos que
hacía con su madre y con su abuela.; ambas eran
aficionadas a los juegos de palabras y, a menudo, jugaban
con ella resolviendo acertijos.
Con calma, se sentó, cogió un palo y, en un claro del
bosque, delante de la laguna escribió las palabras que
acababa de oír.
Encontrarás
Si tienes suerte,
Al cartero
En su gran casa.
Allí donde el tiempo
Ni sube
Ni baja.
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“…en donde el tiempo ni sube ni baja” ¿dónde queda quieto el
tiempo? Es difícil…veamos el tiempo pasa para todo el mundo,
para mí, para Piper, para mis padres…Mientras Ana pensaba,
jugueteaba con la disposición de las palabras: las cambiaba
de sitio, las leía del revés, de abajo arriba y ¡de arriba abajo!
¡Claro, allí estaba la solución!
Encontrarás,
Si tienes Suerte.
Al carTero
En su gran cAsa
Allí donde el Tiempo
Ni sUbe
Ni bAja.
Era un acróstico, Ana había hechos muchos con su
nombre y el de sus amigas. Se levantó de un salto.
¡En la estatua! El cartero vive hoy en la estatua ¿Sabéis a
qué estatua se refiere?
El Guardián del Bosque lanzó al aire su chambergo de
plumas verdes en señal de alegría. El Viejo Tronco aprovechó
la ocasión para felicitar a la niña y, enseguida entró en un
profundo sopor que hizo que todos se apartaran un poco para
dejarle dormir.
-Sé a que estatua te refieres, está al otro lado de la
laguna; es muy hermosa, representa a una joven dama del
bosque con alas en los pies. Te llevaré hasta ella.
- Muy bien, ¿cómo cruzaremos esta laguna?
El Guardián se llevó un dedo a los labios en señal de
silencio. De su pecho colgaba una finísima cadena de plata
de la que pendía un silbato. Se lo llevó a los labios y sopló con
delicadeza. Ana no oyó nada pero, de pronto, del fondo de la
laguna surgió una barca plateada; subía lentamente,
mientras, el Guardián no dejaba de soplar su silbato mágico.
Cuando ya estuvo en la superficie, el Guardián dejo de tocar
el silbato, le hizo una seña a Ana y todos subieron a la barca.
Mientras remaba, el Guardián le contó a Ana y a Mäel
que aquel silbato mágico era un regalo de Oppi; “vendrán
tiempos difíciles”- le había dicho un día el mago- y no
conviene llamar la atención del enemigo, cuando necesites
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algo importante, sopla con todas tus fuerzas, este silbato de
plata y él te ayudará”
Ana estaba preocupada, tenía una sensación extraña a
medida que se divisaba la orilla. Del fondo de la laguna
surgió una extraña y acuosa voz que les dijo: “no llegaréis, no
podréis llegar”. Entonces, alrededor de la barca se levantó un
círculo de fuego que les impedía avanzar hacia ningún
lugar. En medio del círculo se levantó una tempestad que
amenaza con hacer zozobrar la barca.
-¡Es Galahead!- gritó Mäel- ¡es el Señor de las sombras,
del fuego y del agua, no podremos salir de aquí!
-¡Saltemos al agua y démosle la vuelta a la barca,
hacedme caso!- ordenó Ana.
Ana, el Guardián del Bosque y Mäel se inclinaron sobre
un costado de la barca hasta que le dieron la vuelta por
completo. Ya en el agua, Ana le dijo al Guardián:
-Ahora, sopla tu silbato con todas tus fuerzas, ¡vamos, no
lo dudes! Y tú, Mäel no te separes de mí, agárrate a mi
hombro y procura no soltarte.
El Guardián del Bosque obedeció a Ana. Sopló su silbato
y la barca se hundió lentamente sin dejar ni rastro. Y ni
rastro quedó de Ana, del Guardián y de Mäel que se fueron al
fondo con la barca de plata.
La laguna se calmo, el círculo de fuego se apagó y un
silencio pesado y negro se abatió sobre el bosque. Una enorme
sombra lo cubrió totalmente y lo tiñó de color negro. La luna
había desaparecido del horizonte. Una mano larga y
negruzca se desgajó de aquel manto de sombra y una lluvia
fina cubrió la laguna. Todo quedó sumido en una neblina
gris y oscura, entonces, una carcajada estremecedora acalló
todo vestigio de vida en el bosque.
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VII
EL BIBLIOTECARIO REAL
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VII
EL BIBLIOTECARIO REAL
-¡Despertad, despertad! ¡Debéis daos prisa!-Piper y
Maëlick se frotaron los ojos mientras el Bibliotecario Real las
sacudía por los hombros.
-¿Qué hora es? ¿Qué hacemos aquí?- Piper comenzó a
recordar cuando el olor del chocolate que todavía
permanecía en la estancia la trajo al mundo real.
-Debemos irnos, he estado consultando los libros
mientras vosotras dormíais la siesta, pero no podemos perder
más tiempo, tenemos que reunirnos con Ana. Hemos de
dirigirnos hacia el bosque que está detrás de la laguna; será
peligroso llegar hasta allí, así que debemos prepararnos.
-¿Cómo sabes que hemos de ir hacia la laguna?-
preguntó Piper ya completamente despierta.
-He abierto mi gran libro de rastreo y he podido ver la
laguna. Había algo extraño en ella, un círculo de fuego y
una barca volcada en medio. Quise aproximarme con el
zoom para verla mejor, cuando la sombra de Galahead
oscureció todo. Me asusté tanto que cerré inmediatamente el
libro, si Galahead llegara a detectarlo descubriría el lugar
donde se esconde esta biblioteca y, entonces, sería el fin, ya
no habría esperanza alguna.
-¿Tan importante es la biblioteca?-quiso saber la niña
-Oh, sí.- respondió el Bibliotecario y Maëlick movió la
cabeza enérgicamente – En ella guardamos toda la historia
de este bosque, de este mundo. Si perdiéramos la memoria de
nuestros antepasados nadie sabría cómo llegamos a este
lugar tan hermoso, ni quienes somos sus habitantes, todo
desaparecía de la memoria de los pueblos, los duendes, el
bosque, la Reina e, incluso, Galahead.
-¿Qué hizo Galahead para ser tan malvado? ¿No era
feliz en la montaña?
- Supongo que sí. Los Montañeses no eran hombres malos,
un poco rudos, eso sí. No les gustaba relacionarse con el resto
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de todos nosotros, pero no le hacían mal a nadie. Hasta que,
un día, nuestra Reina nos reunió a todos para avisarnos de
que estábamos en peligro. Nuestro gran tesoro corría el
peligro de desaparecer y…
-¿Vuestro gran tesoro?- interrumpió Piper- Llevo días,
horas… o no sé que cantidad de tiempo queriendo saber qué
demonios es vuestro tesoro.
- Bien- el Bibliotecario Real pareció volver en sí- dejemos
esta conversación, es hora de ponerse en marcha. Prestad
atención, nos separaremos en ningún momento, ¡ah! Y no se
os ocurra comer de ningún árbol a menos que yo os de mi
autorización. No pasaremos hambre, os lo prometo, llevo mi
lápiz mágico y nunca nos faltará comida.
- A mí no me lo digas- dijo Maëlick- pero esta niña es
tan glotona que vas a tener que vigilarla. Yo estoy aquí por su
culpa, si no se hubiera lanzado a comer higos… Lo dicho,
tendremos cuidado las dos.
Los tres se pusieron en camino. Precedidos por el
Bibliotecario, subieron por unas interminables escaleras de
caracol. Al llegar arriba, el Bibliotecario abrió una trampa
disimulada en el techo y los tres fueron a dar al gran huerto
de lechugas donde habían caído la niña y la duendecilla.
-¡Ahora entiendo porqué Galahead no ha encontrado la
biblioteca!- rió Piper, toda cubierta de hojas de lechuga
gigantes.
- No, no lo entiendes del todo. Galahead ha buscado por
todas partes, pero, si hay algo que detesta son las verduras,
sobre todo las lechugas; no soporta ni su sabor ni su
presencia. Sus huestes han destruido el huerto varias veces, sin
embargo, empeñados como estaban de acabar con todas las
lechugas, no se pararon a pensar lo que había debajo,
además, está muy bien disimulado. Demasiada humedad,
demasiada tierra empapada. Galahead no ha abandonado
búsqueda pero, últimamente está más preocupado por el gran
tesoro.
- Oye, Bibliotecario, no quisiera molestarte pero,
¿podríamos comer algo?- a Piper la conversación le abría el
apetito.
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Maëlick la miró con resignación y enojo, pero el
Bibliotecario le sonrió al tiempo que dibujaba una gran
manzana en el aire con su lápiz mágico y se la entregó a la
niña que lo miró maravillada.
-Espero que sepa dibujar pasteles de chocolate- pensó
Piper.
- Puedes ir comiendo esta manzana por el camino, pero
no te entretengas ni te distraigas. Debemos aprovechar el
tiempo y no olvidéis de estar alerta en cada momento,
cualquier ruido inusual, cualquier señal extraña pueden
indicar un peligro terrible…¡Atchis!
- ¿Tienes catarro?- Piper preguntó con la boca llena.
- ¡Que va! Es alergia. En cuanto salgo de mi encierro de
la biblioteca y del polvo de mis libros, comienzo a
estornudar…¡Atchis! Perdonad, enseguida desaparecerá.
-Estaremos pendientes del olor- advirtió Maëlick- no creo
que tu nariz te permita distinguir la presencia de los Kartos.
- ¿Qué son Kartos?- quiso saber Piper, que ya estaba
terminando su suculenta manzana.
Son los animalitos más pestilentes que te puedas
imaginar. Galahead los utiliza para disuadir a la gente a
adentrarse en el bosque. Espero no tener que espantarlos- A
veces, si estás muy cerca de ellos, pueden producir la muerte.
Maëlick tenía el ceño fruncido.
El Bibliotecario Real abrió la marcha. Piper arrojó el
carozo de la manzana y Maëlick se acurrucó en su hombro.
La entrada del bosque estaba ante ellos. En lo alto, el reloj
marcó: “No hay tiempo que perder”
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VIII
EN LA ESTATUA
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VIII
EN LA ESTATUA
En el fondo de la laguna una barca vuelta del revés
avanzaba silenciosamente. Dentro, la oscuridad era casi
total salvo por una tenue lucecilla proveniente del gorro de
Mäel. Poco a poco, la luz fue aumentando de intensidad
hasta iluminar por completo el interior de la barca. Ana y el
Guardián empujaban, hacían avanzar la embarcación
mientras Maëlick procuraba concentrarse por mantener viva
la luz.
-Me gusta este bosque- susurró Ana- cada uno de vosotros
sois una verdadera sorpresa. Maël, no te olvides de ir
disminuyendo la intensidad de tu lamparita a medida que
nos vayamos acercando a la orilla.
Mäel apagó la luz cuando la barca alcanzó la orilla.
Los tres desembarcaron, no sin antes haber comprobado que
no había ningún peligro. Todo estaba oscuro y en silencio; los
tres se dirigieron hacia la espesura siguiendo una indicación
del Guardián del Bosque. Caminaron un largo trecho en
total silencio hasta que, a lo lejos, un tenue resplandor les
iluminó el camino. El Guardián del Bosque hizo una seña a
Ana y a Mäel, estaban en el lugar adecuado. Al poco tiempo,
un prado de color verde brillante se iluminó de repente. Era
un lugar bellísimo, todo rodeado de arbustos de rododendros
rojos y hortensias violetas y azules. En el centro se erguía una
estatua de una mujer de una belleza extraordinaria, vestida
con una túnica de largos y finos pliegues; su cabeza estaba
adornada con una corona de fucsias y fresitas frescas que
caían sobre unos cabellos trenzados que le llegaban hasta la
cintura. Uno de sus pies estaba adelantado en posición de
avance, el otro asomaba por debajo de su túnica y ambos
tenían unas delicadas alas a ambos lados del tobillo. Uno de
sus brazos parecía querer señalar algo.
Ana, el Guardián y Mäel quedaron extasiados ante
aquella visión. Avanzaron despacio hacia ella; estaban a
unos tres metros de la estatua cuando, con un ligero
movimiento, la joven les indicó que se acercaran más. El
Guardián se paró en seco, pero Ana no se percató del gesto y
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siguió aproximándose. Ya estaba tan cerca de ella que podía
ver su hermoso rostro cuando al suelo se hundió bajo sus pies y
la niña se precipitó por un largo túnel. El Guardián y Mäel se
acercaron al agujero para ayudarla pero fue inútil, la niña
se había perdido en la oscuridad de aquel terrible pozo.
Ana sentía vértigo en su bajada, una náusea casi le
hace perder el sentido. Caía y caía sin cesar, parecía que
nunca iba a llegar al final del túnel. La oscuridad era cada
vez más densa y la niña notó un intenso olor a humedad al
tiempo que aterrizaba sobre una mullida capa de moho y
líquenes. El impacto fue más suave de lo que esperaba, apenas
sintió un ligero dolor en un costado. Logró sentarse y miró
hacia arriba; la luz penetraba muy débilmente por el agujero
por el que se había precipitado, pero este quedaba demasiado
alto, demasiado lejos para poder ascender a la superficie.
Desesperanzada, se levantó y miró a su alrededor; la escasa
luz que se filtraba le permitió contemplar las paredes
brillantes, cubiertas de limo verdoso que la rodeaban y que
daban un tono fantasmal al agujero. Cuando sus ojos se
acostumbraron a la oscuridad iridiscente, Ana distinguió un
estrecho pasaje que el resplandor iluminaba como un río
esmeralda. Miró hacia arriba y no vio ni oyó a nadie que
acudiera en su ayuda. Gritó todo lo que pudo, paro no obtuvo
respuesta. Decidió dirigirse hacia el estrecho pasaje, entonces
oyó una voz familiar.
-¡Ana, Ana! ¿Estás ahí? Soy yo. Contéstame ¿estás bien? –
la voz de Piper le llegaba desde muy lejos.
-¡Piper, Piper, estoy aquí!- Ana respiro aliviada y feliz de
escuchar la voz de su amiga. Al rato, Ana vio descender a sus
amigos por una escala improvisada con ramas y hojas
trenzadas. Mäel y Maëlick revolotearon como mariposas y se
fundieron en un abrazo. Situaron sus lucecitas sobre las
niñas y Ana y Piper pudieron verse y abrazarse de nuevo, por
fin estaban de nuevo juntas. Las luces doradas de Mäel y
Maëlick iluminaron el oscuro túnel con tal intensidad como
si hubiera salido el sol.
Después del feliz encuentro la comitiva se encaminó a
través del sendero encabezada por el Guardián. El
Bibliotecario Real no dejó de refunfuñar durante todo el
camino, él hubiera preferido volver a ascender hacia la
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entrada del túnel, pero la escala era demasiado débil y tuvo
que resignarse a seguir las sabias indicaciones del Guardián.
Después de avanzar un buen trecho, un delicioso olor
comenzó a invadir el camino, era un aroma desconocido,
fresco y embriagador que despertaba el apetito, sobre todo el
de Piper quién hizo una seña al Bibliotecario para que le
dibujara algo comestible, pero una severa mirada por toda
respuesta disuadió a la niña para volver a insistir. El
Guardián se paró:
_ ¡Es la Trufa!, creo que la hemos encontrado. ¡Al fin!
estamos salvados…pero, no, no es posible, este no puede ser el
lugar donde la tiene escondida Galahead, sería demasiado
fácil.
- ¿De qué trufa hablas?- preguntó Ana intrigada.
-¿Se puede comer? ¿Es de chocolate?_los jugos gástricos
de Piper iniciaron un baile frenético.
- ¡Claro que no! Es nuestra Trufa de la Vida, la Trufa
Mágica. La única razón por la que estáis aquí, niñas- el
Guardián del Bosque y el Bibliotecario Real se miraron al
decir estas palabras.
- Como ya le dije a Piper- comenzó el Bibliotecario-
vosotras estáis aquí para encontrar nuestro tesoro robado
hace tiempo por Galahead. Nuestro plazo se acaba, por eso
hemos ido a buscaros. Ahora, con vuestra ayuda no será
difícil recuperar la Trufa y llevársela a nuestra Reina para
poder despertarla. Espero que lo consigáis.
- ¿Una Trufa? Pero, ¿qué pintamos nosotras en todo
esto?- preguntó Ana.
- Es verdad, perdonadme, tenéis derecho a saberlo todo
ya ahora ha llegado el momento- el Bibliotecario se sentó en
una pequeña roca, los demás hicieron lo mismo para
escucharlo- Todo empezó hace muchísimo tiempo. El nuestro
era un bosque feliz; todos juntos vivíamos en paz, como ya
sabéis. Pero, un día, Galahead el Montañés bajó de su pueblo
para pedirle a nuestra Reina que le permitiera, a él y a sus
vecinos de las montañas, una pequeña porción de la Trufa de
la Vida, nuestro gran tesoro, el que nos proporcionaba buen
tiempo para las cosechas, comida cuando había escasez y
medicina para nuestras enfermedades. Galahead oyó hablar
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de las propiedades mágicas de nuestra Trufa por un pequeño
duende que ayudó con jugo de trufa a curar a un montañés
que se había bajado al bosque y se había dañado una pierna.
La Reina no se negó a atender su petición, pero conocía al
rudo rey de los Montañeses demasiado bien como para fiarse
de él. “Galahead- le dijo con severidad- tú sabes que yo no te
negaría una porción de la Trufa ante una gran necesidad
de tu pueblo; tus antepasados ya gozaron de sus beneficios
cuando tuvieron problemas, sin embargo, las cosas han
cambiado; tú eres pendenciero y te gusta la guerra,
últimamente no vives en paz con los habitantes del bosque.
Los efectos de la Trufa pueden ser nocivos, terribles si se usan
para las malas artes, nos destruirías si usáis sus poderes para
el mal, su posesión te daría un poder sin límites. Dado que no
sé de ninguna necesidad grande de tu pueblo, no puedo
darte lo que me pides. Vete en paz”.
Galahead, lleno de ira, hizo una reverencia a nuestra
Reina y se marchó. Por el camino de vuelta a su reino iba
fraguando un plan terrible. Nada más llegar, convocó a las
poderosas fuerzas de la Montaña, reunió un ejército y atacó a
nuestra Reina. Nuestro pueblo se resistió, pero Galahead
contaba con los truenos y las avalanchas de la Montaña. Una
de ellas derrotó a nuestros defensores y un fortísimo trueno
dejó hechizada a nuestra Reina. Sólo Oppi, el mago bueno del
Bosque, consiguió adelantarse a las intenciones de Galahead
e impidió que la Reina muriese. Desde entonces, nadie sabe
dónde está nuestra Trufa. Ha pasado mucho tiempo, nuestro
pueblo languidece y ha llegado el momento de recuperar
nuestro Tesoro
- Sigo sin entender qué pintamos nosotras en todo este
lío- Piper empezaba a tener hambre.
- Bien. Ahora ya podemos explicároslo- le tocó el turno
de hablar al Guardián del Bosque- Cuando nuestra Reina
fue hechizada por el trueno, Galahead destruyó su palacio, se
llevó todas sus tesoros y, para impresionar a los habitantes del
Bosque, hizo que se levantase un viento muy fuerte que
arrancó de cuajo el Gran Limonero del palacio real.
- ¿Y qué importancia tiene un limonero?- preguntó
Piper- los limones no se comen.
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- Pero éste era especial. Proporcionaba a las Reinas del
Bosque el jugo de la sabiduría. Cuando tenemos que elegir
Reina, reunimos a nuestras jóvenes alrededor del gran
Limonero; ellas danzan, cogidas de la mano, hasta que un
puñado de flores blancas caen sobre la cabeza de una de
ellas. Entonces, le damos a beber el jugo de un limón. Si ella
no lo rechaza (pues es muy amargo), el Limonero hace
descender un cetro hecho con sus ramas y una corona de
flores de oro que se posan en la cabeza de la muchacha y así,
de ese modo, queda coronada Reina del Bosque. Sabemos que
hemos hecho la mejor elección: nuestra Reina será justa,
magnánima y siempre estará al servicio de nuestro pueblo.
Cuando la Reina se hace mayor o desea casarse, la elección
vuelve a repetirse, pero ahora, sin limonero y sin Trufa, ya
nada podemos hacer. Galahead conocía nuestras costumbres,
por eso, al retirarse a sus Montaña, dejó oír su terrible
carcajada durante días: “Estáis perdidos- decía su risa-
nadie puede salvaros.”
- Es una historia muy triste- dijo Ana mirando a Mäel-
El caso es que en mi casa hay un hermoso limonero…
- Ahí queríamos llegar. Si tenéis paciencia pronto
entenderéis vuestro papel en esta historia- prosiguió el
Bibliotecario – El terrible ataque de Galahead hizo
desaparecer a nuestro limonero ante la vista de todos. Un
fortísimo soplo del viento Sisgás, servidor de Galahead,
levantó al limonero por los aires y se lo llevó al mundo del
otro lado. Como ya sabéis, nosotros no podemos pasar al otro
lado del bosque, éste es nuestro territorio y, si tratamos de
salir de él, la niebla Blurr nos hace desaparecer para siempre.
Lo que Galahead no sabía es que, con el limonero también se
llevó al pájaro Flugg, una de las Mascotas mágicas de la
Reina; él es el único que puede traspasar el otro mundo para
traer noticias de peligros y posibles ataques. Flugg tenía una
misión: necesitaba hacerse visible a las personas que podrían
salvarnos, sin embargo, eso no era tan fácil…
- ¡Pues sí que es complicado ese trasvase entre los dos
mundos! – dijo Piper.
- Es cierto, pero piensa que casi nunca se mezclan los
mundos mágicos y el mundo real; sólo aquellos que creen en
la existencia de duendes, hadas y seres maravillosos pueden
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tener acceso a nuestro mundo- explicó el Guardián del
Bosque.
- Al cabo de mucho tiempo-prosiguió el bibliotecario-
Flugg supo que erais vosotros las elegidas para salvarnos.
Piper y tú habéis conseguido cruzar la barrera del Bosque,
ésa era la prueba definitiva.
- Ahora entiendo por qué nuestra casa desapareció entre
la niebla- señaló Ana.
-Y que, cuando quisimos retroceder, casi nos caemos al
vacío- recordó Piper. Las niñas comenzaron a entender el
significado de su participación en aquella aventura.
-¡Atención!- el Bibliotecario se llevó un dedo a los labios
en señal de silencio- creo que he oído algo…No podemos
perder más tiempo, sigamos nuestro camino y mantengamos
los ojos muy abiertos.
-Pero, todavía no nos has explicado todo…-protestó Ana.
- Todo a su tiempo- indicó el Guardián- Ahora debemos
proseguir. El tiempo se acaba.
-¿Cuánto tiempo queda? Debemos volver pronto a
nuestra casa, de lo contrario nuestra familia estará
intranquila. Ana miró hacia todos los lados pero, de esta vez,
el reloj no hizo su aparición entre aquellas paredes que
parecían de esmeralda líquida.
- No debéis preocuparos por vuestra familia. Todo se
arreglará de una forma u otra- dijo el Guardián con un aire
de misterio.- Ahora, prosigamos- La comitiva siguió su
camino iluminado pro el resplandor verde y las luces doradas
de Mäel y Maëlick.
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IX
EL TESORO DEL BOSQUE
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IX
EL TESORO DEL BOSQUE
A medida que avanzaban, el camino se hacía más y
más angosto. Tenían que caminar en fila, uno delante y otro
detrás y, a duras penas podían avanzar sin tocar las verdes
paredes. Al fin, la luz del fondo se hizo más intensa y la
comitiva llegó a una especie de sala redonda en la que la luz
era de un verde cegador y las paredes eran tan brillantes
como piedras recién pulidas. Un delicioso aroma a hierba y
madera húmeda les embriagó a todos. En el centro de la
sala, un pedestal sostenía algo que estaba cubierto con un
paño de terciopelo negro.
-¡la trufa- gritó Mäel- ¡la hemos encontrado!
-¡Alto!- la voz del Guardián del Bosque detuvo a Mäel
en su vuelo precipitado- ¡alto!, nadie debe acercarse.
Mantened silencio- En un instante, todos permanecieron en
silencio y expectantes. Nadie sabía qué hacer y todos
dirigieron sus miradas hacia el Bibliotecario Real en busca
de una respuesta. Éste sacó el Gran Libro de su bolsa.
- ¿Es ahí donde está la respuesta?- preguntó Piper en voz
baja. “Me muero de hambre, pero no creo que sea oportuno
pedir un poco de chocolate”- pensó.
El Bibliotecario hojeaba el libro con seriedad.- No estoy
seguro de poder encontrar una respuesta concreta, el Gran
Libro no es siempre claro cuando se le consulta y no me atrevo
a descubrir ese paño sin provocar males peores.
- Tendremos que arriesgarnos si no encuentras pronto
una respuesta. Yo lo haré, para eso soy el Guardián del Bosque
y debo correr todos los riesgos- dicho esto, el Guardián
avanzó hacia el pedestal; adelantó la mano y, en ese
momento, el manto negro se abalanzó sobre él y lo derribó. El
Guardián quedó tendido, fulminado y el manto se elevó
cubriendo la sala de una total oscuridad. Todos se
precipitaron a socorrer al Guardián alumbrados levemente
por las luces de los duendes, pero éste no reaccionaba.
-¡Mirad!- gritó Maëlick- sus piernas están
ennegreciéndose… y sus brazos… ¡cuidado!
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La advertencia llegó justo a tiempo de que todos se separaran
del Guardián pues se había convertido en un árbol negro que
se irguió rápidamente. Sus brazos eran ahora retorcidas
ramas, sin hojas y sin frutos, como un árbol seco y petrificado.
-¡Apartaos de él!- gritó el Bibliotecario- os atrapará
entre sus ramas si le tocáis. Ha sido hechizado por el poder de
Galahead y nos matará a todos si intentamos acercarnos.
Ana miró hacia el pedestal- No hay nada ahí- dijo con
pena- ¿por qué nos atracó, entonces?
- Era una trampa. Es posible que ahí haya estado la
Trufa durante un tiempo- explicó el Bibliotecario_ y él sabía
que íbamos a intentar rescatarla. Estamos ante un gran
peligro, hemos de salir de aquí inmediatamente y encontrar
a Oppi, de lo contrario, las huestes de Galahead nos
capturarán enseguida. Consultaré los mapas del Libro. Son
mágicos y puede que nos digan dónde encontrar a Oppi.
- ¿No es peligroso?- quiso saber Piper- Galahead podría
arrebatarte el Libro.
- Sólo yo, el Bibliotecario Real, puedo leer el Gran Libro.
Si Galahead intentara robarlo, el libro no sería más que un
montón de páginas en blanco para él…Piper, aquí tienes un
poco de chocolate.
-¡Has leído mi mente!- dijo Piper, asombrada.
-No, lo que pasa es que he oído tus tripas. Bueno,
comeremos todos un poco de fruta; de ahora en adelante no
podremos pensar en parar para comer. Veamos que dice el
libro. Piper atacó con avidez su chocolate y los demás
comieron su fruta en silencio, entristecidos por la pérdida del
Guardián del Bosque.
Al cabo de un rato, el Bibliotecario anunció que
tendrían que encontrar al Cartero del Bosque quién les diría
dónde localizar a Oppi.
-No puedo deciros en voz alta donde está el Cartero, es
mejor que nadie nos oiga. Tendréis que estar muy atentos y
seguirme. No os perdáis, no hagáis demasiado ruido y no
preguntéis nada.
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- Nosotros podríamos adelantarnos y así averiguar si
hay peligro delante de la comitiva- Mäel y Maëlick, cogidos
de la mano, se ofrecieron a hacer de guías a la comitiva.
- Antes de irnos, debemos despedirnos con respeto de
nuestro querido amigo, el Guardián del Bosque. Se ha
sacrificado por todos nosotros y nunca le olvidaremos- dijo el
Bibliotecario. Si todavía tiene vida, sabed que su sacrificio no
ha sido en vano, pues la vida de todos nosotros depende de la
Trufa y de nuestra Reina. La Trufa nos da todo; si no
logramos encontrarla en el plazo indicado, todo
desaparecerá, nuestro mundo será como si nunca hubiese
existido y en el mundo del otro lado los niños perderán los
cuentos; la memoria se borrará y los gnomos y las hadas no
habrán existido jamás. Desde donde esté, El Guardián se
alegrará de haber dado su vida por una causa tan justa, al
fin y al cabo ése era su trabajo, guardar el bosque. El mío es
no perder nunca la Gran Biblioteca pues ahí está nuestra
historia, los cuentos que todos leéis, la magia y los
encantamientos, la medicina de los pueblos mágicos…Bueno,
creo que ya comprendéis lo importante que es nuestra Trufa.
Despedíos, debemos partir.
Todos dedicaron una última mirada al Guardián que
ahora no era más que un tenebroso árbol ennegrecido .Mäel y
Maëlick se elevaron hasta la altura de sus cabezas y todos
iniciaron la marcha en busca del Cartero del Bosque.
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X
EL BOSQUE DE PIEDRA
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X
EL BOSQUE DE PIEDRA
El grupo marchaba silencioso y triste hacia la salida de
la cueva, Caminaron por un campo de líquenes con pequeñas
lagunas alrededor. Permanecían atentos a cualquier ruido
extraño; aquel lugar parecía encantado, era tan silencioso
que el ruido de un insecto provocaba un eco aterrador. Mäel y
Maëlick revoloteaban abriendo camino, atentos a todo
cuanto sucedía. Después de una larga marcha, la vegetación
se fue espesando ante ellos hasta encontrarse en un bosque
espeso y oscuro. Todo olía a moho y a hojas podridas. Ana y
Piper, sobrecogidas, se agarraron fuertemente de la mano.
Un rumor sordo fue extendiéndose por el aire. Al
principio, ere un ruido imperceptible, pero, de pronto, los
duendes apagaron sus lucecitas y se quedaron suspendidos en
el aire. El Bibliotecario les hizo un rápido gesto y todos se
ocultaron entre la maleza. Pasó un largo rato en el que
nadie se movió; el tiempo se hizo eterno mientras el ruido se
acercaba cada vez más. Ahora podían distinguir el sonido de
unos pasos acompasados. Ana y Piper no supieron identificar
aquel rumor ensordecedor. Desde su escondite, miraron al
Bibliotecario con angustia y éste les hizo una señal para que
permanecieran en silencio.
Poco después, desde su escondite pudieron divisar unas
patas parecidas a las de los elefantes, pero mucho más finas y
ágiles que cabalgaban a toda velocidad. Cuando pasaron
ante ellos, Ana miró hacia arriba y vio unos extraños
animales, parte pájaro, parte caballo, parte elefantes,
montados por unos jinetes extremadamente delgados.
Afortunadamente para todos, los jinetes pasaron de largo, sin
embargo, cuando creían que el peligro ya había pasado, uno
de los extraños caballeros volvió sobre sus pasos y entonces
Ana pudo ver que tenía cara de pájaro. Movía su cabeza de
un lado a otro, como un águila, y, durante un segundo,
todos creyeron estar perdidos. El jinete los vio y ya estaba a
punto de lanzarse ante ellos cuando el Bibliotecario asestó
un fuerte golpe a las patas delgadísimas de su montura. El
jinete vaciló y, antes de que pudiera lanzar un solo graznido,
el Bibliotecario le cruzó el pecho con la enorme vara que le
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servía de bastón. El peligro había pasado. El Bibliotecario
recogió su vara y emprendió el camino con más rapidez que
nunca.
-¿Quiénes eran?- preguntó Piper, asustadísima.
- Son los Gwaffs- dijeron a la vez Mäel y Maëlick- son
guerreros de Galahead, más fieros y más rápidos que las
babosas. Ahora que hemos matado a uno de ellos, vendrán
por nosotros.
-Pero, es imposible vencerlos- dijo Ana- no podremos con
ellos.
-Nosotros no- dijo el Bibliotecario- pero, si logramos
llegar hasta el Bosque de Piedra antes de que nos alcancen,
no nos pasará nada; serán acorralados y los Guerreros de
Piedra acabarán con ellos. Será peligroso, pero debemos
arriesgarnos.
-¿Qué quieres decir con eso?- preguntó Ana, temiéndose
lo peor.
- Pues que, cuando estemos llegando al Bosque de
Piedra, tendremos que hacer todo lo posible por llamar su
atención y tenderles una trampa para acabar con ellos.
- Creo que me voy a marear- dijo Piper, agarrándose el
estómago con las dos manos.
- Cuando estemos cerca de la entrada del Bosque-
continuó el Bibliotecario- Mäel y Maëlick encenderán sus
luces y llamarán la atención de los Gwaffs, entonces yo os
haré una señal y vosotras correréis con todas vuestras fuerzas
hacia la entrada del Bosque. Una vez dentro, os ocultaréis
detrás de los árboles de Piedra. Ahora debemos dirigirnos
hacia allí.
- Si salimos de ésta espero que nos darás un festín,
Bibliotecario- dijo Piper.
El camino que se dirigía al Bosque se fue clarificando; el
olor a moho y a hojas descompuestas fue desapareciendo para
ser sustituido por un aroma fresco de helechos y hiedra. Se oía
correr el agua como una música lejana y cristalina. El
paisaje pasó de la oscuridad de la espesura a estar iluminado
por diferentes gamas de verdes y fríos rayos de sol que se
colaban entre los altos árboles. Una sensación de bienestar
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invadió a la comitiva; entonces un rumor conocido les hizo
saber que los Gwaffs se acercaban. Lanzaban terribles
graznidos que podían paralizar a aquellos que los oían. Las
niñas temblaron de miedo, pero siguieron avanzando hasta
llegar a una enorme puerta de piedra compuesta de
columnas labradas con hojas de hiedra y hermosas bayas y
un dintel que formaba un arco adornado con hojas de parra
y acanto. Los Gwaffs estaban tan cerca que podían percibir su
aliento; las niñas se quedaron paralizadas, los primeros
pájaros ya estaban a la vista. Entonces, a una señal del
Bibliotecario, Mäel y Maëlick comenzaron a revolotear con
sus luces encendidas. Los destellos distrajeron unos instantes
a los Gwaffs mientras el grupo corría hacia la puerta del
bosque de Piedra.
Los Gwaffs reaccionaron inmediatamente y se lanzaron
en trote a cazar a todo el grupo Sus jinetes gritaban con
graznidos ensordecedores, parecían miles de cuervos
dispuestos a lanzarse sobre un granero. Ana y Piper,
alentadas por el Bibliotecario, se pararon en el dintel de la
Puerta de Piedra durante unos segundos, tiempo suficiente
para que los temibles pájaros se percataran de su presencia;
lanzando graznidos de triunfo, trotaron a la caza de las
niñas. Ana y Piper corrían con toda la velocidad que les
proporcionaba el miedo, el Bibliotecario cerraba la comitiva
a un lado del bosque y los duendes revoloteaban debajo del
umbral de la puerta de piedra dispuestos a entorpecer la
carrera de los Gwaffs con los destellos de sus luces.
Al cruzar el umbral de la Puerta, las niñas corrieron a
refugiarse detrás de los primeros árboles, pero, antes de
llegar, Piper dio un traspiés y cayó sobre un manto de hierba
húmeda. Con un grito de triunfo, un Gwaff la agarró por un
pie y la elevó en el aire mientras su montura disminuía la
velocidad. Ana y el Bibliotecario miraban aterrados desde
sus escondites la suerte que iba a correr la niña. El Gwaff iba
a despedazarla con su mano en forma de potente garra
mientras graznaba cada vez más fuertemente, excitado por
su captura. Su montura se detuvo junto a un árbol. Ana hizo
el intento de salir de su escondite para ayudar a su querida
Piper, pero se detuvo en seco porque, cuando el Gwaff estaba a
punto de acabar con la niña, el árbol junto al que se había
detenido el malvado pájaro se convirtió en un enrome
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Guerrero de piedra que descargó su imponente espada contra
en Gwaff. Piper salió despedida y aterrizó en un lecho de setas
enormes debajo del árbol donde había refugiado Ana. Ésta la
arrastró hacia sí y desde allí, las niñas contemplaron como
los árboles se transformaban en temibles guerreros de piedra
y luchaban encarnizadamente y sin piedad con los Gwaffs. La
batalla fue terrible; los pájaros se defendían y atacaban a los
hombres-piedra con sus picos y sus garras terribles, pero sólo
conseguían rascar y soltar un poco de polvo de los imponentes
guerreros del bosque de piedra quienes repartían y
destrozaban a los pájaros de Galahead con las pesadas
espadas que silbaban con cada golpe. La batalla terminó con
los cuerpos despedazados de los Gwaffs, sólo un pequeño grupo
logró huir por la Puerta de Piedra. El bosque quedó en
silencio y los guerreros, mudos, volvieron a su pose hierática y
recobraron su forma de erguidos y magníficos árboles.
Esparcidos por toda la hierba, los despojos de los Gwaffs
fueron barridos por una potente ráfaga de aire que formó un
remolino y se elevó por los aires desapareciendo de la vista de
todos en un santiamén. El bosque recuperó su tranquilidad y
su frescura. Lentamente, nuestros amigos salieron de sus
escondites y se reunieron en un claro, rodeadas de los árboles
protectores. A los lejos, una luz que se abrió paso entre la
espesura iluminó lo que parecía un camino por el que se
internaron. La luz se detuvo sobre un hermosísimo catafalco
de cristal en el que yacía una bellísima dama durmiente. A
su alrededor, hadas y duendes parecían acompañar a
aquella señora. Un círculo de guerreros de piedra rodeaba el
espacio, pero no se movieron ante la llegada del grupo.
- Es la Reina del Bosque- dijo el Bibliotecario con
reverencia- está dormida, ya lo sabéis, y no despertará has
que recuperemos la Trufa.
Ana y Piper estaban extasiadas ante la gran belleza de
la Señora. Las hadas y los gnomos entonaron un cántico en
honor ala Reina en un idioma antiguo que nadie entendía,
pero que les hizo derramar lágrimas por el sentimiento que
transmitía. Un aroma a flores inundó el aire de una
fragancia exquisita.
Dos de las hadas que guardaban a la Reina se
adelantaron y hablaron a la vez:
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- Gracias por venir. Llegamos a creer que ya nadie
vendría a ayudarnos pues, hoy en día, ya nadie cree que
mundos como el nuestro exista. Habéis llegado hasta aquí ya
hora hay esperanza. Una carroza tirada por libélulas os
llevaran hasta la casa del Cartero Real, él os dirá donde
podréis encontrar a Oppi. No debemos perder más tiempo.
Al decir estas palabras, el reloj se hizo visible en lo alto
de uno de los árboles de piedra. Todos comprendieron que
debían partir sin dilación pues las agujas se habían detenido
en: “se está terminando el tiempo.”
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XI
LA MORADA DEL CARTERO
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XI
LA MORADA DEL CARTERO
Un ligerísimo carro tirado por infinidad de libélulas se
elevó llevando al grupo a bordo. Mäel y Maëlick se
encaramaron sobre la cabeza de uno de los animales que
iban al frente del tiro. Ana y Piper vieron desaparecer de su
vista el Bosque de Piedra y el lugar en el que dormía la Reina
del Bosque. Una tupida mata de árboles ocultaba el lugar de
la vista de cualquier peligro que se acercara por el aire. Piper
volvió a sentir un agujero en el estómago, pero esta vez el
Bibliotecario Real la recompensó con un bollo esponjoso
mientras les leía un cuento en el que unos niños descubrían
una casita de chocolate. Ana escuchaba embelesada la
lectura aunque el cuento no era nuevo para ella.
Llevaban un tiempo viajando cuando las libélulas
iniciaron un rápido descenso sobre lo que parecía ser una
montaña cubierta de espesura. Iban a tal velocidad que
todos temieron que el carro se estrellaría sin remedio. Pero,
justo en el momento en el que el suelo estaba ya demasiado
cerca, la espesa mata de arbustos se despejó y dejó al
descubierto un hermoso valle en el que se levantaba una casa
de piedra, con una humeante chimenea, una veleta y, en el
suelo, delante de la puerta principal, un extraño animal,
mitad perro, mitad gato, correteaba por los alrededores.
A mediada que descendían, pudieron distinguir una
multitud de caminitos que se dirigían a todas partes. Cada
uno de ellos tenía un letrero que indicaba el lugar de
destino; se podía leer “El bibliotecario Real”, “El Tronco de las
Preguntas”; “El Bosque de Piedra”. Cuando estaban cerca del
suelo, el pequeño y simpático animal les recibió con alegres
ladridos y maullidos. Ana Y Piper se bajaron las primeras y el
animalito corrió a recibirlas y a jugar con ellas. Lo que más
llamaba la atención de aquel perro-gato era su brillante pelo
de un color rosa intenso. Aunque era pequeño de tamaño
daba grandes saltos por encima de las cabezas de las dos
niñas y hasta llegaba a sobrepasar la altura del Bibliotecario
Real.
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-¡Hola, Sakku!- saludo el Bibliotecario al pequeño amigo
al tiempo que recibía las caricias de su lengua plateada y
brillante.
-Es Sakku,- el Bibliotecario hizo las presentaciones- el
perro del Cartero. Es el Guardián de su casa y de todo el
territorio.
-¿Esta menudencia es un guardián?- Piper no parecía
creer en la eficacia de Sakku.
- Espero que no tengas que ver a esta… ¿cómo le has
llamado? “menudencia” en acción. Es capaz de multiplicar
mil veces su tamaño y convertirse en una fiera terrible. Por no
hablar de lo que puede hacer con esa lengua metálica. Yo, de
mí a ti no lo provocaría, por si acaso. Hola, bienvenidos a
todos- era el Cartero Real quién acababa de salir a recibirlos.
Piper acarició con aprensión a aquel, en apariencia,
inofensivo animalito que aprovechó su descuido para
arrebatarle de sus manos un pedazo del bollo de chocolate.
Eso Piper no podía consentirlo y le arrebató con fuerza el
bollo de su boca. Sakku se revolvió y aumento de tamaño, su
piel se oscureció y su lengua silabeó como un cuchillo. Piper
no se hizo de rogar y le ofreció de nuevo el bollo; entonces,
Sakku recuperó su tamaño, aceptó el bollo y lamió
mansamente la mano de la niña. Todos se echaron a reír
mientras Piper miraba con cara de envidia como el animal
daba buena cuenta de su bollo de chocolate.
La casa del Cartero Real era grande y acogedora. En la
chimenea humeaba un gran caldero que impregnaba el
ambiente de un olor apetitoso. En el centro, una gran mesa
estaba dispuesta con cubiertos para cada comensal. Una
mujer pequeña, gordita y afable sonreía mientras se afanaba
en colocar la comida sobre la mesa. A Piper aquella visión la
reconfortó; le parecía que hacía años que no se sentaba
tranquilamente a una mesa para disfrutar de un buen
almuerzo. Miró con deleite todas las fuentes de la esposa del
Cartero. Un suculento plato de carne ocupaba el centro y, a
su alrededor, fueron apareciendo fuentes de patatas fritas,
arroz y verduras que servirían de guarnición. A un lado, en
otra fuente un gran pescado relleno adornado con gambas y
pedacitos de jamón competía con la carne en belleza y
opulencia. Dispuestos encima del aparador al otro lado de la
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mesa había grandes platos con pasteles recubiertos de
chocolate y crema blanca, otros con costras de frutas secas,
piñones y nueces. Pequeñas cestita de bombones, caramelos y
pastas formaban aquel ejército de dulces dispuestos a rendirse
al apetito de los comensales.
- Querida Güeldra, - dijo el Bibliotecario dirigiéndose a
la esposa del Cartero- estás cada día más joven y hermosa y
tan amable como siempre. Pero, me temo que no podremos
hacerte los honores por ahora, el Reloj nos ha metido prisa,
debemos encontrar a Oppi, dejaremos este banquete para
mejor ocasión.
A Piper el estómago se le encogió y notó un espasmo de
dolor; no podía ser, nunca se había sentado a una mesa tan
magnífica y el Bibliotecario estaba diciendo que no podían
disfrutarla. Una súbita rabia inundó su corazón, ¡todo por la
maldita Trufa! ¿A ella qué le importaba?, aquel no era su
mundo. Entonces recordó lo que le habían dicho las hadas:
“hoy en día ya casi nadie cree que existan mundos como
éste”. Comprendió que ese mundo existía gracias a que ella y
Ana y algunos otros niños y niñas eran capaces de creer que
el mundo de los cuentos eran tan real como aquel en el que
vivían, y ahora estaba comprobándolo, merecía la pena
intentar la dichosa Trufa, de lo contrario, las hadas, los
gnomos, los bosques encantados y las ilusiones de todos los
niños desaparecerían para siempre.
-…y, gracias a la ayuda de nuestras amigas podremos
recuperar nuestro gran tesoro y volver a nuestra vida de
antes, pronto tendremos tiempo para celebrarlo, estoy seguro,
querida Güeldra.- terminó el Bibliotecario Real.
La esposa del Cartero sonrió, se dirigió al gran caldero
que estaba en la chimenea y levantó la tapadera con una
orden de su mano, entonces, sin que a Piper le diera tiempo a
probar ni un pedazo de pastel, los alimentos volvieron a él
ordenadamente y la tapa se cerró.
- Aquí quedará el banquete para celebrar vuestra vuelta,
no os preocupéis, pronto tendremos ocasión de disfrutar de un
tiempo mejor- Güeldra se dirigió a las niñas- En cuanto a
vosotras, gracias por ayudarnos, todos os estaremos
eternamente agradecidos y siempre seréis bienvenidas a mi
casa.
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Ana miró a Piper que se había acercado al caldero y lo
miraba con pena. Después, todos se dirigieron al frente de la
casa. El Cartero se dirigió entonces a un lado de la casa
donde había una pequeña colina,; allí, sacó un silbato de su
bolsillo y lo tocó varias veces, nadie pudo oír nada. Al cabo
de un rato, en lo alto, el reloj se materializó ante sus ojos.
“Ahora”, marcaron las agujas y Oppi se anunció con su
estruendo de cacharros.
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XII
LA BURBUJA
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XII
LA BURBUJA
Oppi parecía preocupado. Saludó a todos con mucha
seriedad y se entristeció al conocer la suerte del Guardián del
Bosque.- Espero que su sacrificio haya servido para algo.
Bueno, no nos entristezcamos, tenemos que ponernos a
trabajar. Galahead tiene la Trufa Mágica y pronto utilizará
sus poderes para destruirnos a todos y quedarse él con todo el
reino del bosque. Si eso sucede, si utiliza la Trufa, la Reina
morirá.
- Y ¿por qué ha esperado hasta ahora para que utilizar
la Trufa?- preguntó Ana.
- En el fondo, Galahead no sólo quiera a la Trufa, si no
también a la Reina. Hasta ahora no ha dejado de trabajar
en la magia para conseguir a la Trufa y a la Reina. Sabe que
tener ambas cosas es imposible, pero él pensaba que podía
utilizar la magia para despertar a la Reina y convencerla de
que se casara con él, así él sería indestructible. Para
conseguir sus propósitos me necesitaba a mí, bueno, a mi
magia, por eso es por lo que yo nunca estoy localizable, sólo el
Cartero sabe cuando y cómo encontrarme. Yo no traicionaría
nunca a mi Reina, eso es un hecho, ni tampoco puedo
permitir que me capture, la poca magia que conozco la tengo
que poner a disposición de la captura de la Trufa. El tiempo se
acaba, si Galahead corta un solo pedazo de nuestro tesoro,
la Reina morirá. Ha llegado vuestra hora, niñas, sólo
vosotras podréis combatir y vencer al Tirano. Debéis ser
cuidadosas, astutas y pacientes. Desgraciadamente, a partir
de ahora, nosotros no podremos ayudaros demasiado, sólo
Mäel y Maëlick podrán acompañaros.
- Pero, ¿por qué no podéis acompañarnos? Nosotras no
seremos capaces de hacer nada- Ana parecía desconcertada.
No creo que nosotras podamos vencer a Galahead…no
sabríamos como…
- Vosotras tenéis muchos más poderes de lo que pensáis.
Tú, Ana, eres la heredera de la Casa del Limonero. Allí viven y
han vivido siempre los pájaros Flugg, las mascotas de la
Reina y mensajeros del reino. Tu casa está en el lindero que
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separa el mundo real del reino de la fantasía. Hace
muchísimos años, un antepasado tuyo ayudó a una de
nuestras Reina; él también creía en este mundo y traspasó el
lindero del Bosque. Escondió a la Reina de entonces para
protegerla de un gran peligro que estuvo a punto de acabar
con nuestro reino. En el mundo real, los cuentos de hadas
casi habían desaparecido, se preferían historias sobre las
cosas que pasaban en vuestro mundo; los niños se olvidaron
de nosotros. Tu antepasado seguía siendo un gran creyente
en nuestro mundo y luchó, a instancias del pájaro Flugg para
devolverle el trono a la Reina. Pero, ninguno de los dos
contaba con que se enamorarían el uno del otro, así que,
cuando todo terminó y la Reina recuperó el trono del Bosque,
tu antepasado decidió irse con ella. El joven despareció y
nunca volvió a su casa. Durante mucho tiempo vivió con
aquella joven que ya no era Reina al casarse con él. Tuvieron
varios hijos; la mayor, una niña que sería la siguiente
Reina. Luego dos varones y finalmente un pequeño que era
exactamente igual a su padre. El niño era muy curioso y le
gustaba que su padre le contara historias. Un día, éste le
habló del mundo del otro lado pues sentía cierta nostalgia
por haber abandonado a su padre y a su madre. El joven
Breines- así se llamaba el niño- sintió una enorme
curiosidad por conocer el mundo de donde procedía su
padre. Pidió permiso a la Reina e insistió tanto que sus
padres y la soberana le dieron su consentimiento para cruzar
al otro lado. La reina, con inmenso dolor, llamó al pájaro
Flugg y le dio instrucciones para que condujera a Breines al
limonero. Una vez allí, el joven trepó por la escalera de rosas.
-¡Todavía está en nuestra casa!- dijo Ana.
-…y fue recibido por su abuela, una joven de trenzas
rubias y por su abuelo, el médico del pueblo. La abuela creyó
que aquel joven no era otro que su hijo. Le puso el desayuno en
la mesa y Breines perdió la memoria para siempre. Nunca
más se acordó del reino del Bosque y se quedó a vivir en el
mundo del otro lado. El tiempo no había pasado en el mundo
real, para los abuelos de Breines no había pasado más de
una noche.
- No comprendo como es esto posible. La abuela tenía que
ser muy mayor cuando Breines fue a su casa.
91
- Querida Ana, ya te dije que las cosas son diferentes en
cada mundo; entre otras, el tiempo. Ya ves como nuestro reloj
distribuye las horas de forma diferente a la vuestra. Para la
familia del los abuelos de Breines el tiempo no había pasado.
Nunca se dieron cuenta de la ausencia de su hijo, creyeron
que Breines era su hijo, no su nieto. Así vivieron el resto de su
vida. Si acaso, siempre pensaron que el joven era un poco
diferente a los demás; hacía cosas extrañas, a veces hablaba
en sueños de un padre que vivía con su esposa en el Bosque;
hablaba de un pájaro metálico que venía a visitarle y podía
encontrar trufas con solo poner un dedo en la tierra.
- Pero ¿qué tiene eso que ver conmigo? No pertenezco a la
familia de Ana ni tengo un limonero ni una escalera de
rosas. Eso sí, yo también creo en las hadas- dijo Piper
tratando de adivinar su papel en aquella historia.
- Eres amiga de Ana y eso de que no eres de su familia
no es del todo correcto- Ana y Piper se miraron extrañadas-
En realidad, la historia sigue, como era de esperar. Breines
tenía un amigo, Fizz; era su compañero inseparable, siempre
estaban juntos; sus casas no estaban muy lejos.
-¿Cómo la mía y la de Ana?- Piper sabía lo que Oppi le
iba a decir.
- Eso es, como la tuya y la de Ana. Pero, no tenemos
demasiado tiempo para explicaros con detenimiento todos los
detalles de la historia. Lo que quiero decirte, Piper, es que tú
eres la descendiente de Fizz, el amigo de Breines, así que, la
relación de ambas es mucho más cercana de lo que
imagináis. En fin, ahora quiero que prestéis atención. Como
ya os he dicho, nadie podrá acompañaros en vuestro intento
final de recuperar la Trufa, excepto los duendes. Nosotros
tenemos que mantenernos al margen hasta el momento en
que entréis en contacto con la Trufa, entonces, si estuvierais
en peligro podríamos acudir en vuestra ayuda y actuar.
- ¿Cómo llegaremos allí?-preguntó Ana.
-¿Y qué pasará si nos descubren?- Piper parecía
asustada.
El Bibliotecario Real miró a Oppi. Entonces, el mago sacó
una especie de ordenador portátil de debajo de su capa- Esto
92
es un Mazapal- dijo Oppi enseñándoles la pantalla- con él
podréis poneros y en contacto con nosotros.
-Siento que tenga que ser todo tan complicado- se
lamentó el Bibliotecario Real- Estoy seguro de que lo
conseguiréis, pensad en lo terrible que sería que nuestra
Reina muriera y con ella todo el Bosque.
-Y todos los cuentos, y las hadas, los gnomos,… eso nunca
lo consentiremos, ¿verdad Piper?
- De acuerdo, Ana. Lo único que espero es que no se le
acabe la batería a este cacharro. ¿Alguna contraseña?
- Este cacharro, como tú lo llamas, no tiene batería, es
mágico, lo cual tiene una gran ventaja, sólo vosotras podréis
usarlo, en manos enemigas resulta ser un trasto inútil que se
autodestruiría o se convertiría en un pájaro negro antes de
dar cualquier tipo de información- apuntó Oppi.
- ¡Menos mal! Es un consuelo saber que algo no puede ser
utilizado en tu contra.
- Ana, me gusta ese optimismo tuyo por tan poca cosa,
me da hambre…Lo primero que haré al llegar a casa es
darme un atracón de pasteles de arándanos.
- No sé como puedes pensar en comida- a Ana se le había
abierto un hueco en el estómago.
Mientras las niñas hablaban, Oppi metió la mano en el
bolsillo de su enorme capa y sacó un pequeño objeto. Parecía
una canica delicada y muy transparente- También llevaréis
la burbuja. No es una simple pelotita de cristal como puede
parecer a primera vista, no se romperá. Ahora veréis.
Oppi lanzó la pequeña pelotita al aire y ésta, antes de
rebotar en el suelo se convirtió en una enorme burbuja
transparente. Las niñas lanzaron un ¡Oh! de sorpresa.
- Es vuestra burbuja transportadora, ella os llevará a
donde vosotras le indiquéis. La podéis aumentar de tamaño,
disminuirla, darle forma y, lo que es más importante, podréis
camuflarla haciendo que se mimetice con el ambiente y
nadie note su presencia. Al igual que el Mazapal, sólo os
obedecerá a vosotras. Las órdenes se las daréis directamente
pero siempre tendréis que dirigiros a la burbuja por su
nombre: Aldebarán.
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El sol se ponía en el horizonte. Una luz dorad descendió
sobre el jardín de la casa del Cartero Real. La dama de noche
pareció despertar de un sueño diurno y exhaló su fragancia
fresca por todo el entorno, se levantó una brisa afilada como
pequeñas agujas de hielo que hizo volar como diminutas
golondrinas a las flores del diente de león. En lo alto, el reloj
se perfiló, dorado y silencioso, con las agujas concentradas en
una leyenda: “Ya es la hora”.
Ana, Piper y los duendes se dirigieron hacia la burbuja:
Aldebarán, ábrete- las dos dijeron a la vez. La burbuja las
envolvió se le elevó lentamente ante la vista de los que se
quedaban en tierra.
-Buena suerte- fue el deseo de todos. Sakku, el perro del
Cartero aumentó ocho veces de tamaño y tuvo tiempo de
alcanzarle a Piper una tartaleta de fresa.
94
XIII
LA GUARIDA DE GALAHEAD
95
XIII
LA GUARIDA DE GALAHEAD
Los bosques de avellanos, pinos y robles fueron
desapareciendo ante la vista de las niñas a medida que la
burbuja se dirigía hacia lugares desconocidos. Los frescos
helechos que adornaban el suelo como mullidas alfombras
fueron desapareciendo para dar lugar a unas tierras más
áridas y pobladas de grandes árboles de espinos y arbustos de
un color oscuro y tenebroso. Los troncos de los árboles se
retorcían y oscurecían el paisaje y las ramas parecían brazos
resecos y suplicantes que se lanzaban hacia el cielo como si
quisieran apresar todo lo que cruzaba por encima de ellos.
Una bandada de pájaros negros pasó cerca de la burbuja,
cantando con fuertes graznidos que asustaron a Ana y a
Piper. Luego, una laguna negra se hizo visible en lo que
parecía ser una profunda depresión del bosque. La burbuja se
detuvo en seco. Ana y Piper se miraron e interrogaron a Mäel
y a Maëlick con su mirada justo a tiempo de averiguar el
motivo de tan brusca parada: un ejército de babosas con los
enanos de Galahead en sus grupas avanzaban en fila india
rodeando la orilla. Mäel le dijo a Ana: ¡Rápido, ocúltanos!
Ana, con voz trémula pronunció la palabra mágica:
¡Aldebarán, ocúltanos! La burbuja pareció que no había
entendido la orden de Ana pues inició un descenso hacia el
otro lado de la laguna. Piper gritó: ¡Aldebarán, ocúltanos!,
pero la burbuja continuó su descenso. Todos se creían
perdidos; Piper y Ana no sabían qué hacer mientras Mäel y
Maëlick revoloteaban por toda la superficie del globo en
busca de una salida inexistente. Estaban ya a punto de ser
vistos por las babosas, si alguno de los enanos levantara la
cabeza, serían descubiertos inmediatamente. Las niñas se
abrazaron ante la tragedia inevitable; los duendes se
taparon los ojos. No podían creer que su viaje acabara tan
pronto ¿cómo podía haber fallado la magia de Oppi?
De la negra laguna parecía subir una espesa niebla. La
burbuja se internó en ella y adaptó su forma alargada, era
imposible que nadie pudiera distinguirla entre aquella
confusión, ni a ella ni a sus ocupantes. Piper, Ana y los
duendes respiraron aliviados. Estaban a salvo. Ellos sí que
96
podían ver y oler a las terribles babosas y a sus ocupantes, casi
podían tocarlos. Escuchaban sus jadeos y percibían aquel olor
apestoso que dejaban a su paso.
- Tengo la sensación de que hay alguien aquí- dijo con
una voz cavernosa el que parecía ser el jefe- Siento una
extraña presencia – alzó el puño en el que Ana pudo
distinguir lo que en su primer encuentro con las babosas no
llegó a ver: una espada muy brillante y muy afilada con una
empuñadura que estaba viva. Era como una serpiente que
lanzaba su lengua bífida hacia todos los lados.
- Yo no veo nada- advirtió otro enano desde su
montura, pero mi espada está agitada.
-¡Eres un idiota!- el jefe le dio un golpe con el revés de la
espada- no hables y mantente alerta. Galahead no nos
perdonará si estropeamos sus planes. Nadie puede acercarse a
la Trufa.
La burbuja estaba tan cerca de las babosas que Ana y
Piper tenían miedo de respirar para no ser advertidos. Las
serpientes que los enanos empuñaban sisearon con fuerza,
habían detectado el peligro. Los enanos miraron, olisquearon
y rastrearon por todas partes mientras Aldebarán seguía
suspendida y avanzaba sobre sus cabezas. De pronto, Piper
notó como la niebla comenzaba a disiparse- ¿Sabrá
Aldebarán lo que deba hacer o tendremos que darle otra
orden? Pero, si lo hacemos, los enanos pueden oírnos y sabrán
que estamos aquí- Piper miraba angustiosamente a Ana, ésta
le respondió con la misma expresión de duda.
Afortunadamente, el jefe de los enanos dio la orden de
internarse en el bosque: si las serpientes han detectado algo o
alguien seguro que se esconde en el bosque ¡vamos hacia allá!
Las serpientes darán buena cuenta de ellos, no dejarán a
nadie vivo ¡nos vamos a divertir! Las babosas se internaron
en el bosque dejando un reguero de baba maloliente.
La niebla iba disolviéndose rápidamente, pero a Ana y a
Piper les dio tiempo para ordenar a Aldebarán que se alejara
de aquel lugar. Los enanos ya habían desaparecido en el
bosque y Aldebarán se elevó luminosa y transparente y
prosiguió su vuelo más allá de la laguna. Entonces, a lo lejos,
detrás de un acantilado vieron la tenebrosa silueta de un
enorme castillo.
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Siete negras torres se erguían como amenazadoras
garras que parecían poder atrapar todo lo que se acercara
por el aire. Un foso de aguas negras y furiosas rodeaba el
castillo cuya puerta principal era como una enorme boca
abierta dispuesta a atenazar entre los dientes de hierro que
protegían la entrada a todo cuento infeliz se acercara a ella.
Las almenas estaban protegidas por pinchos puntiagudos y
electrizantes; en cada una de ellos, guerreros armados
defendían el castillo ante una invasión.
-¡La guarida de Galahead. Ahí está la Trufa Mágica!-
anunció Mäel.
- Sí, pero ¿has visto lo protegido que está? Será muy
difícil entrar ahí – se lamentó Ana.
- Y más difícil será encontrar la Trufa. Será mejor que
nos demos la vuelta, está claro que nosotras no podemos
hacer nada- dijo Piper.
Mäel habló: Sabemos que esta hazaña es muy difícil y
representa un gran peligro para vosotras, pero no desesperéis
y n olvidéis que estáis aquí porque sois las únicas que podéis
salvarnos.
- Además- continuó Maëlick- tengo que deciros que no
habrá vuelta atrás hasta que no terminemos nuestra misión.
Si nosotros morimos, no os podremos sacar del Bosque.
Confiad en vosotras, habéis sido elegidas y todo nuestro
pueblo está detrás para ayudaros. No podemos desanimarnos
ahora.
Ana miró seriamente a Piper. Las dos se dirigieron al
Mazapal y Ana pulsó el botón de encendido. “Bienvenidas al
Mazapal, soy un modelo único, un prototipo creado
especialmente para esta misión. Una vez que me hayáis
encendido por primera vez, ya no tenéis que pulsar ningún
botón. Podéis activarme con la voz e, incluso, con el
pensamiento si estáis en peligro extremo o no podéis hablar.
¿Qué puedo hacer por vosotras?
- Algo muy simple,- dijo Ana- dinos cómo podemos
entrar en el castillo de Galahead sin ser vistas.
- De acuerdo- escribió el Mazapal en su pantalla. Ahí va
la solución:
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MI VOZ QUE MADURA
MI BOCA MADURA
- Oh, no, otra vez no! – Ana dio una patada en el suelo
que hizo temblar a Aldebarán- Piper, nos han vuelto a poner
acertijos, te juro que cuando volvamos al colegio nunca más
volveré a jugar con las palabras. Veamos, “una voz que
madura…una boca madura ¿qué puede ser?
- No tengo ni idea, podemos estar aquí siglos antes de
encontrar la solución.
- No puede ser- dijo Mäel- tenéis que esforzaros, en
cualquier momento puede aparecer el reloj diciendo que todo
ha terminado.
- Me parece que ese reloj tiene demasiadas agujas, tengo
la sensación de que no controla bien - dijo Piper.
- A ver, Piper. A lo mejor si decimos las frases en voz alta
se nos aclararán el misterio.
- Bueno, probemos: “mi voz que madura, mi boca
madura”… ¿entiendes algo?
- Mi voz quemadura, mi boca madura…mi voz,
quemadura, mi boca, madura… ¡ya está, la chimenea!
- ¡Eso es, muy bien, Ana! Nadie te ha ganado nunca en
descifrar acertijos.
Las dos niñas miraron el Mazapal y a Mäel y Maëlick. El
ordenador tardó unos segundos hasta que dejó ver en su
pantalla las dos chimeneas que daban al ala sur del castillo.
Mäel y Maëlick volaron, llenos de gozo y las niñas chocaron
sus manos en señal de triunfo.
- Sí- reflexionó Piper, volviendo a la realidad- pero, ¿por
cuál de las dos chimeneas podremos entrar?
El Mazapal hizo un zoom para enfocar la segunda
chimenea. Al pié de ella se podía leer la palabra “enter”.
Ana colocó su dedo índice sobre la palabra y el Mazapal
escribió: “Las chimeneas sirven para entrar y para salir; pero
debéis elegir siempre aquella que esté apagada en ese
momento. La chimenea que no echa humo es la que os acabo
99
de mostrar. Sin embargo, debéis tener cuidado porque para
salir la chimenea debe estar encendida.
- Confía en que Aldebarán sea resistente al fuego-
comentó Ana.
- Debéis confiar en Oppi- dijo Maëlick- Aldebarán nunca
os fallará.
- Entonces, dirijamos a nuestra burbuja a la chimenea
Sur del castillo.
- Tenemos que observar cuantas formas debe adoptar
Aldebarán para camuflarse. Veamos, en principio será un
árbol. A las órdenes de Ana, Aldebarán fue transformándose
en una copa de un castaño que volaba a toda velocidad,
camuflada entre el tupido follaje de la montaña.
“Aldebarán, niebla negra”, y la burbuja se convirtió en una
negra niebla que emanaba del foso que circundaba el
castillo. “Ahora, piedra” y en una piedra se convirtió el veloz
vehículo. Esta última orden llegó en el preciso instante en el
que un guardián de las almenas del castillo vio venir una
espesa niebla negra que se acercaba a gran velocidad.
-¡Alerta!- gritó. Un retén de soldados se acercó
corriendo- ¿Qué has visto? ¿Quién nos ataca?
- Una gran masa de niebla negra se acercaba a toda
velocidad hacia aquí...no sé, ahora no puedo verla, pero estoy
seguro de que era algo extraño.
- ¿Niebla negra?- se mofaron los toros soldados- ¡y a
toda velocidad! Creo que has bebido demasiado esta noche,
amigo. Ja, ja, ja
- ¡Os digo que la he visto!, es más, ha pasado por encima
de mi cabeza y me ha tocado, estoy seguro de que hay algo. Es
mejor que demos la señal de alarma.
- ¡Mejor será que te calles, estúpido1 No podemos
molestar a nuestro señor con nieblas y cosas que no existen.
Nos cortará la cabeza si lo interrumpimos con esas tonterías.
Está muy ocupado con su gran tesoro.
- Bien, de acuerdo, pero yo os digo que hay algo extraño.
Debemos estar alerta; si pasara algo grave también nos
cortaría la cabeza por no haber actuado a tiempo.
100
-¡Bah! No le des más vueltas. Nadie puede entrar aquí,
las babosas ya habrían dado la alarma. Este castillo es
inexpugnable.
De toda esta conversación era testigo el grupo mientras
Aldebarán se deslizaba, silenciosa y lentamente por un
lateral del muro, totalmente camuflada entre la piedra.
- ¡Aldebarán, noche negra!- y la burbuja se confundió
con la negra noche y voló hasta la segunda chimenea. Desde
arriba se podía ver que la chimenea estaba apagada pues de
su boca sólo salía oscuridad. La burbuja se situó frente a la
enorme boca e inició un descenso vertiginoso hasta alcanzar
el hogar de una gran sala sobre el que se posó suavemente.
101
XIV
FREYA
102
XIV
FREYA
Los tripulantes de Aldebarán abandonaron la nave y
pisaron un hermoso suelo de baldosas blancas y negras.
Entonces, la burbuja redujo su tamaño hasta convertirse en
una pelota pequeña y compacta y Ana la introdujo en uno de
sus bolsillos. La sala estaba oscura y olía a mar. El grupo se
dirigió hasta la puerta de entrada, en el lado opuesto de
donde habían caído. La sala estaba en penumbra y un el
miedo atenazaba las gargantas de las niñas y sus amigos.
Un rayo de luz plateado salió de algún lugar del techo de
aquella sala e iluminó la figura de una vieja dama que
vestía un extraño atuendo cubierto de algas y conchas
marinas, su piel estaba cubierta de finísimas escamas que
daban a su cara un aspecto nacarado Parecía estar
sumergida en el agua, pues sus vestiduras y su cabello se
movían acompasadas por unas olas invisibles, aunque no
había ni una gota de agua en toda la sala. Todo el mundo
quedó paralizado, no sabían qué hacer; habían sido
descubiertos dentro del castillo.
La mujer comenzó a hablar en una lengua muy extraña
que sonaba como si miles de burbujas pujaran por salir de su
boca. Ana y Piper no comprendían nada y se quedaron muy
asombradas cuando Mäel y Maëlick entablaron una
conversación con la dama en la misma lengua burbujeante.
Las niñas se tranquilizaron.
- Es Freya- dijo Mäel, admirado- es la Maga de todas las
aguas que estén en los territorios de Galahead. Los habitantes
de las dos cascadas y lagunas han sido encantados por
Galahead, pues ha secuestrado a Freya. Galahead le teme a la
humedad, ha capturado a la Maga y la ha confinado a estar
en esta sala, en una cápsula de agua invisible. Se puede
mover, pero no puede salir de aquí. Nosotros la hemos
liberado de su confinamiento al pisar las baldosas negras
con los pies llenos de cenizas del hogar. Dice que puede
ayudarnos y que está muy agradecida pues lleva aquí
encerrada más de cien años. Conoce los canales por donde se
puede filtrar el agua del castillo y todos los pasadizos que
pueden ayudarnos a cumplir nuestra misión.
103
- Oh, bien. Pregúntale si sabe dónde tiene guardada la
Trufa ese tirano de Galahead- le indicó Piper a Maëlick.
La duendecilla se dirigió a Freya en aquella extraña
lengua. Freya puso cara de sorpresa, no sabía nada de
ninguna Trufa.
- Ella no sabe nada. Pero sospecha que algo extraño
sucedía pues había notado que la vigilancia se había
doblado en el castillo. A ella habían dejado de guardarla los
soldados y habían dirigido todos sus esfuerzos a vigilar las
torres. Lo que sí sabe es dónde está el gabinete de Galahead,
pero no será fácil llegar hasta allí, hay multitud de
vigilantes por todas partes. Ella está muy sorprendida que
hayamos podido llegar hasta aquí sin ser vistos.
- ¡Ah, bueno, dile que ya le contaremos toda la historia-
dijo Ana- El caso es que, con su ayuda, estamos seguras de que
lo conseguiremos. Ahora pídele que nos indique el camino
para llegar hasta el gabinete de Galahead. Lo demás, corre
de nuestra cuenta.
Precedidos por Freya, el grupo salió a los oscuros pasillos
del castillo. Bajaron a los sótanos por lugares estrechos y, al
parecer, poco utilizados, pus encontraron poca vigilancia que
no fue difícil de sortear. Por fin llegaron al tercer nivel en el
que la vigilancia y el movimiento de guardias era mucho
mayor que en los niveles superiores. Al llegar a un cruce con
otro pasillo, Freya retrocedió atemorizada: había guardias
con antorchas vigilando los pasillos y ella, que era una
criatura de agua, no podía exponerse a aquel fuego mágico
sin peligro a que las antorchas secaran su cápsula de agua.
- Irá detrás de nosotros- dijo Ana- Fijaos, más al fondo
hay más antorchas. Tendremos que recurrir al Mazapal si
queremos llegar hasta donde- estoy segura- está la guarida
privada de Galahead y, seguramente, la Trufa. Por cierto,
Mäel ¿has traído el silbato mágico?
- Naturalmente, pero el silbato sólo nos servirá para que
Oppi y nuestros amigos intenten llegar hasta la entrada si
estamos en peligro. En cualquier caso, la entrada al castillo
es imposible para ellos.
104
- O sea- dijo Piper con resignación- que aquí tenemos
que arreglárnoslas por nuestra cuenta. Bueno, menos es
nada.
- Usaremos a Aldebarán para cruzar este pasillo y llegar
a la puerta del fondo. Tendremos que ir un poco apretados,
aquí la burbuja no se puede convertir en algo muy grande. Y
en total silencio. Será mejor que Freya nos espere a salvo en
algún lugar. Bien, vamos allá ¡Aldebarán, mimetízate! La
burbuja se mimetizó con el pasillo. Todos se introdujeron en
ella, menos Freya que hizo ruido con su cápsula de agua
para atraer la atención de los soldados.
En tan reducido espacio y en absoluto silencio,
Aldebarán se movía con lentitud hacia la entrada del pasillo
custodiado por los feroces soldados de Galahead, quienes,
alertados por el ruido del agua de Freya, se dirigieron hacia
el lugar de su escondite.
- ¿Habéis oído ese ruido de agua? Espero que esa
asquerosa criatura que Galahead tiene confinada en el salón
de arriba no se haya escapado. Si la pillo, me desharé de ella.
Estoy harto de oler su frescura a todas horas.- gruño un
capitán de la guardia.
- No ha podido ser ella, señor, Galahead no le permite
salir del salón de la chimenea.
-¡Ja, ja- rió con fuerza el capitán- la ha dejado en el
salón de la chimenea apagada. Si estuviera encendida, el
fuego acabaría con ella.
- En cualquier caso, vamos a ver de dónde viene ese
ruido.
Varios hombres se acercaron a la entrada del pasillo y
tuvieron tiempo de ver a Freya en el momento en que se
escabullía por una rendija y dejaba su voz en un eco de
burbujas. “Soy la Reina de las Aguas y el agua no tiene
límites. A veces, es imposible detenerme. No temáis, no creo ser
ninguna amenaza para vosotros, me iré enseguida pero hay
veces que necesito salir y expandirme un poco.”
- Claro que no eres una amenaza, vieja bruja; de todas
las maneras, le diremos a Galahead que has salido de tu
encierro y, entonces, encenderá la chimenea… y tú
desaparecerás.
105
La voz de Freya se oyó nuevamente. “Si molestáis a
Galahead con estas tonterías, lo pagaréis caro. ¿Por qué creéis
que vuestro amo no se ha deshecho de mí en todo este tiempo?
Galahead me necesita. Cuando él reine en todo el Bosque,
necesitará toda mi agua para alimentar todos los territorios
que quiere conquistar. Hasta ahora, los ríos y las lagunas del
Bosque se han alimentado de las lluvias, pero llegará un día
en que no lloverá lo suficiente y, entonces Galahead me
liberará para crear más lagunas y para hacer un río que le
permita navegar por todos sus territorios sin tener que bajarse
de un barco y conquistar así nuevos mundos”.
- Creo que es mejor que volvamos a nuestros puestos- dijo
el capitán después de reflexionar un momento- ¡vamos, a
vuestros puestos!
Mientras esta conversación tenía lugar, Aldebarán pasó
silenciosamente por encima de las cabezas de los soldados y,
con gran dificultad por lo estrecho del arco que delimitaba
la entrada del pasillo, logró introducirse en el corredor. La
ligera brisa que levantó su paso hizo que uno de los soldados
se alertase. Freya fue consciente de ello e hizo un estruendoso
ruido de burbujas.
-¿Aún no te has ido, maldita bruja, no me hagas perder
la paciencia- gritó el capitán amenazadoramente. En ese
instante, Aldebarán se introdujo totalmente en el corredor y
ya no se volvió a oír nada más.
Aldebarán prosiguió su silencioso vuelo a través de
corredores iluminados guardados por soldados cada vez más
numerosos y con aspecto temible. Aquellos pasillos parecían no
tener fin. Después de mucho deambular, la burbuja llegó ante
un gran agujero rodeado de guardias que sujetaban leones
con fauces de fuego. La burbuja se detuvo.
¡Retrocede!- susurró Ana. Los leones, alertados,
comenzaron a rugir y a lanzar grandes bocanadas de fuego.
Ni ellos ni los guardianes podían ver nada, pero el más
mínimo ruido, el simple susurro de Ana, hizo que se
enfurecieran. Los guardianes trataron de apaciguarlos, y a
duras penas lo consiguieron.
-¡Quietos, quietos!- gritaban los guardias, tratando de
sujetarlos- Aquí no hay nadie. Ningún mortal se atrevería a
106
acercarse hasta aquí, antes serían detectados por los
guardias de los corredores elevados.
- Y nosotros- dijo uno de aquellos terribles guardianes-
nosotros lo destrozaríamos antes de poder llegar al agujero.
- Entonces, ¿por qué se alteran de este modo? Será mejor
que hagamos una batida. Busquemos por el pasillo.- sugirió
otro guardián.
Se dirigieron entonces a lo largo del pasillo con los
leones lanzando fuego por sus fauces a la búsqueda del
enemigo. La burbuja huía a toda velocidad, pero fue
acorralada contra una pared que casi cerraba el pasillo. Ana
encendió el Mazapal. Esperaba que esta vez la respuesta fuera
directa y rápida; no había tiempo de adivinar acertijos.
Pero el Mazapal no parecía colaborar demasiado, pues
en la pantalla apareció una pregunta. ¿Dónde esconderías
un brillante falso?
Todos se miraron asustados. Los leones se aproximaban,
ya se podía sentir el calor del fuego que salía de sus bocas; no
había remedio si no encontraban la respuesta.
Cuando estaban a escasos metros de las terribles bocas y
parecía que iban a perecer en aquel estrecho pasillo,
achicharrados por el fuego, Ana encontró la solución:
¡Aldebarán, conviértete en león! En medio de aquella jauría,
un nuevo león se incorporó sin dificultad alguna. Ahí se
terminó la persecución. Los leones no avanzaron más allá de
la pared y los guardianes, tranquilizados por la falsa
alarma, frenaron a sus animales.
- Volvamos. Aquí no hay nadie- ordenó el capitán.
- Sí, volvamos, no podemos dejar la entrada al gabinete
sin vigilancia. Galahead se enfadará si nos descuidamos-
dijo otro guardián.
-Ya os lo dije ¿quién iba a entrar? Nadie puede vencer a
nuestros leones- rió el más feroz de ellos.
Pero nadie se apercibió que había un león más en la
manada. Fue un segundo, y Aldebarán se mimetizó de nuevo
con el entorno, emprendió un vuelo veloz y llegó antes que los
leones al agujero que conducía al gabinete de Galahead.
107
- Ana, lo hemos conseguido- dijo Maëlick con gran
entusiasmo.
- Sí, pero ese león olía tan mal que creía que me iba a
desmayar- dijo Piper- Ana, eres un hacha descifrando
acertijos. No tienes rival. Creo que te voy a promocionar en el
colegio. Y conseguiré apuestas…
- Lo bueno es que no se hayan dado cuenta de que había
otro león.- dijo Mäel.
- Había demasiado lío- comento Maëlick con su fina
vocecita.
Estos comentarios los hacían mientras la burbuja
descendía por el agujero que conducía al gabinete de
Galahead. Arriba, los leones y sus guardianes volvían a
colocarse alrededor del agujero para proseguir con su
guardia.
108
XV
EL GABINETE DE GALAHEAD
109
XV
EL GABINETE DE GALAHEAD
Una atmósfera espesa impedía a la burbuja descender
con celeridad. Parecía como si unas manos invisibles
trataban de impedir que nada ni nadie pudiese adentrarse
en aquella sima sin fin; la oscuridad la envolvía, casi no se
podía respirar dentro de Aldebarán. Pasaron minutos que
parecieron siglos a Ana y sus compañeros.
- ¿Crees que este agujero nos llevará a alguna parte?- se
lamentó Piper.
- A menos que Galahead tenga su guarida en el centro
de la tierra, este viaje tiene que terminar pronto- comentó
Mäel.
- Allí estará la Trufa. Si no, ¿qué sentido tendría tener el
gabinete tan escondido?- dijo Maëlick- No creo que tengan
leones de fuego para guardar una simple habitación.
Durante un buen trecho siguieron descendiendo en
silencio y con lentitud en medio de aquel aire pesado y espeso.
Poco a poco, la oscuridad dio paso a una luz tenue y
aceitunada. El aire se hizo más ligero y la respiración fue
más fácil. La luz era cada vez más intensa hasta que
alcanzó la claridad del día. Descendían por una especie de
barranco pedregoso con pequeños troncos de árboles a ambos
lados de las paredes. Al rato, Ana divisó un prado al fondo de
aquel precipicio.
-¡Aldebarán, nube!- ordenó la niña.
La burbuja se transformó en una pálida nube rosácea
que acompañaba a otras nubecillas anunciadoras de un
atardecer tranquilo y cálido. Y allá, al fondo, vieron un
enorme árbol que ocupaba casi todo el espacio que ellos
podían divisar, un árbol repleto de hojas grandes, verdes,
rojas y doradas. Su copa ere tan grande que parecía un
océano en medio de aquel cielo de tímidas nubes.
Aldebarán descendió y se posó en una de sus ramas.
Inmediatamente se convirtió en una hoja roja que se
desprendió de la rama y fue a caer, revoloteando al pié del
110
árbol. Desde allí se podía ver una puerta dibujada en el
tronco.
El silencio era total en aquel prado, nada ni nadie
parecía guardar la puerta que daba paso al interior. Las
niñas y los duendes observaron con cautela antes de decidirse
a abandonar la burbuja. Con precaución, los duendes
salieron de Aldebarán y volaron alrededor y a lo alto del
árbol. Desde allí, hicieron una seña y Piper y Ana se
dirigieron a la puerta dibujada en el árbol. La belleza del
enorme roble les dejó impresionados. Sus hojas alternaban los
colores con la armonía de un tapiz y un olor a hojas y resina
muy fresca se esparcía por el lugar.
- ¿Cómo vamos a entrar?- preguntó Piper.
- No tengo ni idea ¿Qué tal si intentamos abrir la
puerta?
Todos se lanzaron a empujar el enorme portón dibujado
en el tronco que, como era de esperar, no cedió ni un
centímetro.
- Me temo, querida Ana, que tendrás que recurrir de
nuevo al Mazapal- dijo Maëlick.
- Yo también lo temo- dijo Ana con cara de cansancio.
Aunque creo que va a acabar con mis nervios. En fin, no
podemos hacer otra cosa, vamos allá.
En la pantalla el Mazapal mostró su mensaje: “Hay una
llave verde, una roja, una amarilla. Todas y ninguna abren
la puerta”.
-¿Tantas llaves? – dijo Piper- Ahora pregunto yo. Eh, tú
cacharro ¿dónde están esas llaves?
- Esta vez es muy fácil, dijo Ana- tres llaves. Una roja,
otra verde y otra amarilla ¿No adivinas?
-Pues no, dímelo tú, listilla.
- Son las hojas de los árboles. Pero ¿qué querrá decir
todas y ninguna”.
- Probemos- dijo Mäel mientras volaba a lo alto del
árbol- os arrojaré una hoja de cada color, las juntamos y
veremos lo que pasa.
111
Tres hermosas y frescas hojas de cada color aterrizaron
al pié del árbol. Todavía conservaban gotas de rocío que las
hacía brillar como si fueran gemas arrancadas de lo más
profundo de una mina de exquisitas piedras preciosas.
Ana tomó las hojas y las apretó entre sus manos. Un
fuerte empujón la impulsó hacia el suelo. No podía abrir la
mano. Todos intentaban ayudarla pero un profundo dolor le
impedía abrir los dedos. Al cabo de un rato, el dolor cedió y,
entre sus dedos apareció una llave de color rojizo con
destellos dorados e incrustes de esmeraldas. “Todas o
ninguna- dijo Ana- ese era el misterio”.
Temblando de emoción, se dirigieron a la puerta,
introdujeron la llave en la cerradura y una música metálica
se dejó oír mientras la puerta se abría y dejaba ver un
magnífico hall decorado con los colores de las hojas del gran
árbol pues grandes guirnaldas colgaban del techo hechas
con hojas rojas y flores azules; otras eran verdes y amarillas
con campanillas violetas cuyos pétalos volaban por la sala y
se depositaban en un suelo hecho con mosaicos de tierra de
color rojo y verde. Las paredes eran de madera labrada con
motivos de hojas de plata.
Las niñas y los duendes recorrieron aquella sala con
asombro y prudencia. Allí no parecía haber ninguna
vigilancia aunque el temor era cada vez mayor pues sabían
que habían conseguido entrar en la mismísima guarida de
Galahead y era muy extraño que estuviera sin vigilancia.
- Galahead no podría ni en sueños imaginar que dos
niñas y dos duendes hubieran podido sortear el círculo de los
leones de fuego. Es casi imposible- reflexionó Mäel.- No es
extraño que no haya nadie aquí.
- ¡Es todo tan bonito! No tiene aspecto de ser de
Galahead- Piper estaba encantada.
- Puede ser una trampa mortal. Debemos tener más
cuidado que nunca- Mäel no parecía muy confiado.
Al fondo de la sala, una pequeña puerta se escondía
detrás de una cortina de guirnaldas. La descubrió Maëlick
con su pequeña lucecita mientras revoloteaba por el gran
hall.
112
- ¡Mirad! Aquí hay algo- susurró al resto del grupo que
andaba a la búsqueda de una entrada.
- Es una puerta, pero es muy pequeña, y no parece que
tenga cerradura. Abrámosla- aventuró Piper. Y dicho y hecho,
de un empujoncito, la puerta cedió en el mismo instante en
que Ana, Mäel y Maëlick le gritaron que no lo hiciera.
Inmediatamente, una bandada de Kartos derribaron a Piper
que cayó al suelo fulminada. Todos corrieron a esconderse
detrás de las guirnaldas que cubrían las paredes. Un horrible
olor llenó la sala; todos estaban embriagados y mareados,
entonces, sus fuerzas se debilitaron mientras los Kartos se
lanzaban en su búsqueda. Estaban a punto de darles caza,
cuando Mäel consiguió reaccionar y le gritó a Ana:
- ¡La burbuja, Ana, saca a Aldebarán o moriremos todos!
Ana estaba atontada con el apestoso aroma de los
Kartos pero acertó a sacar a Aldebarán de su bolsillo e,
inmediatamente ana susurró en el límite de sus fuerzas:
¡”Aldebarán, guirnaldas!”
La burbuja se transformó en una de aquellas hermosas
guirnaldas que envolvió a todo el grupo. Con ellos dentro, se
elevó hasta el techo desde donde podían ver a Piper tendida
en el suelo. Los Kartos se desvanecieron en el aire y fue
entonces cuando la burbuja pudo descender y acercarse a la
niña.
-¡Piper, Piper, despierta!- le decía Ana tratando
inútilmente de hacer volver en sí a su amiga. Mäel y Maëlick
se miraron entristecidos.
- Ana, no se puede hacer nada. Metámosla en la burbuja
e intentemos encontrar la Trufa.
-¿Quieres decir, Maëlick, que no podrá recuperarse? No
puede ser, esto no le puede pasar a Piper- Ana lloraba
desconsoladamente.
- Sólo hay una solución y es llevarla a la Casa de la
Medicina. Allí trabajan, desde tiempos inmemoriales con
antídotos de todo tipo. Es posible que pueda haber uno para
Piper- dijo Mäel.
- Vayamos allí inmediatamente- Ana se secó las
lágrimas con el reverso de la mano.
113
- No, antes hay que encontrar la Trufa. Hemos venido
aquí para eso, no lo podemos dejar ahora que estamos tan
cerca.
- ¡Pero, Piper morirá!
- Confía en nosotros Ana, haremos todo lo posible por
salvar a Piper, pero no podemos abandonar ahora; piensa
que nuestro pueblo desaparecerá si no encontramos la Trufa y
estamos a un paso de conseguirla. Vamos, un poco de valor.
Ana no sabía qué hacer, miraba a su amiga, sin vida
aparente y sospechaba que no sería tan fácil ni tan rápido
conseguir rescatar la Trufa pues para Galahead el tubérculo
era su tesoro más querido, no la dejaría escapar sin luchar,
su pérdida significaría su destrucción. Por otra parte, con o
sin trufa tendría que contar con la ayuda de todos para
llevar a Piper a la Casa de la Medicina. Con lágrimas en los
ojos tomó una decisión.
- Bien, metamos a Piper en Aldebarán, espero que
encontremos pronto al Trufa ¿estáis seguro de que la curarán
en la Casa de la Medicina?
- De nada podemos estar seguros, Ana- dijo Mäel- pero
confío en que los duendes-sabios de la Casa de la medicina
puedan encontrar el modo de encontrar a tu amiga. Oppi nos
llevará enseguida allí, pues es él quien conoce el camino. De
todos modos, trata de enviarle un mensaje a través del
Mazapal, así podrá ponerse en contacto con la Casa de la
Medicina y tener todo listo para cuando lleguemos.
Así lo hicieron, Ana envió el mensaje por el Mazapal:
“para Oppi@bosquemágico.magia”
- No sabía que aquí tuvieseis correo electrónico aquí-
sonrió Ana.
-Oh, sí- dijo Maëlick muy orgullosa- sólo se usa en casos
de extrema gravedad y sólo para comunicarnos con los muy
importantes. Tenemos aparatos mágicos; de otro modo no hay
forma de ponerse en contacto con ellos.
- Sí, eso lo sé muy bien. Bueno, ¡allá va!, esperemos que lo
reciba- Ana apretó la tecla llena de esperanza- Y ahora,
vamos a buscar la Trufa, tiene que estar en algún lugar de
éste árbol. Mirad con detenimiento, presiento que el tiempo se
está terminando.
114
Aldebarán recorrió todo aquel espacio subiendo y
bajando con lentitud. Miraron por todos los rincones y no
pudieron ver ninguna entrada o puerta en ningún lugar de
aquel inmenso hall. Estaban apunto de desesperarse cuando
Mäel dirigió su lucecita hacia una fucsia púrpura que
sobresalía por detrás de una guirnalda. Era la única fucsia
que había entre todo aquel grupo de guirnaldas y a Mäel le
llamó la atención. Al ser iluminada por la luz del duende, la
fucsia se encendió como una lámpara al tiempo que
descorría una cortina invisible que daba paso a una pequeña
sala redonda como un agujero en la que había un olor a
Trufa inconfundible. Y, efectivamente, allí estaba, en el
centro, en una urna de cristal la ansiada Trufa brillaba
como si fuera de Oro negro. Pero no estaba sola, un grupo de
enormes topos con lanzas de oro la guardaba de cualquier
posible robo.
¿Qué haremos ahora?- dijo Ana espantada-no podemos
sacar la Trufa de ahí, los topos nonos dejarán acercarnos.
- ¡Silencio!- susurró Maëlick- Veamos, creo que tengo
una idea ¿ves allí arriba aquella claridad? Creo que procede
de la copa del árbol. Podremos salir por ahí si logramos sacar
la Trufa sin que se enteren los topos.
- ¡Qué fácil! Te recuerdo un pequeño detalle, Maëlick-
dijo Ana- hay que sacarla de la urna y para ello tendremos
que burlar a los topos.
- Los topos tienen un olfato muy fino- apuntó Maëlick-
pero no pueden ver. Si logramos situar a Aldebarán justo
encima de la urna, tú puedes bajar a coger la Trufa, pero
tienes que hacerlo con gran rapidez, pues ellos olerán la
Trufa enseguida.
Esta vez, Aldebarán no tuvo que mimetizarse para
ascender. Subió muy lentamente y se detuvo justo encima de
la urna. Los topos armados con sus lanzas no se movieron;
guardaban aquel tesoro día y noche y aunque no podían ver,
su olfato era tan fino que cualquier alteración que pudiera
sufrir el aroma del lugar hubiera sido detectado
inmediatamente, pero Aldebarán se había cerrado
herméticamente y ni un olor ni un ruido podía salir de la
burbuja. “Espero poder salir y coger la Trufa con tanta
rapidez que a los topos no les de tiempo a reaccionar, de lo
115
contrario todo habrá acabado. La máquina voladora
descendió hasta situarse a muy pocos centímetros de la urna.
Ana dudó, pero, al fin, sacó sus brazos por fuera de la
burbuja, levantó la urna y se apoderó de la Trufa. Unos
enormes rugidos salieron de las gargantas de los monstruosos
topos que se lanzaron hacia Aldebarán en el momento en el
que Ana entraba en ella con su presa. La burbuja inició un
ascenso vertiginoso, fue todo tan rápido que las lanzas de los
topos no consiguieron alcanzarla.
La cortina de la entrada se había cerrado y convertido
en un portón de madera con cierres de hierro. El árbol se
estremeció y comenzó a cerrar todos sus orificios creando
tupidas madejas de ramas y hojas espinosas. La burbuja
siguió ascendiendo vertiginosamente y consiguió alcanzar el
agujero de la copa justo en el instante en el que el árbol se
cerraba por completo.
Iniciaron el camino de vuelta. Los mismos peligros que
habían logrado sortear les esperaban ahora. Ana no dejaba
de temer que no hubiera tiempo de salvar a Piper si nuevos
obstáculos retrasaban su huida. Apretaba la Trufa contra su
pecho y se preguntaba que tendría ese delicioso fruto para
poder alimentar a todo un pueblo. Ahora tendrían que
cruzar el túnel y después sortear a los leones de fuego. Pensó
que, si lo habían hecho una vez, no sería imposible vencerlos
de nuevo. Al llegar al borde del túnel, la burbuja ralentizó su
movimiento. Todo parecía en calma, pero había que ser muy
cautos para no ser descubiertos; el proceso de mimetización
era rápido, sin embargo, no podían cometer ningún error.
Los guardianes y los leones habían desaparecido del borde
del pozo. Poco a poco, fueron ascendiendo y cruzando los
pasillos sin ser vistos. Ana y sus compañeros no podían creer
que todo hubiera terminado. Ahora la preocupación estaba
en Piper; su pulso y su respiración se habían debilitado.
Quedaba poco tiempo para salvarla.
Estaban a pocos pasos de alcanzar la sala de la
chimenea encendida. “Nuestros amigos estarán
esperándonos. Los duendes ya han tocado el silbato”, pensó
Ana con alegría, pero una sombra de preocupación cruzó su
mente ¿Galahead iba a rendirse tan fácilmente? La respuesta
la obtuvo en pocos segundos; en la sala de la chimenea
encendida estaba Galahead en persona rodeado de todas sus
116
huestes, todos portaban grandes antorchas, los leones de
fuego esperaban su turno para atacar. Nuestros amigos se
vieron acorralados.
- Se que están aquí- gritó Galahead con su voz de
trueno- nunca conseguirán salir. Oppi les habrá dado
artefactos y poderes para burlarme, pero yo soy el Rey y no
podrán conmigo ¡No se llevarán la Trufa! Yo sabré cuando
están cerca, soy el único que puede olerla aunque esté
escondida y no se pueda ver.
Mientras esto decía, husmeaba por todas partes dando
grandes zancadas. Era enorme, con largas greñas y ojos que
parecían echar fuego. Llevaba una capa que le caía hasta los
pies y sus brazos estaban adornados de gruesos brazaletes de
hierro adornados con piedras y pinchos. Ana y los duendes se
asustaron mucho al verlo. Galahead se acercó hacia donde
estaba la burbuja y husmeó el aire.
- ¡Están aquí, los puedo oler! No se pueden ver, pero sé
que están aquí. Puedo oler mi Trufa ¡mi Trufa!, ¡os mataré a
todos!
Aldebarán ascendió un poco para apartarse, pero
Galahead era tan alto que no dejaba resquicio para poder
escabullirse.
-¡Llamaré a Frey, mi viento helado. Congelará todo el
castillo y os haréis visibles, entonces os dejaré morir
congelados! ¡Frey, acude de inmediato y muéstrame lo que
hay escondido!
Durante un tiempo que parecieron horas, todo quedó en
silencio. Galahead no se movía e impedía que nadie se
acercara a la puerta, fuera visible o invisible. Aldebarán se
sostenía en el aire, nadie en su interior osaba ni tan siquiera
respirar para evitar ser detectados. La Trufa parecía
languidecer, ya no lanzaba destellos, su color se volvía más
terroso por momentos. Piper no despertaba, su carita estaba
pálida y, a no ser por un ligero latido en su sien, se podría
decir que parecía estar muerta. Ana no sabía que hacer,
aquellos momentos habría de recordarlos como los más
angustiosos de su vida.
Entonces, a lo lejos, se oyó un silbido que penetró en los
oídos de todos como si miles de alfileres volaran por el aire.
117
“Ya está aquí,- rugió Galahead- mi fiel Frey nunca me falla”.
Y se envolvió en su capa al tiempo que las antorchas se
apagaban y la puerta se cerraba de un golpe. Un viento
gélido penetró en el castillo; derribó mesas, sillas y
estanterías, zarandeó a Aldebarán con todos sus tripulantes
dentro. El viento formaba remolinos, removía cortinas y
helaba todo lo encontraba a su paso. Los guardianes de
Galahead se quedaron rígidos, congelados, las barbas y los
pelos se convirtieron en carámbanos blancos y las manos que
portaban las antorchas eran como palos blancos, duros como
piedras. Galahead se envolvió en su manto de pieles, que le
protegía de aquel frío terrible, y observaba con atención pues
todo lo que había en el castillo se iba helando al paso del
viento. Entonces, la vio.
Fue por un instante que consiguió ver a la burbuja a
punto de helarse con todos sus tripulantes dentro; también vio
a la Trufa que Ana sujetaba contra su pecho para preservarla
del frío.
-¡Ya os tengo, sois míos!- Galahead se precipitó hacia
Aldebarán que permanecía suspendida en lo alto del techo.
Sus manos se alzaron, poderosas, para recuperar a su posesión
más preciada, aquello por lo que había luchado, matado y
destruido, aquello que lo había convertido, por un tiempo, en
el señor más poderoso del Bosque y de las Montañas. Había
estado en peligro de perder su Trufa, pero al fin la tenía de
nuevo al alcance de su mano. Incluso llegó a rozar el fondo
de Aldebarán, pero sólo tocó enormes copos de nieve que
caían copiosos formando grandes remolinos. ¿Qué había
sucedido? Cuando Galahead se había precipitado a rescatar
a la Trufa, el frío intenso producido por Frey provocó una
nevada de grandes copos de nieve. Ana reaccionó al instante
y sólo tuvo una décima de segundo para darle la orden a
Aldebarán de que se transformara en uno de aquellos
grandes copos de nieve.
La burbuja y sus ocupantes fueron arrastrados por los
remolinos de viento hacia la puerta. Volaban despacio, sin
rumbo definido, llevados por el aire caprichoso. Desesperado,
Galahead, gritó con todas sus fuerzas, despojándose de su
manto mágico:
118
-¡Frey, sal de aquí, desaparece, maldito viento inútil!-
Pero ya era demasiado tarde, Frey, furioso emprendió su
retirada y lo hizo de forma tan violenta que descargó todo su
frío sobre Glasead que quedó congelado al instante, con los
ojos y la boca abiertos, sorprendido ante la pérdida
irremediable de su Trufa.
Aldebarán recuperó el rumbo y voló muy rápidamente
hacia la puerta. Allí aterrizó, Mäel, Maëlick y Ana salieron de
la burbuja y abrieron la gran puerta, no sin haber hecho un
gran esfuerzo. Entraron en la sala de la chimenea encendida
y, todos juntos en la nave, fueron lanzados como un cohete al
exterior del castillo. Allí estaban todos sus amigos: Oppi y
Freya, el Cartero y el Bibliotecario Real; el primero que
reaccioné ante su llegada fue el pequeño Sakku que ladró de
alegría sacudió su cola al tiempo que corría hacia sus
amigos. Todos esperaban con emoción la salida de los
ocupantes y de la Trufa, pero contuvieron su emoción pues
sabían que Piper estaba moribunda. Oppi había recibido el
mensaje y fue el primero en entrar en Aldebarán para recoger
a la niña. El reloj se hizo visible en lo alto de cielo, “Ya no hay
tiempo”, marcaron sus agujas mientras una bandada de
pájaros negros cruzaba el cielo presagiando lo peor.
- Oppi, por favor, haz algo, Piper está muy mal, no
podemos permitir que se muera- rogó Ana entre lágrimas al
tiempo que depositaba la Trufa en las manos del mago.
-¡Rápido, Ana, toca el silbato! Ana se llevó a los labios el
silbato mágico y sopló con todas sus fuerzas. Del bosque surgió
una comitiva de diminutos gnomos que portaban un pequeño
frasco en un carro tirado por libélulas.
- Es el antídoto- explicó Oppi- Tu mensaje llegó a tiempo
y los gnomos de la Casa de la Medicina han estado
trabajando a contrarreloj para poder tenerlo a tiempo.
Esperemos que funcione. Levantadle la cabeza para que
pueda beberlo.
Así lo hicieron. Al principio Piper no reaccionó. Mäel y
Maëlick permanecían juntos, cogidos de la mano, sin
atreverse a mirar a Ana. Oppi se mesaba la abarba con gesto
de preocupación y Sakku no se movía ni agitaba la cola, su
amiga parecía no poder volver de la muerte. Pero, a los pocos
119
minutos, Piper comenzó a recobrar el color en sus mejillas,
abrió los ojos y los miró a todos con extrañeza.
-¿Qué hacemos aquí? ¿Dónde…dónde estoy?. No pudo
preguntar más, Ana se precipitó a abrazarla, “¡Piper, qué
susto nos has dado!”.
La alegría se adueñó de todo el grupo; todos saltaban y
se abrazaba; Sakku no paraba de ladrar y de tratar de jugar
con Piper. El Cartero y el Librero Real bailaban cogidos del
brazo.
-¿Me he perdido algo?- preguntó Piper asombrada-
¿Hemos recuperado la Trufa?- dijo, señalando el tubérculo
que ya estaba en manos de Oppi y brillaba y refulgía de
nuevo.
- Has estado en grave peligro, querida niña- le aclaró
Oppi- Pero todos habéis sido muy valientes y nos habéis
devuelto la Trufa. Gracias, mil gracias. Ahora debemos
llevársela a la Reina del Bosque para que despierte de su
sueño y todo vuelva a la normalidad- quedaba tan poco
tiempo que el reloj parecía desvanecerse.
Ya iban a apresurarse a partir cuando oyeron un
terrible estruendo a sus espaldas. Los leones de Galahead,
sueltos de sus correas, se les acercaban para detenerlos.
-¡Sakku, es tu momento!- dijo el Cartero Real dándole
una palmadita.
Sakku se separó de la comitiva y se dispuso a hacer frente
a los leones mientras el grupo seguía su marcha.
- Lo matarán sin remedio- dijo Piper- no podemos
dejarlo, pobrecito. Pero no tuvo tiempo de seguir su frase pues,
cuando los leones estaban a un palmo del perro, éste
aumentó su tamaño de tal manera que, de un zarpazo,
consiguió aplastar a los leones de Galahead que quedaron
muertos en el campo.
Mientras tanto Freya, que también se había quedado
junto al perro, elevó sus manos y llamó al agua de los arroyos
más cercanos; luego, elevó sus brazos al cielo y cayó tanta
agua detrás de ella que arrastró al Castillo de Galahead que
quedó sepultado bajo una nueva laguna que ocupaba su
lugar.
120
Freya y Sakku recuperaron su aspecto habitual y se
unieron a la comitiva. Al llegar a la entrada del Bosque el
ejército de libélulas de la Reina los subió a sus carros y los
condujo al lugar donde dormía la soberana.
121
XVI
LA TRUFA
122
XVI
LA TRUFA
Al vuelo silencioso de las libélulas le seguía un crepitar
de hojas que anunciaban la vuelta de la Trufa; los ríos y los
arroyos borboteaban de alegría; viejas canciones surgían del
fondo del agua de la laguna, las flores exhalaban sus mejores
perfumes. Todo parecía despertarse de un mal sueño, era el
final de una pesadilla que los había atormentado durante
años, tantos, que ya ni sabían cuánto tiempo había
transcurrido. Los habitantes del bosque salían tímidamente
de sus habitáculos, “Corred, corred, vamos junto a nuestra
Reina”, anunciaban los pájaros que volaban frente a las
libélulas. “hemos recuperado la Trufa”.
Cantos de júbilo se extendieron por todo el bosque, hasta
los más recónditos confines todo parecía cubierto de una
nueva luz pues la Trufa volvía a su lugar de origen
emitiendo destellos dorados que iluminaban el bosque. Todos
contemplaban emocionados al cortejo que iba a despertar a
su Reina; el reloj anunciaba el final del tiempo. Oppi aceleró
el paso y su capa tintineó como si llevara miles de
campanillas escondidas. Ana y Piper estaban encantadas y
asombradas, Mäel y Maëlick encendieron sus lucecitas para
anunciar su llegada. Al fin, la comitiva llegó a su destino. La
Reina yacía hermosa y pálida en su urna de oro y cristal.
Oppi se arregló la capa, el Cartero Real y el Bibliotecario se
estiraron sus vestimentas y ordenaron a Sakku que estuviera
en silencio.
Los árboles de piedra parecieron ablandarse ante la
llegad de la comitiva. Oppi se adelantó con la trufa en la
mano. Los destellos que emitía iluminaban el claro en el que
se encontraba la Reina que abrió los ojos lentamente. Oppi
depositó la Trufa en su regazo y la Reina se incorporó con
toda su majestad y belleza. Sus ojos eran tan verdes como las
parras salvajes del Bosque y tenían destellos dorados al
iluminarlos la luz de la Trufa. Sujetando delicadamente el
fruto, los miró a todos y sonrió. Entonces, habló:
123
- Ana, Piper, acercaos- las niñas avanzaron
tímidamente- quiero daros las gracias por habernos salvado
a todos al recuperar nuestro tesoro. Gracias a vosotras mi
pueblo podrá comer y ser próspero para siempre y nunca se
perderán los cuentos fantásticos. Galahead. Todos se
estremecieron al escuchar este nombre- no volverá a
molestarnos jamás. Vuestra acción será cantada por las
hadas durante el resto de las generaciones y mi pueblo, que
también es ahora vuestro pueblo, os llevará siempre en su
memoria. Y ahora, amigos, debemos ir a colocar la Trufa en
el lugar que le corresponde.
Presididos por la Reina que portaba la Trufa en una
urna de cristal, todos se dirigieron a l lugar en el que se
hallaba el pedestal de la fruta, custodiado por el ennegrecido
árbol que había sido, en otro tiempo, el Guardián del Bosque.
Con toda solemnidad, la reina colocó la trufa en su
pedestal y la cubrió con la urna de diamantes. El árbol negro
emitió un suave chasquido como un lamento melancólico, se
retorció estrepitosamente y se derrumbó. De sus cenizas surgió
un cerezo cubierto de flores que dejaban caer sus pétalos sobre
la urna de la Trufa.
- Mirad, es el Guardián del Bosque- exclamó Mäel- se ha
transformado en un cerezo.
- Así cuidará y escoltará a la Trufa para siempre.
Cuidarla ha sido siempre su trabajo y así será por toda la
eternidad- dijo la Reina- Ahora es tiempo de celebración,
festejaremos la buena nueva con los frutos recién renovados
del bosque.
Y así fue, todo el Bosque recubrió de frutos, los árboles
dejaban ver sus más hermosos ejemplares, las hadas
confeccionaban pasteles y helados; algodones de azúcar y
caramelos. Piper no cabía en sí de gozo. “¡Por fin podremos
comer en paz!”. Los duendes, capitaneados por Mäel y Maëlick
encendieron sus luces y llenaron al bosque de luz. Todos
cantaron y bailaron durante un buen rato. Pero el reloj era
implacable, en medio del bosque, en un claro iluminado por
la luna se elevó sobre los celebrantes y anunció.”El tiempo se
ha terminado”
- Bien- dijo Ana con emoción- creo que es hora de volver
a casa.
124
-¿Podemos llevar algo de comida para el camino?- Piper
se apresuró a decir.
- Ha llegado la hora de decirnos adiós- dijo la Reina-
Despidámonos con alegría y agradecimiento. Toma Ana, esto
es para ti- la Reina entregó a Ana un pequeño anillo de
plata labrada con hermosas figuras de libélulas rodeando
una Trufa.
- Y estoes para ti- la Reina le entregó a Piper una
hermosa bolsa de malla de plata que llevaba en su interior
unas bolitas plateadas- Son dulces mágicos pues la bolsa no
se vacía nunca por muchas bolas que comas o que repartas.
Cada uno tendrá el sabor que tú desees en el momento de
comerlos…y también sabores sorpresa te aguardan en la
bolsa. Eso sí, no puedes comer más de tres al día, de lo
contrario, el hechizo se romperá y te quedarás sin bolsa y sin
dulces.
Las niñas agradecieron los regalos y se despidieron de
todos con grandes abrazos y lágrimas. Sakku no se pudo
contener y despidió a Piper con aullidos de pena, aumentó
tres veces de tamaño par poder abrazar a su amiga.
- Iré con vosotros en la burbuja hasta la laguna Negra-
dijo Freya- allí está mi hogar.
- Nosotros os acompañaremos hasta el limonero- dijeron
Mäel y Maëlick- allí termina nuestro mundo y comienza el
vuestro.
En medio de muestras de agradecimiento, las niñas y
sus acompañantes se introdujeron por última vez en
Aldebarán. En el viaje, vieron un bosque completamente
distinto al que habían conocido pues todo había florecido, los
duendes tenían sus huertos llenos de frutos y estaban al
descubierto, una nueva luz iluminaba aquellas hermosas
tierras. Enseguida llegaron a la Laguna Negra que ahora era
un hermoso lago de aguas color de esmeralda, llenas de
peces, sirenas y tritones que esperaban a Freya. La burbuja
descendió y Freya se sumergió en la laguna donde fue
recibida con honres de reina. La barca de plata estaba
esperándola, Freya surgió de las aguas y se encaramó a ella
para despedir a las niñas. Una brisa refrescante movía sus
vestiduras de finísima tela de cola de pez mientras la barca
se alejaba de la vista de las niñas.
125
Después de cruzar el bosque, llegaron al limonero. La
burbuja se posó suavemente en la rama que daba a la
ventana de la habitación de Ana y desapareció.
¡Oh!- exclamó Ana- ¿dónde está Aldebarán? La voy a
echar de menos. Ya también a vosotros, queridos Mäel y
Maëlick. Gracias por vuestra ayuda y vuestro afecto.
- No, las gracias os las daremos a vosotras eternamente.
- Venid a visitarnos, por favor,- les rogó Piper- sois
nuestros queridos amigos, no podemos separarnos para
siempre.
- Eso es imposible- dijo Maëlick con pena- Pero, ¿quién
sabe? Quizá algún día volvamos a vernos.
- Estoy segura de que así será- dijo ana.
- Bien, es hora de que volváis a casa. La escalera de
rosas ya está dispuesta.
Mäel y Maëlick encendieron sus lucecitas y
emprendieron el vuelo de regreso al Bosque Mágico. Las niñas
los contemplaron hasta perderlos de vista. Luego se dirigieron
hacia la escalera de rosas y entraron en la habitación de
Ana. Todo estaba como lo habían dejado. La casa en silencio,
todos dormían.
-¿Es posible que todo el mundo esté durmiendo y sea
todavía de noche?- se preguntó Piper en voz alta.
- Supongo que todo es posible- dijo Ana bostezando.
Mañana hablaremos de ello, ahora tengo tanto sueño que no
puedo ni pensar.
- Sí, yo también tengo sueño, mucho sueño, aunque no
estaría mal comer un bollito antes de dormir ¿Quieres uno?
Metió la mano en la bolsa de malla plateada regalo de la
Reina y sacó dos bolitas. Una se la dio a Ana y otra se la
comió ella. Después, cada una se acurrucó en la cama e,
inmediatamente cayeron en un profundo sueño.
126
EPÍLOGO
127
EPÍLOGO
Una voz que las llamaban desde las escaleras las
despertó.
-¡Ana, Piper. Bajad a desayunar!- era la madre de Ana
que anunciaba el menú- Hay bizcocho de chocolate. No
tardéis.
Piper y Ana se frotaron los ojos y se miraron con
incredulidad. Durante unos segundos parecía que no sabían
donde estaban, pero el olor del bizcocho y del chocolate
recién hecho las devolvió a la realidad.
- Piper, creo que es mejor que no contemos a nadie lo que
nos ha sucedido, porque no ha sido un sueño ¿verdad?
- Claro que no, Ana- dijo Piper sacando la bolsita de
malla de entre las sábanas. Ana miró su mano izquierda,
allí estaba su anillo de plata, regalo de la Reina del Bosque.
Las libélulas que lo adornaban batieron sus alitas.
- No le diremos nada a nadie, nunca jamás, júralo,
Piper.
- Lo juro, Ana, además ¿quién iba a creernos?
Se levantaron de un salto y se dirigieron a la ventana.
Allí estaba el limonero, resplandeciente y dorado por el sol de
la mañana, pero ni un rastro del pájaro Flugg ni de la
escalera de rosas. El bosque que se veía a lo lejos era el de
siempre, pero Ana y Piper sabían que algo había cambiado y
que allí dentro vivían unos amigos de los que nunca se
olvidarían.
-No hagamos esperar al bizcocho- dijo Ana.
- Yo iré abriendo boca- dijo Piper sacando una bolita
plateada- creo que probaré uno de vainilla, va bien con el
chocolate.
¡Oh, mira quién está aquí!- Puff había entrado en la
habitación como una bala, de un salto se metió en la cama
de Ana; le lamía la cara y ladraba con tanta alegría que
parecía que no la había visto en años- Creo que él sí se ha
dado cuenta de que hemos estado un tiempo fuera.
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- Bueno, siempre ha sido un perrito muy listo. Lo mejor
de todo es que no puede hablar, de lo contrario, nos
habríamos llevado una buena regañina si nuestros padres se
hubieran enterado de lo que hemos hecho esta noche.
Entre risas y carcajadas, las dos niñas bajaron las
escaleras dispuestas a tomar un apetitoso desayuno y a
disfrutar del resto del verano.
FIN
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Dª. PAULA VÁZQUEZ PÉREZ
Licenciada en Filología Inglesa. Catedrática de
inglés de Instituto.
Master en Creatividad Aplicada Total.
Su carrera docente está concentrada en la aplicación
de nuevas metodologías participativas, creativas y
expresivas en enseñanza de la lengua y la literatura
española e inglesa.
Estudia los procesos de escritura creativa, cuyo fruto
son los libros: Técnicas creativas de escritura,
Fantástico va de cuento y Escribir creativamente
con los cinco sentidos.
Escribe poesía y narrativa.
Frei Rosendo Salvado, nº 13, 1ºportal, 7º B, Edificio Zafiro.
C.P. 15701- Santiago de Compostela - A Coruña - España.
[email protected] – http://educreate.iacat.com
©Educreate.IACAT-CI
El precio simbólico de éste libro va destinado enteramente al desarrollo e investigación en creatividad,
dentro del proyecto Educrea(te), para reInventar la educación por sus protagonistas.