La Utopia Del Blanqueamiento y La Lucha Por El Mestizaje

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    La utopa del blanqueamiento y la lucha por el mestizaje Titulo

    Portocarrero, Gonzalo - Autor/a; Autor(es)

    Hegemona cultural y polticas de la diferencia En:

    Buenos Aires Lugar

    CLACSO Editorial/Editor2013 Fecha

    Coleccin Grupos de Trabajo Coleccin

    Identidad social; Colonialismo; Mestizos; Castas; Grupos raciales; Identidades

    tnicas; Racismo; Amrica Latina; Per;

    Temas

    Captulo de Libro Tipo de documento

    "http://biblioteca.clacso.org.ar/clacso/gt/20130722095432/Gonzalo_Portocarrero.pdf" URL

    Reconocimiento-No Comercial-Sin Derivadas CC BY-NC-ND

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    LA UTOPA DEL BLANQUEAMIENTO Y LA LUCHA POR EL MESTIZAJE

    Gonzalo Portocarrero*

    Grco 1. Publicidad de la tienda Ripley (encarte deEl Comercio

    , junio 2010).

    ILa imagen que vemos en el grco 1 es como un pedazo de cielo que hu-biera descendido a la Tierra. Un destello utpico, un ideal al que resultadifcil resistirse, pues aparecen muy plenas las vidas all retratadas. Esuna familia joven y hermosa. El amor circula prdigo entre el padre, lamadre y el beb. Todo apunta a un futuro feliz, a una buena resolucindel drama de devenir un individuo. El nio mira a la madre; la madre,

    * Es profesor principal del departamento de ciencias sociales de la Ponticia UniversidadCatlica del Per. Es Doctor en Sociologa por la Universidad de Essex. En la variedad desus intereses destaca el anlisis poltico de la produccin cultural.

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    los ojos del padre; y este, la expresin feliz de su hijo. El deseo del niopor la madre est siendo educado, pues ella no devuelve la mirada a su

    vstago y la dirige, en cambio, hacia su esposo, el padre. La expresin

    de la madre revela una dicha expectante que puede asumirse como re-sultado de la franca alegra que se nota en el rostro de su compaero,tan orgulloso por el hijo de ambos.

    El instante capturado en la imagen se postula como condensan-do una narrativa: la historia de la familia feliz. Avalada por la satisfac-cin del padre, pero fundada en el cuidado de la madre. Una familiaque encamina dulcemente a su beb hacia la superacin de su jacinen la madre, pues ella es, ante todo, esposa y, como tal, el objeto de sudeseo es el padre. Pero esta situacin no tiene que ser tan traumticapara el nio, pues su madre est contenta y su padre nunca har algoen su contra, ya que lo quiere demasiado.

    De otro lado, el padre est en contacto con el cuerpo de la madre:su brazo se introduce en la colcha en esa direccin. Probablemente seestn dando la mano. En este momento son compaeros que compar-ten, tiernamente, la vida que han creado.

    Todo es blanco: la colcha, los pijamas, el paal. Ellos mismos sontambin blancos. El beb, curiosamente, es aun ms blanco que susprogenitores. Es rubio. El blanco simboliza la pureza y la inocencia,la modestia y la felicidad. No hay manchas, ni pecados, ni trasfondososcuros. Todo es como se ve.

    Es claro que esta imagen de felicidad est al servicio de una na-lidad comercial. Ser pap te queda bien, reza la leyenda que enrumbael deleite que produce la imagen hacia la conveniencia de comprar enlas tiendas Ripley, que dan siempre grandes benecios. Es decir, sesugiere que la promesa de felicidad podra alcanzarse si se consumie-ran los productos promovidos en el encarte publicitario. La imagen estencuadrada en el discurso capitalista contemporneo, pues ella trata decrear el deseo por mercancas cuyo consumo har realidad la promesade bienestar que la imagen cristaliza de manera tan contundente.

    Desde la crtica cultural muchas veces se ha dicho que estosanuncios son racistas, pues, en efecto, las caractersticas fenotpicasde los modelos poco tienen que ver con el fsico de la inmensa mayorade peruanos, que, mayormente, no somos ni blancos ni rubios, sinomorenos, o trigueos o cobrizos. Las agencias de publicidad suelencontestar estas crticas diciendo que ellas deben mirar por el intersde su cliente en este caso, una gran rma comercial, siempre preo-cupado en aumentar sus ventas. Entonces, dado este objetivo, hay que

    interpelar al pblico no en su realidad vigente, sino en sus ideales yaspiraciones. Es decir, en aquello que admira y desea ser. Y, justamente,lo que la poblacin peruana admira como ideal y deseable es lo blanco

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    y lo rubio. Pero se puede decir, igualmente, que estas imgenes publici-tarias no solo reejan los gustos e ideales de la gente sino que tambinlos instituyen y regulan. Ambas posiciones tienen mucho de verdad y

    se puede asumir que la publicidad recoge tanto como modela las aspi-raciones del pblico a quien se dirige y al que conforma.En todo caso, lo indudable es que las agencias publicitarias no

    estn dispuestas a tratar de erotizar o idealizar el fsico mestizo, puestal intento implicara mayores gastos con resultados inciertos. Ms fcily rentable es seguir la corriente. Seguir idealizando lo ya idealizado,lo blanco.

    Sea como fuere, el hecho es que tenemos una sociedad cuyosmodelos de belleza no son representativos de la realidad de sus habitan-tes. Esta situacin nos hace dudar de la veracidad de las ideologas delmestizaje, que postulan un valor esttico propio para la gente mezclada,la que tiene de todas las sangres.

    En este punto es importante aclarar que la belleza corporal, en-tendida como una armona de rasgos y medidas que seduce y encanta,es, digamos, un accidente gentico, por lo que podemos asumir queen todos los grupos humanos hay gente que destaca por ser ms bellaque el resto. No obstante esta belleza natural, por llamarla de algunaforma, no es siempre apreciada con el mismo patrn. En las sociedadespostcoloniales, al menos, si esta armona tiene color blanco es doble-mente valorada, luce ms bella. Y si es cobriza o triguea no resultatan ideal; no solo es menos bella sino que es tambin ms carnal, notan espiritual 1.

    Esta situacin, decamos, hace dudar de la supuesta idealidaddel mestizaje. Es decir, las ideologas que deenden o encumbran el

    valor de lo mestizo pueden ser valoradas como respuestas compensa-torias frente a una devaluacin primigenia que ellas no logran tras-cender. Entonces, para ser valorada, la belleza mestiza tiene que sermucho ms atractiva que la blanca. Y aun as es mirada como cuerpoy carne y no, tambin, como espritu (Claudia Portocarrero, mode-lo peruana. Ver en http://www.mgblog.net/8260/chica-terra/claudia-portocarrero-2007.html).

    Este elogio del mestizaje que se combina con la idealizacin de loblanco prueba la vigencia, negada pero presente, de una situacin acerta-damente llamada postcolonial. Coexiste la ruptura que niega el colonia-lismo con la continuidad que lo rearma. As, el imaginario peruano, yen general latinoamericano, est marcado por valores estticos de origencolonial que colocan a la mayora de los nativos en una situacin deci-

    taria, de rebajamiento y menoscabo de la propia autoestima.

    1 He desarrollado este tema en Portocarrero (2006).

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    IILa asociacin entre el color blanco de la piel, la prosperidad econmicay la felicidad familiar es el fundamento de la utopa del blanqueamien-

    to como proyecto transgeneracional de mejora de la raza. Un deseoque permanece en el imaginario postcolonial. En realidad, en esto nohay nada de misterioso, pues quin no quisiera ser blanco, cuandoes tan bien sabido, como lo recuerda la imagen del grco 1, que losblancos no son solo bellos y atractivos sino que, adems, disfrutan deuna posicin acomodada, de manera que tienen todo lo necesario paraser felices.

    La utopa del blanqueamiento signica la colonizacin delimaginario de indios y mestizos. Es una promesa de reconocimientoque alienta una estrategia basada en el esfuerzo y la perseverancia.En concreto, en el caso de la Amrica colonial esta promesa anunciaque los indgenas, en el transcurso de tres generaciones, podran tenerdescendientes perfectamente blancos. En este sentido, se trata de unainvitacin que abre un horizonte democrtico de igualacin social. Laclave es casarse y tener hijos con alguien ms blanca o ms blanco queuno mismo. As un linaje podra ir ganando posiciones en la sociedadcolonial o postcolonial y la mmesis con el colonizador puede llegar aser (casi) total, pues el colonizado podra devenir (casi) en colonizador.

    Me parece til diferenciar la utopa del blanqueamiento comohorizonte desiderativo que orienta un mandato familiar de otras estra-tegias de blanqueamiento de efecto ms rpido pero menos legtimo.Me reero al uso, desde la poca colonial, de toda suerte de productoscosmticos para aclararse la piel o el pelo o al gasto desmedido en vesti-mentas de lujo 2. O tambin, aunque solo hasta el n de la Colonia, de lassolicitudes de reinscripcin de las partidas de bautizo, donde constabala raza o casta del nio incorporado a la comunidad cristiana, con elobjetivo de modicar ese dato. En base a ddivas o testimonios no eraimposible recticar la clasicacin original: hecho clave si se pretendaacceder al sacerdocio o a la carrera pblica, actividades vedadas o muyrestringidas a los mestizos.

    La utopa del blanqueamiento debe entenderse como una suertede concesin o puerta falsa que el sistema de castas deja abierto al deseode reconocimiento de la poblacin urbana colonial. Implica entoncesuna transaccin entre dos sistemas de estraticacin social. Una nego-

    2 Las ordenanzas coloniales sobre la vestimenta que regulan el tipo de vestido que cadagrupo social puede llevar, son, por ejemplo, letra muerta. Todos los que pueden compran

    la ropa ms cara y lujosa. Ello da una suerte de blanqueamiento instantneo. Y cada vezes ms difcil saber quin es quin. Entonces, se trata de clasicar a la poblacin de acuer-do a su color. Los ms valiosos son, desde luego, los blancos. En el otro polo, suscitandohorror y rechazo, estn los negros. Y, en el medio, los indgenas.

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    ciacin entre, de un lado, los blancos, que valorizan su color de piel, y,de otro lado, todas las diferentes categoras de mestizos, las llamadascastas, que pueden valorizar su esfuerzo y fortuna para acceder legti-

    mamente al matrimonio con los colonizadores.Entonces, desde el punto de vista de los criollos blancos, se tra-taba de preservar las jerarquas de raza en un contexto en el que ellasestaban amenazadas por la proliferacin de muy distintas aparienciasfenotpicas y de movilidad social tanto ascendente como descendente.Como dice Ilona Katzew (2004), la apuesta es a jar identidades en uncontexto cada vez ms uido, donde resulta difcil denir y jerarquizarde una manera precisa e indudable.

    Pero, desde el punto de vista de los mestizos y las castas, la nego-ciacin abre la posibilidad de un progreso social, que es precisamen-te la utopa del blanqueamiento. En efecto, pese al ideal endogmico,en la prctica el sistema permite y reconoce la exogamia. El vnculo,legalmente establecido, de un blanco con una india o una negra, porejemplo. Hecho, conviene recordar, imposible en los pases de tradicinanglosajona donde estos vnculos son proscritos y donde no se reconoceel mestizaje, pues el hijo del patrn blanco con la esclava negra es soloun negro esclavo ms. En la sociedad hispana colonial la exogamia noera lo ideal pero tampoco es que fuera inaceptable. El cnyuge blan-co perda prestigio y su descendencia calidad pero, lgicamente, acambio de estas prdidas algo tendra que obtener. Digamos, una dotecuantiosa, un amor especialmente devoto o una refulgente belleza.

    Conviene decirlo otra vez: desde la cultura hegemnica que creael sistema de castas, la uidez y los cambios de lugar social son per-cibidos como lamentables, pues domina el anhelo por una sociedadestamental en la cual todos deben tener un lugar conforme a su tiporacial. Pero como este anhelo est en tensin con el funcionamiento delmercado que produce una diferenciacin econmica sobrepuesta a ladiferencia racial y que la desdibuja, entonces se llega a un compromiso.El xito econmico de los de abajo puede permitir limpiar su mancha,su color originario. Este compromiso en el que se basa el sistema decastas permite el blanqueamiento de los inferiores y el enriquecimien-to de los superiores.

    Entonces, son posibles indgenas con bisnietos espaoles, (casi)perfectamente blancos. La jerarquizacin racial no es pues tan rgidacomo podra imaginarse. La utopa del blanqueamiento reconcilia latensin entre la inmovilidad de la adscripcin racial y la uidez de la es-traticacin basada en el trabajo y el dinero. Entonces el sistema resulta

    expresivo de una sociedad donde la voluntad de jerarquizar convive conla democratizacin de las oportunidades econmicas.

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    IIISea como fuere, la tendencia a clasicar a la gente segn su calidad,o su grado de blancura, pone en cuestin el signicado de la categora

    de mestizo. La gente no es simplemente mestiza, pues lo que realmenteimporta es la composicin del mestizaje: la blancura relativa de algu-nos frente a otros. Por tanto, los mestizos no son un grupo compactoo uniforme. Son las castas o la plebe, un agregado de individuos quedieren decisivamente entre s. Esta diferenciacin es la base de la pig-mentocracia y de la utopa del blanqueamiento. Para el anlisis de lautopa del blanqueamiento vamos a recurrir a los llamados cuadroscoloniales de castas.

    La llamada pintura de castas es un gnero pictrico que orecien el siglo XVIII, principalmente en el Virreinato de Nueva Espaa.No obstante, tambin hay cuadros de castas en el Virreinato del Per(Ebert 2008). Usualmente estos cuadros se presentan como una seriede diecisis o ms lienzos que pretenden clasicar las distintas mezclasentre las razas puras: espaoles, indios y negros. En cada pintura serepresentan familias: el padre, la madre y el cro o cra. Se trata de cua-dros elaborados por artistas, algunos conocidos, pero la mayor partede ellos son annimos. Se estima que existen alrededor de cien seriesde tales cuadros, aunque muchas estn incompletas (Romero 2000).Las ms conocidas y difundidas son las que se exhiben en el MuseoNacional de Antropologa de Espaa en Madrid. All est la serie pe-ruana formada por veinte cuadros que el virrey del Per, Manuel Amaty Juniet (1761-1776), envi a Espaa en 1770, como respuesta al deseodel rey Carlos III, quien animado por su hijo el Prncipe de Asturias,el futuro Carlos IV quera armar el primer Gabinete Real de HistoriaNatural en Espaa, institucin matriz tanto del actual Museo Nacionalde Antropologa como de otros.

    Aunque en general no se conocen registros documentales quesealen los motivos precisos que llevaron a la elaboracin de estas se-ries de cuadros, una excepcin es la coleccin peruana, pues existeuna carta del virrey Amat donde seala la razn por la que enva estoscuadros a Espaa:

    El Virrey del Per N 324 Exmo. Sr. Deseando con mi mayoranhelo contribuir a la formacin del Gabinete de Historia Na-tural en que se halla empeado nuestro Serensimo Prncipe delas Asturias he credo que no conducen poco a su ilustracin,por ser uno de los ramos principales de raras produccionesque ofrecen estos dominios, la notable mutacin de aspecto,gura y color, que resulta en las sucesivas generaciones de lamezcla de Indios y Negros, a las que suelen acompaar pro-

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    porcionalmente las inclinaciones y propiedades. Con esta ideamand a hacer copiar y remitir los veinte lienzos (citado en:Romero [2000: 22])

    Pero como esta comunicacin es excepcional, est abierto el debatesobre las razones que explicaran el surgimiento de este gnero. Unaprimera sera el impulso de conocer y clasicar. Detrs de los cuadrosestara entonces el inters cientco de la Ilustracin, como queda evi-denciado en la referida carta del virrey Amat.

    Otra razn, en las series de Nueva Espaa, sera el deseo de re-cordar y adornar, pues muchas de ellas fueron producidas a pedidode funcionarios de la corona que, de regreso a la metrpoli, queranllevarse imgenes vistosas para alhajar sus casas.

    El deseo de jerarquizar es tambin una razn para elaborarlos cuadros. Desde esta perspectiva, tales imgenes no solo reejan larealidad de los diferentes tipos de mestizaje, sino que sobre todo laconstruyen o modelan. Es decir, no se tratara solo de describir unasituacin, sino tambin de normarla, dndole estabilidad. El gnerorespondera al proyecto de jar identidades, lugares sociales, de formade clasicar cientca u objetivamente a los individuos.

    Una razn diferente, que no necesariamente excluye a las ante-riores, es la que seala que la pintura de castas es unos de los espacios

    donde surge y se consolida un orgullo criollo. Esta razn vale para larealidad novohispana, pues en estos cuadros se suele mostrar su esplen-dor: lo frtil de su naturaleza, lo armonioso de las familias, el buen as-pecto de sus habitantes, el lujo de sus vestidos 3. El hecho de que muchascolecciones fueran compradas por criollos avala, hasta cierto punto,tal posicin. Sea como fuere, estos cuadros han sido interpretados demanera muy diversa. Ilona Katzew concluye su libro diciendo que lapintura de castas no es un gnero monoltico sino uno que encierrasignicados simultneos (Katzew 2004: 201).

    3 Frente a esta idea de la degeneracin de las especies en el Nuevo Mundo, la pintura decastas simboliza la respuesta pictrica novohispana al debate: una tierra frti l con deli-ciosos frutos y un mestizaje vigoroso creador de hermosas criaturas. Es por ello que, enpalabras del historiador espaol Diego Angulo Iguez, la pintura de castas aparece comoun canto a la fecundidad de la tierra mexicana; es decir, puede entenderse dentro de latradicin que muestra la grandeza mexicana al menos desde el siglo XVII. Sin embargo,lo especco de la pintura de castas, su apologa del mestizaje, adquiere mayor sentidodentro de esta polmica sobre el Nuevo Mundo. Es por ello que ciertamente puede enten-derse a la pintura de castas como fruto de una conciencia artstica mexicana. Al igualque la gran obra arquitectnica de Lorenzo Rodrguez, el Sagrario metropolitano, y que

    el Retablo de los Reyes de Balbs, las dos magncas obras del siglo XVIII novohispano,puede decirse tambin que la pintura de castas representa un intento por restablecer la vieja idea de la grandeza mexicana en una nueva y esplndida forma (Gonzlez Esparzas. f.). Una posicin similar se encuentra en Prez (2010).

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    En todo caso, el inters de los cuadros de castas est en su capa-cidad para describir y exponer, ante la mirada de los espectadores y dela propia sociedad, las diversas realidades que (re)crean. La estrategia

    no era nueva. Como bien ha anotado Luis Eduardo Wuffarden (2000)para el caso peruano, la tradicin de representar a los grupos raciales vena desde el siglo XVI. Esta tendencia est anclada en una perspec-tiva naturalista que se convertira en precursora del costumbrismo delsiglo XIX.

    IV Mirar una y otra vez los cuadros de castas hace pensar que es difcilgeneralizar en torno a ellos. Para empezar, la razn cientca va de lamano con la razn poltica, pues en el despliegue del impulso clasica-torio que dene a la Ilustracin se hace evidente el deseo de escenicary naturalizar las jerarquas sociales. Y tampoco puede descartarse larazn esttica de mostrar una plenitud visual. Una belleza que rea-rma el valor de la tierra. En realidad, es seguro que en algunas seriespredomina una razn sobre las otras. En el caso de la coleccin perua-na es evidente que domina la razn cientco-poltica de lograr unadescripcin minuciosa de los colores, la cual es, al mismo tiempo, unintento por sistematizar la variedad de la gente en una estructura que

    jerarquiza tipos o especies humanas.Pero, desde la perspectiva muy acotada de esta ponencia, nos

    interesa el anlisis de los cuadros de castas en la medida en que all seencuentra formulada de manera plstica y potente la utopa del blan-queamiento. Es decir, la idealizacin de lo blanco y la dinmica quellevara a mejorar la raza.

    Para nuestro anlisis hemos escogido una serie de seis cuadrosdonde estn presentes todas las razones aludidas: el orgullo criollo, lanaturalizacin de las jerarquas y el deseo de representar cientca-mente la realidad. Esta serie proviene del Virreinato de Nueva Espaay actualmente se encuentra en el Museo de Amrica en Madrid. Segnel catlogo del museo, se trata de pinturas al leo hechas sobre lmi-nas de cobre. Su autor es desconocido, pero se presume que fueronplasmadas en el perodo que va entre 1775 y 1800, que corresponde almomento en que las reformas borbnicas pretenden la recolonizacinde los territorios americanos.

    Empezaremos analizando tres cuadros que atestiguan el procesopor el que sera posible la redencin de la mancha indgena, el des-

    vanecimiento del estigma que porta el indgena colonizado. En estos

    cuadros se despliega una gran capacidad para imaginar instantes quecondensan la riqueza del mundo de la vida. Tal particularidad de laspinturas de castas tiene una de sus fuentes en los cuadros sobre la vida

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    de los santos. En este ltimo gnero la composicin tena que estar muybien pensada, pues se trataba de lograr la hazaa de hacer visible enuna sola imagen el espritu que haba animado una vida.

    Grco 2. Castas, 3. de Castizo y Espaola: Espaol (Annimo; Museo de Amrica, Madrid).

    En el grco 2 se muestra que el padre castizo y la madre espaolahan tenido un hijo que es considerado espaol. Esto signica quela ascendencia indgena ha quedado denitivamente invisibilizada. Yla narrativa que en esta imagen est como congelada, pero tambin

    insinuada, pretende ser feliz: es una pareja joven y armoniosa. Todosestn lujosamente ataviados y se encuentran en un ambiente signadopor la riqueza y la satisfaccin. Es una imagen que nos hace recordara la del encarte de Ripley. No obstante, hay algo que no funciona deltodo bien.

    La madre mira orgullosa al pintor/espectador del cuadro. Tienea su hijo sentado sobre la punta de sus rodillas y su mano izquierda losujeta de manera que no pueda resbalarse. El nio, traviesamente, jalael arco con que el padre est tratando de tocar el violn. Pero el padreno luce molesto o contrariado, deja hacer a su hijo, lo consiente. Acasoporque est muy orgulloso, pues ese hijo signica el logro de un deseolargamente acariciado; acariciado no solo por l, sino por sus antece-

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    sores que pusieron en marcha el plan del blanqueamiento del linaje. Enefecto, su hijo tiene solo un bisabuelo indgena. Para efectos prcticosnadie lo podra distinguir de un espaol. Pero esta suerte de arrobo

    beatco del padre castizo por su hijo espaol puede tener un costo y nosera otro que la falta de autoridad sobre su vstago, el cual desarrolla-ra, tal como ya se insina en la imagen, un carcter caprichoso, que di-fcilmente interiorizar la ley como lmite y disciplina habilitante. Eselmite que tiene que respetarse para convivir fructferamente con losdems. Para empezar con el propio padre. En el cuadro se sugiere quela utopa del blanqueamiento termina por producir un dspota extrao.

    Pero el camino hacia el borrado de la mancha indgena ha pa-sado por ms de una etapa previa. La inmediatamente anterior fue laproduccin del castizo, el hijo del espaol y la mestiza que tiene soloun abuelo indgena, que se muestra en el grco 3.

    Grco 3. Castas, 2. de Mestiza y Espaol: Castizo (Annimo; Museo de Amrica, Madrid).

    El castizo es un beb a quien su madre est dando de lactar. Aqu hayuna menor integracin familiar que en el cuadro anterior. El padreespaol, pese a ser de una mejor calidad, est comprometido en laescena, pues le extiende una or a su esposa, una manera de expresarsu amor y devocin por ella. Pero la madre est consagrada a su ma-ternidad, de manera que por el momento no recibir la or ni prestaratencin a su esposo. Quiz el hecho de que su hijo sea ms claro es un

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    motivo adicional de entrega y alegra. Ella ha cumplido el mandato demejorar la raza. Y ahora parece ms madre que esposa.

    El padre, la madre y la criatura, todos, llevan vestidos espaoles.

    Se deja ver una uniformidad cultural que est asociada a la fuerza deese vnculo que detiene al padre espaol en una tranquila espera por laatencin de la madre. Pero si una escena como esta se repitiera una yotra vez, el resultado sera un nio inscrito en la relacin con la madre,sin un modelo masculino realmente potente.

    Signicativamente, la cortina que separa la sala del otro ambien-te (dormitorio?) est abierta, como mostrando que la familia nadatiene que ocultar, pues la situacin es legtima. El hombre galante, lamadre devota, el beb bien cuidado. Todo parece como debe ser. Noobstante hay un detalle que traiciona la armona del conjunto y que re-presenta un sntoma de que no todo est tan bien como se pretende. Mereero desde luego al grabado que cuelga en la pared, detrs del primerplano de la escena. Esa imagen no est bien colgada. La esquina supe-rior derecha est cada: entre los cuatro soportes de la imagen, hay unoque no funciona, de modo que la esquina respectiva se cae y enrolla.Ello impide ver toda la gura y pone, adems, una nota de desarreglo enuna situacin que parece perfectamente ordenada. En realidad, en unacasa que se presenta tan bien cuidada, este detalle es inslito. De allque pueda ser interpretado como designando una falla: el mestizaje dela madre. Uno de los cuatro abuelos del castizo es un indgena. Todoparece perfecto, pero no es as. En el mismo sentido pueden tomarse lasmanchas, o roturas, en el grabado, tanto en su borde superior izquierdocomo en el inferior derecho. Lo sucio est colocado en el grabado. Lospergaminos no acreditan una limpieza de sangre.

    Pero en el fundamento de todo lo anterior est lo que ocurri enla primera generacin: en el vnculo entre el espaol y la india. Situa-cin retratada en el grco 4.

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    Grco 4. Castas, 1. de Espaol e India: Mestizo (Annimo; Museo de Amrica, Madrid).

    En la imagen vemos a una familia compuesta por un caballero espaol,una elegante seora indgena y un niito mestizo que est tambin muyarreglado. La gradacin de colores es evidente. El padre es blanco, lamadre es oscura, el nio tiene justamente el color intermedio. Pero en ladistribucin espacial de los personajes sobre el lienzo llama la atencinel hiato entre el padre y el hijo. El primero est caminando, yndose, unpoco sigilosamente, mientras que el hijo y la madre se estn quietos. Laimagen sugiere que el rostro lloroso y acongojado del nio tiene que vercon ese distanciarse del padre. El nio est decepcionado, resiente elabandono paterno. Y la madre est mirando al suelo, recogida sobre smisma. Si no se siente tan afectada es porque de alguna manera ya estpreparada o acostumbrada a estas situaciones. El nio vive su frustra-cin en su lloro. Y la madre trata de ignorar lo que sucede, pues nadapuede hacer. Lo cierto es que el padre se est yendo. Y su gestualidades muy signicativa, casi teatral. Digamos que se reclama inocente. Noquiere agraviar a su familia, pero hace lo que le viene en gana. Mira alsuelo y levanta la mano izquierda; es decir, no da la cara y pretende unasinceridad que no es muy convincente.

    La diferencia de trajes es muy llamativa. El padre y el hijoestn vestidos a la usanza espaola. Y la madre luce un vistoso trajeindgena. Esta diferencia contrasta con la cercana entre la madre

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    indgena y el nio mestizo, pues ambos tienen enlazadas sus manos.Entonces la situacin viene a ser la siguiente: desde el punto de vistade la cultura, el nio est ms cerca del padre espaol pero en el

    plano del afecto el vnculo fuerte es con la madre indgena. Situacindesde luego emblemtica, pues marca el desgarro de la subjetividadmestiza: entre el deseo de ser como el padre conquistador, que es unapresencia dbil, y el afecto casi avergonzado por la incondicional,pero poco prestigiosa, madre indgena. El cuadro podra ir comouna ilustracin de la intuicin fundamental de Octavio Paz sobre elcarcter mestizo. En sus trabajos, Paz sugiere que el vnculo entreel espaol y la indgena fue frgil, de modo que el vstago mestizoes ignorado por el padre y sobreprotegido por la madre. El resulta-do es el macho inseguro y sin ley, un sujeto impulsivo y abusador,nalmente, solo (Paz 1994).

    Si comparamos las imgenes precedentes de las tres generacio-nes que toman a un linaje llegar al blanqueamiento, la diferencia mssignicativa entre ellas est en la actitud del padre. Lo comn, mien-tras tanto, es la indeclinable devocin de las madres por sus vstagos.El padre o bien se escurre y abandona, o bien espera sin ser tomadoen cuenta, o, nalmente, consiente sin educar. No cumple sus deberesaunque vaya mejorando de una generacin a la siguiente.

    Otro hecho comn, presente en los tres cuadros, es el debilita-miento de la familia a consecuencia del deseo de mejora social, pues elcnyuge menos valioso (castizo, mestiza, indgena) queda jado en laadmiracin a la mejor calidad de su vstago, en detrimento de la aten-cin que podra brindar a su pareja.

    Comparando las imgenes se hace evidente la idealizacin de loblanco y, por lo tanto, la mayor armona y prosperidad de las familiasque representan las mezclas raciales ms avanzadas.

    V Ahora bien, qu sujeto social se construye, o se representa, en estoscuadros? Si se tiene en cuenta que aquello que se muestra es el xi-to del blanqueamiento, entonces se puede suponer que estos cuadrosrepresentan o crean a un o una indgena que rechaza su condicin yque suea con que su descendencia pueda aumentar su valor social.Por tanto, las imgenes estn dirigidas a los indgenas y los llaman aesforzarse en la perspectiva de mejorar el porvenir de su linaje. Parallegar a algo as como: te dar mi dinero y me dars tu color. Sobretodo a las mujeres que deberan optar por un espaol pese al riesgo

    del abandono. En todo caso, su hijo ser ms valioso que ellas. De otrolado, al espaol que resulta del blanqueamiento se le ha perdonadosu mancha indgena, pero es inevitable que en estas imgenes se le re-

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    cuerde lo impuro de sus orgenes. De cualquier manera, este recuerdotendr que ser compensado con el orgullo por el esfuerzo puesto porsus ascendientes en lograr la hazaa del blanqueamiento. Est casi de-

    ms decir que este llamado al blanqueamiento puede producir rechazoen los indgenas menos sumisos y/o en los ms pobres, que no puedenavizorar ese horizonte como posibilidad. La arrogante superioridad delo blanco y la despectiva disminucin de lo indgena pueden producir,entre los postergados, indignacin, rebelda, resentimiento; y, entre losque se encumbran, cuestionamiento y culpa, pues esta jerarquizacin

    va a contrapelo de la enseanza cristiana que es justamente el funda-mento de la legitimidad de la sociedad colonial.

    Por otra parte, tenemos que preguntarnos quin enuncia la pro-mesa, quin construye ese sujeto atrapado por el deseo de blanquearse.La respuesta es clara, puesto que la difusin de la utopa del blanquea-miento conviene sobre todo a los espaoles cuyo valor social aumentaen tanto se colocan como el objeto por antonomasia del deseo.

    En todo caso, la utopa del blanqueamiento funda subjetivida-des escindidas. En el mundo mestizo-criollo, produce personas que seavergenzan de una parte de s mismas, que estn asediadas por esamancha de la que buscan puricarse. Se instituye, entonces, un sujetoestigmatizado, que no tiene el reconocimiento al que aspira. Pero que,a manera de compensacin, puede imaginar un proceso de depuraciny limpieza. Se trata de apegarse a lo criollo.

    La propia palabra criollo lo dice con claridad. El trmino nombraa lo local en tanto venido desde fuera. Criollo es el hijo de los espaolesnacido en Amrica. O, tambin, el hijo de criollos. Es decir, es un sujetoque se sigue deniendo por su condicin fornea, pues ella le acarreaprestigio en un medio colonizado. Ha venido desde fuera aunque llevemuchas generaciones viviendo en el pas. As como la cultura criollacontrasta con la indgena o propia del lugar. Entonces en el trminocriollo hay ya una resistencia a confundirse con lo nativo. Y es muynotable la continuidad histrica del contenido de este trmino. Digamosque lo criollo es el proyecto neocolonial, pues aspira a reemplazar a loforneo en el dominio de lo nativo. De un lado, remarca su parentescocon lo forneo y, del otro, su distancia de lo nativo.

    VIEl horror a lo negro es la orientacin complementaria a la fascinacinpor lo blanco. El consenso no es unnime, pero lo cierto es que el mes-tizaje con los negros no garantizaba el blanqueamiento. El proyecto

    podra fallar por la fuerza de la sangre-mancha negra.

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    Grco 5. Castas, 9. de Espaol y Alvina: Negro Torna atras (Annimo; Museo de Amrica, Madrid).

    En realidad hay diversas categorizaciones de las castas. Los sistemasclasicatorios dieren en tanto las mezclas se hacen ms complejas.Entonces los nombres y los colores se vuelven ms antojadizos. No obs-tante, en todas las clasicaciones se supone que de la relacin entreun hombre blanco o espaol y una mujer negra, nace un mulato. Lasiguiente categorizacin en esta secuencia, mostrada en el grco 5, yano es tan unnime, pero la mayora nombra como morisca a la criaturaque nace de la relacin entre un mulato y una espaola. Luego, de laque se da entre espaol y morisca se engendra una albina, se dice. Y,nalmente, de la relacin entre esta y un espaol puede aparecer unnegro torna atrs. Es decir, el tataranieto de la negra termina siendonegro, pese a que solo uno de sus ocho bisabuelos es de este color. Elnegro torna atrs puede ser una sorpresa mayscula, un aconteci-miento siniestro, para padres que se consideran blancos, puesto que sehan esforzado en olvidar a esa tatarabuela negra, y agresiva, que ahoraregresa en el color del nio. Aspecto que sin ese ascendiente resultarainexplicable.

    Si nos jamos con detalle, caemos en cuenta que el cuadro retra-ta la situacin en trminos melodramticos. El nio busca la miradadel padre. Quiere reconocimiento. Pero el padre, pese a sujetarlo, no lo

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    conrma como suyo sino que mira inquisitivamente a la madre. Y lapregunta que carga su mirada es: cmo puede ser este negrito mi hijo?Mientras tanto, la madre evita corresponder a la mirada de su esposo.

    Su actitud es de una solcita humildad. Est abochornada. La negritudde su hijo la ha puesto en evidencia. Sus credenciales no son tan limpiascomo su color hara pensar. Ya la denominacin que se le da, albina,nos habla de una blancura exagerada, de una situacin sospechosa,que guarda una sorpresa. Pero el nio est lujosamente vestido, comocorresponde a los blancos espaoles. Adems su inocencia se expresaen ese insistir en ser reconocido. Es como si pensara que no tiene nadade malo. Esta situacin implica que la madre lo ha reconocido comohijo. En realidad no tiene ms remedio, pues de su mismo vientre hanacido. El nio negro torna atrs maniesta la fuerza de la herenciaafricana. La sangre negra es como una mancha que puede desaparecerpero igual resurgir en las siguientes generaciones. No se puede termi-nar de limpiar. En realidad, la imagen es dramtica y no sabemos qupasar a continuacin. En todo caso, lo que tenemos es el deseo delhijo por ser reconocido, las dudas del padre y la vergenza de la madre.Podemos imaginar que el padre abandone a la madre por haber sidoengaado, sea por una relacin extramarital o porque ella ha ocultadolo oscuro de sus orgenes. Lo indudable es que el cuadro llama a tenercuidado al elegir la pareja, pues la piel ms blanca puede esconderun ascendiente que retorna para marcar el color del hijo. Produciendoembarazo y vergenza.

    Si nos jamos con ms cuidado en la imagen, somos llevadosa pensar que la madre y el nio quieren salir pero que el padre estreticente. En efecto, el nio est como jalando al padre para que separe. Y la madre tiene, en una mano, un abanico cerrado y tambinuna prenda de vestir y en la otra lleva un sombrero. Ese sombrero espequeo, de manera que es seguro que servir para que nadie vea, en lacabeza de su hijo, la suerte de cuernos formados por lo ensortijado desu cabellera. Los cuernos evocan algo demoniaco. Pero, pese a la pre-sin familiar, el padre se resiste. Podemos comprender su situacin. Noquiere mostrarse con su torna atrs en un espacio pblico. Luce comoun hombre correcto. Pero no quiere exponerse a curiosidades malsanasy sarcasmos. Podr ser un nio bonito, bien cuidado y vestido, pero esnegro. Y eso es casi inaceptable.

    Las razones del repudio de lo negro pueden verse en las siguien-tes imgenes de los grcos 6, 7 y 8.

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    Grco 6. Castas, 4. de Espaol y Negra: Mulata (Annimo; Museo de Amrica, Madrid).

    En el grco 6, sobre el mestizaje entre el espaol blanco y la negra, vemos a un hombre que intenta defenderse de su agresiva cnyuge. Trasella est la nia mulata, tratando de sujetar el arrebato colrico de sumadre. Lo mismo trata de hacer el padre. Pero la ofensiva la lleva lamujer negra. Con su mano izquierda ha cogido el cabello del padre ycon la derecha est tratando de golpearlo con un cucharn. Y el padreprocura defenderse cogiendo los brazos de su consorte. Pero por qu seha generado esta pelea? Por qu el disgusto y la ferocidad en el rostrode la madre? El cuadro nos da algunas pistas que son como las huellasque el pasado ha dejado en la imagen de ese presente detenido en larepresentacin. Para empezar, la escena ocurre en la cocina y la esposaest usando un mandil. Adems tenemos el cucharn en su mano. Todoindica que la madre ha estado realizando las labores domsticas. Elpadre, en cambio, no solo parece venir de la calle, de esa puerta abiertahacia el lado izquierdo de la composicin, sino que est vestido con ele-gancia. Un estilo que corresponde a su ser blanco y espaol. Entoncespodemos suponer que la madre ha montado en clera por haber sidodejada en su humilde condicin mientras el esposo ha salido a hacer

    algo que no estaba pactado o previsto en el arreglo matrimonial. Entodo caso, la violencia en su rostro nos habla de un hogar que no esfeliz, donde el esposo no querr permanecer demasiado tiempo. Y la

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    actitud de la nia, su tratar de contener a la madre, nos dice que ellaest tratando de proteger al padre. En resumen, el cuadro expresa lasdicultades del vnculo: el padre no quiere salir con su esposa y ella

    queda amargamente recluida en los quehaceres domsticos. Lo msinteresante, sin embargo, es la ira y la agresividad de la madre. No pue-de controlarse, tiene la sangre caliente. La igualdad del matrimoniolleva a la pelea y al conicto por el carcter tempestuoso de la mujerde raza negra.

    Otra versin de la misma idea la encontramos en el grco 7.

    Grco 7. Castas, De Espaol y Negra nace Mulata (Annimo; tomado de: Menndez Obando s. f.).

    La similitud de las imgenes hace pensar, de inmediato, que estamosante un estereotipo: la esposa negra agrediendo a su cnyuge blanco,el cual solo se deende, mientras que la hija mulata trata de separar-los. Otra vez, la diferencia de atuendos hace visible el connamientodomstico de la esposa negra y la constante presencia pblica del es-poso blanco. Total, el nico lugar donde pueden converger, el hogar,termina siendo dominado por el conicto, por la agresin de la negra.Es evidente que la imagen conlleva el mensaje de que esta unin noresulta conveniente para el blanco, aunque, de otro lado, produzca unacriatura, la nia mulata, ms sensata y temperada que su feroz madre.En esta imagen se sugiere que el conicto ocurre en una fonda o chin-

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    gana de la cual la negra parece ser propietaria o conductora. Tiene unmejor traje que en la imagen anterior y cuenta con dos asistentes, ves-tidas de manera ms sencilla y que estn sirviendo a los comensales.

    Todos los personajes estn mirando, con curiosidad pero sin sorpresa,el conicto familiar. En esta imagen se insina que la cnyuge negra,gracias a su negocio, mantiene el hogar. El espaol sera un mantenidoy esta podra ser entonces la razn de un vnculo tan insatisfactorioen otros aspectos.

    Finalmente, en el grco 8, esta tercera imagen repite casi en-teramente la primera. Esta vez, sin embargo, la nia mulata trata decontener ms activamente, la furia de la madre.

    Grco 8. Castas, De Espaol y Negra nace Mulata (Andrs de Islas; Museo de Amrica, Madrid).

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    En el virreinato peruano la gura del negro torna atrs est tambinpresente en el imaginario social. No obstante, la situacin no pareceestar tan cerrada como en el caso novohispano, pues el blanqueamiento

    es posible, aun para los negros. Pero ya no en las cuatro generacionesque toma al caso indgena este trnsito, sino en cinco. En el primercaso, el camino que lleva a lo blanco empieza en lo indgena, continacon el mestizo y sigue en el castizo, para concluir en el blanco. Encambio, en el camino que parte de la negra, es necesario pasar por lassiguientes estaciones: negra, mulata, cuarterona de mulata, quinteronade mulata, re-quinterona de mulata, gente blanca, o sea, alvina.

    El hecho es que estos cuadros maniestan un horror a la sangrenegra, postulada como feroz y sucia. Mal hara un espaol en amance-barse, peor an en casarse, con una negra, pues estara expuesto a mal-tratos y caprichos, por no hablar del poco prestigio de su descendenciay de la vergenza que signicara exhibir en pblico a sus vstagos. Portanto, tendra que resistir las tentaciones de una vida fcil o un erotis-mo acrecentado que seran los motivos que pueden llevarlo a tan fataldecisin. De todas maneras, la progenie mulata sera de mejor calidadque la madre. Pero aun cuando su sangre se pueda ir limpiando graciasal vnculo con los espaoles, su descendencia guarda una sorpresa, laposibilidad de engendrar un torna atrs, lo que signicara desbaratartodo el esfuerzo realizado por las generaciones anteriores.

    En cambio, para los indgenas se abre un horizonte ms claro deredencin. En un proyecto transgeneracional es posible que la bisabuelaindgena tenga bisnietos perfectamente blancos. Qu sueo tan bonito!Escapar del estigma, de la mancha indgena. La bisabuela indgenasoporta desplantes que su equivalente negra no tolera pero que com-portan grandes benecios para sus descendientes.

    Ahora bien, si tenemos en cuenta la demografa de pases densa-mente indgenas, que es donde se producen precisamente los cuadros decastas, tenemos que pensar que la utopa de blanqueamiento podra seruna ilusin para muchos y una posibilidad efectivamente para pocos.Quiz la hija de un cacique, o de un prspero comerciante indgena,podra empezar a recorrer el camino cuyo destino sera alcanzado porsus bisnietos. Y, claro, el tener en mente la felicidad de su descendenciapuede ser un gran consuelo y una poderosa motivacin.

    Pero, otra vez, se trata de una fantasa abierta para los pocos,aunque marca igual el deseo de los muchos. Los mestizos que se em-parejan con mestizas o indias tendran que vivir su relacin con unacierta pena, pues no estn en el camino correcto que lleva a cumplir el

    mandato del blanqueamiento. Pero tampoco es que no haya esperanza,pues lo que no pudieron hacer ellos puede que lo hagan sus hijos. Entodo caso, lo importante es apuntar a la mejora de la raza.

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    Grco 9. Mestizo, mestiza, mestiza (Annimo; Museo Nacional de Antropologa, Madrid).

    En la imagen del grco 9 tenemos una relacin entre mestizos. Hayalguna proximidad y amor entre los miembros de la familia. Pero esapulsin est enfriada. En efecto, el padre tiene su mirada ja en el rostrode su atractiva compaera. Pero la madre no est plenamente presente,hay una ausencia en su mirada, un sentimiento de prdida, un duelo.Est all y su rostro es agraciado, pero tambin est sola y aislada. Noamargada, tampoco gozosa. Su expresin marca la gestualidad de sucriatura y se esclarece en ella. La nia parece estar entre el lamento y

    el reclamo. Ciertamente no rebosa de satisfaccin o capricho como losnios blancos. Su expresin es denitivamente trgica. Quiz se lamentade no ser blanca y est clamando por mejorar el color de sus hijos. En-tonces, es como si no se aceptara, como si estuviera esperando algo queno va a obtener; se encuentra en una situacin sin salida. Podemos intuiro postular, sin embargo, que si llegara a primar el reclamo de mejorarsobre el lamento de no ser, esta nia podra esforzarse, ganar dinero ydesposar a un blanco. Pero si se queda en el lamento de no ser blanca,es probable que se case con un mestizo o indio. En este ltimo caso, sudescenso ser el avance de su compaero en la escala pigmentocrtica.

    Si vemos el cuadro otra vez, podremos notar que el padre esttratando de decir algo a su compaera. Algo que se puede intuir como

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    positivo, pues as lo pregura su mirada cargada de amor y de pena.Tambin lo dice su mano derecha, arqueada como llamando la aten-cin para expresar algo. Es como si quisiera decir: Un momento! Las

    cosas no son tal como las piensas. Yo te amo. Pero, en realidad, nohay comunicacin; la madre no est recibiendo el mensaje y, menosaun, la criatura. Cul es la causa del duelo de la madre? Quiz elhecho de que su esposo no sea blanco, pues si lo fuera la criatura desus entraas sera castiza y no simplemente mestiza como lo son susprogenitores. La madre ha perdido la oportunidad de avanzar en laescala de la coloratura.

    Es muy signicativo, adems, que este mundo sea ms bien po-bre, como lo revela lo austero y gastado de los trajes. Es como si todala buena voluntad y las ganas de ser felices se estrellaran contra las

    jerarquas sociales y la realidad de la pobreza.

    VIIQue la pulsin clasicatoria, pigmentocrtica, de la pintura de castasnace del mundo mestizo-criollo es un hecho que el poema de EstebanTerralla y Landa, Lima, por dentro y por fuera (2011), pone en evidencia,al menos para el caso de Lima. Se trata de una larga stira de 4.293

    versos octoslabos 4. El poeta, que es un espaol, se goza disminuyendoa los limeos. No aparece una perspectiva de redencin. La condena deLima y sus habitantes es categrica. Nada hay de rescatable.

    El trasfondo de su burla es de rabia e impotencia. El autor nologr hacer la Amrica y se venga rebajando a sus habitantes. Peroesta actitud despectiva es tambin ocial, pues corresponde al proyectodel despotismo ilustrado de las reformas borbnicas, a su vehemenciarecaudadora, a su desconanza respecto a los criollos, a su afn porrearmar la autoridad de la metrpoli.

    Para Terralla y Landa, el caos moral que es Lima tiene mlti-ples rostros y cada uno es peor que el otro. Los limeos son presen-tados como interesados y oportunistas; siempre en la expectativade sacar provecho de los espaoles o, por ltimo, de quien est a sualcance. Las mujeres son de costumbres livianas, muchas de ellasdispuestas a vender sus favores. De otro lado, la falta de urbanidades clamorosa. La gente come con las manos y los platillos carecende todo renamiento.

    4 No se sabe mucho sobre la vida de Esteban Terralla y Landa. Nace en Sevilla, vive un

    tiempo en Mxico y viene al Per hacia 1787, dedicndose a la minera sin mayor xito. Sustira est escr ita a la manera de una carta que brinda consejos econmicos, saludables,polticos y morales que da un amigo a otro con motivo de querer dejar la ciudad de Mxicopor pasar a la de Lima (2011: 17).

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    Todo articio y ccin,Todo cautela y enredos,Todo mentira y trapaza;

    Todo embuste y ngimiento.(Terralla y Landa 2011: 143)

    En la raz de este caos est la desnaturalizacin de las jerarquas socia-les, el trastrocamiento producido por la gente que quiere igualarse a losblancos quebrando leyes y costumbres.

    Que vas viendo por la callePocos blancos muchos prietos,Siendo los prietos el blancoDe la estimacin y el aprecio.Que los negros son los amosY los blancos son los negrosY habr de llegar el daQue sean esclavos aquellos..Que se adornan de buen hatoSilla de plata, buen freno,Buena mula, buen caballoBuena capa y buen sombrero.Hay muchos del mulatismoY del gnero chinescoQue con papeles ngidosQuieren mudar de pellejo.(Terralla y Landa 2011: 161)

    Es muy interesante el cuadro que nos brinda Terralla. No es una pintura decastas. Para el poeta, Lima es una ciudad donde los espaoles que la habitanno trabajan. Y la gente baja, las castas, estn tomadas por el deseo de ser

    como los espaoles. Entonces ellos s trabajan y, pese a ser muy ahorrativos,hay rubros donde no dudan en derrochar su dinero. Por ejemplo, comprar vestidos que no van con su condicin, pero que los hacen lucir ms blancos omenos oscuros de lo que son. Lo que Terralla testimonia, acaso sin quererlo,es que, en Lima, la piel blanca es el supremo objeto del deseo. Entonces quie-nes ya la tienen no hacen nada y los que carecen de ella se esfuerzan parapresumirla y/o dejrsela a sus hijos, a travs de matrimonios convenientes.

    Vers en todos los ociosChinos mulatos y negros,

    Y muy pocos espaoles,Porque a mengua lo tuvieron.

    Vers tambin muchos indios

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    Que de la sierra vinieronPara no pagar tributoY meterse a caballeros.

    Vers con muy ricos trajesLos de bajo nacimiento,Sin distincin de personas,De estado, de edad ni sexo.

    Vers una mujer blancaA quien enamora un negro,Y un blanco que en una negra,Tiene embebido su afecto.(Terralla y Landa 2011: 173)

    Por el contrario versEntre las negras y los negrosQue gozan de libertad,Y viven sin cautiverio.Pues con el sumo trabajoQue en la mocedad tuvieronNo les falta en la vejezEl cotidiano sustento.De forma que vers varios

    Que despus que libres fueron,No solo dejan alhajasSino esclavos y dinero.(Terralla y Landa 2011: 175)

    En el fondo, lo que Terralla nos transmite es la realidad de un sistemadonde coexisten dos principios de estraticacin social. El primerosupone categoras jas y est basado en el origen y el consecuentecolor de piel. Es el sistema hegemnico, pues est respaldado por elpoder poltico y cultural, por el Estado y la iglesia. El segundo prin-cipio de estraticacin social est basado en el esfuerzo y el logro.En las posibilidades que abren el trabajo y el mercado, que permitenque cualquiera pueda adquirir riquezas, de manera que la jeza delas categoras raciales tiende a diluirse. Terralla protesta contra undinamismo econmico que socava las jerarquizaciones raciales. Suproyecto implcito es que ambos sistemas coincidan. Vale decir, queno existan espaoles pobres ni mestizos ricos. Pero ese proyecto noparece posible, pues los espaoles tienen en mengua el trabajo, demanera que su futuro depende de casar a sus hijos e hijas con los

    mestizos ms exitosos. Digamos que Terralla lamenta lo que ocurre,la igualacin social. Pero, tambin, explica cmo el logro econmicosubvierte la jerarquizacin racial.

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    Pues no teniendo destinoLas nias de fundamento,Pierden por necesidad

    An de la vergenza el velo.(Terralla y Landa 2011: 149)

    El deseo de ser blanco es tan sentido que todos tratan de serlo o simu-larlo. Es el caso de la mulata que:

    Jams las manos descubreNi ensea tan solo un dedoPor no mostrar que esAcanelado el pellejo.(Terralla y Landa 2011: 145)

    La adoracin de la que los blancos son objeto termina debilitado lospatrimonios familiares, pues les impone un tren de vida marcado porel lujo y la renuncia al ejercicio de cualquier actividad productiva. Estaes la situacin que a nes del siglo XVIII observa Alonso Carri de la

    Vandera en El lazarillo de ciegos caminantes :

    La multitud de criados confunde las casas, atrae cuidados, entor-pece el servicio y es causa de que los hijos se apoltronen y apenasacierten a vestirse a la edad de los doce aos, con otros inconve-nientes que omito. El actual establecimiento, con el de costosostrajes que se introducen desde la cuna con la demasiada condes-cendencia que tienen algunas madres, son dos manantiales osangras que d(i)bilitan insensiblemente los caudales. (1985: 212)

    Esta situacin se conrma en el estudio de Paul Rizo Patrn (1990). Resul-ta que cerca de la mitad de la nobleza limea es calicada de pobre o muypobre (no tiene caudal). Este grupo decay mucho por el agotamientodel Cerro Rico de Potos y, tambin, por la falta de un mpetu empresarial

    que le permitiera renovar sus activos econmicos. (Rizo Patrn 1990: 134)Desde el otro lado del espectro social, Jess Cosamaln observa elfenmeno complementario. Gracias a su contraccin al trabajo, los indge-nas y negros podan escapar del destino casi natural de la servidumbredomstica para encontrar oportunidades de avance en el sistema artesanalque permita el aprendizaje de un ocio y hasta el establecimiento de talle-res. Entonces, la aspiracin de los sirvientes era aprender algn ocio dig-no que los llevara a una vida por su propia cuenta. (Cosamaln 2011:147)

    VIIILa ideologa del mestizaje proviene, al menos en el caso peruano, deun compromiso entre, por un lado, el liberalismo republicano que con

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    la Independencia se arma como ideologa ocial del naciente Estadoy, por otro lado, el conservadurismo colonial que sigue vigente pese aque su existencia sea negada en el mundo pblico. La ideologa del mes-

    tizaje llama a reconocerse como producto afortunado de mezclas tanintrincadas que sera imposible e irrelevante precisar la proporcinde las sangres de las que cada uno es resultado. Quien no tiene de inga,tiene de mandinga es la frase clsica, mil veces reiterada, que llama ahacer invisibles las diferencias de color. A travs de esta proclamacinorgullosa la raza no importa pues todos somos mestizos los indivi-duos se consideraran ciudadanos y el conjunto de la gente del pas unanacin. Se trata de crear al sujeto mestizo; es decir, al individuo quees uno ms dentro de una comunidad de gente donde las castas se handiluido, de manera que impera el sentimiento de igualdad. La realiza-cin de la ideologa del mestizaje implica la desaparicin de la utopadel blanqueamiento y la jerarquizacin pigmentocrtica.

    Esta ideologa ha tenido una gran importancia pues ha sido, ysigue siendo, la visin ocial, autorizada, que el pas tiene de s mismo.No obstante, por debajo de ella uye un discurso avergonzado, es-condido, que produce orgullo a quien lo hace suyo. Este discurso estmuy presente en la realidad cotidiana donde la jerarquizacin y la ser-

    vidumbre sobreviven sin cuestionamientos. El racismo es un secretoa voces, algo que todos saben pero que nadie debera decir en pblico.Entonces, en el caso peruano esta ideologa del mestizaje no ha logradoan cuajar, adentrarse en las entraas, in-corporarse. Y la mejor pruebade ello es la persistencia del deseo de blanquearse.

    Sin embargo, la ideologa del mestizaje es el fundamento de lanacin peruana. O, para ser ms precisos, de la versin criolla del nacio-nalismo peruano. Una versin que se encuentra cuestionada, pues ahoraexiste una variedad de nacionalismos andinos que se reclaman, todosellos, como ms autnticos, ms acordes a la realidad e historia delpas que el nacionalismo criollo. Cabe preguntarse si el nacionalismoandino es una ruptura o una profundizacin de la ideologa del mesti-zaje. En realidad, el compromiso del que surge el nacionalismo criollo:abolir la pigmentocracia del plano pblico-ocial pero mantenerla enel privado, es un compromiso dinmico, una tensin entre fuerzas quehan ido evolucionando. Para empezar, la jerarquizacin social dependehoy mucho ms de los activos econmicos y culturales que del color depiel. De otro lado, se ha hecho pblico el secreto de la discriminacin.En este proceso el trmino racismo es fundamental, pues ha funcionadocomo la luz que saca de las sombras las prcticas discriminatorias que

    siguen reproducindose. Se vigila y se denuncia la arrogancia de quien jerarquiza de acuerdo a la cultura y la piel. En la actualidad, al menos enLima, un comentario racista puede ser el epitao de una carrera poltica.

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    No obstante, las cosas son complejas, pues en el imaginario dela globalizacin contempornea el fenotipo indgena no est postuladocomo un ideal apreciable, que cualquiera quisiera tener. En el mundo

    de las imgenes lo que ms vale es lo joven, lo blanco. Entonces en esteaspecto la globalizacin viene a dar un nuevo aire al colonialismo, a lautopa del blanqueamiento.

    IX La idealizacin del cuerpo cobrizo fue intentada, una y otra vez, porel indigenismo. En Mxico, en especial, pero tambin en el Per, elindigenismo represent a los hombres y mujeres nativos de una formapresuntamente atractiva. Es el caso, desde luego, del muralismo meji-cano (ver el grco 10) y del arte de autores como Jos Sabogal en elPer. Y, ciertamente, el indigenismo es un captulo mayor en el inten-to de producir una descolonizacin del imaginario latinoamericano.No obstante, se trata de un captulo incipiente, pues esos hombres ymujeres indgenas son todava poco ideales. Son fuertes y orgullosos,pero tambin hierticos y lejanos. Quiz respetables y rebeldes, perono an atractivos.

    Grco 10. Gente a las armas (David Alfaro Siqueiros).

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    X El intento por idealizar el cuerpo mestizo implica sensibilizar nues-tra mirada a una belleza negada, o disminuida, por el racismo y la

    utopa del blanqueamiento. En realidad, par ticipamos en una luchapor denir nuestra subjetividad. De un lado, tendramos que sentir-nos feos e inadecuados, manchados, como lo sostiene la inerciahistrica y la impronta colonizadora de las industrias culturales quehegemonizan la globalizacin. De otro lado, podramos sentir quealgo bello e ideal habita en nuestros cuerpos. Algo no por negado,menos existente.

    Este es el camino recorrido por la artista plstica peruana Clau-dia Coca. Se trata de resistir el imperio colonial, y la manera de hacerloes mediante una reconciliacin profunda con esa imagen que el espejonos devuelve. En su exposicin Mejorando la raza, ella nos dice:

    Mejorando la Raza da una mirada al problema racial, no dellado del racismo visto como ejercido por otro, sino ms bien alracismo practicado y sentido por uno mismo hacia s, a lo quellamaremos autoracismo de la sociedad peruana.

    Son varias las formas en que es sentido y se practica nuestroautoracismo. Todos los peruanos somos cholos o el que notiene de inga tiene de mandinga son refranes populares usa-dos cuando se habla del colectivo, pero negados cuando sonaplicados al individuo. Para el mestizo, que tiene interiorizadala creencia de superioridad de la gente blanca, es muy difcilaceptarse como cholo ya que este trmino seala sus caracte-rsticas raciales. Existe en consecuencia una negacin racialde parte del mestizo que cae en la imposibilidad de reconocerel propio rostro en el espejo.

    La frase mejorando la raza es aplicada comnmente cuando

    una persona mestiza tiene o desea tener hijos con una personablanca o blanquiosa, con lo que se supone la obtencin de unadescendencia mejorada. Esta es una forma de realizar sus sue-os a travs de los hijos, no solo los sueos de una prosperidadprofesional para ellos, sino tambin los de ser personas msclaras y por lo tanto bellas. (Coca: 2000)

    Se trata pues de un combate interior. No dejarse subyugar por los sen-timientos de vergenza y compasin que emergen de mirar nuestrapropia gura. Darnos cuenta de que los cnones estticos desde los que

    enjuiciamos nuestra apariencia son injustos y arbitrarios y de que en un

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    mundo donde domina tanto la esttica blanca y juvenil 5, las personasoscuras y mayores quedan relegadas a lo insignicante. Simplementeno pueden ser apreciadas.

    Cambiar la mirada y la sensibilidad pasa por apreciar el cuerpocobrizo. Y el proyecto de Claudia Coca pretende contribuir a este ninterviniendo las representaciones cannicas del arte occidental con supropia apariencia mestiza.

    Grco 11. Revelada e indeleble (Claudia Coca; cuadro reproducido en: Cornejo Cavero [2011]).

    Entonces Claudia Coca coloca su rostro en pinturas de Zurbarn yKlimt, tambin en cmics y mangas japoneses (ver el grco 11). Unintento de idealizar el mestizaje, de elevarlo a la calidad de objeto supre-mamente deseable. Y estas imgenes no se desmerecen por la interven-cin a la cual la artista las somete. Reemplazar al otro, mostrando quenada signicativo se pierde, es tambin una manera de hacer evidentela igualdad sustancial de la especie humana.

    5 Junto con la utopa del blanqueamiento tenemos ahora la utopa del rejuvenecimiento.Esta utopa nace de la misticacin de la juventud y del miedo a la muerte. Cirugas, cre-

    mas, adelgazamientos, etc.; la lista es demasiado larga. Y, claro, el casarse con personasmenores que uno aparece como una forma de alejarse de la muerte y la insignicancia.En este caso se suele intercambiar juventud por dinero o prestigio social. Pero, eviden-temente, este es otro tema.

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    El proyecto esttico-poltico de Claudia Coca va ms lejos. Tam-bin reivindica la condicin femenina, como se muestra en el grco 12.Una (auto)mirada donde la artista comparece como fuerte y decidida

    y, no obstante, bella y atractiva.

    Grco 12. Luchadora (Claudia Coca; cuadro reproducido en: Coca [2008]).

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    Grco 13. Claudia Coca. (Foto de Sandra Rizo Patrn)

    Pero los procesos no son lineales. Y muestra de ello es el cuadro de lafamilia mestiza, pintado por la misma Claudia Coca (ver el grco 14).

    Grco 14. De castas y mala raza (Claudia Coca; cuadro reproducido en: Moneda [2009])

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    En la supercie del lienzo se lee: Quartern de mestizo con tresalbaproduce mestizo salta atrs. Tresalba, segn el diccionario de la RAE:se dice de un caballo o de una yegua: que tiene tres pies blancos. En-

    tonces, se entiende que el nio sea nombrado salta atrs, pues pese aque sus padres tengan cada uno un abuelo indgena, l mismo resultams indgena que sus padres. Entonces la mancha indgena se con-

    vierte en algo potente que regresa a deshacer el camino del blanquea-miento en que estaban comprometidas las familias de sus progenitores.

    Desde luego que el lienzo es complejo, pues nos muestra a unnio ciertamente feliz pero demasiado grande para ser cargado por su(sacricada) madre. Y el padre, mientras tanto, no parece demasiadoinvolucrado, su acercamiento es gestual, retrico, propio de quien noquiere terminar de comprometerse, de ensuciarse las manos. De all lacamisa blanca, sus lentes doctorales, lo huidizo de su mirada y lo pocodenido de su aproximacin. La sonrisa plena del nio se relacionacon la mirada triste y ausente de la madre y con la distancia del padre.Entonces queda otando como pregunta lo que ya est insinuado en elttulo del cuadro: es el mestizaje una mala raza?

    XIEn el caso de la coleccin peruana de los cuadros sobre las castas nohay duda sobre su inspiracin: han sido encomendados por el virreypara dar a conocer a su majestad la realidad americana. [] la notablemutacin de aspecto, gura y color, que resulta en las sucesivas gene-raciones de la mezcla de Indios y Negros, a que se suelen acompaarproporcionalmente las inclinaciones y propiedades (Romero 2000: 22).Lo interesante en esta serie es que el blanqueamiento no es total. Laautoridad colonial reconoce la gradacin de las castas y su diferentecalidad. No obstante, queda claro que el criollo nunca podr ser unacriatura limpia. Este lmite queda establecido en el cuadro nmero 15de la coleccin (ver el grco 15), donde se lee: Espaol, Gente blanca.Quasi limpios de su Origen.

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    Grco 15. Espaol. Gente blanca. Quasi limpios de su Origen (cuadro de la coleccin encargada porel virrey Amat; reproducido en: Majluf [2000]).

    Este cuadro no muestra al hijo de la pareja. Hecho que es una de lasconvenciones ms importantes de la pintura de castas. Y es que presen-tarlo sera redundante. Si los dos son gente blanca, su descendenciano podra ser sino como ellos; es decir, blancos. Pero no se trata, pordecirlo as, de gente blanca-blanca sino ms modestamente de genteblanca quasi limpios de su origen. Es decir, les falta muy poco, prcti-camente nada, para ser blancos. Pero, en realidad, no terminan de serlo.Estos son los individuos que el virrey presenta como las presencias msdeseables, como el resultado ms depurado del sistema colonizador.Y pese a todo el esfuerzo, el origen no queda totalmente borrado. Enrealidad, el cuadro atestigua la hostilidad de los reyes borbones hacialos criollos. Estereotipados como incultos y ociosos, vistos como unobstculo a la apropiacin de los mayores excedentes que la metrpolireclama de sus colonias.

    Es muy notable que el tercer personaje, que aparece en unsegundo plano del lienzo, no sea el hijo de ambos sino un hombreoscuro (indio?, negro?), humilde, pobre y hasta harapiento, que

    tiene, sin embargo, una presencia importante por su tamao, actitudy posicin, aunque, de otro lado, tenga un aspecto un tanto fantas-mal. En la pareja, mientras tanto, reluce el orgullo y la satisfaccin;

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    sobre todo en ella, un tanto ausente a la interpelacin de su compa-ero que, sin xito, parece querer convocarla. En el personaje oscurolos hechos llamativos son la cruz que sostiene en la mano derecha, su

    mirada enfocada en la blanca palma de la mano derecha del hombrequasi limpio y, nalmente, su mano izquierda que parece rozar lamano derecha de este hombre. Entonces, todo parece indicar queeste modesto personaje, casi vuelto invisible, es el ascendiente de lapareja, el hombre que ha logrado el milagro, a fuerza de tesn y fe, detener como progenie a esa gente blanca quasi limpia de su origen.Gente que, desde luego, lo desconoce, pues ni lo miran, pese a sersus descendientes. Los criollos blancos no quieren acordarse de suancestro indgena.

    Ningn pas de Amrica Latina est libre de la utopa del blan-queamiento. Ni los que han tratado de construir su identidad nacionala partir de la idealizacin del mestizaje (Mxico, Per, Ecuador, etc.),ni aquellos que han hecho orgullo en torno a ser pura, o fundamental-mente, blancos (Argentina, Chile, Uruguay).

    La lucha por descolonizar el imaginario contina.

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