La Verdad de La Crisis - Pablo Oyarzun R

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  • 8/14/2019 La Verdad de La Crisis - Pablo Oyarzun R

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    La verdad de la crisis1

    Pablo Oyarzun R.2

    Qu es este libro? Es un reportaje, una crnica, un anlisis de coyuntura; es acaso un

    compendio sintomatolgico, una evaluacin o un diagnstico, una reflexin

    trascendental, un zurcido de fragmentos, un clip? Algn lector desconcertado pensar,quiz, que es una pizca de cada cosa. Eso hara de este libro un pot-pourri, un notoriocentn. Aunque, lo concedo, esta impresin no carecera de asidero, sera ms biensuperficial. Desde luego, se trata de un libro de mltiples entradas. Pero no por eso es

    dcil a lecturas diversas. Una reticencia fundamental lo habita. El carcter evasivo desu estilo de escritura y pensamiento da testimonio de esa reticencia. Y sta parece

    reservarse una nica lectura, una nica interpretacin que atinara a la verdad del

    texto. Parece curioso, en una obra que destaca por doquier las seas de una crisisabarcadora, abrumadora, de la verdad: seas de la dbacle de lo universal concebible yde la indesmentible univocidad. Pero, a fin de cuentas, no es tan curioso. Este es unlibro de filosofa, radicalmente; su nico asunto es la verdad. Por eso habla de la

    universidad y de su crisis. Habla de la universidad, porque ella ha sido, en la historiaoccidental, mbito privilegiado de la verdad, de su enseanza y su bsqueda, espacio

    socialmente consagrado de su culto. Si es vlido afirmar como se hace con sobrada

    insistencia que hoy, y por todas partes, la universidad est en crisis, no bastadetenerse en los aspectos administrativos y organizacionales, en los problemas de

    gestin con los que suelen lidiar, ms o menos ciegamente, las autoridadesuniversitarias, ni tampoco en los desafos y demandas de las sociedades en vsperas

    del tercer milenio, ni siquiera en los problemas inmanentes que plantea la dinmicadel conocimiento y de la innovacin tecnolgica. Una consideracin rigurosa exige

    hacerse cargo de lo que esa crisis significa para la verdad. Thayer supone que, en un

    cierto sentido, significa todo.De ah el tono apocalptico que se vuelve, a ratos, dominante, equvocamente

    dominante en el libro. La lectura desprevenida creer reconocer en l un desnimoradical: el desnimo de esas enfermedades asintomticas que deterioran a lo largo de

    tiempo, y que cuando nos percatamos de su existencia, nos han debilitado al punto

    1 Comentario a La crisis no moderna de la universidad moderna, de Willy Thayer

    (Santiago: Cuarto Propio, 1996, 239 pp.). El texto fue ledo en una mesa de debate entorno al libro, realizada en la Universidad Arcis, el 30 de octubre de 1996, en la cual

    intervinieron Francisco Brugnoli, Sergio Rojas, Carlos Ruiz y Miguel Vicua, ademsdel redactor de estas lneas. Las citas que aqu se hacen del libro van acompaadas,

    entre parntesis, del nmero de la pgina correspondiente.2 Profesor de Filosofa y Esttica, Universidad de Chile; Profesor de Filosofa, P.

    Universidad Catlica de Chile.

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    que carecemos de moral para enfrentarlas (169). Confesin de impasse irremontable,de enervacin y debilidad (retengamos esta palabra), La crisis no moderna... aportara sucorrespondiente dosis al narctico con que se dopa buena parte de la intelligentsiafinisecular; de la nuestra, tambin. (Y, dicho sea de paso, no importa que su pose sea

    de amargura desvencijada o de frescura juvenil; como el ente, el desgano se dice y se

    viste de muchos modos.) Pero el apocalipsis es un estilo de la verdad. Este libro lohace sentir enrgicamente.

    La mencin de lo apocalptico no slo se justifica, pues, como atributo retrico, niporque el texto recurra explcitamente a su concepto, que se destaca por ltima vez,

    como en gesto de abrumada confesin, en el eplogo de este Eplogo. Y, dicho sea depaso, esa mencin contiene adems un guio dirigido a la obra de Jacques Derrida,

    autor de un opsculo con el ttulo (de raigambre kantiana) D' un ton apocalyptiqueadopt nagure en philosophie3, y de unos trabajos (no slo especulativos) sobre lacuestin de la universidad, con los cuales visiblemente entronca este ensayo. La

    mencin de lo apocalptico, como el concepto ms enftico de verdad del cual se

    dispone, puesto que habla de la verdad de cuerpo presente, quiere inducirnos aentender que asistimos, aun sin saberlo y sin siquiera percibirlo, al ltimo apocalipsis:el de la imposibilidad de todo apocalipsis: El pensamiento apocalptico ya no puede

    resignificar(se) mediante ninguna representacin del final (201), escribe Thayer en elreferido eplogo.

    Es un libro reticente, deca. Pero no se trata de que su argumento permanezca

    recndito. Las tesis que lo vertebran son, me parece, muy manifiestas. El libro enfocala situacin de la universidad en la transicin. Sostiene que la transicin no es un

    trance, sino una condicin, pero una condicin esencialmente evasiva. Bajo esacondicin, la universidad estara finiquitada, pero de manera tal que su fin podra

    mantenerse en un suspenso permanente. La relacin fundamental de la universidadcon el Estado y la nacin, caracterstica de la modernidad, no rige ms, en la medida

    en que el Estado mismo ha ingresado en la zona difusa de la transicin. Lo que imperaes el mercado, el telemercado, si se quiere.

    Desde luego, el empleo del trmino "transicin" puede resultar engaosamente

    restrictivo si se lo refiere exclusivamente a los avatares y las parlisis de nuestroproceso particular. Sin perder de vista esta incidencia local, Thayer entiende la

    transicin en trminos generales, para no decir absolutos. La transicin es el contexto deeste texto, y, segn ste, de todo texto posible hoy, sobre todo si se trata del texto

    universitario. La generalidad de este contexto es sui generis, en la medida en que no esconceptualizable. El contexto es escurridizo con respecto a toda aprehensin o fijacinconceptual, porque no estriba en contenidos, sino en la unidad autogenerativa y

    abierta (y, por eso, indefinidamente variable) de una performance de control ycomunicacin, de informacin y de intercambio. Cada concepto que pretenda

    circunscribirlo queda, al punto, circunscrito por l: cada descripcin o exgesis, apenasenunciada, se convierte en un quantum de informacin virtualmente disponible en elambiente meditico. Es lo que produce el proceso recproco de la telematizacin del

    mercado y la mercantilizacin de la telemtica: rasgo esencial de aquello que en

    3 Publicado en Pars: Galile, 1983 (98 pp.), y anteriormente en AA. VV., Les fins del' homme. partir du travail de Jacques Derrida, Paris: Galile, 1981.

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    trminos de Thayer (tomados a prstamo de Felix Guattari) se denomina elcapitalismo mundial integrado. Por eso, no se puede sostener que el contexto sea

    una categora, sino que acarrea la crisis de la categorialidad. Y esta ltima palabra noes anodina: las categoras representan el orden fundamental bajo el cual podemos pensar lo que pensamos, no importa lo que ello sea. La transicin es, pues, forma

    vigente de la verdad: es la verdad como indiferencia, como un cierto tipo deindiferencia: precisamente, aquella que no hace ni deja hacer diferencia. (Y ste es

    precisamente el apocalipsis peculiar, que, ms que concebir, ilustra este libro.)Pero el cautiverio contextual de los conceptos, del pensamiento que los piensa y

    que piensa en ellos, es slo la mitad del hecho fundamental que se reportea en estelibro. La otra mitad consiste en que ese cautiverio se preparaba en el fondo del

    proyecto de la propia universidad, de la universidad moderna. No slo pertenece launiversidad a la crisis, no slo queda circunscrita en ella, sino tambin, y sobre todo, la

    ha premeditado sin cesar, nolens volens, hasta verla consumada sin reservas. Launiversidad ha sido la institucin de la categorialidad. En el cuerpo de su nombre

    lleva tatuado este compromiso: la universidad es el sitio de lo universal, ya sea que sela afirme desde la confianza dogmtica en un orden prescrito de los contenidos delsaber o desde el proyecto enciclopdico o positivista de su progreso, ya sea que se la

    conciba como el reflejo del espacio de lo trascendental. Slo ha faltado, a lo largo de suhistoria, que esta trascendentalidad se torne fctica, que quede capturada por la

    facticidad. Es lo que ocurrira en nuestro presente transitivo. Y conste que esto no es lo

    mismo que la realizacin de una idea o que una profeca autocumplida... Suena todoesto muy sobreinterpretado, quizs? Thayer se apoya en un conjunto de anlisis

    recientes (Derrida, Foucault, Lyotard, Baudrillard) que, de una manera u otra,destacan el proceso de la informatizacin de la sociedad como un cambio epocal que,

    entre otras cosas, pero muy decisivamente, viene a cumplir el ideal de una totalizacincognitiva de las relaciones sociales, cuyo paradigma fue la ciudad universitaria: La

    informatizacin de la sociedad nos obligara a considerar que la ciudad universitariadej de ser una metfora para referir el campus universitario separado del contextocon barreras y murallas. Tal campus se expandi como metrpolis y habitualidadciudadana, se realiz literalmente como ciudad universitaria, como planetainformtico-profesional (64).

    En todo caso, es claro que la universidad jams ha podido ser concebida (ni, porsupuesto, diseada, ni fundada, ni practicada) sin una relacin esencial con el poder

    poltico y con la polis misma; una relacin esencial, digo, y no meramente coyuntural(que es el modo en que regularmente se la entiende). El principio de la autonoma, quese suele afirmar como un ingrediente insuprimible de la esencia de la universidad, no

    hace ms que confirmar expresamente esa relacin, al darla por sentada, y sostenerque, en su seno, la universidad slo es posible a partir de la reserva de un ncleo,

    digamos, de inactualidad: una diferencia y un diferimiento de la actualidad del podery de las urgencias pragmticas, diferencia y diferimiento que tienen su eje en la

    densidad histrica del saber y sus prcticas y en la disposicin de su propio pathos. Eneste sentido, la crisis de la que habla Thayer estriba, me parece, en que aquella relacinse ha actualizado sin reservas, disipando, precisamente, lo que se tena por esencia dela universidad, la cual se manifestara hoy por hoy como resabio postrero y comohedor a muerto. Pero, claro, esa actualizacin (que, vista desde dentro de la

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    universidad es harto notoria: basta considerar cmo se decide sobre la mantencin, elcambio y la generacin de los programas acadmicos) corre a parejas con una

    evanescencia de la especificidad del poder poltico y de la consistencia misma de losocial. La esencia de la universidad colapsa en la medida en que no tiene sobre qu

    proyectarse, puesto que todo se ha vuelto juego de proyecciones y reflejos, contexto

    aparentemente ilimitado, ilimitado en cuanto aparente.Un par de veces he evocado el nombre de Derrida. Las aseveraciones de Thayer

    que vengo de parafrasear fijan el punto en que sus devaneos se apartan de lo que bajoese nombre se ha dicho sobre la universidad. En una conocida conferencia4, Derrida

    conclua reivindicando una cierta distancia de la universidad respecto de la sociedad,tomando como motivo la suposicin de que la universidad mantiene con ella una

    relacin representativa, incluso refleja. Pero este reflejo slo es posible sobre labase de un tiempo de la reflexin, que separa que "disocia" al espacio

    universitario del tiempo social. El inters que gua a Derrida es afirmar que ese

    tiempo de la reflexin, inconmensurable con el tiempo social y sus urgencias,

    proporciona la oportunidad para una reflexin libre sobre las condiciones mismas dela reflexin, si bien admite que sta es la oportunidad de un acontecimiento del queno se sabe si, presentndose en la Universidad, pertenece a la historia de laUniversidad.5 Evacuada de su esencia, la universidad u otra cosa alojada en ellapersistira an como acontecimiento, como una posibilidad puramente eventual. Pero

    es justamente esa reflexin sobre las condiciones lo que Thayer parece considerar

    como posibilidad clausurada, cegada, al menos, en el estilo que dio curso a lainstitucin histrica de la universidad. La saturacin del contexto excluira,

    aparentemente, el pensamiento de la condicin.Esto querra decir que, consideradas las cosas en una perspectiva estricta, ni a

    partir de una esencia (una nueva fundacin de su sentido, por ejemplo), ni tampococomo acontecimiento tendra curso ya la universidad. Ya no dispondra de ningn

    fondo (fuese ste sustancia o posibilidad); sobregirada histricamente, le convendrarealinearse en una nueva estructuracin de los saberes, de la cual ya no podr formarms el centro. Tal sera el efecto general de una crisis y sta no es una crisis

    cualquiera, es la modernidad como crisis, y es la crisis como tal que ha terminadoreventando desde dentro: Tampoco se tratara de una crisis de conceptos ante la

    irrupcin de nueva categorizacin universitaria de relevo; de la emergencia yreposicin de un discurso frente a la derrota de otro. Se tratara ms bien de la crisis

    del discurso, de lo categorial en cuanto tal. Crisis de la filosofa que no puede, por lo

    mismo, ser controlada ni regulada desde el discurso. Al menos no desde el discursofilosfico, para dejar abierta la posibilidad de otro discurso, no filosfico, que pudiera

    hablarnos de la universidad. Carecemos de categoras para analizar el acontecimientode la crisis de las categoras includa la categora de crisis, tan recurrente en este

    4 Les pupilles de l'universit. Le principe de raison et l'ide de l'Universit, dictada

    como leccin inaugural para la ctedra Andrew D. White de la Universidad de Cornellen abril de 1983 y publicada en el Cahier du Collge International de Philosophie, 2, 1986, yen traduccin espaola en Jacques Derrida, Cmo no hablar? y otros textos,Anthropos, Suplemento 13 (1989: 62-75).5Op. cit., p. 74.

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    escrito. (44 s.)No necesito decir el riesgo que percibo en estos asertos; una lectura desconcertada,

    como la que imaginaba al principio, y, ms aun, una lectura desprevenida, podrancolegir de ellos el cierre total de la reflexin. Y yo dira que semejante riesgo, quirase

    o no, est latente en este libro. Entiendo tambin que el lugar desde el cual se anuncia

    el riesgo no es desdeable; se trata, no ya de los principios o las condiciones deposibilidad de la reflexin, sino del espacio en que sta tiene, inexorablemente, que

    residir y desplegarse, espacio en que han de darse, cuando menos, su condiciones deefectividad: la lengua misma. Los planteamientos de Thayer surgen, en buena medida,

    de una cierta experiencia catastrfica de la lengua, que le hurta el suelo a lasposibilidades del discurso. De ah la pregunta insistente: Cmo hablar... no

    universitariamente de la universidad? Cmo prevenirnos de su estilo para, una vezganndole las espaldas, cobrar autonoma terica a su respecto? Y cmo, en caso de

    lograrlo, hacernos or por ella? (65). Se creer que sta es una pregunta formulada a

    claustro cerrado. Lo ser, con tal que no se piense que ella slo concierne a lo que

    restrictivamente llamamos universidad: ya se ha sugerido antes el tipo deampliacin de su concepto bajo el cual supone Thayer que hoy es imprescindible tratarla cuestin de lo universitario. En verdad, sta es tambin una pregunta en la que

    resuena un conocido ttulo derridiano: Cmo no hablar;6 cmo hablar nouniversitariamente de la universidad? implica, entonces, la pregunta cmo no

    hablar hoy universitariamente, en general? Lo que equivale a decir que la

    experiencia catastrfica de la lengua a que me refera es inseparable, en la percepcinde Thayer, de una catstrofe de la experiencia, que se cumple, ante todo, con su

    conversin informtica en archivo: La experiencia sera aquello en lo cual todainformacin se funda; la informacin sera aquello en lo cual toda experiencia se borra.

    (...) La informatizacin o modernizacin cabal de la realidad traera consigo el olvidode la experiencia. (63)

    Doble catstrofe, pues, que nos sita en el espacio de la debilidad, esto es, en elespacio de la lengua como debilidad, de su salida de madre, aparentemente, sin vuelta.Digo esto, porque, bien entendida, es decir, comprendida a partir de la madre, la

    lengua es el espacio de conflicto agudo entre lo categorial y lo experiencial. Unalengua fuerte es una lengua que puede instalar ese espacio e instalarse en l. Y no,

    meramente, con el propsito de reivindicar determinadas experiencias contra lacategorialidad, o de ejercer el vigor reductivo necesario para organizar la experiencia

    categorialmente, sino que es fuerte una lengua que logra sobrevivir en ese conflicto,

    que logra mantenerse en esa tensin y hacrsela presente a quienes actan en ella, aquienes la habitan. La debilidad de la lengua tiene que ver con el hecho de que la

    incomposibilidad entre lo categorial y la experiencia ya no se vive como estmulo, sinocomo desgano.

    Inseparablemente unida a la pregunta por la lengua con que se abre la exposicinde Thayer, est la pregunta por el pensamiento con la cual se cierra. Es claro que, en el

    planteo del autor, ambas han de tener una sola respuesta, compleja. La ltima

    6 Comment ne pas parler. Dngations, en J. Derrida, Psych, Paris: Galile, 1987, pp.535-595. La traduccin espaola ha aparecido en el suplemento antolgico Cmo nohablar? y otros textos, publicado por Anthropos (Barcelona, 1989, pp. 3-29).

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    pregunta se formula a partir de una premisa general, en la cual volvemos a advertir laidea de transicin que hemos comentado antes: No es posible pensar el presente

    universitario, ni el presente en general. (198) He aqu la pregunta, entonces: Qutipo de pensamiento sera se si lo hubiera que nos permita "pensar", desde los

    acontecimientos, la cada irrecuperable del pensamiento moderno en la contingencia?

    (ibid.) De manera rapsdica, casi como quien toma apresuradamente notastaquigrficas de lo que est a punto de escaprsele, el autor produce un catlogo de

    caractersticas de ese pensamiento: no categorial, ni reunidor. No teolgico, portanto, sino genealgico, ateo y disolvente. Ni cartogrfico, ni universalista, ni

    totalizante; sino casustico y ocasional. No narrativo, no argumental; sino alusivo, clip.No instrumental, no teleolgico; sino dilatorio. Ni reflexivo, ni crtico; pero diferidor.

    No genrico ni disciplinar; ms bien hbrido y nmade. No representacional nitrascendentalista; sino fctico e inmanente. Un pensamiento eventual del evento que

    difiera a la universidad del reflejo condicionado mercantil en que se halla sumida,

    expropindose de toda autora. (ibid.) Tiendo a discrepar del sentido que me parece

    colegir de este catlogo; no veo cmo este pensamiento dispersivo (si es vlido darleeste apodo) podra rescatarse de su inmersin total en la fascinada y fascinanteobnubilacin de la facticidad contextual, cuyo presente transitivo podra ser descrito

    en trminos perfectamente similares a los que acabamos de leer. Por eso, no creo quelo que aqu se promueva sea aquello que en el mismo libro se denomina, con dejo de

    ambigedad, la universidad nietzscheana. En el momento en que se trata de decidir

    qu podra ser una universidad resistente en un contexto donde todo est enproceso de globalizacin, me temo que esa suerte de universidad atea y ateleolgica

    podra parecerse en los hechos (y eso es precisamente lo que cuenta cuando se trata delpensamiento en la facticidad, como se titula el breve acpite final del que extraje las

    ltimas citas), podra parecerse demasiado, digo, a un efecto o incluso a la formamisma de la globalizacin.

    Pero no es sta la nica propuesta del libro. Advierto lo que sera su dimensinms abismtica en la apelacin, en la filosofa y como filosofa, a ciertos momentos quellevan el ndice de una inconmensurabilidad. Momentos, tambin, que son nombres,

    grandes nombres filosficos, inscritos en el texto de Thayer como estelas omonumentos de una tensin aguda, entre los dos polos de lo categorial y lo

    experiencial, y que socavan, a la vez, el suelo temprano de la inauguracin de launiversidad y el tardo de su clausura. As ocurre cuando se alude all a Scrates, el

    que no escribe, cuando se examina a Descartes, que se desprende de todas las

    palabras, cuando se considera a Kant, que establece el espacio de la reflexin comopura posibilidad, y que es, por tanto, un espacio para el cual ninguna palabra es

    propia, uno, ms bien, en que toda palabra tendr que ser juzgada puesto que el juicio opera all como la fuerza fundamental que permite constantemente volver a

    restablecer una relacin con el lenguaje, y cuando se habla de Nietzsche, como aqulque deshace genealgicamente todas las formas consolidadas del lenguaje,

    subvirtiendo su gramtica. Y sera posible agregar todava algunos nombres que no

    aparecen referidos de manera inmediata o principal en el texto, y que no por azar seagrupan bajo la nocin del poema, la cual aparece, muy marcadamente, en un solo

    lugar del texto, un lugar temprano (28 s.), y nunca ms vuelve a ser retomada;nombres como los de Benjamin, Heidegger, el ya mencionado Derrida u otros por el

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    estilo (y habra que agregar, de seguro, a Wittgenstein). Me parece interesante que seapele justamente a un momento pre-universitario, salvaje o brbaro, y

    radicalmente filosfico, en el cual se anuncia quizs y esto podra ser el otroapocalipsis del texto algo as como un momento pstumo, un momento que no es,

    simplemente, un ms all de la crisis, sino el redespertar de su condicin como aquelloque falta en el contexto; ms aun: como aquello cuya falta hace posible la saturacindel contexto.

    Desde aqu puede entenderse quiz por qu impera en este libro, por todas partes,la gramtica de lo condicional (habra, sera, podra, etc.), es decir, la gramticade un presente condicional, que es este presente nuestro; un presente condicionado porel eclipse de la condicin, que por eso mismo turba turbara las formas en que nos

    habamos habituado a hacernos cargo reflexivamente del presente, y, ante todo, laforma moderna de la crtica. Esa gramtica quiere marcar el lugar en que nos

    hallamos: un lugar indeciso entre la fuerza y la debilidad, que excluye, desde luego, el

    apocalipsis de la condicin (su presentacin plena e inmediata), que impide tambin

    toda representacin o imagen suya, y que mina, como ya dije, la posibilidad dereflexionarla y delimitarla crticamente (aun si fuese bajo el ttulo notoriamente

    equvocode la condicin posmoderna). La condicin, aqu, es padecida. Y la pasines, precisamente, ese lugar indeciso entre debilidad y fuerza. Pero padecer lacondicin es acusar la necesidad que obra en ella, develarla incluso en el movimiento

    subrepticio de su solapamiento. Por eso mismo, ya es empezar a pensarla en su

    verdad, y es empezar a pensarla, tambin, como la figura de la verdadesa figura, de

    la sustraccin y del solapamientoque nos atae hoy esencialmente. En la forma del

    pathos, entonces, tiene que ver este libro con la verdad y con la necesidad de la verdad,y as tambin es como quiere hacernos sentir an, empecinadamente, ese doble e

    inseparable sello de la filosofa: el pathos de la verdad, la necesidad de pensar lacondicin.