19
Literatura: teoría, historia, crítica · Vol. 15, n.º 1, enero - junio 2013 · ISSN 0123-5931 (impreso) · 2256-5450 (en línea) · pp. 141-159 141 La verdad de la ficción y la verdad del discurso historiográfico Rubén Dellarciprete Universidad Nacional de La Plata – Argentina [email protected] La comparación por contraste entre el discurso literario y el histórico permite analizar metodológicamente tanto los préstamos entre ambos discursos como la verificación de una posible especificidad inherente a cada uno de ellos. Ambos ofrecen una representación lingüística de la realidad; la historiografía, por su parte, y para algunos pensadores, no se pronuncia sobre los acontecimientos del pasado o del presente sino sobre su sustituto figurado; y la literatura, con el “pacto de ficción”, pone de relieve el artificio. Sin embargo, no por esto la última renuncia a la verdad o a la referencialidad, así como el discurso histórico no desarticula por completo su fundamento cognoscitivo sobre la verdad histórica, aunque sea, en ocasiones, sesgada. Palabras clave: Literatura; historia; construcción del sentido; deshistorización; psicopatología de los escritos; identidad. The truth of fiction and the truth of historiographical discourse Contrasting literary and historical discourse enables a methodological analysis both of the interchanges between the two discourses and the verification of each one’s possible inherent specificity. Both offer a linguistic representation of rea- lity; historiography, on the one hand, and according to some thinkers, does not address past or present events, but their figured substitutes; on the other hand, literature, with its “fictional pact”, brings out its own artifice. And yet, this does not mean that it renounces truth or referentiality, just as historical discourse does not completely disarticulate its own cognitive grounds in relation to histo- rical truth, even though at times this truth is subjective. Keywords: Literature; history; construction of meaning; dehistoricizing; psychopathology of writers; identity. Artículo de reflexión. Recibido: 06/10/12; aceptado: 04/03/13

La verdad de la ficción y la verdad del discurso historiográfico

Embed Size (px)

DESCRIPTION

La comparación por contraste entre el discurso literario y el histórico permiteanalizar metodológicamente tanto los préstamos entre ambos discursos como laverificación de una posible especificidad inherente a cada uno de ellos. Ambosofrecen una representación lingüística de la realidad; la historiografía, por suparte, y para algunos pensadores, no se pronuncia sobre los acontecimientosdel pasado o del presente sino sobre su sustituto figurado; y la literatura, con el“pacto de ficción”, pone de relieve el artificio. Sin embargo, no por esto la últimarenuncia a la verdad o a la referencialidad, así como el discurso histórico nodesarticula por completo su fundamento cognoscitivo sobre la verdad histórica,aunque sea, en ocasiones, sesgada.

Citation preview

  • Liter

    atur

    a: te

    ora

    , hist

    oria

    , crt

    ica V

    ol. 1

    5, n.

    1, e

    nero

    - ju

    nio

    2013

    ISS

    N 01

    23-5

    931 (

    impr

    eso)

    225

    6-54

    50 (e

    n l

    nea)

    pp.

    141-

    159

    141

    La verdad de la ficcin y la verdad del discurso historiogrfico

    Rubn DellarcipreteUniversidad Nacional de La Plata Argentina

    [email protected]

    La comparacin por contraste entre el discurso literario y el histrico permite analizar metodolgicamente tanto los prstamos entre ambos discursos como la verificacin de una posible especificidad inherente a cada uno de ellos. Ambos ofrecen una representacin lingstica de la realidad; la historiografa, por su parte, y para algunos pensadores, no se pronuncia sobre los acontecimientos del pasado o del presente sino sobre su sustituto figurado; y la literatura, con el pacto de ficcin, pone de relieve el artificio. Sin embargo, no por esto la ltima renuncia a la verdad o a la referencialidad, as como el discurso histrico no desarticula por completo su fundamento cognoscitivo sobre la verdad histrica, aunque sea, en ocasiones, sesgada.

    Palabras clave: Literatura; historia; construccin del sentido; deshistorizacin; psicopatologa de los escritos; identidad.

    The truth of fiction and the truth of historiographical discourse

    Contrasting literary and historical discourse enables a methodological analysis both of the interchanges between the two discourses and the verification of each ones possible inherent specificity. Both offer a linguistic representation of rea-lity; historiography, on the one hand, and according to some thinkers, does not address past or present events, but their figured substitutes; on the other hand, literature, with its fictional pact, brings out its own artifice. And yet, this does not mean that it renounces truth or referentiality, just as historical discourse does not completely disarticulate its own cognitive grounds in relation to histo-rical truth, even though at times this truth is subjective.

    Keywords: Literature; history; construction of meaning; dehistoricizing; psychopathology of writers; identity.

    Artculo de reflexin. R

    ecibido: 06/10/12; aceptado: 04/03/13

  • 142

    Uni

    vers

    idad

    Nac

    iona

    l de

    Col

    ombi

    a B

    ogot

    D

    epar

    tam

    ento

    de

    Lite

    ratu

    ra

    Facu

    ltad

    de C

    ienc

    ias

    Hum

    anas

    Rubn Dellarciprete

    El discurso histrico y la invencin de la verdad

    En algn punto del universo [] hubo una vez un astro en el que unos animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue aquel el instante ms mentiroso y arrogante de la historia universal.

    Friedrich Nietzsche, citado en Michel Foucault, La verdad y las formas jurdicas, 19

    Este y no otro es el punto de partida de Michel Foucault cuando se ocupa de las diferencias entre ser y parecer, en el que la in-vencin del conocimiento, como el instante ms mentiroso de la historia, seala, adems, la capacidad de ocultamiento que posee el dis-curso en general, no solo el filosfico. Segn Foucault, Nietzsche opone la palabra invencin a la palabra origen y para explicarlo utiliza como ejemplo el caso de la religin. Para el creador de La genealoga de la moral, esta no tiene origen, como lo supona Schopenhauer, quien la ligaba a un principio metafsico. El pensamiento de Nietzsche no con-cibe la religin de ese modo; tampoco la historia. Tanto la una como la otra carecen de origen, fueron inventadas. Lo mismo ocurre con la poesa. Foucault considera que el vaco del lenguaje es una prueba de la ausencia del ser y por ello se hace necesario invertir, dominar y llenar mediante la pura invencin. As, dos conceptos se convierten en fun-damentales de acuerdo con nuestra lnea especulativa: la invencin y el origen. El primero es medular en la teora foucaultiana. El segundo es un concepto propio del modelo narrativo elaborado por Paul Ricoeur.

    La aproximacin hermenutica de Ricoeur al tema de la narrati-vidad excede la concepcin tradicional del tiempo. Hay, para el au-tor, diversos grados de profundidad a la hora de organizar el tiempo en la estructura narrativa y propone, a su vez, distintos niveles para su indagacin: la intratemporalidad, la historicidad y la tempo-ralidad. De este modo el autor le da espesor existencial al relato, mientras intenta recuperar su dimensin ontolgica de raigambre metafsica (Ricoeur 1995, 155-198).

  • 143

    Liter

    atur

    a: te

    ora

    , hist

    oria

    , crt

    ica V

    ol. 1

    5, n.

    1, e

    nero

    - ju

    nio

    2013

    ISS

    N 01

    23-5

    931 (

    impr

    eso)

    225

    6-54

    50 (e

    n l

    nea)

    pp.

    141-

    159

    La verdad de la ficcin y la verdad del discurso historiogrfico

    Quien se enfrente a un texto de Foucault podr comprobar, en muchos pasajes, el carcter elusivo, el desplazamiento continuo del sentido y del posicionamiento del emisor. Foucault desconfa de que las palabras representen pensamientos, y mucho ms de que exista una realidad que las preceda. La enunciacin es lo que constituye un contenido, un referente o un objeto del discurso. Nunca el discurso saldra del mbito de lo discursivo y, por lo tanto, la ruptura entre el discurso y la realidad, entre las palabras y las cosas, es incontrastable. No podramos hablar de contenido o de referente de otra manera que no sea intradiscursiva, debido a que la elaboracin o la puesta en superficie textual del contenido son producto y funcin de los procedimientos formales.

    Si Foucault intenta en todo momento desmarcarse de la mirada crtica, y lucha contra la filiacin de su discurso y contra las deudas ideolgicas (aunque no por esto deje de tenerlas), Ricoeur recorre el camino inverso. Lucha de modo denodado por legitimar su filiacin. A travs de un alto grado de expansin y complejidad en el desa-rrollo del campo hermenutico, intenta justificar filosficamente su modelo ideolgico previo. El lector sospecha en todo momento con quin finalmente se va a encontrar. Los dos pensadores se encuen-tran, o se cruzan, en la deshistorizacin (en el sentido referencial tradicional) del discurso uno, y de la narracin el otro.

    Ricoeur insiste en que la historia y la literatura comparten un referente ltimo, al neutralizar la supuesta oposicin entre discurso fctico y discurso ficcional. La estructura del lenguaje es la represen-tacin o, mejor dicho, la materializacin de la experiencia existencial del tiempo. Pero no se detiene en el lenguaje como soporte, sino que el lenguaje, por su capacidad narrativa, es decir, por el entramado de los acontecimientos histricos, est dotado de significacin tem-poral. Para Ricoeur, adems, el discurso tanto en su funcin histo-riogrfica como en su funcin literaria es simblico. Lo indecible se podra expresar a travs del discurso simblico. El enigma de lo in-decible parece desocultarse a travs del lenguaje. La historiografa no narra la historia sino que funciona como configuracin alegrica. La

  • 144

    Uni

    vers

    idad

    Nac

    iona

    l de

    Col

    ombi

    a B

    ogot

    D

    epar

    tam

    ento

    de

    Lite

    ratu

    ra

    Facu

    ltad

    de C

    ienc

    ias

    Hum

    anas

    Rubn Dellarciprete

    historia es paradjica y no puede ser aprehendida por el pensamien-to humano, excepto en la forma de un enigma. Dos palabras clave surgen de este aparte, alegora y enigma, que por s solas enuncian un compromiso ideolgico con el pensamiento metafsico-religioso. El ser en el mundo (historia), entendido como enigma, implica en trminos literarios y no tanto en su resolucin que no se encuentra en la superficie textual pero de la cual el lenguaje simblico-alegrico es portador. Lejos quedamos de la casualidad como engendradora de la historia que pensaba Nietzsche.

    Al hablar de poiesis o de creacin, se le puede otorgar a los acontecimientos entidad histrica; pero el discurso, al ponerlos en smbolos y tramarlos, los aproximara a lo imaginario, los ficciona-lizara. Ricoeur, por su parte, tambin seala que el discurso narra-tivo no registra pasivamente un mundo ya hecho, sino que moldea y crea algo nuevo. Pero ese algo nuevo no es un producto de la ima-ginacin; es referente de una historicidad que tiene poco de historia y mucho de temporalidad metafsica. La funcin referencial, por lo tanto, permanece vigente aunque el referente carezca de valor hist-rico y resulte ndice de una configuracin que Ricoeur decide elidir o mantener como enigma, aunque cualquier lector medianamente entrenado presume.

    Hayden White, en El contenido de la forma, resuelve con elegan-cia, de manera perifrstica, no ya el enigma de la historiografa, sino el que representa el pensamiento filosfico de Ricoeur. Siguiendo a Charles Singleton, White elabora por comparacin la diferencia entre la narrativa alegrica y la alegora de las Escrituras. Estas des-criben los hechos, no para ocultar, y al ocultar transmitir la ver-dad sino ms bien para revelar y, al revelar, transmitir otra verdad ms profunda. De este modo tiene lugar la funcin referencial que apuntamos lneas ms arriba y que Ricoeur normatiza como ver-dad profunda. La filiacin ideolgica queda reflejada con nitidez en el siguiente enunciado: Dios escribe en los acontecimientos como los poetas escriben en palabras (White, 1992, 193).

  • 145

    Liter

    atur

    a: te

    ora

    , hist

    oria

    , crt

    ica V

    ol. 1

    5, n.

    1, e

    nero

    - ju

    nio

    2013

    ISS

    N 01

    23-5

    931 (

    impr

    eso)

    225

    6-54

    50 (e

    n l

    nea)

    pp.

    141-

    159

    La verdad de la ficcin y la verdad del discurso historiogrfico

    As, White articula el valor que Ricoeur le otorga a la historio-grafa (una disciplina que lee o revela el sentido que Dios le ha dado al mundo) con los acontecimientos histrico-temporales de la hu-manidad. La significacin ltima no permanecera en el campo de la historia ni en el de la literatura, sino que sera de orden metafsi-co, si se lo piensa desde la filosofa, o de orden trascendental, si se lo piensa desde lo religioso.

    El proceso de encubrimiento contiene potencialmente una lec-tura distinta. Por lo tanto, el discurso historiogrfico no es uno y el mismo, sino que adems es estructuralmente dialgico. Resulta difcil hacer generalizaciones sobre el pasado porque cada nueva in-terpretacin se agrega a los mltiples textos posibles. Si la historia es contada mediante tcnicas discursivas, la idea de relato verdadero es una contradiccin en sus trminos o, dicho de otro modo, puede ser verdadero en la medida en que el lenguaje simblico sea verdadero. Si lo pensramos desde Ricoeur, sera el nico modo de representar la verdad profunda, pero no hablaramos tampoco de literalidad o verdad histrica. Para Foucault, a su vez, solo seran palabras, dis-curso: el mundo es lo que digo de l. No muy distante se sita Roland Barthes, quien a esta construccin discursiva la denomin el efecto de realidad. Para Barthes el discurso histrico (tambin el discurso literario realista) no tiene nunca una existencia que no sea lingsti-ca [] (Barthes 2009, 212). Lo mismo podramos decir de Derrida cuando sostiene que el lenguaje no funciona como un espejo, debido a que la realidad no puede ser representada porque el lenguaje es la realidad ltima. No existe hors du texte.

    Los objetos estudiados por los historiadores no seran encontra-dos en la realidad, sino que seran inventados (recordemos al tndem Nietzsche-Foucault), retricos, y su nico lugar de existencia seran los textos. Un ejemplo que representa el modelo terico que venimos elaborando se puede encontrar, inclusive, en el patrn histrico-nacional que signific la historiografa de Bartolom Mitre para la Argentina. Ya en el siglo XIX, la polmica sobre la representacin de

  • 146

    Uni

    vers

    idad

    Nac

    iona

    l de

    Col

    ombi

    a B

    ogot

    D

    epar

    tam

    ento

    de

    Lite

    ratu

    ra

    Facu

    ltad

    de C

    ienc

    ias

    Hum

    anas

    Rubn Dellarciprete

    los acontecimientos histricos y su valor de verdad se haba instala-do entre nuestros intelectuales.

    La escritura que el creador del diario La Nacin puso en prc-tica en sus textos histricos tuvo como principio bsico la docu-mentacin y la utilizacin de fuentes verificables. Mitre mantuvo una extensa discusin con Vicente Fidel Lpez y Dalmacio Vlez Sarsfield acerca de cmo representar la historia nacional1. En su escrito Comprobaciones histricas, sostuvo que l no elaboraba uchronas, como Lpez, sino discursos datados en la realidad de los hechos. Las uchronas habituales en las que caera el creador de Historia de la revolucin argentina perteneceran al campo de las hiptesis puras. En el intento por explicar distintos acontecimientos de la historia nacional, el procedimiento retrico que configura su discurso es la presentacin de respuestas al interrogante Qu hu-biera sucedido si? Mitre sostiene que este tipo de especulacin, al no poder corroborarse ni discursiva ni empricamente, se convierte sustancialmente en literatura y no en historiografa. Por otra parte,

    1 Vicente Fidel Lpez y Bartolom Mitre mantuvieron una extensa y ardua polmica sobre historia e historiografa, sobre los acontecimientos histricos y el modo de representarlos. Entre 1880 y 1886 cruzaron opiniones desde distintas formas comunicacionales. Lpez utiliz el discurso histrico en su reconocida obra Historia de la revolucin argentina desde sus precedentes coloniales hasta el derrocamiento de la tirana en 1852, texto que le sirvi para atacar la versin mitrista de la historia nacional; tambin public El Debate nacional en el diario El nacional y dos novelas histricas, La loca de la guardia y La gran semana de 1810. Mitre, por su parte, public sus Comprobaciones histricas en el diario La Nacin; en este texto confrontaba, desde su acreditada documentacin y aparente objetivismo, las inclinaciones literarias de Lpez para relatar la historia. Roberto Madero, en su artculo Poltica editorial y gneros en el debate de la historia. Mitre y Lpez, que se encuentra en La lucha de los lenguajes: Historia crtica de la literatura argentina y en su libro El origen de la historia: Sobre el debate de Vicente Fidel Lpez y Bartolom Mitre, da cuenta de la polmica entre los dos historiadores. Nosotros asentimos las hiptesis principales de estos textos, salvo cuando no se pone en crisis la presunta objetividad de Mitre y su radical concepcin romntica de la historia, debido a que no es afiliada a su idealismo liberal de base, sustento de todo su aparato ideolgico, incluida, por supuesto, su etapa posterior, consustanciada con el positivismo cientfico.

  • 147

    Liter

    atur

    a: te

    ora

    , hist

    oria

    , crt

    ica V

    ol. 1

    5, n.

    1, e

    nero

    - ju

    nio

    2013

    ISS

    N 01

    23-5

    931 (

    impr

    eso)

    225

    6-54

    50 (e

    n l

    nea)

    pp.

    141-

    159

    La verdad de la ficcin y la verdad del discurso historiogrfico

    resulta difcil no afiliar a Mitre con el mundo uchrnico o utpico, si pensamos el modo en que l construy su propio discurso.

    A propsito de la edicin de la Historia de Belgrano (1857) y de la guerra con el Paraguay, Juan Bautista Alberdi escribi Grandes y pequeos hombres del Plata (1865), con la intencin de desacreditar a Mitre como historiador y como hombre de gobierno. Argumenta que para el primer presidente constitucional, historiar es gobernar, como las ms veces gobernar es pintar; es decir fair des tableaux d histoire (Alberdi 1962, X)2.

    Alberdi ley a Mitre como un creador de fbulas literarias: se trata de un Belgrano ideal, no del general argentino que todos co-nocieron (Alberdi 1962, 1). Incluso utiliz el mismo argumento con que el director de La Nacin intent desautorizar la metodologa historiogrfica de Lpez:

    La mitad del libro de Mitre es historia hipottica, en pretrito con-dicional del subjuntivo; historia de lo que hubiera sucedido si no sucede lo que sucedi, sin que falten documentos autnticos proba-torios de eso que no sucedi porque sucedi otra cosa. (91)

    Para Alberdi, el trabajo de Mitre como historiador fue un caso evidente de falsificacin de la verdad, con el innegable propsito de imponer un imaginario que diera sustento a sus intereses polti-cos. Grandes y pequeos hombres del Plata fue pensado y escrito para desenmascarar cmo se edifica con palabras, desde sus cimientos, la historia de una nacin (152). En el captulo De la manera de Mitre

    2 El argumento de Alberdi se lo puede encontrar en la Repblica de Platn: Cules son sus fbulas y qu censuras en ellas? pregunt [Glaucn] / [Scrates se refiere a Hesodo y a Homero, y su influencia sobre los posibles gobernantes de la Repblica] Lo que hay de censurable en ellas ante todo y sobre todo, es decir sus indecorosas mentiras. / Qu quieres decir? / Que han pintado en esas ficciones de una manera errnea la naturaleza de los dioses y de los hroes, como pintor que hace retratos que en modo alguno se parecen a los modelos que intenta reproducir (Platn 1977, 172-173).

  • 148

    Uni

    vers

    idad

    Nac

    iona

    l de

    Col

    ombi

    a B

    ogot

    D

    epar

    tam

    ento

    de

    Lite

    ratu

    ra

    Facu

    ltad

    de C

    ienc

    ias

    Hum

    anas

    Rubn Dellarciprete

    de su estilo histrico, Alberdi ensay un anlisis del discurso con una metodologa propia de un filsofo moderno de la historia.

    Mitre habla por figuras y smbolos, aunque hable de la cosa ms pro-saica; tal vez por vocacin potica, tanto como por clculo dirigido agradar al lector vulgar. l suple las vietas con figuras retricas. [] Eso le ha dado crdito, plata, ttulos, poder. Su arma es la frase, no la espada. Sus disertaciones histricas sobre la revolucin son titili-mundis, no discursos; en ellos hay figuras, no ideas, ni razones. (271)

    Est de ms aclarar que por una cuestin cronolgica, Alberdi no pudo haber ledo a Michel Foucault, a Frank Ankersmit o a Huge Kellner, pero su metodologa de anlisis es homologable. La acusa-cin, nada velada, que esgrime contra Mitre fue que haca literatura y no historia: Y luego dicen que la literatura, es decir, la forma, nada vale en Amrica! Vale ms que el saber real (275).

    Alberdi desarrolla, incluso, un pormenorizado estudio sobre las figuras retricas y expresiones que Mitre nos ha vendido y revendi-do mil veces con el solo propsito de imponer su concepcin his-trico-poltica. Por otra parte, a lo largo del ensayo, Alberdi insiste sobre el inters econmico que secunda e impulsa el patriotismo de Mitre. Se refiere, por supuesto, a su economa privada. La expresin nos ha vendido su discurso resulta, por dems, elocuente. El dinero fue motivo y fin de cada uno de los emprendimientos del vencedor de Pavn: en la disputa en el campo simblico, en la guerra y en el control del gobierno. Compara su vida personal (la de Alberdi) y la vida de Belgrano (ambos experimentaron sufrimientos, privaciones y pobreza) con las ganancias y canonjas de los historiadores pa-triotas, que reciben veinte mil duros al ao, palacios y honores (XIX). El liberalismo que critica el autor de Bases, por el cual no se siente representado, es el liberalismo sujeto, fundamentalmente, a los intereses econmicos que practic Mitre.

    La objecin apuntada por Vlez Sarsfield, con respecto al manejo de las fuentes que realiza Mitre, reside justamente en la parcialidad,

  • 149

    Liter

    atur

    a: te

    ora

    , hist

    oria

    , crt

    ica V

    ol. 1

    5, n.

    1, e

    nero

    - ju

    nio

    2013

    ISS

    N 01

    23-5

    931 (

    impr

    eso)

    225

    6-54

    50 (e

    n l

    nea)

    pp.

    141-

    159

    La verdad de la ficcin y la verdad del discurso historiogrfico

    arbitrariedad y tendencia a desarrollar la imaginacin, prctica que no representa una virtud sino un defecto. El defecto de la Historia de Belgrano es estar sacada de los documentos oficiales [] en los que nunca aparece la verdad histrica (Shumway 1995, 231). La in-sistencia de Mitre en su documentalismo es una manera de atenuar o de enmascarar la intencionalidad de sus escritos. El director del diario La Nacin produjo un doble movimiento conceptual por el cual redujo el imaginario rioplatense a sus modos de representacin y estos, al concepto preformativo genealgico. La utopa retrospec-tiva, no ya hipottica como la de Lpez, dotada por el efect du reel, como dira Barthes, se convierte en el primer modelo discursivo fundacional que ejerce una notable influencia en la construccin identitaria de la nacin.

    Mitre estableci una continuidad en la organizacin geopoltica y social que, segn su lectura histrica, se inici naturalmente en el siglo XVII, se fortaleci en el XVIII, tuvo plena vigencia en el XIX y se extendi al XX. La retrospeccin de la actitud histrica se articul en funcin de un proyecto que la direccion hacia el futuro. Con Mitre se aprendera a leer el tiempo al revs. En el comienzo (los orgenes del Ro de la Plata) est cifrado el final de su estrategia narrativa. La continuidad sobre la lnea homognea del tiempo cronolgico respondi a la configuracin de una trama de acontecimientos, que ejecutaron sus agentes o personajes histricos segn una relacin causa-consecuencia. Seguir una historia consiste en comprender las acciones, los pensamientos y los sentimientos que se suceden en una direccin concreta, que nos impulsa a avanzar en la trama de situaciones y en el arte de contar, y que el creador de la Historia de Belgrano domin a la perfeccin.

    Si seguimos a Barthes, toda construccin discursiva est lingsti-camente articulada por una serie de dispositivos y shifters que estruc-turan el discurso histrico de manera equivalente al discurso literario, por lo que no cabe una distincin sustancial entre ellos. Tal y como argumentan el estructuralismo (Roland Barthes), la hermenutica (Paul Ricoeur) y algunos filsofos de la historia (Frank Ankersmit,

  • 150

    Uni

    vers

    idad

    Nac

    iona

    l de

    Col

    ombi

    a B

    ogot

    D

    epar

    tam

    ento

    de

    Lite

    ratu

    ra

    Facu

    ltad

    de C

    ienc

    ias

    Hum

    anas

    Rubn Dellarciprete

    Huge Kellner, Hayden White), la forma narrativa del discurso es por excelencia la del relato literario e histrico, a diferencia de la forma categorial, explicativa o terica que asume el discurso filosfico.

    El arte de elaborar totalidades inscribe el relato de Mitre en la dimensin pblica, en la dimensin intersubjetiva de la narracin. Cunto de historia y cunto de poiesis literaria coexisten en el discur-so historiogrfico oficial que se despleg, prcticamente sin inter-ferencias, sobre el campo de recepcin durante un largo periodo es el interrogante que propondra una comparacin contrastiva de las retricas discursivas. Las narraciones sobre los procesos fundacio-nales, tanto en registro historiogrfico, testimonial o como memo-ria de viajero, son construidas por medio de artificios del lenguaje que ponen en escena imaginarios privilegiados por el sujeto de la enunciacin. Se constituyen como relatos que representan un modo de entender y explicar el origen de una nacin y su organizacin social e institucional. Por otra parte, a la vez que formulan el recorte del campo significativo, indican su modo de leerlo. Son textos que no se presentan como ficciones y responden al intento de ocupar el lugar de la verdad en la memoria social. Si desplazramos el punto de vista convencional, sugerido por las voces de la lectura, por la inmanencia receptiva que propone el relato fundacional, podramos concluir que el significado o sentido de un texto historiogrfico o testimonial no es otra cosa que una formalizacin, perteneciente en igual medida al campo del significante que a la pretendida realidad histrica de la referencia.

    La ontologa de la ficcin

    As como el dispositivo de los sistemas discursivos historiogr-ficos no puede desentenderse del legado literario, se puede elaborar tambin un discurso ficcional, que puede no ser menos verdadero por el hecho de ser puramente imaginario. A la verdad de la ficcin y a la verdad de la representacin del acontecimiento histrico se las podra encuadrar, entonces, dentro de un mismo protocolo del

  • 151

    Liter

    atur

    a: te

    ora

    , hist

    oria

    , crt

    ica V

    ol. 1

    5, n.

    1, e

    nero

    - ju

    nio

    2013

    ISS

    N 01

    23-5

    931 (

    impr

    eso)

    225

    6-54

    50 (e

    n l

    nea)

    pp.

    141-

    159

    La verdad de la ficcin y la verdad del discurso historiogrfico

    saber. Los sistemas simblicos son instrumentos de conocimiento y construccin de lo real y sus representaciones constituyen un punto de vista (Royo 2007, 10).

    Las narraciones histricas establecen una convencin de lectura que consistira en enmascarar la poiesis, la invencin sociohistri-ca, mientras que el pacto de ficcin pondra de relieve el artificio, aunque no por esto renuncie a la verdad o a la referencialidad. Segn Adriana Goicochea (2008), actualmente el ideologema predominan-te en las prcticas significantes y en la intervencin receptiva sobre las mismas (particularmente en el caso de la literatura) admite la supresin de las diferencias entre la ficcin y el discurso referencial, entre el discurso mismo y el mundo emprico.

    Segn las tesis de pensadores como Hayden White y Franz Ankersmit, entre otros, las prestaciones entre el campo literario y el campo histrico son mutuas. White sostiene que el sustrato lingstico-literario da forma y contenido al discurso histrico. La interpretacin del pasado se construye por medio de recursos retricos y poticos. No solo los tropos o figuras actan como significante, sino tambin el entramado genrico. La eleccin, por parte del historiador, del gnero narrativo no se limita a la formalidad esttica, sino que ejerce, adems, una causalidad gravitatoria sobre la creacin del sentido. Tanto para el relato literario como para el relato histrico, el cdigo narrativo se extrae ms del mbito de la poiesis que de la noiesis.

    Para que la historia se transforme en una materia accesible no se pueden desconocer los discursos en sus articulaciones retrico-narrativas. Las disposiciones discursivas y las categoras que los fundan no son reductibles a las ideas que enuncian o a los temas que representan. El contenido de un relato histrico no se podra aislar de su forma lingstica y someterlo a controles de consistencia lgica como si se tratara de un argumento predicativo. Sin lenguaje no hay informacin.

    Por otra parte, quienes intentan hacer de la Historia una ciencia independiente, invalidan los discursos narrativos como formatos historiogrficos aceptables. Argumentan que el modo narrativo de

  • 152

    Uni

    vers

    idad

    Nac

    iona

    l de

    Col

    ombi

    a B

    ogot

    D

    epar

    tam

    ento

    de

    Lite

    ratu

    ra

    Facu

    ltad

    de C

    ienc

    ias

    Hum

    anas

    Rubn Dellarciprete

    representacin es natural a cualquier instancia de expresin, inclu-sive la conversacional, pero desconocen su legitimidad cuando se lo presenta como modelo terico. Proponen adems, que las histo-rias histricas se diferencian de las historias ficcionales debido a su contenido. Unas relataran hechos reales y las otras, acontecimientos imaginarios. Si bien, en esta lnea de pensamiento, la asociacin o disyuncin entre narrativa histrica y ficticia conforman una con-traposicin estructural fuerte que cuestiona el sustrato literario del discurso historiogrfico, para pensadores como Foucault, Barthes, White o Ankersmit no logra ponerlo en crisis.

    Tomando como referencia el concepto saussereano de signo, como la relacin arbitraria entre significado y significante, Barthes desman-tela la herencia del realismo decimonnico que se vea expresado tan-to en la novela como en la supuesta objetividad de la historiografa. Novela e Historia reemplazaban el significado por la descripcin del referente. El procedimiento narrativo, ms all de la discusin sobre la potencial diferencia entre la construccin de la ficcin y la representa-cin-reflejo de la realidad, vincula estructuralmente los dos discursos. De este modo, el contenido del discurso reside tanto en su forma como en la informacin que transmite. Las reglas de formacin del discurso dan un lugar de privilegio a las funciones expresivas y apelativas, as se trate de la comunicacin de un mensaje que pretende designar aconte-cimientos extrnsecos, como ocurre con la historiografa.

    La recepcin convocada por la funcin apelativa del lenguaje se produce cuando el lector reconoce lo que se cuenta en una na-rrativa histrica como un tipo especfico de relato por ejemplo, como un relato pico, un romance, una tragedia, una comedia, una farsa [y] puede decirse, entonces, que ha comprendido el signifi-cado producido por el discurso (White 1992, 61) Esta preocupacin sobre la relevancia de la trama se homologa en la necesidad de evi-denciar que no es la lgica de los acontecimientos la que impone la forma, sino que el gnero o tipo de relato, convalidado por la aisthe-sis (en su doble sentido, como recepcin y como esttica), dota de significado a los acontecimientos histricos. El legado potico o

  • 153

    Liter

    atur

    a: te

    ora

    , hist

    oria

    , crt

    ica V

    ol. 1

    5, n.

    1, e

    nero

    - ju

    nio

    2013

    ISS

    N 01

    23-5

    931 (

    impr

    eso)

    225

    6-54

    50 (e

    n l

    nea)

    pp.

    141-

    159

    La verdad de la ficcin y la verdad del discurso historiogrfico

    literario que organiza el dispositivo de los sistemas discursivos his-toriogrficos, por otra parte, no los reduce a meras construcciones imaginarias, sino que lo imaginario tanto en literatura como en historia debe utilizar lo simblico, no solo para expresarse, lo cual es evidente, sino para existir, para pasar de lo virtual a cualquier otra cosa ms (Castoriadis 2010, 204).

    No solo el modelo literario contribuye con la narrativizacin de la historia, sino que por transicin, el relato de ficcin, e inclusive la poesa, transmitiran cierto saber sobre la realidad. Podramos con-jeturar que las prestaciones del campo literario no solo provienen de los protocolos lingsticos y de la teora de los gneros, sino tambin de lo que podramos llamar la ontologa de la ficcin.

    El efecto de desrealizacin en los relatos modernos

    Para no disolver en el nihilismo moderno la teora narrativista3, debemos despejar la idea de que las entidades extradiscursivas no existen o no pueden ser representadas por el discurso histrico; pero que, sin embargo, la funcin informativa o referencial y su repre-sentacin lingstica correspondiente no son tan sencillas de deco-dificar como lo entienden las nociones literalistas tradicionales del lenguaje y el discurso.

    La discusin sobre la representacin histrica se agudiza con la disolucin del acontecimiento y la disolucin del sujeto puesta en prctica por el discurso literario de la modernidad. La representa-cin ficticia de hechos histricos contemporneos pierde autentici-dad, veracidad, para algunos crticos, e inevitablemente se produce un corrimiento hacia el esteticismo. Berel Lang sostiene que el len-guaje retrico distrae de la literalidad de la expresin y produce

    3 La negacin de versiones definitivas, segn Frederic Jameson en Una moder-nidad singular. Ensayo sobre la ontologa del presente, No significa entonces volver a la alarmante posibilidad de un completo relativismo, que siempre parece resurgir en cualquier discusin de lo posmoderno (la narratividad se concibe como un eslogan esencialmente posmoderno), y traer consigo la ame-naza ltima de la desaparicin de la Verdad en s? (Jameson 2004, 32).

  • 154

    Uni

    vers

    idad

    Nac

    iona

    l de

    Col

    ombi

    a B

    ogot

    D

    epar

    tam

    ento

    de

    Lite

    ratu

    ra

    Facu

    ltad

    de C

    ienc

    ias

    Hum

    anas

    Rubn Dellarciprete

    el efecto de estilizacin. Este efecto interpela al receptor pero no muestra el objeto al cual se refiere, sino que gua la atencin hacia el autor y su talento creativo. En ciertas obras este desplazamiento resulta indiscutible pero no es un rol inmanente de la retrica. Al contrario de lo que supone Lang, el lenguaje simblico produce el efecto de extraamiento (Lang 1991, 130-223). El nombrar las cosas de un modo nuevo, figurado, produce en el receptor un efecto des-automatizador que rompe la mirada cristalizada que tenemos sobre la realidad, y genera, de este modo, una percepcin cognoscitiva antes opacada por el uso mecnico del lenguaje. Que la figura del autor se entrometa entre la cosa representada y la representacin no necesariamente conduce a una desviacin en la percepcin del fenmeno descrito, por el contrario, renueva la intensidad de la mirada y produce una toma de conciencia sobre la realidad repre-sentada en y por el sujeto. Esa es la funcin de la obra de arte y no la exclusiva expresin del yo.

    Las tcnicas modernas de narrativizacin ponen en crisis la no-cin de acontecimiento histrico. Extreman las diferencias entre la potica modernista y las creaciones genricas de los autores del siglo XIX. Las escrituras modernas pueden prescindir de las cate-goras tradicionales de personaje y trama. La ausencia de la trama borra del espacio textual la estructura temporal como soporte del relato, y la falta de un protagonista narrado en tercera persona diluye la conciencia omnisciente. De este modo, cobra decisiva vigencia, ahora s, el sujeto narrador que, por ser narrador, no es necesariamente histrico. La disolucin del acontecimiento y la emergencia de un sujeto de la enunciacin que cuenta lo que po-dramos llamar historia desde una conciencia en crisis, termina por disminuir la ya dbil conexin entre historia e imaginacin. En primer lugar, se puede caracterizar al sujeto narrador moder-no, como alguien que no condiciona su relato a la supuesta validez referencial de la informacin que porta, sino que presenta todo como si fuera del mismo orden ontolgico, tanto lo real como lo

  • 155

    Liter

    atur

    a: te

    ora

    , hist

    oria

    , crt

    ica V

    ol. 1

    5, n.

    1, e

    nero

    - ju

    nio

    2013

    ISS

    N 01

    23-5

    931 (

    impr

    eso)

    225

    6-54

    50 (e

    n l

    nea)

    pp.

    141-

    159

    La verdad de la ficcin y la verdad del discurso historiogrfico

    imaginario. Esta postura narrativa pareciera diluir tambin la res-ponsabilidad moral sobre lo enunciado.

    Salvo la parodia, las tcnicas tradicionales de narracin se des-virtan en tanto tales. Y, como seala Fredric Jameson, se pone en prctica una desrealizacin del acontecimiento mismo. Cuando se habla de desrealizacin modernista del acontecimiento, se re-mite a una resistencia a la plena historicidad, a travs de un m-todo representativo que tiene a la ambigedad como efecto. Los acontecimientos se tornan espectrales, son representables, aunque requieren tcnicas de representacin de algn modo diferentes de aquellas desarrolladas en profundidad en la cima del realismo ar-tstico (Jameson 2004, 241). El relato secuencial tradicional, como medio de contencin, pareciera parcialmente aceptable pero como representacin limitada. La solucin a esta problemtica del orden del discurso parece encontrarse en los tipos de relatos no-narrativos. Jameson los denomina psicopatologa de los escritos y de este modo caracteriza la ruptura de las estructuras convencionales del relato como representacin de un sujeto psictico, tanto como pro-ducto de las experiencias traumticas de la modernidad como de la vida cotidiana que impone la misma. En este punto, toma un nuevo estatus la relacin dialgica o de interdependencia entre la signifi-cacin inherente al acontecimiento histrico y la construccin del discurso que lo representa. Si bien lo ms relevante, lo esencialmente humano, es la capacidad de poiesis, de creacin de formas, cuando conocemos, cuando hacemos literatura o historia, no copiamos ni desrealizamos el mundo, lo reinventamos, pero reinventamos un mundo que en nosotros se muestra congruente con una parte de la realidad existente (Castoriadis 2010, 269-351).

    Conclusiones sobre la contraposicin entre discurso literario y discurso histrico

    Para terminar, algunos de los filsofos y literatos que hemos to-mado como modelos mantienen una lnea terica sin renunciar a la

  • 156

    Uni

    vers

    idad

    Nac

    iona

    l de

    Col

    ombi

    a B

    ogot

    D

    epar

    tam

    ento

    de

    Lite

    ratu

    ra

    Facu

    ltad

    de C

    ienc

    ias

    Hum

    anas

    Rubn Dellarciprete

    problematizacin del discurso historiogrfico. Su tesis central tie-ne como fundamento la funcin del sustrato lingstico-literario que le dara forma y contenido al lenguaje histrico. La interpre-tacin del pasado se construye por medio de recursos retricos y poticos. Lo que en esencia hace el historiador es traducir el texto del pasado al texto narrativo del historiador. Este procedimiento de traduccin est guiado siempre por uno o ms de los cuatro tro-pos: metfora, metonimia, sincdoque e irona (Ankersmit 1994, 130). Como venimos argumentando, la forma cumple un rol fun-damental en la constitucin del discurso histrico transformando la realidad bajo su propia ley. Podramos agregar que, al igual que en el arte, la forma narrativa, entonces, implicara una va de co-nocimiento, aunque no se trate de un conocimiento de orden cien-tfico y puramente racional-explicativo, como pretendan elaborar algunas escuelas tradicionales de historiadores (la Escuela de los Annales, por ejemplo).

    Dos cuestiones esenciales en la teora seran por lo tanto, el poder transformador que ejerce la narracin (y todos sus recursos) sobre las entidades histricas, y la proliferacin de enfoques o registros posibles sobre el pasado. Esta tesis es llevada por algunos filsofos de la historia (particularmente Ankersmit) a un grado extremo, a punto tal que se cuestiona, no solo el valor de verdad de los discursos que elaboran los historiadores, sino su funcin referencial, debilitando con esto la experiencia objetiva del pasado histrico.

    Cuando se pone en juego cmo se deben representar algunas ex-periencias traumticas de la modernidad, parece romperse la capa de hielo discursivo y aflorar por sobre la superficie textual la fuerza magntica del referente. Un modelo de esta segunda tesis es la del filsofo comparatista Fredric Jameson. En este contexto, no puede concebirse un discurso literario-historiogrfico que prescinda de la facticidad histrico-social que parece determinarla. No est de ms aclarar que ya no hablamos del reflejo automtico que propona el lenguaje realista del siglo XIX, sino de un acontecimiento expresado por un sujeto en crisis. Si este tipo de acontecimientos condiciona

  • 157

    Liter

    atur

    a: te

    ora

    , hist

    oria

    , crt

    ica V

    ol. 1

    5, n.

    1, e

    nero

    - ju

    nio

    2013

    ISS

    N 01

    23-5

    931 (

    impr

    eso)

    225

    6-54

    50 (e

    n l

    nea)

    pp.

    141-

    159

    La verdad de la ficcin y la verdad del discurso historiogrfico

    el discurso, tambin acotara la variedad de registros posibles. Por lo tanto, se relativizan las hiptesis a las cuales hicimos referencia cuando comenzamos el ensayo, pero no terminan por afectar los fundamentos tericos que postulan a la estructura lingstico-literaria como formadora de significado en el discurso histrico. Nuestro punto de vista permanece equidistante de la nocin de fic-cin absoluta, de la supremaca del sujeto o de la ruptura definitiva de la relacin discurso-realidad que merode cuando expusimos los supuestos de Michel Foucault y de Roland Barthes.

    Al abordar durante el artculo ms de un autor perteneciente a una escuela filosfica diferente se impuso el desafo de no caer en una hermenutica contradictoria. El intento por definir las vincula-ciones intradiscursivas, interdiscursivas y contextuales, al momento de elaborar un modelo crtico que diera cuenta de la codificacin de las significaciones y la formas emergentes de la contraposicin entre el discurso histrico y el literario, nos permiti elaborar un registro unificador, no fragmentario, de las distintas perspectivas. Como eje conceptual aglutinante, surgieron una serie de preguntas que ver-tebraron las especulaciones tericas expuestas: En qu consiste el saber alternativo o la produccin de conocimiento de la literatu-ra? En qu sistema de valores se sustenta su autoridad? Qu otros discursos la constituyen y a su vez trazan el mundo exterior de su contexto literario? Cul es el estatus ontolgico de la representacin del discurso literario y del discurso histrico? Cules son las presta-ciones entre uno y otro discurso?

    Dar cuenta de la relacin estratgica entre Historia y Literatura implica reconocer, a priori, el carcter polmico de cualquier de-finicin cerrada o determinante. Si bien se puede discutir sobre el estatuto epistemolgico de la historia o de la literatura, lo que en ningn caso se puede poner en tela de juicio es el valor de verdad que en mayor o menor medida ambas disciplinas portan. La si-guiente cita de Martin Heidegger en Arte y poesa puede resultar representativa tanto de uno como de otro discurso: El arte per-mite surgir a la verdad [...] el arte en su esencia es un origen y no

  • 158

    Uni

    vers

    idad

    Nac

    iona

    l de

    Col

    ombi

    a B

    ogot

    D

    epar

    tam

    ento

    de

    Lite

    ratu

    ra

    Facu

    ltad

    de C

    ienc

    ias

    Hum

    anas

    Rubn Dellarciprete

    otra cosa: una manera extraordinaria de llegar a ser la verdad y hacerse histrica (Heidegger 1958, 92). La historia como disciplina no difiere funcionalmente de la conjetura heideggeriana, cercana o distanciada de la representacin literaria. Por medio de la imagi-nacin constructiva o del lenguaje referencial, de manera sesgada o directa, la historia formula la verdad, para ser ms justos, una verdad de los acontecimientos histricos.

    Obras citadas

    Alberdi, Juan Bautista. 1962. Grandes y pequeos hombres del Plata. Buenos Aires: Fernndez Blanco.

    Ankersmit, Franz. 1994. Historia y tropologa. Ascenso y cada de la metfora. Mxico: Fondo de Cultura Econmica.

    Barthes, Roland. 2009. El susurro del lenguaje. Ms all de la palabra y la escritura. Barcelona: Paids.

    Castoriadis, Cornelius. 2010. La institucin imaginaria de la sociedad. Buenos Aires: Tusquets.

    Foucault, Michel. 1992. La verdad y las formas jurdicas. Barcelona: Gedisa.Goicochea, Adriana La. 2008. El relato testimonial en la literatura

    argentina de fin de siglo. La Plata: EDULP.Heidegger, Martin. 1958. Arte y poesa. Mxico: Fondo de Cultura Econmica.Jameson, Fredric. 2004. Una modernidad singular. Barcelona: Gedisa.Lang, Berel. 1991. Act and Idea in the Nazi Genocide. Chicago: University

    of Chicago Press.Lpez, Vicente Fidel. 1881. El Debate nacional. El nacional: 1 de octubre. Lpez, Vicente Fidel. 1881. Historia de la revolucin argentina desde sus

    precedentes coloniales hasta el derrocamiento de la tirana en 1852. Buenos Aires: Carlos Casavalle Editor.

    Lpez, Vicente Fidel. 1896. La gran semana de 1810. Buenos Aires: Carlos Casavalle Editor.

    Lpez, Vicente Fidel. s.f. La loca de la guardia. Buenos Aires: A. V. Lpez Editor.Madero, Roberto. 2001. El origen de la historia: Sobre el debate de Vicente Fidel

    Lpez y Bartolom Mitre. Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica.

  • 159

    Liter

    atur

    a: te

    ora

    , hist

    oria

    , crt

    ica V

    ol. 1

    5, n.

    1, e

    nero

    - ju

    nio

    2013

    ISS

    N 01

    23-5

    931 (

    impr

    eso)

    225

    6-54

    50 (e

    n l

    nea)

    pp.

    141-

    159

    La verdad de la ficcin y la verdad del discurso historiogrfico

    Madero, Roberto. 2003. Poltica editorial y gneros en el debate de la historia. Mitre y Lpez. En La lucha de los lenguajes: Historia crtica de la literatura argentina. Buenos Aires: Emec.

    Mitre, Bartolom. 1881. Comprobaciones histricas. La Nacin: 30 de agosto.

    Mitre, Bartolom. 1876. Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. 3. edicin. Buenos Aires: Imprenta y Librera de Mayo.

    Platn. 1977. Repblica II. Buenos Aires: Eudeba.Ricoeur, Paul. 1995. Tiempo y narracin I. Mxico: Siglo Veintiuno Editores.Royo, Amelia y Elena Altuna. 2007. Prlogo. En Literatura e imaginario

    poltico. Crdoba: Alcin.Shumway, Nicols. 1995. La invencin de la Argentina. Buenos Aires: Emec.White, Hayden. 1992. El contenido de la forma. Buenos Aires: Paids.