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Ricard Solé: “La verdad no es un concepto
científico” El autor de 'Vidas sintéticas' plantea retos a la filosofía y a otras disciplinas. Aunque la inteligencia
artificial aún está lejos, el profesor cree que cuando se den “ciertas condiciones básicas, podría surgir
espontáneamente la conciencia”
J. M. MARTÍ FONT 14 JUL 2012 - 00:02 CET13
“Hablar científicamente de la conciencia hace años era inconcebible”, dice Ricard Solé. / FOTO: MASSIMILIANO
MINOCRI
Ricard Solé (Barcelona, 1962) estudió Física y Biología, una combinación que le permite
pasear sin mayores problemas por las distintas dimensiones del cosmos y abordar las
grandes preguntas del universo a través de disciplinas transversales que empujan la
ciencia hacia dimensiones filosóficas. Es profesor de la Universidad Pompeu Fabra,
investigador del ICREA, el instituto catalán de estudios avanzados, y dirige el Laboratorio
de Sistemas Complejos. Es también catedrático externo en el Santa Fe Institute, de Nuevo
México, en Estados Unidos. Escribe en numerosas publicaciones científicas y ha
publicado, entre otros libros, Redes complejas. Del genoma a Internet y Vidas
sintéticas, ambos en la colección Metatemas de Tusquets.
PREGUNTA. Dice usted que en muchas de las preguntas fundamentales que se hace
el ser humano, la ciencia ha ido ganando terreno a la filosofía, que parece haberse
quedado sin herramientas para responderlas. ¿Qué dicen los filósofos?
RESPUESTA. Tenemos encuentros y desencuentros. Para mí tienden demasiado a
menudo a quedarse en el terreno de las metáforas. Las grandes preguntas: el origen de la
conciencia, el origen de la vida o el origen del universo, ya están en el campo de la ciencia.
P. ¿La ética, la moral…?
R. Uno pensaría que la moral no es un objeto científico y sin embargo esa suposición se
está cuestionando seriamente. Desde la ciencia va emergiendo la idea de que la moral no
es un concepto subjetivo. Por un lado nuestras inclinaciones a ayudar a los demás son el
resultado de nuestra evolución como especie cooperadora. De forma espontánea,
tendemos a ayudar a un niño que llora, y consideramos que ese comportamiento es el
correcto. ¿Por qué? Sam Harris, en su libro The moral landscape, defiende muy bien esta
teoría. Uno de los defectos de nuestra cultura es suponer que hay cosas como la moral
que pueden relativizarse, lo que al final permite tolerar actos moralmente inaceptables.
P. De algún modo sería lo contrario de la asunción generalizada de que la ciencia
tiende a relativizar y que el conocimiento crea ateos sin escrúpulos. Lo que usted
dice es que todos los grandes principios éticos no son relativos, sino que son
objetivables.
R. El conocimiento es la mejor arma contra la intolerancia. A diferencia de la religión, en
ciencia los argumentos de autoridad o tradición carecen de valor. El sentido crítico es vital
para avanzar y eso es algo que falla en nuestra sociedad y sobre todo a nuestros políticos.
P. En el último capítulo de Vidas sintéticas plantea la cuestión de la inmortalidad y
cita a Mary Shelley: “Para conocer los orígenes de la vida, debemos primero
conocer la muerte”.
R. Cuando tomamos una célula de nuestro cuerpo y la ponemos en un cultivo, se va
dividiendo hasta que cuando lo ha hecho un número de veces determinado, se
desencadena la llamada muerte celular programada. En cierto sentido, la conclusión es
que somos mortales. Siempre hemos pensado que la mortalidad es el resultado de la
evolución y tal vez de la termodinámica. Pero resulta que hay un mecanismo de control,
basado en una proteína, la telomerasa, que es reversible. En las células normales la
telomerasa no funciona, y los extremos de los cromosomas —los telómeros— se van
recortando cada vez que la célula se divide, hasta que se termina el telómero y la célula
muere. Las células madre son la excepción, y en ellas la telomerasa permite recomponer
el trozo cortado cada vez. Las células cancerosas emplean esta estrategia reactivando la
telomerasa, con lo que se vuelven inmortales. Son de hecho una versión deformada del
cuento de Scott Fitzgerald El extraño caso de Benjamin Button: a medida que va pasando
el tiempo las células tumorales pierden propiedades características de las células que
llamaríamos adultas. Pero en este caso la inmortalidad tiene un precio muy alto. ¿Y qué
pasa cuando a unos ratones transgénicos les pones estos genes activados en todas las
células? Pues que viven el doble que los ratones normales y cuando mueren sus tejidos,
su cerebro, sus músculos son jóvenes. Así pues, estábamos equivocados. A Mary Shelley
le habría encantado.
P. ¿Cómo se crea vida sintética?
“Uno pensaría que la moral no es un objeto científico y sin embargo esa
suposición se está cuestionando seriamente”
R. Aunque durante años hemos empleado ordenadores para simular sistemas biológicos,
la ingeniería genética nos ha permitido, en la última década, construir en el laboratorio lo
que antes solo se podía imaginar. Estamos solo al principio, pero ya es posible modificar
células para que detecten células tumorales y las destruyan, o sintetizar antibióticos o
desarrollar ordenadores biológicos. En cierto sentido, estamos cruzando fronteras que
hasta ahora era impensable que se pudieran alcanzar.
P. ¿Y los filósofos qué piensan?
R. Algunos ya han entrado en materia, aunque en general creo que la mayoría se quedan
atrás, y las cosas cambian con rapidez. Hablar científicamente de la conciencia hace
quince años era inconcebible y ahora es algo normal.
P. ¿Hay una diferencia entre lo funcional y la verdad?
R. Claro. La verdad no es un concepto científico. Nosotros hacemos modelos del mundo,
intentamos validarlos lo mejor posible y que sean predictivos; es decir, que cuando surge
un nuevo dato el modelo lo pueda explicar. Esto es lo más cercano a la verdad que se
puede llegar. Y no se puede negar la capacidad de las teorías científicas para explicar el
mundo, más allá de cualquier visión religiosa.
P. ¿El bosón de Higgs es realmente la partícula de Dios?
R. El nombre de marras fue idea del editor del libro de Leon Lederman, que odia esa
expresión. Si es algo, al final sería la partícula que matará a Dios, porque la teoría de
Higgs forma parte de un cuerpo teórico impresionante entre cuyas implicaciones está la
idea de que el Universo surge necesariamente de la nada. De nuevo, pisando los talones a
la filosofía.
P. Decir que el Universo surge de la nada no deja de producir un importante vértigo
existencial, desmonta todos los mecanismos que el hombre ha ido articulando sobre
las grandes preguntas.
R. La gran mayoría de científicos son agnósticos, ateos o viven en la duda existencial.
Desde el punto de vista del no creyente, al margen de donde viniera el universo, estar vivo
es, como dice Richard Dawkins, un privilegio extraordinario. Somos extraordinariamente
afortunados, porque de todas las posibles personas que hubieran podido existir, nos ha
tocado a nosotros. Nos ha tocado la lotería.
P. En su libro utiliza constantemente referencias al cine. ¿Qué papel juega la ciencia
ficción en la formación de un científico?
R. En las sobremesas, hablamos tanto de ciencia como de literatura y cine, y procuro que
mis estudiantes aprecien películas como Eva o Blade Runner y que nos sirvan de marcos
de discusión. Y es fantástico trabajar en un campo en el que tu distancia con la ficción sea
tan pequeña. El otro día, en la pizarra, discutiendo algunas ideas con mi colega Javier
Macía, me señaló: “¿Te das cuenta de que lo que estamos diciendo suena a ciencia
ficción?”. Ya no es ciencia ficción.
P. ¿Qué autores de ciencia ficción son sus favoritos?
R. Ray Bradbury, que en paz descanse, con diferencia; Asimov, sobre todo en lo que
respecta a las reflexiones sobre los robots y la idea de la historia humana como algo
predecible. Philip K. Dick, por supuesto, todos ellos visionarios.
P. En su libro dice que alcanzar la capacidad de un cerebro humano está solo a un
paso, pero también asegura que la capacidad de computación de un cerebro
humano es imposible de conseguir con nuestros conocimientos actuales.
R. El problema no es la capacidad, porque hacia 2020 dispondremos de un ordenador con
tantos bits como los que tiene el cerebro. Pero tener una máquina muy grande con muchos
procesadores y con los mismos bits no es lo mismo que tener un cerebro. ¿Cómo procesa
la información un cerebro? No lo sabemos. Estamos muy lejos de la inteligencia artificial.
Pero se ha avanzado mucho y lo que apunto es que en el momento en que se den ciertas
condiciones básicas, podría surgir espontáneamente la conciencia. Al fin y al cabo, los
robots que se reconocen en un espejo o que mienten ya están ahí. ¿Quién sabe lo que
nos espera?
P. ¿A qué campos se extienden estas simulaciones?
R. Desde la Física ha habido una invasión a la Economía y la Sociología. Creo que los
físicos han hecho sus deberes y han desarrollado un marco teórico muy superior a la
teoría económica clásica, que en muchos sentidos es anticientífica porque parte de
hipótesis que no se aguantan, como que existe un equilibrio entre la oferta y la demanda,
que los agentes actúan de forma racional y que disponen de la información completa y
correcta. Y algunos investigadores esperan poder crear algo así como una historia
artificial. No sé si llegaremos a crear una Psicohistoria, como la de Asimov, pero seguro
que se descubrirán cosas inesperadas.