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INSTITUTO BAUTISTA VAN SCHOUWEN www.institutobautistavanschouwen.wordpress.com La vía hacia Marx La vigencia del Socialismo Mónica Quilodrán * El final de la década de los ‘80 constituyó la época más difícil para el pensamiento revolucionario a nivel mundial. Se derrumbaron las grandes conquistas, alcanzadas tras mil batallas libradas por la humanidad durante el siglo XX. La incansable lucha emprendida por los marxistas para alcanzar la igualdad, la fraternidad y la democratización de los medios de producción, se vio expresada durante el pasado siglo en el triunfo bolchevique, la liberación del nazi-fascismo, la revolución china, la revolución cubana, las luchas de liberación de Argelia y África, el triunfo de Vietnam, y el triunfo del sandinismo en Nicaragua, con el que se cerró una era de revoluciones sociales e independentistas de los países del Tercer Mundo. Por su parte, también se lograban avances en los países capitalistas centrales, obteniéndose algunas victorias en las luchas reivindicativas, como lo ocurrido en mayo de 1968. El cierre y la derrota de ese ciclo ascendente de la lucha de clases, tuvo como única excepción a Cuba, que para el bien de todos nosotros aún sigue en pie y que, afortunadamente, hoy es acompañada por otros procesos democráticos/progresistas en América Latina. De esta manera, el período de finales de los ‘80, fue la época más dura de comprender, pues subjetivamente no hay respuestas coherentes que permitan entender cómo el capitalismo, la sociedad más antidemocrática, excluyente y antihumana, logra derribar el “campo socialista” con la condescendencia de poblaciones enteras de los países que se habían liberado del yugo de la superexplotación, imponiendo el * Mónica Quilodrán, es actualmente Secretaria General del MIR. Este trabajo fue escrito mientras era miembro de la Comisión Política de esta organización.

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Texto escrito por la Compañera Mónica Quilodrán, Secretaria General del MIR, en mayo del 2005. Este trabajo fue escrito mientras era miembro de la Comisión Política de esta organización.

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La vía hacia Marx

La vigencia del Socialismo

Mónica Quilodrán∗∗∗∗

El final de la década de los ‘80 constituyó la época más difícil para el pensamiento revolucionario a nivel mundial. Se derrumbaron las grandes conquistas, alcanzadas tras mil batallas libradas por la humanidad durante el siglo XX. La incansable lucha emprendida por los marxistas para alcanzar la igualdad, la fraternidad y la democratización de los medios de producción, se vio expresada durante el pasado siglo en el triunfo bolchevique, la liberación del nazi-fascismo, la revolución china, la revolución cubana, las luchas de liberación de Argelia y África, el triunfo de Vietnam, y el triunfo del sandinismo en Nicaragua, con el que se cerró una era de revoluciones sociales e independentistas de los países del Tercer Mundo. Por su parte, también se lograban avances en los países capitalistas centrales, obteniéndose algunas victorias en las luchas reivindicativas, como lo ocurrido en mayo de 1968. El cierre y la derrota de ese ciclo ascendente de la lucha de clases, tuvo como única excepción a Cuba, que para el bien de todos nosotros aún sigue en pie y que, afortunadamente, hoy es acompañada por otros procesos democráticos/progresistas en América Latina.

De esta manera, el período de finales de los ‘80, fue la época más dura de comprender, pues subjetivamente no hay respuestas coherentes que permitan entender cómo el capitalismo, la sociedad más antidemocrática, excluyente y antihumana, logra derribar el “campo socialista” con la condescendencia de poblaciones enteras de los países que se habían liberado del yugo de la superexplotación, imponiendo el

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neoliberalismo desde las cúpulas de los propios partidos que dirigían estos procesos supuestamente democráticos/populares, lo que produjo una crisis de civilización por el derrumbe de los “socialismos reales”, a la cual se antepone la propuesta de la tercera vía de la social democracia. Es así que las experiencias desarrolladas a lo largo del siglo XX, con precisas verificaciones, permiten que el pensamiento marxista inicie una búsqueda de nexos lógicos-históricos y de interpretaciones críticas de los hechos para intencionar una objetividad, dudando de la subjetividad, irrumpiendo, a pesar de todo, de manera agresiva y consciente para imponer de nuevo la marcha interrumpida, usando la génesis del pensamiento marxista como orientador que permita interpretar la realidad eficazmente, sea para la vida cotidiana, como para proyectar colectivamente el futuro. La proyección exitosa de un pensamiento, reside en el hecho de que la situación catalizadora que han emprendido los hombres, se base en una reflexión teórica que dé paso a una real participación revolucionaria. Por ello, es necesaria la constitución de la dirección revolucionaria de vanguardia, el partido.

Discriminemos con carácter metodológico sobre un plano sustancial. Lo que cuenta en la formación del partido, es el conjunto de síntesis que se establecen a través de la discusión y elaboración de conocimientos extraídos desde la realidad, sin alterar ni complejizar infructuosamente los análisis y formas e ideas que han sido fecundadas en la experiencia de vida y creación participativa en la lucha de clases. Allí radica el éxito de nuestro pensamiento y de nuestro comportamiento, no en la genialidad de elaboraciones puramente teóricas, carentes tanto de comprobación práctica como de un norte hacia el cual dirigirlas.

¿Vale la pena ser marxista? Para nosotros la decisión de ser marxista sigue siendo plenamente válida. Lo demuestra la situación actual, en la cual el proceso de acumulación capitalista es cada vez más monopolista y agresivo. El neo-liberalismo es la demostración más fidedigna de la inequidad del privilegio, cuyas estructuras políticas dominan al planeta por entero (salvo excepciones), con el fin de garantizar y legalizar los privilegios de algunos pocos, sobre la base de la apropiación de los bienes materiales, naturales y humanos. Nuestra tarea es cambiar el contexto histórico de la explotación por un proceso honesto, civil, fundado en el socialismo, que nos permita la socialización de los medios de producción y la igualdad en la sociedad. La falsa dicotomía entre socialismo y democracia es la absoluta y dogmática falsedad construida para perpetuar una humanidad dividida entre los que pueden y los que aspiran, lo que determina el desequilibrio entre individuo y sociedad. Reconocemos que la calidad del pensamiento no tiene ningún peso si no logra incidir en la sociedad. Esto significa aceptar el juicio expresado

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democráticamente por las mayorías y nos lleva a aceptar que tenemos que realizar mayores esfuerzos en la entrega de nuestras visiones. Marx sostiene que sin una correcta aplicación del método dialéctico se puede llegar a conclusiones erradas, mientras por el contrario, el método en sí puede eficazmente interpretar y reflexionar la historia del pensamiento. La reducción de la filosofía de Marx a “cosa”, nos conduce a ver cada objeto como producto y mercancía, entonces a diferenciar a los seres humanos como productores y consumidores y de esa misma forma a la conciencia como “cosa en sí”. No es la conciencia del hombre la que determina su propia conciencia, por el contrario, es su ser social quien determina su conciencia. La filosofía marxista devela el conflicto de clases abierto por la revolución industrial, así el pensamiento marxista se transforma en la capacidad de recoger en el presente la totalidad del proceso histórico. La lucha de clases se puede leer como la contradicción entre el privilegio transformado en casta y la necesidad de sobrevivencia humana (capital – trabajo). Para nosotros, la organización de la clase obrera siempre debe orientarse hacia un objetivo estratégico de sociedad, a la que aspiramos, y no reducir la lucha solamente a la obtención de algunas reivindicaciones, por muy justas que estas sean, ya que el objetivo emancipa torio pone a la clase en la dirección revolucionaria y devela la contradicción socialdemócrata entre un capitalismo de Estado y un capitalismo Liberal, poniendo entonces el énfasis en la política de lo posible y el mal menor. En la medida que el capitalismo financiero se transformó en imperialista, puso en crisis el pensamiento burgués, que hoy se torna un pensamiento filosófico, decadente, anacrónico, superficial y anti-estético, que lleva a una condición alienante a la sociedad y se impone como un camino sin salida (el fin de la historia), sustituyendo la realidad con el fetichismo del individualismo. Este es incapaz de reconocer la realidad, por lo tanto, incapaz de generar una solución para su propia clase, por lo que la lucha por la libertad e igualdad queda privada tanto del proceso vital, así como del proceso social. El progreso científico-tecnológico aplicado a los ciclos productivos, no ha comportado progreso o optimización de las condiciones de vida de la humanidad, más bien, ha profundizado los privilegios y la concentración de la riqueza en un puñado de multinacionales, que se apropian de las materias primas del planeta y que nos siembran de guerras locales cada vez que se avizora una nueva crisis económica. Por lo tanto, la responsabilidad de los partidos revolucionarios en la búsqueda de la emancipación de los pueblos es insoslayable. Por eso es que permanentemente debemos buscar la participación de los individuos en las diversas luchas, en cuantos seres sociales, concientes que sólo pueden desarrollarse en plena libertad en una dimensión participativa. Por ello, la búsqueda de los espacios de democratización revolucionaria debe incorporar necesariamente la visión de la lucha por la emancipación de la sociedad, la aspiración de la sociedad por el socialismo como objetivo transformador, que

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entregue la dignidad a los seres humanos, y les permita ser constructores de una sociedad en que la persona logre la realización plena de su libertad. “Se afirma que toda la historia no es más que una transformación continua de la naturaleza humana”, por tanto, Marx funda las bases del comunismo sobre la praxis revolucionaria concebida como acción de doble efecto, transformación de las circunstancias y autotransformación, todo el sentido del socialismo científico consiste en esta doble visión: la adhesión a los valores del socialismo y el proyecto de una critica científica de la civilización del capital. Aunque las miradas e interpretaciones actuales de Marx señalen que el marxismo se ha momificado y esté abierto a todas las aventuras interpretativas, para nosotros sigue teniendo la vigencia de la ciencia emancipatoria que entrega el método de interpretación de la realidad y de transformación de ésta. Marx definió la pauperización como la fatalidad de la civilización moderna, que llevó a la miseria a los trabajadores urbanos y rurales, victimas de una crisis de crecimiento del capitalismo industrial. Así, el nuevo desarrollo tecnológico está ligado a la creación de una sociedad universal, que mantiene la abismal desigualdad de la distribución de la riqueza. Para eso el imperialismo norteamericano, como guía de esta nueva condición, creó nuevas estructuras jurídicas internacionales, e impuso sus propias y deformantes concepciones sobre la libertad y la democracia, que son aquellas de la intervención militar directa. Así, la mayor parte de los países adherentes a las concepciones del imperialismo, afirman sus equilibrios internos sobre estas concepciones.

Las causas fundamentales de la miseria de la clase trabajadora son la desvalorización del trabajo humano respecto al capital que domina todo, la desarticulación de sus estructuras organizativas y la imposición de la guerra y el exterminio ante la eventualidad de poner en peligro los privilegios del imperialismo. Por eso, reafirmamos la plena vigencia de la revolución socialista, como única forma para lograr el pleno desarrollo de la humanidad y poner al servicio de todos los frutos del progreso y los avances tecnológicos, para así conquistar nuestra plena independencia y construir el otro mundo, que sí es posible.

Saludamos a Venezuela que en la senda de Cuba y Fidel nos entrega esa vitalidad que los chilenos perdimos en 1973. Creemos que la profundización de la democracia participativa y la socialización de los medios de producción nos entregan una tremenda lección de lo que se puede cuando hay responsabilidad y decisión. Acogemos la propuesta del ALBA como una necesidad imperiosa para los pueblos de América Latina con el fin de salir del subdesarrollo y la dependencia. Estamos empeñados en contribuir desde esta angosta faja con nuestro granito de arena al proceso emancipatorio de América.

Mónica Quilodrán Santiago de Chile, mayo de 2005.