La Vida Te Despeina

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    La vidate despeinaHistorias de mujeres

    en busca de la felicidad

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    Diseo de cubierta: Mario BlancoDiseo de interior: Orestes Pantelides

    2005, ngeles Mastretta 2004, Liliana Heker 2005, Claudia Amengual 2004, Suma de Letras S.A.

    2005, Suma de Letras S.A. 1996, Gioconda Belli

    2002, ngela Pradelli c/oGuillermo Schavelzon &Asoc. 2005, Mana Fasce Agencia Literaria

    c/oGuillermo Schavelzon & Asoc. [email protected]

    Agencia Literaria 2005, Ana Mara [email protected] 2005, Editorial Sudamericana

    2005, Marta Nos 2005, Luisa Valenzuela

    2005. Cecilia Absatz 2005, Liliana Heer 2005, Susana Silvestre 2004, Marcela Serrano

    1998, Rosa Montero c/o Guillermo Schavelzon & Asoc.

    2004, Susanna Tamaro Agencia Literaria

    [email protected]

    Derechos exclusivos de edicin en castellano

    reservados para Argentina, Uruguay y Paraguay 2005 Grupo Editorial Planeta, S.A.I.C.

    Independencia 1668. C1100ABQ Buenos Aires

    www.editorialplaneta.com.ar

    1 edicin: 13.000 ejemplares

    ISBN 950-49-1400-4

    Impreso en Grafinor S. A.,Lamadrid 1576, Villa Ballester,

    en el mes de septiembre de 2005.

    Hecho el depsito que prev la ley 11.723

    Impreso en la Argentina

    Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diserto de la cubierta, puede ser

    reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningn medio, ya

    sea elctrico, qumico, mecnico, ptico, de grabacin o de fotocopia, sin permiso

    previo del editor.

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    La amistad, enamorarse, viajarsalir, divertirse, el amor,rerse, ser madre, crecer,romper con la rutina, jugarse, bailar...

    Todas las cosas buenas de la vida despeinan.

    Y eso te queda muy bien.

    Sedal

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    ngeles Mastretta

    De viaje

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    NGELES MASTRETTA naci en Puebla,Mxico, en 1949. Es narradora y periodista;asidua colaboradora en diarios y revistas,tales como La Jornada y Nexos. Public loslibros Arrncame la vida, Mujeres de ojosgrandes, Puerto libre, Ninguna eternidadcomo la ma y El cielo de los leones. Deviaje es un relato indito.

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    Quin sabe qu soara el marido de Clemencia cuando en lamedia tarde de un domingo se durmi como en la paz de un convento?Qu premura de qu piernas, de qu lo, de qu risa y qu plticas,cuando en la madrugada lo vea ella dormir y lo adivinaba soando?Quin sabe qu misterios, qu pasin irredenta se metera bajo susojos, mientras Clemencia lo miraba durmiendo como quien adivina unviaje al que no fue invitada?

    Ella no haba querido nunca pensar en esas cosas que para efectosde razn le parecan triviales, como juicios de moral crea necios y comocausa de la sinrazn consideraba de peligro. Tema de tal modo caer ensemejante delirio que jams tuvo la ocurrencia de indagar en la vidasecreta de aquel hombre con quien tan bien llevaba los intensosacuerdos de su casa, su mesa y su cama, y al que sin ms y por muchoquera desde el tiempo remoto en que la palabra democracia era unanhelo y no un fandango.

    Que los caminos del deseo son varios y complicados le parecisiempre una sentencia lgica, que ella debiera enterarse de losvericuetos que tales veredas podran tener en el alma de su marido noestaba en la lista de sus asignaturas pendientes. En esa lista bien tenaella otras y bien guardadas las quera.

    Por eso no regal sus odos a las preguntas indecisas sobre lacondicin de su matrimonio, mucho menos a la euforia con que alguientuvo a bien comunicarle cunto se apreciaba entre sus conocidos lo

    moderno, inteligente y ejemplar que pareca su pacto. Prefera noenterarse de la riesgosa informacin que podan esconder semejanteselogios, mejor no dar a otros el gusto de sacudir su curiosidad al son deun comentario soltado al paso como un clavel.

    No saba Clemencia qu mundos poda l guarecer bajo una gota desueo, pero bien adivinaba cuntos pueden cruzar por un instante: sumisma vida era una multitud de fantasas y desorden dejndose caer portodo tipo de precipicios. Por eso sinti miedo y una suerte de compasinpor l y sus secretos. Por eso lo miraba preguntndose de buenas aprimeras quin ms poda caber dentro de aquel hombre que soaba

    junto a ella cuando tan bien dorman con las piernas entrelazadas una

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    noche y la otra. A dnde iba de viaje su entrecejo? En qu visitaguiada hacia qu ojos estara sumergido?

    Nunca, en todo lo largo de los mil aos de su vida juntos, sintiClemencia aquel brinco ridculo que provocan los celos comindose la

    boca del estmago, jams sino hasta que la punta de una hebra le caytan cerca que con slo jalarla desbarat de golpe una madeja de vinos yvoces, viajes y besos, cartas y cosas, palique y poemas que le dej degolpe todas las dudas y todas las certezas de las que ella no hubieraquerido saber.

    Ella, que libre se crea de ataduras tales como el resentimiento, elespionaje, la inseguridad y los celos, tuvo a mal enterarse de que suimpredecible marido era capaz no slo de tener varias empresas ymltiples negocios, sino varias mujeres complacientes y al parecercomplacidas, varias mujeres a cual ms entregadas o deshechas enlgrimas y risas. As las cosas, todo el asunto le pareci tan increblecomo probable resultaba.

    Trat de no saberlo y no pensarlo y se hizo con mil razones unensalmo: eso es asunto de cada quien y yo no soy quin para juzgar aquin repiti durante horas, durante das, durante meses. Lleg a talgrado su despliegue de imperturbable serenidad que incluso consiguiengaarse hasta pensar que no pasaba nada, y que si algo pasaba enotra parte a ella nada le pasaba. La libertad que se prometieron unatarde de luz naranja, entre las sbanas de un hostal para estudiantes, nomereca tocarse con reproches.

    Un ao se fue as, como si no se hubiera ido, hasta que el viento laencontr mirando a su hombre dormir una siesta con tal abandono bajolos prpados y tal sosiego en las manos, que de slo pensarlo durmiendoas en otro lugar ella hizo a un lado la serenidad y, sin remedio, quisoimaginar los laberintos entre los cuales poda esconderse el minotauroque ordenaba la vida secreta de su cnyuge. Porque de todas susimpensables conjeturas: una morena y una rubia bailndole el ombligo,una chilena y una sueca alabndolo con la poesa de un dans dibujadaen tinta china, una sociloga pelirroja y una tmida economista dndole

    besos en los odos, una sicloga en cuyas manos no estara a salvo ni eldoctor Freud, una bruta con rizos y camisn de encaje, una lista de faldasastre y mocasines Ferragamo. Una rezndole a Sarita Montiel y la otrahaciendo el anlisis de adivinar qu estadsticas, una que se saba ponerborracha y otra que se saba venir aprisa. Todas juntas y bizcas,hacindole el amor en mitad de un parque, no eran la peor de susalegoras, porque de todas esas, y otras ms, la nica que le dola raro y

    justo abajo del alma era pensar que podra haber en el mundo alguienfrente a la cual sera posible que l durmiera una siesta abandonado as,como en su casa.

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    Cosas por el estilo rumi durante varios meses hasta que de tantodarle cuerda a ese reloj de dudas tuvo urgencia de un pleito, tresaclaraciones, dos indagatorias y un lo infinito que de slo figurarse laavergonzaba.

    Quin sabe cuntas veces se haba jurado no armar un tangodonde haba un bolero y no volver ni prosa, ni panfleto lo que deba serun poema? As que en nombre de todos aquellos juramentos y de sudecidida gana de cumplirlos, quiso salir corriendo de la inocencia conque dorma su marido aquel domingo y les pidi a dos hermanas quetiene por amigas, tan ntimas cuanto las mantiene al corriente de susenigmas, que la llevaran a su muy comentado viaje por Italia y Espaa.

    Las hermanas, que empeadas estaban en viajar como una de lasbellas artes, se alegraron de llevarla consigo. Clemencia es una artistacon varios dones: sabe hablar hasta ms all de la medianoche yrecuerda con precisin de pitonisa lo mejor de las vidas pblicas yprivadas de la ciudad en que las tres nacieron. Sabe de msica y pintura,de buenos vinos y buenos modos, de cmo se saluda en Espaa con dosbesos, en Francia con tres y en Italia con los que el humor del saludadotenga en gana. Sabe, segn el caso, salpicar de ingls la orden deldesayuno o hablar en italiano, mal pero con estilo, lo mismo con ungondolero que con el Dante. Sabe de los varios significados que tienenen Espaa palabras como vale, polvo y coo. Sabe de andar porhoras, de leer cartografas, de ejercitar la paciencia con quienes enEuropa prestan algn servicio como si lo regalaran y lo cobran como siles debiera uno intereses. Clemencia tiene pies pequeos y lgrimasfciles, tiene los ojos de un pjaro en alerta y la voz de una comadredichosa. Clemencia reconoce la calidad de los hoteles con slo or sunombre, y est dispuesta a cambiarse de cuarto y hasta deayuntamiento cuantas veces sea necesario si se trata de dormir bien yen buenos lugares, que ya no est la edad de ninguna de las tres parapasar desdichas en sus camas, mucho menos en las de hotelesdesdichados. Clemencia pierde las cosas casi con entusiasmo y dado queen los viajes siempre se pierden cosas, nadie como ella para

    recuperarlas o consolar a quien las ha perdido. As es como entre las tresextraviaron en veintinueve das lo mismo las sombrillas, que los lentesde sol, que un tubo de labios o el collar de los dos corales. Lo mismo lasmaletas en los vuelos de Iberia que un par de zapatos en la isla de Lido,sin permitirse nunca un sollozo de ms o una afliccin intil. Igualabandonaron en Udine unos pantalones negros y un saco verde que enMantova una blusa naranja. Igual desapareci un rimel en el tren rumboa Verona que un boleto de regreso a Mxico en los pliegues sin fondo desu maleta.

    Para todas las prdidas tuvo Clemencia al uso la frase de la

    hermana mayor: la vida siempre devuelve. Se la haba odo decir un

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    da que se puso en filsofa, y de tal frase se hicieron mil versiones a lolargo y lo ancho de cuanta prdida y hallazgo hubo en la obra de arteque quisieron hacer con ese viaje.

    No tuvieron ni un s, ni un no, ni un entredicho. No pelearon ni por

    las cuentas, ni por los restoranes, ni por el tiempo que cada una querapasar en cada tienda, ni por el ocio que cada cual quera poner endiferente sitio.

    Cargadas con un libro de proverbios budistas, uno de viajes enveleros antiguos y otro con los mejores cuentos del siglo diecinueve, sehicieron a la mar y al cielo, para ver qu pasaba en lugares menosrecnditos que los que caben en los sueos de un marido.

    Y hubo de todo en ese viaje: en Espaa los ojos vivos de risa de unamujer excepcional, las flores de Tenerife hablando en verso, la repentinavoz de un lobo al que es imposible no verle las orejas porque slo sucorazn las desafa, la deslumbrante bondad de una merluza bajo la luzde una rotonda de cristales, la seda de un jamn de bellota, el aroma a

    jazmn de un arroz con leche, la pelcula de Almodvar y las dos bocasde Gael Garca.

    En Venecia las tres exhaustas y aventadas a la mala suerte decoincidir con la mitad del festival de cine, las tres con slo sus seisbrazos cargando el equipaje para cuatro semanas y diez distintos climas,las tres subindose por fin a un taxi que, como cualquiera bien sabe, alles una lancha guiada por un brbaro. Las tres frente a la tarde andorada y andando sobre el agua con el juicio en vilo con que uno mira laciudad si respeta el milagro que la mantiene viva. Nessuno entra aVenezia da stranniero, escribi el poeta y record una de las hermanasque en asunto de versos tiene la rara memoria de los que todo olvidanmenos lo que conviene.

    Hay un len con alas mirando al Gran Canal y esa noche un atisbode luna en el cielo sobre la plaza que quita el aire y lo devuelve slo siest tocado por su hechizo. Un haz de luz prestado por la muestra decine pintaba de violeta el marfil de la catedral. Debajo de este orden, uncaos con los arreglos hidrulicos de una compaa coreana prometiendo

    redimir el futuro del suelo que se hunde. Y al fondo del tiradero elinsigne reloj, an cubierto de andamios, al que por fin le sirven lascampanas, dando las doce para anunciar la media noche. Tocaban almismo tiempo las tres bandas de msica y bajo el len bailaba unapareja suspendida en s misma. Quin quera irse de ah al mal procederde indagar en qu anda su marido? Nadie, menos Clemencia que como sile hiciera falta tuvo a bien decidir enamorarse del len. Porque la vidacompensa y esa fiera desafiando la inmensidad pareca declararle unamor de esos que a nadie sobran y todo el mundo anhela.

    La hermana mayor en los ltimos tiempos haba perdido el sueo de

    modo tan notorio que cuando todo el mundo sucumba a su lado, ella

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    puede andar de pie entre tantos sueos? Los estudiantes han llenado unpuente de acero con sus cuerpos jvenes y dos antorchas cada uno.

    Todo el paso arde sobre el agua que atraviesan doce gndolas en lasque juegan cien remeros cantando para engaar a quien se deje. Los

    jvenes los miran sin soltar las antorchas con que piden la paz en mitaddel canal ms hermoso del mundo. Una de ellas celebra su cumpleaos,se lo cuenta a Clemencia que todo quiere saber y le ha preguntado qusignifica todo eso. Preguiamo per la pace contesta la criatura de veinteaos que en s misma parece una oracin. La pace? A Irak!, leresponde la nia.

    Una muestra de Turner est en Venecia con todas las pinturas quehizo en tres semanas de visitarla. Turner que pint en brumas el puentede los suspiros: en cada mano una crcel y un palacio. Turner lasenamor a las tres desde un lugar en mitad del siglo diecinueve. Cmoiban a envidiar otros amores?

    No podan estar ms radiantes que de regreso en Venecia. LaVenecia ridcula y divina vista del mar parece un barco de cristal y desdela terraza del Hotel Danielli, vista parece con el ojo de un dios que slovive de mirarla, como si fuera el ms voraz de los turistas. Porqueturismo hacemos todos en Venecia, tal vez incluso las palomas. Por msque las tres damas de nuestra historia se creyeran ms arraigadas en elpalacio de los Dogos que el dueo de una tienda de Murano diciendomuy solemne: Yo no vengo de una familia con abolengo en el Venetto.Mis antepasados apenas llegaron aqu en el siglo dieciocho.

    Semejante comentario sumi a la hermana mayor en un conflictodel cual Clemencia la salv aventurando una tesis: dado el oscurocontorno de sus ojos, ellas podran tener en su estirpe un viajero cuyacuriosidad lo llev a Mxico en el siglo diecisis y cuya familia viva en elVenetto desde principios del siglo trece.

    Podra ser dijo la hermana menor. Todo puede ser.

    Para entonces Clemencia haba olvidado de punta a rabo los sueosdel marido y la mana de entregarse a conjeturas sin rumbo. Ya nocobijaba en la mente ni un segundo la imagen de una mujer ridculabailando en el ltimo piso de un edificio art dec. Ni recordaba cuandoen una tienda le preguntaron si le servan las dos computadoras que sumarido le haba comprado en Navidad. Las dos? Y si a ella le toc la fija,a quin le habra tocado la porttil? Se olvid de la ta de la amiga deuna diabla que conoca de cerca a una mujer con voz de pito, cintura derombo y ojos de cangrejo que andaba diciendo que ella andaba, ypruebas tena mil, con el dueo de la fbrica que, no por casualidad, era

    la herencia ms preciada de un seor cuyos nombres y apellidos

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    resultaron los mismos del famoso cnyuge de Clemencia. Olvidpreguntarse si alguien ms tendra atada la luz de su marido con laniebla del recuerdo o el caballo al que le dan sabana. Se olvid de lasfacturas de un albergue, ms cursi que un postre de quince aos, que l

    dej una noche sobre el lavabo. Y lo ms importante, se olvid derumiar: Qu ropa se pondran aquellas damas? Qu tan damas seran?La del cuerpo flexible habra ido a colegio trilinge? Con qu seemborrachaban y a dnde las cargaban? Y quin y cundo y cmo? Yde qu color podran ser sus pantuflas? De qu genuina densidad susvellos pbicos? Cuan largos y frecuentes los gritos de un hallazgo? Qutan fcil o difcil hallarles el hallazgo? Y en dnde exactamente tenacada una el cltoris? Porque eso s es dogma de fe: ninguna mujer tieneel cltoris en el mismo lugar, y muchas lo tienen cada vez en un plieguedistinto.

    Haba dejado de rumiar y toda ella era un lago de paz ydesmemoria.

    Cuando volvieron a Espaa se enamor como desde siempre de untal Felipe al que le gusta el mar y la cocina, de un editor que habla roncocomo las olas y de la terca pasin por Argentina que tiene en las mejillasel nuevo habitante de su embajada. Luego, de paso por Jan y susaceituneros altivos, tom litros de aceite de oliva, mordi los duraznosms tersos que haba visto y descubri sin sorpresa, en un encuentrofeminista, que las mujeres enamoradas de mujeres se ren comocomadres y por lo mismo se antoja enamorarse de ellas. Lo cual no dicenada ms de lo que dice: ni que al congreso en torno a Mara Zambranoy el exilio interior hayan ido slo mujeres homosexuales ni que no seauna dicha conocerlas. Ella y las hermanas se enamoraron del congreso,del paisaje y de la atolondrada timidez con que se iba perdiendo, encada esquina, el taxista que las llev de vuelta hasta Madrid.

    El ltimo da fueron de compras al Corte Ingls: Clemencia secompr ah dos pauelos italianos y las hermanas se comprarontrescientos. Porque con eso de la Europa unida eran ah ms baratos queen Venecia y aunque nadie lo crea eran ms bonitos.

    Siempre se vuelve uno mejor cuando anda fuera. Hasta siendopauelo de cachemira, pens Clemencia cuando iban en el aire deregreso a la patria y a su marido y a los amores de las dos hermanas.

    Eran en Mxico las once de la noche y en Europa el fin de lamadrugada. Clemencia entr a su casa como en sueos, sin ms avisoque el ruido de su paso en desorden por las piedras del patio.

    Por fin regresas, dijo su marido. Desde que te fuiste no hedormido bien un slo da.

    Voy a irme ms seguido dijo Clemencia metindose a la camasin ms conjetura que una camisa de algodn y el cltoris en suspenso.

    Porque la vida devuelve y todo puede ser.

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    Claudia Amengual

    La rosa de Jeric(fragmento)

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    CLAUDIA AMENGUAL naci en Montevideo,Uruguay, en 1969. Es escritora, traductorapblica e investigadora. Es autora de lassiguientes novelas: La rosa de Jeric, Elvendedor de escobas y Desde las cenizas.El relato que se transcribe es un fragmentode su novela La rosa de Jeric (2000).

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    Mira alrededor y la oficina le parece una cueva. Las computadorasson luces al final de un tnel, luces muy difusas, y el sonido de laimpresora se asemeja a un grito prolongado que le eriza la piel. Ya no vehacia afuera por la nica ventana, slo hay paredes negras, muy negras,y se le estn viniendo encima, y nadie se da cuenta, nadie se da cuenta,siguen en lo suyo como si nada pasara; pero las paredes se vienenencima, cada vez hay menos aire, el pecho se cierra, cuesta respirar. Porah se mueven sombras, se arrastran; no son sombras, son seresespeluznantes, informes, oscuros. Parece que estn cmodos en esemundo de horror, se desplazan lentos y no se han dado cuenta de quelas paredes siguen cerrndose; cada vez hay menos espacio, msoscuridad. Ella no puede moverse, tampoco le salen palabras, estparalizada, con los ojos abiertos y la mirada perdida y el grito aquel quehace rato termin; y la impresora que le hace seas que ella no ve, comotampoco ve que una de las sombras est justo detrs de su espalda.

    Pero, caramba! Hoy no pegs una, Elena. Primero llegs tarde, tevens hecha una mascarita, me distras a los compaeros y ahora, loque faltaba, en la mismsima luna! Con todo el trabajo que hayatrasado. No digo yo, que en algo raro ands. No puede ser!

    Me distraje un segundo, ya sigo.Vos cres que yo me chupo el dedo? A m no me engatuss con

    ese cuentito del doctor, estamos? Te pesqu en el aire en cuanto te villegar. Ests en la luna porque andars en cosas raras. A m me importan

    tres pitos tus asuntos, si te vas por ah con uno o con cien, eso es cosatuya, pero aqu, mientras ests aqu quiero que rindas. Que rindas! Meests oyendo?

    Elena se ha puesto de pie, con la mirada algo desencajada pero conla voz firme, mucho ms firme que las piernas temblando al comps delcorazn que siente latir como si fuera a saltrsele por la boca. Le pone lacara bien cerca de la de l y le dice con los dientes apretados:

    V-ya-se-a-la-mier-da.El hombre apenas ha podido recuperarse de la sorpresa y ella ya

    est cerca de la puerta. La abre y, antes de salir, estira la mano hasta el

    reloj, toma su tarjeta y la rompe en tantos pedazos como puede, los tira

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    al aire por detrs del hombro y simplemente se va como habaanunciado, antes de hora.

    * * *

    Apenas traspasa el umbral del edificio, siente como si se le hubieranrecargado las energas. Ya est y no fue tan difcil. Haba que ver la caradel jefe y las expresiones de sus compaeros. Si falt que aplaudieran. Yese detalle final, ese gesto dramtico de romper la tarjeta, qumaravilla! Distrada busca con la mirada, busca pero no encuentra lo quequiere. Si volviera a toparse con el taximetrista le aceptara un caf, esms, ella misma lo invitara. Un caf, nada ms que eso y solamenteporque la desborda una extraa alegra. Y luego? Nada. No pasara deuna charla para poder contarle a alguien lo que acaba de hacer. Ella!Elena! Qu a gusto se siente, qu liberada. No tiene idea de lo que haren el futuro, pero no quiere pensar en eso. Ahora es momento dedisfrutar este desquite que se permiti. Pero por qu no lo hizo antes?No fue tan terrible, despus de todo. Imagina el alboroto que habr en laoficina; el jefe informando del desacato a los de arriba, dorando lacuestin para no salir mal parado, por supuesto, hablando pestes de ella,de cmo haca tiempo que tena ganas de sacrsela de encima. Mientrastanto, los compaeros festejarn que alguien, por fin, haya puesto lascosas en su lugar y le haya cantado a la alimaa las cuatro frescas quetodos tienen pendientes. Est tan excitada que le parece que la gentepuede leerle el pensamiento.

    Cmo lo tomar Daniel? Probablemente no le d importancia,despus de todo para l eso nunca fue un trabajo, ms bien unpasatiempo para que Elena no estuviera tanto en casa y no se pusieraquisquillosa con la limpieza, los chicos. En cuanto a ellos, ni siquiera estsegura de que estn al tanto de que tiene, tena, trabajo. Jams le hanhecho preguntas, ni la han ido a visitar, ni se han interesado en lo msmnimo. No notarn la diferencia. Su madre? Puede imaginarla sin

    mover un msculo, sin el menor gesto, nada, decirle algo as como escuestin tuya o t sabrs. Cualquier cosa por el estilo, menos unabrazo comprensivo, eso es seguro. Tampoco querr saber los detalles,ni reir con ella por su locura, ni mucho menos le dir que ha hecho

    justicia. No, no puede esperar aplausos de nadie. Pero, claro! Ren!Cmo pudo olvidarlo? Ren s va a disfrutar cuando le cuente, con larabia que le tiene al gordo.

    Estoy bien, piensa. Tendra que retocar un poco el maquillaje,pero estoy bien. Ests linda, Elena. A ver cuntos piropos cosechs en unpar de cuadras. Se lanza a su pasarela imaginaria, sintindose de

    verdad ms linda y ni siquiera se amarga cuando camina dos cuadras sin

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    que nadie le diga ni buenos das, ni voltee para mirarla. Es igual, Elena,no te habrn visto o sern maricas.

    Entra en un pequeo caf frente a una plaza en cuyo centro unafuente antigua escupe chorritos de agua desiguales. Elige una mesa

    junto a la ventana, justo como su madre le advirti desde nia quenunca hiciera, porque solamente una mujer que busca guerra se colocasola en exposicin. El lugar es pequeo pero acogedor; han empleadomucha madera para su decoracin. Madera en el mostrador, madera enel piso, madera en el techo, tanta madera que tiene la calidez de unhogar. Ah ha metido mano un decorador, no hay duda. Hay incluso uncierto toque de audacia que slo alguien que sabe, un profesional, pudohaber ideado con tal xito. Jams se le hubiese ocurrido combinar eltapizado rojo de las sillas con el violeta estridente de las cortinas y, sinembargo, queda muy bien. Y las servilletas dobladas en abanico sobrelos platos de postre son un encanto. Cmo harn para dejarlas as? Aver, si se desdobla y se siguen los pliegues, no, no, as no es, aqu haytambin un truco de plancha, de otro modo no se explica que queden astan paraditas.

    Buenas tardes. En qu puedo servirle?Ni siquiera haba pensado en comer. Entr all como pudo haber

    elegido un banco de la plaza. La muchacha le alcanza una lista.Tmese su tiempo, no hay apuro.Claro que no lo hay, apenas son las tres y veinte. Quiz pueda

    volver a su casa. No. Para qu? Daniel avis que volvera tarde y loschicos quin sabe dnde andarn. Si vuelve se pondr a limpiar y caeren la depresin de esta maana. Ni loca! Cmo estar Daniel con susejecutivos? Y si lo llama a la agencia? No, tal vez est en lo mejor de lareunin, a punto de dar una estocada triunfal, y ella interrumpiendo; no,

    jams se lo perdonara. Pero y si no es as? Y si est esperando queella lo llame para preguntar cmo ha ido todo, para desearle buenasuerte? Un momento Elena! Qu te pasa? Tus deseos no cuentan?Qu te hace feliz en este momento?

    Torta de chocolate y caf con crema, por favor.

    Disfruta de la torta y del caf como una nia que hubiese estadoahorrando por aos para darse este gusto. Mientras tanto, la vidatranscurre afuera con normalidad. Cada persona vive su da especial, consus conflictos particulares, sus penas y alegras; pero en el conjunto, enla masa que cruza calles y se mueve, el da parece desarrollarse casicomo un calco del anterior. La moza se acerca a la mesa y pregunta concortesa:

    Est a su gusto, seora?Exquisito. Voy a recomendar este lugar.Gracias. Le retiro el plato?

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    La muchacha se inclina y Elena cree ver el vientre abultado debajodel delantal violeta.

    Ests esperando?S, de seis meses.

    Pero, si ni se nota, con el delantal...La muchacha coloca una mano entre los pechos y el comienzo del

    vientre, y la otra justo por debajo, de manera tal que el delantal quedaceido al cuerpo y delata lo que antes esconda. Se la ve feliz. Elenarecuerda cmo se senta embarazada y piensa que fueron los mejoresmeses de su vida. Paga y sale. Ya ha pasado la euforia con la que hacenada ms un rato entr al caf. Ahora est ms serena, reconfortada y,sin embargo, otra vez la invade esa tristeza de la maana.

    El escaparate de una tienda de lencera, puesta all como porencargo, le hace seas con un letrero rosa. Se acerca para mirar lasprendas dispuestas con tanta gracia que atraen a mujeres y hombres porigual. Mira divertida cmo un seor muy circunspecto ha pasado ya tresveces espiando de reojo los calzoncitos con encaje negro. Te pesqu!,piensa y de inmediato recuerda, hace tanto que no uso encaje. Repasamentalmente su actual ajuar de ropa ntima. Nada especial, ms bientodo parecido, sobrio, tirando a grande. Decide entrar por puracuriosidad y, de paso, hacer tiempo.

    Ir de la humedad de la calle al ambiente acondicionado de la tienda,ya la hace sentir diferente. Todo all ha sido pensado para estar a gusto yestimular las ganas de comprar. Aqu y all hay copones de cristalrepletos de flores secas. El aire huele a melones, a duraznos, a sandasfrescas. Es imposible no sentirse deseable estando en ese lugar. Danganas de llevarse todo y experimentar el efecto de esas telas satinadas,esos colores clidos o rabiosos, esas espumas irresistibles de losencajes, las transparencias que son el colmo de la sensualidad.

    Una mujer se le ha acercado. Parece salida de una foto de la realezabritnica. Lleva el pelo gris recogido en un moo que ha rematado conuna cinta de raso negro. Negro tambin es el vestido sin una arruga quela tapa hasta las rodillas y slo tiene el detalle de una puntilla

    inmaculada bordeando el escote y los puos. Un collar de perlas de dosvueltas, caravanas haciendo juego y un par de anillos que encandilancompletan el conjunto. Apenas est maquillada y sin embargo tiene unadistincin en la mirada que la vuelve interesante. Tambin ella huele afrutas.

    Qu tal? Puedo ayudada?En realidad, entr para mirar, nada ms. Tiene cosas divinas.Ah! Es que solamente trabajo con lo mejor de lo mejor. En esto

    no hay secretos. Si usted lleva una prenda confeccionada con estastelas, durar tres o cuatro veces ms que las que compra por ah a

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    menor precio. Al final, resulta un ahorro y usted viste la ropa quemerece, porque toda mujer merece llevar ropa como sta sobre la piel.

    Aj!Es mucho ms importante para una mujer la ropa que lleva por

    debajo que la que se ve.Usted cree?Estoy convencida. Puede vestir un pantaln vaquero gastado, o

    hasta el menos gracioso de los uniformes, pero si sabe que debajo deeso lleva una prenda adorable, suave, seductora, que le acaricia elcuerpo, se sentir no solamente ms cmoda, lo que es obvio, sino mssegura.

    No lo haba pensado.Ah, yo s. Hace veinticinco aos que me dedico a esto y s muy

    bien lo que le digo. La ropa ntima, como su nombre lo indica, es casi delo nico que somos dueos, que compartimos cundo y cmo queremosy si queremos, que mostramos a quien se nos da la gana y queocultamos tambin a voluntad. Adems, le aseguro que un hombre seemocionar mil veces ms frente a una pieza diminuta como sta queante un costoso vestido, por escotado que sea.

    Le parece?Estoy segura! La ropa exterior se ve de primera, no implica

    misterio, est todo ah. Sin embargo, la otra, la que le lleva en contactocon la piel, guarda su perfume y protege su textura, ah!, sa es todo undesafo para la imaginacin.

    Me sorprende.Se sorprendera ms si estuviera aqu un tiempo. Vienen mujeres

    de todo tipo, con sus problemas y con proyectos, tambin. Mientras lasayudo a elegir su ropa, les pregunto para qu ocasin la quieren, y unacosa trae la otra. La mayora de las seoras vuelve. Ellas saben muy bienque pueden confiar en mi discrecin y en mi experiencia. Muchasvuelven para agradecer. Pero no es la ropa, sino lo positivo que ejerce enellas.

    Elena toma un camisn corto de seda azul, tan suave que se desliza

    entre los dedos. Lo coloca sobre su ropa y se mira al espejo, un granespejo ovalado.Qu le parece?Depende.De qu?De para qu lo quiera.En realidad no s, me gust.Entonces no lo lleve. Estas prendas deben elegirse con un

    propsito, con gusto y ganas, sabiendo el efecto que se desea producir.Si me pongo esto, voy a sentirme ms linda.

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    S, pero si se han pasado una vida dando y dando y eso no las hahecho felices, cambiar es cuestin de inteligencia. Lo que a primera vistaparece un acto de egosmo se vuelca luego en el bienestar de los dems.

    Usted es de las que piensa que si uno no est bien no sirve a los

    dems?Es muy simple, si usted vive angustiada, difcilmente pueda

    transmitir alegra. Si vive con miedos, cmo infundir seguridad yconfianza? Si no se quiere, si no se cuida, de dnde sacar fuerza, saludmental para querer a los otros? Est clarsimo.

    Como el agua.Esto est listo, cmo lo quiere pagar?Con tarjeta y lo ms tarde posible.Tres pagos, est bien?La mujer hace el trmite habitual. Elena sigue con la mirada cada

    detalle de sus movimientos, la elegancia natural que despliega al hablar,al tomar la lapicera, la letra estilizada, la sonrisa apenas perceptible, casiuna mueca.

    Sabe? Es curioso que la haya encontrado hoy que tengo un dade locos.

    Lo not en cuanto entr. Es bastante transparente, lo saba?Nunca me lo haban dicho, pero me cae bien.Que tenga suerte. Ah! Una cosa ms, no espere mucho; yo que

    usted estreno la ropa esta misma noche.

    * * *

    El cielo, que por la maana amenazaba lluvia, se ha desplegado enun azul intenso. Parece mentira, pero la caja blanca que lleva bajo elbrazo le infunde confianza, como si alguien pudiera adivinar con soloverla que ah va una parte de su nueva vida, un smbolo de que algo estcambiando o va a cambiar. Del maquillaje, casi no quedan rastros,apenas un rubor en las mejillas; el resto es un conjunto plido de lneas

    atenuadas. Las fuerzas, lejos de apagarse, parecen ir creciendo mientrastranscurre este extrao da, tan diferente al de ayer, la semana pasada,el mes anterior, los aos que recuerda.

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    ngela Pradelli

    Amigas mas(fragmento)

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    NGELA PRADELLI naci en Buenos Aires en1959. Es narradora, poeta y profesora deLetras. Public Las cosas ocultas y Amigasmas (Premio Emec 2002). La cena es elprimer captulo de su novela Amigas mas(2002).

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    La cena

    Tenemos esta costumbre desde hace ms de veinte aos. Todos lostreinta de diciembre salimos solas a cenar. Sin maridos, sin hijos, nada.S lo que piensan: no parece ninguna hazaa que un puado de amigassalga a comer una vez por ao. Bueno, depende.

    Recuerdo ese fin de ao en que Patricia encontr la foto de una exalumna de Andrs en su escritorio. Joven, pechos grandes, pelo negro. Loque ella crey entonces la primera infidelidad de su marido. Cuando esetreinta de diciembre Olga, Ema y yo llegamos a buscarla estaba tiradaen la cama llorando.

    Vamos le dijo Olga, todos los hombres casados tienenhistorias con otras mujeres.

    Par de llorar de una vez le dijo Ema. Siempre es lo mismo,todos los tipos despus de los cuarenta se mueren por las de veintipico.

    Esa noche nos emborrachamos las cuatro y terminamos cantandoen una de las fuentes de la avenida Nueve de Julio. Ema se cay dentrode la fuente y Patricia, Olga y yo nos tiramos para acompaarla. Algunaspersonas que pasaban caminando se pararon a mirarnos y unos tiposnos gritaron desde un auto. Nos reamos a carcajadas y creo que lascuatro parecamos felices.

    O el ao en que Ema tuvo su primer hijo. El beb haba nacido aprincipios de diciembre y Ema nos llam el veintinueve para decirnos

    que suspendiramos la cena. Las tres nos negamos.La posponemos entonces dijo Ema. Podemos ir el mes queviene.

    No contestamos nosotras. Tiene que ser el treinta.Ema argument razones lgicas. Que el beb tena apenas veinte

    das, que lo estaba amamantando, que todava no se haba repuesto dela cesrea, que el marido no iba a saber qu hacer cuando el bebllorara. Pero nosotras volvimos a negarnos una y otra vez hasta que Emaacept venir.

    La noche de la cena le hizo mil recomendaciones a su marido antes

    de salir y volvi a entrar cuatro veces a besar a su hijo en el moiss.

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    Fuimos a comer comida china y convencimos a Ema de tomar un caf enel bar de la esquina del restaurante.

    Ema no quiso caf, pidi whisky. La mezcla le cay psimo. Habatomado vino en la comida y habamos brindado con una copa de sidra

    invitacin de los chinos.Cuando volvimos a su casa Ema estaba borracha. Tena una de esas

    borracheras alegres. Sentamos a Ema en un silln mecedor para que lediera de mamar a su hijo y entre Patricia, Olga y yo logramos embocar lateta de Ema en la boca del beb. El marido se qued en la cocinapreparndole caf. Enojadsimo con Ema. A nosotras ni nos habl.Cuando nos fuimos, Ema segua en la mecedora, riendo y hablando consu hijo en una lengua indescifrable y el beb le contestaba con pequeosgorjeos.

    O el ao en que el padre de Patricia estaba internado. Ella no semova del cuarto de hospital. El mdico le haba dicho que el estado eramuy grave, que tena pocos das de vida. Olga haba hablado el daanterior con la enfermera del turno de la noche. A las diez de la nochedel treinta llegamos las tres al hospital y le dimos a la enfermera unabuena propina para que lo atendiera mientras Patricia no estuviera.Patricia le hizo jurar a la enfermera que lo cuidara. Fuimos al nicorestaurante cercano al hospital pero Patricia no quiso quedarse. Losempleados de la municipalidad haban reservado mesa para setentapersonas. Cuando entramos, los mozos nos dieron guirnaldas, papelpicado, maracas y serpentinas creyendo que venamos con el grupo delos municipales.

    Hay que despedir el ao con alegra nos deca el que reparta elpapel picado en la entrada.

    Nos vamos dijo Patricia.Y nos fuimos las cuatro sin animarnos a devolver el cotilln.Haca ese calor pesado de diciembre.Compramos una pizza y algunas latas de cerveza y cenamos en el

    patio del hospital. Ema y Olga se haban colgado las guirnaldas comocollares.

    Brindamos con las latas de cerveza sin animamos a decir unapalabra. Ema, Olga y yo nos fuimos antes de las doce.Dice Patricia que la enfermera estaba con el padre como se lo haba

    prometido cuando ella lleg. Que el padre la mir, le sonri y le preguntcon voz serena: Llegaste? Que muri unas pocas horas despus,antes de que empezara a amanecer.

    Hoy es treinta de diciembre otra vez. Habamos quedado con

    Patricia en que a las diez pasaba por su casa a buscarla con un remise. A

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    las ocho me met en la ducha. A las nueve me pint las uas. Despusme maquill, me vest y ped un remise para las diez menos cuarto. Laltima semana haba hecho una dieta para estar deshinchada esa noche.Cambi las cosas de la cartera y me mir por ltima vez en el espejo.

    Estaba deshinchada.

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    Mara Fasce

    El gato

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    MARA FASCE naci en Buenos Aires en1969. Es licenciada en Letras, escritora,periodista, traductora y editora. Public Eloficio de mentir, Conversaciones con

    Abelardo Castillo, el libro de relatos Lafelicidad de las mujeres (Premio del FondoNacional de las Artes 1999), la novela Laverdad segn Virginia y la obra de teatro Elmar. El gato es un relato indito.

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    Felipe no poda comer pasas. Pero ese grumo morado en medio dela mostaza del paal era una pasa. Luca cerr el paal con el mismomovimiento con que las vendedoras del shopping haban envuelto losregalos de Navidad. Busc uno limpio debajo del cambiador y sostuvocon la mano izquierda al beb, que se agitaba como una lombriz patasarriba y repeta nenenene.

    Mam. Felipe. Felipe. Mamdijo sealndose y sealndolo.Nenenene insisti Felipe.La cabeza despeinada emergi de la remera de Mickey. Luca le

    puso la colonia con que lo haban perfumado por primera vez en lanursery de la clnica. El olor le quedara en las manos hasta la noche. Enotra poca usaba perfumes exticos, de ctricos y maderas. Ahora olacomo todos los bebs que nacan en la Clnica Bazterrica.

    Vamos a abrir la persiana que ya es de da le dijo a Felipe, queempez a jugar con el cordn de la cortina hasta que ella le puso un osode peluche en cada mano. Al salir de la habitacin se clav la punta de lamesa de luz en el muslo.

    Pap dijo Felipe sealando el bulto informe que roncaba bajo lasbana. Agit su manito, adis.

    S dijo Luca, pap.Hundi la cara en la nuca blanda. Por debajo de la colonia haba un

    suave olor a azufre.Dej a Felipe en el piso del bao y abri la canilla.

    Ahora mam va a baarse mientras vos jugs ac con Barny yDonald. Despus vamos al jardn.Felipe se apoy en el borde de la baadera empuando un ejemplar

    despedazado de Al Baba y los cuarenta ladrones que acababa deencontrar en el canasto de la ropa sucia.

    No, ahora mam no puede leer.El libro cay al agua. Despus cayeron Barny, Donald, el champ, la

    jabonera y la crema de enjuague. Como ya no tena nada ms que tirar,Felipe sealaba las pginas mojadas y lloraba. El chupete. Dnde habaquedado el chupete? Felipe sali del bao pero no volvi con el chupete

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    sino con un papanoel de felpa y los osos de peluche, que tambin fuerona parar al agua.

    Ahora mam va a lavarse la cabeza sigui Luca sin mirar losmuecos cubiertos de espuma. Desde que Felipe haba nacido, mucho

    antes de que pareciera entenderla, se haba convertido en una relatorade s misma. Ahora mam se seca.

    Se miraron por el espejo del bao. Vio la cara sonriente de su hijo ydespus un cuerpo desconocido, con una marca roja en el muslo. Salide la baadera y se envolvi en la toalla.

    Se puso los zapatos mientras Felipe le tironeaba la toalla de lacabeza. Llegaban tarde. Busc el bolso y de repente se encorvhusmeando el aire como un gato. Haba dejado el paal sucio en elcuarto. Felipe lloraba y daba golpecitos en la puerta para salir. Elchupete tambin estaba sobre el cambiador.

    Corri a la cocina con el paal, lo meti adentro de una bolsa denailon y lo tir a la basura. Felipe la sigui con su andar de pato y lamochila en la mano. Luca anduvo tambin como un pato unos pasos.Sonri: ahora iba a andar as todo el da.

    Orrr ronc Felipe. Los ronquidos de Carlos se oan incluso desdela cocina.

    Guard el tper del cereal y el de la fruta en la mochila de Felipe.Se cort un trozo de budn para comer por el camino. Era un budn depasas.

    El olor a cigarrillo y a encierro la hizo retroceder en el umbral comosi hubiera destapado una olla. Apoy las llaves sobre la mesa y Felipecorri a abrazarse a sus rodillas.

    Carlos dej caer el libro de La princesita caprichosa. Se levant delsof, le dio un beso y le mir los labios pintados.

    Hoy estuvo terrible dijo.Felipe sacudi su dedo: nonono. Se rea y tena el pelo mojado de

    champ. Luca lo salud: ndice con ndice, el saludo de ET. Despus ledio un beso de sapo y se qued un instante contra su carita acolchada.Qu calor. Prendi el ventilador de techo y las aspas hicieron

    titilar las guirnaldas del rbol de Navidad.Voy a ver si trabajo un poco dijo Carlos.Felipe esper hasta or las dos vueltas de la llave para ponerse a

    llorar: pappap. Entonces Luca lo alz en brazos y lo llev a laventana para que viera la luna.

    Luna dijo l.El domingo a la tarde haban ido al Jardn Botnico. Era el mejor

    momento de la semana: Felipe en su cochecito, los dos juntos frente al

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    mundo; Luca mostrndoselo, l descubrindolo. No entenda a esasmadres que compraban cochecitos invertidos: los bebs bajo el toldocncavo, aburridos de verles siempre la cara. El cielo estaba celeste, casiturquesa, y la luna era un semicrculo blanco en medio del camino de

    piedras que divida el Jardn. Luna, luna, haba dicho Luca. Norecordaba que la luna poda salir antes que se hiciera de noche. Haban

    jugado a llegar caminando hasta ella como si estuviera esperndolos alfinal del camino. A la salida del Botnico, Felipe persigui la luna por lacalle, sealndola con el dedo y llamndola hasta que llegaron a casa.Despus la haba descubierto en la terraza. Desde entonces la buscabada y noche, en las ventanas y en los libros infantiles.

    La remera y el short flotaban en la baadera de plstico junto alpato y el delfn de goma. Un paal abierto impregnaba el bao de un olorcido. El olor poda venir tambin del inodoro, que tena la tapalevantada. Luca tir de la cadena y se qued un instante con la carafrente al espejo, sin mirarse.

    Ahora vamos a cocinar dijo por fin.Felipe sali del bao y la sigui a la cocina.Papilla de papas, zanahoria, zapallo, pollo, arroz, carne, manzana,

    banana, pescado. Papillas de distinta textura y color, con la combinacinexacta de protenas, vitaminas y grasas. Nunca le haba gustado lacocina pero ahora era experta en papillas. Pel una zanahoria, una papay un zapallito y los puso a hervir. Los mir borronearse bajo las burbujas.Su vida entera haba cobrado la consistencia de una papilla. Tena todoslos ingredientes que necesitaba, pero no poda verlos ni disfrutarlos.

    Todos estaban confundidos, hervidos, mezclados, aplastados.Felipe se comi la papilla mirando Caperucita roja en versin

    japonesa. Caperucita era una cruza de Heidi y Peter Pan, volaba, tena lacara, la boca y los ojos redondos, demasiado redondos; el lobo cantabaKaaawai, kaaawai, fu-man-ch. Bailaba, haca gimnasia y se coma a

    Caperucita y a su abuela con palillos. No, se las coma de un bocado, sinmasticar. Cerca del final, Felipe se baj de la silla y entr en faseDuracell. El sueo lo haca dar vueltas por la sala. Se estrellaba contralas puntas de las mesas y los marcos de las puertas. Se caa, lloraba, selevantaba, se caa, lloraba, se levantaba, como el conejo de lapropaganda de las pilas.

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    Leyeron La princesita caprichosa sentados en el sof. Despusbailaron flamenco y Felipe dio vueltas tocando castauelas imaginarias,hasta que se cans y volvi a tropezarse, a llorar y a caerse.

    Pap dijo sealando la puerta cerrada, mientras Luca lo llevaba

    en brazos a su cuarto.Pap trabaja. Pap tiene el reloj invertido, es como si fuera

    japons. Pap vive en otro planeta.En el ltimo paal del da haba una caca blanda y plida, con

    pequeas hebras de tabaco.Bu dijo Felipe, y le pate la panza, un pie con pantufla y el otro

    no.Malena canta el tango como ninguna. Y despus slo

    lalalalalalala su corazn. Cuando ya estaba a punto de dormirse, Felipese levant otra vez y se apoy en la baranda de madera. Le acarici elpelo. Un abrazo con olor a pollo y su cara contra la suya:

    Mam, nene dijo sealndola y sealndose.Luca solt un suspiro y sinti que el aire se llevaba el hasto y el

    cansancio, como una tormenta de verano que despeja el cielo. Felipevolvi a decir las palabras mgicas y despus las dijo ella, y volvi adecirlas. Por la calle pasaron dos chicos corriendo y rindose, aunque yaera tarde. Despus oyeron rebotar varias veces una pelota.

    Por qu le cants Malena? pregunt Carlos. Revolva con lacuchara el fondo de la licuadora.

    Luca no contest. Abri la alacena e inspeccion el contenido de lascajas de pasta.

    Qu quers comer? Hago tallarines?Mno, me termino la papilla de Felipe.Volvi a encerrarse en su estudio, esta vez sin llave. Luca apoy el

    odo contra la puerta, pero no oy el teclear de la mquina. Abri laheladera: danoninos, yogurts de soja e ingredientes para papillas. Oli el

    envase de la leche descremada y lo vaci en la pileta. Motas y cogulosblancos sobre el acero. Calent leche entera y llen un vaso y unamamadera. Les puso miel y una cucharada de cereal. Dej la mamaderade Felipe sobre la mesa de luz y se tom su leche sentada en la cama.Se qued dormida con el vaso en la mano. Del otro lado de la pared,Felipe respiraba despacio.

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    La remera hmeda de Carlos. El olor violento a caf, sudor y tabaco,y su propio aliento, empastado de leche y sueo. Cerr los ojos e hizomemoria: Carlos tena esa remera desde la tarde anterior.

    Los despert el llanto de Felipe.

    La mamadera est sobre la mesa de luz murmur Luca. Peroseguro que hay que hacer otra.

    Carlos se levant y fue hasta el cuarto de Felipe sin calzarse laspantuflas. Destap y oli la mamadera y fue a la cocina a hacer unanueva.

    El ruido de la leche entrando a borbotones en la garganta. Un llantocortito y el tchuptchup del chupete.

    Pasaron unos minutos, o quizs unas horas, hasta que Felipe volvia llorar. Lloraba y tosa. Tosa y lloraba.

    Va a vomitar dijo Carlos, pero no se movi.Luca se levant de la cama, se puso las pantuflas al revs y fue

    hasta la cuna. Felipe pareca ms pequeo y al mismo tiempo muchoms pesado de noche. Tosa y tena la cara roja de llanto. Lo llev a sucuarto y lo arrastr como una bolsa hasta la almohada. Pero seguatosiendo y llorando.

    Va a vomitar dijo Carlos otra vez.Luca lo incorpor y lo alz en brazos, y la ola de vmito los alcanz

    a los dos. El llanto se hizo ms fuerte, incontenible. Corrieron al bao alimpiarse. Luca se sac el camisn y arranc las sbanas de la cama, yse acostaron desnudos sobre el colchn que ola a leche cortada. El beben medio de la almohada, como un cartlago que una el cuerpo de losdos.

    Haban dejado la ventana abierta para que entrara algo de aire,pero slo entraban las bocinas y las frenadas de los autos. Luca pensen la ropa sucia en la baadera, en los pies sucios de Carlos. Enterr sucara en el pelo del beb, como esos chicos que aspiran pegamento paradrogarse, y se durmi.

    Te gustan los gatos? le haba preguntado Elsa en la oficina.S dijo Luca, sin apartar la vista de la pantalla. Habra

    contestado lo mismo si le hubiera preguntado te gustan los mariscos?En realidad no le gustaban, pero nunca servan mariscos en el bar en elque coman al medioda. Ni gatos.

    Entonces te voy a pedir un favor.Luca dej de teclear, mir hacia el otro escritorio. Elsa le devolvi

    una mirada ansiosa y volvi a su teclado. Hubo un silencio incmodo, tanlargo que la pantalla mostr la foto de Felipe junto al rbol de Navidad,

    con su remera de Mickey y una cuchara azul en una mano.

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    Mi gata pari ocho gatitos y no puedo tenerlos.Elsa le haba vendido rifas, cremas de aloe vera, cosmticos,

    tupperwares. Esta vez se trataba de un gato.

    Luca llevaba el gato adentro del bolso de lona, sobre la falda,porque estaba prohibido subir al subte con animales. Apoy las manossobre el bulto tibio, como cuando estaba embarazada, pero le parecique as atraa ms las miradas, adems, la pollera haba empezado apegrsele a las piernas por el calor. Puso sus manos a los lados delcuerpo y el gato acab por deslizarse fuera del bolso. Por suerte yaestaban por llegar. No haba pasajeros en el asiento de enfrente y elsuave ronroneo se confunda con el traqueteo del subte.

    A Felipe le gustara tener un gato? Elsa haba dicho que a todos loschicos les gustaban las mascotas. Y a los hombres? No haba tenidotiempo de preguntarle a Carlos. En realidad, hubiera podido llamarlodesde la esquina de la oficina, mientras Elsa corra a su casa en buscadel gato. Pero todo haba sido demasiado rpido. Igual que con Felipe.Siempre pareca que ella tomaba todas las decisiones.

    Entr con el gatito color t con leche abrazado contra el pecho.Felipe tena el pijama mal abrochado y Carlos la cara lisa, como sihubiera dormido mucho.

    Me afeit dijo. Y ese gato?Tato dijo Felipe.Es de Elsa. De su gata. Bueno, ahora es nuestro.Con este calor, un gato Carlos se rasc la barba que ya no

    estaba. l tampoco le haba consultado ese cambio.Me voy a trabajar dijo, pero se qued hundido en el sof,

    sacudiendo la cabeza.

    Elsa me regal un libro donde explican todo lo que hay que hacer.Claro, debe ser tan til como los libros que ensean a criarbebs... Carlos resopl. En verano largan pelos por toda la casa.

    Se defienden del calor como pueden.Luca oy el ruido de la llave del estudio y dijo, segura de que Carlos

    todava poda orla:Sera mejor que se quedara en tu estudio. As puede salir a la

    terraza.

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    El gato se paseaba cauteloso por el living, con el pelaje erizado y lasorejas en punta. Felipe iba detrs de l, pero el gato se escapaba entrelas patas de las sillas, descubri el rbol de Navidad y se puso a jugarcon las bolas de vidrios de colores y las guirnaldas.

    Luca se sent en el sof y dej caer el bolso. Felipe y el gato sehaban sentado ahora en el pequeo rectngulo de parquet que noestaba cubierto por la alfombra. Felipe le pona la mano sobre el lomo yel gato mova la cola contento, las orejas bajas.

    Tato dijo Felipe. Lo trataba con cuidado y ternura, como si fueraun beb ms chico.

    Luca se inclin para acariciarlo. No era un gato de raza. Los gatospequeos no tenan raza, como los bebs. Una constelacin de manchasblancas le cubra el lomo. Una mancha pequea, oscura, acababa decrecerle cerca del hocico. Felipe se acerc ms y le toc una oreja, yLuca se qued un rato acariciando a los dos.

    Una semana despus, Tato y Felipe ya coman la misma comida. Noeran papillas sino trocitos de carne, verdura, frutas. Cada uno en unextremo de la mesa enana.

    Luca les lea Ali Bab y los cuarenta ladrones y Tato paseaba unpoco por el living antes de echarse junto a Felipe a los pies del sof.Cuando llegaba la hora de dormir, los segua hasta el cuarto, pero Carlosiba a buscarlo y se lo llevaba a la cocina. Mientras Carlos cocinaba, Tatovolva a cenar. Ms tarde se acurrucaba a sus pies en el estudio, junto alventilador. Luca llevaba una taza de caf para Carlos y un bol de lechepara Tato. Cada tanto, Carlos dejaba de teclear y apoyaba su mano en ellomo del gato.

    Cuando Luca llegaba del trabajo se encontraba a los tres en el sof.Un olor punzante como el sol a medioda se adhera con pequeas garrasal sof y la ropa de los tres. Tato haba aprendido a orinar en la caja conpiedritas de colores que Luca haba puesto en un rincn del bao, como

    recomendaba el libro. Pero el olor lo acompaaba por toda la casa.Una noche haca tanto calor que sacaron el colchn a la terraza. Seacostaron con Felipe en medio de los dos, y Tato vel toda la noche juntoa ellos, pasendose por la baranda.

    Luca poda dejar a Felipe y a Tato jugando con una pelota mientrasCarlos trabajaba. Tato haba resultado ser el nico juguete del que Felipeno se aburra nunca, y le enseaba a buscar los lugares ms frescos dela casa. Una tarde Carlos se haba distrado y los encontr durmiendo lasiesta en el lavadero, rodeados de ovillos de lana, carritos, osos depeluche y animalitos de plstico.

    Miau deca Tato.

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    Miau deca Felipe. Y tambin tete, mam, pap, ardilla. Hacamucho que no deca luna. Desde la llegada de Tato se haba olvidado dela luna.

    Luca se sacudi la lluvia del pelo y la ropa y se limpi los pies en elfelpudo antes de entrar. Felipe daba vueltas por la casa: Tatotato.Carlos estaba desparramado en el sof, los ojos raros.

    Se fue dijo alzando los hombros.Luca no dijo nada y empez a buscar a Tato por toda la casa. Iba

    dejando un reguero de gotas y Felipe la segua, caminando entre suspiernas como antes haca Tato.

    Fui al bao. Felipe dorma. La ventana del estudio estaba abierta.Cuando volv a cerrarla, por la tormenta, ya no estaba Carlos parecahablar para s mismo. Se rascaba la cabeza.

    Buscaron en las alacenas, en los armarios, debajo de las camas,entre las sbanas, en la biblioteca. Luca se acord entonces del consejodel libro: la chapa con los datos para localizar a los dueos del gatocolgada del cuello o, mejor, el chip identificatorio detrs de la oreja.Cualquier veterinario poda colocarlo en cuestin de minutos. No lehaban hecho mucho caso al libro de los gatos, tampoco al libro delprimer ao del beb. Sin embargo algunos consejos eran importantes.Como en las recetas de los libros de cocina: para no equivocarse habaque seguir al pie de la letra todos los pasos.

    Fue mi culpa dijo Carlos.No dijo Luca, yo lo traje.Felipe ronroneaba, como Tato. Haba tomado la costumbre de

    ronronear cuando tena hambre. Luca fue a la cocina y busc galletitas.Le dio una a Felipe, que se pas la lengua por los labios.

    Llen una mamadera con agua y otra con leche y las puso en elbolso junto con el paquete de galletitas. Dej todo sobre el sof, junto aCarlos, y se encerr en el bao. Se deline los ojos y se puso rimel. No se

    pint los labios. Se puso perfume.

    Entraron al Jardn Botnico y buscaron a Tato por todos los caminos.Vieron gatos blancos y negros, grandes y pequeos, grises, amarillos, ungato pelado y otro cojo, ningn gato pequeo color t con leche.

    El aire estaba fresco y perfumado despus de la lluvia. Bajaron porLas Heras hasta Recoleta. En las calles haba luces de colores y rbolesde Navidad y papanoeles en las vidrieras. Ningn gato. Tatotato, deca

    Felipe y sealaba el aire.

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    Pasaron por el cementerio y Felipe salud a los ngeles de lasbvedas que se vean desde la entrada. Luca sinti algo tibio en la nuca,pero no era Tato sino el brazo de Carlos. Cunto haca que no salan,que no caminaban de noche? Le rode la cintura y fueron hasta el omb

    gigante. Se acercaron con cuidado de no enterrar las ruedas delcochecito en el barro, y tocaron el tronco para pedir un deseo. Era un ritoque haba inventado Carlos.

    Tato dijo Felipe, y se durmi con media galletita en la mano.En la esquina de La Biela una chica con violn tocaba Pequea

    msica nocturna de Mozart y haca bailar un esqueleto de plsticoaccionndolo con un pedal. Carlos dej una moneda en el sombrerodelante del esqueleto. Baj el asiento del cochecito y abri el toldo paraque Felipe durmiera ms cmodo.

    Compraron helados y siguieron caminando hasta Las Heras. Carlostermin su helado de dulce de leche y le pidi otra galletita.

    Llegaron otra vez a la entrada del Botnico, que ya estaba cerrada.Pas un gato que no era Tato y rodearon las rejas hasta encontrar unbanco. Barrieron las gotas de lluvia con la mano y se sentaron a besarsede espaldas a la avenida. Detrs de las rejas, los caminos estabanoscuros y no se vea ningn gato. Carlos sac el atado de cigarrillos yLuca le pidi uno.

    Si no fums...Una vez fum. Cuando nos conocimos.Carlos sonri y le pas un cigarrillo. Fumaron en silencio, mirando el

    humo que sala en espirales y se desvaneca delante de sus narices.Caminaron hasta la otra entrada, que tambin estaba cerrada. Se

    sentaron en el ltimo banco y terminaron el paquete de galletitas. Lucase asom al cochecito para mirar a Felipe.

    Va a despertarse muerto de hambre dijo. Fue a sacarle elchupete pero se cay solo. Le dio un beso en la nariz.

    Estamos al lado de casa dijo Carlos. Adems, trajiste lamamadera.

    La mir un momento. Cruz Santa Fe y volvi con dos latas de

    cerveza y una rosa.Las ventanas de las casas vecinas estaban iluminadas con las lucesde colores de los rboles de Navidad. Luca se pregunt cuntas parejasviviran detrs de esas ventanas, si tendran bebs y seran felices, comoella, Carlos, Felipe y Tato. Aunque Tato ya no estaba.

    Tato fue un regalo de Navidad dijo.No dijo Carlos, los regalos todava no llegaron.Pas una moto y Felipe se despert:Mam, pap.Mir el cielo lila, que apenas dejaba entrever el valo plido de la

    luna, y dijo:

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    Luna.Carlos enderez el asiento del cochecito y le baj el toldo para que

    pudiera ver mejor. Abraz a Luca por la cintura, mirando hacia lasventanas.

    Volvamos.

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    Marta Nos

    La silla

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    MARTA NOS naci en Buenos Aires en1937. Es narradora, autora de lassiguientes novelas y libros de cuentos: Asolas o casi; La silla: El trabajoso caminodel agua; Caridad a reglamento; Mata,Yocasta, Mata y Los Gardeles. La sillaforma parte de su libro de cuentoshomnimo (1987).

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    No, Tito. Ni te penss. Nada de que es en directo, ni que el club, nique los muchachos, nada, oste? Vos no te llevs nada. Hoy me toca am. Y sac la mano que no me vas a convencer. Sac la mano te digo. Yate la llevaste el otro sbado. Siempre te la llevs. As que la silla hoy esma. No todos los das viene una compaa ambulante. Va a ser unafiesta en el patio. Ya me planch el vestido rosa, el del casamiento deElvirita. No me voy a sentar en el suelo, no? Y sac la mano. Unacompaa ambulante, te das cuenta? Como un vendedor y comoambulancia. Pero sin sirena. Con campanitas. S, en serio. No viste latarima y los cortinones abajo? Vinieron con unas campanitas yanunciaron lo de esta noche y dejaron todo listo. Hasta la bruja delcatorce sali a ver. Clin clin que la gran compaa ambulante de no squin, que el gran actor no s cunto, y todos en el patio para ver qupasaba. As que hoy me la llevo yo. No pienso verme toda la obraparada. No, Tito. No, che. Que me hacs cosquilla. Dejame batir loshuevos. Todo para distraerme y llevrtela vos, no? Decime, no tecanss de mirar partidos? Todos igual los tipos. Todos igual los partidos.Llevate el banquito. O sentate vos en el suelo y basta. Eso s. Ponete otropantaln. Que despus la que lava soy yo. Pero sentate en el suelo. Oconformate con el banquito. Si lo tenemos para algo es, no? No. Elbanquito yo, nada. El banquito, vos. El Chichn siempre anda con subanquito y que yo sepa todava no se muri. Claro que l es mucho msflaco. Ests engordando, Tito. Vos no te das cuenta pero s. Bueno, no

    me importa. Son cosas tuyas. Hoy la silla es ma. Pero, cuntas manostens me quers decir? Dale. Que se me quema el aceite. Correte. No. Elpelo no, Tito. Bueno. Un beso y basta. Vos lo que quers es cambiarmeel tema. Basta te digo. Despus no chilles si hay pelos en la tortilla. Yaest. Y dejame la oreja tranquila. Ahora com que tengo que bajar alpatio. Por la silla te digo. Y vos tambin apurate, que tu bendito partidono te va a esperar. No y no. Nada de michi ni de tu ta. La silla nada. Soyyo la que siempre come en el banquito, no? Tengo mi derecho una vez,no? S, claro. Siempre lo mismo. Por qu boludeces de mujeres? Losambulantes son teatro, no? Y el teatro es arte, no? Y el arte a m me

    gusta y no es ninguna boludez. Y es tambin de hombres. No, de maricas

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    no. De hombres. Y dejame pasar. Sac la mano. Dejame pasar. Que mecorrs la media. Tito. Pero che, sacate la idea, quers! Escuchs lascampanitas? Son ellos. Ya estn abajo. Y yo todava en veremos. Si nome apuro, las otras copan los mejores lugares. La del quince seguro que

    ya est, la turra, en primera fila y mostrando las piernas. S. No te hagasel mosquita muerta, que yo a sa me la s de memoria. Pero no te hagastampoco ilusiones porque con todos es igual. Y ahora bajame el cierre.No. Con vos as mejor que no. Mejor no me bajes nada, yo me arreglo. Ocmo chusmean. Ya est la del veintitrs gritndole a los pibes. Ay, estepelo, cmo me lo dejaste. No. Fijate que no. No me puedo callar. Estoynerviosa. De nervios hablo, sabs? Mm, mir que es lindo este vestido,un poco justo, pero lindo, no? Che, estar engordando yo tambin?,vos me ves ms gordita? Y bueno. Est rica la tortilla? Viste! Te dije.Ahora no chilles. Pelo ms pelo menos, ya es como un condimento.Siempre el mismo vos. Yo te chillo por vivir en una pieza? Yo te pidobao o cocina? Qu carcter, Tito. Tanta historia por un pelo. No decsque te calienta mi pelo? Ah, uno solo no? Entonces devolvmelo. A finde cuentas es mo. Pero no. Tito. No. Que me pas el ruye. Toda te lacomiste? Tanto asco no te dio. Mir que sos bruto para tragar. Ya est elde enfrente espiando para ac. Pucha este cierre. Dale, ayudame. Hastala mitad llego; antes suba mejor. Tir para arriba. Tens las manoslimpias? Qu silencio en el patio. Seguro que ya est por empezar. Che

    Tito, otra vez no. No empieces de nuevo que pierdo mi lugar en el patio.Me arrugs el vestido, Tito. Dejame la oreja. Mir que lo de la silla va enserio. Me ests despeinando otra vez. And a despeinarla a la del quince.And. S, seguro, yo sola. Cualquier da te creo. El vestido, Tito. Pero che,mir que sos porfiado. Ah pasaron las gordas del tres bis. Algo ms paraque chusmeen de nosotros. S. Tu michi s. Pero nada ms. Quiero ver alos ambulantes. Y quiero mi silla. El viejo de enfrente no afloja. Va yviene pero no afloja. Me subs el cierre o no me subs el cierre? Y porqu me voy a callar? Yo te digo algo a vos porque nunca habls?, qusos mudo, o algo as, te digo? Entonces? Tito me hacs cosquilla. Damela silla. El peinado, Tito. Subime el cierre, quers? S. Tu michi. Y bueno,

    tu michi, y la seguimos despus. Claro que me gusta. Pero primero losambulantes, os? Ya estn anunciando. Tito. Che. Mir lo que es mivestido. Afloj la silla. Dmela. Pobre vestidito mo. Cmo que para qulo necesito? Qu quers? Que ande desnuda quers? O. Empezaroncon la funcin. Y yo todava aqu. Y toda arrugada. Mir cmo mepusiste. El cierre, s. Pero subilo. Y larg la silla. Che, Tito. Qu hacs!Vos ests loco, Tito. Por qu te sents de nuevo? Ufa. Si no bajo ahorano voy a entender nada. Y tu partido, vos? Djate de michi. Cmo? Enla silla? Qu ocurrencia. Mir que te voy a creer que el partido no teimporta. En la silla? En serio? Como los italianos de abajo? La del

    diecisiete dice que los vio hacindolo as. Bueno. Que le pareci. Y que

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    Susana Silvestre

    Una hamaca entre el cieloy el infierno

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    SUSANA SILVESTRE naci en San Justo,Provincia de Buenos Aires, en 1950. Esnarradora, periodista y guionistacinematogrfica. En el bienio 1990-1991recibi el Premio Municipal. Public cuentosy novelas: El espectador del mundo (PremioRoberto Arlt), Si yo muero primero, Muchoamor en ingls, No te olvides de m, Todosamamos el lenguaje del pueblo y Biografano autorizada. Una hamaca entre el cielo yel infierno forma parte de su libro decuentos Todos amamos el lenguaje del

    pueblo (2002).

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    Confieso lo que pienso acerca del amor y le arruino el da de laprimavera a medio mundo? No sera justo. Adems, investigando afondo, tiene algunas cosas lindas. Cuando una est enamorada se pasabuena parte del da y de la noche con la cabeza perdida en laaoranza del amado. Esto constituye un fatal derroche de tiempoproductivo pero hay que estar decidida a entregarlo porque en casocontrario no hay amor que valga la pena. A la larga una comprobar queen aquellas horas, aparentemente perdidas, ha abonado la tierra de losms hondos sentimientos y arribar al extrao descubrimiento de que hatenido tanto amor que se la puede pasar de pelcula sin l.

    Estas miserables lneas constituan todo lo que haba conseguidoescribir para la nota que me haban encargado.

    No necesitaba que la revista dominical volviera explcitas lasinstrucciones. Suficientes malas noticias traa el diario para que yo lasaumentara, y mucho menos en el da de la primavera, que habandecidido adornar con textos sobre el amor.

    Los condicionamientos, explcitos o implcitos, no me caen bien, demodo que ah me qued plantada sin saber cmo seguir adelante. Llama una amiga por telfono y le pregunt si poda ir a visitarla.

    Encantada dijo.Mi amiga tiene una casa que parece de muecas pero esta vez no

    hice caso al deslumbre del mueble del living, sembrado de cucharitas dedistintas partes del mundo y que gracias a la eficacia de la mucama

    resplandecen como pequeos soles, y tampoco del armonioso contrasteentre lo que es de factura humana y las grandes y delicadas violetas delos alpes que tiene en las ventanas, ni de su silln mullido conalmohadones de colores pasteles, ni de su proverbial hospitalidad.

    Hablemos del amor le dije mientras nos servamos unas copasde Fresita, a ver si se me ocurre algo.

    Con el humor que tengo hoy contest ella.Los que a todos nos gustan son los amores de pelcula segu yo

    sin hacerle caso y sos son difciles de encontrar en el cine de nuestrosdas. Hay excepciones, claro. No s si te fijaste pero en Pulp Fiction, y en

    otros guiones de Tarantino, las parejas se llevan de pelcula;

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    intercambian apelativos afectuosos como conejito y conejita, satisfacensin conflicto los deseos del otro, son socios en lo ms duro de la vida.

    S, pero tambin de la muerte dijo mi amiga. A m me pareceque no es cuestin de andar as como as con una ametralladora en la

    mano, matando gente o asaltando bancos an teniendo en cuenta queencontrar un hombre que a una la quiera resulte tan difcil.

    No, claro dije yo, y tampoco pensaba recomendarlo. Situarseal margen de la ley en el afn de amar y ser amado, debera constituirun recurso de ltima, una vez agotadas las dems posibilidades.

    Eso podra ser reflexion mi amiga.Nos llenamos las copas. Ella trajo aceitunas.Fijate que la literatura tambin suele proporcionar malos ejemplos

    dije yo.ltimamente no estoy leyendo nada.Bueno, no importa, pero seguro que conocs la historia de un

    seor llamado Fausto, producto de la imaginacin de otro seor llamadoGoethe. El primero era un viejo y sedujo una vez a la hermosa y castaMargarita...

    La que despus se corta el cuello.No exactamente pero no importa, porque el problema, a mi

    entender, no es Margarita sino la bsqueda de la Mujer Ideal. Fijate queFausto no para hasta conseguir que el diablo le ponga ah adelante nadamenos que a la mismsima Helena de Troya, y qu te cres que hacecuando la tiene ah, junto a l, y el diablo puede entregrsela?

    Qu hace?Se desmaya. Parece que son los efectos que causa la Mujer Ideal.Mi amiga se qued mirndome, no suele llevarme mucho el apunte

    en mis disquisiciones, pero yo haba pensado muchas veces en eso de laMujer Ideal y la prueba ms rotunda de su inexistencia es que no hayentre las mujeres que atraviesan el mundo, creo yo, ninguna que hayavisto a su amado tendido a sus pies cuan largo era, a consecuencia de locual se sintiera en la obligacin moral de llamar a la ambulancia.

    A m me parece dijo mi amiga que para los tipos la mejor

    mujer siempre es la de otro.A eso voy. Para seguir con Goethe, ni bien vio la luz Lasdesventuras del joven Werther, historia de un potico muchachoenamorado de la prometida de su mejor amigo, en Alemania hubo unaola de suicidios.

    Qu exagerados. Yo lo que te puedo dar son ejemplos del cine. Unamor paraguayo de pelcula es el de La burrerita de Ipacara. A IsabelSarli la matan por error; Armando Bo, que hace de un malviviente aquien le interesa nicamente el dinero, la alza en brazos y se arroja conella a las cataratas del Iguaz. Con lo que son las cataratas! Y tampoco

    hay que olvidarse de lo que ayuda la msica, porque el arpa melanclica

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    que suena atrs y la voz que canta Una noche tibia nos conocimos bajoel cielo azul de Ipacara mientras ellos se van hundiendo... Es ridculo,ya s, pero no me vas a decir que no te conmueve. O si no miraMatador, ella y l se asesinan mutuamente mientras el audio reproduce:

    Esprame en el cielo, corazn, si es que te vas primero. Qu cosa, che,el amor y la muerte, no hay caso.

    Claro dije yo, pero los dos eran fanticos de Duelo al sol, yquin se olvida de esas manos que se juntan sobre la arena con el ltimosuspiro.

    Llegamos a la conclusin de que en esto de enamorarse el cine y laliteratura nos haban dado una buena mano. Por amor l se hace a unlado en Casablanca y sucumbe Aschenbach a la peste en Muerte enVenecia. Ahora s, resulta imprescindible tener en cuenta que un amorde pelcula dura exactamente eso, alrededor de noventa minutos. Ms,aburre.

    En eso son el telfono y mi amiga fue a atender con la copa en lamano. Cuando volvi traa los ojos como dos luceros.

    Apareci dijo, me invita a cenar. Pero ya sabs cmo es. Loms probable es que empecemos a los gritos antes del postre. As quepor qu no te queds y escribs la nota en mi computadora y cuandovuelvo me la les? De paso me va a venir bien porque seguro que voy aestar deprimida.

    Me indic lo que haba para cenar en la heladera, se ba en unsantiamn y despus sigui brindndome instrucciones desde el cuarto,mientras se vesta.

    Recostada en el silln yo la miraba. Hay pocos espectculos de lavida cotidiana tan seductores como ver adornarse a una mujer que va alencuentro de su amado. Una vez me confes que los hombres le decanque tena cuerpo de nena.

    Y si no se pelean en el postre? grit para que me oyera.Ah, no! contest ella. Aunque no nos peleemos que ni suee

    con tenerme hoy en su cama. Que espere. Que sufra como me hacesufrir y esperar a m.

    Me dio un sonoro y perfumado beso y sali ondulando con levedadlas caderas. O el taladrar de sus tacos de aguja en el pasillo mientrasesperaba, por lo visto ansiosamente, el ascensor.

    Me sent a la computadora. Mucho cine y literatura, pens, yescrib:

    Los relatos de los hombres y mujeres extraliterarios son menosgrandiosos. Suele condensarlos un lamento:

    No me llam.Estuve a punto de detenerme a leer cada palabra, como suelo

    hacer, pero de pronto decid seguir hasta el final sin censurar lo que se

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    Cecilia Absatz

    Azul Profundo

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    Esas fiestas de diciembre, cualquier cosa es un pretexto paracelebrar. A cierta altura se concentra tanto el insumo elctrico demiradas y movimientos estratgicos que una querra desaparecer de ahmgicamente y en un parpadeo privado aparecer metida en su propiacama. Ahorrarse as la parte crucial de la cuestin, es decir, irse. Cmoirse, con quin irse y, lo que es ms importante de todo, cundo irse.

    Algunos consejos para irse de una fiesta:a. No seas la primera. (La segunda s, cmo no, con todo gusto.)b. Bajo ninguna circunstancia seas la ltima.c. Si las cosas no salieron como queras, no te quedes

    remoloneando a la espera de un milagro. Vete. Es difcil, unpaso al vaco, un vahdo, pero una vez en la calle se respiramejor.

    Rebeca sali de la fiesta con paso decidido. Salud animadamente atodo el mundo como quien sabe muy bien lo que hace, y parti

    jugndose la vida.Un momento despus Tato sali detrs de ella (bien) y la alcanz en

    la vereda, cuando meta la llave en la puerta de su auto. Rebeca lo mirtratando de no sonrer y le hizo un gesto con el mentn, sub.La ltima media hora, en la reunin, l haba estado hablando con

    una rubia, una especie de Gwyneth Paltrow con un vestidito de crpe dechine rosado. Mujeres frgiles: un peligro. Y era Tato el que hablaba.Animadamente. Ah no. No nos habra importado verlo bailar con otra,pero una charla animada a un costado era intolerable.

    Pero l sali detrs de Rebeca, con el saco en la mano, y la busc.No cruzaron palabra mientras ella haca sus breves rituales: la

    cartera debajo del asiento, cinturn, luces y arranque.

    Pero el auto no arranc.

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    Oh no, John.

    Era un Clio, el segundo. Dios la castig por haber cambiado elprimero, el rojo, que era perfecto. Pero a ella le preocupaba tener unauto que ya tena cinco aos. Se convenci a s misma con toda clase deexplicaciones sobre la capitalizacin y el deterioro de los materiales, y locambi por otro idntico, ltimo modelo, gris metalizado esta vez, que sededicaba sistemticamente a dejarla de a pie.

    Ella era de Renault como quien es de San Lorenzo, pero esto ya eragrave. De entrada noms, domarlo le cost mucho tiempo, mucho dineroy muchos disgustos. Y aunque en apariencia todo funcionara, la mitad delas veces se negaba a arrancar. Sin motivo alguno, pura histeria.

    Por lo general ella se lo tomaba con razonable filosofa. Slo una vezle peg una patada a la rueda y se manch en forma irreversible undivino zapato de gamuza beige. Pero que el auto no le arrancaradespus de haber vencido en esa sorda batalla con Gwyneth Paltrow enla fiesta era injusto. Ella estaba ah como una idiota preocupndose porel auto, con Tato Welsh sentado a su lado.

    Una mujer como vos no debera tener auto dijo Tato, mirandofrente a s la calle oscura.

    Rebeca no recordaba haber dicho nada en voz alta, de modo que sesobresalt.

    Lo mir con lo que sin ninguna duda debe haber sido una miradaestpida. El problema cuando a una le gusta un hombre es que se portacomo una estpida: por lo general se queda muda, y no con ese divinosilencio tipo Greta Garbo, sino palurda irremediable con nada atinadopara decir. Y si una no se queda muda se vuelve un poquito estridente ygesticula demasiado, como cuando habla un idioma que no domina. Eneste caso Rebeca se qued muda.

    No, no deberas tener auto ratific Tato. Te hace demasiadoindependiente, demasiado inalcanzable. Si tens auto sos vos la que

    lleva a los otros hasta su casa y despus se vuelve sola.Se vuelve sola? Dios mo.Vos sos una mujer, tendras que estar ms disponible, ms

    vulnerable, ms... accesible. Este auto te protege tanto que no haymanera de llegar.

    Se hizo un silencio. Rebeca haba abandonado sus intentos dearrancar el auto. Unas personas salieron del edificio, pero ninguna eraGwyneth Paltrow.

    Bueno dijo entonces Rebeca, abandonmoslo.Salieron del auto y se tomaron un taxi.

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    * * *

    Rebeca mir la hora con alguna impaciencia y venci la tentacin

    de abrir el diario. Tena su filosofa con respecto a la conducta en lostaxis:

    a. Nunca leas nada en un taxi: el chofer se va a pasar porqueestaba distrado y el viaje va a salir ms caro y ms largo.

    b. Si el chofer es extremadamente simptico y conversador, vigilael reloj, seguro que est acelerado.

    El taxi avanzaba penosamente por Viamonte y se detena en cadaluz amarilla como si tuviramos la vida por delante. Por fin llegaron a lapeluquera. Piero estaba apenas comenzando un brushing: media horapor lo menos y no haba forma de eludir la cosa. Hoy su jefe,Memelsdorff, le iba a presentar al Dr. H., el jefe de todos los jefes. AcRebeca poda leer tranquila el diario, pero antes estaba el Para Ti, loprimero es lo primero.

    Me permite el diario? Era un hombre, que al parecer esperabasu turno tambin. Perfecto traje y corbata, pareca un poco fuera delugar en la peluquera.

    Bueno, no dijo Rebeca. Sabe qu pasa, todava no lo le.Entiendo dijo el hombre, pero se qued mirndola.Es una debilidad que tengo Rebeca se sinti en la obligacin de

    agregar: No me gusta que nadie abra el diario antes que yo. Me hacostado un par de novios y una mucama.

    Tiene razn dijo el hombre con toda seriedad. Hay que tenerclaras las prioridades en la vida.

    Rebeca apart la mirada del Para Ti (Un jardn de invierno ganado albalcn) y lo mir con los ojos entrecerrados por la suspicacia. Despusde un momento y sin decir palabra le alcanz el diario y volvi a la

    revista.Ese fue el comienzo de una bella amistad. El hombre, llamado Villa,se dedicaba a la compraventa de autos usados.

    No me diga. Yo tengo un auto abandonado por ah. No quierevenderlo?

    Un auto abandonado? Qu quiere decir?

    Villa no poda creer que Rebeca hubiera dejado un Clio nuevo

    abandonado en una calle de Palermo haca dos, tres meses? Algo as.

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    El auto de Donato la esperaba en el estacionamiento de la empresa,majestuoso y solitario. Era un Audi A4 azul profundo, con el tapizado deun gris sutil sutil. Oh Dios.

    Rebeca accion el aparatito a dos metros de distancia, pliqui, y las

    cuatro perillas de seguridad se abrieron al mismo tiempo. Oh Dios.Entr al auto, oh Dios, y dej que el cuero suave de ese gris sutil

    sutil la envolviera. Cerr los ojos, haca rato que no senta tanto placer.El asiento de ese auto era como el abrazo de una madre, como el pechode un hombre, como un edredn de plumas sobre unas sbanas muysuaves, muy tirantes. El olor de la tecnologa, el arrullo del futuro. OhDios.

    Rebeca encendi el motor, un ronroneo, y sali delestacionamiento. Con infinita cautela, el auto era enorme.

    En dos minutos exactos se sinti como si toda la vida hubiesemanejado autos de ese tamao. Tom el bajo, Figueroa Alcorta, el ro.Puso msica, aire acondicionado, se dej, se dej. Nunca se sinti msvulnerable, ms disponible.

    Si no miraba el tablero ni se daba cuenta de que iba a cientosesenta kilmetros por hora. Cmo pudo vivir dependiendo de lostaxistas con sus radios estridentes. Con su olor a tabaco y desinfectante.

    Se sinti protagonista de todos los avisos publicitarios. Alta y bella.Ay, Tato, existen tantas formas de ser accesible.

    Los diez das pasaron tambin a toda velocidad. Rebeca devolvi elauto perfectamente lavado y con el tanque lleno. Rebeca es uncaballero.

    Ms tarde, en su escritorio, tom el telfono y pens un instante.Un minicooper? Soportara tanta sensualidad? No. Esto no era unaaventura sino matrimonio. Llam a la agencia de siempre y preguntcules eran los colores nuevos del Megane.

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    Rosa Montero

    Los besos de un amigo

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    ROSA MONTERO naci en Madrid en 1951.Es narradora y periodista. Public lasnovelas Crnica del desamor, La funcindelta, Te tratar como a una reina, Bella yoscura, y La hija del canbal (PremioPrimavera de Novela 1997). Es autoraadems de los libros Amantes y enemigos,Pasiones e Historias de mujeres. Los besosde un amigo pertenece a su libro decuentosAmantes y enemigos (1998).

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    Se llamaba Ruggiero y era vecino de Ana: ella viva en el segundo yl en el sexto. Ruggiero era italiano, periodista, corresponsal en Espaadel Corriere della Sera. Tena treinta y cinco aos, una esposa llamada

    Johanna y tres nios pequeos, lindos y rubsimos. Cuando salan juntosy te los encontrabas en el portal, tan guapos y educados, parecan unanuncio publicitario. Toda esa opulencia familiar, en fin, coloc a Anadesde el mismo principio en desventaja.

    Y no es que la vida de ella estuviera desprovista de cosas, ni muchomenos. En su profesin estaba atravesando momentos muy dulces. Erarestauradora, y haba conseguido convertirse, pese a ser mujer, en unchefde prestigio (no hay un ejemplo ms despiadado de machismo queel hecho de que las mujeres sean siempre las cocineras de tropa,mientras que el generalato de los chefs es ocupado por los varones);haba conquistado una estrella Michelin, un puado de premios,estupendas crticas. Adems le gustaba escribir y publicaba una seccinno de recetas, sino de artculos sobre gastronoma, en uno de los diariosnacionales. Era lo que la gente entiende por una persona triunfadora.Ahora bien, el xito profesional no es un talismn; aunque endulza lavida, no te garantiza una proteccin total contra la pena negra. El mejorcocinero del mundo, por ejemplo, puede ser un manaco depresivo quedesee morir tres veces cada noche.

    Pero Ana no deseaba morirse y en general tan slo se deprima muyde cuando en cuando y decentemente, esto es, en niveles poco

    desmesurados y manejables. En sus cuarenta y cinco aos de existenciahaba convivido con varios hombres, se haba desvivido por unos cuantosms y al cabo haba decidido dejar de hacerles caso. Digamos que haballegado a la certidumbre de que el amor era algo de lo que uno puedeprescindir para vivir. Mejor dicho: haba descubierto que prescindir delamor era justamente lo que le permita vivir. Esta solucin ms o menosdrstica no se le haba ocurrido nicamente a ella. En realidad habavisto que varios de sus conocidos negociaban su existencia de ese modo.Eran personas que tenan muchas actividades y muchos amigos; salan,entraban, viajaban. Pero en el horizonte de sus vidas ni siquiera

    despuntaba la inquietud amorosa. Nunca les pregunt es algo tan

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    mujer retirada del mercado, ella era un iceberg: pero empezaban aderretrsele las lminas de hielo. Cmo la miraba Ruggiero: con qu ojosde inters y de seduccin. Y con qu pareja intensidad le contemplabaAna. Los cristales del autobs siempre se empaaban en torno a ellos.

    Hubieran podido seguir as durante mucho tiempo, llenando elmundo de vaho sin mayores consecuencias, de no ser por un pequeomovimiento que lo cambi todo. Un da, Ana le cont a Ruggiero queacababa de conectarse al correo electrnico; y l le envi, a la maanasiguiente, un breve mensaje: Ciao, bienvenita a la Red, espero que tedivertas con este juguete. Por entonces, siendo novata como era, Anaignoraba los efectos fatales del e-mail:lo digo en su descargo. Empez ateclear carta tras carta sin darse cuenta del extraordinario sucedneo deintimidad que el hilo ciberntico iba creando. Porque el correoelectrnico establece una comunicacin inmaterial y limpia, instantnea,extracorprea; es como lanzar al aire un pensamiento puro, sabiendoque alcanzar el cerebro del otro de inmediato. Es un espejismoteleptico.

    Si la pasin amorosa es siempre una invencin, no hay como ponerdistancia con el objeto amado para convertirlo en algo irresistible. Quierodecir que el hecho de que Ruggiero fuera extranjero (ese idioma mediofarfullado, esas frases que ella poda completar, traducir, ampliar en sucabeza) ya colaboraba activamente en la perdicin de Ana; pero el e-mail vino a rematar la situacin. Ella estaba ms o menos preparadapara defenderse de su propio deseo cuando se encontraba cara a caracon los hombres, pero no supo manejar al Ruggiero cibernauta; o, mejordicho, no supo controlarse a s misma cuando so a Ruggiero al otrolado del opaco silencio electrnico. Asomada a la dcil ventana de suordenador, Ana inventaba palabras cada vez ms atrevidas para unRuggiero cada vez ms inventado. A veces, cuando estamos juntos enel autobs, tengo la tentacin, siempre reprimida, de poner mi manosobre tu pecho y sentir, a travs de la tela de tu camisa, la firme tibiezade tu carne, le dijo un da, entrando en materia. La frase debi deimpresionar a su vecino, porque, a la maana siguiente, la mir de una

    manera extraa. Ese da el autobs iba muy lleno; ellos se habanquedado atrs, juntos y aplastados contra el cristal del fondo. Ruggierosiempre se bajaba cuatro paradas antes; y aquella maana, cuando llega su destino, le bes, a modo de despedida, ambas mejillas; perodespus titube un momento y se demor un instante sobre los labios deella. Apenas si fue un leve roce: esos calientes y desnudos labios dehombre, esa boca un poco entreabierta, esa fisura mnima, ese precipicioen donde todo empieza y todo termina.

    Ana crey que aquello era el comienzo, pero era el fin.Galvanizada por ese aperitivo de lo carnal, fue cediendo ms y ms

    al espejismo amoroso y cibernauta, hasta perder pie completamente. Le

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    enviaba ardorosas cartas electrnicas, sin querer advertir que l se ibaarrugando ms y ms con sus embestidas verbales. Los mensajes deRuggiero eran cada vez ms breves, ms secos, ms tardos. Pero ella noasumi como afrenta sus retrasos, ni su creciente austeridad expresiva:

    es pasmoso lo mucho que aguantamos, en el amor, cuando estamosdispuestos a mentirnos. Estar ocupado, tendr mucho trabajo, estmido, no puede expresarse bien en castellano, teme herirme, estositalianos del norte son como alemanes y no saben mostrar susemociones, se consolaba ella. Pero no, de los teutones Ruggiero slotena el color de su pelo; en lo dems era latino y jacarandoso yexpresivo, y tan coqueto como un siciliano retinto. Por eso al principiohizo ojitos con Ana y sonri con su cara irresistible de nio un poco ajado(pero entonces ella...); y fue luego, a medida que la desmesura de lanecesidad de la mujer fue cayendo sobre l como gotas de plomoderretido, cuando se fue achicando. El amor es un juego de vasoscomunicantes; y cuanta ms presin apliques sobre el lquido emocionalen este extremo, ms se desbordar por el otro lado. A Ruggiero le dabamiedo la pasin de Ana; y le inquietaba su situacin, esa tpica soledadde persona sin pareja y sin hijos, ese