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La vida urbana a principios de la Revolución Industrial, Birmingham, 1843, Inglaterra. “Las callejuelas (donde se ubican las casas de la clase trabajadora) son extremadamente numerosas. Hay un baño, un foso de cenizas y un retrete al final o a un lado de la callejuela, y no infrecuentemente uno o más chiqueros y montones de estiércol. Los retretes en las viejas callejuelas están en las condiciones más deplorables. Muchos de los que hemos inspeccionado estaban en un estado que nos parecía inconcebible cómo podían utilizarse; estaban sin puertas y rebosantes de excremento” “Había personas que vivían en sótanos, por lo que algunos observadores reclamaban: ‘¿Cómo puede un hoyo bajo el piso, que mide de 4 a 5 metros cuadrados, admitir ventilación, de modo que pueda ser apto para que lo habiten seres humanos?’. Entré en varias de las viviendas. En una de ellas encontré sobre el suelo a seis personas que ocupaban una habitación muy pequeña; dos estaban en cama, enfermas de fiebre. En una habitación de arriba había dos personas más, una en una cama con fiebre”

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La vida urbana a principios de la Revolución Industrial, Birmingham, 1843, Inglaterra.

“Las callejuelas (donde se ubican las casas de la clase trabajadora) son extremadamente numerosas. Hay un baño, un foso de cenizas y un retrete al final o a un lado de la callejuela, y no infrecuentemente uno o más chiqueros y montones de estiércol. Los retretes en las viejas callejuelas están en las condiciones más deplorables. Muchos de los que hemos inspeccionado estaban en un estado que nos parecía inconcebible cómo podían utilizarse; estaban sin puertas y rebosantes de excremento”“Había personas que vivían en sótanos, por lo que algunos observadores reclamaban: ‘¿Cómo puede un hoyo bajo el piso, que mide de 4 a 5 metros cuadrados, admitir ventilación, de modo que pueda ser apto para que lo habiten seres humanos?’. Entré en varias de las viviendas. En una de ellas encontré sobre el suelo a seis personas que ocupaban una habitación muy pequeña; dos estaban en cama, enfermas de fiebre. En una habitación de arriba había dos personas más, una en una cama con fiebre”“Había 63 familias, donde al menos cinco compartían una cama; e incluso, en otras seis estaban apiñadas en una sola cama, yaciendo arriba y abajo niños y adultos…”

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“Los dueños de las fábricas, ansiosos por mantener en funcionamiento sus máquinas día y noche mientras la industria fuera próspera, ocupaban a hombres, mujeres y niños en jornadas de trabajo de doce a dieciséis horas, de día y de noche. Cuando comenzaba un período de dificultades económicas con baja en las ventas, los empresarios no dudaban en deshacerse de la fuerza de trabajo: despedían a muchos trabajadores, ya que en la puerta de la fábrica una larga fila de desocupados esperaba el momento en que los propietarios de las fábricas decidieran poner nuevamente en funcionamiento sus máquinas. Cuando los patronos querían aumentar la producción hacían trabajar más duramente a sus trabajadores. Cuando era necesario reducir la producción, despedían a un número determinado de trabajadores o contrataban personal eventual para que trabajara sólo unas cuantas semanas o meses a cambio de sueldos miserables. Las jornadas diurnas y nocturnas, absurdamente largas, deben haber provocado una disfunción en la eficacia de los trabajadores; durante algunas de estas interminables horas, el trabajo debe haber dado resultados negativos en vez de positivos”.

Deane. La revolución Industrial en Gran Bretaña. 1953.