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8/6/2019 Laclau_ideologia y Posmarxismo
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20 I Anales de la educacin comn
Graduado en Historia
en la UBA, trabaj junto
con Gino Germani y Jos
Luis Romero. En 1969
fue convocado por el
historiador britnico Eric
Hobsbawm, quien apadrin
su ingreso a Oxford.
Autor de libros como
Emancipacin y diferencia
Nuevas reflexiones sobre
la revolucin de nuestro
tiempo.
Antagonismos y contradicciones
Los editores de Journal of Political Ideologies* me solicitaron
proporcionar un informe de la aproximacin terica que haba
desarrollado en una variedad de publicaciones en los ltimos
20 aos. Para hacerlo intento presentar una articulacin lo
ms sistemtica posible acerca de las principales categoras
asociadas con la teora discursiva en el sentido en que ha
sido concebida por m y por una serie de otros estudiosos. La
contribucin de este ensayo se encuentra en las estructuras
globales de esta articulacin ms que en las particularidades
que la componen.
Ideologa y posmarxismo
Ernesto Laclau*
*
* El Journal of Political Ideologies, editado porTaylor &
Francis Group Reino Unido, es una revista dedicada
al anlisis de la ideologa poltica en sus aspectos te-
rico y conceptual. La publicacin constituye un impor-
tante aporte al desarrollo del campo vital e innovador
de los estudios polticos. (N. de C)
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21Filosofa poltica del currculum I
Una original reflexin poltica que interpela a las categoras
clsicas del marxismo mediante una teora del discurso, y que
permite volver a pensar el uso de conceptos como historia,
ideologa, pueblo y hegemona.
El punto de partida de nuestra reflexin fue
una ambigedad encontrada en la concepcin
marxista de Historia, que fuera muy frecuen-
temente sealada pero que, segn nuestro pa-
recer, no ha recibido el tratamiento sistemtico
que merece. [Esta ambigedad] fue la siguiente:
la Historia fue para Marx, en primer lugar, un
proceso enteramente objetivo dominado por la
contradiccin entre el desarrollo de las fuerzas
productivas y los sucesivos sistemas de relacio-
nes de produccin constitutivos de la organi-
zacin social. El Prefacio a Critique of Political
Economy constituy la personificacin de esta
visin objetivista en la que los antagonismos
sociales juegan un rol claramente secundario,
por cuanto son slo la distorsionada reflexin
de una necesaria lgica subyacente. Por elotro lado, sin embargo, el Marxismo tambin
afirmaba que la historia de la humanidad fue
la historia de la lucha de clases, para citar la
famosa formulacin del Manifiesto. Cmo
hacer de estas dos visiones una unidad? Mi
creciente conviccin fue que esto era una ta-
rea imposible, y que la as llamada crisis del
Marxismo fue en gran medida, el resultado
de esta imposibilidad. Alrededor de 1970 esta
visin objetivista est enteramente desacre-
ditada. La forzada teora del valor, en la que
estaba fundada, fue vista como plagada por
todo tipo de inconsistencias tericas; la pre-
diccin clave de una simplificacin creciente
de la estructura social bajo el capitalismo fue
enteramente refutada; y la complejidad de las
identidades sociales y polticas en un mundo
globalizado desafiaron cualquier perspectivacercana basada en [el concepto] de clase.
contextos
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22 I Anales de la educacin comn
Qu sucede, sin embargo, con la segunda
visin, aquella que cuestion una nocin pe-
trificada de las relaciones sociales declarando
la centralidad de los antagonismos sociales
lucha de clases segn Marx? No obstan-te los lmites de clase de esa visin pudieron
ciertamente verse cuestionados por igual, la
centralidad del momento antagnico no ha
perdido ninguna de sus cuestiones relevantes.
Requiere, es verdad, una nueva conciencia de
lo que implica una relacin antagnica y, espe-
cialmente, un juicio acerca de esa relacin que
no la subordine a situaciones precisas asigna-das por la concepcin objetivista. Este es el
punto de origen de nuestro posmarxismo.
Entonces, cmo concebir qu es una rela-
cin antagnica? Para la concepcin objetivis-
ta, sta era una cuestin secundaria porque
la lgica de la historia los atraves pero no
fue constituida por los antagonismos. Pero
si stos son vistos ante todo como constituti-
vos del tejido social, la determinacin de su
estatus ontolgico se convierte en un asunto
terico central. Nosotros comenzamos, en
Hegemony and Socialist Strategy, refirindonos
a la distincin kantiana entre oposicin real
y contradiccin, ninguna de las cuales vimos
como posible para alcanzar lo que involucra
un antagonismo social. La contradiccin,
como seal Kant, slo puede tener lugar
entre conceptos. Esta es la razn por la cual,
una filosofa idealista como la de Hegel, que
reduce lo real al concepto, pudo concebir los
antagonismos como contradicciones; pero,
como seal la escuela de Della Volpian en
Italia, es incompatible con una filosofa ma-
terialista como el Marxismo que afirma el
carcter extra mental de lo real. Sin embargo,a pesar de que nosotros acordamos en este
punto con la concepcin de Della Volpian, no
podemos seguirlo en su segunda tesis segn
la cual los antagonismos sociales deben con-
cebirse en los trminos de la real oposicin
kantiana (Realrepugnanz), por la simple raznde que las oposiciones reales no son del todo
antagnicas. Nada hay de antagnico en el
conflicto entre dos piedras. En ese caso, sin
embargo, si ni la contradiccin ni la oposicin
real ofrecen las credenciales apropiadas para
alcanzar intelectualmente aquello involucrado
en un antagonismo, cmo podramos noso-
tros concebirlo?Este fue el punto en el que nuestro enfoque
tom un giro radical. Mientras la contradic-
cin y la oposicin real son ambas relaciones
objetivas, entre objetos conceptuales, en el pri-
mer caso, y entre objetos reales, en el segundo,
los antagonismos, para nosotros, no son rela-
ciones objetivas sino un tipo de relacin en la
que se muestran los lmites en la constitucin
de cualquier objetividad. Cmo as? Desde el
punto de vista de cada una de las dos fuerzas
antagnicas, su oponente no es una presencia
objetiva, que completa la plenitud de la propia
identidad, sino que representa, por el con-
trario, aquello que hace imposible alcanzar
semejante plenitud. Esto significa que, en la
medida en que nosotros permanecemos den-
tro de la perspectiva de cada una de las dos
fuerzas antagnicas, el momento strictu senso
de conflicto, lejos de ser objetivo, indica la
imposibilidad de la sociedad de alcanzar una
objetividad plena. Concebir antagonismos
como objetivos requerira el punto de vista de
un observador objetivo, que vera en ellos una
expresin de una objetividad ms profunda
eludiendo la conciencia de las dos fuerzas enconflicto. Esta es la tarea llevada a cabo por la
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23Filosofa poltica del currculum I
astucia de la Razn hegeliana. Pero es exactamente a la ten-
tacin que debemos resistir si vamos a ver los antagonismos
como constitutivos y no como derivativos.
La cuestin de los lmitesLa nocin de antagonismo como lmite de la objetividad es, sin
embargo, slo un punto de partida. Una serie de temas conec-
tados con la nocin de lmite surgen inmediatamente. Perm-
tasenos hacer referencia a algunos de ellos. En primer lugar,
cmo concebir exactamente un lmite? Si concebimos uno de
estos aspectos, aquel que est como in pari materia, el lmite
podra ser una farsa, podra ser slo una diferenciacin interna
en un nico espacio de representacin. As, un lmite verda-dero debera interrumpir aquel espacio, debera ser radical-
mente heterogneo con ste. Hemos introducido la nocin de
heterogeneidad que, sin embargo, est lejos de ser transparente
y cuyas verdaderas implicancias pueden slo aproximarse me-
diante una serie de pasos que intenten revelarlas. Podramos
comenzar con una trascendental pregunta: cmo tiene que
ser una entidad para que sus lmites sean realmente hetero-
gneos, esto es para que implique una radical interrupcin de
un espacio de representacin? Existe una precondicin para tal
interrupcin, que es que el lugar que esta implica no debera
ser aquel que tiene lugar entre campos regionales de represen-
tacin cuya diferenciacin sera totalmente representable por
s misma pero que debera ser ms bien una apora interna
al principio de representacin como tal. Esta precondicin ya
excluye una serie de candidatos como posibles paradigmas
del terreno bsico ontolgico. Todas las nociones de lmite
fundadas en diferencias positivas son, por supuesto, incompa-
tibles con la idea de un lmite radical (las diferencias positivas
presuponen un tema en el que estn constituidas, de manera
que no pueden aprehender qu es un lmite radical). Pero, por
la misma razn, las contradicciones dialcticas deberan ser
excluidas: como en toda contradiccin dialctica (Ano A) la
precondicin es que tengo en A todo lo que necesito para
hacer la transicin a no A, la dialctica tiene que postular un
nico espacio de representacin dentro del cual esa transicintendr lugar. Heterogeneidad en el sentido radical que estamos
La prediccin clave
de una simplificacin
creciente de la estructura
social bajo el capitalismo
fue enteramente refutada.
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24 I Anales de la educacin comn
postulando es incompatible con ambas dial-
cticas basadas en la contradiccin y con la
simple oposicin, basada en la contrariedad.
Con esto llegamos otra vez a la conclusin a la
que ya habamos arribado: ni la contradiccinni la oposicin real son compatibles con la
nocin de lmite que requiere el antagonismo,
basado en heterogeneidad radical. Entonces,
lo que necesitamos en un terreno ontolgico
en el que el fracaso inherente a la representa-
bilidad (el momento de conflicto presente en
el antagonismo que, como ya hemos sealado,
soslaya la representacin directa) se torna lmismo representable, aun si slo mediante
los rastros de no representabilidad dentro de
lo representable, como en el nomeno kantia-
no: un objeto que se muestra por medio de la
imposibilidad de su adecuada representacin.
Enumeremos ms precisamente las condi-
ciones trascendentales de un terreno en el que
la nocin de antagonismo puede ser inscripta
como lmite de objetividad. La primera y ms
importante es que aquello que es inscribible
en semejante terreno debera ser ms amplio
que el campo de las relaciones objetivas, de lo
contrario estaramos confinados a la exclusiva
alternativa oposicin real/contradiccin dia-
lctica. En segundo trmino, aquello que es
actualmente inscribible en ese terreno podra
no slo ser justamente lo representable, sino
tambin la ltima imposibilidad interior de re-
presentabilidad como tal, si no no habramos
trascendido el campo de la objetividad. En ter-
cer lugar, las entidades construidas alrededor
del lmite de objetividad no podrn ser concep-
tualmente comprendidas (si lo fueran, seran
otra vez, objetos positivos). Cuarto, cualquier
primaca que una entidad tiene sobre las otras,no puede ser la inherente a una jerarqua en
un universo diferenciado especificable (que
necesariamente presupone relaciones objeti-
vas diferentes de las relaciones no relacionales
que estamos buscando). La primera condicin
es conocida por la nocin de discurso; la se-gunda, por el significante vaco; la tercera, por
el concepto de nombre como campo del asun-
to; la cuarta, por las nociones de desigualdad
(variabilidad) e inversin radical, mostrada
mejor por la nocin lacaniana de objeto y por
la lgica de la hegemona, que son en ltima
instancia idnticas. Sinteticemos el argumen-
to alrededor de estas cuatro condiciones.Qu significa una relacin no relacional?
Aquella que no es inscribible en el campo de
la objetividad porque su funcin, precisamen-
te, es subvertir ese campo. O, lo que es lo mis-
mo, aquella que desestabiliza lo conocido de
las identidades. Un choque entre dos fuerzas
sociales, si permanecemos en el nivel de su
materialidad fsica, podra enteramente perte-
necer al campo relacionado con lo ontolgico.
Esto significa que la negativa de la plenitud
de ser resultado de antagonismo se expresa a
travs de ese campo pero consiste en algo ms
all. La presencia del otro antagnico me pre-
viene de ser enteramente yo mismo. Enton-
ces, es necesario un terreno ontolgico en el
que esa distancia de m mismo, resultante del
antagonismo, pudiera inscribirse. Este terreno
es lo que denominamos discurso y, tal como lo
sealamos muchas veces, no est restringido
al habla y a la escritura sino que incluye todos
los sistemas de significacin. En este sentido
es lindante con la vida social. La nocin de
juegos del habla en Wittgenstein, que alcan-
za al uso de las palabras y a las acciones con
las que estn asociadas, es cercana a lo quenosotros entendemos por discurso. Sin embar-
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25Filosofa poltica del currculum I
go, nuestro proyecto difiere del de Wittgens-
tein en que nosotros tratamos de explorar las
implicancias ontolgicas de las categoras lin-
gsticas tales como significante/significado;
paradigma/sintagma, etc. que cesan en esesentido de ser categoras meramente regiona-
les de una lingstica concebida en un sentido
limitado. En cierto aspecto podramos decir
que, si estamos buscando un terreno en el que
la subversin de identidades resultantes de las
relaciones antagnicas pudiera ser represen-
tado, la Retrica sera un campo privilegiado
para nuestra investigacin, aceptando que staconsiste, precisamente, en el distanciamiento
de toda significacin literal como resultado
del movimiento tropolgico. Esto es induda-
blemente verdad, pero debemos agregar la
crucial salvedad de que lo retrico no es un
adorno literario externo al lenguaje, sino una
parte interior del funcionamiento lingstico.
Roman Jacobson, por ejemplo, en un giro
decisivo, asoci metfora y metonimia con los
polos de paradigma y sintagma del lenguaje,
respectivamente, basados en relaciones de
sustitucin y combinacin. Este giro es crucial
para nuestro intento de presentar el terreno
discursivo como el ontolgico primordial.
El primer paso en la direccin de una onto-
loga discursiva/retrica es necesario pero, sin
embargo, no es suficiente. Si permanecemos
en este punto habremos simplemente reempla-
zado una ontologa dialctica o positivista por
una semitica, pero tal reemplazo no ofrecera
demasiado progreso para explicar las relaciones
antagnicas. La lengua, segn Saussure, es un
sistema de diferencias, y stas son, en sus inter-
conexiones, tan objetivas como las relaciones
de contradiccin y oposicin real que nosotros
hemos descartado. Algo ms es necesario para
nuestro propsito. Volvamos por un momento
a la retrica. Segn Cicern, debemos apelar allenguaje figurado porque existen en el mundo
ms objetos para ser nombrados que palabras
disponibles. Para l esto es, por supuesto, una
deficiencia emprica, pero si se pudiera demos-
trar que hay en la estructura de significacin
algo de la naturaleza de una imposibilidad cons-
titutiva, si la significacin requiere la presencia
de algo que no puede ser significado como suprecondicin esencial, habremos dado un paso
hacia la solucin de nuestro acertijo (el choque
antagnico, que no se puede representar direc-
tamente como un momento objetivo, podra tal
vez significarse de una manera diferente si el
lenguaje tuviera otros modos de significacin
que una representacin directa, objetiva).
El arsenal de retrica tiene un modo de
significacin que elimina la complementa-
riedad literal/figurativa. Esto es la llamada
catacresis* (un trmino figurado al que no
corresponde ninguno literal). La oblicuidad
est constituida por una significacin cata-
crsica. Por razones que no puedo elaborar
en esta oportunidad, hay razones para pensar
que la catacresis no es un tropo especfico sino
la marca de lo retrico como tal, presente en
todos los tropos. Lo literal podra simplemente
ser un trmino que concilia las huellas de su
propia retoricidad, de manera que la retorici-
dad podra ser constitutiva del habla.
Por qu? Por las razones que explicit en
otra parte,1 ningn sistema de significacin
* catacresis: tropo que consiste en dar a una palabra sentido traslaticio para designar algo que carece
de nombre especial; p. ej., la hoja de la espada; una hoja de papel. (N. de C.)
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26 I Anales de la educacin comn
puede cerrarse de otro modo que mediante
desplazamientos catacrsicos. La totalidad
de la argumentacin est desarrollada en ese
ensayo y no lo volver a repetir aqu. Slo
enumerar sus pasos lgicos, que son comosigue: 1) como lengua (y por extensin todos
los sistemas de significacin) esencialmente
diferencial, su cierre es la condicin previa de
significacin de tener en absoluto existencia;
2) cualquier cierre, no obstante, requiere el
establecimiento de lmites, y ningn lmite
puede ser establecido sin, simultneamente,
suponer qu hay ms all; 3) pero como elsistema es el sistema de todas las diferencias,
aquello que est ms all del lmite slo puede
ser de la naturaleza de una exclusin; 4) la
exclusin opera, sin embargo, en un sentido
contrario: sta es, por un lado, la que hace po-
sible el sistema de diferencias como totalidad;
pero, por otro lado, con respecto al elemento
excluido, las diferencias son no solo simple-
mente diferenciales sino mutuamente equi-
valenciales. Esta tensin es lgicamente inevi-
table, la totalidad sistmica es un objeto que
resulta, al mismo tiempo, imposible y necesa-
rio. Imposible: la tensin entre equivalencia y
diferencia es insuperable, no hay un objeto
literal que corresponda a esa totalidad. Nece-
sario: sin ese objeto no habra significacin;
5) conclusin: el objeto imposible tendra que
ser representado, pero esta representacin
tendra que ser esencialmente distorsionada y
figurativa. Este es el punto en que la catacresis
entra en escena. Los posibles significados de
esta comunicacin distorsionada constituyen
solamente las diferencias particulares. Una
de ellas, sin dejar de ser particular, tiene
que encarnar esa totalidad imposible. Desdecierto punto de vista, esto es la produccin de
un significante vaco. Significa una totalidad
que es literalmente imposible. Desde otro
ngulo, esto es una operacin hegemnica (o
la construccin de un significante maestro en
el sentido lacaniano): una cierta particularidadtransforma su propio cuerpo en la representa-
cin de una totalidad inconmensurable.
Tenemos ahora todos los elementos necesa-
rios para definir aquello que est involucrado
en una relacin antagnica. El momento del
choque antagnico, que no puede ser repre-
sentado directamente, puede sin embargo ser
significado positivizado, si se prefiere me-diante la produccin de un significante vaco
(o dos, mejor; uno a cada lado de la frontera
antagnica). El campo perteneciente a la pro-
pia identidad, que no puede cerrarse alrededor
de su particularidad ntica por la presencia de
la fuerza antagnica, tiene que significarse
por medio de una cadena de equivalencias
entre sus contenidos interiores y por medio
de la produccin de un significante vaco sin
significado, porque representa la completud
imposible de la comunidad. Y lo que cada una
de las fuerzas en conflicto ver al otro lado de
la frontera antagnica no ser una medida
puramente ntica tampoco; esa medida podr
ser solo un significado de la representacin
de algo diferente a s misma: la anti-comu-
nidad. Esta brecha entre significados nticos
de representacin est impregnada de una
multiplicidad de consecuencias polticas, la
ms importante es la esencial inestabilidad
de toda cadena de equivalencias: ningn sig-
nificante vaco puede controlar por completo
lo que constituye los eslabones que sern
parte de esa cadena. Ahora vemos claramente
cmo el lmite de objetividad que representael choque antagnico puede ser significado.
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27Filosofa poltica del currculum I
Tal significacin involucrar un movimiento permanente de
catacresis. A pesar de que el choque no tiene representacin di-
recta, objetiva, se mostrar mediante la subversin del campo
de objetividad. No estamos lejos de la nocin de Lacan acerca
de la subversin de lo Simblico por lo Real.
Concepto y nombre
Hay otras dos condiciones trascendentales que tiene que cum-
plimentar la relacin antagnica si es que va a ser tericamente
clara. La primera se refiere al estatus terico del significante
vaco. La respuesta a esta pregunta podra ser normalmente
bastante simple. Estamos tratando con un concepto. Si la
pregunta se refera con la posicin de la nocin de significantevaco dentro de una estructura terica, no hay duda que, cual-
quiera sea la posicin, nos podramos estar refiriendo a una
entidad de naturaleza conceptual. Pero sta no es la pregunta.
La pregunta es acerca de la relacin de un significante vaco
con los objetos que agrupa bajo esta denominacin. Sabemos
que cualquier agrupamiento conceptual debera concebirse
como subsumido. Hay algo que expresa el concepto que es
reproducido sin alteracin en cada una de las instancias de su
aplicacin. El concepto no puede ser otra cosa que universal, y
las instancias que lo realizan deben necesariamente reproducir
algo idntico en todas, un ncleo comn positivo y difcil ms
all de sus variaciones particulares. Ahora, qu sucede si ese
ncleo comn est ausente, si el asunto de una relacin equi-
valencial no est dado por cualquier rasgo positivo que subya-
ce en las variadas demandas sociales individuales sino por su
oposicin comn a algo que niega a todas? Aqu llegamos al
meollo de una relacin antagnica: los componentes de cada
polo del antagonismo no estn unidos por cualquier rasgo po-
sitivo compartido (en ese caso nos ocuparamos de una unidad
puramente objetiva) sino por la oposicin de todos a la fuerza
con la que estn confrontados. As el significante vaco tr-
mino que unifica el conjunto de esos componentes no puede
ser un concepto, por cuanto la relacin que establece con las
instancias que reagrupa no es de subsuncin conceptual. Como
sabemos, lo esencial en una subsuncin conceptual (el juiciodeterminante de Kant podra ser una expresin tpica) es
Cmo tiene que ser
una entidad para que
sus lmites impliquen
una radical interrupcin
de un espacio de
representacin?
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28 I Anales de la educacin comn
que la norma debera preceder las instan-
cias de su aplicacin. Pero la subsuncin
de una pluralidad de nexos equivalentes
bajo un significante vaco no puede ser una
operacin conceptual a causa de la hetero-geneidad de esos nexos cuyo nico rasgo co-
mn es de naturaleza negativa. En ese caso,
si la conexin del significante vaco con las
instancias que cubre no es de naturaleza
conceptual, de qu naturaleza es?
Es un nombre. Permtanme explicar breve-
mente cmo veo la diferencia entre un orden
nominal y otro conceptual. El punto centrales: cmo los nombres remiten a los objetos?
En mi libro On Populist Reason (2005)2 he
tratado este tema, argumentando que las dos
aproximaciones importantes descriptivismo
y antidescriptivismo separan sus caminos
en el tema crucial de si esa referencia implica
una mediacin conceptual o no. La posicin
descripcionista clsica en sus varias for-
mulaciones, de John Stuart Mill a Bertrand
Russell sostiene que toda referencia objetiva
implica una mediacin conceptual: todo nom-
bre es asociacin de un conjunto de rasgos
descriptivos, de manera que cuando encuen-
tro en el mundo un objeto dando muestras de
estos rasgos, le aplico ese nombre.
Estamos enteramente dentro de la esfera del
juicio determinante kantiano: sin los rasgos
descriptivos funcionando como norma para
asignar un nombre al objeto, esa asignacin
podra ser por completo arbitraria. La segun-
da perspectiva es la aproximacin antides-
criptivista, ligada al trabajo de Saul Kripke y
seguidores: aqu la mediacin conceptual est
ausente; nombrar es un bautismo primordial
que no est fundado en ninguna norma uni-versal. No es necesario aclarar que nuestro
punto de vista, que se aleja sin duda de la
nocin de subsuncin conceptual, se localiza
claramente en el terreno antidescripcionista.
Pero con una salvedad. Si el bautismo funda-
mental implica asignar un nombre a un objetosin ningn tipo de mediacin conceptual, un
problema [an] persiste, sin embargo: es la
unidad del objeto algo dado, de manera que el
nombre aprueba sin dar cuenta de ello algo ya
alcanzado antes del proceso de nombrarlo o, al
contrario, la unidad del objeto resulta del acto
de nombrarlo? Todo lo que hemos dicho acer-
ca del significante vaco anuncia que la segun-da es la alternativa vlida para nosotros. Para
ponerlo en trminos lacanianos: la unidad del
objeto es solo el efecto retroactivo de nombrar-
lo. Podemos ver fcilmente por qu. Si los va-
rios componentes determinantes de un objeto
compartieron algunos rasgos esenciales antes
del acto de nombrarlo, el acto de nombrarlo se-
ra complementario a una mediacin concep-
tual. Pero si esos dos rasgos son heterogneos
y, como resultado, radicalmente contingentes,
la unidad del objeto no tiene otra razn que el
acto de nombrarlo. Esto explica nuestra tesis
de que el nombre es la razn de la cosa. Muestra
tambin por qu ninguna subsuncin con-
ceptual puede dar cuenta del tipo de unidad
lograda por un significante vaco dentro del
terreno discursivo.
Un momento estructural ms de nuestro en-
foque requiere detenimiento. Hemos indicado
cmo lo Real subvierte un tejido simblico,
cmo el lmite de objetividad acta retroctiva-
mente sobre ste distorsionando su coherencia
interna. La clave de esta distorsin debe ser ha-
llada en la produccin de significantes vacos.
Estos es un rasgo clave tienen un efectoirradiante que va ms all de toda ubicacin
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29Filosofa poltica del currculum I
estructural determinable. Esto significa que la
inversin que reciben no puede ser otra deter-
minacin estructural ms porque en ese caso
sera completamente objetiva y el efecto disrup-
tivo que ocasionan se perdera. Es por eso quehablamos de una inversin radical. Es radical
porque procede completamente del afuera y es
inversin (casi en el sentido financiero) porque
dotamos una estructura elemental con un
valor que no deriva de su ubicacin dentro de
la estructura. Esta es la razn por la cual todos
los intentos de privilegiar un elemento estruc-
tural sobre otro la famosa determinacin enltimo caso, en economa por ejemplo pierde
el sentido por completo. Esa determinacin
slo podra ser un efecto objetivo, y no podra
explicar la limitacin de objetividad resultante
de una presencia antagnica.
En ese caso, cul es la naturaleza de una
inversin que es de verdad radical? En nuestro
punto de vista, slo puede ser de naturaleza
afectiva. Esta afirmacin requiere, no obstante,
una advertencia preventiva. Podra ser errneo
pensar que la significacin estara cercana a la
objetividad mientras que la inversin afectiva
podra ser una fuerza enteramente ajena al
proceso de significacin. Tal como he trata-
do de demostrar en mi trabajo (Laclau, en
Critchley y Marchart[edit.], 2004)3 esto podra
constituir una divisin engaosa porque, en
primer lugar la significacin requiere afecto,
tanto como el polo paradigmtico del lenguaje
que Saussure reveladoramente denomin
asociativo requiere sustituciones slo po-
sibles en trminos de una experiencia indivi-
dual; y en segundo lugar, el afecto no es una
fuerza constituida completamente fuera de
significacin, sino que nicamente existe me-diante la carga diferencial de una cadena de
significados. Este es el punto en el que trat de
conectar la lgica de la hegemona con aquella
del objeto como en la teora lacaniana, espe-
cialmente en el sentido en el que ha sido pre-
sentada en el trabajo de Joan Copjec (2002).4
Segn Lacan, sublimacin es elevar un objeto
a la dignidad de Cosa (Cosa para Freud, por su-
puesto). Esto significa que cierto objeto parcial
deja de ser una parcialidad dentro de una to-
talidad que lo reducira a un mero momento
en una estructura global y convertirse en una
parcialidad que es la totalidad. Pero esto no es
nada ms que el rol que nosotros hemos atri-buido al significante vaco en la constitucin de
una formacin hegemnica. De manera que
la lgica del objeto y la de la hegemona no
son simplemente homlogas: son idnticas
ya que ambas muestran cmo los efectos
de estructura son posibles, no obstante no
son determinados estructuralmente. Esto es
importante para comprender cabalmente las
consecuencias de esta ltima afirmacin. Para
tener una superposicin completa entre deter-
minacin estructural y efectos estructurales,
la estructura debera ser causa sui; debera ser,
en otros trminos, alguna forma de eternidad
Spinozeana. Y, sobre todo, eso es aquello que
es presupuesto por todas las teoras que hacen
de los modos de produccin el fundamentum
inconcussum de lo social. Sin embargo, tan
pronto como subvertimos esta propia deter-
minacin mediante la presencia de un otro
heterogneo como es el caso en el antago-
nismo los efectos estructurales tienden a
distanciarse de la determinacin estructural,
lo que es lo mismo que decir que el ltimo
es un sistema de poder que, como todo poder
es ejercido sobre algo externo a s mismo. Enotros trminos: cuando la propia determina-
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30 I Anales de la educacin comn
cin termina, cualquier configuracin estruc-
tural va a tener condiciones de existencia que
no son generadas por s misma. En el caso del
modo de produccin, esto significa que, como
las condiciones de existencia no son en s mis-mas el resultado de cualquier determinacin
en la ltima instancia, sern interiores al con-
junto articulado que ellas ayudan a constituir.
Esta es la razn por la cual la nocin de modo
de produccin tiene que ser reemplazada por
la formacin hegemnica.
Del marxismo al posmarxismoPodemos, en este punto, volver a la cuestin de
la transicin desde el marxismo al posmarxis-
mo. El punto de arranque fue, tal como hemos
indicado, la esencial incompatibilidad entre
las dos premisas que constituyen el campo
del marxismo clsico: la visin de la historia
como un relato unificado por la contradiccin
entre desarrollo de fuerzas productivas y los
varios sistemas de relaciones de produccin
un desarrollo centrado en leyes necesarias y
la nocin de centralidad de lucha de clase que
abri al menos potencialmente la posibilidad
de resultados contingentes. Si la contradictoria
naturaleza de estas dos premisas permaneci
oculta por largo tiempo se debi a la manera
en que stas estaban articuladas en el discurso
marxista: el componente objetivo tuvo el con-
trol y estableci lmites a la completa expansin
de la lgica implcita en la nocin de antagonis-
mo social. Se puede slo pensar en el rol que la
categora de necesidad histrica desempe en
el Marxismo de la Segunda Internacional para
ver los lmites que puso en la creatividad e ima-
ginacin polticas. No obstante, una vez que la
confianza en esa necesidad histrica se debi-lit, los diques representados por los dogmas
marxistas se desbordaron en todas direcciones.
Es importante sealar que esto no fue un co-
lapso sino ms bien un desborde disciplinado;
fue simplemente el desarrollo del potencial
contenido en la centralidad de la lucha de clasecomo motor de cambio histrico una vez que
no estuvo limitado por la premisa de un lmite
determinado objetivamente. El movimiento del
Marxismo al post-Marxismo es, en gran medi-
da, el relato de esta transicin.
Tal vez sea paradjico que la primera vctima
en esta transicin fue la misma nocin que la
haba hecho posible: la centralidad de la luchade clase. Cmo? La razn debe ser encontrada
en la heterogeneidad interior que hemos en-
contrado como habitando la nocin de antago-
nismo social. Si el antagonismo hubiera podido
explicar de una manera dialctica (si A, no B)
no hubiera habido problema: ambos, el choque
y los agentes del choque pudieron haber sido
determinados en el mismo momento. Pero ya
hemos explicado las razones por las cuales una
transicin dialctica es radicalmente impotente
para explicar qu sucede en una confrontacin
antagnica. Si nos trasladamos, sin embargo,
a la heterogeneidad que hemos encontrado en
el corazn de esta relacin antagnica, si sus
dos polos no pertenecen al mismo espacio de
representacin, en ese caso no hay forma de
erradicar la nocin de lucha de una categora
social particular como la de clase.
Veamos las dimensiones verdaderas de una
relacin heterognea. Tal como apunt en
alguna parte, no hay manera de encontrar el
momento de radical heterogeneidad en una
transicin dialctica. Veamos, por ejemplo,
la nocin que las relaciones capitalistas de
produccin son intrnsicamente antagnicas.Para una concepcin dialctica que reduce
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31Filosofa poltica del currculum I
antagonismo a contradiccin, la primera tarea debera ser
encontrar un terreno homogneo en el que la contradiccin
pudiera emerger. Para hacer esto tengo que reducir el capita-
lismo a una categora econmica comprador de poder labo-
ral y lo mismo para el caso del trabajador, vendedor de poderlaboral. La conclusin fue que esta relacin es intrnsicamente
antagnica porque el capitalista extrae supervit del trabaja-
dor. Pero esta conclusin es injustificada. La relacin slo se
torna antagnica si el trabajador resiste la extraccin del supe-
rvit, pero puedo analizar la categora de vendedor de poder
laboral tanto como lo desee y an ser incapaz para derivar
lgicamente de aquella la categora de resistencia. Entonces, la
verdadera reduccin de capitalista y trabajador a categoraseconmicas, que requiere la construccin de un espacio ho-
mogneo de mediacin dialctica, hace imposible pensar el
momento antagnico especfico de la relacin. Por qu podra
un antagonismo existir entre trabajadores y capitalistas? Por la
manera en que el trabajador es constituidofuera de las relacio-
nes de produccin (el hecho que debajo de un cierto nivel de
salario l/ella no puede llevar una vida digna, etc.). Pero en ese
caso, el conflicto no es inherente a las relaciones de produccin
sino entre las relaciones de produccin y la manera en que los
agentes sociales son constituidos fuera de ellas. La conclusin
es clara: los dos espacios de representacin el del trabajador
y el del capitalista son radicalmente heterogneos, de mane-
ra que el terreno en el que una mediacin dialctica pudiera
ser posible se ha roto. A partir de aqu las consecuencias se
suceden rpidamente. Una vez que hemos concluido que un
antagonismo presupone dos espacios heterogneos de repre-
sentacin que no son dialcticamente mediados, no hay razn
para asumir que los lugares en las relaciones de produccin
sern puntos privilegiados para la confrontacin antagnica.
El desarrollo capitalista cre muchas otras: crisis ecolgica;
desequilibrios entre diferentes sectores de la economa; explo-
tacin imperialista, etctera. En ese caso, los aspectos de una
lucha anti-capitalista son muchos y no pueden reducirse a una
categora tan simple como la de clase. Tendremos una multi-
plicidad de luchas, las luchas en nuestra sociedad tienden aproliferar cuanto ms nos adentramos en una era globalizada
Tendremos una
multiplicidad de luchas,
y proliferarn cuanto ms
nos adentramos en una
era globalizada pero
son cada vez menos
luchas de clase.
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32 I Anales de la educacin comn
pero son cada vez menos luchas de clase. Po-
dramos argumentar, sin embargo, que hay
en las sociedades capitalistas como Marx
crey en el siglo XIX una tendencia interior a
simplificar la estructura social, de manera queestamos avanzando hacia una situacin en la
que tendremos, como el enfrentamiento final
de la historia, una simple confrontacin entre
trabajadores y capitalistas? Una breve mirada
a lo que ocurre en las sociedades contempor-
neas es suficiente como para dejar de lado sin
ms esta objecin.
Una consecuencia de nuestro anlisis es quetenemos que afirmar la primaca de las polti-
cas en la estructuracin de espacios sociales.
Ninguna cuestin todava acerca de lgicas
infraestructurales que, detrs nuestro, podran
determinar el futuro de nuestras sociedades.
La poltica el mundo de articulaciones con-
tingentes est en verdad limitada por lo social
el campo de prcticas sociales sedimentadas,
pero los automatismos sociales de este ltimo
tienen una influencia reducida para determinar
la estructuracin de nuestras comunidades. Los
efectos, otra vez, de la globalizacin son visibles
claramente en esta rea.
Una segunda consecuencia es que los actores
de la poltica siempre van a ser, en cierta medida,
actores populares. Entendemos por unpueblo a
un actor colectivo resultante del reagrupamien-
to equivalente de una pluralidad de demandas
alrededor de un punto nodal o significante va-
co (ya hemos explicado esta ltima categora).
Hay dos lmites a la constitucin de actores po-
pulares a los que nos referiremos brevemente.
El primero est ligado a la sectorializacin de
demandas sociales. La heterogeneidad ligada
a antagonismos sociales nunca puede generarcadenas ilimitadas equivalentes excepto en
perodos de crisis orgnica. De esta manera la
inscripcin popularde una demanda siempre
encontrar lmites que, sin embargo, varan
segn la coyuntura. Tenemos as una tensin
entre la habilidad de un grupo para actuarhegemnicamente sobre otros sectores y su
ubicacin objetiva en un sistema de relaciones
que pone lmites a esta apertura hegemnica.
Un sindicato, por ejemplo, puede actuar como
punto de reunin de una variedad de otras
demandas sociales, pero el hecho de que ste
tiene que defender el inters de los trabajadores
en un muy preciso marco institucional puedeactuar como traba para sus ambiciones hege-
mnicas. Toda la dialctica de Gramsci entre
clase corporativa y hegemnica es la mejor
representacin de esta tensin. (Cuando habla-
mos acerca de las limitaciones estructurales
impuestas por un cierto marco, no retornamos
a la infraestructura objetivista que hemos criti-
cado. No estamos diciendo que esas limitacio-
nes estructurales son un cimiento de la historia
cuyas contradicciones podran explicar el curso
de esta ltima, sino que toda situacin social es
el resultado de una negociacin entre un marco
simblico y otro heterogneo que lo socava).
De lo institucional y de lo popular
Nos hemos estado refiriendo hasta ahora a
las posibilidades y obstculos para crear una
movilizacin anti-sistema. Nuestra segunda
consecuencia se refiere al movimiento opues-
to: la reaccin a movilizaciones antagnicas
proveniente de aquellos que estn en el poder.
Su poltica general puede resumirse en una
frmula: des-movilizar al desvalido. El movi-
miento anti-poltico consistepor excelencia en
obtener, tanto como sea posible, una situacinen la que todos los intereses se conviertan
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en corporativos, impidiendo la formacin de
un pueblo. La frmula de Saint-Simon*: del
gobierno de los hombres a la administracin
de cosas es una clara expresin de esta ten-
dencia. En mi libro sobre lo popular mencionque en Mxico durante la administracin del
PRI, el gobierno era relativamente flexible
al momento de confrontar con demandas
individuales. Lo que no toleraba era lo que
denominaron el paquete: conjunto global de
demandas articuladas equivalentemente, que
podran implicar un giro poltico mayor. Sin
embargo, tambin es posible un populismodesde el poder, siempre que una iniciativa
mayor que implique cambios drsticos en el
sistema institucional requiere movilizacin
popular.
Podemos, en este punto, volver por lti-
ma vez a la historia del marxismo para ver
cmo los momentos de lo institucional y de
lo popularfueron combinados para producir
efectos polticos ambiguos. Para comenzar,
el Marxismo fue la personificacin de la ne-
gativa a cualquier reagrupamiento popular.
La perspectiva revolucionaria, no obstante,
fue mantenida, porque solamente concen-
trndose en la defensa de los intereses de
los trabajadores y dejando que las leyes
necesarias de Historia hagan el resto, ellos
terminaran por representar a la masa enor-
me de la poblacin una vez que el proceso de
proletarizacin hubiera alcanzado un cierto
nivel. La combinacin entre el carcter ilu-
sorio de este pronstico y las polticas realesque haran lo posible, que era la defensa de
los intereses corporativos de los trabajadores,
tuvo efectos polticos paralizantes. El lugar
del sindicato, lejos de ser algn tipo de terri-
torio libre, fue parte del sistema institucional
del pas, de manera que cuando este ltimo
fue amenazado, tal como sucedi en 1914, la
solidaridad nacional prevaleci sobre la ideo-loga de clase. Con la divisin del movimiento
de la clase trabajadora y la emergencia del
Komintern*, la pobreza del puro clasismo
fue vista an ms claramente: una oscilacin
de zigzag entre la imprudencia ultra izquier-
dista y la acomodacin oportunista con el sta-
tus quo era la marca de fbrica de la poltica
comunista.
La bolchevizacin de los partidos comunis-
tas en 1920 sell el destino de esta orienta-
cin anti-hegemnica. Fue en los pocos casos
en que el control stalinista se relaj y algunos
movimientos comunistas se las arreglaron
para transformarse en puntos nodales de un
ms amplio deseo colectivo nacional y popu-
lar de manera que el resultado no fue otro
* Claude-Henri de Rouvroy (1760-1825), conde de Saint-Simon, particip en la Guerra de la Indepen-
dencia de los Estados Unidos y se vincul con la Revolucin Francesa. Su opinin est asociada a la
creacin de una confederacin de Estados europeos con un Gobierno y un Parlamento comunes, ger-
men de la actual Unin Europea. La influencia de los enciclopedistas lo lleva a aplicar la ciencia a los
problemas sociales por lo que ser el promotor de la Sociologa, denominada as por Auguste Comte.
Considera que las lites constituidas por cientficos y productores sern las rectoras de la nueva
sociedad. [N. de C.].
* Abreviatura en ruso de la Internacional Comunista (, abreviatura de
, tambin conocida como la Tercera Internacional [N. de C.].
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que una derrota desastrosa. El largo Marzo
de Mao y la guerra de partisanos de Tito
fueron quiz las dos principales experiencias
que construyeron identidades populares ms
amplias y mostraron las limitaciones de unapura estrategia de lucha de clase. La teoriza-
cin de Gramsci, centrada en las nociones de
hegemona y fuerza colectiva, fue la principal
expresin de una estrategia alternativa que
encontr, sin embargo, varios seguidores.
Hay un ltimo punto al que tenemos que
referirnos. Est relacionado con ideologa, que
aparece en el ttulo de este ensayo. Dentro delterreno marxista, hubo dos nociones princi-
pales de ideologa y ambas, en mi parecer,
deberan ser rechazadas. La primera es la
nocin defalsa conciencia; la segunda, la ideo-
loga como nivel necesario de toda formacin
social. La primera est ligada con la posibi-
lidad de una verdadera conciencia por una
humanidad reconciliada con s misma, y en
algunas de sus versiones, ideologa es opuesta
a ciencia. El esencialismo de esta visin la ha
desacreditado completamente. En relacin
con la segunda, est demasiado ligada a la
nocin de una infraestructura naturalista que
es reflejada en ideas deformadas en la mente
de la gente, como para adquirirla en una teo-rizacin contempornea. No obstante somos
reacios a abandonar por completo la nocin
de ideologa. Creo que puede mantenerse si
se otorga un giro a su significacin. Como
hemos visto, hay algo esencialmente catacr-
tico en cualquier precaria estabilizacin de
significado. Todo cierre es necesariamente
tropolgico. Esto significa que las formas dis-cursivas que construyen un horizonte de toda
representacin posible en un cierto contexto,
que establecen los lmites de lo que puede
decirse, van a ser necesariamente figurativas.
Son, como las llamara Hans Blumenberg*,
metforas absolutas, un gigantesco como si. Esta
operacin de cierre es lo que todava llamara
ideolgica, que en mi vocabulario, como debe-
ra estar claro, no tiene la menor connotacin
peyorativa.
Traduccin de Nora Minuchin
* Blumenberg, Hans, Paradigmas para una metaforologa, Madrid, Trotta, 2003, s/d (N de C)
Notas
1 Ver mi ensayo Why do empty signifiers matter to politics, en Emancipation(s). Londres, Verso, 1996.
Bibliografa
2 Laclau, E, On Populist Reason. Londres, Verso, 2005 ch 4
3 Laclau, E., Glimpsing the future, en S Critchley and O Marchart (edit.), Laclau, E.,A Critical Reader.
Londres, Routledge, 2004.
4 Copjec, J., Imagine Theres No Woman. Massachussets, MIT Press, 2002.