11
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA CHAPINGO El origen del lenguaje articulado * por Jeffrey T. Laitman ** Publicaciones del Programa Nacional de Etnobotánica Serie: Evolución Humana Número: 2 (Cuarta reimpresión) Chapingo, México 2001 * Tomado con autorización escrita de: Editorial Fontalba, Valencia. España. Artículo originalmente publicado en Mundo Científico (versión en español de La Recherche), No. 64 (1985). Volumen 6. Págs. 1182-1191, reproducido por Jesús Axayacatl Cuevas Sánchez para ser utilizado como material didáctico sin fines de lucro en el curso de Etnobotánica impartido en el Departamento de Fitotecnia de la Universidad Autóno- ma Chapingo, Chapingo, 56230. Estado de México. México. ** Jeffrey T. Laitman es profesor asociado de Anatomía de la Mount Sinai School of Medicine de Nueva York (Estados Unidos), y ha traba- jado en el College de France como profesor invitado. Sus investigaciones giran en torno al tracto vocal de los mamíferos y de los homínidos fósiles.

Laitman, Jeffrey T - El Origen Del Lenguaje Articulado

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Laitman, Jeffrey T - El Origen Del Lenguaje Articulado

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA CHAPINGO

El origen del lenguaje articulado*

por Jeffrey T. Laitman**

Publicaciones del

Programa Nacional de Etnobotánica Serie: Evolución Humana

Número: 2 (Cuarta reimpresión)

Chapingo, México

2001

* Tomado con autorización escrita de: Editorial Fontalba, Valencia. España. Artículo originalmente publicado en Mundo Científico (versión en español de La Recherche), No. 64 (1985). Volumen 6. Págs. 1182-1191, reproducido por Jesús Axayacatl Cuevas Sánchez para ser utilizado como material didáctico sin fines de lucro en el curso de Etnobotánica impartido en el Departamento de Fitotecnia de la Universidad Autóno-ma Chapingo, Chapingo, 56230. Estado de México. México. ** Jeffrey T. Laitman es profesor asociado de Anatomía de la Mount Sinai School of Medicine de Nueva York (Estados Unidos), y ha traba-jado en el College de France como profesor invitado. Sus investigaciones giran en torno al tracto vocal de los mamíferos y de los homínidos fósiles.

Page 2: Laitman, Jeffrey T - El Origen Del Lenguaje Articulado

2

El origen del lenguaje articulado por Jeffrey T. Laitman

Trad. Barbara Wickers

¿Qué antepasados del hombre fueron los primeros en poder hablar? En otras palabras ¿en qué momento hizo aparición el lenguaje articulado que caracteriza al hombre moderno? Estas preguntas han intrigado largo tiempo a los científicos, que han elaborado numerosos «escenarios» para explicar cómo pudo el hombre al fin franquear el «umbral de la palabra».

El nuevo enfoque que nos ofrece J. Laitman en este artículo ha develado recientemente ese viejo misterio, atendiendo al estudio de la anatomía del desarrollo del aparato vocal y a su evolución en los mamíferos y homínidos fósiles.

De ello resulta que el australopiteco, el más antiguo de los homínidos conocidos, era sin duda incapaz de pronunciar sonidos semejantes a los nuestros. Un Hecho particularmente interesante es que hoy se sabe que antes de cumplir dos años el bebé es incapaz de producir un verdadero lenguaje articulado: la anatomía de su tracto vocal es entonces muy parecida aún a la del mono.

ué es lo que nos distingue, en calidad de humanos, del resto de los animales? ¿El tamaño y la complejidad de nuestro cerebro, nuestro modo de locomoción, o acaso la existencia de diferentes formas de interacción individual y social que llamamos «cultura»? Aunque no hay respuesta sen-

cilla a esta cuestión, nadie rebatirá que nuestro don para el lenguaje articulado es ciertamente uno de los rasgos más característicos del comportamiento humano?

Este peculiar y rápido encadenamiento de voces y entonaciones que designamos con la expresión de «lenguaje articulado» es uno de los fundamentos de la vida humana. Es difícil imaginarse un mundo sin lenguaje. Sin embargo, nuestros antepasados remotos carecían de esa facultad que se nos antoja tan natural, o no hacían uso de la palabra, en el sentido que le damos hoy. Entonces, ¿qué antecesores nuestros fueron los primeros, en poder valerse de un leguaje articulado? Pregunta difícil, en verdad, que durante mucho tiempo ha intrigado a los científicos. Los antropólogos, que siguen la evolución de los comportamientos complejos al hilo de los testimonios arqueológicos y los lingüistas, interesados en la definición del lenguaje, han elaborado numerosos escenarios para explicar cómo fue posible que el hom-bre franqueara un día cierto «umbral de la palabra», dejando tras de sí las posibilidades limitadas de un surtido de gruñidos y aullidos simiescos para producir los armoniosos sonidos de un José Carreras o de una María del Mar Bonet. Filósofos, teólogos, escritores no han dejado de opinar sobre el origen de la más humana de las cualidades humanas.

Hace ya un siglo que los paleoneurólogos que trataban de reconstruir el cerebro de nuestros antepasa-dos a partir de datos fósiles empezaron a formular tesis varias acerca de la evolución del lenguaje. Al efecto han venido sirviéndose de moldeos endocraneanos (huellas naturales del cráneo) para estudiar los accidentes internos que pudieran orientarlos sobre el tamaño y posición de áreas específicas del ce-rebro de nuestros antepasados. La paleoneurología, con todo y haber aportado informaciones preciosas, no ha podido ilustrarnos acerca del funcionamiento interno del cerebro y, así, apenas nos provee de ar-gumentos limitados cuando se trata de establecer el momento en que pudo hacer aparición el lenguaje articulado.

¿Q

Page 3: Laitman, Jeffrey T - El Origen Del Lenguaje Articulado

3

No obstante, los investigadores han puesto bajo una nueva luz ese viejo misterio al plantearse el problema desde un pista de vista totalmente inédito. A falta de un término más sencillo, podemos llamar paleolaringología a la nueva disciplina traída a colación, mediante la cual se contrastan los datos de la ana-tomía comparada con los vestigios fósiles, con miras a re-constituir los elementos del tracto vocal de nuestros antepa-sados remotos: laringe, faringe, lengua, y estructuras asocia-das. A diferencia de otros investigadores empeñados en ex-plorar el origen del lenguaje, los que atendemos a reconstituir la evolución del tracto vocal hemos llevado nuestra atención a cuestiones más delimitadas: ¿qué anatomía presentaba el tracto vocal de nuestros antepasados, qué funciones podía desempeñar, y cómo puede compararse con la del hombre actual?

Los resultados de mis investigaciones y de otros autores, como el Profr. Edmund Crelin,1 anatomista de la facultad de Medicina de la universidad de Yale, y el Profr. Philip Lieber-man,2

lingüista de la universidad de Brown, aportan algunas indicaciones útiles para dar respuesta a esas preguntas.

Los mamíferos respiran y tragan simultáneamente, el hombre no.

Mi interés por el origen del lenguaje articulado nació de mis estudios sobre los cambios que en el curso del desarrollo del individuo experimentan las vías respiratoria superiores de los mamíferos y, en particu-lar, del neonato humano. Aunque el tracto respiratorio superior es una zona crucial, implicada en activi-dades tan importantes como la respiración, la deglución y la producción de sonidos, eran muchas las sombras aún persistentes en lo que se refiere al funcionamiento de esa región en diferentes mamíferos, y respecto de las modificaciones que podría experimentar en el curso del desarrollo. Con el deseo de aclarar algunas de estas cuestiones, en 1974 me puse en contacto con Edmund Crelin, especialista en la anatomía de los neonatos, con miras a iniciar el estudio de las semejanzas y diferencias, a nivel del trac-to respiratorio superior, entre los humanos y los demás mamíferos. En el curso de nuestras investigacio-nes hemos examinado una gran diversidad de mamíferos, desde el delfín hasta los grandes monos, utili-zando técnicas varias, desde la clásica disección post mortem, hasta la observación detallista de los animales con la ayuda de la cinerradiografía, verdadera cinematógrafa con rayos X.3

Fig. 1. En la mayoría de los mamíferos, la ana-tomía del tracto vocal limita drásticamente la gama de sonidos que pueden producir. El ejemplo presentado aquí corresponde a un chimpancé del que se nos ofrece una vista inter-ior de la cabeza y del cuello, con la posición de las estructuras del tracto vocal durante la respi-ración. Como en casi todos los mamíferos, la laringe llamada aún caja vocal, aparece en el cuello en posición elevada, lo cual hace que apenas que-de un espacio a modo de faringe, cavidad aérea situada entre la parte posterior de la cavidad nasal y la laringe. Por consiguiente, este reducido espacio farín-geo no tiene sino una capacidad mínima de modificar los sonidos producidos por las cuerdas vocales de la laringe. Como los otros mamíferos, el chimpancé debe actuar sobre la forma de la cavidad bucal y de los labios para modular los sonidos que emite.

(Fotos F.T. Laitman.)

Page 4: Laitman, Jeffrey T - El Origen Del Lenguaje Articulado

4

Nuestros estudios han revelado que la posición que la laringe o caja vocal en el cuello constituye un parámetro importante, que determina el modo de respirar, deglutir y emitir sonidos por el animal. Cabe distinguir en los mamíferos dos modos generales de anatomía del tracto respiratorio superior, respectiva-mente asociados a consecuencias funcionales marcadas. Podemos llamar al primero modelo de base, puesto que corresponde a casi la totalidad de los mamíferos en cualquier estadio de su desarrollo: la laringe apare-ce situada en posición alta en el cuello, prácticamente por delante de las tres primeras vértebras cervicales (Fig. 1 y 2). Esta posición elevada permite a la laringe vincularse a la nasofaringe, espacio aéreo próximo de la coana o «puerta del fondo» de la cavidad nasal. Prácticamente ello se produce cuando la epiglotis, el cartílago más alto de la laringe, recubre el velo del paladar. En este caso, la laringe ofrece una vía directa al aire, desde la nariz a los pulmones (Fig. 3). Al tiempo que el animal respira, los líquidos, o en algunas es-pecies, elementos semisólidos o sólidos pueden descender por uno y otro lado de la laringe, a través de vías llamadas «senos piriformes» para seguir su ruta hacia el esófago y el estómago (Fig. 3). Así, gracias a la presencia de esas vías diferentes para el aire y los alimentos, una vaca o un mono pueden respirar al mismo tiempo que degluten un líquido.

Fig. 2. A diferencia de los restantes mamíferos, incluido el niño en su primera infancia, el hombre moderno adulto es capaz de usar un lenguaje plenamente articulado. ¿A qué obedece esa diferencia? Los dos dibujos presentados ofrecen sendos cortes transversales de la cabeza y cuello de un chimpancé (Pan troglodytes, a la izquierda) y de un humano adulto (Homo sapiens, a la derecha) respectivamente, y muestran las posicio-nes de las estructuras del tracto vocal en la respiración normal. Vemos que, en el hombre, la laringe aparece en posición mucho más baja en el cuello que en el chimpancé, lo cual hace que aumente en aquél el tamaño de la faringe, es decir, el espacio situado entre el fondo de la cavidad nasal y la laringe; queda libre así una cámara inexistente en el animal. Es esta ampliación de la faringe, precisamente, la que nos permite emitir los sonidos que requiere el lenguaje articulado. En el mono, el pequeño espacio faríngeo no tiene sino una capa-cidad mínima de modular los sonidos producidos por las cuerdas vocales de la faringe.

Page 5: Laitman, Jeffrey T - El Origen Del Lenguaje Articulado

5

Mientras que este modelo de base, presente con algunas variantes en formas marinas como los del-fines y hasta en los primates (monos y grandes monos), permite al individuo respirar y tragar si-multáneamente, drásticamente a su vez limita la gama de sonidos que puede producir el individuo en cuestión. Por encima de la laringe se encuentra la faringe, cavidad aérea rodeada de músculos y membranas, que participa en la vía digestiva y, también, sirve para la modulación de los sonidos. En la mayoría de los mamíferos, la elevada posi-ción de la laringe apenas permite subsistir una pequeña zona supralaríngea a modo de faringe. De ahí, que este pequeño espacio faríngeo no tenga sino una capacidad de modificar los sonidos pro-ducidos por las cuerdas vocales (Plica vocalis) de la laringe (Fig. 1 y 2). Así, lo más de los mamífe-ros deben actuar sobre la forma de la cavidad y de los labios para modular los sonidos que emiten. Aunque cierto es que algunos animales pueden imitar ciertos sonidos del lenguaje humano, anatómicamente no son capaces de producir la extensa gama de los que configuran un verdadero lenguaje articulado.

Hacia los dos años, el niño modifica la manera de emitir los sonidos

Nuestros estudios han puesto de manifiesto que el tracto respiratorio superior de los neonatos y en la primera infancia es muy parecido al tipo general hallado en la mayoría de los mamíferos (Fig. 4). Como en los primates no humanos, la laringe del niño se localiza en una posición elevada en el cuello, a la altura de la base occipital o de las primeras tres vértebras cervicales. La cinematografía con rayos X permite apre-ciar que los neonatos y los niños muy pequeños respiran, tragan y vocalizan de manera idéntica a los mono-s. Por lo que hace a la anatomía del tracto respiratorio superior, puede decirse que, desde el punto de vista funcional, los neonatos humanos presentan la misma que los monos.4

Fig. 3. Los mamíferos pueden respirar y tragar líqui-dos simultáneamente, lo cual es imposible para el hombre. Esta vista del interior de la cabeza y cuello de un chimpancé lo pone de manifiesto. La posición eleva-da de la laringe en el cuello del animal hace posible que aquélla participe de la nasofaringe. Prácticamen-te ello tiene lugar cuando la epiglotis, cartílago más alto de la laringe, recubre el velo del paladar. En este caso, la laringe ofrece una vía directa al aire, de la nariz al pulmón: los chimpancés, al igual que la ma-yoría de los mamíferos, respiran esencialmente por la nariz, y en tanto lo hacen pueden descender los alimentos por uno y otro lado de la laringe, por unas vías llamadas «senos piriformes», para proseguir luego su ruta hasta el esófago y el estómago. Uno y otro recorrido no se entrecruzan, de modo que el animal puede respirar al mismo tiempo que traga.

Page 6: Laitman, Jeffrey T - El Origen Del Lenguaje Articulado

6

Pero, cierto es que los adultos no pueden respirar y tragar si-multáneamente. ¿Por qué? ¿Qué ocurre entre la infancia y la edad adulta? La respuesta constituye una de las historias más interesantes sobre el crecimiento y desarrollo del ser humano. Hasta la edad de un año y medio a dos, la posición de la laringe del niño sigue elevada en el cuello, similar a la de cualquier otro mamífero (Fig. 4). Luego, a partir de determinado momen-to, alrededor de los dos años empieza a descender, descenso que modifica espectacularmente la manera de respirar, deglutir y emitir sonidos. ¿Cuándo y cómo se efectúa exactamente este cambio? Es un misterio. Por otra parte, algunas patologías gra-ves, como el síndrome de muerte súbita del lactante, puede que estén asociadas a un cambio sutil en la respiración, vinculado a una modificación de la anatomía del tracto respiratorio superior del bebé, en el curso de su desarrollo. Y aunque el desarrollo de este tracto presente todavía muchos aspectos oscuros, lo cierto es que el resultado final es que la laringe queda situada en una posición mucho más baja que en el seno de los demás mamíferos, en el adulto concretamente a la altura de las vérte-bras cervicales 4 a 7 (Fig. 2).

En este caso singular de posición baja de la laringe, la epiglo-tis ya no puede alcanzar el velo del paladar y, por tanto, tampo-co intervenir en el fondo de la cavidad nasal para separar las vías de la deglución de las de la respiración. Pasados los prime-ros años de vida, las vías digestivas y respiratorias del ser humano se cruzan por encima de la laringe (Fig. 5), cruce que

puede tener, y a menudo ha tenido, consecuencias desafortunadas. El «bolo alimentario» puede alojarse fácilmente en la entrada de la laringe, bloqueando la circulación del aire e induciendo la asfixia. Este acci-dente, llamado en inglés «ataque cardíaco del café» porque sobreviene frecuentemente en el restaurante, es a menudo tomado por auténtico ataque cardíaco5. Por igual razón, el hombre no puede respirar y beber al mismo tiempo sin «respirar con la bebida». No cabe duda de que el entrecruzamiento de las vías digestivas y respiratorias es negativo si se considera el problema en términos evolutivos o de desarrollo de la eficacia de la respiración y la digestión. Pero, en compensación, el descenso de la laringe produce una conformación anatómica de valor extremadamente positivo: una cámara faríngea muy desarrollada encima de las cuerdas vocales, gracias a la cual los sonidos emitidos por la laringe pueden ser modificados, mucho más que en el neonato humano o que en los demás mamíferos. Es esta expansión de la faringe la clave de nuestra capaci-dad de producir toda la riqueza sonora del lenguaje articulado.

Fig. 4. Los neonatos y los bebés respi-ran, tragan y vocalizan igual que los chimpancés y el conjunto de los mamí-feros. La anatomía de su tracto respiratorio superior se asemeja, efectivamente, a la del mono, más que a la del adulto humano. En esta representación del interior de la cabeza y cuello del lactan-te aferrado al pezón de su madre ob-servamos que la laringe aparece alta en el cuello, como en cualquier otro mamífero. Esto le permite respirar, y deglutir la leche materna al mismo tiempo: el trayecto seguido por el aire, y el que sigue la leche, no se cruzan. Los niños parecen conservar esta posición eleva-da de la laringe hasta la edad de un año y medio o dos años. Luego, el descenso de la laringe modi-ficará considerablemente la manera de respirar del niño, al tiempo que la de deglutir y emitir sonidos.

Para hablar no hace falta respirar y tragar al mismo tiempo

Page 7: Laitman, Jeffrey T - El Origen Del Lenguaje Articulado

7

La prueba fósil del lenguaje articulado

A medida que nuestras investigaciones sobre la ana-tomía del tracto respiratorio superior progresaban nos intrigaba cada vez más la forma que podía haber adoptado esta región en nuestros propios antepasados re-motos. Pero ¿cómo abordar este problema? Mientras que la radiografía cinematográfica y la disección per-miten establecer la situación y función del tracto respiratorio superior en los mamíferos vivientes ¿cómo efectuar esas mismas investigaciones en fósiles, en los que las estructuras tisulares blandas, como la larin-ge, no se han conservado?

Por suerte, en estos especimenes fósiles queda a veces una par-te de la región respiratoria superior, su «techo»: la base del cráneo, cuya forma se nos había revelado, en el curso de nues-tras investigaciones, ligada a la posición de la laringe. No ha de

sorprender, ya que la base en cuestión es lugar de inserción de numerosos músculos y ligamentos, soporte de la laringe, la faringe, el hueso hiodes y demás estructuras asociadas. Con miras a definir objetivamente las diferencias perceptibles en las formas de la base del cráneo de diferentes especies hemos recurrido, pues, a nuestro colega de muchos años, el estadístico Raymond Buch, antiguo miembro de la universidad de Yale que hoy trabaja para la compañía Bristol-Myers. Así, hemos procedido a la realización de numero-sos análisis estadísticos detallados de la forma de la base del cráneo en varias especies de mamíferos, utili-zando una variable que denominamos «línea de la base del cráneo» y que evalúa su grado de flexión, es decir, su curvatura6

.

La relación observada en los mamíferos viviente entre el perfil de la base del cráneo y la posición de la la-ringe nos ha proporcionado el elemento que necesitábamos para reconstruir el tracto respiratorio superior de nuestros antepasados fósiles. A partir del momento en que conociéramos dos configuraciones distintas en los mamíferos podríamos utilizar esta información como hilo conductor para deducir una medida aproximada de la posición de la laringe y estructuras asociadas en las especies fósiles, en particular en los primeros homínidos (antepasados de los humanos). Si, por ejemplo, un cráneo fósil presenta un perfil de la base de tipo prácticamente llano, sin curvatura, comparable al de los monos y grandes monos actuales, po-demos decir que la posición de la laringe era elevada en el cuello. Inversamente, los cráneos fósiles que presentan una curvatura marcada en su base, similar a la del hombre adulto, pertenecen a humanos dotados de un tracto vocal semejante al nuestro. Una vez así determinada la posición de la laringe, podemos inferir cómo deglutían, respiraban y producían sonidos nuestros antepasados7

El australopiteco no podía hablar. Al fin lo consiguió Homo erectus

.

Muerte súbita del lactante: ¿desarrollo anormal del tracto respiratorio?

Page 8: Laitman, Jeffrey T - El Origen Del Lenguaje Articulado

8

¿Podía hablar el australopiteco?

Utilizando los métodos estadísticos desarrollados para el estu-dio de los mamíferos vivientes he analizado la base del cráneo de numerosos homínidos, conservados en las colecciones de África, Europa y Australia, valiéndose seguidamente de esos datos para reconstruir su tracto vocal. Esta operación es más delicada de lo que parece, pues los cráneos fósiles, cuya data oscila entre varios miles y millones de años, raramente se en-cuentran en buen estado. Los estragos del tiempo y del medio son manifestados en los frágiles archivos de nuestro pasado. Con todo, una buena muestra de cráneos se ha salvado del piso-teo de los elefantes y de la erosión causada por los elementos, con lo que nuestra mirada al pasado ha sido aún posible. En el curso de estos últimos años hemos concentrado nuestro trabajo en torno a los homínidos más primitivos: los australopitecos, que recorrían las sabanas del sur y este de África en el periodo comprendido entre 4 y 1.5 millones de años antes de nuestros días. Estos homínidos primitivos, cuyo nombre significa literal-mente «grandes monos del Sur» (del latín «austral» y del griego «pithecus», por gran mono), fueron descubiertos por primera vez en Taung, África del Sur, en 1924, por el célebre anatomista Raymond Dart8. Desde entonces, el interés por este grupo no ha cesado de aumentar, convirtiéndolos en un hito muy especial de la paleoantropología. Lugares como la garganta de Olduvai y científicos como Louis Leakey son hoy conocidos en el mundo entero. Gracias a las excavaciones paleontológicas realizadas por el hijo de Louis, Richard Leakey, del Museo nacional de Kenia, por Yves Coppens, del Collège de France, o por Phillip Tobias, de la universidad de Witwatersrand (África del Sur), por citar unos pocos, hemos logrado un primer atisbo en el mundo de estos antepasados remotos. Por ejemplo, hoy sabemos que el australopiteco ocupaba grandes regiones del África meridional y oriental, pues sus restos han sido hallados en Etiopía, en Kenia, en Tanzania y en África del Sur. Partiendo de la estructura del esqueleto y de algunos restos craneanos podemos decir que los australopitecos eran bípedos y que poseían un cerebro apenas más grande que el de los monos actuales (véase «Los australopite-cinos» en Mundo Científico, enero de 1983).

Fig. 5. En el hombre, la posición muy baja de la laringe en el cuello hace que se entrecru-cen la vía aérea y la de los alimentos. Este cruce, que se produce por encima de la larin-ge, puede resultar peligroso en la medida que se hace posible que los alimentos ocupen la entrada de la laringe. Si no son expulsados rápidamente, pueden bloquear el paso del aire, con la consiguiente asfixia y muerte. Aunque el descenso de la laringe haya sido origen de este inconveniente —el entrecru-zamiento de las vías alimentaria y respirato-ria— también ha engendrado una zona farín-gea que hace posible la producción del len-guaje articulado.

Page 9: Laitman, Jeffrey T - El Origen Del Lenguaje Articulado

9

Varios australopitecos, tanto de África oriental como meridional, han llegado a noso-tros con una base de cráneo en gran medida intacta. Algunas piezas, como el cráneo que se supone de una hembra, hallado en las gru-tas de Sterkfontein (Sterkfontein 5, fig. 9), cerca de Johannesburgo, África del Sur, o el cráneo robusto, probablemente de un macho, descubierto en las orillas del lago Turkana en Kenia (KNM-ER 406), se encuentran en un estado de conservación sorprendente. Es difí-cil expresar la emoción que sentimos cuando, habituados a trabajar con fragmentos de hue-sos fósiles, estudiamos un espécimen de edad que se remonta a algunos millones de años y que conserva aún rasgos bien detallados y precisos. El análisis de estos especimenes y de otros australopitecos ha revelado que la base de su cráneo no presentaba flexión algu-na, asemejándose así a la que poseen los grandes monos actuales y, por tanto, muy diferente de la del hombre adulto. Con ayuda de los métodos que hemos reseñado hemos podido reconstituir estos homínidos, con una

laringe en posición elevada en el cuello. De hecho, hemos llegado a la conclusión de que los australopitecos poseían sin duda un tracto vocal similar al de los monos y los grandes monos9

(Fig. 7). Por consiguiente, podían respirar y tragar líquidos al mismo tiempo. Más interesante para nosotros, estos homínidos debían poseer un repertorio vocal muy limitado en comparación con el del hombre moderno (Fig. 8). La posición alta de su laringe les impedía, por razones anatómicas, producir determinados sonidos, correspondientes a las vocales universales típicas del lenguaje humano. Esos homínidos primitivos utilizaban seguramente un sistema de comunicación, probablemente algo más avanzado que el de los gorilas y chimpancés, pero ob-viamente insuficiente para hablar tal como hacemos hoy9.

Fig. 7. Este dibujo muestra la reconstitución del tracto vocal de un australopiteco, el más remoto de los antepasados del hombre conocido. La reconstitución ha sido realizada a partir del espé-cimen de Sterkfontein 5 Como en la mayoría de los mamíferos, la laringe de este homí-nido primitivo estaba sin duda en posición elevada en el cuello, permitiendo el paso del aire por una vía directa desde la cavidad nasal a los pulmones, y haciendo posible la deglución de líqui-dos y respiración simultáneas. La reconstrucción lo muestra a punto de beber el agua que resbala de un puñado de hojas. Respirar y tragar al mismo tiempo es una facultad que compar-ten el chimpancé y el bebé humano, pero que se ha perdido en el hombre moderno adulto.

Fig. 6. Nuestras investigaciones nos han permitido demostrar que la forma de la base del cráneo (en cierta manera el «techo» de la región respiratoria superior) estaba vinculada a la posición de la laringe. No sorprende, pues la base del cráneo sirve de punto de inserción de numerosos músculos y ligamentos que sostienen a aquella, a la fa-ringe y demás estructuras asociadas. De hecho, el examen de la relación entre la base del cráneo y la laringe ha revelado la existencia de dos configuraciones en los mamí-feros. En una de ellas, como la del chimpancé (a la izquierda), la base del cráneo no presenta curvatura alguna particular, y la posición corres-pondiente de la laringe es muy alta en el cuello. En la otra, que hallamos en el hombre adulto (a la derecha), la base del cráneo está curvada o arqueada, y la laringe aparece mucho más baja en el cue-llo. Estas informaciones aportan indicaciones preciosas para tentar de reconstituir el tracto respiratorio de nuestros antepasados fósiles.

Page 10: Laitman, Jeffrey T - El Origen Del Lenguaje Articulado

10

Fig. 8. ¿Podía hablar el australopiteco? La reconstitución nos muestra a este homínido primitivo en trance de emitir unos soni-dos. Como se ve, la porción de faringe por encima de la laringe era mucho más pequeña que en el hombre moderno. Este espa-cio faríngeo reducido no le permitía modular los sonidos produci-dos por las cuerdas vocales, al menos en la medida en que lo hace Homo sapiens. En conclusión, el australopiteco utilizaba probablemente un sistema de comunicación algo más desarrolla-do que el de los grandes monos. Pero su repertorio vocal era muy limitado frente al del hombre moderno. El lenguaje articulado, tal como lo usamos hoy, ha aparecido pues más tarde.

Si nuestros antepasados más remotos, los australopitecinos, poseían un tracto vocal de tipo simiesco ¿cuándo, pues, apareció el modelo humano? Ésta es la pregunta crucial que enfrentamos ahora. Aunque todavía no nos es posible llegar a conclusiones definitivas, nuestros primeros datos sobre los cráneos de Homo erectus nos proporcionan informaciones que, ciertamente, gene-ran una notable curiosidad. Los Homo erectus vivieron durante más de un millón de años, desde 1.6 millo-nes hasta 300,000 0 400,000 años ha. Este grupo de homínidos primitivos estaba primitivos estaba aún más disperso que los australopitecinos; sus restos han sido encontrados en regiones tan diversas como las vecin-dades del lago Turkana en Kenia, Sangirán en Java y en las grutas de Chucutién en China10. Probablemente son los restos chinos los más conocidos, de nombre común y de referencia general como «hombre de Pekín»11

El cambio más importante en la evolución del tracto vocal de los homínidos parece haber sobrevenido, pues, hace millón y medio de años aproximadamente antes de nuestros días, y en algunas formas primeras, ciertamente, de nuestro género Homo erectus. El Rubicón anatómico había sido franqueado: el tipo de base craneana de los mamíferos, presente aún en el australopiteco, se modifica irreversiblemente al presentar una laringe en posición baja en el cuello. ¿Poseía Homo erectus con este cambio la facultad de hablar como nosotros? Probablemente no: aunque es manifiesto un cambio incipiente, las capacidades vocales de aquél eran intermedias entre las habidas por las formas primitivas como el australopiteco, y las del hombre mo-derno.

. A partir del conjunto de esos restos hemos reparado en que estos homínidos estaban provistos de un cerebro mucho más grande que el de los australopitecos, y que la anatomía craneana posterior era muy próxima de la nuestra en numerosos aspectos. Se trata también del primer grupo de homínidos a quienes se atribuye el uso del fuego. Entre algunas muestras de esta especie hemos hallado lo que bien pudiera ser un inicio de flexión en la base del cráneo, alejada ya del tipo casi plano, sin curvatura alguna, de los australopi-tecos, modelo que se parece al de los grandes monos y próximo ya del que presenta el hombre moderno. Este cambio en la base del cráneo indica, a nuestro juicio, que la laringe de Homo erectus acaso hubiera empezado ya a descender. Esta circunstancia habría modificado el tipo de respiración y de deglución de dichos homínidos, suprimiendo por ejemplo su capacidad de respirar y tragar al mismo tiempo. El descenso de la laringe habría ampliado, pues, la zona faríngea disponible para la modulación de los sonidos produci-dos por la laringe.

Page 11: Laitman, Jeffrey T - El Origen Del Lenguaje Articulado

11

¿Cuándo adquirieron, pues, los antepasados del hombre el trac-to vocal que hoy poseemos? Nuestro examen del material fósil nos lleva a pensar que los primeros ejemplos de flexión total de la base del cráneo, comparable a la que presenta el hombre ac-tual, no surgieron antes de la aparición de los primeros miem-bros de nuestra especie Homo sapiens, hace unos 300 000 a 400 000 años. Es en ese momento crítico de nuestra historia cuando aparece un tracto vocal moderno, que hizo posible que nuestros antepasados empezaran a producir un lenguaje verdaderamente articulado. Había nacido, al fin, la más humana de las capacida-des del hombre.

1 E.S. Crelin, Ciba clinical symposia, 28, 3, 1976. 2 P. Lieberman, The biology and evolution of language, Harvard, 1984. 3 J.T. Laitman et E. S. Crelin, «Postnatal development of the basicranium and vocal tract region in man» in J. F. Bosma (ed.), Symposium on development of the basicranium, U.S. Govt. Printing Office, 1986; J. T. Laitman et al. Yale J. Biol. Med., 50, 43, 1977; J. T. Laitman, E. S. Crelin Laboratory animal science, 30, 245, 1980. 4 J.T. Laitman et E.S. Crelin Perinatology néonatology, 4, 15 1980. 5 H.J. Heimlich, M.H. Uhley, Ciba clinical symposium, 31, 3, 1979. 6 J.T. Laitman et al, Am. J. Anat, 152, 467, 1978; J.T. Laitman, R.C. Heimbuch, «A measure of basicranial flexion in the pygmy chimpanzee, Pan panicus» in R.L. Susman (ed.), The pygmy chimpanzee: evolutionary biology and behavior, Plenum, 1984. 7 J.T. Laitman et al., Am. J. Phys, Anthropol, 51, 15, 1979. 8 R.A. Dart, Nature, 115, 195, 1925; P.V. Tobias, Dart, Taung and the, «Missing Link», Witwatersrand Univ. Press, 1984. 9 J.T. Laitman, R.C. Heimbuch, Am. J. Phys. Anthropol., 59, 323, 1982. 10 B.A. Sigmon et J.S. Cybulski (eds.), Homo erectus: papers in honor of Davidson Black, Toronto, 1981. 11 H.L. Shapiro Peking man, Simon and Schuster, 1974.

Fig. 9. Estas fotografía presenta una vista anterior del cráneo, pertenecientes a un australopiteco hallado en las grutas de Sterkfontein, cerca de Johannesbur-go. El cráneo, llamado Sterkfontein 5 o Madam Ples (abreviación de Plesianth-ropus, el nombre dado originalmente a este fósil) data de aproximadamente dos millones de años antes de nuestros días y se suponen femeninos. Se trata de uno de los cráneos de australopiteco mejor conservados que poseemos: guarda intactos numerosos rasgos deta-llados.