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Fecha de recepción: julio 2014 Fecha de aceptación y versión final: septiembre 2014 Resumen Hoy en día, la participación sociopolítica tiene lugar cada vez más en el espacio virtual. Sin embargo, hay que preguntarse cuáles son las condiciones de posibi- lidad de una participación sociopolítica virtual. Desde el enfoque de la Doctri- na Social de la Iglesia, el artículo propone cuatro criterios de reflexión que pue- den servir de guía a la hora de valorar el espacio participativo virtual. Así, la participación virtual que aquí se plantea no excluye la participación «real» si- no que la complementa, y el sujeto participativo que son los hombres y mujeres de nuestros días está llamado a buscar siempre la verdad y el bien común. PALABRAS CLAVE: participación, Internet, bien común, verdad. The conditions of possibility of virtual socio-political participation Abstract Nowadays, socio-political participation in the virtual environment is becoming increasingly more prominent. However, we must ask ourselves what the condi- tions of possibility are of virtual socio-political participation. From the approach of the Church’s Social Doctrine, the article proposes four criteria for reflection Sal Terrae | 103 (2015) 321-334 321 LAS CONDICIONES DE POSIBILIDAD DE UNA PARTICIPACIÓN SOCIOPOLÍTICA VIRTUAL Mark Cachia, sj* * Director del Centro «Fe y Justicia» (Malta). <[email protected]>.

Las condiciones de posibilidad de una participación sociopolítica virtual - Mark Cachia, SJ

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Las condiciones de posibilidad de una participación sociopolítica virtual - Mark Cachia, SJ.

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  • Fecha de recepcin: julio 2014Fecha de aceptacin y versin final: septiembre 2014

    Resumen

    Hoy en da, la participacin sociopoltica tiene lugar cada vez ms en el espaciovirtual. Sin embargo, hay que preguntarse cules son las condiciones de posibi-lidad de una participacin sociopoltica virtual. Desde el enfoque de la Doctri-na Social de la Iglesia, el artculo propone cuatro criterios de reflexin que pue-den servir de gua a la hora de valorar el espacio participativo virtual. As, laparticipacin virtual que aqu se plantea no excluye la participacin real si-no que la complementa, y el sujeto participativo que son los hombres y mujeresde nuestros das est llamado a buscar siempre la verdad y el bien comn.

    PALABRAS CLAVE: participacin, Internet, bien comn, verdad.

    The conditions of possibilityof virtual socio-political participation

    Abstract

    Nowadays, socio-political participation in the virtual environment is becomingincreasingly more prominent. However, we must ask ourselves what the condi-tions of possibility are of virtual socio-political participation. From the approachof the Churchs Social Doctrine, the article proposes four criteria for reflection

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    LAS CONDICIONES DE POSIBILIDADDE UNA PARTICIPACIN

    SOCIOPOLTICA VIRTUAL

    Mark Cachia, sj*

    * Director del Centro Fe y Justicia (Malta). .

  • that can serve as a guide when evaluating the virtual participatory environ-ment. As such, virtual participation which is presented herein does not excludereal participation but rather that the complement, and the participatory sub-ject, in other words, the men and women of today, are called upon to always seekthe truth and the common good.

    KEYWORDS: participation, Internet, common good, truth.

    Introduccin

    Una manera, entre otras, de hablar de este inicio de siglo es en trminosde la creciente influencia de Internet en todos los mbitos de la vida hu-mana. Empez como una herramienta a disposicin de unos pocos,esencialmente militares y cientficos. Hoy en da, es casi imposible ima-ginar ya la existencia de la familia humana sin su presencia1. Internet yano es solo un medio de comunicacin, un medio de informacin, unmedio ldico y un instrumento de trabajo. Es esto y mucho ms, ya queafecta a actividades tan esenciales para nuestro vivir juntos como la par-ticipacin socio-poltica.

    En efecto, con respecto a la participacin, en los ltimos aos se ha pues-to de moda aplicar las etiquetas participativo y participativa a unamirada de actividades, iniciativas y encuentros. Hoy en da, todos estnde acuerdo en afirmar que la participacin poltica no se limita a la acti-vidad de los polticos o al gesto de votar introduciendo una papeleta enla urna cada cuatro o cinco aos, con ocasin de las elecciones. E Inter-net no es ajeno a este fenmeno participativo, ya que el espacio virtualreivindica cada vez ms su carcter horizontal, democrtico y parti-cipativo. Sin embargo, como ocurre siempre que irrumpe la novedad,hay que ir con pies de plomo. Qu significa el adjetivo participativo/aaplicado a las actividades en Internet? Es suficiente poner la etiquetaparticipativo para que un espacio virtual sea tal? En otras palabras, con-templando la temtica desde la tradicin catlica recogida en la Doctrina

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    1. BENEDICTO XVI, Caritas in veritate, 73.

  • Social de la Iglesia (DSI), cules son las condiciones de posibilidad de unaparticipacin socio-poltica virtual?

    Hace casi cincuenta aos, Pablo VI escriba en Populorum progressio acer-ca de la ambivalencia del progreso y del crecimiento2. Y, sin embargo, es-ta ambivalencia no le impeda declarar que el desarrollo es el nuevonombre de la paz3. Por la importancia cultural, poltica y social que es-t teniendo, y a pesar de la intrnseca ambivalencia antes sealada, hoynos atrevemos a parafrasear la declaracin de Pablo VI diciendo que laparticipacin es el nuevo nombre de la convivencia humana pacfica yjusta. No se podr gestionar una convivencia que sea verdaderamente res-petuosa de la persona humana intentando sofocar este anhelo de partici-pacin. Difcilmente se podrn respetar los principios de la justicia y delbien comn si no se crean las condiciones necesarias para que todos pue-dan participar. A duras penas se podrn alcanzar acuerdos razonables quegaranticen la paz en sociedades plurales sin una participacin amplia yresponsable por parte de los integrantes de las mismas sociedades. Pero notoda participacin vale. Y los criterios que proponemos en este artculoson un intento de encauzar esta fuerza que es la participacin virtual.

    a) Un complemento y no un sustituto

    Todos conocen la parbola del buen samaritano, con la que Jess res-ponde a una pregunta de un doctor de la ley4. Ahora bien, a la luz de lasposibilidades que nos ofrecen las Nuevas Tecnologas de la Informaciny la Comunicacin (NTICs), Benedicto XVI se refiere a esta parbolapara preguntar: Quin es mi prjimo en este nuevo mundo? Existeel peligro de estar menos presentes con aquellos con quienes nos encon-tramos en nuestra vida cotidiana ordinaria?5. En nuestra era virtual, la

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    2. Cf. PABLO VI, Populorum progresio,19.3. Ibid., 87.4. Lc 10,25-29.5. BENEDICTO XVI, Mensaje para la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones

    Sociales, 2001, en lnea, http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/communications/documents/hf_ben-xvi_mes_20110124_45th-world-communications-day_sp.html (Consulta el 15 de Julio de 2014).

  • identidad del prjimo se difumina: lo lejano se acerca, pero lo cercanose aleja. El riesgo, sealado en prcticamente todos los documentos delMagisterio que hablan de los medios virtuales, es el uso de estos en sus-titucin de las relaciones reales. Desde el punto de vista teolgico, elcristiano no puede olvidar que la Biblia nos habla del hombre como serrelacional y de un Dios personal y en relacin que se encarn. Y tampo-co podemos perder de vista al otro concreto este pobre, este hurfano,esta viuda que con su presencia nos provoca a una relacin justa y enquien se revela el Otro absoluto6. En otras palabras, solo se puede hablarde participacin cuando lo virtual y lo real se complementan y no se ex-cluyen, y cuando, en lugar de concebir dos espacios o mundos paralelosy autnomos, la participacin virtual se articula de manera constructivay duradera con una participacin cara a cara.

    El socilogo estadounidense Putnam afirma que, de la misma manera queno se puede hacer que un corazn lata de nuevo con el mando a distancia,tampoco se puede lograr que arranque una ciudadana republicana sin unaparticipacin directa, cara a cara. La ciudadana no es un deporte de es-pectadores7. En efecto, el criterio que proponemos aqu se hace, con el pa-so del tiempo, cada vez ms importante. Frente a un entusiasmo ingenuoy acrtico que confiaba ciegamente en el potencial democrtico de lasNTICs, los estudios que se estn llevando a cabo sobre fenmenos parti-cipativos como el 15-M y la Primavera rabe estn sacando a la luz laexistencia de un espacio hbrido8 entre los espacios virtuales y los espaciosreales, entre el ciberespacio y el espacio urbano, entre el espacio de flujosy el espacio de lugares9, as como la necesaria articulacin entre las redessociales virtuales y las redes sociales en la vida de las personas10.

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    6. Cf. E. DUSSEL, tica de la liberacin: Concilium 192 (1982) 249-262; cf.Mt 25,31-46.

    7. R. D. PUTNAM, Solo en la bolera. Colapso y resurgimiento de la comunidad nortea-mericana, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2002,462.

    8. The real world in our time is a hybrid world, not a virtual world or a segregatedworld that would separate online from offline interaction: M. CASTELLS, Networksof Outrage and Hope. Social Movements in the Internet Age, Polity, Cambridge 2012,232.

    9. Cf. Ibid., 61.10. Cf. Ibid., 27.

  • La espiritualidad cristiana es, por origen y vocacin, encarnacional y re-lacional. Y la participacin que brota de un corazn cristiano no puededejar de expresar estos rasgos esenciales de nuestra fe. Si, por un lado, esimportante no crear dicotomas excluyentes entre una participacin vir-tual, que sera por esencia superficial e ineficaz, y una participacin real,supuestamente ms exigente, profunda y eficaz, tambin es importanteno caer en el otro extremo de pensar que se puede liberar y transformarel mundo sin implicarse en los espacios reales. Las NTICs no existen enun vaco histrico y cultural y siempre estn situadas. De hecho, los tex-tos del Magisterio nos indican que, en realidad, no existe un mundo vir-tual. Nuestro mundo es uno, y no hay dos mundos paralelos: uno real yotro virtual. Una participacin virtual que no parta de las condicionesconcretas de las personas y que no desemboque en el mismo espacioreal acaba siendo peligrosa, por ser ilusoria, superficial y estril. Dicho deotra manera, es muy importante aprender a utilizar bien las NTICs. Pe-ro es todava ms importante entender bien la realidad concreta de nues-tro mundo, que queremos mejorar con nuestra participacin.

    b) Una bsqueda de la verdad

    En su mensaje para la XLVII Jornada para las Comunicaciones Sociales,Benedicto XVI alertaba sobre los riesgos, para la razn humana, de viviren una cultura virtual que parece dar importancia a las cosas segn el cri-terio de su popularidad, ms que por su importancia intrnseca. As, lavoz discreta de la razn se ve sofocada por el ruido de tanta informacin11.Sin duda alguna, el espacio virtual tiende a privilegiar las emociones, lasfrases con gancho, el sensacionalismo y las posturas extremas. Y entre losmltiples mensajes, muchas veces contradictorios, que le llegan a una ve-locidad de vrtigo, el hombre contemporneo difcilmente distingue lo fal-so de lo verdadero. Y acaba perdiendo confianza en la posibilidad de bus-car juntos una verdad que la razn humana pueda conocer12.

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    11. BENEDICTO XVI, op. cit.12. Cf. JUAN PABLO II, Veritatis splendor, 32.

  • Contemplada desde los documentos eclesiales, la participacin marcadapor el emocionalismo subjetivo, que abandona la confianza en una ra-zn humana iluminada por la ley eterna, es sinnimo de una arbitrarie-dad irracional. Adems, su carcter cambiante y voluble abre las puertasa una participacin sin brjula moral, ya que la verdad deja espacio a unaserie infinita de mltiples verdades. En otras palabras, en el caso extre-mo, en nombre de una supuesta voz del pueblo fcilmente manipu-lable si priman las emociones se podra justificar todo o casi todo. Ennuestra opinin, la crisis en torno a la verdad13, que por cierto no con-cierne exclusivamente al tema que aqu nos ocupa, tiene que ocupar unlugar central en un aporte eclesial al debate sobre participacin.

    Sin embargo, nos parece que una eventual crtica de los medios virtualesque favoreceran un relativismo participativo no debe hacernos perder devista el enorme potencial de estos mismos medios, incluso en el campode la bsqueda racional de la verdad.

    En efecto, la nueva cultura cosmopolita, favorecida por los mismos me-dios virtuales, nos ayuda a tomar conciencia de un cierto racionalismo,especialmente presente en Occidente, que reduce la razn a una raznpuramente intelectual. A veces, se corre el riesgo de oponer la razn a lasemociones, cuando, segn nuestro parecer, la razn no excluye las emo-ciones, sino que las integra14.

    En efecto, las emociones y las ideas no tienen que ser excluyentes enun proceso participativo. Con Castells, podemos afirmar que en el ori-gen de todo cambio social hay inevitablemente una mezcla de emocio-nes. La ansiedad y el miedo iniciales se superan gracias a la indigna-cin; y de la indignacin se pasa al entusiasmo, gracias a la fuerza de laesperanza que nace al descubrir que existe una multitud de personasque comparten los mismos sentimientos15. Sin la fuerza movilizadoraque proviene de la dimensin emocional del hombre, la participacinciudadana perdera mucho de su mpetu. En un juego de palabras, se

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    13. Ibid.14. Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia sentiente, Alianza Editorial, Madrid 1980, 89-97.15. Cf. M. CASTELLS, op. cit., 13-14.

  • podra decir que la correcta integracin de lo afectivo es lo que hace po-sible una participacin efectiva.

    As, la DSI, por un lado, nos pone en guardia contra una participacindesligada de una razn que busca la verdad. Y, sin embargo, nos pareceque es tambin importante no caer en el extremo opuesto de excluir lasemociones del proceso participativo, entendiendo la razn en un sentidodemasiado restringido. Ni una confianza ciega e ingenua en las emocio-nes, ni una desconfianza que desconozca una parte importante de la vidahumana, sino una confianza en una razn que no es enemiga de los sen-timientos y de la expresin emocional y que los integra y los discierne.

    c) El hombre, sujeto de participacin

    En el caso de la participacin virtual, nos parece que subrayar la centra-lidad del hombre como sujeto de la participacin, y el consiguiente res-peto por su dignidad y libertad, es otra aportacin importante de la DSI.El Estado es para el hombre, y no el hombre para el Estado16, deca PoXI con referencia al comunismo, mientras que Juan Pablo II declarabaque el trabajo est en funcin del hombre, y no el hombre en funcindel trabajo17. Parafraseando, se podra decir que las NTICs son para elhombre, y no el hombre para las NTICs. Porque, si es verdad que estosmedios son a menudo presentados como los medios de la libertad queempoderan a los individuos, las redes no son liberadoras por s mismas.Al contrario, pueden incluso llegar a ser un instrumento de manipula-cin, alienacin y opresin.

    Es el caso, por ejemplo, de la difusin de una cultura de la superficia-lidad en los medios virtuales que no favorece la capacidad reflexiva ne-cesaria para analizar de modo crtico los mensajes recibidos. Hay quepreguntarse, por ejemplo, si un aumento de la cantidad de informacindada y recibida, que muchas veces coincide con una disminucin de la

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    16. PO XI, Divini Redemptoris, 29.17. JUAN PABLO II, Laborem exercens, 6.

  • calidad de la misma, ayuda realmente a la formacin de un sujeto moralcapaz de participar de manera responsable en la vida pblica. El sujetoformado por esta cultura meditica corre ms bien el riesgo de ser tanlibre como una hoja al viento, sacudida por todas partes. Desde ese va-co no hay hombre, ni tampoco ciudadano. Desde ese vaco no hay pro-tagonistas, sino vasallos de cualquier seor que tenga oportunidad deejercer su poder, en este caso a travs de los medios de comunicacin18.La red puede incluso llegar a ser un instrumento de control y de adoc-trinamiento que aliena la libertad del hombre, socavando as su dignidadde sujeto humano.

    Otra manera de plantear la cuestin consiste en analizar la relacin en-tre las personas y las NTICs, o sea, entre los sujetos y los instrumentos.La tcnica en cuanto tal es una aliada del hombre19. Y las NTICs comoinstrumentos participativos no son una excepcin. Sin embargo, con lasdebidas diferencias, se puede aplicar a las nuevas tecnologas lo que JuanPablo II deca a propsito del capital, o sea, que la tecnologa puede lle-gar a ser un sujeto annimo que hace dependiente al hombre20, invir-tiendo as el justo orden de las cosas. En nuestras vidas, la red virtual esprecisamente una red ubicua y annima que tiene un fuerte impacto so-bre nuestra manera de sentir, pensar y vivir en el mundo. Y, en lugar deconectarnos, puede acabar enredndonos, en el sentido de condicionar-nos hasta el punto de limitar severamente nuestra libertad de pensa-miento y de accin.

    Internet, en el campo de la participacin ciudadana, es un arma de do-ble filo que puede ser utilizada, bien como un instrumento liberador, obien como un nuevo instrumento de opresin, ms sutil y, por ello, mspeligroso. Al respecto, la Iglesia no propone soluciones tcnicas21, sinoque, experta en humanidad, reivindica el protagonismo participativo

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    18. A. CORTINA, Ciudadana activa en una sociedad meditica, en (J. Conill V. Go-zlvez [eds.]), tica de los medios. Una apuesta por la ciudadana audiovisual, Gedi-sa, Barcelona 2004, 30

    19. Cf. Ibid., 5.20. Cf. Ibid., 13.21. Cf. JUAN PABLO II, Sollicitudo rei socialis, 41.

  • de todos los hombres y pone en el centro de su reflexin a todo el hom-bre y su vocacin, a la vez terrena y trascendente22. As, la medida en laque el hombre sigue siendo sujeto de una participacin al servicio delhombre integral23 ser un criterio decisivo en todo anlisis de las con-diciones de posibilidad de una participacin virtual.

    d) Una bsqueda incesante del bien comn

    Por ltimo, la promocin del bien comn es el rumbo de toda accinparticipativa iluminada por la DSI. La construccin de una sociedadms justa y solidaria, en la cual nadie queda al margen y todos tienen laoportunidad de perfeccionarse, se opone a otro tipo de participacin cu-ya finalidad es la obtencin de un beneficio meramente individual o gru-pal, independientemente del efecto y del posible dao que este beneficiopuede causar al resto de la poblacin.

    Ahora bien, de qu manera la participacin virtual dificulta o facilita elcumplimiento de esta condicin de posibilidad, o sea, de una bsquedaincesante del bien comn?

    i) El rol de la autoridad

    Es sabido que en ausencia de una estabilidad y una paz sociopoltica, cu-yo garante ltimo es la autoridad poltica, la DSI ve difcil la bsquedadel bien comn. Es muy arduo mantener el rumbo del bien comn sinun poder poltico legtimo que armonice y gestione, segn criterios dejusticia y teniendo en cuenta el bien de toda la sociedad, y especialmen-te de los ms invisibles, los intereses particulares. Si se prescindiera deuna autoridad central cuyo rol es garantizar cohesin, unidad y organi-zacin a la sociedad civil de la que es expresin24, se impondra, segn

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    22. Ibid.23. Cf. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, 64.24. PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia,

    2005; http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html (Consultael 18 de Julio de 2014).

  • la lgica de la DSI, la ley del ms fuerte25. Con eso y con todo, una delas caractersticas de la sociedad red que es el espacio dentro del cualtiene lugar la participacin virtual, es precisamente una ausencia deautoridad central. Y la participacin virtual ms abierta, democrtica,sin filtros, horizontal encaja mal con el concepto de autoridad queaparece en los documentos de la DSI.

    El espritu de libertad que se respira en la red debe ser celebrado cuan-do se trata de liberarse de las ataduras de una autoridad totalitaria quepisotea el derecho a la libertad. Sin embargo, no toda autoridad verti-cal y central se opone a la libertad individual y horizontal, porque noexiste libertad individual sin una autoridad central que posibilite tal li-bertad individual. La libertad individual es siempre una libertad situa-da26 y depende, en mayor o menor grado, de las condiciones sociales, osea, del bien comn. En efecto, el bien comn y el bien de cada uno sereclaman mutuamente.

    Por eso, a la pregunta Se puede hablar de participacin al margen de unaautoridad legtima que gestione las legtimas aspiraciones de los partici-pantes?, la respuesta del Magisterio es negativa, ya que, en ausencia de es-ta autoridad, la bsqueda del bien comn a nivel de la sociedad e inclusoa nivel de los mismos movimientos se hace difcil, cuando no imposible.

    ii) Espacios de encuentro plural

    Vivimos hoy en sociedades de cdigo mltiple, y la bsqueda de un bienque sea comn pasa por el encuentro y la escucha respetuosa del otrodiverso. No podemos pasar, de la proposicin quiero esto para m opara mi grupo de pertenencia, a la proposicin quiero esto porque creoque es lo mejor para toda la sociedad, sino hagamos el esfuerzo de noquedarnos en lo conocido, abrindonos a los extraos para entender-los mejor y encontrar as los puntos de contacto sobre los cuales pode-mos construir los fundamentos de una convivencia justa y pacfica. Na-

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    25. Cf. JUAN PABLO II, Centesimus annus, 47.26. Cf. D. HOLLENBACH, The Common Good and Christian Ethics, Cambridge Uni-

    versity Press, Cambridge 2002, 75-76.

  • die posee la verdad acerca de lo que constituye el bien comn en un mo-mento dado de la historia, y la escucha sincera de una voz distinta no esrelativismo, sino confianza en la posibilidad de alcanzar, a travs del di-logo plural, una verdad acerca del bien humano que pueda ser reconoci-da por todos27.

    Y, sin embargo, precisamente ahora, cuando, por la creciente pluralidadde nuestras sociedades ms falta hace cultivar esta actitud y crear estosespacios, muchos se encierran en la seguridad que les proporcionan losgrupos basados en intereses y afinidades comunes. Frente a una plurali-dad cada vez ms desconcertante, los miembros de los grupos ideolgi-camente afines buscan confirmar sus dbiles convicciones hasta conven-cerse de que su opinin es la verdad.

    En este asunto, los medios virtuales desempean un doble papel. Por unlado, Internet ha aumentado de manera exponencial los puntos de entra-da que permiten a todo el mundo expresarse, incluso a las personas o a losgrupos minoritarios que antes de la llegada de estos medios no lograbanhacer or su voz. Adems, la red hace posible conexiones entre personasprovenientes de culturas y pases distintos, que eran impensables hasta ha-ce pocos aos. Y, sin embargo, en nuestro mundo virtual estamos asistien-do a la formacin de nichos virtuales, asociados a fenmenos de frag-mentacin y polarizacin, que dificultan sobremanera la bsqueda delbien comn. As, Antonio Spadaro opina que el hecho de conversar sola-mente con personas que comparten nuestras visiones se puede considerarhoy en da como el riesgo ms insidioso de las redes virtuales28.

    Con eso no queremos decir que los espacios que renen a personas afinesno tengan su importancia, incluso a nivel social. Robert Putnam distingueentre capital social29 que tiende puentes y capital social vinculante30. Los

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    27. Cf. Ibid., 157.28. Cf. A. SPADARO, Il Papa, Twitter e lo spazio digitale: La Civilt Cattolica 3.903

    (2013), 226.29. Por capital social se refiere el socilogo estadounidense a las conexiones entre in-

    dividuos a travs de las redes sociales y del capital de confianza y reciprocidad que,a la vez, sustentan estas mismas redes y se desprenden de ellas.

    30. Cf. R. D. PUTNAM, op. cit., 20.

  • dos tipos de capital social son buenos para cosas distintas. El capital so-cial vinculante, que se crea gracias a la participacin en grupos afines, esuna especie de superadhesivo sociolgico31 que proporciona un indis-pensable apoyo cercano, afectivo y efectivo. El problema es que, al crearuna fuerte lealtad dentro del grupo, el capital social vinculante puede ge-nerar tambin un fuerte antagonismo hacia el exterior del mismo32. Y esaqu donde entra en juego el superlubricante33 de un capital social in-clusivo que tiende puentes hacia personas alejadas desde el punto de vis-ta ideolgico, cultural, religioso y geogrfico.

    Volviendo al tema de nuestro apartado, opinamos que utilizar las NTICsde tal manera que se favorezca nicamente el superadhesivo sociolgi-co, en detrimento del superlubricante sociolgico, sera un mal servi-cio a nuestra sociedad de cdigo mltiple. Porque parece claro que, ennuestros das, la pregunta no es si seguir habiendo interacciones entregente de distintos valores y culturas, sino si esta interaccin ser justa oinjusta, violenta o pacfica34. Y la convivencia justa y pacfica solo se pue-de construir si existen espacios heterogneos de encuentro plural, dondecada uno puede aportar lo suyo y recibir del otro.

    iii) Justicia social

    Como cristianos creemos que todos estn llamados, cada uno segn susposibilidades, a participar en la construccin de una sociedad solidaria,segn el bien comn. Al mismo tiempo, todos tienen el derecho a reci-bir, segn sus necesidades, los frutos de esta accin participativa. Segnesta lgica, nadie queda excluido del proceso participativo, ni en el darni tampoco en el recibir.

    Lo que tenemos que preguntarnos ahora es de qu manera la participa-cin virtual favorece esta justicia inclusiva en sus dos vertientes. Es in-dudable que los medios virtuales nos ayudan a tomar conciencia de ne-

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    31. Cf. Ibid., 21.32. Ibid.33. Cf. Ibid.34. Cf. D. HOLLENBACH, op. cit., 211.

  • cesidades, cercanas y lejanas, hasta hace poco desconocidas. Los mismosmedios tambin nos proporcionan un instrumento eficaz para responderde manera rpida e inmediata a situaciones de injusticia o de crisis hu-manitaria. En este sentido, las NTICs resultan ser instrumentos de in-clusin. Es ms, las NTICs, en principio, facilitan tambin la igualdadde acceso al proceso participativo. Entre otras cosas, mencionamos unareduccin en los costos de participacin y una extensin del concepto departicipacin/movilizacin que permite la participacin de personas queantes se sentan excluidas de una interpretacin ms restringida del mis-mo concepto.

    En el otro lado de la balanza ponemos, sin embargo, las brechas digita-les de uso y acceso que, incluso en la actualidad, excluyen a millones depersonas del proceso participativo35. El lema de nuestros das podra serel siguiente: Estoy conectado, luego soy. En consecuencia, los que noestn conectados, sencillamente no son y sufren una exclusin socialque no les permite participar.

    Muchas veces se subestima la importancia de este asunto. Es verdad que,comparado con otros problemas relacionados con la exclusin social, laeliminacin o, por lo menos, el estrechamiento de las brechas digitalesno parece ocupar un lugar prioritario. Y, sin embargo, si el bien comnreclama, para ser autntico, la participacin libre y activa sin exclusinde personas, se hace necesaria una accin poltica contundente para co-rregir esta desigualdad excluyente y posibilitar una participacin de to-dos, en beneficio de todos.

    Conclusin

    En conclusin, el panorama de la participacin virtual es, hoy en da, unpanorama fluido, complejo y de no fcil interpretacin. Fieles a la tradi-cin de la DSI, hemos querido proponer, a la luz del Evangelio y de la

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    35. En 2011, uno de cada cuatro europeos jams se haba conectado a Internet. Cf. EU-ROBAROMETER, E-Communications Household Survey: Special Eurobarometer335 (2010).

  • experiencia humana36, cuatro criterios de juicio que orientan la refle-xin acerca de las condiciones de posibilidad de una participacin so-ciopoltica virtual contemplada desde la DSI. A la luz de todo lo dicho,quiz la conclusin que emerge con ms fuerza es que la cuestin msimportante no es saber qu har Internet con nosotros, sino qu hare-mos nosotros con ella37.

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    36. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, 46.37. R. D. PUTNAM, op. cit., 240.