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LAS CRISTINAS MARIE LOURTIES

Las Cristinas

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LAS CRISTINAS MARIE LOURTIES 22 de julio.- Querido falo: 14 de agosto.- Despechada, destetada, me alzo con esfuerzo a la verticalidad del homo sapiens. Con andar en dos patas, voy aprendiendo que la firme raya de mi coño es horizontal, curva, sinuosa, todo menos que vertical. La letra con sangre entra. 1º de septiembre.- Mi papá me ama, mi mamá me mima, y la Princesa está en mi cama. Telón

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“Je te désire, donc tu existes” dit, dans un doux sourire, dans le têton offert pour qu’il s’y abreuve, dans le doigt tendu pour qu’il s’y agrippe, dans les mots roucoulés pour qu’il s’y endorme, la mère à son enfant. “Sans moi, tu n’existerais pas” répètent les paupières qui s’abaissent sur les éclats trop

vifs de son plaisir, de sa puissance, de sa férocité.“Merci maman” dit l’enfant et, submergé de reconnaissance, il l’étrangle doucement.L’amour toujours, toujours l’amour.“Je te désire, donc tu existes” murmure émerveillé le jeune marié en s’inclinant sur sa fraîche épousée.“Je te désire, donc tu existes” insiste le regard de ce passant croisé dans la rue. “Je te désire, donc tu existes” affirme cette main de maître qui progresse nonchalamment sur la table entre les plats.“Je te désire, donc tu existes” disent ces yeux autoritaires, insinuent ces voix retenues, serinent ces gestes frôleurs, affirment ces sourires gourmands.Et moi, je me demande pourquoi c’est aussi peu souvent qu’on les étrangle.

Ya no canto más. Se me ha ido la voz, se fue. Me queda la guitarra, la guitarra que me regaló mi papá. También mi papá se fue. Ambos se han ido juntos, mi voz y mi papá.Me gustaba cantar. Mucho. También me gustaba mi papá. Era tan bonito, y dulce, y me quería tantísimo, me consentía en todo. O casi. Mi matrimonio con Jorge, no me lo ha consentido, nunca. Pobre Jorge. Él quiere ser artista, pero sólo es borracho. No soportaba que yo cantara. Pobrecito, le daba mucha envidia. La gente se quedaba tan contenta conmigo. “Canta, Cristina, canta por favor. Canta la de las estrellas, y la del llano, y la de las montañas, y la del mar, y la del poeta, y la....” Puuuuuf! No se cansaban nunca. Y a mí y a mi papá, nos gustaba mucho. Cómo disfrutábamos. Tan lindo.Recuerdo cómo me cargaba en brazos. Me abrazaba igualito como me trajo abrazada la guitarra. Para que cantes, decía, para que me olvide de que te quedaste sin piernas, no lo puedo soportar, sollozaba. Entonces, yo cogía la guitarra y cantaba, cantaba lo mejor que podía, con todo mi corazón, para que dejara de llorar, para que dejara de esconder su cara en mi regazo y me la devolviera iluminada con

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una sonrisa... Dios mío, qué sonrisa la suya. Y la voz me salía con más fuerza, más dulzura, más melodía, más ternura, más y más.Jorge estaba celoso. Pobrecito, ¿celoso de mi papá?, qué bobito, bueno, ¿quién sabe?, tal vez ni tan bobo. Él también lloraba en mi regazo. Canta, me decía, canta Cristina, no quiero tomar nunca más, nunca más, sólo quiero pintar, quiero ser pintor, ¿nos parecemos a Diego Rivera y Frida? ¿a que sí?, el pintor y la paralítica, pero tú no eres pintora, por suerte, eres cantante, ni siquiera, cantas nomás. Canta por favor, cántame, arrúllame, encántame. Y yo cantaba, por supuesto.Pero sí era cantante. Grabé discos. Di conciertos.Las operaciones son costosas y dolorosas. Jorge tuvo que ganar mucho dinero. Mi papá quería pagar, pero Jorge se opuso. Ni siquiera una ayudita aceptó. No, que no, que no quiero, que tú eres mi esposa, no la de tu papá. Pero soy su hija. ¿Y qué? Yo soy tu marido. Él te trajo la guitarra, yo te devolveré las piernas. Pobrecito, cuánto me quiere. Dejó de pintar. Cuando te pongas buena, volveré al caballete. Ahora, no puedo, no debo, no tengo tiempo.Las operaciones son largas y dolorosas. ¿Cuándo saldré de aquí? y ¿cómo?Sin muletas, ni bastones, ni sillas de ruedas, ni corsés. Ya no soy paralítica. Ya, ¿lo diré? ya ando.Y ya no canto más. Se me ha ido la voz, se fue. También mi papá se fue. Ambos se han ido juntos, mi voz y mi papá. Me quedan Jorge y mis piernas. Y mis discos.Ahora tengo un walk-man y los escucho caminando.

Muselina y Chocolate caminan bajo las copas de los árboles.Muselate y Chocolina van con los dedos entrelazados, debajo de la copa de los árboles.El dedo gordo de Chocomuse se demora en la veredita azulada que aflora en la blancura translúcida del lado interno de la muñeca de Linalate. “¡Oh!” dice, “cómo late tu corazón, Linalate”. “Sí”, dice Chocolina. Sí, dice Chocomuse. Sí, dice el corazón. Cómo lato. Pero, esto no se dice dicen a coro Mu y Cho. Entonces ¿qué digo? dice el corazón, con dos lagrimones asomando en un sístole. No llores corazón, grita Chocolina. Tómate todas las licencias poéticas que quieras, añade Muselate. ¿Sólo

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poéticas? pregunta el corazón. Bueno, todas las que quieras, concluyen Muselina y Chocolate, entrelazando sus piernas.- ¡Niña ! ¿qué haces?- Nada.Cuando sea grande... ¿Cuando será cuando sea grande? ¿Cuántos centímetros me faltan todavía?“Tengo sed” dice Chocolina y de un salto se coloca a la orilla de la concha de la fuente. Aun falta mucho para alcanzar el surtidor. “Ayúdame Linamuse”. ¡Cuidado, que te caes!Caerse, dejarse resbalar, mojarse, flotar, renunciar a la gravedad...- ¡Niña! ¿Dónde estás?- Aquí.- ¿Y para qué quieres ser grande? pregunta Chocolate. ¿O es que ya no me quieres?- Ay, tú sabes que te querré siempre.- Pero más a Muselina que a mí, suspira Chocolate.- Pero ¡Choco! ¿qué dices? musita Late abrazando a Muse.- ¡Niña! ¿en qué piensas?- En nada.Yo nunca seré grande. Claro que no.

28 de junio.- Querido falo:¡Tanto tiempo sin escribirte! Sin inscribir en tí mis secretos. Es que estuve muy liada. ¿Me perdonas?Hoy día, amanecí ya tranquila: mi papá me ama, mi mamá me mima y mi hermanita se ha ido a pasar donde la abuela. Estoy sola, solita, y me puedo dedicar a tí como a mí me gusta.Es que ¡tengo tantas cosas que contarte!¿Cómo llevas eso de entrar en el orden simbólico? A mí, me da un poco de susto, sobre todo a la noche, pero me cojo de la mano y me apaño.Aunque te tengo que confesar que, al borde de perderme en el bosque de los símbolos, lo encuentro absolutamente delicioso. Verás... Presentación de la niña en sociedad. Me fastidian sus aires de

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princesa pero me gusta, me gusta cuando nos chupamos el coño. Y yo me pregunto -y te lo pregunto a tí- ¿a quién coño se le puede haber ocurrido el biberón? ¿A tí te parece, no digamos elegante, sino sencillamente lógico, ese tubo de plástico rígido? Yo lo encuentro de lo más antiestético. El bosque de los símbolos, de los sin bolos. Bosque de los sin bolos o qué voz sin bolo, sin función, sin representación... Voz desde luego performativa, y cuál no, díme tú.Por lo pronto la mía se lo pasa pipa rizando el rizo, y la oigo, la muy traviesa, llamarme Ojo-de-Lince ¡en mi miopía de topo! cuando soy, cómo no, el Patroclo de mi Aquiles en nuestros juegos de indios salvajes.

4 de julio.- Querido falo:No sé cómo decirte, me da cosa, te vas a burlar, ya lo sé, pero da igual, lo tengo que contar porque si no, puedo reventar: y ya reventada, no se sabrá jamás si de risa, de rabia, de sofoco, de morbo o de nada de eso sino de todo lo contrario.Verás. Óyeme bien. Escucha: la Princesa se ha echado un novio, la Princesa tiene novio. Mientras yo correteo todo el día de cazador de fieras, de caballero sin miedo ni reproche, de noble guerrero, de Príncipe Valiente, la Princesa se pasa hablando por teléfono con su novio. Que cómo estás, que si me quieres, que qué tal tu querido papá, que si quedamos, que si nos casamos en primavera, que ojalá tu papá se ponga bien, que no vaya a llover, que te quiero tanto, que muchos saludos a tu mamá, que la mía muy bien muchas gracias, que te extraño, que no que no, que no cortes, que quiero oirte una vez más, que me lo digas una vez más, que te lo digo yo, que lo decimos a la vez, que qué rico, que cuántos ¡ayes!Que me dan rigurosamente igual porque, a la noche, está en mi cama y a mí me da lo mismo que me tome por su novio o lo que fuera mientras hacemos lo que hacemos entre las dos.De coles a nabos, volviendo al biberón, de tetas a falos. Los niños nacen en coles y la niñas en repollas, perdón, los niños nacen en repollos y las niñas en rosas.

22 de julio.- Querido falo:

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Tengo la cabeza llena de viento. Corre, salta, brinca por mis sesos, formando sonidos al pasar por puertos difíciles, circonvoluciones alambicadas, umbrales mínimos o gargantas profundas que, a su vez, forman palabras que se hilvanan en frases donde retozo, bifurco, me pierdo, me hundo, me encuentro, me escondo, me divierto. También me sacuden tempestades pavorosas en medio de las cuales no sé más à quel saint me vouer. Saint, sein. A santo de qué prenderme de un pecho traicionero que se ofrece para luego negarse. Mientras que mi morrito busca el sabroso pezón, me doy con los dientes en una deleznable goma; y mis manos, que antes jugueteaban gozosamente en la elasticidad tibia de la carne, ahora vagan en el aire, despechadas.

14 de agosto.-Despechada, destetada, me alzo con esfuerzo a la verticalidad del homo sapiens. Con andar en dos patas, voy aprendiendo que la firme raya de mi coño es horizontal, curva, sinuosa, todo menos que vertical. La letra con sangre entra.

18 de agosto.-La flor de tu polla adornada de zarcillos, mi querido falo, me enseña mi destino.

1º de septiembre.-Mi papá me ama, mi mamá me mima, y la Princesa está en mi cama.

¡Dios mío! ¡Que no lo encuentro! ¿Dónde puede estar? Ay ay ay... Espero que no lo haya perdido. Mamá otra vez: con lo desordenada que estás, no me admira, desde pequeña eres así, no te lo habré yo repetido veinte mil veces, guarda tus cosas, niña. Pero si lo guardé. De esto, estoy segura. Guardado y bien guardado. Pero ¿dónde? Dios mío, y a mi padre, ¿qué le diré? Él me lo regaló. Se va a ofender. Pensará que es descuido, y es falso, falsísimo. Yo lo he cuidado, lo he guardado. No es culpa

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mía, es sólo que no me puedo acordar, cabeza de chorlito, ya lo sé, siempre me lo han dicho, por eso lo guardé, para que no se me vaya a extraviar ¡Dios mío! cuánto apuro.En el césped con la podadora, no está. En la cama sobre la almohada, no está. Al lado de la chimenea con las revistas, tampoco. ¡Dios mío, Dios mío, Dios mío!A ver. Esta mañana, cuando sonó el despertador, estaba en su lugar, me parece que sí, sí, estoy segura, segurísima. Me metí a la ducha y sonó el teléfono. Tengo una ducha de teléfono. Es muy cómodo. Así, gano tiempo. Era la chica de anoche. Un bombón. ¡Ay! con el agua tibia corriendo por mi espalda, veía sus ojazos mientras su voz de terciopelo me daba los buenos días. Sí, le dije, sí sí sí, por supuesto. Lo que tú quieras.Salí corriendo a la oficina. En la cafetería, me eché un triple café, rápido, rápido, que me quemó la lengua. Lengua de fuego, lengua ardiente, lengua de cosquillas ¡Dios mío, qué noche! Por suerte, con el pretexto del sol deslumbrante del verano, he podido bajar las persianas sin que se notara las ganas de penumbra que tengo. ¿Qué te pasa hoy? dijo el jefe, que te veo más distraída de la cuenta.- Driiiiiiing...- Diga...- ¿Eres tú?- Buenos días...- Quiero chuparte el coño.- ¿El piso de la calle Toledo? Sí, por supuesto. Tiene 3 balcones a la calle, es un cuarto sin ascensor...- Tengo buenas piernas, y tú lo sabes.- Desde luego. Es muy bonito, acogedor...- Esta tarde, a las 5h.- ¿Esta tarde? ¿a las 5? Muy bien. Espéreme en el portal.¡Qué zorra! El piso de la calle Toledo es, innegablemente, bonito y acogedor.El peinado me queda y el traje es impecable. Etiqueta fina. Los zapatos combinan, el tacón es un poco alto pero total, tampoco voy a tener que andar mucho. Y son muy elegantes, la verdad. A ver: el bolso,

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los guantes, la tarjeta, bueno, ya estoy lista. Salvo que no lo he encontrado, no lo encuentro, pero no puedo demorar más, que atrasarse es peor. ¡Alá! ¡Taxi!Qué escalera, Dios mío, eso sí es distinguido. Se deja subir a pie enjuto. Me siento Scarlett O’Hara en la casa de LOS DOCE ROBLES...- Su tarjeta, señora.- Ahí tiene.- Disculpe.... ¿Su marido?- ¡Ay, Dios mio! Es que no sé donde se ha metido, no lo he podido encontrar, pero de tenerlo, lo tengo, se lo aseguro.- Lo siento, señora, pero la tarjeta lo dice muy claro: traje de etiqueta y marido de rigor.- Ya... pero es que lo acabo de perder. Hoy día mismo.- No puede entrar, señora.- Por favor...- No. Que no. Imposible.Las gradas son suaves al descender. Más aún con los zapatos de tacón bailando en mis manos.El piso de la calle Toledo....

La noche se deshilacha en jirones lechosos. Gris, cerúlea, dorada, la luz la empuja al otro lado de la cordillera, al otro lado del mar, al otro lado de la tierra. ¿Quién dirá jamás el placer intenso de pasar de la sombra de entre bastidores a la luz del escenario? A través de sus párpados entornados, siente filtrar el sol naciente. Quieta, inmóvil, respirando despacio, se entrega al goce secreto y callado del amanecer. En su nariz hundida entre los brazos palpitan varios perfumes, el que usa, el de la crema hidratante, el del algodón de la sábana entibiada. Se siente algo solemne. Quisiera conocer un gesto ritual a efectuar para marcar este amanecer de la señal del acontecimiento.No. No. ¡No! ¡Déjame en paz!El grito, su grito, salido de toda ella como un vómito, una arcada incontrolable, a pleno pulmón, a plena garganta, como los llantos desmedidos de los bebés, retumba en su cabeza. Un grito viejo de

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¿cuánto? de ¿ayer? o de ¿diez, treinta, cincuenta años? No lo sabe, no se acuerda y tampoco tiene ganas de amojonar un tiempo con fechas, reconstituciones, itinerarios. No le interesa organizar una cronología. No siente su vida como una historia sino como una partitura, cuyas variaciones melódicas se enroscan en armonías y desacuerdos, se despliegan en acuerdos o fracasan en disonancias, pero siempre se tocan con el bajo continuo de ese ¡no! déjeme en paz!, estridente a veces, las más de ellas en sordina, desde luego siempre presente.En la alegría del regreso de la luz, empiezan a sonar los toques de unos gruesos goterones. ¡Lluvia! La lluvia esperada, anhelada, benefactora después de tanto tiempo de sequedad, de tierra resquebrajada, sedienta, ardiente y árida, de labios partidos, de respirar áspero. Pronto, el repique de las primeras gotas se transforma en el fluir del agua que corre y el olor entrañable de la tierra mojada la embriaga. ¡No! gritó anoche. No, se susurra a sí misma. Siente la redondez de la o, percibe la vibración de la n que estremece el interior de las aletas de su nariz. Es como un gorgojeo, un revoloteo de palpitaciones, un redoble de tambores, un rugido de olas, una trepidación de terremoto, un rumor entre el follaje, un murmullo, una dulzura de repente, un arcoiris.Con fruición, se desenrosca, estira una pierna, la otra, el torso se tensa, los brazos se levantan hacia el día que nace, un día de terciopelo, de humedad temblorosa, de acción de gracias, el día después. El no, su no, la abre a los paisajes inmensos, los valles vertiginosos, las cumbres alcanzadas, los bosques transparentes, los mares espejeantes. A la risa y al juego, al reconocimiento de sus límites que ahora, tal vez, se han vuelto, por fin, removibles.

Fue tan bonito el día de la boda. Todo el mundo lloraba. Tanta agua. También el cielo lloraba, bueno, chispeaba. Una llovizna de aquéllas tan diminutas que parecen quedarse flotando en el aire, que desde luego se respiran. Tan rico que es respirar agua. Entra como tiritas de seda cuyo cosquilleo acariciador estremece, dilata por dentro.Vamos a ver. Una novia morena casada de blanco. A ella, la pongo en el centro por supuesto, en el primer plano. Me gustan los matrimonios. Son tan tristes. Tristes de infinita tristeza, de hondo pesar. De tan pesarosa la gente pone cara de alegre. La cara de triste es para entierros. La cara de triste se

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pone a la muerte, que no lo es. Tampoco alegre. Ni lo uno ni lo otro. Ni puede serlo ni tiene por qué. Demasiado extraña. Y demasiado ineludible. Es, punto. Es lo único que realmente es punto.Novia griega, como yo. Novia morena de tez aceitunada, de pelo tupido, liso, brillante, negro. Negro como el continente que es. Dicen. Negro que realza su virginal blancura. Dicen. Negra cabeza coronada de azahar. Palidez mortal, blancura de marfil, Blanca-Nieves, tu lugar es el mismísimo del cadáver del Conde de Orgaz.Le pondré al cuadro: El matrimonio de Fedra.“Que ces vains ornements, que ces voiles me pèsent”Cuánto pesa la tal nube de tul. Burbuja de gasa rodeada de rostros claros enmarcados en barbas oscuras, de trajes negros florecidos de blancas popelinas y rematados, gallardía obliga, con varas de mando y calzados de charol reluciente.Yo, que soy la que pinto, la que la pinta a ella, la que pinta la yo que está pintada, la que está pintando la yo que está siendo pintada, yo me pinto a ella en el lugar del cadáver. Cómo no.“I am I because my little dog knows me” dice Gertrude. Gertrude Stein. La ví el otro día en una película. Encantadora. Me encantó. Estoy encantada. La extrema seducción de la libertad.Traducción literal: yo soy yo porque mi perrito me conoce.Pero fonéticamente, suena como: Ay de mí cosa más literal no mí.Yo soy Yo porque mi perrito me conoce. Tal vez. Pero sí ¡ay de mí ! porque la cosa que literalmente debo ser seguro que la conocerá mi perrito, perro guardián, perro de caza, perro rastrero.¡Ay de mí! porque me gustaría saber por qué acabo de traducir tan espontáneamente, tan sin pensar, tan naturalmente, little dog por perrito. Al diablo con lo espontáneo. Siempre pronto en apuntalar las perogrulladas. Pero-grullada. Grullo, paleto, cateto, palurdo. Grulla, persona lista, viva, astuta. Pero, pero, pero ¿qué conoce mi perrita la faldera, la que por ser pequeña puede estar en las faldas de las mujeres?Una novia es una novia es una novia.Y yo soy la novia que yo pinto en el lugar del cadáver en el cesped. El viento empuja suavemente las nubes y dobla las corolas de las amapolas. Los zapatitos de tacones se hunden en la hierba. Tacones-

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aguja, los mismos de la Sirenita. Agujas, agujetas. Equilibrio precario. Pero, lo dice la canción: Le bonheur est dans le pré Cours-y-vite, cours-y-vite Le bonheur est dans le pré Cours-y-vite, il va filer.¿Correr? Primero, muerta.Yo soy artista, artista el artista.Cuyos colores ahuyentan la muerte helada.Pintar es lo que hace falta. Pintar y pintar y pintar. Que corra el pincel, asido por mis dedos, de mi mano. De la paleta al lienzo, del lienzo a la paleta. Que chorreen los tubos, rojo, azul, amarillo, yo pinto y pinto y pinto. Va desapareciendo la nube de gasa. Desapareció: ya es hierba y amapolas. Ahora, el pincel ataca el jubón, la falda, las mangas; blondas, encajes, plisados inmaculados son recubiertos por los rosados, beige, crema, castaño, marrones, rojos de sus hombros, de mis muslos, del vientre, de nuestros pechos...Una pincelada más y los labios se entornan, otra, las aletas de la nariz palpitan, otra más, las cejas se repueblan, otra más, la barbilla sonríe, el último toque, y la vista se levanta, directa, sin remilgos, nos miramos a los ojos, ambas miramos de frente a quien nos mira, y no somos más Fedra sino Olimpia, Olimpia la escandalosa, Olimpia de los ojos abiertos, Olimpia de la cabeza erguida, Olimpia de la sonrisa burlona, Olimpia de la malicia tranquila, Olimpia, así cuestione el principio mismo del desnudo, espléndidamente desnuda sobre la hierba, sin pudor y sin ostentación, sin velos y sin celadores.Yo que soy la pintora que pinta a la novia que soy yo, nos pinto en el lugar de Olimpia. Cómo no.

Telón

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