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Las Cruzadas Vistas Por Los c3a1rabes Por Amin Maalouf

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    Amin

    Maalouf

    Las cruzadas vistas por los rabes

    TITULO ORIGINAL: Les croisades vues par les Arabes

    Traductoras: Mara Teresa Gallego y Mara Isabel Reverte

    Primera edicin en Libros Singulares: 1989 Sptima reimpresin: 1996 Primera edicin en El libro de bolsillo: 1996 Primera r1997

    Primera edicin en rea de conocimiento: Humanidades: 1998 Sexta reimpresin: 2003

    Primera edicin en Biblioteca de autor: 2003 Quinta reimpresin: 2009

    Diseo de cubierta: Alianza Editorial

    Ilustracin: Ricardo Corazn de Len camino de Jerusalem,de James William Glass (182557). Coleccin particular,

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    UK/Bridgeman Art Library

    Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra est protegido por la Ley, que establece penas de prisin y/o multas, adecorrespondientes indemnizaciones por daos y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren pblictodo o en parte, una obra literaria, artstica o cientfica, o su transformacin, interpretacin o ejecucin artstica fijada en cualquier tipoo comunicada a travs de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacin.

    Jean Claude Latts, 1983

    Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1989, 1990, 1991, 1992, 1993, 1995, 1996, 1997, 1998, 1999, 2000, 2001, 2002, 22005,2006,2007,2009 Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15, 28027 Madrid; telf. 91 393 888

    www.alianzaeditorial.es

    ISBN: 978-84-206-5686-1 Depsito legal: M. 55.420-2008 Impreso en Fernndez Ciudad, S. L. Printed in Spain SI QUIEREINFORMACIN PERIDICA SOBRE LAS NOVEDADES DE ALIANZA EDITORIAL, ENVE UN

    CORREO ELECTRNICO A LA DIRECCIN:

    [email protected]

    A Andre

    Introduccin

    Este libro parte de una idea sencilla: contar la historia de las cruzadas tal y como las vieron, vivieron y relataron en el otro campo, eslado rabe. Su contenido se basa, casi exclusivamente, en los testimonios de los historiadores y cronistas rabes de la poca.

    Estos ltimos no hablan de cruzadas, sino de guerras o de invasiones francas. La palabra que designa a los francos se transcribdiferente segn las regiones, los autores y los perodos: farany, faranyat, ifrany, infranyat... Para unificar, hemos elegido la forma ms que sigue utilizndose, de forma preferente, en la actualidad en el habla popular para nombrar a los occidentales y, ms concretamfranceses: frany.

    El deseo de no recargar el relato con las numerosas notas que se imponen bibliogrficas, histricas o de otro tipo nos ha llevadopara el final, donde aparecen agrupadas por captulos. Su lectura resultar til a quienes quieran saber ms, pero no son en moindispensables para la comprensin del relato, que pretende resultar accesible para todo el mundo. Pues, ms que un nuevo libro hemos pretendido escribir, partiendo de un punto de vista preterido hasta ahora, la autntica novela de las cruzadas, de esos dosiglos que dieron forma a Occidente y al mundo rabe, y que hoy en da siguen condicionando sus relaciones.

    Prlogo

    Prlogo

    Bagdad, agosto de 1099

    Sin turbante, con la cabeza afeitada en seal de luto, el venerable cad Abu-Saad al-Harawi entra gritando en el espacioso divn dMustazhir-billah. Lo acompaa una muchedumbre de aclitos, jvenes y viejos. stos aprueban ruidosamente cada una de susofrecen, igual que l, el provocador espectculo de una abundante barba bajo un crneo rasurado. Algunos dignatarios de la corcalmarlo, pero, apartndolos con gesto desdeoso, avanza resueltamente hacia el centro de la sala y, a continuacin, con la elocuencia de un predicador desde lo alto del plpito, sermonea a todos los presentes, sin hacer distincin de rango:

    Osis dormitar a la sombra de una placentera seguridad, en medio de una vida frvola como la flor del jardn, mientras que vuestrode Siria no tienen ms morada que las sillas de los camellos o las entraas de los buitres? Cunta sangre vertida! Cuntas hermosapor vergenza, han tenido que ocultar su dulce rostro entre las manos! Acaso los valerosos rabes se resignan a la ofensa y los ardaceptan el deshonor?

    Era un discurso que haca llorar los ojos y conmova los corazones, dirn los cronistas rabes. Toda la concurrencia se estremgemidos y lamentaciones. Pero al-Harawi no desea sus sollozos.

    La peor arma del hombre grita es verter lgrimas cuando las espadas estn atizando el fuego de la guerra.

    Si ha hecho el viaje desde Damasco hasta Bagdad, tres largas semanas de verano bajo el implacable sol del desierto sirio, no hmendigar lstima sino para avisar a las ms altas autoridades del Islam de la calamidad que acaba de abatirse sobre los creyendecirles que intervengan sin di lacin para detener la matanza. Nunca se han visto los musulmanes humillados de esta manera repit, nunca, antes de ahora, han visto sus territorios tan salvajemente asolados. Los hombres que lo acompaan han huido de lasaqueadas por el invasor; algunos de ellos cuentan entre los escasos supervivientes de Jerusaln. Los ha trado consigo para que puecon su propia voz, el drama que han vivido un mes antes.

    En efecto, el viernes 22 de shabn del ao 492 de la hgira, el 15 de julio de 1099, los frany se han apoderado de la ciudad santa tras

    de cuarenta das. Los exiliados an tiemblan cada vez que lo refieren, y la mirada se les queda fija, como si todava tuvieran ante la vguerreros rubios cubiertos de armaduras que se dispersan por las calles, con las espadas desenvainadas, degollando a hombresnios, pillando las casas y saqueando las mezquitas.

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    Cuando, dos das despus, ces la matanza, ya no quedaba ni un solo musulmn dentro de las murallas. Algunos aprovecharon la conescabullirse a travs de las puertas, que los asaltantes haban echado abajo. Los dems yacan a miles en medio de charcos de sumbral de sus casas o en las proximidades de las mezquitas. Haba entre ellos gran nmero de imanes, de ulemas y de ascetashaban abandonado sus pases para ir a vivir un piadoso retiro en esos lugares santos. A los ltimos supervivientes los obligaron a llevapeor de las tareas: llevar a cuestas los cadveres de los suyos, amontonarlos sin sepultar en terrenos baldos y quemarlos a continude que los mataran a ellos tambin o los vendieran como esclavos.

    Prlogo

    La suerte que corrieron los judos de Jerusaln fue igualmente atroz. En las primeras horas de la batalla, muchos de ellos participdefensa de su barrio, la judera, situado al norte de la ciudad. Pero cuando se desplom el lienzo de muralla que dominaba sus ccaballeros rubios empezaron a invadir las calles, los judos enloquecieron. La comunidad entera, repitiendo un gesto ancestral, se rprincipal sinagoga para orar. Los frany bloquearon las salidas y, a continuacin, apilando haces de lea todo alrededor, le prendieron fque intentaban salir los mataban en las callejas prximas. Los dems se quemaban vivos.

    Unos das despus del drama, llegaron a Damasco los primeros refugiados de Palestina, llevando con infinitas precauciones eOthman, uno de los ejemplares ms antiguos del libro sagrado. A continuacin, fueron acercndose a su vez a la metrpoli si ria los supde Jerusaln. Al divisar a lo lejos la silueta de los tres minaretes de la mezquita omeya, que se recortan por encima de las murallas desplegaron las alfombras de oracin y se prosternaron para dar gracias al Todopoderoso por haberles alargado as la vida, cuyollegado. En su calidad de gran cad de Damasco, Abu Saad al-Harawi recibi bondadosamente a los refugiados. Este magistradoafgano es la personalidad ms respetada de la ciudad; prodig consejos y reconfort a los palestinos. Segn l, un musulmn navergonzarse por haber tenido que huir de su tierra. No fue el primer refugiado del Islam el mismsimo profeta Mahoma, que tuvo quesu ciudad natal, La Meca, cuya poblacin le era hostil, para buscar refugio en Medina, donde la nueva religin tena mejor acogida?acaso desde su ciudad de exilio desde donde lanz la guerra santa, el yihad, para liberar a su patria de la idolatra? Los refugiadosdeben ser muy conscientes de que son los combatientes de la guerra santa, los muyahidin por excelencia, tan venerados en el Isemigracin del Profeta, la hgira, se eligi como punto de partida de la era musulmana.

    Para muchos creyentes, el exilio es incluso un deber imperativo en caso de ocupacin. El gran viajero Ibn Yubayr, un rabe de Evisitar Palestina casi un siglo despus del comienzo de la invasin franca, se escandalizar al ver que algunos musulmanes, subyugamor al suelo natal, se resignan a vivir en territorio ocupado. No hay dir, para un musulmn, excusa alguna ante Dios para vciudad incrdula, salvo que slo est de paso. En tierras del Islam, est al abrigo de las tribulaciones y los males a los que se ve sompases de los cristianos, como or, por ejemplo, palabras repugnantes acerca del Profeta, especialmente de boca de los ms necios, la imposibilidad de purificarse y vivir entre los cerdos y tantas cosas ilcitas. Guardaos, guardaos de penetrar en sus territorios!

    Hay que pedir a Dios perdn y misericordia por semejante falta. Uno de los horrores que llaman la atencin a cualquiera que viva en ecristianos es ver cmo van tropezando con los grilletes los prisioneros musulmanes, a quienes dedican a los trabajos duros y tresclavos, as como contemplar a las cautivas musulmanas con argollas de hierro en los pies. Se parten los corazones al verlconmiseracin no les sirve de nada.

    Aunque exageradas desde el punto de vista de la doctrina, las palabras de Ibn Yubayr son fiel reflejo de la actitud de aquellos miles de

    de Palestina y del norte de Siria concentrados en Damasco en aquel mes de julio de 1099. Pues, aunque es evidente que han abandcasas con el corazn destrozado, estn decididos a no volver a sus pases antes de la marcha definitiva del ocupante y resueltos a dconciencia de sus hermanos en todas las regiones del Islam.

    De no ser as, por qu habran venido a Bagdad conducidos por al-Harawi? No es acaso hacia el califa, el sucesor del Profeta, hdeben volverse los musulmanes en los momentos difciles? No es acaso hacia el prncipe de los creyentes hacia quien deben elamentos y quejas?

    En Bagdad, la decepcin de los refugiados va a ser proporcional a sus esperanzas. El califa al-Mustazhir-billah empieza por expprofunda simpata y su extrema compasin antes Prlogo

    de encargar a seis altos dignatarios de la corte que efecten una investigacin sobre esos enojosos acontecimientos. Es necesarioque nunca ms se volver a or hablar de esa comisin de sabios?

    El saco de Jerusaln, punto de partida de una hostilidad milenaria entre el Islam y Occidente, no provocar, en el primer momento,alguno. Habr que esperar casi medio siglo a que el Oriente rabe se movilice frente al invasor y a que la llamada al yihad lanzada poDamasco en el divn del califa se conmemore como el primer acto solemne de resistencia.

    Al comienzo de la invasin, pocos rabes valoran de entrada, como lo hace al-Harawi, la magnitud de la amenaza procedente del Oesse adaptan incluso con excesiva rapidez a la nueva situacin. La mayora se limitan a intentar sobrevivir, llenos de amargura pero

    Algunos se convierten en observadores ms o menos lcidos e intentan comprender esos acontecimientos tan imprevistos como noms interesante de ellos es el cronista de Damasco, Ibn al-Qalanisi, un joven culto procedente de una familia de notables. Temprano etiene veintitrs aos en 1096 cuando los frany llegan a Oriente y se dedica a consignar regularmente por escrito los acontecimientos denterndose. Su crnica cuenta fielmente, sin excesiva pasin, la marcha de los invasores, tal y como se la percibe desde su ciudad.

    Para l, todo empez en esos das de angustia en que llegan a Damasco los primeros rumores...

    Primera parte

    La invasin (1096-1100)

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    Mirad a los frany! Ved con qu encarnizamiento se baten

    por su religin, mientras que nosotros, los musulmanes, no mostramos ningn ardor por hacer la guerra santa.

    SALADINO

    Captulo 1

    Llegan los frany

    Aquel ao empezaron a llegar, una tras otra, informaciones sobre la aparicin de tropas de frany procedentes del mar de Mrmara en innumerable. La gente se asust. El rey Kiliy Arslan, cuyo territorio era el que ms cerca estaba de esos frany, confirm tales informaci

    El rey Kiliy Arslan de quien habla aqu Ibn al-Qalanisi no ha cumplido an los diecisiete aos cuando llegan los invasores. Este joven de ojos ligeramente rasgados es el primer dirigente musulmn en tener noticia de su llegada y ser a un tiempo el primero que lederrota y el primero que se deje derrotar por sus temibles caballeros.

    Ya en julio de 1096, Kiliy Arslan se entera de que una inmensa multitud de frany est en camino hacia Constantinopla. De entrada, peor; naturalmente no tiene idea alguna de los fines reales que persiguen esas gentes, pero, en su opinin, su llegada a Oriente no prebueno.

    El sultanato que gobierna se extiende sobre una gran parte de Asia Menor, un territorio recin arrebatado por los turcos a los griegosel padre de Kiliy Arslan, Suleimn, ha sido el primer turco que se ha apoderado de esa tierra que, muchos siglos despus, iba a llamaEn Nicea, la capital de ese joven Estado musulmn, las iglesias bizantinas siguen abundando ms que las mezquitas. Si bien la guarciudad la forman jinetes turcos, la mayora de la poblacin es griega y Kiliy Arslan no se hace prcticamente ninguna ilusin aceautnticos sentimientos de sus sbditos: para ellos, nunca dejar de ser el jefe de una tropa brbara. El nico soberano al que reconcuyo nombre repiten en voz baja en todas sus oraciones, es el basileusAlejo Comneno, emperador de los romanos. En realidad, Alej

    bien emperador de los griegos, quienes se proclaman herederos del Imperio romano, rango ste, por otra parte, que le reconocen que tanto en el siglo XI como en el XX designan a los griegos con el trmino de rum, romanos. El dominio conquistado por eKiliy Arslan a expensas del Imperio griego es llamado, incluso, el sultanato de los rum.

    En aquellos tiempos, Alejo es una de las figuras ms prestigiosas de Oriente. Este quincuagenario de menguada talla, ojos chismalicia, barba cuidada, modales elegantes, siempre cubierto de oro y ricos paos azules, tiene verdaderamente fascinado a Kiliy Arsen Constantinopla, la fabulosa Bizancio, situada a menos de tres das de marcha de Nicea. Una proximidad que provoca en el jovesentimientos contradictorios.

    Como todos los guerreros nmadas, suea con conquistas y pillajes. No le desagrada sentir las legendarias riquezas de Bizancio al almano. Pero, al mismo tiempo, se siente amenazado: sabe que Alejo no ha perdido nunca la esperanza de recuperar Nicea, no slociudad ha sido siempre griega, sino sobre todo porque la presencia de guerreros turcos a tan poca distancia de Constantinopla copeligro permanente para la seguridad del Imperio.

    Aun cuando el ejrcito bizantino, dividido desde hace aos por crisis internas, fuera capaz de lanzarse solo a una guerra de reconqignora que Alejo siempre puede pedir ayuda a extranjeros. Los bizantinos no han vacilado nunca en recurrir a los servicios deprocedentes de Occidente. Abundan los frany que visitan Oriente: mercenarios de pesadas armaduras o peregrinos rumbo a Pales1096, no les resultan en modo alguno desconocidos a los musulmanes. Unos veinte aos antes Kiliy Arslan an no haba nacidancianos emires de su ejrcito se lo han contado, uno de esos aventureros de rubios cabellos, un tal Roussel de Bailleul, que haba fundar un Estado autnomo en Asia Menor, lleg incluso a marchar hacia Constantinopla. Aterrados, los bizantinos no haban tenido mque llamar en su auxilio al padre de Kiliy Arslan, que no haba dado crdito a sus odos cuando un enviado especial del basilesuplicado que acudiera en su auxilio. Los jinetes turcos se haban dirigido entonces a Constantinopla y haban logrado derrotar a Rouque Suleimn haba recibido una generosa recompensa en oro, caballos y tierras.

    Desde entonces, los bizantinos desconfan de los frany, pero los ejrcitos imperiales, siempre faltos de soldados expertos, se ven oreclutar mercenarios; aunque no nicamente frany: bajo las banderas del imperio cristiano abundan los guerreros turcos. Precisamencongneres alistados en el ejrcito bizantino se entera Kiliy Arslan, en julio de 1096, de que miles de frany se estn acercando a ConEl cuadro que le pintan sus informadores lo deja perplejo. Esos occidentales se parecen muy poco a los mercenarios que se Naturalmente, hay entre ellos unos cuantos centenares de caballeros y un nmero importante de soldados de infantera armados, pemiles de mujeres, de nios, de ancianos harapientos: dirase una poblacin expulsada de sus tierras por algn invasor. Tambin cutodos ellos llevan, cosidas a la espalda, tiras de tela en forma de cruz.

    El joven sultn, a quien le cuesta trabajo calibrar el peligro, pide a sus agentes que doblen la vigilancia y lo tengan continuamente cuanto hagan esos nuevos invasores. Por si acaso, manda revisar las fortificaciones de su capital. Las murallas de Nicea, que tienenfarsaj (seis mil metros) de largo, estn coronadas por doscientas cuarenta torres. Al suroeste de la ciudad, las tranquilas aguas del lagconstituyen una excelente proteccin natural.

    Sin embargo, en los primeros das de agosto, se concreta la amenaza. Los frany cruzan el Bosforo, escoltados por navos bizantinosdel sol abrasador, avanzan a lo largo de la costa. Por doquier, y aunque se los haya visto saquear a su paso ms de una iglesia griegaclamar que vienen a exterminar a los musulmanes. Su jefe es, al parecer, un ermitao llamado Pedro. Los informadores calculan su unas cuantas decenas de miles, pero nadie sabe decir adonde los conducen sus pasos. Parece que el emperador Alejo ha resuelto in

    Civitot, un campamento que haba levantado con anterioridad para otros mercenarios, a menos de un da de marcha de Nicea.El palacio del sultn es un hervidero enloquecido. Mientras los jinetes turcos estn dispuestos, en todo momento, a saltar sobre sus c

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    batalla, se asiste a un continuo ir y venir de espas y de exploradores que informan de los menores movimientos de los frany. Se comtodas las maanas, estos ltimos abandonan el campamento en hordas de varios miles de individuos para ir a forrajear por los alredesaquean algunas casas de labranza e incendian otras antes de regresar a Civitot, donde sus clanes se disputan los frutos de la raznada en ello que pueda resultar realmente escandaloso para los soldados del sultn. Ni tampoco nada que pueda inquietar a su seormes, sigue la misma rutina.

    Sin embargo, un da, hacia mediados de septiembre, los frany cambian bruscamente de costumbres. Al no tener ya, sin duda, naapoderarse por los alrededores, han tomado, segn se dice, la direccin de Nicea, han cruzado varias aldeas, todas ellas cristiaechado mano de las cosechas que se acababan de entrojar en esta poca de recoleccin, matando despiadadamente a los campintentaban resistirse. Incluso han quemado vivos, al parecer, a nios de corta edad.

    Estos acontecimientos cogen desprevenido a Kiliy Arslan. Cuando le llegan las primeras noticias, los asaltantes ya estn ante los mcapital, y cuando el sol an no ha llegado a la lnea del horizonte, los ciudadanos ven elevarse el humo de los incendios. El sultn enva

    una patrulla de soldados de caballera que se enfrentan con los frany, quienes destrozan a los turcos, muy inferiores en nmero. Slo unsupervivientes regresan a Nicea cubiertos de sangre. Kiliy Arslan considera amenazado su prestigio y querra librar la batalla en el acemires de su ejrcito lo disuaden. Pronto va a caer la noche y los frany ya retroceden a toda prisa hacia su campamento. La venganzesperar.

    No por mucho tiempo. Enardecidos, segn parece, por su xito, los occidentales reinciden dos semanas despus. Esta vez, el hijo deavisado a tiempo, va siguiendo paso a paso su avance. Una tropa franca, compuesta por algunos caballeros, pero sobre todo psaqueadores andrajosos, toma el camino de Nicea; luego, rodeando la poblacin, se dirige hacia el este y se apodera por sorpfortaleza de Xerigordon.

    El joven sultn se decide. A la cabeza de sus hombres, cabalga a toda velocidad hacia la pequea plaza fuerte donde, para celebrarlos frany se estn emborrachando, incapaces de imaginar que su destino ya est sellado, ya que Xerigordon encierra una tramsoldados de Kiliy Arslan conocen muy bien, pero que estos extranjeros sin experiencia no han sabido descubrir: su aprovisionamientohalla en el exterior, bastante lejos de las murallas, y los turcos se han apresurado a cortar el acceso. Les basta con tomar posiciones e

    fortaleza y no moverse. La sed combate en lugar de ellos.

    Para los sitiados comienza un suplicio atroz: llegan a beber la sangre de sus cabalgaduras y su propia orina. Se los ve, en estos primeoctubre, mirando desesperadamente el cielo, acechando unas cuantas gotas de lluvia, en vano. Al cabo de una semana, el jefe de la un caballero llamado Reinaldo, accede a capitular si se le perdona la vida. Kiliy Arslan, que ha exigido que los frany renuncien pblicareligin, se sorprende un tanto cuando Reinaldo se dice dispuesto no slo a convertirse al Islam sino tambin a luchar junto a los turcospropios compaeros. A varios de sus amigos, que se han prestado a las mismas exigencias, los envan en cautividad hacia las ciudado al Asia Central. A los dems los pasan a cuchillo.

    El joven sultn est orgulloso de su hazaa, pero conserva la cabeza fra. Tras haber concedido a sus hombres una pausa para elreparto del botn, los vuelve a llamar al orden al da siguiente. Es cierto que los frany han perdido cerca de seis milhombres, pero los qson seis veces ms, y es una ocasin inmejorable para librarse de ellos. Para lograr sus fines, decide utilizar la astucia: enva a dos egriegos, al campamento de Civitot, para anunciar que los hombres de Reinaldo estn en excelentes condiciones, que han capoderarse de la propia Nicea, cuyas riquezas estn firmemente decididos a no dejarse disputar por sus correligionarios. Mientraejrcito turco preparar una gigantesca emboscada.

    De hecho, los rumores, cuidadosamente propalados, suscitan en el campamento de Civitot el revuelo previsto. Todos se arremolinanReinaldo y a sus hombres; ya han decidido ponerse en camino sin dilacin para participar en el saqueo de Nicea. No obstante, de rque se sepa muy bien cmo, llega un superviviente de la expedicin de Xerigordon y desvela la verdad sobre la suerte de sus compaespas de Kiliy Arslan piensan que han fracasado en su misin, puesto que los frany ms prudentes recomiendan calma. Pero, una veprimer momento de consternacin, vuelve la agitacin. La muchedumbre bulle y vocifera: quiere salir en el acto, no ya para participarsino para vengar a los mrtires. A quienes vacilan los tildan de cobardes. Por fin, los ms fanticos se salen con la suya y se fija la el da siguiente. Han ganado la partida los espas del sultn, cuya treta ha quedado descubierta pero que han logrado sus fines. Mansu seor que se prepare para el combate.

    El 21 de octubre de 1096, al alba, los occidentales salen de su campamento. Kiliy Arslan no est lejos, ha pasado la noche en prximas a Civitot y sus hombres se mantienen bien ocultos. Desde donde est, puede ver personalmente a lo lejos la columna de lo

    va levantando una nube de polvo. Varios cientos de caballeros, la mayora sin armadura, avanzan en cabeza, seguidos de una soldados de infantera en desorden. Llevan caminando menos de una hora cuando el sultn oye acercarse su clamor. El sol, despunespalda, les da de lleno en el rostro. Conteniendo la respiracin, hace seas a sus emires de que estn preparados. Llega el instantegesto apenas perceptible, unas cuantas rdenes cuchicheadas aqu y all, y ya estn los arqueros tensando lentamente los arcos.

    Bruscamente, surgen en un nico y prolongado silbido mil flechas. La mayora de los caballeros se desploman en los primeros minuquedan, a su vez, diezmados los soldados de infantera.

    Cuando se entabla la lucha cuerpo a cuerpo, los frany ya retroceden en desbandada. Quienes estaban en la retaguardia han vueltohacia el campamento donde los que no combaten se acaban de despertar. Un anciano sacerdote celebra una misa matutina, unmujeres preparan la comida. La llegada de los fugitivos con los turcos pisndoles los talones siembra el pnico. Los frany huyedirecciones, a algunos, que han intentado llegar a los bosques vecinos, los cogen en seguida. Otros, ms inspirados, se parapefortaleza abandonada que presenta la ventaja de tener el mar detrs. No queriendo correr riesgos innecesarios, el sultn renuncia a flota bizantina, avisada con toda rapidez, acude a liberarlos. De esta forma se van a salvar entre dos mil y tres mil hombres. Pedro e

    que se encuentra desde hace unos das en Constantinopla, consigue as salir con vida. Pero sus secuaces tienen menos suerte, a ms jvenes las han raptado los jinetes del sultn para repartirlas entre los emires o venderlas en los mercados de esclavos. Algunos

    jvenes corren la misma suerte. A los dems frany, sin duda ms de veinte mil, los exterminan.

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    j y

    Kiliy Arslan no cabe en s de jbilo. Acaba de aniquilar a ese ejrcito franco del que se deca que era tan temible, y las prdidas de stropas son insignificantes. Al contemplar el inmenso botn acumulado a sus pies, cree vivir su ms hermoso triunfo.

    Y, sin embargo, rara vez en la Historia habr costado tan cara una victoria a los vencedores.

    Embriagado por el xito, Kiliy Arslan no quiere enterarse de las informaciones que van llegando al invierno siguiente acerca de la nuevos grupos de frany a Constantinopla.

    Para l, e incluso para los ms prudentes de sus emires, no hay en ello motivo alguno de preocupacin. Si otros mercenarios datrevieran de nuevo a cruzar el Bosforo, los haran trizas como a los que los precedieron. En la mente del sultn ha llegado la hora de preocupaciones importantes del momento, dicho de otro modo, a la lucha sin cuartel que tiene entablada desde siempre contra loturcos, sus vecinos. Ah, y en ninguna otra parte, es donde se decidir su suerte y la de sus dominios. Los enfrentamientos con losextraos auxiliares frany no han de ser nunca ms que un intermedio.

    Nadie lo sabe mejor que el joven sultn. Acaso no fue en uno de esos interminables combates de jefes donde perdi la vida, en 108Suleimn? Kiliy Arslan apenas tena entonces siete aos, y hubiera debido suceder a su padre bajo la regencia de algunos emires fieapartaron del poder y lo condujeron a Persia con el pretexto de que su vida corra peligro. Lo adulan, lo rodean de atenciones,enjambre de esclavos atentos, pero lo vigilan estrechamente, y le prohben de forma terminante visitar su reino. Sus anfitriones, ecarceleros, no eran ni ms ni menos que los miembros de su propio clan: los selycidas.

    Si hay un nombre que nadie ignora en el siglo XI desde las inmediaciones de la China hasta el lejano pas de los frany, es se con segturcos selycidas llegaron del Asia Central, con miles de jinetes nmadas de largos cabellos trenzados y se apoderaron en unos cuantoda la regin que se extiende desde el Afganistn hasta el Mediterrneo. A partir de 1055, el califa de Bagdad, sucesor del Profeta del prestigioso imperio abasida, no es ms que una dcil marioneta entre sus manos. Desde Ispahn hasta Damasco, desde NJerusaln, sus emires dictan la ley. Por primera vez desde hace tres siglos, todo el Oriente musulmn se halla reunido bajo la autoridinasta nica que proclama su voluntad de devolverle al Islam su pasada gloria. Los rum, aplastados por los selycidas en 1071, jam

    a levantar cabeza. Asia Menor, la mayor de sus provincias, est invadida; su propia capital ya no goza de seguridad; sus emperadorellos el propio Alejo, no dejan de mandar delegaciones al papa de Roma, jefe supremo de Occidente, suplicndole que haga un llamaguerra santa contra este resurgir del Islam.

    Kiliy Arslan est muy orgulloso de pertenecer a una familia tan prestigiosa, pero tampoco se hace ilusiones sobre la aparente unidadturco. Entre primos selycidas no existe solidaridad alguna: hay que matar para sobrevivir. Su padre conquist Asia Menor, la extenssin ayuda de sus hermanos, y lo mat uno de sus primos por pretender extenderse hacia el sur, hacia Siria. Y mientras retenan por lIspahn a Kiliy Arslan, despedazaban el dominio paterno. Cuando, a finales de 1092, qued en libertad el adolescente gracdesavenencia entre sus carceleros, apenas tena autoridad fuera de las murallas de Nicea. Slo contaba trece aos.

    Ms adelante, fue gracias a los consejos de los emires del ejrcito como pudo, mediante la guerra, el crimen o la astucia, recuperar ula herencia paterna. Hoy puede vanagloriarse de haber pasado ms tiempo en la silla de su caballo que en su palacio. Sin embarllegan los frany, an no hay nada decidido. En Asia Menor, sus rivales siguen siendo poderosos, aun cuando, afortunadamente pprimos selycidas de Siria y de Persia estn inmersos en sus propias disputas.

    Especialmente en el este, en las desoladas elevaciones de la meseta de Anatolia, reina en estos tiempos de incertidumbre un extraoal que llaman Danishmend, el Sabio, un aventurero de origen oscuro que, al contrario de los dems emires turcos, en su mayora aconoce las ciencias ms diversas. Pronto va a convertirse en el hroe de una clebre epopeya, titulada precisamente La geDanishmend, que describe la conquista de Malatya, una ciudad armenia situada al sureste de Ankara, y cuya cada consideran los arelato como el giro decisivo de la islamizacin de la futura Turqua. En los primeros meses de 1097, cuando le anuncian a Kiliy Arslan Constantinopla de una nueva expedicin franca, ya ha comenzado la batalla de Malatya. Danishmend pone sitio a la ciudad, y el jorechaza la idea de que este rival, que aprovech la muerte de su padre para ocupar todo el nordeste de Anatolia, pueda conseguir utan prestigiosa. Decidido a impedrselo, se dirige, a la cabeza de su ejrcito, hacia las inmediaciones de Malatya e instala su campamproximidades del de Danishmend para intimidarlo. Aumenta la tensin y se multiplican las escaramuzas, cada vez ms sangrientas.

    En abril de 1097, el enfrentamiento parece inevitable. Kiliy Arslan se prepara para ste. La mayor parte de su ejrcito se halla concena los muros de Malatya cuando llega ante su tienda un jinete extenuado. Transmite, sin aliento, su mensaje: han llegado los frany; hcruzar el Bosforo, en mayor nmero que el ao anterior. Kiliy Arslan no se inmuta.

    Nada justifica tanta inquietud. Ya ha tratado con los frany, sabe a qu atenerse. Por fin, y slo para tranquilizar a los habitantes de particular a su esposa, la joven sultana, que pronto ha de dar a luz, pide a unos cuantos destacamentos de caballera que vayan aguarnicin de la capi tal. l regresar en cuanto haya acabado con Danishmend.

    Kiliy Arslan est de nuevo metido en cuerpo y alma en la batalla de Malatya cuando, en los primeros das de mayo, llega un nuevotemblando de cansancio y de miedo. Sus palabras siembran el pnico en el campamento del sultn. Los frany estn a las puertas deque estn empezando a sitiar. No son ya, como en el verano, partidas de saqueadores andrajosos, sino autnticos ejrcitos dcaballeros fuertemente pertrechados; y, esta vez, los acompaan los soldados del basileus. Kiliy Arslan intenta calmar a sus homtambin a l lo tortura la angustia. Debe abandonar Malatya a su rival para volver a Nicea?

    Est seguro de poder salvar an su capital? No va a perder acaso en los dos frentes? Tras haber consultado largamente a susemires, se les ocurre una solucin, una especie de pacto: ir a ver a Danishmend, que es hombre de honor, ponerlo al corriente de la

    conquista emprendida por los rum y sus mercenarios, as como de la amenaza que pesa sobre todos los musulmanes de Asiaproponerle que cese en las hostilidades. Antes incluso de que Danishmend conteste, el sultn ha enviado a una parte de su ejrccapital.

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    De hecho, al cabo de unos das se pacta una tregua, y Kiliy Arslan toma sin tardar el camino del oeste, pero, cuando llega a las eprximas a Nicea, el espectculo que contempla le hiela la sangre en las venas. La soberbia ciudad que le leg su padre est cercadpartes; hay una multitud de soldados atareada colocando torres mviles, catapultas y almajaneques que han de servir para el asaltemires son categricos: ya no hay nada que hacer. Hay que replegarse hacia el interior del pas antes de que sea demasiadoembargo, el joven sultn no consigue resignarse a abandonar as su capital. Insiste para intentar abrir una ltima brecha por el sur, flque los sitiadores parecen peor parapetados. La batalla comienza el 21 de mayo al alba. Kiliy Arslan se arroja con furia a la refriega, yprosigue con violencia extrema hasta la cada del da. Las prdidas son igualmente cuantiosas en ambos bandos, pero cada cual mposiciones. El sultn no insiste, ha comprendido que ya nada le permitir aflojar el cerco. Empearse en lanzar a todas sus fuerzas aque ha empezado tan mal podra prolongar el sitio unas semanas ms, e incluso unos meses ms, pero correra el riesgo de poner propia existencia del sultanato.

    Descendiente de un pueblo esencialmente nmada, Kiliy Arslan sabe que su poder procede de los varios miles de guerreros que lo obde la posesin de una ciudad, por muy atractiva que sea. Pronto elegir, adems, como nueva capital la ciudad de Konya, mucho mque sus descendientes conservarn hasta principios del siglo XIV. Nunca ms volver a ver Nicea...

    Antes de alejarse, manda un mensaje de despedida a los defensores de la ciudad para avisarlos de su dolorosa decisin y recomeacten conforme a sus intereses. El significado de estas palabras es claro, tanto para la guarnicin turca como para la poblacin que entregar la ciudad a Alejo Comneno y no a sus auxiliares francos. Se entablan, pues, negociaciones con el basileusque, a la cabtropas, ha tomado posiciones al oeste de Nicea. Los hombres del sultn intentan ganar tiempo, esperando sin duda que su seor pcon refuerzos. Pero Alejo tiene prisa: los occidentales amenaza se disponen a dar el asalto final, y entonces l no responder

    Acordndose de las actuaciones de los frany el ao anterior en los alrededores de Nicea, los negociadores sienten terror. Ya estciudad saqueada, a los hombres asesinados, a las mujeres violadas. Sin dudarlo, acceden a poner su suerte en manos del basilepersonalmente las condiciones de la rendicin.

    En la noche del 18 al 19 de junio, introducen en la ciudad por medio de barcas que cruzan en silencio el lago Ascanios a soldados bizantino, turcos en su mayora: la guarnicin capitula sin combate. Con las primeras luces del da, los pendones azules y dorados del

    flamean ya sobre las murallas. Los frany renuncian a dar el asalto. Dentro de su infortunio, Kiliy Arslan tendr as un consuelo: los digsultanato van a salvar la vida, y a la joven sultana, acompaada de su hijo recin nacido, incluso van a recibirla en Constantinopla creales, para mayor escndalo de los frany.

    La joven esposa de Kiliy Arslan es la hija de Chaka, un aventurero de talento, un emir turco celebrrimo en vsperas de la invasinhaban hecho preso los rum mientras efectuaban una razzia en Asia menor, y haba impresionado a sus carceleros por la facilidad pruebas para aprender griego, que al cabo de unos meses hablaba a la perfeccin.

    Brillante, hbil, buen conversador, haba llegado a convertirse en visitante habitual del palacio imperial, que incluso le haba concedido nobleza. Pero este pasmoso encumbramiento no le bastaba. Tena miras ms altas, mucho ms altas: quera llegar a ser emBizancio!

    A este efecto, el emir Chaka tena un plan muy coherente. As, haba ido a instalarse en el puerto de Esmirna, en el mar Egeo, dondede un armador griego, se haba construido una autntica flota de guerra que contaba con bergantines ligeros, bajeles de remos,

    birremes, trirremes; en total casi un centenar de navos. En una primera etapa, haba ocupado numerosas islas, en concreto RoSamos, y haba extendido su autoridad al conjunto de la costa egea. Habiendo conseguido as un imperio martimo, se haba pbasileus, haba organizado su palacio de Esmirna siguiendo el modelo de la corte imperial, y haba lanzado a su flota al asalto de Con

    Alejo haba tenido que hacer enormes esfuerzos para conseguir rechazar el ataque y destruir una parte de los bajeles turcos.

    En modo alguno desanimado, el padre de la futura sultana haba reanudado resueltamente la construccin de sus navos de guerrafinales de 1092, en el momento en que Kiliy Arslan volva del exilio, y Chaka se haba dicho que el joven hijo de Suleimn sera un excelcontra los rum. Le haba ofrecido la mano de su hija, pero los clculos del joven sultn eran muy distintos de los de su suegro. La coConstantinopla le pareca un proyecto absurdo; sin embargo, ninguno de sus allegados ignoraba que aspiraba a eliminar a los emiresintentaban conseguir un feudo en Asia Menor, es decir, en primer lugar, a Danishmend y a Chaka, que resultaba demasiado ambiciosoel sultn no haba dudado: unos meses antes de la llegada de los frany, haba invitado a su suegro a un banquete y, despus de embohaba apualado, segn parece, con sus propias manos. Chaka tena un hijo que sucedi a su padre en ese momento, pero que nointeligencia ni la ambicin de ste. El hermano de la sultana se haba conformado con dirigir su emirato martimo hasta ese da de1097 en que la flota de los rum haba llegado de forma inesperada a la altura de Esmirna llevando a bordo un mensajero inesperadohermana.

    sta ha tardado en comprender las razones de la solicitud del emperador hacia su persona pero, mientras la conducen hacia Esmirnen la que ha pasado su infancia, lo ve todo claro: tiene el cometido de explicarle a su hermano que Alejo ha tomado Nicea, que Kiliy Aderrotado y que un poderoso ejrcito de rum y de frany va a atacar pronto Esmirna con ayuda de una gran flota. Para salvar su vida,hijo de Chaka a conducir a su hermana hasta su esposo, que se halla en algn lugar de Anatolia.

    Como nadie rechaza la propuesta, deja de existir el emirato de Esmirna. A partir del da siguiente de la cada de Nicea, toda la cosEgeo, todas las islas, toda la parte occidental del Asia Menor quedan, pues, fuera del dominio turco; y los rum, ayudados por susfrancos, parecen decididos a ir ms all.

    Sin embargo, en su refugio de las montaas, Kiliy Arslan no depone las armas.

    Pasada la sorpresa de los primeros das, el sultn prepara activamente su respuesta. Se puso areclutar tropas, a enrolar voluproclamar el yihadapunta Ibn al-Qalanisi. El cronista de Damasco aade que Kiliy Arslan pidi a todos los turcos que acudauxilio, y fueron muchos los que contestaron a su llamada.

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    De hecho, el primer objetivo del sultn es sellar una alianza con Danishmend. Ya no basta una simple tregua; ahora es imperioso queturcas de Asia Menor se unan, como si se tratara de un solo ejrcito. Kiliy Arslan est seguro de la respuesta de su rival. Tan fervientecomo realista estratega, Danishmend se considera amenazado por el avance de los rum y de sus aliados francos. Prefiere enfrentarslas tierras de su vecino antes que en las suyas y, sin ms dilacin, llega con miles de soldados al campamento del sultn. All confratconsultan, elaboran planes. Al ver tal muchedumbre de guerreros y de caballos que cubren las colinas, los jefes recuperan la confianzal enemigo en cuanto tengan ocasin.

    Kiliy Arslan acecha su presa. Los informadores que tienen infiltrados entre los rum le han hecho llegar valiosas informacionesproclaman a voz en cuello que estn decididos a proseguir su camino ms all de Nicea y quieren llegar hasta Palestina. Hasta seitinerario: bajar hacia el sureste, en direccin a Konya, la nica ciudad importante que an est en manos del sultn. A todo lo largo dmontaosa, que van a tener que cruzar, el flanco de las tropas occidentales ser, pues, vulnerable a los ataques. Lo que hay que hacerlugar de la emboscada. Los emires, que conocen bien la regin, no vacilan. Cerca de la ciudad de Dorilea, a cuatro das de marcha deun lugar en que el camino discurre por un valle poco profundo. Si los guerreros turcos se concentran detrs de las colinas, no tendresperar.

    En los ltimos das de junio de 1097, cuando Kiliy Arslan se entera de que los occidentales, acompaados de una pequea tropa dsalido de Nicea, el disposi tivo de la emboscada ya est dispuesto. El 1 de julio al alba, se avista a los frany en el horizonte. Caballeraavanzan tranquilamente, y no parece que sospechen en absoluto lo que les espera. El sultn tema que los exploradores enemigos dsu estratagema, pero no parece que sea as. Otro motivo de satisfaccin para el monarca selycida: los frany son menos numerosos dhaba anunciado. Se habr quedado una parte en Nicea? Lo ignora. En cualquier caso, a primera vista, cuenta con superioridad numello se aade la ventaja de la sorpresa, el da debera serle propicio. Kiliy Arslan est nervioso pero no pierde la confianza; tampoco sabio Danishmend, que tiene veinte aos ms de experiencia que l.

    Cuando apenas acaba de despuntar el sol tras las colinas, se da la orden de ataque. La tctica de los guerreros turcos se ha experimnumerosas ocasiones. Lleva medio siglo garantizndoles la supremaca militar en Oriente. Su ejrcito lo constituyen casi por compligeros que manejan admirablemente el arco. stos se acercan, lanzan sobre sus enemigos una lluvia de flechas mortferas, luego

    toda velocidad para dejar el sitio a una nueva fila de asaltantes. Por lo general, unas cuantas oleadas sucesivas hacen agonizar Entonces es cuando entablan la definitiva lucha cuerpo a cuerpo.

    Pero, el da de esta batalla de Dorilea, el sultn, instalado con su estado mayor en lo alto de un promontorio, comprueba con preoculos viejos mtodos turcos han perdido su eficacia habitual. Es cierto que los frany no tienen agilidad alguna y no parecen imparesponder a los repetidos ataques, pero dominan a la perfeccin el arte de defenderse. La fuerza principal de su ejrcito reside en esaarmaduras con las que los caballeros se cubren enteramente el cuerpo, e incluso a veces el de sus cabalgaduras. Avanzan lenta y topero los hombres estn magnficamente protegidos de las flechas. Aunque aquel da, tras varias horas de combate, los arqueros turcobrado numerosas vctimas, sobre todo entre los soldados de infantera, el grueso del ejrcito franco permanece intacto. Hay quelucha cuerpo a cuerpo? Parece arriesgado: durante las numerosas escaramuzas que se han librado en torno al campo de batalla, loslas estepas no han dado en absoluto la talla frente a esas autnticas fortalezas humanas. Hay que prolongar indefinidamentehostigamiento? Ahora que el efecto de la sorpresa ha pasado, la iniciativa podra venir del campo adverso.

    Ya estn algunos emires aconsejando replegarse cuando aparece a lo lejos una nube de polvo.

    Es un nuevo ejrcito franco que se aproxima, tan numeroso como el primero. Aquellos contra quienes estn luchando desde por la mams que la vanguardia, al sultn no le queda eleccin, tiene que ordenar la retirada. Antes incluso de que haya podido hacerlo, le anest a la vista un tercer ejrcito franco detrs de las lneas turcas, sobre una colina que domina la tienda del estado mayor.

    Esta vez, Kiliy Arslan se deja dominar por el miedo. Salta sobre su caballo de batalla y galopa hacia las montaas, abandonando hastatesoro que siempre transporta consigo para pagar a sus tropas. Danishmend le sigue de cerca, as como la mayora de los emires.

    Aprovechando la nica baza que les queda, la velocidad, numerosos jinetes consiguen alejarse sin que los vencedores puedan persegla mayora de los soldados permanecen donde estn, rodeados por todas partes. Como escribir Ibn al-Qalanisi: Los frany hicierejrcito turco. Mataron, saquearon e hicieron muchos prisioneros, a los que vendieron comoesclavos.

    En su huida, Kiliy Arslan se encuentra con un grupo de jinetes que llegan de Siria para combatir a su lado. Es demasiado tarde les estos frany son demasiados y demasiado fuertes, no se los puede detener. Uniendo el gesto a la palabra, el sultn vencido desap

    inmensidad de la meseta de Anatolia. Tendr que esperar cuatro aos para vengarse.

    Slo la naturaleza parece resistir an al invasor. La aridez de los suelos, la exigidad de los senderos de montaa y el calor del caminos sin sombra retrasan algo el avance de los frany. Despus de Dorilea van a necesitar cien das para cruzar Anatolia, cuandodebido bastar un mes. Mientras tanto, las noticias del de sastre turco han dado la vuelta a Oriente. Cuando se supo este acovergonzoso para el Islam, hubo un autnticopnico apunta el cronista de Damasco. El terror y la ansiedad adquirieroproporciones.

    Circulan continuamente rumores sobre la inminente llegada de los temibles caballeros. A finales de julio corre la voz de que se estn ala aldea de al-Balana, en el extremo norte de Siria. Miles de jinetes se concentran para hacerles frente. Falsa alarma, los frany no apahorizonte. Los ms optimistas se preguntan si los invasores no habrn desandado el camino. Ibn al-Qalanisi se hace eco de ello a trade esas parbolas astrolgicas a las que tan aficionados son sus contemporneos:Aquel verano apareci uncometa por la parte dascensin dur veinte das, luego desapareci sin volverse amostrar. Pero las ilusiones se esfuman en seguida. Las informacione

    vez ms concretas. A partir de mediados de septiembre, es posible seguir el camino de los frany de aldea en aldea.El 21 de octubre de 1097, resuenan gritos desde lo alto de la alcazaba de Antioqua, la mayor ciudad de Siria. Ya llegan! Algunos c

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    abalanzan hasta las murallas, pero no ven ms que una vaga nube de polvo muy a lo lejos, al final de la llanura, cerca del lado de Anfrany estn an a un da de marcha, tal vez ms, y todo hace suponer que querrn pararse para descansar un poco tras la larga tprudencia exige, sin embargo, cerrar ya las cinco pesadas puertas de la ciudad.

    En los zocos, el clamor de la maana se ha apagado, vendedores y clientes se han quedado quietos. Hay mujeres que murmuran alguEl miedo se ha apoderado de la ciudad.

    Captulo 2

    Un maldito fabricante de corazas

    Cuando al seor de Antioqua, Yaghi Siyan, lo informaron de que se acercaban los frany, temi un movimiento de sedicin por pacristianos de la ciudad, por tanto, decidi expulsarlos.

    Ser el historiador Ibn al-Atir quien cuente los acontecimientos ms de un siglo despus del comienzo de la invasin franca, basndtestimonios dejados por los contemporneos: El primer da, Yaghi Siyan orden a los musulmanes que salieran a limpiar los fosos quciudad. Al da siguiente, para efectuar el mismo trabajo, envi slo a los cristianos. Les hizo trabajar hasta la cada de la tarde y, cuandvolver a la ciudad, se lo impidi diciendo: Antioqua es vuestra, pero tenis que dejrmela hasta que haya solucionado nuestros prolos frany. Le preguntaron: Quin proteger a nuestros hijos y a nuestras mujeres? El emir contest: Yo me ocupar de ellos lugar. Protegi efectivamente a las familias de los expulsados y no permiti que se les tocara ni un pelo de la cabeza.

    En este mes de octubre de 1097, el viejo Yaghi Siyan, servidor desde hace cuarenta aos de los sultanes selycidas, vive obsesiontraicin. Est convencido de que los ejrcitos francos que se han concentrado ante Antioqua jams podrn penetrar en la ciudad a hayan conseguido cmplices en el interior de los muros. Pues su ciudad no puede tomarse al asalto, y mucho menos sitiarse por cierto que los soldados de que dispone este emir turco de barba canosa no son ms que seis o siete mil, mientras que los frany alinetreinta mil combatientes. Pero Antioqua es una plaza fuerte prcticamente inexpugnable. Su muralla tiene dos farsaj (doce mil metrosno cuenta menos de trescientas sesenta torres edificadas a tres niveles diferentes. La muralla, slidamente construida con piedr

    ladrillo y asentada sobre cascote, trepa al este por el monte Habib-an-Nayyar, cuya cima corona con una alcazaba inexpugnable. Al oro Orontes, al que los sirios llaman al-Asi, el ro rebelde, porque a veces da la impresin de fluir en sentido contrario, desde el Mhacia el interior. Su lecho corre paralelo a los muros de Antioqua, constituyendo un obstculo natural difcil de cruzar. Al sur, las fordominan un valle, cuya pendiente es tan empinada que parece una prolongacin de la muralla. Por esto les resulta imposible a lorodear por completo la ciudad y los defensores no tienen ninguna dificultad para comunicarse con el exterior y para avituallarse.

    Las reservas de alimentos de la ciudad son tanto ms abundantes cuanto que la muralla encierra, adems de los edificios y los jardcampos cultivados. Antes del Fath, la conquista musulmana, Antioqua era una metrpoli romana de doscientos mil habitantes; entiene cuarenta mil, y varios barrios, antao poblados, se han convertido en campos de labor y en huertos. Aunque haya perdido ppasado esplendor, sigue siendo una ciudad que impresiona. Todos los viajeros aunque vengan de Bagdad o de Constantinopladeslumbrados a la primera mirada por el espectculo de esta ciudad, que se extiende hasta donde abarca la vista, con sus miniglesias, sus zocos de soportales, sus lujosas villas incrustadas en las pendientes arboladas que suben hasta la alcazaba.

    Yaghi Siyan no tiene inquietud alguna en lo que respecta a la solidez de sus fortificaciones o la seguridad de su aprovisionamiento.

    sus medios de defensa corren el riesgo de convertirse en intiles si, en un punto cualquiera de la interminable muralla, los sitiadoresencontrar un cmplice para abrirles una puerta o facilitarles el acceso a una torre, como ya ha ocurrido en el pasado. De ah su dexpulsar a la mayora de sus sbditos cristianos. En Antioqua, como en otros lugares, los cristianos de Oriente griegos, armenios,

    jacobitas estn sometidos, desde la llegada de los frany, a una doble opresin: la de sus correligionarios occidentales, que sospesimpata por los sarracenos y los tratan como a sbditos de rango inferior, y la de sus compatriotas musulmanes, que a menudo ven ealiados naturales de los invasores. La frontera entre las adhesiones religiosas y nacionales es, en efecto, prcticamente inexistentevocablo, rum, designa a bizantinos y sirios de rito griego, que se dicen siempre, por otra parte, sbditos del basileus; la palabra arefiere a la vez a una iglesia y a un pueblo, y cuando un musulmn habla de la nacin, al-umma, se refiere a la comunidad de creyemente de Yaghi Siyan, la expulsin de los cristianos es menos un acto de discriminacin religiosa que una medida que afecta, enguerra, a los sbditos de una potencia enemiga, Constantinopla, a la que ha pertenecido durante mucho tiempo Antioqua y querenunciado a recuperarla.

    De todas las grandes ciudades del Asia rabe, Antioqua ha sido la ltima en caer bajo el dominio de los turcos selycidas; en 10

    dependa de Constantinopla. Trece aos despus, cuando los caballeros frany vienen a sitiarla, Yaghi Siyan, naturalmente, est conque se trata de una tentativa de restauracin de la autoridad de los rum con la complicidad de la poblacin local, de mayora cristianese peligro, el emir no siente escrpulo alguno. Expulsa, pues, a los nasara, los adeptos del Nazareno que es como se llama a lo, luego se encarga del racionamiento del trigo, del aceite y de la miel, e inspecciona a diario las fortificaciones, castigando secualquier negligencia. Bastar eso? No parece nada seguro. Pero las medidas tomadas deberan permitir resistir hasta que lleguenCundo llegarn? Quienes viven en Antioqua se hacen esta pregunta con insistencia, y Yaghi Siyan no es ms capaz de responhombre de la calle. Ya en el verano, cuando los frany todava estaban lejos, ha enviado a su hijo a visitar a los dirigentes musulmanpara avisarlos del peligro que acechaba a su ciudad. En Damasco nos informa Ibn al-Qalanisi, el hijo de Yaghi Siyan ha habladosanta. Pero, en la Siria del siglo XI, el yihad no es ms que un lema que enarbolan los prncipes en apuros. Para que un emir acceda aotro, tiene que ver en ello algn inters personal. Slo entonces se le ocurre evocar los grandes principios.

    Ahora bien, en aquel otoo de 1097, ningn dirigente, excepto el propio Yaghi Siyan, se siente directamente amenazado por la invasilos mercenarios del emperador quieren recuperar Antioqua, no hay nada anormal en ello, puesto que esa ciudad siempre ha sido biztodas maneras, piensan, los rum no irn ms all. Y que Yaghi Siyan est en un apuro no es forzosamente una desgracia para su

    Desde hace diez aos viene burlndose de ellos, sembrando la discordia, atizando las envidias. Ha de asombrarse, ahora que leolviden sus disputas para que vengan en su auxilio, de no verlos acudir?

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    Como hombre realista que es, Yaghi Siyan sabe que se harn de rogar, que lo obligarn a mendigar los socorros, que le harnastucias, sus artimaas, sus traiciones. Supone, sin embargo, que no llegarn hasta el extremo de entregarlo atado de pies y mmercenarios del basileus. Al fin y al cabo, slo ha intentado sobrevivir en medio de un avispero despiadado. En el mundo en que se mlos prncipes selycidas, las luchas sangrientas no cesan jams, y el seor de Antioqua, al igual que todos los emires de la regin, se a tomar postura. Si se encuentra en el bando perdedor, lo que le espera es la muerte o, como mnimo, la crcel y caer en desgraciasuerte de elegir el campo del ganador, saborea un tiempo su victoria, recibe como premio unas cuantas hermosas cautivas, antemetido en un nuevo conflicto en el que se juega la vida. Para durar, hay que apostar por el buen caballo y no empearse en hacerlo siemismo. Cualquier error es fatal y los emires que mueren en su cama son pocos.

    En Siria, cuando llegan los frany, la vida poltica est envenenada por la guerra de los dos hermanos, dos curiosos personajes quhaber salido directamente de la imaginacin de un cuentista popular: Ridwan, rey de Alepo, y su hermano menor Dukak, rey de Damatienen un odio tan tenaz que nada, ni siquiera una amenaza comn, puede permitirles pensar en reconciliarse. En 1097, Ridwan tiende veinte aos, pero ya est rodeado de un halo de misterio, y circulan sobre l las leyendas ms aterradoras. Bajo, delgado, de mira

    a veces temerosa, al parecer ha cado nos dice Ibn al-Qalanisi bajo la influencia de un mdico astrlogo, que pertenece a la oasesinos, una secta que acaba de crearse y que va a desempear un papel relevante a todo lo largo de la ocupacin franca. Se acu

    Alepo, no sin razn, de utilizar a esos fanticos para eliminar a sus adversarios.

    Crmenes, impiedad, brujera: Ridwan provoca la desconfianza de todos, pero es en el seno de su propia familia donde suscita el mCon ocasin de su subida al trono, en 1095, ha mandado estrangular a dos de sus hermanos menores, por miedo a que un da le dpoder; si el tercero ha salvado la vida es porque ha huido de la alcazaba de Alepo la misma noche en que las potentes manos de los eRidwan tenan que cerrarse alrededor de su garganta. Este superviviente era Dukak, que desde entonces siente por su hermano maciego. Tras la huida, se ha refugiado en Damasco, cuya guarnicin lo ha proclamado rey.

    Este joven veleidoso, influenciable, colrico, de salud frgil, vive obsesionado por la idea de que su hermano quiere asesinarlo. Cestos dos prncipes medio locos, Yaghi Siyan no tiene la tarea fcil. Su vecino inmediato es Ridwan, cuya capi tal, Alepo, una de las ciuantiguas del mundo, se encuentra a menos de tres das de Antioqua. Dos aos antes de la llegada de los frany, Yaghi Siyan le ha daden matrimonio. Pero en seguida ha comprendido que ese yerno codiciaba sus dominios y ha empezado, a su vez, a temer por su vidque a Dukak, le obsesiona la secta de los asesinos. Como el peligro comn ha unido naturalmente a ambos hombres, es haciDamasco hacia el que se vuelve en primer lugar Yaghi Siyan cuando los frany avanzan hacia Antioqua.

    Pero Dukak vacila. No es que los frany lo asusten, asegura, pero no le apetece llevar a sus ejrcitos a las cercanas de Alepo y dhermano la ocasin de tomarlo de revs. Yaghi Siyan, que sabe cun penoso resulta arrancarle una decisin a su aliado, se ha emmandarle a su hijo Shams ad-Dawla el sol del Estado, un joven brillante, fogoso, apasionado, que nunca ceja en su empeo. Ssitio sin tregua al palacio real hostigando a Dukak y a sus consejeros, usando unas veces la lisonja y otras las amenazas. Sin embdiciembre de 1097, dos meses despus del comienzo de la batalla de Antioqua, no accede el seor de Damasco, de mala gana, a camino con su ejrcito hacia el norte. Le acompaa Shams; sabe que en una semana de camino Dukak tiene tiempo de sobra de copinin. De hecho, a medida que avanza, el joven soberano se va poniendo nervioso. El 31 de diciembre, cuando el ejrcito de Damcubierto las dos terceras partes del trayecto, se encuentra con una tropa franca que ha venido a forrajear por la zona. A pesar de su cnumrica y de la relativa facilidad con que ha conseguido cercar al enemigo, Dukak renuncia a dar la orden de ataque, lo que suponfrany, por un momento desconcertados, el tiempo necesario para recobrarse y romper el cerco. Cuando el da toca a su fin, no hay ni

    vencido, pero los damascenos han perdido ms hombres que sus adversarios: Dukak no necesita ms para desanimarse y, a pesplicas desesperadas de Shams, ordena inmediatamente a sus hombres que den media vuelta.

    En Antioqua, la defeccin de Dukak provoca la mayor amargura, pero los defensores no renuncian. En estos primeros das de 10curiosamente, reina el desconcierto es en el campo de los sitiadores. Muchos espas de Yaghi Siyan han conseguido infiltrarse entre

    Algunos de estos informadores actan por odio a los rum, pero la mayora son cristianos de la ciudad que esperan atraerse de estfavores del emir. Han dejado a sus familias en Antioqua y tratan de garantizar su seguridad. Las noticias que traen son reconfortanpoblacin: mientras las provisiones de los sitiados siguen siendo abundantes, los frany padecen hambre. Se cuentan ya entre ellosmuertos y han matado a la mayora de las cabalgaduras. La expedicin que se ha enfrentado con el ejrcito de Damasco tena preccometido de encontrar algunos corderos, algunas cabras y de saquear los graneros. Al hambre se aaden otras calamidades que vacada da un poco ms la moral de los invasores. La lluvia cae sin cesar, justificando el apodo grosero de

    meona que dan los sirios a Antioqua. El campamento de los sitiadores est totalmente enfangado; adems, el suelo no deja de tgente de la regin est acostumbrada, pero a los frany los aterra; hasta la ciudad llega el gran rumor de sus oraciones, cuando se re

    invocar al cielo creyendo ser vctimas de un castigo divino. Se dice que para aplacar la clera del Altsimo han decidido expulsar a lasde su campamento, cerrar las tabernas y prohibir los juegos de dados. Las deserciones son numerosas, incluso entre los jefes.

    Evidentemente, semejantes noticias refuerzan la combatividad de los defensores, y proliferan las salidas audaces. Como dir Ibn alSiyan manifest un valor, una prudencia y unafirmeza admirable. Y, llevado por su entusiasmo, aade el historiador rabe: La mayfrany perecieron. Si hubieran seguido siendo tan numerosos como a su llegada, hubieran ocupado todos los pases del Islam! Ecmica, pero que rinde un homenaje merecido al herosmo de la guarnicin de Antioqua, que va a llevar sola, durante largos meses, einvasin.

    Los refuerzos siguen hacindose esperar. En enero de 1098, dolido por la apata de Dukak, Yaghi Siyan se ve obligado a volverse hacShams ad-Dawla es quien recibe de nuevo la penosa misin de presentar sus ms humildes excusas al rey de Alepo, de escuchar stodos sus sarcasmos y de suplicarle en nombre del Islam y de sus lazos de parentesco que se digne enviar sus tropas para salvarShams sabe muy bien que su real cuado es totalmente insensible a ese tipo de argumentos y que preferira cortarse una mano a te

    Yaghi Siyan. Pero los acontecimientos son ms apremiantes.Los frany, cuya situacin alimenticia es cada vez ms crtica, acaban de lanzar una razzia en las tierras del rey selycida, pillando y saq

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    alrededores de la propia Alepo, y Ridwan, por primera vez, siente la amenaza que pesa sobre sus dominios. Ms para defendersayudar a Antioqua, decide, pues, enviar su ejrcito contra los frany. Shams ha cumplido su cometido. Hace llegar a su padre uindicndole la fecha de la ofensiva de Alepo y pidindole que efecte una salida masiva para atrapar en una tenaza a los sitiadores.

    En Antioqua, la intervencin de Ridwan es tan inesperada que aparece como un regalo del cielo. Ser el giro crucial de esta batalla ms de cien das?

    El 9 de febrero de 1098, a primera hora de la tarde, los vigas apostados en la alcazaba comunican que se acerca el ejrcito decompone de varios miles de soldados a caballo, mientras que los frany slo pueden alinear setecientos u ochocientos, hasta tal puntestragos el hambre entre sus cabalgaduras. Los sitiados, que se mantienen en alerta continua desde hace varios das, quisieran que se entablara en el acto. Pero, como las tropas de Ridwan se han detenido y han empezado a montar las tiendas, la orden de batallahasta el da siguiente. Prosiguen los preparativos a lo largo de la noche. Cada soldado sabe ahora con exactitud dnde y cundoactuar. Yaghi Siyan confa en sus hombres que, no le cabe la menor duda, cumplirn su parte del contrato.

    Lo que todo el mundo ignora es que la batalla ya est perdida incluso antes de dar comienzo.

    Aterrado por lo que cuentan de las cualidades guerreras de los frany, Ridwan no se atreve ya a aprovecharse de su superioridad nulugar de desplegar sus tropas, lo nico que intenta es protegerlas. Y, para evitar cualquier riesgo de cerco, las acantona toda la nocestrecha franja de terreno circundada por el Orontes y el lago de Antioqua. Cuando los frany atacan al alba, los de Alepo estn como pDado lo exiguo del terreno, les es imposible hacer movimiento alguno. Las cabalgaduras se encabritan, y a los que caen los pihermanos antes de que puedan levantarse del suelo. Naturalmente, ya no se trata de aplicar las tcticas tradicionales y de lanzenemigo oleadas sucesivas de jinetes arqueros. Los hombres de Ridwan se ven forzados a una lucha cuerpo a cuerpo en la que loscubiertos de armaduras logran sin dificultad una ventaja aplastante. Es una autntica carnicera, el rey y su ejrcito, perseguidos por lopiensan ms que en huir en medio de un caos indescriptible.

    Ante los muros de Antioqua, la batalla se desarrolla de manera diferente. Desde las primeras luces del alba, los defensores han efesalida masiva que ha obligado a los sitiadores a retroceder. Los combates son encarnizados, y los soldados de Yaghi Siyan o

    excelente posicin. Algo antes de medioda, han empezado a rodear el campamento de los frany cuando llegan las noticias de la derde Alepo. Con lgrimas de sangre, el emir ordena a sus hombres que regresen a la ciudad. Apenas han acabado de replegarse cuancargados de macabros trofeos, los caballeros que han aplastado a Ridwan. Los habitantes de Antioqua no tardan en or sonoraalgunos silbidos sordos, antes de ver aterrizar, proyectadas con catapultas, las cabezas horriblemente mutiladas de los de Alepo. Unmuerte se ha apoderado de la ciudad.

    A pesar de que Yaghi Siyan prodiga a su alrededor palabras de aliento, siente por primera vez que el cerco se cierra en torno a su ciuderrota de los dos hermanos enemigos, ya no tiene nada que esperar de los prncipes de Siria. Slo le queda un recurso: el gobMosul, el poderoso emir Karbuka, que tiene el inconveniente de encontrarse a ms de dos semanas de marcha de Antioqua.

    Mosul, patria del historiador Ibn al-Atir, es la capital de la Yazira, Mesopotamia, esa frtil llanura irrigada por los dos grandes ros Tigris y el ufrates. Es un centro poltico, cultural y econmico de primer orden. Los rabes alaban su suculenta fruta, sus manzanassus uvas y sus granadas. El mundo entero asocia el nombre de Mosul con el tejido fino que exporta, la muselina. Cuando llegan los fest explotando en las tierras del emir Karbuka otra riqueza que el viajero Ibn Yubayr describir con admiracin algunos decenios demanantiales de nafta. El valioso lquido pardo, que un da ser la riqueza de esta parte del mundo, ya se muestra a los ojos de lCruzamos una localidad llamada al-Qayyara (la betunera), prxima al Tigris. A la derecha del camino que lleva a Mosul, hay una detierra, negra, como si estuviera bajo una nube. All Dios hace surgir manantiales, grandes y pequeos, que dan betn. A veces, uno detrozos, como en un hervor. Se construyen pilones en los que se recoge. En torno a estos manantiales hay un estanque negro en cuyflota una espuma negra y ligera, que se desplaza hacia los bordes y que en ellos se cuaja como betn. Este producto tiene la aparilodo muy viscoso, liso, brillante, que desprende un olor fuerte. Hemos podido observar as con nuestros propios ojos una maravillahabamos odo hablar y cuya descripcin nos haba parecido sumamente extraordinaria. No lejos de all, a orillas del Tigris, hay omanantial cuyo humo vemos de lejos. Nos explican que se le prende fuego cuando se quiere sacar el betn. La llama consume loslquidos. Se corta entonces el betn en trozos y se transporta. Es conocido en todos estos pases hasta en Siria, en Acre y en todas lacosteras. Al crea lo que quiere. Alabado sea!

    Los habitantes de Mosul atribuyen al lquido pardo virtudes curativas y vienen a sumergirse en l cuando estn enfermos. El betn ppartir del petrleo se utiliza tambin en albailera, para cimentar los ladrillos. Gracias a su impermeabilidad, sirve para enlucir las

    los baos, donde adquiere aspecto de mrmol negro pulido. Pero, como se ver, es en el mbito militar donde ms a menudo sepetrleo.

    Independientemente de estos recursos prometedores, Mosul desempea al comienzo de la invasin franca un papel estratgico esensus gobernantes han adquirido el derecho de fiscalizacin sobre los negocios de Siria, el ambicioso Karbuka tiene intencin de ejerce

    Para l, esta peticin de auxilio de Yaghi Siyan es la ocasin soada de extender su influencia.

    Sin vacilar, promete poner en pie un gran ejrcito. A partir de ese momento, Antioqua vive slo para esperar a Karbuka.

    Este hombre providencial es un antiguo esclavo, lo que, para los emires turcos, no tiene nada de degradante. En efecto, los prncipeshan adquirido la costumbre de nombrar a sus ms fieles y competentes esclavos para los puestos de responsabilidad. Los jefes del gobernadores de las ciudades son a menudo esclavos, mamelucos, y su autoridad es tal que ni siquiera tienen necesidad de queoficialmente. Antes de que concluya la ocupacin franca todo el Oriente musulmn va a estar dirigido por sultanes mamelucos. Ya e

    hombres ms influyentes de Damasco, de El Cairo y de otras metrpolis son esclavos o hijos de esclavos.Karbuka es uno de los ms poderosos. Este oficial autoritario de barba cana ostenta el ttulo turco de atabeg, literalmente padre de

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    En el imperio selycida, entre los miembros de la familia reinante, la mortalidad es muy elevada combates, crmenes, ejecucmenudo dejan herederos menores de edad. Para preservar los intereses de stos, se les nombra un tutor, que, para desempear a lael papel de padre adoptivo, se casa generalmente con la madre de su pupilo. Estos atabegs se convierten, en buena lgica, en losdetentadores del poder, que a menudo transmiten a sus propios hijos. El prncipe legtimo ya no es ms que una marioneta entre suincluso a veces un rehn; pero se respetan escrupulosamente las apariencias. De este modo, los ejrcitos estn, oficialmente, bajode nios de tres o cuatro aos que han delegado su poder en su atabeg.

    Precisamente se presencia este espectculo inslito en los ltimos das de abri l de 1098, cuando cerca de treinta mil hombres se consalida de Mosul. El firmn oficial anuncia que los valerosos combatientes emprenden el yihad contra los infieles bajo las rdenes deretoo selycida que, envuelto en paales, ha confiado el mando del ejrcito al atabeg Karbuka.

    Segn el historiador Ibn al-Atir, que estar toda la vida al servicio de los atabegs de Mosul, alos frany los invadi el pnico cuando el ejrcito de Karbuka se diriga aAntioqua, pues estaban muy debilitados y tenan escasez de provisiones. Por el contrario, los

    recobran la esperanza. Una vez ms se disponen a efectuar una salida en cuanto estn cerca las tropas musulmanas. Con la mismaYaghi Siyan, eficazmente secundado por su hijo Shams ad-Dawla, comprueba las reservas de trigo, inspecciona las fortificaciones y atropas prometindoles, con permiso de Dios, que el final se acerca.

    Pero la seguridad de que hace alarde en pblico es slo fachada. Desde hace unas semanas la situacin se ha deteriorado sensibbloqueo de la ciudad se ha vuelto mucho ms riguroso, el avituallamiento ms difcil y, lo que es an ms preocupante, las informaciodel campamento enemigo empiezan a escasear. Los frany, que aparentemente se han dado cuenta de que Yaghi Siyan se enterabadecan o hacan, han decidido tomar medidas. Los agentes del emir los han visto matar a un hombre, asarlo en un espetn y comergritando a voz en cuello que todo espa que cogieran correra la misma suerte.

    Aterrados, los informadores han huido y Yaghi Siyan ya no sabe gran cosa de los sitiadores.

    Como militar avezado, la situacin le parece sumamente inquietante.

    Lo que lo tranquiliza es saber que Karbuka est en camino. Hacia mediados de mayo debera llegar con sus decenas de miles de comEn Antioqua todo el mundo acecha ese instante; todos los das circulan rumores difundidos por ciudadanos que confunden sus desrealidad. La gente cuchichea, corre hacia las murallas, las viejas interrogan maternalmente a algunos soldados imberbes. La resiempre la misma: no, las tropas de socorro no estn a la vista, pero no pueden tardar.

    Al salir de Mosul, el gran ejrcito musulmn ofrece un espectculo deslumbrante con los innumerables destellos de sus lanzas bajo pendones negros, emblema de los abasidas y de los selycidas, que flamean en medio de un mar de jinetes todos de blanco. A pesavan a buen ritmo. A ese paso estarn en Antioqua en menos de dos semanas.

    Pero Karbuka est preocupado, poco antes de salir ha recibido noticias alarmantes. Una tropa de frany ha logrado apoderarse de ERuha de los rabes, una gran ciudad armenia situada al norte del camino que lleva de Mosul a Antioqua. Y el atabeg no puede porpensar que, cuando se acerque a la ciudad sitiada, tendr detrs a los frany de Edesa. No corre el riesgo de que le hagan una tenprimeros das de mayo rene a sus principales emires para anunciarles que ha decidido cambiar de rumbo. Se dirigir primero hacresolver en unos cuantos das el problema de Edesa y, tras ello, podr enfrentarse sin riesgo con los sitiadores de Antioqua. Algunos

    recordndole el mensaje angustiado de Yaghi Siyan, pero Karbuka los manda callar. Una vez que ha tomado una decisin es ms termua. Mientras los emires obedecen refunfuando, el ejrcito toma los senderos de montaa que llevan a Edesa.

    De hecho, la situacin de la ciudad armenia es preocupante. Las noticias proceden de los pocos musulmanes que han podido salir jefe franco llamado Balduino ha llegado en febrero a la cabeza de varios cientos de caballeros y de ms de dos mil soldados de infant

    El seor de la ciudad, Thoros, un anciano prncipe armenio, ha recurrido a l para reforzar la guarnicin de su ciudad frente a loataques de los guerreros turcos. Pero Balduino se ha negado a ser un simple mercenario, ha exigido que lo nombren heredero Thoros.

    Y ste, anciano y sin hijos, ha accedido. Segn la costumbre armenia, se ha celebrado una ceremonia oficial de adopcin. Mienestaba revestido con una tnica blanca muy amplia, Balduino, desnudo hasta la cintura, se ha metido bajo la vestidura de su padresu cuerpo al de ste. Luego le lleg el turno a la madre, es decir a la mujer de Thoros, contra la cual se apret tambin Balduino, eny la piel desnuda, ante las miradas socarronas de los asistentes que cuchicheaban que ese rito, pensado para la adopcin de los nimuy adecuado cuando el hijo era un caballero con toda la barba!

    Al imaginar la escena que acaban de contarles, los soldados del ejrcito musulmn ren a carcajadas. Pero lo que sigue del relaestremecerse: unos das despus de la ceremonia, a padre y madre los linch la muchedumbre a instigacin del hijo, que asistia su muerte, antes de proclamarse conde de Edesa y de confiar a sus compaeros francos todos los puestos importantes del egobierno.

    Viendo confirmadas sus aprensiones, Karbuka organiza el sitio de la ciudad, aunque sus emires intentan de nuevo disuadirlo. Lsoldados francos de Edesa jams se atrevern a atacar al ejrcito musulmn, que cuenta en sus filas decenas de miles de hombres; se bastan y sobran para defender la propia ciudad, y el sitio corre el riesgo de prolongarse durante meses. Entre tanto, Yaghi Siyan, aa su suerte, podra ceder a la presin de los invasores. El atabeg no quiere avenirse a razones, y hasta que no ha perdido tres semanmuros de Edesa no reconoce su error, tomando, a marchas forzadas, el camino de Antioqua.

    En la ciudad sitiada, la esperanza de los primeros das de mayo ha dado paso al ms completo desconcierto. Ni en el palacio ni entienden por qu tardan tanto las tropas de Mosul. Yaghi Siyan est desesperado.

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    La tensin ha alcanzado el paroxismo cuando el 2 de junio, poco antes de la puesta del sol, los centinelas avisan de que los frany hatodas sus fuerzas y se dirigen hacia el noreste. Emires y soldados slo hallan una explicacin: Karbuka est cerca y los sitiadoreencuentro. En unos minutos, la noticia ha corrido de boca en boca y casas y murallas estn alerta. La ciudad respira de nuevo: maanatabeg romper el cerco de la ciudad, maana mismo acabar la pesadilla. La noche est fresca y hmeda, la gente pasa las horcharlando a la puerta de las casas, con todas las luces apagadas. Por fin se duerme Antioqua, agotada pero confiada.

    Las cuatro de la maana: al sur de la ciudad, se oye el ruido sordo de una cuerda que roza contra la piedra. Un hombre se asoma dede una gran torre pentagonal y hace seas con la mano. No ha pegado ojo en toda la noche y tiene la barba revuelta. Se llama Firuz, ude corazas encargado de la defensa de las torres, dir Ibn al-Atir. Musulmn de origen armenio, Firuz ha formado parte durante muchocrculo de allegados de Yaghi Siyan, pero, ltimamente, ste lo ha acusado de hacer estraperlo y le ha impuesto una cuantBuscando venganza, Firuz se ha puesto en contacto con los sitiadores. Les ha dicho que controla el acceso a una ventana que da al vde la ciudad, y se muestra dispuesto a dejarlos entrar. Ms an, para demostrarles que no les est tendiendo una trampa, les ha enpropio hijo como rehn. Por su parte, los sitiadores le han ofrecido oro y tierras. Se ha fijado un plan: hay que actuar el 3 de junio

    vspera, para desorientar a la guarnicin, los sitiadores han fingido que se alejaban.

    Cuando se sell el pacto entre los frany y ese maldito fabricante de corazas contar Ibn al-Atir, aqullos treparon hasta la vabrieron e hicieron subir a muchos hombres con ayuda de cuerdas. Cuando fueron ms de quinientos, se pusieron a tocar la trompmientras los defensores estaban agotados por la prolongada vela. Yaghi Siyan se levant y pregunt qu ocurra. Le contestaron que elas trompetas proceda de la alcazaba, que, seguramente, haba sido tomada .

    Los ruidos proceden de la torre de las Dos Hermanas. Pero Yaghi Siyan no se toma la molestia de comprobarlo. Cree que todo esCediendo al pnico, ordena abrir una de las puertas de la ciudad y, acompaado de algunos guardias, huye. Despavorido, cabalgarhoras, incapaz de recobrarse. Tras doscientos das de resistencia, el seor de Antioqua se ha venido abajo. Al tiempo que le redebilidad, Ibn al-Atir evoca su fin con emocin.

    Se puso a llorar por haber abandonado a su familia, a sus hijos y a los musulmanes y, de dolor, cay del caballo sin conocimcompaeros intentaron volverlo a subir a la silla, pero ya no se tena en pie. Se estaba muriendo. Lo dejaron, pues, y se alejaron.

    Un leador armenio que pasaba por all lo reconoci. Le cort la cabeza y se la llev a los frany a Antioqua.

    Han entrado en la ciudad a sangre y fuego. Hombres, mujeres y nios tratan de escapar por las callejuelas embarradas, pero los caalcanzan sin dificultad y los degellan all mismo. Poco a poco, los gritos de horror de los ltimos supervivientes se van ahogando y enalzan en su lugar las voces desafinadas de algunos saqueadores francos ya borrachos.

    Se eleva el humo de las numerosas casas incendiadas. A medioda, un velo de luto envuelve la ciudad.

    En medio de esta locura sanguinaria del 3 de junio de 1098, slo un hombre ha sabido conservar la cabeza fra: es el infatigable Dawla. Nada ms entrar los invasores en la ciudad, el hijo de Yaghi Siyan se ha parapetado con un grupo de combatientes en la alcaz

    Los frany intentan en varias ocasiones expulsarlos de ella, pero los rechaza todas las veces, no sin causarles numerosas prdidasmximo jefe franco, Bohemundo, un gigante de larga cabellera rubia, resulta herido durante uno de esos ataques. Escarmentado por e

    manda un mensajero a Shams para proponerle que abandone la alcazaba a cambio de un salvoconducto. Pero el joven emir lo realtivez. Antioqua es el feudo que siempre ha pensado heredar un da: luchar hasta el ltimo aliento. No le faltan provisiones ni flechasMajestuosamente erguida en la cumbre del monte Habig-and-Nayyar, la alcazaba puede desafiar a los frany durante meses. stomiles de hombres si se empearan en escalar sus muros.

    La determinacin de los ltimos resistentes resulta rentable. Los caballeros renuncian a atacar la alcazaba, conformndose con rodecordn de seguridad. Y por los alaridos de alegra de Shams y sus compaeros se enteran, tres das despus de la cada de Antioquejrcito de Karbuka est en el horizonte. Para Shams y su puado de irreductibles, la aparicin de los soldados del Islam a caballo tieirreal. Se frotan los ojos, lloran, rezan, se abrazan. Los gritos de Allah akbar! (Dios es grande!) llegan hasta la alcazaba en mclamor ininterrumpido. Los frany se guarecen tras los muros de Antioqua; de sitiadores se han convertido en sitiados.

    Shams est contento, pero le queda un fondo de amargura. En cuanto los primeros emires de la expedicin de auxilio se han reunido reducto, los asaetea con mil preguntas. Por qu han tardado tanto en venir? Por qu han dado tiempo a que los frany ocupen asesinen a sus habitantes? No cabe en s de asombro al ver que sus interlocutores, lejos de justificar la actitud del ejrcito, acusan a todos los males; Karbuka el arrogante, el presuntuoso, el incapaz, el cobarde.

    No se trata slo de antipatas personales, sino de una autntica conspiracin cuyo instigador no es otro que el rey Dukak de Damascha unido a las tropas de Mosul nada ms entrar stas en Siria. Est claro que el ejrcito musulmn no es una fuerza homogneacoalicin de prncipes con intereses a menudo encontrados. Las ambiciones territoriales del atabeg no son un secreto para nadie, ytiene dificultad alguna en convencer a sus pares de que su autntico enemigo es el propio Karbuka. Si sale victorioso de la batallainfieles, se proclamar salvador y ninguna ciudad de Siria podr entonces escapar a su autoridad. Si, por el contrario, Karbuka sufre el peligro que se cierne sobre las ciudades sirias quedar descartado. Frente a esta amenaza, el peligro franco es un mal menor. El quieran, con ayuda de sus mercenarios, recuperar su ciudad de Antioqua no tiene nada de dramtico, dado que sigue siendo impelos frany creen sus propios Estados en Siria. Como dir Ibn al-Atir, el atabeg indispuso tanto a los musulmanes con sus pretensionedecidieron traicionarlo en el momento ms decisivo de la batalla.

    Ese soberbio ejrcito no es, pues, ms que un coloso con pies de barro que puede derrumbarse al primer papirotazo! Dispuesto a

    han decidido abandonar a Antioqua, Shams an intenta triunfar sobre todas esas mezquindades. No es momento, piensa, de arregSus esperanzas no han de durar mucho; al da siguiente de su llegada, Karbuka lo convoca para comunicarle que se le retira el malcazaba. Shams se indigna, acaso no ha combatido como un valiente? No se ha enfrentado a todos los caballeros francos? No

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    heredero del seor de Antioqua? El atabeg se niega a cualquier discusin. l es el jefe y exige obediencia.

    El hijo de Yaghi Siyan se ha convencido de que el ejrcito musulmn, a pesar de sus cuantiosas fuerzas, es incapaz de vencer. El nicque le queda es saber que en el campo enemigo la situacin no es mucho mejor. Segn Ibn al-Atir, tras haber conquistado Antioquhan estado doce das sin comer nada. Los nobles se alimentaban de sus cabalgaduras y los pobres de carroa y de hojas. Los franyotros perodos de escasez en los ltimos meses, pero entonces se saban libres de realizar razzias por los alrededores para consegprovisiones. Su nueva condicin de sitiados se lo impide, y las reservas de Yaghi Siyan, con las que contaban, estn prcticamente

    Aumenta el nmero de deserciones.

    Entre estos ejrcitos agotados, desmoralizados, que se enfrentan en junio de 1098 alrededor de Antioqua, el cielo no pareca sabinclinarse cuando un acontecimiento extraordinario vino a forzar la decisin. Los occidentales hablarn de un milagro, pero el relato quIbn al-Atir no deja ningn lugar a lo asombroso.

    Entre los frany estaba Bohemundo, el jefe de todos, pero tambin haba un fraile sumamente astuto que les asegur que en el Kusiaedificio de Antioqua, estaba enterrada una lanza del mesas, la paz sea con l. Les dijo: Si la encontris, venceris; si no, la muerte ePreviamente, haba enterrado una lanza en el suelo del Kusian y haba borrado todas las huellas. Les orden que ayunaran e hicierandurante tres das; al cuarto, los mand entrar en el edificio con sus sirvientes y obreros, que cavaron por doquier y hallaron la lanza. fraile exclam:

    Regocijaos pues la victoria es segura! El quinto da, salieron por la puerta de la ciudad en grupos pequeos de cinco o seis. Los mle dijeron a Karbuka:

    Deberamos ponernos junto a la puerta y matar a todos los que salen. Es fcil puesto que estn dispersos! Pero ste contest: Na que estn todos fuera y mataremos hasta el ltimo!

    El clculo del atabeg era menos absurdo de lo que parece. Con unas tropas tan indisciplinadas, con unos emires que estn esperandocasin para desertar, no puede prolongar el sitio. Si los frany quieren entablar la batalla, no hay que asustarlos con un ataque

    masivo, para no correr el riesgo de ver cmo vuelven a la ciudad. Lo que Karbuka no ha previsto es que su decisin de diferir la acciaprovechar inmediatamente quienes buscan su prdida. Mientras los frany prosiguen su despliegue, empiezan las deserciones emusulmn. Se acusan unos a otros de cobarda y de traicin. Sintiendo que el control de sus tropas se le va de las manos y que ssubestimado los efectivos de los sitiados, Karbuka solicita de estos ltimos una tregua, lo que acaba de desprestigiarlo a ojos de incrementa la confianza de los enemigos: los frany cargan sin contestar siquiera a su ofrecimiento, obligndolo a su vez a lanzar contoleada de jinetes arqueros. Pero Dukak y la mayora de los emires se alejan ya tranquilamente con sus tropas.

    Vindose cada vez ms aislado, el atabeg ordena una retirada general, que inmediatamente degenera en desbandada.

    As se desintegr el poderoso ejrcito musulmn sin haber dado un solo golpe con la espada o la lanza ni arrojado una solahistoriador de Mosul casi no exagera. Los propios frany teman una artimaa, pues an no haba habido un combate que justificarahuida. Por eso prefirieron renunciar a perseguir a los musulmanes! Karbuka puede as regresar a Mosul sano y salvo con lo que le qutropas. Todas sus ambiciones se han evaporado para siempre ante Antioqua; la ciudad que se haba jurado salvar la tienen ahora firmsus manos los frany. Y por muchsimo tiempo.

    Pero lo ms grave despus de este da de vergenza es que ya no hay en Siria ninguna fuerza capaz de contener el avance de los inva

    Captulo 3

    Los canbales de Maarat

    No s si es un pastizal para animales salvajes o mi casa, mi morada natal!

    Este grito de afliccin de un poeta annimo de Maarat no es una simple figura retrica.

    Desgraciadamente, tenemos que tomar sus palabras al pie de la letra y preguntarnos con l:qu monstruosidad ha ocurrido en la ciuMaarat a finales de este ao de 1098?

    Hasta la llegada de los frany, los habitantes vivan apaciblemente al abrigo de su muralla circular. Sus viedos, al igual que sus olivcampos de higueras, les procuraban una modesta prosperidad. En cuanto a los asuntos de la ciudad, los gestionaban unos honradlocales sin gran ambicin, cuyo seor nominal era Ridwan de Alepo. El orgullo de Maarat era ser la patria de una de las mayores figliteratura rabe, Abul-Ala al-Maari, fallecido en 1057. Este poeta ciego, librepensador, haba osado criticar las costumbres de su pocacaso omiso de las prohibiciones. Haca falta atrevimiento para escribir: Los habitantes de la tierra se dividen en dos,

    Los que tienen cerebro pero no religin,

    los que tienen religin pero no cerebro.

    Cuarenta aos despus de su muerte, un fanatismo llegado de lejos iba a darle aparentemente la razn al hijo de Maarat, tanto enreligiosidad como en su legendario pesimismo: El destino nos destroza como si furamos de cristal,

    Y nuestros pedazos nunca ms vuelven a unirse.

    En efecto, la ciudad quedar reducida a un montn de ruinas, y esa desconfianza, que tan a menudo haba expresado el poeta ressemejantes, encontrar en ellos su ms cruel ilustracin.

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    En los primeros meses de 1098, los habitantes de Maarat han seguido con preocupacin la batalla de Antioqua que se desarrollabade marcha al noroeste de su ciudad.

    Posteriormente, tras su victoria, los frany han realizado razzias en unas cuantas aldeas vecinas y Maarat no ha sufrido daos, pero algufamilias han preferido abandonarla para dirigirse a lugares ms seguros, Alepo, Homs o Hama. Sus temores resultan justificadosfinales de noviembre, miles de guerreros francos vienen a poner cerco a la ciudad.

    Algunos ciudadanos todava logran huir, pero la mayora quedan atrapados. Maarat no tiene ejrcito, sino una simple milicia urbana incorporan rpidamente algunos cientos de jvenes sin experiencia militar. Durante dos semanas, resisten valerosamente a locaballeros, llegando incluso a arrojar sobre los si tiadores, desde lo alto de las murallas, colmenas repletas de abejas.

    Al verlos tan tenaces contar Ibn al-Atir, los frany construyeron una torre de madera que llegaba a la altura de las murallamusulmanes, presas del pnico y desmoralizados, pensaron que podran defenderse mejor fortificndose en los edificios ms elev

    ciudad. Abandonaron, pues, los muros, desguarneciendo as los puestos que ocupaban. Otros siguieron su ejemplo y qued abandpunto de la muralla. Pronto qued toda ella sin defensores. Los frany treparon con escalas y, cuando los musulmanes los vieron en lmuralla, perdieron el valor.

    Llega la noche del 11 de diciembre; est muy oscuro y los frany an no se atreven a penetrar en la ciudad; los notables de Maarat scontacto con Bohemundo, el nuevo seor de Antioqua, que est a la cabeza de los asaltantes. El jefe franco promete a los habitantes la vida si detienen la lucha y se retiran de ciertos edificios. Aferrndose desesperadamente a su palabra, las familias se agrupan en en los stanos de la ciudad y esperan temblando durante toda la noche.

    Al alba llegan los frany: es una carnicera. Durante tres das pasaron a la gente a cuchillo,matando a ms de cien mil personas muchos prisioneros. Est claro que las cifras de Ibn al-Atir son fantasiosas, pues la poblacin de la ciudad en vsperas de suprobablemente inferior a diez mil habitantes. Pero el horror en este caso no reside tanto en el nmero de vctimas como en la inconcebible que les estaba reservada.

    En Maarat, los nuestros cocan a paganos adultos en las cazuelas, ensartaban a los nios enespetones y se los coman asconfesin del cronista franco Ral de Caen no la leer