Las elecciones presidenciales y parlamentarias chilenas 2009-2010: entre la sorpresa electoral y los desafíos políticos – María de los Ángeles Fernández Ramil y Fernando Rubilar

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    LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES Y PARLAMENTARIASCHILENAS 2009-2010: ENTRE LA SORPRESA ELECTORAL YLOS DESAFOS POLTICOS

    por Mara de los ngeles Fernndez Ramil*y Fernando Rubilar Leal**

    I. Introduccin

    Las elecciones presidenciales chilenas de 2009-2010, tanto en su pri-mera vuelta (13 de diciembre de 2009) como en la segunda (17 de enero de2010), supusieron para muchos un cambio sustantivo del panorama polti-co chileno por varias razones. La primera es que la Concertacin de Partidospor la Democracia1, coalicin de centro-izquierda que vena gobernando el

    pas desde el retorno a la democracia durante cuatro gobiernos consecutivos,dej de dirigir el ejecutivo por primera vez. As, la derecha, encabezada por elmultimillonario Sebastin Piera, perteneciente al partido Renovacin Na-cional (RN), uno de los dos partidos fuertes de la coalicin2que le sirvi de

    * Cientista poltica de la Universidad Central de Venezuela, Magister en Ciencia Polticade la Pontifica Universidad Catlica de Chile y estudios de Doctorado en ProcesosPolticos Contemporneos de la Universidad de Santiago de Compostela (Espaa). Esdirectora ejecutiva de la Fundacin Chile 21. Fue presidenta de la Asociacin Chilena

    de Ciencia Poltica (2000-2002) e integr el Grupo de Trabajo para la Reforma Elec-toral (Comisin Boeninger) en el ao 2006. E-mail: [email protected].** Cientista Poltico de la Universidad Diego Portales, con Mster en Anlisis Poltico en la

    Universidad Complutense de Madrid. Investigador asociado del Observatorio Electo-ral de la Universidad Diego Portales (UDP), de la Fundacin Chile 21 y del Centro deEstudios de la Realidad Contempornea (CERC). E-mail: [email protected].

    1 La Concertacin de Partidos por la Democracia estaba compuesta por los partidosSocialista (PS), por la Democracia (PPD), Radical-Socialdemcrata (PRSD) y la Demo-cracia Cristiana (DC).

    2 Llamada Coalicin por el Cambio, estaba integrada por dos grandes partidos, Renova-

    cin Nacional (RN) y la Unin Demcrata Independiente (UDI) y dos formacionesmenores, el Partido Regionalista Independiente (PRI) y Chile Primero.

    POSTData19, N1,Abril-Septiembre/2014,ISSN 1515-209X,(pgs. 11-44)

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    sustento, volvi a la cabeza del gobierno despus de 52 aos ausente en elpoder. Este no es un dato menor, ya que la derecha chilena bati un recordal ser elegida con el 51,6% de los votos, mientras que en su anterior victoria

    solo result electa con el 31% de los votos, cuando Jorge Alessandri era sucandidato (Lagos 2010). Con la llegada de la derecha a la presidencia por3,2% de diferencia, no solamente se concret en Chile el principio de laalternancia, sino que algunos llegaron a sealar que su eleccin vendra amarcar el fin de la transicin chilena (Lagos 2010).

    Por otra parte, se destac que la segunda vuelta fue la eleccin presi-dencial en donde vot vlidamente la menor cantidad de ciudadanos desde1988, momento en que comenz a funcionar el nuevo padrn electoral (La-

    gos 2010, Morales y Navia 2010)3. Este fue un hecho significativo que pusoal sistema poltico chileno en entredicho. En cierta forma, las elecciones sehan venido realizando cada vez con un porcentaje menor de participacin, loque afecta directamente a la legitimidad que la ciudadana le confiere alsistema. En el fondo, y tal como lo sostiene Lagos (2010), los presidentes seeligen con menor votacin, algo contradictorio con la idea de participacin eimportancia que se le ha conferido al voto en las democracias contempor-neas. Para dicha autora, el verdadero mandato para el entonces nuevo presi-

    dente, distinto al que pareca evidente por sus promesas de campaa explci-tas centradas en crecimiento econmico y seguridad ciudadana, sera cam-biar la poltica para que los ciudadanos se involucren.

    Asimismo, algunos autores, como Morales y Navia (2010), sealaronque dichas elecciones estaban llamadas a pasar a la historia, independiente-mente de su resultado, argumentando que quien resultara electo presidentedebera encabezar los actos del Bicentenario de Chile, en septiembre de2010 y, por otro lado, marcaban el fin del perodo presidencial de la primera

    mujer en llegar a la presidencia, Michelle Bachelet. Ms all de los resulta-dos electorales concretos, la eleccin contena importantes componentes sim-blicos.

    Sin embargo, a pesar de todas las expectativas generadas con el cam-bio de gobierno, los hechos desdibujaran el panorama provocado por laeuforia en torno a la eleccin de Sebastin Piera y mostraran que los cam-

    3 No obstante, las ltimas elecciones llevadas a cabo en Chile (2013) evidenciaron una

    participacin an mayor respecto a las de 2009-2010, con casi un 50% de participa-cin solamente.

    Mara de los ngeles Fernndez Ramil y Fernando Rubilar Leal

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    bios polticos y sociales no iban a ir de la mano con el nuevo gobierno, peroque tampoco significaran un potenciamiento de las bases de apoyo de laderecha; ms bien, el nuevo perodo que se presentaba estara lleno de

    movilizaciones sociales que dejaran en entredicho al sistema, no slo desdela perspectiva del descrdito creciente de las instituciones polticas sino quetambin marcara una lgica de mayor participacin en movilizaciones decarcter social y poltico desde los mrgenes de la poltica oficial. De estamanera, los sorprendentes resultados observados en las elecciones de 2009-2010 no seran ms que sntomas que forman parte de un proceso que sevena dando con anterioridad. La culminacin de este proceso no se detuvocon las elecciones de 2009-2010, ya que tambin se observ en las ltimas

    elecciones parlamentarias y presidenciales de 2013, donde la Concertacinvuelve al poder con una amplia victoria de Michelle Bachelet sobre EvelynMatthei, candidata presidencial de la coalicin de derecha4.

    Por esta razn, las elecciones presidenciales y parlamentarias de 2009-2010 no fueron tan sorprendentes ni tan rupturistas con las tendenciasque se venan dando en el pas. A pesar del cambio observado en la coalicingobernante, existan elementos previos que daban cuenta de un proceso dedesafeccin, descontento y fatiga que se vena arrastrando en el pas, los

    cuales la clase poltica pas por alto. Sostenemos que, para entender los re-sultados de las elecciones de 2009-2010, es necesario revisar el proceso elec-toral previo que vivi Chile y que permite explicar el impacto que tuvo lavictoria de Sebastin Piera en las elecciones presidenciales, as como la de-rrota sufrida por la Concertacin. La primera parte da cuenta de cmo sehan desarrollado las elecciones presidenciales y parlamentarias en Chile des-de el retorno a la democracia. Para esto, se subraya la alta estabilidad lograda

    4 La Concertacin se present a dichas elecciones bajo el nombre de Nueva Mayora,integrada por los partidos Socialista (PS), Demcrata Cristiano (PDC), Partido por laDemocracia (PPD), Partido Radical Socialdemcrata (PRSD), Partido Comunista (PC),y las facciones Izquierda Ciudadana (IC) y el Movimiento Amplio Social (MAS). Por suparte, la derecha se present como Alianza, formada principalmente por la UninDemcrata Independiente (UDI) y Renovacin Nacional (RN). En las eleccionespresidenciales de 2013, Michelle Bachelet fue electa presidenta en segunda vuelta conun 62,16% de los votos, frente a un 37,83% de los votos de su Evelyn Matthei,candidata de la Alianza. En las elecciones parlamentarias, la Nueva Mayora obtuvo

    alrededor del 58% de los votos, mientras que la Alianza alcanz cerca del 41%, deacuerdo a los datos provisionales entregados por el Servicio Electoral (SERVEL).

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    por la Concertacin durante la dcada del noventa y las tensiones electoralesque se comienzan a vivir desde la eleccin presidencial de 1999 donde, porprimera vez, la Concertacin se ve forzada a competir en una segunda vuelta

    electoral. Un llamado de atencin previo lo tuvo la otrora coalicin gober-nante en las elecciones parlamentarias de 1997, donde la Concertacin per-di cerca de un milln de votos. En segundo lugar, se contextualiza el mo-mento electoral de 2009 y se dan a conocer algunos hechos relevantes quefinalmente desencadenaron la primera derrota presidencial de la Concertacin.La tercera parte evala los principales efectos que tuvieron las eleccionesparlamentarias y presidenciales en el sistema poltico, sealando elrealineamiento de las fuerzas electorales, as como los problemas de partici-

    pacin y la deslegitimizacin progresiva del sistema poltico como un todo,que ya se vena arrastrando desde hace ms de una dcada. Finalmente, serealiza un breve anlisis de lo que fue el gobierno de Sebastin Piera. Eneste documento no se aspira a establecer una explicacin nica respecto alresultado de las elecciones 2009-2010 sino ms a bien mostrar una serie deprocesos, ya sean de corto plazo como de largo plazo, que desencadenarondicho momento poltico y social en Chile, momento que no se limit a ladebacle electoral, sino que tambin a una profunda ola de manifestaciones,

    rechazo a las instituciones y ms sorpresas electorales por venir.

    II. Elecciones presidencialesy parlamentarias en Chile desde 19905

    Desde el retorno a la democracia, en 1990, se han desarrollado cincoelecciones presidenciales en Chile, de las cuales en tres ocasiones se tuvo que

    recurrir al mecanismo de segunda vuelta electoral, tambin conocido comoballotage, al no alcanzar ningn competidor el 50% + 1 de los votos en laprimera ronda. La Concertacin result ganadora en cuatro elecciones presi-denciales consecutivas, transformndose de esta manera en la coalicin pol-tica ms exitosa del pas y una de las ms exitosas a nivel latinoamericano6.

    5 Para el objeto de este trabajo, slo consideramos la historia electoral hasta las elecciones2009-2010.

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    La nica excepcin corresponde a Arena de El Salvador, alianza que estuvo dirigiendoel poder durante 20 aos.

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    Tanto en la presidencial de 19897como en la de 1993, la Concertacinlogr una amplia victoria sobre la coalicin de derecha. En ambas elecciones,los competidores de la Concertacin pertenecieron al PDC (Partido Dem-

    crata Cristiano), uno de los partidos que jug un rol clave en la transicindemocrtica que vivi Chile a comienzos de los aos 90. Patricio Aylwin,candidato en la presidencial de 1989, obtuvo un 55,2% de los votos, contraun 29,4% del candidato de derecha Hernn Bchi (quien fue ministro delrgimen militar) y un 15,4% del empresario y candidato independienteFrancisco Errzuriz. De esta manera, Aylwin se convierte en el primer presi-dente de la redemocratizacin en Chile. A pesar de los problemas inherentesa un proceso de transicin de un rgimen autoritario a uno democrtico, el

    gobierno de Aylwin introdujo un conjunto de reformas que permitierondemocratizar las instituciones e impulsar polticas de crecimiento econmi-co y diversas iniciativas con el fin de reducir los niveles de pobreza, que eransumamente altos y fueron heredados de la dictadura (Navia 2006).

    El exitoso proceso de transicin llevado a cabo por la Concertacinen los primeros aos de democracia, acompaado de un desarrollo econmi-co beneficioso para el pas, garantiz una amplia victoria de la coalicin enlas contiendas presidencial y parlamentaria de 1993. Para la eleccin presi-

    dencial de dicho ao se presentaron seis candidatos. El candidato oficialistafue Eduardo Frei Ruiz-Tagle, hijo de Eduardo Frei Montalva, presidente deChile en el perodo 1964-1970 y uno de los fundadores del Partido Dem-crata Cristiano. Por otra parte, el principal candidato de la oposicin fue

    Arturo Alessandri Besa, nieto de Arturo Alessandri Palma (Presidente deChile entre 1920 y 1925 y entre los aos 1932 y 1938), y sobrino de Jorge

    Alessandri Rodrguez (Presidente de Chile entre los aos 1958 y 1964),quien adems fue el ltimo presidente de derecha en el pas hasta la llegada

    de Sebastin Piera. Para convertirse en candidato presidencial, Frei derrota Ricardo Lagos en unas elecciones primarias. Luego de ello, se impuso en laeleccin presidencial con un 58% de los votos, el resultado ms alto alcanza-do por la Concertacin en unas elecciones presidenciales y el resultado msalto logrado por una persona en la historia de las elecciones presidenciales enChile (Navia 2006). En el gobierno de Eduardo Frei, Chile experiment laprimera recesin econmica desde la dictadura. No obstante, su gobiernologr profundizar la democracia y un desarrollo econmico importante, a

    7 La primera eleccin presidencial celebrada en democracia.

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    pesar del escenario adverso, que se observa en una cada sustantiva de lapobreza a fines de su administracin y un crecimiento econmico quepromedi un 5,5% (Navia 2006, Madrid y Navia 2010).

    Para las presidenciales de 1999, la Concertacin, con Ricardo Lagosde candidato, se ve forzada por primera vez a competir en una segundavuelta electoral. En la primera vuelta, Lagos se impuso sobre el candidatoUDI, Joaqun Lavn, por apenas un 0,5% de los votos, no logrando obteneras el 50% + 1 de la votacin. Por lo tanto, sta viene a ser la primera eleccinrealmente competitiva para la Concertacin, as como la primera eleccinque pone en parntesis su continuidad. La irrupcin de Joaqun Lavn en laarena fue, sin lugar a dudas, un elemento fundamental para explicar este

    nuevo escenario de competencia electoral. Sin embargo, y tal como hansostenido algunos autores (Huneeus 1998, Morales y Navia 2010), desdelas parlamentarias de 1997 que se comienzan a dar los primeros signos demalestar por parte del electorado con la Concertacin. De hecho, para lasparlamentarias de 1997, la Concertacin perdi cerca de un milln de votosen comparacin a las parlamentarias del ao 1993. A su vez, hubo un 17,8%de votos nulos y blancos, mientras que en 1993 stos alcanzaron slo un8,8%. A todo esto se suman altas tasas de abstencin y no inscripcin en los

    registros electorales (Huneeus 1999). Estos resultados dan cuenta de unproceso de desencanto que comenz a hacerse ms patente en Chile y quetuvo su expresin, adems, en una serie de publicaciones acadmicas o librosque se convirtieron en verdaderos best-sellers, que daban cuenta de los pro-blemas que enfrentaba la transicin democrtica en el pas, donde la calidadde la poltica y la democracia pasaron a ser problemticas fundamentales deesta segunda fase de la transicin (ver Moulin 1997, Jocelyn- Holt 1998,Huneeus 1999, Menndez- Carrin y Joignant 1999).

    Asimismo, Ricardo Lagos enfrent la eleccin cuando el presidentesaliente, Eduardo Frei, tena apenas un 28% de aprobacin segn la encues-ta del Centro de Estudios Pblicos (CEP), la aprobacin ms baja de unpresidente desde el retorno a la democracia en esos momentos. Como semencion, los ltimos aos de Frei atravesaron un fuerte perodo de crisiseconmica por el impacto de la crisis asitica, que afectaron el desempeode la economa (Madrid y Navia 2010). Por lo tanto, en este escenario alta-mente competitivo, el candidato de derecha bien pudiera haberse visto be-

    neficiado por este contexto desfavorable para el oficialismo. Joaqun Lavnsupo aprovechar este difcil contexto socioeconmico que enfrentaba el pas

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    y lo utiliz a su favor con un discurso tendiente a la renovacin de la poltica(con un eslogan titulado vientos de cambio) y un nfasis en los problemasconcretos de las personas. No obstante, para la segunda vuelta electoral,

    Ricardo Lagos pudo imponerse al candidato derechista con un 51,3% ver-sus un 48,7%. Esta eleccin supuso un hito por dos factores ms: por unlado, represent la primera ruptura de los alineamientos heredados del rgi-men militar (dictadura-democracia) dado que un candidato de derecha lo-graba penetrar en grupos de votantes de sectores populares, particularmentemujeres y, por otro, fue la primera eleccin presidencial con uso intensivode tcnicas de mercadotecnia electoral (Araya 2005: 205). Igualmente,como en la anterior eleccin de 1993, el candidato concertacionista Ricardo

    Lagos emergi de primarias, en las que se enfrent al demcratacristianoAndrs Zaldvar. De hecho, es la Concertacin de Partidos por la Democra-cia la nica de las coaliciones en Chile que, desde 1990, ha realizado prima-rias presidenciales para elegir a su abanderado: en 1993, 1999 y 2009.

    El estrecho resultado alcanzado por Lagos en las presidenciales de1999 gener una fuerte idea de que la Concertacin podra entrar en unciclo de agotamiento que terminara con el traspaso del mando hacia la dere-cha en unas futuras elecciones (Navia 2006). Adems, Ricardo Lagos fue el

    primer presidente socialista electo democrticamente despus de SalvadorAllende, lo que reforz an ms este escenario de incertidumbre respecto alfuturo de la coalicin gobernante.

    El desempeo de Lagos en el gobierno contradijo rotundamente estatesis. De hecho, su gobierno fue, de acuerdo a Navia (2006: 3), fiscalmenteconservador, comercialmente integrador al mundo, tecnolgicamente avan-zado, cultural y socialmente progresista, y polticamente de izquierda. Estose observa en los sucesivos intentos por reducir la pobreza y generar mayor

    igualdad (como lo vena prometiendo desde que era candidato), as comodiversas iniciativas emblemticas tales como la reforma judicial, una reformaa la salud que garantizaba el acceso universal a prestaciones de servicios, lalegalizacin del divorcio y la firma de un tratado de libre comercio conEstados Unidos, el cual implic un alejamiento con los pases de AmricaLatina, entre otros. Todos estos aspectos hicieron que la imagen de Lagoscomenzara a verse beneficiada en diversas encuestas de opinin pblica y sugestin calificada como una de las mejores desde el retorno a la democracia.

    Esto tambin se puede explicar por cuestiones polticas, como la postura queadopt frente a la guerra de Irak al no apoyar la declaracin de guerra por

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    parte de Estados Unidos (Huneeus y Rubilar 2011), as como por ser unpresidente altamente interesado en proyectar su gestin como un legadopara el Bicentenario y generar una imagen como un lder slido del pas

    (Morales y Saldaa 2008). A su vez, Lagos fue un presidente que se preocu-p por la continuidad de la Concertacin, buscando generar los liderazgos yla competencia desde el interior de su gabinete. De hecho, de ste emergieroncomo sus posibles sucesoras dos mujeres: Soledad Alvear, primera mujer enocupar un cargo ministerial en 1990 y que haba sido su Ministra de Rela-ciones Exteriores y Michelle Bachelet, su Ministra, primero de Salud y lue-go, de Defensa. El ascenso de sta ltima como una figura presidenciable seexplica en gran medida por los intentos de Lagos por generar una continui-

    dad a la coalicin de gobierno (Huneeus y Rubilar 2011), haciendo uso desu alta popularidad y ejerciendo un liderazgo sobre los partidos oficialistas.Para las presidenciales de 2005, por primera vez los votos de la Alian-

    za superan a los de la Concertacin. Si bien la Alianza compiti con doscandidatos presidenciales, Joaqun Lavn (UDI) y Sebastin Piera (RN),ambos sumaron el 48,4% de los votos, mientras que Michelle Bachelet, lacandidata de la Concertacin, logr un 45,96% de los votos vlidamenteemitidos. Nuevamente, la Concertacin se vio forzada a competir en una

    segunda vuelta y con un escenario improbable. No obstante, los roces que seprodujeron en el interior de Alianza, ya que Sebastin Piera pas a segundavuelta, algo que fue visto por los electores UDI como una traicin debido aque ellos venan proyectando la imagen de Lavn desde las presidenciales de1999, gener una divisin en la coalicin opositora que termin garantizan-do un cuarto triunfo del oficialismo. En segunda vuelta, Michelle Bacheletlogr un 53,5% y se impuso sobre Sebastin Piera, quien obtuvo un sus-tantivo 48,7% de las preferencias. Esta alta votacin lograda por Piera lla-

    m la atencin, ya que l se haba puesto a competir recin en el ltimo aoelectoral, dejando fuera de competencia a Joaqun Lavn, que vena conproyecciones desde las elecciones de 1999. Por otra parte, se ha argumenta-do que la condicin de mujer de Michelle Bachelet gener una mayor soli-daridad de gnero entre las mujeres que votaron, lo que finalmente terminincidiendo en su eleccin como la primera mujer Presidenta de Chile (Iz-quierdo y Navia 2007, Morales 2008). Un factor adicional fue la decisin depolitizar la campaa, en contra el enfoque ciudadano que se le dio en

    primera vuelta. La decisin de plantearla en el marco de la disputa entre lasdos coaliciones refuerza la idea de que el eje autoritarismo-democracia que

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    se instal en Chile a partir del 1988 sigue vigente, entregndole dividendospolticos a la Concertacin (Gamboa y Segovia 2006: 111). Finalmente, sedebe resaltar el factor del voto comunista. Tanto para la victoria de Lagos

    como para la de Bachelet, el voto comunista jug un rol relevante en asegu-rar un porcentaje necesario para que la Concertacin lograra la presidenciaen segunda vuelta. Por ejemplo, para la segunda vuelta de 2007, el 88% delos comunistas seal haber votado por Michelle Bachelet8.

    III. 2009: un escenario electoral empinado

    La Concertacin, las primariasy la irrupcin de otras candidaturas

    Era inevitable una derrota para la Concertacin de partidos por laDemocracia? La coalicin de centro-izquierda haba gobernado exitosamenteel pas por veinte aos. Aunque se evidenciaban signos de desgaste y pese aque la derecha haba dado seales, en elecciones previas, de erosionar supoder electoral a nivel parlamentario y municipal, el resultado adverso po-

    dra haberse evitado. La sangra electoral y los problemas sociales ya eranevidentes desde 1997. Segn Lagos (2010), la Concertacin pierde 363mil votos respecto de la eleccin de Michelle Bachelet y la derecha gana 87mil votos respecto de la primera vuelta de Joaqun Lavin en 1999, que es laeleccin en que la derecha haba obtenido ms votos hasta el domingo 17 deenero de 2010, cuando Piera gana con 2.582.000 votos, la mayor cantidadde sufragios recibidos por la derecha hasta hoy. Ello ha llevado a algunos aafirmar que no gan la derecha, sino que perdi la Concertacin.

    Para Morales y Navia (2010), la Concertacin tena todas las chancesde asegurar un quinto mandato en la eleccin presidencial de 2009. Estodebido a que las explicaciones de largo, mediano y corto plazo tendan a unacontinuidad de la coalicin centroziquierdista. Es decir, histricamente, Chileha sido un pas mayormente inclinado a votar por candidatos de lacentroizquierda (factor de largo plazo). Igualmente, la coyuntura histricaautoritarismo-democracia, que se inici con el plebiscito de 1988, favorecasustantivamente a la Concertacin (factor de mediano plazo). Finalmente, la

    8 Ver Encuesta UDP 2006.

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    alta popularidad de Michelle Bachelet y el buen manejo econmico de sugobierno auguraban una continuidad de la coalicin al mando del pas (fac-tores de corto plazo). Con base en esto, era mucho ms probable un quinto

    gobierno de la Concertacin que un viraje en la coalicin gobernante. Apesar de que Piera estaba bien posicionado en las encuestas, esto tampocoera garanta de que pudiera ganar, tal como lo mostr el caso de Lavn paralas presidenciales de 2005, por lo que ese no era un factor relevante al mo-mento de explicar un posible triunfo de la derecha. La expectativa de triunfose vea reforzada porque las variables ms robustas para explicar la intencinde voto, en las elecciones de 1999 y 2005, fueron la aprobacin presiden-cial, las evaluaciones sobre el estado de la economa y el autoposicionamiento

    de los encuestados en el eje ideolgico izquierda-derecha (Briceo, Moralesy Navia 2009: 17-18). En sntesis, el resultado era evitable por cuanto, unao antes de la eleccin, la Concertacin apareca como gran favorita paraganar las elecciones (Morales y Navia 2010: 20).

    No obstante, durante el ao 2008 comienzan a hacerse patente lasheridas y grietas al interior de la elite concertacionista. En primer lugar, ladecisin de competir en las elecciones a concejales de 2008 con dos listasseparadas tuvo un alto costo. Tanto en trminos electorales, porque no modifi-

    c sustantivamente su votacin, como en trminos polticos, porque la coali-cin se mostr como un conglomerado con pugnas internas irremediablesrompiendo su monoltica disciplina electoral, gener una imagen ante la opi-nin pblica como una estructura que privilegiaba los intereses partidarios porsobre los intereses de la coalicin (Contreras 2010). De igual manera, en laeleccin de alcaldes, la Alianza super en su votacin a las dos listas de laConcertacin, 40,7% versus un 38,4%, a pesar de que en trminos numricosla Concertacin haba obtenido un mayor nmero de alcaldes, 147 contra

    144. Sin embargo, para la Alianza y la opinin pblica, esto gener dudasrespecto al liderazgo de la Concertacin y su supremaca como coalicin exitosa,dejando una sensacin de triunfo para la Alianza (Morales y Navia 2010).

    El episodio de las dos listas podra haber quedado como una leccinimportante para la unin de la coalicin oficialista. No obstante, laConcertacin sigui mostrando signos de no entender el panorama poltico-electoral que se acercaba con las elecciones de 2009. As, al no tener uncandidato claro para la eleccin presidencial, se decidi realizar una primaria

    electoral el 5 de abril de 2009, aunque acotada a dos regiones (OHiggins yMaule). Para dicho proceso, se acord que cada bloque presentara su propio

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    candidato. Frente a esto, Jorge Arrate comenz a pedir apoyo para competircomo candidato por el PS, mientras que Marco Enrquez-Ominami tam-bin manifestaba su inters en competir en las primarias (Contreras 2010).

    Sin embargo, Eduardo Frei compiti por el bloque PS-PPD-PDC, mientrasque Jos Antonio Gmez compiti por el PRSD, resultando electo Frei conun 64,9% contra un 35,1% del candidato radical. As, Eduardo Frei seerigi nuevamente como candidato de la Concertacin.

    Los coletazos de estas elecciones primarias no se dejaron esperar. R-pidamente, Marco Enrquez-Ominami y Jorge Arrate se salieron de laConcertacin para competir en las presidenciales. Marco Enrquez-Ominamilo hizo de forma independiente, mientras que Jorge Arrate se consagr como

    candidato del pacto Juntos Podemos (que aunaba a una serie de movimien-tos y partidos de izquierda). A esto se sum la salida de la Concertacin dealgunos senadores y diputados, as como de otros polticos que queran com-petir en las presidenciales, aunque finalmente no lo hicieron pero s se desli-garon de la coalicin oficialista de entonces (Adolfo Zaldvar, ex PDC, y

    Alejandro Navarro, ex PS). De esta forma, en la bsqueda de llevar uncandidato nico, la Concertacin produjo adicionalmente dos candidatosque corrieron por fuera de la coalicin (Contreras 2010: 160).

    En definitiva, las elecciones primarias mostraron de forma cruda elgrado de desunin y de fracturas dentro de la coalicin, poniendo en relievedos grandes problemas, estrechamente ligados, de tipo institucional y pol-tico, que finalmente terminaron generando una imagen negativa en el elec-torado. Dentro de los problemas institucionales salta a la vista la poca clari-dad sobre cmo establecer un mecanismo consensuado para la eleccin deun candidato. A pesar de la realizacin de primarias, stas tuvieron una seriede problemas y errores (intencionados o no) durante todo su proceso, con

    reglas poco claras que fueron cambiadas en ms de una ocasin. Asimismo,los partidos polticos de la Concertacin se mostraron como institucionespoco aptas para el contexto electoral y social que se estaba viviendo. stos nosupieron captar los intereses del electorado, as como el de sus propios mili-tantes, y se mostraron poco abiertos a generar mayores instancias de partici-pacin con el fin de conocer cules eran las orientaciones de la ciudadana.Esto est ligado con los problemas de carcter poltico que enfrent laConcertacin. La coalicin oficialista de ese entonces se mostr como un

    campo de batalla de egos, donde las cpulas polticas decidan lo que mejorles acomodara, mostrndose poco abiertas a un proceso de renovacin y,

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    peor an, sin un proyecto claro que encauzara un horizonte comn, des-orientando al electorado que no identific una oferta electoral ntida. Esdecir, la Concertacin se transform en una nebulosa, con indefiniciones en

    una serie de materias donde debera haber tenido un mayor posicionamien-to, algo que finalmente fue captado por las candidaturas de ME-O y Arrate.De esta forma, la izquierda y centroizquierda tenan tres candidatos: Eduar-do Frei, Marco Enrquez-Ominami y Jorge Arrate, y la Concertacin se pre-sent, por primera vez, dividida en una contienda presidencial.

    La derecha desafiante

    Histricamente, la derecha haba cometido constantemente los mis-mos errores que la Concertacin cometi en su etapa final. Vale decir, unconjunto de disputas internas que no le permitieron constituirse como alter-nativa poltica de gobierno sino que slo como un nicho minoritario relaciona-do con la dictadura militar, un aspecto que ha sido ampliamente analizadoluego de la derrota sufrida en las presidenciales de 1993 (Otano 1995, Cavallo1998). Pero, con las elecciones presidenciales de 1999, donde Joaqun Lavn

    se posicion como un candidato de mayor alcance, se comenz a avizorar unescenario de mayor competencia para la derecha, a pesar de que los conflictosy disputas en el interior de la Alianza seguan entre la UDI y RN. Por ejemplo,en las elecciones presidenciales de 1999, la hegemona de la Concertacin enlas comunas de bajo IDH (ndice de Desarrollo Humano) se vio desafiada porla alta votacin de Joaqun Lavn en estos sectores (Morales 2010b).

    El aumento del alcance de la derecha se observa con mayor intensi-dad para las elecciones parlamentarias de 2001, donde la UDI se constituye

    por primera vez como el partido ms votado del pas, desplazando a la DC(ver Tabla 2). Esto se confirma en las presidenciales y parlamentarias de2005, donde la votacin de Alianza supera por primera vez a la de laConcertacin en la primera vuelta presidencial, tal como se mostr ms arri-ba, y la UDI sigue manteniendo la mejor votacin a nivel de diputados. Deesta forma, para las elecciones de 2009, la Alianza ya no slo se mostrabacomo un conglomerado capaz de lograr una gran votacin, sino que comen-z a sentirse como una coalicin dispuesta a entrar definitivamente en la

    carrera electoral. Esto signific una serie de puntos importantes. En primerainstancia, tanto la UDI como RN deban solucionar sus diferencias internas

    Mara de los ngeles Fernndez Ramil y Fernando Rubilar Leal

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    y mostrarse como un conjunto capaz de ofrecer una estabilidad al pas. Elconglomerado comenz a mostrar una disciplina interna nunca antes vista.Pero no slo se trataba de mostrar una estabilidad, adems deban ser capa-

    ces de mostrar ante la opinin pblica una imagen de renovacin respecto ala herencia de la dictadura, moderando sus posturas, acercndose a posicio-nes ms cercanas a la mayora de los chilenos y promoviendo nuevos liderazgos(Morales y Navia 2010).

    Todos estos aspectos permitieron a la derecha llevar adelante un pro-yecto que lograra posicionarla nuevamente en el poder ejecutivo despus de52 aos. Para esto fue necesario un proceso de revisin de la estrategia quehistricamente estaba llevando la Alianza desde el retorno a la democracia

    que, como se mencion, no renda frutos producto de las serias disputas yrupturas internas. Por lo tanto, la adopcin de posiciones ms moderadas,pragmticas, cercanas al electorado y alejadas tanto valricamente como po-lticamente de la dictadura de Pinochet permitieron que la derecha viera porprimera vez posibilidades reales de llegar al gobierno.

    Este logro no fue fcil. Durante el gobierno de Michelle Bachelet, laderecha experiment pugnas internas acerca del tipo de oposicin que de-ban desarrollar. Esta se expres en dos consignas: la del desalojo, llamada

    as por el libro del mismo nombre, escrito por el entonces senador y expresidente de RN, Andrs Allamand, que sistematizaba todos los errores dela Concertacin, fundamentando la necesidad de un cambio9; y una estrate-gia de rostro ms amable, denominada Nuevo Trato, entre cuyos partida-rios se encontraban el senador Hernn Larran, ex presidente de la UDI y elpropio Piera. El lugar que ocupa, la funcin y la estrategia que se espera dela oposicin en Chile, en el marco de un rgimen hiperpresidencialista, esun tema de debate que vivi la derecha y que ahora experimenta la

    Concertacin, en su rol opositor. Existe la idea de que los chilenos, por sucultura poltica, huyen de la confrontacin y premian el trabajo mancomu-nado. Encuestas como la CEP arrojan que un 80,2% de los chilenos piensaque la oposicin y el gobierno deben trabajar unidos10.

    9 El libro en cuestin se llam El desalojo. Por qu la Concertacin debe irse el 2010 ysimboliz la postura ms agresiva de la entonces oposicin de derecha al gobierno deBachelet. Publicado en 2007, intenta recoger lo que se seala son sntomas de fatiga y

    envejecimiento de la coalicin gobernante.10 Ver Encuesta CEP, noviembre-diciembre de 2007.

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    anteriores s incorporaron estrategias de sucesin, teniendo resultados dismilesen sus esfuerzos, Bachelet fue particularmente poco influyente sobre el procesode seleccin del candidato que se comenz a producir inmediatamente des-

    pus de celebradas las elecciones municipales. Es ms, ya desde antes, enmedio de las polmicas de la construccin de las listas de candidatos en laselecciones municipales del ao 2008, la Presidenta trat de intervenir para quela Concertacin no se dividiera en dos listas, pero no fue escuchada. A decirverdad, el deterioro pareca ya tan evidente que los lderes partidarios tampocoescucharon las peticiones que al respecto formularon dos de los ex presidentesdel conglomerado, Patricio Aylwin y Ricardo Lagos. Adicionalmente, la Presi-denta enfrentaba un contexto poltico en el que se haba instalado con fuerza,

    en el debate pblico, la tesis del intervencionismo electoral12, acusado por laderecha. El margen de accin de la mandataria era mucho ms reducido que elde sus predecesores. No solamente dej partir a varios de sus ministros parainvolucrarse en la campaa presidencial sino que estuvo detrs de la decisinde que familiares directos suyos ingresaran al comando de campaa del candi-dato Frei. Nos referimos a su hijo y a su madre. Esta ltima, ngela Jeria, gozade alta respetabilidad en Chile y se ha erigido en una suerte de embajadora desu propia hija.

    Morales y Navia (2010) afirman que, a pesar de que una alta aproba-cin presidencial era un buen punto de partida para el candidato concertacionista(como lo fue la de Lagos en su momento), la suma de la poca influencia deBachelet en el proceso de seleccin de candidatos, su distancia de los partidosy el hecho de que la ex mandataria no hubiera incorporado desde el inicio desu gobierno una estrategia de sucesin contribuan al escepticismo. Otros au-tores, como Tironi (2011: 205), sostienen que los contrastes entre ambos erantan evidentes que, lo que se produjo fue una degradacin sistemtica de la

    figura de Frei por efecto de la comparacin que hizo la gente con la figura deBachelet. En este marco, plantea que Bachelet pudo haber hecho ms defen-diendo a los partidos y al mtodo de primarias adoptado de las crticas delcandidato Marco Enrquez-Ominami. Dicho autor desliza una crtica velada,ms por lo que la Presidenta dejo de hacer que por lo que hizo.

    12 Durante el gobierno de Bachelet la derecha logr instalar con relativa fuerza la idea deintervencionismo electoral del gobierno a favor de candidatos oficialistas, tratando deesta forma de explicar su triunfo en segunda vuelta, en 2006. El concepto gener en su

    momento no solamente preocupacin acadmica sino que el propio Sebastin Pierapropuso la idea de crear una entidad para vigilar dicha prctica.

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    Resulta inevitable que este tipo de preguntas no se formulen en unpas como Chile, donde la presidencia juega un rol trascendental y, en para-lelo, a la campaa presidencial que luego tuvo lugar en Brasil, donde el

    entonces presidente Lula intervino sin ambages para promover a la candidataDilma Roussef, al punto que fue multado varias veces por la autoridad elec-toral.

    Los candidatos y sus bases electorales

    Para la eleccin presidencial de 2009 compitieron cuatro candidatos

    oficialmente: Sebastin Piera por la Coalicin por el Cambio, Eduardo Freipor la Concertacin, Jorge Arrate por el pacto Juntos Podemos Ms y elindependiente Marco Enrquez-Ominami. Como se mencion, tanto Jorge

    Arrate como Marco Enrquez-Ominami eran figuras provenientes de laConcertacin, especficamente del Partido Socialista, por lo que gran partede los adherentes de la coalicin oficialista de ese entonces se fragmentaron.De hecho, muchas de las explicaciones sobre la derrota de la Concertacinhan girado en torno al hecho de haber competido por tres frentes distintos y

    no haber tenido la capacidad de aunar a las distintas fuerzas y visiones que sedaban dentro de la coalicin. Por esta razn, resulta relevante conocer lasbases de apoyo con la que contaban los candidatos, con el fin de observar sise establecieron diferencias entre stos. Una fuente de datos que permiteconocer este punto son las encuestas de opinin. Segn Morales (2010), lasencuestas de opinin permiten conocer la intencin de voto de los electoresas como sus rasgos personales, ya sea edad, sexo, nivelsocioeconmico, entreotros. Para esto, nos basaremos en algunas caracterizaciones que Morales

    (2010) realiz sobre las bases electorales de los candidatos presidenciales conlos datos de la Encuesta Nacional de la Universidad Diego Portales 2009.Durante la campaa electoral se discuti fuertemente respecto a la

    necesidad de la renovacin de la poltica. Frente a esto, se instal un discurso(proveniente principalmente de sectores de la derecha) que haca alusin auna renovacin bsicamente en trminos etarios y no tanto de ideas. Esdecir, el nico factor de renovacin vendra a ser la edad. El discurso, enton-ces, se enfoc fuertemente a que los jvenes se tomen el poder y hagan valer

    sus opiniones. Incluso el mismo Piera durante su campaa apareca eninnumerables vdeos interpelando a los jvenes a que manifiesten sus reparos

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    y se hagan parte de la democracia. Ciertamente, este discurso tuvo ciertoimpacto en una parte de los jvenes, ya que Piera tuvo un respaldo leve-mente en ese sector de 18 a 25 aos, a pesar de que su nivel de apoyo fue

    bsicamente alto en todos los grupos etarios. Sin embargo, y viendo porcandidato, es la candidatura de Jorge Arrate la que tena un mayor apoyo enlos grupos jvenes, donde obtena casi el triple de su intencin de voto. Otropunto que cabe destacar es la diferencia en trminos de apoyo por edad quese dio entre Eduardo Frei y Marco Enrquez-Ominami. Frei captaba msapoyo en los encuestados mayores (es decir, de 61 aos y ms), mientras queME-O lo hizo especialmente en el grupo de encuestados de 26 a 40 aos.

    Histricamente, la Concertacin ha tenido un mayor apoyo en los

    grupos de nivel socioeconmico medio (Morales 2010a). Este punto se con-firm para los candidatos de las elecciones 2009, ya que los dos candidatosprovenientes de la centroizquierda (es decir, Frei y ME-O) concitaron unmayor respaldo en los sectores medios. Desagregando por cada candidato, elapoyo fue de la siguiente manera. Piera concentr su intencin de voto enel grupo ms rico de la poblacin (ABC1), cayendo en los sectores mediosaunque repuntando en el segmento D (clase media baja), algo que ha sidoexplicado por el trabajo UDI en los sectores populares (Morales 2010a).

    Eduardo Frei, por su parte, obtuvo un mayor respaldo en los sectores mspobres (grupo E), mientras que ME-O lo hizo en los grupos medios (C2,C3). Respecto a Arrate, Morales llama la atencin en su alto apoyo en lossectores ms acomodados de la poblacin y el bajo respaldo que tena en losms pobres, un aspecto contrario al grupo social que el candidato pretendarepresentar y que histricamente haba representado el PC chileno y la iz-quierda extraparlamentaria, tal como sostiene Morales.

    Finalmente, dicho autor descarta que variables como sexo, religin y

    zona hayan tenido algn impacto en la intencin de voto para las eleccionesde 2009. As, la edad y el nivel socioeconmico fueron los discriminadoresms fuertes al considerar la intencin de voto por alguno de los cuatro can-didatos. De esta manera, es posible afirmar que la Concertacin s compitidividida y con bases de apoyo diferentes que, si se hubiesen sumado, ha-bran cambiado el rumbo de las elecciones. Esto se confirma an ms almomento de ver la intencin de voto por escala poltica, pues la derechaestuvo fuertemente inclinada por Piera, como era de esperar, mientras que

    el centro y la izquierda se dividi entre tres candidatos.

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    cin por parte de la poblacin en todos sus atributos personales (Osorio ySchuster 2010). De esta forma, la candidatura de ME-O no slo desafi aparte de la Concertacin sino que tambin comenz a ser un impedimento

    para la carrera de Sebastin Piera, descartando la posibilidad de que steresultara electo en la primera vuelta (Morales y Navia 2010).

    Adems, la candidatura de ME-O mostr, en trminos de visibili-dad, la adhesin de un grupo transversal de personajes polticos y sociales,desde miembros histricos de la Concertacin, pasando por empresarios,hasta economistas de derecha y personajes influyentes del mundo social.Este gran abanico de respaldo le dio a ME-O el empuje suficiente parapoder generar un programa poltico propio, con ideas que se atrevan a ir

    ms all del debate presidencial al que se estaba acostumbrado hasta eseentonces.En varias oportunidades se ha buscado responder al fenmeno ME-

    O. Navia (2009) seala que su candidatura principalmente personific yrepresent a un grupo de chilenos que se sentan desencantados con el siste-ma poltico chileno, el cual vena mostrando signos de agotamiento desdehaca tiempo. Otros autores, como Lagos (2009), han sealado que MarcoEnrquez-Ominami responde a una categora de exitosos frustrados, que

    no es poltica, sociodemogrfica, acercndose ms a una manera de ser. Noobstante, y ms all de la discusin que pueda surgir en torno a la figura deME-O, lo relevante es que logr posicionarse, en un periodo relativamentecorto de tiempo, como un candidato altamente competitivo, siendo un realdesafo para la hegemona electoral que estaba mostrando la Concertacin yla derecha en las elecciones presidenciales.

    IV. El proceso presidencial y parlamentario 2009-2010Las elecciones presidenciales

    Finalmente, el 14 de diciembre de 2009 se llev a cabo la primeravuelta presidencial. En dicha eleccin, y tal como se mencion, compitieroncuatro candidatos: Sebastin Piera, Eduardo Frei, Jorge Arrate y MarcoEnrquez-Ominami. Los votos vlidamente emitidos fueron alrededor de 7

    millones. As, Sebastin Piera obtuvo la mayora relativa con un 44,06%,seguido de lejos por el candidato del oficialismo de ese entonces, Eduardo

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    Frei, quien recibi apenas un 29,6% de los votos, lo que ha sido catalogadocomo el peor desempeo de un candidato presidencial de la Concertacin(Morales y Navia 2010). El tercer lugar lo obtuvo Marco Enrquez-Ominami

    con un 20,14% de las preferencias, porcentaje sustantivo considerando queeste candidato irrumpi en la competencia presidencial recin a mediadosde 2009 y con pocas chances de lograr un impacto en el rumbo de laselecciones. Finalmente, se encuentra Jorge Arrate con un 6,21% de los vo-tos, aumentando levemente la votacin del pacto Juntos Podemos en com-paracin a 2005.

    A pesar de que la suma de votos de los tres candidatos asociados a laConcertacin superaba ampliamente el 50% y de los diversos intentos por

    aunar las voluntades con el fin de evitar la primera derrota presidencial de lacoalicin, la segunda vuelta del 17 de enero de 2010 ratific lo que se habaobservado durante la primera vuelta: el triunfo de Sebastin Piera y la alter-nancia del poder despus de 20 aos de gobiernos concertacionistas. Porprimera vez desde el retorno a la democracia la derecha, representada por elmultimillonario Sebastin Piera, se hizo cargo del poder ejecutivo. En estaeleccin, Sebastin Piera se impuso con un 51,61% de los votos contra un48,39% alcanzado por Eduardo Frei (Tabla 3).

    Las elecciones parlamentarias

    La Concertacin no slo se vio perjudicada en las elecciones presiden-ciales sino que tambin en las parlamentarias. Con base en esto, la coalicinexperiment una cada de un 8,31% de su votacin en comparacin a lasparlamentarias de 2005, obteniendo un nmero menor de diputados elec-

    tos en comparacin a la Alianza, hecho indito en la historia electoral de laConcertacin (ver Tabla 4), incluso compitiendo en conjunto con el PartidoComunista, quienes haban competido generalmente en coaliciones distin-tas desde el retorno de la democracia en Chile. Estos resultados confirmanque los problemas del conglomerado de centroizquierda no slo estaban ensu candidato presidencial sino que en la coalicin misma (Morales y Navia2010), algo que desde haca un tiempo ya venan advirtiendo diversosanalistas. Uno de ellos fue Antonio Corts Terzi, quien critic profundamen-

    te la falta de un proyecto-pas alternativo o renovado. De acuerdo a CortsTerzi (2008), en la Concertacin haba (y todava hay) dos impedimentos

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    para la elaboracin de un proyecto renovador: el primer impedimento tieneque ver con los principales crculos dirigentes, los cuales no tienen ni lavoluntad ni el coraje para adentrarse en proyectos y estrategias nuevas que

    permitan clarificar el proyecto concertacionista en la poca actual. Asimis-mo, estos grupos basan su poder en el orden estatuido, por lo que el interspor cambiar el orden de las cosas amenaza su podero dentro de laConcertacin. El segundo impedimento, que para Corts Terzi alcanza ribe-tes casi trgicos, tiene que ver con que la dirigencia e intelectualidad mslcida de la Concertacin, a pesar de saber de la debilidad poltica, social ycultural de la Concertacin, no se ha atrevido a propiciar un cambio porquesienten que no tienen el peso social y poltico suficiente, prefiriendo as la

    inaccin y la mantencin de lo que las cpulas dicen o hacen. Estrategiacontraria fue la que impuls la derecha la que, para dicha eleccin, no tuvomiedo de plantear temas valricos, econmicos y sociales que desafaran suspropios lmites, quitndole no slo proyecto sino tambin base social a laConcertacin. Los resultados de las presidenciales y parlamentarias dan cuentade este cambio en las bases polticas y sociales del electorado.

    La participacin y el rechazo a los partidos polticos

    Chile es uno de los pases que sale generalmente mejor parado, en elcontexto latinoamericano, junto con Uruguay y Costa Rica, en rankings degobernabilidad democrtica. El Global Competitiveness Report 2009-2010seala que Chile ocupa el lugar 47, entre 133 pases, en calidad de democra-cia. Por su parte, Latinobarmetro de 2010 arroj una satisfaccin de 56%de los chilenos con su democracia, el ms alto desde que se tienen medicio-

    nes, hace quince aos. Con estos datos, cmo pensar que introducir mejorasen el andamiaje democrtico pudiera ser urgente?Sin embargo, los indicadores de medicin que ste utiliza no logran

    ocultar que una de las falencias de nuestra democracia es aquella que serelaciona con la baja participacin electoral (Garca 2007: 13). Ha ido enaumento el porcentaje de personas que, habilitadas para inscribirse en losregistros electorales, no lo hacen, constituyendo mayoritariamente el grupoentre 18 y 30 aos. Adicionalmente, existe una gran cantidad de chilenos en

    el exterior que, teniendo edad para votar, no pueden participar por encon-trarse fuera del pas. Este padrn electoral congelado y envejecido vota de

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    manera predecible en una democracia con escasos incentivos para la compe-tencia. Joignant (2009) seala que desde 1989 hasta hoy, las preferenciaselectorales presidenciales han oscilado entre un 82% y un 96% a favor de las

    candidaturas de la Concertacin y la Alianza, y nada indica que este patrnduoplico vaya a cambiar. Segn dicho autor, dicho desempeo se repro-duce tambin en las elecciones legislativas. Esta situacin se ha explicado porel carcter excluyente del sistema binominal. Lo anterior se ve reforzado porlos hallazgos de Saldaa (2009) quien, en su estudio sobre la evolucin de laparticipacin electoral en Chile precisando que, si bien la cifra de inscritos seha mantenido alrededor de los 8 millones de electores por ms de una dca-da, la poblacin en edad de votar ha pasado a 12 millones en 2008. Afirma

    que la falta de estmulos afecta de manera directa la participacin electoraly los jvenes son quienes se manifiestan ms fuertemente en contra de esteanacrnico rgimen electoral (2009: 74).

    Como era de esperar, el proceso eleccionario 2009-2010 no fue ajenoa esta tendencia de baja participacin. Mientras en 1989 el 82,1% de laspersonas en edad de votar sufrag en las presidenciales, en la segunda vueltade enero de 2010 apenas un 57,1% lo hizo. Asimismo, el porcentaje deinscritos para estas elecciones fue de un 68% de acuerdo a los ltimos regis-

    tros. Es decir, el presidente result electo con apenas el 29,48% de la pobla-cin en edad de votar, sin dudas la cifra ms baja desde el retorno a la demo-cracia (Morales 2011), lo que es un indicador suficiente acerca de los proble-mas de participacin y desinters por los procesos eleccionarios por parte delos chilenos (ver Grfico 1).

    Otro aspecto que se ha dado con una mayor connotacin en el ltimotiempo es la sistemtica cada que ha experimentado la identificacin parti-daria en Chile. Este hecho no deja de ser significativo considerando que

    Chile es uno de los pases que cuenta con uno de los sistemas de partidosms institucionalizados de Amrica Latina (Mainwaring y Scully 1995, Payneet al. 2006). De acuerdo a los datos de las encuestas CEP, la identificacinpartidaria ha pasado de un 78% en 1990 a un 35% en 2011. Asimismo, lano identificacin con los partidos polticos ha crecido sostenidamente a tra-vs del tiempo. De un 22% de personas que no se identificaban con unpartido poltico en 1990, la desafeccin llega a un 65% en 2011 (ver Grfi-co 2). Este aumento de la desafeccin partidaria cuestiona seriamente la

    representatividad que los partidos polticos estn teniendo en la sociedadchilena, afectando sustantivamente la legitimidad de stos y la calidad mis-

    Mara de los ngeles Fernndez Ramil y Fernando Rubilar Leal

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    ma de la democracia, que exige la existencia de partidos con un arraigo fuerteen la sociedad y no partidos que funcionen solamente para mantener y satis-facer a una clase poltica en extincin.

    Uno de los principales blancos de todas las crticas respecto a la bajaparticipacin, e incluso en la desafeccin con los partidos polticos, se hacentrado en el sistema electoral binominal que rige en Chile para las eleccio-nes parlamentarias. De todas formas, existen otros factores institucionales,polticos y sociales que explican la baja participacin y la desafeccin, peroac nos centraremos principalmente en el sistema electoral binominal, yaque constituye un obstculo institucional y en el ltimo tiempo se ha llega-do a un consenso respecto a la necesidad de reformarlo. Efectivamente, el

    sistema electoral binominal es una traba para la participacin poltica y parala representacin efectiva de los intereses ciudadanos. Adems, su origenantidemocrtico durante la dictadura de Augusto Pinochet constituye unaspecto que lo deslegitima, ya que se configur como una forma de asegurarque un sector de derecha siempre est representado en el Congreso.

    En trminos generales, el sistema binominal pertenece a la familia desistemas de representacin proporcional. Sin embargo, este es el sistemaproporcional con la magnitud ms pequea, la cual funciona con un criterio

    de mayora (Flacso 2006). De esta manera, el sistema binominal crea incen-tivos para que la competencia electoral se desarrolle principalmente entre losdos bloques ms grandes, generando una exclusin efectiva de los diversosmovimientos o fuerzas sociales existentes en el pas. Esto se complementacon los bajos incentivos que el sistema genera para que compita una terceralista. Como se sabe que las dos listas ms grandes siempre se llevarn granparte o todos los escaos, las terceras listas tienen pocos incentivos para com-petir porque saben que la nica forma de ganar sera un milagro o unindose

    a una de las listas grandes. Por lo tanto, y tal como argumenta Flacso (2006),el sistema electoral binominal existente en Chile repercute negativamentetanto en la representacin como en la calidad de sta. Un argumento tpicopara defender al sistema electoral binominal est basado en que ste garanti-za la gobernabilidad y estabilidad democrtica. Sin embargo, esta afirma-cin ha sido refutada por los hechos, ya que el binominal tiende asobrerrepresentar a la segunda fuerza ms votada generando distorsiones enla representacin.

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    V. Una derrota anunciada o los efectosde un deterioro inadvertido

    En el anlisis realizado de la campaa electoral presidencial de 2009-2010, que no puede desvincularse de la parlamentaria de 2009, se ha puestoel acento en factores explicativos de corto plazo tales como el candidato, lacampaa y el tipo de primarias realizadas. Igualmente, se ha tratado desituar el resultado electoral que produjo un vuelco en el sistema polticochileno por cuanto permita la llegada al poder de la derecha, ahora por la vade las urnas, despus de ms de cincuenta aos, en un contexto de prdidaintermitente y sostenida de votos por parte de la Concertacin en distintos

    eventos electorales, a partir de las elecciones parlamentarias de 1997. Elanlisis propiamente electoral es un intento valioso de inteligibilidad anal-tica ya que, luego de conocerse el resultado, la perplejidad deriv a que eldebate pblico fuera asaltado por explicaciones simplistas como la que sea-la que la Concertacin no haba logrado entender el pas que haba ayudadoa cambiar o la del agotamiento de un ciclo histrico. Un primer intentode clarificacin se encuentra en el libro Radiografa de una derrota, escrito porEugenio Tironi (2011) uno de los principales estrategas del comando de

    Eduardo Frei. En l, junto con reconocer que el resultado de la eleccinpresidencial es producto de una larga declinacin de la Concertacin, enfatizalos factores de corto plazo en el anlisis junto con introducir elementos nodisimulables de intento de expiacin de responsabilidades. El anlisis decualquier fenmeno electoral debe ser iluminado, asimismo, por causas delargo plazo y es as como, posteriormente a la derrota, se han desarrolladovarios intentos explicativos ms comprehensivos. Destacan los de Fernndez-Ramil (2010), Varas (2010) y Rivera (2010), compilados en el libro Chile

    en la Concertacin 1990-2010. La primera postula el efecto que puede habertenido la llamada democracia de los acuerdos en las percepciones ciudada-nas ya que la prctica de bsqueda de acuerdos compulsiva con la derechacontribuy, indirectamente, a blanquear responsabilidades de algunos desus dirigentes en el rgimen militar. El segundo, junto con situar la derrotadel conglomerado de gobierno en el marco ms amplio de una desmovilizacinprogresiva de las bases de apoyo concertacionista, postula el incubamientode crisis superpuestas tales como crisis de proyecto, de conduccin, tica y

    de representacin, a lo que habra que sumar el dficit intelectual, los lmitesredistributivos y la incapacidad del candidato Frei de retener el voto femeni-

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    no, que se haba volcado hacia Bachelet en 2006. El tercer autor, por suparte, desmitifica el xito del gobierno de Bachelet medido en el porcentajede apoyo por ella recibido, de cerca de 80%, ya que la adhesin personal

    esconde lo que, a su juicio, fue un giro conservador de su mandato. Este seejemplificara en una excesiva delegacin de la direccin poltica del gobier-no en el mismo Ministro de Hacienda. A los factores de largo y de cortoplazo, hay que aadir responsabilidades. La dirigencia poltica concertacionista,ensimismada en las funciones poltico-administrativas propias del ejerciciodel poder, no logr advertir a tiempo los signos del desastre.

    Finalmente, Morales (2010b) enumera cuatro factores que, si bien seobservaron en elecciones pasadas, concurrieron simultneamente en 2009-

    2010 explicando, en gran medida, la derrota concertacionista. En primerlugar, se encuentra la penetracin de la derecha en los sectores con un IDHbajo, tal como se observa en las elecciones presidenciales de 1999; en segun-do lugar, el autor resalta la consistencia electoral de la Alianza, haciendo conello referencia a la correspondencia entre los resultados alcanzados por elcandidato Piera y la votacin que obtuvo la coalicin derechista en las par-lamentarias; en tercer lugar, la penetracin de la derecha en los electorescentristas (que antes correspondan mayoritariamente a votantes

    concertacionistas); y, finalmente, las primarias, que se entienden como elevento que mostr en toda su crudeza el desgaste de la Concertacin y, msque un ejercicio de democracia, terminaron significando un ejercicio departidocracia y poca transparencia.

    VI. Reformas polticas: un protagonismo no buscado

    El presidente Sebastin Piera asumi el 11 de marzo de 2010, dasdespus del megasismo del 27 de febrero, catalogado como uno de los msgrandes de la historia desde que existe registro de dichos fenmenos. Le corres-pondi la difcil tarea de instalar un nuevo gobierno, luego de veinte aos dehegemona de una coalicin poltica distinta, en un contexto marcado por laemergencia. A un presidente que haba asentado su campaa bajo la promesade realizar lo mismo que haban hecho sus predecesores, aunque mejor, le tocenfrentar un cmulo de demandas introducidas por un cataclismo de la natu-

    raleza a lo que se sum, durante la segunda mitad del ao 2010, el rescate detreinta y tres mineros encerrados en una mina del norte del pas.

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    Aunque su agenda inicialmente se propuso centrarse en crecimientoy seguridad ciudadana, irrumpieron con fuerza en 2011 un conjunto demovimientos sociales en distintas reas tan dismiles como educacin, me-

    dio ambiente o descentralizacin. Aparentemente sectoriales, las demandasconvergan en la necesidad de enfrentar la desigualdad que vive Chile, pasque se encuentra entre los veinticinco ms desiguales del mundo. A la des-igualdad material se sum la demanda por desconcentracin de poder, de-nunciando la falta de representatividad de un sistema poltico que no ofrececanales formales de participacin, ms all de las elecciones. Ello se ha tradu-cido en la necesidad, para el primer caso y, concretamente, en el mbito dela educacin, de impulsar una reforma tributaria13y en frmulas que hagan

    que la democracia chilena sea ms participativa y competitiva. Lo segundono dej de ser una irona para un sector que, previo su llegada al gobierno,desplegaba un discurso antipoltico y de clara primaca de la tcnica sobre lapoltica. Las reformas polticas, para el gobierno, eran un componente mspero lejos de ser el protagnico en su programa de campaa14. Durante elprimer ao, solamente pudo aprobar la reforma constitucional que adelantala fecha de los comicios presidenciales y parlamentarios. Las movilizacionesestudiantiles obligaron a acelerar el tranco de una agenda de reformas nunca

    previstas como prioritarias. De esta forma, el gobierno concret la inscrip-cin automtica y el voto voluntario, la eleccin directa de consejeros re-gionales y una ley de primarias. La primera debut para las eleccionesmunicipales del ao 2012 y la segunda para las elecciones presidencialesdel ao 2013. Aunque la apuesta del gobierno, acelerando la maquinariaelectoral, era acercar ms la poltica a los ciudadanos, los resultados sonmagros. La segunda vuelta presidencial realizada el pasado 17 de diciem-bre en la que triunf la ex presidenta Michelle Bachelet arroj una absten-

    cin histrica de 52%.

    13 La carga tributaria en Chile, definida como el total de la recaudacin tributaria (inclui-dos todos los impuestos a la minera y la seguridad social, como porcentaje del productointerno bruto) fue 24,4% en 2007. Est muy debajo de la mediana de los pases de laOCDE, que fue de 36,2%.

    14 Ya en 2005, en Agenda democrtica, de Flacso, se detallaban las reformas polticaspendientes, caracterizadas como de tercera generacin. Las primeras habran estadocentradas en aspectos constitucionales y las segundas en ampliacin de derechos y

    deberes. El tercer grupo se clasificaba en reformas para alcanzar niveles deseados derepresentatividad, inclusin y control y balance.

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    Al final de su mandato, ha tenido que lidiar con la paradoja de que,aunque el pas ha venido creciendo a ms de 6%, creando cerca de un millnde empleos, no ha logrado concitar niveles aceptables de popularidad hasta

    recin llegar al final del mismo. El 50% que alcanza en la ltima encuestaAdimark de su mandato resulta un colofn ineficaz luego de la derrota de laderecha en las elecciones parlamentarias y presidenciales del ao 2013. A loserrores que fue sumando su gobierno se suman las caractersticas del propioPresidente, imbuido de cierto personalismo y que no cumpli diligente-mente con su promesa de desligarse de sus propiedades, lo que llev a acusa-ciones de conflictos de inters por parte de la oposicin.

    Los chilenos, acostumbrados a los ritos electorales en una democracia

    catalogada de baja intensidad, comienzan a solicitar el cambio de la Consti-tucin de 1980, que an rige el pas aunque ha sido sometida a varias refor-mas desde 1990. La demanda por educacin de calidad y por una recupera-cin de la tuicin en la educacin por parte del Estado, gatillada a partir de

    junio de 2011 y que ha unido a estudiantes universitarios, secundarios ygremios de la educacin, encierra una demanda ms profunda por democra-tizacin que cuestiona el modelo econmico y social heredado del rgimenmilitar consagrado en la carta fundamental. Ser su sucesora, Michelle

    Bachelet, quien tendr que acometer un desafo que encierra ribetes histri-cos. No solamente porque forma parte de su programa de gobierno sino porcuanto existe la expectativa de que Chile pudiera dotarse a s mismo de unaConstitucin por va de la soberana popular, algo que nunca ha sucedido entoda su historia.

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    TABLA 1Votacin Concertacin y Alianza en elecciones presidenciales (1989-2009)

    Fuente:Morales y Navia (2010).

    TABLA 2Votacin por partidos en elecciones parlamentarias (1989-2009)

    Fuente:Elaboracin propia con datos de www.elecciones.gov.cl.

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    TABLA 3Resultados elecciones presidenciales (2009-2010)

    Fuente:Elaboracin propia con datos de www.elecciones.gov.cl.

    TABLA 4Resultados elecciones parlamentarias (2005-2009)

    Fuente:Elaboracin propia con datos de www.elecciones.gov.cl.

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    GRFICO 1Participacin electoral en elecciones presidenciales (1989-2009)

    (de acuerdo a la poblacin en edad de votar)

    Fuente: Morales (2011) con datos de www.elecciones.gov.cl y www.servel.cl.

    GRFICO 2La identificacin partidaria en Chile (1990-2011)

    Fuente:Elaboracin propia con datos de las encuestas CEP, 1990-2011.

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    Resumen

    Este trabajo tiene como objetivo dar cuenta

    del proceso electoral que se dio en Chileprevio a las elecciones presidenciales y parla-mentarias de 2009-2010. Sostenemos quedicho proceso resulta necesario para com-prender los resultados de las elecciones, yaque permite comprender tanto el impacto

    de la victoria de Sebastin Piera, llevando a

    la derecha al poder despus de 52 aos,como la derrota protagonizada por laConcertacin de Partidos por la Democra-cia, coalicin de centro-izquierda que venagobernando el pas desde el retorno a la de-mocracia en 1990.

    Palabras clave

    elecciones participacin Concertacin Alianza Chile

    Abstract

    The aim of this article is to shed light on the

    electoral process that occurred in Chile priorto the presidential and parliamentaryelections of 2009 and 2010. It argues thatthis process is necessary to understand theresults of the elecctions and the impact of

    Sebastian Pieras victory, bringing the right

    back to power after 52 years and theConcertacions defeat, the centre-leftcoalition that had been governing thecountry since the return to democracy in1990.

    Key words

    elections participation Concertacin Alianza Chile

    Mara de los ngeles Fernndez Ramil y Fernando Rubilar Leal