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LAS EXTERNALIDADES Y LOS DERECHOS DE PROPIEDAD Como bien sabemos, la intervención estatal es capaz de resolver las ineficiencias causadas por las externalidades, sin embargo la intervención del Estado no es la única solución para hacer frente a ellas. En algunas circunstancias la ineficiencia puede eliminarse por medio de una negociación privada entre las partes afectadas o de un sistema jurídico en el que las partes puedan presentar una demanda para resarcirse de los daños sufridos. Los derechos de propiedad son normas legales que describen lo que pueden hacer los individuos o las empresas con su propiedad. Por ejemplo, cuando una persona tiene un derecho de propiedad sobre la tierra, puede construir en ella o venderla y éste derecho está protegido de la interferencia de otros. Podemos entenderlo mejor mediante un sencillo ejemplo. Supongamos que una empresa de aceros tiene derecho de propiedad para utilizar y verter sus residuos en un río aledaño a él, sin embargo los pescadores no tienen derecho de propiedad sobre el agua libre de residuos. Por consiguiente, la empresa no tenía incentivo alguno para incluir en sus cálculos de producción el coste de los vertidos. En otras palabras, la empresa externalizaba los costes generados por los vertidos. Pero ahora supongamos que los pescadores fueran propietarios del río, es decir, tuvieran un derecho de propiedad sobre el agua limpia. En ese caso, podrían exigir a la empresa que les pagara por el derecho a verter residuos. La empresa dejaría de producir o pagaría los costes ocasionados por los residuos. Estos costes se internalizarían, por lo que podría lograrse una asignación eficiente de los recursos. NEGOCIACIÓN Y EFICIENCIA ECONÓMICA La eficiencia económica puede lograrse sin la intervención del Estado cuando la externalidad afecta a relativamente pocas partes y cuando los derechos de propiedad están perfectamente especificados. Para ver cómo, consideremos el ejemplo de los residuos. Supongamos que los residuos de la acería reducen los beneficios de los pescadores. Como se muestra el Cuadro 1, la fábrica puede instalar un sistema de filtros para reducir sus residuos o los pescadores pueden pagar la instalación de una depuradora. La solución eficiente maximiza los beneficios

Las Externalidades y Los Derechos de Propiedad

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conceptos fundamentales de externalidades y su relacion con los derechos publicos

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LAS EXTERNALIDADES Y LOS DERECHOS DE PROPIEDAD

Como bien sabemos, la intervención estatal es capaz de resolver las ineficiencias causadas por las externalidades, sin embargo la intervención del Estado no es la única solución para hacer frente a ellas. En algunas circunstancias la ineficiencia puede eliminarse por medio de una negociación privada entre las partes afectadas o de un sistema jurídico en el que las partes puedan presentar una demanda para resarcirse de los daños sufridos.

Los derechos de propiedad son normas legales que describen lo que pueden hacer los individuos o las empresas con su propiedad. Por ejemplo, cuando una persona tiene un derecho de propiedad sobre la tierra, puede construir en ella o venderla y éste derecho está protegido de la interferencia de otros.

Podemos entenderlo mejor mediante un sencillo ejemplo. Supongamos que una empresa de aceros tiene derecho de propiedad para utilizar y verter sus residuos en un río aledaño a él, sin embargo los pescadores no tienen derecho de propiedad sobre el agua libre de residuos. Por consiguiente, la empresa no tenía incentivo alguno para incluir en sus cálculos de producción el coste de los vertidos. En otras palabras, la empresa externalizaba los costes generados por los vertidos. Pero ahora supongamos que los pescadores fueran propietarios del río, es decir, tuvieran un derecho de propiedad sobre el agua limpia. En ese caso, podrían exigir a la empresa que les pagara por el derecho a verter residuos. La empresa dejaría de producir o pagaría los costes ocasionados por los residuos. Estos costes se internalizarían, por lo que podría lograrse una asignación eficiente de los recursos.

NEGOCIACIÓN Y EFICIENCIA ECONÓMICA

La eficiencia económica puede lograrse sin la intervención del Estado cuando la externalidad afecta a relativamente pocas partes y cuando los derechos de propiedad están perfectamente especificados. Para ver cómo, consideremos el ejemplo de los residuos. Supongamos que los

residuos de la acería reducen los beneficios de los pescadores. Como se muestra el Cuadro 1, la fábrica puede instalar un sistema de filtros para reducir sus residuos o los pescadores pueden pagar la instalación de una depuradora. La solución eficiente maximiza los beneficios conjuntos de la fábrica y los pescadores. Se maximizan cuando la fábrica instala un filtro y los pescadores no instalan una depuradora. Veamos cómo los distintos derechos de propiedad llevan a las dos partes a negociar soluciones diferentes. Supongamos que la fábrica tiene un derecho de propiedad para verter residuos en el río. Al principio, los pescadores obtienen unos beneficios de 100 dólares y la fábrica de 500. Instalando una depuradora, los pescadores pueden aumentar sus beneficios a 200 dólares, por lo que los beneficios conjuntos en ausencia de cooperación son de 700 dólares (500 $ + 200 $). Por otra parte, los pescadores están dispuestos a pagar a la fábrica hasta 300 dólares para que instale un filtro: la diferencia entre los beneficios de 500 con un filtro y los beneficios de 200 en ausencia de cooperación. Como la fábrica solo pierde 200 dólares en beneficios instalando un filtro, estará dispuesta a instalarlo porque es compensada con creces por su pérdida. En este caso, la ganancia que obtienen ambas partes cooperando es igual a 100 dólares: la ganancia de 300 de los pescadores menos el coste de 200 de un filtro. Supongamos que la fábrica y los pescadores acuerdan repartirse por igual esta ganancia y que estos últimos pagan a la fábrica 250

dólares para que instale el filtro. Como muestra el Cuadro 2, esta solución negociada logra el

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resultado eficiente. En la columna «derecho a verter residuos», vemos que, en ausencia de cooperación, los pescadores obtienen unos beneficios de 200 dólares y la fábrica de 500. Con cooperación, los beneficios de ambas partes aumentan en 50 dólares. Supongamos ahora que los pescadores reciben el derecho de propiedad a tener agua limpia, lo que exige que la fábrica instale el filtro. La fábrica obtiene unos beneficios de 300 dólares y los pescadores de 500. Como no es posible mejorar el bienestar de ninguna de las dos partes negociando, es eficiente que la fábrica instale el filtro. Este análisis es válido en todas las situaciones en las que los derechos de propiedad están perfectamente especificados. Cuando las partes pueden negociar sin coste alguno y en beneficio mutuo, el resultado es eficiente, independientemente de cómo se especifiquen los derechos de propiedad. Esta última preposición se denomina teorema de Coase.

Cuando la negociación es cara: el papel de la conducta estratégica

La negociación puede llevar tiempo y ser cara, sobre todo cuando los derechos de propiedad no están claramente especificados. En ese caso, ninguna de las dos partes está segura de lo dura que debe mostrarse en la negociación antes de que la otra acepte un acuerdo. En nuestro ejemplo, ambas partes sabían que el proceso de negociación tenía que desembocar en el pago de una cantidad situada entre 200 y 300 dólares. Sin embargo, si las partes no estuvieran seguras de los derechos de propiedad, es posible que los pescadores solo estuvieran dispuestos a pagar 100 dólares, por lo que se rompería el proceso de negociación. La negociación también puede fracasar

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incluso cuando la comunicación y la supervisión no tienen costes, si ambas partes creen que pueden conseguir mayores ventajas. Por ejemplo, una de ellas podría exigir una elevada proporción de las ganancias y negarse a negociar, suponiendo sin razón que la otra acabará cediendo. También se plantea otro problema cuando son muchas las partes involucradas. Supongamos, por ejemplo, que las emisiones de una fábrica están afectando negativamente a cientos o miles de hogares que viven río abajo. En ese caso, los costes de la negociación harán que sea muy difícil que las partes lleguen a un acuerdo.

Una solución jurídica: las demandas por daños y perjuicios

En muchas situaciones en las que hay externalidades, la parte perjudicada por otra (la víctima) tiene derecho legal a presentar una demanda. Si tiene éxito, puede recibir una indemnización económica igual a los daños sufridos. La demanda por daños y perjuicios es diferente de la tasa sobre las emisiones, ya que no es el Estado el que cobra sino la víctima. Para ver que la posibilidad de presentar una demanda puede dar lugar a un resultado eficiente, volvamos a examinar el ejemplo de los pescadores y la fábrica. Supongamos primero que se concede a los pescadores el derecho al agua limpia. En otras palabras, la fábrica es responsable del daño causado a los pescadores si no instala un filtro. En este caso, el daño causado a los pescadores es de 400 dólares: la diferencia entre los beneficios que obtienen cuando no hay vertidos (500 dólares) y los que obtienen cuando hay vertidos (100 dólares). La fábrica tiene las siguientes opciones:

A la fábrica le resultará ventajoso instalar un filtro, que es mucho más barato que pagar los daños, por lo que se logrará el resultado eficiente. También se conseguirá un resultado eficiente (con un reparto diferente de los beneficios) si se concede a la fábrica el derecho a verter residuos. Según la ley, los pescadores tendrían derecho a exigir a la fábrica que instalara el filtro, pero tendrían que pagarle por los 200 dólares de beneficios perdidos (no por el coste del filtro). En ese caso, los pescadores tendrían tres opciones:

Los pescadores obtienen los máximos beneficios si optan por la segunda opción. Exigirán, pues, a la fábrica que instale un filtro, pero la compensarán con 200 dólares por los beneficios perdidos. Al igual que en la situación en la que los pescadores tenían derecho al agua limpia, este resultado es eficiente porque se ha instalado el filtro. Obsérvese, sin embargo, que los beneficios de 300 dólares son significativamente menores que los beneficios de 500 que obtienen los pescadores cuando tienen derecho al agua limpia.

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Este ejemplo muestra que una demanda por daños y perjuicios elimina la necesidad de negociar, ya que especifica las consecuencias de las opciones de las partes. Concediendo a la parte perjudicada el derecho a ser indemnizada por los daños causados por la otra se garantiza un resultado eficiente (sin embargo, cuando la información es imperfecta, las demandas por daños y perjuicios pueden generar resultados ineficientes).

EXTERNALIDAD DE REDES

Nos hemos limitado de que las demandas de un bien por parte de los individuos son independientes entre sí. Sin embargo, en el caso de algunos bienes la demanda de una persona también depende de la demanda de otras. En concreto, la demanda de una persona puede depender del número de personas que hayan comprado el bien. En ese caso, hay una externalidad de red. Las externalidades de redes pueden ser positivas o negativas. Existe una externalidad de red positiva si la cantidad de un bien demandada por un consumidor representativo aumenta en respuesta al crecimiento de las compras de otros. En caso contrario, existe una externalidad de red negativa.

EFECTO ARRASTRE

Un ejemplo de externalidad de red positiva es el efecto arrastre: el deseo de estar a la moda, de tener un bien porque casi todo el mundo lo tiene, o sea, de permitirse un capricho. El efecto arrastre suele producirse con los juguetes de los niños (por ejemplo, los juegos de vídeo de Nintendo). De hecho, explotar este efecto es un importante objetivo de la comercialización y la publicidad de estos juguetes. También suele ser la clave del éxito en la venta de ropa. El efecto

arrastre se muestra en la Figura 1, en la cual el eje de abscisas mide las ventas de un bien de moda en miles al mes. Supongamos que los consumidores piensan que solo han comprado un bien 20.000 personas. Como esta cifra es baja en relación con la población total, los consumidores apenas tienen motivos para comprar el bien con el fin de estar a la moda. No obstante, algunos lo compran (dependiendo de su precio), pero solo por su valor intrínseco. En este caso, la demanda viene dada por la curva D20 (esta curva de demanda hipotética supone que no hay externalidades).

Supongamos, por el contrario, que los consumidores creen que 40.000 personas han comprado el bien. Ahora este les parece más atractivo y quieren comprar más. La curva de demanda es D 40, que se encuentra a la derecha de D20. Asimismo, si los consumidores pensaran que 60.000 personas han comprado el bien, la curva de demanda sería D60, etc. Cuantas más personas creen los consumidores que han comprado el bien, más a la derecha se encuentra la curva de demanda. A la larga, los consumidores tienen una buena idea de cuántas personas han comprado, en realidad, el

bien. Esta cifra depende, por supuesto, de su precio. Por ejemplo, en la Figura 1, si éste fuera de 30 $, 40.000 personas comprarían el bien, por lo que la curva de demanda relevante sería la D 40. Si el precio fuera de 20 dólares, lo comprarían 80.000 personas, por lo que la curva de demanda relevante sería la D80. La curva de demanda del mercado se halla, pues, uniendo los puntos de las curvas D20, D40, D60, D80 y D100 que corresponden a las cantidades 20.000, 40.000, 60.000, 80.000 y 100.000. La curva de demanda del mercado es relativamente elástica en comparación con la D20, etc. Para ver por qué el efecto arrastre hace que la curva de demanda sea más elástica, consideremos las consecuencias de un descenso del precio de 30 dólares a 20 con una curva de demanda de D40. Si no se produjera un efecto arrastre, la cantidad demandada aumentaría de

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40.000 a 48.000 solamente. Pero a medida que aumenta el número de personas que compran el bien y se pone más de moda tenerlo, el efecto arrastre aumenta aún más la cantidad demandada: a 80.000. Por tanto, el efecto arrastre aumenta la respuesta de la demanda a las variaciones del precio, es decir, aumenta la elasticidad de la demanda. Como veremos más adelante, este resultado tiene importantes consecuencias para las estrategias de precios de las empresas. Aunque el efecto arrastre está relacionado con las modas y la elegancia, las externalidades de red positivas pueden deberse a otras razones. Cuanto mayor es el número de personas que tienen un bien, mayor es el valor intrínseco de ese bien para cada propietario. Por ejemplo, si yo soy la única persona que posee un lector de discos compactos, no será económico para las compañías fabricar discos compactos, y evidentemente, sin discos, el lector apenas tendrá valor para mí. Pero cuantas más personas tengan lectores, más discos se fabricarán y mayor valor tendrá el lector para mí. Lo mismo ocurre con las computadoras personales: cuantas más personas tengan una, más programas se producirán y, por tanto, más útiles resultarán las computadoras para las personas que tengan una.

Figura 1

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EFECTO ESNOB

Las externalidades de redes a veces son negativas. Consideremos el efecto esnob, que se refiere al deseo de tener bienes exclusivos o únicos. La cantidad demandada de un «bien esnob» es mayor cuantas menos personas lo tengan. Las obras de arte raras, los automóviles deportivos de diseño especial y la ropa a la medida son bienes esnob. El valor que tiene para mí un cuadro o un automóvil deportivo es, en parte, el prestigio, el estatus y la exclusividad que confiere el hecho de

que pocas personas tengan uno como ese. La Figura 2 muestra el efecto esnob. D2 es la curva de demanda correspondiente al caso en el que los consumidores creen que solo tienen el bien 2.000 personas. Si creen que lo tienen 4.000, es menos exclusivo, por lo que es más bajo su valor esnob. Por tanto, la cantidad demandada es menor; la curva correspondiente es la D4. Asimismo, si los consumidores creen que 6.000 personas tienen el bien, la demanda es aún menor y corresponde a la curva D6. Finalmente, los consumidores se enteran de cuántas personas tienen realmente el bien. Por tanto, la curva de demanda del mercado se halla uniendo los puntos de las curvas D2, D4, D6, etc., que corresponden realmente a las cantidades 2.000, 4.000, 6.000, etc. El efecto esnob hace que la demanda del mercado sea menos elástica. Para ver por qué, supongamos que el precio fuera inicialmente de 30.000 dólares y que 2.000 personas compraran el bien. ¿Qué ocurriría si se bajara a 15.000 dólares? Si no se produjera un efecto esnob, la cantidad comprada aumentaría a 14.000 (a lo largo de la curva de demanda D2). Pero su valor disminuye extraordinariamente como bien esnob si aumenta el número de personas que tienen uno. El efecto esnob reduce el aumento de la cantidad demandada, que disminuye en 8.000 unidades, por lo que el incremento neto de las ventas es de 6.000 unidades solamente. En el caso de muchos bienes, la comercialización y la publicidad tienen por objeto producir un efecto esnob (por ejemplo, los relojes Rolex). El objetivo es reducir la elasticidad de la demanda, resultado que permite a las empresas subir el precio.

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Figura 2

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