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Las grandes corrientes de la historiografía latinoamericana* Dr. Sergio Guerra Vilaboy** La delimitación de las grandes corrientes de la historiografía latinoamericana nos obliga a iniciar este texto por sus más remotos orígenes, esto es, la mención de las concepciones históricas de los primitivos habitantes del continente americano, en particular los de mesoamérica y el área andina, que a través de códices, del relato oral y otras formas rudimentarias de expresión, ofrecieron una visión autóctona de su pasado y presente -continuada en los siglos XVI y XVII por historiadores indígenas y mestizos como Tezozómoc, Ixtlilxóchitl, Pachacuti, Guamán Poma o el Inca Garcilaso-, muy diferente a la imagen de la historia americana que darían los invasores europeos. La conquista ibérica puso la producción histórica sobre el llamado Nuevo Mundo en manos de exploradores, misio- neros, viajeros y cronistas de Indias, obsesionados por el triunfo de la corona española y la evangelización de los nuevos súbditos. De ahí que el argumento básico de los relatos históricos de temas americanos redactados por estos primeros autores del Viejo Continente, limitados por su estrecho horizonte cultural para ahondar en las esencias americanas, 145 * Ensayo aparecido en la Revista Temas, No. 30, pp. 109-121, La Habana, julio-septiembre de 2002. Por solicitud del editor de Clío, su autor lo modificó ligeramente y autorizó su publicación en este número 166. ** Historiador cubano, profesor titular y director del Depar- tamento de Historia de la Universidad de La Habana.

Las grandes corrientes de la historiografía latinoamericana

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Historiografía latinoamericana

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  • Las grandes corrientes de lahistoriografa latinoamericana*

    Dr. Sergio Guerra Vilaboy**

    La delimitacin de las grandes corrientes de lahistoriografa latinoamericana nos obliga a iniciar este textopor sus ms remotos orgenes, esto es, la mencin de lasconcepciones histricas de los primitivos habitantes delcontinente americano, en particular los de mesoamrica y elrea andina, que a travs de cdices, del relato oral y otrasformas rudimentarias de expresin, ofrecieron una visinautctona de su pasado y presente -continuada en los siglosXVI y XVII por historiadores indgenas y mestizos comoTezozmoc, Ixtlilxchitl, Pachacuti, Guamn Poma o el IncaGarcilaso-, muy diferente a la imagen de la historia americanaque daran los invasores europeos.

    La conquista ibrica puso la produccin histrica sobre elllamado Nuevo Mundo en manos de exploradores, misio-neros, viajeros y cronistas de Indias, obsesionados por eltriunfo de la corona espaola y la evangelizacin de losnuevos sbditos. De ah que el argumento bsico de los relatoshistricos de temas americanos redactados por estos primerosautores del Viejo Continente, limitados por su estrechohorizonte cultural para ahondar en las esencias americanas,

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    * Ensayo aparecido en la Revista Temas, No. 30, pp. 109-121, LaHabana, julio-septiembre de 2002. Por solicitud del editor deClo, su autor lo modific ligeramente y autoriz su publicacinen este nmero 166.

    ** Historiador cubano, profesor titular y director del Depar-tamento de Historia de la Universidad de La Habana.

  • fueron los viajes de exploracin, la conquista y laimplantacin del cristianismo. Como bien ha sealadoFlorescano:

    La conversin y salvacin de una humanidad idlatra yla accin civilizadora que Espaa obraba en el mundobrbaro, justificaban as la conquista blica, los excesos dedestruccin, el aniquilamiento de miles de indgenas y lareduccin de los sobrevivientes a la condicin de esclavos ysiervos. 1

    Pero algunos de los Cronistas de Indias, y sobre tododeterminados misioneros y religiosos, se distanciaron deaquellos autores que defendan abiertamente los puntos devista de encomenderos y conquistadores para oponerseresueltamente a la despiadada explotacin de los aborgenes,aun cuando defendieran la tesis providencial y justificaran laconquista como un castigo divino a las idolatras indgenas. Aeste elemento distintivo, que desde temprano apareci en laobra de ciertos cronistas, se sum el que los habitualesmtodos de los historiadores humanistas, basados en lasantiguas formas retricas -como el plan de los anales clsicos-,no podan satisfacer toda la curiosidad despertada por elNuevo Mundo, lo que contribuy a echar los primeroscimientos de una identidad propia de la historiografa de estesubcontinente. Por eso Luis Alberto Snchez, al presentar lascartas del conquistador de Chile, pudo escribir:

    Los Cronistas de Indias, sufrieron tal transformacinen su contacto con nuestro continente, que no quedaron de suhispanidad, en pie, ms que el idioma y la ambicin. Adems,el tema, la pasin, la vala y el mpetu de las pginas quesiguen -que son historia viva-, nos pertenecen; y hay en mediode su aspero estilo, campos de luz, destellos, pasajes

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    1 Enrique Florescano. Ensayos sobre la historiografa colonialde Mxico. Mxico, INAH, 1979, p. 8.

  • resumantes de humanidad, de emocin, de belleza, de colorvital, imprescindibles para catar la personalidad y la emocinamericanas. 2

    Tal como seala el historiador peruano, a pesar de queestos autores eran en su inmensa mayora espaoles, elapasionado testimonio sobre los sucesos que tenan lugar enesta parte hasta entonces desconocida del planeta, comoresultado de la invasin europea, constituy en la prctica, ycon todas sus limitaciones, el comienzo de una nueva historia,por lo que aqu lo consideramos como necesario antecedenteen la conformacin de los rasgos distintivos que definiran lahistoriografa latinoamericana.

    Sin duda la llegada de los europeos al continenteamericano rompi con todos los viejos esquemas de historiar.Haba que cambiar los mapas, describir una flora y faunadiferentes, y pueblos muy distintos, con lenguas, costumbres yformas de organizacin social desconocidas, que el cronistadeseaba mostrar a los lectores europeos, vidos por conocercomo eran las tierras americanas y sus culturas, lo que despejel camino a estudios precursores en el campo de la etnografa yla historia de la civilizacin. Eso explica que muchos de losprimeros Cronistas de Indias (Pedro Martir de Anglera,Fernndez de Oviedo, Lpez de Gmara, Joseph de Acosta,Cieza de Len, Antonio de Herrera) escribieran verdaderasenciclopedias americanas, dedicadas a describir la novedadgeogrfica, a nombrar y clasificar lugares, plantas y animales,as como a relatar todo lo que consideraban de inters, y en lascuales de paso arremetan, unos ms que otros, contra losconocimientos y prejuicios tradicionales existentes en Europa.

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    2 Prlogo de Luis Alberto Snchez a Pedro de Valdivia. Laconquista de Chile. Cartas al Emperador Carlos V. Santiago,Ediciones Ercilla, 1940, p. 17.

  • En este sentido correspondi un lugar muy importante alos cronistas religiosos, consagrados a extirpar idolatras yfacilitar una eficaz colonizacin, pero que atrapados por eldesconocido escenario de las Indias relegaron a un segundoplano la usual historia de las rdenes, abriendo su mentalidad atodo el nuevo entorno. De ah que muchas de estas obras defrailes y sacerdotes puedan ser consideradas, sin caer enexageracin, en historia propiamente americana conapariencia espaola. En ellas no slo hay datos de historia,sino tambin de ndole literaria, etnogrfica, geogrfica,natural, etc., as como interesantes informaciones sobre lascostumbres en los primeros tiempos de la sociedad colonial yde las poblaciones indgenas que se proponan evangelizar.

    Tambin iniciaron la recoleccin de las tradiciones oralesprehispnicas, el rescate y traduccin de pictografasaborgenes y elaboraron vocabularios y gramticas de variaslenguas americanas, junto a los primeros textos histricos yetnogrficos que abrieron el camino al conocimientocientfico del mundo indgena, sentando las bases paraulteriores investigaciones, tal como hiciera de maneraparadigmtica Bernardino de Sahagn en su extraordinariaHistoria general de las cosas de Nueva Espaa. Mientras queel conquistador y los primeros Cronistas de Indias slo sevalan para la elaboracin de sus trabajos de impresionespersonales, o de relatos de segunda mano, algunos misioneros,entre los cuales sobresalieron Motolina, Torquemada, deLanda, Diego Durn, de la Calancha y Bernab Cobo -junto alos historiadores jesuitas de las Misiones del Paraguay (desdeRuiz de Montoya a Jos Guevara)-, en cambio, emprendieronuna amplia indagacin que tuvo en el indio -o el esclavo negrocomo fue el caso singular del jesuita Alonso de Sandoval enCartagena- su principal objeto de estudio. En tal sentido,Picn Salas ha apuntado:

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  • Frente a la crnica de los grandes capitanes o de lostestigos aristocrticos de la conquista que miran lo indio condominante pupila espaola, penetran estos fraileshistoriadores (casi todos en franca querella con losencomenderos) en lo que se puede llamar la intimidadindgena.3

    La formacin humanista de muchos misioneros los llevtambin a tratar de proteger al indgena frente a los abusos deconquistadores y encomenderos, por lo que apoyaron unapoltica paternalista que de alguna manera se reflej en suproduccin historiogrfica. Aunque abundaron los historia-dores religiosos que llegaron a justificar las tropelas de losinvasores europeos, algunos, como el franciscano Jernimo deMendieta, por ejemplo, denunciaron la terrible situacin delos aborgenes y otros, como Antonio de Remesal y, sobretodo, Bartolom de Las Casas, ambos dominicos, condenaroncon energa los excesos de la colonizacin. Inclusive en lafamosa controversia doctrinal de mediados del siglo XVI,sostenida por este ltimo en Valladolid con Gins de Sepl-veda -quien legitimaba la explotacin aborigen siguiendo unavieja tesis aristotlica-, el cronista dominico no slo ofreciuna visin idlica del mundo indgena, sino que tambin, sinproponrselo, inaugur la leyenda negra de la conquistaespaola de Amrica en su conocido opsculo Brevsimarelacin de la destruccin de las Indias (1552).

    Frente a la vitalidad, la pluralidad y la inventiva deldiscurso de la historiografa marcada por el impacto deAmrica, esta no tard en ser remplazada en el siglo XVII yprincipios del XVIII por crnicas estriles, castradas por laexcesiva retrica, el estilo barroco y el abuso de la repeticin

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    3 Mariano Picn Salas. De la conquista a la independencia. Tressiglos de historia cultural hispanoamericana. Mxico, Fondode Cultura Econmica, 1958, p. 73.

  • temtica, lo que afect la produccin de buena parte de losdenominados Cronistas Mayores de Indias. Una de las razonesque puede explicar la decadencia del gnero se relaciona conla desaparicin fsica de la primera generacin de cronistas,contempornea de los grandes exploraciones geogrficas y laslegendarias conquistas de Mxico, Per y otros territorios, quehaba sabido aprovechar la curiosidad del Viejo Continentepor los asuntos americanos.

    Al disminuir el inters europeo por los temas etnogrficosy las descripciones de la desconocida flora, fauna y paisajesamericanos se estrech el prisma que haban ampliado losprimeros Cronistas de Indias, y los historiadores que lessiguieron dejaron de anotar las costumbres de los pueblosindgenas y las caractersticas de su medio, para ocuparseexclusivamente de recrear, con un exceso de formalismos yuna rebuscada ornamentacin, las hazaas de los espaoles,como hizo, por cierto con bastante xito de pblico, Antoniode Sols en su Historia de la conquista de Nueva Espaa(1684).

    Desde la segunda mitad del siglo XVI surgieron paralela-mente las primeras manifestaciones de una historiografacriolla, que expresaba los nacientes sentimientos deautoctona de los hijos de espaoles, que hacan gala de unasentida admiracin por el entorno americano. Estos cronistas,nos referimos a Surez de Peralta (Nueva Espaa), RodrguezFreyle (Nueva Granada) y Ruy Daz de Guzmn (Ro de laPlata), demostraban un fuerte apego a la tierra natal y tenancrecientes contradicciones con los recin llegados inmigrantesespaoles, dada su condicin de descendientes de conquista-dores y encomenderos que eran desplazados del poder y susprivilegios por los funcionarios de la corona, tal como seexpresa en la Sumaria relacin de las cosas de la Nueva

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  • Espaa (1604) del cronista novohispano Baltazar Dorantes deCarranza.

    Para reafirmar su vala, combinaron en sus obras elarraigado amor que ya sentan por el sitio donde haban nacidocon la idealizacin de la hazaas de sus ancestros en laconquista de Amrica, ofreciendo adems una imagen muynegativa de las poblaciones indgenas a las que casi todos ellosdespreciaban; quiz con la nica excepcin del cronistaneogranadino Rodrguez Freile en su conocida obra ElCarnero de Bogot (1638). Como explic Severo MartnezPelez al analizar la Recordacin florida del criolloguatemalteco Antonio de Fuentes y Guzmn,

    la idealizacin de la conquista no fue exigencia de lospropios conquistadores, sino al contrario, los documentos delos conquistadores ofrecen los ms valiosos elementos pararefutar aquella idealizacin. En la realidad no hay epopeya;sta es siempre una elaboracin de las generaciones quemiran hacia atrs e idealizan las acciones de los hombres deguerra. La idealizacin responde siempre a determinadasnecesidades histricas que son, en definitiva, el factordecisivo para que surja una epopeya. La idealizacin de laconquista de Amrica fue obra de los cronistas e historiadorescriollos, en tanto que fueron voceros de su clase social. 4

    Muy diferente fue la postura de la historiografa criolladel siglo XVIII. Para el conjunto de Amrica Latina lasconcepciones ilustradas de esta centuria facilitaron la alboradade una conciencia histrica protonacional -entendida comohispanoamericana-, interesada en estudiar con sentido deprogreso el pasado y la realidad americanas, valindose paraello de un conjunto de nuevas tcnicas para manejar, criticar y

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    4 Severo Martnez Pelez. La patria del criollo. Ensayo deinterpretacin de la realidad colonial guatemalteca.Guatemala, Editorial Universitaria, 1970, p. 61.

  • depurar la informacin histrica. As aparecieron por casitodas las diferentes colonias iberoamericanas obras escritaspor criollos que, con orgullo de su condicin, mostraban unadiferente visin de la historia del subcontinente. Algunos deellos -siguiendo los pasos del precursor novohispano Carlosde Sigenza y Gngora- intentaron encontrar en el pasadoindgena y en el exhuberante entorno americano, loselementos distintivos que los separaban de los espaoles yafirmaban la naciente identidad hispanoamericana.

    Los planteos sobre la inferioridad del Nuevo Mundo,puestos en boga por determinados pensadores e historiadoresiluministas europeos (Buffon, Raynal, de Pauw y Robertson),indignaron a intelectuales criollos como Juan Jose de Eguiaray Eguren o Francisco Xavier Clavijero. Para responderles,algunos jesuitas hispanoamericanos, entre los que descollaronel propio Clavijero, Andrs Cavo y Francisco Javier Alegre enNueva Espaa, el quiteo Juan de Velasco y el chileno JuanIgnacio Molina, expulsados desde 1767 de sus natales tierrasamericanas, escribieron en el exilio crnicas apasionadasdonde combatan los mitos sobre la supuesta inferioridadamericana y la ignorancia europea sobre este continente.

    En su rplica, estos criollos describieron la naturaleza ycontaron la historia de sus lejanas patrias -asumiendoconscientemente el trmino-, por la que sentan una granaoranza e imperceptiblemente se fueron convirtiendo en losprecursores de una historiografa bien diferente a lametropolitana que, al negar el pasado inmediato y esgrimir demanera idealizada los valores de la relegada antigedadindgena, descubra los grmenes de su propia identidad,prefigurando de algn modo el imaginario de los luchadorespor la independencia y legitimando la futura ruptura del ordencolonial.

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  • La creciente toma de conciencia sobre la existencia de unpasado histrico propio situ a estos textos criollos ms cercade una embrionaria cultura nacional hispanoamericana quede la espaola. En ltima instancia, el incipiente desarrollo deuna historiografa latinoamericana -que parece tambinesbozarse, aunque menos ntidamente, en autores caribeoscomo Antonio Snchez Valverde o Jos Martn Flix deArrate- estaba en plena concordancia con el fortalecimientoeconmico de la aristocracia criolla y de su conviccin de serduea de un mundo que an no gobernaba polticamente. Alhacer referencia a esta revalorizacin del pasado y a labsqueda criolla de sus races distintivas en la antigedadprecolombina Beatriz Gonzlez Stephan apunta con mucharazn:

    Y es que el inters en el conocimiento de documentos,cdices, y pinturas indgenas, no slo revela una meranostalgia por una antigedad extica y por fundamentar enella el carcter de una idiosincracia americana, sinodemostrar que el naciente proyecto social se ve respaldado enuna realidad con espesor histrico. 5

    Con ello se abri una segunda poca de inters por elantiguo mundo aborigen, que aceptaba sin muchas reservas, yal mismo tiempo revaloraba, las culturas precolombinas hastaconvertirlas en algo digno de recordar, ofreciendo una imagenbien distinta de las visiones condenatorias, dirigidas a extirparlas llamadas idolatras indgenas, creadas por los primeroscronistas y misioneros espaoles.

    Si bien en los tres siglos coloniales se escribieronvaliosos libros que recreaban de manera original la realidaddel subcontinente e incluso aparecieron, bajo el influjo de la

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    5 Beatriz Gonzalez Stephan. La historiografa literaria delliberalismo hispano-americano del siglo XIX. La Habana, Casade las Amricas, 1987, p. 73.

  • Ilustracin, los primeros textos que reflejaban el despunte desentimientos protonacionales, en realidad el nacimiento deuna expresin historiogrfica propia, debi esperar a laculminacin del proceso emancipador en 1826 y laconsiguiente formacin de los nuevos Estados. Lahistoriografa latinoamericana de la emancipacin, que encierta forma se vena gestando desde los mismos aos de laguerra contra Espaa en obras -todava impregnadas delpensamiento ilustrado del XVIII- de actores y protagonistasde la independencia como las del den cordobs GregorioFunes, el sacerdote mexicano Servando Teresa de Mier, elguatemalteco Manuel Montfar o el venezolano ManuelPalacio Fajardo, se prolongara como lnea predominantehasta las postrimeras del siglo XIX.

    En este sentido podemos considerar que la primerageneracin de historiadores propiamente latinoamericanos-Lorenzo de Zavala y Lucas Alamn en Mxico, Jos GabrielGarca en Santo Domingo, Thomas Madiou y BeaubrunArdouin en Hait, Alejandro Marure en Centroamrica, RafaelMara Baralt en Venezuela, Jos Manuel Restrepo en NuevaGranada, Pedro Fermn Ceballos en Ecuador, Mariano FelipePaz-Soldn en Per, Miguel Luis Amuntegui en Chile,Francisco Bauz en Uruguay, Vicente Fidel Lpez enArgentina y Francisco Adolfo Varhagen en Brasil, por slomencionar a los ms representativos- surgi con las rep-blicas independientes -o el imperio en el caso brasileo- y seconfigur como una novedosa corriente historiogrficaimpactada por el romanticismo europeo y, muy en particular,por la teora del color local, adaptada aqu para glorificar a loshroes de la liberacin anticolonial.

    Pero a diferencia de los historiadores romnticosfranceses de La Restauracin, inclinados a la remodelacin depocas remotas conforme a la visin de su tiempo, la

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  • historiografa latinoamericana correspondiente se caracterizpor considerar el pasado precolombino y colonial comocaptulos cerrados, mientras sus autores, que se sentanherederos directos de la lucha emancipadora, en la quealgunos incluso haban participado, se atribuan el derecho aconstruir la historia con absoluta libertad. As, se encargaronde elaborar las primeras historias de las repblicas recinconstituidas desde una perspectiva que recreaba ante todo lagesta independentista y exaltaba valores patrios, paracontribuir a configurar una conciencia propiamente nacional.En otras palabras, el penoso proceso de formacin de lasnuevas naciones era tambin un esfuerzo sin precedentes deinvencin cultural, de reelaboracin del imaginario. ParaMariano Picn Salas:

    La historiografa hispanoamericana surgida despus delas guerras de Independencia, y prolongada en gran partehasta nuestros das, no pudo superar una serie de prejuiciosprximos. En primer lugar, aquellos hombres experimen-taban la ilusin de que la historia naca con ellos, y que aldenominar Repblica de Venezuela", Repblica del Pero Repblica de Chile a la colonia que se acababa de liberarde Espaa, se engendraba un hecho tan nuevo que todo loanterior solo podra abordarse saltando una grieta profunda,una casi insalvable solucin de continuidad." 6

    Para muchos de estos historiadores, que puedenconsiderarse los fundadores de sus respectivas historiografasnacionales, la historia era ante todo la narracin de hechos yno la bsqueda de su explicacin, con el objetivo primordialde establecer las bases de la existencia de su propio pas comopueblo independiente, que de alguna manera preexista en lacolonia, aunque identificndolo con los valores yconcepciones de la oligarqua local, a los que se confera

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    6 Ob. cit., p. 11.

  • estatura nacional. El carcter idealista de esta historiografa seadverta al presuponer sus autores que la economa de unperiodo histrico surga de los decretos del ejecutivo odependa de la voluntad de algunos congresistas. La temticacentral de casi todas estas obras descansaba en la guerraemancipadora, concebida como gran epopeya. Adems senarraba, con lujo de detalles, las luchas polticas, los hechosmilitares y las actuaciones personales, adjudicando lacausalidad de los acontecimientos a motivaciones subjetivasde las personalidades histricas.

    El tono laudatorio de la guerra de independencia, dirigidoa exaltar figuras como la de Simn Bolvar, alcanz una de susclsicas representaciones con el libro Venezuela heroica(1881) del historiador venezolano Eduardo Blanco, quepodemos considerar smbolo literario del culto a la patria, conel cual llega a su cenit la corriente romntico-nacionalista en lahistoriografa venezolana. Para estos historiadores, la visinde la joven nacionalidad se consigue enalteciendo al infinito elorigen mtico de la patria y concibiendo al hroe comorealizador de la historia y paradigma moral de las nuevasgeneraciones.

    Otra caracterstica de la historiografa romntico-nacionalista fue que se desvertebr en dos lneasfundamentales: la liberal y la conservadora. Como adviertePicn Salas en su obra ya citada:

    La Historia se colore con las pasiones polticas de lacalle. Liberales romnticos cerraban con un muro decompleta negacin y desprecio la poca colonial, mientrasque, por contraste, conservadores igualmente ofuscados yan de tanto talento como don Lucas Alamn en Mxico,crean que todo el mal comenz con la Repblica y aorabanel orden aristocrtico de los antiguos virreyes. 7

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    7 Ibid., p. 11.

  • De esta forma, la historiografa romntico-conservadorase aferr a la tradicin colonial, aunque convencida de lanecesidad de ciertos cambios que deberan llevarse a cabopaulatinamente mediante reformas moderadas que nopermitieran perder los valores de la herencia hispana. Encambio la historiografa romntico-liberal propugnabatransformaciones ms radicales y la imitacin del modeloconstitucional norteamericano, aunque ambas coincidan ensu menosprecio por el mundo precolombino.

    La revalorizacin del pasado excluyendo a las culturasaborgenes -que signific un paso atrs en relacin con loshistoriadores criollos del XVIII-, fue otro rasgo distintivo de lahistoriografa romntico-nacionalista que proyectaba, como elhistoriador mexicano Lucas Alamn, una imagen de nacinmodelada en el espejo de la aristocracia blanca, de razespaola y catlica. Para este historiador, Espaa era elparadigma y en el proceso independentista de Mxico Iturbideera el hroe y no Hidalgo, a quien consideraba un peligrosodemagogo que de triunfar habra acabado con la civilizacin yla prosperidad del pas, tal como escribi en su Historia deMjico (1849-1852). Para Alamn la historia de Mxico nohaba comenzado en la poca indgena ni en 1810, sino slocon la llegada de los espaoles.

    Slo algunos autores aislados como Carlos Mara deBustamante en Mxico, o ms tarde sus coterrneos, loseruditos conservadores Jos Fernando Ramrez, ManuelOrozco y Berra o Alfredo Chavero, se interesaron por lascivilizaciones indgenas para fundar con ellas la historianacional, aunque considerndolas como una poca concluida.Para muchos de los historiadores latinoamericanos de lainmediata post independencia, los verdaderos orgenes de lasnuevas repblicas se encontraban en las civilizacioneseuropeas que haban conquistado Amrica, y particularmente

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  • en la espaola, e hicieron extensivo a toda la nacin recinconstituida los valores ticos, morales e ideolgicos de laaristocracia criolla, desconociendo las aportaciones a laformacin nacional de los sectores populares y, en especial, detodos aquellos elementos que tenan que ver con las culturasindgenas o afroamericanas sojuzgadas. Por ello BeatrizGonzlez Stephan, en su trabajo ya mencionado, hacomentado:

    De este modo los historiadores consagraron los gustosy mira de la lite y entregaron en su obra una representacintotalizadora de la historia nacional, exacerbando elpatriotismo de las masas populares con la mixtificacin deindividualidades ejemplares sobre quienes descansaba laresponsabilidad histrica. El sector popular quedabaexcluido, silenciadas sus manifestaciones culturales,borradas las etnias indgenas y afro-americanas. 8

    A esta etapa tambin corresponde el inicio de unahistoriografa erudita apegada al hecho -desde 1826 CristbalMendoza y Francisco Javier Yanes comenzaron a publicar enVenezuela las primeras colecciones documentales, caminoque seguiran despus el historiador venezolano VicenteLecuna, Joaqun Garca Icazbalceta y Genaro Garca enMxico, Clemente L. Fregeiro en el Ro de la Plata y JosToribio Medina en Chile-, que atribua la importancia de lahistoria a su papel moralizador o patritico, ntimamenteasociado a una actitud nostlgica hacia el pasado, en particularpor los actos heroicos de la independencia. De ella fueronarquetipo las enjundiosas obras de Diego Barros Arana(Chile) y Bartolom Mitre (Argentina), que ya constituyen unpuente con la historiografa positivista, pues fueron ms allde la corriente romntico-nacionalista que mitificaba al hroe,al buscar en la historia leyes, causas y relaciones entre los

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    8 Beatriz Gonzlez Stephan, Ob. cit., p. 95.

  • fenmenos, anticipando el nuevo tipo de produccin histricaque ya vena.

    De esta manera, la historiografa romntico-nacionalistase caracteriz por glorificar las naciones que se acababan defundar -entendidas no slo como un concepto jurdicopoltico, sino tambin identificadas con los valores ideol-gicos y las concepciones de la aristocracia criolla-, mediante elculto a las hazaas y epopeyas de la independencia,convirtiendo a la historia en una especie de segunda religinque socavaba directamente el orden de la vida impuesto por elracionalismo del siglo XVIII. Marcada por los valores delromanticismo en el orden esttico y en muchos casosconfundida con la literatura, esta corriente historiogrfica, quepredomin durante buena parte del siglo XIX, se distinguipor su ntima vinculacin con los proyectos de los nuevosEstados y fue decisiva en el proceso de conformacin de unaconciencia histrica propiamente nacional en los paseslatinoamericanos.

    A fines del siglo XIX y principios del XX surgi enAmrica Latina una nueva generacin de historiadores,especialmente impactados por la filosofa de Comte y elevolucionismo spenceriano, que se dio a la tarea de intentarconvertir la historia en una ciencia, en reaccin a la formasubjetivista de historiar prevaleciente hasta entonces. En unacoyuntura marcada por el contraste entre el atrasolatinoamericano y el vertiginoso desarrollo econmico deNorteamrica y Europa Occidental, la llamada historiografapositivista consider a estas regiones industrializadas comopatrones de civilizacin y muchas de sus obras se dirigieron aavalar regmenes dictatoriales, como los de Porfirio Daz enMxico o Juan Vicente Gmez en Venezuela, que creannecesarios para impulsar el progreso de sus respectivos pases.

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  • Exponentes de ello fueron personalidades intelectualesde renombre como el mexicano Justo Sierra o los venezolanosLaureano Vallenilla Lanz, Pedro Manuel Arcaya y Jos GilFortoul. Al mismo tiempo, una rama de la historiografapositivista se enrumb hacia posiciones antinorteamericanasy/o de reivindicacin del legado hispano (Cesar Zmeta,Carlos Pereyra, Rufino Blanco Fombona, Emilio Roig deLeuchsenring, Amrico Lugo, Manuel Ugarte, VicenteSenz); mientras otra se dejaba arrastrar por las concepcionesdel pensador argentino Domingo Faustino Sarmiento, y muyen particular por la filosofa del conde de Gobineau y Le Bon,para considerar que las taras de razas inferiores o lasproducidas por el mestizaje eran las responsables de ladegeneracin de este Continente enfermo (Carlos OctavioBunge, Alcides Arguedas, Gabriel Rene Moreno, etc.).

    En reaccin a la posibilidad de establecer leyes paraintentar comprender la infinita variedad de formas histricas,y en contra tambin a la asepsia y el empirismo metodolgicoque proponan estos historiadores, se desarroll la posicinidealista del historicismo, aunque coincidiendo con lahistoriografa positivista en el culto al detalle y la monografa.Frente a las propuestas de encontrar en el pasado modelos paraentender el presente, la nueva concepcin historicista subrayla imposibilidad de hacer comparaciones significativas entrepocas histricas. Bajo la inspiracin de la filosofa de Croce,Dilthey o de Ortega y Gasset, estos autores se dirigieron a ladestruccin de la historia como ciencia, aceptando vlidastantas historias como puntos de vista existieran.

    En realidad la influencia de esta corriente antipositivistaen la historiografa de Amrica Latina prcticamente se limita Mxico, donde se desarroll, bajo el impulso de lostrasterrados espaoles (Jos Gaos, Juan Comas, PedroBosch y otros), toda una generacin de historiadores que tuvo

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  • entre sus mejores exponentes a Samuel Ramos, Miguel LenPortilla, Wigberto Jimnez Moreno, Silvio Zavala, LeopoldoZea, Daniel Coso Villegas y Edmundo OGorman, algunosde los cuales pronto se alejaran de las doctrinas de susmaestros. Uno de esos talentosos emigrados espaoles,Ramn Iglesia, al hacer la crtica al cientficismo positivistaque entonces prevaleca escribi:

    No debemos perder de vista que la historia objetiva,imparcial, cientfica, de que muchos de nuestros colegas tanufanos se sienten en la actualidad, es manifestacin reciente,aunque no tan original como ellos piensan. Siempre haexistido el erudito libresco, el anticuario desarraigado de lavida, que ha escrito historia desinteresada y niveladora, confrialdad de quirfano. Pero la verdadera historia, la que tienejugo y palpitacin de vida, se ha escrito siempre a impulsos deuna presin del momento, es historia polmica, parcial,apasionada, tendenciosa. La verdadera historia que interesaal historigrafo, a quien busca en ella la mayor cercana a loshechos mismos, tal como se vivieron, es historia de tesis, porminscula que sta sea, es historia escrita para demostraralgo. 9

    Pero la historiografa positivista en Amrica Latina notard en dejar sus intentos por encontrar, ms all de lavoluntad de los grandes hombres, un sentido a la historiamediante el lenguaje organicista y evolucionista positivistatomados de Comte y Spencer, para quedar convertida en unasencilla historia emprica. As de la historiografa positivistaslo qued el mtodo, pues termin por abandonar laconcepcin del estudio de la historia como necesario paradefinir las leyes reguladoras de la evolucin social al serreducido a un simple empirismo tradicionalista, que continu

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    9 Ramn Iglesia: Introduccin, en Estudios de historiografade la Nueva Espaa. Mxico, El Colegio de Mxico, 1945, p.10.

  • la labor erudita iniciada a principios de siglo de encontrar ypublicar documentos. Desde entonces, la historiografapositivista latinoamericana se limit a buscar la explicacindel proceso histrico en las legislaciones o en la actuacin delos estadistas y jefes militares, considerados los verdaderosartfices de la historia, con el propsito de seguir educando alas nuevas generaciones, como ya lo haban hecho loshistoriadores romntico-nacionalistas, con una visinmaniquea del pasado.

    A este tipo de historiador, enfrascado en establecer, sobrela base de documentos, los hechos histricos irrepetibles, paracoordinarlos y exponerlos de una manera coherente, se lesigui denominando por extensin positivista. En estaconcepcin, el trabajo erudito del historiador era la clasifi-cacin crtica de documentos y su sntesis el ordenamientolgico, que permita una supuesta descripcin objetiva delpasado, por lo general de acontecimientos polticos,diplomticos, militares o religiosos y slo excepcionalmenteeconmicos o sociales. De esta manera, el carcter cientficode la historia resida en el anlisis objetivo de las fuentesprimarias, en la reconstruccin de las intenciones de losactores y del curso de los acontecimientos, junto al relato dehechos extraordinarios preferentemente militares y polticos.

    Representantes clsicos de esta tendencia fueron:Alfonso Toro en Mxico; Emilio Rodrguez Demorizi enRepblica Dominicana; Beaubrun Ardouin en Hait; VidalMorales y Emeterio Santovenia en Cuba; Adrin Recinos yRafael Heliodoro Valle en Centroamrica; Ernesto J.Castillero en Panam; Eduardo Posada y Gustavo Arboleda enColombia; Federico Gonzlez Surez, Jacinto Jijn y OscarEfrn Reyes en Ecuador; Efran Cardozo en Paraguay; JulioTello y Ral Porras Barrenechea en Per; Domingo

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  • Amuntegui en Chile; Paul Groussac en Argentina; ClementeL. Fregeiro en Uruguay y Joao Capistrano de Abreu en Brasil,muchos de los cuales se convirtieron en fundadores omiembros de nmero de las academias de historia creadas ensus respectivos pases para institucionalizar esta forma dehistoriar. Todava en 1940 el secretario de la AcademiaColombiana de Historia, Roberto Cortzar, consideraba que elpropsito de esa institucin era

    afianzar, por medio de la verdad, el sentimiento colec-tivo por los grandes hechos, por los grandes hombres queformaron la patria. 10

    El resultado de este mtodo, que pretenda slo mostrar loque haba ocurrido segn la documentacin, llev todava mslejos el tipo de historiografa que en cierta forma se venahaciendo en Amrica Latina desde la independencia: lahistoria de los hombres excepcionales, de los hechos polticosde gran espectacularidad o repercusin, de las instituciones,las luchas por el poder, la sucesin de gobiernos. Paraconfeccionar esta historia heroica, los historiadores ofrecanuna simple acumulacin de informacin heterognea, sinjerarquizacin, acompaada de poca o ninguna interpretacin.Por este camino la llamada historiografa positivista lleg aconstruir visiones idealizadas de la historia de los paseslatinoamericanos, bien diferentes a la rica, inesperada ymatizada vida real, como bien lo destaca Mariano Picn Salasal referirse a

    cierto desventurado Manual de historia patria que seensea en muchas escuelas y colegios en que el procesopoltico nacional, el trnsito de uno a otro presidente, se

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    10 Citado por Bernardo Tovar Zambrano. La historiografacolonial, en La historia al final del milenio. Ensayos dehistoriografa colombiana y latinoamericana. Bogot,Universidad Nacional de Colombia, 1994, t. I, p. 25.

  • narra como si todo hubiera transcurrido en la ms perfecta yserena legalidad; como si el pas no conociera jamsdictaduras y actos de violencia. Dicha historia, inspirada msen los documentos de la Gaceta Oficial que en los hechosmismos, casi se confunde con la de un apacible pas comoSuiza y en los das de ms sosegada democracia.11

    Pese a sus significativos aportes en el campo delconocimiento de los hechos, junto a la importancia enorme delas recopilaciones y rescate de documentos, la compilacinbibliogrfica, etc., la erudicin positivista fue a largo plazo unobstculo al desarrollo de la ciencia histrica en AmricaLatina, pues la limit a la simple acumulacin de datosespecficos, a veces inconexos, que ofrecan una visinfragmentada y desordenada del proceso histrico. Por otraparte, su desproporcionado apego a la documentacin y losarchivos, combinado con el desmedido culto a los hroes,llev a esta corriente a un atolladero que el historiadorvenezolano Germn Carrera Damas acertadamente calificcon el sugestivo ttulo de uno de sus libros: Entre el bronce y lapolilla. En los pases latinoamericanos, apunt Carrera Damasel historiador parece haber surgido ms de la necesidad deconservar glorias que de establecer y explicar hechos, puesconvencido que este es un deber patritico, ofrece una visinparcial, apologtica, pica y arbitraria cuyo smbolo es elbronce de las estatuas, llegando a endiosar a los hombres paracrear una especie de segunda religin. Son, como l mismo losdefiniera, los metalrgicos de la historia. Los otros eran paraCarrera Damas las polillas, o sea, historiadores querestringan su papel a la simple recopilacin y ordenamientode fuentes relacionadas con ese gran hroe, advirtiendo queentre ambos grupos no haba una muralla china.

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    11 Mariano Picn Salas. La conquista del amanecer. Seleccin yprlogo de Jos Prats Sariol, La Habana, Casa de las Amricas,1992, p. 223.

  • As, mientras los metalrgicos de la historia se dedicana perfeccionar sus instrumentos de pulido, los devotos de lapolilla aplican su esfuerzo, de tenacidad indiscutible, a seguirla huella del grande hombre hasta en sus ms rudimentariosactos.12

    Aunque la influencia del positivismo sobre lahistoriografa latinoamericana se ha prolongado, de una u otramanera, hasta el presente como una inspida historiaempirista, sus evidentes limitaciones para entender el procesohistrico la llevaron a nuevas bsquedas desde la segundadcada del siglo XX. A ello contribuy el inters porincorporar al anlisis histrico los fenmenos econmicos ysociales, pero no como se haba hecho hasta ese momentomediante generalidades puestas como decorado o como unamezcla de datos espolvoreados en la narracin. Ya en 1927 elhistoriador argentino Ricardo Levene dio a conocer una obrapionera en el campo de la historia econmica que lo ubicentre los renovadores de la historiografa positivista:Investigaciones sobre la historia econmica del Virreinatodel Plata. Simultneamente en otros pases latinoamericanosapareci una nueva generacin de historiadores negados aseguir haciendo la historia como una simple recoleccin dedatos y decididos a entenderla como un proceso de carcterobjetivo, regido por ciertas leyes generales y no por lacasualidad. En esta historiografa, que ciertos crticos hanllamado neopositivista, pueden inscribirse autores como:Ramiro Guerra (Cuba); Jess Silva Herzog y Luis Gonzlez yGonzlez (Mxico) -precursor este ltimo de la microhistoriacon su clsico Pueblo en Vilo (1968); Juan Friede (Colombia);Jorge Basadre (Per); Eduardo Acevedo (Uruguay); SergioBuarque Holanda y Nelson Werneck Sodr (Brasil), quienes

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    12 Germn Carrera Damas. Entre el bronce y la polilla. Cincoensayos histricos. Caracas, Universidad Central deVenezuela, 1958, pp. 107-109 y 118-119.

  • advirtieron la importancia de los hechos econmicos osociales en el desarrollo histrico, superando el estrechoprisma de muchos de sus contemporneos, dedicadosexclusivamente a la historia institucional y poltica. Como hasealado Gloria Garca al presentar una de las clsicas obrasdel mencionado historiador cubano:

    Guerra no quiere limitarse a ser el mero organizadorpasivo del material informativo que acopia ni reducir la tareadel historiador a la simple descripcin cronolgica de loshechos. Cree, ante todo, que la historia tiene como objetivoprimordial explicar cientficamente el proceso de formacin ydesarrollo de una comunidad nacional, esclareciendo lanaturaleza de los factores que en este proceso intervienen y locondicionan. 13

    Con ellos se apuntaba ya la moderna historiografalatinoamericana con sus enfoques socioeconmicos dirigidosa superar la vieja historia poltico jurdica apegada al hecho,aunque todava opacado por una gran masa de informacin.As, por mencionar otro ejemplo, el historiador uruguayoPablo Blanco Acevedo en su libro El gobierno colonial en elUruguay y los orgenes de la nacionalidad (1929) semanifestaba convencido de que el factor econmico -junto aotros elementos determinantes- contribua a explicar el origende las diferencias entre muchos pueblos americanos y, enconsecuencia, el nacimiento de las nacionalidades.

    En esta lnea renovadora que enfatizaba la perspectivasocioeconmica, aunque poniendo mayor nfasis en temasrelacionados con la historia de una genuina culturalatinoamericana, se pueden inscribir tambin los trabajos delargentino Jos Luis Romero, del paraguayo J. Natalacio

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    13 Gloria Garca: Prlogo a Ramiro Guerra. Guerra de los 10aos. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1972, t. I, pp.XVI-XVII.

  • Gonzlez, del venezolano Mariano Picn Salas y del uruguayoAlberto Zum Felde, por slo citar a los ms representativos.No obstante la significacin de toda esta historiografa, debeadvertirse que el tema econmico y social continu siendo, engeneral, colateral, sin la suficiente jerarquizacin, o enmuchos casos se siguieron utilizando los mtodos y enfoquesde la historia tradicional.

    Junto a la renovacin sufrida por la historiografapositivista por el inters en los estudios socioeconmicosaparecieron las novedosas investigaciones etnolgicas deFernando Ortiz (Cuba), Gilberto Freyre y Arthur Ramos(Brasil), Alfonso Caso, Manuel Gamio y Gonzalo AguirreBeltrn (Mxico), Ildefonso Pereda Valds (Uruguay), JuanFriede (Colombia), Po Jaramillo (Ecuador), Luis Valcrcel(Per) y Alejandro Lipzchutz (Chile), este ltimo yamostrando una cierta influencia marxista en algunas de susobras. En realidad, el desarrollo de los estudios antropolgicosen Amrica Latina haba comenzado desde la dcada delochenta del siglo XIX y su posterior desarrollo se relacioncon los avances del capitalismo y las necesidades de conocerlas heterogneas poblaciones de este subcontinente, enparticular indgenas y afroamericanas.

    Este inters tena que ver, en ltima instancia, con eldespertar de una nueva conciencia latinoamericana, biendiferente a la fomentada por la oligarqua criolla que habapredominado hasta entonces, persistente en su intencin deconservar los viejos privilegios y valores, dejando fuera de suconcepto de nacin a las masas populares y a las etnias noblancas. En palabras de Adam Anderle:

    En la conciencia nacional criolla y oligrquica hicieronsu aparicin a fines del siglo XIX las primeras resque-brajaduras y a comienzos del siglo XX los primerosquebrantamientos e intentos de perfeccionamiento; o sea que

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  • se ha iniciado entonces la formacin de un concepto de lanacin que de tambin cabida a las clases trabajadoras ycapas medias, en su mayora, de color: indios, negros,mestizos, mulatos, personas procedentes de la India y chinos.Tras la modificacin de este signo del concepto de la nacinse ocultaba una profunda transformacin econmico-social-poltica que se iniciaba en ese entonces. 14

    Quiz uno de los textos que mejor puede ilustrar losintentos por entender la compleja dinmica de las sociedadeslatinoamericanas, a partir de los aportes de la antropologa y elanlisis socioeconmico, sea Economa y cultura en lahistoria de Colombia (1942) de Luis Eduardo Nieto Arteta.Pero la obra de este historiador colombiano, influido ya por elmarxismo, entronca de alguna manera con la lnea delrevisionismo histrico.

    En las primeras dcadas del siglo XX comenz enAmrica Latina el desarrollo de la historiografa revisionistanacionalista, que desde sus inicios se caracteriz por estimularuna nueva variante de historia patritica que exaltara elnacionalismo y los personajes claves del pasado noendiosados por la historia oficial. Para conseguirlo, loshistoriadores revisionistas que abrieron esta corriente selimitaron a reinterpretar hechos y personalidades santificadospor la historiografa academicista, rompiendo tabes, aunquesin variar los viejos mtodos analticos. En la prctica, lapropuesta de estos autores no superaba la visin tradicional(romntico-positivista) de la historia latinoamericana, pues ensu mayora dependan de la misma informacin factual, auncuando sacaran de ellas conclusiones diferentes. A veces alprivilegiar la interpretacin por encima de la investigacin dearchivo esa supuesta nueva visin se basaba en una simple

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    14 Adam Anderle. Conciencia nacional y continentalismo enAmrica Latina en la primera mitad del siglo XX. En ActaHistrica. Szeged, 1982, tomo LXXIII, p. 3.

  • revisin del papel de determinados personajes histricos conargumentos morales o extrados del linaje genealgico.

    Por su intencin iconoclasta muchos historiadores revi-sionistas pueden compararse a los famosos escritoresnorteamericanos que han recibido el nombre de muckrackers(expositores de ruindades), pues como ellos se especializaronen sacar a la luz pblica el fango en la actuacin histrica defiguras glorificadas por la historiografa precedente decarcter liberal. Pero al romper con los clichs establecidos yrevelar al gran pblico hechos escamoteados por la historiaoficial, muchos de sus textos se convirtieron en materialespolmicos, muy atractivos a los lectores, en verdaderos bestsellers. Es el caso, por ejemplo, del historiador positivistamexicano Francisco Bulnes, quien en plenos preparativos paracelebrar el centenario de Benito Jurez dio a conocer sus librosiconoclastas El verdadero Jurez y la verdad sobre laintervencin y el Imperio (1904) y Jurez y las revolucionesde Ayutla y de Reforma (1905), donde revis la personalidaddel Benemrito de las Amricas restando mritos a su papel enla reforma liberal y sacando a relucir, entre otros trapossucios, los tratados entreguistas" que firmara con EstadosUnidos.

    Los orgenes de este tipo de historiografa se encuentranen la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX, conlos trabajos para reivindicar la dictadura de Rosas de loshistoriadores positivistas Ernesto Quesada, Adolfo Saldas,Jos Mara Rosa, Diego Luis Molinari y Edberto OscarAcevedo. Despus, la historiografa revisionista nacionalistaen Amrica Latina se desvertebr en dos grandes corrientes, aveces slo aparentemente alejadas: de un lado la conser-vadora, hispanista y oligrquica y, del otro, la de signopopulista, vinculada a movimientos progresistas e identificadacon el pensamiento antimperialista y/o socialista.

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  • La historiografa revisionista oligrquica se circunscribia sustituir unos hroes por otros, como hicieron loshistoriadores conservadores argentinos Carlos Ibarguren,Ernesto Palacio, Julio Irazusta y Juan Alvarez, que llevaron aconvertir a Rosas en prototipo de gobernante y a fundar en1938 un Instituto de Investigaciones Histricas con sunombre, que terminara por bajar de su pedestal a losprincipales personajes histricos rioplatenses (entre ellosRivadavia, Sarmiento y Mitre) y ofrecer una completareconstruccin del proceso histrico de este pas.

    Donde mayor resonancia alcanz el revisionismoargentino fue en Uruguay, no slo por la vecindad geogrfica,sino tambin debido a una serie de similitudes y problemashistricos comunes, que arrancaban de la poca colonial yllegaban hasta la Guerra Grande de mediados del siglo XIX.Por este motivo muchos historiadores revisionistasargentinos, como Manuel Glvez, incursionaron en temasuruguayos y ofrecieron versiones diferentes a la oficial. Lareivindicacin de figuras histricas del Uruguay, condenadaspor la historiografa liberal argentina desde la poca del denFunes (como Artigas), se hizo atractiva para algunoshistoriadores orientales vinculados al Partido Blanco, con lafinalidad de resaltar el orden tradicional y el papel de las viejasfamilias patricias, frente a la visin del Partido Colorado y laburguesa de Montevideo. Entre los autores uruguayos quepueden ser ubicados aqu, y que entre otros temas remontaronlas versiones histricas establecidas sobre la poca de laDefensa (1842-1851), las intervenciones europeas en el Ro dela Plata y la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay(1864-1870), figuran Luis Alberto de Herrera, Juan E. PivelDevoto, Julio Csar Vignale, Carlos Real de Aza, AlbertoMethol Ferr, Jos Pedro Barram y Benjamn Nahum.

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  • En los dems pases latinoamericanos el revisionismohistrico conservador y oligrquico no alcanz la magnitudque tuvo en el Ro de la Plata, donde gener dos lneas deinterpretacin histricas contrapuestas. En el resto de AmricaLatina este fenmeno estuvo menos generalizado y en todocaso tuvo expresiones nacionales ocasionales sobre determi-nados temas, en los cuales los historiadores revisionistasdivergan de la historia oficial. En otras partes se limit areivindicar la herencia colonial espaola y el ordenconservador, como puede verse en las obras de AntonioGibaja (Mxico), Alberto Edwards, Francisco A. Encina yJaime Eyzaguirre (Chile), Vctor Andrs Belaunde y Jos de laRiva Agero (Per), Enrique de Ganda (Argentina) yGuillermo Morn (Venezuela), por slo mencionar ejemplossignificativos. Algunos autores, como el historiador argentinoRicardo Levene, llegaron al extremo de considerar, en un libropublicado en 1952, que Las Indias no eran colonias, argumen-tando que la legislacin espaola negaba expresamente elcarcter dependiente de los territorios hispanoamericanos.

    En una cuerda muy diferente se situ la historiografarevisionista vinculada a movimientos progresistas y popularese identificada con el pensamiento antimperialista y/osocialista. En estos casos se trata de autores imbuidos en algnsentido por el marxismo y la historia econmica y socialfrancesa (Annales), entre los cuales descuellan los argentinosJuan Jos Hernndez Arregui, Gonzalo Crdenas, Jorge Lunay Ortega Pea, los colombianos Otto Morales Bentez eIndalecio Livano Aguirre, los uruguayos Vivian Trias,Roberto Ares Pons, Oscar H. Bruschera, Melogno Tabar,Washington Reyes Abadie y Eduardo Galeano, el peruanoVirgilio Roel, los chilenos Julio Alemparte y SergioVillalobos, as como los cubanos Ral Cepero Bonilla yManuel Moreno Fraginals.

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  • Muestra representativa de esta produccin iconoclasta loconstituyeron las obras de Livano Aguirre, fundamen-talmente Bolvar (1956) y Los grandes conflictos sociales yeconmicos de nuestra historia (1962), en las cualesdesarroll un revisionismo de corte populista. Aparte delindiscutible mrito de estos textos, como muchos otros de estacorriente, las obras de este historiador colombiano tenan eldefecto de una apresurada factura y cierto descuidometodolgico, evidenciado en la ausencia de aparato crtico ybibliografa. Adems Livano Aguirre manifest ciertainclinacin por las soluciones espectaculares, que enocasiones lo llev a determinadas alteraciones histricas paraacomodar el relato a su interpretacin. Pero sus obras gozaronde gran popularidad debido a que desenmascar la tramahistrica de la oligarqua nacional en la historia de Colombia.

    En la posicin revisionista populista, antimperialista y/osocialista tambin pueden ubicarse los trabajos sicologistas delos colombianos Mauro Torres, Abelardo Forero, AntonioMartnez Zuleica, Mario Perico Ramrez, dirigidos adesmitificar a los hroes para presentarlos como hombres decarne y hueso, con sus defectos y virtudes, algunos de loscuales aportan novedosos enfoques de la historia. Ese es elcaso, por ejemplo, del libro de Arturo Abella Don dinero en laindependencia (1966), cuya lnea argumental est basada endescubrir el peso de los intereses econmicos en la actuacinde las figuras y prceres de la independencia -donde iguala ensus aspiraciones a criollos y realistas-, con un estilo expositivoparecido al de un narrador deportivo.

    Otra variante dentro de esta vertiente de la historiografarevisionista es aquella ligada al nacionalismo latino-americano, que tuvo por eje temtico el enfrentamiento a lasintervenciones militares de Estados Unidos y la penetracineconmica de sus monopolios. Aqu pueden citarse las obras

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  • antimperialistas del argentino Gregorio Selser, el dominicanoJuan Bosch y los bolivianos Augusto Cspedes y SergioAlmaraz.

    En general la historiografa revisionista de izquierdaparte de una serie de presupuestos comunes, entre ellos ladefensa del desarrollo econmico y poltico independiente delos pases latinoamericanos, la necesidad de profundastransformaciones democrticas y la denuncia de la polticaimperialista de las grandes potencias, en especial de EstadosUnidos. Tambin se ha pronunciado activamente contra laapologa del pasado colonial y la situacin dependiente deAmrica Latina y el Caribe, prestando gran atencin a losaspectos socio-econmicos del proceso histrico y al papel delos movimientos sociales. Pero en muchas de estas obras lahistoria nacional se reduce a la lucha de las masas popularescontra el dominio de las oligarquas aliadas al capitalextranjero. Como bien ha explicado Ricaurte Soler:

    De acuerdo con esta imagen el hilo conductor delnacionalismo hispanoamericano se encontrara en la praxispoltica de las masas directamente enfrentadas a lasoligarquas endgenas, ideolgicamente norteamericani-zadas o europeizadas. Por ello -ahora centrada la atencin enlos pases del Plata- la gran falsificacin de la historiografademoliberal alcanzara su punto extremo al denunciar labarbarie" de las masas rurales y sus caudillos. La realidadhistrica demostrara, muy por el contrario, que es en la urbe(Buenos Aires) colonizada, proinglesa y librecambista dondela prctica poltica y las formulaciones ideolgicasalcanzaran la expresin mxima de la antinacio nalidad. Conlas variantes surgidas de la emergencia del imperialismo, elfenmeno se habra de reproducir durante el siglo XX. Sloque ahora las masas son fundamentalmente urbanas. Susexpresiones polticas nacionalistas, irigoyenismo y pero-

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  • nismo, sern objeto, sin embargo, de anlogas mistificacionessurgidas tanto de la democracia liberal como de la izquierdacipaya. El discurso concluye afirmando la convergencia desocialismo y nacionalismo y denunciando, correctamente, losdesenfoques del internacionalismo abstracto." 15

    Sin duda el desaparecido historiador panameo tena enmente cuando escribi estos pasajes los textos del argentinoJorge Abelardo Ramos, empeado en la construccin de unmarxismo nacional y divulgador de la tesis de que laindependencia haba producido la balcanizacin de la nacinlatinoamericana que preexista desde la poca colonial. Por elsustrato trotsquista de muchas de sus planteamientos, ascomo por un comn origen argentino, Jorge Abelardo Ramosesta emparentado dentro de la historiografa revisionista deizquierda con los historiadores Luis Vitale y Adolfo Gilly quehan hecho destacada carrera profesional en Chile y Mxico,respectivamente.

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    15 Ricaurte Soler. Idea y cuestin nacional latinoamericanas, dela independencia a la emergencia del imperialismo. Mxico,Siglo XXI, 1980, p. 22. Este esclarecedor anlisis de lospostulados del revisionismo histrico en su vertiente populistay antimperialista en el Ro de la Plata, Ricaurte lo completacuando a continuacin agrega:

    En las proposiciones de este representante de la izquierdanacional" -muchas de ellas no compartidas por otrosexponentes de la tendencia- llama la atencin el anlisis casiexclusivamente poltico del proceso histrico. No se intentareconstruir la totalizacin social determinando la interaccinde sus dimensiones -elementos y factores de la estructura ysuperestructura. De ah que, si conceptos como masas,pueblo y oligarqua, en el contexto de un discurso quereproduzca la totalizacin social, pueden tener real valorcognoscitivo, no es as en un anlisis estrechamente limitado ala dimensin poltica. Aqu radica, nos parece, el origen detantos juicios y enfoques histricos absolutamente divorciadosde la metodologa marxista que se intenta utilizar."

  • La bsqueda de un marxismo nacional tiene sin dudasus antecedentes en el pensamiento latinoamericano en lastesis de la raza csmica del filsofo e historiador mexicanoJos Vasconcelos, quien al exagerar el desarrollo autctono deAmrica Latina prepar el camino a la concepcin delespacio-tiempo histrico (1935) del dirigente poltico peruanoy fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana(APRA), Vctor Ral Haya de la Torre. Inspirado en la teorade la relatividad de Einstein, Haya de la Torre estabaconvencido de que cada continente se desarrollaba de acuerdocon sus propias coordenadas de espacio-tiempo histrico: deah su planteo antileninista de que en Amrica Latina elimperialismo era la primera fase del capitalismo. Sin duda elhistoriador aprista ms destacado fue el peruano Luis AlbertoSnchez, algunas de cuyas posiciones comulgan con las delrevisionismo histrico nacionalista.

    En rigor, la primera renovacin sustancial de lainvestigacin histrica en Amrica Latina provino de lospioneros de la historiografa marxista en este subcontinente,quienes desde mediados de los aos treinta desarrollarontpicos que nunca antes haban llamado la atencin de loshistoriadores, como el modo de produccin, la estructurasocial, la lucha de clases, el papel de las masas populares, elsurgimiento de la burguesa, el problema indgena, laesclavitud, etc. Compulsados por las exigencias de la luchaideolgica, se dieron a la tarea de intentar develar las realescontradicciones ocultas en las versiones tradicionalesmediante reinterpretaciones de las historias nacionales.

    Uno de los principales logros de esta primera generacinde historiadores marxistas latinoamericanos fue un relativodistanciamiento del habitual culto al hroe, para indagar sobrela funcin de las clases y grupos sociales en el procesohistrico, con el propsito de probar cmo los personajes

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  • histricos slo expresaban los intereses de ampliosmovimientos de masas. Al parecer las primeras obras dehistoria que se escribieron en Amrica Latina desde laperspectiva marxista fueron Evolucin poltica del Brasil, deCaio Prado Junior, editado en 1933, y La lucha de clases atravs de la Historia de Mxico, publicada en 1934 por RafaelRamos Pedrueza, al calor de las influencias de la RevolucinRusa y de las profundas transformaciones propiciadas enMxico por la Revolucin de 1910.

    La labor de la historiografa marxista, entre cuyosprecursores se encuentran los mexicanos Jos Mancisidor,Luis Chvez Orozco, Agustn Cu Cnovas, el haitianoEtienne D. Charlier, el cubano Sergio Aguirre, los argentinosAlvaro Yunque, Rodolfo Puiggrs y Sergio Bag, losvenezolanos Salvador de la Plaza, Miguel Acosta Saigns yFederico Brito Figueroa y el chileno Julio Csar Jobet,producida hasta principios de la dcada del sesenta, se vio enmuchos casos afectada por el escaso conocimiento queentonces exista de los trabajos de Marx, Engels y Lenin, ascomo por la virginidad del objeto de investigacin.

    Adems algunas de sus obras estuvieron lastradas, en unau otra medida, por la tendencia a recurrir a los principios delmaterialismo histrico para forzar la exgesis ante la ausenciade investigaciones factuales que permitieran la comprobacinde sus planteamientos. Eso puede explicar la aplicacinmecnica y esquemtica de los criterios ms elementales delanlisis marxista y la conservacin por algunos de estoshistoriadores de apreciables elementos positivistas, pese a suscrticas a toda la historiografa anterior. Atrapados por lalimitada informacin disponible -recopilada desde el prismade los historiadores tradicionales-, y el uso casi exclusivo defuentes secundarias, los primeros autores marxistas latino-americanos no pudieron ofrecer, de manera coherente y

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  • sistemtica, una completa reinterpretacin histrica ytampoco aportar nuevos elementos informativos.

    No obstante, algunos de los fundadores de estahistoriografa lograron combinar la teora marxista conacuciosas investigaciones de archivos (Francisco Pintos enUruguay, Julio Le Riverend en Cuba o Hernn RamrezNecochea en Chile por ejemplo), mientras otros, como SergioBag y el propio Caio Prado, fueron los precursores de unaoriginal va analtica para la comprensin de la evolucin deAmrica Latina desde una perspectiva propia, que tendra sussecuelas en la sociologa dependentista (Osvaldo Sunkel,Pedro Paz, Theotonio dos Santos, Fernando HenriqueCardoso, Enzo Faletto, Ruy Mauro Marini, Helio Jaguaribe,etc.) y que, aos despus, terminara por desembocar en unaenriquecida renovacin de la historia latinoamericana. CaioPrado y Bag, al aplicar de manera creadora el marxismo, talcomo preconizara el pensador peruano Jos CarlosMaritegui, a las peculiaridades de la formacin econmico-social conformada en este subcontinente desde la etapacolonial, representan sin duda el punto ms alto alcanzado porla historiografa marxista antes de la dcada del sesenta, en labsqueda de los rasgos especficos del devenirlatinoamericano y de su identidad.

    Despus del triunfo de la Revolucin Cubana aumentconsiderablemente el nmero de investigadores que, almargen de la historiografa tradicional, continuaron larevalorizacin histrica iniciada por los primeros histo-riadores marxistas y revisionistas nacionalistas de izquierda.Sobre la base de una variada produccin realizada porhistoriadores profesionales que han asimilado los mtodos dela moderna historiografa marxista, la escuela francesa de losAnnales y la New Economic History norteamericana, se ha idoconformando una denominada nueva historia de Amrica

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  • Latina. Entre sus fuentes tambin hay que incluir a lamencionada teora de la dependencia, en boga durante los aossesenta, que abri una rica discusin sobre los orgenes delsubdesarrollo y contradijo ciertas conclusiones sociolgicas-dualismo estructural, todas las variantes del funcionalismo yel desarrollismo- sobre el proceso histrico latinoamericano,as como las que procedan del marxismo de improntastalinista.

    Una de las principales caractersticas de la nuevahistoria de Amrica Latina es su eclecticismo, con unmarcado propsito de superar la limitacin tradicional de lahistoriografa positivista con su apego al hecho singular,promoviendo anlisis globalizadores, junto a la utilizacin deun moderno y amplio instrumental tcnico y metodolgico.Con mayor o menor nfasis, los autores de esta corrientecontempornea -entre cuyos representantes pueden citarse a:Tulio Halperin, Sempat Assadourian, Alberto J. Pla(Argentina); Enrique Semo, Enrique Florescano, ArnaldoCrdova, (Mxico); Ricaurte Soler (Panam), Jorge Ibarra(Cuba); Severo Martnez Pelez (Guatemala); Susy Castor(Hait); Emilio Cordero Michel, Frank Moya Pons y RobertoCass (Repblica Dominicana); Fernando Pic (Puerto Rico);Henri Bangou (Caribe francs); Germn Carrera Damas yArstides Medina Rubio (Venezuela); Germn Colmenares,Alvaro Tirado Meja y Gustavo Vargas (Colombia); EnriqueAyala, Manuel Medina Castro, Agustn Cueva y PatricioYcaza (Ecuador); Pablo Macera, Luis Guillermo Lumbreras yAlberto Flores Galindo (Per); Gustavo Beyhaut, Carlos M.Rama y Luca Salas (Uruguay); Domingo Laino (Paraguay);Alejandro Witker y Sergio Grez (Chile); Jos Roberto doAmaral Lapa y Carlos Guilherme Motta (Brasil), abordan elanlisis histrico con mtodos cientficos y mediante elauxilio de las dems ciencias sociales (Sociologa, Antropo-loga, Economa, Geografa), con una actitud crtica y

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  • revalorativa para tratar de interpretar el hecho histrico en suintegralidad, superando la simple descripcin de aconteci-mientos y atendiendo a las estructuras y las situacionescoyunturales, a la actividad de los grandes grupos humanos, alas mentalidades individuales y colectivas, a los hechos en quepuedan concretarse, as como a la historia regional -que enalgunos pases ha alcanzado en los aos recientes unextraordinario desarrollo.

    La nueva historia de Amrica Latina pretende alcanzarun tipo de anlisis histrico que evite caer en una simplesumatoria de hechos o una abstracta formulacin degeneralidades, una mecnica sucesin de estructuraseconmico-sociales o el simple relato de hechos cotidianos yactitudes y creencias individuales, lo que ha permitido ofreceruna enriquecida y matizada historia de los diferentes paseslatinoamericanos. Situados en muchas ocasiones en muydiferentes posiciones ideolgicas y polticas, todos mani-fiestan de alguna manera su inconformidad con el enfoque dela historia establecido por la historiografa anterior. EnriqueAyala resume como sigue las caractersticas de esta corriente:

    La Nueva Historia ha surgido, pues, en un contextosocial especfico y su produccin debe juzgarse dentro de esemarco. Aunque no se puede hallar ni una orientacin terico-metodolgica especfica, ni una temtica especialmentetratada, son fcilmente rastreables al menos dos basescomunes de trabajo. Se parte, en primer lugar, de laaceptacin de que los protagonistas de la historia no son losindividuos, sino los grupos (clase, etnias, sociedades). Seacepta, en segundo lugar, que el anlisis de los fenmenoshistricos parta de la consideracin de la estructuraeconmico-social. En este sentido, debe inscribirse elmovimiento general en actitudes terico-polticas, que vandesde varias posiciones de izquierda hasta el reformismo.

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    Las grandes corrientes de la historiografa latinoamericana

  • Luego de un primer momento en que especialistas de otrasdisciplinas hicieron historia, ha ido apareciendo una nuevageneracin de historiadores profesionales que han conso-lidado ya la Nueva Historia como actividad cientfica.16

    En los ltimos aos, como resultado de loscuestionamientos posmodernos a la historia como ciencia-soliviantando la idea ilustrada del progreso lineal-, muyextendidos en el pensamiento occidental despus del profundoimpacto producido por la cada del socialismo en Europa y ladesintegracin de la Unin Sovitica, han aumentado loscrticos a esta manera de concebir la historia latinoamericana.Las corrientes de moda hoy, que hablan del fin de la historia-o que la conciben despojada de explicaciones, sin la visin delos grandes procesos, esterilizada del vocabulario histrico yaconsagrado y dedicada a la narracin de triviales hechoscotidianos, centrando su atencin en el individuo, lasrealidades subconscientes, los smbolos y ritos-, han llegado ala Amrica Latina desde afuera y poco tienen que ver con laproblemtica, necesidades y objetivos de la investigacinhistrica de estos pases subdesarrollados.

    Por eso no es posible hablar en Amrica Latina de unacrisis de la historia de la misma magnitud, proporciones ysignificado de la que se plantea en la historiografa europea ynorteamericana, donde la insatisfaccin con los grandesparadigmas historiogrficos del siglo XX ha llevado a laatomizacin de la historia y a una visin catica del pasado,basada en una reproduccin infinita de imgenes,acumulacin de datos deshilvanados o ancdotas frvolas,restringiendo su valor social.

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    16 Enrique Ayala. Historia, compromiso y poltica. Quito,Editorial Planeta, 1992, p. 104.

  • En esas condiciones no es extrao que se siga incre-mentando y desarrollando la produccin de los historiadoreslatinoamericanos en muchas reas que hoy son cuestionadaspor sus colegas de los pases occidentales desarrollados,mientras los grandes modelos explicativos vigentes en losltimos tiempos, adaptados a las peculiaridades de AmricaLatina, adquieran una vitalidad y vigencia que no guardancorrespondencia con los que tienen en el pensamiento europeoy norteamericano finisecular. Adems, buena parte de lahistoriografa latinoamericana ms reciente no ha renunciadoa la aspiracin de conseguir una historia totalizadora, ni a supapel en la transformacin de la sociedad y en la creacin devalores ciudadanos y patriticos.

    En los pases latinoamericanos, donde la historia es anjoven, se aprecia un auge de la produccin historiogrfica, enparticular de temtica contempornea, junto al florecimientode la historia local y regional, de la historia econmica, de unanueva historia social, poltica, cultural y de las relacionesinternacionales, a la vez que crece el inters por la crticahistoriogrfica y la filosofa de la historia, publicndose obrasrelevantes, de calidad variable, sobre temas, perodos,regiones y naciones especficas que no haban sido tratadoscon anterioridad.

    No obstante, en Amrica Latina tambin han incididoalgunos de los problemas que aquejan actualmente a lahistoriografa occidental, aunque en forma ms laxa yadaptados a sus singulares condiciones. Aqu ya se puedenapreciar manifestaciones mimticas de esa tendencia a lafragmentacin y a cierto pluralismo metodolgico en losestudios histricos -que en muchas ocasiones abren nuevasperspectivas al quehacer historiogrfico-, bajo el influjo de losmismos cuestionamientos realizados a los grandes paradigmascontemporneos, proceso facilitado por las endmicas

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    Las grandes corrientes de la historiografa latinoamericana

  • despreocupaciones tericas de los historiadores latinoamericanos. Ello ha abierto la bsqueda de nuevos paradigmasy permitido el repunte de un tipo de historia narrativa, quiztodava poco extendida en este subcontinente, muy diferente ala historiografa de la nueva historia en su pretensin dealcanzar, sobre la base de la historia econmico-social,estructural y objetivista, una visin totalizadora de la sociedady una ms profunda identificacin con las comunes raceslatinoamericanas.

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