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Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Enrica CANCELLIERE. Las rutas para las indias y la imagi... - Las rutas para las indias y la imaginación poética de Góngora Enrica Cancelliere UNIVERSIT A DI P ALERMO LA GRAN EPOPEYA DE los descubrimientos geográficos y, por consiguiente, de los comercios que se instauran con la parte occidental y la oriental del globo terrestre, epopeya en la que España y Portugal desarrollaron el papel más importante, influye fuertemente en el imaginario poético de la época. Los autores del «Siglo de Oro» pronto se dieron cuenta de que Europa había perdido su posición céntrica, la que le derivaba del conjunto de las tierras del Viejo Mundo y de sus civilizaciones literarias, artísticas, culturales y que ahora tenían que medirse con un globo terráqueo más vasto y distribuido de forma distinta. Por consiguiente los poetas acogen en su propio léxico, en sus metáforas, y también en los temas y en las ideologías todo lo que se narra y se escribe con respecto al descubrimien- to del Nuevo Mundo. Entre los muchos autores recordemos al portugués Camoes con su poema Os Lusiadas; a Alonso Ercilla y Zúniga. Y su poema La Araucana. El tema del Nuevo Mundo es fuente de inspiración para la imaginación de Lope de Rueda en el paso La tierra de Jauca, y también para los autores de teatro del siglo XVII: Lope de Vega (El descubrimiento del Nuevo Mundo y La conquista de Cortés, hoy perdida) 1 , Calderón de la Barca (La aurora en Copacabana); puede constituir fuente de inspiración también un aspecto particular de la epopeya americana, como la invectiva contra la navegación en los sonetos de Quevedo; el tema del «buen salvaje» en Calderón: La vida es sueño, La hija del aire, La fiera, el rayo y la piedra, etc. Sin embargo es en Góngora donde el imaginario del Nuevo Mundo viene a enriquecer la fantasía poética del cordobés no sólo desde el punto de vista de la resemantización del léxico, de la metáfora, sino que este <<nuevo mundo» llega a dar forma poética a la estructura de las Soledades (las silvas y lo inacabado) haciéndose metáfora de la pérdida del centro del sujeto, de su errar a través de territorios que se van poblando gracias a una memoria que se construye según las arquitecturas herméticas de los «Theatros de la memoria» con la intención de 1 Sobre este tema véase, América en el teatro clásico español. Estudio y textos, Estudio preliminar, ediciones, bibliografia y notas de F. Ruiz Ramón, Pamplona, EUNSA, 1993. 73 t- Centro Virtual Cervantes

Las rutas para las indias y la imaginación poética de Góngora

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Las rutas para las indias y la imaginación poética de Góngora

Enrica Cancelliere UNIVERSIT A DI P ALERMO

LA GRAN EPOPEYA DE los descubrimientos geográficos y, por consiguiente, de los comercios que se instauran con la parte occidental y la oriental del globo terrestre, epopeya en la que España y Portugal desarrollaron el papel más importante, influye fuertemente en el imaginario poético de la época.

Los autores del «Siglo de Oro» pronto se dieron cuenta de que Europa había perdido su posición céntrica, la que le derivaba del conjunto de las tierras del Viejo Mundo y de sus civilizaciones literarias, artísticas, culturales y que ahora tenían que medirse con un globo terráqueo más vasto y distribuido de forma distinta. Por consiguiente los poetas acogen en su propio léxico, en sus metáforas, y también en los temas y en las ideologías todo lo que se narra y se escribe con respecto al descubrimien-to del Nuevo Mundo.

Entre los muchos autores recordemos al portugués Camoes con su poema Os Lusiadas; a Alonso Ercilla y Zúniga. Y su poema La Araucana. El tema del Nuevo Mundo es fuente de inspiración para la imaginación de Lope de Rueda en el paso La tierra de Jauca, y también para los autores de teatro del siglo XVII: Lope de Vega (El descubrimiento del Nuevo Mundo y La conquista de Cortés, hoy perdida)1, Calderón de la Barca (La aurora en Copacabana); puede constituir fuente de inspiración también un aspecto particular de la epopeya americana, como la invectiva contra la navegación en los sonetos de Quevedo; el tema del «buen salvaje» en Calderón: La vida es sueño, La hija del aire, La fiera, el rayo y la piedra, etc. Sin embargo es en Góngora donde el imaginario del Nuevo Mundo viene a enriquecer la fantasía poética del cordobés no sólo desde el punto de vista de la resemantización del léxico, de la metáfora, sino que este <<nuevo mundo» llega a dar forma poética a la estructura de las Soledades (las silvas y lo inacabado) haciéndose metáfora de la pérdida del centro del sujeto, de su errar a través de territorios que se van poblando gracias a una memoria que se construye según las arquitecturas herméticas de los «Theatros de la memoria» con la intención de

1 Sobre este tema véase, América en el teatro clásico español. Estudio y textos, Estudio preliminar, ediciones, bibliografia y notas de F. Ruiz Ramón, Pamplona, EUNSA, 1993.

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conducir lo ignoto a lo conocido, la infinidad del espacio a lafinitudine mundi. Examinaremos esta relación entre la imaginación poética gongorina y el Nuevo

Mundo bajo tres aspectos:

1) el proceso que lleva el léxico gongorino, y en general el léxico poético, a hacerse más precioso para poder connotar un universo metafórico hasta entonces desconocido.

2) la articulación de un paisaje poético imaginario mucho más vasto donde se determina el sincretismo entre Oriente y Occidente, es decir, se realiza una síntesis que conduce el Nuevo Mundo a las tradiciones del Viejo Mundo.

3) la relación de tipo ideológico que Góngora establece tanto con su renovada materia poética como con los temas que alimentan esta renovada materia poética, es decir el fenómeno histórico de la Conquista de América.

Jammes ha subrayado la continuidad entre el Polifemo y las Soledades. De hecho el poeta escribió los dos poemas durante unos pocos meses llegando a su publicación en 1613. 2 Resulta, por lo tanto, que algunos temas fundamentales están presentes tanto en la Fábula de Polifemo y Galatea como en las Soledades y, según Jammes, son: «la abundancia rústica, el mar, las navegaciones y el amor» 3

; a éstos podemos añadir el tema del naufragio y el del «buen salvaje». Philippe Berger en su trabajo L 'eau dans les « SolitudeS»4, observa primeramente la omnipresencia de este elemento que por una parte desarrolla un papel fundamental con respecto a la arquitectura del poema y con respecto a otros temas y por otra se presenta también como elemento retórico y simbólico fundamental: «L'eau est d'abord principe et symbole de vie, mais paradoxalement elle est aussi symbole de mort»5. De hecho, el mar está presente en ambos poemas. Un mar que se propaga sin medida y de forma amenazadora; está poblado por deidades paganas que derivan de las de la cultura clásica: deidades mudables, multiformes, las mismas que la literatura mitológica atribuye al elemento marino. Este mar desmesurado se rompe contra los arrecifes, penetra en las tierras, llega a constituir el paisaje circunstante que representa mundos o universos reducidos a islas.

No se trata de un tema nuevo: este tipo de geografia imaginaria en la que Góngora coloca la tierra en donde se desarrolla la fábula de Polifemo, Sicilia, era la misma geografia imaginaria de Shakespeare. En The Tempest el naufragio de la nave acaece a

2 R. Jammes, La obra poética de Don Luis de Góngora y Argote, trad. cast., Madrid, Editorial Castalia, 1987, pág. 450.

3 R. Jammes, ob. cit., pág. 452. 4 Ph. Berger, «L'eau dans les Solitudes», en AA.VV., Crepúsulos pisando. Once estudios

sobre las «Soledades» de Góngora, Perpignan Cédex, CRILAUP, Université de Perpignan, págs. 11-22

5 Ph. Berger, ob. cit., pág. 18.

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lo largo de la ruta de Nápoles a Túnez; por lo tanto se trata de un naufragio que presuntamente acaece en Sicilia, precisamente cerca de su promontorio occidental, o sea cerca de las Islas Égades Sin embargo Shakespeare nos dice que el naufragio acaece en las islas Bermudas. No cabe duda de que todo esto desde un punto de vista geográfico es imposible; sin embargo poéticamente es posible por el hecho de que esta tierra mítica, colocada en el centro del Mediterráneo, es decir el rnar que representa sirnbólicarnente el elemento del «agua», viene asimilada a las islas del Nuevo Mundo, islas misteriosas y exóticas, y que son las islas Bermudas, que son también las islas felices, afortunadas, es decir las islas de un nuevo Paraíso terrestre.

Sin embargo en las Soledades el terna del paisaje marino presenta unos indicios rnás precisos con respecto al imaginario que proviene del Nuevo Mundo y de los descubri-mientos geográficos.

En las Soledades ya no se trata de Sicilia o de cualquier otra tierra conocida, ni siquiera corno tierra mítica. En este poema se nos presenta una tierra hecha de arrecifes, de rías, de lagunas y pantanos, de selvas; una tierra que puede asimilarse sólo a lo que la imaginación evoca de la zona insular y de la zona continental de Centro-América. La idea de las Indias Occidentales, de las Indias centro-americanas corno Edén perdido es una idea que Góngora simboliza en toda la composición del poema. De hecho, el territorio que atraviesa el peregrino que naufraga en estas Soledades y conoce paisajes geográficos, gente, costumbres nuevas, modos de vida autóctonos e incontaminados, puede asimilarse al Paraíso perdido que ya había evocado Colón6

El segundo terna presente en los dos poemas es el del naufragio. Poliferno, músico gigante que sufre por las penas de arnor, según la tradición teocritea, acoge en su cueva a un náufrago el cual paga la hospitalidad del gigante con un arco y una aljaba de marfil. Con este náufrago, que es otro peregrino, Poliferno, después de haber escuchado sus travesías, instaura una amistad. El terna del naufragio, que, corno es sabido, construye la estructura de las Soledades, es un topos literario que viene de la literatura clásica. Se encuentra también en una verdadera crónica de naufragio en la ruta hacia Occidente, la de Cabeza de Vaca-Naufragios-que, naufragado en Florida, tuvo que atravesar pantanos y selvas llegando a enfrentarse con gente feroz que sin embargo acaba por fascinarlo tanto que el rnisrno Cabeza de Vaca llega a ser nombrado «cacique». Góngora por cierto conocía esta relación de viaje, y a este propósito nos parece interesante lo que escribe Carmelo Sarnona: « Qualche volta, leggendo, [Naufragios] sernbra d'essere a un passo dalla rnetafora delle Soledades de Góngora7

• De hecho, en esta relación el

6 «Ya dixe lo que yo hallava d'este hemisperio y de la hechura, y creo que si yo passara por debaxo de la línea equin01;;ial, que en llegando allí en esto más alto, que fallara muy mayor temperan9ia y diversidad en las estrellas y en y y en las aguas, no porque yo crea que allí, adonde es el altura del estremo, sea navegable, ni <a> agua, ni que se pueda subir allá; porque creo que allí es el Paraíso Terrenal, adonde no pued llegar nadie salvo por voluntad divina».C. Colón, Los cuatro viajes. Testamento, ed. de C. V arela, Alianza Editorial, Madrid, 2000, «Tercer viaje», pág. 238.

7 C. Samona, «La letteratura dell'esperienza vissuta. I cronisti delle lndie», en C. Samona,

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naufragio marítimo es también naufragio del alma en una tierra desconocida, en una realidad donde se pierde la memoria y donde el individuo dotado de su cultura occidental va a perderse y a transformarse completamente.

El tercer tema, motivo fundamental en ambos poemas, o sea el del «buen salvaje» no es sólo un tema literario sino que se encuentra también en las relaciones de viaje de Cristóbal Colón y luego en las Historias de las Indias y en la Apologética Historia de las Indias de Bartolomé de Las Casas. Sin embargo es interesante notar que una alusión a este tema se encuentra en la obra de un humanista que opera en la corte de Carlos V al cual dedica el manual del perfecto príncipe. De hecho, en el Libro llamado Relax de príncipes o Libro áureo del emperador Marco Aurelio, Antonio de Guevara, al hablar de las guerras de conquista del emperador romano en Asia, acaba con una invectiva contra los nuevos conquistadores. El tema llega a Góngora y en la Fábula de Polifemo y Galatea parece usarlo en su doble connotación como Shakespeare. De hecho, Calibán en The Tempest es un indígena con su pureza nativa debida a su origen; este personaje que con su cuerpo velloso connota la conformación salvaje y misteriosa de la isla es también un hombre violento y traidor. Al mismo tiempo también Polifemo, músico y poeta enamorado de Galatea, será capaz de crueles violencias. Esta ambivalencia se encuentra también en las relaciones de viaje de Colón y en sus cuadernos de bitácora. La «antropología indiana», según la definición de Alvaro Huerga8, que resulta de estas relaciones del navegante genovés, distingue tres tipos de indios: el Taíno, es decir, el hombre pacífico, inteligente, trabajador, hermoso, incluso hospitalario: «Ellos andan todos desnudos como su madre les parió, y también las mujeres[ ... ] muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras.[ ... ] Ellos <leven ser buenos servidores y de buen ingenio. [ ... ] Y creo que ligeramente se harían cristianos, que me pareció que ninguna secta teníam>9

• Colón identifica a estos indígenas en las tribus de las Antillas y de Cuba. El segundo tipo está representado por el Caribe que vivía en las islas Antillas y en las riberas de America Central hasta el delta del Orinoco. El Caribe emplea flechas envenenadas, es antropófago en sus ritos, es decir, se caracteriza por una actitud fiera y feroz. En el primer viaje muchas veces se hace referencia a la crueldad de estos indígenas por ser «gente arriscada, pues andan por todas estas islas y comen la gente que pueden avern 10

.

Sin embargo Colón describe otro tipo sobre cuya existencia el navegante no tiene dudas aunque nunca lo haya encontrado: se trata del hombre mitológico. Este habitaría en aquel Paraíso Perdido, en los orígenes de aquel paisaje, de aquellos ríos que se

G.Mancini, F. Guazzelli, A. Martinengo, La letteratura spagnola. 1 Secoli d'Oro, Biblioteca Universale Rizzoli, 1996, pág. 124.

8 Alvaro Huerga, «La antropología indiana: Colón, Las Casas, Acosta», en AA.VV. / diritti dell 'uomo e la pace ne/ pensiero di Francisco De Vitoria e Bartolomé De las Casas, (Congresso Intemazionale tenuto alla Pontificia Universita S. Tommaso Roma 4-6 marzo 1985), Milano, Massimo, 19 86, págs. 389-409.

9 C. Colón, Los cuatro viajes. Testamento, cit., «Primer viaje», pág.60. 'ºC. Colón, Los cuatro viajes. Testamentocit., «Primer viaje», pág. 168.

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ofrecen de forma fantástica a la mirada del navegante. El hombre mitológico poseería todas las características de las figuras mitológicas de la literatura occidental; de modo que, con tal de que creyésemos en el mito platónico de Atlante, a este hombre mitológico se le podría considerar el prototipo de las invenciones fantásticas de la literatura occidental.

Sin embargo Colón reúne las tres tipologías bajo el signo de la naturalidad, puesto que son de una inocencia casi divina. Estos «hombres» son míticos por el hecho de que no han sido contaminados por la corrupción, por la avidez y la codicia. Desde este punto de vista, aunque con respecto a una realidad histórica más desarrollada y más conocida, Bartolomé De las Casas parafraseando a Colón se pone de parte de los indios, de parte de su inocencia. Afirma Huerga: «Las Casas se sentirá predestinado para la hazaña de profeta del Novus Orbis humano, de defensor[ ... ] de los indios, de apologista de los indígenas» 11

Ahora bien en las Soledades, todos los hombres que el peregrino encuentra presentan esta singular ambivalencia: por un lado poseen costumbres que son las de los campesinos de Castilla y Andalucía; es decir tienen ritos de bodas totalmente parecidos; poseen los mismos productos como queso, vino; se dedican al pastoreo como los ganaderos de la Mesta. Por otro lado, se presentan como personajes míticos por su belleza y su candor; andan casi desnudos; las zagalas seducen por su hermosura y su música, aunque toquen rústicos instrumentos. Sin embargo en las Soledades encontra-mos una clara alusión al segundo tipo de indio, es decir el caribe, precisamente en el discurso contra las navegaciones pronunciado por el anciano serrano el cual, al atribuir a la Codicia también la empresa de Cristóbal Colón, refiere cómo éste derrotó a los caribes. Por otra parte la referencia que hace Góngora al uso de estos indios de llevar flechas envenenadas y de ser caníbales12 muestra una vez más que las relaciones de viaje del Almirante constituyen la fuente primaria.

En su conjunto la representación del Nuevo Mundo por parte de Góngora se presenta de forma muy varia y compleja. D. Alonso13 subraya tres temas: el tema religioso, desde luego muy importante por haber difundido España la religión católica en todo el orbe terráqueo, tema que está presente también en un fragmento de una égloga piscatoria. Aquí el poeta habla de pueblos que adoraban al Sol, y que ahora pueden adorar al sol verdadero, es decir a Dios. Sin embargo es la única referencia y D. Alonso concluye que: «A Góngora, como artista, le importaba muy poco la religión, pero como

11 Alvaro Huerga, oh. cit., pág. 398. 12 Góngora alude al canibalismo de estos indios a través de la metáfora Lestrigones que

Jammes comenta de este modo: «Gigantes antropófagos que destruyeron la mayor parte de la armada de Ulises. Al llamar así a los indios caribes, Góngora alude a los casos de canibalismo referidos por los cronistas de Indias, y tan divulgados que «caribe» (>caríbal > caníbal) llegó a ser sinónimo de antropófago», R. Jammes, oh. cit., pág. 284, nota al v. 424.

13 D. Alonso, «Góngora y América», en Obras Completas, Madrid, Editorial Gredos, 1978, págs. 602-612.

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hombre-y como artista-no dejaron nunca de preocuparle las riquezas humanas» 14• De

hecho, más difundido es el tema de la «cornucopia», de la riqueza inmensa, conocida a través de las crónicas de viaje del Nuevo Mundo, y que consiste en mercancías, objetos naturales o manufacturados, animales, plantas, totalmente desconocidos antes. Además de esto, de lo imaginario del Nuevo Mundo le proviene al poeta otra riqueza inmensa, la de una nueva capacidad metafórica y esta riqueza inagotable se hace fuente de metáforas léxicas: «descubierto el Mundo Occidental, se abren a los poetas territorios vírgenes aptos para la localización de la suntuaria metafórica» 15

El conocimiento del Nuevo Mundo resemantiza la palabra poética proporcionando nuevas posibilidades imaginativas a la metáfora léxica gongorina. En particular las rutas orientales influirán sobre la construcción metafórica del Polifemo, en cambio las rutas occidentales en la de las Soledades. En la relación que el náufrago hace al cíclope se traza un mapa de productos preciosos que vienen de aquellas tierras lejanas procediendo de oeste a este: los aromas del Sabeo, es decir el incienso de la Arabia feliz; las piedras preciosas de Cambaya, región de la India del norte; y continúa hacia la parte más interna, hasta el río Ganges. De aquí vienen los dones que el cíclope ofrece a Galatea: un arco y una aljaba de marfil finamente labrados, que ya un rey malaco había ofrecido a una deidad de Java. Ya en la octava XIV Góngora había hecho referencia a la perla eritrea, es decir que proviene del mar Rojo. Lo que resulta interesante poner de relieve es que en este poema la referencia al Nuevo Mundo no se hace de forma directa sino que influye en el imaginario poético como elemento nuevo, hasta entonces desconocido, participando en la construcción de la metáfora que se hace aun más imaginativa y preciosa. En la octava XXVII, por ejemplo, Acis llega al sitio donde dormía Galatea tendida sobre fresca hierba. Un suave céfiro corre unas cortinas invisibles sobre el lecho de hierba donde descansaba la ninfa: La imagen ya preciosa por el entrecruzamiento entre el plano real y el del imaginario, se complica aun más por lo que concierne la metáfora de la cama incluyendo, a través del giro lógico sintáctico del tipo A cuando no B 16

, otra imagen que viene del Nuevo Mundo.

Vagas cortinas de volantes vanos corrió Favonio lisonjeramente a la (de viento cuando no sea) cama de frescas sombras, de menuda grama.

(Fábula de Polifemo y Galatea, 27, vv. 213-216) 17•

Pellicer así comenta a propósito de la cama de viento en un pasaje de sus Lecciones

14 D. Alonso, ob. cit., pág. 605. 15 D. Alonso, ob. cit .. pág. 608. 16 La fórmula que utilizamos hace parte de la catalogación de fórmulas estilísticas a través

de las cuales D. Alonso explica los giros lógico-sintácticos de la lengua poética de Góngora. Véase a este propósito, Góngora y el Polifemo, Madrid, Editorial Gredos, 1974, pág. 156-161.

17 Citamos de la edición de D. Alonso, Góngora y el Polifemo, cit., vol. III, pág. 154.

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Solemnes: «Entonces Favonio corrió a la cama de campo las cortinas, levantóse un airecillo suave. Esa es la metáfora, aludiendo a las camas de viento que hoy se usan»18

En fin esta imagen cama de viento es convocada a la fantasía poética de Góngora por un exótico objeto que usan los Indios del Caribe, la hamaca, que llaman precisamente «cama de viento», como ya había notado D. Alonso al comentar el pasaje de Pellicer. El mismo Alonso afirma haber encontrado este término en un pasaje de los Comentarios Reales de Garcilaso de la Vega el Inca, que junto a las crónicas de Colón, constituyen una importante fuente para el poeta cordobés. Así la describe el Inca en sus Comenta-rios: <<Hamaca es nombre del lenguaje de los Indios de las islas de Barlovento, donde por ser la región muy caliente duermen los más regalados en redes que hacen de hojas de palma o de otros árboles, y los no tan regalados en mantas de algodón atadas de una punta a otra al sesgo y colgadas una vara altas del suelo, donde lo pasan con menos calor que sobre colchones. A estas camas, que las podemos llamar de viento, llaman hamaca»19•

La referencia a esta nueva cultura material ya no se basa sólo en fuentes escritas u orales, sino que se trata de algo que ya circula en España y toda Europa. A este propósito recuerda D. Alonso que en un inventario cordobés que se refiere a «los bienes dejados por Don Juan de Góngora, hermano del poeta, se encuentra «una cama de viento, sin lienzo, en seis reales» (Archivo de Cabriñana 1-2-20)»2º.

En la octava 5 la imagen de «la infame turba de nocturnas aves» de la caverna polifémica evoca oscuridades más lejanas y desconocidas y profecías más remotas y nefastas como por ejemplo las que cuenta el curaca Puchecalco en un pasaje de La Araucana:

El aire de señales anda lleno, y las nocturnas aves van turbando con sordo vuelo el claro día sereno21

pasaje ya notado por D. Alonso pero subrayando que no debe considerarse como fuente de los versos gongorinos.

En las Soledades la referencia al Nuevo Mundo se realiza, en cambio, en toda la arquitectura del poema, a través de una metáfora de metáfora macrotextual, en el sentido de que el texto se organiza como un «mapa» a partir del verso 194 de la Soledad 1: «si

18 J. Pellicer de Salas y Tovar, Lecciones Solemnes a las obras de don Luis de Góngora y Argote, Madrid 1630,Edición facsímil, Hildesheim-New York, Georg Olms Vlg., 1971, col. 189.

19 Garcilaso de la Vega el Inca, Comentarios Reales de los Incas, en Obras Completas, Biblioteca Autores Españoles, edición y estudio preliminar de PÁG. C. Saenz de Santa María, Tomo CXXXIV, Ill, Cap. XXVIII, pág. 57.

20 D. Alonso, Góngora y el Polifemo, cit. III, pág. 159, nota. 21 A. de Ercilla y Zúñiga, La Araucana, de M. A. Morínigo e l. Lerner, Madrid, Editorial

Castalia, I, Canto VIII, estrofa 41.

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mucho poco mapa le despliegue»22•

Escribe Sánchez Robayna: «Realidad y texto se superponen. Por metáfora «el mapa» desplegado ante la vista del peregrino es también el mapa del texto: la realidad en mapa y el mapa textual de la representación. El peregrino ve desde las rocas un mundo gráfico, un mapa, un mundo escrito»23 •

Y el mundo que el texto escribe en «silvas» son verdaderamente «selvas»: paisajes selvosos e inmensos, descritos por Colón, Cabeza de Vaca, Garcilaso de la Vega el Inca que los habían visto. La primera imagen es la de un paisaje marino durante una tormenta cuando el sol está poniéndose y en el horizonte se ven rizarse «montes de agua y piélagos de monte» (Soledad!, v.44); visión que puede evocar el océano. La misma imagen se encuentra en el verso 426 de la Soledad 11 «en globos de agua redimir sus focas» y en el Polifemo (v. 144) «cuando entre globos de agua, entregar veo». que traen a la memoria el muy conocido modelo clásico, el senecano <<Undarum globus», modelo que sigue estando presente en el verso «montes de agua y piélagos de monte»; sin embargo aquí la metáfora gongorina, dilatándose gracias a la hipérbole construida en hipalage, llega a evocar por su espantosa inmensidad el océano.

A veces la metáfora que la nueva realidad sugiere es una metafora preciosa que la fantasía del poeta elabora a través la superposición de imágenes evocadas en los relatos que había escuchado de boca de los protagonistas de aquellas experiencias, como muestra la descripción del paisaje que se abre a la vista del peregrino desde la altura de un escollo en Soledad 1, vv. 194-211.

Desde una altura, pues, el peregrino puede admirar un río resplandeciente que va bajando de forma sinuosa hacia el mar desanudándose en varios canales y «engazando edificios», «abrazando rocas» y aprisionando islas hasta llegar a confundir sus aguas con los jaspes líquidos de la inmensidad salada. A través de metáfora de metáfora llega a construirse una imagen poética que nos restituye el desembocar del río en el mar en forma de delta. Una imagen del plan de lo real, en este caso el delta del río, traspasa al plano de lo imaginario una vez más a través de un antropomorfismo: al confundir sus aguas con las del mar el río pierde su orgullo y esconde su memoria.

Estos versos además nos traen a la memoria la relación que Colón hace al principio del «Tercer viaje», cuando desde la altiplanicie que domina el valle del Orinoco puede observar su delta. El navegante, al ver cómo las aguas del río entran dulcemente en el mar confundiéndose con sus ondas, queda tan fascinado que acaba por confundir el plano de lo real con el de lo fantástico llegando a asimilarlo al Paraíso Terrenal: «Grandes indii¡;ios son estos del Paraíso Terrenal, porqu' el sitio es conforme a la opinión d'estos sanctos e sacros theólogos. Y asimismo las señales son muy conformes, que yo jamás leí ni oí que tanta cantidad de agua duli¡;e fuese así adentro e vecina con la salada»24

• Góngora ve, pues, a través de la mirada de Colón, o sea ve con los ojos de la

22 Luis de Góngora, Soledades, ed. de R. Jammes, cit., pág. 239, v. 194. 23 A. Sánchez Robayna, «Góngora y el texto del mundo», en Silva Gongorina, Madrid,

Cátedra, 1993, págs. 46-47. 24 C. Colón, Los cuatro viajes. Testamento, cit., «Tercer viaje», pág. 239.

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mente lo que va a transformar en imaginario poético; una memoria de la fantasía que por eso se construye a través de imágenes superpuestas. Los diáfanos cristales-las aguas del río--y los jaspes líquidos-las aguas del mar---confundiéndose en el plano del supuesto real, se confunden también en la memoria poética y llegan a evocamos otros edificios, los blanquísimos de Cuzco. Según el Dice. de Aut. el jaspe «es una «piedra manchada de varios colores, especie de mármol, capaz de pulimento, que se distingue por el color principal , y que es como campo de los otros. La Iglesia Catedral de Cuzco es de mármol fino, de color blanco y encamado que llaman jaspe cristalino». Al principio del Capítulo III de los Comentarios Reales del Inca Garcilaso leemos: «Tuvieron los reyes Incas en el Cozco una cruz de mármol fino de color blanco y encamado que llaman jaspe cristalino»25

Este jaspe cristalino llega a restituir, pues, la simbología cromática del «Blanco» en su valor absoluto, «luz resplandeciente» sobre todo si consideramos que la Catedral con su cruz, es la «verdadera luz« que los conquistadores han llevado a aquella tierra. Las dos metáforas gongorinas descienden, pues, de esta entropía cromática que, escindiéndose, va a connotar las aguas del río--diáfanos cristales-y las del mar-jaspes líquidos.

Nos parece interesante subrayar que Garcilaso de la Vega el Inca, a la edad de setenta años, escribe sus Comentarios Reales en Córdoba en 1609, fecha en que en Córdoba se encontraba también Góngora el cual quiso retirarse en soledad a su ciudad natal para escribir sus poemas. La coincidencia nos deja suponer cuánto hayan fascinado los relatos fantásticos de aquel extraordinario viejo y la lectura de los Comentarios en la imaginación del poeta cordobés.

Señala Miró Quesada que: «A pesar de la falta de datos concretos al respecto (la relación de amistad entre Góngora y el Inca Garcilaso) puede conjeturarse también que la relación directa o indirecta que ha de haber mantenido Góngora con el Inca Garcilaso y el indudable conocimiento de su labor de historiador, contribuyeron a que el ilustre cordobés hiciera varias de las referencias al Perú que se encuentran en su obra poética»26

• Es posible suponer que estos relatos del cronista cuzqueño mezclasen una memoria de la experiencia vivida con lo vivido en su infancia; el recuerdo, en efecto, de su tierra nativa fue siempre muy fuerte, centrándose sobre todo en la figura materna, la princesa inca Isabel Chimpu (la «Ñusta» Chimpu Ocllo ), grabada en la mente del Inca Garcilaso siempre resplandeciente por su belleza y sus adornos reales. Esta imagen debió de fascinar a Góngora que llega a evocarla a través de una extraordinaria metáfora en la Soledad JI: una barca que se desliza sobre las ondas del mar cuya espuma, al romperse contra su proa, la convierte en el cuello ensortijado de una Coya peruana.

25 Garcilaso de la Vega el Inca, Comentarios Reales de los Incas, cit., Tomo CXXXIII, II, Cap. III, pág. 45.

26 A. Miró Quesada, El Inca Garcilaso, Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1993, pág. 215.

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Aquél, las ondas escarchando, vuela; éste, con perezoso movimiento, el mar encuentra, cuya espuma cana su parda aguda prora resplandeciente cuello hace de augusta Coya peruana, a quien hilos el Sur tributó ciento de perlas cada hora. (Soledad II, vv. 61-68)

ENRICA CANCELLIERE

Salcedo Coronel al comentar este verso explica: «Coya llaman los Indios del Perú a la Infanta o Princesa suya»27

• La referencia a la «Ñusta» resulta más interesante si relacionamos la metáfora-metonimia «parda prora», que está por el rostro de la Coya, con la descripción que de la «Ñusta» leemos en Miró Quesada al relatar su encuentro con el Capitán: «Durante su estancia forzada en el Cuzco se había sentido atraído por la gracia de una Princesa incaica, que lo ganó con las voces de la tierra y con el suave hechizo de su carne morena»28

• Además las perlas que rodean el cuello de la bella Princesa ya no son las del mar Eritreo sino las que «tributó» el mar del Sur. A éste se hace referencia en los versos

Lestrigones el istmo, aladas fieras: el istmo que al Océano divide, y, sierpe de cristal, juntar le impide la cabeza, del Norte coronada, con la que ilustra el Sur cola escamada de antárticas estrellas. (Soledad I, vv. 424-429)

para indicar el Océano Pacífico (precisamente el océano que baña las costas peruanas), según comenta Jammes: «En los mapas de la época, se llama Mar del Norte al Océano Atlántico, y al Mar del Sur al Pacífico, porque los primeros exploradores, al cruzar el istmo de Panamá, caminaron desde el Norte hacia el Surn29

• Otra referencia al Perú, también ésta huella del Inca Garcilaso, se encuentra en el verso en el que Góngora hace referencia a la costumbre de los Incas de llevar joyas: «que al preciosamente Inca desnudo» (Soledad U, v.779). Comenta Salcedo Coronel: «Dijo desnudo preciosamente por las joyas y perlas que acostumbraban traer, aunque andaban desnudos los Incas, que eran los Emperadores del Pirú»3º.

Los ejemplos relativos a la realidad imaginaria del Nuevo Mundo son varios.

27 G. Salcedo Coronel, «Soledades» de D. Luis de Góngora, comentadas por D. García de Salcedo Coronel, Madrid, Imp. Real, 1636, fo. 209

28 A. Miró Quesada, ob. cit., pág. 23. 29 R. Jammes, ed. de L. de Góngora, Soledades, cit., pág. 284, nota v. 428. 30 G. de Salcedo Coronel, ob. cit., fo. 291, v. 292.

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Recordemos la alusión a fenómenos como el de las mareas al principio de la Soledad 11, VV. 1-15.

El espectáculo alusivo a la alta marea abre la Soledad 11 restituyéndola como un Teatro de mar. La fuerza irrefrenable del fenómeno, que implica un pequeño arroyo y el océano, a través de un proceso de antropomorfismo--metáfora de la mariposa-se presenta como la escena de un ritual arcaico durante el cual se cumple el sacrificio: el río cuanto más bebe agua salobre tanto más bebe su muerte. Por consiguiente el océano, por su ímpetu-«muros desmantelando pues de arena>>-y por el mismo proceso de antropomorfismo se transforma en un Centauro que por su híbrida naturaleza, siendo una mezcla de hombre y caballo, bien restituye lo híbrido de las aguas-dulces y saladas-a través de un perfecto verso bimembre: «medio mar, medio ría».

Otras veces se alude a una fauna fabulosa, como la representada por el pavo de Indias restituido a través de una perífrasis que lo contrapone al bellísimo pavo real:

Tú, ave peregrina, arrogante esplendor, ya que no bello, del último Occidente ... (Soledad I, vv.309-311 );

ni pueden faltar referencias a hallazgos científicos, que están en la base de los descubrimientos geográficos, como las relativas a la brújula:

Náutica industria investigó tal piedra, que, cual abraza yedra escollo, el metal ella fulminante de que Marte se viste, y, lisonjera, solicita el que más brilla diamante en la nocturna capa de la esfera, estrella a nuestro Polo más vecina . (Soledad l, VV. 379-385).

Jammes, al elegir la variante investigó, (mientras que en D. Alonso encontramos «llegó a descubrir») comenta: «Los modernos navegantes no descubrieron la piedra imán, conocida ya en la Antigüedad; lo que hicieron fue buscar (investigando) su aplicación a la navegación»31

Otra mirada, bajo la cual Góngora considera la materia americana, es la relativa al tema, que estaba muy en boga en la época, el de la «épica de la Conquista» sobre el cual se ha debatido mucho.

Con respecto a este tema no cabe duda de que las Soledades son un poema en donde se nota que el poeta admira el valor de los que llevaron a cabo los descubrimientos, pero es también evidente que la actitud gongorina es muy crítica porque atribuye las

31 R. Jammes, ob. cit., pág. 276 nota v. 379.

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cualidades del hombre europeo, y en particular las del hombre español, a algo que no es virtud, es decir a la Codicia.

Es la Codicia que ha incitado a los hombres a los descubrimientos, a la conquista, a la colonización etc.; Góngora deja que haga el discurso contra la navegación (Soledad I, vv. 366-502) un viejo político serrano, de canas grave para que sea la experiencia de quien ha visto con sus ojos y ha experimentado con su dolor que es la Codicia el único resorte de la Conquista. El relato del viejo parte de episodios mitológicos, de los antiguos descubrimiento hasta los actuales. Se detiene a hablar sobre la empresa de las tres carabelas de Colón atribuyéndola a la codicia humana, es decir, el poeta llega a desposeer al mismo Colón de las connotaciones de misión y de santidad que el navegante había puesto como base de su empresa. Luego el viejo pasa a hablar de Amerigo Vespucci, que dio el nombre a aquellas tierras; de Magallanes y de sus exploraciones antárticas, y del descubrimiento de un pasaje que iba ahora a conectar el océano Atlántico con aquel océano hasta entonces desconocido, es decir, el Pacífico.

El globo de Góngora ya no es el de Colón. Este murió pensando haber descubierto otras tierras de las Indias Orientales; Góngora, en cambio, sabía con seguridad que un nuevo e inmenso continente se había descubierto y que éste estaba separado del de las Indias Orientales por un desmesurado océano que era el Pacífico. Sin embargo este nuevo globo viene unificado, con la invectiva que hace el viejo, bajo el signo de la codicia, tanto que a Góngora se lo reprochó muy violentamente Salcedo Coronel, a pesar de ser un vigoroso defensor suyo:

No dejaré de culpar a D. Luis, pues atribuye a la codicia, y no a una ambición prudente, la dilatación de la Monarquía española. ¡Oh, España, cuánto menos debes a tus naturales que a los extranjeros, pues aquéllos, aunque envidiosos, confiesan tu grandeza, y éstos, maliciosamente, deslucen tus victorias! ¿Qué mucho, pues, nos llamasen bárbaros, si nuestro estudio mayor es la propia ignominia? 32

Los comentadores de Góngora hacen remontar, con ejemplos puntuales, la invectiva gongorina a fuentes retóricas y a tópicos de la clasicidad. En nuestros días Melchora Romanos33

, en su atento estudio, cita a Séneca (Acto 111 de la Medea), a Horacio, (11 Oda del Libro I), Estacio, Camoes donde, igual que en Góngora, un viejo llora el naufragio de su hijo; a Quevedo etc. Sin embargo, pensamos que Góngora no necesitaba hacer referencia de forma tan precisa a las navegaciones, a la conquista, a los tráficos americanos, y tampoco describir de forma tan detallada las etapas de la Conquista en el interior de una invectiva tan dura. Si hubiese empleado esta materia sólo como fuente retórica se habría limitado a los episodios descritos en esas fuentes, es decir a la

32 G. Salcedo Coronel, ob. cit., fo.97. 33 M. Romanos, «El discurso contra las navegaciones en Góngora y sus comentaristas», en

Las Indias (América) en la literatura del Siglo de Oro, (Actas del Congreso Internacional Universidad de Navarra, Pamplona 15-18 de enero 1992), ed. dirigida y presentada por I. Arellano, Kassel, Ed. Reichenberger, 1992, págs. 37-49.

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tradición eurocéntrica. Una actitud conservadora, como ha afirmado Melchora Romanos, puede encontrarse en Góngora34

, pero hace falta comprobar las consecuencias de ésta y las motivaciones. Se trata, a nuestro parecer, de la actitud que consiste en hacer referencia a una auctoritas, es decir al ipse dixit. Así como en la antigüedad Horacio, Séneca, Estacio, habían encontrado en el origen del arte de la navegación la nefasta tendencia humana hacia la codicia, causa de desastres, guerras, naufragios, incluso del alma humana en contraposición a la imperturbabilidad epicúrea y estoica, del mismo modo a Góngora la palabra de los autores clásicos, o sea esos tópicos retóricos, le autorizan a hablar en términos críticos de las conquistas de su época.

El mundo de Góngora, pues, está unificado por una sola pulsión, que es la de la codicia. Esta unificación del mundo corresponde en términos morales a una considera-ción geográfica que ya había anotado Colón cuando, durante su último viaje hacia las Indias Occidentales, el 7 de julio de 1503, afirma (en una carta escrita en la playa de Yamaica): «El mundo es poco;[ ... ] El mundo no es tan grande como dice el vulgo»35

Que el mundo es pequeño, lo comprueba el hecho que se puede circunnavegar andando de Oriente a Occidente sin solución de continuidad. Ahora bien, no cabe duda que el globo gongorino es más complejo con respecto al de Colón, sin embargo es verdad que esta navegación unificante, esta circunnavegación como la describe Góngora en su invectiva, está regida por una única pulsión que es la de la codicia humana que reduce este mundo a algo unitario, a algo que de forma total está bajo el signo de la rapiña, de la depredación, del despojo.

La codicia desarrolla, pues, un papel propulsor sea hacia las rutas del Oriente, sea hacia las del Occidente y construye el muevo imaginario a partir de una fuente eurocéntrica, aunque revisada críticamente. Sin embargo, por lo que atañe al Oriente, la categoría del exotismo está connotada por los criterios de lo parecido, porque lo que adquirimos del Oriente se parece no sólo al Viejo Mundo sino también a las tradiciones literarias, míticas de este Viejo Mundo. Las alusiones que Góngora hace a las Indias orientales-el Ganges, el elefante, la Malasia y sus reyes-aunque tengan un matiz exótico no llegan a cambiar el imaginario consolidado.

Por lo que se refiere, en cambio, a las rutas hacia Occidente--que están presentes en las Soledades-se percibe la sensación, la misma que percibió Colón y escribió en sus crónicas, del descubrimiento de un Edén, de un Paraíso perdido amenazado por la avanzada de la civilización.

Es preciso considerar que la cultura española se había expresado a través de dos grandes centros de mediación: la corte y el convento. Estos, como afirma Samona36

,

34«Una actitud más conservadora que progresista subyace en la dimensión que Góngora proyecta en la voz del viejo serrano al rechazar todo posible cambio, toda salida hacia nuevos horizontes. Pero, a la vez, no puede dejar de percibirse la atracción que la grandeza de los acontecimientos encierran en sí mismos, atracción que se manifiesta en imágenes y metáforas», M. Romanos, oh. cit.,pág. 49.

35 C. Colón, ob. cit., «El cuarto viaje», pág. 279. 36 C. Samona, «La letteratura dell'esperienza vissuta. I cronisti delle Indie», en La

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muchas veces están en simbiosis en el sentido que de las mediaciones que vienen del convento participa la Corte y viceversa. Se trata, pues de todo un universo--ante todo ideológico, luego jerárquico, pero también de fuentes literarias elaboradas por el convento y por la corte-que llega a constituir para el intelectual español la mediación con respecto a la realidad.

¿ Qué es lo que se le escapa a estos dos grandes centros de mediación? Se le escapa la literatura de la Conquista, las crónicas del Nuevo Mundo, o sea, los

cronistas de las Indias. No tanto porque éstos intentan librarse desde un punto de vista político, religioso y cultural, de estas mediaciones, sino porque la lejanía es tan inmensa, y la maravilla de los descubrimientos es tan fuerte que al final estas mediaciones acaban por perder su fuerza de influencia, y lo que prevalece es la sensación de un extraordina-rio descubrimiento. Sin embargo no se trata de una actitud realista sino de la recaída de una realidad nueva dentro de la escritura, con la consecuencia que se trasforman estas tradicionales mediaciones que en fin de cuenta son de tipo sobre todo ideológico.

Es fácil de comprender cómo un intelectual de principio del XVII, un poeta de corte, al referirse a la imaginación del Nuevo Mundo y a los cronistas de las Indias, intente reconducir todo este asunto a lo que en la literatura de corte ya constituía lo conocido, lo aceptado y considerado materia culta.

Es por eso que Góngora trata de restituir toda su materia fabulosa desde el punto de vista de una lengua poética culta-su castellano, elevado y áulico, se ha hecho oscuro y silogístico. Y aun trata de construir esta lengua poética a través de metáforas y artificios retóricos que son los del código poético empujado hasta las extremas posibilidades. Y en fin al tratar de estos temas del Nuevo Mundo se preocupa de atribuir a los pobladores de sus Soledades, no contaminados de la civilización, ritos, fiestas litúrgicas, pero sobre todo mitológicas, del Viejo Mundo. Estos personajes que pueblan el poema adoran a los dioses, a Venus, a Apolo, a Cupido etc.; hablan de figuras mitológicas: faunos, ninfas que pertenecen todas a la tradición europea.

Pier Luigi Crovetto en JI racconto spagnolo que hace parte de Racconti aztechi della Conquista37

, habla de escritura castellana y de escritura de las Crónicas de las Indias como operación de conquista en el plano literario; habla, pues, de escritura como «operación combinada» típicamente masculina que, en el valuar el pro y contra de la Conquista, expresa lo masculino del signo de una civilización, que es superior también para Las Casas y para los misioneros franciscanos. Se trata, pues, de una civilización que es capaz de analizar y comprender lo nuevo; lo indígeno, en cambio, no es capaz, a su vez, de comprender a Europa pero ve al europeo como individuo divino, fantástico, como un semi-dios que llega de una tierra desconocida e insondable. Operación de conquista, pues, en las escrituras, pero operación combinada imperialista en el análisis que la escritura castellana de los cronistas de la Indias es capaz de realizar.

Esta operación combinada en Góngora está presente en su máximo grado y se une

letteratura spagnola. I Secoli d'Oro, cit., pág. 100 y sig. 37 P. L. Crovetto, «Ii racconto spagnolo», en T. Todorov y G. Baudot, Racconti aztechi della

Conquista, Torino, Einaudi Editore, 1988, págs. 287-311.

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con la gran tradición literaria. Sin embargo al unirse con esta tradición pierde toda connotación ideológica, es decir toda referencia a una pretendida supremacía mercantil o religiosa de la vieja Europa.

Lo que queda es el artificio de una combinación retórica pura, es decir de una lengua que se ejercita sobre los nuevos materiales a través códigos retóricos que son los de su propia tradición, sabiendo el autor por cierto que tiene que llevar estos códigos a su máximo grado de expresividad porque sirven para una materia del imaginario totalmente nueva.

En conclusión, el Polifemo es el poema de las rutas Orientales; por lo tanto es un poema cerrado en su estructura, que corresponde, luego, a la estructura cerrada de la octava, es decir de la ficción poética que corresponde a su vez al cierre del Viejo Mundo que, rodeado por el gran río Océano, comprende tres conocidos continentes, fuentes de nuestra cultura europea: Europa, África, Asia.

Por lo que se refiere, en cambio, al poema de las rutas Occidentales, las Soledades, queda abierto no sólo porque al interior se articula una estructura de navegaciones, de peregrinaciones ad infinitum, que nunca llegan a cerrarse porque es la escansión misma del poema, en silvas, que queda abierta. El supuesto plan que, según la hipótesis más difundida desde los comentaristas de la época hasta los críticos de hoy en día, postulaba la articulación del poema en cuatro partes, ha constituido la tentativa de ver la estructura del poema desde el modelo cerrado del círculo. Lo cierto es que Góngora escribió sólo dos Soledades y la segunda se presenta como interrumpida de golpe y sin una conclusión. De hecho, el poeta en cierto momento dejó de escribir, podemos decir que rechazó instintivamente cerrar su poema. Probablemente porque lo veía abierto, proliferante, es decir perfectamente connotante de aquellas rutas del Occidente cuyo imaginario iba a alimentar su poesía.

Y el rechazo de la clausura conlleva una concepción desengañada. En las Soledades no se encuentra una línea de progreso, ni un desarrollo de la

historia. La situación de partida pudiera ser al mismo tiempo la situación final y ésta la situación de un nuevo inicio.

No se determina un clímax a través de la diégesis. Proyectado sobre la historia humana, sobre las conquistas y las exploraciones, temas de los cuales nos habla Góngora en la invectiva contra las navegaciones, podría concluirse que se realiza un clima como de «fin de la historia». Y este «fin de la historia» se expresa como «fin de las ideolo-gías»: en las Soledades no se encuentra algún signo, fuera de esta reductio al ya conocido, de afirmación de una supremacía ideológica.

Este fin de la historia se expresa aun en el sincretismo espacio-temporal, ya sea en la sincronía como en la diacronía, en un imaginario poético, pues, en que coinciden Oriente y Occidente, pasado mítico e histórico, y presente hasta el futuro. Las dos líneas, de la verticalidad y de la horizontalidad, de la diacronía y de la sincronía, precipitan la una sobre la otra sin solución de continuidad. Por último este «fin de la historia» se expresa en la actitud «meta»: estructura literaria que determina la extraordinaria modernidad de este poema que por esto puede considerarse como uno de los poemas clave de nuestra época. Y son muchos los que han subrayado los componentes

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mallarmeianos ante-litteram de las Soledades. El peregrino explora las tierras del Nuevo Mundo y las reconduce a lo que conoce:

a los ritos, a los artificios retóricos, a las liturgias, a la mitología de su propia cultura. Esta operación del peregrino, que en fin de cuentas es Góngora mismo, el autor la

conduce a través de una mirada exterior, o sea considerando su poema como operación meta-literaria, en fin como revisitación del archipiélago de todas las formas literarias y de todas las formas retóricas que el Occidente le ha otorgado. Revisitación en el sentido que tiene valor poético por sí misma, fuera de la historia--que aquí no existe-y por lo tanto de las ideologías que una historia siempre conlleva.

La operación se hace pues exquisitamente literaria y representa el recorrido de la literatura a través de la proliferación de las distintas formas literarias codificadas. Todo esto atañe a las conquista de las Indias y a las rutas del Occidente porque en esta operación se expresa la misma desposesión del sujeto, la misma pérdida de centralidad.

En fin podemos hablar de una actitud eurocéntrica en la reductio retórica al ya conocido y de desposesión de esta posición-la pérdida del centro--en la mirada oblicua y reflectante que se conduce sobre lo ya conocido. El intelectual Góngora expresa entonces su pérdida de centralidad, su desposesión, pero al mismo tiempo expresa su capacidad de revisitación.

Por haber dado al poema de Góngora esta estructura de texto meta-literario, pues de primer poema de nuestra literatura moderna, poema de una escritura que vale por sí misma, el imaginario de la conquista en el Siglo de Oro así como ha cambiado el panorama de la política, de la economía, y de las ciencias, ha cambiado también el panorama de la poesía y de la cultura literaria.

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