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Las señoritas de Avignon. 1907. 244 x 233. Óleo sobre lienzo. The Museum of Modern Art, Nueva York. Este cuadro es una obra fundamental del siglo XX: abre la vía del arte moderno. Constituye la obra cubista más importante. Esta imagen inquietante de las prostitutas de un burdel barcelonés (de ahí el título las señoritas de la calle Aviñón) marca un punto de inflexión en el arte del siglo XX. Picasso rompe con la norma de que una imagen ha de representarse desde un punto de vista único, a la vez que altera la forma tradicional de tratar el desnudo femenino, reduciéndolo a un compendio de planos angulares. Las mujeres se distribuyen en un interior sin profundidad, delimitado por una cortina. Esta cortina genera un espacio indeterminado, que aboca todas las figuras al primer plano; de manera que parece que las mujeres estén en un escaparate o en un escenario. La cortina se estructura en pliegues fragmentados y angulosos, cuyos brillos blancos remiten a El Greco y cuyo aspecto seccionado y anguloso evoca a

Las señoritas de avignon

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Las señoritas de Avignon. 1907. 244 x 233. Óleo sobre lienzo. The Museum of Modern Art, Nueva York.

Este cuadro es una obra fundamental del siglo XX: abre la vía del arte moderno. Constituye la obra cubista más importante.Esta imagen inquietante de las prostitutas de un burdel barcelonés (de ahí el título las señoritas de la calle Aviñón) marca un punto de inflexión en el arte del siglo XX. Picasso rompe con la norma de que una imagen ha de representarse desde un punto de vista único, a la vez que altera la forma tradicional de tratar el desnudo femenino, reduciéndolo a un compendio de planos angulares.Las mujeres se distribuyen en un interior sin profundidad, delimitado por una cortina. Esta cortina genera un espacio indeterminado, que aboca todas las figuras al primer plano; de manera que parece que las mujeres estén en un escaparate o en un escenario. La cortina se estructura en pliegues fragmentados y angulosos, cuyos brillos blancos remiten a El Greco y cuyo aspecto seccionado y anguloso evoca a Cézanne. El espacio en realidad se comporta como una figura más: el fondo se acerca, se encaja a la fuerza entre las figuras y se fragmenta en tantos planos duros y puntiagudos como los trozos de un cristal que se acaba de romper. No son una forma colocada en el espacio: son forma y espacio confundidos.Las mujeres están caracterizadas como figuras terribles. La mujer del margen izquierdo levanta una cortina rosa, de pecho alto y piernas robustas, la larga cabellera negra y el fondo de tierras de Siena, su duro perfil se asemeja a los de las pinturas egipcias, mientras que las dos figuras del centro tienen más afinidad con los frescos medievales catalanes, presentan unas caras asimétricas que son versiones de su propio Autorretrato. Las tres mujeres exhiben orejas largas y ojos almendrados,

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mostrando dos de ellas, a la vez, el rostro de frente y la nariz de perfil. Los rostros de la figura de arriba a la derecha y la de abajo son como máscaras, debido a la influencia del arte africano e ibérico y parecen desligados del cuerpo. Desplaza partes del cuerpo humano: la boca se sitúa al nivel de la barbilla, los ojos suben hasta la parte superior de la cara. La figura agachada, impresiona por su rostro deforme de ojos finos y asimétricos, pintados en colores contrastados, y por la nariz curvada como una hoz. El tema del tipo de nariz, que el pintor designaba como "quart de Brie" (un cuarto de libra de queso), no vacila en resolverlo dibujísticamente, con sombras rayadas, lo que contrasta con las otras figuras, hechas con grandes planos de colores y grafismos lineales sobrepuestos. Además, este rostro dominado por la nariz cortante, presenta, en la quinta figura, la asimetría que deriva de sus autorretratos, evidentemente exagerada.Pero lo más revolucionario de esta figura es que se muestra simultáneamente desde dos puntos de vista, de espaldas y de cara. Al ser visibles al mismo tiempo la cara y la espalda, se rompen todos los cánones de la perspectiva lineal y tridimensional. Es una ruptura de la perspectiva que había condicionado el arte a partir del Renacimiento. Significa también la introducción de otro elemento, que desarrollarán otras corrientes contemporáneas: el movimiento. El tradicional desnudo femenino sirve aquí para plantear la descomposición de la naturaleza en formas geométricas puras (ejemplo los pechos) y la búsqueda de colores esenciales, todo ello dentro de una tendencia primitivista. Picasso no se preocupa por borrar los trazos azules que definen algunas de estas figuras. Esta aparente sensación de inacabado es signo evidente de la experimentación que el artista realiza sobre las formas. Las figuras se enmarcan en un espacio que se confunde con sus propios contornos, no quedando delimitado, sino que se muestra como un lugar estático en el que se ubican las figuras.Las figuras se sitúan en un marco irreal: no hay luz ni sombras, ni diversidad de planos. La única realidad es la superficie del cuadro.Los colores son planos y se centran en las gamas de naranjas, azules y grises. Los tonos azules parece que quieren herir la sensibilidad del espectador y, al aparecer contorneados de blanco, remarcan el planismo general de la obra.En la parte inferior aparece un bodegón cuyo colorido es ajeno a cualquier naturalismo.El contorno de las formas esenciales está marcado con líneas claras y oscuras mediante un estilo sintético. Las zonas de sombras de esta representación sin profundidad se ejecutan mediante ralladuras. Los contornos están reducidos a configuraciones básicas, como las "V" repetidas en las entrepiernas, codo, pecho y formas dentadas del fondo. En los rostros destacan las rayas de color verde y azul en un impulsivo intento de descomponer las superficies de las caras.No se relacionan entre ellas sino con el espectador, al que interpelan con su mirada y sus gestos y no para un diálogo placentero sino más bien agresivo. Cada una de las señoritas está aislada en su espacio, su frontalidad y en la estilización de su cuerpo. Es el espectador quien establece la unidad de la obra.Un nuevo factor, pues, entra en escena: el interés de Picasso por la escultura negra, reflejo de la crisis de la cultura europea. Podemos, pues, afirmar que esta tela es una síntesis estilística del arte primitivo ibérico (cabezas, caras, tórax plano, sensación de bajorrelieve), del arte egipcio, del Greco y de la escultura negra.

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Guernica. 1937. 350x782cm. Óleo sobre lienzo. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid. Estilo: Cubismo, Surrealismo, Expresionismo.

La obra representa simbólicamente el bombardeo de la localidad de Guernica por parte de la aviación nazi (Legión Cóndor), que tuvo lugar el 26 de abril de 1937, durante la Guerra Civil española. La capital histórica del País Vasco y símbolo de sus fueros fue bombardeada e incendiada, los aviones arrasaron con sus ametralladoras a la gente que, aterrorizada, huía de la ciudad. El bombardeo a la ciudad, habitada casi exclusivamente por mujeres, niños y ancianos (los hombres estaban en el frente), se convirtió en la primera gran masacre de civiles de la época contemporánea.Técnicamente puede considerarse un magistral manifiesto artístico de las vanguardias, planteado con la máxima depuración; pocos elementos, escasos colores y una fortísima carga expresiva.El Guernica no puede ser adscrito a un estilo, sino que se erige como un compendio de la vanguardia artística de la primera mitad del siglo XX.Picasso utiliza el Cubismo en sus figuras desdobladas, pero su carácter de pesadilla lo relaciona con Surrealismo y su intensidad dramática es claramente expresionista. Las caras obedecen al estilo cubista, que solapa las distinciones entre perfiles y frontales y permite al artista reagrupar los rasgos a su antojo.El centro del cuadro se encuentra dominado por un gran eje triangular, que tiene su vértice en el quinqué y su base en la figura del guerrero muerto. A ambos lados del triángulo se disponen dos estructuras verticales: la formada por el toro y la mujer con su hijo muerto (a la izquierda), y la constituida por la casa en llamas y la persona atrapada en su interior (a la derecha)El cuadro está pintado en blanco y negro, con una gama variada de grises y algunos toques azulados; lo que aportó dramatismo y expresividad a la obra. Además de la ausencia de color, el artista utilizó otros recursos expresivos: la deformación dramática de los cuerpos; la plasmación de rostros desdoblados, estirados y desmesuradamente crecidos, y el reparto desigual de la luz que, sin ningún realismo, ilumina aquello que desea resaltar.Su gran preocupación fue la expresión del dolor, evidente en los numerosos esbozos realizados para la madre con el niño muerto en brazos. Finalmente, construyó un

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rostro desgarrado en el que la forma misma de los ojos parece una lágrima que se desborda más allá de sus cuencas; la boca permanece desmesuradamente abierta, con los dientes salidos y una lengua afilada que emerge desde el interior. Sostiene a su hijo, como si fuera una piedad. Existe contraste de estilo entre la cara de la madre y la representación más convencional de la criatura.Aunque en primeras versiones extremó el dolor maternal, acabó otorgando al caballo herido por una lanza la más alta expresión del dolor visceral, observese la lengua en punta y su posición desbocada.El toro, de aspecto orgulloso y desafiante, el único que no expresa dolor por la tragedia. Picasso dijo que simbolizaba la brutalidad y la oscuridad.El guerrero muerto y descuartizado en una mano sostiene una espada y una flor, un instrumento de muerte y otro de vida y esperanza. En su otra mano lleva una estrella de cinco puntas; por tanto es el soldado que muere por sus ideales.En la semipenumbra queda una paloma herida, atrapada entre la mesa y el techo. Simboliza la paz rota.La bombilla símbolo de la tecnología moderna, hija de la misma ciencia que ha construido los aviones y las bombas.La mujer medio arrodillada, está medio desnuda, y parece huir, vagar en medio de la desolación.La mujer del quinqué que se asoma a la ventana. Podría ser una alegoría de la República, que intenta alumbrar, pero que está aturdida y desconsolada por lo que está sucediendo. Para otros, es la humanidad.La casa en llamas. La persona, con la boca abierta y los brazos alzados como si quisiera impedir la caída de las bombas vomitadas desde las alturas, muestra una faceta más del dolor.La postura recuerda a la del personaje central de Los fusilamientos del 3 de mayo de Goya. Efectivamente cabe establecer un paralelismo entre los acontecimientos que motivaron ambos cuadros: en los dos casos se trataba de una brutalidad salvaje descargada sobre inocentes. Picasso nunca dio, de palabra, una interpretación definitiva. Todas las interpretaciones pueden ser factibles, ya que Picasso quiere expresar la disgregación del mundo víctima de los horrores de la guerra, y por ello se sirve de ambivalencias. Así, al lado de la cabeza del caído, hay una herradura signo de suerte, y por encima de la espada crece una flor.La escenografía se reduce a edificaciones, un suelo de baldosas, una mesa…El conjunto genera un espacio angustioso, acentuado por el tamaño de los personajes en relación con la arquitectura. Hay perspectiva (como se observa en las figuras de los caídos del primer término, o en los planos del fondo, o en el biselado de la ventana).Fue un encargo del Gobierno de la República española para la Exposición Internacional de París de 1937. Picasso concibió el cuadro como un auténtico grito de rabia, denuncia y dolor ante los horrores de la guerra, y, sin duda, se ha convertido en uno de los iconos del siglo XX.Tras la implantación de la dictadura franquista, Picasso prohibió que el cuadro se instalara en España hasta que no se volviera a instaurar la democracia. No regresó a España hasta 1981.

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