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Tu Palabra es lámpara a mis pies y luz en mi camino Iglesia Episcopal en Colombia Tu Palabra es lámpara a mis pies y luz en mi camino MARANATHA ¡Ven Señor Jesús! Lectio Divina Domingos de Adviento Ciclo C P. Pablo Velázquez Abreu @p_velazquez_a Deseo presentar a ustedes un material de apoyo para su catequesis, apostolado y en fin… para su vida espiritual que pueda ayudar a acoger de mejor manera lo que la Iglesia celebrará en las próximas semanas en el tiempo de adviento. Ciertamente es un momento privilegiado para iniciar el año litúrgico desde la perspectiva de la celebración de la primera venida de Jesucristo (Navidad) y la esperanza escatológica de la segunda venida (Parusía). Un tiempo lleno de bellos simbolismos, de grandes personajes, de profetismo, de cumplimiento de las promesas de Dios, de apertura a nuevas promesas y de esperanza en el cumplimiento de esas últimas. El dinamismo promesa-cumplimiento y apertura a nuevas promesas se percibe claramente por estos días, donde la Iglesia expectante se une a los ángeles para cantar “Hossana en el cielo”. Propongo para la reflexión personal y comunitaria que nos centremos en varios puntos que pueden ir trabajados procesualmente a medida que se avance en este tiempo santo: 1) La escucha a los Padres de la Iglesia, 2) Claves teológicas para una mayor comprensión del adviento, 3) Lectio divina de los evangelios dominicales. Los apuntesa los textos de los evangelios de dominicales de adviento surgen del estudio personal a partir de la consulta de bibliografía selecta especializada en el tema, de la reflexión y la oración personal, a la vez que de la experiencia como docente y predicador encuentros, talleres, retiros, seminarios y congresos. No pretenden ser palabra final sobre el tema. Por el contrario, son palabra inicial para suscitar una mayor reflexión, crítica y formación en el seno de

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Material de apoyo para su catequesis, apostolado, vida espiritual que puede ayudar a acoger de mejor manera lo que la Iglesia celebrará en las próximas semanas en el tiempo de adviento. Ciertamente es un momento privilegiado para iniciar el año litúrgico desde la perspectiva de la celebración de la primera venida de Jesucristo (Navidad) y la esperanza escatológica de la segunda venida (Parusía). Un tiempo lleno de bellos simbolismos, de grandes personajes, de profetismo, de cumplimiento de las promesas de Dios, de apertura a nuevas promesas y de esperanza en el cumplimiento de esas últimas.

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Iglesia Episcopal en Colombia

Tu Palabra es lámpara a mis pies y luz en mi camino

MARANATHA ¡Ven Señor Jesús!

Lectio Divina Domingos de Adviento Ciclo C

P. Pablo Velázquez Abreu @p_velazquez_a

Deseo presentar a ustedes un material de apoyo para su catequesis, apostolado y en fin… para su vida espiritual que pueda ayudar a acoger de mejor manera lo que la Iglesia celebrará en las próximas semanas en el tiempo de adviento. Ciertamente es un momento privilegiado para iniciar el año litúrgico desde la perspectiva de la celebración de la primera venida de Jesucristo (Navidad) y la esperanza escatológica de la segunda venida (Parusía). Un tiempo lleno de bellos simbolismos, de grandes personajes, de profetismo, de cumplimiento de las promesas de Dios, de apertura a nuevas promesas y de esperanza en el cumplimiento de esas últimas. El dinamismo promesa-cumplimiento y apertura a nuevas promesas se percibe claramente por estos días, donde la Iglesia expectante se une a los ángeles para cantar “Hossana en el cielo”. Propongo para la reflexión personal y comunitaria que nos centremos en varios puntos que pueden ir trabajados procesualmente a medida que se avance en este tiempo santo: 1) La escucha a los Padres de la Iglesia, 2) Claves teológicas para una mayor comprensión del adviento, 3) Lectio divina de los evangelios dominicales. Los “apuntes” a los textos de los evangelios de dominicales de adviento surgen del estudio personal a partir de la consulta de bibliografía selecta especializada en el tema, de la reflexión y la oración personal, a la vez que de la experiencia como docente y predicador encuentros, talleres, retiros, seminarios y congresos. No pretenden ser “palabra final” sobre el tema. Por el contrario, son “palabra inicial” para suscitar una mayor reflexión, crítica y formación en el seno de

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nuestras comunidades, lo cual conlleve a un mayor compromiso en la experiencia de vida. Como todo texto, siempre estará en versión “de borrador”, susceptible y abierto a modificaciones, precisiones y mejoras en pro de la presentación de la mejor doctrina que ayude a la maduración de nuestras comunidades eclesiales. Espero que estas líneas sean de gran utilidad para ayudar a madurar y crecer en la esperanza gozosa de aguardar de nuevo en gloria a Aquel que en ya vino en carne para redimir a la humanidad. Finalmente, quisiera hacer una invitación para el viernes 30 de noviembre a las 17:00 hh (GMT -5) para que tengamos un conversatorio espontáneo sobre adviento y los temas expuestos en este documento. Se enviará la información sobre la manera como se realizará la video conferencia por medio de twitter en la cuenta p_velazquez_a La idea es que ustedes me empiecen a seguir por medio de esta red social y yo pueda irles trasmitiendo estas “claves de lectura” semanales. Dejo mi trabajo a su consideración y el de las comunidades. En Jesús y María, P. Pablo Velázquez Abreu

Bogotá, Noviembre 15 de 2012

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INDICE DE REFERENCIA

1. Escuchando a los Padres de la Iglesia ............................................................... 4 2. Claves teológicas para una mayor comprensión del adviento .......................... 5 DOMINGO I DE ADVIENTO (C) Lc. 21,25-28.34-36 ............................................. 18 DOMINGO II DE ADVIENTO (C) Lc. 3,1-6 ............................................................. 25 DOMINGO III DE ADVIENTO (C) Lc. 3,10-18 ........................................................ 31 DOMINGO IV DE ADVIENTO (C) Lc. 1,39-45 ....................................................... 39

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MARANATHA ¡Ven Señor Jesús!

1. Escuchando a los Padres de la Iglesia

De las catequesis de Jerusalén (Catequesis 15,1-3: PG 33, 870-874)

Las dos venidas de Cristo

Anunciamos la venida de Cristo, pero no una sola, sino también una segunda, mucho más magnífica que la anterior. La primera llevaba consigo un significado de sufrimiento; esta otra, en cambio, llevará la diadema del reino divino. Pues casi todas las cosas son dobles en nuestro Señor Jesucristo. Doble es su nacimiento: uno, de Dios, desde toda la eternidad; otro, de la Virgen, en la plenitud de los tiempos. Es doble también su descenso: el primero, silencioso, como la lluvia sobre el vellón; el otro, manifiesto, todavía futuro. En la primera venida fue envuelto con fajas en el pesebre; en la segunda se revestirá de luz como vestidura. En la primera soportó la cruz, sin miedo a la ignominia; en la otra vendrá glorificado, y escoltado por un ejército de ángeles.

No pensamos, pues, tan sólo en la venida pasada; esperamos también la futura. Y, habiendo proclamado en la primera: Bendito el que viene en nombre del Señor, diremos eso mismo en la segunda; y, saliendo al encuentro del Señor con los ángeles, aclamaremos, adorándolo: Bendito el que viene en nombre del Señor.

El Salvador vendrá, no para ser de nuevo juzgado, sino para llamar a su tribunal a aquellos por quienes fue llevado a juicio. Aquel que antes, mientras era juzgado, guardó silencio refrescará la memoria de los malhechores que osaron insultarle cuando estaba en la cruz, y les dirá: Esto hicisteis y yo callé.

Entonces, por razones de su clemente providencia, vino a enseñar a los hombres con suave persuasión; en esa otra ocasión, futura, lo quieran o no, los hombres tendrán que someterse necesariamente a su reinado.

De ambas venidas habla el profeta Malaquías: De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis. He ahí la primera venida.

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Respecto a la otra, dice así: El mensajero de la alianza que vosotros deseáis: miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida? ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata.

Escribiendo a Tito, también Pablo habla de esas dos venidas, en estos términos: Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres; enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. Ahí expresa su primera venida, dando gracias por ella; pero también la segunda, la que esperamos.

Por esa razón, en nuestra profesión de fe, tal como la hemos recibido por tradición, decimos que creemos en aquel que subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Vendrá, pues, desde los cielos, nuestro Señor Jesucristo. Vendrá ciertamente hacia el fin de este mundo, en el último día, con gloria. Se realizará entonces la consumación de este mundo, y este mundo, que fue creado al principio, será otra vez renovado.

Catequesis 15,1-3: PG 33, 870-874

2. Claves teológicas para una mayor comprensión del adviento

El Adviento se puede celebrar:

A partir de los acontecimientos: preparar la celebración del misterio de la Encarnación, mediante la contemplación del Verbo que pone su morada en medio de su pueblo (cf. Jn 1,14).

A partir de las personas: Analizar y profundizar las actitudes que

encarnaron los protagonistas de este sagrado tiempo: Juan Bautista, María, José, Jesús.

A partir de las cosas: Aprovechando los elementos que nos relacionan

con la circunstancia histórica del nacimiento de Jesús y la pueden

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iluminar o profundizar: corona de Adviento, árbol de Navidad, pesebre, música navideña, ambiente festivo y decorativo…

A partir de las situaciones: Conociendo el ambiente, la situación, las

circunstancias que rodearon el acontecimiento de Jesús niño en confrontación con lo que vemos ahora. Brota, entonces, una profunda reflexión: nuestro mundo tiene que ser visitado por la Luz que nace de lo alto, y redimido, gracias a la acción salvífica de Jesús, el Salvador.

En esta ocasión, optamos por las personas, y miramos de cerca los protagonistas del Adviento centrándonos en Juan el bautista. Ya tendremos la oportunidad (los próximos años) de centrarnos en las otras personas. Considero que cuando una flecha tiene varios objetivos se pierde precisión en su trayectoria. Por eso si por ahora nos centramos sólo en Juan el bautista, tendremos mayor claridad en lo que queremos reflexionar para este año. 2.1 Juan Bautista Me propongo presentar un panorama sobre Juan Bautista a partir de unos textos que ayuden a comprender mejor su identidad - misión, predicación, testimonio. 2.1.1 Identidad - misión A partir del nombre que recibe, que señala el infinito favor de Dios (de Dios con su pueblo, presenta los rasgos de su identidad, que desemboca en la misión que realiza: Juan es el fruto de un milagro. Su nombre significa “Yahveh es favorable” (Lc

1,13.60.63) y su nacimiento es causa de mucho gozo (Lc 1,14).

Es grande ante el Señor (Lc 1,15). “No ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista” (Mt 11,11; 17,9-13; Lc 16,16), pero su grandeza no pertenece a la economía del Reino; Juan se ha quedado a las puertas del Reino, porque los tiempos del Reino trascienden los tiempos que lo preceden y lo preparan.

Nazir de Dios (Lc 1,15; Nm 6,2-3). “Consagrado de Dios”. Según la Ley en

Núm. 6,1-21, los nazireos podían ser de ambos sexos. Estaban obligados a abstenerse de vino y toda bebida espiritosa e incluso de todos los productos del viñedo durante el período de su consagración. En Lc. 1,15 se presente desde el anuncio de concepción que no tomará el fruto de la vid, queriendo significar que su consagración a Dios no es temporal sino perpetúa.

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Lleno del Espíritu (para hablar en forma inspirada): Lc 1,1541.67; Hch 2,4;

4,8.31; 7,55; 9,17; 13,9).

Es el que convertirá (hará volver) a muchos al Señor, su Dios (Lc 1,16-17).

Irá delante del Señor (Lc. 1,17.76) para preparar un pueblo bien dispuesto (Lc 1,17).

Enviado por Dios (: Jn 1,6 que habla palabras de Dios (Jn

3,34). La razón de su envío es ser testimonio ( de la luz para que todos creyeran en el Logos (la Luz) Jn. 1,7; ser testimonio de la verdad Jn 5,33

Es la lámpara (Jn 5,35) cuyo oficio es hacer brillar y arder, instrumento

deleznable, fácilmente sustituible, pasajero, pero, de todos modos, instrumento para que la Luz (Cristo) resplandezca.

Bautiza con agua para el perdón de los pecados (Jn 1,26.33; 3,23; Mt 3,11;

Mc 1,4; Lc 3,16; Hch 1,5.22; 10,37; 11,16; 13,24; 18,25; 19,3.4).

Lleno del Espíritu (Jn 1,32-34).

Amigo del Novio (Jn 3,29), que tiene la misión de escucharlo, asistirlo y alegrarse con su voz: esa es su alegría. La imagen nupcial es muy rica bíblicamente para hablar de las relaciones de Dios con Israel (Os 1,2); Jesús se la apropia (Mt 9,15par; 22,1s.). Pablo la retoma (Ef 5,22s; 2Co 11,2). Las bodas del Cordero se inauguran con la alegría mesiánica (Ap 19,7; 21,2).

Voz que clama en el desierto a fin de que se allanen los caminos para la

llegada del Mesías (Jn 1,24; Mt 1,3; Lc 3,4-6).

“Tenía un vestido hecho de piel de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos y su comida eran langostas y miel silvestre” (Mt 3,4).

Menos fuerte que Jesús e indigno de desatarle las sandalias (Lc 3,16; Jn

1,26.27.33).

Juan, por vocación y misión es un profeta (Lc 1,76; Mt 11,9.21.25.26; Mc 11,32; Lc 7,24), caracterizado como mensajero que va delante del Señor para preparar sus caminos (Ml 3,1; Mt 11,10; Lc 1,76; 7,27) y para anunciar la salvación y el perdón de los pecados (Lc 1,77).

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Identificado con Elías: “El es Elías”, porque como él, Juan ha venido a clausurar la economía de la antigua alianza, sucediendo al último de los profetas: Malaquías. En efecto, Juan Bautista cumpla la última predicción de Malaquías: “He aquí que yo os envío al profeta Elías, antes que llegue el Día de Yahveh, grande y terrible” (Ml 3,23).

Su grupo es una escuela de oración y ayuno (Lc 5,33; 7,33; 11,1; Mt 9,14; Mc

2,18). 2.1.2 Predicación (Mt 3,1-12; Mc 1,1-8; Lc 3,1-18). Juan tiene claro su proyecto: preparar el camino del Señor. Por eso centra su predicación en la metanoia (conversión) y despeja el camino, aun enfrentando enérgicamente a todas las personas, instituciones y estructuras que se oponen a la llegada del Reino. Proclama ( en el desierto: “Convertíos (porque ha

llegado el Reino de los cielos” (Mt 3,1-2). Predica un bautismo de conversión para el perdón de los pecados (Mc 1,4; Lc

3,3).

Pide frutos de conversión (Mt 3,8; L 3,8).

Enfrenta duramente a los fariseos y saduceos y los llama “raza de víboras” (Mt 3,7; Lc 3,7) y a Herodes le dice claramente: “No te es lícito tener la mujer de tu hermano” (Mt 14,4; Mc 6,18), también lo llama “zorro” (Lc 13,32).

Amenaza con valentía y energía: “Ya está puesta el hacha a la raíz de los

árboles; el árbol que no dé fruto, será cortado y quemado” (Mt 3,10; Lc 3,9); “en su mano tiene el bieldo y va limpiar la era...” (Mt 3,12; Lc 3,17).

Dice que es necesario desprenderse y compartir (Lc 3,12), optar por la justicia

(Lc 3,13), no aprovecharse de nadie (Lc 3,14).

Anunciaba la Buena Nueva al Pueblo por medio de la exhortación (Lc 3,18).

Juan predicaba la conformidad con la voluntad de Dios, que hace justicia al hombre (Mt 21,32).

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2.1.3 Testimonio Juan encarna perfectamente el doble significado que asume el término martyría: su palabra está respaldada y es capaz de comprometer la vida; no se queda con nada, sino que sella su testimonio con la entrega de su vida en aras de la verdad y de la causa del Nazareno. Señala a Jesús como Cordero que quita el pecado del mundo (Jn 1,29.36) y

lo declara anterior a él (Jn 1,15.27.30). “Es necesario que El crezca y que yo disminuya”: Él está por encima de todos

(Jn 3,30-31).

Su predicación se sella con la entrega de su vida (Lc 3,19-20; 9,7-9; Mc 6,17-29) siguiendo perfectamente el paradigma de los profetas, enviados por Dios.

2.2 Vivir y celebrar la esperanza

El Adviento resume perfectamente el misterio de la esperanza cristiana. En este tiempo hemos de distinguir una perspectiva existencial y otra cultual o litúrgica, que se complementan. La espera cultual, que tiene su culmen en la celebración de Navidad, se transforma en esperanza escatológica proyectada hacia la Parusía final, dotando nuestra experiencia religiosa cristiana de una dimensión extraordinaria. 2.2.1 Adviento y existencia cristiana. El Adviento se abre con la visión apocalíptica de los últimos tiempos, rebasando la experiencia cultual, para invadir la vida entera del creyente, sumergiéndolo en un clima de esperanza escatológica. El grito del Bautista “preparad los caminos del Señor” adquiere una dimensión existencial extensa y profunda que se debe traducir en vigilancia activa, como en el caso de las vírgenes sensatas que, alimentando constantemente sus lámparas, velaron mientras llegaba el esposo. La vigilancia se realiza en un clima de fidelidad, de espera ansiosa, de sacrificio generoso. La conciencia de nuestro pecado e indigencia enfervoriza nuestra esperanza y acrecienta el deseo de la venida del Señor; sólo en Él está la salvación y sólo Él puede liberarnos de nuestra miseria. Pero la venida del Señor también nos llena de alegría y confianza.

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La Parusía no se espera con los brazos cruzados: el esfuerzo humano por la justicia, la paz, el equilibrio social...es una contribución esencial para que el mundo madure y se transforme progresivamente. Así, “preparad los caminos del Señor” es una urgencia constante de compromiso y dedicación eficaz a la construcción del mundo. El Adviento nos hace desear ardientemente el retorno de Cristo, pero la visión de nuestro mundo injusto, sembrado de odio y discordia nos revela su inmadurez para la Parusía final. Entonces, el esfuerzo de los creyentes debe ser aún enorme para hacerlo madurar y prepararlo para ese glorioso final. 2.2.2 Adviento como experiencia cultual. La venida de Cristo y su presencia en el mundo son un hecho. ¿Qué sentido tiene, entonces, esperar su venida? Estamos ante una tremenda paradoja: Cristo, al mismo tiempo, presente y ausente, posesión y herencia, actualidad de gracia y promesa: “ya, pero todavía no”. Cristo está presente en medio de nosotros; pero su presencia no es total: muchos no han oído el mensaje evangélico; la reconciliación del mundo con Dios apenas está en germen. Por eso, hay que ansiar la venida del Señor. Hasta cuando se haya consumado esa reconciliación, seguirá teniendo profundo sentido la súplica: “venga tu Reino”. Como la luz de Cristo no se ha posesionado aún de lo más íntimo de nosotros, hemos de seguir esperando la venida del Señor. Nuestra esperanza, abierta hacia la meta final (Parusía), se centra en la fiesta de Navidad, que concentra y actualiza sacramentalmente la plenitud de la venida de Cristo: de la venida histórica, realizada ya (memoria), y de la venida última (anticipo gozoso y escatológico). En Navidad, en el “ahora” de cada celebración eucarística, se actualiza el misterio gozoso de la venida y de la presencia salvífica del Señor entre nosotros. La explosión de gracia y luz que tiene lugar en la fiesta de Navidad es como el punto culminante de la espera, en el que ésta se consuma y plenifica. La celebración cultual no es el culmen. Una de sus características es la provisoriedad. Sólo en la Parusía aparecerán el cielo y la tierra nuevos. Hasta entonces, hemos de repetir su venida al nivel del misterio. Entonces, este continuo esperar y experimentar, año tras año, los efectos de su venida y de su presencia, irán madurando la imagen de Cristo en nosotros. La repetición no es

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circular, sino en espiral: cada vez que vivimos la experiencia cultual del Adviento y la Navidad adquirimos un mayor grado de elevación y profundidad. Cada año, la espera tiene que ser más intensa y ardiente y la experiencia más profunda y definitiva. Siempre, la liturgia del Adviento es un acontecimiento nuevo e irrepetible. 2.3 María en el adviento

Adviento es el tiempo mariano por excelencia donde se presenta a la “Virgen en espera”. Desde muy antiguamente se lee el domingo antes de Navidad el evangelio de la Anunciación el cual desde un criterio interpretativo cristológico coloca a María en relación con el milagro de la encarnación y obviamente como cooperadora del cumplimiento de la promesa de la venida del mesías en carne. Desde el comienzo del Adviento se resalta la espera y la acogida del misterio de Cristo por parte de María. Del 17 al 24 de diciembre se nota el protagonismo litúrgico de la Virgen en las lecturas bíblicas, por ejemplo en el tercer domingo se recuerda la espera de la madre. Si quisiéramos destacar los títulos marianos de este tiempo, diríamos que María es:

La “llena de gracia” (

La “bendita entre las mujeres ( La “Virgen” (, La “sierva del Señor ( Es la Mujer Nueva, la Nueva Eva que restablece y recapitula el misterio

de la Salvación en el designio de Dios por la obediencia de la fe, Es la Hija de Sión, la que representa el Antiguo y el Nuevo Israel, Es la Virgen del Sí, la Virgen fecunda. Es la Virgen de la escucha y de

la acogida. Quisiera, en síntesis, destacar tres aspectos: a) A nivel litúrgico, María es presencia y ejemplaridad:

Presencia litúrgica en la Palabra y en la oración. Ella transforma la espera en presencia y la promesa en don.

Ejemplaridad para una Iglesia que quiere vivir, como María, la nueva presencia de Cristo.

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b) A nivel teológico: En la feliz subordinación de María a Cristo y en su necesaria unión con el misterio de la Iglesia. María es la “Hija de Sión”, la Virgen del “Fiat”, que anticipa en Marana Thá de la Esposa. Como Esposa del Verbo Encarnado, María ha hecho posible su ingreso definitivo en el mundo y en la historia de los hombres.

c) A nivel espiritual: María es la "Virgen oyente". Ella acoge con fe la Palabra

de Dios: La fe fue para ella camino hacia la Maternidad divina. "Concibió creyendo al que dio a luz creyendo" (San Agustín: Sermón 215,4).

Cuando recibió del ángel la respuesta a su dudas (cf. Lc 1,34-37) "ella,

llena de fe, y concibiendo a Cristo en su mente antes que en su seno", dijo: "he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu Palabra" (Lc 1,38);

Fe, que fue para ella causa de bienaventuranza y seguridad en el cumplimiento de la Palabra del Señor (Lc 1,45);

Fe, con la que ella, fue protagonista y testigo singular de la Encarnación conservando todo en lo hondo de su corazón (Lc 2,19.51).

También en la virgen orante que acoge la voluntad de Dios haciéndose cooperadora del plan de salvación para que se diera la nueva alianza.

Así aparece ella en la visita a la madre del Precursor (Juan el bautista) (Lc 1,46-55). En el Magnificat confluyen la exultación del antiguo y del nuevo Israel y también la voz de la Iglesia: "Saltando de gozo, María proclamaba proféticamente en nombre de la Iglesia: mi alma engrandece al Señor..." (San Irenéo de Lyon - Adversus Haereses III,10,2). El cántico de la Virgen es oración de toda la Iglesia en todos los tiempos.

d) A nivel bíblico: María siempre va a estar en relación con Jesús, destacándose en adviento los siguiente aspectos: Los padres son María y José, que están legalmente prometidos o

casados, pero que aún no han vivido juntos o no han tenido relaciones sexuales (Mt. 1,18; Lc 1,27)

Hay una anunciación angélica del futuro nacimiento del niño (Mt 1,20-23;

Lc. 1,30-35).

María concibe al niño sin el concurso de su marido (Mt. 1,20.23.25; Lc 1,34)

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La concepción es por obra del Espíritu Santo (Mt 1,18-20; Lc 1,35)

El nacimiento del niño tiene lugar cuando sus padres ya viven juntos (Mt.

1,24-25; Lc 2,5-6)

De todo lo anterior podemos concluir dentro de la espiritualidad del adviento que el papel de María se centra en:

María pertenece a la plenitud de los tiempos.

Le permite al Hijo de Dios ser hijo del hombre, al Señor ser esclavo y servidor de todos.

Su misión está íntimamente unida a la misión de Jesús y es una misión

para nosotros: Al servicio de los hombres.

En María el Hijo de Dios se hizo hijo del hombre, para que los hombres, en toda libertad, llegáramos a ser hijos de Dios.

2.4 Paralelos y contrastes bíblicos presentados en el adviento El relato de Lucas 1-2, por su parte, está construido a partir de paralelos y contrastes que se presentan a continuación:

1) Anuncio a Zacarías del nacimiento de Juan Bautista (1,5-25) Anuncio a María del nacimiento de Jesús (1,26-38) 2) Visita de María a Isabel y Zacarías (1,39-45) Visita de los pastores a María y José (2,8-20) 3) Nacimiento de Juan Bautista (1,59-66) Nacimiento de Jesús (2,1-7) 4) Circuncisión de Juan Bautista (1,59-66) Circuncisión de Jesús (2,21) 5) Cántico de Zacarías (1,67-79) Cántico de María (1,46-56) Cántico de Simeón (2,29-32) 6) Vida oculta de Juan Bautista (1,80)

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Vida oculta de Jesús (2,29-40)

En el siguiente cuadro notaremos cómo los paralelos se hacen entre Zacarías y María; entre Juan y Jesús; y de aquí mismo surgen los contrastes: Jesús es superior a Juan; María es superior a Zacarías. Lo podemos notar en el siguiente cuadro:

JUAN

Su concepción es natural pero excepcional: 1,7-13

Su nacimiento trae alegría humana: 1,57-58

Su nombre significa “Yahveh es favorable”: 1.13

Su título es “Grande ante el Señor”: 1,5

Pronóstico sobre él:: “No beberá vino ni licor”:1,15

Misión: “A muchos convertirá al Señor su Dios y le precederá con el espíritu y el poder de Elías: 1,16-17

ZACARIAS

El Ángel Gabriel hace el anuncio: 1,13

Zacarías e Isabel son llamados “justos”: 1,6

Zacarías teme: 1,12 Zacarías plantea una pregunta: 1,18 El Ángel reprocha su poca fe: 1,20 Zacarías queda mudo: 1,20.62 Recibe un signo: 1,18

JESÚS

Su concepción es sobrenatural: 1,35 Su nacimiento trae alegría del cielo:

2,10.13-14.20 Su nombre significa “Yahveh salva”:

1,31; cf. Mt 1,21 Su título: “Será grande”: 1,32 Pronóstico sobre él: “Será llamado

Hijo del Altísimo”: 1,32 Misión: “El Señor Dios le dará el

trono de David su Padre... y su reino no tendrá fin: 1,32-33

MARIA

El Ángel Gabriel hace el anuncio: 1,27

María es llamada “llena de gracia”: 1,28

María teme: 1,29 María plantea una pregunta: 1,34 El Ángel la alaba: 1,33 María responde activamente: 1,38 Recibe un signo: 1,34

2.4.1 Cinco elementos de la anunciación para ser tenidos en cuenta en adviento

1. Aparición de un Ángel del Señor (o aparición del Señor) 2. Miedo o abatimiento del destinatario ante esta presencia sobrenatural.

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3. Mensaje divino: a) Se llama al destinatario por su nombre b) Frase calificativa que describe al destinatario c) Se pide al destinatario que no tenga miedo d) Una mujer que está encinta o va a concebir un niño e) Dará a luz un hijo (varón) f) Nombre que se impondrá al niño g) Etimología que interpreta el nombre h) Realizaciones futuras del niño

4. Objeción del destinatario o petición de un signo 5. Concesión del signo para seguridad del destinatario

1

2

3 a

3 b

3 c

3 d

3 e

3 f

3 g

3 h

4

5

Ismael Gn 16,7 16,13 16,8 16,8 16,11 16,11 16,11 16,11 16,12

Isaac Gn 17,1; 18,1 17,3; 18,2 (17,15) (17,15) 17,19; 18,10 17,19 17,17; 18,13s 17,16.19 17,17; 18,12 (17,20-21)

Sansón Jc 13,3 13,22 (13,23) 13,3 13,4 13,5 13,8.17 13,9.18-21

Juan Bautista Lc 1,11 1,12 1,13 1,13 1,13 1,13 1,15-17 1,18 1,20

Jesús Lc 1,26; Mt 1,20 Lc 1,29 Lc 1,30; Mt 1,20 Lc 1,28; Mt 1,20 Lc 1,30; Mt 1,20 Lc 1,31; Mt 1,20 Lc 1,31; Mt 1,21 Lc 1,31; Mt 1,21 Lc 1,32-35; Mt 1,21 Lc 1,34 Lc 1,36-37

2.5 Aspectos litúrgicos propios de este tiempo

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El adviento lo podemos dividir en dos momentos; las primeras 2 semanas y las segundas 2 semanas, de 4 en total El primero de ellos, que se extiende desde el primer domingo de adviento hasta el 16 de diciembre, aparece con mayor relieve el aspecto escatológico que orienta hacia la espera de la venida gloriosa de Cristo. Las lecturas de la eucaristía invitan a vivir la esperanza en la venida del Señor en todos sus aspectos: su venida al final de los tiempos, su venida ahora, cada día, y su venida hace dos mil años. En el segundo periodo, que abarca desde el 17 hasta el 24 de diciembre inclusive, se orienta más directamente a la preparación de la Navidad. Se nos invita a vivir con más alegría, porque estamos cerca del cumplimiento de lo que Dios había prometido. Los evangelios de estos días nos preparan ya directamente para el nacimiento de Jesús. En orden a hacer sensible esta doble preparación de espera, la liturgia suprime durante el adviento una serie de elementos festivos. De esta forma, en la eucaristía ya no rezamos el Gloria, se reduce la música con instrumentos, los adornos festivos, las vestiduras son de color morado, el decorado del templo es más sobrio, etc. Lo anterior es la manera de expresar tangiblemente que, mientras dura nuestro peregrinar, nos falta algo para que nuestro gozo sea completo. Y es que quien espera es porque le falta algo. Cuando el Señor se haga presente en medio de su pueblo, habrá llegado la Iglesia a su fiesta completa, significada por solemnidad de la fiesta de la Navidad (Color blanco). Tenemos cuatro semanas en las que Domingo a Domingo nos vamos preparando para la venida del Señor. La primera de las semanas de adviento está centrada en la venida del Señor al final de los tiempos. La liturgia nos invita a estar en vela, manteniendo una especial actitud de conversión. La segunda semana nos invita, por medio del Bautista a “preparar los caminos del Señor”; esto es, a mantener una actitud de permanente conversión. Jesús sigue llamándonos, pues la conversión es un camino que se recorre durante toda la vida. La tercera semana preanuncia ya la alegría mesiánica, pues ya está cada vez más cerca el día de la venida del Señor. Finalmente, la cuarta semana nos habla del advenimiento del Hijo de Dios al mundo. María es figura central y su espera es modelo y estímulo de nuestra espera. En cuanto a las lecturas dominicales, las primeras lecturas son tomadas de Isaías y de los demás profetas que anuncian la Reconciliación de Dios y la venida del Mesías. En los tres primeros domingos se recogen las grandes esperanzas de Israel y en el cuarto las promesas más directas del nacimiento de Dios. Los salmos responsoriales cantan la salvación de Dios que viene; son plegarias pidiendo su venida y su gracia. Las segundas lecturas son textos de San Pablo o las demás cartas apostólicas que exhortan a vivir en espera de la venida del Señor.

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Recordemos que dependiendo del ciclo del año litúrgico se presentan lecturas diferentes. A continuación un esquema de ellas: Domingo primera semana: (A): Mt 24,37-44 (B): Mc 13,33-37 (C): Lc 21,25-28.34-36 Domingo segunda semana: (A): Mt 3,1-12 (B): Mc 1,1-8 (C): Lc 3,1-6 Domingo tercera semana: (A): Mt 11,2-11 (B): Jn 1,6-8.19-28 (C): Lc 3,10-18 Domingo cuarta semana: (A): Mt 1,18-24 (B): Lc 1,26-38 (C): Lc 1,39-45

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DOMINGO I DE ADVIENTO (C) Lc. 21,25-28.34-36

SEPAN DISCERNIR LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS ORANDO

1. Escuchemos a los Padres de la Iglesia

Vigilad, pues vendrá de nuevo Del comentario de san Efrén, diácono, sobre el Diatésaron Cap. 18,15-17: SC 121, 325-328)

Para atajar toda pregunta de sus discípulos sobre el momento de su venida, Cristo dijo: Esa hora nadie la sabe, ni los ángeles ni el Hijo. No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas. Quiso ocultarnos esto para que permanezcamos en vela y para que cada uno de nosotros pueda pensar que ese acontecimiento se producirá durante su vida. Si el tiempo de su venida hubiera sido revelado, vano sería su advenimiento, y las naciones y siglos en que se producirá ya no lo desearían. Ha dicho muy claramente que vendrá, pero sin precisar en qué momento. Así todas las generaciones y todas las épocas lo esperan ardientemente.

Aunque el Señor haya dado a conocer las señales de su venida, no se advierte con claridad el término de las mismas, pues, sometidas a un cambio constante, estas señales han aparecido y han pasado ya; más aún, continúan todavía. La última venida del Señor, en efecto, será semejante a la primera. Pues, del mismo modo que los justos y los profetas lo deseaban, porque creían que aparecería en su tiempo, así también cada uno de los fieles de hoy desea recibirlo en su propio tiempo, por cuanto que Cristo no ha revelado el día de su aparición. Y no lo ha revelado para que nadie piense que él, dominador de la duración y del tiempo, está sometido a alguna necesidad o a alguna hora. Lo que el mismo Señor ha establecido, ¿cómo podría ocultársele, siendo así que él mismo ha detallado las señales de su venida? Ha puesto de relieve esas señales para que, desde entonces, todos los pueblos y todas las épocas pensaran que el advenimiento de Cristo se realizaría en su propio tiempo.

Velad, pues cuando el cuerpo duerme, es la naturaleza quien nos domina; y nuestra actividad entonces no está dirigida por la voluntad, sino por los impulsos de la naturaleza. Y cuando reina sobre el alma un pesado sopor -por ejemplo, la pusilanimidad o la melancolía-, es el enemigo quien domina al alma y la conduce

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contra su propio gusto. Se adueña del cuerpo la fuerza de la naturaleza, y del alma el enemigo.

Por eso ha hablado nuestro Señor de la vigilancia del alma y del cuerpo, para que el cuerpo no caiga en un pesado sopor ni el alma en el entorpecimiento y el temor, como dice la Escritura: Sacudíos la modorra, como es razón; y también: Me he levantado y estoy contigo; y todavía: No os acobardéis. Por todo ello, nosotros, encargados de este ministerio, no nos acobardamos.

2. Aproximémonos al texto Lc. 21,25-28.34-36

25 «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de la gente, trastornada por el estruendo del mar y de las olas. 26 Los hombres se quedarán sin aliento por el terror y la ansiedad ante las cosas que se abatirán sobre el mundo, porque las fuerzas de los cielos se tambalearán. 27 Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. 28 Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación.» 34 «Cuidad que no se emboten vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, 35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. 36 Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza, logréis escapar y podáis manteneros en pie delante del Hijo del hombre.» El texto se sitúa en el inicio del ministerio público de Jesús en Jerusalén. Desde 9,51 hasta 19,27 Jesús había desarrollado su apostolado en el camino que conduce de Galilea a la ciudad santa. La teología de Lucas va a hacer gran énfasis en este trayecto cargado de varias narraciones y milagros que denotan la cercanía del reino de los cielos y su inminencia cuando el mesías entre de manera triunfal (19,28-38), solamente que la manera como entra Jesús se convierte en toda una novedad y a la vez en antítesis de lo que imaginaba o al menos esperaba el pueblo sobre aquel que gritan: “!Bendito el rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas” (19,38). Después de lamentarse sobre Jerusalén (19,41-44), de expulsar a los vendedores del templo (19,45-46), de enseñar en el templo y de desatar una controversia sobre su autoridad (19,47-20,8), pasando por una ironía profética expresada en la parábola de los viñadores homicidas (20,19) y de ser puesto a prueba sobre el tributo que se le debe rendir al Dios pagano (César) o el Dios verdadero (Yahveh) (20,26).

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Situamos la profecía sobre Jerusalén en el contexto de la ruina de la misma ciudad como consecuencia de su no apertura a la santidad. Contextualmente mirando el trasfondo del texto y el contexto vital que está alrededor del mismo, nos encontramos con la destrucción histórica de Jerusalén en el 70 dc y cómo se coloca en boca de Jesús para la comunidad del final del primer siglo la profecía sobre el acontecimiento para denotar la llegada del Hijo de Dios ya no montado en un burrito, sino en toda su gloria después de haber sito entronizado a la diestra del Padre. El lenguaje es escatológico (sobre el final de los tiempos), cargado de simbología apocalíptica pero al mismo tiempo lleno de esperanza para aquellos que son fieles estando “vigilantes”. Finalmente, cabe anotar que la liturgia dentro de la narrativa de 21,25-36 va a privilegiar dos perícopas (textos evangélicos con sentido completo) excluyendo una tercera intermedia que se encuentra entre los versículos 29-33 (parábola de la higuera). Es por ello que en la lectura litúrgica se puede leer secuencialmente 25-28 y 34-36 como si fuera una sola unidad literaria ya que conserva el mismo vocabulario, la misma intencionalidad teológica y la misma hilación de ideas donde una es subsecuente a la otra. La primera parte podríamos titularla “La venida en gloria del hijo del hombre” y la segunda “estén en vela y oración preparando la venida del hijo del hijo del hombre”. Acerquémonos un poco más a los textos. 2.1 La venida en gloria del hijo del hombre (21,25-28) Continuando el discurso sobre el fin de los tiempos que había iniciado en 21,5 donde se predecía el fin de Jerusalén que va a ser devastada y “pisoteada por los paganos” (v. 24); ahora en acción profética va a anunciar el fin del mundo (v.26). En la ciudad santa Jesús habla abiertamente lo que sucederá cuando venga el hijo del hombre en gloria. Debemos tener presente que el texto se mueve dentro del dinamismo pero a la vez la tensión de las dos venidas del mesías. La primera en carne donde es rechazado por los suyos la cual se da bajo las características inesperadas que se han presentando a lo largo del evangelio. La segunda en gloria la cual tiene la misión de juzgar ya que se presenta como mesías juez. Recuérdese que la función de un juez es emitir un veredicto. En este caso, en la segunda venida (parusía) se emitirá un juicio a partir de la acogida que se haya a la enseñanza sobre el reino hecha en la primera venida. Para todo ello hay que estar preparados estando atentos a la lectura de los signos de los tiempos que se expresan en la historia. Los signos que precederán la venida en gloria del hijo del hombre se dividen en cósmicos y antropológicos. Los primeros se darán fuera de la tierra, los segundos se

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darán en los habitantes de la misma (los hombres). Los primeros serán percibidos externamente (señales en el sol, en la luna y en las estrellas) v.25, los segundos serán percibidos internamente (angustia de los hombres quienes se quedarán sin aliento por el terror y la ansiedad) v.25-26. Recordemos que el tema sobre e “Hijo del hombre” ya había sido tocado por Jesús en Lc.17,22-37 25 «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de la gente, trastornada por el estruendo del mar y de las olas. 26 Los hombres se quedarán sin aliento por el terror y la ansiedad ante las cosas que se abatirán sobre el mundo, porque las fuerzas de los cielos se tambalearán. Jesús empieza a responder la pregunta que le habían hecho en 20,7 la cual estaba todavía abierta: “Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿Cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?” parte de la respuesta la había iniciado en 20, 10-11 “habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas y grandes señales del cielo”. El tono del lenguaje es apocalíptico muy semejante al expresado en Joel 3,3-4. Ese tipo de signos cósmicos son habituales en las predicciones proféticas del Antiguo Testamento (Is. 13,10; 34,4; Ageo 2,6.21; Ez. 32,7) Indican que el fin ha llegado. Estas imágenes cósmicas tienen su “par” en la tierra, tal como aparece en Is. 24,19; Sal. 65,8. Las señales terrestres serán la angustia humana y el estruendo del mar a partir del fuerte oleaje consecuencia del cataclismo. El ruido del mar recuerda al salmo 46,4. El quedarse sin aliento puede hacer alusión hasta a la misma muerte de los hombres causada por la ansiedad y el terror al vivir esta situación. Téngase en cuenta que se habla del “mundo”, es decir, lo que se predijo sobre Jerusalén, será vaticinio de lo que sucederá en el futuro a todo el mundo. En consecuencia, el juicio sobre el mundo es diferente del que se le anunció a Jerusalén. El anunciado a Jerusalén es apenas una pequeña versión de lo que le sucederá al mundo; un punto de referencia. Este caos implica el reverso del orden de la creación, el retorno a lo primigenio. Sin embargo, desde la dinámica de la esperanza propia de la apocalíptica, el orden regresará de manera plena y definitiva cuando el Hijo del hombre instaure su reino y se lo entregue al Padre. 27 Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Hay dos elementos a tener en cuenta: 1) Hijo del hombre; 2) la nube.

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No existe en Israel un concepto unificado de lo que es el mesías. Hay diversas lecturas, interpretaciones y tendencias. Retomando el lenguaje apocalíptico de Daniel 7,13-14 hace referencia a aquel que se convierte en juez universal. Esa era una de las concepciones mesiánicas de la época de Jesús. La función de este personaje transcendente es la de juez escatológico y señor de las naciones. Jesús asume este título cristológico para denotar cómo será su regreso en gloria en medio del caos expresado en la creación. En el Antiguo Testamento el símbolo de la nube se utiliza ampliamente: ya en el canto de Débora la aparición de Yahvé se presenta como una tempestad (Jue 5,4s); lo mismo en Sal 18. Yahvé aparece en las nubes (Ez 1,14); la nube es la orla de su manto que llena el templo (1 Re 8,10s; Ez 10,3s); la nube es su carro (Is 19,1; Sal 104,3). Dios se manifiesta veladamente en la nube (cf. Gn 9,13ss). Esa clase de manifestación es uno de los rasgos característicos de la historia del éxodo: “La columna de nube” sirve para indicar el camino (Ex 13,21s), y en el momento del paso del mar se interpone entre Israel y el enemigo, para proteger al pueblo y aterrorizar al perseguidor (Ex 14,19ss). Acompaña a los israelitas durante todo el viaje por el desierto (Num 14, 14) y, a cada revelación particular, desciende sobre la tienda del encuentro (Ex 33,9s). En el Sinaí, la nube oscura se colocaba sobre la cima. En Is 4,5 se promete la misma presencia para el tiempo final. Venir el juez universal, el mesías escatológico al final de los tiempos envuelto en una nube hace referencia a que es el mismo Dios de la antigüedad que ahora se hace presente en su enviado quien tiene “gran poder y gloria”. Será visto por la humanidad entera ya no solo por Israel como ocurría en la antigüedad. 28 Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación.» Ante el pavor que siente la humanidad al ver las manifestaciones celestes y terrestres al igual que al ver al Hijo del hombre como juez universal y Dios, aparece un mensaje de esperanza para los fieles; para los discípulos. Ellos no deben albergar ninguna clase de temor. Mientras los “no discípulos” pierden su aliento, los “discípulos” lo recuperarán; “cobrarán ánimo”. Hay un paralelismo antitético entre el versículo 26 y el 28. Las reacciones ante los mismos fenómenos serán diferentes. Los discípulos deberán estar atentos a cuando empiecen a suceder las manifestaciones cósmicas, lo que implica una actitud de expectativa pero a la vez de vigilancia prestando atención a los fenómenos. En medio de la oscura y terrorífica escena aparece la esperanza cristiana puesto que hace referencia a la liberación. Este término puede ser entendido como redención. Recordemos que en la antigüedad se liberaba el esclavo cuando se pagaba un rescate por él. Desde la

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teología cristiana se asume el término haciendo referencia al rescate otorgado por Cristo al morir y resucitar. En el sentido de este versículo haría referencia a la liberación definitiva donde el “ya pero todavía no” escatológico se consuma a partir de su venida en gloria como acto de liberación total de aquellos que son sus discípulos. Levantar la cabeza será un signo de esperanza que denota la actitud del vencedor así como lo hace un general triunfante (Sal 3,4; 27,6; 83,3; 110,7). El tener la cabeza agachada consecuencia de la angustia y el terror significa el haber perdido la guerra; el no haber sido redimidos; liberados. La venida del juez universal será una desgracia para unos, pero para los discípulos será la plenificación de la salvación. 2.2 estén en vela y oración preparando la venida del hijo del hijo del hombre (21, 34-36) Los versículos 25-28 nos han relatado lo que sucederá en el momento de la consumación de los tiempos cuando el hijo del hombre venga en gloria a juzgar y a la vez a liberar a los suyos. Ahora en 34-36 Jesús va a dar una serie de exhortaciones sobre lo que el discípulo debe hacer en el hoy de la historia para preparar ese mañana a partir de dos imperativos: “Tengan cuidado – cuiden” y “estén en vela orando”. 34 «Cuidad que no se emboten vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida y venga aquel día de improviso sobre vosotros, 35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Una posible interpretación podría ser: “que vuestros corazones no se vuelvan pesados», es decir, que pierdan sensibilidad”. Una exhortación a no perder la sensibilidad de la lectura de los signos de los tiempos y sus implicaciones por causa de abrirse a otro tipo de sensaciones: el libertinaje, el alcohol y las preocupaciones de la vida. Jesús advierte que hay realidades que pueden hacer perder la sensibilidad para captar y acoger el tiempo de Dios. Mas que hacer un juicio moral sobre cosas concretas lo que hace es colocar ejemplos de distractores. Por estar distraídos e insensibles puede llegar ese día sin la suficiente preparación. Como un lazo, es decir, como la cuerda que se les coloca a los animales incautos para ser cazados. Precisamente si tuvieran cuidado no serían atrapados. Aunque el juicio es para todos los que habitan la faz de la tierra (universalidad), sólo los cautos, los que no pierden la sensibilidad, no serán atrapados por esa cuerda cuyo objetivo es cazar y al ser cazado se perece.

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36 Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza, logréis escapar y podáis manteneros en pie delante del Hijo del hombre.» Para evitar ser cazados a causa de haber caído en el lazo, como consecuencia de estar preocupados por otras cosas y no por la lectura de los signos de los tiempos, Jesús va a exhortar a los suyos a estar despiertos orando, es decir, en actitud vigilante. Será la experiencia de oración en todo momento (Lc. 18,1) la que permita en medio de la vigilia saber discernir los signos de los tiempos para que el corazón no se embote; se cierre a la acción de Dios. La oración se convierte en manantial que da fuerza para soportar las pruebas y las manifestaciones cómicas que se presentarán en el día del juicio. Gracias a ella el discípulo siempre está atento para no ser atrapado por el lazo del cazador y sus consecuencias. Por la oración se logra escapar del cazador y su trampa logrando que el vigilante esté erguido (V. 28) hasta el punto de levantar la cabeza mientras los demás estén sin aliento por el terror y la ansiedad (v. 26). Por medio de la oración se revisarán los comportamientos y actitudes que “embotan el corazón” impidiendo captar la “venida” del Hijo del hombre. La oración sostiene al discípulo en medio del caos, del terror y de la zozobra que produce el juicio ayudándole a mantenerse en pie delante del Hijo del hombre quien por su fidelidad hasta el final lo libera (v. 28). Adviento es el tiempo ideal para retomar nuestra vigilancia a partir de una seria experiencia de oración que nos ayude a discernir los signos de los tiempos, alejándonos de los distractores que interfieren para la implementación del reino.

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DOMINGO II DE ADVIENTO (C) Lc. 3,1-6

PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR

1. Escuchemos a los Padres de la Iglesia

Una voz grita en el desierto. De los comentarios de Eusebio de Cesarea, obispo, sobre el libro de Isaías (Cap. 40: : PG 24, 366-367)

Una voz grita en el desierto: "Preparad un camino al Señor, allanad una calzada para nuestro Dios." El profeta declara abiertamente que su vaticinio no ha de realizarse en Jerusalén, sino en el desierto; a saber, que se manifestará la gloria del Señor, y la salvación de Dios llegará a conocimiento de todos los hombres.

Y todo esto, de acuerdo con la historia y a la letra, se cumplió precisamente cuando Juan Bautista predicó el advenimiento salvador de Dios en el desierto del Jordán, donde la salvación de Dios se dejó ver. Pues Cristo y su gloria se pusieron de manifiesto para todos cuando, una vez bautizado, se abrieron los cielos y el Espíritu Santo descendió en forma de paloma y se posó sobre él, mientras se oía la voz del Padre que daba testimonio de su Hijo: Éste es mi Hijo,

el amado; escuchadlo.

Todo esto se decía porque Dios había de presentarse en el desierto, impracticable e inaccesible desde siempre. Se trataba, en efecto, de todas las gentes privadas del conocimiento de Dios, con las que no pudieron entrar en contacto los justos de Dios y los profetas.

Por este motivo, aquella voz manda preparar un camino para la Palabra de Dios, así como allanar sus obstáculos y asperezas, para que cuando venga nuestro Dios pueda caminar sin dificultad. Preparad un camino al Señor: se trata de la predicación evangélica y de la nueva consolación, con el deseo de que la salvación de Dios llegue a conocimiento de todos los hombres.

Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, ,heraldo de Jerusalén. Estas expresiones de los antiguos profetas encajan muy bien y se refieren con oportunidad a los evangelistas: ellas anuncian el advenimiento de Dios a los hombres, después de haberse hablado de la voz que grita en el

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desierto. Pues a la profecía de Juan Bautista sigue coherentemente la mención

de los evangelistas.

¿Cuál es esta Sión sino aquella misma que antes se llamaba Jerusalén? Y ella misma era aquel monte al que la Escritura se refiere cuando dice: El monte Sión donde pusiste tu morada; y el Apóstol: Os habéis acercado al monte Sión. ¿Acaso de esta forma se estará aludiendo al coro apostólico, escogido de entre

el primitivo pueblo de la circuncisión?

Y esta Sión y Jerusalén es la que recibió la salvación de Dios, la misma que a su vez se yergue sublime sobre el monte de Dios, es decir, sobre su Verbo unigénito: a la cual Dios manda que, una vez ascendida la sublime cumbre, anuncie la palabra de salvación. ¿Y quién es el que evangeliza sino el coro apostólico? ¿Y qué es evangelizar? Predicar a todos los hombres, y en primer lugar a las ciudades de Judá, que Cristo ha venido a la tierra.

2. Aproximémonos al texto Lc. 3, 1-6

1 En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; 2 en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. 3 Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, 4 como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; 5 todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. 6 Y todos verán la salvación de Dios. El texto se sitúa en el inicio del ministerio público de Jesús en su adultez. Desde la perspectiva lucana Jesús inició su vida pública al tener contacto en el templo con los doctores de la ley (Lc. 2,41-50). Han pasado unos cuantos años y el adolecente

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Jesús (posiblemente de 12 años) ahora es un hombre. El evangelio no tiene interés teológico particular en hacer una reseña biográfica sobre la vida de Jesús y sus años en Galilea o en algún otro lugar. Sólo se limita a hacer una breve síntesis 2,51-52 “Bajó con ellos, vino a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.” (Lc 2,51-52) Se inicia la segunda parte del evangelio de una manera semejante a como inició la primera, o sea, hablando de Juan el bautista. Siempre a Juan lo colocará en relación a Jesús como precursor. Fue primero en nacer y primero en iniciar su ministerio. Es el precursor por excelencia, aquel que se es enviado a preparar el camino del Señor. Nos encontramos precisamente en los límites de dos tiempos, el de Israel y el de Jesús. El primero abarca desde la creación del mundo hasta Juan: “la ley y los profetas» (Lc 16,16). Juan es de además un medio escogido por Dios para hacer las veces de transición hacia el “tiempo de Jesús”. En los primeros capítulos se ha presentando a la persona de Juan desde la perspectiva de la infancia. Ya hemos conocido a Juan en las narraciones de la infancia. Al ubicarlo Lucas espacio temporalmente en el inicio de su ministerio lo va a llamar como normalmente se llamaba a un judío (hijo de…) “Hijo de Zacarías” (v. 2), mas adelante en 7,20 lo llamará “Juan, el bautista”. Otro elemento a tener presente consiste en el hecho de que todos los evangelistas hagan uso de la cita de Is 40,3 para indicar el lugar donde el bautista ejercía su ministerio (Mc 1,3; Mt 3,3; Jn 1,23). Finalmente cabe anotar que los primeros 6 versículos del capítulo 3 de Lucas son una introducción a los episodios siguientes donde se narra la predicación del bautista y su relación con el ministerio de Jesús. Del versículo 1-2 se hace una contextualización histórica aludiendo a datos políticos y religiosos. El versículo 3 hace una presentación sobre el quehacer ministerial del profeta la cual es cumplimiento de la profecía de Isaías (v.4-6). Acerquémonos un poco más a la palabra: 2.1 Contextualizando el ministerio del bautista 1-2

1 En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; 2 en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. No hay mucha claridad entre los especialistas sobre a qué se refiere Lucas con el año 15, ya que existían varios calendarios que funcionaban en aquella época.

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Posiblemente indica el reinado de Tiberio a partir de la muerte de Augusto, o desde la votación del senado, siguiendo el calendario juliano cuyo primer día era 1 de enero. Según estas dataciones, el año quince del reinado del emperador Tiberio se cumpliría en agosto-septiembre de los años 28 o 29 D.C. Al ser depuesto Arquelao, hijo de Herodes el Grande (6 D.C), Judea y Samaría pasaron a ser controladas directamente por la autoridad romana. Poncio Pilato fue el sexto gobernador de Judea, nombrado por Seyano quien se desempeñaba como consejero de Tiberio teniendo la característica de ser antijudío. Pilato ejerció sus funciones como gobernador durante los años 26-36 D.C. El tetrarca de Galilea era Herodes Antipas, hijo menor de Herodes el Grande quien heredó parte de los dominios de su padre quien falleció aproximadamente entre el -4 y el -6 A.C. Acá hay un problema con el calendario actual ya que se dice que Jesús nació en tiempo de Herodes el grande, este asunto se puede aclarar al confrontar la creación del calendario gregoriano el cual no es objeto de esta reflexión pero queda como dato de interés para ser consultado. Gobernó como tetrarca hasta el año 39 D.C, cuando el emperador Calígula, lo depuso y lo desterró a Galias ya que deseaba tener el título de rey no como honorífico sino como perteneciente a la realeza. Jesús creció y desarrolló su ministerio público durante su reinado. La designación “tetrarca” se refería, originariamente, al que reinaba sobre la cuarta parte de un determinado territorio. Sin embargo, al final del primer siglo cuando aparece el evangelio de Lucas era utilizado el término como un formulismo para referirse a un príncipe de poco rango; un “reyezuelo”. Filipo era hijo de Herodes el Grande y de Cleopatra de Jerusalén. Su potestad territorial abarcaba la región este del río Jordán y subía hacia el norte hasta los confines de Siria. En síntesis, se extendía desde el norte de la Decápolis hasta el sur de Damasco. Gobernó sus territorios desde el año 4 A. C. hasta el 34 D. C, año en que murió sin dejar descendencia. Sus dominios pasaron a formar parte de la provincia romana de Siria. Cuando Jesús predicaba por la decápolis lo hacía en dominios de este tetrarca. Finalmente, Lisanio tetrarca de Abilene extendía sus dominios por el noroeste de Damasco, en torno a la ciudad de Abila, situada en la falda meridional de la cordillera del Antilíbano. No se poseen muchos datos históricos que permitan dar mayor información sobre este personaje. Los personajes mencionados hacen referencia a las autoridades civiles romanas y judías quienes convivían en mutua complicidad pero a la vez hipocresía ya que los unos no gustaban de los otros pues tenían intereses comunes que los afectaban. El versículo 2a hará referencia a las autoridades religiosas judías de la época. Anás era hijo de Set, quien fue nombrado sumo sacerdote por el gobernador romano

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Quirino el año 6 d. C , quien se mantuvo en su cargo hasta el 15 D. C. Sus sucesores fueron Ismael, hijo de Fiabi (15 D.C), Eleazar hijo de Anás (16-17), Simón, hijo de Camit (17-18) y José yerno de Anás, apellidado Caifás quien ejerció el sumo sacerdocio del 18-36 D.C. Lo “oscuro” del texto es que nunca había simultáneamente dos sumo sacerdotes. ¿Será un error de Lucas?... o de pronto como sucede actualmente que a los expresidentes los siguen llamando “presidentes”. En aquella época a quienes habían ocupado este cargo religioso se les seguía llamando “sumo sacerdote” de manera honorífica. En este contexto en el versículo 2b se introduce a Juan como consecuencia de la palabra que Dios le dirige para que cumpla una misión. Era lo normal que hacía Yahvé cuando encomendaba una misión a un profeta. Denota entonces que Juan está en conexión con el profetismo veterotestamentario que se abre a una nueva realidad como transición. Ya en Lc 1,13.63 se había dicho que era hijo de Zacarías. El desierto es el lugar donde fue llamado (Lc 1,80). No se dice en qué parte del desierto vivía, tampoco lo manifiesta en 3,4 ni en 7,24. 2.2 Lugar y contenido del mensaje 3 3 Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, Juan es un predicador itinerante que ejerce su ministerio por todo el valle del Jordán. El centro de su mensaje era predicar un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Posiblemente la relación entre conversión y pecado humano tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, por ejemplo, Sab 11,23; 12,19, hace referencia al asunto. Isaías va a ser mas incisivo con el asunto pidiendo “volverse a Dios” abandonando el pecado (Is 6,10). La finalidad del bautismo de Juan es el arrepentimiento, siendo este un elemento diferenciador con el bautismo instituido por Jesús. El bautismo de Juan hacía énfasis en el “perdón de los pecados”, el de Jesús hace énfasis en el “perdón del pecado”. Hay una diferencia teológica en estas dos expresiones. La primera denota los frutos del pecado, la segunda el pecado en sí como ruptura con Dios por causa del mal. Es por ello que los “pecados” (en plural), sólo se vence cuando se acaba el “pecado” (en singular) y no a la inversa. En Lc 3,16, se hará una clara distinción entre el bautismo de Juan y el bautismo cristiano (cf. Hch 18,25; 19,3-4). Mientras que en Lev 4-5 se prescriben diversos sacrificios como expiación por el pecado, el mensaje de Juan sustituye esa ofrenda por un rito de conversión. 2.3 El cumplimiento de la promesa 4-6

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4 como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; 5 todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. 6 Y todos verán la salvación de Dios. Lucas sigue la redacción cita Is 40,3-5 de la misma manera como lo hace Marcos sólo que prolonga el texto hasta el versículo 5 mientras el primero lo hace hasta el 3. En la teología bíblica neotestamentaria, citar un texto del Antiguo Testamento hace referencia a una interpretación de los acontecimientos de la historia reciente, a la luz del mismo, dándoles el carácter de historia de salvación. Para Lucas el bautismo y la predicación de Juan como esencia de su ministerio son el cumplimiento en la historia de la profecía hecha por Isaías. Para Juan la forma de preparación para la venida del Señor consiste en la aceptación de un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. Es la voz del que clama en el desierto… La preparación del camino del Señor consiste en enderezar el camino, en generar nuevas realidades hasta el punto que el barranco o el abismo sea rellenado y todo monte sea rebajado. Una imagen preciosa para denotar que Yahvé por medio de su enviado colocará todo en el mismo nivel; obviamente en el nivel de Dios que es el nivel de la conversión a partir de la acogida del mensaje proclamado por su mensajero. Hasta lo torcido será enderezado y lo áspero se hará lizo. La consecuencia es que “todos verán la salvación de Dios”. Dios hará posible lo imposible, todo lo desigual lo igualará hasta el punto de darle un orden. Juan prepara este acontecimiento salvífico que se concretará en la persona de Cristo. El dinamismo promesa –cumpliento del Antiguo Testamento se ve ahora cumplido en aquel que vendrá después de estar allanado el camino.

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DOMINGO III DE ADVIENTO (C) Lc. 3,10-18

CON MUCHAS EXHORTACIONES, ANUNCIABA AL PUEBLO LA BUENA NUEVA

1. Escuchemos a los Padres de la Iglesia

Las promesas de Dios se nos conceden por su Hijo. De los comentarios de san Agustín, obispo, sobre los Salmos (Salmo 109, 1-3: CCL, 40, 1601-1603 Dios estableció el tiempo de sus promesas y el momento de su cumplimiento. El período de las promesas se extiende desde los profetas hasta Juan Bautista. El del cumplimiento, desde éste hasta el fin de los tiempos. Fiel es Dios, que se ha constituido en deudor nuestro, no porque haya recibido nada de nosotros; sino por lo mucho que nos ha prometido. La promesa le pareció poco, incluso; por eso, quiso obligarse mediante escritura, haciéndonos, por decirlo así, un documento de sus promesas para que, cuando empezara a cumplir lo que prometió, viésemos en el escrito el orden sucesivo de su cumplimiento. El tiempo profético era, como he dicho muchas veces, el del anuncio de las promesas. Prometió la salud eterna, la vida bienaventurada en la compañía eterna de los ángeles, la herencia inmarcesible, la gloria eterna, la dulzura de su rostro, la casa de su santidad en los cielos y la liberación del miedo a la muerte, gracias a la resurrección de los muertos. Esta última es como su promesa final, a la cual se enderezan todos nuestros esfuerzos y que, una vez alcanzada, hará que no deseemos ni busquemos ya cosa alguna. Pero tampoco silenció en qué orden va a suceder todo lo relativo al final, sino que lo ha anunciado y prometido. Prometió a los hombres la divinidad, a los mortales la inmortalidad, a los pecadores la justificación, a los miserables la glorificación. Sin embargo, hermanos, como a los hombres les parecía increíble lo prometido por Dios -a saber, que los hombres habían de igualarse a los ángeles de Dios, saliendo de esta mortalidad, corrupción, bajeza, debilidad, polvo y ceniza-, no sólo entregó la escritura a los hombres para que creyesen, sino que también puso un mediador de su fidelidad. Y no a cualquier príncipe, o a un ángel o arcángel, sino a su Hijo único. Por medio de éste había de mostrarnos y ofrecernos el camino por donde nos llevaría al fin prometido. Poco hubiera sido para Dios haber hecho a su Hijo manifestador del camino. Por eso, le hizo camino, para que, bajo su guía, pudieras caminar por él.

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Debía, pues, ser anunciado el unigénito Hijo de Dios en todos sus detalles: en que había de venir a los hombres y asumir lo humano, y, por lo asumido, ser hombre, morir y resucitar, subir al cielo, sentarse a la derecha del Padre y cumplir entre las gentes lo que prometió. Y, después del cumplimiento de sus promesas, también cumpliría su anuncio de una segunda venida, para pedir cuentas de sus dones, discernir los vasos de ira de los de misericordia, y dar a los impíos las penas con que amenazó, y a los justos los premios que ofreció. Todo esto debió ser profetizado, anunciado, encomiado como venidero, para que no asustase si acontecía de repente, sino que fuera esperado porque primero fue creído.

2. Aproximémonos al texto Lc. 3,10-18 10 La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?» 11 Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo.» 12 Vinieron también publicanos a bautizarse, que le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» 13 Él les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado.» 14 Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?» Él les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas y contentaos con vuestra soldada.» 15 Como el pueblo estaba expectante y andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo, 16 declaró Juan a todos: «Yo os bautizo con agua; pero está a punto de llegar el que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. 17 En su mano tiene el bieldo para bieldar su parva: recogerá el trigo en su granero, pero quemará la paja con fuego que no se apaga.» 18 Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva. La liturgia ha optado por motivos pastorales suprimir los versículos 7-9 que hacen parte de toda la unidad literaria que se inicia en 3,1-18. La parte omitida enfatiza una predicación escatológica. 10-14 se centra en una predicación ética y 15-18 en una predicación mesiánica. Son tres aristas de la predicación de Juan que ayudan a formar un todo. Hoy nos centraremos en las dos últimas aristas. En el pasaje texto de Lc 3,3 el autor sagrado ha presentado a Juan como predicador que anuncia el bautismo para el perdón de los pecados. Se presenta ahora un

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desarrollo de la predicación del profeta a partir de una serie de exhortaciones qua hace al pueblo con el fin de “anunciarles la buena nueva) (v. 18). La consecuencia de la radicalidad de su mensaje se verá en el texto siguiente 3,19-20 cuando Herodes toma la decisión de silenciarlo en una cárcel, puesto que ha colocado al descubierto las “malas acciones que había hecho” (v.19) entre ellas la relación adúltera con la esposa de su hermano. Nótese brevemente que la intencionalidad de Herodes es silenciar, no la de matar como sucederá más adelante gracias a la presión de su amante y su sensual hijastra. 2.1 Predicación ética 10-14

10 La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?» 11 Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo.» 12 Vinieron también publicanos a bautizarse, que le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» 13 Él les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado.» 14 Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?» Él les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas y contentaos con vuestra soldada.» Después de terminar su predicación donde invitaba a la conversión con un tono fuerte, amenazador y apocalíptico (7-9) la gente lo interroga sobre las acciones concretas para “dar frutos dignos de conversión” (v. 8) y no ser cortados y arrojados al fuego (v. 9) Inicia con una serie de ejemplos éticos centrados en el comportamiento social. Los dos primeros comportamientos son generales (11), el tercero está dirigido a los publicanos (12-13), el cuarto a unos soldados (14). Los tres grupos de personas que se acercan tienen la misma pregunta ¿qué debemos hacer?... Para cada grupo de personas el bautista le va a proponer “un hacer” específico que denote real conversión.

El hacer general (11): El primer grupo destinatario del mensaje del profeta no tiene personas concretas identificadas sino que su contenido es abierto a todos los oyentes. Se centra en la solidaridad como la capacidad para detectar la carencia del otro y a partir de mi posibilidad ayudar a suplir la misma. Son algunos ejemplos de comportamiento ético

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con un fuerte contenido social. El mensaje se centra en suscitar un interés “desinteresado” por las necesidades básicas de los demás: vestido y comida. ¿Qué hacer para estar preparado? La respuesta está dada: sensibilidad social y respuesta efectiva a ese sentir a partir de las posibilidades personales que llevan a vencer el egoísmo. Juan se presenta en la misma línea profética de Isaías cuando en Is. 58,7 afirma: “Partir al hambriento tu pan... a los pobres sin hogar recibir en casa... y cuando veas a un desnudo le cubras... de tu semejante no te apartes”. La radicalidad de la predicación que anuncia la “conversión” y los frutos de la misa (v. 8) se centra en este punto en la ayuda al necesitado en sus carencias vitales. Obviamente el texto se abre en el espectro de la interpretación a muchos otros ejemplos que van en esta misma línea pero que se encuentran en la misma lógica de capacidad para compartir con aquel que no tiene, siendo ésta un fruto concreto de la conversión al que todos estamos invitados a dar ya que como se dijo en las primeras líneas, el mensaje está dirigido de manera general.

El hacer de los publicanos (12-13) Publicano era el “termino” despectivo con el que se denominaba a aquellos que se le había dado el derecho de recaudar los impuestos internos para Roma. De una u otra manera estaban al servicio del imperio siendo considerados por el pueblo como “traicioneros” que buscan sus propios beneficios puesto que una porción de lo recaudado era para ellos y sus jefes. Los impuesto más comunes era: 1) El del censo, que cada persona tenía que pagar; muy insultante para los judíos en vista de que era un reconocimiento tácito de su sumisión a Roma. 2) Sobre las propiedades, que era igualmente ofensivo, porque su pago se consideraba un insulto a Dios, a quien los judíos consideraban el dueño verdadero de la tierra y el dispensador de sus productos. En lugar de cobrar los impuestos directamente por medio de sus propios funcionarios, el gobierno romano remataba el privilegio dentro de una provincia o de una ciudad a un ciudadano rico que pagaba una suma establecida, sin importarle cuánto de ella podía recuperar mediante los impuestos. La persona que así contrataba subdividía la región que le había sido asignada entre subcontratistas, o empleaba a personas para que hicieran el trabajo. En escritos antiguos por ejemplo de Flavio Josefo se comenta que era común entre los publicanos extorsionar a las personas en complicidad con los soldados romanos “exprimiendo” lo que más se podía a su fuente de recurso con el ánimo de obtener utilidades personales. Tiene sentido entonces ver por qué Juan va a centrar su predicación sobre la conversión y sus frutos a los publicanos (12-13) y los soldados (14) ya que trabajan en mutua complicidad con el objetivo común de quitarle al pueblo sus pertenencias, ya que cuando no se tenía capacidad de pago de impuestos, entraban a expropiar. Téngase en cuenta que en Israel la no posesión de la tierra es signo de “no

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bendición”, por ello, al quitarle la tierra a las personas por su no capacidad de pago se convertían en medio de no bendición (maldición) para el deudor. Quienes toman la iniciativa para interrogar al profeta son los publicanos. Ellos desean “bautizarse” (v.12), lo que significa que acudían a un rito de “purificación” pero a la vez de conversión que los obligaba a dejar su estilo de vida, inclusive, su fuente de ingreso para la subsistencia. Ven en la persona de Juan a un “maestro” (v.12) lo que implícitamente denota que tiene “seguidores” (discípulos). Lo interesante de la respuesta de Juan está en que no los obliga a dejar su oficio (suena curioso), sino a tener una actitud ética frente a su trabajo: “no exijan más de lo que está fijado” (v. 13) en otras palabras, sean justos y no “roben” a los demás. Hay un paralelismo antitético frente a Jesús donde aquellos “publicanos” que le siguen “dejan todo” (Mt. 2,13-14). Desde una mirada crítica la exhortación de Juan sobre este punto es un poco ambigua. A nivel general (v.11) se invitó a un verdadero interés por el otro, pero ahora en el (v.12) de manera implícita no pretende cambiar las estructuras sociales del momento, ni siquiera ante “la inminencia de la cólera” (v.8-9) que viene. Juan aboga por la justicia en el cobro, dejando la “extorsión” para recibir más de lo que se debe pagar, pero no dice a los recaudadores que deben “terminar” sus relaciones con el poder invasor. El mensaje y la invitación de Jesús será más radical como sucede con “el pequeño gran extorsionador” de Zaqueo. (Cf. Lc. 19,1-10)

El hacer de los soldados (14) Un tercer grupo que toma la iniciativa para interrogar al profeta está conformado por soldados. En aquella época podían tener dos procedencias: extranjera y local. Algunos de ellos eran judíos que se habían alistado en el ejército romano aunque la gran mayoría eran sirios y griegos que vivían en Palestina; aborrecían a los judíos puesto que los últimos tres reyes judíos independientes (los reyes asmoneos) sometieron y esclavizaron a las ciudades sirias y griegas cercanas a sus fronteras. La conversión y los frutos concretos de la misma está enfocada hacia este segmento poblacional en tres aspectos: la extorsión, las denuncias falsas y la aceptación de su salario. Recordemos que el mensaje de Dios sea en el contexto del Antiguo o del Nuevo Testamento siempre responde a realidades humanas concretas. Los tres aspectos enumerados eran comunes entre los militares de la época. Algunos apoyaban el trabajo de los publicanos para cobrar más so amenaza de expropiar en nombre de Roma (extorsión) aunque la realidad era “robar” y repartir utilidades con los publicanos a quienes en algunos momentos tenían que controlar por sus excesos. Lo anterior iba acompañado de “denuncias falsas” para demostrar muchas veces efectividad en su gestión militar. Con todo esto, muchos no estaban contentos con su salario.Juan como profeta lector de la realidad desde la visión de Dios apunta a estos tres elementos y les exhorta de manera pacífica a la conversión.

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El lenguaje de los versículos 10-14 es diferente al de 7-9, ahora ofrece caminos (“praxis”) concreta de superación donde el trasfondo está colocado en la justicia social (así mismo lo hicieron algunos profetas del pasado Is 1,10-20; Amós 5,21-27) como fruto de la conversión y condición de posibilidad para acoger al que vendrá después de él (vv 16-17). 2.2 Predicación mesiánica 15-18

15 Como el pueblo estaba expectante y andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo, 16 declaró Juan a todos: «Yo os bautizo con agua; pero está a punto de llegar el que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. 17 En su mano tiene el bieldo para bieldar su parva: recogerá el trigo en su granero, pero quemará la paja con fuego que no se apaga.» 18 Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva. En esta parte se interroga por la identidad Juan y la misión que está ligada a la misma, aclarando su rol como precursor de una revelación aun mayor y definitiva que está por suceder. Nos encontramos frente a una predicación mesiánica que se centra en Cristo no en él. Su importancia radica en la definición que da el propio Juan de su papel frente al Mesías, es decir, “el que ha de venir, el más fuerte” (16). Examinemos más de cerca el mensaje. La aparición de Juan y su mensaje causan expectativa dentro del pueblo que anhelaba la venida del mesías. La expresión Mesías, del arameo msiha', se remonta al hebreo masiah, ungido. Para comprender lo que Israel entendía por “mesías” debemos remontarnos al exilio en Babilonia (587 A.C-536 A.C). El pueblo deportado al no tener rey, templo ni tierra empezó a genera la expectativa mesiánica. Desde los tiempos de Saúl y de David, Israel había tenido a su rey, consagrado y ungido que llevaba la dirección del pueblo. Así fue como surgieron diferentes concepciones de mesianismo: 1) la sacerdotal, 2) la legal, 3) política, 4) la militar, 5) la del personaje colectivo representado por el Israel sufriente. En su interioridad el pueblo pensaba que posiblemente Juan sería el Cristo (15). Esta expresión es importante ya que no usa el término hebrero mesías, sino el griego “Cristo” que va a significar de la misma manera “ungido-consagrado”. El problema radica cuando aparece el término pueblo ya que al ser un colectivo general, cada uno en su particularidad podía tener diferentes concepciones mesiánicas tal y como se enumeró anteriormente. No había un consenso sobre la

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persona del ungido, cada uno tenía comprensiones a partir de sus intereses y expectativas. Juan tiene claridad sobre su misión. Ha sido “consagrado” pero para ser profeta que abre la puerta al profeta escatológico; Cristo. Compara su ministerio y la praxis del mismo en contraposición con el ministerio del que va a venir prontamente (v 16). Aunque Juan no niega explícitamente que él sea “el Mesías”, como se hace en el Evangelio de Juan (Jn 1,20), sí se puede encontrar una negativa implícita. El bautismo de Juan es ritual, purificación externa de los pecados como signo de haberse convertido (v 16). Sin embargo, aparecen dos títulos cristológicos que no le pertenecen a Juan: 1) “el que ha de venir” 2) “el más fuerte”. Juan está hoy sumergiendo (bautizando) en la experiencia de conversión, el que vendrá sumergirá no sólo en este aspecto sino en el dinamismo de Dios por medio de su Espíritu. Juan hoy día es muy fuerte, sin embargo, el que vendrá será aun más fuerte, donde esa fortaleza no está sólo en el poder que tiene que es el del mismo Dios, sino en el mensaje. Juan predicará desde una ética de mínimos (dar de comer, dar de vestir, no cobrar más de lo justo en los impuestos, no extorsionar, no denunciar falsamente, conformarse con su salario) (vv 11-14). El que de ha de venir anunciará e instaurará una ética de máximos, por ese su mensaje será más radical, más comprometedor; más fuerte, pero a la vez, más salvífico. Juan reconoce claramente cuál es su papel, de ahí la imagen de no ser “digno de desatarle la correa de sus sandalias” (v 16b). Así como el medio para “sumergir” (bautizar) en la experiencia de Dios utilizado por Juan era el agua del Jordán, ahora el medio para “sumergir” en la experiencia definitiva y plena de Dios que va más allá de la conversión será el Espíritu Santo. Esta tercera persona de la trinidad cuya procedencia según la fe occidental es del Padre y del Hijo y cuya misión es santificar, será el encargado de desatar el dinamismo de Dios en aquel que se deja afectar por Él. La función del mesías escatológico en la persona de Cristo será sumergir al creyente en el dinamismo del Espíritu que es el dinamismo de la santidad, siendo ésta algo propio de Dios que se da a los hombres para que ellos la acojan. El fuego hace referencia a uno de los signos mesiánicos que está relacionado con la purificación. Será por la acción del Espíritu de la santidad actuando en el individuo que se realice un proceso de purificación interna (a diferencia de Juan que era externa) que se evidencia externamente en la cotidianidad. Otra posibilidad interpretativa complementaria sería la siguiente: El don del “Espíritu Santo” se convierte en el fundamento de una nueva vida, por el contrario, quien lo rechace, es el “fuego” del juicio que comienza a cumplirse con la venida de Jesús. Anotemos además las siguientes consideraciones sobre el versículo 16:

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a) Aunque Jesús “esté a punto de llegar”, es decir, viene después de Juan, en sentido cronológico, no viene “detrás” de él, como el discípulo que “sigue” a su maestro. b) Juan “no merece”, “no es digno” de realizar ni siquiera el más humilde servicio con relación a Jesús. c) La diferencia entre las dos clases de bautismo reside en que el de Juan utiliza como medio el agua, mientras que el de Jesús utiliza el Espíritu Santo y el fuego. 17 En su mano tiene el bieldo para bieldar su parva: recogerá el trigo en su granero, pero quemará la paja con fuego que no se apaga.» El versículo 17 presenta una imagen de cómo el mesías escatológico procederá aludiendo a una imagen fácil de entender por parte del auditorio: la del campesino que con rastrillo va limpiando la tierra de la mala hierba. Aquello que esté limpio y sirva irá al granero (al depósito) a la presencia de Dios, haciendo una relectura del texto desde la óptica salvífica. Lo que no sirva, la mala hierba, será arrojada al fuego; al no ser. En Dios sucederá entonces el ser total, pleno, definitivo. Fuera de la dimensión y dinámica de Dios, está el “no ser”, la frustración eterna, el dejar de existir. Sólo se llega “a ser” cuando se deja al dinamismo del Espíritu que “sea” en nosotros. Por el contrario, la ruina o el no “ser” es consecuencia de en libertad haber optado por dejarse afectar por la fuerza santificadora de Dios que tiene poder para trascender al hombre… hacer que éste llegue a ser plenamente. 18 Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva. El último versículo es conclusivo pero también abierto a muchas otras exhortaciones éticas como fruto de la conversión. El anuncio de la “Buena Nueva” estará centrado en cómo el “que ha de venir” desatará el dinamismo pleno de Dios sumergiendo al creyente en el dinamismo del Espíritu de Santidad.

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DOMINGO IV DE ADVIENTO (C) Lc. 1,39-45

BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES Y BENDITO EL FRUTO DE TU SENO

1. Escuchemos a los Padres de la Iglesia Eva y María. Del tratado de san Ireneo; obispo contra las herejías (Libro 5, 19,1; 20,

2; 21, .1: SC 153,, 248,250. 260-264) El Señor vino y se manifestó en una verdadera condición humana que lo sostenía, siendo a su vez ésta su humanidad sostenida por él, y, mediante la obediencia en el árbol de la cruz, llevó a cabo la expiación de la desobediencia cometida en otro árbol, al mismo tiempo que liquidaba las consecuencias de aquella seducción con la que había sido vilmente engañada la virgen Eva, ya destinada a un hombre, gracias a la verdad que el ángel evangelizó a la Virgen María, prometida también a un hombre. Pues de la misma manera que Eva, seducida por las palabras del diablo, se apartó de Dios, desobedeciendo su mandato, así María fue evangelizada por las palabras del ángel, para llevar a Dios en su seno, gracias a la obediencia a su palabra. Y si aquélla se dejó seducir para desobedecer a Dios, ésta se dejó persuadir a obedecerle, que la Virgen María se convirtió en abogada de la virgen Eva. Así, al recapitular todas las cosas, Cristo fue constituido cabeza, pues declaró la guerra a nuestro enemigo, derrotó al que en un principio, por medio de Adán, nos había hecho prisioneros, y quebrantó su cabeza, como encontramos dicho por Dios a la serpiente en el Génesis: Establezco hostilidades entre t¡ y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza, cuando tú la hieras Con estas palabras, se proclama de antemano que aquel que había de nacer de una doncella y ser semejante a Adán habría de quebrantar la cabeza de la serpiente. Y esta descendencia es aquella misma de la que habla el Apóstol en su carta a los Gálatas: La ley se añadió hasta que llegara el descendiente beneficiario de la promesa. Y lo expresa aún con más claridad en otro lugar de la misma carta, cuando dice: Pero cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer. Pues el enemigo no hubiese sido derrotado con justicia si su vencedor no hubiese sido un hombre nacido de mujer. Ya que por una mejer el enemigo había dominado desde el principio al hombre, poniéndose en contra de él.

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Por esta razón el mismo Señor se confiesa Hijo del hombre, y recapitula en sí mismo a aquel hombre primordial del que se hizo aquella forma de mujer: para que así como nuestra raza descendió a la muerte a causa de un hombre vencido, ascendamos del mismo modo a la vida gracias a un hombre vencedor.

2. Aproximémonos al texto Lc. 1,39-45 39 En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; 40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo 42 y exclamó a gritos: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; 43 y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? 44 Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. 45 ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» La narración que propone la liturgia de la Iglesia para el día de hoy está dentro del macro contexto de Lc. 1,39-56 el cual consta de dos partes fundamentales y de una conclusión: a) Encuentro de María con Isabel (39-45); b) El magnificat como reacción ante la acción salvífica de Dios en María. (46-55) y una conclusión (56). Se medita este domingo la primera parte (39-45) donde María emprende un viaje a casa de su parienta Isabel quien vive en una ciudad de la serranía de Judea (no se dice cuál). La anciana Isabel está en avanzado período de gestación (sexto mes) tal y como se lo comunicó el ángel Gabriel a María (Lc 1,36-37). Con esta visita termina el encierro de Isabel (Lc 1,24). Sucede el encuentro de dos realidades: la vejez y la juventud, el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Es la imagen de la Alianza antigua que ya estaba estéril, pero aparece al final un brote de esperanza; Juan el bautista. En contraposición a la Alianza Nueva que es joven, abierta permanentemente a la esperanza, posibilitadora de nuevas realidades en la persona de Jesús. Sin embargo, las dos realidades no son independientes, la una está en relación con la otra. Miremos de manea más detenida el texto.

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2.1 El lugar del encuentro 39-40

39 En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; 40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. El versículo 39 inicia con una ubicación temporal que va a articular el texto con el relato de la anunciación (vv 26-38) que sucede al norte de territorio palestinense en la región de galilea. Hay un desplazamiento hacia el sur de aproximadamente unos 100 kms hasta llegar a la región montañosa de Judá. La ciudad no se menciona en el texto aunque la tradición (extrabíblica del tiempo de las cruzadas) hace referencia a Ain Karim que era un pequeño poblado que distaba aproximadamente 7 kms de Jerusalén. La traducción del nombre de la ciudad es “Manantial de la viña”. Según los datos de Neh 11,3, los sacerdotes que desempeñaban su servicio en el templo podían residir fuera de la ciudad. Como portadora del Salvador, María tiene prisa en comunicar la Noticia y en regocijarse con la señal que le ha dado el Ángel en Isabel. Por eso, ansía comunicar a sus conocidos la Buena Nueva de la salvación mesiánica. Al indicarse que María “se fue con prontitud a la región montañosa” no se pretende describir un estado psicológico que denote afán sino indicar su reacción espontánea a la señal que el ángel Gabriel le había comunicado previamente. El versículo es muy corto pero denota un espacio de tiempo considerable entre salir de Galilea, llegar a Judá, dirigirse a la región montañosa y entrar a la casa de sus parientes de quienes se había hablado en Lc 1,5. El nombre Zacarías significa “Yahvé ha recordado”. Era sacerdote, por lo tanto descendiente de la tribu de leví. Padecía de una “mudez” temporal a causa de no haber creído en la revelación que se le había hecho sobre su persona, la de su esposa y el fruto de los dos; el bautista. El nombre Isabel significa: juramento de Dios, promesa de Dios, Dios es mi juramento, “Que ama a Dios”, “Aquella a quien Dios da la salud” o “Aquella a quien Dios ha ayudado” Como pareja “eran justos de Dios”, al menos así los describe el evangelista. El lugar del anuncio a Zacarías es el Templo (Lc. 1,8-22), el lugar del anuncio a María es su casa. María va, entonces, a casa de Zacarías para visitar a Isabel y servirla. Es un paso significativo del Templo a la casa: del judaísmo tradicional (Templo) al cristianismo (casa). Por eso la visita de María a Isabel significa el encuentro de lo nuevo con lo viejo; lo viejo es el antiguo pueblo judío, fiel a las tradiciones de Moisés; lo nuevo es lo que está en María, lo que se está gestando en su seno. El viejo pueblo se llena de alegría, pues la vejez y la esterilidad ven de nuevo la vida y una vida vinculada a una novedad extraordinaria.

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Por otra parte, así como el ángel al entrar en la casa de María saluda (v 28), ahora María al entrar a la casa de sus parientes hace exactamente lo mismo. El ángel es portador de buenas noticias, María por su parte trae en sí misma la “buena noticia” de Dios para la humanidad. Lucas no transmite de forma exacta las palabras de aquel saludo. 2.2 El encuentro de las gestantes 41-45 El oído va a ser importante en esta escena (v 41; 44). Por medio de la escucha se suscita el salto de alegría por parte de Juan en el vientre de su madre y el quedar llena del Espíritu Santo. Cuatro personas están presentes: 2 embarazadas (una joven y una anciana) y dos seres humanos en formación (el mayor de los profetas y el Hijo de Dios). 41 En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo 42 y exclamó a gritos: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; 43 y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? 44 Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. 45 ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» Al escuchar Isabel el saludo de María suceden dos acciones: Juan salta de gozo y ella queda llena del Espíritu Santo. Toda la escena puede estar inspirada en los siguientes puntos que se articulan con el Antiguo Testamento: La alegría y los saltos de júbilo: en David (2S 6,5.14.15) y en Isabel (Lc

1,44); La pregunta del israelita fiel, que no se siente digno de acoger en su casa la

presencia maravillosa del Señor: “¿Cómo voy a llevar a mi casa el Arca de Yahvé?” (2S 6,9) “¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a mí?” (Lc 1,43).

La permanencia del Arca tres meses en casa de Obededom de Gat (2S 6,11)

y la permanencia de María tres meses en casa de Isabel (Lc 1,56). Los movimientos del feto en las entrañas de Isabel se interpretan como una señal de reconocimiento. Incluso en el vientre de su madre, Juan es consciente de su relación con Jesús. La expresión “saltó de gozo” es la misma que se utiliza

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para describir la agitación de los dos gemelos en el seno de Rebeca, y que prefigura el tempestuoso futuro de las relaciones entre los dos hermanos (Gn 25,22). En el v. 44 se nos va a decir que la criatura saltó “de alegría” en el vientre de Isabel. Según la presentación de Lucas, lo que provoca esos movimientos del niño es la pronunciación misma del saludo. La llegada de María, aquella sobre la cual vino el Espíritu santo (v. 35), hace que ahora se convierta en transmisora del mismo Espíritu y de la alegría como una de las manifestaciones del fruto de Espíritu que es el amor (Gal. 5,22). Isabel que había sido estéril, es llena del Espíritu Santo ante la presencia de su Señor y estalla en clamores, como lo había anunciado el profeta acerca del pueblo (Is 54,1). El Espíritu conduce al corazón humano a dar gloria, e Isabel llama “benditos” a Jesús y a María. María es “la Bendita de Dios” (Lc 1,28) que lleva al “Bendito de Dios” (v 42). Y en esa bendición que proclama Isabel reaparecen nuevamente dos títulos marianos: La Madre del Señor (v 43) y La Creyente (v 45). La promesa hecha a Zacarías en Lc 1,15 llega a su cumplimiento. Esa “plenitud» del Espíritu que invade a Isabel es la fuente de su inspiración y lo que la lleva al reconocimiento de lo que verdaderamente es María. La exclamación de Isabel (1,42b.45) puede ser un “himno” compuesto en la comunidad de Lucas, con referencias al Antiguo Testamento y expresión de uno de los primeros himnos cristianos en honor a María. “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!... ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas, de parte del Señor!” La frase inicial, propia del Antiguo Testamento, se refiere a mujeres famosas de la historia israelita cuando, ante un peligro, colaboran con su acción en la liberación del pueblo de Dios (Cfr. Jc 5,24; Judit 13,18; Gn 14,19-20). Dicha de María, esta bendición reconoce en ella a una mujer especial, escogida por Dios para colaborar en la salvación definitiva de los hombres en el nuevo Israel. Puede, igualmente, haber una referencia implícita a Dt 28,1-4: la promesa de Moisés a Israel si obedece y vive la Palabra de Yahvé. María es la presencia del nuevo Israel que escucha, acoge y vive la Palabra; por eso es bendecida. Pero el versículo 45 de este himno añade otro término conocido: “¡Dichosa tú, la Creyente!”. Los “macarismos” son propios de la predicación de Jesús como invitación a vivir los tiempos nuevos de la salvación. En Lucas 11,27-28 veremos un ejemplo concreto dirigido a María y a todos los creyentes. Por eso, si en Lc 1,38

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María es la primera mujer servidora y la primera discípula del Evangelio, es justo que sobre ella se pronuncie el primer “macarismo” del Nuevo Testamento por su fe en las cosas que el Señor le ha dicho.