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CONSTITUCIONALISMO HISTÓRICO ESPAÑOL Esquema elaborado por Antonia Navas para el uso exclusivo de profesores y alumnos de la asignatura Teoría del Estado Constitucional. Queda prohibida la reproducción de los textos y de las imágenes que se pueden encontrar bajo la protección de derechos de autor. ESTATUTO DE BAYONA 1808 Carta Otorgada, cuyo texto fue promulgado el 6 de junio de 1808 y jurado por José Bonaparte dos días más tarde, aunque, a pesar de ello, se trata de un texto en el que se observa una cierta ideología liberal. En él se integran 146 artículos distribuidos en tres Títulos, y entre sus principios políticos se encuentran el liberalismo, la confesionalidad religiosa del Estado y la alianza perpetua con Francia.

Lecturas y Esquemas Constitucionalismo Histórico

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CONSTITUCIONALISMO HISTÓRICO ESPAÑOL Esquema elaborado por Antonia Navas para el uso exclusivo de profesores y alumnos de la asignatura Teoría del Estado Constitucional. Queda prohibida la reproducción de los textos y de las imágenes que se pueden encontrar bajo la protección de derechos de autor. ESTATUTO DE BAYONA 1808

Carta Otorgada, cuyo texto fue promulgado el 6 de junio de 1808 y jurado por José Bonaparte dos días más tarde, aunque, a pesar de ello, se trata de un texto en el que se observa una cierta ideología liberal. En él se integran 146 artículos distribuidos en tres Títulos, y entre sus principios políticos se encuentran el liberalismo, la confesionalidad religiosa del Estado y la alianza perpetua con Francia.

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CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1812

La Constitución de 1812 es uno de los Textos Constitucionales de mayor relevancia del Constitucionalismo español, en tanto parámetro y referente de Constituciones posteriores. Fue promulgada el 19 de marzo de 1812, día de la festividad de San José, de ahí que se la haya venido a denominar “La Pepa”. Se trata de la Constitución más extensa de nuestra historia constitucional que reconoce por primera vez, entre otros principios fundamentales, la soberanía nacional y la división de poderes, y junto a ellos, el principio de representación, así como el de libertad e igualdad, al tiempo, sin embargo, que consagra la unidad religiosa y la confesionalidad del Estado.

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ESTATUTO REAL DE 1834

A la muerte de Fernando VII en 1833, su esposa, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias accede al trono en calidad de Regente ante la minoría de edad de la futura reina Isabel II. Es por ello que, el Gobierno de Martínez de la Rosa, por encargo de la Regente, procedió de inmediato a la elaboración de un texto, el Estatuto Real, con el que se pretendió reiniciar el régimen constitucional. El 10 de abril de 1834 sería sancionado el Estatuto Real por la Reina Gobernadora, procediéndose a su publicación durante los 15 a 17 días siguientes. Se trata de un texto breve, de tan solo cincuenta artículos, ordenados en cinco Títulos y precedidos por un Preámbulo y el Real Decreto que lo sanciona, cuyos principios políticos fundamentales son la soberanía regia y la colaboración entre los órganos estatales.

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CONSTITUCIÓN DE 1837

La Constitución española de 1837 se mantuvo en vigor desde 1837 hasta 1845. Fue aprobada por las Cortes en mayo de 1837, y aceptada y jurada por la Reina Gobernadora, en nombre de su hija, el 18 de junio.

Se trata de un texto breve, en tanto cuenta con setenta y siente artículos más dos adicionales, que se distribuyen a través de trece Títulos, y cuyos principios fundamentales podrían resumirse en soberanía compartida, división de poderes, libertad individual y tolerancia religiosa.

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CONSTITUCIÓN DE 1845

La Constitución española de 1845 estuvo vigente hasta la proclamación de la Constitución española de 1869, si bien, no estuvo exenta de intentos de sustitución, tanto en 1852 como durante el bienio progresista. Hay quienes la definen como la expresión constitucional del doctrinamismo español.

El reinado de Isabel II se produjo bajo la Constitución de 1845, un Texto Constitucional que estableció la soberanía compartida y la confesionalidad católica del Estado frente a la tolerancia religiosa que impregna La Constitución de 1837.

Isabel II jura la Constitución

CONSTITUCIÓN DE 1856 Denominada Constitución “Non nata”, ya que se trata de un proyecto constitucional que nunca llegó a ser promulgado. En él se proclamó la soberanía nacional , como uno de sus principios políticos, si bien no reconocía el “sufragio universal”, así como una extensa declaración de derechos, disponiendo, así mismo, aunque con formulación distinta, la tolerancia religiosa que ya imperó en el Texto Constitucional de 1837.

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CONSTITUCIÓN DE 1869

Tras la huída de la Corte a Francia, el General Serrano, en uso del poder que se le había conferido, convocó Cortes constituyentes al objeto de elaborar un nuevo Texto Constitucional. Nace así la Constitución de 1869, aprobada el 1 de junio por 214 votos a favor, 55 en contra y algunas abstenciones, y promulgada el día 6 por esas mismas Cortes Constituyentes en nombre de la nación española, un Texto Constitucional que estuvo vigente hasta 1871, y que se encuentra definida por el principio democrático, lo que se manifiesta mediante el reconocimiento de la soberanía nacional, y en consecuencia, mediante el reconocimiento del sufragio universal masculino; por su declaración de derechos, más completa y extensa que la de los Textos Constitucionales precedentes, si bien, la religión católica continuó reconociéndose como la religión oficial del Estado, y ello, a pesar de que se garantizara el ejercicio de cualquiera otra, en público o privado, a través del artículo 21; así como por una Monarquía parlamentaria, esto es, una Monarquía democrática, en la que la Corona quedaría regulada como un poder constituido como el resto de los poderes del Estado, de ahí que, a través de los artículos 34 a 36 se atribuyeran los tres clásicos poderes a las Cortes, el poder legislativo, al Rey, el poder ejecutivo que lo ejercería a través de sus ministro, y a los Tribunales, el poder judicial.

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PROYECTO DE CONSTITUCIÓN FEDERAL DE 1873

Proyecto constitucional elaborado durante la I República española que, sin embargo, no se llegó a promulgar. En él se definía a España como una República Federal, proponiendo, como Estados de la República, los antiguos reinos españoles, esto es, diecisiete Estados que podían dotarse de su propia Constitución, si bien, estos Textos Constitucionales se debían de someter a la sanción de las Cortes federales, por lo que, más que Estados se trataba de regiones autónomas dotadas de poder constituyente subordinado, que, además, debían dotarse de sus propias instituciones parlamentarias y gubernamentales. Así mismo, adopta una versión rígida del principio de separación de poderes, al estilo de la Constitución norteaméricana, de ahí que no se reconociera ni la posibilidad de disolución de las Cámaras, ni la posibilidad de exigencia de responsabilidad política al Gobierno por parte del Parlamento a través de la moción de censura.

Junto a la forma política republicana federal y a la división de poderes, también definen, como principios políticos, el Proyecto constitucional: la democracia representativa, mediante el reconocimiento de la soberanía nacional y el sufragio universal masculino; su declaración de derechos; así como el laicismo, estableciendo, a lo largo de su texto, tanto la libertad de culto como la separación entre Iglesia y Estado.

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CONSTITUCIÓN DE 1876

La Constitución española de 1876 fue promulgada el 30 de junio de ese mismo año y publicada, en la Gaceta de Madrid, el 2 de julio. Se trata de una Constitución, cuya elaboración no se llevó a cabo a través del procedimiento de reforma previsto en la Constitución de 1869, en tanto Canovas del Castillo prefirió arbitrar un nuevo procedimiento que personalmente controlaría dejando patente su influencia. Así es, se trata de un Texto Constitucional cuyo punto de partida se encuentra en un borrador constitucional desarrollado por un grupo de 600 notables, todos ellos antiguos parlamentarios de legislaturas anteriores (diputados y senadores) designados por Canovas, grupo que posteriormente designaría una Comisión de 39 personas, Comisión de los Notables, y por último, una Comisión aún más reducida, de nueve personas, que sería la encargada de preparar el proyecto constitucional. De este modo, el texto final sería aprobado, sin cambios relevantes, por unas Cortes Constituyentes elegidas por sufragio universal de conformidad con lo dispuesto en la Constitución española de 1869 y en la Ley Electoral de 1870, pretendiéndose, con ello, dotar de una mayor legitimidad al nuevo texto constitucional. Entre los principios políticos que definen la Constitución española de 1876 se encuentran: la soberanía compartida entre el Rey y las Cortes, ostentando, sin embargo, el Rey amplias facultades respecto de las Cortes, y compartiendo con ellas el poder legislativo, pudiendo, en su caso, el Rey vetar las leyes y disolver las Cámaras; la doble confianza y el turno de partidos, es por ello que, el Gobierno debía de contar con la confianza regia y con la confianza parlamentaria, aunque el Rey, en virtud de sus amplias facultades, pudiera responder ante la desconfianza parlamentaria en el Gobierno mediante la disolución de las Cortes o la suspensión de sus sesiones; reconocimiento de los derechos y las libertades de los ciudadanos, destacando, entre otros : la tolerancia religiosa, cuya interpretación más o menos restrictiva dependió del signo del Gobierno en el poder; la libertad de enseñanza, de reconocimiento más restrictivo que la establecida en la

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Constitución de 1869, ya que, la fórmula constitucional empleada “con arreglo a las leyes” determinaba la posibilidad de su limitación a través de las leyes de desarrollo; el derecho de sufragio que fue reconocido remitiendo su regulación a la ley posterior, de ahí que la Ley Electoral de 1878 restableciese el sufragio censitario, mientras que la Ley Electoral de 1890, propia de un Gobierno liberal, consagrara el sufragio universal masculino; el reconocimiento del derecho de asociación, que fue ampliamente regulado por la Ley 1887; la libertad de cátedra, cuya interpretación a través de su legislación posterior dependió del signo, liberal o no, del Gobierno ejerciente, como así también ocurrió con el reconocimiento de la libertad de prensa; las garantías constitucionales, por su parte, no fueron tratadas del mismo modo que en la Constitución de 1869, atribuyéndose, en este caso, amplias facultades al Ejecutivo, ya que, el artículo 17 de la Constitución atribuía la facultad al Gobierno de poder acordar la suspensión de las garantías constitucionales cuando las Cortes no estuvieran reunidas y el caso fuese grave y de notoria urgencia. La separación de poderes también se encuentra presente en el Texto Constitucional de 1876, atribuyéndose el legislativo al Rey y a las Cortes; el ejecutivo, a la Corona, pudiendo nombrar el Rey al Jefe de Gobierno y los Ministros; y el judicial a los jueces, los cuales accedían a su cargo mediante oposición. CONSTITUCIÓN DE 1931

Una vez proclamada la II República el 14 de abril de 1931, y una vez revisado el sistema electoral, se convocan elecciones a Cortes Constituyentes para el 28 de junio de ese mismo año, confirmándose como Presidente a Alcalá Zamora y a su gabinete. La Constitución de la II República vería luz el 9 de diciembre de 1931, fecha en la que se promulgó por el Presidente de las Cortes, habiendo obtenido, para la aprobación de su texto, 368 votos a favor y ninguno en contra. Se trata de un Texto Constitucional que vino a ser completado a través de un conjunto legislativo, entre cuyas normas destacan: La Ley de Defensa de la República, de vigencia anterior al propio Texto Constitucional, a la que la disposición transitoria segunda de la Constitución Republicana otorgó rango constitucional; la Ley de Reforma Agraria de 1932, que vino a desarrollar el artículo 47 de la Constitución; el Decreto de Disolución de la Compañía de Jesús y confiscación de sus bienes de 1932 y la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas de 1933, entre otras, que vinieron a desarrollar aquellos artículos de la Constitución de 1931 que regulaban la cuestión religiosa; las Leyes de reforma del Ejército de 1932;

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los Estatutos de Autonomía catalán y vasco, en 1932 y 1936, respectivamente, no llegándose a promulgar el Estatuto gallego, mediante los que se pretendía resolver el problema regional en España; la Ley del Tribunal de Garantías Constitucionales de 1932; así como los Reglamentos de las Cortes, tanto los provisionales de 1932, como los definitivos de 1934.

Los principios políticos que inspiraron la Constitución de 1931 se pueden cifrar en: a) el principio democrático, cuya plasmación se encuentra en el reconocimiento de la soberanía nacional, y en consecuencia, del sufragio universal, tanto masculino como femenino, consagrándose en su artículo 36 la igualdad de derechos electorales de hombres y mujeres mayores de veintitrés años, así como en el reconocimiento de formas de democracia directa junto a instituciones representativas; b) el liberalismo político, cuya plasmación se cifra: b1) en el reconocimiento y garantía de los derechos y libertades de los ciudadanos, un reconocimiento amplio de derechos que alcanza, no sólo derechos civiles y políticos, sino también aquellos que se refieren a la familia, la economía y la cultura, entre los que destaca la libertad religiosa, de expresión, de reunión, asociación y petición, la protección a la familia, el divorcio, a la cultura y la enseñanza, así como aquellos que regulan la relación de la Iglesia Católica y el Estado, suprimiéndose, al tiempo, cualquier privilegio que se pudiera ostentar como consecuencia de la clase social o la riqueza, derechos, en cualquier caso, cuyo amparo correspondía a los denominados Tribunales de urgencia, y en última instancia al Tribunal de Garantías Constitucionales. b2) separación de poderes con especial distribución orgánica del poder político, donde el poder legislativo reside en las Cortes formadas por una sola Cámara, el Congreso de los Diputados; el poder ejecutivo, a cargo del Presidente de la República, en tanto Jefe del Estado, encargado, a su vez, del nombramiento

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del Presidente del Gobierno y, a propuesta de este, de los ministros. Un Gobierno, sin embargo, sometido a una doble confianza: la de las Cortes y la del Presidente de la República, de ahí que la actuación del Jefe del Estado, esto es, el Presidente de la República, se encuentre muy limitada por las Cortes y el Gobierno; el poder judicial, a cargo del Tribunal Supremo, creándose, con independencia de éste, el Tribunal de Garantías Constitucionales con competencia para conocer del amparo de los derechos y libertades de los ciudadanos, la inconstitucionalidad de las leyes, así como de los conflictos de competencia legislativa que puedan existir; c) el regionalismo, consagrándose el Estado integral, tratándose, con ello, dar solución a los problemas catalán, vasco y gallego, principalmente; d) el laicismo, mediante la consagración, en el artículo 3 de la Constitución que “El Estado español no tiene religión oficial”; e) economía mixta, encontrando su consagración en los artículos 44 a 47 del Texto Constitucional.

LAS LEYES FUNDAMENTALES DEL REINO

EL RÉGIMEN POLÍTICO FRANQUISTA

La Segunda República se vio troncada con la Guerra Civil española, lo que transcurre entre 1936 y 1939. De este modo, los vencedores de la guerra, lejos de pretender la instauración de un régimen constitucional ni de proceder a la elaboración de un nuevo Texto Constitucional, se dirigieron a consolidar un nuevo orden político caracterizado por la concentración de poder en la figura del general Francisco Franco Bahamonde. Frente a la etapa constitucional anterior se erige en España un régimen político que algunos han calificado de totalitario, otros de fascista, y otros de dictadura teóricamente monárquica, pero, en cualquier caso, un régimen político que definía oficialmente al Estado como “católico, social y representativo que, de acuerdo con su tradición, se declara constituido en Reino”. A partir de este momento se vendrían a suceder diferentes tipos normativos, de también diverso alcance jurídico-político, que, sin embargo, tenían en común la carencia de cualesquiera legitimidad democrática, en tanto emanan directamente del Caudillo, como Jefe del Estado, al residir en él la potestad legislativa, un conjunto normativo que vendría a conformar lo que se ha venido a denominar como Leyes Fundamentales del Reino.

Entre este elenco normativo cabe destacar, entre otras: El Fuero del Trabajo de 1938, a cuyo tenor se prohíben la huelga y los sindicatos obreros; la Ley Constitutiva de las Cortes de julio de 1942, mediante la que frente a un órgano parlamentario se crea un órgano colaborador del general; El Fuero

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de los Españoles, que pretendió tener la apariencia de una declaración de derechos sin tener, sin embargo, efectividad real; la Ley del Referendo Nacional de 1945, mediante la que se vacía de contenido una institución de democracia directa; la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947, mediante la que se declara que el Estado se constituye en Reino, definiéndose como “católico, social y representativo”, y se atribuye la Jefatura del Estado a la persona de Francisco Franco, al tiempo que se consagra un mecanismo de sucesión; la Ley de Principios Fundamentales del Movimiento de 1958; la Ley Orgánica del Estado de 1967.