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LEOCRICIA PESTANA FIERRO (1853-1926) LA LEGENDARIA POETISA PALMERA
José Guillermo Rodríguez Escudero
LEOCRICIA PESTANA FIERRO (1853-1926) LA LEGENDARIA POETISA PALMERA
Leocricia nació en Santa Cruz de La Palma el 18 de agosto de 1853, bajo el signo de
Leo. Era hija de José Gabriel Pestana Brito –depositario del Ayuntamiento de la capital
palmera- y de María del Rosario Fierro Camacho. Ambos eran naturales y vecinos de
esta ciudad. En el bautismo –celebrado en la parroquia matriz de El Salvador el 11 de
enero de 1854- se le puso el nombre de Leocricia Segunda de las Angustias. Se daba la
curiosa circunstancia que tuvo otra hermana de igual nombre y que había fallecido el 23
de septiembre de 1853 a los 14 años de edad. Su madrina fue María de los Dolores
Pestana, su tía.
El domicilio familiar ocupaba el número 43 de la Calle Real de Santiago, actual número
53 de la calle Pérez de Brito. No queda nada de la antigua fábrica, puesto que
actualmente se ha erigido nuevo edificio sobre los antiguos solares. Cuando la niña
contaba 5 años, su padre murió prematuramente a los 48. Su madre y tres de sus cinco
hermanos (dos de ellos habían ya fallecido) vivieron muy unidos desde entonces. Más
tarde moriría su madre y sus hermanos Cristina (la mayor) y José Gabriel. Quedaban tan
sólo Leocricia y su hermano Segundo Gabriel. Vivirían en la misma casona hasta la
muerte de éste.
A la edad de 44 años, se casó con Dionisio Carillo Álvarez, un año más joven que ella.
La boda tuvo lugar en El Salvador y fue el arcipreste de La Palma, Benigno Mascareño
Pérez, el que oficiara la solemne ceremonia. Se hallaba presente también el secretario
del Juzgado, José Manuel Pérez y Paz. Así dejaba constancia del hecho en el Registro
Civil.
Leocricia fue una incansable lectora que, desde que era pequeña, había sentido una gran
fascinación por la poesía. Sin embargo, sólo componía sus versos en la intimidad de su
cuarto, sólo para cubrir una necesidad vital, para su satisfacción…
El 13 de mayo de 1874 fue una fecha muy importante en su vida. Esa noche tuvo lugar
una reunión masónica en la “Quinta Verde”, hacienda extramuros de la ciudad, en el
Barranco de los Dolores, propiedad de su querido hermano Segundo desde el 30 de
noviembre de 1864. Éste la había comprado a Antonio Álvarez Rodríguez. Un
numeroso grupo de masones y otros tantos indigentes de la ciudad habían sido invitados
a la casona. Tras el banquete, Leocricia ayudó a servir los postres junto a un grupo de
doncellas y damas de la capital. Improvisó este conocido”Brindis”en forma de octavilla.
Tenía 21 años.
“Brindo por el sentimiento
Más grande que el alma encierra
Y que derrama en la tierra
Consuelo a la Humanidad;
Que se agita en todo el pecho
Do late un corazón:
Brindo por el buen masón,
Brindo por su caridad”.
LEOCRICIA PESTANA FIERRO (1853-1926) LA LEGENDARIA POETISA PALMERA
Si bien la Francmasonería en nuestra Isla no admitía en su seno a las mujeres, esta
espontánea improvisación de Leocricia dio pie a suponer que la poetisa era masona. A
lo largo de toda su vida demostró tener simpatía y admiración por esta confraternidad.
Su hermano sí era un consumado masón y cuando enfermó, muchos miembros de la
misma estuvieron atendiéndolo, cosa que siempre agradeció Leocricia. (“Hermanos…
¡Qué pensamiento!/para expresar lo que siento/no tiene cuerdas mi lira…”)
Existió una leyenda que envolvía la “Quinta Verde” y alcanzaba a sus habitantes. Bien
es sabido que en la capilla de la mansión había permanecido la impresionante imagen
del Señor de la Caída (actualmente puesta al culto en la parroquia de San Francisco de
Asís de esta capital) después que su ermita fuera pasto de las llamas en 1827. Por ello se
trasladó allí la milagrosa efigie. Se consideraba que el Señor era el dueño de la Quinta
desde entonces. Por eso, cuando llegó la ley de desamortización dictada por
Mendizábal, el masón Segundo Pestana Fierro, hermano de Leocricia, adquirió la
heredad en subasta pública. Se produjo entonces el latrocinio con el desahucio de la
imagen, lo que llevó a la consternación popular y el inicio del mito.
La solemne y multitudinaria procesión llevó al Cristo Caído desde su oratorio hasta el
templo del extinguido convento de la Inmaculada Concepción, hoy San Francisco. Se
decía que aquella acción sería castigada por Dios y caería la furia divina a todos
aquellos que lo habían ultrajado. El presagio era claro: ninguno de los dos hermanos
llegaría a disfrutar de su nueva pertenencia, conseguida por tales “perversos” medios. Se
pensó que la cruel enfermedad que acabaría con la vida de Segundo y la soledad que
consumió a Leocricia eran los presagiados resultados de la materialización de la fatal
profecía.
Sin embargo, había una explicación para ello. El oratorio, destruido por el fuego y
ubicado en la antiguamente denominada Calle Real del Puente del Medio, era patronato
de una rama de la poderosa familia Massieu, saga que era también propietaria de la
hacienda. El oratorio particular, dedicado a San Nicolás, había sido levantado en 1666
por el matrimonio Nicolás Massieu y Ángela Monteverde y Ponte, con entrada por el
paseo e independiente de la casona. La finca había sido vendida por Rafael Massieu
Béthencourt, avecindado en Las Palmas, a Antonio Álvarez Rodríguez por escritura
pública que pasó ante José Benítez, notario de la capital. De éste la adquirió Segundo
Pestana un mes más tarde. Es decir, que jamás la finca fue propiedad de la Iglesia ya
que se trataba de una pieza de mayorazgo, es decir, imposible de cambiar, vender o
enajenar. Se transfería siempre a los primogénitos de la saga. Además, cuando Rafael
Massieu la había vendido a Antonio ya se hallaban en vigor las leyes que dejaron sin
efecto las vinculaciones de bienes.
Tal y como reza una moderna inscripción colocada en el patio del conjunto, la “Quinta
Verde” constituye uno de los mejores ejemplos existentes en Canarias de quinta
suburbana, es decir, de hacienda y casa de campo próxima a la ciudad, construida como
lugar temporal de descanso y recreo por sus primigenios dueños. La leyenda continúa:
“El conjunto, que incluye el palmeral superior, presenta configuración aterrazada,
formada por diversas huertas escalonadas, escalinatas, vías y portadas de piedra que
se adaptan a la topografía del terreno con un orden natural admirable. A sus singulares
valores arquitectónicos y paisajísticos hay que unir además su importancia histórica,
LEOCRICIA PESTANA FIERRO (1853-1926) LA LEGENDARIA POETISA PALMERA
cultural y literaria, como lugar de reunión de la Logia masónica existente en la Isla y
residencia de significativos poetas como Nicolás Massieu Salgado (1720-1791) y
Leocricia Pestana Fierro (1853-1926)”.
En el periódico local El Iris, cuando Leocricia contaba con 28 años de edad, salió
publicado su primer poema en un trabajo especial que conmemoraba los dos siglos del
fallecimiento de Calderón de la Barca. El soneto se titulaba A España:
“Aunque no fuera la nación potente
Que del moro humillara la arrogancia,
La que salvó animosa la distancia
Por buscar otro mundo en Occidente,
La que acostumbrada contempló la gente
Admirando su indómita constancia,
Ceñirse con Sagunto y con Numancia,
Coronas de laurel su altiva frente.
Si la patria no fuera de Pelayo
Y honrarse no pudiera en la memoria
La jornada inmortal del Dos de Mayo,
Bastará, España, para honrar su historia
Que mostraras brillante como el rayo
De Calderón la perdurable gloria.”
Leocricia, tras la muerte de su hermano Segundo, heredó la “Quinta Verde”,
extraordinario remanso de paz y verdor en el Barranco de Nuestra Señora de Los
Dolores, extramuros de la ciudad. Se da la circunstancia de que un gravamen pesaba
sobre la mansión y su finca: una hipoteca a favor del abogado Federico López Abreu,
alcalde de la capital palmera. Leocricia, imposibilitada económicamente de hacer frente
a esta gran deuda, no tuvo más remedio que llegar a un acuerdo con el edil. Consistía en
que le cedía la propiedad, pero –como bien informaba Pérez García- “se reservó para
su uso la parte alta de la casona y los jardines inmediatos”.
Al fallecer Leocricia, pasó el pleno dominio de la finca a López Abreu, quien la
transmitió posteriormente a María del Carmen y José López Martín, sus nietos.
El Boletín Oficial de Canarias núm. 89, de 9 de mayo de 2005, publica el decreto
70/2005 por el que se declara Bien de Interés Cultural, con categoría de Monumento, la
Quinta Verde. Hoy, aunque es propiedad del Ayuntamiento capitalino, está convertido
en “Aula Abierta de Educación Ambiental”, a través de un convenio firmado con el
Cabildo para la puesta en uso de las instalaciones, rutas guiadas...
Tras haber habitado en este precioso paraje durante varias épocas de su vida, en 1898
decide instalarse definitivamente en ella. El rencuentro de Leocricia –ya casada- con su
amado edén le produjo una gran alegría. Escribió “al llegar a la casa de la Quinta
Verde (para mí muy querida) tras largos años de dolorosa ausencia…” El soneto en el
que plasmó su inspiración fue titulado A mi corazón.
LEOCRICIA PESTANA FIERRO (1853-1926) LA LEGENDARIA POETISA PALMERA
“Llegué… ¡La vuelvo a ver…! Y aquí en mi pecho
Con fuerza, corazón, potente lates,
Adalid que aguerrido en los combates
Al campo de batalla hallas estrecho:
Intrépido palpitas, aún maltrecho
De tus penas de ayer, á los embates…
Que hoy sirvan tus heridas de acicates
Para ansioso buscar aun á despecho
De amargas y queridas remembranzas,
Una playa de amor y de ventura,
Que al mar de tu dolor ponga su valla;
Y si el hado tan solo en esperanzas
Trueca su afán de paz y de ternura…
Herido corazón... no llores ¡¡calla!!”
Luis Morera (“A la Quinta Verde”, Taburiente, 1987) cantaba “…La Quinta Verde es
un jardín donde la luna hace el amor y las estrellas desde el cielo le van susurrando un
canto en crepúsculo de mar y mariposas de cristal del cielo bajan para ver el verso que
al amanecer dejó prendido al rosal la Dama del traje blanco…”
Leocricia se erigió en un importante referente para los republicanos insulares, en su
ídolo indiscutible. Seguidora del Librepensamiento, de la Libertad y de la Justicia, en su
intranquila personalidad se dieron varias contradicciones. Por ejemplo, se consideraba
una mujer anticlerical, pero en el fondo era una gran creyente. No soportaba que nadie
criticara o hablara mal de la Iglesia. Se vestía incluso de negro riguroso cada Viernes
Santo, de luto por la muerte de Jesucristo. Incluso había colgado sobre su cama un
cuadro de Nuestra Señora de los Dolores, en cuya esquina existía una redondilla escrita
por ella y dedicada a su Virgencita Dolorosa:
“Mater Dolorosa
María, por tu bondad,
Meditando tus Dolores,
Logramos los pecadores
El fruto de tu piedad”.
Se decía que la Iglesia estaba en contra de Leocricia. La Iglesia de la época condenaba
la separación de Iglesia y Estado, la libertad de expresión y de prensa, el socialismo, el
racionalismo, la democracia… y otros muchos ideales que Leocricia defendía. Se decía
que la Iglesia era anti-Leocricia, no Leocricia anti-Iglesia.
Su clara influencia en los republicanos de la época se plasma en varias invitaciones y
esquelas que recibía Leocricia. Una de ellas, firmada por veintisiete señoras de la capital
palmera, le fue remitida para dignificar con su asistencia un acto de homenaje en honor
de Voltaire. Fechada el 19 de febrero de 1914 rezaba:
“Sra. Dª Leocricia Pestana de Carrillo.- Distinguida señora nuestra: Las que
suscriben, constantes admiradoras de la poesía y pensadora a quien tienen el honor de
LEOCRICIA PESTANA FIERRO (1853-1926) LA LEGENDARIA POETISA PALMERA
dirigirse, y que se proponen concurrir a la Velada, homenaje al amplio espíritu que se
llamó Voltaire, solicitan el valioso y necesario concurso intelectual de V. para lo que
será una hermosa y significativa fiesta.- A la vez, ruéganle encarecidamente su
asistencia al acto, ya que es V. la más alta y digna representación de nuestro sexo, que
no puede ni quiere permanecer insensible a los requerimientos de la Razón, que para la
mujer abre mejor senda de aquella de la Fe, vieja y tortuosa.- Aceptad el testimonio de
sincero afecto de vuestras paisanas”.
La primera firma que aparece en esta invitación es la de Evangelina Hernández Armas
(1885-1971), esposa del empresario Manuel Rodríguez Acosta (1883-1961). Éste fue
destacado librepensador y republicano que fue detenido al iniciarse el Alzamiento
Nacional el 18 de junio de 1936, como directivo de la Unión Republicana de La Palma.
Leocricia no acudió a la velada, pero –como informaba la prensa local- envió una bella
carta dirigida a las damas que tan amablemente la habían invitado y que fue leída por
Luis Felipe Gómez Wangüemert (1862-1942), célebre periodista “brillante, astuto,
polémico y mordaz”.
Lorenzo Rodríguez, en sus crónicas, informaba de que “el periódico que por esta época
se publicaba en esta población con el título de El Iris, publicó un número
extraordinario de literatura y poesía, una de las cuales es la siguientes, que hemos
preferido para poner, no porque sea mejor que las otras, sino por ser de una mujer”. Y
a continuación transcribe el mismo soneto titulado A España al que hice referencia
anteriormente.
Otro de los ínclitos personajes de la época, el escritor Félix Duarte Pérez (1895-1990),
informaba de que los versos de Leocricia, “de un clasicismo irreprochable, tenían
acentos conmovedores, estrofas definitivas, primores de técnica y sonoridades de himno
redentor”. Pérez García añadía en su estudio sobre la poetisa que “en ellos había un
soplo de rebeldía contra todas las mediocridades, una propuesta latente, discreta y
sentida hacia la hostilidad del medio en que le tocó vivir”.
Pérez García describía así a la dulce poetisa palmera: “Leocricia, que detestaba que la
retratasen, fue una mujer de estatura mediana, delgada, de buen carácter y buen trato,
culta y de excelentes cualidades, a la par que fina, agradable, delicada, y muy
acicalada en su persona; vestía a la moda de su juventud, con trajes de colores, largos
y con cola…”
Suárez Bustillo la describía así: “Leocricia era de estatura media, en torno a 1,60,
delgada, pelo recogido y siempre bien peinada, frente despejada y ancha, piel rosada,
fina, agraciada de cara, de sonrisa graciosa, voz deliciosa, mirada ardiente, agradable,
delicada, sensible. Muy pulcra en su persona. Vestía a la moda de su juventud, con
trajes de color negro o blanco, largos y con cola”.
Las crónicas informaban también de que le gustaba sobremanera recibir invitados en
casona de la “Quinta Verde”, sobre todo a aquellos intelectuales que, de paso por la
capital palmera, ya habían mostrado interés especial por hablar con ella, conocerla y
aprender y departir con ella gratas conversaciones. Estas visitas eran acompañadas con
LEOCRICIA PESTANA FIERRO (1853-1926) LA LEGENDARIA POETISA PALMERA
frecuencia por un gran amigo de Leocricia, el ilustre entomólogo palmero Elías Santos
Abreu (1856-1937) que, además, era su médico.
Otro de los importantes personajes que estudiaron la obra de Leocricia fue el publicista
Sebastián Padrón Acosta, quien, al profundizar en la producción de las poetisas
canarias, quiso comenzar con ella. La consideró “un espíritu inquieto, una mujer
enamorada de la libertad y de la belleza, amante de la independencia y propulsora de
la cultura de su isla; un alma lírica y arrebatada que se entusiasmaba leyendo los
discursos de Castelar”. El mismo crítico opinaba que sus magníficos sonetos estaban
imbuidos del espíritu de Voltaire, indicando que, uno de los que más sobresalían era el
titulado A la Sociedad Amor Sapientae:
“Con férreo diente la corteza dura
De nuestra madre tierra, audaz destroza
El arado que mano vigorosa
Va impulsando por árida llanura.
Al desgarrar cruel su vestidura
Deja en el surco la cimiente hermosa,
Que mañana la lluvia generosa
Transformará en guirnaldas de verdura.
Así también, sin que te arredre el peso,
“Amor Sapientae”, tu saber prodiga
Surcos, abriendo el pensamiento humano,
Que en el extenso campo del progreso
¿quién no piensa al coger la rubia espiga
En la mano feliz que sembró el grano?”
José Apolo de las Casas (1894-1975) -profesor de Pedagogía en el Colegio de Santa
Catalina y titular de una plaza de magisterio en la Escuela Real, también de la capital
palmera- sitió una especial curiosidad sobre la poetisa palmera. La observaba desde la
Huerta Nueva, con prismáticos, “y le parecía una musa, un ensueño, una divinidad
pintada de blanco, que leía, leía sobre la ladera del barranco toda la literatura liberal
desde la Revolución Francesa en adelante; que el año de 1789 era para ella un altar,
un lábaro, un sol sin límites”. Este célebre personaje isleño –que colaboraba también en
la prensa local y dirigía el periódico falangista Escuadras- pretendía averiguar el
alcance literario y el valor poético de la obra de Leocricia. Le parecía muy escasa puesto
que sólo conocía: dos poemas sencillos, cuatro sonetos y un brindis. Llegó a decir:
“debe existir algo más o aquí hay algo raro”.
Otro personaje de la época, Crisóstomo Ibarra, que también escribió sobre ella, también
de joven contemplaba a la dama desde lejos “aquella figura de mujer, blanca y pálida
como un lirio o una magnolia, que se deslizaba bajo las luces crudas del sol por entre
los rosales y las enredaderas que trepaban por los muros de su jardín, siempre
escoltada por dos rubios felinos que iban rozando su falda, larga como una túnica
grieta…” Años más tarde, tendría la suerte de visitar a Leocricia en su mansión. Quería
conocer de cerca de esta mujer aislada de todo, sola…; sin embargo no era así según
ella misma, pues se sentía acompañada constantemente de sus flores, sus gatos, sus
sueños, sus libros, sus versos…
LEOCRICIA PESTANA FIERRO (1853-1926) LA LEGENDARIA POETISA PALMERA
Efectivamente, entre sus libros Leocricia era feliz. Una gran biblioteca –excepcional
para la época- repleta de libros era el lugar mágico de su casona y el preferido para
recibir a las visitas. Era una sala luminosa y alegre, llena de flores y de sabiduría, de
historias, de poesía… Pérez García escribía: “la anfitriona, de rostro fuertemente
maquillado, observaba a sus visitantes tras unas gafas de gruesos cristales con unos
ojos que revelaban su inteligencia; entonces hacía gala de su trato afable y afectuoso.
Su cultura era vasta; sus ideas, firmes y claras, que no vacilaba en exponer;
consideraba a la mujer española esclava de la Iglesia y llena de prejuicios, y criticaba
con toda pasión toda tiranía…”
Después de que en 1898 se trasladara a vivir a la “Quinta Verde”, se la vería bajar al
centro de la ciudad en muy contadas ocasiones. Así, al año siguiente, “la culta
psicóloga” visitó a su suegra Rosario Álvarez Romero en su casa de la Calle Real con
motivo de su enfermedad y posterior fallecimiento. Todos los miembros de su familia se
iban muriendo uno a uno: se quedó sola. Así, su retiro se vería cada vez más acentuado
a medida que iba envejeciendo.
Sin embargo le seguían llegando invitaciones para que participara en veladas y le
seguían solicitando su colaboración con algún poema. Sólo entonces ofrecía algunos
versos para justificar su ausencia. Sin embargo asistió a algunas, como en la noche del
29 de diciembre de 1909 “…en nuestro teatro se celebró una velada literario musical
en honor del poeta Emiliano Duke y Villegas. En ella formó parte la ilustre poetisa
Leocricia Pestana de Carrillo…” (Germinal, enero 1910). También, el 11 de enero de
1905, se celebró otra velada en honor de Leocricia y otras. Leocricia esta vez sí se
presentó.
En otras ocasiones, como dijimos, no fue así. Entonces solía suplir su presencia física
con su célebre obra y su dulce poesía. Así, por ejemplo, envió un soneto para que fuese
leído en la Biblioteca Cervantes el 19 de marzo de 1912 con motivo de la celebración de
una velada literario musical en conmemoración de las Cortes de Cádiz. Leocricia no
acudió y lo leyó Antonio Rodríguez Méndez. Otro soneto fue enviado a la Sociedad
“Sangre Nueva”, para excusar su ausencia a un acto en el que fue invitada en 1914. Fue
leído por el afamado y polémico periodista Antonio Acosta Guión (1886-1972).
Otro poema titulado Deprecación fue leído en el Real Nuevo Club Náutico el 19 de
febrero de 1909. El acto, al que fue invitada pero no acudió, tuvo lugar para recaudar
fondos para los damnificados de los terribles terremotos que arrasaron Calabria y
Sicilia. La población se movilizó y la Sociedad “Amor Sapientiae” inició una
suscripción a beneficio de las víctimas. El alcalde Manuel Van de Walle y Pinto
organizó un baile de máscaras en el Circo de Marte. El periódico local Germinal
publicaba aquel soneto:
¡Oh, Dios del Sinaí, fuerte y celoso,
Que envuelto en la nube que la luz colora,
Ostentas en la diestra vengadora
De tu cólera el rayo poderoso;
Que al soplo de tu aliento rencoroso
LEOCRICIA PESTANA FIERRO (1853-1926) LA LEGENDARIA POETISA PALMERA
Infecundas la tierra productora
Lo mismo que al malvado, al virtuoso.
Calma ya de tu ira los rencores,
Vierta el iris de paz apetecido
Sobre las ruinas del inmenso osario
Sonrisa de celestes resplandores,
Y hoy que te llama un pueblo dolorido,
Responde por piedad, Dios del Calvario!”
La mencionada sociedad le hizo entrega a Leocricia del diploma de honor de socia de
mérito en una velada literario- musical celebrada el 7 de enero de 1904.
Fueron varias las cartas, tarjetas postales, artículos, etc. publicados por la prensa local
en la que ensalzaban su obra, en vida.
- Así, en el Germinal (1 de abril de 1904): “… y en nuestra patria es la mujer fuerte
sostén de un estado de conciencia que debe avergonzarnos y, por lo mismo debe la
mujer poner especial empeño en armarse de aquella de piqueta y aquella palanca. Vd.,
que manejando entrambas, ha cristalizado en inspiradísimas poesías la aspiración de
sepultar muy hondo y para siempre en el panteón de la historia, aquellos anacronismos
que nos empequeñecen y atraen sobre nosotros el menosprecio de los grandes pueblos
de Europa, merece el bien de la sociedad. Reciba por ello el testimonio de la
admiración de su afmo. Hermenegildo Rodríguez”.
- En el Islas Canarias (28 de octubre de 1909): “…entre la pléyade de artistas [en
Canarias], destácase como astro de primera magnitud la poetisa Leocricia Pestana,
quien a sus encantos femeninos une la virtud de la modestia (rara avis in hoc tempore),
gusto delicado y amplio conocimiento de la historia de amor…”
Su inspiración también le venía de su jardín y de sus flores, de sus adoradas glicinias…
Está sola porque es inconformista: vivió acompañada mientras duró su amor, el deseo,
el respeto, la complicidad, la inspiración… Sin embargo, debido a que el ayuntamiento
cubrió el canal de agua que pasaba por uno de los senderos que surcaban la finca, y ya
no pudo escuchar el murmullo del agua de aquella “maravillosa cinta de plata” –como
así llamaba al canal de agua en las noches de luna llena-, dejó de caminar por aquella
zona. Su espacio vital se iba acortando.
Suárez Bustillo escribe: “Siendo una persona afable y agradable en el trato, vivió sin
compañía próxima que la entendiese y se observó condenada a estar sola como refleja
en Mi Sueño, „y es que soñaba mi mente de mi valle en soledad‟”
El fallecido y recordado Jaime Pérez García recogía las palabras de la poetisa, ya en la
vejez de la solitaria dama del barranco, aquélla mujer menuda, muy incómoda para los
grupos de poder insular, aquélla que “al no ser significativa en política activa, se optó
por silenciarla”:
“No crea que me contraría que mis amigos me vengan a ver. Para mí es una alegría y
una satisfacción poder charlar con personas inteligentes. Mi apartamiento se traduce
LEOCRICIA PESTANA FIERRO (1853-1926) LA LEGENDARIA POETISA PALMERA
en misantropía y la calificación es injusta. Estoy casi sola porque no tengo quien me
acompañe. Aquí leo lo que me va llegando; dialogo con mis flores y con mis gatos, y
así, sin grandes inquietudes, veo pasar la vida. No frecuento la sociedad porque no sé
hablar de modas ni de otras cosas que no me interesan ni entiendo. Soy, como usted
verá, muy mujer pero detesto la frivolidad y chismografía. Sé que en torno mío se ha
tejido una leyenda y que se me considera muy diferente de lo que soy”.
Todos aquellas personas que ascendían la cuesta para oír a la ya viejecita Leocricia,
sobre todo niños y niñas, cuentan que la señora ya no se encontraba bien desde
mediados de 1925. La vital anciana ya se cansaba al leer sus composiciones poéticas y
se le veía fatigada cuando trataba de charlar animadamente sobre sus profundas ideas
liberales. Era una mujer culta y singular, lectora voraz y pensadora, progresista libreada
de las convenciones y corsés de una sociedad pequeña e injusta; solidaria con las
penurias de sus vecinos y “con las penas del prójimo en cualquier lugar del mundo”…
Ortega Abraham continuaba: “alabada en su valentía por sus correligionarios
republicanos y, en su caridad, por sus hermanos masones, cuyos derechos y
actuaciones defendió a cara descubierta y, además, una poetisa formada en el
romanticismo que, frente a la pulsión de los cantones, propugnó una patria amplia para
las gentes libres y de buena voluntad…” Leocricia intentaba repartir entre sus
embelesados invitados su rica espiritualidad trascendente… Sin embargo, ya empezaba
a respirar con dificultad.
En la mañana del 4 de abril de 1926, el sobrino político de Leocricia, José Francisco
Carrillo Lavers (1886-1961), fue mandado a llamar por la esposa del cuidador de los
terrenos de la “Quinta Verde”. La señora estaba muy preocupada porque, como era su
costumbre, había llamado a la puerta de la mansión entre las ocho y las nueve de la
mañana, y nadie contestaba. Doña Leocricia no daba señales de vida. Todo estaba
cerrado y en silencio. El familiar dio parte a la autoridad judicial y se autorizó el ingreso
en el domicilio. Allí se encontró muerta a Leocricia, “ruiseñor de la selva palmense,
timbre y prez de la isla que le vio nacer” (Padrón Acosta). Había fallecido de paro
cardíaco mientras dormía. Junto al cadáver, su querido gato, su inseparable amigo. En
un papel escrito a lápiz, sobre el velador, apareció la última voluntad de la poetisa. En la
firma aparecía: Leocricia Pestana de Carrillo. En el pedazo de papel, como si de una
premonición se tratara, se podía leer:
“Por si me muero esta noche, es mi voluntad que se me cubra con el vestido canelo de
seda que está en mi escaparate y la mantilla blanca que también está en él. La librería
será para la biblioteca Cervantes, es voluntad de mi marido y mía; lo que tiene mío
Don Silvestre Carrillo, se empleará en el cementerio civil y mis muebles se venderán y
se dará su valor a la masonería”.
De poco sirvió haber dejado su testamento. Poco se cumplió de acuerdo a él. Ni siquiera
un solo libro llegó a la Biblioteca Cervantes, ni el dinero llegó al cementerio civil.
El féretro bajó desde la casona de la “Quinta Verde” por un atajo serpenteante, y no por
la majestuosa escalinata de piedra, como ella siempre había deseado. Ortega Abraham
escribía en la prensa local: “…sin embargo, su deseo de abandonar la Quinta Verde por
la pina escalinata de piedra y la puerta almenada no se cumplió; acaso porque el juez
LEOCRICIA PESTANA FIERRO (1853-1926) LA LEGENDARIA POETISA PALMERA
que levantó el cadáver lo vio como un venal capricho; acaso porque, en aquel abril
lluvioso, el descenso del ataúd comportaba riesgos para los cargadores y engorro para
los deudos”.
Tras habérsele practicado la autopsia al cuerpo, éste fue depositado en el salón de actos
de la sociedad “Juventud Republicana”, situada en la calle Pedro Poggio. Actualmente
el solar donde se hallaba ubicada la fábrica señala el número 7. Siguiendo los deseos de
la difunta, se la enterró en el cementerio civil dos días después del óbito. Quería
descansar con los restos de su marido, al que jamás olvidó. Siempre le mandaba flores
con unos versos, muchos escritos en sus pétalos.
Fue inhumada en 1926. Es curioso cómo en 1930, los encargados del cementerio
confirman que no recuerdan dónde está enterrada. En el cementerio civil sus datos
nunca fueron registrados. Desapareció cualquier pista, cualquier vestigio. Y así hasta
nuestros días. La leyenda rodeó en la vida y en la muerte a esta ilustre dama, de la que
se decía, fue “mucho hombre esta mujer” (Gómez Wangüemert)
Así, una de las mujeres más preclaras que ha dado La Palma, solidaria, caritativa,
sonetista excepcional y célebre intelectual, abandonó –por fin- su amada “Quinta
Verde”, su amada Isla de La Palma, para desaparecer para siempre, dejándonos sólo una
estela de leyendas, un pequeño catálogo de poemas, tal vez muchos aún por descubrir.
Pérez García concluía su crónica sobre la legendaria poetisa:
“Desplegó Leocricia sus potentes alas y alcanzó las más altas regiones de la fama, del
público reconocimiento de la intelectualidad canaria como sonetista excepcional, de su
liderazgo como prototipo de mujer palmera, liberal y librepensadora”.
Gómez Wangüemert (1862-1942) había escrito –recogido por De Paz Sánchez-:
“…Para ella fue, algo así como una prisión la tierra de su nacimiento, a la que sin
embargo amaba, anhelando su redención. La Palma fue jaula en la que apenas trinó
públicamente, dolida de la indiferencia y de la estulticia de cuantos no supieron o no
quisieron comprenderla y quererla. En la intimidad de su retiro que era templo para
nosotros, fueron pocos los devotos, pocos los que conocieron su fortaleza, su hombría,
su indignación frente a determinados problemas religiosos, sociales y políticos. Y
fueron pocos, también, los que de vez en vez, escucharon reverentes de entusiasmo, sus
sonoros y limpios versos, palpitantes de rebeldía…”
El Ayuntamiento de la capital palmera perpetuó el nombre del “más grande de los
poetas femeninos de Canarias” al inaugurar una calle en el Barrio de Benahoare el 31
de mayo de 1984. Curiosamente, es así como se llamaba entre los masones a su
hermano Segundo Gabriel. Hermano y hermana, por fin, juntos para siempre.
Para Domingo Acosta Guión (1884-1959), poeta librepensador de gran fecundidad, ella
fue:
“…Solitaria de un mundo espiritual,
Se remontó al azul del ideal
LEOCRICIA PESTANA FIERRO (1853-1926) LA LEGENDARIA POETISA PALMERA
Como algo que se esfuma o que se pierde…
¡Y se durmió en un sueño de justicia!
¡El último embeleso de Leocricia
En el misterio de su “Quinta Verde!”
Isla de La Palma publicaba en 1909 un extenso artículo sobre la señora, que terminaba
así, como nuestro trabajo:
“…Leocricia Pestana: yo te saludo. Al entrar con vacilante paso en los intrincados
caminos de la vida, llama poderosamente la atención tu sobresaliente figura, que ni tu
excesiva modestia ni el destierro al que voluntariamente te has condenado, han podido
oscurecer en lo más mínimo. Yo quisiera poseer la pluma de Víctor Hugo, de Lamartine
o de Galdós, la inspiración de Zorrilla, de Lope de Vega o Espronceda para escribir tu
biografía y decir a las generaciones venideras: He aquí a Leocricia Pestana;
enaltecedla, no borréis jamás su nombre de los anales de la Historia, enseñad a los que
os sucedan a rendir culto ferviente a su memoria. Palmira, febrero 27”
Son varias las personas que, tras su muerte, decían haber visto en la mansión y sus
jardines algunas luces y extrañas siluetas, incluso a una figura de mujer vestida de
blanco con un candil encendido por entre las palmeras en noches de luna llena… la
leyenda se iba alimentando de generación en generación… al igual que llegó el “lugar
de búsqueda de tesoros secretos a cargos de desesperados y listos de turno que cavaron
las paredes, las fuentes y pozos secos, los jardines y paseos enmarañados que rodearon
la imponente mansión”.
Por todo lo dicho, y sobre todo, por todo lo que no se ha dicho, Santa Cruz de La Palma
debería de albergar una congregación anual cada 4 de abril de todas las poetisas y ¿por
qué no también poetas? ¿y por qué sólo canarios? como perpetuo y merecido homenaje
a la gran Leocricia Pestana Fierro, la “Dama vestida de blanco”, una extraordinaria
figura injustamente olvidada de nuestra Historia.
BIBLIOGRAFÍA
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Tenerife, 1998
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2003.
- Idem. Plecto masónico. Una antología poética. Ediciones Idea, Santa Cruz de
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marzo de 1982)
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Germinal, Santa Cruz de La Palma, (1 de abril de 1904), (20 de febrero de 1909), (25 de
enero 1910)
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Islas Canarias, (28 de octubre de 1909)
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IV, Excmo. Cabildo Insular de La Palma, 2011
ORTEGA ABRAHAM, Luis. «Leocricia Pestana», Diario de Avisos, (7 de abril de
2010)
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Cultura de Tenerife, Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, 1966
PÉREZ GARCÍA, Jaime. Fastos Biográficos de La Palma (3 tomos), Servicios de
Publicaciones de Caja Canarias, La Laguna – Santa Cruz de La Palma, 1985-1998
- Idem. Una mujer de leyenda. Leocricia Pestana Fierro, Crónicas Canarias, tomo I,
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SUÁREZ BUSTILLO, Jesús. Leocricia Pestana. Aproximación histórica, social y
psicológica. Poemas (1853-1926), Madrid, 2010