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Política y subjetividad
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Rotzitchner afirma que, en la actualidad, la filosofía se ha convertido en un saber
institucionalizado y lxs filósofxs piensan sobre los que otrxs filósofxs pensaron
anteriormente pero no lo hacen sobre lo que ocurre en la actualidad. Esto es debido a
que prefieren adaptarse a la institución y no poner en riesgo su situación. Y sin
embargo, es en la Universidad donde deberían ponerse en evidencia los grandes
problemas que el país vive y, por extensión, los del resto del mundo. Y son
precisamente aquellas personas que han tenido el privilegio de acceder al saber y están
mantenidas, mal o bien, para llevar a cabo la tarea de enseñar, y también la de aprender,
las que deberían elaborar colectivamente sus análisis y mostrar al resto de la sociedad la
verdad. Así pues, ante esta oligarquía del poder institucionalizado, ¿qué podemos
esperar de otros organismos privados?
La realidad de la que este saber institucionalizado se ha desentendido, pero que no ha
podido ocultar, nos muestra la existencia de un excedente de personas que la lógica del
sistema de dominación y organización actual no puede asimilar y que, según sus propios
cálculos, (los que elabora la doctrina neoliberal), comprende entre un 15 y un 20% de la
población mundial. Hoy, este porcentaje arroja un total de entre 1.000 y 1.500 millones
de personas que, en palabras de José Saramago, “son para desechar”. Este análisis,
resultado del sometimiento del ser humano a la rentabilidad económica, fue llevado a
cabo ya en los años noventa por organismos como el Pentágono, tal como expone
Vicente Romano en su libro La formación de la mentalidad sumisa, y que expresa en
los siguientes términos: “Para este Nuevo Orden Internacional ya no existe el Tercer
Mundo1. Ahora se habla de países obsoletos, esto es, que han quedado fuera de la
historia y, por lo tanto, deberían desaparecer; y de poblaciones excedentes, de millones
y millones, (mil, según los viejos cálculos del Pentágono), de seres humanos que ni
siquiera valen para ser explotados, que molestan al sistema.”2
1 Según Hannah Arendt, el Tercer Mundo no ha sido nunca una realidad, sino una ideología.
2 Esto nos lleva a preguntarnos, entre otros aspectos, por el sentido de las políticas de incremento de la natalidad que
se están llevando a cabo en Occidente, dado que la población mundial aumenta sin cesar mientras el índice de
natalidad es cada día más bajo, y esto también sucede en países donde no se han diseñado programas para reducirla,
como sería el caso de Irán, entre muchos otros. Esta aparente contradicción no es tal i responde al aumento
generalizado de la esperanza de vida que hace que cada día “coincidamos” más personas en el mundo y explica
porqué, a pesar de haber menos nacimientos, el número de habitantes del Planeta sea cada vez mayor. Se llama
Desarrollo Humano: una democratización de la vida en todas sus etapas conseguida gracias a la gran inversión de
recursos sanitarios y educativos desde el nacimiento, lo que ha aumentado la calidad de la vida en todos los grupos
sociales. Esta revolución demográfica que vivió Occidente hace dos siglos, se dio en España hace sólo 100 años: en
1900 la esperanza de vida no superaba los 34 años y hoy está por encima de los 80 años. Hay que añadir, no obstante,
que el índice de natalidad, a pesar de haber descendido considerablemente, es más alto en aquellos países cuyos
gobiernos incentivan con ayudas reales y efectivas a quienes desean tener hijxs y, también, que a pesar de los grandes
progresos conseguidos, el grupo social más alto vive una media de 10 años más con respecto al grupo social más
bajo. Podemos resumir la situación con las palabras del demógrafo Julio Pérez Díaz: “Lo que ha ocurrido con la
demografía española y mundial es una auténtica revolución en la manera que tienen las poblaciones de
reproducirse, que ha elevado radicalmente su eficiencia cambiando cantidad de nacimientos por duración de las
vidas, y liberado a la mujer de la ancestral sujeción al poder político, familiar o conyugal en su calidad de
“fabricante de nuevas personas” “Así pues, estas nuevas políticas natalistas responden a rancias expectativas
nacionalistas e imperialistas de siglos pasados o, como en el caso de España, a ideologías de regímenes fascistas muy
recientes.
En este estado de cosas, y tal como afirma Rozitchner, si la filosofía quiere pensar algo
no puede distanciarse de la realidad de la cual participa. La racionalidad es el modo de
pensamiento que organiza la totalidad de las relaciones del ser humano con el mundo y,
por lo tanto, constituye las categorías con las que unx piensa la realidad y la organiza.
Nosotrxs pertenecemos a un sistema determinado: la racionalidad del Occidente
cristiano. Esta razón que nos caracteriza, que es el fundamento de nuestra conciencia,
tiene su origen en la Grecia clásica. La crisis de racionalidad que está atravesando
Occidente se debe a que estamos pensando con aquello que no nos sirve para pensar lo
que está pasando realmente. ¿Y por qué y qué explica esto?
A partir de Copérnico y, sobre todo, de Galileo (s. XVI y XVII), considerado este
último responsable del nacimiento de la ciencia moderna, comienza la racionalidad
occidental. En ese momento, la verdad es exclusiva de la Iglesia: es la que tiene la
potestad de decidir lo que es verdadero y lo que es falso. Y la teoría heliocéntrica
formulada por Copérnico y desarrollada por Galileo ponía en cuestión el magisterio de
esta institución, así como las creencias populares. Galileo es obligado a abjurar y para
salvar su vida argumenta por escrito, en uno de sus libros, que la ciencia únicamente
pretende elaborar un cálculo lo más aproximado posible sobre distintos aspectos de los
astros y la rotación de la Tierra, y añade que la verdad es exclusiva de la religión. De
manera que establece una forma de entender la ciencia alejada y desligada del ser
humano; el saber científico, de acuerdo con Galileo, no se ocupará más de la verdad
referida al ser humano, ya que es y seguirá siendo una cuestión que sólo atañerá a la
Iglesia.
Pero yo soy un ser físico, biológico, histórico y humano de manera indisoluble e
inseparable, (a no ser que, por abstracción, analice separadamente alguno de los
aspectos que me caracterizan y definen para luego reintegrar, de manera inmediata, la
parte analizada a su totalidad). La ciencia perdió este punto de partida fundamental, en
el cual el ser humano sería el origen del pensamiento y tenía que estar presente para
determinar toda aproximación parcial a esta totalidad, a esta unidad que es la propia
corporeidad. A partir de este corte, la ciencia ha comenzado a dividir, a separar, a
destruir esa unidad fundamental que da sentido a cada parte que se intenta conocer de
ella, que pertenece a un todo indisoluble que es imposible negar como punto de partida.
Cada unx de nosotrxs es núcleo de verdad histórica: sin cada unx de nosotrxs el sentido
de la historia, la realidad de la historia, no existiría, porque participamos de ella y
tenemos que volver a pensar todo lo que ya se ha pensado con anterioridad, en la
medida en la que somos seres pensantes con una vida que tiene una capacidad y un
arraigo.
Lo obvio, cuando lo analizamos, nos lleva más lejos de lo que pensábamos. Cuando
nosotrxs pensamos sobre lo que otrxs pensaron anteriormente, (eso que pensamos que
pensaron lxs demás), sino pasa por darle lugar en nosotrxs mismxs, es un pensamiento
de nadie y, por lo tanto, cualquiera puede afirmar cualquier cosa sin que sea refutable ni
tampoco válida. Esta situación nos lleva a una especie de verdad anónima que parece
que pertenece a todxs pero que, en realidad, sólo pertenece a unos pocos que dominan la
sociedad.
Para evitar esta situación, tenemos que revalidar la posición del sujeto. Volver a
revalidarnos cada unx de nosotrxs como necesarixs para poder hacer que algo exista y
que eso pueda llamarse verdad en el campo histórico, en el campo humano. Este
proceso precisa una actualización, una activación, una preparación, que puedan hacer
que creamos en nosotrxs. Es decir, revalidar una capacidad que el sistema ha tratado de
destruir a través de la educación, la desinformación, la literatura de ocio, etc. Y lo ha
hecho para que esa capacidad no sirva como ese fundamento, como ese lugar de
creación de riqueza, (no en el sentido capitalista), donde se elabora la verdad y que tiene
que contar necesariamente con nuestra propia experiencia y nuestra propia puesta en
juego para poder hacer que el sujeto, como un todo, emerja dando sentido a aquello que
lxs demás puedan aceptar como válido o no.
El ser humano, para estar en el mundo, ha tenido que enfrentar 4 situaciones límite, en
el sentido de estar limitadxs por ellas y no poder ir más allá. Su formulación es una
forma de aproximarnos a este mundo para entenderlo:
La relación del ser humano con otros seres humanos. La primera relación se
establece con la madre. Dentro del mundo, hay otros seres humanos y yo no
puedo ir más allá de esta situación. Unx puede retirarse al desierto y convertirse
en un anacoreta, pero antes ha tenido que retirarse del mundo social, donde ha
sido cuidado y ha aprendido a subsistir. De manera que, aunque unx se retire del
mundo social, los otros seres humanos siguen existiendo bajo la forma de la
negación.
La relación del ser humano con la naturaleza. Yo soy ser humano en la
medida que soy cuerpo, pero al mismo tiempo tengo que estar en una relación
continua de intercambio con los otros cuerpos de la naturaleza para poder vivir,
para poder alimentarme, en un continuo laborar y transformar la naturaleza. Yo
no puedo no ser un ser determinado por la naturaleza.
La relación con el cosmos. Es el anuncio de un más allá de la Tierra que la
rodea y limita: alzamos la mirada y nos encontramos con el cielo, el sol, las
estrellas, la luna y, por tanto, también nos encontramos con nuestra propia
situación.
La relación con el futuro. El ser humano no sería un ser humano sino
proyectara frente así el tiempo del presente que abre el futuro como sentido que
viene del pasado. El futuro y el pasado no existe sin el presente. Es nuestra
memoria.
¿Qué estamos haciendo para particularizar estas 4 situaciones límite tan
generales?
Utilizar la mediación cultural, que determina desde nuestro nacimiento el modo en que
nosotrxs nos vamos a relacionar como seres humanos con otros seres humanos. La
cultura ha elaborado una respuesta cultural e histórica a esta relación. Nadie se relaciona
inmediatamente con otros seres humanos, con la naturaleza, con el cosmos, con el
futuro. Para poder hacerlo ha de haber una mediación y esta mediación es la mediación
histórica y cultural. Cada Historia, cada cultura, es particular: tiene una forma
determinada de elaborar esta respuesta y hace que el sujeto que comienza a incorporarse
al mundo lo viva de determinada manera.
Cuando se comparte una misma cultura, el nivel convencional separa entre sí las 4
respuestas a las 4 situaciones límite. Cuando vemos a otro ser humano, no pensamos en
él en términos de su relación con la naturaleza ni con las otras 3 situaciones límite y, no
obstante, deberían estar presentes. Por ejemplo: cuando veo a un obrero pienso en el
lugar que ocupa en la sociedad pero no en su relación con las 4 situaciones límite. Ese
hombre tiene un acceso a la naturaleza distinto al mío, no la disfruta como yo;
seguramente no disfruta de su cuerpo en términos de disfrute sino de sacrificio; sus
hijxs puede que tengan un expectativa de vida diferente a lxs míxs; probablemente su
alimentación no sea como la mía, etc. Cuando estoy en un nivel convencional, no me
pregunto por la relación con las 4 situaciones límite de otros seres humanos.
Lo que la cultura elabora en las relaciones convencionales son modos de bien estar, no
de estar bien, y no nos damos cuenta que, sea cual fuere la situación, nuestro bienestar
tiene que ver con el malestar de otra persona, porque ese interrogante que afronto en mi
relación con el/la otrx, no forma parte del interrogante que la cultura me ha enseñado a
formular cuando yo pienso en la relación de un ser humano con otro ser humano.
Estamos instalados en una realidad en la que vivimos partidxs, donde las relaciones
están de tal manera cortadas que nos impiden establecer la conexión de pensamiento
entre la 4 situaciones límite de todo ser humano, de manera que sea posible pensar qué
le pasa al otro ser humano que veo sin darme cuenta de lo que está viviendo. Tal es el
entumecimiento que nuestra sensibilidad no tiene la capacidad de sentir a aquél/aquella
que está condenadx a vivir de la forma más miserable y que, sin embargo, está o pasa
por mi lado sin que pueda realmente verlx.
Así mismo, en nuestro mundo convencional, la transformación de la naturaleza que ha
dado lugar a la construcción de estancias, muebles, etc., es decir, que transformó la
naturaleza en cultura, no hace presente en lo elaborado el origen del cual proviene.
Cuando veo la luz eléctrica que ilumina la estancia en la cual me encuentro, no pienso
en la empresa que expropia y explota los recursos naturales negando la electricidad a
muchas otras personas. Yo, al ver la luz, no veo esa expropiación de las riquezas
nacionales y, sin embargo, debería estar presente en ella. El nivel convencional oculta el
origen de la naturaleza de la cual proviene y la transformación tecnológica que sufrió.
En nuestra relación con el cosmos, lo que ha hecho la cultura históricamente es evitar
que nos angustiáramos con la inmensidad del cielo, (Pascal decía al respecto: “la
soledad de los espacios infinitos me aterra”), de manera que podamos vivir tratando de
no darnos cuenta, de no sentir, la angustia de la infinitud que atraviesa la finitud de la
propia vida.
Para enfrentar las 4 situaciones límite, la cultura elaboró su respuesta de manera que los
seres humanos se distanciaran de la experiencia fundante de las relaciones límite, para
poder vivir en una situación hogareña que distanciara la angustia por la muerte que nos
hizo enfrentar estas 4 situaciones y tratar de crear un lugar hogareño, como hogareña es
toda cultura para los seres humanos. Ninguna respuesta de la cultura trata de conectarse
con las otras tres respuestas.
El nivel fundante es el intento desde el sujeto de tratar a recuperar el origen que aparece
presente cuando somos capaces de sostener y enfrentar la angustia primigenia y que nos
muestra el carácter relativo de la respuesta cultural. Porque vivimos el nivel
convencional como si fuera absoluto y no relativo, que es como realmente es. Todxs nos
quedamos en el nivel convencional porque, si vamos más allá, nos podemos angustiar
porque nos vamos a encontrar con el sentido de la muerte. Y aceptamos que todo sea
como es: las relaciones humanas precarias, la injusticia de la justicia, etc. Y todas estas
relaciones humanas están sostenidas por la amenaza de muerte, ya sea por la angustia
primigenia o por la que el sistema insiste en hacer patente y que está en el origen de esta
situación convencional. Las respuestas convencionales están acentuadas y difundidas
por el colegio, la universidad, los medios de comunicación, la política,… Necesitan que
nos asentemos en lo convencional porque saben que si instauran esta angustia de muerte
como fundamento del miedo que cada unx siente de ir más allá, el sistema va a
funcionar y se va a apoderar de nuestra voluntad para que todo siga siendo como es.
No podemos disfrutar de la finitud de la vida porque nos angustia su carácter efímero. Y
encubro y dejo de pensar en eso que me espera realmente. Nuestra sumisión a lo
establecido está marcada por la aceptación del nivel convencional. La angustia es el
fundamento de nuestra relación con el mundo que la cultura ha encubierto para poder
vivir en un nivel convencional. Volver al nivel fundante consiste en actualizar en
nosotrxs mismxs esa angustia primera que en algún momento hemos sentido,
especialmente durante la niñez y la pubertad; este nivel siempre ha estado presente en
nosotrxs y puede emerger en otro momento, volviéndolo a tapar.
Cuando yo afirmo que soy un ser humano, estoy afirmando 3 campos de totalidades: el
campo de la totalidad de lo físico, de lo biológico y de lo humano e histórico. Sin
embargo, todxs hemos nacido dualistas, debido a que nuestra cultura occidental
cristiana así lo ha determinado al dividir el mundo del ser humano en dos: el de lo
natural y el de lo espiritual. La cultura es tan concluyente, tan definitiva, que inhibe,
por ejemplo, que unx pueda pensarse como el resultado de la relación sexual de sus
padres. Pensar en esa relación es imposible para muchxs: es pensable en el sentido
puramente racional, pero la cultura imprime en el cuerpo una imposibilidad, una
imposición, que relega la relación sexual de lxs progenitorxs a lo impensable.
Este es un ejemplo simple de la imposibilidad de pensar ciertas cosas fundamentales a
partir de la respuesta cultural. El individuo que piensa en sí mismo como una persona
dividida, tampoco puede pensar en la relación existente entre las 4 situaciones límite.
Este sujeto, cuando pasa al nivel de la ciencia, también da respuestas convencionales en
el campo científico. A la ciencia elaborada hemos de preguntarle, previamente, cuales
son los supuestos de los cuales parte, porque no relaciona las distintas ramas de la
ciencia y no las considera como un todo integrante del ser humano. Y el ser humano, así
concebido, está dividido en dos mundos. Existe, no obstante, un tránsito a la experiencia
cultural del monismo. Pero la fuerza individual, por más que piense lo más profundo, si
queda limitada a su cuerpo, no puede hacer absolutamente nada: es estéril y está
condenada al fracaso. El pensamiento se ha de compartir y se han de elaborar respuestas
colectivamente.
Nuestra cultura cristiana occidental separó al hombre y a la mujer, al padre y a la madre.
Es la única cultura que no admite la existencia de mitos a pesar de estar llena de ellos.
Únicamente en ella, la mujer alcanzó la negación de la madre gestadora a través de la
virgen María, que es la madre virgen que no concibió relación con un hombre. Por lo
tanto, es un cuerpo desvalorizado, lavado, frío, frígido. Así, esa madre tiene un hijo que
está condenado, en tanto eterno, a morir. Y sobre esa concepción negadora de todas las
cualidades sensibles, corporales y sobre todo sexuales, (que es expresada en el pecado
original), se ha hecho posible un sistema productor de cuerpos y objetos determinados
por la cantidad y no la cualidad. Los cuerpos despreciados de la vida humana convertida
en naturaleza es justamente lo que en el capitalismo se convierte en mercancía. Y es por
eso por lo que es impensable la existencia del capitalismo sino está unida
necesariamente al cristianismo, cuya concepción de la naturaleza y de la cultura estuvo
en el origen de lo que vivimos hoy.