Leonardo Castellani DOMINGO DE RAMOS

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    LEONARDO CASTELLANI

    DOMINGO DE RAMOS

    EL EVANGELIO DE JESUCRISTOVrtice, Buenos Aires 1997, pp.156-158

    Mt. 26, 1-75; 27, 1-66 | 1956

    En el Domingo de Ramos se lee durante la misa y la gente no sabe lo que pasa la Pasin

    segn San Mateo*

    ; y en el curso de la Semana Santa se leen las otras tres Pasiones; la de SanJuan, se canta. La Iglesia quisiera que toda esta Semana se recordara de continuo y meditara

    la Pasin de Cristo. Pero para poder hacer eso, hay que ser fraile.

    La Iglesia quisiera que se meditara la Pasin de Cristo toda la vida; que eso significan los

    Crucifijos; y los Calvarios que se yerguen sobre todas las montaas y lomas en los pases

    catlico-germanos de Europa; meditacin a la que no puede agotar ninguna vida de hombre.

    La actual devocin al Corazn de Jess significa lo mismo: es la pasin de Cristo

    contemplada en el interior, es decir, en sus afectos, que fueron infiernados; y en su causa, que

    fue el Amor; el amor no correspondido. Es decir, los dolores del alma. San Juan es el scriba

    animae Christi, el notario del corazn de Jess.

    Haremos dos comentarios de la Pasin y Muerte de Cristo: uno sobre los dolores de su

    alma sobre lo cual escribi un sermn inmortal E. Newman y otro sobre la legalidad de la

    muerte de Cristo. Hoy da, despus del historiador Gibbons, muchos escritores impos sos-

    tienen que la muerte de Cristo fue legal.

    * Corresponde al Misal tradicional que utiliz Castellani, en 1956. Al presente ao (2013) corresponde, de acuerdo alos nuevos ciclos, el ciclo A y se lee el evangelio de Lucas: 22, 14-12. 56 [Nota del editor]

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    Los dolores fsicos de Cristo fueron extremos: una verdadera tempestad de horrores. Un

    da de intenso trabajo, el rito de la Pascua, el largo y emotivo Sermn-Testamento despus del

    lavatorio de los pies: todos pedan una noche de sueo; sigui la larga subida al Olivar desde

    la otra punta de la ciudad, rodeando el Templo; la bajada al Cedrn y la subida a Getseman,

    la doble oracin del Huerto en la cual sud sangre; y el apresamiento lleno de brutalidades;que no otra cosa significan el machetazo de Pedro a Malco y la huida despavorida de los

    Apstoles. Despus sigui la parada ante el Sanedrn y la bofetada; y las inmundas vejacio-

    nes, ultrajes y golpes en la galera de la Curia Sinagogal. Al amanecer Cristo tena que estar

    desmayado o muerto; y entonces comienza la real pasin: le quedaban todava doce horas de

    torturas sobrehumanas, a saber, los paseos horribles por toda la ciudad, los azotes a la co-

    lumna que ellos solos producan la muerte en muchos casos, la coronacin de espinas, el

    acarreo de la cruz, el enclavamiento, y las tres horas de espantosa agona. Hasta la ltima gotade sangre. Despacio, diablicamente graduado.

    Los dolores de un hombre son una funcin de su sensibilidad; los dolores fsicos al fin y al

    cabo desembocan en la conciencia, la cual les da su tercera dimensin: por eso un dolor fsico

    cualquiera es infinitamente mayor en un hombre que en un animal. Y por eso la pasin fsica

    de Cristo, aunque la suma de las torturas no hubiese sido casi infinita, hubiese sido a causa de

    su exquisita sensitividad casi infinita; porque Cristo representa con respecto a nosotros algo

    como nosotros con respecto a un animal. Cristo tena una cuarta dimensin.

    Hay hombres que han sufrido horrores en su vida estando casi inclumes exteriormente: a

    causa de su sensitividad. El filsofo Kirkegor, por ejemplo; yo no he vacilado en estampar

    hace poco a su propsito la frase sagrada: enclavaron sus manos y sus pies y contaron todos

    sus huesos. Y sin embargo Kirkegor fsicamente no sufri mucho: tena una pequea renta

    para vivir, no tuvo enfermedades agudas, su wouldbe suegro lo amenaz una vez con un

    puetazo pero no se lo dio, su gigantesco trabajo de escritor que en 8 10 aos produjo una

    obra que en la actual edicin alemana tiene 52 tomos estaba compensado por el gozo de la

    creacin de obras geniales... Pero Kirkegor era un melanclico, tena los nervios de un gran

    artista; y lastimados encima. La lectura de suDiario lo pone poco a poco a uno delante de los

    dolores de Job; y uno se queda pasmado delante de un verdadero abismo de paciencia. Fue

    ciertamente un crucificado.

    La pasin del Cristo se abre y se cierra con dos frases de dimensin infinita, que indican

    los dolores del alma de Jess, que slo l poda conocer. Al comenzar dijo: Mi alma est

    triste hasta la muerte; y al terminar dijo: Dios mo, Dios mo por qu me has abando-

    nado?. Estas palabras responden al grito que puso en sus labios el profeta: Todos los que

    pasis por el camino, atended y mirad si hay dolor comparable a mi dolor.

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    Estas palabras designan un dolor abismal, casi infinito: la Muerte y el Infierno, que son los

    dos males supremos hijos del Pecado. Porque el sentirse real y verdaderamente abandonado

    por Dios, eso es el Infierno. Y Cristo no exageraba ni menta.

    La primera sangre que derram Cristo no se la arrancaron los azotes: se la arranc la tris-

    teza. Empez entristecerse y a atediarse y a terrorizarse, anota el Evangelista. Vieron visi-blemente los Apstoles en el gesto de Cristo esos tres monstruos (Tristeza, Tedio y Terror)

    que cayeron sobre l al ingresar en el Oliveto; y la respuesta del Maestro a su muda o hablada

    interrogacin fue descubrirles su alma triste hasta la muerte. La aprensin imaginativa de

    un gran peligro o un gran dolor y ms de un dolor irremediable suele atormentar a veces

    ms an que el mismo hecho: a muchos los ha llevado a la desesperacin y al suicidio. sa es

    la condicin del hombre; pero esa condicin, que nos ha sido dada para que luchemos y

    evitemos la catstrofe, a Cristo le fue dada para mayor tormento. Y era su sudor como sudorde sangre que corra hasta la tierra, empapadas las vestiduras por lo tanto. Prpura real.

    Quin es ste que viene desde Esrom, enrojecidas sus vestiduras como vestiduras de rey?.

    La tristeza de Cristo tena tres races: 1) el Universal Pecado que haba asumido como

    Cordero Sacrificial pesando asquerosamente sobre su conciencia santsima; 2) la previsin de

    todos los horrores prximos con la violenta y frustrada voluntad de rehuirlos y evitarlos; 3) la

    visin clarsima de la ingratitud de la humanidad. Quae utilitas in sanguine meo? (Para

    qu ha servido mi sangre?). Judas!

    De nosotros depende que haya servido o no.Podemosconsolar el corazn de Dios.

    Comenz a entristecerse... Esa tristeza fue aumentando hasta el final, hasta llegar al grito

    de los condenados. Los Apstoles no vieron ms que la entrada al abismo. Ms all ningn

    hombre puede seguir al Hombre-Dios.

    Es cuestin de recordar la frase ingenua y temeraria del paisano: Si esto que dicen los

    curas es verdad, y todo eso fue por m, yo tengo que hacer alguna cosa muy brava por vos.

    DOMINGUERAS PRDICAS

    Jauja (Instituto Leonardo Castellani), Mendoza 1997, pp.99-103

    Mt. 21, 1-9 | 1965

    En la misa de hoy la Iglesia lee elPassio, o sea la Pasin segn San Mateo, empezando por

    la entrada de los Ramos, el Domingo, primer da laborable de la semana para los judos.

    La Pasin de Cristo se predica el Viernes Santo; y la verdad es que yo no me animo a

    predicar la Pasin en 10 minutos; de manera que hablar solamente del comienzo, la entrada

    triunfal en Jerusaln pblicamente y formalmente como el Mesas.

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    ste es el final de la campaa de Cristo llevada a trmino con una singular energa. Como

    hombre y como hroe (digamos, comojefe), Cristo tena tres cosas que hacer: 1) corregiry

    completar la Ley de Moiss; 2) manifestarse como el Mesas esperado; 3) redimir a los

    hombres del pecado por su Pasin y Muerte en Cruz; eso hizo durante su vida pblica, y puso

    el broche apretado en esta ltima semana: las dos primeras, el Domingo, Lunes, Martes,Mircoles y Jueves; la ltima, el Viernes, en unas 15 horas.

    Hay tantas cosas en estos das, que parece imposible haya habido tiempo; pero es que los

    Evangelistas en este punto anotaron simplemente todo. En general, Cristo en estos das

    predic en el Templo y por la noche se fue a orar al Oliveto; pero el Domingo se fue a Betania

    al atardecer, y el Mircoles parece haber permanecido oculto. El Martes Santo es el da

    colmado de cosas y tambin el Jueves.

    Las cosas son principalmente stas: la Segunda Limpieza del Templo y despus milagrosen el Templo y choque con los Sacerdotes cuatro parbolas importantes, terminativas, acerca

    de la condena de Israel y del fin del mundo; el lloro sobre Jerusaln y el Sermn Parusaco;

    cuatro discusiones con los Fariseos y los Saduceos que le hacen cuestiones insidiosas; la

    tremenda condena e imprecacin contra el farisesmo, llamada el Elenco contra Fariseos, o

    sea los Ocho Ayes; y despus la preparacin de la ltima Cena al mismo tiempo que la

    condena a muerte, secreta, de los Pontfices, y el pacto con Judas. Los Magnates de Jerusaln

    haban encontrado por fin el modo satisfactorio de la perpetracin del crimen.

    Todas estas cosas no son casuales, siguen tranquilamente el designio de Cristo; Cristo

    cierra su campaa. La entrada triunfal en la Capital no fue casual: Cristo la prepar: mand a

    sus discpulos a buscar la asna y el pollino sobre el cual mont; saba dnde estaban, y los

    Discpulos fueron avisados de decir al dueo: El Maestro los necesita... Mira, Jerusaln, tu

    Rey viene a ti / Pobre y manso / Montado en un pollino / Hijo de la que est bajo yugo, haba

    predicho el Profeta Zacaras. El burro no era montura desdorosa en Palestina, donde no hay

    caballos; era incluso montura de los Reyes: burros y mulas de gran alzada: la mula del Rey

    David, la mula de Santa Teresa, la mula Malacara del Cura Brochero.

    Los Discpulos comenzaron la aclamacin y comenzaron a avisar a las gentes, las cuales

    fueron aumentando en todo el camino desde el Cedrn, y al llegar al Centro eran muche-

    dumbre, dice el Evangelista. Y la aclamacin era dirigida al Mesas: Bendito el Hijo de

    David; he aqu que entra el Rey, el designado de Dios, frases que tenan un solo significado

    entre ellos. Los Discpulos crean que haba llegado el Triunfo definitivo, la restauracin del

    Reino de Israel con Cristo como Rey y ellos como Ministros.

    Cristo no resisti a esta aclamacin, antes bien, al contrario, la prepar: era necesaria a su

    misin. Dos veces los sacerdotes le mandaron que hiciese callar a su gente, que andaba pro-

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    firiendo (segn ellos) disparates y blasfemias. La primera vez Cristo respondi: si yo acallo a

    stos, hablarn las piedras. La segunda vez: No habis ledo en la Escritura: De la boca de

    los nios y de los lactantes yo sacar una perfecta alabanza?, dando a entender que los que

    aclamaban eran gente sencilla y humilde comparable a nios; con, por supuesto, una cantidad

    de chiquilines barulleros y gritones, como suele suceder. Pero su alabanza era perfecta esdecir, verdadera.

    La multitud no era perfecta: nunca lo es. Aqu hay una cosa importante: no es la misma

    esta multitud que la otra del Viernes Santo que pide la muerte de Cristo. El exgeta de la

    Escritura tiene que ser un poco detective, es decir, considerar el conjunto de los hechos y

    dese conjunto deducir otro hecho que no est all, como Sherlock Holmes. Los autores dicen

    vulgarmente que era la misma muchedumbre, todo el pueblo de Jerusaln, como la revista

    Esqui: no fue as; los partidarios de Cristo se asustaron y se escondieron; por eso dije no eranperfectos.

    Yo mismo puse en mi libro una reflexin que es falsa: Vean cmo es el pueblo de voluble

    y cambiadizo; hoy aclama a uno como Rey y maana desea asesinarlo, como a Hiplito Yri-

    goyen. Eso pasa a veces desde luego; y el poeta Robert Browning hizo un hermoso poema

    sobre este tema. Pero aqu no fue el caso: los que gritaron: Crucifcalo, crucifcalo el Vier-

    nes no eran los mismos que haban gritado: Hijo de David el Domingo. Eran dos fracciones

    del pueblo de Israel.

    Aqu se ve una cosa importante: la gravedad de la cobarda de los Apstoles y de San

    Pedro. Antes a m me pareca que el pecado de San Pedro no era tan grave como para llorarlo

    toda la vida: haber negado a Cristo por miedo delante de una criada y cuatro soldados. Ahora

    no: pues si los partidarios de Cristo no se hubieran empavorecido podan haberlo librado de la

    Crucifixin, simplemente repitiendo lo del domingo pasado; ni siquiera era necesario derra-

    mar sangre. Pero la multitud no obra sino dirigida por jefes; los jefes naturales de los parti-

    darios de Cristo eran los Apstoles; y el jefe de los apstoles era San Pedro. Si San Pedro en

    vez de huir despus de cortar la oreja a Malco, hubiese dado instrucciones a los Apstoles y

    ellos hubiesen corrido entre el pueblo avisando que haban aprehendido a Cristo con muy

    malas intenciones

    otro gallo nos cantara

    mejor que el que nos cant.

    Pedro era la cabeza de la Iglesia; y la ley que Cristo haba puesto a su Iglesia era que sus

    discpulos deban dar testimonio dl. Si yo por caso dijere desde el plpito un error o unahereja (Dios me guarde) no es lo mismo que si el Papa la dijera desde su ctedra lo cual

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    En suma, Cristo tena que hacer la imposible conjuncin del invierno y de la primavera; y

    as junt aqu en menos de tres das el invierno y la noche oscura con el amanecer de la

    alborada de la Resurreccin. Que para l no fue amanecer sino pleno da, pero para nosotros

    es amanecer.

    DOMINGUERAS PRDICAS II

    Jauja (Instituto Leonardo Castellani), Mendoza 1998, pp.107-111

    Mt. 21, 1-9 | 1963

    El Evangelio de hoy es el de la entrada triunfante de Cristo en Jerusaln, que narran los

    cuatro Evangelistas, dndonos un cuadro completo. Es un triunfo, pero es un triunfo humilde,

    tal como haba dicho el Profeta Zacaras:

    Algrate con alegra grande, hija de Sin! Salta de jbilo, hija de Jerusaln!

    He aqu que tu Rey viene a ti, humilde y manso, Sobre un asna y el hijo de la subyugada.

    Zac. 9, 9

    En realidad, sobre el hijo de la subyugada vena Jesucristo, sobre el burrito, que los es-

    paoles llamanpollino. Los hebreos no desdeaban, incluso los Reyes, montar en burros, queson all de mayor alzada que los de aqu. Aqu no tendra sentido ver a un Presidente montado

    en un burro; aunque quiz tendra ms sentido de lo que creemos.

    (Quiero decir que imitara a Cristo en la humildad; y ms si en lugar de granaderos y me-

    tralletas, tuviese alrededor nios y gente del pueblo cantndole alabanzas y agitando palmas.)

    Esto que vemos hoy es un mob, como dicen los ingleses, que se traduce motn; pero la

    palabra motn ha tomado en espaol el sentido malo, el sentido de sublevacin y no de acla-

    macin; de modo que hay que usar el argentinismo pueblada.Un mob, o sea, una pueblada,es una aglomeracin de pueblo en movimiento, cualquiera sea su motivo, o la ira o el en-

    tusiasmo; que hoy da solamente pueden hacerlas los militares, que segn ellos, como han

    salido del pueblo, son el Pueblo; es decir, son la Democracia.

    Esta pueblada del Domingo de Ramos, que gritaba: Salud al Hijo de David, es muy

    diversa de la otra del Viernes Santo, que grit: Crucifcalo (Lc. 23, 21; Jn. 19, 6-15).

    Haba ya muchsimos que crean Jess era el Mesas; que fueron el ncleo de la Iglesia,

    pues vemos que el da de Pentecosts los Apstoles bautizaron 3.000 personas, apenas San

    Pedro les anunci que haba resucitado (Hch. 2, 37-41).

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    Haba aqu judos de todas partes de Judea y tambin gentiles, como vemos en San Juan

    (12, 20-21); ylos Apstoles fueron el ncleo director de la manifestacin, pues decan a todos

    los transentes y curiosos que Jess acababa de resucitar un muerto, Lzaro de Betania (Jn.

    11, 1-44). Una pueblada tiene siempre un ncleo director que le da la direccin, buena o ma-

    la. La turba sabe amontonarse, pero por s misma no sabe dirigirse, y guay de que haya unamontonamiento de pueblo sin un buen ncleo director! Suceden las atrocidades de la Revo-

    lucin Francesa.

    Yo vi una gran pueblada en Roma en 1930 cuando el Comandante Balbo con su escuadrilla

    fue en avin al Brasil, y despus volvi a Roma: se puso en movimiento todo el pueblo de

    Roma varones y se amonton en la Plaza Venecia gritando: Que hable il Duce!. Yo

    volva de clase con los dems alumnos de la Gregoriana, y no me dejaron llegar a casa: lo cual

    no me pes. Esta manifestacin se form tan espontneamente como la de los Ramos; aunqueestaban all los camisas negras, pero simplemente guardaban el orden, no buscaban a la gente

    ni la traan en camiones. Cmo se form? Lo supe muchos aos despus, en 1947, estando

    con el P. Gaynor en el balcn del Convento de San Silvestro, que da a la Plaza San Silvestro.

    Las plazas en Italia no son como las nuestras, no son jardines, son simplemente un baldo

    empedrado, una manzana sin edificios. De repente la plaza se llen de hombres.

    Qu pasa?

    Salen del trabajo, de las oficinas, las fbricas y las tiendas, me dijo Gaynor.

    Qu hacen?

    Hablan entre ellos durante una hora; algunos se suben a un cajn y hablan a un grupo.

    sta es la verdadera democracia; este pueblo es el ms democrtico del mundo.

    Cmo democracia? le dije yo. Democracia no es votar?

    Fjese: si en este momento llegara aqu una noticia impresionante, toda esta masa se

    organizara (surgiran los jefes naturales) y se dirigira a la plaza prxima donde encontrara

    otra masa igual; y como una chispa en un pajonal, en poco rato toda Roma estara en pie y se

    dirigira a hacer algo, malo o bueno; pero casi siempre algo bruto; porque la multitud es un

    bruto con mil cabezas.

    As pas el ao 510 antes de Cristo, por ejemplo: corri la voz en Roma que el Rey Tar-

    quino el Soberbio haba violado a Lucrecia, mujer de un noble, y ella se haba dado muerte;

    antes de ponerse el sol el pueblo de Roma haba matado al Rey Tarquino y se haba acabado

    la Reyeca o Monarqua en Roma para durante cinco siglos justos.

    La pueblada es el ltimo recurso de la democracia y el ms genuino. Hoy da no se puede

    hacer ms, por lo menos en la Argentina y tambin en Inglaterra, donde Chesterton se queja

    ya no es posible ningn mob, desde el siglo XVII; hoy da con una rfaga de metra se acaba

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    cualquier pueblada. Esto tambin lo vi en 1934 en Pars: el Ministro Daladier, que se gloriaba

    de parecerse a Mussolini, incluso en el fsico, con dos rfagas de ametralladora y con 100

    muertos, deshizo una multitud enfurecida que en la Plaza de la Concordia quera colgar a los

    Diputados de los faroles (escndalo Stavisky): Les Dputs la lanterne!. (Entre parn-

    tesis: esto nunca lo hizo Mussolini, que era un dictador; lo hizo un Ministro democrtico.)Esta vez tambin me cortaron el camino al volver de clase y hasta me hicieron gritar, por

    contagio: Les Dputs la lanterne!

    Como ven, en el Evangelio se puede aprender de todo. Si hubiesen puesto a votacin en

    Jerusaln si Jess era el Mesas o no, probablemente hubiese sacado la mayora, pero los Fari-

    seos enseguida hubiesen hechofraude. Pero con la pueblada deste da no podan hacer fraude.

    As que se asustaron, dice el Evangelista, y decidieron, no dejar de matarlo, ciertamente, sino

    asegurar su muerte: que la prisin fuese secreta; el juicio y la sentencia, secretos; y la ejecu-cin, a cargo de los romanos, que tenan lo que hoy seran ametralladoras (Mt. 26, 3-5). Hasta

    hubo uno que se anim a decirle a Cristo: No oyes lo que stos dicen? No ves que te dicen

    Hijo de David, o sea, Mesas? Hazlos callar!, con lo cual confesaban que ellos no podan

    hacerlos callar. Jess les respondi: Si stos callan, hablarn las piedras (Lc. 19, 40) lo que

    en efecto pas: stos callaron el Viernes Santo (no haba nada que hacer con la Legin D-

    cima de la fortaleza Antonia) y las piedras del Calvario se partieron el Viernes Santo (Mt. 27,

    51); y el Domingo siguiente, la enorme piedra-lpida vol del Sepulcro de Cristo (Mc. 16, 4).

    De modo que no fue el mismo pueblo ste de hoy y el que el Viernes grit: Crucifcalo;

    como suelen decir: el pueblo es veleidoso e insensato, miren el relato de la Pasin de Cristo.

    (As dijo el gran msico Beethoven.) No. Este pueblo fiel, el da de la Crucifixin estaba

    escondido o apartado a lo lejos, como los Apstoles mismos. Era otro pueblo: era una manga

    de curiosos, vagos, holgazanes, indiferentes o enemigos de Cristo; al cual para hacerlo gritar

    Crucifcalo bast que los Fariseos le dijeran la misma mentira que dijeron a Pilatos: Este

    hombre se ha sublevado contra el Csar; si lo dejamos libre, vendrn los ejrcitos romanos y

    destruirn nuestra ciudad; que fue justamente lo que les pas 40 aos despus; pero no por

    dejar libre a Cristo, sino por matarlo. Si hubiesen dejado libre a Cristo, no les pasara. Jerusa-

    ln no habra sido destruida y sera hoy lo que es Roma. La tremenda maldicin que se echa-

    ron encima: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos (Mt. 27, 25), les cay.

    En fin, lo que quera decirles es que Jesucristo acept y l Mismo prepar este efmero

    triunfo de nios y de gente pobre porque saba que era verdad: saba que era Rey y que haba

    de ser Rey para siempre, saba de su Pasin y Muerte, pero saba tambin su Resurreccin y la

    Resurreccin de todo el Mundo: la Resurreccin de la Carne. Y as, con grande y animoso

    corazn, acept estos loores y alabanzas, como acepta nuestros humildes actos de fe cuando

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    lo reconocemos por Rey, a pesar de todos los pesares. Un pintor cristiano, Hole, ha imaginado

    que se encontr al entrar en Jerusaln con Pilatos, el cual sala sentado en una litera llevada

    por cuatro gigantescos esclavos negros y con gran escolta a caballo; que Pilatos lo mir de

    arriba abajo y Jesucristo lo mir de abajo arriba: el Centurin que mandaba la escolta iba a ser

    ms tarde un Obispo suyo. sa es su Reyeca.Cantemos con los nios hebreos, como canta la Iglesia:

    Salud al Hijo de David!

    Bendito el que viene en nombre del Seor!

    Hosanna en las alturas!