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El espíritu corporativo L ' ESPRIT DE CORPS Georges Palante 1899 En este ensayo, publicado en la Revue philosophique de la France et de l’étranger, el olvidado pensador Georges Palante, pionero de la mentalidad individualista contemporánea arremete contra el espíritu corporativo que medra y sesga el desarrollo del individuo individual, abrumado éste por un conjunto de presiones externas, ajenas a su unicidad y que existen sólo para contener los naturales e intelectuales impulsos de la individualidad desarrollada, arrinconándola en la mediocridad. El espíritu corporativo es uno de los fenómenos más interesantes que pueda encontrar el observador de la vida social contemporánea. En medio de la disgregación de tantas influencias morales y sociales, parece haber conservado cierta acción sobre las conciencias y sin duda se manifiesta con importantes efectos. Creemos útil estudiar el espíritu corporativo desde algunas de sus principales características. Esta breve investigación psicológica nos conducirá enseguida a algunas consideraciones sobre el valor moral del espíritu corporativo. En nombre de la precisión de las ideas, conviene primero distinguir dos sentidos de esta expresión (espíritu corporativo): uno amplio y otro estrecho. En el sentido estrecho, el espíritu corporativo es un espíritu de solidaridad que anima a todos los miembros de un mismo grupo profesional. En el amplio, la expresión espíritu corporativo designa al espíritu de solidaridad en general, no sólo de cara al grupo profesional, sino a todos los círculos sociales, cualesquiera que éstos sean (clase, casta, secta, etc.), en los que el individuo se siente más o menos subordinado a los intereses de la colectividad. Es en este sentido que existe un espíritu de clase; en el espíritu burgués, por ejemplo, por ser más o menos difícil de definir con exactitud, no es menor ni menos combativo a la hora de defenderse de las doctrinas y tendencias antiburguesas. Es también en este sentido que Schopenhauer habla del espíritu corporativo de las mujeres, o de las personas casadas, sobre el que hace unas muy

L'Esprí Requerido

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Breve reseña acerca de la teoría repsentativoa de las artes plásticas modernas

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El espritu corporativo

l'esprit de corpsGeorges Palante 1899

En este ensayo, publicado en laRevue philosophique de la France et de ltranger, el olvidado pensador Georges Palante, pionero de la mentalidad individualista contempornea arremete contra el espritu corporativo que medra y sesga el desarrollo del individuoindividual, abrumado ste por un conjunto de presiones externas, ajenas a su unicidad y que existen slo para contener los naturales e intelectuales impulsos de la individualidad desarrollada, arrinconndola en la mediocridad.El espritu corporativo es uno de los fenmenos ms interesantes que pueda encontrar el observador de la vida social contempornea. En medio de la disgregacin de tantas influencias morales y sociales, parece haber conservado cierta accin sobre las conciencias y sin duda se manifiesta con importantes efectos. Creemos til estudiar el espritu corporativo desde algunas de sus principales caractersticas. Esta breve investigacin psicolgica nos conducir enseguida a algunas consideraciones sobre el valor moral del espritu corporativo.En nombre de la precisin de las ideas, conviene primero distinguir dos sentidos de esta expresin (espritu corporativo): uno amplio y otro estrecho. En el sentido estrecho, el espritu corporativo es un espritu de solidaridad que anima a todos los miembros de un mismo grupo profesional. En el amplio, la expresinespritu corporativodesigna al espritu de solidaridad en general, no slo de cara al grupo profesional, sino a todos los crculos sociales, cualesquiera que stos sean (clase, casta, secta, etc.), en los que el individuo se siente ms o menos subordinado a los intereses de la colectividad. Es en este sentido que existe un espritude clase; en el espritu burgus, por ejemplo, por ser ms o menos difcil de definir con exactitud, no es menor ni menos combativo a la hora de defenderse de las doctrinas y tendencias antiburguesas. Es tambin en este sentido que Schopenhauer habla del espritu corporativo de las mujeres, o de las personas casadas, sobre el que hace unas muy interesantes observaciones en susAforismos sobre la sabidura de la vida1. En este sentido amplio podramos hablar de un espritu corporativo entre los habitantes de una misma ciudad, quienes se asumen, en ciertos casos, como copropietarios de una misma empresa comercial. Ibsen ha representado de manera magistral este espritu corporativo actuando en la pequea ciudad en la que transcurre suEnemigo del puebloy donde vemos a los habitantes ponerse de acuerdo para guardar su gran secreto (la contaminacin de las aguas) que, de divulgarse, arruinara a los balnearios de la zona. El sentido amplio de la expresinespritu corporativono es ms que una extensin de su sentido estrecho o profesional.La solidaridad profesional es uno de los lazos sociales ms poderosos. Pero es en las profesiones llamadasliberales(clero, armada, universidad, magistratura, abogaca, administraciones varias) donde su accin es ms enrgica. Los obreros que pertenecen a un mismo oficio, por ejemplo, mecnicos, carpinteros, fundidores de cobre, no manifiestan un espritu corporativo tan desarrollado como el del oficial, el cura o el funcionario. Esto no quiere decir que los obreros estn negados a toda solidaridad corporativa, pues sabemos que los obreros de un mismo oficio son capaces, en ciertos pases, de unirse en asociaciones comunes (trade-unions) y de agruparse para defender vigorosamente sus intereses contra los patrones. Pero esta solidaridad, en los obreros, es puramente econmica. Se limita a la defensa de los intereses materiales de la Unin de oficio. Alcanzado el objetivo, su accin cesa. No se transforma en una disciplina moral y social que domina y envuelve las conciencias individuales. O al menos, si acciona en ese sentido, es nicamente para desarrollar en el obrero la conciencia de sus derechos deproletario, por oposicin a la clase antagonista: la clase burguesa o capitalista. No es este, propiamente dicho, el espritu corporativo en el sentido estrecho de la expresin; es, ms bien, un espritu de clase.Pero en las profesiones liberales es distinto. Aqu, el espritu corporativo se arroga un verdadero imperio moral sobre las conciencias individuales. Aqu la corporacin se impone e inculca a sus miembros, de una manera ms o menos consciente, un conformismo intelectual y moral y los marca con una estampilla indeleble. Esta estampilla est bien cortada y vara de un grupo a otro. Distintas son las maneras de pensar, de sentir y de actuar propias al cura, al oficial, al administrador o al funcionario de las diversas categoras. Aqu cada cuerpo (o corporacin) tiene sus intereses bien conscientes de s mismos, sus consignas bien definidas y precisas que se imponen a los miembros de dichos grupos. Esta energa tan particular del espritu corporativo en las profesiones liberales, se explica en parte por el hecho de que el cura, el magistrado, el militar y en general el funcionario estn sometidos a una organizacin jerrquica poderosa cuyo efecto es el de fortalecer singularmente el espritu corporativo. Pues es manifiesto que cuanto ms organizado y jerarquizado es un grupo social, ms estrecha y enrgica es la disciplina moral y social que se impone a sus miembros.

Cules son las caractersticas principales del espritu corporativo?Unacorporacines un grupo profesional definido que tiene sus propios intereses, su propia voluntad de vivir y que busca defenderse contra todas las causas externas o internas de destruccin o disminucin.Si nos preguntamos ahora cules son los bienes por los que lucha un cuerpo, veremos que son las ventajas morales: el buen renombre de la corporacin, la influencia, la consideracin, el crdito. Dichas ventajas morales son, sin duda, medios para asegurar la prosperidad material de la corporacin y de sus miembros; pero la corporacin las trata como fines en s y despliega, para conquistarlas o defenderlas, una energa, una dureza, una combatividad que las pasiones individuales no pueden ofrecer ms que una dbil idea.Estas ventajas morales, la corporacin las persigue esforzndose en sugerir a quienes no forman parte del cuerpo, una alta idea de su utilidad y de su superioridad social. No teme exagerar segn su necesidad dicho valor y dicha importancia y como no ignora la fuerza de la imaginacin sobre la credulidad de los hombres se envuelve de buena gana en el decoro ms puro con el fin de aumentar su respetabilidad en el espritu de la muchedumbre. Max Nordau, en su bello libroLas mentiras convencionales de nuestra civilizacin, ha estudiado las mentiras que los diversos grupos sociales mantienen a sabiendas y voluntariamente y que parecen considerar como una de sus condiciones de existencia (mentira religiosa, mentira aristocrtica, poltica, econmica, etc.)2. A estas mentiras Max Nordau podra agregar las mentiras corporativas que no son ms que una combinacin y una sntesis de aquellas. Es dentro de esta gran ley general de insinceridad social que hay que agregar la tctica especial segn la cual una corporacin disimula sus defectos, sus debilidades o sus faltas, y se esfuerza en mostrar, a los ojos del vulgo, una actitud de incontestable superioridad, de infalibilidad y de impecabilidad altamente reconocidas.Para sostener esta actitud, la corporacin exige ante todo a sus miembrosguardar la compostura. Quiere que los suyos sean irreprochables exteriormente y que jueguen decentemente su papel en el teatro social.La competencia es la gran ley que domina la evolucin de las sociedades, y domina tambin la vida de las corporaciones constituidas. Cada una tiene su orgullo de casta y su punto de honor especial. Quiere mantener intacta su respetabilidad y no venir a menos en el gran organismo que las diversas corporaciones forman en virtud de su reunin. Se puede observar entre las distintas corporaciones constituidas una rivalidad sorda que se traduce en la vida pblica e incluso en las relaciones de la vida privada. [Anatole] France hace de esta rivalidad entre cuerpos una pintura de lo ms humorstica en el pequeo cuento intituladoUn sustitutoy que atribuye, enEl olmo del paseo, a la pluma de [Jean] Bergeret3.Este espritu de rivalidad fuerza alcuerpoa vigilar celosamente su honor de casta y a ejercer un severo control sobre el comportamiento de sus miembros. Desgracia a aquel que, por sus palabras o sus actos, parezca comprometer el honor del cuerpo. Aquel no puede esperar de sus pares ni piedad ni justicia. Est condenado sin apelacin.Si es posible, la oveja negra es sacrificada por una ejecucin oficial; en caso contrario, es eliminada silenciosamente a travs de procesos ms o menos hipcritas y que denotan dentro del cuerpo un maquiavelismo ms consciente de s mismo de lo que uno cree. El cuerpo obedece al instinto vital de toda Sociedad.As como un corral se arroja sobre el pollo enfermo para acabarlo o expulsarlo dice [Maurice] Barrs cada grupo tiende a rechazar a sus miembros ms dbiles4.Los dbiles, los inhbiles para avanzar en el mundo, los malos figurantes de la comedia social constituyen para elcuerpoun peso muerto que entorpece su marcha y del que procura desembarazarse. As el cuerpo los envilece, los humilla, se esfuerza en crear en torno a stos lo que [Jean-Marie] Guyau5llamauna atmsfera de intolerabilidad.Esta poltica de eliminacin de sus miembros dbiles, elcuerpola persigue con un desdn hacia el individuo y una ausencia de escrpulos que justifican a menudo, hace falta decirlo, las palabras de [Alphonse] Daudet:los cuerpos constituidos son cobardes6.Para mejor asegurar su poltica de dominacin, el espritu corporativo tiende a extender tanto como sea posible su esfera de influencia. Es esencialmente un invasor. No se limitar a controlar la existencia profesional de los miembros del cuerpo, sino que se entrometer a menudo en el dominio de la vida privada. Un escritor contemporneo, Vergniol, ha descrito de una manera muy espiritual este carcter del espritu corporativo en una muy sugestiva noveleta intituladaPor la va jerrquica7. Aqu, el autor nos muestra a un profesor de liceo (genuino tipo de individualidad invadida por lacorporacin) que acude a la administracin jerrquica y a las influencias corporativas para resolver sus problemas domsticos. Y vemos en efecto al espritu corporativo, bajo la forma del director y de sus colegas, intervenir en una situacin privada con una torpeza que sin duda iguala su incompetencia. Vergniol, tambin con fineza, ha dado cuenta en otra noveleta intituladaPastores de almaseste rasgo del espritu corporativo: la hostilidad contra los miembros del cuerpo que den la impresin de que desadornan la institucin. Qu se recuerde la hostilidad del joven y fogoso profesor Brissart verdadero tipo de eso que [William Makepeace] Thackeray describe con el epteto de esnob universitario contra un viejo colega poco decorativo que parece desadornar con su negligente apariencia el cuerpo en el cual el joven esnob cree ser el ms bello ornamento.De un modo general, la corporacin tiende a someter la vida integral del individuo. Recordemos la estrecha disciplina moral a la que las corporaciones de la edad media sometan la vida privada de sus miembros8.Esta disposicin entraa en el cuerpo entero una curiosidad estrecha y mezquina que se aplica a los hechos y gestos de los individuos. Una corporacin recuerda en este sentido a un pequeo pueblo de chismosos. Vea nuestras administraciones de funcionarios. Son, a este respecto, como tantas pequeas ciudades esparcidas por el espacio y diseminadas sobre toda la extensin del territorio francs. Si alguno de sus miembros comete una torpeza cerca de la iglesia, o si le ocurre, como se dice, alguna historia, bien pronto, de Nancy a Bayona y de Dunkerque a Niza la noticia se propaga por el cuerpo entero, tal y como el chisme del da se difunde de saln en saln entre las buenas damas de pueblo.Estos pequeos sealamientos sobre los hechos y los gestos del espritu corporativo nos permiten nos permiten ver en ste una manifestacin particularmente enrgica de eso que Schopenhauer llama lavoluntad de vivir. Una corporacin es, como toda sociedad organizada, unahumana voluntad de vivir condensaday llevada a un grado de intensidad como jams querra alcanzar el egosmo individual. Agreguemos que esta voluntad de vivir colectiva es bien diferente de aquella que acta en una muchedumbre, la cual constituye un grupo esencialmente inestable y transitorio. Lacorporacintiene aquello de lo que la muchedumbre carece: su jerarqua, su punto de honor, sus prejuicios definidos, su moral convenida e impuesta. En consecuencia, la corporacin conlleva en sus juicios sobre las cosas y los hombres, una terquedad de la que la muchedumbre, por ser ondulante y diversa, no es susceptible al mismo grado. Vea una muchedumbre: extraviada, criminal un instante, podr cambiar de opinin al momento siguiente y revisar su fallo. Un cuerpo se cree y quiere ser visto como infalible. Otra diferencia entre la muchedumbre y el cuerpo: la muchedumbre comporta generalmente ms imparcialidad que el cuerpo en su apreciacin del mrito de los individuos.En un cuerpo de funcionarios dice Simmel9 los celos arrebatan a menudo al talento la influencia que debera tener, mientras que una muchedumbre, renunciando a todo juicio personal, seguir fcilmente a un dirigente con genio.Una corporacin es esencialmente una voluntad de vivir colectiva; podemos juzgar a partir de ah cules son las cualidades que el cuerpo exige a sus miembros: aqullas que son tiles al cuerpo y ni una ms. Una corporacin no pide a sus miembros cualidades individuales eminentes. No tiene nada que hacer con esas cualidades raras y preciosas como son la fineza del espritu, la fuerza y la flexibilidad de la imaginacin, la delicadeza y la ternura del alma. Lo que exige de sus miembros, como hemos dicho antes, es una ciertapostura, una ciertaperseverancia en la docilidadal cdigo moral del cuerpo. Es esta perseverancia en la docilidad a la que, por no s cul malentendido del lenguaje, uno decora ahora con el ttulo decarcter. Por esta ltima palabra un cuerpo no entender jams la iniciativa en la decisin ni la audacia en la ejecucin, ni ninguna de las cualidades de espontaneidad y de energa que conforman la bella y pujante individualidad; sino sola y exclusivamente una cierta constancia en la obediencia de la regla. Un cuerpo no siente particular estima por lo que llamamos mrito o talento. Tendr en todo caso sospecha. El espritu corporativo es amigo de la mediocridad favorable al perfecto conformismo. Podramos decir de todo cuerpo lo que Renan dice del seminario de Issy10:La primera regla de la compaa consista en abdicar de todo lo que pudiera llamarse talento, originalidad, para plegarse a la disciplina de una comunidad mediocre.En el cuerpo aparece mejor que en ningn otro lugar esa clebre anttesis entretalentoycarcterde la que Henri Heine se burla con tan exquisita irona en el prlogo de Atta Troll11. Uno se acuerda, no sin sonrer, de esta buena escuela potica suaba que posea un alto grado de espritu corporativo y que exiga ante todo a sus poetas, no tener talento, sino ser caracteres. Lo mismo ocurre en nuestros cuerpos constituidos. Un cuerpo quiere que sus miembros sean caracteres, es decir, seres perfectamente disciplinados, actores tiernos y mediocres que despachan su papel social en ese teatro del que habla Schopenhauer y donde la polica vigila severamente que los actores no improvisen.Igual en un cuerpo, la gran palabra paralograrlono es el mrito, sino la mediocridad apoyada en un sinnmero de parentescos, de camaradera. Por otra parte en un cuerpo aquellos que dispensan el ascenso o las plazas ms buscadas no siempre practican este sistema de nepotismo en busca de un inters personal. Lo hacen de buena fe. Estn sinceramente persuadidos imbuidos por el espritu corporativo de que el nepotismo y la camaradera son lazos respetables y tiles a la cohesin del cuerpo. Si slo recompensaran el mrito, creeran sacrificarlo todo a un peligroso individualismo.Este desprecio del espritu corporativo por las cualidades personales (intelectuales o morales del individuo) se encuentra admirablemente explicado en las ltimas pginas de una novela de Ferdinand Fabre,El abad Tigrano, en las cuales el cardenal Maffei explica al abad Ternisien la tctica de la congregacin romana.Estas consideraciones confirman suficientemente, nos parece, la definicin hemos dado ms arriba del espritu corporativo. El espritu corporativo es, segn nosotros, un egosmo colectivo, nicamente preocupado por los fines colectivos, y desdeoso del individuo y de las cualidades individuales. El espritu corporativo, as definido, parece representar una excelente ilustracin de eso que tiende a ser, segn la doctrina de Schopenhauer, lavoluntad de vivirpura, separada del intelecto.Las observaciones precedentes nos permiten tambin presentar algunas consideraciones sobre el carcter tico del espritu corporativo.Ciertos socilogos y moralistas contemporneos han apreciado de modo ms que favorable la influencia moral del espritu corporativo. Algunos incluso soaron con investirlo de una misin poltica, sustituyendo el sufragio universal tal y como lo conocemos en nuestro pas por un sistema de voto por corporaciones, debiendo votar cada individuo por un representante de entre sus pares o sus jefes jerrquicos, y as en cada corporacin. Citemos entre los moralistas que han insistido recientemente en los valores del espritu corporativo a los seores Dorner y Durkheim, que se posicionan desde el punto de vista moral, y a los seores Benoist y Walras, quienes lo analizan desde el punto de vista poltico.Dorner12ve en las corporaciones un remedio al descontento moral y social. Creen encontrar en la subordinacin del individuo al grupo corporativo el apaciguamiento de todos sus problemas internos y externos.Cada uno debe comprender dice el seor Dorner que l no puede ocupar ms que un puesto determinado en el conjunto y que no puede superar el lmite que le imponen el salario que pueda recibir y la limitacin de sus propias facultades. El individuo adquiere con mayor facilidad esta conviccin si pertenece a una corporacin que determina de antemano por l las condiciones generales de la vida econmica y social. La corporacin mantiene ante sus ojos slo aquello que es posible y contribuye a preservar su imaginacin de los castillos en Espaa (Luftschlssern) que lo mantienen descontento del presente. Por otro lado el individuo aprende, gracias a su aplicacin, la mesura del progreso posible y contribuye a la inteligencia colectiva de sus co-asociados (Berufsgenossen). En consecuencia, resulta de todo ello una tendencia general que aspira a establecer a partir de lo que ya posee las mejoras que benefician al individuo como un todo, permitiendo el progreso dentro de los lmites de la actividad profesional.Es del ms alto inters moralque el individuo pueda unirse a un grupo profesional, pues dicho lazo le permite juzgar con mayor seguridad sus facultades personales; porque, con su intermediacin, puede cultivar su inteligencia, procurarse una visin ms amplia de las cosas, porque sta puede animar en l el gran organismo moral universal. Pues las corporaciones no son sino rganos de ese gran organismo. Tambin deber delimitados de una vez por todas en sus derechos unos respecto a otros, con el fin de que cada quien pueda cumplir sus tareas de una manera independiente en su dominio particular. Pero a continuacin las corporaciones deben inspirarse en el organismo del cual son rganos, deben dejar de lado sus rivalidades en la persecucin de privilegios y ventajas segn la conciencia que deben tener de su colaboracin en una obra comn13.El seor Durkheim, por su parte, ve en el cuerpo a un intermediario til entre el individuo y el Estado. El Estado, dice, es una entidad social, demasiado abstracta y demasiado alejada del individuo. El individuo se atar con mayor facilidad a un ideal ms prximo y ms prctico. Tal es el ideal que le presenta el grupo profesional. Durkheim ve en las corporaciones el remedio a lo que el llama anomia social:El principal rol de las corporaciones dice, tanto en el futuro como en el pasado, consiste en regular las funciones sociales y especialmente las funciones econmicas, sacarlas, en consecuencia, del estado de desorganizacin en que se encuentran hoy. Toda vez que las codicias excitadas tiendan a no reconocer los lmites, ser la corporacin la encargada de fijar la parte que debe equitativamente ganar cada orden de sus cooperadores. Superior a sus miembros, sta tendr toda la autoridad necesaria para reclamar de stos los sacrificios y las concesiones indispensables, e imponerles una regla14.No vemos contina, en qu otro medio esta ley de justicia distributiva, tan urgente, pueda ser elaborada, ni por qu otro rgano se pueda aplicar.Benoist y Walras15, por otro lado, desarrollan las ventajas de una organizacin poltica por corporaciones. As, como vemos, el sistema estar completo: a la moral profesional se agrega una poltica corporativa.No discutiremos aqu la cuestin de la poltica corporativa. Nos contentaremos con presentar algunas observaciones sobre la moralidad corporativa, tal y como resultan del anlisis que hemos hecho del espritu corporativo.Segn nosotros, el individuo no puede exigir al grupo corporativo su ley y su criterio moral. El valor de la actividad moral est, para nosotros, en razn directa de la libertad de que dispone: o el grupo corporativo domina al individuo: entonces el grupo corporativo domina al individuo con intereses ms inmediatos y materiales, en cierto modo para que esta libertad no sea alcanzada. Puede, en efecto, suprimir quitar al individuo refractario a su disciplina moral sus medios de existencia; lo tiene por lo que se podra llamar, segn una expresin tomada del vocabulario socialista,la cuestin del vientre.Otra cuestin que aparece consiste en saber si la afiliacin al grupo corporativo ser un remedio real a laanomiay si aportar un fin al descontento social s, quizs, si la especie de justicia distributiva de la que habla Durkheim se aplicara exactamente. Pero eso es undesideratumutpico, al menos en las corporaciones en las que el trabajo suministrado no puede ser medido con exactitud como s ocurre con el trabajo manual. Stuart Mill ha dicho que de arriba a abajo de la escala social la remuneracin est en relacin inversa al trabajo suministrado. Hay sin duda algo de exageracin en esta manera de verlo. Pero s se puede encontrar una confirmacin a esta idea en los grupos profesionales donde la naturaleza de los servicios proporcionados los sustraen a una medicin material y permite al espritu corporativo desplegar sus influencia opresivas sobre el mrito individual.Eso no es todo. Querer buscar el criterio moral del individuo en el seno de la corporacin es ir contra la marcha de la evolucin que multiplica en torno al individuo los crculos sociales que le permiten en consecuencia ser parte, simultneamente, de un mayor nmero de sociedades diversas e independientes que ofrecen a su sensibilidad, a su inteligencia y a su actividad un alimento ms rico y variado.La historia multiplica el nmero de crculos sociales, religiosos, intelectuales, comerciales, a los que el individuo pertenece, y no desarrolla su personalidad ms que a partir de la creciente implicacin en dichos crculos. Por consiguiente, su deber (en tanto individuos) ya no es tan simple, claro, unilateral, como en los tiempos en los que el individuo slo perteneca a una sociedad. La creciente diferenciacin de los elementos sociales, la diferenciacin correspondiente de los elementos psicolgicos en la conciencia, todas las leyes del desarrollo paralelo de las sociedades y de los individuos parecen ms bien aumentar que disminuir el nmero y la importancia de los conflictos morales. La historia, al tiempo que hace ms numerosos los objetos de la moral, hace a los sujetos ms sensibles16.Parece resultar de esta ley de diferenciacin progresiva que la libertad del individuo y en consecuencia su valor y su capacidad moralson directamente proporcionales al nmero y a la extensin de los crculos sociales en los que participa. El ideal moral no consiste en subordinar al individuo al conformismo moral de un grupo, sino en sustraerlo al espritu gregario, permitirle que se desarrolle en una actividad multilateral. El individuo, incluso siendo en cierto sentido un tejido de propiedades generales, puede ser visto como el punto de interferencia de un nmero ms o menos considerable de crculos sociales donde las influencias morales vienen a resonar en l. El individuo es una mnada armoniosa y viva donde la ley vital y armnica es mantenerse en estado de equilibrio en medio de un sistema de fuerzas sociales interferentes. Es en esa libre y progresiva apertura de la individual donde reside el verdadero ideal moral. No hay otro. Porque el individuo es, digamos lo que digamos y hagamos lo que hagamos, la fuente viva de la energa y la medida del ideal.Llegamos a la conclusin de que la moral corporativa, forma del espritu gregario, sera una forma regresiva de moralidad. Muchos se quejan, siguiendo a Barrs, de que somos unosdesenraizados. Dorner y Durkheim nos invitan a echar races en el suelo de la corporacin profesional. Nosotros nos preguntamos si no es un terreno demasiado estrecho para enraizar y confinar a la plantas que quieren el aire libre, la luz y los amplios horizontes de una moral humana.

1. Schopenhauer,Les aphorismes sur la sagesse de la vie, Traduccin francesa de Cantacuzne, p. 86.2. Nordau,Les mensonges conventionnels de notre civilisation. Introduccin y pssim.3. France,Lorme du mail, p. 245.4. Barrs,Les dracins, p. 133.5. Guyau, Esquisse dun morale sans obligation ni sanction.6. Daudet,Limmortel.7. Vergniol,Par la voie hirarchique, scne de la vie universitaire, publicado enTemps, febrero de 1896.8. Nitti,La population et le systme social, p. 206.9. Simmel,Comment les formes sociales se maintennient,Anne sociologique, 1899, p. 90).10. Renan,Souvenirs denfance et de jeunesse.11. Heine, primeras pginas del prefacio deAtta Troll.12. Dorner,Das menschliche Handeln, philosophische ethik(Berlin, Mitscher und Rstell, 1895).13. Dorner,Das menschliche Handeln, philosophische ethik, p. 461.Ist soziale Zufriedenheit ethische Pflicht?14. Durkheim,Le suicide, p. 440.15. Ver Walras, ltimos captulos de susEtudes deconomie politique applique.16. Bougl,Les sciences sociales en Allemagne. Expos des thories de Simmel, p. 57.

Para la cuestin marroqu pedimos un poco de seriedad

Jos Ortega y Gasset 1914

Ortega y Gasset dicta esta conferencia en el Teatro de la Comedia, y no slo plantea una deliciosa y necesaria duda en torno a la aventura espaola en Marruecos; aparece, adems, como un excelente recordatorio en todo tiempo de expansin a lugares lejanos y ajenos, impulsada por unaignoranciaque olvida incluso el propsito original.Con esto llegamos a un problema del cual no puedo menos de decir algo, por la enorme significacin que tiene dentro de la atencin espaola, y que, sin embargo, no puedo tocar de una manera suficiente por la absoluta escasez de tiempo: el problema de Marruecos.Orientando como hemos orientado todos los temas de esta conferencia en la oposicin de una poca restauradora y una poca que parece como que quiere venir, yo os dira que el problema de Marruecos se presenta, ante todo, como un sntoma ejemplar de cosas que ocurrieron en la Restauracin: generales que van y vienen; victorias que lo son, pero que a algunos les parecen derrotas; una lluvia urea de recompensas que el cordn de cierta real orden trae y lleva de lo ms alto al ltimo sargento.El caso es que tambin la gente, como entonces, como en tiempos de Cuba, no sabe lo que pasa, no se forma esa nocin modesta que hay que preparar, aun para las mnimas fortunas intelectuales del pueblo, de qu es lo que all se hace.Me es enojoso el empleo de palabras duras y excesivas; pero yo dira que es un poco escandalosa la ignorancia en que estamos de todo lo que se ha hecho, se puede hacer y conviene hacer en el problema de Marruecos. Por lo pronto, fuimos sin saber por qu fuimos. Esto puede tener dos sentidos: sin saberlo nosotros, los subditos espaoles, o sin saberlo los que nos llevaron; y no es saber por qu fuimos que se nos cite un texto o que se nos aluda a un posible texto de un Tratado internacional. Pero, adems ante un pblico reflexivo, puedo advertir cmo esta frase de que fuimos sin saber por qu bamos tiene otro tercer sentido. Se pone el problema y parece muy claro, en estos trminos: debimos ir o no a Marruecos, es decir, Espaa a Marruecos? Todas las cavilaciones gravitan sobre el problema del deber ir o no deber ir, y se olvidan de que antes de resolver esta cuestin parcial es menester que sepamos bien si sabemos qu es Espaa y qu es Marruecos, seores, porque la ignorancia de la realidad nacional, de sus posibilidades actuales, de los medios para poder organizar una mayor potencialidad histrica, y, de otro lado, el grado de ignorancia de lo que constituye nuestro problema marroqu, ms an, de lo que es Marruecos, hasta como problema cientfico, hasta en su conocimiento ms abstracto, es verdaderamente increble. Yo le, y me produjo un gran pesar, en unrapportde un famoso gegrafo, publicado hace unos cuantos aos, que slo dos manchas hay desconocidas en el globo: una, Tebesti un rinconcito del centro de frica, y la otra creis que era all por Groenlandia?; no, la otra era eso que est a la vera de Espaa desde que el mundo es mundo, el Rif. De suerte que despus de conocido todo el mundo, despus que las otras razas han cumplido con su misin enviando a veces al otro extremo de la tierra sus exploradores, no hemos tenido la curiosidad de conquistar para Europa el conocimiento geogrfico de esto que est junto a Espaa, a dos dedos de Espaa. De manera que, aparte de la ignorancia poltica y guerrera que podamos tener, es decir, la ignorancia de si nos conviene o no la guerra, etctera, tenemos esta ignorancia mucho ms bsica, la ignorancia de lo que es Marruecos.Y vamos a colonizarlo? Yo no digo que s ni que no. Lo nico que advierto es que, antes de resolver nada, es preciso conocer seriamente la situacin, es preciso que nos propongamos estudiarla de un modo profundo y serio. Es muy fcil, para halagar a la muchedumbre exaltada, decir que se reembarquen las tropas, que vengan las tropas. Esta es una idea que anda por el aire, y hay una porcin de polticos que van a la carrera a ver si la atrapan y la pueden poner en su solapa para hacer de ella su programa poltico. Claro es; cualquiera puede recogerla; es tan simple, supone tan pocos quebraderos de cabeza, est ah!Veis en qu direccin va mi odio a eso que llaman problemas polticos? Yo sostengo que en el mejor caso se trata de inicuas explotaciones en beneficio particular de pasiones inconscientes de las pobres ciegas muchedumbres hermanas.Yo siento profunda aversin hacia toda guerra, simplemente por lo que tiene de guerra. Pero no voy a repetir en este asunto la postura ineficaz,soi-disantterica, que censuraba en los republicanos en cuanto a la forma de gobierno. Aspiracionesescatolgicas, proyectos para un futuro ideal humano son las normas que han de orientar nuestras afirmaciones de poltica; pero no pueden nunca confundirse con stas. Un ideal tnico no es un ideal poltico. Mientras esto no se vea claro y no se reconozca su evidencia, la poltica ser una hipocresa vergonzosa y un perpetuo engao del prjimo y de nosotros mismos. Hay que deslindar ambos campos.Que no haya guerras de ninguna clase es un tema santo de propaganda social, de humana religin, de cultura, pero no una posicin poltica con sentido. En poltica slo cabe oponerse a esta guerra, a aquella guerra, y, consecuentemente, oponerse por las razones concretas que en cada caso se den, no por la razn abstracta que existe y que yo ntegramente reconozco y defiendo, contra toda guerra. Creo que es innecesario repetir por milsima vez, en esta coyuntura, las palabras clebres de Bebel en el Congreso Socialista de Essen.Concluyase, pues, la guerra sta; pero dgasenos por qu. Tal vez declarar los motivos que llevamos dentro contra esta guerra sea ms til para Espaa que la conquista de medio continente. Pero no se concluya la guerra por la misma razn que se comenz: porque s. Y a que no sabamos por qu fuimos, sepamos por qu volvemos.Acaso muchas de las razones corrientes contra esta guerra no sean tales razones contra esta guerra, sino manifestaciones de un cierto estado de espritu, innegablemente muy generalizado, en relacin con nuestro ejrcito. No tenemos fe en la buena organizacin de nuestro ejrcito; y de que no salgamos de estas dudas tienen, a no dudarlo, parte de la culpa los que por un torpe, insincero radicalismo han impedido que los espaoles civiles entren en mayor intimidad con los espaoles militares, producindose una mutua y penossima suspicacia.No son ellos, sin embargo, los nicos culpables.En todos los dems organismos nacionales ha habido individuos de los que rinden en ellos funciones de servicio, y entierran en ellos sus esfuerzos, pertenecientes en su mayora a las nuevas generaciones, que han tenido el valor, que han cumplido el deber de declarar los defectos fundamentales de esos organismos. En cambio, hasta hoy no conocemos crticas amplias y severas de la organizacin del ejrcito, y esto es un deber que se haga, ste es un asunto en que nosotros debemos estar decididos a conseguir esclarecimiento.Tanto como me sera repugnante cualquier adulacin al ejrcito, me parecera sin sentido no entrar con los militares en el mismo pie de fraternidad que con los dems espaoles.Por eso, no creo herir ningn mandamiento ni ninguna prescripcin, si solicito a los militares jvenes, a los que son en el ejrcito tambin una nueva generacin, para un cierto gnero de colaboracin ideal y terica, para una como comunin personal con los dems espaoles de su tiempo que se preocupan de los grandes problemas de la patria.De todas suertes, hay que recordar, frente a los simplismos de los gritadores, que el problema de la guerra supone la solucin previa al problema de Marruecos. Y esta es la hora, seores, vergenza da decirlo!, en que no se ha odo ninguna voz clara, articulada, que muestre reflexin, conocimiento ni astucia sobre este asunto. Ved cmo el programa, este programa, digno de una nueva poltica, no puede inventarse en la soledad de un gabinete! Sin una mltiple colaboracin, sin medios abundantes, quin puede pretender ideas claras sobre esto que Espaa en cinco siglos no ha conseguido fabricar?En fin, seores, habamos de decidir el punto de la guerra y el abandono absoluto de Marruecos, incluso de esos viejos peones calvos donde est agarrada secularmente Espaa, como un guila herida, y todava continubamos forzados a tener pensada una poltica africana. Pero de esto no podemos hoy hablar con oportunidad.Estos das toma un cariz nuevo este problema de Marruecos, un cariz de poltica interior, un cariz nuevo del que va a ser difcil tratar con discrecin. Alguien, presentndose noblemente como guerrilla avanzada de quien no aparece todava, ha disparado un venablo, no s cmo decir esto, ha disparado un venablo en direccin cenital. Y ha habido en muchos peridicos esta exclamacin:Eso es quebrantar secretos. Seores, vayamos claros: nos pasamos la vida diciendo que no sabemos nada de Marruecos, y cuando se nos presenta alguien que nos declara un secreto, vamos a negarle la audicin? No; eso tenemos que recibirlo con simpata, con honda simpata. Ahora, una cosa es eso y otra es que nos parezcan tan simpticos los que pueden ser mviles de esa declaracin de secretos. Porque son cosas que pasaron en 1909 y ha corrido el tiempo hasta 1914. Qu ha pasado entre medias de nuevo que justifique la nueva actitud de un hombre? Nada nacional: slo un asunto particular. Y, adems, de esos secretos ahora presentados, resulta que hubo un momento en que los gobernantes de 1909 estaban plenamente convencidos de que no se deba realizar una cierta campaa en una cierta manera, y eso trajo consigo el que una porcin de espaoles pensaran prximamente lo mismo que el Gobierno, y eso produjo un movimiento de inquietud en Barcelona, que tuvo como consecuencia una represin por el mismo Gobierno que pensaba lo mismo que aqullos que protestaban.

La grandeza de Yasir ArafatGilles Deleuze 1983

En este breve artculo, publicado en el nmero 10 de laRevue dtudes palestiniennes, el filsofo Gilles Deleuze lanza una encendida defensa de la causa palestina, y en concreto de la OLP y su lder histrico, Yasir Arafat, a la vez que advierte del peligro de que dicha organizacin laica acabe diluyndose en el seno de organizaciones de corte islamistaLa causa palestina es ante todo el conjunto de las injusticias que este pueblo ha padecido y sigue padeciendo. Estas injusticias son los actos de violencia pero tambin las sinrazones, los falsos razonamientos, las falsas garantas con que se les pretende compensar y justificar. Arafat no ha usado ms que una palabra para hablar de las promesas incumplidas, de los compromisos violados, tras las masacres de Sabra y Chatila:shame,shame. Se dice que no es un genocidio. Sin embargo, es una historia que, desde el principio, tiene mucho de Oradour1. El terrorismo sionista no se diriga nicamente contra los ingleses, sino contra los pueblos rabes que tenan que desaparecer; el Irgn fue muy activo en este sentido (Deir Yassin)2. En todos los casos se trata de hacer como si el pueblo palestino no solamente no debiera existir, sino que no hubiera existido nunca. Los conquistadores haban padecido ellos mismos el mayor genocidio de la historia. Los sionistas hicieron de este genocidio unmal absoluto. Pero transformar el mayor genocidio de la historia en mal absoluto es una visin religiosa y mstica, no una visin histrica. Esta visin no detiene el mal; al contrario, lo propaga, lo hace recaer sobre otros inocentes, exige una reparacin que hace sufrir a otros una parte de lo que los judos han sufrido (expulsin, asilamiento en el gueto, desaparicin como pueblo). Con medios ms fros que los del genocidio, se trata de llegar al mismo resultado.Losee.uu.y Europa les deban a los judos una reparacin. Y esta reparacin se la hicieron pagar a un pueblo del cual lo menos que puede decirse es que no tena nada que ver con ella, que era singularmente inocente de todo holocausto y que ni siquiera haba odo hablar de l. El sionismo, y despus el Estado de Israel, exigieron a los palestinos reconocimiento jurdico. Pero l mismo, el Estado israel, no ha dejado de negar el hecho mismo de la existencia del pueblo palestino. Nunca se habla de palestinos, sino de rabes de Palestina, como si hubiesen estado all por casualidad o por error. Luego se har como si los palestinos expulsados viniesen de otro lugar, nunca se mencionar la primera guerra de resistencia que llevaron a cabo completamente solos. Se har de ellos los descendientes de Hitler, puesto que no reconocen a Israel su derecho. Pero Israel se reserva el derecho de negar su existencia de hecho. Aqu comienza una ficcin que cada vez se extender ms, y que pesar sobre todos los defensores de la causa palestina. Esta ficcin, que es una apuesta de Israel, consista en hacer pasar por antisemitas a cuantos pusieran objeciones a los hechos y a las acciones del Estado sionista. La fuente de esta operacin fue la fra poltica de Israel con respecto a los palestinos.Desde el comienzo, Israel no ha ocultado su propsito: vaciar el territorio palestino. An ms: hacer como si el territorio palestino estuviera vaco, destinado desde siempre a los sionistas. Se trataba de una colonizacin, pero no en el sentido europeo del sigloxix: no se quera explotar a los nativos, se les quera expulsar. Quienes se resistieran a ello no se convertiran en una mano de obra dependiente del territorio, sino en una mano de obra volante y desarraigada, como si se tratase de inmigrantes reunidos en un gueto. Desde el principio se trat de ocupar las tierras como si estuviesen desiertas o pudiesen vaciarse. Es un genocidio, pero el exterminio fsico est subordinado en este caso a la evacuacin geogrfica: Al no ser ms que rabes en general, los palestinos supervivientes deben fundirse con el resto de los rabes. El exterminio fsico, aunque se confe a mercenarios, no deja de estar presente. Pero se alega que no es un genocidio, ya que no se trata de la solucin final: En efecto, es un medio entre otros. La complicidad de losee.uu.con Israel no procede nicamente del poder de unlobbysionista. Elias Sanbar3ha mostrado perfectamente que losee.uu.han encontrado en Israel un aspecto de su historia: el exterminio de los indios que, tambin en este caso, slo en parte fue directamente fsico. Se trataba de vaciar, de hacer como si nunca hubiese habido indios ms que en guetos, lo que haca de ellos otros inmigrantes interiores ms. En muchos aspectos, los palestinos son los nuevos indios, los indios de Israel. El anlisis marxista indica estos dos movimientos complementarios del capitalismo: imponerse constantemente lmites en cuyo interior despliega y explota su propio sistema; desplazar cada vez ms lejos estos lmites, rebasarlos para volver a emprender a mayor escala o con mayor intensidad su propia fundacin. Desplazar los lmites: sta fue la accin del capitalismo americano, del sueo americano, que ha sido recuperado por Israel y por el sueo del Gran Israel en territorio rabe y a costa de los rabes.Cmo ha podido el pueblo palestino resistir, cmo resiste an? Cmo ha pasado de ser una sociedad de linajes a convertirse en una nacin armada? Cmo se ha dado a s mismo un organismo que no simplemente lo representa sino que lo encarna, an sin territorio y sin Estado? Haca falta un personaje histrico que, desde el punto de vista occidental, se dira salido de Shakespeare, y se fue Arafat. No es la primera vez en la historia (los franceses pueden pensar en la Francia libre, con la diferencia de que al principio contaba con menos base popular). Y lo que tampoco ha ocurrido por primera vez en la historia es que en cada ocasin en que ha sido posible una solucin o un elemento para la solucin, los israeles la han destruido deliberada y sistemticamente. Apelaban a su posicin religiosa para negar, no ya el derecho, sino incluso el hecho palestino. Se desentendan de su propio terrorismo tratando a los palestinos como terroristas llegados del exterior. Y, precisamente porque los palestinos no eran tal cosa, sino un pueblo especfico, tan diferente del resto de los rabes como pueden serlo entre s los pueblos de Europa, no podan esperar de los propios Estados rabes ms que una ayuda ambigua, que a veces se converta en hostilidad y exterminio, cuando el modelo palestino se volva peligroso para ellos4. Los palestinos han recorrido todos los crculos infernales de la historia: el abandono de las soluciones cada vez que eran posibles, las peores inversiones de las alianzas en las que haban puesto su confianza, el incumplimiento de las promesas ms solemnes Y su resistencia ha tenido que alimentarse de todo ello.Puede que uno de los objetivos de la masacre de Sabra y Chatila5haya sido el de desprestigiar a Arafat. No haba dado su consentimiento a la partida de los combatientes, cuya fuerza segua intacta, ms que a cambio de que la seguridad de sus familias quedase absolutamente garantizada por losee.uu.e incluso por Israel. Despus de la masacre, no quedaba ms palabra queshame. Si la crisis de laolpque se va a producir tuviera como resultado a plazo medio, ya fuera la integracin en un Estado rabe, ya la disolucin en el integrismo musulmn, entonces podra decirse que el pueblo palestino habra desaparecido efectivamente. Pero ello ocurrira con tales condiciones que el mundo, losee.uu.y hasta Israel no dejaran de lamentar las ocasiones perdidas, incluyendo las que an son posibles en este momento. A la frmula orgullosa de Israel (Nosotros no somos un pueblo como los dems) ha respondido siempre el grito palestino, invocado en el primer nmero de laRevue dtudes palestiniennes: Somos un pueblo como los dems, no queremos ser otra cosaAl emprender la guerra terrorista del Lbano, Israel ha intentado suprimir a laolpy privar al pueblo palestino de su soporte, tras haberle privado de su tierra. Y puede que lo haya conseguido, porque en la Trpoli sitiada slo quedaba la presencia fsica de Arafat entre los suyos, todos sumidos en una especie de grandeza solitaria. Pero el pueblo palestino no perder su identidad ms que provocando en su lugar un doble terrorismo, de Estado y de religin, que se beneficiar de su desaparicin y que har imposible todo acuerdo de paz con Israel. De la guerra del Lbano Israel no saldr slo moralmente desunido y econmicamente desorganizado, sino que se enfrentar a la imagen invertida de su propia intolerancia. Una solucin poltica, un compromiso pacfico slo es posible con unaolpindependiente, que no haya desaparecido en uno de los Estados existentes y que no se disuelva entre los distintos movimientos islmicos6. La desaparicin de laolpslo sera una victoria de las fuerzas ciegas de la guerra, indiferentes a la supervivencia del pueblo palestino.

1. El autor se refiere a la masacre cometida por las tropas alemanas en el poblado francs de Oradour-sur-Glane el 10 de junio de 1944.2. Irgn, u Organizacin Militar Nacional en la Tierra de Israel, fue un grupo paramilitar sionista que oper entre los aos 1931 y 1948, durante el Mandato Britnico de Palestina. Descrita por los ingleses como una organizacin terrorista, fue fundada por el idelogo del sionismo revisionista Vladmir Jabotinsky, y se le acusa de la matanza cometida contra la poblacin rabe de la aldea de Deir Yassin, el 9 de abril de 1948.3. Deleuze se refiere a su discpulo, el escritor, ensayista y traductor de la obra del gran poeta palestino Mahmud Darwix.4. Es preciso recordar que laolpde Arafat era una organizacin laica, y en consecuencia no siempre encontr apoyo entre los polticos islamistas de los pases vecinos.5. Se refiere a la masacre cometida en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila por la Falange Libanesa en 1982, perpetrada con la anuencia, o al menos con la indiferencia de las Fuerzas de Defensa de Israel apostadas en la zona.6. La disolucin de laolpentre las redes de Hams (Movimiento de Resistencia Islmico) es ya una realidad.