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letras libros revistas
DDANIELANIEL OOLIVARESLIVARES VVINIEGRAINIEGRA
e Sur a Norte y de Este a Oeste, sin que exista nece-
sariamente un orden predefinido, se presenta este
magno proyecto independiente encabezado por
Adán Echeverría y Armando Pacheco.
No pretende ser una antología sino precisamente el mapa
que da por sentado su título, y pese a su asumida sobriedad no
desmerece en cuanto a sus loables objetivos y ambiciosos alcan-
ces. Presenta, estado por estado, muestras de la labor creativa
realizada por poetas mexicanos nacidos en el periodo 1960–1989,
sin anteponer mayores límites que el que estos hayan publicado
por lo menos una plaquete, obtenido un premio de poesía o que
sus creaciones hayan aparecido en alguna revista registrada en el
Sistema de Información Cultural del Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes. Los compiladores dan entonces por sentado
que los autores que figuran en el mapa han sido reconocidos
como poetas por críticos autorizados o al menos por editores que
“decidieron arriesgarse a publicarles”.
Sin embargo, en lo que concierne a la etapa de gestación y
concreción del trabajo, los coordinadores del proyecto, también
ellos creadores y promotores literarios, no contaron con mayo-
res apoyos institucionales, y sólo una vez concluido su afán bus-
caron el respaldo del Centro Yucateco de Escritores, A.C. Con
todo y lo ingente de la empresa lograron superarla con celeridad
y acierto y de ella como mayor mérito destaca justamente el tra-
tar de romper con las inercias de los ámbitos culturales y edito-
riales (ya estatales, ya regionales, ya nacionales) e intentar fran-
quear todo tipo de barreras al ponerse en consonancia con la
modernidad; de esta manera, desde un inicio optaron por las ven-
tajas del formato digital.
El trabajo de compilación inició formalmente en 2007 y
finalmente dio como resultado el acercamiento a poco más de
650 poetas, de cada uno de los cuales se escogieron de 1 a 6
cuartillas. De publicarse por medios tradicionales ello implicaría
unas 1,500 páginas de poesía, desarrolladas en siete volúmenes,
más un documento que incluiría las fichas biobibliográficas, unos
cuatro volúmenes más… pero todo este material final (si no todo
un aleph sí al menos un reconcentrado y reconfortante espacio
dialogante en el que los poetas de las generaciones recientes
pueden conocerse, reconocerse y solazarse) se distribuye ya casi
íntegro y de manera gratuita a través de la red de redes (Internet),
si bien puede conseguirse también una versión en disco digital
(CD), la cual –aunque poco menos que artesanal en cuanto a su
confección y presentación– ofrece el aliciente del orden, la com-
pletitud y la posibilidad de escuchar algunos poemas.
El mapa está fechado en agosto de 2008, en Mérida, Yu-
catán, amparado principalmente por los proyectos, asimismo
independientes, Ediciones Zur y Catarsis Literaria El Drenaje. La
última y más reciente presentación tuvo lugar este 21 de enero en
el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México, si bien la idea
es realizar al menos una presentación en cada una de las entida-
des federativas.
Búsquese, sitúese y oriéntese en este mapa si es usted poeta
y cumple o cumplió con las expectativas de la explícita y tácita
convocatoria, e igualmente esté usted pendiente de las presen-
taciones en su lugar de origen si es estudioso o mero amante del
género, ya que cada una de ellas se convertirá asimismo un ame-
no recital en el que participarán poetas locales y connotados
escritores invitados.
D
Guillermo Ceniceros
29
DDANIELANIEL OORIZAGARIZAGA DDOGUIMOGUIM
Cada libro, por sí mismo, ejemplifica un aspecto del mundo que el autor desea explorar
FEFERICO PATÁN
odo examen de la obra de Federico Patán re-
sultaría incompleto si pasamos por alto una
de sus labores fundamentales: la de ensayista
y crítico. Aclaro los límites de este texto, en el que corro
el riesgo de repetir Patán ha escrito mejor que yo. Des-
creo, sistemáticamente, de los ensayos que intentan
definir el ensayo. La mayoría lamenta o celebra la malea-
bilidad del género y pasa a formar parte casi de inme-
diato de una bibliografía acumulativa. Tomo otro cami -
no, el explicativo a partir de mi experiencia lectora y de
aprendizaje con tres de sus libros de ensayo: Contra-
puntos (1989), El espejo y la nada (1998) y “No más de
tres cuartillas por favor” (2006). Faltará, sí, la ensayísti-
ca de Patán dedicada a las letras inglesas y me acuso de
esa falta. Además, no todos sus ensayos han sido reco-
gidos como libro y no podemos discutir las razones que
han evitado esa fortuna.
I. De cartografías
Contrapuntos es reconocible por un aire de familia. Si la
nota suelta del suplemento o revista fragmenta el uni-
verso de lo que ocurre en la literatura aunque inserta la
obra literaria dentro de su horizonte cultural, “romper
la insularidad” (1989:7) en un libro de ensayos es trans-
mutar “el eco apagado” de las lecturas para encontrar
la continuidad, la comunidad e imbricación entre te-
mas, autores y modos del quehacer literario. La cohe-
rencia de esta reunión de ensayos representa, de por sí,
un modo original de leer la narrativa mexicana contem-
poránea.
Más que el tiempo, el espacio congrega. Por eso no
sorprende que al iniciar el cuestionamiento sobre nues-
tra narrativa haya que empezar por entender el motivo
de la Capital en la novela y el cuento posterior a los
cincuenta, primer apartado del volumen Contrapunto.
Nostalgia (Las batallas en el desierto, 1981) y recrea-
ción (De perfil, 1966) parecen los mecanismos de apro-
piación más comunes de la Ciudad de México por los
escritores. Diferentes ritmos y conciencia del momento
social y político (Ensayo de un crimen, 1944), violencia
y deterioro, contradicciones. Escenario de crímenes y
“[…e]l Distrito Federal se vuelve un monstruo devora-
dor de inocencias y sueños; el posible edén termina
siendo el infierno de todos tan temido”. Todo esto de-
tecta Patán, siempre con los ejemplos más adecuados,
sin alardes desviadores: “[e]n los ensayos las ideas per-
tenecen a la superficie del texto, […] quedan en primer
T
plano, a modo de protagonistas” (7). “La capital en la
narrativa mexicana reciente” finaliza con una especie de
profecía: “la ciudad irá entrando en nuestra esencia cada
vez con mayor rigor, metamorfoseándonos con lógica al
parecer impecable”. (21) Así, se postula un sutil centro
que abarca la producción literaria, o marca un punto que
otras creaciones habrán de elaborar, cuando buscan
en la provincia o en espacios más lejanos del mundo,
alternativas a ese centro. El juego no se detiene en nues-
tros días.
La “esencia urbanística”, por ejemplo, sería un ras-
go “acaso obvio” que percibe en “La joven narrativa”,
segundo ensayo de Contrapunto. Joven por dos sentidos:
por su “agilidad, elegancia y fuerza” y en el sentido cro-
nológico. A partir de una definición de Ann Duncan,
Patán irá desbrozando, precisando lo que su experiencia
le señala: en ese momento era joven la novela del 68, el
cine hacía sentir su cala en la narrativa como no había
ocurrido antes, los recursos escrituarios se amplían y
continúa la experimentación, cierta exotización, la bús-
queda psicológica y la metaficción. ¿Sigue siendo así?
Faltan trabajos que actualicen estos postulados, tanto
para revisar lo que Federico Patán destaca como para
señalar directrices contemporáneas.
Se alega en nuestro días la dispersión, la diversidad:
esto ocurría también en los ochenta y Patán muestra un
serio panorama, válido y curiosamente optimista. No
había “novelas definitivas”, sacudidoras pero sí sólidas y
novelistas en proceso de madurar. Algunos de los auto-
res y las obras revisadas, por mencionar ejemplos con-
cretos, son: Violación en Polanco de Ramírez (Armando
Ramírez, 1980), Palinuro de México (Fernando Del Paso,
1975), Pánico o peligro (María Luisa Puga, 1983), Alber-
cas (Juan Villoro, 1985) o Intramuros (Luis Arturo Ramos,
30
Alejandro Caballero
1983), más algunos otros descuidados por la crítica
reciente.
De ese descuido rescata a Josefina Vicens en el ter-
cer ensayo. Sus “dos buenas novelas en treinta años”:
El libro vacío (1958) y Los años falsos (1981) captan su
atención. “Buscadoras de lo psicológico”, indagatorias,
con varios planos y contenidos latentes, “por medio
de técnicas narrativas que, en su aparente sencillez
ocultan una gran dosis de complejidad” (44), dice
Patán. El análisis puntual da cuenta de los modos de
la escritura, y es, creo, valioso porque vislumbra una
posible genealogía entre la obra de Vicens y una de las
tendencias más visitadas en los ochenta. Como de-
cir: no todo lo nuevo por serlo relumbra, el efecto
de novedad no es tal.
No continuaré ensayo por ensayo resumiendo las
tesis. Me detengo en dos por ahora “Tres calas en Sergio
Galindo” y “El desfile del amor y la variación en el dis-
curso”, al que volveré después. El primero es el texto
más largo del libro. Además de sus perspectivas sobre
Galindo, es de mencionar la “anécdota” de su encuentro
con la novela mexicana. Una vez que hubo dejado el des-
dén por la “novelística en pañales” (44) en los cuales
sentía “el empeño de creación, la buena voluntad y
la deficiencia técnica” (Íd), encontró, recomendado por
alguien, el Sergio Galindo de El bordo (1960). Patán se
adentra en su narrativa, reconociendo sus varios acier-
tos que superaban el nivel común. Imposible comentar
brevemente este excelente ensayo, motivado por una
obra no menos atractiva, pues para tener buena crítica
hay que tener buena obra –cito a Pero Grullo, que a veces
no está de más hacerlo. Termina contundente el ensayo,
contra “la literatura [que] se transforma en mero ejerci-
cio para que los críticos apliquen sus herramientas de
análisis” (71). Los argumentos de Patán sobre la obra
de Galindo, de la que establece un panorama y un con-
centrado estudio no han perdido vigencia. Su relación
personal con el hombre y la obra también queda regis-
trada. Los dos Ángeles (1984), por ejemplo le “toca de
cerca”.
Nótese que su lectura de Nudo (1970) es verdadera-
mente una apreciación a contrapunto, pues el afán críti-
co nos reclama mirar a ciertas obras para encontrarles la
importancia que lecturas superficiales puedan haberles
escatimado.
Ahora el ensayo sobre Pitol, por cierto uno de los
autores favoritos de los participantes en el Congreso de
Literatura Mexicana Contemporánea. El desfile del amor
(1985) cristalizaría varios de los rasgos de la novela de
su tiempo, a saber: la relación con la historia, la cuestión
de la memoria, la Ciudad de México, la ambigüedad, la
ironía, la intertextualidad, el dialogismo, entre varios. Su
complejidad no le resta buena manufactura narrativa.
Intuimos que para Patán la obra de los dos veracruzanos
representa y justifica el optimismo que sobre las letras
mexicanas percibimos.
Patán escribe también sobre Gringo viejo (1985) de
Fuentes, sobre Manifestación de silencios (1989) de Azue-
la y Asesinato (1985) de Leñero. Haciendo un balance,
Contrapunto sostiene su premisa fundamental: enriquece
el conjunto de intervenciones, da pautas para encontrar
el otro sentido de lo leído, se acerca a lo poco justipre-
ciado, escribe sobre la literatura mexicana desde otro
punto “insinuando algunas conclusiones [que] son de
orden más amplio”.
II. Paseos: El espejo y la nada
A manera de prólogo, Federico Patán nos presenta su
poética de la lectura, autobiográfica, en El espejo y la
nada (1998). Estamos ahora en un reconocimiento de
caminos, en la obra que se deja transitar, el lector que
acepta hacerlo sin tener “mayor compromiso hacia el
texto que leerlo y disfrutarlo u, ocasionalmente, leerlo y
apartarlo de modo definitivo.” (7). El libro-camino lleva
31
a otros y permite el regreso. Las señales no pueden ser
borradas, los ensayos son reelaboraciones de otros pero
en el sabor del momento contienen la oportunidad de
“encontrar matices”. La particularidad es que cada vuel-
ta es un nuevo goce, el deber académico o amistoso no
excluye el placer del camino conocido, no es carga sino
condición del buen lector. Ahora las vías se extienden
hacia los poetas y hacia los nuevos clásicos. Casi diez
años separan cada volumen de ensayos. Patán acostum-
bra medir el paso del tiempo entre las obras de un autor
con especial cuidado, notando continuidades, rectifica-
ciones o avances, incluso algún retroceso a partir de las
expectativas anteriores logradas. Llama la atención que
se incluya a poetas, pero esto es muestra de su afán com-
prensivo. No me detendré en comentar ese apartado,
que en el conjunto es el más sucinto. Lleguemos a los
narradores.
“En fin, que de mapas va la cosa” (55), nos aclara.
Precisamente en “Los narradores ocultos”, como llama
Patán al “Intermedio”, hay un diálogo abierto con otros
críticos. Tres textos relativos a la narrativa mexicana
–uno de Ana Rosa Domenella, otro de Vicente Francisco
Torres, el último de Carlos Monsiváis– son el origen de
una indagación relativa a la “fama que en un cierto
momento distingue a un autor” (54). La perplejidad que
le producen estos mapas no lo paraliza, agudiza la mira-
da pues, “los mapas narrativos propuestos por estos
autores no correspondían (ni tenían por qué correspon-32
Carlos García Martínez
der, desde luego) al que mis lecturas me han ido creando”
(54), nos confiesa.
Cuestiones canónicas, pues. Allí estarían –qué duda
cabe–, Fuentes, Pitol, pero ese lugar sigue abierto a du-
das, a rectificaciones. Y de allí a las obras y autores que
dejan de gozar de estima, lo que lleva a otra problemáti-
ca: la fugacidad del trazado del mapa. Entonces, “el crí-
tico pone sus monedas sobre el tapete y espera a ver qué
dice la ruleta” (57). Esto es, vuelvo a citar “cualquier in-
tento de totalizar los empeños de la narrativa” requeriría
“un equipo de críticos dedicados a tal faena” (73). Creo
que por sus perspectivas, aperturas, éste es uno de sus
ensayos mejores, definitivamente. Lástima que como él
lo dice, deja fuera la cuentística. Negociación es la pala-
bra clave. Si “la crítica vive en desventaja continua ante
los creadores”, tal desventaja no quiere decir contrapo-
sición. Remito sin reservas a ensayo tan valioso. Patán
no teme la discusión la interlocución, acoge nuevas teo-
rías, las entiende bien, no se encandila. La lucidez se
mantiene.
Y, sin sospecharlo siquiera, reafirma una intuición
propia, baladí si se quiere: las escritoras en conjunto
están desarrollando ahora los proyectos narrativos más
interesantes de nuestras letras.
Paso entonces a otro ensayo que considero llamati-
vo, “Rosario Castellanos: el espejo y la nada”, que da
título de alguna manera al libro. Es un ensayo lucidísi-
mo que acrecienta el entendimiento sobre obra y auto-
ra. Aclara Federico Patán que Castellanos fue periodis-
ta, un oficio acaso humilde si visto desde alturas lite-
rarias mayores; oficio, sin embargo, creador de textos
que nos iluminan cuando quien escribe lo hace des-
de una inteligencia alimentada en lecturas y meditacio-
nes. No sumar a la narradora y a la poeta esa carga
menor de la ensayista provoca una incomposición, una
pérdida de nitidez que se traduce en pérdida de la tota-
lidad. (107)
Difícil no caer en el lugar común. Caeremos dicien-
do que bien podría entenderse lo mismo de nuestro
ensayista. Pero eso lo atenderé en la cuarta parte de este
artículo.
Estudios indispensables también que desearía men-
cionar más a profundidad son los dedicados a Inés
Arredondo, a José de la Colina, a Juan Vicente Melo.
Destaco este último porque pone en juego sus herra-
mientas de análisis para abordar una novela que por su
riqueza tendría que hacer correr más tinta: La obedien-
cia nocturna. Como los demás de su generación, Melo
es un “explorador de lo íntimo” (139), y su narrativa
ha hecho desbarrancar a más de un crítico despista-
do. Patán deja penetrarse por las preocupaciones de
la obra, las deja resonar y postula argumentos inelu-
dibles.
III. Oficio de reseñas
El apunte tal vez anecdótico se impone y transcribo
simplemente los datos de la “Introducción”: en el su-
plemento Sábado de Unomásuno dirigido por Huberto
Bátis aparecieron desde principios de los ochenta al
2002 más de 800 reseñas firmadas por Federico Patán,
de las cuales 600 son de cuento o novela de autoría
mexicana. Nadie, según Patán, quería en esa época es-
cribir sobre esta narrativa mexicana. La seriedad de
Patán como lector que se dirige a un público para ofre-
cer una lectura modelo –en el sentido de informada,
de conocedor– ha permitido también este cambio de
actitud.
No más de tres cuartillas por favor… (2006) es en-
tonces el título de la antología de notas críticas que
sobre narrativa mexicana ha decido reordenar. La des-
cribo: en estricto orden alfabético, comenta, apegado a
la petición del título, obras de cien escritores mexicanos,
de José Agustín a Luis Zapata. De entre los que están,
cito yo en desorden: Gardea, de la Colina, Samperio, Eli-
33
zondo, Solares, Ibargoyen, Luis Arturo Ramos. Algunas
escritoras: Seligson, Garro, Glantz, Boullosa, Estrada, Es-
pejo; más aquellos a los que comúnmente se afilia como
de la Onda y el Crack. Por supuesto, está Carlos Fuentes.
Para Patán no hay capillas privadas, hay interlocuto-
res. Estructura el libro como diccionario para rastrear
temas, métodos escriturarios, logros específicos; es com-
pendio ineludible.
Relativamente breve, procura una visión de conjunto
que no restringe sus miras: la disposición de incidir en el
debate con un libro así de equilibrado significa un punto a
partir del cual dialogar, pues “al lector corresponde despla-
zarse por dicha senda y aceptar las premisas últimas del
texto u oponerse a ellas” (8). Ni la aséptica noticia de las
novedades recibidas ni el desborde visceral. El programa es
claro: no tenerlo, o mejor, dejar que la obra sea leída.
Llama la atención en primera instancia el espacio
concedido a autores poco beneficiados en los medios
habituales, aquellos que en esos años presentan sus pri-
meras novelas o volúmenes de cuentos: Mauricio Ca-
rrera (El club de los millonarios, 1996), Agustín Cadena
(La lepra de Job, 1994), Ernesto Alcocer (También se
llamaba Lola, 1993), son algunos de los revisados. En
estos casos la simpatía no desdice el rigor y hay llama-
das de atención al público y al autor.
Pero tampoco los nombres consagrados pueden
publicar sin pena. A José Agustín le reconoce No pases
esa puerta (1992), y encuentra objeciones para La miel
derramada (1992). De este último, el balance es sutil:
“[éste] es, pues, un libro de calidad desigual; una combi-
nación de las características más sólidas y distintivas del
autor con aspectos débiles. En tal sentido, el libro resul-
ta un escaparate muy revelador” (18). Sobre Carmen
Boullosa asienta “Son vacas somos puercos […] es una
novela fallida” (34); de La milagrosa (1993) “tal vez
Carmen deba ampliar el plazo entre una publicación y
otra dándose el tiempo de asentarse mejor. Pero es un
mero tal vez” (37) El “mero tal vez” suena elocuente.
Pero no los fatigaré con ejemplos. Quiero asentar la
ecuanimidad de Patán y paso a dos escritores que me
interesan: en La frontera de cristal (1995) “hay un des-
acuerdo con alguien que, como Fuentes, pertenece de
lleno a la literatura y sabe lo que narrar significa” y la
factura final del libro; lo mismo ocurre con Los años
con Laura Díaz (1996). Estima Patán que Elena Garro,
tras la publicación de Un corazón en un bote de basu-
ra (1992) se ha convertido en “una novelista incómo-
da”. A todo esto, Patán se posiciona: “un crítico no debe
esquivar ciertas situaciones en donde su aprecio por un
autor choca de frente con la impresión negativa dejada
por la lectura de algunas de sus obras” (126).
Separa la paja del trigo, y en la balanza, resuelve
dificultades, explica y valora. Nos devuelve, sin supersti-
ciones, la posibilidad de la crítica como ejercicio del gusto
y del valor sin que estas palabras sean altisonantes. La
angustia impresionista no lo toca. Conoce la jerga y las
metodologías académicas –de hecho, a veces sorprende
encontrar términos especializados en textos que se diri-
gen a un público masivo–, pero no se constriñe a argu-
mentos palabrísticos porque acude a la obra como escri-
tor: sabe ver dónde pueden producirse las fallas y por ello
no escatima el reconocimiento del acierto.
Encuentro dos casos curiosos de apreciación, el
que se le hace a Y retiemble en sus centros la tierra
(1999) de Gonzalo Celorio y a Mal de amores (1996) de
Mastretta: “¿por qué, al final de todo, el desasosiego
de que algo no está funcionando pese a que todo fun-
ciona muy bien?” (177). La literatura, nos está haciendo
un guiño, no es mera técnica y manejo de formas o puro
“conocimiento de herramientas literarias” (59).
¿Cuáles son las características que en la narrativa
aprecia Patán?: el oficio, el “arriesgue” (28), ciertas “ma-
ñas” de los narradores (30), el buen ritmo (32), la hon-
dura (45) o el humor cuando se requieren obras que esti-
34
mulen al lector (p.123). Y algo que se olvida: que sean
entretenidas. Deplora la vaguedad estructural, el descui-
do en la expresión, la monotonía (28), lo trillado (50),
las “gollerías” (61), el exceso de material, de páginas so-
brantes (63), el feísmo o tremendismo (96).
Nada más lejos que mostrarse autoritario. Sabe que
las apreciaciones son falibles (30 y 35). Por ello se con-
cede el tiempo de repensar, de volver a plantear ideas en
marcos más amplios. Desde No más de tres cuartillas por
favor Federico Patán prevé algunas tendencias que otros
–o él mismo– habrán de analizar en profundidad, a saber,
la de novela histórica (38), la metanarrativa (34), la no-
vela del fin de milenio (117) o la sátira, que marcarán
los nuevos bordes en los mapas de los que ya hablamos
antes. Cartógrafo experimentado, Patán conoce estos te-
rritorios.
35
Rocco Almazán
Curioso que tratemos largamente un libro de esta
naturaleza. Revisar el aporte crítico desde la reseña no
es en modo alguno disminuir el valor de sus Contra-
puntos o El espejo y la nada, sino oportunidad para
meditar la cuestión de la crítica a partir de una forma
liminal. Según Eduardo Grüner el ensayo como tal es un
género culpable: la nota crítica en el medio periodístico
lo es doblemente. “Ensayo significa la exploración de un
tema. El autor examina algún aspecto del mundo procu-
rando mediante dicho examen alcanzar ciertas conclu-
siones, por lo general tentativas en uno u otro grado” (7)
nos recuerda Patán en el “Prólogo” al indispensable volu-
men de ensayo literario mexicano que coordinó y que fue
publicado en 2001. Todo lector que comprenda notará que
logra salvar el escollo de la crítica de cabaret, de los
reflectores, del mero parafraseo de solapas y construir un
modo de lectura que nos hace cuestionar la narrativa
mexicana con verdadero provecho. Entre las tareas de la
crítica estaría, también, la de “explicarnos qué le permite
a una obra volverse clásica; es su obligación indagar ese
movimiento constante de los libros hacia la luz, hacia la
penumbra o hacia el olvido” (1992: vii).
En la historiografía de la crítica de literatura mexi-
cana contemporánea no todo es territorio vacío, lo vimos,
ni todo es dispensable o completo acierto (ix). Si hay que
hablar entonces de tradición crítica tenemos a dónde mi-
rar, la reconocemos presente. Otros están discutiendo sus
alcances en otra parte allá afuera. Lo que distingue a
Federico Patán de esa constelación es la consistencia y su
perspicacia equilibrada como creador y lector.
IV. Al pie de la letra
Mis impertinencias de comentador: en esta larga pará-
frasis de sus ideas he privilegiado los ensayos panorá-
micos pues son una respuesta de integración sobre la
lectura fragmentaria de la reseña. Faltó la discusión con
otros estudiosos, lo que ayudaría a postular su trascen-
dencia, otros ecos posibles y desarrollos.
“La función de la reseña –cito a Patán–: dar noticia
de las novedades editoriales. Si no es crítica pienso que
no vale la pena el publicarla” (2006: 8) No exagero al
decir que es uno de los pocos reseñistas confiables que
hay –que ha habido–, y de los contados que vale la pena
releer. Lectura de segundo grado, a través de la reseña
vemos a hurtadillas lo que otros han escrito sobre esa
obra que nos interesa como resultado de un primer en-
frentamiento. Patán muestra las cartas con las que juega
en alarde de probidad desconocido para muchos. Los
rasgos de la nota crítica serían: “honestidad en las opi-
niones vertidas, claridad en la exposición de las ideas e
interés exclusivo por la obra, dejando fuera de nuestras
preocupaciones al autor” (íd).
Tal vez parezca hiperbólico llamar ensayo a una
reseña, pero en el caso de Patán la condición no es tan leja-
na, no se opone. Las reseñas, surgidas a veces de lecturas
a su juicio no “muy meditadas” aunque nunca asome el
descuido son el inicio, la mayor parte de las veces, de sus
ensayos mayores en toda la intención de la palabra.
Guardan el calor de lo recién descubierto. De ahí la pro-
puesta de llamarlos formas breves, no truncadas, que
exploran, que ensayan bases para sus estudios específicos.
Claro: el ensayo habita los lugares más variables. Para uti-
lizar una frase de Federico Patán sobre otro autor, “no des-
merecen al lado de sus hermanas mayores”. Examinador
inmejorable, mucho más complejo que varias de las obras
que lee y a las que aporta con generosidad, es también un
elegante prosista que en verdad “colabora” para justipre-
ciar una novela, un libro de cuentos, a despecho del núme-
ro de líneas permitido. Ya lo adelantamos: éste es un libro
de reseñas perfectamente legible, cualidad rara.
Otra sería –se intuye ya– la amplitud de lecturas, de
autores tratados. Cada “pieza” constituye un ejemplo
de la forma de acercarse al texto. Atrae su formación
académica, no la niega. El ataque a la academia es un
esnobismo lamentable en el que no cae. El análisis
36
pleno, certero, es seguido por intento de valoración
dentro de los mismos límites de la obra, dentro de lo
que ella misma se ha propuesto. Difícil pensar en una
crítica más justa. Leer sin programa, dejar leer la obra.
Y luego encontrar las resonancias, las filiaciones evi-
dentes o secretas, y aventurar visiones de conjunto,
tendencias o ritmos comunes y, por qué no, destiem-
pos. Sus ensayos no son vías de dispersión, son entra-
das; en sus interpretaciones pertinencia quiere decir
mesura, no temor.
El recelo se cierne en nuestra crítica. Hemos relega-
do la escritura de la historia de la literatura mexicana
contemporánea, sospechamos de los proyectos que se
pretenden generalizadores. Frente a nuestras narices, en
distintos momentos, Federico Patán nos ha dado las
pautas, adelanta preguntas todavía por formular, ya que,
“las reseñas son muy importantes porque van creando el
mapa explorador de una literatura en proceso de hacer-
se. La crítica es una labor a más largo plazo, más medi-
tada, más estructurada en cuanto al contenido y a los
soportes bibliográficos. Aspira a la precisión y a la pro-
fundidad” (11). Ha logrado ambas con maestría. Explica
él mismo algo de su método:
“Yo separo la actividad crítica de la meramente narra-
tiva o poética, por un procedimiento muy sencillo: nunca
le pido a los que critico o reseño que escriban como yo.
Siempre les pregunto por qué escriben como ellos escri-
ben y saco mis conclusiones” (Torres: 2004, 80).
No podemos creerle totalmente cuando afirma en
esa misma entrevista que “el ensayo es más bien mi
obligación académica. Si no tuviera que vivir de la ense-
ñanza, y me pudiera dedicar solo a escribir, me dedicaría
a poesía y a narrativa exclusivamente” (Torres, 2004:79).
En otro lado, por el contrario declara “Un autor puede
escribir ensayo porque se lo pide alguna urgencia inte-
rior.” (2001:10). La misma “urgencia interior” lo llevaría
de nuevo a intentar con fortuna la forma sobre la que
hemos estado hablando.
Federico Patán limpia sus ensayos de mala leche,
aunque a veces la extrañamos un poco. Nos hará soltar
una mueca –irónica, claro está–, no una protesta airada.
Y por eso, al final, el comentario resulta más efectivo, sin
fuegos artificiales, pues “El lector no puede salir indem-
ne de un texto” (2001: 12).
Que conste que el localismo no retiene como lastre
el pensamiento de Patán. Entronca su novelística, cuen-
tística y poesía en horizontes que le son familiares: su
entorno inmediato, México y toda la lengua española, la
lengua inglesa, en fin, toda la literatura. Son sus ensayos
precisamente los que dan cuenta de la lucidez, de su
necesidad de diálogo con los distintos cánones, necesidad
velada o a veces no tanto en su producción creativa.
Si a partir de los cincuenta las publicaciones cultura-
les periódicas aumentan en número y calidad, la prepon-
derancia de los suplementos en los años más recientes se
contrae. Que nuestro campo cultural (Bordieu) se modifi-
ca, que el blog, por ejemplo, parece ganarle terreno a la
columna del diario, todo esto puede aludirse, ser di scuti-
do. Una mala reseña tenía cierto poder, alentaba a más de
uno a comprar el libro o a olvidarlo enteramente, a dejarlo
pasar. Esta capacidad de la reseña en el medio cultural
mexicano aparece disminuida: de las tres cuartillas pasa-
mos a la noticia bibliográfica, apenas una interrupción en
el flujo de imágenes. No hay manera de que una labor
como la de Federico Patán pueda repetirse. Su inteligencia
crítica es sinónimo de fertilidad, recreo, agudeza.
REFERENCIAS
BRUSHWOOD, John S., et; al. (Sel.) Ensayo literario mexicano. México: UniversidadNacional Autónoma de México/Universidad Veracruzana/Aldus, 2001.(Coordinador de la edición, prólogo y notas de Federico Patán).
PATÁN, Federico. Contrapuntos . México, D.F.: Coordinación de Difusión Culural,Dirección de Literatura/UNAM, 1989.
(Ed.) Perfiles. Ensayos sobre literatura mexicana reciente. Boulder, Colo.: Societyof Spanish and Spanish-American Studies, 1992.
El espejo y la nada. México, D.F.: Coordinación de Difusión Cultural, Direcciónde Literatura/UNAM, 1998.
“Prólogo”, en Brushwood, John S., et;al., 7-20.No más de tres cuartillas por favor… Reseñas sobre narrativa mexicana del siglo XX
publicadas en el suplemento Sábado de Unomásuno. México: Ariadna, 2006. TORRES, María del Carmen. “Entrevista a Federico Patán. ‘La voz distingue a la
narrativa y la poesía’”. El universo de El Búho. No. 51, Abril de 2004, 76-80. <http://www.reneavilesfabila.com.mx/universodeelbuho/51/torres51.pdf>
37
38
EELSALSA CCANOANO
ntonio Francisco Prévost (Francia,1697-1763)
escribió la novela Manon Lescaut. . Cuando fue pu-
blicada despertó los comentarios más opuestos.
Mientras que para ciertos críticos Manon era la figura femeni-
na más deliciosa que había creado la literatura; para otros era
una ramera vulgar. El verdadero argumento del Abate Prévost
ha sido alterado las veces que han sido necesarias para llevar
la obra a versiones escénicas.
Giacomo Puccini (Italia, 1858-1924) estrenó en febrero de
1893, en el Teatro Regio de la ciudad de Turín, la ópera Manon
Lescaut, que es la historia del amor accidentado entre el caba-
llero Renato Des Grieux y la bellísima Manon Lescaut, basán-
dose en la novela de Prévost, pero omitiendo varias acciones y
circunstancias.
En México esta ópera fue estrenada en el Gran Teatro
Nacional en octubre de 1894; posteriormente, fue reestrenada
en el Palacio de Bellas Artes en agosto de 1945, más tarde,
también en Bellas Artes en 1979.
Es por eso un acontecimiento muy especial que el pasado
mes de septiembre de 2008 en el Teatro de la Ciudad, la Com-
pañía Nacional de Ópera haya repuesto esta obra de Puccini.
Generalmente en nuestra ciudad la temporada operística ofre-
ce L’elisir d’amore y Lucía de Lammermmoor de Donizetti;
Carmen de Bizet, o bien Tosca Madama Butterfly, y la Bohème
del propio Puccini. Pero por las fechas que ya señalé anterior-
mente Manon Lescaut no es una ópera que sea representada
con frecuencia.
Esta ópera merece comentarios detallados, porque desde
el programa de mano, que contiene la historia del nacimiento
de la obra, y de todas las representaciones que tuvo tanto en
Italia como en México, hasta los últimos detalles de la puesta
en escena merecen el calificativo de excelente.
La escenografía está a cargo del argentino Enrique Bor-
dolini y no se puede pedir más. Es funcional, original y ade-
cua- da para que el espectador se sienta transportado al
ambiente correspondiente.
El vestuario está realizado por Luciana Gutman. No es
sólo la belleza de los atuendos, sino la elegancia en la combi-
nación de colores y adornos que refleja la gran habilidad y el
profundo conocimiento de esta vestuarista ganadora del pre-
mio ACE en 2003 y 2006.
Guido Maria Guida es el director concertador; ha trabaja-
do en Italia, Alemania, Francia, Argentina, Japón, Polonia, Hun-
gría, Estados Unidos y desde luego México, participando en
todo tipo de festivales. Tiene el dominio de la técnica instru-
mental y pocas veces se tiene la oportunidad de escuchar a un
director de esta categoría.
Verónica Villarroel (soprano), Alfredo Portilla (tenor), Ri-
chard Bauer (tenor), Jesús Suaste (Barítono), Arturo Rodríguez
(bajo barítono) y Carlos Arturo Galván (tenor) son voces insu-
perables y actores que definitivamente transmiten su vena me-
lódica para que este hermoso poema dramático produzca en
el público una enorme catarsis.
La fuerza de la novela el Abate Prevóst fue asimilada por
Puccini y como pertenece al Romanticismo, el desenlace típi-
co de la separación de los amantes debida a la muerte de ella
deja en el espectador ese sabor agridulce de regresar a siglos
pasados que no se sienten tan lejanos por el poder de la lite-
ratura y de la música.
El coro del teatro de Bellas Artes celebró en 2008 su 70
aniversario precisamente actuando en esta ópera. Manon Les-
caut también fue representada en el Festival Cervantino de ese
mismo año. Seguramente en próximos eventos culturales vol-
verá a ponerse en escena. Es por esta razón que me permito
recomendarla ampliamente, no sólo a los amantes de la ópera
sino al público en general; por la veracidad de las relaciones
amorosas, por la unión inseparable del amor con la muerte y
desde luego por la inolvidable música de Puccini.
A
39
PPERLAERLA SSCHWARTZCHWARTZ
uropa fue el territorio de sus antepasados, hasta
que estos se vieron en la imperiosa necesidad de
emigrar… de ir a la búsqueda de nuevos e inciertos
horizontes, tanto aquellos como la propia escritora, encon-
traron un nuevo hogar en un México multicolor, un país con
un sabor propio, que era necesario aprender a degustar.
Ambos mundos, tanto el de Europa como el de México
confluyen de modo indistinto en la pluma de Malke Tarta-
kovski, aunque tiene prevalencia, el segundo puesto que aquí
se crió. Malke se erige en una especie de rapsodia urbana en
el libro que hoy presentamos, que lleva el significativo título
de Quiero morir cantando.
En este libro queda patente su compromiso total y tota-
lizador con la literatura, como esa posibilidad de recrear a tra-
vés de la palabra, todo ese caudal de vivencias, sentimien-
tos, percepciones, así como reflexiones en torno al ambiente
circundante. Poemas, corridos y prosas se dan cita en Quiero
morir cantando.
La escritora tiene la intención de decirse, al tiempo que
da el habla a una serie de personajes singulares que habitan
en los barrios populosos de esa macro urbe que es el Distri-
to Federal: Tepito y La Lagunilla, son barrios que en definitiva
han dejado una huella indeleble en Malke, puesto que allí
transcurrieron los años de su infancia, como sucediera con
otras tantas familias de emigrantes judeo-europeos.
Tiempo idóneo para ir apresando la esencia de un país
tan multicultural como México. Y Malke lo logra en su lite-
ratura, donde se da a la tarea de ir capturando esos breves
momentos, esos pequeños detalles , que de otro modo hubie-
ran estado condenados a ser rezagados en los ríos profundos
del olvido.
La escritora se avoca a ir descubriendo, a ir revelando
toda una serie de equipajes, habla ella y también habla el pue-
blo, –más allá de cómo ella apunta–, “del bullicio de quehace-
res.” Porque si uno se lo propone, siempre habrá un espacio
para que la alquimia de la palabra se despliegue y habite a la
página en blanco.
Lo mismo hay alegrías, que tristezas e incluso un cierto
dejo de melancolía y un sutil sentido de humor. Malke se va-
le de su gran sensibilidad, aunada a su aguda percepción para
dar cuenta al lector, de su visión personal de la vida y sus labe-
rintos.
La Lagunilla y Tepito son escenarios recurrentes a lo largo
de su libro, en textos donde destaca la sencillez, misma que se
logra tras largas horas de trabajo en solitario, escritos que
contienen un abanico de tesituras emotivas, presidido por
una voz que se torna universal en la medida de que expresa
por encima de todo: una autenticidad de su ser y estar en el
mundo.
Quiero morir cantando se hilvana a partir del trazo de una
memoria, que no cesará en su búsqueda hasta que logra col-
mar un equilibrio en sus hallazgos. Es así como Tepito es con-
cebido por la autora, como un barrio de lucha, poseedor de
un sabor muy peculiar, sostenido por “tuétano de azúcar”, un
barrio que invita a vivir dramas matutinos o nocturnos, pero
donde también existe la posibilidad de acceder a esos peque-
ños goces como las visitas al mercado, que suelen ser muy pla-
centeras.
A Malke dichos momentos la embelesan: “Acaricié cuer-
pos de frijoles y con el arroz atravesé umbrales de azafrán y
jitomate.
E
40
“Me deleité con quesadillas de refinado sabor entre coma-
les, así lamí y mordí su aroma en la espesura de su salsa,
manantial entre mis dedos.” (p. 24)
En aquellos tiempos, la autora era una niña rubia de tren-
zas, como ella misma se describe y observaba su vecindario
para apresarlo en su memoria. Su curiosidad era insaciable,
pero ante todo se exaltaba con los peculiares personajes que
salían a su paso como el carnal al que se le tiene ley, al paya-
so cubierto de polvos y talco, además de sus llamativas pelu-
cas de colores, o al perjumado, un alzado muy bien vestido, sin
olvidarse de Sinforoso un hombre pobre, pero eso sí bien hon-
rado, ellos tan sólo son algunos.
Conforme se avanza en la lectura de Quiero morir can-
tando, uno encuentra que una de las mayores virtudes de la
escritura de Malke, es el aproximarse al habla de la gente del
pueblo, sin que ésta sea desvirtuada y así lo mismo nos ente-
ramos de sus pequeños ritos cotidianos, como es el comer un
plato de frijoles o las infidelidades que acomete el corazón:
“La cosa con otras gentes, por juerza tiene que ser, ape-
chugarse las ganas, aunque se quiera comer.” (p. 77) o lo que
sucede cuando alguien es muy hocicón: “Y que a más se te per-
dona, la lengua que no te sirve.” (p. 88)
La escritora disfruta el aventurarse para poder plasmar en
su escritura, a algunos personajes típicos del pueblo, aclare-
mos, no en un afán folclórico, sino con el objeto de solidari-
zarse con todos aquellos, que en muchas ocasiones no tienen
la posibilidad de ser tomados en cuenta.
En su emotivo texto “Noches di amor”, leemos:
“Para mí, las noches di amor son como las pellizcadas,
¡no!, no se me vaya chueco, ni se me ría de las abundancias
di uno, lo que pas es que las saboreo muy a la mexicana y si
de paso cain redondas, os como dijo aquel: “Tú acobíjalas de
speranza y ellas que te tapan de cariño.” (p. 115)
También otra de las cualidades a destacar de la pluma de
Malke es su ternura, el tener la capacidad de preocuparse por
lo que le ocurre a sus semejantes, como cuando dedica tex-
tos a temas tan candentes como la guerra y la paz, el de-
sequilibrio ecológico cada vez más amenazante: “Y es que la
tierra misma no comprende las llagas que le sangran por
entre todos sus rincones.” (p. 153)
Mejor decir que callar, mejor invitar a los otros a la refle-
xión, que permanecer en la inercia. Y para ello, qué mejor que
el corrido con el que Malke cierra su libro de Quiero morir
cantando, intitulado “Del alma y de la conciencia”, donde una
india venida de la sierra, a pesar de haber sido vejada, excla-
ma convencida:
“Ando como apazguatada, /sin horas ni calendarios / pos
por más que le razone/ la tierra sta sin remedios. / Mira tú,
que pura guerra, / armas, dolor y tristeza,/ droga, crimen,
llanto, yerba./ ¿onde, pues? Y la concencia?”… (p. 212)
Pero, por fortuna Malke Tartakovski, si tiene conciencia y
no deja apabullar ante la adversidad, por eso escribe y escri-
be. Es su mejor medio para comunicarse con los otros.
Mujer de palabras… tejedora de textos literarios…
inquebrantable rapsoda urbana, como bien apunta en el pró-
logo nuestro querido Alejandro Cessar Rendón, quien nos
adelantó en el camino:
“Contar y cantar, todo es empezar.” Y Malke no sólo
empezó, sino que aun no ha terminado.
*Palabras leídas durante la presentación del libro Quiero morir cantando
que se llevó a cabo el 29 de enero del 2009 en Betel.
Margarita Cardeña
41
DDAVIDAVID FFIGUEROAIGUEROA
osotros. La historia de nuestro país contiene recove-
cos que sólo con obras como la descrita nos pueden
ayudar a responder interrogantes e imaginar el Mé-
xico en el que se vivía cuando los grandes intelectuales asoma-
ban al nuevo siglo.
El porfiriato, un paso de la historia mexicana al que no se ha
retribuido en su justa dimensión. Periodo denominado así por las
acciones autoritarias, por la precaria justicia social así como por
la constante permanencia en el poder de ese famoso héroe de
Tuxtepec, el Gral. Porfirio Díaz. Consolidó un gobierno con esca-
sa sensibilidad hacia algunos sectores de la población, fue el
periodo en el que los grandes intelectuales de este país, lograron
cimentar sus colosales ideas a través de un sistema que si bien, a
algunos recibió sin queja y amamantó, a otros, los vio incorpo-
rarse a las huestes del movimiento conocido como Revolución
debido al constante y creciente descontento social.
Es través de Savia Moderna y de la Revista Moderna de Mé-
xico, en la que una agrupación de jóvenes busca, a través de la
interacción por su presente, momentos memorables entre la vi-
da intelectual, cotidiana y política.
Justo Sierra, entonces Ministro de Instrucción Pública y gran
icono del porfiriato así como del sistema educativo e intelectual
de este país, es uno de los dos grandes hilos conductores –al
igual que Pedro Henríquez Ureña– en el que la autora nos propo-
ne un fabuloso paso generacional entre quienes ostentaban el
poder académico e intelectual del país; de ese sentir positivista
que guió al régimen y que cultivó en las mentes jóvenes las gran-
des obras literarias y académicas que cimentarían años adelante,
este país.
A través de José Vascocelos y Alfonso Reyes, de Antonio Caso
y Pedro Enríquez Ureña, de Rubén Valenti y Martín Luis Guzmán,
de Jesús Urueta y Ricardo Gómez Robelo, hasta el propio Justo
Sierra y Ezequiel A. Chávez; cada capítulo de esta obra nos lleva
a través del pensamiento de los protagonistas así como al inte-
rior de su vida privada e intelectual.
Es una historia que nos ubica de manera precisa en los
eventos que se sucedieron en las postrimerías del gobierno de
Porfirio Díaz y los primeros días del gobierno revolucionario a
través de las acciones de Francisco I. Madero. Asimismo, las vi-
cisitudes no sólo intelectuales de los jóvenes, sino políticas
y humanas de ellos los llevarían a conformar –de la mano de Jo-
sé Vasconcelos–, ese gran círculo denominado “El Ateneo de
México”.
Agrupación que acuñó a las más grandes y prolíficas mentes
literarias que nuestro país ha concebido. Unos por origen, otros
por impasse literario, todos ellos plasmaron en sus obras su sen-
tir de un México prerevolucionario y algunos más, posrevolu-
cionario.
A través de cómodas reuniones en restaurantes y cantinas
de las que aún subsisten algunas de aquella época, discutían
sobre el futuro del país; las diferencias eran claras entre ellos
pero sin duda alguna, fueron -al igual que algunos políticos del
Siglo XIX-, los más grandes oradores, pensadores e intelectuales
ya entrado el siglo XX.
Susana Quintanilla nos guía en este hermoso sendero y
demuestra una vez más, el delicado gusto por la historia de
México, pero por encima de todo, de una investigación que le
llevó varios años arribar a buen puerto. Una obra recomendable
y ampliamente equilibrada en los valores históricos de los prota-
gonistas.
Nosotros. Susana Quintanilla. Tusquets Editores, 2008. 358 pp.
N
42
La avispa recomienda...
Función negra y Edición de autor, dos libros de Ignacio MartínIgnacio Martín nació en Salamanca, España, pero es mexicano de corazón. En 2003 obtuvo la nacionali-
dad. Debutó como escritor con la plaquette Luz tan fuerte que se escucha. Años después publicó el poe-
mario Con toda la intención con la editorial Leer y Escribir, y en coautoría con Pilar Leal y Rafael Pontes,
escribió Tras la huella de... El cuento, publicado por la editorial Édere.
El Taller del Poeta (España), le publicó su libro Función Negra y recientemente, Ala de Avispa lo reeditó.
Función negra es una novela con forma de libro de poemas o un libro de poemas novelado. ¿Novema?
Es difícil saber, ya que en el libro están los dos géneros. Porque este libro tiene todos los libros que habi-
tan en Nacho. En Función negra, el autor nos comparte, entre otras cosas, lo que fue su vida con el poeta
Julio Vélez.
Es un libro que lo encontró en sus ganas de escribir, “en la tristeza de un amigo muerto, en la certeza
de un maestro vivo, en la necesidad del testimonio”. Es un libro de amistad, de duelo; del encuentro con-
sigo mismo; de nostalgia por el pasado y esperanza por lo que está y por lo que nos habita.
Es difícil no hablar también del poemario Edición de Autor, publicado por Ala de Avispa el año pasa-
do, ya que Ignacio Martín tiene un estilo muy definido, muy suyo. Le apuesta a la brevedad y eso hace que
en los instantes se logre el objetivo del poema: volverse poesía.
Al igual que Función negra, Edición de autor, es un libro que nos habita. Cada uno de sus versos tiene
el deleite de la brevedad, el instante y la sorpresa. Con Ignacio, la poesía pasa de ser un instante en la
memoria: perdura en el tiempo y se hace eterna.
Ignacio habla por muchos. Es un poeta humano, vivo, que comparte ese deslumbramiento por el
mundo y nos hace sentirnos vivos también; porque la poesía cura, nos salva de la locura y nos hace vivir.
Los poemas siguen siendo ecos en la memoria y nosotros, somos sonrisa.
De venta en:
www.aladeavispa.com
43
MMARTHAARTHA CCHAPAHAPA
caba de aparecer un libro sencillo, ameno y atracti-
vo, muy recomendable. Me refiero a Orgullosamente
Lupita de Amparo Serrano y Martha Anchustegui.
Tuve el gusto de presentarlo junto a Guadalupe Rivera Marín,
reconocida mujer de la cultura y la política, y el destacado escri-
tor Felipe Garrido.
El personaje central es Lupita, una niña que llega a renegar
reiteradas veces de su nombre, pero que finalmente se convierte
en una devota guadalupana.
Estoy cierta de que después de leer este libro muchas qui-
sieran llevar tan bello y evocativo nombre y hasta algunos varo-
nes que fueron bautizados así dejarán de sentirse incómodos,
pues el nombre Guadalupe se usa indistintamente para hombres
y mujeres.
Se trata en realidad, según mi percepción, de un libro donde
lo moderno se conjuga con lo tradicional y que si bien se inscri-
be en el género infantil, puede ser leído con delicia por jóvenes y
adultos.
Orgullosamente Lupitanos lleva por las vertientes de la his-
toria, las tradiciones y la cultura popular hasta confluir en ese
gran icono que pertenece a todos los mexicanos, religiosos o no:
la guadalupana.
Es también una explosión de color, donde el diseño y el
dibujo se unen para generar una bella pieza editorial. Una pro-
fusión de signos, trazos y fotografías que nos ofrecen arcoiris,
banderas, veladoras, corazones, nubes, estrellas, árboles, flo-
res, apetitosas comidas con toques de globalidad y, sobre
todo, sonrisas, sí, muchísimas sonrisas en torno a una inmen-
sa devoción por la Morenita del Tepeyac.
Ratifico aquí mi reconocimiento a Martha Anchustegui y
Amparín Serrano, un par de entusiastas creadoras: la primera con
sus claros y precisos textos, y la otra con logradas ilustraciones,
que han recreado el tema para darnos una versión muy singular.
Y es la editorial Jus la que nos obsequia este fin de año con
una obra que puede representar un bálsamo frente a tantas pre-
ocupaciones y angustias por los días tan difíciles que nos ha
traído la crisis.
La patrona de México de nueva cuenta aparece aquí como la
gran salvadora, aunque en este caso con otros contornos y tona-
lidades, pero siempre vibrando en el corazón de nuestro pueblo,
y dispuesta a bendecirlo y ayudarlo.
Debo confesar que tras leer la historia y ver exhaustivamen-
te las ilustraciones, página por página (que, por cierto, advertí
que en esta obra no están numeradas, ni les hace falta), descu-
brí unas manzanas como si estuvieran flotando para irse con
quien las mire o las tome entre sus manos para ofrendarlas
con fervor en el altar guadalupano.
La edición apareció con toda oportunidad para estar dis-
ponible en esa característica fecha de nuestro calendario reli-
gioso y cultural: el 12 de diciembre, aunque lo cierto es que
más allá del presente año y de los meses por venir, sus atrac-
tivos la ubican en la atemporalidad, ya que puede ser disfruta-
da cualquier día del año.
Y bien se trate de Lupe, Lupita, Guadalupe o incluso de la
milagrosa Guadalupana, como ahí se lee, les deseo un feliz año y
que la luz siempre los acompañe.
A
Martha Chapa
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El mundo del placer en ColletteSi hay una novela licenciosa y hedonis-
ta, sin duda es Chéri, de Colette. En sus
páginas, la escritora se regodea en re-
crear el mundo del placer que envuelve
a una prostituta madura que despierta
en los brazos de un amante joven, con
quien comparte el chocolate y los crois-
sants del medio día. Este ambiente pari-
sino de los primeros años del siglo XX
será llevado a la pantalla con Michelle
Pfeiffer en el papel protagónico.
Varios frentes de la guerra de Kodama
Mientras recurre a la Interpol para que
se investigue el tráfico ilegal de manus-
critos robados o falsificados de su espo-
so Jorge Luis Borges, y gana el debate
con la diputada argentina María Lenz
de manera que los restos del escritor
permanezcan en Ginebra, Suiza, María
Kodama se lanza contra Adolfo Bioy Ca-
sares. En una entrevista (Alicia Quiñones
para Laberinto, suplemento de Milenio)
dijo que el libro Borges “es la historia de
una traición a una amistad de muchísi-
mos años”. Es la historia “de un resenti-
miento, de una envidia por no ocupar
ese lugar (el de Borges), lo muestra de
una manera terrible y se desnudó él
mismo”. Negó que hubiera tenido el in-
terés de manipular a quien fuera su es-
poso después de haber sido su alumna y
secretaria. En cuanto al oficio, Kodama
reveló que Borges no se torturaba cuan-
do no escribía, sino que decía: “Ya ven-
drá la musa, mientras tanto vamos a
leer”. Como era “un creador único, un
monstruo sagrado” no hubo conflicto en-
tre ambos porque ella no intentó rivali-
zar con él. Sobre las relaciones dijo: “El
amor con Borges era divino. Él siempre
estaba de buen humor. No era un amor
P A T R I C I A Z A M A
Chúzzo
45
torturado o tortuoso… Siempre la
pasamos muy bien”.
En el límite de la normalidad“Ser un escritor famoso es como ser un
enano alto”, había declarado John Up-
dike (1932-2009), fallecido el 28 de
enero a los 76 años de edad. “Siempre
estás en el límite de la normalidad”.
Autor de más de 45 colecciones de re-
latos y de 27 novelas, entre ellas Corre,
Conejo, El regreso del Conejo y Conejo
es rico, con las cuales obtuvo dos ve-
ces el Púlitzer, y Las brujas de East-
wick, que se convertiría en éxito cine-
matográfico, John Updike dijo además
que “ser famoso es un fardo, pequeño
pero un fardo”. Le interesaba escribir
con precisión, no “bonito”. En una en-
trevista realizada por Dwight Garner
y traducida por Franco Cubello (Labe-
rinto, Milenio), el escritor lamenta-
ba que los hábitos de lectura hubieran
cambiado respecto a su juventud. De-
cía que en el siglo XXI la gente lee más
como escape y eso se nota en los avio-
nes, donde las personas leen novelas
que a él no le hubiera gustado leer.
“Los gustos se han vulgarizado, y se
lee menos”. Atribuía los cambios al
cine y a la televisión, “porque en dos
horas uno puede sentarse pasivamente
y ser sorprendido, sacudido y aterrori-
zado por una historia filmada”. Negó
que fuera misógino, aunque reconoció
lastres sexistas en los hombres de su
edad. A raíz de las críticas de feministas
escribió Las brujas de Eastwick, pero
“tampoco les gustó”.
A 20 años de los versos satánicosSalma Rusdhie dijo que en su novela El
encanto de Florencia (Mondadori) hay
política porque parte del libro versa so-
bre el poder. Le interesa reivindicar a
Maquiavelo, “objeto de muchos malen-
tendidos” y trata de alejarse de los te-
mas que aparecen a diario en los perió-
dicos, porque se considera antes que
todo un contador de historias. A 20 años
de la publicación de Los versos satáni-
cos se empieza a hablar del libro como
tal, una novela cómica, inspirada en El
castillo, de Kafka, pero en su momento
la gente vio en ella un panfleto, un
alegato. Ese panfleto ocasionó que Jo-
meini ordenara la muerte del escritor
anglohindú y que viviera años prote-
gido por agentes de Scotland Yard. (El
País Semanal.)
Los homenajes y los premiadosEl gobierno le rindió homenaje al histo-
riador yucateco Silvio Zavala por ha-
ber cumplido cien años de edad el 7 de
febrero. Zavala donó su biblioteca de
20 mil libros al Instituto de Investiga-
ciones Jurídicas de la UNAM y su archivo
a la biblioteca del INAH… “Soy un poeta
de una sola obsesión, que es el miste-
rio de Dios en el alma humana”, decla-
ró Javier Sicilia al ganar el Premio Na-
cional de Poesía Aguascalientes con su
libro Tríptico del desierto… Habla José
G. Moreno de Alba, premio Nacional de
Ciencias y Artes 2008, en lingüística:
“Cualquier palabra que se emplee para
ofender resulta una mala palabra, pero
sin la intención tiene la belleza de cual-
quier otra”.
Novedades en la mesaEusebio Ruvalcaba coordinó la antolo-
gía Prohibido fumar. Cuentos contra la
represión (Lectorum), en cuyas páginas
hay textos de Claudia Guillén, Leo Men-
doza, Marcial Fernández y Fedro Carlos
Guillén, entre otros… “Tenemos que
repensar nuestra moral, con qué valo-
res vivimos, qué valores difundimos
y por cuáles nos guiamos”, declaró el
sacerdote jesuita Enrique Maza a pro-
pósito de su nuevo libro Rostros del
hombre (Océano)… Diario de duelo
(Seuil), del semiólogo Roland Barthes
(1915-1980), es un libro de apuntes so-
bre la relación con su madre que murió
tres años antes que él.
Próximas apariciones, Cortázar, Zaid, Taibo I y II
En mayo aparecerá Papeles inespera-
dos (Alfaguara), de Julio Cortázar (1914-
1984), con el material que dejó inédito:
once relatos, un capítulo de El libro de
Manuel, once nuevos episodios del per-
sonaje de Un tal Lucas, cuatro autoen-
trevistas y trece poemas. También 875
cartas. A cargo del libro estuvieron la
viuda y albacea Aurora Bernárdez, de 86
años de edad, y el estudioso Carlos Álva-
rez. Hallaron el material en cinco cajo-
nes atestados. También varios textos so-
bre cronopios, entre ellos “Un cronopio
en México”, sobre un viaje efectuado en
1975. El libro aparecerá para recordar
46
los 25 años del fallecimiento del autor
de Rayuela… Para celebrar sus 75 años,
Gabriel Zaid publicará nueve títulos de
sus libros en la colección DeBolsillo
de Mondadori y como novedad, El secre-
to de la fama (Lumen), 18 ensayos… La
última novela de Paco Ignacio Taibo I,
Tres tuertos en el agua, podría aparecer
antes del primer aniversario de la muer-
te del escritor, el 13 de noviembre del
2008, informó su hijo Benito Taibo…
Paco Ignacio Taibo II anunció la publi-
cación de un relato sobre la Decena
Trágica y el asesinato de Francisco I. Ma
dero y una novela titulada La verdadera
historia de la batalla del Álamo… El fran-
cés Jean Claude Carrière escribirá el guión
para la versión fílmica de Memoria de
mis putas tristes, de Gabriel García Már-
quez, que se rodará en la ciudad de Cam-
peche, informó el titular de la Comisión
Estatal de Filmaciones, Manuel Ortega
Lliteras.
Zelda y Francis en las mesas de novedades
La crisis de ahora se parece a la que
vivieron y contaron en los años veinte
del siglo pasado los Fitzgerald (Francis
Scott y Zelda), que eran “una pareja de
ensueño”, según el escritor francés Gi-
ller Leroy, pero en la crisis de ahora no
hay “la gran explosión de creatividad” de
entonces, cuando se forjó una nueva
pintura, una nueva literatura y se cimen-
tó el lenguaje del cine. Dijo que mientras
la obra de Zelda se ha ido apagando por-
que no pasó el examen del tiempo, la de
Francis Scott ha crecido. Leroy (entrevis-
tado en Babelia, El País), ganó el Premio
Goncourt 2007 con su novela Alabama
song (RBA), en la que recrea la vida de la
pareja de escritores. La misma editorial
publicará Pizcas de paraíso, libro de cuen-
tos de Zelda y de Francis.
Lourdes Domínguez