56
revistamasletras.tumblr.com nº4 Por razones de censura, nuestra portada aparecerá en la siguiente página, gracias a tod@s.

+Letras - Número 4

  • Upload
    letras

  • View
    238

  • Download
    1

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Revista independiente.

Citation preview

revistamasletras.tumblr.com

nº4Por razones de censura, nuestra portada aparecerá en la siguiente página, gracias a tod@s.

+letras Revista independiente

Nº4

revistamasletras.tumblr.com

+letras

Queremos agradeceros todo vuestro apoyo en esta aventura que tenemos por delante.

¡Muchas gracias por ser una parte de ésto y un enorme abrazo!

- Equipo +Letras

¡Gracias!

revistamasletras.tumblr.com

ProsaDaniel Rabanedo .... 4

Laura Fjäder .... 6

CuentoLaura Lobeiras ....7

Ignacio Castellanos .... 9Luis Carlos Palazuelos ....16

RelatoNoelia Antonietta .... 29

IlustraciónDavid Mena .... 17

PoesíaRomina Espinosa .... 32

Ignacio Castellanos .... 39Pablo Díaz .... 41Iyán Vigil .... 43Didac MJ .... 45Ana Vega .... 50

5

Y es que el deporte te llena de valores y de buenos ejemplos. Ahí va:

Empiezas medio de casualidad, un grupo de amigos de clase te invita

“Rabanedo, el viernes vamos a subir el Naranco en bicicleta ¿te apuntas?” y te quedas con las ga-nas por que la bicicleta la tienes en el pueblo.

Una vez que la traes, preguntas…¿seguís saliendo? y entonces ya no hay vuelta atrás. Subir el Naran-co, llegar arriba, pasarlo bien y poder sentirte or-gulloso de lo que hiciste no tiene precio, descubres que tienes un aventurero dentro.

por Daniel Rabanedo

Motivación

Empiezas a interesarte por los entrenamientos, alimentación, ropa, material...todo. Descubres que gente que no conoces también hace lo que te gusta. Grupos de la zona, amigos de amigos...pero tu sigues a lo tuyo. Pasa el tiempo, sigues saliendo solo y más o menos por los mismos lugares. Ya esta superada la primera etapa, eres capaz de ha-cer la misma ruta de siempre pero en mucho me-nos tiempo que al principio. A la vez que te sien-tes mejor contigo mismo pierdes un poco ilusión, hasta que un día das un paso más y sales con gente que no conoces. Pensaras cosas como, ¿tendré for-ma suficiente?, ¡ellos son mucho más profesiona-les que yo, fíjate en todo!. El día anterior lo dejas todo preparado y no descansas bien, pero la ilu-sión puede más que todo eso. Miedo escénico ¿no?.

Y llega el día, todo listo para pasar por uno de ellos. Te sorprendes al acabar y piensas cosas como: “No estoy tan mal”, “les aguante bien”...auto engaño o realidad te preguntas ¿por qué llevo tan-to tiempo saliendo solo?, te lo has pasado genial y has descubierto un lugar nuevo del que ya estas pensando en volver cuando puedas. Ahora toda esa información que descubriste solo, la amplias con el grupo de gente que vas conociendo. Además rápidamente te integran en él, gente que no cono-ces preguntan por ti en una de las innumerables marchas a las que te apuntas y ese grupo de gente conocida cada vez se hace más grande.

Sin darte cuenta y más si eres joven, le dedicas mucho tiempo y recursos (los pocos que tengas), pero te encanta y como no tienes que rendir cuen-tas a nadie, no frenas. El problema no es el tiem-

6

po que le puedes dedicar, el problema es el dinero que no tienes, pues eres estudiante. Con el cambio de estudiante a trabajador esto se invierte en gran medida.

Quizás ya han pasado unos años y de ese grupo grande de personas conocidas, que más de una y de dos... si las ves por la calle sin el casco no la reconoces :) te vas quedando más cerca con las que mejores migas haces. Planificas más días juntos, más salidas, más ilusiones y definitiva más vida. Compartes no solo todo lo bueno que te va pasan-do, sino también inconvenientes que poco a poco te llegan. La familia y los amigos se resienten sino compensas bien esos días en los que tu sales hacer lo tuyo, punto delicado ese momento pero lo superas con una mejor planificación. Quizás abandones algunos de tus “objetivos deportivos” y te centres más en otros para no dedicarte siempre a ti mismo.

Como ya tienes vida deportiva, te suceden cosas de deportistas profesionales, obvio ¿no?. Exacto estoy hablando de las lesiones. No sabes lo mal que lo puedes pasar hasta que te viene la primera. Quizás te venga por primera vez, por ese objetivo deportivo al que llevas mucho tiempo dedicado. No has echo bien tus deberes como deportista, te ha faltado descansar, estirar, masajes...en defi-nitiva recursos que como no eres profesional lo pasas por alto para no dedicar más dinero. Te recuperas y sigues, con más prudencia o incluso cambiando de actividad o combinando una nueva con la anterior. Lo de menos es que deporte hacer, sino hacer deporte. No lo haces para adelgazar o

para lucir un mejor aspecto físico, es otra cosa. Te llena, te motiva y lo quieres compartir.

Y aquí es donde sin dejar de aprender, en esa ilusión por compartir y a la vez dejar de ser tan egoísta, te involucras más en el grupo al que per-teneces o al que empiezas a crear. Difusión de la actividad con fotos, vídeos, días de promoción, or-ganización de una carrera, marcha, ruta de pro-moción, proyectos que requieran patrocinadores...tenemos ejemplos de todo. Incuso hay quien ha conseguido la forma de ganarse la vida así.

¿Esto se acaba alguna vez?, en una ocasión leí: “ Vida laboral, vida familiar y vida deportiva, esco-ge dos”. No estoy de acuerdo, buscando la formula seguro que la encuentras. Además lo que depende de nosotros podemos dedicarle el tiempo que noso-tros queramos. Por lo tanto no hay excusa.

Y todo esto ¿qué?. Que cuando estas esperando a que llegue un mejor momento te estas equivo-cando. Nada llega sino lo atraes, sino lo buscas, sino sales de la zona de confort. Efectivamente al igual que las lesiones en el deporte, hay momentos malos en la vida. No son nada que más indicativos para que dejemos de hacer lo que estamos hacien-do, no va por el buen camino.

Todos tenemos ejemplos de logros conseguidos y lo que realmente nos llena sigue el mismo esque-ma: saber lo que queremos, pensar en que tienes que hacer para conseguirlo, aprender y hacerlo.

¡Salud!

7

D a igual qué calle escojas, la luz es distinta en cada una.Te asfixia a medidodía y te ciega al atardecer, cuando enfilas Tallers apartando a desorientados que buscan como hor-

migas tiendas de discos o el restaurante más mo-derno del Raval.

Un perro ladra desde la calle al tendero del ultra-marinos. Se llama Wilson. Conozco a su dueña, la fotógrafa pelirroja venida de otro planeta, ma-ravillosa, que le tira corchos para que juegue. El tendero y Wilson se odian, es evidente.

Alguien ha escrito en un portal

“El alma prende fuego cuando deja de amar”

Nunca sabe uno por dònde llegarán los versos. Saco el móvil y hago una foto, de esas de “like fácil” para Instagram.

por Laura Fjäder

Joaquín Costa, 46

Tabernas con moscatel de la casa se acogen a la sombra estéril del MACBA, tironeando de volun-tades de pijos, estudiantes, turistas veganos, com-pitiendo con estudios de diseño y badulakes, tien-das de fanzines feministas. “Perdona, tienes Una Buena Barba?” “Caballo, cacahuetes, cocaína...!!! “ “Puta lo será tu madre, cabròn!!! “

Justo a tiempo, al otro lado de la calle, descubro a Alicia Con Zapatos Rojos. Las pestañas prestadas le llegan al suelo . Dice que así, aprovecha para barrer malos polvos . “No te escapes, que no muer-do, maricón”

Me acerca un tabuerete y me siento al lado de su sonrisa de barra, la más cierta, la más bonita. “Es la mejor hora, más tarde esto se llena de actores. Eduard, al chaval le pones un Negroni, invito yo.”

8

Ya no tiene fuerzas y sin embargo, sostiene con tesón sus ojeras frente al espejo. De nuevo, pone sus puños en alza, y maldice aquel inusitado mentón que la frena y la contiene.

Como un laurel de ojos peregrinos y aspaviento congelado, se planta en esa vieja mecedora que se mueve a ninguna parte; Era como ella, siempre moviéndose, a ninguna parte. Enferma de razón y de locura, de aventura y de desidia, de arrojo y de canguelo. Esa era ella.

–No le queda mucho- dijo el muchacho empapa-do en lágrimas- Padece de un estilo incurable, huidizo; alejado. Una lágrima escurridiza como ella, una sonrisa perdida. A continuación, unos dedos temblorosos se deslizaron a través de su barba por última vez. - No es culpa tuya. Tú eres

por Laura Lobeiras

Sol y luna

9

mi ancla, mi ancla a tierra. Pero yo quiero el sol. Solo quiero tocarlo, solo tocarlo.... –se le quebró la voz- - Pero tú eres mi sol. Tú eres mi tierra, y no quiero que vayas a ninguna parte. Quedate conmigo, por favor. Quédate conmigo. - Se acaban los víveres- susurro ella, como si fuese un secre-to- No duraremos mucho tiempo aquí. - ¡No hay víveres, maldita sea! No hay nada de eso. Solo, tú y yo. Mírame, mírame…-la sujetó de la barbilla y la zarandeó, pero sus ojos, ya se habían roto. Na-die sabe a donde fue, pero lo logró. Finalmente, lo logró. Había escapado. Ya era libre, libre de todos y de todo. Quizá fue en busca de aquel lugar donde el sol lucía anaranjado; Puede que corriese feliz por aquel sitio donde para ella, no existía el dolor, ni los sentidos; Fue a un lugar, donde la distancia no era distancia, donde el tiempo, no era tiempo. Donde todo aquello a lo que temía, se quedaba vagabundo y a las puertas; Donde los gritos, se ahogaban.

Él palidecía preocupado y ansioso. Siempre ha-bía sido así, ella se lo decía. Siempre persiguien-do una luna que se alejaba a cada paso pero que le acompañaba, fuese a donde fuese. Sonrió pen-sando, que después de todo, no resultaban ser tan diferentes.

Chequeó su destemplanza con la palma ardiente y los dedos ateridos. Ya no había nadie allí, No quedaba nada dentro de aquel cuerpo.

Él oprimió su puño sanguinolento hasta que dejo de sentir su mano. Ella, como si de la obstinada Daphne se tratase, dejó que miles de brotes cre-

ciesen de sus uñas dejando a un Apolo patético y desolado, llorándole a un ser inerte, sin calor.

Con aquel narcótico hormigueo, pudo contemplar como la mano le había dejado de doler. Ella se escapó entre sus dedos como un diente de león des-menuzado. Le costó emprender el vuelo. Él lleva-ba años estrujando aquella flor con la esperanza de mantenerla siempre a su lado, siempre suya. La flor, mezclada con el calor de su palma, había comenzado a marchitarse hacia tiempo. Una vez que emprendió el vuelo, él descubrió que buena parte de ella, se había quedado allí perpetua; Que su olor lo acompañaba, y que siempre que obser-vase su mano resentida, la recordaría.

Solo volver a mirar al cielo, le bastaría para sa-ber, que ella nunca se había ido y que viviría con-templándole, eternamente.

Porque eras tú y no otro, el sol que ella siempre estuvo buscando. Y como todo sol, eres su desgra-cia en la lejanía, su alegría en la proximidad y la muerte, a su lado.

10

Una introducción totalmente descartable:

Esta historia comienza como tantas otras malas decisiones. Entre dos piernas y un deseo hipócrita, de com-pensar un fracaso tras otro…Aposté por mi propia persona. Poco

tiempo después, experimenté el significado de la expresión “apostar por el caballo perdedor”

Y continúa el despropósito:

En algún piso barato y sin ascensor, mi estómago se encogía, mientras la ropa, se acumulaba inex-plicablemente, sucia y usada, por el suelo, la cama y las facturas.Por la noche dejaría, de manera inusitada, la soledad momentáneamente. Cambiaría por unos instantes, mi silencio, por peores compañías. Al-cohol del que me gusta, el más barato. Amigos por los que moriría. Y mujeres a las que les importo una mierda.

por Ignacio Castellanos

Directa a las tripas

La noche fue, como cabría esperar. Retrete obs-truido. Hinchazón en la entrepierna. Y Piernas que prometían paraísos sagrados, sin ser paraíso ni tierra sagrada. Pues todos sabemos, que lo sa-grado carece de belleza, una vez lo rozamos con los dedos. A veces creo, que podría conformarme solo con mirar sus piernas, en cualquiera de sus formas. Ya tendría tiempo de culminar en solitario. ¿Ob-sesionado con las piernas? Puede. Pero pregun-tadle a un alpinista, qué prefiere del recorrido. La escalada, o el momento que corona una cima.

Al amanecer, o más bien, al atardecer; una mujer desnuda y de espaldas a mí, roncaba como una bestia. Estaba destapada de cintura para abajo. Desayuné en silencio, mientras observaba sus piernas. Era mucho mejor que la radio o la tele. Cuando estaba a punto de dar el último sorbo a mi café pos-resaca, un pedo atronador, salió de entre las blancas y bellas nalgas de la mujer dormida. Un nauseabundo olor a muerte, inundó la habi-tación. Silencioso, abrí la ventana. Terminé mi café, con la cara pegada al aire del exterior.(Es increíble lo que un hombre cachondo es capaz de pasar por alto, con tal de tener al lado, unas piernas bonitas. Somos realmente superficiales)

11

Esto, y poco más, pensaba con las piernas sobre la cama, y el culo sobre una silla.

Traicioneramente, me acerqué por la espalda y le besé el cuello descubierto. Una patada directa a las tripas, hizo que gruñera. No era más, que un violento y desafortunado acto reflejo, provo-cado por mi bienintencionado saludo. Pero poco me importaba, pues en ese preciso momento, mis tripas se pusieron en movimiento, producto del

golpe recibido. Corriendo y rezando porque no se despertara la mujer/amazona, senté mi culo en el retrete. El baño no tenía puerta y se encontraba frente a mi habitación. Descargué toda la basu-ra nocturna sobre el agua negra. Abrí los ojos. Relajado y pletórico, vi desaparecer la molestia del golpe, y los retorcijones mañaneros. Frente a mí, una chica de pezones rosados y mofletes peco-sos, se tapaba la boca mientras reía a mandíbula abierta bajo las sabanas.

12

Primera parte:

La profecía y el sabio

Hace muchos años, cuando el conoci-miento aún no había desterrado a la sabiduría, y los primeros pobla-dores eran más numerosos que en nuestros días, existió un reino que

se extendía desde la montaña más lejana, hasta las extrañas aguas del océano inexplorado.Su rey era de costumbres tranquilas. Apegadas a las tradiciones, al igual que su reina.La providencia y la juventud, quisieron compen-sar al dichoso matrimonio con un primogénito.Los reyes estaban henchidos de felicidad y orgu-llo. Las fiestas en valles y plazas se sucedían sin cesar. Mercados, torneos de caballeros, concursos de belleza y poesía, y banquetes donde cualquiera con ánimo de compartir, podía formar parte, fue-ron la norma en los días que siguieron a la gran noticia. El simple cambio de actitud por parte de los jóvenes reyes, hizo que el reino prosperara en cuerpo y espíritu como nunca antes se había visto.

por Ignacio Castellanos

El rey y la senda del silencio

Con la llegada de las primeras nieves, aparecieron también los primeros augurios por parte de magos y sabios. Un augurio especialmente perturbador se extendió con gran rapidez. Este decía, que la tierra perdería una reina en la noche del basilis-co, y su rey, un heredero.El rey, al enterarse del nefasto augurio, y más airado por el hecho de que su esposa lo hubiera escuchado, que por el crédito de este, estalló en cólera e hizo desterrar del reino sin posibilidad de retorno, al sabio que había difundido tan te-rrible falacia.

Los meses trascurrieron, sin cambios, como en los días antiguos. Aún era tiempo de recogida, y de momento, el invierno se presentaba muy lejano en el tiempo. Pero la reina, permanecía preocupada la mayor parte del tiempo. No dejaba de cavilar sobre los augurios. ¿Por qué a ella se le habría de castigar con semejante crueldad? ¿Qué había he-cho para merecerlo? No solo pensaba en la posible futura muerte de su hijo, y la suya propia, sino en su esposo y la pesada carga que tendría que aca-rrear tras la terrible perdida.

13

El rey por su parte, hizo enviar emisarios a los antiguos pueblos de las montañas, adoradores de piedras y árboles. Según se decía en las esferas más intelectuales, ellos aún mantenían tratos con trasgos, hadas y criaturas más antiguas que la pa-labra escrita.Quizás entre todos ellos, se encontrara alguien capaz de discernir con claridad el destino de un mortal, fuera del humo y la mediocridad prove-niente de los augures.

Una soleada mañana, cuando las calles de la ca-pital bullían de vida en torno a los mercados y concursos varios, un enviado de las montañas se presentó en el palacio real.Hablaba con fluidez la lengua del reino, aunque con cierta aspereza en la entonación. Pidió au-diencia con el rey, lo cual se le concedió con rapi-dez, pues su motivo era de máxima prioridad para el joven monarca. Ambos hombres se alejaron del ajetreo de la corte, en una habitación que hacía las veces de biblio-teca. En ella, el rey había aprendido todo sobre las leyes y las tierras más allá de los confines del reino. Si bien era cierto que nunca los había visto.El hombre venido de tan lejos, vestía una túnica verde, sencilla y sin adorno alguno. Solo llevaba consigo un bastón y un zurrón de lana. Iba des-calzo; lo cual llamó enormemente la atención del rey. Enseguida tranquilizó al monarca, informándole de que no hubiera hecho semejante viaje, si no quedara esperanza.La razón de su repentina llegada lo alegró y a la vez lo amedrentó en cierta medida. El hombre de

las montañas le relató la manera en que podría no discernir el futuro, sino bifurcar el destino en dos direcciones. Siempre y cuando estuviera deci-dido a realizar el mayor acto de fe conocido. Una entrega total a la naturaleza misma de la vida y su misterio.

“…por tanto deberéis dejar de lado, al menos por un tiempo, vuestra existencia en este mundo como rey. Viajaréis como igual, a través de la tierra, hasta la piedra y el árbol, pináculo de nuestra religión. En dicho lugar, seréis sometido a una prueba de fe, como simple criatura de la tierra…”

El rey informó a su esposa de tan importante no-ticia. Omitió las partes que consideró más oscuras o peligrosas, pues no quería alterar más de lo ne-cesario su estado, ya de por sí estropeado por las preocupaciones. La reina lo abrazó. Acarició sus cabellos, y en la medida de sus posibilidades lo consoló. Lo urgió a tener fe, nada debía temer, pues el infortunio les había sido impuesto sin mo-tivo ni culpa.

Con telas bastas, capucha y botas con suela de ma-dera tosca y astillada, partió de la capital con el hombre de las montañas.

Recorrieron el río mayor, que va a morir al mis-terioso y tormentoso mar. Atravesaron bastas llanuras, repletas de cosechas en proceso de reco-lección. Colinas verdes moteadas de dorado. Tú-mulos y monumentos de los días antiguos recibie-ron a ambos, cuando llegaron a la fortaleza Garra De Piedra. Esta fortificación era la más antigua

14

que se tenía constancia de la raza de los hombres. Su nombre le fue puesto por la grandiosa monta-ña que protegía su espalda pedregosa. Tan grande era, que las nubes negras cubrían su cima, impo-sibilitando la visión de su cumbre.Esta construcción, proveniente de la zona más os-cura y poco conocida del tiempo, ya no se usaba para nada, salvo como salón para espectros y espí-ritus anclados y condenados a vagar por la Tierra. Los humanos y Elfos provenientes de los bosques Orientales, eran reacios a habitar semejante en-clave. Pero más de un valiente pionero se había asentado en los alrededores, viviendo de la tierra y el lago rico en pescado. Entre altos y destartalados muros recubiertos de musgo, asentaron sus cuerpos, protegidos por el viento frío de la noche. El hombre sabio de las montañas contó historias al joven rey, sobre tiem-pos lejanos, en que la tierra estaba cubierta de bosques, y las montañas servían de hogar a Dio-ses menores. El rey tenía los ojos clavados en el fuego, mientras las palabras calaban en su men-te, pero más importante aún, en su corazón. Casi podía oír el golpeteo de los martillos y los picos, de los enanos artesanos, bajo la tierra que ahora pisaban.No fueron visitados por espíritus aquella noche, o criatura alguna. Aunque en los momentos en que el sueño parecía cercano, el aire arrastraba agradables susurros, pero en otras ocasiones, los susurros acababan convirtiéndose en lamentos, o murmullos incesantes.

El amanecer resultó un espectáculo revelador para el rey. No así para el hombre sabio. Pues sus ojos se centraban más, en la reacción de su acom-pañante.

Ante ellos, los primeros rayos del alba arranca-ban destellos cobrizos, sobrenaturales, a la roca y el musgo. La montaña cubierta de niebla, era en sí misma un monumento a la unión de la tierra y el cielo.Un elfo llegó caminando entre la niebla, supo de la presencia del hombre sabio, y le llevó algo de avituallamiento, para esa mañana, y el resto del viaje. Les acompañó a pie, durante un día y una noche. El elfo no dejaba de responder a las pre-guntas del rey, ávido por saber más de las antiguas religiones de la tierra, sus habitantes, costumbres y destino. Al hombre de las Montañas del Nor-te le divertía el espíritu curioso del rey; el joven, por un momento, se olvidó del propósito de aquel viaje, y solo deseaba acariciar con los dedos algo intrínsicamente ligado al mundo, pero que se le escapaba.Sabio y rey, se despidieron, no sin pesar, del elfo. Se abrazaron y se desearon lo mejor, por ambas partes.Atravesaron praderas y siguieron arroyos, hasta llegar a un gran lago interior, al sur de las Mon-tañas del Norte.A orillas del lago, se erigía un pueblo antiguo de artesanos y agricultores. Sus gentes no conocían el conflicto desde los tiempos en que los humanos aún temían a la noche, en cualquier rincón de la tierra. Los pequeños muros de piedra y madera que rodeaban el poblado se encontraban cubier-tos completamente de musgo y hierba. Las casas de piedra y adobe, estaban construidas de manera concéntrica, hasta converger en una plaza, donde se erigía el roble más grande que el rey hubiera visto en toda su vida. Por este roble, el pueblo se

15

llamaba Roble Alto. En dicha plaza, sus gentes se reunían una vez cada siete días, para vender sus productos, e intercambiar noticias de más allá del lago.No pasaron más de una noche en el poblado, aun-que al rey le hubiera gustado saber más de sus ha-bitantes, costumbres y creencias. Una curiosidad por el reino de lo espiritual y sobrenatural, que él consideraba tan lejano a él, comenzaba a crecer sin barreras en su corazón. Cada vez tenía más conciencia de que aquello no era solo lo que el mundo ofrecía; había algo más bajo el telón de la vida. Los lugareños conocían los orígenes de ambos fo-rasteros. Sabían de su viaje por boca del sabio del Norte. Los despidieron con música de flautas y bailes típicos. También les obsequiaron con dos bastones hechos en madera de roble, perfectos para el camino. El rey lloró por la marcha de tan bello lugar, enraizado en la tierra. Se prometió que algún día volvería con su esposa, y su hijo. Ahora comenzaba a ver con claridad.

Navegaron por el lago, hasta introducirse en un río dirección Nordeste. No tardaron en llegar a las faldas de las Montañas del Norte. El paisaje comenzaba a hacerse más rocoso, salpicado de ár-boles robustos y espesos. Ya no había colinas ni praderas cultivadas. El rey podía ver a lo lejos las grandes Montañas del Norte, con sus densos bosques cubriendo su base. La niebla comenzaba a cubrir las arboledas circundantes, y las cimas eran, ya de por sí, imposibles de vislumbrar. El sabio explicó al rey que la niebla en aquellos pa-rajes nunca era de procedencia natural. Grandes

serpientes aladas vivían en las grutas más inte-riores. El humo provenía del vapor producido por sus ardientes lomos, deslizándose por la pierda desnuda. El sabio tranquilizó al rey, explicándole que rara vez se entrometían en los asuntos de los mortales. No así, los trasgos y hadas crueles, de los cuales, sí debían recelar en los caminos.

16

17

Había una vez una burbuja de jabón que quería ser fuego artificial.Apenas nació, ya estuvo impulsada suficientemente para subir pero no muy alto. En su reluciente superfi-

cie, se reflejaban fuegos artificiales distantes que subían sin parar y allá, en lo más oscuro del cie-lo, lo iluminaban todo con una fuerte explosión que demoraba unos segundos en hacerse oír por los mortales que, con la cabeza en alto, también reflejaban emoción en sus rostros. La pompa de jabón se impulsaba así misma pero sin éxito. Quería subir y no podía. Vanos eran sus esfuerzos por llegar a la zona de explosión de los fuegos artificiales. Quería iluminar el cielo con matices rojos, verdes, amarillos y azules pero ape-nas se notaban chispitas de colores en su cara ilu-minada.En su desánimo, la pompa de jabón comenzó a caer y el viento la empujaba a unos matorrales donde seguramente terminaría apenas estallando con un sonido imperceptible.

por Luis Carlos Palazuelos

La burbuja de jabón pretenciosa

De pronto, cuando se venía abajo, sintió un soplo que la levantó un poquillo, luego otro soplo y un poquillo más. Cuando el viento ya no corría y los matorrales estaban lejanos y en otra dirección, se dio cuenta que un niño era quien la impulsaba a subir.Se puso contenta, miro hacia el cielo y allí se di-rigió. No pensaba más en las alturas de los pode-rosos fuegos artificiales importados de Asia. El cielo oscuro y estrellado era también para ella.Antes de cumplir su ciclo, miró para abajo y se fijó en el niño, que sin aire en sus pulmones para impulsarla más, le mostró una sonrisa que fue su-ficiente para saber que ella esa noche fue tan im-portante como los fuegos artificiales y fue capaz de iluminar la cara de su amigo.Llegó donde pudo y siendo feliz, explotó con su sonido casi inaudible y con chispitas de agua ja-bonosa que iluminaron el cielo bajito donde las burbujas de jabón se quedan para alegrar a los niños.

18

por David Mena

Os presentamos la serie, placeres ca-pitales. En esta ocasion, David, repre-senta en esta obra la partida que Dios nos plantea, basada en los pecados capitales, es peculiar el modo en que, Dios, nos regala unos instintos y luego pone sus propias reglas castigándolos, es sádico si lo pensamos.Muestra así lo humano de todo ello, con virtudes y defectos, convirtiéndo-lo en placeres capitales.

Placeres capitales

19

20

21

22

23

24

25

26

por David Mena

Gran formato.

Versiones de grabados antiguos

27

28

30

por Noelia Antonietta

La sal justa

“...no hay un solo hecho que no pueda ser el primero de una serie infinita”

J.L. Borges

Era una noche fría y ya había pasado la hora de cenar. Entré con las ma-nos agarrotadas, los vidrios estaban empañados y en el aire flotaba el olor del café mezclado con el del co-

ñac. Miré las hileras de mesas de algarrobo, todas iguales y paralelas. Hacía mucho que no entraba, pero recordaba qué mozo servía cada una. La que yo quería estaba libre, así que la tomé. La cliente-la era la de siempre, sus gustos no habían variado.

Algunos me miraron con hastío y otros me sonrie-ron con simpatía. Clorindo se me acercó y me guiñó el ojo.—Qué va a tomar.—Lo que recomiendes, Clorindo.En la mesa contigua, a mi izquierda, un cliente estaba quejándose. Reclamaba que le habían traí-do una cerveza tibia y que los maníes estaban car-comidos por las ratas. Con gran disconformidad se trasladó a la mesa vecina y golpeó con el puño la madera.—El que atiende acá—rezongó, como si no le su-piera el nombre.Guzmán apareció, solícito, y se le paró al frente con los pies juntos y el cuello rígido.

31

—Tengo hambre y me importa un pito que haya pasado la hora de cenar.La demanda me hizo crujir el estómago, pensé que si Guzmán accedía al requerimiento yo me vería en el derecho de exigirle a Clorindo lo mis-mo.—Señor, aquí hay que respetar los horarios, que por algo están—trató de oponerse el mozo.—Vaya, se ve que no le enseñaron quién tiene la razón—gruñó el tipo, mientras se trepaba a la mesa e interpelaba al público—. ¿Quién tiene la razón?— ¡El cliente!—contestamos todos al unísono. Se trataba de una regla clara y recurrentemente citada en las ordenanzas del lugar.Guzmán se metió a la cocina sin decir palabra y el otro quedó con temple especulativo parado sobre la mesa, parecía decepcionado de no haber sus-citado una riña. Clorindo me acercó una botella de grapa y me la dejó en señal de confianza. Se escuchó el ruido del aceite friéndose en la cocina, de la vajilla entrechocándose. Al rato Guzmán emergía del fondo con un plato de humeante gui-so de lentejas. El estómago, caliente por la grapa, se me apretó deseoso. —Le falta sal y está frío—se quejó el comensal, limpiándose la boca tras el primer bocado y lar-gando la servilleta de papel sobre el resto.—Frío no está—repuso el mozo—. Y a la sal se la puedo alcanzar... si quiere...—¡No!Lo que hizo el tipo fue mudarse a una tercera mesa, la que estaba bajo el mando de Fabrizcio. Éste se acercó medio enojado.—Quiero el mejor plato del menú.—Señor, usted debe entender que está a deshora.

—El mejor plato—porfió, levantándose de la si-lla y señalando la nariz del mozo—. ¡Ahora!Fabrizcio partió con la bandeja que contenía el libretito de bebidas. Los ruidos de la cocina se en-treveraban con el murmullo de la gente. Comen-taban que el cliente se había vuelto loco y que no sabía lo que estaba haciendo. No obstante, nadie se abstenía de ordenarle a su mozo una suculenta cena. En pocos segundos el salón se llenó de aro-mas y de sonidos de cubiertos rechinando sobre los platos. Cuando me decidí a hacer lo propio descubrí que Clorindo estaba ocupado apaciguan-do al disconforme que protestaba por la tardanza y amenazaba con la deserción.— ¡Yo pedí primero!—Usted pidió el mejor menú—le recordaba Clo-rindo con entrenada paciencia—, y ése lleva más tiempo de elaboración.El rezongón entonces se quedó quieto y Clorindo acudió a mi llamado. Le encargué lo más simple que tuviera, en generosa ración. Fabrizcio reapa-reció tras la cortina de cañas que separaba los dos ambientes y destapó una fragante paella especia-da. El cliente se hizo servir porción doble y repi-tió la maniobra:—Está fría y le falta sal.Fabrizcio, que ya tenía la vena del cuello hincha-da y se había lastimado el labio inferior por mor-derse, no pudo más.— ¡Si quiere sal, aquí tiene!—exclamó, volcando sal a mansalva sobre los frutos de mar—. ¿O sigue faltando? ¡Aquí un poco más!El contenido del salero pasó al plato en forma de pirámide. El cliente miraba al mozo con despre-cio y el mozo miraba al cliente con enardecida bronca. Un segundo antes de que se agarrasen a

32

las piñas el dueño del resto-bar intervino.—Acá nadie se pelea—dijo—. Vos Fabrizcio vas a atender la número cuatro hoy, y usted Gervasio se va a comer el plato que le han servido. —De ninguna manera.—El local es mío.—El cliente siempre tiene la razón.—A las reglas las hago yo. Usted cómase el plato o paga los tres que ha despreciado.— ¿Pagar por algo que no sirve? Un aplauso unánime y complacido resonó acom-pañado de chiflidos. Empezaron a desafiar al re-belde y, con una cuenta regresiva que inició en cinco, lo apuraron. El tipo, incitado por el reto, comenzó a meterse bocados enormes de sal apae-llada que masticaba con desesperación. Los dien-tes chirriaban dentro de su boca y el rostro se le contraía.— ¡Fabrizcio, traele agua!—mandó el dueño.Fabrizcio corrió hasta la cocina y volvió con una jarra de agua mineral que el cliente se empinó con ansiedad. Lo vimos tragar lo que tenía atora-do en el buche como si fuera un avestruz. —Todavía queda—aclaró Fabrizcio señalando el plato. La mitad de la sal había resbalado del tenedor.Con un ademán afirmativo el dueño del resto-bar le indicó al tipo que prosiguiera. Fabrizcio le arrimó pan y cuchara para facilitarle el trabajo. Como si fuera una sopa el hombre se cargó con el resto de la salmuera.— ¡Puaj!—exclamó un rezagado.Limpio el plato, Fabrizcio amagó retirarse. Al pendenciero no parecían quedarle ganas de quere-llar. Sus ojos, brillosos, reflejaban la saturación de sodio.

—Todavía falta—replicó el patrón—. Te he di-cho el plato.El ruido de loza partiéndose hizo volver las ca-bezas de todos hacia sus respectivas mesas. La masticación crujiente y dificultosa reinó sobre el silencio sepulcral del resto-bar. Apenas la radio, sintonizada en una FM local allá en la cocina, murmuraba de lejos una canción viejísima.Concluida la demanda, Fabrizcio lucía una so-briedad satisfecha. El auditorio miraba al mozo de reojo, con respetuoso recelo, y al dueño del ne-gocio con pesarosa sumisión. Cuando el mozo se encaminó hacia la mesa que el patrón le había asignado, la persona sentada a ella se puso en pie como si tuviera un resorte. Vi que Fabrizcio in-tentaba retenerla infructuosamente.Clorindo me trajo un plato de ravioles con cre-ma blanca. Las tripas me crujían, desesperadas, cuando metí los dos bocados impulsivamente en la boca y sentí que había excedido la capacidad. La comida me quemaba la lengua, el paladar y las encías, pero me negaba a escupir. Clorindo se dio cuenta y me llenó el vaso con agua. El líquido me alivió el ardor y ayudó a engullir la exorbitante porción.— ¡Clorindo!—exclamé espontáneamente una vez que tragué—¡Esto está muy caliente!El restablecido barullo cesó y todos miraron un poco a Clorindo y un poco a mí. Los rostros, de-tenidos, sopesaban las circunstancias, medían los gestos y tasaban mi capacidad de resistencia.—Pero es una comida muy rica—condescendí, empujándome el siguiente raviol—. Y tiene la sal justa.

33

Por Romina Espinosa

Siendo hoy un día gris

No pude evitar pensar en ti

Mirando al cielo vi un avión

Volaban sueños, destinos distintos

Alguna vez volabas tú

Y yo aquí, esperándote con ansias y todo mi amor

Sintiéndome linda, queriendo ser linda para ti y para mí

Alumbrar tus ojos

La copa transparente con Sauvignon Blanc se terminó

Se volvió opaca y se me rompió.

Cayo al piso, rodó un poco y toda la magia desapareció.

La copa rota

34

Por Romina Espinosa

Así me siento hoy

Color naranja, coqueta y una con mi Madre Tierra

Me siento bella, hermosa, radiante

Estoy viva! Viva y jovial

Renaciendo

Evolucionando

Redescubriendo

Redescubriéndome a mi misma

Siento de mi vientre vida pura

Siento de mis pechos calor y fuerzas

Siento de mi alma una fuerza indomable

Siento de mí respirar determinación

Naranja...

35

Así me siento hoy

Tan naranja como las hojas bellas del otoño

Tan naranja como el color del sol en pleno atardecer

Tan naranja como el fuego que consume la vida

Así soy yo

Una mujer de la tierra…

Naranja como la vida misma

Naranja, llena de alegrías y con una dulce sonrisa

36

Por Romina Espinosa

Un alma golpeada

Por fin es liberada

Noches y días de tormentas

En la Zona de la frontera

Mundos distintos

Complejidad vs Simplicidad

Ella volando entre ambos laberintos

Al final escucha su más íntimo ser

Vuela, vive, vibra

Ella opta por sola crecer

Desamor en la frontera

37

Amor lastimado

Su corazón tirado a la mar

Ella no sabe nadar pero sí puede volar

Encuentra luz en el momento inesperado

Al final escucha su más íntimo ser

Vuela, vive, vibra

Ella opta por sola crecer

38

Por Romina Espinosa

Empapada en sudor

Siento menos el dolor

Vive todavía

Un amor así de grande no se olvida

Vivo para ser feliz

Trazando mundos para poder vivir

Ciclos y transformaciones

Una planta bella verde que cobra más brillo

Una hoja tostada por el sol que se deshace

Sin embargo es otra la que nace

Terapia de vida

39

Ella vuela libre por un cielo libre de nubes

Un cielo celeste y radiante

Ella es mucho más bella que un diamante

40

Por Ignacio Castellanos

El viaje último y más importante,

Es el viaje al interior de uno mismo,

Entrar en contacto con la conciencia/

Todo es divino,

Es conciencia,

Es esencia,

Llamémosle Dios,

Ser o eternidad/

Las palabras solo tienen importancia,

En el mundo de la ilusión,

Las palabras,

Deberían servirnos únicamente,

Como peldaños,

En silencio

41

Para llegar al campo de las emociones/

La emoción es el lenguaje de la esencia,

Y en la esencia, está el ser, la conciencia o Dios,

No hay que buscar a Dios fuera,

Hay que buscarlo dentro de nosotros mismos/

La sabiduría, el amor, todo lo que necesitamos,

Viene insertado en nuestro ser,

Solo hay que estar dispuesto a relajarse

Y conectar con la esencia/

Hay algo mucho más importante que el pensar,

Es el no pensar,

El silencio.

42

Por Pablo Díaz

De apagar farolas a pedradas.

De llorar mentiras

porque de llorar se trata

porque de sentir se obliga

y de desatar guerras civiles en tu cama

para derramar esta agonía que me libere

del dolor que no sabe sentir

ni de conocer nada de lo que a mí se refiere.

Ganas de mí, sin saber lo que hago

pagando el precio más alto que la locura impone

ofreciendo la vida como moneda devaluada.

De buscar respuestas en un mar extraño

que alimenten los jardines desterrados

del dueño de mi destino.

De querer escribir a gritos lo que no sé decir de viva voz

43

Que de vivir así, me vino a decir

que no tenía remedio

que no tenía dudas de que

de construir versos sin sentido

no se vivía mejor

y que tampoco un libro alimentaba

un espíritu contrahecho

porque la agonía al alcohol hermana

y yo de alcohol y agonía sé más que nadie.

De inmolarme con claveles recién afilados

para morir sin disfrutarlo

con la conciencia despedazada

por no haber logrado hacer lo que nunca he sabido.

44

Por Iyán Vigil

Los malos tragos

no me entusiasman,

ni precisamente

me definen.

Pero ayudan.

Uno tras otro

van pasando:

caras, risas,

discusiones.

Para poder verme

-humo denso mediante-

en todo el esplendor

de mi decadencia.

Malos tragos

45

Por Iyán Vigil

El tiempo pesa lo mismo

por mucho que corras.

Los recuerdos cortan

por mucho que vayas

de puntillas.

Ser faquir de un álbum

arriesgando la vida en cada foto.

Doble filo

46

Por Didac MJ

Un cuerpo

una silueta punteada

geometría espacial

líneas superpuestas

dando formas

dando sentido

fijando en el papel

una imagen

un dibujo de otro tiempo

lápiz que surcas

en el fino papel

dando vida a una visión

dándole comprensión

Dibujarte

47

a los primeros trazos

al primer esbozo

un cuerpo

de rasgos negros

cuerpo de mujer.

48

49

Por Didac MJ

¡Buenas noches señora!

¡Permítame!, que le presente a mi alma,

y no se fije usted en su apariencia,

que para entenderla, habría que mirar/

en su interior para darse cuenta

que sufrió muchos años

la pérdida de un duradero amor

y desengaños de amores fugaces,

y algún que otro revés.

Sin embargo, decirle

que todas esas heridas aun sangran

y las cicatrices duelen y pican

La parodia del alma mia

50

aun conserva capacidad y fuerza

para amar y ser amado y empujar/

al corazón a ritmos crepitantes

cercanos al colapso

por un amor, que sane el alma mía.

.

Si algún interés despertó mi alma

y quiere usted conocerle mejor

y ser la propietaria

de este alma mía, que al verla resurgió

alegre y saltarina,

y de este corazón que dicta versos

a la razón, para susurrárselos

en las tardes de lluvia

y en las noches de amor.

51

Por Ana Vega

Y esto es tan sólo ...

el esqueleto escrito de mi memoria.

Lo que soy y en lo que me he convertido,

una herencia que va más allá del cuerpo.

Una devastación interior

que concluye en una cierta fiereza

o carácter salvaje o indómito,

tal vez herencia animal

de quien ha logrado sobrevivir

a lo largo de esta historia.

Herencia

52

Por Ana Vega

Precaución, arde.

Esta mujer que escribe arde.

Su piel quema

y aún es peor en el caso de su pensamiento.

Ese carácter encendido

le provoca una mala aceptación del mundo

y es por eso que ustedes deben alejarse de ella.

Arde esta piel y esta palabra,

y esta conciencia que tan sólo encuentra justicia

en cierto equilibrio entre palabra, obra y hecho.

Tengan precaución entonces y cierto cuidado,

pues toda llama tiende a extenderse

y es fácil entonces

Arde

53

que esta voz les alcance

y tal vez hiera

en esta quema necesaria,

en este incendio que busca provocar

la palabra escrita.

Cómo comprender el mundo entonces

si no es a través de este avanzar entre las llamas

y que afecte cada luz, cada sombra, cada actitud y comportamiento

que observas y has de traducir a este reino

de silencio roto por la palabra.

Cómo enfrentarse entonces al mundo

de otro modo, más allá de una traducción

dolorosa y exacta de éste.

Tengan cuidado entonces, insisto,

esta mujer arde, quema,

arrasa y destruye todo cuanto su palabra

o roce alcanza.

Y ésa es su intención primera

54

al escribir.

Conciencia en llamas

que ha de quemar

y alcanzar al otro.

Precaución,

pues arde.

Ese frío absoluto

de sus manos

así lo atestigua.

¿Quieres aparecer en el próximo número?

+Letras es una revista independiente trimestral, non profit, nos dirigimos a toda la gente que desea colaborar: escritores, dibujantes, ilustradores, músicos,… etc. No necesitáis experiencia con vuestra creatividad es más que suficiente.

Para colaborar con nosotr@s tienes que seguir los siguientes requisitos:

• No hay ningún tipo de censura.• No hay ningún tipo de prohibición en cuanto a longitud pero…

¡no vamos a publicar una novela!

Si deseáis colaborar con nosotr@s en esta aventura, tendréis que escribirnos a [email protected]

revistamasletras.tumblr.com