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LEYENDAS DE SEVILLA

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LEYENDAS DE SEVILLA

LEYENDAS DE SEVILLA

CABEZA DEL REY DON PEDRO

En el casco antiguo de Sevilla, se encuentra una calle

estrecha y sinuosa llamada Candilejo. En la esquina más ancha de esta calle (a la altura de los balcones del primer piso), se puede apreciar la estatua de medio cuerpo de un caballero medieval, coronado y con manto real sobre sus

hombros. Lleva el pelo corto alrededor del cuello y cercenado en la frente. Con su mano derecha empuña un

cetro que apoya en su hombro. La mano izquierda descansa sobre su espada al cinto.

La estatua representa al Rey Don Pedro I de Castilla que, aunque nacido en Burgos (el 30 de agosto de 1.334), fijó su

residencia y pasó la mayor parte de su vida en nuestra ciudad.

D. Pedro I, era llamado el Cruel por unos, el Justiciero por otros. Se decía de él que tenía el defecto que le sonaban las canillas al andar. Esto se pudo confirmar años después de su muerte, gracias al estudio médico que el Doctor D. González Moya

realizó de sus restos que se conservan en la cripta de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla.

Además, como resultado del estudio se pudo afirmar que el Rey sufrió una parálisis cerebral infantil lo que provocó un desarrollo físico incompleto en algunas partes del

cuerpo. La leyenda cuenta que D. Pedro salió una noche a recorrer las calles de Sevilla, algunos

historiadores mantienen que fue por un lío de faldas, otros defienden que fue a consecuencia de una conversación con Domingo Cerón, el alcalde del rey, que afirmó

que en la ciudad no se cometía un delito sin tener su castigo, y el Rey quiso comprobarlo por sí mismo.

Lo cierto es que iba solo y embozado en su capa cuando, se dice que se topó con uno de los Guzmanes, hijo del conde de Niebla, que apoyaba las aspiraciones al trono del

hermano bastardo del rey. La ira se desató y las espadas chocaron en el silencio de la noche.

El ruido despertó a una anciana vecina que, movida por la curiosidad, se asomó a la ventana alumbrándose con su candil a tiempo de ver cómo uno de los contendientes, cuyo aspecto recordaba al mismo Rey, atravesaba el pecho a su oponente. La anciana

alarmada, volvió a cerrar la ventana pero con tan mala fortuna, que se le cayó el candil a la calle. Apoyada sobre la ventana, intentando imaginar lo que pasaría cuando

encontrasen su candil junto al cadáver, pudo oír claramente un crujido, como de nueces al chocar, alejándose del lugar.

A la mañana siguiente, en la Sala de Justicia, los Guzmanes se presentaron para exigir que se buscase al culpable de la muerte de uno de los suyos. El Rey prometió hacer lo posible por encontrarlo y concluyó: "Cuando se halle al culpable, haré poner su cabeza

en el lugar de la muerte". Al cabo de unos días, se trajo a juicio a una anciana que había sido testigo del duelo. La

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anciana, a pesar de admitir que había visto lo sucedido, se negaba a contar lo que sabía. Ni las preguntas inquisitivas de Domingo Cerón, ni las amenazas de los alguaciles, le

hacían decir palabra alguna. Finalmente el Rey se dirigió a ella diciendo: "Dinos a quién vistes en el duelo y no te ocurrirá nada”. La anciana, se apartó a una gran sala que se veía a lo lejos al fondo del pasillo. Ya en ella, miró a su alrededor y viendo un espejo grande que había colgado en la pared dijo: Señor, por aquella ventana, si os asomáis a

ella, veréis a la persona que dió muerte a Don Luis de Guzmán. Al día siguiente, el Alguacil Real, acompañado de una escolta de soldados armados con lanzas y espadas, recorrió las calles de Sevilla escoltando a un carro sobre el que iba un cajón de recia madera sólidamente clavada la tapa con gruesos clavos. El pregonero iba al lado del Alguacil Real, y de trecho en trecho parándose la comitiva, echaba un pregón

que decía: "Esta justicia manda hacer el Rey nuestro Señor. La cabeza del hombre que mató a Don Luis de Guzmán, metida en este cajón, será puesta en el mismo lugar donde se consumó aquella muerte. Y manda el Rey que nadie sea osado de intentar abrir la dicha caja, so

pena de muerte y confiscación de sus bienes".

Llegados al lugar de los Cuatro Cantillos (que era como se llamaba en aquella época ese cruce de calles), unos albañiles que habían trabajado en abrir una hornacina o hueco en

el muro de una casa, procedieron a colocar en dicha hornacina el cajón de madera y, para que nadie pudiera intentar quitarlo de allí, le pusieron por delante una fuerte reja de hierro empotrada en la pared. Además, quedó allí durante largo tiempo una guardia de

soldados día y noche. Pasaron ocho años, y el Rey Don Pedro fue asesinado por su hermano bastardo Don

Enrique de Trastamara en los campos de Montiel. Tan pronto como se supo en Sevilla la noticia, los Guzmanes se apresuraron a adueñarse

del mando de la Ciudad, y su primera disposición fue, mandar abrir aquel cajón de madera, para ver si todavía se podía reconocer la fisonomía del matador de su pariente. En efecto, se quitaron las tablas del cajón que ya estaban carcomidas por la lluvia y el sol y, con gran sorpresa de todos, apareció la cabeza de mármol de una estatua del Rey

Don Pedro. El monarca cumplió con su palabra de poner allí la cabeza del matador, pero no de

carne y hueso, sino de mármol. Y allí está todavía. La podemos ver, si vamos a la calle Candilejo, hoy en día llamada

Cabeza del Rey Don Pedro. La estatua está sobre el lugar donde se produjo el lance y, enfrente se encuentra la

carbonería a la que se asomó la vieja con el candil, y por ello esta calle se llama hoy en día Candilejo.

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EL HOMBRE DE PIEDRA

Corría el siglo XV. Estaba Mateo el Rubio bebiendo

con sus compadres en una taberna sevillana de la calle del Buen Rostro. Entre carcajadas y órdagos se detuvo ante la puerta el Santísimo Sacramento, ante el que era obligatorio arrodillarse por orden del rey

Don Juan II, esta norma puede leerse todavía, bajo la cruz de los Polaineros, en el exterior de la Iglesia del

Salvador (en la calle Villegas). Todos lo hicieron con reverencia, salvo Mateo, que insultó y blasfemó

al Santísimo Sacramento, y se mofó de los parroquianos y del sacerdote diciendo que eso era

cosa de beatas. Un rayo divino cayó entonces sobre él, el cual le hundíó en la tierra las rodillas que no quiso doblar, convirtiendo su cuerpo en piedra.

Su torso se puede contemplar todavía en la calle que lleva el nombre del prodigio y el

castigo: Hombre de piedra.

LA BELLA SUSONA

Sucedió en Sevilla allá por el siglo XIV. Los judíos sevillanos, tras la persecución de que fueron objeto, habían obtenido la protección de la Autoridad Real, y vivían con ciertas garantías, pero no por ello se

sentían del todo seguros, y soportaban innumerables vejaciones. Esto despertó en algunos de ellos un rencor que pronto había de convertirse en afán de venganza.

Y al efecto, un judío muy principal llamado Diego Susón ideó un plan que habría de sembrar el terror en Sevilla, y con la idea, quizá, de organizar un general levantamiento

de judíos en todo el reino. Recordaban los judíos que las persecuciones de los visigodos dieron ocasión a que los judíos de aquel entonces organizasen arteramente una rebelión, al mismo tiempo que

facilitaron a los árabes la invasión de España. Ahora quizá podrían hacer lo mismo. Así comenzaron en casa de Diego Susón a celebrarse reuniones secretas para estudiar el

plan de la que sería la gran sublevación judía de España. Tenía Diego Susón una hija, a la que por su extraordinaria hermosura se llamaba en toda

Sevilla “la fermosa fembra“. Y ella, engreída por la admiración que despertaba su belleza, llegó a hacerse ilusiones de alcanzar un alto puesto en la vida social. Así, a

espaldas de su padre, se dejaba cortejar por un mozo caballero cristiano, uno de los más ilustres linajes de Sevilla, que tenía en su palacio un escudo de gloriosa heráldica.

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La bella Susona se veía a escondidas con el galán caballero, y no tardó en ser su amante. Cierto día, cuando Susona dormía en su habitación, se reunieron en la casa los judíos conjurados, para ultimar los planes de la sublevación. Pero Susona no dormía porque

como todas las noches, aguardaba a que su padre se acostase para huir sigilosamente de la casa, a reunirse con su amante hasta el amanecer.

Susona escuchó palabra por palabra toda la conversación de los conspiradores, y mientras tanto, su corazón latía angustiado, pensando que entre los primeros a quienes darían muerte estaría su amante, que era uno de los caballeros principales de Sevilla. Aguardó a que terminase la reunión de los judíos y cuando todos se marcharon y su padre se acostó, la bella judía abandonó la casa, marchó por las calles de la Judería

hacia la actual Mateos Gago, por donde se salía del barrio. Desde allí se dirigió a casa de su amante y entre sollozos le refirió todo lo que había oído.

Inmediatamente el caballero acudió a casa del Asistente de la Ciudad, que era el famoso don Diego de Merlo, y le contó cuanto la bella Susona le había dicho. Acto seguido, don Diego de Merlo, con los alguaciles más fieles y de confianza, bien armados, recorrió las

casas de los conspiradores, y en pocas horas los apresó a todos. Pasados unos días, todos ellos fueron condenados a muerte y ejecutados en la horca de “Buena Vista“, en

Tablada. El mismo día que ahorcaron a su padre, la fermosa fembra reflexionó sobre su triste suerte. Aunque su denuncia había sido justa, no la había inspirado la justicia, sino la

livinidad, pues el motivo de acusar a su padre fue solamente para librar a su amante y poder continuar con él su vida de pecado.

Atormentada por los remordimientos, acudió Susona a la Catedral, pidiendo confesión. El arcipreste la bautizó y le dio la absolución, aconsejándole que se retirase a hacer penitencia a un convento, como así lo hizo y allí permaneció varios años, hasta que sintiendo tranquilo su espíritu volvió a su casa donde en lo sucesivo llevó una vida

cristiana y ejemplar. Finalmente, cuando murió Susona y abrieron su testamento encontraron una cláusula que decía: “Y para que sirva de ejemplo a las jóvenes y en testimonio de mi desdicha,

mando que cuando haya muerto, separen mi cabeza de mi cuerpo, y la pongan sujeta en un clavo sobre la puerta de mi casa, y quede allí para siempre jamás.”

Se cumplió el mandato testamentario, y la cabeza de Susona fue puesta en una escarpia sobre el dintel de la puerta de su casa, que era la primera de la calle que hoy lleva su

nombre. El horrible despojo secado por el sol, y convertido en calavera, permaneció allí por lo menos desde finales del siglo XV hasta mediados del XVII según testimonios de

algunos que la vieron ya entrado el 1600. Por esta razón se llamó calle de la Muerte, cuyo nombre en el siglo XIX se cambió por el de calle Susona que ahora lleva.

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NO- DO DE SEVILLA

El Rey Don Alfonso X el Sabio era un hombre de letras,

culto e instruido aunque parece ser, que no sabía demasiado del arte de gobernar, lo que llevó al descontento a su pueblo.

Debido a esto, el pueblo (sus súbditos), se dividieron en dos bandos: los que apoyaban al rey Alfonso X y los que seguídores de su hijo, el príncipe Sancho que contaba con el

apoyo de su madre y esposa del rey Alfonso X, doña Violante. España se vió envuelta en una dolorosa contienda entre padre e hijo. El ejército de Don

Sancho iba día a día ganando adeptos y conquistando territorios hasta que consiguió alzarse como rey en la mayor parte de España.

Una vez conquistada la mayor parte del país, se mostró generoso con su padre y no quiso atacar la ciudad de Sevilla, en la que su padre, el rey Don Alfonso X viejo y

enfermo, se había refugiado. En Sevilla pasó Don Alfonso los últimos días de su vida, arropado por algunos fieles

magnates y por todo el pueblo Sevillano que manifestó al anciano rey su apoyo y cariño hasta el final de su vida.

Don Alfonso otorgó en señal de gratitud a este pueblo tan leal un lema a modo de jeroglífico para el escudo de la ciudad, formado por las sílabas NO y DO con una madeja en medio. La lectura de este criptograma es NO MADEJA DO, expresión

fonética de la frase NO ME HA DEJADO, con la que el rey quería agradecer a Sevilla el hecho de que no le hubiera abandonado.

LA MATANZA DE LA JUDERÍA

SEVILLANA

Allá por 1.391, en la ciudad de Sevilla convivían sin dificultades judíos, moriscos y cristianos.

En la primavera del mismo año, el Arcediano de Écija, don Fernando Martínez, comenzó a recorrer la ciudad, arengando y exhortando a los sevillanos en

contra de la raza judía. Desde la conquista de Sevilla por Fernando III, la autoridad de los reyes, había velado por respetar y

hacer respetar los derechos de las minorías hebrea y musulmana, dejándoles el libre culto de sus

religiones respectivas, en una mezquita, sita en la Plaza de San Pedro actual y las tres Sinagogas, (una en lo que ahora es la Plaza de Santa Cruz, otra en lo

que ahora es iglesia de Santa María la Blanca y otra en el actual templo de San Bartolomé).

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Ocurrió que, don Fernando Martínez, llevó sus predicaciones mucho más allá de lo que la prudencia aconsejaba, soliviantando los ánimos populares contra los judíos, bajo un

acendrado fervor religioso. En el mes de marzo estalló al fin el odio sembrado por el Arcediano de Écija,

promoviéndose un motín popular, en el que los plebeyos, entraron, por el barrio de la Judería saqueando tiendas y maltratando a sus moradores. Al saber la noticia, acudieron con alguaciles D. Alvar Pérez de Guzmán (Alguacil Mayor de la Ciudad) y los Alcaldes

Mayores, D. Ruí Pérez de Esquibel y D.Fernando Arias de Cuadros. Fueron apresados dos de los alborotadores, siendo condenados a unos cuantos azotes.

Esta impunidad, alentó al populacho que, enardecido con nuevas palabras del Arcediano de Écija, el día 6 de junio a los gritos de "muerte a los judíos", entraron nuevamente en el ya saqueado barrio. Esta vez, el pueblo bajo no se detuvo en saquear sino que, con

cuchillos, dagas y herramientas se dieron a buscar a los judíos persiguiéndoles como a las fieras por las estrechas calles de la Judería.

En aquel entonces la Judería comprendía los actuales barrios de Santa Cruz, Santa María la Blanca y San Bartolomé, y estaba separado del resto de la ciudad por un muro (casi muralla), que bajaba desde el comienzo de la calle Conde Ibarra, pasando por la plaza de las Mercedarias, hasta la muralla de la ciudad. Así, el barrio judío quedaba

encerrado, por un lado, por el muro del Alcázar, callejón del Agua arriba. Por otro lado, por ese muro de la calle Conde Ibarra; por abajo por la muralla de la ciudad que iba bordeando la puerta de Carmona, Puerta de la Carne, a enlazar con el Alcázar. Y por arriba otro muro desde Santa Marta al Alcázar y por Mateos Gago a Conde de Ibarra.

Este barrio judío solamente tenía dos puertas, una en Mateos Gago, y otra, la Puerta de la Carne, que daba al campo.

Por ambas puertas, se precipitó el populacho, para impedir la huida de los hebreos. Hombres, mujeres y niños fueron degollados sin piedad en las calles, en sus casas, y en

las sinagogas. La matanza duró un día entero y perecieron la enorme cifra de cuatro mil criaturas.

Los pocos supervivientes, huyeron a las fueras de Sevilla. Pasado algún tiempo, y no sin recelo, volvieron algunas familias judías y reconstruyeron sus tiendas y sus casas, pero

esto, no hizo que volviera a ser el barrio considerado como judío. De las tres Sinagogas que existían por aquel entonces, fueron expropiadas y

convertidas. La primera fue convertida en la Parroquia de Santa María de las Nieves (vulgarmente llamada la Blanca). La segunda, la hicieron la Parroquia de San Bartolomé y la tercera, en la Iglesia de Santa Cruz, ( pero no la actual), que estuvo en el terreno que hoy ocupa la Plaza de Santa Cruz, hoy desaparecida (aunque actualmente está la nueva

iglesia de Santa Cruz). Los judíos de Sevilla no volvieron a reponerse de aquel exterminio; por lo cual, el

decreto de expulsión de los judíos (dictado por los Reyes Católicos en 1492) fue notado en todas las ciudades del reino, menos en Sevilla, de donde no se expulsó prácticamente

a nadie, puesto que no había ya judíos prácticamente en la ciudad.

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PIEDRA LLOROSA En 1857, durante el reinado de Doña Isabel II y bajo el gobierno de Narváez, tuvo lugar la primera guerra carlista. Se sucedieron los motines y cuartelazos. Un grupo de jóvenes liberales Sevillanos, capitaneados por el coronel retirado D. Joaquín Serra y dirigidos por D. Cayetano Morales y por D. Manuel Caro, decidieron alzarse en armas. Organizaron

una partida fulastrona, que el 29 de junio se echó al monte, camino de Ronda, cometiendo diversas tropelías en El Arahal y otros pueblos. En Benaoján les dieron alcance las tropas de los regimientos de Albuera y de Alcántara. Los sublevados apenas dispararon un tiro, mientras las tropas les hicieron 25 muertos en las primeras descargas e hicieron prisioneros a todos los supervivientes. El lance costó el cargo al gobernador y al capitán general. Madrid envió con plenos poderes (civiles y militares), a un duro comisionado de Narváez, D. Manuel Lassala y Solera quien, sin que le temblara la mano, mandó fusilar a los 82 detenidos que se hallaban presos en el cuartel de San Laureano. El alcalde D. García de Vinuesa pidió en vano el indulto, pues, la mayoría eran menores de edad y miembros de familias de aristócratas de Sevilla. Llegada la mañana del 11 de julio, fueron sacados de San Laureano y llevados a la Plaza de Armas del Campo de Marte para ser fusilados. La misma Sevilla novelera que acudía a la plaza de San Francisco a los autos de fe, llenó las afueras de la Puerta de Triana para ver el fusilamiento. Sacerdotes y hermanos de la Caridad ayudaban a bien morir a los muchachos que, no acababan de creerse que aquellos soldados los fusilarían. En aquel espanto llegó el alcalde D. García de Vinuesa con dos alguaciles, y se dio cuenta de lo inútil de su intento por salvarlos. El alcalde desolado, se fue hacia la Puerta Real y, hallando una piedra en una esquina, se sentó rompiendo a llorar. D. García de Vinuesa lamentó de todo corazón la muerte de aquellos sevillanos fusilados (los alguaciles que lo acompañaban contaron como oyeron al alcalde lamentarse una y otra vez, durante horas).

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SANTA JUSTA Y RUFINA

Justa y Rufina fueron hermanas carnales, nacidas en Sevilla, Justa en 268 y Rufina

en 270, de familia muy modesta con firmes convicciones cristianas.

En la época que vivieron dominaban los romanos gran parte del mundo por ellos conocido. En estos tiempos paganos, las hermanas dedicaban su tiempo a ayudar

al prójimo y al conocimiento del Evangelio.

Cuenta la leyenda que las dos hermanas eran de profesión alfareras y tenían un puesto de utensilios de cerámica en el barrio sevillano de Triana con el que ganaban su

sustento. Por entonces, era costumbre celebrar una vez al año, una fiesta pagana en honor a la

diosa Venus y en la que se rememoraba el fallecimiento del admirado Adonis. Según los relatos de esa época, se recorrían las calles de la ciudad con la figura de la diosa,

cargada en hombros molestando gravemente al público y exigiendo inmensas limosnas para la fiesta, por una comitiva de mujeres que precedía a la procesión.

En una ocasión, los paganos llegaron al puesto donde, Justa y Rufina estaban, exigiendo el dinero o limosna correspondiente, pero las hermanas se negaron a pagarlo por ser el

fin de éste contrario a su fe, y no sólo esto, sino que decidieron hacer añicos la figura de la diosa entre ambas, provocando de esta manera el enfado general de las devotas que se

lanzaron hacia ellas. El prefecto de Sevilla, Diogeniano, mandó encarcelarlas, animándolas a abandonar sus

creencias cristianas si no querían ser víctimas del martirio. Ante la tozudez de las hermanas que se negaban a renunciar a su fe cristiana, el prefecto

mando a torturarlas. Sufrieron el tormento del potro y como seguían obstinadas, las mandó a hacerlas colgar con garfios de hierro. Diogeniano, esperaba que el trato que se

les daba sería suficiente para que renunciaran a su fe. Ante el asombro de todos, ellas aguantaron. Viendo que no surtía efecto los castigos a las que las sometió, las encerró en una tenebrosa cárcel donde sufrieron las penalidades

del hambre y la sed. Santa Juta y Rufina sobrevivieron a su condena, por lo que fueron castigadas de nuevo. Esta vez, debían caminar descalzas hasta llegar a Sierra Morena. Tuvieron la suficiente fuerza para conseguir el objetivo. Viendo que nada las vencía mandó encarcelarlas hasta

morir. La primera en fallecer fue Santa Justa y su cuerpo lo arrojaron a un pozo (fue

recuperado poco tiempo después por el obispo Sabino). Una vez que hubo acabado con la vida de Justa, Diogeniano creyó que Rufina

sucumbiría a sus deseos con más facilidad, pero no lo consiguió. Decidió acabar con la vida de Santa Justa de la forma más lúgubre que existía en

aquellos tiempos. La llevó al anfiteatro y la dejó a expensas de un león para que la destrozase. La bestia se acercó y (para asombro de todos) lo más que hizo, fue mover la

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cola y lamer sus vestiduras como haría un animal de compañía. El Prefecto no pudo aguantar más y, preso de ira, la mandó degollar y quemar su

cuerpo. Nuevamente, tras este hecho, el obispo Sabino recogió los restos y la enterró junto a su hermana en el año 287.

TORRE DE DON FADRIQUE

El rey Fernando III llamado popularmente El Santo, enviudó de su esposa, Doña Beatriz de Suabia. Al poco tiempo y, aunque ya era un

anciano, se casó con la hermosa y joven Doña Juana de Pointhieu, descendiente de la familia

real francesa. Fernando III falleció pronto, dejando viuda y

sola a Doña Juana. La entonces reina residía en el Alcázar de

Sevilla, a donde llegó el Infante Don Fadrique, hijo del difunto Fernando III y por lo tanto hijastro de Doña Juana. La edad de

ambos difería en dos años (25 años Don Fadrique y 27 años Doña Juana).

El infante y la reina se enamoraron y según se cree, Don Fadrique mandó construir la torre con el pretexto de reforzar la seguridad y vigilar el entorno de la misma pero, se cree que su intención real era tener en ella los encuentros amorosos de la reina y el

infante. Esta situación no la aceptaron bien ni la nobleza ni el pueblo, lo que provocó que la

reina marchara a Francia. Por entonces El Rey Alfonso X El Sabio, hijo de Fernando III El Santo y hermano del Infante Don Fadrique, autorizó abrir un proceso judicial contra este, presionado por la nobleza y el clero. Acusado de ofenda real al tener amores ilícitos con la viuda del rey

fallecido y madrastra de si, Don Fadrique fue condenado a muerte y ejecutado en Toledo.

La torre fue construida en el año 1252, y recuerda a todos, la historia de amor que sufrieron la reina y el infante. Está situada en el casco histórico de Sevilla, justamente

en los jardines del convento de Santa Clara y, como se dice en esta tierra, en "intramuros", vocablo con el que se hace constar la referencia de que algún lugar está

situado entre las murallas que defendían la ciudad.

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HISTORIA DE SEVILLA

Existen varias versiones sobre los orígenes y como se creó la ciudad de Sevilla, pero la que se cree que se ajusta más a la realidad es la que dice que la creó Hércules, hijo de Osiris, vino a estas tierras a vengar la muerte de su padre, quien había sido asesinado

por su hermano Tyfon, aliado del soberano de tres cabezas Gerión, que entonces reinaba España. Hércules, despues de dar muerte a Gerión quedó prendado de la fertilidad y

riqueza de la de la ciudad, que fundó a las orillas del río. En la antigua Puerta de Jerez desde la que se accedía a la ciudad (hoy destruida), había

grabada una inscripción que decía " Hércules me edificó, Julio César me cercó de muros y torres altas y, el rey Santo me ganó con Garcí Pérez de Vargas."

Lo que sí se puede demostrar es que la ciudad existía antes de la época de los romanos, teniendo pruebas fehacientes en las ruinas fenicias encontradas, las cerámicas y por

supuesto el conocido "tesoro del Carambolo", hallado en la cuesta que lleva su mismo nombre.

Cuenta la leyenda que un comerciante fenicio llamado Melkart conocido por ser un aventurero y del que contaban grandes proezas, iba buscando nuevas rutas comerciales

y sin querer, descubrió una zona de terreno de aluvión, (se cree que es la que va desde la Plaza del Salvador a los Jardines de Murillo). El asentamiento se convirtió en lugar

frecuentado por comerciantes griegos y fenicios que proporcionaron a la zona una gran riqueza, lo que ayudó a su crecimiento y desarrollo.

De Melkart el comerciante fenicio que se supone creó Sevilla se fueron exagerando sus aventuras y, con el tiempo, pasó de ser un aventurero a un heroe, de heroe a santo y, con el paso del tiempo, se convirtió para esta cultura en un Dios. Este Dios de los fenicios

llamado Melkart con los años fue adoptado por los griegos que le cambiaron el nombre y le pusieron Herakles; más tarde causó furor entre los romanos quienes le cambiaron el

nombre y le bautizaron como Hércules. Sevilla desde el principio de su origen ha estado relacionada con el comercio de metales

preciosos que, gracias al Guadalquivir le convirtió en punto de llegada y salida de riquezas para otros lugares del mundo como por ejemplo los pueblos lejanos de Oriente.

Sevilla ha sido siempre un punto de referencia de culturas lejanas a su entorno, y a su vez, recipiente para otras culturas.

LEYENDAS DE SEVILLA

Los Sevillanos son herederos de diferentes culturas que, a lo largo de los siglos han habitado estas tierras como los griegos, romanos, fenicios, celtas, íberos, tartesos.

De algunas de estas culturas sólo quedan restos arqueológicos y, con toda seguridad, el carácter singular de las gentes de estas tierras tan cálidas, hospitalarias, alegres,

extrovertidas...

CRONOLOGÍA DE SEVILLA

Fecha Acontecimiento Histórico

1000 a.C. Primeros asentamientos.

850 - 750 a.C. Surge la ciudad de Híspalis. Fundación de la mítica ciudad.

750 - 550 a.C. Auge de la civilización Tartésica, comercian con los fenicios, siendo rey tartésico Argantonio.

550 - 500 a.C. La región mantiene intercambios con los griegos y los focenses.

450 a.C. Fecha de la construcción en piedra más antigua en Sevilla.

384 a.C. Los cartaginenses entran en Sevilla y sustituyen a los fenicios.

216 a.C. Híspalis es destruida.

206 a.C. Fundación de Itálica por Pluvio Cornelio Escipión, expulsando a los cartaginenses y comenzando la reconstrucción de Híspalis.

197 a.C. Organización administrativa de la Bética por los romanos.

195 a.C. Conflictos entre los turdetanos y los romanos a consecuencia de las fuertes exacciones fiscales.

154 - 133 a.C. Una vez pacificada, la Bética sirve de base para las batallas del norte de la península.

150 a.C. Híspalis se desarrolla, se convierte en un importante puerto.

133 - 82 a.C. Período de paz y prosperidad de la ciudad.

82 a.C. Se crea el nuevo recinto amurallado, llamado republicano.

69 a.C. César en Sevilla.

61 a.C. Vuelta de César en Sevilla.

49 a.C. Foro, astilleros navales en la Híspalis.

45 a.C. Construcción de una muralla más importante, viviendo la guarnición romana en un suburbio llamado Baitis. El Cesar nombra a Híspalis "Colonia Iulia Romula Híspalis" pasando sus ciudadanos

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a ser romanos de pleno derecho.

45 a.C. - 98 d.C.

El Cesar construye la definitiva muralla que fortificaria la ciudad.

53 d.C. Nacimiento de Trajano.

76 Nacimiento de Adriano.

98 - 138

Los emperadores romanos Trajano y Adriano son originarios de Itálica. Adriano amplía la ciudad de Itálica que se convierte en "Colonia Aelia Augusta" con un sector de "nova urbs" con un trazado urbano modélico. Construcción del Templo de Hércules, del Foro, de las Termas, de la basílica, del Pretorio, del Capitolio, del foro de las corporaciones, del circo, del teatro y del anfiteatro.

138-293

Aguda crisis del Imperio Romano. Inestabilidad económica. Interrupción de la exportación de aceite bético hacia Roma. En virtud de la reforma administrativa de Diocleciano para paliar la crisis, la Híspalis se convierte en el centro político de la península y del norte de África.

293-409 Construcción de la basílica paleocristiana de San Vicente.

409 Violenta invasión de Hispania por los suevos, los vándalos y los alanos.

411 Los vándalos silingos se apoderan de la Bética.

418 Los visigodos, al servicio del Imperio Romano, combaten y expulsan a los vándalos.

426 Los vándalos de Gunderico saquean y conquistan Híspalis.

429 Los vándalos abandonan el sur de la península. Híspalis e Itálica son saqueadas y destruidas.

441 El suevo Réquila se apodera de Híspalis y de sus territorios.

511 Se inicia el control visigodo de Hispania.

531 Los godos se instalan en Híspalis, ahora llamada "Spalis", capital de la Bética.

554 El emperador Justiciano ocupa gran parte de la Bética, quedando Spalis como ciudad visigoda fronteriza. La capital de la península ya no es Spalis sino Toletum. Leovigildo domina parte de la Bética.

579 Hermenegildo se proclama rey y fija su capital en Spalis.

589 Muerte de San Leandro, obispo de Sevilla,. Su hermano San Isidoro

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le sucede en la sede.

590 - 619 Concilios presididos por los obispos Leandro e Isidoro que pasará a ser Santos Patronos Sevillanos. Spalis se convierte en sede metropolitana de la Bética.

623 - 625 El rey godo Suintila expulsa a los bizantinos del sur de Hispania. Spalis es parcialmente destruida.

711 Don Oppas, obispo de Sevilla, abandona al rey don Rodrigo en la batalla del Guadalete. Llegada de loa árabes en Sevilla.

829-830 Construcción de la mezquita de Ibn Adabbas, levantada en el solar de la actual iglesia de El Salvador.

844 Invasión vikinga.

850 Gran crecida del río.

913 Construcción de las primeras instalaciones del Alcázar. Abderrahman III ordena la destrucción de las murallas.

1009 - 1023 Decadencia del Califato. Primer testimonio epigráfico de la existencia del barrio de Triana.

1023 Se reconstruye la muralla con mortero.

1039 Nace Almutamid.

1042 - 1090

Constante formación de suburbios al exterior de las murallas, en las zonas de Puerta de Triana, San Vicente y San Lorenzo. Un temblor de tierra derriba la parte superior del alminar de la mezquita, pero Almutamid la manda reconstruir en un mes.

1091 Los almorávides mandan en la ciudad, llamada ahora Isbilya.

1107 Ali Ben Yusuf manda prolongar las murallas.

1133 - 1134 Construcción del trozo paralelo al río.

1144 Crisis del poder almorávide.

1147 Los almohades son los nuevos amos de Isbilya.

1168 - 1169 Una gran riada derriba sectores importantes de la muralla.

1170 Un terremoto causa graves perjuicios en la ciudad.

1171 Abu Yaqub Yusuf manda construir unos magníficos palacios en la ciudad.

1174 Se construye el puente de barcas para pasar desde Triana a Isbilya.

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1178 - 1179 Gran crecida del río que afecta sobre todo a Triana.

1182 Se concluye la Mezquita Mayor.

1184 Es necesario agrandar las Atarazanas y trasladarlas al Arenal.

1198 Gran operación de transformación del sur de la ciudad.

1201 Crecida sin precedentes que destruye 6.000 casas y provoca la muerte de 700 personas.

1212 Derrota almohade en la batalla de las Navas de Tolosa abre a los cristianos pasillos hacia el valle del Guadalquivir y hacia Isbilya.

1220 - 1221 Construcción de la Torre del Oro y de una coracha, elemento de fortificación destinado a acceder al agua.

1221 Construcción de otra muralla que duplica la anterior.

1224 Proceso de descomposición del gobierno almohade.

1229 Isbilya se separa del gobierno almohade.

1248 Fernando III toma Isbilya.

1254 - 1271 Palacio gótico de Alfonso X en el Alcázar. Monasterio de San Pablo. Conventos de San Clemente y Santa Clara, San Francisco y San Agustín.

1281 Establecimiento de la Lonja y del Barrio de los Catalanes.

1284 Muere Alfonso X el Sabio.

1290 Convento del Carmen.

1300 Construcción de un importante grupo de iglesias parroquiales: Santa María, Santa Lucía, San Julián, San Isidoro, San Vicente.

1301 Monasterio de San Isidoro del Campo.

1350 Comienza el reinado de Pedro I el Cruel.

1364 Construcción del Palacio de Pedro I en el Alcázar.

1366 Hospital de San Antón.

1380 Se crea el primer impuesto municipal extraordinario "dinero de la carne".

1383 Construcción del espigón de defensa contra el río llamado más tarde Patín de las Damas, junto a la puerta de Almenilla.

1384 Primer padrón conocido del vecindario.

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1385 Hospital de Santa Marta.

1389 Primera noticia de la procesión c&icuate;vico-religiosa del Corpus.

1391 Asalto a la judería por parte de la población cristiana.

1400 Se instala en la Giralda el primer reloj público del país.

1442 Primeras franquicias comerciales a los mercaderes venecianos.

1481 El 2 de enero se crea la Inquisición.

1483 Expulsión de los judíos de Sevilla.

1492 Cristóbal Colón zarpa de Palos hacia el oeste para ir a Indias. El descubrimiento de las Indias Occidentales tiene consecuencias importantes sobre la ciudad de Sevilla.

1525

Matrimonio de Carlos V con Isabel de Portugal en el Alcázar. Se realizan obras en el Alcázar que introducen el estilo renacentista sobre las realizaciones islámicas y mudéjares. Hernán Colón construye su casa-palacio y jardín botánico en las afueras de la Puerta de Goles, dentro del espíritu del Renacimiento.

1527 - 1543

Construcción de las Casas Capitulares, nuevo ayuntamiento por Diego de Riaño. Sacristía Mayor de la Catedral, depurada obra renacentista de Diego de Riaño y Martín de Gaínza. Portada de la Casa de Pilatos. Casa de Mañara.

1550 Teatro corral de Don Juan. Funciona ya la fundición de artillería de San Bernardo.

1558 - 1568 Realización del cuerpo renacentista de la Giralda por Hernán Ruiz II. El símbolo de la ciudad adquiere un remate clásico.

1561 Renovación de la Puerta Jerez. Se documenta la existencia del Corral del Conde, uno de los principales corrales de vecinos.

1565 - 1579

Casa profesa de los Jesuitas e iglesia de la Anunciación. Por disposición del Asistente Conde de Barajas, se sanea la laguna que se extendía intramuros para hacer el paso de la Alameda de Hércules.

1598 Muerte de Felipe II. Se acaba la construcción del Hospital de las Cinco Llagas. Se inician grandes obras fuera de las murallas. Se acaba el crecimiento urbano intramuros.

1603 Riada que causa pérdidas cuantiosas.

1626 Crecida catastrófica.

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1628 Devaluación monetaria que produce la quiebra del comercio.

1661 Se publica la "Gaceta Nueva", primera publicación periódica Sevillana.

1664 Comienza la construcción del palacio arzobispal.

1671-1712 Demolición de los restos de la antigua mezquita de Ibn Adabbas. Y construcción en su lugar de la iglesia colegial de El Salvador.

1719 Construcción del primer mercado público Sevillano, el de la calle Feria.

1725 Comienzo de la Real Maestranza de Caballería, institución típicamente nobiliaria y dieciochesca.

1728 - 1771 Nueva Fábrica de Tabacos, con foso circundante, de los ingenieros militares Ignacio de Sala, Diego Bordick y Sebastián Van der Borcht.

1729 Llegada de Felipe V y la corte a Sevilla.

1755 Violento terremoto. El municipio prohíbe construir extramuros y se inicia una reconstrucción a gran escala.

1757 - 1782 Fábrica y fundición de piezas de Artillería de San Bernardo.

1760 - 1761 Plaza de toros de la Maestranza en mampostería.

1796 Grave inundación pese a la construcción de protecciones.

1800 Epidemia de fiebre amarilla.

1812 Sevilla es evacuada por las tropas napoleónicas.

1825 José María de Arjona es nombrado asistente de Sevilla.

1833 Sevilla pasa de ser reino a ser Provincia.

1836 Desamortización eclesiástica de Mendizábal.

1856 Se crea el banco de Sevilla.

1857 Sevilla alcanza los 150.000 habitantes.

1859 Se inaugura el ferrocarril Sevilla-Córdoba.

1873 Se proclama la primera República.

1887 Llegada de la electricidad a Sevilla.

1929 Celebración de la exposición Iberoamericana.

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1932 El general Sanjurjo se levanta contra la República.

1936 Franco establece su cuartel general en el palacio de Yanduri.

1937 Visita de Eva Perón.

1957 Muere el Cardenal Segura.

1961 Grandes inundaciones.

1983 Sevilla es designada oficialmente como sede de la exposición universal de 1992.

1992 Exposición universal.

�a heroína de la fidelidad A mediados del siglo XIV, la mayor parte de España (Castilla) estaba gobernada por Pedro I, apodado el ‘Justiciero’ por sus partidarios y el ‘Cruel’ por sus detractores. Este segundo grupo lo encabezaba su hermano bastardo, Enrique de Trastámara, y uno de sus hombres fuertes en el sur era Juan Alonso Pérez de Guzmán. Pues bien, en una de las conspiraciones previas al derrocamiento del monarca, la esposa de éste, doña Urraca Ossorio de Lara, fue arrestada y condenada a morir en la hoguera delante de todo el mundo.

La ejecución tuvo lugar en la Laguna de Ferias o de la Cañavería, es decir, en el espacio que hoy ocupa la Alameda de Hércules, ante la atenta mirada de centenares de personas

curiosas y ávidas de morbo. Cuenta la leyenda que, cuando las llamas se apoderaron de la pira, el aire caliente levantó la falda de la mujer, dejando sus partes íntimas a la

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vista de la muchedumbre, que lo celebró con vítores. Sin embargo, el júbilo se transformó en un silencio expectante cuando una de las personas que presenciaba el ‘espectáculo’ decidió salir en su ayuda. Se trataba de Leonor Dávalos, criada de la ajusticiada, quien no pudo reprimir el impulso de proteger el honor de su señora.

Así las cosas, se lanzó al fuego para intentar cubrir el cuerpo desnudo de doña Urraca, consiguiendo su objetivo, aunque pagándolo con la muerte. De hecho, ambas fueron incineradas mientras se abrazaban y gritaban de dolor, en una escena que dejó conmocionada a la sociedad sevillana de la época. A partir de entonces, a Leonor Dávalos empezó a conocérsele como ‘la heroína de la fidelidad’. Los restos de las dos mujeres fueron enterradas en un mismo sepulcro en la iglesia gótica del Monasterio de San Isidoro del Campo, de la localidad de Santiponce. Allí se encuentra una placa que reza lo siguiente: “Aquí reposan las cenizas de Doña Urraca Ossorio de Lara, mujer de Don Juan Alonso Pérez de Guzmán, Ilustrísimo Señor de Sanlúcar. Murió quemada en la Alameda de Sevilla por orden del rey Don Pedro el Cruel, por quitarle los tesoros y riqueza. También se quemó con ella, para no peligrase su honestidad, Leonor Dávalos, leal criada. Año de 1367”.

�as ricas que envidiaban a las

pobres

Afirmar que los pobres siempre han aspirado a llevar el estilo de vida de los ricos es una obviedad, pero ha habido casos excepcionales en los que ha sido a la inversa. Y la historia del traje de gitana supone uno de ellos. En los primeros tiempos de la Feria, los comerciantes de ganado acudían acompañados por mujeres. Los más humildes llevaban a sus esposas porque vivían de forma ambulante y entre los dos trasladaban el hogar de lonetas al Real, hecho que deja a las claras cuál fue el origen de las casetas. A su vez, los tratantes más pudientes recibían la inestimable ayuda de sus campesinas. Pero entre las cónyuges de unos y las sirvientas de otros no había demasiadas diferencias, ya que casi todas ellas eran de etnia gitana.

Así pues, no es de extrañar que la muestra se impregnara de sus hábitos, costumbres y por supuesto, de su tradicional manera de vestir. Las gitanas, como todas las andaluzas de las clases bajas, portaban unas simples batas con un par de volantes a las que se les añadía un delantal para faenar con comodidad. Eran prendas más estrechas de lo habitual en su época, realzaban la figura femenina e imponían un caminar sensual. Todo ello no pasó desapercibido a los ojos de los hombres ………….

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… ni tampoco a los de las mujeres aristocráticas, quienes, viendo el éxito progresivo que fueron adquiriendo aquellos modelos en un evento tan emergente como la Feria de Abril, empezaron a copiarlos y a lucirlos ellas mismas a partir de la Exposición Universal de 1929.

Esta imitación y, por qué no decirlo, competencia entre unas mujeres y otras, provocó que el traje de gitana fuera evolucionando con el paso de los años. Para ir un paso por delante, se fueron añadiendo los colores vivos, los lunares, el escote de pico, los talles cada vez más ceñidos, las flores en un pelo recogido para enaltecer los marcados rasgos sureños, los mantones de manila… dando forma a lo que se conoce como ‘cuerpo de guitarra’. Llegó un momento en el que era materialmente imposible diferenciar a una mujer por su condición social, ya que todas vestían de la misma manera. Además, como la Feria dejó de ser un centro de negocios para ir convirtiéndose en uno de ocio y diversión, las mujeres, y por ende, sus vestidos, fueron adquiriendo cada vez más protagonismo. Tanto es así que el traje de gitana, también llamado de flamenca por haber estado ligado siempre a este estilo musical, se erigió como el traje típico de Sevilla, rápidamente se extendió a toda Andalucía y hoy día, de cara al turismo, ya tiene la etiqueta de ‘traje español’.