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Catherine Walsh Editora ESTUDIOS CULTURALES LATINOAMERICANOS RETOS DESDE Y SOBRE LA REGIÓN ANDINA Quito, 2003

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  • Catherine WalshEditora

    ESTUDIOS CULTURALES LATINOAMERICANOS

    RETOS DESDE Y SOBRE LA REGIN ANDINA

    Quito, 2003

  • ESTUDIOS CULTURALES LATINOAMERICANOSRetos desde y sobre la regin andina

    Catherine WalshEditora

    Primera edicin: Universidad Andina Simn Bolvar / Abya-Yala

    Quito, septiembre 2003

    Diseo grfico, armado e impresin: Ediciones Abya-Yala

    Cubierta: Ral Ypez

    ISBN: 9978-19-050-3

    ISBN: 9978-22-328-2

    Los aportes publicados en este libro, son de responsabilidad de sus autores

  • CONTENIDO

    INTRODUCCIN

    Qu saber, qu hacer y cmo ver?Los desafos y predicamentos disciplinares, polticos y ticosde los estudios (inter)culturales desde Amrica andinaCatherine Walsh 11

    I. ESTUDIOS CULTURALES LATINOAMERICANOS: PERSPECTIVAS CRTICAS

    1. Las humanidades y los estudios culturales: proyectos intelectuales y exigencias institucionalesWalter D. Mignolo 31

    2. Apogeo y decadencia de la teora tradicional. Una visin desde los intersticiosSantiago Castro-Gmez 59

    3. Estudios y otras prcticas latinoamericanas en cultura y poder: crtica de la idea de estudios culturales latinoamericanosy propuestas para la visibilizacin de un campo ms amplio, transdisciplinario, crtico y contextualmente referidoDaniel Mato 73

  • 4. Historia de un asesinato por ocurrir, contado a la manera de una novela policiaca (o, colonialidad del poder y el futuro de los estudios culturales en Amrica Latina)Oscar Guardiola-Rivera 113

    II. (DES)IDENTIFICACIONES DISCIPLINARIAS Y LUCHAS DEL CONOCIMIENTO

    1. Para una genealoga de la descolonizacin intelectual en los AndesZulma Palermo 131

    2. Literatura, subjetividad y estudios culturalesMabel Moraa 147

    3. La literatura: entre el acontecimiento discursivo y la gesta realAlicia Ortega 153

    4. La disciplina histrica en Latinoamrica. Una lectura con los estudios culturalesAlberto G. Flrez-Malagn 159

    5. Academia, lengua y nacin: prcticas, luchas y polticas del conocimiento. Para una genealoga del campo acadmico en Colombia, 1853-1910Mara del Pilar Melgarejo Acosta 171

    6. Gnesis de la lucha disciplinaria: pugna por el control de una nueva nacin colombiana, 1910-1950Sandra Luca Castaeda Medina 189

    III. (POS)MODERNISMOS, SUBALTERNIDAD Y VISIONES HISTRICAS

    1. Pasados hegemnicos, memorias colectivase historias subalternasAlfonso Torres Carrillo 197

    2. Enfoque subalterno e historia latinoamericana: nacin, subalternidad y escritura de la historia en el debate Mallon-BeverleyGuillermo Bustos 215

    6 Contenido

  • 3. Familiares ocultos del discurso posmoderno sobre la cultura: utopa colonial y nostalgia fascistaValeria Coronel 243

    4. Las nuevas aventuras de la vanguardia en Amrica Latina: modernismo, mmica poscolonial y el mobiliario de Beatriz GonzlezVctor Manuel Rodrguez 267

    IV. TECNOLOGAS Y PRODUCCIONESDEL CONOCIMIENTO

    1. La tecnicidad en bsqueda de los datos duros: estudios culturales y economas pedaggicasRegina Harrison 291

    2. Descolonizar las tecnologas del conocimiento: video y epistemologa indgenaFreya Schiwy 303

    3. La investigacin de campo en los estudios culturales. Presuposiciones, fundamentos, amplitud y validez a partir de una etnografa en los Andes ecuatorianosMiguel Huarcaya 315

    Contenido 7

  • III

    (POS)MODERNISMOS,SUBALTERNIDAD Y VISIONES

    HISTRICAS

  • 2ENFOQUE SUBALTERNOE HISTORIA LATINOAMERICANA:

    NACIN, SUBALTERNIDAD Y ESCRITURA DE LA HISTORIAEN EL DEBATE MALLON-BEVERLEY1

    Guillermo Bustos*

    I

    En los ltimos aos el enfoque desarrollado por el Grupo de Estu-dios Subalternos de la India ha alcanzado una enorme resonancia en elmundo acadmico anglosajn y, paulatinamente, ha atrado la atencin dediferentes comunidades acadmicas de otros lugares del mundo. La pro-duccin de este grupo de intelectuales, cuyo ncleo central estuvo consti-tuido principalmente por historiadores, ha ejercido una creciente influen-cia sobre una variedad de campos disciplinarios e interdisciplinarios. Lacoleccin editorial denominada Subaltern Studies, que recoge las inter-venciones del grupo desde 1982, as como las publicaciones individualesde sus integrantes, muestran la manera sofisticada en que estos estudiososhan entrelazado teora y prctica investigativa, dentro de una perspectivapoltica radical2.

    En el presente ensayo quiero concentrarme en un caso que ilustra larecepcin del enfoque subalternista por parte de los estudiosos de Latinoa-

    * Docente de la Universidad Andina Simn Bolvar, Sede Ecuador; candidato doctoral en elDepartamento de Historia de la Universidad de Michigan, Ann Arbor.

  • mrica3. Con este propsito quiero detenerme en las intervenciones quedos distinguidos latinoamericanistas han realizado sobre la relevancia, al-cances, y problemticas que se desprenden de la aplicacin del enfoquesubalternista en la escritura de la historia. Se trata especficamente de ana-lizar las intervenciones de la historiadora Florencia Mallon y del crticocultural John Beverley, ambos autores de fundamentales contribucionesen sus respectivas reas de especializacin4. Conviene sealar brevemen-te dos cuestiones que enmarcan este debate. Primero, el intercambio semantuvo dentro del nicho de los latinoamericanistas que laboran en el am-biente acadmico norteamericano, el cual, como se sabe, est compuestopor una poblacin docente multinacional. Segundo, si atendemos a losmomentos iniciales de la recepcin del enfoque, como sabemos, el auto-denominado Grupo de Estudios Subalternos Latinoamericano, organizadoa inicios de los aos noventa, fue el primer colectivo que dio la bienveni-da al enfoque adoptndolo como su emblema de accin. Este grupo estu-vo integrado en su mayora por crticos literarios. Este par de cuestionesinforman aspectos presentes en el locus de enunciacin del debate que acontinuacin analizamos.

    La Declaracin de Fundacin del Grupo de Estudios SubalternosLatinoamericano se present como una suerte de relacin programticade una nueva agenda poltica y acadmica para la regin y sus estudiosos.El manifiesto destac enfticamente las limitaciones e inadecuaciones delos paradigmas (marxismo, dependentismo, teora de la modernizacin)que han gobernado el anlisis social de Amrica Latina. A partir de la de-nuncia de estas limitaciones, referidas en verdad de manera vaga en el ma-nifiesto, el grupo formul los objetivos de un nuevo programa de investi-gaciones que inclua la tarea de realizar un trabajo arqueolgico en los in-tersticios de las formas de dominacin, con el fin de rescatar la agenciao iniciativa de los sectores subalternos, re-conceptualizar la nacin y lonacional, y visualizar de forma no-esencialista la categora de clase, entreotros objetivos. Se trataba, en definitiva, de mostrar cmo los paradigmasdel conocimiento social, incluido el marxismo, haban quedado atrapadosen perspectivas elitistas. En su lugar, se deca, la representacin de la su-balternidad en Latinoamrica est vinculada con la posibilidad de que elsubalterno habl[e] como un sujeto sociopoltico5.

    216 Guillermo Bustos

  • II

    La primera evaluacin general de la recepcin del enfoque subalter-nista en los estudios latinoamericanos (desarrollados en Norteamrica),que incluye una discusin del manifiesto del Grupo de Estudios Subalter-nos Latinoamericano, fue realizada por la historiadora Florencia Mallon(de la Universidad de Wisconsin) en el contexto de un foro organizado porla American Historical Review, en el cual tambin participaron el historia-dor de la India Gyan Prakash (Universidad de Princeton) y el africanistaFrederick Cooper (Universidad de Michigan). El artculo de Mallon, inti-tulado The Promise and Dilemma of Subaltern Studies: Perspectivesfrom Latin American History (1994), se ocupa precisamente de subrayarla potencialidad y de presentar las tensiones que emergen de la propuestadel Grupo de Estudios Subalternos de la India, as como de explorar la re-levancia que la aplicacin de este enfoque tendra para los estudios lati-noamericanos. Mallon encuentra que el anlisis de la subalternidad, segnla Declaracin del grupo latinoamericanista, est ampliamente desinfor-mado de las contribuciones de la historia social latinoamericana y adole-ce de un predominio textualista restrictivo. Ambos rasgos, en general, es-taran atravesados por un tono de esquematismo programtico.

    El reclamo de Mallon sobre la manera en que el manifiesto ignora, oinvisibiliza, los vibrantes aportes de la historia social en el rea latinoame-ricana, a la luz de la extensa bibliografa que una plyade de destacadoshistoriadores sociales, entre los que se incluye la autora, han producido so-bre una variedad de grupos subalternos (grupos tnicos, campesinos, es-clavos, obreros, artesanos, mujeres, etc.), estudiados en diferentes pero-dos de la historia latinoamericana, resulta enteramente convincente y jus-tificado. Era de esperar que una crtica tan definitiva como la pregonadapor la Declaracin, sobre la manera en que se han estudiado los grupossubalternos latinoamericanos, se basara en un anlisis ms informado y ri-guroso de la produccin historiogrfica latinoamericana y latinoamerica-nista. Mi adhesin a la crtica de Mallon, sin embargo, se cuida de no con-fundir la perspectiva de la historia social y el enfoque subalternista. Creoque si bien entre ambos enfoques se presentan translapes, estos mantinendiferencias que los distinguen6. El punto bsico que muy justificadamen-te levanta la historiadora Mallon es que en el campo de la investigacinhistrica latinoamericana el tema del subalterno no era una novedad. Poresta razn, me parece que la introduccin del enfoque subalternista nece-

    Enfoque subalterno e historia latinoamericana 217

  • sitaba menos de juicios terminantes y promesas de nuevos cielos concep-tuales, y ms de un deslinde riguroso anclado en el reconocimiento crti-co de lo que la historia y la antropologa, entre otras disciplinas, habanhecho, en regiones como el mundo andino, por ejemplo.

    El cuestionamiento de Mallon a la Declaracin subraya que los de-sarrollos de la llamada historia social desde abajo, variante radical de lahistoria social, permitieron que sta formulara, a lo largo de los aosochenta, una provechosa crtica al cepalismo, dependentismo, marxismo yteora del sistema mundial. Nuevamente la crtica de Mallon a este respec-to me parece enteramente pertinente. No obstante, creo que se debe sea-lar que la empresa de revisin crtica de los paradigmas de las ciencias so-ciales latinoamericanas no fue una empresa escrita predominantemente enidioma ingls, como tiende a sugerir la extenssima bibliografa que docu-menta el ensayo de esta autora. Ms bien se debe precisar que dicha revi-sin crtica fue desarrollada, a la par, en el Norte y en el Sur. Los estudiosreferidos a la regin andina que autores como Murra, Spalding, Stern yLarson7, asentados en el mundo acadmico norteamericano, representaronen la teora y la prctica cuestionamientos y superaciones a los paradig-mas dominantes en la historiografa y las ciencias sociales de esos aos.Paralelamente a estos desarrollos, un grupo de notables historiadores pro-venientes de los pases andinos, en dilogo con sus colegas de Norteam-rica y de Europa, reconfiguraron el pasado de estas sociedades desde unaperspectiva histrica sofisticada y plenamente contestaria al statu quo.Autores como Assadourian, Colmenares, Flores-Galindo, nico autor ci-tado por Mallon, Rivera Cusicanqui, entre otros, con sus investigacionescuestionaron los modelos dominantes de la historia y las ciencias socialesen la regin andina y abrieron fructferas vas de investigacin, de las quetodava somos tributarios en el presente8.

    El segundo cuestionamiento de Mallon est enfilado contra la pree-minencia del texto-centrismo desconstruccionista que, en clave derridea-na, segn la autora, aparece como principal gesto investigativo de la De-claracin. La desconfianza de Mallon frente al protagonismo del anlisistextual le lleva, por contrapartida, a enarbolar un programa de investiga-cin empricamente informado. La autora advierte una fuerte tensin en laagenda subalternista entre una tcnica, informada por perspectivas posmo-dernas, y una perspectiva poltica, de corte pos-marxista radical. El primercomponente de esta tensin se expresa, segn Mallon, en una estrecha lec-tura posmoderna de los documentos, entendidos estos de manera genrica

    218 Guillermo Bustos

  • como textos construidos, cuya lectura no deviene en la obtencin de unaverdad transparente, si uno se atiene a los reparos de las posiciones pos-modernas ms extremas. Los crticos literarios habran asimilado amplia-mente este tipo de aproximacin posmoderna y la habran puesto en ope-racin preferentemente en fuentes publicadas. El segundo componente deesta tensin, segn Mallon, se expresa en el inters disciplinario del his-toriador [con el cual ella obviamente se identifica] de leer los documen-tos, almacenados en los archivos, como ventanas, no obstante neblino-sas e imperfectas, de las vidas de las gentes9. Uno puede pensar que estesegundo componente de la tensin, con el cual la autora se identifica, es-t ms alineado con una perspectiva poltica radical que con la aplicacinde cualquier lectura tcnica de los textos, segn alud lneas atrs.

    La presuncin de que los documentos que reposan en los archivos noson del todo textos construidos, en el sentido posmoderno del trmino, yde que el historiador los usa como ventanas neblinosas, al parecer nofue formulada por su autora para defender alguna comprensin de tipo po-sitivista de la labor del historiador. Prueba de ello es que la autora, segui-damente, reconoce que tanto el archivo como cualquier otro campo de in-vestigacin son arenas construidas en las cuales las luchas de poder in-cluidas las generadas por nuestra propia presencia [como investigadores]actan para definir y obscurecer las fuentes y la informacin a la cual ac-cedemos10. Su punto de crtica parece dirigirse, ms bien, a estableceruna distincin entre la problemtica que rodea el manejo de las fuentes pu-blicadas de aquellas que no lo son: [l]os procesos de produccin y pre-servacin de las fuentes provenientes de los archivos de las que han sidopublicadas son distintos. Las relaciones sociales que acompaan la lectu-ra de una u otra son tambin diferentes. Entonces, lo que yo objeto, di-ce Mallon, es el privilegio del anlisis textual y de las fuentes literarias acosta o en desmedro del trabajo de archivo o de campo, tanto como la ten-dencia a asumir que todos son textos construidos y que, por lo tanto, eluno puede sustituir al otro11.

    La crtica anotada fue desarrollada ampliamente en su posterior libroPeasant and Nation. The Making of Postcolonial Mexico and Peru(1995), que se presenta como resultado de ms de una dcada de investi-gacin en archivos de varias latitudes. Este libro constituye un ambiciosoy admirable programa de investigacin desarrollado con el propsito dehistorizar al subalterno. El trabajo analiza cuatro procesos de resistenciaregional y campesina ocurridos en el siglo XIX, en el contexto de invasio-

    Enfoque subalterno e historia latinoamericana 219

  • nes extranjeras. Los dos principales casos estudiados corresponden a lasierra norte de Puebla (1853-1876), en Mxico, a propsito de la invasinfrancesa; y a Junn, en la sierra central del Per, durante la invasin chile-na en la llamada Guerra del Pacfico (1879-84). Tambin se analizan loscasos de Morelos (Mxico) y Cajamarca (Per).

    Las mltiples reseas y comentarios que Peasant and Nation ha me-recido me relevan, en parte, de volver a referir los distintos mbitos en quela obra contribuye, de manera particular, a la historiografa latinoamerica-na y, en general, a los estudios latinoamericanos12. Solo con el propsitode ilustrar rpidamente los aspectos que la crtica ha destacado de este li-bro enumero los tres niveles que me parece han concentrado la atencin.En primer lugar est el nivel terico que informa el desarrollo del libro,expresado en la manera reflexiva en que la autora emplea algunos concep-tos centrales al anlisis social y cultural (v. gr. hegemona, poder, etc.). Ensegundo lugar, se destaca el asunto de la (agency) agencia/iniciativa de loscampesinos que, como se desprende de los casos estudiados, no sufrieronpasivamente la dominacin y por el contrario fueron capaces de empren-der una serie de negociaciones y de esbozar proyectos alternativos a los delas elites. La comprensin de la poltica de los grupos subalternos, en es-te caso de los campesinos, se plantea como una combinacin de domina-cin y resistencia. En tercer lugar, se ha destacado los alcances y las im-plicaciones de las experiencias concretas analizadas para reconsiderar losprocesos ms generales de constitucin nacional en Latinoamrica y delpapel que cumplieron los nacionalismos populares.

    Hay un punto adicional que la obra de Mallon convoca a discutir yque hasta el momento no ha merecido la atencin que merece. Se trata dela relacin entre historiografa y nacionalismo. El asunto que quiero su-brayar no tiene que ver con la crtica o impugnacin que ha recibido, demanera justificada, el gnero de las llamadas historias oficiales, por par-te de los avances, principalmente, de la historia social latinoamericana.Desde esta perspectiva crtica se sostiene, de manera corriente, que mien-tras las historias oficiales se caracterizan por ser productos inherente-mente limitados a intereses de clase (elitarios), modelados por ideologasnacionalistas de diverso cuo, las obras enlistadas dentro de la corrientede la historia social o econmica se presentan investidas de un halo de sa-ber cientfico. El punto que quiero destacar del libro de Mallon es que sibien participa en cierta medida de esta perspectiva, lo ms importante esque tambin la desborda. En un pasaje de Peasant and Nation, la autora

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  • evoca la trayectoria de su empresa de indagacin histrica desde el trajnpor polvorientos archivos hasta la confeccin de una escritura histricaalumbrada por la bsqueda de un descentramiento. La autora no se con-forma con alistarse en las filas contestarias a las historias del statu quo. Daun paso ms all y se observa a s misma en el proceso de interrogacindel pasado, en un gesto que tiene evidente inspiracin posmoderna. Al re-conocerse como constructora de esta novedosa narrativa histrica, la au-tora se descubre poseedora de un poder de representacin del pasado y nosdice lo siguiente a este respecto:

    estoy demoliendo historias oficiales solo para construir unas de nuevo tipo.No obstante, mis esfuerzos darn frutos slo si tengo el deseo de escuchar,de abrir mi narrativa a voces e interpretaciones contrarias, a batallar por evi-tar caer en el papel del narrador omnisciente o positivista13.

    La distancia que la autora busca tomar de la figura de la narradorahistrica omnisciente o positivista, as como el esfuerzo de mirarse en elproceso de mirar el pasado, nos invita a pensar el locus de enunciacinde Mallon. Nos convoca a devolver la mirada sobre el nacionalismo y elpoder a la propia voz que habla en Peasant and Nation. Esto es precisa-mente lo que ha hecho Tulio Halpern Donghi en un ensayo que sobre es-ta obra ha escrito con una agudeza exquisita y sobre el cual volver a ocu-parme en la ltima seccin del presente ensayo.

    III

    Uno de los estudiosos que desde la crtica literaria y cultural ha re-flexionado con mayor penetracin sobre el enfoque subalterno y el cam-po de los estudios latinoamericanos ha sido John Beverley. Habiendo sidouno de los fundadores ms prominentes del primer grupo de estudiososque invoc este enfoque como emblema, Beverley articul, en sucesivasentregas, una respuesta a las apreciaciones crticas de la historiadora Flo-rencia Mallon a la luz de una preocupacin ms general, y a la vez mscompleja, sobre las maneras y las dificultades que el conocimiento acad-mico enfrenta a la hora de buscar representar a los subalternos. La prime-ra reaccin de Beverley apareci como una entrevista en la publicacin

    Enfoque subalterno e historia latinoamericana 221

  • Journal of Latin American Cultural Studies, en 1997. Nuevamente volvisobre el tema en algunas secciones de su libro Subalternity and Represen-tation (1999), y seguidamente en el artculo de postura The Dilemma ofSubaltern Studies at Duke, en 2000. En lugar de ofrecer un resumen se-cuencial de las aseveraciones de este autor, seguidamente, establezco lospuntos que, en mi opinin, mejor revelan su reaccin. a) En relacin al acumulado del estudio sobre los sectores subalternos

    latinoamericanos, realizado por socilogos, antroplogos e historia-dores, Beverley acepta que esta tarea ha sido cultivada desde hacetiempo, no obstante juzga que ha sido desarrollada sin necesaria-mente adoptar una perspectiva subalternista. Puntualiza, adems,que si bien varios historiadores sociales haban mostrado preocupa-ciones polticas y filosficas parecidas a las de los subalternistas,ninguno haba elevado el tema de la subalternidad al nivel tericoque el Grupo Surasitico lo haba hecho14. Beverley no es explcitoen sealar las limitaciones de los historiadores sociales a la hora deestudiar la subalternidad. No obstante la invalidacin de los desarro-llos de la historia social, a nombre de una perspectiva que se presen-ta como tericamente correcta o ms avanzada, pareciera reclamaruna suerte de vanguardia intelectual o poltica, o simplemente caeren lo que Hernn Vidal llam crtica literaria tecnocrtica15. Enverdad si creemos que no hay una nica manera de hablar sobre elsubalterno, sino varias, entonces lo que se presenta por delante esuna tarea de evaluar los desarrollos de estos enfoques y sopesar qupueden aprender unos de otros. De otro lado, si trascendemos lasfronteras de los circuitos acadmicos y escudriamos los impactosque ste ha experimentado o ha ocasionado en otros campos de la vi-da social, pueden surgir un conjunto de problemticas de tanto o ma-yor inters investigativo. Por ejemplo, uno puede interrogarse por lamanera en que las narrativas histricas alternativas (tipo historia so-cial, subalternista o de otro cuo) circulan o son asimiladas, en estecaso, por las heterogneas sociedades andinas contemporneas. Po-dramos preguntar cul ha sido la recepcin de la obra de autores co-mo Germn Colmenares o Steve Stern, de manera especfica, en lossistemas escolares, en los ncleos de cultura acadmica, en los ni-chos de cultura erudita local, etc. En otras palabras, cmo los subal-ternos de la periferia han reaccionado, consumido o han permaneci-do indiferentes ante las representaciones que sobre los subalternos haelaborado la historia, la crtica literaria, la antropologa, etc.? De qu

    222 Guillermo Bustos

  • manera los movimientos sociales de los pases andinos incorporaronestas representaciones del subalterno? En sntesis estas preguntasrondan la cuestin relativa a la/s manera/s en que los discursos his-tricos alcanzan una relevancia social o se convierten en discursossocial, poltica o culturalmente significativos16.

    b) La respuesta a la pregunta de por qu los estudios subalternos en-cuentran una mayor audiencia inicialmente en el campo de la crticaliteraria, y no en la historiografa como se podra haber esperado, en-cuentra una clave importante en la reflexin que Beverley realiza so-bre la trayectoria de los estudios literarios y en la suerte de teoriza-cin de la crisis de la crtica literaria, que muy agudamente formula.Este autor seala que a partir de la consideracin de los desafos queplante La ciudad letrada (1982), escrita por el crtico literario uru-guayo ngel Rama, la genealoga de la empresa literaria descubriuna perenne imbricacin con las estructuras de poder vigentes desdesu origen en la tradicin letrada colonial. La revisin del proyecto dela empresa literaria, como creacin, crtica o forma pedaggica, de-semboc en una abierta crisis en el contexto del ocaso de los proyec-tos de liberacin nacional que se escenificaron en Centroamrica enlos aos ochenta. A la luz de dicha crisis, y utilizando un instrumen-tal proveniente del pos-estructuralismo y de la semitica, los crticosculturales radicales habran desbordado los marcos de comprensinms formales de la literatura y empezaron a interesarse por una con-sideracin ms general del rol de las instituciones culturales en lacreacin de relaciones de poder, clase y diferenciacin tnica. En esecontexto, segn anota Beverley, se oper el giro subalternista de loscrticos literarios, que fue una forma de teorizar los lmites de nues-tro propio trabajo. Empero, Nada similar sucedi en la historia17.

    c) Como sabemos Peasant and Nation muestra que las comunidadescampesinas tuvieron un papel decisivo en los procesos de formacinestatal en Mxico y Per. Precisamente por esto Beverley afirma quela narrativa de Mallon se desarrolla dentro de una suerte de proyec-to representacional, en virtud del cual los subalternos alcanzan fi-nalmente un lugar dentro del gran fresco nacional. Este logro histo-riogrfico, desde la perspectiva de la historia social, se convierte aojos de Beverley en una limitacin, en la medida que una narrativahistrica de este tipo no es otra cosa que la biografa del estado-na-cin. Beverley cree que, en vez de mostrar a plenitud la separacin

    Enfoque subalterno e historia latinoamericana 223

  • que haba entre los subalternos y el proyecto de estado nacional, lanarrativa de Mallon sutura una brecha social y conceptual que me-jor sera dejarla abierta. Siguiendo al historiador Ranajid Guha, Be-verley sostiene que en este caso la tarea historiogrfica deba mostrarla manera en que la insurgencia campesina interrumpe la narrati-va de la formacin estatal18.

    d) La crtica anterior nos remite a un problema ms amplio sobre la di-ficultad de representar al subalterno o, dicho de otra manera, nosaproxima a constatar los lmites del trabajo del historiador. Al trataresta dificultad Beverley evoca la debatida interrogante que hacetiempo lanzara la crtica cultural Gayatri Spivak: Puede el subalter-no hablar?. La interrogante de Spivak apuntaba a que si el subalter-no pudiera hablar esto es, hablar en una forma que realmente ejer-ciera un impacto entonces no habra sido subalterno. Siguiendo es-ta perspectiva Beverley cuestiona si es realmente posible represen-tar al subalterno desde la posicin disciplinaria del historiador o delcrtico literario, esto es desde la posicin institucional de la culturadominante?. Su respuesta es que debido a la asimetra entre la posi-cin del historiador o del crtico literario y la del subalterno, hay tan-to un lmite epistemolgico y tico, como una brecha, que no se pue-de salvar entre ambas posiciones. Por esta razn Beverley sostieneque el meollo del trabajo intelectual o acadmico, segn la perspec-tiva de los estudios subalternos, no es tanto [representar] al subal-terno como un sujeto socio-histrico concreto, sino [se encuentra en]la dificultad de representarlo como tal en nuestro discurso disciplina-rio y en la prctica dentro del mundo acadmico19.

    e) Finalmente, Beverley encuentra que Mallon, a pesar de los esfuerzosque despliega, ve la historia de una manera positivista, en virtud dela cual ella se sita en el centro del acto de representar y conocer. Enesta perspectiva Mallon casi no abandona el rol de narradora omnis-ciente. Para representar un dilogo verdadero, Beverley argumenta,y aqu debemos retomar los puntos de los acpites anteriores, ella ha-bra tenido que desarrollar una narrativa que fuera interrumpida porotras formas de narrativa orales o escritas provenientes de los acto-res del pasado o de los intelectuales locales. En lugar de esto, Mallonen Peasant and Nation, lo que hace es escribir [] la biografa delestado-nacin, mostrando en esa narrativa la presencia de formas deagencia subalterna que otros relatos v. gr. las historias oficiales

    224 Guillermo Bustos

  • podran haber ignorado. No obstante, de esta forma, el marco de lanacin y de la inevitabilidad de su presente (tanto como la autoridadde la historia y la propia autoridad de Mallon como historiadora) per-manece intacto20.Cmo podra Mallon haber sido consecuente con sus propsitos?

    La respuesta que Beverley proporciona a este respecto es breve y, espe-cialmente, limitada a exaltar el modelo de trabajo historiogrfico que Ra-najid Guha desarroll particularmente en Elementary Aspects of PeasantInsurgency in Colonial India (1983). Dicha respuesta, como ya sabemos,tiene que ver con la manera en que la narrativa de Mallon y de la construc-cin del estado-nacin podran haber sido interrumpidas por las voceslocales. Segn Beverley, Guha rompe con la diacrona de la narrativadel estado-nacin al momento de representar las insurgencias campesinas,de manera modlica, mostrando cmo a partir de la intransigencia y resis-tencia campesina, el estado se ve en la necesidad de modificar sus estra-tegias y formas de trato con los subalternos. Sin embargo, la narrativa deGuha habra cuidado, segn Beverley, de preservar que la representacinhistrica de las insurgencias campesinas muestre la posibilidad de queellas contengan una historia que fue sepultada y olvidada, mostrando unaforma de estado distinta y otra forma de tiempo, por ejemplo.

    IV

    En esta ltima seccin quiero concluir esbozando determinados pro-blemas generales y algunos desafos que emergen de los asuntos tratados.Como hemos visto, este debate se ha desenvuelto dentro de los trminos dellatinoamericanismo norteamericano. En diferentes partes he ido deslizandoadhesiones, deslindes o acuerdos parciales con los argumentos presentadospor sus autores. Estoy persuadido de que los estudiosos de Latinoamrica,tanto los que trabajamos en el Sur como los que laboran en la metrpoli,podemos aprender del intercambio reseado y, mucho ms, de la manera enque reflexionemos sobre los puntos cruciales del mismo. Seguidamente meocupo de cuatro problemas generales que emergen de mi lectura crtica delintercambio analizado. Primeramente, llamo la atencin, de manera breve,sobre el acceso al corpus subalternista y el tema de la accin o iniciativa

    Enfoque subalterno e historia latinoamericana 225

  • del subalterno. Seguidamente considero, de manera ms extendida, el tpi-co de la crtica al nacionalismo en la operacin historiogrfica; y, concluyoconsiderando la problemtica del acecho del positivismo.a) En primer lugar cabe meditar sobre el asunto del idioma en el que se

    ha desarrollado (o difundido) el enfoque subalterno y en el que se haformulado el debate revisado. Como sabemos, el asunto de que laproduccin acadmica mencionada discurra en idioma ingls formaparte del hecho que dicha lengua se convirti en el principal idiomaacadmico del mundo contemporneo y de que el idioma espaolocupa un lugar secundario en este contexto. A la hora de revisar lacronologa de las traducciones de los autores subalternistas al espa-ol salta a la vista lo tardo y limitado de tal empresa, aunque se ha-ya dinamizado en los ltimos aos. Todava estas traducciones sepueden contar con los dedos de una mano21. No obstante, sorprendeque ninguno de los participantes en el debate, de quin habla por elsubalterno en Latinoamrica, se haya ocupado del acceso de la au-diencia acadmica e intelectual de Amrica Latina al enfoque subal-terno. Llamo la atencin sobre este asunto no tanto porque quiera la-mentarme de las deficiencias de la enseanza de una segunda lengua,en este caso del idioma ingls, en los sistemas educativos latinoame-ricanos, reclamar el descuido de las casas editoriales del mundo his-panoamericano de traducir la produccin subalternista, o sealar lastensiones o inconsistencias del latinoamericanismo progresista de laacademia metropolitana. Lo que pretendo ms bien en este caso essubrayar el acceso diferenciado que los acadmicos o intelectualesdel Sur tienen respecto a ese tipo de debates y la consiguiente confi-guracin de situaciones de subalternidad en las que se ven envueltossegmentos importantes de la audiencia intelectual latinoamericanapor este motivo.El asunto del idioma y del acceso diferenciado a los debates posco-loniales tiene que ver concomitantemente con la problemtica del lo-cus de enunciacin y de las implicaciones de si se habla desde osobre Latinomrica. Hablar desde o sobre me parece que tieneque ver en el caso del debate Mallon-Beverley, entre otros rasgos,con quines estos autores consideran sus interlocutores centrales enel debate acadmico y, fundamentalmente, con la manera en que laregin latinoamericana cuenta a la economa de dicho debate, sea co-mo proveedora de objetos de investigacin o como productora de co-

    226 Guillermo Bustos

  • nocimiento. Por esta razn, si bien es posible evaluar el intercambioentre Mallon y Beverley acerca de quien habla sobre el subalterno,en el caso de la recepcin del enfoque subalternista por parte de losestudiosos cuyo locus de enunciacin se configura a partir de algnlugar de Latinoamrica, resulta prematuro intentar alguna evaluacinque siga las lneas del debate aludido. No obstante, queda pendientela realizacin de una evaluacin ms sistemtica sobre la manera enque la historia, la crtica literaria y las ciencias sociales, en general,en Latinoamrica han representado al subalterno antes de la impor-tacin de enfoque subalterno, o a la luz de los interrogantes que stepresenta. En todo caso, debe quedar claro que adems de las contri-buciones de Florencia Mallon y John Beverley existe una crecientebibliografa en idioma ingls sobre la historia y la cultura de Latinoa-merica, en la que participan destacados estudiosos y tericos latinoa-mericanos, que han adoptado explcitamente el enfoque subalterno ohan sido fuertemente influidos por l, y cuyos trabajos no han sidomencionados en este ensayo.

    b) El asunto crucial de la accin, iniciativa o agencia del subalterno hasido desarrollado, en la agenda subalternista, segn Gyan Prakash,en medio de una tensin entre una posicin que busca recuperar alsubalterno como un sujeto fuera del discurso de la elite, y otra se-gn la cual el anlisis de la subalternidad [se observa] como unefecto de sistemas discursivos22. Tengo la impresin de que losplanteamientos de Mallon y Beverley, respecto al tema de la agen-cia, reproducen en cierta medida esta tensin. La reflexin que Fer-nando Coronil elabora sobre la reputada interrogacin de Spivak desi el subalterno puede o no hablar, me parece, introduce una maneraprovechosa de trabajar la tensin referida y permite, como dice esteautor, contrarrestar antes que confirmar el efecto silenciador de ladominacin. Coronil propone queveamos al subalterno no como un sujeto soberano que activamente ocupa unlugar asignado, tampoco como un vasallo resultado de los efectos dispersosde mltiples determinaciones externas, sino como un agente de la construc-cin de su identidad que participa, bajo determinadas condiciones dentro deun campo de relaciones de poder, de la organizacin de una posicionalidady subjetividad mltiple23.Quiero resaltar que en la perspectiva de Coronil la subalternidad es unconcepto relacional y relativo. Tiene el carcter relacional porque

    Enfoque subalterno e historia latinoamericana 227

  • al igual que la dominacin, la subalternidad no es una caractersticainherente o de tipo esencialista: [l]a subalternidad define no el ser deun sujeto sino el estado de sujecin de un sujeto. La subalternidad secaracteriza por ser relativa debido a que hay momentos y lugares enlos cuales los sujetos aparecen en el escenario social como actores su-balternos, as como esos mismos actores pueden jugar un rol de do-minadores en otros contextos. No resulta extrao, por lo tanto, queen un contexto especfico un determinado actor sea subalterno frentea otro y, a la vez, dominador de un tercero24. Creo que la contribucinde Coronil permite reflexionar la agencia de los actores histricos almargen de la romantizacin poltica del subalterno o de su enmude-cimiento terico. Pensar al subalterno en perspectiva histrica comoparte de un efecto discursivo sin perder de vista su rol de agente, per-mite interrogar de manera ms compleja y provechosa la historia co-mo un proceso con sujetos que hacen la historia en condiciones queellos no han elegido sino que les han sido legadas.

    c) En tercer lugar quiero retomar al tema del entrampamiento de la his-toria como biografa de la nacin y la demanda de que la narrativahistrica debe interrumpir el relato (elitista) de la nacin para al-canzar un estatuto efectivamente subalternista, segn la insistencia deBeverley. Como hemos visto la tesis de este autor parte del supuesto,ms alegado que sustentado, de que inclusive las narrativas ms radi-cales de los historiadores sociales se han visto atrapadas en la pers-pectiva de un proyecto representacional de la nacin. De acuerdo aeste proyecto [n]ada cambia en el pasado porque el pasado se ha ido,pero tampoco nada cambia en el presente, en el sentido que la histo-ria como tal no modifica las relaciones de dominacin y subordina-cin existentes`. En el caso del proyecto de Mallon, y por extensinde la historia social latinoamericana, en la biografa del estado-nacinse busca incluir la presencia de formas de agencia subalterna que fue-ron previamente omitidas de las historias oficiales. No obstante esteaparente logro, Beverley sostiene que este tipo de inclusin deja elmarco de la nacin y la inevitabilidad de su presente (tanto como laautoridad de la historia [y la del historiador]) intacta25.La crtica de Beverley me parece de un gran potencial analtico aun-que advierto en ella un apresuramiento. Antes de subrayar la facetagerminal de esta crtica, me detengo en su flanco espinoso. Un cues-tionamiento tan fuerte sobre las limitaciones de la empresa de la his-

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  • toria social necesita de una demostracin o documentacin de mayoramplitud y rigor. Considero inadecuado mantener ste como un jui-cio conclusivo y propongo la conveniencia de reformularlo en trmi-nos ms exploratorios. En qu medida las representaciones de losgrupos subalternos, elaboradas por la historia social latinoamericana,han alterado (o no) la comprensin elitista de los procesos de forma-cin nacional? De qu manera el panten nacional creado por lashistorias oficiales, compuesto por una galera de conquistadores,presidentes, generales, obispos y notables, se ha visto trastocado porel ingreso de un cortejo de representantes de grupos anteriormenteausentes, v. gr., indgenas, obreros, campesinos y, ltimamente, mu-jeres, presentados por los relatos de la historia social y econmicaque se desarroll desde fines de los aos setenta? Cmo circularony fueron asimiladas las narrativas histricas que buscaban democra-tizar el pasado en el contexto tremendamente inequitativo de las he-terogneas sociedades andinas? Estas preguntas estn limitadas y es-to no debe perderse de vista, a la produccin histrica acadmica oprofesional y por lo tanto dejan fuera otros numerosos e importantesespacios en que la historia tambin se produce, y ejerce un impactoms masivo, bien sea a travs de los medios de comunicacin, el ci-ne, los rituales cvicos, los museos, etc.La conjetura de Beverley sobre los lmites de la historia social se en-laza con el supuesto de que la historiografa no puede alterar el pa-sado ni modificar las situaciones de poder en el presente. Este su-puesto sobre los usos que los actores sociales hacen de las represen-taciones del pasado, de forma general, luce esquemtico y desinfor-mado de una creciente literatura que ha tendido puentes entre histo-riografa, memoria, poltica e identidades sociales. Esta literaturamuestra que las representaciones del pasado constituyen una materiade disputa y que los actores dirimen situaciones de poder, en un de-terminado presente, a partir de procesos de resignificacin y de ape-lacin a situaciones o eventos pasados, que resultan relevantes a di-chas pugnas. Como resultado de estos procesos, el pasado y el pre-sente se transforman. Esta creciente literatura tiene un antecedenteya clsico, en el caso de los pases andinos, en el clebre libro delhistoriador venezolano Germn Carrera Damas, El culto a Bolvar(1973), el cual inspir algunos ensayos, escritos en los aos ochen-ta, sobre este tema para los casos de Colombia y Ecuador26. De otrolado, un rico abanico de estudios que escudrian la dialctica y la in-

    Enfoque subalterno e historia latinoamericana 229

  • terdependencia entre pasado y presente, en distintos momentos his-tricos y lugares geogrficos, ha aparecido en una floreciente litera-tura contempornea. Antroplogos histricos como Trouillot o Rap-paport, e historiadores como MacCormack y Espinosa, ofrecen algu-nos ejemplos estimulantes de investigacin en esta lnea de refle-xin27. A partir de la consideracin del poder como elemento consti-tutivo de la elaboracin de los relatos, Trouillot rastrea, por ejemplo,la manera en que los silencios y olvidos se despliegan en el procesode produccin histrica, desde el momento de formacin de las fuen-tes y archivos, hasta la configuracin y circulacin de narrativas his-tricas. Rappaport establece los usos de la historia por parte de undeterminado grupo indgena, quien reinventa una tradicin en el con-texto de un proceso de etnognesis. MacCormack rastrea la herme-netica que precede a las crnicas espaolas en la figuracin del pa-sado indgena, as como la manera en que las voces andinas enunciansu pasado a la luz de las constricciones de un presente colonial. Es-pinosa, por su parte, explora los usos del pasado inca formulados porlas elites indgenas norandinas siguiendo los parmetros imperialespara alcanzar prevendas y ttulos reales. Todos estos casos nos mues-tran un panorama ms matizado y complejo de las relaciones entrepasado y presente. Volviendo a la faceta germinal que se desprende de la crtica de JohnBeverley, me gustara tomar su idea nuclear como punto de partidapara enunciarla en trminos, ms a mi gusto, de una interrogacin:Cul es la relacin entre el ejercicio de escritura de la historia, el na-cionalismo y los contextos de poder? Se puede escribir un relatohistrico desentendido de las constricciones del nacionalismo encualquiera de sus variantes? De qu manera las constricciones na-cionales operan en la indagacin histrica cuando sta se formuladesde algn lugar acadmico perifrico o metropolitano? No es miintencin ofrecer una respuesta en el marco de este ensayo a estaspreguntas cruciales, pero creo que conviene explicitarlas para noperder de vista el territorio que deambulamos. En vista de que la cr-tica de Beverley apunta al desafo especfico de escribir la historia dela formacin nacional de una manera diferente, cabe entonces plan-tear la interrogacin de cmo se puede escribir un relato que inte-rrumpa la teleologa del estado-nacin. Por el momento voy a dejarde lado la consideracin de si las historias sociales y polticas, del ti-po que Florencia Mallon ha desarrollado, o que otros autores han

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  • producido, como el colombiano Alfonso Munera, el chileno AlfredoJocelyn-Holt Letelier, o el ecuatoriano Enrique Ayala Mora, conver-gen o contestan la teleologa del estado-nacin. Me parece que esees un asunto, como he indicado lneas atrs, que merece una deteni-da consideracin y del que no me ocupo aqu. La produccin de una narrativa histrica que sea disonante del mo-delo de biografa del estado-nacin aparece inicialmente como unreto. El historiador Prasenjit Duara quizs expresa este desafo conms claridad al llevar a la prctica en su trabajo la aspiracin derescatar la historia de la ideologa del estado-nacin28. En esta l-nea de escribir una historia explcitamente rebelde a las constriccio-nes teleolgicas de la ideologa del estado-nacin, algunas recientescontribuciones a la historia latinoamericana han llevado tambin ala prctica lo que para Beverley era el objetivo de un nuevo progra-ma. Entre esas contribuciones cabe mencionar los sendos estudiosde Jos Carlos Chiaramonti, Marc Thurner y Fernando Coronil29. Elprimero, escrito desde el marco de una renovada historia poltica yconceptual, y los siguientes, desde un marco explcitamente subal-ternista. Chiaramonti documenta de manera magistral el vocabula-rio poltico, y las realidades que ste refiere, del Virreinato del Rode la Plata, desde el perodo colonial tardo hasta el perodo forma-tivo del Estado argentino, a mediados del s. XIX. En este contexto,el autor analiza las formas de identidad poltica pre-nacionales ygerminalmente nacionales a contrapelo de la representacin que des mismo elabor ulteriormente la ideologa del estado-nacin ar-gentino. Thurner, por su parte, no desea limitarse a recobrar la vozdel subalterno, sino ms bien a historizar a los actores que fueronanatemizados por la imaginacin poltica de los criollos decimon-nicos en el Per poscolonial, mediante el ejercicio de imaginar his-tricamente a las comunidades inimaginadas. Su estudio muestracmo los criollos revivieron un distante pasado Inca, al tiempo queselectivamente imaginaron una comunidad poltica que imposibili-taba imaginar a las mayoras como agentes polticos30. La disyun-tiva poscolonial de los campesinos andinos fue buscar inclusin enlos mrgenes de la exclusin. De otro lado, Coronil devela el proce-so histrico de formacin estatal en Venezuela, entre la dictadura deGmez y la cada de Prez, a contrapelo de la poderosa deificacinexperimentada por el estado venezolano durante el perodo de estu-

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  • dio. El autor presenta una suerte de etnografa del proceso, y de susimplicaciones polticas y culturales, mediante el cual el estado in-vestido de poderes mgicos reconvierte al pas en una nacin pe-trolera, en el contexto del desarrollo de una modernidad subalter-na. La obra no solo muestra las interrupciones que experiment labiografa del estado-nacin venezolano sino los cortocircuitos delproceso histrico con dicha ideologa y con la ideologa eurocntri-ca de la modernidad. Dejando el marco de la historiografa latinoamericana y volviendo lamirada a uno de los autores del ncleo central del enfoque subalter-no, en la perspectiva de ilustrar una manera de escribir historia almargen de la ideologa del estado-nacin, creo que puede resultar taninstructivo como inspirador prestar atencin al libro de Shahid Amin(Event, Metaphor, Memory. Chauri Chaura 1922-1992 )31. Este au-tor escribe sobre un amotinamiento campesino ocurrido en 1922 enla localidad de Chauri Chaura, al norte de la India, que ocasion lamuerte de un grupo de gendarmes policiales, al grito de Viva Gand-hi!, y que concluy con el juicio y condena a muerte de los campe-sinos involucrados. El evento fue posteriormente excluido y subsi-guientemente reintroducido en la historia oficial del nacionalismoindio, convirtindose en uno de sus acontecimientos emblemticos.Lo verdaderamente distintivo de este estudio es que su autor se ocu-pa del amotinamiento en una doble perspectiva: lo analiza como unevento y como una metfora. Esto significa estudiarlo, a la vez, co-mo historia y como memoria. As, Amin examina el acontecimientode Chauri Chaura como un evento protagonizado por actores hist-ricamente situados. Simultneamente rastrea de qu manera dichoevento se convirti en una metfora nacionalista. Esto significa ex-plorar histricamente los procesos de significacin y resignificacinque experiment el evento, gracias a los cuales otros actores histri-camente situados excluyeron y luego reintrodujeron el episodio en lahistoria nacional. El penetrante anlisis de Amin nos acerca a las ma-neras en que se elaboran y reelaboran las historias nacionalistas, lasformas en que se construyen pasados compartidos y, a la vez, las ma-neras en que se induce una amnesia nacional selectiva. La indaga-cin histrica de Amin incluy tanto el anlisis de fuentes oficialescomo las que recolect mediante historia oral en el trabajo de cam-po. No obstante, como nos dice,

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  • [c]oncientemente he rehuido usar la historia oral como un condimento paraanimar la evidencia documental [] El trabajo de campo en este libro nofue emprendido para reemplazar el archivo colonial y nacionalista. En su lu-gar, fue situado dentro de una compleja relacin de variacin respecto delarchivo oficial.

    Se trata, entonces, de leer cada fuente como parte de una red entrelaza-da o imbricada de narrativas, por tanto la incongruencia con los hechos cono-cidos no ha sido interpretada como una falla de la memoria, sino como un ne-cesario elemento en el proceso de construccin del relato de Chauri Chaura32.

    El resultado final, sostiene Amin, no constituye la elaboracin de unanarrativa de Chauri Chaura completamente alternativa a la versinoficial. Los testimonios de los descendientes de Chauri Chaura nofueron inmunes a las construcciones discursivas que gener el poderhegemnico y que se expresaron en el veredicto oficial del juicio yen la narrativa histrica nacionalista. Sin embargo, en otro plano, laobra de Amin es enteramente diferente puesto que el examen de lascircunstancias que modelan la amnesia selectiva oficial permiteque su estudio est atento a los silencios sobre los que se monta lanarrativa oficial. Segn Gyan Prakash, una particularidad del nota-ble estudio de Amin es que ste no busca estructurarse como el rela-to ms completo de los hechos. Por el contrario, considera los va-cos, contradicciones y ambivalencias de la evidencia como com-ponentes constitutivos de todos los relatos histricos nacionalistas.Amin emplea la memoria como un dispositivo que, a la vez, dislo-ca y reinscribe el registro histrico. Prakash considera que la narra-tiva de Amin tampoco est motivada por recuperar al subalterno co-mo un sujeto autnomo. En ella, ms bien, el subalterno aparece co-mo una presencia obstinada, por cuya razn forman parte de la na-cin pero a la vez estn fuera de ella33.

    d) Como destaqu previamente en la segunda seccin de este ensayo, lahistoriadora Florencia Mallon, en Peasant and Nation, formula unacrtica a la manera positivista de desarrollar la labor de los historia-dores. Al tiempo de observarse a s misma en la labor de produccinhistrica, la autora muestra una explcita reticencia a convertirse enuna narradora omnisciente y apuesta por desarrollar una perspectivade trabajo dialgica, que le permita escuchar, dialogar, interpretar ydar un lugar, en su narrativa, a las voces de los subalternos y de losintelectuales locales. John Beverley, por su parte, como hemos visto,argumenta que el intento de Mallon de alejarse del modelo de rela-

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  • tora omnmoda no alcanza a ser plenamente consecuente y, por lotanto, sucumbe ante el acecho positivista que, segn sugiere, apare-ce fuertemente enraizado en la empresa historiogrfica en general.Parte de ese legado positivista tiene que ver con la autoridad que re-claman la disciplina histrica y sus practicantes y las bases en que sefundamenta tal autoridad. La influencia o pervivencia del positivismo en la empresa historio-grfica y en otros mbitos analticos es un tema de mayor compleji-dad del que aqu puedo apenas esbozar. Por el momento quiero con-centrarme en el penltimo captulo de Peasant and Nation que estdedicado a examinar el relato elaborado por una historiadora localcomo punto de partida del anlisis de una problemtica ms generalsobre intelectuales locales, hegemona y poltica nacional. Me deten-go en este pasaje porque permite, a la vez, ilustrar los trminos enque Mallon analiza la voz de una intelectual local y considerar elasunto de las implicaciones positivistas en que su anlisis incurrira,a su pesar. La materia que informa este fascinante captulo, intitula-do Quin decide a quin corresponden estos huesos (traduccin li-bre de Whose Bones Are They, Anyway, and Who Gets to Decide),arranca con el seguimiento del destino que han tenido unas osamen-tas encontradas en la plaza central de Xochiapulco (Puebla), el sig-nificado que Donna Rivera, una profesora jubilada e historiadora lo-cal, atribuye a dichos huesos en relacin a la historia nacional de M-xico y la relectura que Mallon desarrolla sobre la interpretacin deRivera. A partir de este episodio, Mallon sita el relato de los huesosen el contexto del perodo posrrevolucionario del decenio de 1930 yexamina de manera novedosa el papel contradictorio de los intelec-tuales locales como mediadores de proyectos hegemnicos o contra-hegemnicos, igualmente se detiene en los rituales e historias oraleslocales observados como espacios de confrontacin. El asunto de loshuesos de la plaza de Xochiapulco se torna contencioso a la hora deatribuir una identidad a los mismos. La versin oficial, consagradapor Donna Rivera, establece que las osamentas correspondan a lossoldados franceses y austriacos que invadieron Mxico a mediadosdel decenio de 1860 y que cayeron en una emboscada a manos de losdefensores de Xochiapulco. En el desarrollo de su anlisis, Mallon se confronta de manera trans-parente y explcita con el manuscrito de Donna Rivera.

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  • He usado [dicho manuscrito, dice Mallon] como un texto central demi reconstruccin de la historia local, no obstante yo he adoptado una pers-pectiva analtica ms omnisciente derivada de mi acceso ms vasto a la do-cumentacin archivstica. Bajo estas circunstancias me resulta casi imposi-ble no transformar su trabajo en folklore, a pesar inclusive de que sito ladiscusin como un dilogo entre intelectuales. Si ella est correcta en uno uotro pasaje, yo lo reconozco, pero si no lo est, mi informacin demuestrasu error. Yo ejerzo el poder en mi posicin como intelectual al no permitir-le [en mi anlisis] su respuesta34.

    Seguidamente Mallon indica que Rivera, en su rol de intelectual local,tambin disfruta de un poder que tal posicin le concede y que resulta simi-lar al de ella aunque en otra esfera.

    Si Beverley hubiera analizado este pasaje de la obra de Mallon qui-z sus juicios sobre el tpico del/a historiador/a como narrador/a om-nisciente se hubieran matizado. Como se ve Mallon concede un lu-gar en su narrativa a la voz de Rivera. Tampoco se puede alegar quela voz de Donna Rivera aparezca subrepresentada en el anlisis dePeasant and Nation. Creo que el problema es de otro tipo pues, enverdad, Mallon registra extensamente la voz de Rivera: muestra lainicial desconfianza de Rivera; la manera en que ella negocia la po-sibilidad de brindarle acceso a su manuscrito; discute su idea centralrespecto a que los huesos pertenecan a los invasores y analiza lascondiciones de posibilidad en que probablemente surgi esa elabora-cin; explora la manera en que la hegemona nacional trabaja en losmbitos locales v. gr. Xochiapulco, incorporando de manera selec-tiva sus memorias locales, en este caso el evento de la nacionalidadde los huesos. En suma, para ser justo, Mallon realiza un sofisticadoy atractivo anlisis de la elaboracin de uno de los mitos que infor-ma las historias oficiales nacionales, permitindonos observar losengarces de lo local con lo nacional y el rol de los intelectuales enlos juegos de poder y conocimiento que ocurren no en el mbito mslimitado del mundo acadmico, porque Rivera no es una intelectualde ese tipo, sino en el ms amplio de la cultura poltica nacional. Noobstante, el anlisis de Mallon sucumbe a la tentacin positivista,aunque no enteramente por las razones que alega Beverley.Tulio Halpern Donghi seala a este respecto dos confusiones que enparte pueden hacerse extensivas a la crtica de Beverley. Seala, enprimer lugar, que un autor, en general, sea ste historiador o cientfi-co social, cree disfrutar de una indisputada soberana con respecto a

    Enfoque subalterno e historia latinoamericana 235

  • un objeto de estudio aparentemente pasivo. No obstante, esta inge-nua o vanidosa suposicin desconoce que su objeto es capaz de de-volverle la mirada. En el caso de Mallon, dice, [} esa soberanade la que disfruta como constructora de narrativas es la ms compar-tida de todas; a su modo la ejerce tambin cualquier silencioso veci-no de Xochiapulco a quien basta una mirada para clasificarla como[una] gringa entrometida. En segundo lugar, Halpern Donghipostula que este primer mal entendido oculta otro de ms bulto:de ver a las narrativas ajenas como productos histricos dotados, a lo sumo,de validez relativa a su marco histrico, y a la propia como vlida de acuer-do con el ms antiguo criterio de verdad que la define como adecuacin dela idea a la cosa [] En suma, [nos dice] mientras Donna Rivera puede te-ner opiniones acerca de esos huesos, Florencia Mallon est segura de quesabe la verdad sobre ellos [] Si Mallon teme beneficiarse injustamentecon un exceso de poder no es entonces porque descubra que, en ese dilogoque no llega a ser tal, ella tiene la ltima palabra, sino porque est conven-cida aunque se abstenga de confesarlo aun a pesar de s misma- de que esapalabra se funda en un saber ms slido que el de su antagonista35.

    El tema de cmo se lee la evidencia o, cambiando de registro, de c-mo el historiador aprende a escuchar la voz de respuesta del docu-mento constituye una de las problemticas centrales de la empresahistoriogrfica. Esta problemtica aparece teida por la discusin en-tre una lectura de la evidencia a base de una perspectiva positivistao anti-positivista. En el escenario intelectual contemporneo, el re-chazo al positivismo se ha confundido con la aceptacin de un escep-ticismo o relativismo de tono posmoderno. El historiador CarloGinzburg ha alertado con agudeza sobre esta confusin sealandouna continuidad entre el positivismo y sus detractores posmodernos.Ginzburg advierte que la evidencia, desde el marco positivista, fueconsiderada como una ventana que registraba con transparencia larealidad, una vez que se evaluaba la fiabilidad y la subjetividad de lafuente. Por el contrario, en la perspectiva posmoderna, la evidencia,lejos de ser una ventana, se convierte en una suerte de obstculo queimpide el acceso a la realidad. Ginzburg encuentra en esta situacinuna sucesin de entrampamientos. Para este autor, tanto el positivis-mo con su ingenuidad terica, como algunas crticas anti-positivistas(l las llama de un positivismo invertido) que apelan a teoras sofis-ticadas, comparten un supuesto esquemtico e infructuoso: simpli-fican la relacin entre la evidencia y la realidad36.

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  • La historiografa como un modo discursivo de representacin de loreal enfrenta esta compleja relacin de diferentes modos. Personal-mente creo que la manera ms satisfactoria, para decirlo de formabreve y simple, de configurar esa relacin es la de postular la eviden-cia como una huella de lo real. Como dice Paul Ricoeur, en tantoque la huella es dejada por el pasado, est en su lugar, lo represen-ta37. Inspirndome en la reflexin sobre la relacin entre fotografay realidad que emprende Philippe Dubois38 y en el magistral ensayode Ranahid Guha (La prosa de contrinsurgencia)39, creo que lacomprensin de la evidencia como huella de lo real (realidad pasada)nos permite, simultneamente, evadir la trampa de mirar la evidenciacomo un reflejo de la realidad, ilusionismo mimtico del positivismo,y nos devuelve a la experiencia referencial de constitucin de la evi-dencia, en un momento y lugar (contexto) determinado, restituyendode esta manera la otredad del pasado. De lo que se trata, entonces,es de indagar de qu la evidencia es huella. Esta perspectiva tambinnos previene de la tentacin de mirar la evidencia como creacin cul-tural arbitraria, de acuerdo a la perspectiva estructuralista.Como nos recuerda Halpern Dongui, la evidencia devuelve la mira-da al historiador de maneras imprevistas. Cuando ventriloquizamosa la evidencia, en realidad podemos caer vctimas de nuestras pro-pias ilusiones. En vista de que el historiador se encuentra constre-ido por lo que alguna vez fue40, entonces el estudio de qu es hue-lla la evidencia se torna fundamental. Volviendo al tema de Xochia-pulco, en un nivel importa saber de qu son huella los huesos queaparecieron enterrados en la plaza de este pueblo; en otro nivel inte-resa saber de qu es huella la afirmacin de Rivera respecto a que di-cha osamenta tuvo nacionalidad austriaca y francesa; y, finalmente,de qu es huella la aseveracin de Mallon respecto a que dichos hue-sos no son europeos sino mexicanos.Me parece que el enfoque subalterno puede resultar de gran prove-cho para interpretar las huellas del pasado, a condicin de que tome-mos en serio la advertencia que preconiza Gyan Prakash41. l sea-la que la comprensin de los estudios subalternos no puede verse li-mitada al espacio surasitico, que inicialmente fue objeto de su aten-cin, ni tampoco puede ser globalizada sin ms. Prakash, advierte, yaqu suscribo su cautela, que tenemos el imperativo de que su traduc-cin ocurra entre lneas.

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  • NOTAS

    1 Agradezco los comentarios de Pablo Ospina, Carlos Espinosa y Mara Eugenia Chves a laversin preliminar de este ensayo.

    2 Sobre la trayectoria del grupo y sus aportes puede consultarse las evaluaciones de Gyan Pra-kash, Subaltern Studies as Postcolonial Criticism, American Historical Review 99:5(1994); y Dipesh Chakrabarty, Subaltern Studies and Postcolonial Historiography, Nepan-tla: Views from South 1:1 (2000).

    3 Varias entregas de la Latin American Research Review, entre 1990 y 1993, dan cuenta de in-vocaciones, comentarios y debates sobre la recepcin del enfoque poscolonial y los estudioslatinoamericanos previos al debate que nos ocupa. Florencia Mallon documenta estas discu-siones en el artculo que informa este debate.

    4 Parte de la amplia produccin de estos autores aparece en la bibliografa final.5 La Declaracin de Fundacin del Grupo de Estudios Subalternos Latinoamericanos ha

    aparecido en diversas publicaciones. La versin original en ingls consta en J. Beverley, J.Oviedo y M. Ahorna, eds., The Postmodernism Debate in Latin America (Durham: DukeUniversity Press, 1995). En este ensayo utilizo la traduccin al espaol que hizo Juan Zeva-llos Aguilar y que fue publicada en Procesos, revista ecuatoriana de historia N 10 (Quito,1997).

    6 Prakash y Chakrabarty han puntualizado algunas de las semejanzas y diferencias entre am-bos enfoques. Chakrabarty seala, por ejemplo, que el enfoque subalterno implica, a diferen-cia de la perspectiva de la historia social desde abajo: a) una relativa separacin entre lahistoria del poder y cualquiera de las historias universalistas del capital, b) una crtica de laforma nacin, c) una interrogacin de la relacin entre poder y conocimiento, que incluyeal archivo en s mismo y a la historia como saber (Subaltern Studies and Postcolonial His-toriography, p. 15). Todas las traducciones del ingls al espaol que aparecen citadas en es-te ensayo son de mi autora, excepto las citas que provienen de la Declaracin sealada enla nota anterior.

    7 La bibliografa que integra esta y la siguiente nota no es exhaustiva, tan solo desea ilustraralgunas de las contribuciones ms relevantes y tempranas. John Murra, Formaciones econ-micas y polticas del mundo andino (Lima: IEP, 1975). Karen Spalding, De indio a campe-sino (Lima: IEP, 1974). Steve Stern, Los pueblos indgenas del Per y el desafo de la con-quista espaola (Madrid: Alianza Editorial, 1986), traducido al espaol por Fernando San-tos, la versin original en ingls apareci en 1982; Feudalism, Capitalism, and the World-System in the Perspective of Latin America and the Caribbean, American Historical Review93:4 (1988). Brooke Larson, Shifting Views of Colonialism and Resistanse. Radical His-tory Review 27 (1983); Colonialismo y Transformacin Agraria en Bolivia. Cochabamba1500-1900 (La Paz: CERES / HISBOL, 1992), traducido al espaol por Frederic Vallv, laversin original en ingls se public en 1988.

    8 Carlos Sempat Assadourian, et. al. Modos de Produccin en Amrica Latina (Buenos Aires:Cuadernos de Pasado y Presente, 1973); El Sistema de la Economa Colonial (Lima: Institu-to de Estudios Peruanos,1982). Germn Colmenares, Sociedad y Economa en el Valle delCauca (Cali: Universidad del Valle, 1983). Alberto Flores Galindo, Aristocracia y Plebe. Li-ma 1760-1830 (Lima: Mosca Azul Editores, 1984); Buscando un Inca (Lima: Editorial Ho-rizonte, 1987). Silvia Rivera Cusicanqui,Oprimidos pero no Vencidos. Luchas del campe-sinado aymara y qhechwa de Bolivia, 1900-1980 (La Paz: Hisbol Esutcb, 1984).

    9 The Promise and Dilemma of Subaltern Studies: Persectives from Latin American History,American Historical Review 99:5 (1994) p. 1506.

    238 Guillermo Bustos

  • 10 Ibd., p. 1507.11 Ibd., p. 1508.12 Entre las principales evaluaciones de Peasant and Nation puede consultarse los ensayos de

    John Tutino y Tulio Halpern Donghi, adems de la respuesta de la autora, en Historia Me-xicana XLVI:3, 1996. Entre las reseas aparecidas en revistas acadmicas anglosajonas pue-de consultarse, por ejemplo, la escrita por Nils Jacobsen en la American Historical Review(June, 1995) y la perteneciente a Jeremy Adelman, Spanish-American Leviatn? State For-mation in Nineteenth-Century Spanish America. A Review Article, en Comparative Studiesin Society and History 40:2, 1998.

    13 Peasant and Nation, p. 20.14 Negotiating with the Disciplines. A Conversation on Latin American Subaltern Studies,

    with James Sanders, Journal of Latin American Cultural Studies 6:2 (1997), p. 235-236.15 sta se refiere al resultado que tiende a producirse luego de la introduccin de un nuevo

    paradigma analtico, el acumulado de esfuerzos semejantes realizado en el pasado se inva-lida o se coloca en la penumbra.

    16 Ver captulo de Mabel Moraa en este libro sobre la relevancia social de los discursos lite-rarios.

    17 Negotiating, p. 235.18 Negotiating, p. 241-243 y Subalternity and Representation. Arguments in Cultural Theory

    (Durham: Duke University Press, 1999) p. 36.19 Subalternity, p. 1-20 y Negotiating, p. 253-254.20 Subalternity, p. 36-37.21 Silvia Rivera Cusicanqui y Rossana Barragn, comp. Debates poscoloniales. Una introduc-

    cin a los estudios de la subalterninadad (La Paz: Historias / Sephis, 1997); el nmeromonogrfico Historia y Grafa N 12 (Mxico, 1999); y, Saurabh Dube, coord. PasadosPoscoloniales (Mxico: El Colegio de Mxico, 1999), disponible para consulta tambin enhttp:/www.clacso.org.

    22 Subaltern Studies as, p. 1480-1481.23 Listening to the Subaltern: the Poetics of Neocolonial States, Poetics Today 15:4 (1994),

    p. 644, 645 y 648.24 Ibd., p. 648-649.25 John Beverley, Subalternity, p. 33-36.26 Roland Anrup y Carlos Vidales. El padre, la espada y el poder: La imagen de Bolvar en la

    historia y en la poltica. Simn Bolvar 1783-1983: Imagen y presencia del libertador en es-tudios y documentos suecos (Estocolmo: Instituto de Estudios Latinoamericanos, 1983); En-rique Ayala Mora, Tendencias del desarrollo del culto a Bolvar en el Ecuador. Ponenciapresentada al IV Encuentro de ADHILAC, Bayamo, Cuba, julio de 1983.

    27 Michel-Rolph Trouillot, Silencing the Past. Power and the Production of History (Boston:Beacon Press, 1995); Joanne Rappaport, Cumbe Reborn. An Andean Ethnography of History(Chicago: Chicago University Press, 1994); Sabine MacCormack, En los tiempos muy an-tiguos Cmo se recordaba el pasado en el Per de la colonia temprana, Procesos. Revis-ta ecuatoriana de historia N 7 (Quito, 1995); Carlos Espinosa, La mascarada del Inca: unainvestigacin sobre el teatro poltico en la colonia, Miscelnea Histrica Ecuatoriana, II,Museos del Banco Central (Quito, 1989) y El retorno del Inca: los movimientos neoincasen el contexto de la intercultura barroca, Procesos, revista ecuatoriana de historia N18(Quito: 2002).

    Enfoque subalterno e historia latinoamericana 239

  • 28 Prasenjit Duara, Historicizing National Identity, or Who Imagines What and When, Beco-ming National. A Reader. Eley, Geoff, y Ronald Grigor Suny, eds. (Oxford: Oxford Univer-sity Press, 1996), p. 152.

    29 Jos Carlos Chiaramonti, Ciudades, provincias, estado. Orgenes de la Nacin Argentina(Buenos Aires: Ariel, 1997); Marc Thurner, From Two Republics to One Divided (Durham:Duke University Press, 1997); Fernando Coronil, The Magical State (Chicago: University ofChicago Press, 1997).

    30 From Two Republics, p. 151.31 California - Oxford: University of California Press, 1995.32 Ibd, p. 194-198. 33 Subaltern Studies as, p. 1488-1489.34 Peasant and Nation, p. 277.35 Tulio Halpern Donghi, Campesinado y Nacin. Historia Mexicana, XLVI:3 1996, p.

    522-523.36 Checking the Evidence: The Judge and the Historian, Questions of Evidence. Proof, Prac-

    tice, and Persuasion across the Disciplines, Chandler, James, Arnold Davidson, y Harry Ha-rootunian, eds. (Chicago: University of Chicago Press, 1994), p. 294

    37 La realidad del pasado histrico, Historia y Grafa N 4 (Mxico, 1995), p. 184.38 El acto fotogrfico (Barcelona: Paidos, 1994).39 Reproducido en Debates poscoloniales.40 La realidad del pasado histrico, p. 184.

    41 Subaltern Studies as, p. 1490.

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