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Discursos de la conferencia general Se anuncian cinco templos nuevos LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS • NOVIEMBRE DE 2008 Liahona

Lia LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE … · de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días 121 Enseñanzas para nuestra época 122 Se dirigen a nosotros 124 Índice de

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Discursos dela conferenciageneralSe anuncian cinco templos nuevos

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CORTESÍA DE HOPE GALLERY.

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2 Resumen de la Conferencia GeneralSemestral número178

SESIÓN DEL SÁBADO POR LA MAÑANA

4 Bienvenidos a la conferenciaPresidente Thomas S. Monson

7 Hágase con sencillezÉlder L. Tom Perry

10 Por tanto, idSilvia H. Allred

13 Sabes lo suficienteÉlder Neil L. Andersen

15 Porque mi padre leyó el Libro deMormónÉlder Marcos A. Aidukaitis

17 La reunión sacramental y la SantaCenaÉlder Dallin H. Oaks

21 El poder infinito de la esperanzaPresidente Dieter F. Uchtdorf

SESIÓN DEL SÁBADO POR LA TARDE

25 El sostenimiento de los oficiales dela IglesiaPresidente Henry B. Eyring

26 Venga lo que venga, disfrútaloÉlder Joseph B. Wirthlin

29 El ministerio de ángelesÉlder Jeffrey R. Holland

32 Incluso un niño puede entenderÉlder Gérald Caussé

34 El caminoÉlder Lawrence E. Corbridge

37 A Sión venidÉlder D. Todd Christofferson

41 Ora siempreÉlder David A. Bednar

SESIÓN DEL SACERDOCIO

44 Honra el sacerdocio y utilízalo bienÉlder Richard G. Scott

47 Brazos de seguridadÉlder Jay E. Jensen

50 Cómo ganar la guerra contra el malÉlder James J. Hamula

53 Impulsen desde donde esténPresidente Dieter F. Uchtdorf

57 “Oh vosotros que os embarcáis”Presidente Henry B. Eyring

60 Aprendamos, hagamos, seamosPresidente Thomas S. Monson

SESIÓN DEL DOMINGO POR LA MAÑANA

68 Entrelazados nuestros corazones enunoPresidente Henry B. Eyring

72 Valor cristiano: El precio deldiscipuladoÉlder Robert D. Hales

75 Dios ama a todos Sus hijos y losayudaObispo Keith B. McMullin

78 El regreso a la virtudElaine S. Dalton

81 La verdad de Dios seguirá adelanteÉlder M. Russell Ballard

84 Encontrar gozo en el trayectoPresidente Thomas S. Monson

SESIÓN DEL DOMINGO POR LA TARDE

88 La pruebaPresidente Boyd K. Packer

92 El matrimonio celestialÉlder Russell M. Nelson

95 La enseñanza del Evangelio:nuestro llamamiento másimportanteWilliam D. Oswald

98 Regresando a casaÉlder Eduardo Gavarret

100 El proceso de obtener untestimonioÉlder Carlos A. Godoy

102 “Quiero que sepas quelo pasamos muy mal”Élder Quentin L.Cook

106 Hasta que volvamos a vernosPresidente Thomas S. Monson

REUNIÓN GENERAL DE LA SOCIEDAD DE SOCORRO

108 Cumplir el propósito de la Sociedadde SocorroJulie B. Beck

112 Templos santos, convenios sagradosSilvia H. Allred

114 Ya regocijemosBarbara Thompson

117 La felicidad es su legadoPresidente Dieter F. Uchtdorf

64 Autoridades Generales de La Iglesiade Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días

121 Enseñanzas para nuestra época

122 Se dirigen a nosotros

124 Índice de relatos de la conferencia

125 Noticias de la Iglesia

128 Presidencias Generales de lasOrganizaciones Auxiliares

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SÁBADO POR LA MAÑANA, 4 DE OCTUBREDE 2008, SESIÓN GENERALPresidió: Presidente Thomas S. Monson.Dirigió: Presidente Thomas S. Monson.Primera oración: Élder Shayne M. Bowen.Última oración: Élder Craig A. Cardon.Música por el Coro del Tabernáculo; MackWilberg y Ed Thompson, directores; ClayChristiansen y Andrew Unsworth, organistas:“Bandera de Sión”, Himnos, Nº 4; “Oh, Diosde Israel”, Himnos, Nº 5, arreglo de Wilberg,publicado por Hinshaw; “Oh, esté mi almaen comunión contigo”, Hymn, Nº 123;“Hijos del Señor Venid”, Himnos, Nº 26;“Haz tú lo justo”, Himnos, Nº 154, arreglo deWilberg, inédito; “Nuestro bondadosoPadre”, Himnos, Nº 86; “Señor te necesito”,Himnos, Nº 49, arreglo de Wilberg, inédito.

SÁBADO POR LA TARDE, 4 DE OCTUBRE DE 2008, SESIÓN GENERALPresidió: Presidente Thomas S. Monson.Dirigió: Presidente Henry B. Eyring. Primeraoración: Élder James M. Dunn. ÚltimaOración: Élder Don R. Clarke. Música a cargode un coro de la Primaria de Kaysville y FruitHeights, Utah; Colleen Paddock, directora;Linda Margetts, organista: “Soy un hijo deDios”, Himnos, Nº 196, arreglo de Wolford yMargetts, inédito; “La luz de Dios”, Himnos,Nº 200; “Hazme andar en la luz”, Himnos, Nº198; “Me encanta ver el templo”, Cancionespara los niños, Nº 99; “Te damos, Señor;nuestras gracias”, Himnos, Nº 10, arreglo deWatkins, inédito.

SÁBADO POR LA TARDE, 4 DE OCTUBRE DE 2008, SESIÓN DEL SACERDOCIOPresidió: Presidente Thomas S. Monson.Dirigió: Presidente Thomas S. Monson.Primera oración: Élder David S. Baxter. Últi-ma oración: Élder Keith R. Edwards. Músicapor un coro del Sacerdocio del Centro deCapacitación Misional de Provo; DouglasBrenchley, director; Clay Christiansen, orga-nista: “Llamados a servir”, Himnos, Nº 161,arreglo de Boothe, publicado por New VisionMusic; “Señor, yo te seguiré”, Himnos, Nº 138, arreglo de Dayley, publicado porJackman; “Loor al profeta”, Himnos, Nº 15;“La luz de la verdad”, Himnos, Nº 171, arre-glo de Ispon, inédito.

DOMINGO POR LA MAÑANA, 5 DE OCTUBRE DE 2008, SESIÓN GENERALPresidió: Presidente Thomas S. Monson.Dirigió: Presidente Thomas S. Monson.Primera oración: Élder Earl C. Tingey. Última

oración: Élder Daniel L. Johnson. Música porel Coro del Tabernáculo; Mack Wilberg, direc-tor; Andrew Unsworth y Clay Christiansen,organistas: “Ya regocijemos”, Himnos, Nº 3;“Yo sé que vive mi Señor”, Himnos, Nº 73;“Oh, el canto del corazón”, Hymn, Nº 286,arreglo de Wilberg, publicado por Jackman;“A Cristo Rey Jesús”, Himnos, Nº 30; “Sientoel amor de mi Salvador”, Canciones para losniños, Nº 42, arreglo de Cardon, inédito; “Ya rompe el alba”, Himnos, Nº 1, arreglo de Wilberg, inédito.

DOMINGO POR LA TARDE, 5 DE OCTUBREDE 2008, SESIÓN GENERALPresidió: Presidente Thomas S. Monson.Dirigió: Presidente Dieter F. Uchtdorf.Primera oración: Élder Paul B. Pieper. Últimaoración: Élder Marcus B. Nash. Música por elCoro del Tabernáculo; Mack Wilberg y EdThompson, directores; Bonnie Goodliffe yLinda Margetts, organistas: “Jehová, se nues-tro guía”, Himnos, Nº 39, arreglo de Wilberg,publicado por Jackman; “Fe en cada paso”,K. Newell Dayley, arreglo de Dayley, publica-do por Jackman; “Qué firmes cimientos”,Himnos, Nº 40; “Pedimos hoy por ti”,Himnos, Nº 12, arreglo de Wilberg, inédito.

SÁBADO POR LA TARDE, 27 DE SEPTIEMBREDE 2008, REUNIÓN GENERAL DE LA SOCIEDAD DE SOCORROPresidió: Presidente Thomas S. Monson.Dirigió: Julie B. Beck. Primera oración: AnnW. Farnsworth. Última oración: Jana P.Staples. Música por un coro de la Sociedadde Socorro de Alpine y Highland, Utah;Merrilee Webb, directora; Linda Margetts,organista: “Oh Rey de reyes, ven”, Himnos,Nº 27, arreglo de Ipson, inédito; “Señor, yo

te seguiré”, Himnos, Nº 138, arreglo deWebb, inédito; “Ya regocijemos”, Himnos,Nº 3; “A Cristo, Rey Jesús”, Himnos, Nº 30,arreglo de Kasen, inédito.

LAS GRABACIONES DE LA CONFERENCIA ADISPOSICIÓN DEL PÚBLICOLas grabaciones de las sesiones de la conferencia están a disposición del públicoen varios idiomas en www.lds.org. En loscentros de distribución, por lo general, sepodrán conseguir las grabaciones de las sesiones de la conferencia dos meses después de ésta.

DISCURSOS DE LA CONFERENCIA EN INTERNETPara tener acceso a los discursos de la confe-rencia en varios idiomas, por medio de inter-net, vaya a www.lds.org. Haga clic en GospelLibrary y después en General Conference.Luego escoja el idioma que desee.

MENSAJES DE ORIENTACIÓN FAMILIAR Y DE LAS MAESTRAS VISITANTESPara los mensajes de la orientación familiar yde las maestras visitantes, sírvase seleccionaruno de los discursos que mejor satisfaga lasnecesidades de las personas a las que visite.

EN LA CUBIERTAFrente: Fotografía por Matthew Reier. Atrás:Fotografía por Christina Smith.

FOTOGRAFÍAS DE LA CONFERENCIALas escenas de la conferencia general, quese efectuó en Salt Lake City, las tomaronCraig Dimond, Welden C. Andersen, JohnLuke, Matthew Reier, Christina Smith, LesNilsson, Scott Davis, Lindsay Briggs, RodBoam, Alpha Smoot, Cody Bell y MarkWeinberg; en Argentina, Javier Coronati yMaría Gabriela Igarzabal; en Brasil, IsraelAntunes y Laureni Ademar Fochetto; enItalia, Jason Cole y Tyson Rollins; enMoldova, Dane Rigdon; en Nigeria, John OluFaoseke; y en Ucrania, Marina Lukach.

Resumen de la Conferencia GeneralSemestral número 178

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LOS DISCURSANTES PORORDEN ALFABÉTICOAidukaitis, Marcos A., 15Allred, Silvia H., 10, 112Andersen, Neil L., 13Ballard, M. Russell, 81Beck, Julie B., 108Bednar, David A., 41Caussé, Gérald, 32Christofferson, D. Todd, 37Cook, Quentin L., 102Corbridge, Lawrence E., 34Dalton, Elaine S., 78Eyring, Henry B., 25, 57, 68Gavarret, Eduardo, 98Godoy, Carlos A., 100Hales, Robert D., 72Hamula, James J., 50Holland, Jeffrey R., 29Jensen, Jay E., 47McMullin, Keith B., 75Monson, Thomas S., 4, 60,

84, 106Nelson, Russell M., 92Oaks, Dallin H., 17Oswald, William D., 95Packer, Boyd K., 88Perry, L. Tom, 7Scott, Richard G., 44Thompson, Barbara, 114Uchtdorf, Dieter F., 21, 53,

117Wirthlin, Joseph B., 26

ÍNDICE DE TEMASActivación, 98Adversidad, 7, 13, 26, 72,

102Alegría, 68, 84Amor, 95Ángeles, 29, 57Aprendizaje, 60Ayuno, 75Bendiciones, 75Bienestar, 75Bondad, 68Cambio, 84Caridad, 21, 37Compasión, 117Compensación, 26Conferencia general, 106Confianza, 26Conocimiento, 32Consuelo, 29, 102Convenios, 112Conversión, 10, 15Creatividad, 117Crecimiento de la Iglesia, 4,

81Deber, 60Desánimo, 117Deuda, 7Dignidad, 44, 112Discipulado, 72Ejemplo, 60, 72, 114Enseñanza, 95, 114Escrituras, 95Esperanza, 21Espíritu Santo, 34, 50, 100Exaltación, 92Expiación, 47Familia, 92, 108Fe, 13, 21, 41, 102, 108Felicidad, 26, 92, 117Gratitud, 41, 84Hijos, 32Historia de la Iglesia, 81, 88Hogar, 98

Humildad, 68Impulsar, 53Inspiración, 72Jesucristo, 34, 75, 84, 106Libro de Mormón, 10, 15Llamamientos, 53Matrimonio, 44, 92Modestia, 7Mujeres, 44Obediencia, 34, 50Obra misional, 10, 81, 98Optimismo, 102Oración, 41, 50, 68, 75Palabra de Dios, 32Palabra de Sabiduría, 7Patriotismo, 88Perspectiva, 26Preparación, 7Protección, 29, 78Rectitud, 102Reflexionar, 95Reunión Sacramental, 17, 47Revelación, 68, 88Reverencia, 17Risa, 26Sacerdocio, 44, 53, 57, 60Santa Cena, 17, 47Santidad, 37Seguridad, 47Seriedad, 50Servicio, 53, 57, 75, 98, 106,

108, 114Simplicidad, 7, 32Sión, 37Sociedad de Socorro, 108,

114Templos, 4, 78, 92, 112Testimonio, 13, 15, 100Últimos días, 50Unidad, 37, 68Valor, 72Vida eterna, 106Virtud, 78

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LIAHONA Noviembre de 2008 Vol. 32, Número 11 02291-002Publicación oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santosde los Últimos Días, en el idioma español.La Primera Presidencia: Thomas S. Monson, Henry B. Eyring, Dieter F. UchtdorfEl Quórum de los Doce Apóstoles: Boyd K. Packer, L. Tom Perry, Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks, M. Russell Ballard, Joseph B. Wirthlin, Richard G. Scott, Robert D. Hales, Jeffrey R. Holland, David A. Bednar,Quentin L. Cook, D. Todd ChristoffersonEditor: Spencer J. CondieAsesores: Gary J. Coleman, Kenneth Johnson, Yoshihiko Kikuchi, W. Douglas ShumwayDirector administrativo: David L. FrischknechtDirector editorial: Victor D. CaveEditor principal: Larry HillerDirector de artes gráficas: Allan R. LoyborgEditor administrativo: R. Val JohnsonEditora administrativa auxiliars: Jenifer L. Greenwood,Adam C. OlsonEditores adjunto: Ryan CarrEditora auxiliar: Susan BarrettPersonal de redacción: Christy Banz, David A. Edwards,Matthew D. Flitton, LaRene Porter Gaunt, Carrie Kasten,Jennifer Maddy, Melissa Merrill, Michael R. Morris, Sally J.Odekirk, Judith M. Paller, Joshua J. Perkey, Chad E. Phares,Jan Pinborough, Richard M. Romney, Don L. Searle, JanetThomas, Paul VanDenBerghe, Julie WardellSecretaria principal: Laurel TeuscherDirector administrativo de arte: M. M. KawasakiDirector de arte: Scott Van KampenGerente de producción: Jane Ann PetersPersonal de diseño y de producción: Cali R. Arroyo,Collette Nebeker Aune, Howard G. Brown, Julie Burdett,Thomas S. Child, Reginald J. Christensen, KimFenstermaker, Kathleen Howard, Eric P. Johnsen, DeniseKirby, Scott M. Mooy, Ginny J. NilsonAsuntos previos a la impresión: Jeff L. MartinDirector de impresión: Craig K. SedgwickDirector de distribución: Randy J. BensonCoordinación de Liahona: Enrique Resek, Diana R. TuckerPara saber el costo de la revista y cómo suscribirse a ellafuera de Estados Unidos y Canadá, póngase en contactocon el Centro de Distribución local o con el líder del barrioo de la rama.Los manuscritos y las preguntas deben enviarse a Liahona,Room 2420, 50 East North Temple Street, Salt Lake City, UT 84150-3220, USA; o por correo electrónico a: [email protected] (un término del Libro de Mormón que significa“brújula” o “director”) se publica en albanés, alemán,armenio, bisiama, búlgaro, camboyano, cebuano, corea-no, croata, checo, chino, danés, esloveno, español, esto-nio, fidji, finlandés, francés, griego, haitiano, hindi,holandés, húngaro, indonesio, inglés, islandés, italiano,japonés, kiribati, latvio, lituano, malgache, marshallés,mongol, noruego, polaco, portugués, rumano, ruso, samo-ano, sinalés, sueco, tagalo, tailandés, tahitiano, tamil, telu-gu, tongano, ucraniano, urdu, y vietnamita. (La frecuenciade las publicaciones varía de acuerdo con el idioma.)© 2008 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. Impreso en los Estados Unidos de América.El material de texto y visual de la revista Liahona se puedecopiar para utilizarse en la Iglesia o en el hogar, siempre queno sea con fines de lucro. El material visual no se puedecopiar si aparecen restricciones en la línea de crédito delmismo. Las preguntas que tengan que ver con este asunto sedeben dirigir a Intellectual Property Office, 50 East NorthTemple Street, Salt Lake City, UT 84150, USA; correo electrónico: [email protected] aparece en Internet en varios idiomas en el sitiowww.lds.org. Si lo desea, pulse “Gospel Library”, luego“PDF”. Ahora haga clic en la cubierta que está debajo deLiahona “International” y después pulse “Select a language”.Para los lectores de México: Certificado de Licitud de título número 6988 y Licitud de contenido número 5199,expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y revistas ilustradas el 15 de septiembre de 1993.“Liahona” © es nombre registrado en la Dirección deDerechos de Autor con el número 252093. Publicaciónregistrada en la Dirección General de Correos número100. Registro del S.P.M. 0340294 características218141210.For readers in the United States and Canada:November 2008 Vol. 32 No. 11. LIAHONA (USPS 311-480) Spanish (ISSN 0885-3169) is published monthly byThe Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 50 EastNorth Temple, Salt Lake City, UT 84150. USA subscriptionprice is $10.00 per year; Canada, $12.00 plus applicabletaxes. Periodicals Postage Paid at Salt Lake City, Utah. Sixtydays’ notice required for change of address. Include addresslabel from a recent issue; old and new address must be in-cluded. Send USA and Canadian subscriptions to Salt LakeDistribution Center at the address below. Subscription help li-ne: 1-800-537-5971. Credit card orders (Visa, MasterCard,American Express) may be taken by phone. (Canada PosteInformation: Publication Agreement #40017431)POSTMASTER: Send address changes to Salt LakeDistribution Center, Church Magazines, PO Box 26368, Salt Lake City, UT 84126-0368

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Mis queridos hermanos y her-manas, los últimos seis mesesdesde que nos reunimos la

última vez se fueron volando. Muchoes lo que se ha llevado a cabo a medi-da que la obra del Señor ha seguidoadelante sin interrupción.

He tenido el privilegio, en compa-ñía de mis consejeros y de otrasAutoridades Generales, de dedicartres templos nuevos: en Curitiba,Brasil; en la Ciudad de Panamá,Panamá y en Twin Falls, Idaho, por loque el número de templos en funcio-namiento por todo el mundo ascien-de a 128.

La noche antes de que se llevara acabo la dedicación de cada uno de los

templos, se efectuaron espléndidosprogramas culturales. En Curitiba,Brasil, cuatro mil trescientos treintamiembros del distrito del templo, conel apoyo de un coro de mil setecien-tas voces, presentaron un programasumamente inspirado de canciones,danzas y videos. El enorme estadiodonde se llevó a cabo el espectáculoestaba lleno de espectadores. Habíaestado ventoso y parecía que iba a llover. Hice una oración y le pedí alPadre Celestial que tuviera misericor-dia de aquellos que se habían prepa-rado de manera tan diligente para quenos divirtiéramos, y cuyos trajes y pre-sentaciones se echarían a perder conla lluvia y el viento. Él contestó esaoración, y la copiosa lluvia no cayó si-no hasta más tarde, una vez que con-cluyó la actuación.

Se hizo una presentación de la historia de la Iglesia en Brasil con música y danzas. Una escena particu-larmente conmovedora fue la repre-sentación de los élderes James E.Faust y William Grant Bangerter, quie-nes prestaron servicio como misione-ros en Curitiba en 1940. Al aparecerlas fotos de ellos en las enormes pan-tallas, la audiencia aplaudió llena dejúbilo. En general, fue un aconteci-miento glorioso.

En la Ciudad de Panamá, la nocheantes de la dedicación del templo en

ese lugar, vimos a cerca de nove-cientos jóvenes, de todas partes dePanamá; vestían coloridos trajes fol-clóricos a medida que bailaban y pre-sentaban mensajes sobre la familia, elhermanamiento y la fe. Nos entera-mos de que habían estado practican-do durante un año. Provenían delugares tan distantes como las islasSan Blas y la región Changuinola, al

Bienvenidos a la conferenciaP R E S I D E N T E T H O M A S S . M O N S O N

Nuestro Padre Celestial está al tanto de cada uno de nosotrosy de nuestras necesidades. Ruego que seamos llenos de Suespíritu al participar en los asuntos de esta conferencia.

SESIÓN DEL SÁBADO POR LA MAÑANA4 d e o c t u b r e d e 2 0 0 8

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noreste de Panamá. Para llegar a la ca-pital, los jóvenes de San Blas viajarontres días por tierra y mar. El aconteci-miento fue magnífico e inspirador.

En los preparativos para la dedica-ción más reciente de uno de nuestrostemplos, en Twin Falls, Idaho, losmiembros locales de la Iglesia constru-yeron un enorme escenario en el lu-gar donde suelen llevar a cabo la feria

de Filer, Idaho, y llenaron el campocon césped y otras decoraciones, in-cluso una caída grande de agua pararepresentar las cascadas Shoshone, unfamoso lugar ubicado a tres kilóme-tros de distancia del nuevo templo. Lanoche de la presentación, tres mil dos-cientos hombres y mujeres jóvenesentraron en ese campo ondeando lis-tones azules y blancos, convirtiendo el

lugar en la representación de un ríogrande y caudaloso. La celebración, in-titulada “Agua viva”, de Juan 4:10, con-gregó a jóvenes de catorce estacas enel nuevo distrito del templo. Con mú-sica y danzas representaron su depen-dencia del agua viva del Salvador parasu vida espiritual, y su dependencia delos arroyos y ríos de las montañas dela región para su vida física. Los que

L IAHONA N OV IEMBRE DE 2 0 0 8 5

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tuvimos el privilegio de presenciar ese acontecimiento fuimos elevados y edificados.

Yo apoyo acontecimientos comoésos, que permiten que nuestros jóve-nes participen en algo que para ellosserá verdaderamente inolvidable. Lasamistades que forjan y los recuerdosque forman los llevarán consigo parasiempre.

El mes próximo se rededicará elTemplo de la Ciudad de México, trasextensas renovaciones. En los próxi-mos meses se terminará la construc-ción de otros templos y se llevarán acabo recepciones de puertas abiertasy dedicaciones.

Esta mañana tengo el placer deanunciar cinco templos nuevos paralos cuales se han adquirido los terre-nos y los que, en los próximos mesesy años, se construirán en los siguien-tes lugares: Calgary, Alberta, Canadá;Córdoba, Argentina; Kansas City y laperiferia; Filadelfia, Pensilvania; yRoma, Italia.

Hermanos y hermanas, nuestrafuerza misional, que presta serviciopor el mundo, sigue en busca deaquellas personas que buscan las ver-dades que se encuentran en el Evan-gelio de Jesucristo. La Iglesia crece aritmo constante, como lo ha hechodesde que fue organizada hace másde ciento setenta y ocho años.

Durante los últimos seis meses hetenido el privilegio de reunirme conlíderes de países y con representantesgubernamentales. Aquellos con losque me he reunido tienen buenossentimientos hacia la Iglesia y hacianuestros miembros, y han demostra-do cooperación y amistad. Sin embar-go, hay todavía lugares del mundodonde nuestra influencia es limitada ydonde no se nos permite compartir elEvangelio libremente. Del mismo mo-do que lo hizo el presidente SpencerW. Kimball hace más de treinta y dos

años, los exhorto a que oren para quese abran las puertas de esos lugares, a fin de que podamos compartir conellos el gozo del Evangelio. Al orar enaquel entonces en respuesta a las sú-plicas del presidente Kimball, vimosdesplegarse milagros a medida que se abría país tras país, los que previa-mente se encontraban cerrados a laIglesia. Eso mismo volverá a sucedersi oramos con fe.

Ahora bien, mis hermanos y her-manas, hemos venido a este lugar pa-ra ser instruidos e inspirados. Algunosde ustedes son nuevos en la Iglesia;les damos la bienvenida. Algunos lu-chan con problemas, desafíos, desáni-mo o pérdidas; los amamos y oramospor ustedes. Durante los próximosdos días se compartirán muchos men-sajes. Les aseguro que los hombres ylas mujeres que les dirigirán la palabrahan orado en cuanto a lo que debendecir; han sido inspirados y han reci-bido impresiones al buscar la ayuda yla guía del cielo.

Nuestro Padre Celestial está al tantode cada uno de nosotros y de nuestrasnecesidades. Ruego que seamos lle-nos de Su espíritu al participar en losasuntos de ésta, la conferencia generalsemestral número 178 de la Iglesia. És-ta es mi sincera oración, y la digo en elnombre de Jesucristo. Amén. ■

Misioneros de tiempo completo y miembros de la Iglesia de Italia se alegran al oír

las noticias de que se construirá un templo en Roma.

Miembros de la Iglesia se reúnen afuera de una capilla en Córdoba, Argentina.

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Los que hemos vivido por algúntiempo, y el élder Wirthlin y yohemos vivido mucho tiempo, he-

mos notado que existen ciertos mode-los en la prueba de la vida. Hay ciclosde temporadas buenas y malas, altas ybajas, periodos de gozo y tristeza, yépocas de abundancia así como de es-casez. Cuando nuestra vida toma uncurso inesperado y no deseado, a veces experimentamos tensión y ansie-dad. Uno de los desafíos de esta expe-riencia terrenal es el no permitir quelas tensiones y las contrariedades de lavida nos venzan, sino perseverar en lasdiversas épocas de la vida mantenien-do una actitud positiva e incluso opti-mista. Quizás cuando sobrevengan lasdificultades y los desafíos, deberíamostener grabadas en la memoria estas

palabras de esperanza de RobertBrowning: “Todavía nos aguarda lo me-jor” (“Rabbi Ben Ezra”, en Charles W.Eliot, ed., The Harvard Classics, 50 to-mos, 1909–1910, 42:1103). No nos esposible predecir todas las tribulacionesy tormentas de la vida, ni siquiera lasque estén a la vuelta de la esquina, pe-ro, como personas de fe y esperanza,sabemos sin lugar a dudas que el Evan-gelio de Jesucristo es verdadero y que“todavía nos aguarda lo mejor”.

Recuerdo un período particular demi vida en el que me hallaba bajo unatensión fuera de lo común. Tenía pro-blemas con mi empleo y, a la vez, a miesposa se le diagnosticó una enferme-dad que amenazaba su vida. Fue unade esas épocas en las que parecía queel adversario se había ensañado con-tra mí y mi familia. En los días en losque las tensiones y las presiones denuestra atribulada vida estaban a pun-to de abatirnos, mi esposa y yo en-contramos una forma de aliviarlas.

Manejamos a un lugar a pocos kiló-metros de casa para alejarnos y tenermomentos de tranquilidad, conversary darnos consuelo emocional el uno al otro. Nuestro lugar era la lagunaWalden; era una pequeña y hermosalaguna rodeada de bosques. Cuandomi esposa se sentía con suficientes áni-mos, solíamos caminar alrededor deesa laguna. Otras veces, cuando no de-seaba someterse al esfuerzo de la cami-nata, simplemente nos sentábamos en

el auto y charlábamos. La lagunaWalden era nuestro lugar especial paradetenernos, reflexionar y reponernos.Quizás se haya debido en parte a suhistoria, a su relación con respecto alos esfuerzos de Henry David Thoreaupor apartarse de lo mundano durantealgunos años, que la laguna Waldennos brindaba tanta esperanza de en-contrar la sencillez y nos ofrecía un escape sumamente renovador denuestra compleja vida.

En marzo de 1845, Thoreau deci-dió mudarse a las riberas de la lagunaWalden y pasar dos años tratando dedescubrir el significado de la vida. Seestableció en un pequeño terreno quepertenecía a su buen amigo, RalphWaldo Emerson. Thoreau compró lacasucha de un trabajador del ferroca-rril y la derrumbó; de la madera de lacasucha y de leños del bosque constru-yó su propia cabaña. Llevó meticulososregistros financieros y llegó a la conclu-sión de que por una casa y libertad tan sólo gastó $28,12 dólares. Plantóun huerto donde sembró arvejas [gui-santes, chícharos], papas, maíz, frijoles[porotos, judías] y nabos para mante-ner la vida sencilla que llevaba. Sembróuna hectárea de frijoles con la idea deutilizar la pequeña ganancia para cubrirsus necesidades. Y en efecto la ganan-cia fue pequeña: $8,71 dólares.

Thoreau vivió independiente deltiempo; en su pequeña cabaña no te-nía ni reloj ni calendario; pasaba eltiempo escribiendo y estudiando lasbellezas y las maravillas de la naturale-za que lo rodeaban, entre ellas plan-tas, pájaros y animales del lugar. Novivía como ermitaño, ya que casi todoslos días visitaba el pueblo de Concorde invitaba a otras personas a ir a su ca-baña y disfrutar de charlas edificantes.Al cabo de los dos años, abandonó sucabaña sin lamentarse, pues consideróque el tiempo que había pasado allífue suficiente para lograr su propósito:experimentar las ventajas espiritualesde un estilo de vida sencillo; tambiénsintió que le aguardaban otras expe-riencias en la vida y que era el mo-mento de seguir adelante y explorarotras oportunidades.

Hágase consencillezÉ L D E R L . TO M P E R R YDel Quórum de los Doce Apóstoles

En nuestra búsqueda por aliviar las tensiones de la vida,ruego que sinceramente busquemos las maneras desimplificar la nuestra.

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De las experiencias que tuvo en lalaguna Walden, Thoreau concluyó queúnicamente había cuatro cosas que elhombre necesita en realidad: alimen-to, ropa, refugio y combustible. Megustaría explicar más a fondo cadauna de estas necesidades básicas, asícomo las ventajas espirituales de unestilo de vida sencillo.

La primera necesidad es el alimen-to. Como miembros de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los ÚltimosDías, poseemos conocimiento sagradode la verdad revelada sobre la relaciónque existe entre el cuerpo y el espíritu.Doctrina y Convenios 88:15 declara:“…el espíritu y el cuerpo son el almadel hombre”. Para bendecirnos tantofísica como espiritualmente, el Señortambién nos reveló una ley de saludque nos indica qué alimentos y sustan-cias son buenos para el cuerpo y cuá-les no lo son. A esas instrucciones le

acompaña la promesa que se halla enla sección 89 de Doctrina y Convenios:

“Y todos los santos que se acuer-den de guardar y hacer estas cosas,rindiendo obediencia a los manda-mientos, recibirán salud en el ombli-go y médula en los huesos;

“y hallarán sabiduría y grandes tesoros de conocimiento, sí, tesorosescondidos;

“y correrán sin fatigarse, y andaránsin desmayar.

“Y yo, el Señor, les prometo que el ángel destructor pasará de ellos, como de los hijos de Israel, y no losmatará” (versículos 18–21).

No existe mejor consejo sobre laPalabra de Sabiduría que el que se en-cuentra en el folleto Para la fortalezade la juventud, que dice:

“El Señor te ha mandado cuidardebidamente tu cuerpo; para hacerlo,guarda la Palabra de Sabiduría, que se

encuentra en Doctrina y Convenios89. Come alimentos nutritivos, hazejercicio con regularidad y duerme eltiempo suficiente. Si haces todas esascosas, permaneces libre de adiccionesnocivas y tienes control de tu vida;obtienes las bendiciones de un cuer-po saludable, una mente alerta y laguía del Espíritu Santo…

“Cualquier droga, sustancia químicao práctica peligrosa que se utilice conel fin de provocar una sensación o esta-do de euforia puede destruir tu bienes-tar físico, mental y espiritual; entre ellasse incluyen las drogas duras, el abusode los medicamentos que se puedencomprar con receta o sin ella, y sustan-cias químicas domésticas” (pág. 36).

No dañemos nuestro cuerpo mor-tal, pues es un don de Dios, y parte delgran plan de felicidad de nuestro PadreCelestial es la reunión de nuestro cuer-po inmortal con nuestro espíritu.

Otra necesidad básica es la ropa.Una vida simplificada que brinde ben-diciones espirituales requiere el usode ropa sencilla y modesta. La vesti-menta y la apariencia personal comu-nican a los demás la clase de personaque somos e influyen en la forma enque nos comportamos con los demás.Cuando vestimos de manera recatada,invitamos la compañía del Espíritu del

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Señor para que nos sirva de escudo y protección.

La tendencia del mundo en la modafemenina siempre se inclina hacia losextremos. Con los estilos más actuales,muchos diseñadores de moda tratande hacer dos o tres vestidos con la can-tidad de tela que se necesita para ha-cer uno. En general, quitan demasiadode la parte de arriba y de abajo de laropa femenina y de vez en cuando sequedan cortos también a la altura de la cintura. La moda masculina tambiénestá adoptando estilos extremos queen mi época se habrían calificado co-mo desaliñados e inapropiados. Piensoque la forma de vestir demasiado infor-mal casi siempre va seguida de moda-les sumamente informales.

Muchos de ustedes se esfuerzan de-masiado por ser originales en su vesti-menta y apariencia personal con el finde llamar, lo que el Señor consideraría,la clase de atención incorrecta. En elrelato del Libro de Mormón del árbolde la vida, fueron las personas cuya “ro-pa… era excesivamente fina” las que seburlaban de los que participaron delfruto del árbol. Nos hace pensar el dar-nos cuenta de que los mofadores preo-cupados por la moda que estaban en el edificio grande y espacioso fueronresponsables de que muchos se

avergonzaran, y los que se avergonza-ron “cayeron en senderos prohibidos y se perdieron” (1 Nefi 8:27–28).

El presidente N. Eldon Tanner nosamonestó en una ocasión con estaspalabras: “El vestirse de forma recata-da es una cualidad de la mente y delcorazón que surge de respetarse auno mismo, de respetar a las demáspersonas y al Creador de todos.

“Demostrar recato de ese modo re-fleja una actitud de humildad, decen-cia y decoro. Los padres, los maestrosy los jóvenes deben conversar acercade los detalles referentes a la vesti-menta y la apariencia, siempre de for-ma que concuerde con los principiosya mencionados y con la guía delEspíritu, para aceptar, valiéndose delalbedrío, el asumir la responsabilidady escoger lo correcto” (El matrimo-nio eterno: Manual para el alumno,Presidente N. Eldon Tanner, pág. 289).

Ahora analicemos la tercera nece-sidad según Thoreau: el refugio. Losperiódicos están repletos de informesde la actual crisis habitacional en losEstados Unidos. En casi todas las con-ferencias generales de la Iglesia de quetengo memoria, se nos ha alentado ano vivir más allá de nuestros ingresos.Nuestro ingreso debe determinar el tipo de casa que podamos obtener,

y no la casa grande del vecino de en-frente. El presidente Heber J. Grant di-jo en una ocasión: “De mis primerosrecuerdos, desde los días de BrighamYoung hasta ahora, he escuchado ahombres desde el púlpito… instar a lagente a no meterse en deudas; y creoque la causa de gran parte de nuestrosproblemas de hoy se basa en no seguirese consejo” (en Conference Report,octubre de 1921, pág. 3).

Una de las mejores formas de sim-plificar nuestra vida consiste en seguirel consejo que con tanta frecuenciahemos recibido de vivir de acuerdocon nuestro ingreso, evitar las deudasy ahorrar para casos de emergencia.Debemos practicar y mejorar los hábi-tos del ahorro, del trabajo arduo, de laeconomía y la frugalidad. Los integran-tes de una familia bien administradano pagan interés, más bien lo ganan.

La última necesidad de Thoreauera el combustible. Últimamente he-mos oído mucho sobre el combusti-ble y la energía: del alto costo, de lalimitación en el suministro, de la im-predecible e insegura dependencia delos proveedores y de la necesidad defuentes de energía nuevas y sosteni-bles. Dejo la discusión de estos com-plejos temas a los líderes del gobiernoy de la industria. El combustible del

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que deseo hablarles es el combustibleespiritual.

El Señor nos ha dado un hermosoplan sobre la manera de regresar a Él, pero la culminación de nuestra jor-nada terrenal requiere combustibleespiritual. Debemos emular a las cin-co vírgenes prudentes que guardaronsuficiente combustible para acompa-ñar al esposo cuando llegara (véaseMateo 25:6–10). ¿Qué se requiere pa-ra mantener un depósito suficiente decombustible espiritual? Debemos ad-quirir conocimiento del plan eternode Dios y de nuestra función en él; yal vivir una vida justa y someter nues-tra voluntad a la del Señor, entoncesrecibir las bendiciones prometidas.

Tal como el élder William R.Bradford enseñó desde este púlpito:“Hay gran simplicidad en la rectitud.En toda circunstancia que enfrenta-mos en la vida existe la manera correc-ta o la manera incorrecta de proceder.Si elegimos la forma correcta, nuestraforma de actuar se ve apoyada por losprincipios de rectitud, los cuales po-seen el poder de los cielos. Si elegi-mos la manera equivocada y actuamosde acuerdo con esa elección, no existe tal promesa o poder de los cielos, y estamos solos y destinados a fracasar”(Élder William R. Bradford, “Rectitud”,Liahona, enero de 2000, pág. 103).

Justo antes de morir, se le pregun-tó a Thoreau si había hecho las pacescon Dios. Él contestó: “No sabía quenos hubiéramos peleado” (en MardyGrothe, comp., Viva la Repartee ,2005, pág. 181).

En nuestra búsqueda por aliviar lastensiones de la vida, ruego que since-ramente busquemos las maneras desimplificar la nuestra. Que acatemosel consejo y la dirección inspiradosque nos ha dado el Señor en el granplan de felicidad. Que seamos dignosde tener la compañía del EspírituSanto y que sigamos la guía delEspíritu al navegar por esta jornadaterrenal. Que nos preparemos paralograr el propósito final de esta prue-ba terrenal, el volver a vivir con nues-tro Padre Celestial, es mi ruego, en elnombre de Jesucristo. Amén. ■

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El Señor enseñó que “el que nonaciere de agua y del Espíritu,no puede entrar en el reino de

Dios”1; por lo tanto, el bautismo esesencial para nuestra salvación.

Antes de que el Salvador resucita-do ascendiera al cielo, instruyó a Susdiscípulos: “Por tanto, id, y haced dis-cípulos a todas las naciones, bautizán-dolos en el nombre del Padre, y delHijo, y del Espíritu Santo; enseñándo-les que guarden todas las cosas queos he mandado”2.

En la época de la Restauración, re-pitió Su mandato: “Así que, sois llama-dos a proclamar el arrepentimiento aeste pueblo”3.

La Iglesia del Señor tiene la res-ponsabilidad de predicar el Evangelioen el mundo; esto es el fundamentode la obra misional, y el deber denuestros misioneros es “invitar a laspersonas a venir a Cristo a fin de que reciban el Evangelio restauradomediante la fe en Jesucristo y Su

expiación, el arrepentimiento, el bautismo, la recepción del don delEspíritu Santo y el perseverar hasta el fin”4.

Me gustaría hablar y testificar delgran impacto y de las bendiciones dela obra misional en la vida de los con-versos, de las futuras generaciones yde los misioneros; y de cómo pode-mos participar en la obra misional.

Cuando yo tenía catorce años, unahermosa mañana de agosto, el élderPrina y el élder Perkins llamaron a la puerta; comenzaron a enseñar anuestra familia acerca de la verdaderanaturaleza de Dios. En las visitas sub-siguientes, nos enseñaron a orar.También nos enseñaron acerca de laRestauración y del plan de salvación.Después de la tercera o cuarta visita,casi toda mi familia dejó de escuchara los misioneros, salvo mi hermanaDina, de diecisiete años, y yo. Ambassentimos el testimonio del EspírituSanto en nuestro corazón y recibimosla confirmación espiritual de que elmensaje era verdadero.

Compramos un ejemplar del Libro de Mormón y comenzamos a leerlo. Todos los días, después de laescuela, corríamos carreras a casa pa-ra ver quién llegaba al libro primero.Mientras la que había llegado prime-ro leía, la otra esperaba impaciente-mente hasta la hora de comer, comíadeprisa y luego tomaba su turno paraleer hasta la hora de dormir. Tal eranuestro entusiasmo. Comenzamos aasistir a la Iglesia y al poco tiempo pe-dimos que nos bautizaran. Nuestropadre dio su permiso de inmediato,pero nuestra madre estaba indecisa

Por tanto, idS I LV I A H . A L L R E DPrimera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

Todos podemos participar en la obra misional; ésta es la obra del Señor y Él nos ayudará a realizarla.

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y nos tomó un mes más persuadirlapara que firmara el permiso. El día de nuestro bautismo, ella y el resto de nuestros hermanos fueron a laIglesia por primera vez, y ella sintió el Espíritu. Después de escucharnuestros testimonios, se dirigió a losmisioneros y les pidió que empezarana enseñarle de nuevo. Varias semanasdespués, mi madre, mi hermana y mishermanos menores se bautizaron. Mivida cambió para siempre, y el Evan-gelio de Jesucristo llegó a ser la fuerzamotivadora de mi vida.

Me es imposible expresar mis pro-fundos sentimientos de gratitud por elSeñor y por los misioneros que Él en-vió a nuestro hogar. El Señor me ben-dijo con el conocimiento del Evangeliorestaurado y sentí la urgencia de com-partir ese conocimiento con los de-más; quería ser una misionera.

A los pocos meses, mi hermanaDina y yo fuimos llamadas a ser misio-neras locales en San Salvador. Ese lla-mamiento nos dio la oportunidad deir de puerta en puerta para compartirlas buenas nuevas del Evangelio restaurado de Jesucristo y llevar a

muchas personas a las aguas del bau-tismo. A su debido tiempo, ambas ser-vimos misiones de tiempo completoen la Misión Centroamérica.

Mi misión tuvo un gran impacto enmi vida. Aprendí a depender más delSeñor, a buscar la guía del Espíritu y asentir un gran amor por los hijos deDios. Aumentaron mi conocimientode las Escrituras y mi comprensión de las doctrinas, además de mi deseode ser obediente y guardar los man-damientos con exactitud. Mi testimo-nio del Salvador y de Su expiacióninfinita se fortaleció. Mis experienciasmisionales llegaron a ser parte de lapersona que ahora soy; la obra misio-nal llegó a ser mi pasión y ha influidoen mi vida y en la de mi familia másque cualquier otra cosa.

El élder Jeffrey R. Holland describeel efecto que su misión tuvo en supropia vida: “Después de cuarenta ysiete años, mi misión lo es todo paramí. Quizás haya pasado un día en esoscuarenta y siete años en que no hayapensado en mi misión; pero no estoyseguro cuál habría sido ese día”5.

Hace un par de años, mi nieto

Christian cumplía ocho años y planea-ba con gran entusiasmo su serviciobautismal. Le preguntó a su mamá siyo podría ser una de los discursantesy compartir la historia de mi conver-sión. Cuando le pregunté por quéquería que lo hiciera, él respondió:“Abuela, eso es tan importante. ¿Tedas cuenta de que si no hubierasaceptado el Evangelio, yo no me esta-ría bautizando? Ni siquiera sería lapersona que soy”.

No sé si los misioneros se dancuenta del gran alcance de su obra. Enmi propia familia, las bendiciones delEvangelio han llegado a cuatro genera-ciones. ¿No dijo el presidente GordonB. Hinckley que “cuando salvamos auna jovencita, salvamos a generacio-nes”6? Yo me casé en el templo y ten-go ocho hijos, todos los cuales sonmiembros fieles de la Iglesia, investi-dos en el templo; seis de ellos estáncasados y tienen sus propios hijos. Eneste momento somos treinta y cuatro.Pero eso no es todo; tanto mi esposocomo yo servimos en misiones, ynuestros dos hijos y tres de las seis hi-jas también han servido en misiones.

Misioneros de tiempo completo de Roma, Italia, invitan a personas a venir a Cristo con el Libro de Mormón.

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Colectivamente, hemos ayudado a cientos de personas a aceptar elEvangelio en muchos países; algunosde esos conversos y sus hijos tambiénhan servido en misiones.

La obra misional infunde vida a laIglesia. No hay obra más grande nimás importante; bendice a todos losque participan en ella y seguirá bendi-ciendo a generaciones futuras.

Quizás se pregunten: ¿Cómo pue-do ayudar en la obra misional? ¿Cómopuedo participar? Hay dos verdadesfundamentales que hay que tener presente al embarcarse en la obra. Laprimera es tener una clara compren-sión de que Dios ama a todos Sus hi-jos y desea la salvación de ellos. EnDoctrina y Convenios 18:13 leemos:“¡Y cuán grande es su gozo por el almaque se arrepiente!”. La segunda es quenuestro mensaje de Cristo y de SuEvangelio restaurado es el don másimportante que se pueda obsequiar.

Tal como se explica en PredicadMi Evangelio, la obra misional esuna labor de cuatro aspectos: encon-trar investigadores, enseñar y bauti-zar, hermanar a miembros nuevos, yhermanar y enseñar a los miembrosmenos activos7. Todo miembro de la Iglesia, tanto niños, como jóvenesy adultos, pueden ayudar con cual-quiera de esos aspectos o con todosellos.

Para empezar, sean buenos vecinos

y amigos. Sean un ejemplo de recti-tud y de amabilidad; que su sonrisairradie amor, paz y felicidad; vivan unavida que gire en torno al Evangelio.

Luego, sean más específicos en sulabor misional. Permítanme sugerir al-gunas ideas; tal vez dos o tres den re-sultado para ustedes:

• Si tienen hijos en casa, prepárenlospara prestar servicio misional.

• Prepárense ustedes mismos paraprestar servicio misional.

• Inviten a su familia y amigos a es-cuchar a los misioneros o a asistir a las reuniones y actividades de laIglesia.

• Acompañen a los misioneros a loshogares de los investigadores o in-vítenlos a enseñar a no miembrosen casa de ustedes.

• Inviten a personas a una noche dehogar en casa de ustedes.

• Inviten a personas a un centro de historia familiar o ayúdenles aefectuar investigación de historiafamiliar.

• Den referencias a los misioneros.Los miembros pueden ser la fuen-te mejor y más conveniente de referencias.

• Compartan sus creencias y su testi-monio con amigos y familiares nomiembros.

• Busquen oportunidades de servir a los demás.

• Ofrezcan su amistad a los investiga-dores y a los nuevos conversos.

• Hagan su mejor esfuerzo para ha-llar a los que buscan la verdad.

• Si tienen familiares o amigos en lamisión, envíenles cartas de amor yde ánimo y oren por ellos.

Ustedes sentirán gozo por el frutode su trabajo, y un mayor entusiasmopor la obra misional fortalecerá a todosu barrio o rama. La Iglesia enterasentirá los efectos de su labor.

Cuando nuestra hija Margie estabaen segundo grado, invitó a su mejoramiga a acompañarla a la Primaria. A ambas les asignaron partes para lapresentación en la reunión sacramen-tal. El papá de su amiga había recha-zado a los misioneros en el pasado,pero cuando Margie se presentó ensu casa con un puñado de folletos dela Iglesia, él escuchó atentamente sussencillas explicaciones y su testimoniode José Smith y de la Primera Visión.No sólo permitió que su hija siguieraasistiendo a la Primaria, sino que también le dio permiso de recibir laslecciones de los misioneros y de bau-tizarse. Él y su esposa asistieron al ser-vicio bautismal.

Todos podemos participar en laobra misional; ésta es la obra delSeñor y Él nos ayudará a realizarla. SuEvangelio tiene que ir a toda nación ynosotros podemos ser instrumentosen Sus manos para bendecir la vida deotras personas al compartir con ellasSu verdad. Al mismo tiempo, seremosgrandemente bendecidos.

Somos hijos de un amoroso PadreCelestial. Él envió a Su Hijo a abrir elcamino para que pudiéramos vivircon Él para siempre. De esto testificoen el nombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Juan 3:5.2. Mateo 28:19–20.3. D. y C. 18:14.4. Predicad Mi Evangelio, 2004, pág. 1.5. Jeffrey R. Holland, “The Atonement”,

Seminario para nuevos presidentes de misión, 26 de junio de 2007.

6. Gordon B. Hinckley, “Our Responsibility toOur Young Women”, Ensign, septiembre de1988, pág. 10.

7. Predicad Mi Evangelio, págs. 237–238.

Un matrimonio misionero conversa con un hombre de Nigeria.

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Me regocijo junto con ustedesde ser miembro de La Iglesiade Jesucristo de los Santos de

los Últimos Días. Cuando el presiden-te Monson compartió la maravillosanoticia de los cinco templos nuevos,pensé cómo en todo el mundo, en ca-da continente, en ciudades grandes opueblos pequeños, somos una granfamilia de creyentes. Nos hemos enca-minado juntos hacia la vida eterna; es la mayor de todas las jornadas.Marchamos hacia adelante tomandosobre nosotros “el nombre de Cristo,teniendo la determinación de servirlehasta el fin”1.

Aunque existen muchas experien-cias como la de hoy, llenas de poderespiritual y confirmación, también haydías en los que nos sentimos incom-petentes y sin preparación, cuando laduda y la confusión inundan nuestroespíritu, cuando se nos dificulta hallarnuestro fundamento espiritual. Parte

de nuestra victoria como discípulosde Cristo es lo que hacemos cuandonos sentimos de ese modo.

Hace casi cuarenta años, al meditaren los desafíos de servir en una mi-sión, me sentí muy inepto y sin prepa-ración. Recuerdo que al orar decía:“Padre Celestial, ¿cómo puedo serviren una misión si tengo tan poco co-nocimiento?”. Creía en la Iglesia, perosentía que mi conocimiento espiritualera muy limitado. Al orar, tuve estesentimiento: “No lo sabes todo, ¡perosabes lo suficiente!”. Ese consuelo mebrindó el valor de dar el siguiente pa-so para ir a la misión.

Nuestra jornada espiritual es unproceso de toda la vida. No lo sabemostodo al principio ni aun durante el ca-mino. Nuestra conversión llega paso apaso, línea por línea. Primero edifica-mos los cimientos de la fe en el SeñorJesucristo; atesoramos los principios ylas ordenanzas del arrepentimiento,del bautismo y de la recepción del dondel Espíritu Santo; después incluimosel compromiso continuo de orar, ladisposición a ser obedientes y un testimonio constante del Libro deMormón. (El Libro de Mormón es unpotente alimento espiritual.)

Entonces, permanecemos firmes y pacientes a medida que avanzamosen la vida terrenal. La respuesta delSeñor a veces será: “No lo sabes todo,pero sabes lo suficiente”, lo suficientepara guardar los mandamientos y ha-cer lo correcto. Recuerden las pala-bras de Nefi: “Sé que [Él] ama a sushijos; sin embargo, no sé el significa-do de todas las cosas”2.

En una ocasión visité una misióndel sur de Europa. Llegué el día enque un misionero recién llegado sepreparaba para regresar a casa por in-sistencia propia. Tenía su boleto parairse al día siguiente.

Nos sentamos a conversar en la ca-sa del presidente de misión. El misio-nero me relató los desafíos de suniñez, sus problemas de aprendizaje y de haber pasado de una familia a laotra; habló con sinceridad de su inep-titud para aprender un nuevo idiomay adaptarse a una nueva cultura y lue-go añadió: “Hermano Andersen, ni si-quiera sé si Dios me ama”. Cuandodijo esas palabras, experimenté unfuerte y potente sentimiento en miespíritu que me decía: “Él sí sabe quelo amo; él lo sabe”.

Lo dejé continuar por unos minu-tos más y después le dije: “Élder, com-prendo lo que ha dicho, pero debocorregirle en algo: usted sí sabe queDios lo ama; usted lo sabe”.

Al decirle esas palabras, el mismoespíritu que me había hablado a mí lehabló a él. Inclinó la cabeza y comen-zó a llorar. Se disculpó: “HermanoAnderson”, dijo, “sé que Dios meama, lo sé”. Él no lo sabía todo, perosabía lo suficiente; sabía que Dios loamaba. Ese invaluable conocimientoespiritual fue suficiente para que la fereemplazara su duda y halló la fortale-za para permanecer en la misión.

Hermanos y hermanas, todos te-nemos momentos de fortaleza espi-ritual, momentos de inspiración yrevelación. Debemos afirmarlos en lo más profundo del alma. Al hacerlo,preparamos nuestra reserva espiri-tual para los momentos de dificultadpersonal. Jesús dijo: “Dad cabida aesto en vuestro corazón, de que ha-gáis las cosas que os enseñare y osmandare”3.

Hace unos años, un amigo mío tu-vo una hija que falleció en un trágicoaccidente. Con los sueños y las espe-ranzas destrozados, mi amigo sintióun pesar insoportable y comenzó adudar de lo que se le había enseñadoy lo que él había enseñado como mi-sionero. La madre de mi amigo me

Sabes lo suficienteÉ L D E R N E I L L . A N D E R S E NDe la Presidencia de los Setenta

Como discípulos del Señor Jesucristo contamos coninmensos depósitos espirituales de luz y verdad… ennuestros días difíciles, escogemos el camino de la fe.

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escribió una carta y me pidió que lediera a él una bendición. Al poner lasmanos sobre su cabeza, sentí que de-bía decirle algo que antes no habíapensado exactamente de esa forma; laimpresión que tuve fue: la fe no es só-lo un sentimiento, es una decisión. Éltendría que elegir la fe.

Mi amigo no lo sabía todo, pero sa-bía lo suficiente y eligió el camino dela fe y la obediencia; se arrodilló y asírecuperó su equilibrio espiritual.

Han transcurrido varios años des-de ese acontecimiento. Hace pocorecibí una carta de su hijo que ahorase encuentra en la misión; la carta estaba llena de convicción y testimo-nio. Al leer su bella carta, vi cómo ladecisión de un padre de tener fe du-rante un momento muy difícil habíabendecido grandemente a la siguien-te generación.

Los desafíos, las dificultades, laspreguntas o las dudas forman partede nuestra vida terrenal; pero no esta-mos solos. Como discípulos del SeñorJesucristo contamos con inmensosdepósitos espirituales de luz y verdad.El temor y la fe no pueden coexistiren nuestro corazón al mismo tiempo;en nuestros días difíciles, escogemosel camino de la fe. Jesús dijo: “No te-mas, cree solamente”4.

A lo largo de los años tomamos estos importantes pasos espiritualesuna y otra vez. Comenzamos a verque “el que recibe luz y persevera enDios, recibe más luz, y esa luz se hacemás y más resplandeciente hasta eldía perfecto”5. Nuestras preguntas ydudas se resuelven o dejan de preo-cuparnos, nuestra fe llega a ser senci-lla y pura, y llegamos a saber lo que yasabíamos. Jesús dijo:

“Si no os… hacéis como niños, noentraréis en el reino de los cielos”6.

Hadley Peay actualmente tiene sieteaños; Hadley nació con un serio pro-blema auditivo que requirió extensa ci-rugía sólo para adquirir una audiciónlimitada. Después de ello, sus padres lacapacitaron de manera incansable paraque aprendiera a hablar. Hadley y sufamilia se han adaptado alegremente al desafío de la sordera de ella.

Una vez, cuando Hadley tenía cua-tro años, estaba con su madre en elsupermercado en la fila para pagar.Miró hacia atrás y vio a un pequeñitoen una silla de ruedas, y notó que lefaltaban las piernas.

Aunque Hadley había aprendido a hablar, se le dificultaba controlar elvolumen de su voz. En su voz más al-ta, le preguntó a su madre por qué elniño no tenía piernas.

En voz baja y con sencillez su ma-dre le explicó a Hadley que “nuestroPadre Celestial crea a todos Sus hijosde forma diferente”. “Está bien”, con-testó Hadley.

Después, de forma imprevista,Hadley se dirigió al pequeñito y le dijo: “¿Sabías que cuando el PadreCelestial me creó mis oídos no funcio-naban? Eso me hace ser una personaespecial. Él te creó a ti sin piernas yeso te hace especial. Cuando Jesúsvenga, yo podré oír y tú tendrás pier-nas. Jesús hará que todo esté bien”.

“…Si no os… hacéis como niños,no entraréis en el reino de los cielos”.

Hadley sabía lo suficiente.Jesús es el Cristo, Él ha resucitado,

Él es nuestro Salvador y Redentor.Todo estará bien cuando Él regrese.Ésta es Su santa obra. Por medio delprofeta José Smith, Su sacerdocio se ha restaurado sobre la tierra y Suprofeta hoy en día es el presidenteThomas S. Monson; de ello testificoen el nombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Moroni 6:3.2. 1 Nefi 11:17.3. Véase Joseph Smith Translation, Luke

14:28.4. Marcos 5:36.5. D. y C. 50:24.6. Mateo 18:3.

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Buenos días, queridos hermanosy hermanas. Siento un profun-do gozo y honor al hablarles

hoy. Ruego que Dios guíe mis pala-bras y que Su Espíritu esté con noso-tros a fin de que “el que la[s] predicay el que la[s] recibe [puedan com-prenderse] el uno al otro, y ambos[sean] edificados y se [regocijen] juntamente” (D. y C. 50:22).

Considero el 2 de junio de 1940un día sumamente importante en la historia de mi familia. Ese día mi padre fue bautizado en estaIglesia.

Al escribirle a su padre, el élderJack McDonald, uno de los misioneros

que bautizó a mi padre, describió esedía con estas palabras:

“El domingo pasado fue un día es-pecialmente hermoso. Los misionerosfuimos a un lugar apartado en el cam-po, junto a la orilla del río, y allí el él-der Jones y yo [el élder McDonald]efectuamos nuestro primer bautismo.Antony Aidukaitis entró en el agua he-lada y se convirtió en miembro de laIglesia…Todo era perfecto, el cieloazul, el campo tan tranquilo, verde,tan hermoso que ninguno podía evi-tar sentir la presencia de una gran influencia.

“[Al caminar] con nuestro nuevomiembro, él nos dijo que no podía explicar lo maravilloso que había sidoese día para él, que en realidad sesentía como un hombre nuevo… Esefue nuestro primer bautismo, pero niyo ni nadie puede acreditárselo: él seconvirtió a sí mismo”.

Ese acontecimiento cambió la his-toria de mi vida. No estoy seguro deque mi padre haya podido prever lasabiduría de sus acciones, pero loamo por lo que hizo ese día; él falle-ció hace más de treinta años, pero yohonraré y bendeciré su nombre parasiempre.

Mi padre era hijo de lituanos, perohabía nacido en Escocia; se mudó aBrasil cuando todavía era joven. Su

aptitud para hablar inglés facilitó suconversión dado que pudo leer elLibro de Mormón en inglés cuando todavía no había una traducción fiableen portugués. Esa barrera del idiomaimpidió que mi madre se uniera a laIglesia hasta unos pocos años después,pero, cuando lo hizo, fue un poderosoejemplo, para nuestra familia, de dedi-cación hacia los demás y de amor aDios; ella tiene noventa y dos años y se encuentra aquí hoy. Me da grangozo decir que la amo por su extraor-dinaria fidelidad; también honraré ybendeciré su nombre para siempre.

Admiro la valentía que mi padre tu-vo de bautizarse en la Iglesia a pesarde las circunstancias que afrontaba enese tiempo. No fue fácil; su esposa nose había bautizado con él y los viciosdel tabaco y del alcohol eran tentacio-nes muy grandes para él; era pobre y su madre estaba en contra de que él se uniera a la Iglesia y le dijo que siél se bautizaba ya no lo consideraríamás su hijo. Con menos de trescien-tos miembros en Brasil, la Iglesia ni siquiera tenía una capilla allí.Verdaderamente me sorprende la de-terminación y la valentía de mi padre.

¿Cómo pudo tomar una decisiónasí ante tantas circunstancias desfavo-rables? La respuesta es muy sencilla:pudo hacerlo porque mi padre leyó elLibro de Mormón y, al hacerlo, supode la veracidad del mensaje de laRestauración. El Libro de Mormón es una prueba de que La Iglesia deJesucristo de los Santos de los ÚltimosDías es verdadera. La guía PredicadMi Evangelio enseña: “El Libro deMormón, combinado con el Espíritu,es el instrumento más poderoso… para la conversión” (2004, pág. 108).

El presidente Gordon B. Hinckleydeclaró: “Los que lo han leído [elLibro de Mormón] y orado al respec-to, fueran ricos o pobres, eruditos oignorantes, han crecido espiritual-mente bajo su poder…

“…Sin reservas, les prometo que sileen el Libro de Mormón y oran acer-ca de él, a pesar de las muchas vecesque lo hayan leído antes, entrará a sucorazón… el Espíritu del Señor; se

Porque mi padreleyó el Libro deMormónÉ L D E R M A R C O S A . A I D U K A I T I SDe los Setenta

Invito a todos los que me oyen hoy a leer el Libro de Mormóny a poner en práctica la promesa que éste encierra. Quieneslo hagan, sabrán que el libro es verdadero.

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fortalecerá más en ustedes la resolu-ción de obedecer los mandamientosde Dios y recibirán un testimonio más firme de la realidad viviente delHijo de Dios” (véase “El Libro deMormón”, Liahona, octubre de 1988,págs. 2–7; véase también “The Powerof the Book of Mormon”, Ensign, junio de 1988, pág. 6).

Esas promesas llegaron a ser unarealidad para mi padre y para mi fami-lia. De acuerdo con lo que se nos haenseñado, leemos las Escrituras en fa-milia todos los días; lo hemos hechopor muchos años. En casa, hemos leí-do el Libro de Mormón varias veces ycontinuaremos haciéndolo. Como seha prometido, el Espíritu del Señor ha conmovido el corazón de los inte-grantes de nuestra familia, hemossentido la fuerte resolución de andaren obediencia a Sus mandamientos y recibido un firme testimonio de larealidad viviente del Hijo de Dios.

Al saber que el Libro de Mormónes verdadero, uno sabe que JoséSmith fue llamado por Dios para res-taurar la Iglesia de Jesucristo sobre la tierra; sabe que José Smith vio alPadre y al Hijo y que existe sólo una fe y un bautismo válido; sabe que unprofeta de Dios vive sobre la tierra en la actualidad y que él posee todaslas llaves del sacerdocio y el derecho a ejercerlas, al igual que Pedro en la antigüedad. También sabe queJesucristo es el Hijo de Dios, el úniconombre por medio del cual se recibela salvación; sabe que Dios el Padre vi-ve y que nos ama; sabe que Su plande salvación es perfecto y siente el de-seo de efectuar las ordenanzas, de vi-vir los mandamientos y de perseverarhasta el fin.

Me da mucha tristeza cuando al-guien a quien se le ha dado el Libro deMormón y se le ha explicado todo estoaún se rehúsa a leerlo. Me entristece

que algunas personas permitan queotras influyan en ellas, rechacen inves-tigar el libro y lo dejen a un lado co-mo algo sin valor, sin participar delbanquete espiritual que éste ofrece.Para mí, eso es incomprensible; es como si un hijo o una hija que se en-cuentra separado de un padre amoro-so se rehusara a leer una carta de élsin siquiera abrir el sobre. Los que deciden hacer eso, son como niñosconsentidos que se niegan a probar lacomida que con tanta ternura su ma-dre ha preparado para ellos.

Dios revela Su verdad cuando lagente sigue la exhortación de Moronique se registra en Moroni 10:3–5 en el Libro de Mormón. En Predicad MiEvangelio se resumen las instruccio-nes de Moroni de la siguiente manera:

• Uno: “Leer el Libro de Mormón ymeditar sobre su mensaje concer-niente a Jesucristo”.

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• Dos: “Orar a Dios con fe enJesucristo para recibir el testimo-nio de que el Libro de Mormón esverdadero y que José Smith es elProfeta de la Restauración”.

• Tres: “Orar sinceramente y con verdadera intención, lo que quieredecir que tienen la intención de ac-tuar de acuerdo con la respuestaque reciban de Dios” (pág. 115).

Para quienes dicen que no pode-mos saber estas cosas, les testificoque sí podemos cuando somos lo su-ficientemente humildes para hacer loque Dios nos ha indicado medianteSus profetas sobre la tierra. Creer locontrario sería aceptar la absurda no-ción de que Dios no sabe dónde sepuede encontrar la verdad o no tieneel poder para mostrárnosla. Sólo por-que alguien no haya puesto en prácti-ca lo prometido en este libro nosignifica que otros no lo hayan hecho.

¿Por qué amo y honro el nombrede mi padre? Porque mi padre leyó la promesa del Libro de Mormón y lapuso a prueba. ¿Por qué amo y honroel nombre de mi padre? Porque él norechazó la respuesta que había recibi-do, a pesar de tener que afrontargrandes desafíos. ¿Por qué amo y hon-ro el nombre de mi padre? Porque élbendijo mi vida, aun antes de que yonaciera, al tener la valentía de hacer loque Dios esperaba de él.

Invito a todos los que me oyen hoya leer el Libro de Mormón y a poneren práctica la promesa que éste encie-rra. Quienes lo hagan, sabrán que ellibro es verdadero.

Testifico que el Libro de Mormónes la palabra de Dios. Debido a ello,sé que José Smith es un profeta deDios; sé que él no escribió el Libro de Mormón, sino que lo tradujo pormedio del poder de Dios. Sé queThomas S. Monson es el profeta deDios sobre la tierra en la actualidad, elúnico hombre en la tierra que poseetodas las llaves del sacerdocio y el de-recho a ejercerlas. Sé que Jesucristoes nuestro Salvador y que Él vive. Séque Dios vive y nos ama. En el nom-bre de Jesucristo. Amén. ■

V ivimos en los tiempos peligro-sos sobre los que profetizó elapóstol Pablo (véase 2 Timoteo

3:1). Los que tratan de andar por elestrecho y angosto camino ven seduc-tores desvíos por todos lados; esopuede distraernos, degradarnos, en-tristecernos o deprimirnos. ¿Cómo logramos el Espíritu del Señor paraguiarnos en nuestras decisiones ymantenernos en el camino?

En la revelación moderna el Señordio la respuesta en este mandamiento:

“Y para que más íntegramente teconserves sin mancha del mundo, irása la casa de oración y ofrecerás tus sa-cramentos en mi día santo;

“porque, en verdad, éste es un día

que se te ha señalado para descansarde tus obras y rendir tus devocionesal Altísimo” (D. y C. 59:9–10).

Es un mandamiento con promesa:Si participamos semanalmente y enforma apropiada en la ordenanza dela Santa Cena, nos hacemos merece-dores de la promesa de “que siempre[tendremos] su Espíritu [con noso-tros]” (D. y C. 20:77). Ese Espíritu esel fundamento de nuestro testimonio;nos testifica del Padre y del Hijo, nosrecuerda todas las cosas y nos condu-ce a la verdad. Es la brújula que nosguía por nuestro camino. El presiden-te Wilford Woodruff enseñó que esedon del Espíritu Santo, “es el don másgrandioso que se le puede otorgar alhombre” (Deseret Weekly, 6 de abrilde 1889, pág. 451).

I.La ordenanza de la Santa Cena hace

que la reunión sacramental sea la mássagrada e importante de la Iglesia. Esla única reunión del día de reposo a laque toda la familia puede asistir junta.Además de la Santa Cena, el programade esa reunión siempre debe planear-se y presentarse para enfocar nuestraatención en la expiación y en las ense-ñanzas del Señor Jesucristo.

Mis primeros recuerdos de la reu-nión sacramental se remontan al pe-queño pueblo de Utah donde se me

La reuniónsacramental y la Santa CenaÉ L D E R D A L L I N H . O A K SDel Quórum de los Doce Apóstoles

La ordenanza de la Santa Cena hace que la reuniónsacramental sea la más sagrada e importante de la Iglesia.

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ordenó diácono y donde tomé parteen repartir la Santa Cena. Si las com-paro con esos recuerdos, las reunio-nes sacramentales a las que asistoahora en diversos barrios han mejora-do notablemente. Por lo general, laSanta Cena se bendice, se reparte ylos miembros la reciben en una at-mósfera de apacible reverencia; se dirige la reunión, incluso los asuntosnecesarios, de manera breve y digna.Los discursos son espirituales en sucontenido y presentación; la músicaes apropiada, así como las oraciones.Ésta es la norma y ello representa ungran progreso desde las experienciasde mi juventud.

De vez en cuando hay excepcio-nes. Me doy cuenta de que algunosjóvenes e incluso algunos adultos to-davía no han llegado a entender elsignificado de esta reunión ni la im-portancia que tienen en ella la reve-rencia y la adoración individual. Loque siento la inspiración de enseñaraquí está dirigido a los que aún nohan comprendido ni practicado estosprincipios importantes ni están disfru-tando todavía de las bendiciones espi-rituales prometidas de tener siempreconsigo Su Espíritu guiador.

II.Empezaré por hablar de la forma

en que los miembros de la Iglesia de-ben prepararse para participar en laordenanza de la Santa Cena. Hace cin-co años, en una reunión mundial de

capacitación de líderes, el élderRussell M. Nelson, del Quórum de losDoce Apóstoles, enseñó a los líderesdel sacerdocio de la Iglesia cómo pla-near y dirigir las reuniones sacramen-tales. “Conmemoramos Su Expiaciónde una manera muy personal”, dijo elélder Nelson, “llevando a la reuniónsacramental un corazón quebrantadoy un espíritu contrito. Es lo que tienemás realce en nuestra observancia deldía de reposo…” (“La adoración en lareunión sacramental”, Liahona, agos-to de 2004, pág. 12).

Y nos sentamos en la capilla mu-cho antes de que empiece la reunión.“Durante ese tiempo de quietud, lamúsica del preludio será suave; no esmomento para conversar o transmitirmensajes, sino que es un período demeditación acompañada del espíritude oración mientras los líderes y losmiembros se preparan espiritualmen-te para participar de la Santa Cena”(véase “La adoración en la reunión sa-cramental”, Liahona, agosto de 2004,pág. 13).

Cuando el Salvador apareció a losnefitas después de Su resurrección, lesenseñó que debían suspender la prác-tica del sacrificio por el derramamientode sangre, y que, en cambio, debíanofrecerle “como sacrificio un corazónquebrantado y un espíritu contrito” (3 Nefi 9:20). Ese mandamiento, repe-tido en la revelación moderna, estable-ce que debemos tomar la Santa Cenatodas las semanas, y nos dice cómo

hemos de prepararnos. Según lo queenseñó el élder Nelson, “cada miem-bro de la Iglesia es responsable del en-riquecimiento espiritual que provienede la reunión sacramental” (Liahona,agosto de 2004, pág. 14).

En sus escritos sobre las doctrinasde salvación, el presidente JosephFielding Smith enseña que tomamos la Santa Cena como parte de nuestraconmemoración de la muerte y de lossufrimientos del Salvador por la reden-ción del mundo. Esta ordenanza se ins-tituyó a fin de que renovemos nuestrosconvenios de servirle, obedecerle y re-cordarle siempre. El presidente Smithagrega: “…no podemos retener elEspíritu del Señor si no cumplimos coneste mandamiento” (Doctrina de sal-vación, Tomo II, pág. 321).

III.La forma en que nos vestimos es

un indicador importante de la actitud y la preparación que tenemos paracualquier actividad en la que tomemosparte. Si vamos a nadar, a caminar o ajugar en la playa, la vestimenta queusemos, incluso el calzado, lo indicaráasí. De la misma manera debe sernuestra forma de vestir cuando vamosa participar en la ordenanza de la SantaCena. Es como ir al templo; nuestraforma de vestir indica hasta qué puntocomprendemos y honramos la orde-nanza en la cual participaremos.

En la reunión sacramental, y espe-cialmente durante el servicio de la

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Santa Cena, debemos concentrarnosen la adoración y en especial abstener-nos de cualquier conducta que podría interferir en la adoración quelleven a cabo los demás. La personaque se queda dormida en silencio porlo menos no molesta a los demás. Lareunión sacramental no es un momen-to para leer libros ni revistas. Jóvenes,no es un momento para cuchicheos en teléfonos celulares ni para enviarmensajes de texto a otras personas.Cuando tomamos la Santa Cena, hace-mos el convenio sagrado de que siem-pre recordaremos al Salvador. ¡Quétriste es ver a alguien violar ese conve-nio precisamente en la misma reuniónen la que hace dicho convenio!

La música es una parte esencial denuestra adoración en la reunión sacra-mental. Las Escrituras enseñan que el canto de los justos es una oraciónal Señor (véase D. y C. 25:12). LaPrimera Presidencia ha dicho que “elcanto de los himnos muchas veces esen sí un elocuente sermón” (Himnos,pág. IX). Es maravilloso cuando todaslas personas que asisten se unen en elcanto para ofrecer su adoración, espe-cialmente en el himno que nos prepa-ra para participar de la Santa Cena.Toda la música de esta reunión debeprogramarse cuidadosamente, tenien-do en cuenta siempre que esta músi-ca es para adorar y no para lucirse.

El presidente Joseph FieldingSmith enseñó lo siguiente:

“…esta es una ocasión en la que sedebe presentar el Evangelio, en la quese nos debe llamar a ejercer la fe y areflexionar en cuanto a la misión denuestro Redentor, y a dedicar tiempoa la consideración de los principios desalvación del Evangelio y no a otrospropósitos. La diversión, la risa, la fri-volidad, todo eso está fuera de lugaren las reuniones sacramentales de losSantos de los Últimos Días. Debemoscongregarnos con el espíritu de ora-ción, de mansedumbre, y con devo-ción en el corazón” (véase Doctrinade salvación, Tomo II, pág. 322).

Cuando hacemos eso, cuando nosunimos en la solemnidad que debeacompañar siempre la ordenanza

de la Santa Cena y de la adoración alSeñor en esta reunión, nos hacemosmerecedores de la compañía y de larevelación del Espíritu. Esa es la ma-nera de obtener guía para nuestra vida y paz a lo largo de la jornada.

IV.El Señor resucitado hizo hincapié

en la importancia de la Santa Cenacuando visitó el continente americanoe instituyó esa ordenanza entre losnefitas fieles; Él bendijo los emblemasde la Santa Cena y se los dio a Sus dis-cípulos y a la multitud reunida (véase3 Nefi 18:1–10) al mismo tiempo queles mandó:

“Y siempre haréis esto por todoslos que se arrepientan y se bauticenen mi nombre; y lo haréis en memoriade mi sangre, que he vertido por voso-tros, para que testifiquéis al Padre quesiempre os acordáis de mí. Y si osacordáis siempre de mí, tendréis miEspíritu para que esté con vosotros.

“…Y si hacéis siempre estas cosas,benditos sois, porque estáis edifica-dos sobre mi roca.

“Pero aquellos que de entre voso-tros hagan más o menos que esto, noestán edificados sobre mi roca, sinosobre un cimiento arenoso; y cuandocaiga la lluvia, y vengan los torrentes,y soplen los vientos, y den contraellos, caerán, y las puertas del infier-no están ya abiertas para recibirlos”(3 Nefi 18:11–13).

La Santa Cena es la ordenanza quereemplaza los sacrificios de sangre ylos holocaustos de la ley mosaica, ycon ella se recibió la promesa delSalvador: “…Y al que venga a mí conun corazón quebrantado y un espíritucontrito, lo bautizaré con fuego y conel Espíritu Santo…” (3 Nefi 9:20).

V.Ahora me dirijo particularmente a

los poseedores del sacerdocio que ofi-cian en la Santa Cena. Esta ordenanza

Un jovencito de São Paulo, Brasil, recibe ayuda mientras se prepara para asistir a

una transmisión de la conferencia.

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siempre se debe llevar a cabo con re-verencia y dignidad. Los presbíterosque ofrecen las oraciones en nombrede la congregación deben pronunciarlas palabras lenta y claramente, expre-sando los términos de los convenios yde las bendiciones prometidas. Éste esun acto sumamente sagrado.

Los maestros que la preparan y losdiáconos que reparten los emblemasde la Santa Cena también efectúan unaacción muy sagrada. Me gusta el relatodel presidente Thomas S. Monson decómo siendo un diácono de doce años,el obispo le pidió que llevara la SantaCena a un hermano que estaba en ca-ma y anhelaba recibir esa bendición.“Su gratitud me conmovió”, dijo el pre-sidente Monson. “El Espíritu del Señorvino sobre mí y sentí que estaba sobresuelo santo” (Inspiring Experiencesthat Build Faith, 1994, pág. 188).Todos los que ofician en esta sagradaordenanza están “sobre suelo santo”.

Los jóvenes que ofician en la orde-nanza de la Santa Cena deben ser dig-nos. El Señor ha dicho: “Sed limpios,los que lleváis los vasos del Señor” (D. y C. 38:42). La amonestación delas Escrituras sobre el hecho de tomar la Santa Cena indignamente (véase

1 Corintios 11:29; 3 Nefi 18:29) seaplica sin duda también a los que ofi-cian en esa ordenanza. Cuando unobispo disciplina a miembros de laIglesia que han cometido pecadosgraves, puede privarlos por un tiempodel privilegio de tomar la Santa Cenay ciertamente, por la misma autori-dad, se puede quitar el privilegio deoficiar en esa sagrada ordenanza.

Lo que mencioné antes sobre la importancia de que los que reciban la ordenanza de la Santa Cena vistancorrectamente se aplica, obviamente,de forma especial a los jóvenes delSacerdocio Aarónico que oficien encualquier parte de la sagrada ordenan-za; todos deben estar bien aseados ymodestamente vestidos; no debe ha-ber nada en su apariencia ni en susmodales que atraiga la atención hacia símismos ni que distraiga a ninguno delos presentes y le impida prestar unatotal atención a la adoración y a losconvenios que hacemos, los cuales sonel propósito de este servicio sagrado.

Hace trece años, el élder Jeffrey R.Holland ofreció una valiosa enseñanzasobre este tema en una conferencia general. Puesto que la mayoría denuestros diáconos actuales ni siquiera

habían nacido cuando pronunció esaspalabras aquí, las repetiré para su be-neficio y el de sus padres y maestros:“Permítanme sugerir que, siempre que sea posible, tanto los diáconos como los presbíteros que administranla Santa Cena lleven camisa blanca.Para las sagradas ordenanzas de laIglesia, con frecuencia utilizamos ropaceremonial; por tanto, una camisablanca se podría considerar un tiernorecordatorio de la ropa blanca que uti-lizaron en la pila bautismal y un prece-dente de la camisa blanca que prontose pondrán en el templo y en la mi-sión” (“Haced esto en memoria demí”, Liahona, enero de 1996, pág. 77).

Por último, la Santa Cena se prepa-ra, bendice y reparte sólo cuando hasido autorizada por alguien que poseelas llaves de esta ordenanza del sacer-docio. Esa es la razón por la que gene-ralmente no se prepara, bendice yreparte en el hogar ni en reunionesfamiliares, aun cuando haya allí sufi-cientes poseedores del sacerdocio.Los que ofician en la mesa sacramen-tal, preparan la Santa Cena o la repar-ten a la congregación deben serdesignados por alguien que posee o ejerce las llaves de esta ordenanza;me refiero al obispado, o a las presi-dencias de los quórumes de maestroso diáconos, “…mi casa es una casa deorden”, dijo el Señor (D. y C. 132:8).

¿Cómo podemos tener el Espíritudel Señor para guiarnos en nuestrasdecisiones a fin de conservarnos “sinmancha del mundo” (D. y C. 59:9) y enel camino seguro a través de la vida te-rrenal? Debemos ser merecedores delpoder purificador de la expiación deJesucristo; esto lo logramos al guardarSu mandamiento de venir a Él con uncorazón quebrantado y un espíritucontrito y al participar de los emble-mas de la Santa Cena en esa hermosareunión semanal y hacer los conveniosque nos habilitan para la preciada pro-mesa de siempre tener Su Espíritu connosotros (véase D. y C. 20:77). Es mihumilde ruego que podamos hacerlosiempre, el cual ofrezco en el nombrede Aquél cuya Expiación lo posibilitatodo, el Señor Jesucristo. Amén. ■

Una familia de Argentina disfruta del estar juntos durante una transmisión

de la conferencia.

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Estimados hermanos y herma-nas y amigos, qué día tan glo-rioso; hemos sido testigos del

anuncio de cinco templos nuevos pornuestro amado profeta. Qué día tanhermoso para todos nosotros.

Hacia el final de la Segunda GuerraMundial, a mi padre se le reclutó paraservir en el ejército alemán y lo envia-ron al frente occidental, lo que hizoque mi madre quedara sola al cuida-do de nuestra familia. Aunque teníasólo tres años, aún recuerdo esa época de temor y hambre; vivíamosen Checoslovaquia y, día tras día, laguerra se acercaba más y el peligroaumentaba.

Por fin, durante el frío invierno de 1944, mi madre decidió huir aAlemania donde vivían sus padres.Ella nos abrigó y de alguna manera

logró que abordásemos uno de los úl-timos trenes de refugiados con rum-bo hacia el oeste. Viajar en esa épocaera peligroso; por dondequiera queíbamos, el sonido de las explosiones,los rostros de ansiedad y el hambreconstante nos recordaban que estába-mos en una zona de guerra.

A lo largo del camino, el tren se de-tenía de vez en cuando para adquirirprovisiones. Una noche, durante unade esas paradas, mi madre bajó rápi-do del tren en busca de alimentos pa-ra sus cuatro hijos. Al regresar, para sugran horror, ¡el tren y sus hijos se ha-bían ido!

La preocupación la consumía y ora-ciones de desesperación colmaron sucorazón. Frenéticamente buscó en lagrande y obscura estación de trenes, ycon rapidez cruzaba entre las diferen-tes vías con la esperanza de que eltren aún no hubiese partido.

Tal vez nunca llegue a saber todo loque pasó por el corazón y la mente demi madre esa obscura noche al buscarentre una deprimente estación de tre-nes a sus hijos perdidos. No tengo du-da alguna de que estaba aterrorizada yestoy seguro de que pensó que si noencontraba ese tren posiblementenunca volvería a ver a sus hijos. Sécon certeza que su fe venció su temory su esperanza venció su desespera-ción. Ella no era el tipo de mujer quese sentaría a lamentarse de su trage-dia. Ella actuó y puso su fe y esperan-za en acción.

Por esa razón, corrió entre las vías ylos trenes hasta que finalmente encon-tró nuestro tren, el cual habían movidoa una sección alejada de la estación.Allí, por fin, encontró a sus hijos.

Con frecuencia pienso en esa no-che y por lo que mi madre debió ha-ber pasado. Si pudiese regresar alpasado y sentarme a su lado, le pre-guntaría cómo logró salir adelante ante sus temores. Le preguntaría encuanto a la fe, la esperanza y cómovenció la desesperación.

Aun cuando eso es imposible, talvez podría sentarme hoy al lado deustedes y al lado de todo aquel que sesienta desalentado, preocupado o so-lo. Hoy me gustaría hablarles del infi-nito poder de la esperanza.

La importancia de la esperanzaLa esperanza, junto con la fe y la

caridad, constituye una de las tres pa-tas de un banco; las tres estabilizannuestra vida sin importar los terrenosdesnivelados o escabrosos en los quenos encontremos en determinadomomento. Las Escrituras son claras yespecíficas sobre la importancia de laesperanza. El apóstol Pablo enseñóque las Escrituras se escribieron con el propósito de que “tengamosesperanza”1.

La esperanza tiene el poder de col-mar nuestra vida con felicidad2. Su au-sencia, cuando este deseo del corazónse demora, produce un “tormento delcorazón” 3.

La esperanza es un don delEspíritu4; tenemos la esperanza deque, por medio de la expiación deJesucristo y del poder de Su resurrec-ción, seremos levantados a vida eter-na debido a nuestra fe en el Salvador5.Esta clase de esperanza es tanto unprincipio de promesa al igual que unmandamiento6 y, como con todos losmandamientos, tenemos la responsa-bilidad de hacerla una parte activa denuestra vida y superar la tentación deperder la esperanza. La esperanza enel misericordioso plan de felicidad denuestro Padre Celestial conduce a lapaz7, a la misericordia8, al gozo9 y a laalegría10. La esperanza de salvación es

El poder infinitode la esperanzaP R E S I D E N T E D I E T E R F. U C H T D O R FSegundo Consejero de la Primera Presidencia

La esperanza en Dios, en Su bondad y en Su poder nos renueva con valor durante desafíos difíciles.

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semejante a un yelmo protector11; esel fundamento de nuestra fe12, y el an-cla de nuestra alma13.

Moroni, en su soledad, aún des-pués de ser testigo de la destruccióntotal de su pueblo, creía en la espe-ranza. En el ocaso de la nación nefita,Moroni escribió que sin esperanza noheredaremos el reino de Dios14.

¿Entonces por qué existe ladesesperación?

Las Escrituras nos indican que de-be haber “oposición en todas las co-sas”15; y así también lo es con la fe, laesperanza y la caridad. La duda, la de-sesperación y el no cuidar a nuestroprójimo nos conducen a la tentación,lo que puede ocasionar que perda-mos selectas y valiosas bendiciones.

El adversario se vale de la desespe-ración para atar el corazón y la menteen una obscuridad agobiante. La de-sesperación nos despoja de todo loque es conmovedor y alegre y dejaatrás los restos vacíos de lo que la vi-da debió haber sido. La desesperaciónmata la aspiración, acelera la enferme-dad, contamina el alma y desfallece elcorazón. La desesperación es comouna escalera que lleva, únicamente ypara siempre, hacia abajo.

Por otro lado, la esperanza es co-mo los rayos del sol que se elevan porencima del horizonte de nuestras cir-cunstancias presentes. Penetra en laobscuridad con un brillante amanecery nos alienta e inspira a poner nuestraconfianza en el cuidado amoroso denuestro eterno Padre Celestial, quienha preparado el camino para aquellosque buscan la verdad eterna en unmundo de relativismo, de confusión y temor.

Entonces, ¿qué es la esperanza?Las complejidades del idioma ofre-

cen diversas variaciones y tonos de lapalabra esperanza. Por ejemplo, unniño podría tener la esperanza de re-cibir un teléfono de juguete; un ado-lescente podría tener la esperanza derecibir una llamada telefónica de unamigo especial; y un adulto simple-mente podría tener la esperanza deque el teléfono dejara de sonar deuna vez por todas.

Hoy deseo hablarles de la esperan-za que va más allá de lo trivial y que secentra en la Esperanza de Israel16, lagran esperanza de la humanidad, a sa-ber, nuestro Redentor Jesucristo.

La esperanza no es conocimien-to17, sino, más bien, es la confianza

perdurable de que el Señor cumpliráSus promesas; es confiar en que sihoy vivimos de acuerdo con las leyesde Dios y las palabras de Sus profe-tas, recibiremos las bendiciones deseadas en el futuro18; es creer y es-perar a que nuestras oraciones seancontestadas; es una expresión deconfianza, optimismo, entusiasmo ypaciente perseverancia.

En el idioma del Evangelio, esa es-peranza es firme, inquebrantable yactiva. Los profetas antiguos hablande una “firme esperanza”19 y una “es-peranza viva”20. Es una esperanza glo-rificar a Dios mediante las buenasobras y por medio de la esperanzaviene el gozo y la felicidad21. Con laesperanza podemos “… [tener] pa-ciencia y [soportar]… todas [nues-tras] aflicciones”22.

Hay cosas por las que esperamos ycosas en las que tenemos esperanza

Las cosas por las que tenemos es-peranza son por lo general aconteci-mientos futuros. Si sólo pudiéramosver más allá del horizonte de la vidaterrenal lo que nos aguarda despuésde esta vida. ¿Es posible imaginarseun futuro más glorioso que el que ha sido preparado para nosotros pornuestro Padre Celestial? Gracias al sa-crificio de Jesucristo no debemos te-mer, porque viviremos para siempre,para nunca volver a probar de lamuerte 23. Gracias a Su Expiación infi-nita, podemos ser limpios del pecadoy ser santificados ante el tribunal deljuicio24. El Salvador es el Autor denuestra salvación25.

¿Cuál es el tipo de existencia en el que debemos tener esperanza?Aquellos que vengan a Cristo, se arre-pientan de sus pecados y vivan en fe;vivirán para siempre en paz. Piensenen el valor de este eterno obsequio.Rodeados por aquellos que amamos,conoceremos el significado de la ma-yor dicha al progresar en conocimien-to y en felicidad. No obstante lomiserable que parezca el capítulo denuestra vida hoy día, gracias a la vida yal sacrificio de Jesucristo, tendremosla esperanza y la seguridad de que el

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final del libro de nuestra vida excede-rá nuestras más grandes expectativas.“Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre,son las que Dios ha preparado paralos que le aman”26.

Las cosas en las que tenemos espe-ranza nos sustentan en nuestro diariovivir. Éstas nos sostienen durante laspruebas, las tentaciones y los pesares.Todos hemos experimentado el desa-liento y la dificultad; de hecho, hay veces que la obscuridad parece serinaguantable. En esas ocasiones, losdivinos principios del Evangelio res-taurado en los que tenemos esperanzanos sostienen y nos guían hasta que,una vez más, caminamos en la luz.

Tenemos esperanza en Jesucristo,en la bondad de Dios, en las manifes-taciones del Santo Espíritu, en el co-nocimiento de que las oraciones seescuchan y se contestan. Ya que Diosha sido fiel y ha guardado Sus prome-sas en el pasado, podemos tener la esperanza y la confianza de que Dioscumplirá las promesas que nos ha he-cho en el presente y en el futuro. Entiempos de aflicción, podremos asir-nos fuertemente a la esperanza de que“…todas las cosas obrarán juntamentepara [nuestro] bien”27 si seguimos elconsejo de los profetas de Dios. Estetipo de esperanza en Dios, Su bondady Su poder nos renueva con valor du-rante desafíos difíciles y da fortaleza a quienes se sienten amenazados porlos muros sofocantes del temor, de laduda y de la desesperación.

La esperanza nos conduce a buenasobras

Aprendemos a cultivar la esperanzade la misma manera en la que apren-demos a caminar: un paso a la vez. Alestudiar las Escrituras, al hablar connuestro Padre Celestial a diario, alcomprometernos a guardar los man-damientos de Dios, como la Palabrade Sabiduría, y pagar un diezmo ínte-gro, adquirimos esperanza28. Nuestracapacidad de “[abundar] en esperan-za por el poder del Espíritu Santo”29

aumenta al vivir el Evangelio más perfectamente.

Habrá ocasiones en las que deba-mos tomar la valiente decisión de te-ner esperanza a pesar de que todo lo que nos rodee sea contrario a estaesperanza. Al igual que el padreAbraham, que “creyó en esperanzacontra esperanza”30 o como un escri-tor lo expresó: “En la profundidad delinvierno [encontramos] en [nuestro]interior un verano invencible”31.

La fe, la esperanza y la caridad secomplementan entre sí; a medida queuna crece, la otra también lo hace. Laesperanza viene por la fe32, puestoque sin fe no hay esperanza33. De lamisma manera, la esperanza proviene

de la fe, porque la fe es “…la certezade lo que se espera…”34.

La esperanza es esencial tanto parala fe como para la caridad. Cuando ladesobediencia, la decepción y la pos-tergación socavan la fe, la esperanzaestá presente para sostener la fe.Cuando la frustración y la impacienciadesafían a la caridad, la esperanza for-talece nuestra resolución y nos insta acuidar de nuestro prójimo incluso sinesperar una recompensa. Cuanto másbrille nuestra esperanza, mayor seránuestra fe. Cuanto más fuerte seanuestra esperanza, más pura seránuestra caridad.

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Las cosas por las que tenemos es-peranza nos conducen a la fe, mien-tras que las cosas en las que tenemosesperanza nos conducen a la caridad.Las tres cualidades: fe, esperanza y ca-ridad35, trabajan juntas fundadas en laverdad y en la luz del Evangelio res-taurado de Jesucristo y nos guían paraque abundemos en buenas obras36.

La esperanza de las experienciaspersonales

Cada vez que se realiza una espe-ranza, ésta crea confianza y nos guía a una esperanza mayor. Recuerdo va-rias ocasiones de mi vida en las queaprendí por mi propia experiencia elpoder de la esperanza. Recuerdo muybien los días de mi niñez rodeados delos horrores y de la desesperación deuna guerra mundial, la falta de opor-tunidades de formación académica,los problemas de salud, de vida omuerte durante la juventud y las desa-lentadoras y desafiantes experienciaseconómicas como refugiado. El ejem-plo de nuestra madre, aún en los peo-res momentos, de seguir adelante yde convertir la fe y la esperanza en ac-ción, no sólo en preocupaciones oañoranzas, sostuvo a nuestra familia ya mí y nos dio la seguridad de que lascircunstancias presentes darían paso a bendiciones futuras.

Por medio de estas experiencias séque el Evangelio de Jesucristo y el sermiembro de La Iglesia de Jesucristode los Santos de los Últimos Días for-talecen la fe, ofrecen una esperanzaradiante y guían hacia la caridad.

La esperanza nos sustenta durantela desesperanza. La esperanza nos en-seña que hay un motivo para regoci-jarse aun cuando todo a nuestroalrededor parezca obscuro.

Junto con Jeremías, proclamo:“Bendito el varón… cuya confianza es Jehová”37.

Junto con Joel, testifico: “Jehová[es] la esperanza de su pueblo, y lafortaleza de los hijos de Israel”38.

Junto con Nefi, declaro: “[seguid]adelante con firmeza en Cristo, te-niendo un fulgor perfecto de esperan-za y amor por Dios y por todos loshombres… deleitándoos en la palabrade Cristo, y [si perseveráis] hasta elfin, he aquí, así dice el Padre: Tendréisla vida eterna”39.

Ésta es la calidad de esperanza quedebemos atesorar y cultivar; esa espe-ranza madura viene por medio denuestro Salvador Jesucristo porque“todo aquel que tiene esta esperanzaen él, se purifica a sí mismo, así comoél es puro”40.

El Señor nos ha dado un mensajealentador de esperanza: “No temáis,

rebañito”41. Dios esperará “con los bra-zos abiertos para recibiros”42 a aqué-llos que abandonen sus pecados ycontinúen con fe, esperanza y caridad.

A todos los que sufren, a todosaquellos que se sienten desalentados,preocupados y solos, les digo conamor y profunda preocupación: nun-ca cedan.

Nunca se den por vencidos.Nunca permitan que la desespe-

ranza se apodere de su espíritu.Abracen y confíen en la Esperanza

de Israel, porque el amor del Hijo deDios penetra toda obscuridad, apaci-gua todo pesar y llena de alegría cadacorazón.

De esto testifico y les dejo mi ben-dición en el nombre de Jesucristo.Amén. ■

NOTAS1. Romanos 15:4.2. Véase Salmos 146:5.3. Proverbios 13:12.4. Véase Moroni 8:26.5. Véase Moroni 7:41.6. Véase Colosenses 1:21–23.7. Véase Romanos 15:13.8. Véase Salmos 33:22.9. Véase Romanos 12:12.

10. Véase Proverbios 10:28.11. Véase 1 Tesalonicenses 5:8.12. Véase Hebreos 11:1; Moroni 7:40.13. Véase Hebreos 6:19; Éter 12:4.14. Véase Éter 12:32; véase también Romanos

8:24.15. 2 Nefi 2:11.16. Véase Jeremías 17:13.17. Romanos 8:24.18. Véase D. y C. 59:23.19. Alma 34:41.20. 1 Pedro 1:3.21. Véase Salmos 146:5.22. Alma 34:41.23. Véase Alma 11:45.24. Véase 2 Nefi 2:6–10.25. Véase Hebreos 5:9.26. 1 Corintios 2:9.27. D. y C. 90:24.28. Véase Romanos 15:14.29. Romanos 15:13.30. Romanos 4:18.31. Albert Camus, en John Bartlett, compila-

ción, Familiar Quotations, decimoséptimaedición, 2002, pág. 790.

32. Véase Éter 12:4.33. Véase Moroni 7:42.34. Hebreos 11:1.35. Véase Moroni 10:20.36. Véase Alma 7:24.37. Jeremías 17:7.38. Joel 3:16.39. 2 Nefi 31:20.40. 1 Juan 3:3.41. D. y C. 6:34.42. Véase Mormón 6:17.

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Se propone que sostengamos aThomas Spencer Monson comoprofeta, vidente y revelador de

La Iglesia de Jesucristo de los Santosde los Últimos Días; a Henry BennionEyring como Primer Consejero de la Primera Presidencia; y a DieterFriedrich Uchtdorf como SegundoConsejero de la Primera Presidencia.

Los que estén a favor, sírvanse manifestarlo.

Opuestos, si los hay, sírvanse manifestarlo.

Se propone que sostengamos aBoyd Kenneth Packer como Presidentedel Quórum de los Doce Apóstoles y a las siguientes personas como miem-bros de ese Quórum: Boyd K. Packer,

L. Tom Perry, Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks, M. Russell Ballard,Joseph B. Wirthlin, Richard G. Scott,Robert D. Hales, Jeffrey R. Holland,David A. Bednar, Quentin L. Cook y D. Todd Christofferson.

Los que estén a favor, sírvanse manifestarlo.

Contrarios, con la misma señal.Se propone que sostengamos a los

consejeros de la Primera Presidencia y a los Doce Apóstoles como profetas,videntes y reveladores.

Todos los que estén a favor, sírvan-se manifestarlo.

Contrarios, si los hay, con la mismaseñal.

Se propone que relevemos al élderEarl C. Tingey como miembro de laPresidencia de los Quórumes de losSetenta y a los élderes Earl C. Tingey

y a Sheldon F. Child como miembrosdel Primer Quórum de los Setenta y se les designe como AutoridadesGenerales eméritas.

También se propone que releve-mos a los élderes Gerald N. Lund yRobert R. Steuer como miembros del Segundo Quórum de los Setenta.Todos los que deseen unirse a noso-tros para expresar gratitud a estoshermanos por su excelente servicio,sírvanse manifestarlo.

Se propone el relevo de los élderesJorge A. Rojas y T. La Mar Sleight co-mo Setentas de Área a partir del 1º denoviembre de 2008. Aquellos que de-seen unirse a nosotros para expresargratitud hacia estos hermanos, sírvan-se manifestarlo.

Se propone que sostengamos al él-der Jay E. Jensen como miembro de laPresidencia del Quórum de los Setenta.

Todos los que estén a favor, sírvan-se manifestarlo.

Contrarios, si los hubiera.Se propone que sostengamos a las

demás Autoridades Generales, a losSetentas de Área y a las PresidenciasGenerales de las organizaciones auxi-liares tal como están constituidas actualmente.

Los que estén a favor, sírvanse manifestarlo.

Los que se opongan, por la mismaseñal.

Presidente Monson, según lo quehe observado, el voto en el Centro de Conferencias ha sido unánime.

Gracias, hermanos y hermanas,por el voto de sostenimiento, su fe,devoción y oraciones. ■

El sostenimientode los oficiales de la IglesiaP R E S I D E N T E H E N R Y B . E Y R I N GPrimer Consejero de la Primera Presidencia

SESIÓN DEL SÁBADO POR LA TARDE4 d e o c t u b r e d e 2 0 0 8

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Cuando era joven me encantabajugar deportes y tengo lindos re-cuerdos de esos días; pero no

todos son agradables. Recuerdo queun día, después de que mi equipo defútbol americano perdió un partidodifícil, llegué a casa desanimado. Allíestaba mi mamá y escuchó mi tristerelato. Ella enseñó a sus hijos a con-fiar en sí mismos y el uno en el otro, ano culpar a los demás por sus infortu-nios y a poner su mejor esfuerzo entodo lo que hicieran.

Cuando nos caíamos, esperaba quenos levantáramos y que siguiéramosadelante, así que no me sorprendiódel todo el consejo que me dio; lo herecordado toda la vida.

“Joseph”, dijo, “venga lo que ven-ga, disfrútalo”.

He reflexionado a menudo en eseconsejo.

Creo que lo que quiso decir es quetodos tenemos altibajos y ocasionesen las que parece que los pájaros nocantan ni las campanas repican. Sinembargo, a pesar del desánimo y laadversidad, las personas más felicesparecen saber cómo aprender de lostiempos difíciles y, como resultado, lle-gan a ser más fuertes, sabias y felices.

Quizás haya quienes piensen quelas Autoridades Generales raras vecesexperimentan dolor, sufrimiento o angustia; si tan sólo fuera verdad.Aunque todo hombre y mujer que es-tá en este estrado hoy ha experimen-tado una gran medida de gozo, cadauno también ha bebido profunda-mente de la copa de la desilusión, deldolor y de la pérdida. En Su sabiduría,el Señor no protege a nadie del dolorni de la tristeza.

En mi caso, el Señor ha abierto lasventanas de los cielos y ha derramadobendiciones sobre mi familia más alláde mi capacidad de expresión. Sinembargo, al igual que todos, he teni-do momentos en la vida en que pare-cía que el dolor de mi corazón fueramás de lo que pudiera soportar. Enesos momentos pienso en aquellosdías de mi juventud cuando los pesa-res más grandes eran por perder unpartido de fútbol americano.

Qué poco sabía yo de lo que meesperaba en años posteriores; pero

cada vez que pasaba por temporadasde tristeza y dolor, recordaba a menu-do las palabras de mi madre: “Vengalo que venga, disfrútalo”.

¿Cómo podemos disfrutar de losdías llenos de pesar? No podemos,por lo menos no en ese momento. Nocreo que mi madre estuviera sugirien-do que suprimiéramos el desalientoni negáramos la realidad del dolor; nocreo que sugiriera que encubriésemoslas verdades desagradables bajo unacapa de felicidad fingida; pero sí creoque la forma en que reaccionamos ante la adversidad es un factor impor-tante respecto a cuán felices y exito-sos seamos en la vida.

Si enfrentamos la adversidad sabia-mente, los momentos más difícilespueden ser los de mayor crecimiento,lo que, a su vez, puede traer momen-tos de mayor felicidad.

Con el correr de los años heaprendido algunas cosas que me hanayudado en momentos de pruebas yadversidades, y me gustaría compar-tirlas con ustedes.

Aprender a reírLo primero que podemos hacer es

aprender a reír. ¿Alguna vez han vistoa un conductor enojado que, cuandoalguien comete un error, reaccionacomo si esa persona hubiera insulta-do su honor, su familia, su perro y sus antepasados remontándose hastaAdán? ¿O han tenido un encuentrocon la puerta de un gabinete que sedejó abierta en el momento y el lugarprecisos, la cual ha sido maldecida,condenada y maltratada por la víctimacon la cabeza adolorida?

Hay un antídoto para momentoscomo esos: aprender a reír.

Recuerdo cuando subimos a nues-tros hijos a una camioneta y maneja-mos hasta Los Ángeles. Había por lomenos nueve personas en el auto, einvariablemente nos perdíamos. Enlugar de enojarnos, nos reíamos; cadavez que dábamos vuelta equivocada-mente, nos reíamos más fuerte.

Perdernos no era algo raro para no-sotros. Una vez, cuando íbamos haciael sur, a Cedar City, nos equivocamos

Venga lo quevenga, disfrútaloÉ L D E R J O S E P H B . W I R T H L I NDel Quórum de los Doce Apóstoles

La forma en que reaccionamos ante la adversidad es unfactor importante respecto a cuán felices y exitosos seamosen la vida.

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de camino y no nos dimos cuenta sinohasta dos horas después cuando vimoslos carteles que decían: “Bienvenidos aNevada”. No nos enojábamos; nos reía-mos y, como resultado, raras veces ha-bía enojo y resentimiento. Nuestra risacreaba recuerdos gratos para nosotros.

Recuerdo cuando una de nuestrashijas iba a salir en una cita concertadapor otros con alguien que no conocía.Estaba arreglada y esperando que lle-gara el joven cuando sonó el timbre.Al abrir la puerta, entró un hombreque era un poco mayor, pero ella tra-tó de ser cortés. Nos lo presentó a miesposa, a mí y a sus hermanos, se pu-so el abrigo y salieron. La observamosmientras se subía al auto, pero el autono se movió. Finalmente, mi hija sebajó y, sonrojada, entró corriendo a lacasa. El hombre que ella pensaba queiba por ella en realidad iba a recoger a otra de nuestras hijas que habíaaceptado cuidar a los niños de él y de su esposa por unas horas.

Todos nos reímos bastante de eso;en realidad, no podíamos dejar de reír.Más tarde, cuando llegó el joven que sí tenía una cita con nuestra hija, nopude salir a recibirlo porque todavíaestaba en la cocina riéndome. Ahora

me doy cuenta de que nuestra hija po-dría haberse sentido humillada y aver-gonzada, pero se rió con nosotros y,por ende, todavía hoy nos reímos de ello.

La próxima vez que se sientan ten-tados a quejarse, más bien intentenreírse; alargarán su vida y harán másagradable la vida de todos los que losrodean.

Buscar lo que es eternoLa segunda cosa que podemos ha-

cer es buscar lo que es eterno. Al pa-sar por adversidad, quizás sientan quesólo a ustedes les sucede todo, quizássacudan la cabeza y se pregunten:“¿Por qué a mí?”.

Pero, tarde o temprano, el indica-dor de la rueda del pesar señala a ca-da uno de nosotros. En un momentou otro, todos debemos sentir pesar.Nadie está exento.

Me encantan las Escrituras por-que nos dan ejemplos de hombres y mujeres grandes y nobles comoAbraham, Sara, Enoc, Moisés, José,Emma y Brigham. Cada uno de ellossufrió adversidad y pesar que puso a prueba, fortaleció y refinó su carácter.

El aprender a sobrellevar los mo-mentos de desilusión, sufrimiento ypesar es parte de nuestra capacitaciónsobre la marcha. Esas experiencias,aunque a menudo son difíciles de so-portar en el momento, son precisa-mente el tipo de experiencias queexpanden nuestra comprensión, edi-fican nuestro carácter y aumentannuestra compasión por los demás.

Debido a que Jesucristo sufrió in-tensamente, Él comprende nuestrosufrimiento, comprende nuestro do-lor. Experimentamos situaciones difí-ciles para que también tengamosmayor compasión y comprensión hacia los demás.

Recuerden las palabras sublimesdel Salvador al profeta José Smithcuando éste sufría con sus compañe-ros en la agobiante oscuridad de lacárcel de Liberty: “Hijo mío, paz a tualma; tu adversidad y tus afliccionesno serán más que por un breve mo-mento; y entonces, si lo sobrellevasbien, Dios te exaltará; triunfarás sobretodos tus enemigos”1.

Con esa perspectiva eterna, esaspalabras consolaron a José, y tambiénpueden consolarnos a nosotros. A veces, los momentos que parecen

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abrumarnos de sufrimiento son losque, a la larga, nos permitirán triunfar.

El principio de la compensación.Lo tercero que podemos hacer es

comprender el principio de la com-pensación. El Señor compensa a losfieles por toda pérdida. Lo que seaquitado de los que amen al Señor les será añadido, a la manera de Él.Aunque quizás no llegue en el mo-mento que deseemos, los fieles sa-brán que toda lágrima de hoy, con el tiempo, será compensada cien veces con lágrimas de regocijo y degratitud.

Una de las bendiciones delEvangelio es el conocimiento de quecuando la cortina de la muerte indi-que el final de la vida terrenal, la vidacontinuará del otro lado del velo, y allítendremos oportunidades nuevas. Nisiquiera la muerte puede quitarnoslas bendiciones eternas prometidaspor un amoroso Padre Celestial.

Debido a que el Padre Celestial esmisericordioso, prevalece el principiode la compensación. Lo he visto en mipropia vida. Mi nieto Joseph tiene au-tismo. Ha sido muy doloroso para sumadre y su padre aceptar las repercu-siones de esa aflicción.

Sabían que Joseph quizás nuncafuera como otros niños; entendían lo que eso significaba no sólo paraJoseph sino también para la familia.Pero, qué gozo ha sido para nosotros.Los niños autistas con frecuencia tie-nen dificultad para mostrar sus emo-ciones, pero cada vez que estoy conél, Joseph me da un fuerte abrazo.Aunque ha habido desafíos, él ha lle-nado nuestra vida de regocijo.

Sus padres lo han motivado a parti-cipar en deportes. Cuando comenzó ajugar béisbol, lo pusieron en los jardi-nes, pero creo que no entendía quedebía correr tras la pelota. Él se ideóuna forma mucho más eficiente de ju-gar. Cuando bateaban una pelota ha-cia él, Joseph la miraba pasar, luegosacaba otra pelota de su bolsillo y sela tiraba al lanzador.

Cualquier reserva que haya tenidola familia en cuanto a la crianza de

Joseph, cualquier sacrificio que hayahecho, se ha compensado diez veces.Por causa de ese espíritu escogido,sus padres han aprendido muchoacerca de los niños discapacitados;han sido testigos directos de la gene-rosidad y la compasión de familiares,vecinos y amigos. Se han regocijadojuntos con el progreso de Joseph y se han maravillado por su bondad.

Confiar en el Padre Celestial y en el Hijo

La cuarta cosa que podemos haceres confiar en nuestro Padre Celestial yen Su Hijo Jesucristo.

“Porque de tal manera amó Dios almundo, que ha dado a su Hijo unigé-nito”2. El Señor Jesucristo es nuestrocompañero, ayudante y defensor. Élquiere que seamos felices y tengamoséxito. Si hacemos nuestra parte, Él ha-rá la Suya.

Él, que descendió debajo de todaslas cosas, vendrá a nuestro auxilio,nos consolará y nos sostendrá; nosfortalecerá en nuestra debilidad y ennuestra angustia; hará que las cosasdébiles sean fuertes3.

Una de nuestras hijas, después detener un bebé, enfermó de gravedad.Oramos por ella, la bendijimos y laapoyamos lo mejor que pudimos.Esperábamos que recibiera la bendi-ción de ser sanada, pero los días sevolvieron meses y los meses años. Encierto momento le dije que quizás tu-viera que luchar con esa aflicción elresto de su vida.

Una mañana recuerdo haber saca-do una tarjetita y haberla puesto enmi máquina de escribir. Éstas son al-gunas de las palabras que le escribí:“El secreto sencillo es éste: pon tuconfianza en Dios, haz lo mejor quepuedas y luego déjale el resto a Él”.

Ella confió en Dios, pero su aflic-ción no desapareció. Sufrió muchosaños, pero a su debido tiempo, elSeñor la bendijo, y con el tiempo recuperó la salud.

Conociendo a mi hija, sé que aun-que nunca hubiera hallado alivio, ha-bría seguido confiando en el PadreCelestial y le hubiera “[dejado] el res-to a Él”.

Conclusión Aunque hace mucho tiempo que

mi madre murió y recibió su recom-pensa eterna, sus palabras siempreme acompañan. Aún recuerdo el con-sejo que me dio ese día hace muchotiempo cuando mi equipo de fútbolamericano perdió un partido: “Vengalo que venga, disfrútalo”.

Sé por qué debe existir una oposi-ción en todas las cosas. La adversidad,si se maneja correctamente, puedeser una bendición en la vida; pode-mos aprender a disfrutarla.

Al procurar tener sentido del hu-mor, buscar la perspectiva eterna,comprender el principio de la com-pensación y acercarnos a nuestroPadre Celestial, podremos soportar lasdificultades y las pruebas; podremosdecir, como dijo mi madre: “Venga loque venga, disfrútalo”. De ello testificoen el nombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. D. y C. 121:7–8.2. Juan 3:16.3. Véase Éter 12:27.

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Cuando Adán y Eva vinieron a latierra por su propia voluntad,sabían que en este mundo teles-

tial habría espinos y cardos así comotoda clase de dificultades. Sin embar-go, quizás lo más difícil de aceptar nofueron las penurias y el peligro quetendrían que soportar, sino el hechode que tendrían que estar alejados deDios, separados de Aquel con quienhabían andado y hablado, quien les había dado consejo cara a cara.Después de esa decisión voluntaria,tal como está asentado en el registrode la creación, “no lo vieron, porquese encontraban excluidos de su pre-sencia”1. De todas sus preocupacio-nes, seguramente ésa debe haber sidola más grande.

No obstante, Dios conocía los desafíos a los que se enfrentarían

y ciertamente sabía lo solos y afligidosque a veces se sentirían; por esa ra-zón, velaba constantemente por Su familia terrenal, escuchaba siempresus oraciones y envió profetas (y mástarde apóstoles) para enseñarles, paraaconsejarlos y guiarlos; pero en tiem-pos de especial necesidad, envió ángeles, mensajeros divinos para ben-decir a Sus hijos, para asegurarles quelos cielos siempre estaban cerca y queSu ayuda siempre estaba muy próxi-ma. Es más, poco después de queAdán y Eva se encontraban en el mundo solitario y lúgubre, se les apa-reció un ángel2, quien les enseñó elsignificado del sacrificio de ellos y lafunción expiatoria del Redentor pro-metido que habría de venir.

Cuando se aproximaba el momen-to de la venida del Salvador, se envióun ángel para anunciarle a María queella habría de ser la madre del Hijo de Dios3. Luego se comisionó a unahueste de ángeles para cantar la no-che en que nació el niño Jesús4. Al po-co tiempo, un ángel le anunciaría aJosé que el recién nacido estaba enpeligro y que su pequeña familia de-bía huir a Egipto para protegerse5.Cuando ya no había peligro de regre-sar, un ángel se lo comunicó a la fami-lia y los tres regresaron a la tierra desu herencia6.

Desde el principio y a través de lasdispensaciones, Dios se ha valido deángeles como emisarios de Él paratransmitir amor y preocupación por

Sus hijos. El tiempo que se me ha designado no me permite hacer ni siquiera un breve análisis de lasEscrituras ni de nuestra propia histo-ria en estos últimos días, las cuales es-tán repletas de relatos de ángeles queministran a los habitantes de la tierra,pero en verdad es doctrina profunday abunda en historia.

Por lo general, esos seres no sonvisibles, aunque a veces lo son; perovisibles o invisibles, siempre están cer-ca. Algunas veces las asignaciones quetienen son sumamente grandiosas yencierran significado para todo elmundo; a veces los mensajes son másprivados. En ocasiones, el propósitode los ángeles es advertir, pero la ma-yoría de las veces es para consolar, para proporcionar cierta forma deatención misericordiosa, de guía entiempos difíciles. Cuando en un sue-ño Lehi se encontró en un lugar tenebroso, “un desierto obscuro y lúgubre”, tal como lo describió, vio aun ángel, “un hombre vestido con unmanto blanco… que me habló”, dijoLehi, “y me mandó que lo siguiera”7.Lehi lo siguió a un lugar seguro y fi-nalmente al sendero de la salvación.

En el curso de la vida, todos pasa-mos tiempo en lugares “obscuros ylúgubres”, en desiertos, en circuns-tancias de pesar, temor o desaliento.La época actual está repleta de inquie-tud global debido a crisis económicas,problemas de energía, ataques terro-ristas y calamidades naturales, lo queredunda en preocupaciones persona-les y familiares, no sólo en cuanto adónde vivir y los alimentos disponi-bles para comer, sino también encuanto a la seguridad y al bienestarfundamentales de nuestros hijos y alas profecías de los últimos días refe-rentes a nuestro planeta. Más gravesque éstos, y a veces relacionados aellos, son los asuntos que tienen quever con el deterioro ético, moral y espiritual en poblaciones grandes ypequeñas, en casa como en el extran-jero. No obstante, testifico que aúnse envían ángeles para ayudarnos, asícomo se enviaron para ayudar a Adány a Eva, a los profetas y, en efecto, al

El ministerio de ángelesÉ L D E R J E F F R E Y R . H O L L A N DDel Quórum de los Doce Apóstoles

Dios nunca nos deja solos, nunca nos deja sin ayuda en los desafíos que enfrentamos.

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mismo Salvador del mundo. Mateo registra en su evangelio que despuésde que Satanás hubo tentado a Cristoen el desierto “vinieron ángeles y leservían”8. Aún el Hijo de Dios, siendoÉl un Dios, tuvo necesidad de consue-lo de los cielos durante su jornada en la tierra. Y así será para los justoshasta el fin del tiempo. Al igual queMormón le dijo a su hijo, Moroni,quien un día sería un ángel:

“…¿ha cesado el día de los milagros?“¿O han cesado los ángeles de apa-

recer a los hijos de los hombres? ¿O lesha retenido él el poder del EspírituSanto? ¿O lo hará, mientras dure eltiempo, o exista la tierra, o haya sobrela faz de ella un hombre a quien salvar?

“He aquí, os digo que no; por-que… es por la fe que aparecen ánge-les y ejercen su ministerio a favor delos hombres…

“Porque he aquí, se sujetan a[Cristo] para ejercer su ministerio deacuerdo con la palabra de su manda-to, manifestándose a los que tienenuna fe fuerte y una mente firme en toda forma de santidad”9.

Pido a todos los que me estén es-cuchando que no se desanimen, quetengan fe y recuerden que el Señor hadicho que Él “[pelearía nuestras] bata-llas, y las batallas de [nuestros] hijos,y [las batallas] de los hijos de [nues-tros] hijos”10. ¿Qué hemos de hacerpara merecer ese tipo de defensa?Debemos “[escudriñar] diligentemen-te, [orar] siempre [y ser] creyentes…[entonces] todas las cosas obraránjuntamente para [nuestro] bien, si[andamos] en la rectitud y [recorda-mos] el convenio que [hemos] he-cho”11. Los últimos días no son untiempo para temer y temblar; son untiempo para ser creyentes y recordarnuestros convenios.

He hablado de la ayuda celestial,de ángeles enviados a bendecirnos entiempos de necesidad; pero cuandohablamos de aquellos que son instru-mentos en la mano de Dios, se nos recuerda que no todos los ángelesprovienen del otro lado del velo; conalgunos de ellos caminamos y habla-mos… aquí, ahora y todos los días.

Algunos de ellos residen en nuestropropio vecindario; algunos de ellosnos dieron la vida y, en mi caso, unode ellos consintió en casarse conmigo.De hecho, los cielos nunca parecenestar más cerca que cuando vemos elamor de Dios manifestado en la bon-dad y la devoción de personas tanbuenas y puras, que la palabra “angéli-ca” es la única que acude a mi mente.Desde este púlpito hace unos mo-mentos, el élder James Dunn utilizóesa palabra en la primera oración paradescribir a este coro de la Primaria, ¿y por qué no? Teniendo en nuestramente y ante nuestros ojos el espíritu,los rostros y las voces de esos niños,permítanme compartir un relato demi amigo y colega de BYU, el fallecidoClyn D. Barrus; lo hago con el permi-so de su esposa Marilyn y su familia.

Al hablar de su niñez en una ex-tensa granja de Idaho, el hermanoBarrus comentó la asignación que tenía por las noches de reunir las vacas a la hora de ordeñarlas. Debidoa que las vacas pacían en un campoque lindaba con un traicionero río de Idaho, la estricta regla en la casade la familia Barrus era que en la primavera, durante la época de las

inundaciones, los niños nuncadebían ir tras ninguna de las vacasque cruzara el río; siempre debíanregresar a casa y pedir ayuda a unapersona mayor.

Un sábado, poco después de que elhermano Barrus cumpliera siete años,los padres le prometieron a la familiaque irían al cine esa noche si termina-ban las tareas a tiempo, pero cuando elpequeño Clyn llegó a la pastura, las va-cas que buscaba habían cruzado el río,a pesar del alto nivel del agua. Ya quesabía que la ida al cine estaba de pormedio, decidió ir él mismo tras las va-cas a pesar de que muchas veces se lehabía advertido que nunca lo hiciera.

A medida que el niño de siete añosarreaba su caballo hacia la fría y rápidacorriente, la cabeza del animal apenasse mantenía por encima del agua. Sisobre el caballo hubiera ido un adul-to, habría estado a salvo, pero a latierna edad del hermano Barrus, lacorriente lo cubría totalmente, salvocuando el caballo se impulsaba variasveces hacia adelante, logrando que la cabeza del niño saliera del agua eltiempo suficiente para tomar aire.

Éstas son las propias palabras delhermano Barrus:

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“Cuando el caballo por fin subió ala otra orilla, me di cuenta de que mivida había estado en grave peligro yque había hecho algo terrible: habíadesobedecido a mi padre a sabien-das. Sentí que sólo podría redimirmesi llevaba las vacas a salvo a casa; talvez así mi padre me perdonaría. Peroya había caído la tarde y no estaba se-guro dónde me encontraba. Me sen-tía desesperado; estaba mojado,tenía frío, estaba perdido y tenía miedo.

“Me bajé del viejo caballo, caí alsuelo y empecé a llorar; entre fuertessollozos, traté de orar, repitiéndoleuna y otra vez a mi Padre Celestial: ‘Lo siento; ¡perdóname! ‘Lo siento;¡perdóname!’

“Oré largo tiempo; cuando por finlevanté la vista, vi a través de las lágri-mas una figura vestida de blanco quecaminaba hacia mí. En la oscuridad,estaba seguro de que era un ángel en-viado en respuesta a mis oraciones.No me moví ni hice ningún ruido amedida que la figura se me acercaba;de tal forma me había conmocionadolo que veía. ¿De verdad enviaría elSeñor un ángel, a mí, que había sidotan desobediente?

“Entonces una voz conocida dijo:‘Hijo, te he estado buscando’. En laoscuridad reconocí la voz de mi padrey corrí hacia sus brazos extendidos.Me abrazó fuertemente y dijo con ter-nura: ‘Estaba preocupado; me alegrahaberte encontrado’.

“Traté de decirle cuánto lo sentía,pero de mis labios temblorosos sólo salieron palabras incoherentes:‘Gracias… oscuridad… miedo… río…solo’. Más tarde, me enteré que cuan-do yo no había vuelto de la pastura,papá había ido a buscarme. Cuandono me encontró ni a mí ni a las vacas,supo que había cruzado el río y queestaba en peligro. Debido a que ya ha-bía anochecido y que era crucial queme encontrara lo antes posible, sequitó la ropa, quedándose sólo vesti-do con la ropa interior termal, se ama-rró los zapatos al cuello y nadó en elpeligroso río para rescatar a un hijodescarriado”12.

Mis amados hermanos y herma-nas, testifico de ángeles, tanto de laclase celestial como de la terrenal. Alhacerlo, testifico que Dios nunca nosdeja solos, nunca nos deja sin ayudaen los desafíos que enfrentamos.“[Ni] lo hará, mientras dure el tiem-po, o exista la tierra, o haya sobre lafaz de ella un hombre [o mujer o ni-ño] a quien salvar”13. A veces, comogrupo o individualmente, quizás sin-tamos que estamos alejados de Dios,expulsados de los cielos, perdidos ysolos en lugares oscuros y lúgubres.Muchas veces esa angustia la crea-mos nosotros mismos, pero aun enese caso, el Padre de todos nosotrosnos cuida y nos ayuda. Y siempre hayángeles que van y vienen a nuestroalrededor, visibles e invisibles, cono-cidos y desconocidos, mortales e inmortales.

Ruego que todos sintamos más gra-titud y que estemos más dispuestos acreer en la promesa del Señor que seencuentra en uno de los pasajes predi-lectos del presidente Monson: “…irédelante de vuestra faz. Estaré a vues-tra diestra y a vuestra siniestra… mi

Espíritu estará en vuestro corazón, ymis ángeles alrededor de vosotros, pa-ra sosteneros”14. En el proceso de orarpara que esos ángeles nos acompa-ñen, ruego que todos nos esforcemospor ser un poco más angelicales me-diante una palabra amable, un brazofuerte, una declaración de fe y “el con-venio que [hemos] hecho el uno conel otro”15. Entonces tal vez nosotrospodamos ser emisarios enviados deDios cuando alguien, quizás un niñode la Primaria, esté llorando y diga:“oscuridad… miedo… río… solo”.Ruego que así sea, en el sagrado nom-bre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Moisés 5:4.2. Véase Moisés 5:6–8.3. Véase Lucas 1:26–38.4. Véase Lucas 2:8–14.5. Véase Mateo 2:13–15.6. Véase Mateo 2:19–23.7. 1 Nefi 8:7, 5–6.8. Mateo 4:11.9. Moroni 7:35–37, 30.

10. D. y C. 98:37; cursiva agregada.11. D. y C. 90:24.12. Véase Clyn D. Barrus, “De regreso a casa”,

Liahona, noviembre de 1995, pág. A5–A7.13. Moroni 7:36.14. D. y C. 84:88.15. D. y C. 90:24.

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Los padres a veces se sorprendende las respuestas que sus hijosdan a las preguntas de los adul-

tos. Una noche, mientras mi esposa yyo habíamos salido, la niñera de nues-tros hijos, intrigada por la oración queles oyó decir, les hizo la siguiente pre-gunta: “¿Pero, cuál es la diferencia en-tre la religión de ustedes y la mía?”. Larespuesta de nuestra hija de ocho añosfue inmediata: “Son casi lo mismo, ¡só-lo que nosotros estudiamos muchomás que ustedes!”. No deseando ofen-der a la niñera, mi hijita sólo quiso re-calcar, a su manera, la importancia quelos Santos de los Últimos Días dan a labúsqueda del conocimiento.

José Smith declaró: “Es imposibleque el hombre se salve en la igno-rancia” (D. y C. 131:6). Agregó: “El

principio del conocimiento es el prin-cipio de la salvación… y todo aquelque no logra conocimiento sufi-ciente para salvarse, será condenado”(Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: José Smith, pág. 223). Esteconocimiento se basa en el entendi-miento de la naturaleza de Dios y deJesucristo, y del Plan de Salvación queEllos han preparado para permitirnosvolver a Su presencia. “Y esta es la vi-da eterna: que te conozcan a ti, el úni-co Dios verdadero, y a Jesucristo, aquien has enviado” (Juan 17:3).

Con frecuencia, los hombres hanmalinterpretado el principio del co-nocimiento. “La gloria de Dios es lainteligencia” (D. y C. 93:36); superatodo lo que podamos entender connuestra capacidad intelectual. Laspersonas que intentan encontrar aDios a veces piensan que deben bus-carlo en conceptos intelectualmentecomplicados.

Sin embargo, nuestro PadreCelestial siempre está a nuestro alcan-ce. Él se adapta a nuestro nivel de en-tendimiento. “Si Él viene a un niño, seadaptará al idioma y a la capacidad delniño” (Véase Enseñanzas del profetaJosé Smith, pág. 189).

Dios sería muy injusto si elEvangelio estuviera sólo al alcance de un grupo intelectual selecto. EnSu misericordia, Él se ha aseguradode que todos Sus hijos comprendanlas verdades en cuanto a Él, no

importa cuál sea su nivel de educa-ción o facultad intelectual.

En realidad, el hecho de que inclu-so un niño pueda entender un princi-pio es prueba del poder de dichoprincipio. El presidente John Taylordijo: “Se requiere verdadera inteligen-cia para que un hombre tome un te-ma que es misterioso y grande en sí, ylo explique y lo simplifique de tal ma-nera que hasta un niño lo pueda en-tender” (“Discourse”, Deseret News,30 de septiembre de 1857, pág. 238).Lejos de disminuir su impacto, la pu-reza y la simplicidad de expresión per-miten que el Espíritu Santo testifiquecon mayor certeza al corazón de loshombres.

Durante Su ministerio terrenal,Jesús constantemente comparaba lasencillez y la autenticidad de Sus en-señanzas con la complicada lógica delos fariseos y de los demás doctoresde la ley. Una y otra vez intentaron po-nerlo a Él a prueba con preguntascomplejas, pero Sus respuestas siem-pre fueron claras y sencillas como lasde un niño.

Un día, los discípulos de Jesús lehicieron la siguiente pregunta:

“¿Quién es el mayor en el reino delos cielos?”. Jesús, que había llamadoa un niño, lo puso en medio de ellos y dijo:

“De cierto os digo, que si no osvolvéis y os hacéis como niños, no en-traréis en el reino de los cielos. Asíque, cualquiera que se humille comoeste niño, ése es el mayor en el reinode los cielos” (Mateo 18:1, 2–4).

En otra ocasión, Jesús dijo: “Yo tealabo, oh Padre, Señor del cielo y de latierra, porque escondiste estas cosasde los sabios y entendidos, y las hasrevelado a los niños” (Lucas 10:21).

Probablemente la Biblia ha sido ob-jeto de más interpretaciones y deba-tes filosóficos que cualquier otrolibro. No obstante, un niño que leaese libro por primera vez tendrá almenos la misma oportunidad, o más,de entender la doctrina, que la mayo-ría de esos eruditos de las Escrituras.Las enseñanzas del Salvador se adap-tan a todos. A los ocho años de edad,

Incluso un niñopuede entenderÉ L D E R G É R A L D C A U S S ÉDe los Setenta

Dios… se ha asegurado de que todos Sus hijos comprendanlas verdades en cuanto a Él, no importa cuál sea su nivelde educación o facultad intelectual.

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un niño puede tener suficiente enten-dimiento para entrar en las aguas delbautismo y hacer convenio con Dioscon pleno conocimiento.

¿Qué entendería un niño al leer lahistoria del bautismo de Jesús? Jesúsfue bautizado en el río Jordán porJuan el Bautista. El Espíritu Santo des-cendió sobre Él “en forma corporal,como paloma”. Se oyó una voz: “Túeres mi Hijo amado; en ti tengo com-placencia” (Lucas 3: 22). El niño tendría una visión clara de quienesconforman la Trinidad: tres personasdistintas en completa unidad: Dios elPadre, Su hijo Jesucristo y el EspírituSanto.

El rechazo al principio de la sen-cillez y la claridad ha sido el origen de muchas apostasías, ya sean colec-tivas o individuales. En el Libro deMormón, el profeta Jacob condenó a quienes en tiempos antiguos “des-preciaron las palabras de claridad, y

mataron a los profetas, y procuraroncosas que no podían entender. Portanto, a causa de su ceguedad, la cualvino por traspasar lo señalado, es me-nester que caigan; porque Dios les haquitado su claridad y les ha entregadoa muchas cosas que no pueden en-tender, porque así lo desearon…”(Jacob 4:14).

A veces, tal vez nos sintamos tenta-dos a pensar:

“Es demasiado fácil”, igual queNaamán, el capitán sirio, quien, movi-do por su orgullo, dudó en obedecerel consejo de Eliseo para curar su le-pra, ya que, en su opinión, era dema-siado sencillo. Sus criados le hicieronver su necedad:

“Padre mío, si el profeta te manda-ra alguna gran cosa, ¿no la harías?¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y se-rás limpio? Él entonces descendió, yse zambulló siete veces en el Jordán,conforme a la palabra del varón de

Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio” (2 Reyes 5:13–14).

Su purificación no fue solamentefísica; su carne espiritual también fuepurificada cuando aceptó esa hermo-sa lección sobre la humildad.

Los niños tienen una maravillosadisposición para aprender; ellos tie-nen plena confianza en quienes lesenseñan, tienen un espíritu puro ygran humildad; en otras palabras, las mismas cualidades que abren lapuerta al Espíritu Santo. Él es el me-dio por el cual obtenemos conoci-miento de las cosas del Espíritu.Pablo escribió a los corintios: “Asítampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el espíritu de Dios” (1 Corintios 2:11).

Y añadió: “Pero el hombre naturalno percibe las cosas que son delEspíritu de Dios, porque para él sonlocura, y no las puede entender, por-que se han de discernir espiritual-mente” (1 Corintios 2:14).

Sabemos que el hombre carnal onatural “es enemigo de Dios… a me-nos que se someta al influjo del SantoEspíritu”. Para ello, debemos volver-nos “como un niño: sumiso, manso,humilde, paciente, lleno de amor ydispuesto a someterse a cuanto elSeñor juzgue conveniente imponersobre él, tal como un niño se sometea su padre” (Mosíah 3:19).

En su corta narración filosófica “El principito”, Antoine de Saint-Exupéry describe la confusión de unniño, quien, al descubrir un campode rosas, percibe que la flor que éltiene y que ha cuidado con tantoamor no es única sino bastante co-mún. Entonces se da cuenta de quelo que hace que su rosa sea singularno es su apariencia exterior, sino eltiempo y el amor que él ha dedicadopara cuidarla. Él exclama:

“Los hombres… cultivan cinco milrosas en un jardín y no encuentran loque buscan…

“Y sin embargo, lo que buscan po-drían encontrarlo en una sola rosa oen un poco de agua…

“Pero los ojos son ciegos. Hay

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que buscar con el corazón” (1943,pág. 27).

De la misma manera, nuestro co-nocimiento de Dios no depende de la cantidad de información queacumulemos. Después de todo, elconocimiento del Evangelio que esimportante para nuestra salvación se puede resumir en unos cuantospuntos de doctrina, principios ymandamientos esenciales, que ya seencuentran en las lecciones misiona-les que recibimos antes del bautis-mo. El conocer a Dios consiste enabrir nuestro corazón para obtenerun entendimiento espiritual y un tes-timonio ferviente de la veracidad deesos cuantos puntos fundamentalesde doctrina. Conocer a Dios es tenerun testimonio de Su existencia y sen-tir en el corazón que Él nos ama.Significa aceptar a Jesucristo comonuestro Salvador y tener un deseoferviente de seguir Su ejemplo. Alservir a Dios y a nuestros semejantestestificamos de Cristo y permitimosque quienes nos rodean le conozcanmejor.

Estos principios tienen aplicaciónpráctica en la enseñanza que se im-parte en nuestros barrios y nuestrasramas. Para ustedes, maestros de laIglesia, el objetivo principal de su lec-ción es la conversión de corazones. Lacalidad de una lección no se mide porla cantidad de información nueva queproporcionen a sus alumnos; provie-ne de la habilidad que ustedes tengande invitar la presencia del Espíritu yde motivar a sus alumnos a hacercompromisos. Ellos incrementarán su conocimiento espiritual al ejercitarsu fe y poner en práctica las leccionesaprendidas.

Ruego que sepamos cómo abrirnuestro corazón al igual que un niñoy disfrutemos al escuchar y poner enpráctica la palabra de Dios en todo elpoder de su sencillez. Testifico que sihacemos esto, obtendremos el cono-cimiento de “los misterios [de Dios] y las cosas apacibles, aquello que traegozo, aquello que trae la vida eterna”(D. y C. 42:61). En el nombre deJesucristo. Amén. ■

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Jesucristo, el Alfa y la Omega, el principio y el fin

“En el principio era el Verbo, y elVerbo era con Dios, y el Verboera Dios…

“En él estaba la vida, y la vida era laluz de los hombres”1.

Él dijo: “Yo soy el Alfa y la Omega,Cristo el Señor; sí, soy él, el principioy el fin, el Redentor del mundo”2.

Él dijo: “Mas el que bebiere delagua que yo le daré, no tendrá sed ja-más; sino que el agua que yo le daréserá en él una fuente de agua que sal-te para vida eterna”3.

Él dijo: “Yo soy el pan de vida; elque a mí viene, nunca tendrá hambre;y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”4.

Él dijo: “Yo soy la luz del mundo; elque me sigue, no andará en tinieblas,sino que tendrá la luz de la vida”5.

Él dijo: “Yo soy la resurrección y lavida; el que cree en mí, aunque estémuerto vivirá.

“Y todo aquel que vive y cree enmí, no morirá eternamente”6.

Él dijo: “Yo soy el camino, y la ver-dad, y la vida; nadie viene al Padre, si-no por mí”7.

Jesucristo es el Camino. Él es la Luzy la Vida, el Pan y el Agua, el Principioy el Fin, la Resurrección y la Vida, elSalvador del mundo, la Verdad y elCamino.

Sólo hay un Camino a la felicidad y a la realización. Él es el Camino.Cualquier otro camino, cualquieraque sea, es locura.

Él nos ofrece una fuente de aguas vivas: O bebemos y nunca volvemos a tener sed, o no lo hace-mos e insensatamente permanece-mos sedientos.

Él es el Pan de Vida: O comemos yno estaremos hambrientos nuncamás, o no lo hacemos e insensata-mente permanecemos hambrientos.

Él es la Luz del mundo: O le se-guimos a Él y vemos claramente, ono lo hacemos e insensatamentepermanecemos ciegos y en la oscuridad.

Él es la Resurrección y la Vida. Él dijo: “…las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”8. Oaprendemos de Él y tenemos vida en abundancia9, o no lo hacemos e insensatamente permanecemosmuertos.

Él es el Salvador del mundo: Oaceptamos las bendiciones de Su ex-piación y nos volvemos limpios y pu-ros, o no lo hacemos e insensatamentepermanecemos solos y seguimos sien-do inmundos.

Él es el Camino.

El caminoÉ L D E R L AW R E N C E E . C O R B R I D G EDe los Setenta

Hay sólo un camino a la felicidad y a la realización.Jesucristo es el Camino.

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No hay otro Dios “Nosotros creemos en Dios el

Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo,y en el Espíritu Santo”10. El Hijo im-plementó el plan del Padre para quetuviéramos el Espíritu Santo. El cami-no del Padre es el camino del Hijo. Éldijo: “No tendrás dioses ajenos delan-te de mí”11.

Sólo Dios puede bendecirnos; só-lo Él puede sustentarnos; sólo Él pue-de hacer que nuestro corazón palpitey nos dé aliento; sólo Él puede ampa-rarnos y protegernos; sólo Él nospuede dar las fuerzas para aguantarlas cargas de la vida; sólo Él nos pue-de dar poder, conocimiento, paz ygozo; sólo Él puede perdonar nues-tros pecados; sólo Él nos puede cu-rar; sólo Él puede cambiarnos yforjarnos para llegar a tener un alma a la semejanza de Dios; sólo Él nospuede llevar de regreso a Su presen-cia, y Él hará todo eso y mucho más sitan sólo le recordamos para guardar

Sus mandamientos. Entonces, ¿quéharemos? Le recordaremos para guar-dar Sus mandamientos. Es la únicaopción sensata.

Jesús bautiza con el Espíritu SantoJuan el Bautista dijo que mientras

que él bautizaba con agua, Jesús bau-tizó “con el Espíritu Santo”12.

No hay nada en esta vida que valgamás que el don divino del EspírituSanto; es la fuente de gozo, paz, co-nocimiento, fuerza, amor y todo loque es bueno. Con la Expiación, es elpoder por medio del cual podemosser cambiados y fortalecidos en lo queseamos débiles. Con el sacerdocio, esel poder mediante el cual los matri-monios y las familias se sellan juntospor la eternidad13; es el poder por elcual el Señor se manifiesta a los quecreen en Él14. Toda cosa buena depen-de de obtener y conservar el poderdel Espíritu Santo en nuestra vida.Todo depende de eso.

Para ese fin, Jesucristo entró en eljardín llamado Getsemaní, donde ven-ció el pecado a nuestro favor; tomósobre Sí nuestros pecados; sufrió elcastigo de nuestras faltas, pagó el pre-cio de nuestro aprendizaje. No sé có-mo hizo lo que hizo; sólo sé que lohizo, y debido a que Él lo hizo, uste-des y yo podemos ser perdonados denuestros pecados para que seamos in-vestidos de Su poder. Todo dependede eso. Entonces, ¿qué haremos?“[Tomaremos] sobre [nosotros] elnombre [del] Hijo, y [le recordare-mos] siempre, y [guardaremos] susmandamientos que él [nos] ha dado,para que siempre [tengamos] Su espí-ritu [con nosotros]15. Todo dependede eso.

“Mi yugo es fácil, y ligera mi carga”Una de las más populares y atracti-

vas filosofías de los hombres es la devivir como quieras, hacer lo que quie-ras, sé tú mismo, no dejes que otros

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te digan qué hacer. Pero el Señor dijo: “Yo soy el camino”16. Él dijo:“Sígueme”17. Él dijo: “¿qué clase dehombres habéis de ser? En verdad osdigo, aun como yo soy”18.

No piensen que no pueden hacer-lo. Es posible que creamos que en realidad no podemos seguirle porque el nivel de Su vida es tan asombrosa-mente elevado que parece ser inal-canzable. Quizá pensemos que esdemasiado difícil, demasiado elevado,demasiado grande y que va más alláde nuestra capacidad, al menos porahora. Nunca crean eso. Aun cuandoel nivel del Señor sea el más elevado,nunca crean que sólo las personasmás capaces pueden alcanzarlo.

En esta situación en particular, laexperiencia de la vida nos engaña; enla vida aprendemos que los logrosmás elevados de cualquier empresahumana son siempre los más difícilesy, por lo tanto, sólo lo pueden lograrunos cuantos que son los más capa-ces. Cuanto más alta sea la meta, me-nos personas la alcanzarán.

Pero éste no es el caso en esta si-tuación porque, a diferencia de otras

experiencias en la vida, ésta no es unaempresa humana sino, más bien, laobra de Dios. Es la obra de Dios y esSu “…gloria: Llevar a cabo la inmorta-lidad y la vida eterna del hombre”19.No hay nada que se le asemeje; enninguna parte; nunca.

Ninguna institución, plan, progra-ma o sistema que el hombre hayaconcebido tiene acceso al poder re-dentor y transformador de la expia-ción de Jesucristo y al don del EspírituSanto. Por consiguiente, aunque la in-vitación del Señor de seguirle es lamás sublime de todas, también es al-go que todos pueden lograr, no por-que seamos capaces, sino porque Éllo es, y porque también nos puedehacer capaces a nosotros. “Creemosque por la Expiación de Cristo, todoel género humano puede salvarse,mediante la obediencia a las leyes yordenanzas del Evangelio”20.

El camino del Señor no es difícil; la vida es difícil, no el Evangelio. Hay“oposición en todas las cosas”21, entodo lugar, para todos. La vida es difícil para todos nosotros, pero también es sencilla. Tenemos dos

opciones solamente22: O podemosseguir al Señor y ser investidos conSu poder y tener paz, luz, fuerza, conocimiento, confianza, amor y go-zo, o seguimos otro camino, cual-quier otro, cualquiera que fuera y loseguimos solos, sin Su apoyo, sin Supoder, sin guía, en oscuridad, tribula-ción, duda, angustia y desesperación.Entonces pregunto, ¿qué camino esmás fácil?

Él dijo: “Venid a mí todos los queestáis trabajados y cargados, y yo osharé descansar.

“Llevad mi yugo sobre vosotros, yaprended de mí… y hallaréis descan-so para vuestras almas;

“ porque mi yugo es fácil, y ligerami carga”23.

La vida es difícil, pero es sencilla;sigan por el camino y nunca, nunca seden por vencidos. Nunca se den porvencidos. Sigan adelante. No se rin-dan y lo lograrán.

Hay sólo un camino a la felicidad y a la realización. Jesucristo es elCamino. Cualquier otro camino, cual-quiera que sea, es locura.

Doy testimonio de Él, sí, Jesucristo,que Él es el Hijo del Dios viviente, Éles el Pan de Vida, Él es la Verdad, Él es la Resurrección y la Vida, Él es elSalvador y la Luz del mundo. Él es elCamino, el único Camino.

Ruego que tengamos la sensatezde seguirle. En Su santo nombre, sí,Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Juan 1:1, 4.2. D. y C. 19:1.3. Juan 4:14.4. Juan 6:35.5. Juan 8:12.6. Juan 11:25– 26.7. Juan 14:6.8. Juan 6:63.9. Véase Juan 10:10.

10. Artículos de Fe 1:1.11. Éxodo 20:3.12. Juan 1:33.13. Véase D. y C. 132:7, 19.14. Véase 2 Nefi 26:13.15. D. y C. 20:77.16. Juan 14:6.17. Marcos 8:34.18. 3 Nefi 27:27.19. Moisés 1:39.20. Artículos de Fe 1:3.21. 2 Nefi 2:11.22. Véase Moroni 7:15–17.23. Mateo 11:28–30.

Hermanas de Ucrania se sienten felices al oír el consejo de los líderes de la Iglesia.

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El profeta José Smith dijo: “Laedificación de Sión es una cau-sa que ha interesado al pueblo

de Dios en todas las edades; es un te-ma que los profetas, reyes y sacerdo-tes han tratado con gozo particular.Han mirado adelante, con gloriosa ex-pectativa, hacia el día en que ahora vi-vimos; e inspirados por celestiales ygozosas expectativas, han cantado, escrito y profetizado acerca de ésta,nuestra época; pero murieron sin ver-la. Nosotros somos el pueblo favoreci-do que Dios ha elegido para llevar acabo la gloria de los últimos días”(Enseñanzas de los presidentes de laIglesia: José Smith, [Curso de estudiodel Sacerdocio de Melquisedec y de laSociedad de Socorro, 2007], pág. 195).

Sión es a la vez un lugar y un pue-blo; fue el nombre que se dio a la an-tigua ciudad de Enoc en los tiemposanteriores al Diluvio. “…Y acontecióque en sus días él edificó una ciudad

que se llamó la Ciudad de Santidad, a saber, Sión” (Moisés 7:19). AquellaSión existió unos trescientos sesenta ycinco años (véase Moisés 7:68). El re-gistro de las Escrituras dice: “Y Enoc ytodo su pueblo anduvieron con Dios,y él moró en medio de Sión; y aconte-ció que Sión no fue más, porque Diosla llevó a su propio seno, y desde en-tonces se extendió el dicho: Sión hahuido” (Moisés 7:69). Más tarde, aJerusalén y su templo se les llamó elmonte de Sión, y las Escrituras profe-tizan de una futura Nueva Jerusaléndonde Cristo reinará como “Rey deSión”, cuando “por el espacio de milaños la tierra descansará” (Moisés7:53, 64).

El Señor llamó al pueblo de Enoc,Sión, “porque eran uno en corazón y voluntad, y vivían en rectitud; y no había pobres entre ellos” (Moisés7:18). En otra parte Él dijo: “…porqueésta es Sión: los puros de corazón”(D. y C. 97:21).

La antítesis y antagonista de Siónes Babilonia. La ciudad de Babiloniaoriginalmente era Babel, la de la co-nocida Torre de Babel, y más adelantellegó a ser la capital del ImperioBabilónico. Su edificio principal era eltemplo de Bel o Baal, el ídolo al cualse referían los profetas del AntiguoTestamento como “vergüenza” dadaslas perversiones sexuales que se rela-cionaban con su adoración (véase elDiccionario Bíblico en inglés: “Asiria yBabilonia”, “Babilonia o Babel”, o laGuía para el Estudio de las Escrituras:“Baal”). Su mundanalidad, su adora-ción del mal y el cautiverio de Judá

después de la conquista en el año 587a.C., todo ello se combina para queBabilonia se considere el símbolo delas sociedades decadentes y de la es-clavitud espiritual.

Es en base a ese antecedente queel Señor dijo a los miembros de SuIglesia: “Salid de Babilonia; congregaosde entre las naciones, de los cuatrovientos, desde un extremo del cielohasta el otro” (D. y C. 133:7). Mandóque los élderes de Su Iglesia fueranenviados a todo el mundo para llevara cabo ese recogimiento, lo que diocomienzo a un empeño que continúaen pleno vigor hoy día. “Y he aquí, és-te será su pregón y la voz del Señor atodo pueblo: Id a la tierra de Sión pa-ra que se ensanchen las fronteras demi pueblo, y sean fortalecidas sus es-tacas, y Sión se extienda hasta las re-giones inmediatas” (D. y C. 133:9).

Así es como hoy el pueblo delSeñor está congregándose “de entrelas naciones” al reunirse en congre-gaciones y estacas de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los Últi-mos Días esparcidas entre las nacio-nes. Nefi previó que esos “dominios”serían pequeños pero que el poderdel Señor descendería “sobre los san-tos de la iglesia del cordero… que sehallaban dispersados sobre la superfi-cie de la tierra; y [tendrían] por armassu rectitud” (véase 1 Nefi 14:12–14).El Señor nos pide que seamos farosde rectitud para guiar a los que bus-quen la seguridad y las bendicionesde Sión:

“De cierto os digo a todos:Levantaos y brillad, para que vuestraluz sea un estandarte a las naciones;

“a fin de que el recogimiento en latierra de Sión y sus estacas sea paradefensa y para refugio contra la tem-pestad y contra la ira, cuando sea de-rramada sin mezcla sobre toda latierra” (D. y C. 115:5–6).

Bajo la dirección del profeta JoséSmith, los primeros miembros de laIglesia intentaron establecer el lugarcentral de Sión en Misuri, pero no sehicieron merecedores de edificar laciudad santa. El Señor explicó una delas razones por las que fracasaron:

A Sión venidÉ L D E R D. TO D D C H R I S TO F F E R S O NDel Quórum de los Doce Apóstoles

En nuestra familia y en nuestras estacas y distritos,procuremos establecer Sión por medio de la unidad, la piedad y la caridad.

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“…no han aprendido a ser obe-dientes en las cosas que requerí desus manos, sino que están llenos detoda clase de iniquidad, y no dan desus bienes a los pobres ni a los afligi-dos entre ellos, como corresponde alos santos;

“ ni están unidos conforme a launión que requiere la ley del reino celestial” (D. y C. 105:3–4).

“…había riñas, y contiendas, y en-vidias, y disputas, y deseos sensuales ycodiciosos entre ellos; y como resulta-do de estas cosas, profanaron sus he-redades” (D. y C. 101:6).

Sin embargo, antes de juzgar aesos primeros santos con demasiadaseveridad, debemos analizarnos a no-sotros mismos para ver si somos mu-cho mejores.

Sión es Sión debido al carácter, alos atributos y a la fidelidad de sus habitantes. Recuerden que “el Señorllamó Sión a su pueblo, porque eranuno en corazón y voluntad, y vivíanen rectitud; y no había pobres entreellos” (Moisés 7:18). Si queremos es-tablecer Sión en nuestros hogares, ra-mas, barrios y estacas, debemos estara la altura de esa norma. Será preciso:(1) que lleguemos a ser unidos en co-razón y voluntad; (2) que individual ycolectivamente lleguemos a ser unpueblo santo; y (3) que cuidemos delos pobres y los necesitados con taleficacia que eliminemos la pobreza deentre nosotros. No podemos esperarhasta que venga Sión para que suce-dan esas cosas; Sión vendrá sólocuando las hagamos.

La unidadAl considerar la unidad que se re-

quiere para que Sión florezca, debe-mos preguntarnos si hemos superadolas “riñas, y contiendas, y envidias, ydisputas” (D. y C. 101:6). ¿Estamos,individualmente y como pueblo, libres de contención y disputas y uni-dos “conforme a la unión que requie-re la ley del reino celestial”? (D. y C.105:4). El perdonarnos unos a otroses esencial para lograr esa unidad.Jesús dijo: “Yo, el Señor, perdonaré aquien sea mi voluntad perdonar, mas

a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres” (D. y C. 64:10).

Llegaremos a ser uno de corazón yvoluntad si cada uno pone al Salvadorcomo centro de nuestra vida y si se-guimos a aquellos a quienes Él ha co-misionado para dirigirnos. Podemosunirnos al presidente Thomas S.Monson en amor y preocupación eluno por el otro. En la conferencia ge-neral de abril de este año, el presiden-te Monson habló a los que se hanapartado de la Iglesia y a todos noso-tros cuando dijo: “En el refugio priva-do de nuestra propia conciencia yaceese espíritu, esa determinación dedespojarnos de la persona antigua yalcanzar la medida de nuestro verda-dero potencial. En ese espíritu, volve-mos a extender esa sincera invitación:Vuelvan. Les tendemos la mano con el amor puro de Cristo y expresamosnuestro deseo de ayudarlos y recibir-los en plena hermandad. A los que estén heridos en el espíritu o que ten-gan dificultades y temor, les decimos:Permítannos ayudarlos, animarlos ycalmar sus temores” (“El mirar hacia

atrás y seguir adelante”, Liahona, ma-yo de 2008, pág. 90).

A fines de julio de este año, los jóve-nes adultos solteros de diversos paísesde Europa se reunieron en las afuerasde Budapest, Hungría, para una confe-rencia. Entre ellos había un grupo deveinte hombres y mujeres jóvenes deMoldavia que habían pasado días tra-tando de obtener pasaportes y visas, ymás de treinta horas viajando en auto-bús para llegar allí. El programa de laconferencia incluía unos quince talle-res; cada persona tenía que elegir losdos o tres que le interesaran más. Enlugar de concentrarse exclusivamenteen su intereses personales, los jóvenesmoldavos se reunieron e hicieron pla-nes para que por lo menos uno deellos estuviera en cada una de las cla-ses y tomara abundantes notas; des-pués, compartirían lo que habíanaprendido unos con otros y más tardelo harían con los jóvenes adultos deMoldavia que no habían podido asistir.En su forma más sencilla eso ejemplifi-ca la unidad y el amor de unos por losotros que, multiplicado miles de vecesen diversas maneras, volverá “a traer aSión” (Isaías 52:8).

La santidadGran parte de la obra de establecer

Sión consiste en nuestros esfuerzosindividuales por llegar a ser “los purosde corazón” (D. y C. 97:21). “No sepuede edificar a Sión sino de acuerdocon los principios de la ley del reinocelestial”, dijo el Señor, “de otra ma-nera, no la puedo recibir” (D. y C.105:5). La ley del reino celestial es,por supuesto, la ley y los conveniosdel Evangelio, que incluyen el tenerconstantemente presente al Salvadory nuestro compromiso de obediencia,sacrificio, consagración y fidelidad.

El Salvador censuró a algunos delos primeros santos por sus “deseossensuales” (D. y C. 101:6; véase tam-bién D. y C. 88:121). Aquellas eranpersonas que vivían en un mundodonde no existían ni la televisión, ni el cine, ni internet ni los iPod. En unmundo inundado por imágenes y música sensuales, ¿nos encontramos

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libres de ese tipo de deseos y de losmales que los acompañan? En lugarde alterar los límites de la vestimentamodesta o de transigir a la inmorali-dad indirecta de la pornografía, debe-mos sentir hambre y sed de rectitud.Para venir a Sión, no es suficiente que seamos un tanto menos inicuosque los demás; no sólo debemos serbuenos, sino que debemos llegar a ser hombres y mujeres santos.Recordando la frase del élder Neal A.Maxwell, establezcamos de una vezpor todas nuestra residencia en Sión y renunciemos a nuestra casa de vera-neo en Babilonia (véase “Proponedesto en vuestros corazones”, Liahona,noviembre de 2006, págs. 102–103).

El cuidado de los pobresA través de la historia, el Señor ha

evaluado a las sociedades y a las per-sonas según la forma en que cuidaronde los pobres. Él ha dicho:

“Porque la tierra está llena, y haysuficiente y de sobra; sí, yo preparétodas las cosas, y he concedido a loshijos de los hombres que sean suspropios agentes.

“De manera que, si alguno toma dela abundancia que he creado, y no re-parte su porción a los pobres y a losnecesitados, conforme a la ley de mievangelio, en el infierno alzará losojos con los malvados, estando entormento” (D. y C. 104:17–18; véasetambién D. y C. 56:16–17).

Además, dice: “No obstante, envuestras cosas temporales seréis igua-les, y esto no de mala gana; de lo con-trario, se retendrá la abundancia de lasmanifestaciones del Espíritu” (D. y C.70:14; véase también D. y C. 49:20;78:5–7).

Nosotros controlamos cómo se dis-pone de nuestros medios y recursos,pero somos responsables ante Dios denuestra mayordomía en las cosas terre-nales. Es gratificante ver la generosidadde ustedes al contribuir a las ofrendasde ayuno y a los proyectos humanita-rios. A través de los años, el sufrimien-to de millones de personas se haaliviado y muchas otras han logradoser autosuficientes gracias a la genero-sidad de los santos. No obstante, al seguir la causa de Sión, cada uno denosotros debe considerar en oración si

está haciendo lo que debe, todo lo queel Señor espera que haga, con respec-to a los pobres y los necesitados.

Al vivir, como muchos lo hacemos,en sociedades que adoran las posesio-nes y los placeres, podemos pregun-tarnos si nos estamos manteniendodistanciados de la codicia y del deseode adquirir cada vez más de los bienesde este mundo. El materialismo no esnada más que otra manifestación de laidolatría y el orgullo que caracterizana Babilonia. Tal vez podamos apren-der a estar satisfechos con lo suficien-te para nuestras necesidades.

El apóstol Pablo advirtió a Timoteosobre las personas que “toman la piedad como fuente de ganancia” (1 Timoteo 6:5).

Él dijo: “…nada hemos traído a es-te mundo, y sin duda nada podremossacar.

“Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto”(1 Timoteo 6:7–8).

En gran parte del mundo estamosentrando en tiempos económicosinestables. Cuidemos los unos de losotros de la mejor manera posible.

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Recuerdo la historia de una familiavietnamita que huyó de Saigón en1975 y terminó viviendo en una pe-queña casa rodante en Provo, Utah.Uno de los jóvenes de la familia de re-fugiados llegó a ser el compañero deorientación familiar de un tal herma-no Johnson, que vivía cerca con su fa-milia numerosa. El muchacho relatólo siguiente:

“Un día el hermano Johnson notóque nuestra familia no tenía una mesaen la cocina; al día siguiente apareciócon una mesa de aspecto extraño peromuy práctica, que cabía perfectamentecontra la pared frente al fregadero y laencimera de la cocina. Digo que eraextraña porque dos de las patas hacíanjuego con la parte superior y las otrasdos no; y además, había varias clavijasde madera que sobresalían en uno delos costados de la gastada superficie.

“Empezamos a usarla para prepararlos alimentos y comer algunas comi-das rápidas. Aún comíamos la comidaprincipal sentados en el suelo… se-gún la costumbre vietnamita.

“Una tarde, esperando al hermanoJohnson a la entrada de su casa parahacer la orientación familiar, vi, congran sorpresa, que en la cocina habíauna mesa casi idéntica a la que le ha-bía regalado a mi familia; la única dife-rencia consistía en que en dondenuestra mesa tenía clavijas, ¡la de losJohnson tenía agujeros! Entonces medi cuenta de que, al notar nuestra ne-cesidad, aquel hombre caritativo ha-bía cortado su mesa de cocina por lamitad y había hecho nuevas patas pa-ra las dos mitades.

“Era obvio que la familia Johnsonno podía sentarse toda junta alrede-dor de aquella pequeña mesa; proba-blemente no cabían cómodamente nisiquiera cuando estaba entera…

“En el transcurso de mi vida, aquelacto de bondad ha sido un fuerte re-cordatorio de la verdadera generosi-dad” (Son Quang Le, según lo relató a Beth Ellis Le, “Dos mesas casi idénti-cas”, Liahona, julio de 2004, pág. 45).

El profeta José Smith dijo:“Nuestro objetivo principal debe ser

la edificación de Sión” (Enseñanzasde los Presidentes de la Iglesia: JoséSmith, pág. 196). En nuestra familia y en nuestras estacas y distritos, pro-curemos establecer Sión por mediode la unidad, la piedad y la caridad,preparándonos para ese gran día enque Sión, la Nueva Jerusalén, se le-vante. En las palabras de nuestrohimno:

Israel, Jesús os llamade las tierras de pesar.Babilonia va cayendoDios sus torres volcará.

A Sión venid, pues prestos;en sus centros paz gozad.

A Sión venid, pues prestos;El Señor ya volverá.(“Israel, Jesús os llama”, Himnos, Nº 6).

Testifico de Jesucristo, el Rey deSión, en el nombre de Jesucristo.Amén. ■

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Mi mensaje de la última confe-rencia general se centró en el principio del Evangelio de

pedir en oración con fe. Hoy quieroanalizar tres principios adicionalesque pueden ser de utilidad para quenuestras oraciones sean más fervien-tes, y ruego la ayuda del EspírituSanto para ustedes y para mí.

Principio Nº 1. La oración se vuelvemás ferviente cuando consultamosal Señor en todos nuestros hechos(véase Alma 37:37).

En una palabra, la oración es la co-municación con el Padre Celestial porparte de Sus hijos e hijas en la tierra.“Tan pronto como nos damos cuentade nuestro verdadero parentesco conDios (concretamente, que Dios esnuestro Padre, y que nosotros somosSus hijos), de inmediato la oración se convierte en algo natural e instinti-vo por parte nuestra” ("Oración",

Diccionario Bíblico en inglés, pág.752). Se nos manda orar siempre alPadre en el nombre del Hijo (véase 3 Nefi 18:19–20). Se nos promete quesi oramos con sinceridad por lo quesea correcto y bueno, y de acuerdocon la voluntad de Dios, seremos ben-decidos, protegidos y guiados (véase 3 Nefi 18:20; D. y C. 19:38).

La revelación es la comunicacióndel Padre Celestial con Sus hijos en latierra. Al pedir con fe, podemos reci-bir revelación tras revelación y conoci-miento sobre conocimiento, y llegar aconocer los misterios y las cosas apa-cibles que traen gozo y vida eterna(véase D. y C. 42:61). Los misteriosson aquellos asuntos que sólo se pueden conocer y comprender pormedio del poder del Espíritu Santo(véase Harold B. Lee, Ye Are the Lightof the World, 1974, pág. 211).

Las revelaciones del Padre y delHijo se transmiten por medio del ter-cer miembro de la Trinidad, o sea, elEspíritu Santo. El Espíritu Santo es eltestigo del Padre y del Hijo y el men-sajero de Ellos.

Los modelos que Dios utilizó al cre-ar la tierra nos sirven de instrucción pa-ra ayudarnos a entender qué hacerpara que la oración cobre más significa-do. En el tercer capítulo del libro deMoisés aprendemos que todas las co-sas se crearon espiritualmente antes deque existieran físicamente en la tierra.

“Y ahora bien, he aquí, te digo queéstos son los orígenes del cielo y de latierra, cuando fueron creados, el díaen que yo, Dios el Señor, hice el cieloy la tierra;

“y toda planta del campo antes queexistiese en la tierra, y toda hierba delcampo antes que creciese. Porque yo,Dios el Señor, creé espiritualmentetodas las cosas de que he hablado, an-tes que existiesen físicamente sobre lafaz de la tierra” (Moisés 3:4–5).

De estos versículos aprendemosque la creación espiritual precedió a latemporal. De igual manera, la fervienteoración por la mañana es un importan-te elemento de la creación espiritualde cada día, y precede la creación tem-poral o las labores del día. Al igual quela creación temporal estaba unida a lacreación espiritual y era una continua-ción de ella, así también las fervientesoraciones por la mañana y por la no-che están unidas mutuamente y sonuna extensión la una de la otra.

Consideren este ejemplo: Es posi-ble que haya cosas en nuestro carácter,en nuestra conducta o con respecto anuestro progreso espiritual sobre lasque necesitemos hablar con nuestroPadre Celestial en la oración de la ma-ñana. Después de expresar el debidoagradecimiento por las bendiciones re-cibidas, suplicamos entendimiento,guía y ayuda para hacer las cosas queno podemos hacer valiéndonos sólode nuestro poder. Por ejemplo, al orar,podríamos hacer lo siguiente:

• Reflexionar en las ocasiones en lasque hayamos hablado con durezao indebidamente a quienes másamamos.

• Reconocer que aunque sabemos loque debemos hacer, no siempreactuamos de acuerdo con ese conocimiento.

• Expresar remordimiento por nues-tras debilidades y por no despo-jarnos más resueltamente delhombre natural.

• Tomar la determinación de imitarmás completamente la vida delSalvador.

• Suplicar más fortaleza para actuarmejor y llegar a ser mejores.

El orar de esa manera es una parteclave de la preparación espiritual paranuestro día.

Ora siempreÉ L D E R D AV I D A . B E D N A RDel Quórum de los Doce Apóstoles

La oración se vuelve más ferviente al consultar al Señor entodos nuestros hechos, al expresar gratitud sincera y al orarpor los demás.

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En el transcurso del día, conserva-mos una oración en el corazón pararecibir ayuda y guía constantes, tal co-mo sugirió Alma: “…deja que todostus pensamientos se dirijan al Señor”(Alma 37:36).

Durante ese día particular, nota-mos que hay ocasiones en las quenormalmente tendríamos la tenden-cia de hablar con dureza, pero no lohacemos; o estaríamos predispuestosa la ira, pero no cedemos a ella.Discernimos la ayuda y la fortaleza ce-lestiales y humildemente reconoce-mos las respuestas a nuestra oración.Aun en ese momento de descubri-miento, ofrecemos una silenciosa ora-ción de gratitud.

Al final de nuestro día, volvemos aarrodillarnos y damos un informe anuestro Padre. Examinamos los acon-tecimientos del día y expresamos sincero agradecimiento por las bendi-ciones y la ayuda recibida. Nos arre-pentimos y, con la ayuda del Espíritudel Señor, buscamos maneras de ac-tuar mejor y de llegar a ser mejores.De ese modo, la oración de la nocheaumenta y es una continuación de laoración de la mañana; y la oración dela noche es también una preparaciónpara la ferviente oración de la mañana.

Las oraciones de la mañana y de lanoche —y todas las intermedias— noson acontecimientos aislados que noguardan relación entre sí, sino que es-tán unidas la una a la otra cada día y a lo largo de días, semanas, meses eincluso años. Así es como, en parte,cumplimos con la admonición de“orar siempre” (Lucas 21:36; 3 Nefi18:15, 18; D. y C. 31:12). Oracionesfervientes como esas juegan un papeldecisivo en obtener las bendicionesmás sublimes que Dios tiene para Sushijos fieles.

La oración se vuelve ferviente si re-cordamos nuestra relación con laDeidad y prestamos oído a la siguien-te admonición:

“…implora a Dios todo tu sostén;sí, sean todos tus hechos en el Señor, y dondequiera que fueres, sea en elSeñor; deja que todos tus pensamien-tos se dirijan al Señor; sí, deja que los

afectos de tu corazón se funden en el Señor para siempre.

“Consulta al Señor en todos tus hechos, y él te dirigirá para bien; sí,cuando te acuestes por la noche,acuéstate en el Señor, para que él tecuide en tu sueño; y cuando te levan-tes por la mañana, rebose tu corazónde gratitud a Dios; y si haces estas co-sas, serás enaltecido en el postrer día”(Alma 37:36–37; cursiva agregada).

Principio Nº 2. La oración se vuelvemás ferviente si expresamosgratitud sincera.

Durante el tiempo en que pres-tamos servicio en la UniversidadBrigham Young—Idaho, mi esposa y yo con frecuencia alojábamos aAutoridades Generales en nuestro hogar. Nuestra familia aprendió unaimportante lección sobre la oraciónferviente cuando una noche nos arro-dillamos a orar con un miembro delQuórum de los Doce Apóstoles.

Durante ese día, a mi esposa y a mí se nos había informado sobre lamuerte inesperada de un amigo que-rido, y nuestro deseo inmediato era

orar por la esposa y los hijos de él.Cuando le pedí a mi esposa que ofreciera la oración, el miembro delos Doce, ajeno a la tragedia, amable-mente sugirió que en la oración lahermana Bednar sólo expresara agra-decimiento por las bendiciones recibi-das y no pidiera nada. Su consejo fuesemejante al mandato que Alma dio alos miembros de la Iglesia antigua deque “oraran sin cesar y dieran graciasen todas las cosas” (Mosíah 26:39).Debido a la tragedia inesperada, el pe-dir bendiciones para nuestros amigosal principio nos pareció más urgenteque expresar agradecimiento.

Mi esposa respondió con fe a la indicación que había recibido; le agradeció al Padre Celestial las valio-sas e inolvidables experiencias conese querido amigo; expresó sinceragratitud por el Espíritu Santo comoConsolador y por los dones delEspíritu que nos permiten hacer fren-te a la adversidad y servir a los demás.Y más que nada, expresó agradeci-miento por el plan de salvación, porel sacrificio expiatorio de Jesucristo,por Su resurrección, y por las orde-nanzas y los convenios del Evangeliorestaurado, los que hacen posible quelas familias estén unidas para siempre.

Nuestra familia aprendió una granlección de esa experiencia en cuantoal poder de la gratitud en la oraciónferviente. Debido a esa oración y pormedio de ella, nuestra familia fue ben-decida con inspiración en cuanto a al-gunos asuntos que nos preocupaban e inquietaban nuestro corazón.Aprendimos que nuestra gratitud porel plan de felicidad y por la misión sal-vadora del Señor proporcionó el con-suelo necesario y fortaleció nuestraconfianza de que todo saldría bien connuestros queridos amigos. Recibimostambién perspectivas en cuanto a lascosas por las que debíamos orar y pe-dir apropiadamente con fe.

Las oraciones más fervientes y espirituales que he experimentadocontenían muchas expresiones deagradecimiento y pocas peticiones oninguna. Al tener ahora la bendiciónde orar con apóstoles y profetas,

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encuentro entre estos líderes moder-nos de la Iglesia del Salvador la mismacaracterística que describe al capitánMoroni en el Libro de Mormón: sonhombres cuyos corazones se hinchande agradecimiento a Dios por los mu-chos privilegios y bendiciones queotorga a Su pueblo (véase Alma48:12). Además, no multiplican mu-chas palabras, porque les es manifes-tado lo que deben suplicar y estánllenos de anhelo (véase 3 Nefi 19:24).Las oraciones de profetas son comolas de los niños por su sencillez y po-derosas a causa de su sinceridad.

Al esforzarnos para que nuestrasoraciones sean más fervientes, debe-mos recordar que “en nada ofende elhombre a Dios, ni contra ninguno estáencendida su ira, sino contra aquellosque no confiesan su mano en todas las cosas y no obedecen sus manda-mientos” (D. y C. 59:21). Permítanmerecomendar que de vez en cuandoofrezcamos una oración en la que sólodemos gracias y expresemos gratitud.

No pidamos nada; simplemente deje-mos que nuestra alma se regocije y se esfuerce para comunicar agradeci-miento con toda la energía de nuestrocorazón.

Principio Nº 3. La oración se vuelvemás ferviente cuando oramos porlos demás con verdadera intención y con un corazón sincero.

El suplicar al Padre Celestial lasbendiciones que deseamos en nues-tra vida es algo bueno y apropiado;sin embargo, el orar de todo corazónpor los demás, tanto por los que ama-mos como por los que nos ultrajan, estambién un elemento importante dela oración ferviente. Al igual que el ex-presar gratitud en nuestras oracionescon más frecuencia amplía el conduc-to de la revelación, así también el orarpor los demás con toda la energía denuestra alma aumenta nuestra capaci-dad para oír y prestar atención a lavoz del Señor.

Del ejemplo de Lehi en el Libro de

Mormón aprendemos una lección fundamental. Lehi respondió con fe almandato y a las amonestaciones profé-ticas en cuanto a la destrucción deJerusalén; después oró al Señor “contodo su corazón, a favor de su pueblo”(1 Nefi 1:4–5; cursiva agregada). En res-puesta a esa ferviente oración, Lehi fuebendecido con una gloriosa visión deDios y de Su Hijo, así como de la des-trucción inminente de Jerusalén (véase1 Nefi 1:6–9, 13, 18). Por consiguiente,Lehi se regocijó y todo su corazón esta-ba henchido a causa de las cosas que elSeñor le había mostrado (véase 1 Nefi1:15). Tengan a bien notar que la visiónse recibió en respuesta a una oración afavor de otras personas y no como re-sultado de una súplica de edificación yguía personal.

El Salvador es el ejemplo perfectodel orar por los demás de todo cora-zón. En la gran oración intercesora quepronunció la noche antes de Su crucifi-xión, Jesús oró por Sus apóstoles y portodos los santos.

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“Yo ruego por ellos; no ruego porel mundo, sino por los que me diste;porque tuyos son…

“Mas no ruego solamente por és-tos, sino también por los que han decreer en mí por la palabra de ellos,

“…para que el amor con que mehas amado, esté en ellos, y yo enellos” (Juan 17:9, 20, 26).

Durante el ministerio del Salvadoren el continente americano, mandó a lagente que meditara Sus enseñanzas ysuplicara entendimiento. Sanó a los en-fermos y oró por la gente, utilizandopalabras que no se podían escribir (véa-se 3 Nefi 17:1–16). El impacto de Suoración fue profundo: “…nadie puedeconceptuar el gozo que llenó nuestrasalmas cuando lo oímos rogar por nosotros al Padre” (3 Nefi 17:17).Imagínense lo que habría sido oír alSalvador del mundo orar por nosotros.

¿Sienten de igual manera nuestroscónyuges, hijos y otros familiares elpoder de nuestras oraciones dirigidasal Padre por sus necesidades y deseosespecíficos? ¿Nos oyen aquellos aquienes servimos orar por ellos con fe y sinceridad? Si aquellos a quienesamamos y servimos no han oído nisentido la influencia de nuestras ora-ciones sinceras en favor de ellos, en-tonces la hora de arrepentirnos esahora. Al emular el ejemplo delSalvador, nuestras oraciones verdade-ramente se volverán más fervientes.

Se nos manda “orar siempre” (2 Nefi 32:9; D. y C. 10:5; 90:24), “vocal-mente así como en [nuestros corazo-nes]… ante el mundo como tambiénen secreto, así en público como enprivado” (D. y C. 19:28). Testifico quela oración se vuelve más ferviente alconsultar al Señor en todos nuestroshechos, al expresar gratitud sincera yal orar por los demás con verdaderaintención y con un corazón sincero.

Testifico que el Padre Celestial vivey que Él oye y contesta toda oraciónsincera. Jesús es el Cristo, nuestroSalvador y Mediador. La revelación esreal. La plenitud del Evangelio ha sidorestaurada en la tierra en esta dispen-sación. De ello testifico en el sagradonombre del Señor Jesucristo. Amén. ■

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Mis queridos hermanos, esta-mos reunidos en todo elmundo en esta maravillosa

hermandad del santo sacerdocio deDios. Qué bendecidos somos de estarentre los pocos hombres de la tierra aquienes se les ha confiado la autori-dad para actuar en el nombre delSalvador con el fin de bendecir a losdemás mediante el uso correcto deSu sacerdocio.

Me pregunto, hermanos, ¿cuántosde nosotros reflexionamos seriamen-te acerca del valor inestimable de po-seer el Sacerdocio Aarónico y el de

Melquisedec? Cuando consideramoscuán pocos son los hombres que hanvivido en la tierra y han recibido el sa-cerdocio, y cómo Jesucristo ha inves-tido a esos hombres para actuar en Sunombre, deberíamos sentirnos suma-mente humildes y profundamenteagradecidos por el sacerdocio que poseemos.

El sacerdocio es la autoridad paraactuar en el nombre de Dios. Esa auto-ridad es esencial para llevar a cabo Suobra sobre la tierra. El sacerdocio queposeemos es una porción de la autori-dad eterna de Dios que se nos ha dele-gado; si somos leales y fieles, nuestraordenación al sacerdocio será eterna.

Sin embargo, el conferir la autori-dad no otorga por sí solo el poder del oficio. Nuestra dignidad personal,nuestra fe en el Señor Jesucristo y laobediencia a Sus mandamientos de-terminarán el grado en el cual poda-mos ejercer el poder del sacerdocio.Al tener el respaldo de una base segu-ra de conocimiento del Evangelio,nuestra capacidad para utilizar el sa-cerdocio dignamente aumentaráenormemente.

Nuestro Salvador Jesucristo es elmodelo perfecto del uso del santo sacerdocio. Él ministró con amor,

Honra elsacerdocio yutilízalo bienÉ L D E R R I C H A R D G. S C O T TDel Quórum de los Doce Apóstoles

Nuestro Salvador Jesucristo es el modelo perfecto del uso delsanto sacerdocio. Él ministró con amor, compasión y caridad.

SESIÓN DEL SACERDOCIO4 d e o c t u b r e d e 2 0 0 8

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compasión y caridad. Su vida fue unejemplo sin igual de humildad y po-der. Las bendiciones más grandes quese reciben al utilizar el sacerdocioprovienen del servicio humilde que sepresta a los demás, sin pensar en unomismo. Si seguimos Su ejemplo comoposeedores fieles y obedientes del sa-cerdocio, tenemos a nuestra disposi-ción un gran poder. Cuando seanecesario, podemos ejercer el poderde sanar, de bendecir, de consolar yde dar consejo, al seguir fielmente lasuave inspiración del Espíritu.

Te voy a pedir que por algunos minutos pienses que tú y yo estamossolos en un lugar tranquilo, cuyo am-biente permite recibir la dirección delEspíritu Santo. Algunos de ustedestienen entrevistas personales de dig-nidad en forma periódica mientrasque otros tienen llamamientos en los cuales eso no ocurre casi nunca.Imagina que durante los próximos minutos tú y yo vamos a tener una entrevista del sacerdocio privada.

Mientras compartimos estos minu-tos juntos, te pido que reflexiones so-bre tu dignidad personal para utilizarla autoridad sagrada que posees.También te pediré que consideres concuánta frecuencia utilizas tu sacerdo-cio para bendecir a los demás. Mi in-tención no es criticar sino ayudar aaumentar los beneficios que se reci-ben al utilizar el sacerdocio.

¿Son propicios tus pensamientosprivados y personales para recibir laguía del Espíritu Santo o sería benefi-cioso realizar una buena limpieza?¿Nutres tu mente con materiales ins-piradores o has sucumbido a la tenta-ción de la pornografía impresa o deinternet? ¿Evitas sinceramente el usode estimulantes y de substancias queno están de acuerdo con el propósitode la Palabra de Sabiduría o has hechoalgunas excepciones justificándolasen base a tu razonamiento? ¿Eres cui-dadoso para controlar lo que entra atu mente por tus ojos y tus oídos conel fin de asegurarte de que sea sano yeleve tu espíritu?

Si te has divorciado, ¿provees para las necesidades económicas

reales de los niños de quienes eres elpadre y no sólo el mínimo que re-quiere la ley?

Si estás casado, ¿eres fiel a tu espo-sa tanto mental como físicamente?¿Eres leal a tus convenios matrimonia-les al no entablar conversación conotra mujer que no querrías que tu esposa oyera? ¿Eres bondadoso con tu esposa y tus hijos, y los apoyas?¿Ayudas a tu esposa haciendo algunastareas de la casa? ¿Te encargas de lasactividades familiares, tales como elestudio de las Escrituras, la oración fa-miliar y la noche de hogar, o dejasque tu esposa llene el vacío que tu fal-ta de atención produce en el hogar?¿Le dices que la amas?

Si te sientes incómodo con cual-quiera de las respuestas que has dadomentalmente a esas preguntas, te pido

que tomes las medidas para cambiarahora mismo. Si existen problemas de dignidad, de todo corazón te instoa hablar ya con tu obispo o con unmiembro de la presidencia de tu esta-ca. Necesitas ayuda; esos problemasque te inquietan no se van a solucio-nar por sí solos. Sin la atención debi-da, lo más probable es que empeoren.Tal vez sea difícil para ti hablar con tulíder del sacerdocio, pero te aliento aque lo hagas ahora, para tu propiobien y para el bien de los que te aman.

Hermanos, ahora voy a hablarlesde cómo se debe utilizar el sacerdociopara bendecir la vida de los demás,especialmente de las hijas del PadreCelestial.

La proclamación sobre la familia di-ce que el esposo y la esposa deben seriguales. Estoy seguro de que a toda

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esposa en la Iglesia le gustaría teneresa oportunidad y que la apoyaría.Que ocurra o no, depende del espo-so. Muchos esposos practican la igual-dad con su esposa para el beneficiode ambos y la bendición de sus hijos.Sin embargo, muchos no lo hacen.Insto a todo hombre que sea renuen-te a establecer una relación de igual-dad con su esposa a que obedezca elconsejo inspirado del Señor y que lohaga. La igualdad en el matrimoniotrae mayores beneficios cuando tantoel esposo como la esposa procuransaber la voluntad del Señor al tomardecisiones que les conciernen a ellosy a su familia.

Estén atentos a la inspiración delEspíritu al utilizar el privilegio supre-mo de actuar en el nombre del Señormediante el sacerdocio que poseen.Estén más atentos de cómo puedenutilizar mejor el poder del sacerdocioen la vida de quienes aman y a quie-nes prestan servicio. En particular,pienso en personas tales como unaviuda necesitada que podría benefi-ciarse con la ayuda de un poseedordel sacerdocio comprensivo y compa-sivo. Muchas de esas personas nuncasolicitarán ayuda. Tengan presente lavariedad de problemas que podríanayudar a solucionar en el hogar deellas, tal como aliviar las tensiones pormedio de una bendición del sacerdo-cio, o la necesidad de realizar peque-ñas reparaciones en el hogar.

En calidad de obispos, sean sensi-bles y atentos con las hermanas queprestan servicio en el consejo del barrio. Ellas pueden determinar lasnecesidades de aquellas hermanas desu barrio que no tienen la bendicióndel sacerdocio en su hogar. Por medio de visitas a las casas, la Sociedad deSocorro puede determinar las necesi-dades y recomendarles soluciones.Para asuntos más allá del ámbito de la Sociedad de Socorro, pueden pedirel apoyo del quórum de élderes o delgrupo de sumo sacerdotes para pro-porcionar ayuda de acuerdo con lasnecesidades.

Cómo obispos, cuando brindan con-sejo a una pareja que tiene problemas

matrimoniales, ¿dan el mismo crédito alo que dice la mujer y a lo que dice elmarido? Al viajar por el mundo me hedado cuenta que no se hace justiciacon algunas mujeres cuando el líderdel sacerdocio se deja persuadir máspor un hijo que por una hija del PadreCelestial. Sencillamente, esa desigual-dad no debe existir.

El propósito de la autoridad del sa-cerdocio es dar, prestar servicio, elevare inspirar, no ejercer injusto control ofuerza. En algunas culturas, por tradi-ción, el hombre tiene una función dedominio y autoridad para controlar yreglamentar todos los asuntos familia-res. Esa no es la manera del Señor. Enalgunos lugares el hombre es casi due-ño de su esposa, como si se tratara deuna posesión más. Ese es un conceptocruel y erróneo del matrimonio infruc-tuoso e instigado por Lucifer, y que todo poseedor del sacerdocio debe re-chazar. Se basa en la idea falsa de queel hombre es en cierta forma superiora la mujer. Nada está más lejos de laverdad. Las Escrituras confirman que elPadre Celestial dejó a la mujer, Su másgrandiosa, espléndida y suprema crea-ción, para el final. Sólo después que to-do lo demás estuvo terminado, se creóa la mujer. Sólo entonces se pronuncióque la obra se había terminado y queera buena.

Acerca de nuestras esposas, ma-dres, abuelas, hermanas y de otrasmujeres importantes de nuestra vida,el presidente Hinckley dijo: “De todaslas creaciones del Todopoderoso, nohay ninguna que sea más inspiradoraque una bella hija de Dios que viveuna vida virtuosa con el entendimien-to de por qué debe hacerlo, que hon-ra y respeta su cuerpo como algosagrado y divino, que cultiva su mentey que constantemente ensancha el ho-rizonte de su inteligencia, que nutresu espíritu con verdad sempiterna”1.

Por diseño divino, la mujer es fun-damentalmente diferente del hombreen muchas formas2. Ella es compasivay se interesa por quienes la rodean;sin embargo, esa naturaleza compasi-va puede llegar a ser abrumadora paraaquellas mujeres que encuentran máspara hacer de lo que ellas son capacesde realizar, aun con la ayuda delMaestro. Algunas se desalientan por-que sienten que no hacen todo lo quedeberían. Creo que ése es el senti-miento que experimentan muchasmujeres dignas, eficientes y devotasde la Iglesia.

Por lo tanto, como esposo o hijo,expresa gratitud por lo que tu esposay madre hacen por ti. Expresa tu amory tu gratitud a menudo; eso hará quela vida de muchas hijas del PadreCelestial, que rara vez escuchan uncomentario de elogio y a quienes nose les agradece la infinidad de cosasque hacen, sea más plena y agradable.Como esposo, cuando sientas que tuesposa necesita aliento, abrázala y dilecuánto la amas. Que cada uno de no-sotros sea siempre cariñoso y agrade-cido con las mujeres especiales queenriquecen nuestra vida.

Muchas veces, el valor real de algono se reconoce sino hasta que se nosquita. Para ilustrarlo, consideren elhombre que había perdido el uso delsacerdocio por causa de haber trans-gredido. Más tarde se le restituyó co-mo parte de la restauración de lasordenanzas a la que se hizo merece-dor por medio del arrepentimiento total. Después de restaurarle las bendi-ciones, miré a la esposa y le pregunté:

En Ucrania, un padre habla del

Evangelio con sus hijos.

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“¿Le gustaría recibir una bendición?”.Ella respondió con entusiasmo.Entonces miré al esposo que ahora po-día utilizar su sacerdocio y le dije: “¿Tegustaría darle una bendición a tu espo-sa?”. No hay palabras para expresar laprofunda emoción de esa experienciay los lazos de amor, confianza y grati-tud que creó. No debería ser necesarioque perdieran el derecho al sacerdociopara apreciarlo plenamente.

Conozco la felicidad y el gozo inmensos que he recibido al amar,apreciar y respetar a mi querida espo-sa con todo mi corazón y mi alma.Ruego que el uso del sacerdocio y eltratamiento que le des a la mujer másimportante de tu vida te brinden lamisma satisfacción.

En calidad de uno de los quinceapóstoles del Señor Jesucristo sobre la tierra, expreso mis sentimientos encuanto al sacerdocio captados a la per-fección en esta declaración del presi-dente Howard W. Hunter: “Comotestigos especiales de nuestroSalvador, se nos ha dado la maravillosaasignación de administrar los asuntosde Su Iglesia y Reino, y de ministrar aSus hijas e hijos en cualquier parte enque éstos se encuentren sobre la fazde la tierra. A causa de que se nos hallamado a testificar, gobernar y minis-trar, se nos requiere que, a pesar de la edad, las enfermedades y el agota-miento físico, y de cualquier senti-miento de insuficiencia que podamosexperimentar, hagamos la obra que senos ha encomendado hasta el últimoaliento de vida que nos quede” 3.

Dios nos hará responsables por laforma en que tratemos a Sus preciadashijas. Por lo tanto, tratémoslas comoÉl desearía que se las tratara. Ruegoque el Señor nos guíe para tener másinspiración, ser más sensibles y efica-ces en el uso del sacerdocio que po-seemos, en especial con Sus hijas. Enel nombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Gordon B. Hinckley, “Comprendamos

nuestra naturaleza divina” Liahona, febrerode 2002, pág. 24.

2. Véase Moisés 4:17–19; Moisés 5:10–11.3. Véase Howard W. Hunter, “A las mujeres de la

Iglesia”, Liahona, enero de 1993, pág. 107.

Esta tarde hablaré de la expiaciónde Jesucristo y de su relacióncon la preparación, la bendición

y repartición de la Santa Cena por losposeedores del Sacerdocio Aarónico,lo cual el élder Oaks enseñó con tantopoder y belleza esta mañana. Utilizaréuna frase corta de las Escrituras queme ayuda a visualizar la misericordiadel Salvador. La frase es: “brazos de seguridad” (véase Alma 34:16).

Seguro entre Sus brazosLos miembros de una familia esta-

ban tomando fotos desde un miradoren el lado norte del Gran Cañón; oye-ron gritos y corrieron hacia donde estaba una niña de dos años que sehabía caído desde el barandal hacia

una saliente unos once metros másabajo. La pequeña trató de trepar ha-cia arriba, pero al moverse se resbalómás hasta encontrarse a un metro ymedio del borde de un precipicio deunos sesenta metros.

Un joven de diecinueve años llama-do Ian vio en donde se hallaba la niñay supo cómo encarar la situación utili-zando las técnicas de emergencia quehabía aprendido. Él dijo: “‘De inme-diato todo me pareció claro y senci-llamente supe qué hacer. Puse micámara en el suelo y fui a una partedel camino que no era tan escarpada,salté el barandal, me arrastré por unasrocas entre la maleza y la encontré’.Sosteniéndola entre sus brazos poruna hora, Ian esperó hasta que unequipo de emergencia pudo bajar con cuerdas” para rescatarlos (“SaveHer!”, New Era, septiembre de 2007,pág. 6). La frase “sosteniéndola entresus brazos” me llamó la atención por-que en las Escrituras se habla de bra-zos de amor, brazos de misericordia y brazos de seguridad (véase 2 Nefi1:15; Mosíah 16:12; Alma 5:33; D. y C.6:20; 29:1).

La frase de las Escrituras “[ceñido]con brazos de seguridad” provienedel mensaje que Amulek dio a los zo-ramitas con respecto a la Expiación infinita y eterna. Él enseñó que el sa-crificio del Hijo de Dios hizo posibleque el hombre tuviera fe en Cristo

Brazos deseguridadÉ L D E R J AY E . J E N S E NDe la Presidencia de los Setenta

Al asistir a la reunión sacramental plenamentearrepentidos y con humildad, y al participar de la SantaCena dignamente, sentiremos esos brazos [de seguridad]una y otra vez.

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para conducirnos al arrepentimiento,“y así la misericordia satisface las exi-gencias de la justicia, y ciñe a los hom-bres con brazos de seguridad” (Alma34:9–16; véase también vers. 9–15).

Enseñar lo intangible con lotangible

Para comprender mejor los “brazosde seguridad”, es importante recordarque el Salvador utilizó cosas tangiblescomo monedas, semillas, ovejas, pa-nes, pescados y partes del cuerpo pa-ra enseñar principios del Evangelio.

Los brazos son tangibles y los utili-zamos para manifestar afecto y amor.Cuando llego a casa de la oficina, meenvuelven los brazos tangibles de miesposa. He sentido brazos de amor yseguridad a lo largo de mi servicio enLatinoamérica mediante el acostum-brado saludo de un abrazo.

Al meditar en la forma de enseñareficazmente la Expiación a los demás,la frase “brazos de seguridad” me haresultado útil. Cuando nos bautizamosy recibimos el Espíritu Santo mediantela imposición de manos, recibimos dosordenanzas que nos ofrecen los brazosde seguridad. Al asistir a la reunión sa-cramental plenamente arrepentidos y con humildad, y al participar de laSanta Cena dignamente, sentiremosesos brazos una y otra vez.

Aplicar la reunión sacramental a nuestros días

El encabezamiento de la sección110 de Doctrina y Convenios nos dael contexto de uno de los versículosmás relevantes en cuanto a disfrutarde los brazos de seguridad. Cierto díade reposo durante la dedicación delTemplo de Kirtland, el profeta JoséSmith explicó que él y otros poseedo-res del sacerdocio habían repartido laSanta Cena a la Iglesia.

Después de esa sagrada ordenan-za, José Smith y Oliver Cowdery se re-tiraron a orar en privado. Después dela oración, el Salvador se les aparecióy dijo: “He aquí, vuestros pecados osson perdonados; os halláis limpios de-lante de mí; por tanto, alzad la cabezay regocijaos” (D. y C.110:5).

La secuencia de eventos en elTemplo de Kirtland en 1836 se asemejaa nuestros días y se aplica a nosotros.Domingo tras domingo, ustedes, losjóvenes poseedores del sacerdocio,bendicen la Santa Cena y la reparten a los santos que van a la reunión sacramental con espíritu de oración,hambrientos de ser sanados espiritual-mente, con esperanza, rogando escu-char en su mente y corazón estaspalabras: “He aquí, vuestros pecadosos son perdonados; os halláis limpiosdelante de mí; por tanto, alzad la cabe-za y regocijaos” (D. y C.110:5).

El élder Dallin H. Oaks ha testifica-do que hay una purificación o cura es-piritual asociada con la Santa Cena:“El sacramento de la Santa Cena delSeñor es una renovación de los con-venios y de las bendiciones del bautis-mo. Se nos manda arrepentirnos denuestros pecados y venir al Señor conun corazón quebrantado y un espíritucontrito, y participar de la Santa Cena.Al participar del pan, testificamos que

estamos dispuestos a tomar sobre no-sotros el nombre de Jesucristo, y a recordarle siempre, y a guardar Susmandamientos. Cuando cumplimoscon este convenio, el Señor renuevael efecto purificador de nuestro bau-tismo. Se nos purifica y siempre pode-mos tener Su Espíritu con nosotros”(“Testigos especiales de Cristo”,Liahona, abril de 2001, pág. 14).

Participación de los poseedores del Sacerdocio Aarónico

A fin de ayudar a los miembros arecibir más plenamente esa purifica-ción o los brazos de seguridad, losque poseen las llaves para autorizar yquienes bendicen y reparten la SantaCena deberán cerciorarse de que secumplan las pautas generales de losmanuales de la Iglesia respecto a lapreparación, bendición y reparticiónde la Santa Cena. Todo poseedor delsacerdocio debe recordar que repre-senta al Señor y debe ser reverente ydigno. En general, nuestros jóvenes

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son ejemplares; no obstante, al ben-decir y repartir la Santa Cena, a vecesnotamos que existe una tendenciaalarmante hacia la informalidad y eldescuido excesivos en la vestimenta y la apariencia personal.

Jóvenes, antes de ir a la Iglesia, porfavor, ¿se detendrán frente al espejouna vez más para preguntarse a símismos si todos los aspectos de suapariencia personal están en orden?Aún mejor, pídanle a un ser querido,como un padre o una madre, que losmire una vez más y si hay algo fuerade lugar, no se molesten por el conse-jo que les den.

Los verdaderos siervos deJesucristo están bien vestidos y arre-glados, siempre reflejan las normas deÉl y no la tendencia mundana de la in-formalidad. Cuidar de cada detalle me-ticulosamente asegura que el Espíritudel Señor esté presente. La vestimentao la apariencia personal de los quebendicen y reparten la Santa Cena nodebe constituir una distracción paralos que busquen de corazón las bendi-ciones de la Expiación infinita.

Uno de los mensajes del presiden-te Monson a nosotros, los poseedoresdel sacerdocio, es que el poseer el sa-cerdocio es un privilegio: “es el man-dato de servir, el privilegio de elevar yla oportunidad de bendecir la vida delos demás” (“Nuestra sagrada respon-sabilidad del sacerdocio”, Liahona,mayo de 2006, pág. 57). Testifico queeso se aplica a la bendición y reparti-ción de la Santa Cena.

Sentir los brazos de seguridadCuando servía como obispo,

fui testigo de las bendiciones de laExpiación en la vida de los miembrosde la Iglesia que cometían transgre-siones graves. En calidad de juez deIsrael, escuchaba sus confesiones y,cuando lo ameritaba, les imponía res-tricciones, tal como el no participarde la Santa Cena por un tiempo.

Un joven adulto soltero de nuestrobarrio estaba saliendo con una joven.Él y su novia permitieron que sus ex-presiones de afecto fueran más allá delo debido. Él acudió a mí en busca de

consejo y ayuda. De acuerdo con loque me confesó y las impresiones delEspíritu que recibí, entre otras cosas,no se le permitió participar de la SantaCena por un tiempo. Nos reunimoscon frecuencia para constatar que sehabía arrepentido y, después de untiempo adecuado, le autoricé a queparticipara de la Santa Cena de nuevo.

Al encontrarme sentado en el estrado durante esa reunión sacra-mental, lo observé participar en esemomento de la Santa Cena dignamen-te. Fui testigo de los brazos de miseri-cordia, de amor y de seguridad que lorodeaban mientras el efecto sanadorde la Expiación reconfortó su alma yquitó su carga, brindándole el per-dón, la paz y la felicidad prometidos.

La Expiación: un poder en constantevigencia

He experimentado y tengo un testi-monio de una verdad que enseñó elpresidente Packer: “Por alguna razónpensamos que la expiación de Cristose aplica solamente al final de la vida

mortal para redimirnos de la Caída, dela muerte espiritual, pero es muchomás que eso. Se trata de un poder enconstante vigencia al que podemos recurrir a diario. Cuando estamossiendo atormentados, atribulados otorturados por la culpa o agobiadospor las tribulaciones, Él puede sanar-nos. Aunque no entendamos cabal-mente cómo fue realizada la expiaciónde Cristo, podemos, sí, experimentar‘la paz de Dios, que sobrepasa todoentendimiento’” (“El toque de la ma-no del Maestro”, Liahona, julio de2001, pág. 26).

Amo a mi Padre Celestial y a SuHijo Jesucristo. Deposito mi fe, miamor, mi lealtad y mi devoción enellos. Testifico que Dios es nuestroPadre Celestial y que somos Sus hijos.Testifico que la Expiación es real y tie-ne poder en nuestra vida. Testificoque el Evangelio restaurado es verda-dero. Estas verdades se encuentranen las Santas Escrituras, especialmen-te en el Libro de Mormón. En el nom-bre de Jesucristo. Amén. ■

Padres en Argentina mantienen a sus hijos cerca de ellos entre las sesiones

de la conferencia.

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Esta noche me dirijo a mis hermanos del SacerdocioAarónico. Deseo ayudarles

a apreciar más profundamente quié-nes son, cuál es su propósito en la vida y cómo pueden lograr ese propósito.

Han llegado al mundo en una épo-ca muy importante. Estamos entrandoen las etapas culminantes de una granguerra que comenzó antes de la fun-dación del mundo y que se ha libradocon terribles consecuencias en eltranscurso de la historia del mundo.Hablo de la guerra entre los seguido-res de Cristo y todos los que lo niegancomo su Dios1.

Concerniente a esta guerra, Juan el Revelador escribió:

“Después hubo una gran batalla enel cielo: Miguel y sus ángeles lucha-ban contra el dragón; y luchaban eldragón y sus ángeles;

“pero no prevalecieron ni se hallóya lugar para ellos en el cielo.

“Y fue lanzado fuera el gran dra-gón, la serpiente antigua, que se llamadiablo y Satanás, el cual engaña almundo entero; fue arrojado a la tie-rra, y sus ángeles fueron arrojadoscon él”2.

Fue Satanás quien instigó esa gue-rra preterrenal al rebelarse contra elplan de salvación del Padre para Sushijos y al rechazar al Cristo, quien fue designado para efectuar el plan.Trágicamente, una tercera parte de loshijos del Padre siguieron a Satanás3,pero dos terceras partes no lo hicie-ron. Ustedes, mis jóvenes amigos, estaban entre estos últimos y han venido con ellos a la tierra a seguir el plan de felicidad del Padre.

Lamentablemente, la guerra deSatanás no terminó con su expulsióndel cielo. Como dijo Juan, Satanás ysus seguidores fueron “[arrojados] a la tierra”4 y han venido con “gran ira”5.La evidencia de su ira se ve en la san-gre y el terror que han afligido al hom-bre desde el comienzo de los tiempos.

Tan profundas y extensas han sidolas heridas infligidas a los hombresque Dios mismo se conmovió hastalas lágrimas al ver la condición delhombre6.

Ahora nos hallamos en los últimosdías de la historia temporal de la tie-rra. En un día futuro, el Hijo del Padreregresará a la tierra que lo rechazó yla volverá a reclamar como suya7. Esedía, someterá a Satanás y a sus legio-nes y marcará el comienzo de milaños de paz y rectitud8. Anticipandoese día, Dios ha restaurado Su reinosobre la tierra una última vez; ese rei-no es La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días9.

Aunque el reino de Dios se estable-ció sobre la tierra en el pasado, laspersonas a quienes se les había enco-mendado no fueron capaces de con-servarlo; sin embargo, esta vez esdiferente: la promesa profética es queesta vez el reino de Dios no se perde-rá sino que vencerá al mundo10.

A fin de asegurar su éxito, la restau-ración final del reino de Dios se hainiciado con poder espiritual sin pre-cedentes11, y la sostiene ese mismopoder espiritual y algo más. Algunosde los hijos e hijas más valientes y no-bles del Padre han sido reservados para nacer en estos últimos días y tra-bajar para nuestro Padre y Su Hijo. Suvalentía y nobleza quedaron demos-tradas en la contienda preterrenal conSatanás. Allí, “habiéndoles concedi-do… escoger el bien o el mal”, “[es-cogieron] el bien” y demostraron“una fe sumamente grande” y “buenasobras”12. Ésas son las característicasnecesarias ahora para sostener la obrade Dios en la tierra y salvar las almasde los hombres de la ira intensificadadel adversario.

Ahora, mis jóvenes amigos delSacerdocio Aarónico, ¡ustedes sonesos hijos valientes y nobles del Padre!¡Son “la fuerza de [la] casa [del Señor],[sus] guerreros”!13. ¡Ustedes son losque escogieron el bien sobre el mal ydemostraron “una fe sumamente gran-de” y “buenas obras!”. Y por causa desu historia personal, se les confió venira la tierra en estos últimos días para

Cómo ganar la guerra contra el malÉ L D E R J A M E S J . H A M U L ADe los Setenta

Se les confió venir a la tierra en estos últimos días paravolver a hacer lo que hicieron antes: una vez más escoger el bien sobre el mal.

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volver a hacer lo que hicieron antes:una vez más escoger el bien sobre elmal, ejercer una fe sumamente grandey realizar buenas obras, ¡y hacerlo enbeneficio del reino de Dios sobre latierra y de sus semejantes!

Con el reino de Dios restaurado so-bre la tierra y la llegada de ustedes almundo, Satanás sabe que “tiene pocotiempo”14. Por tanto, Satanás está reu-niendo todo recurso a su disposiciónpara inducirlos a transgredir. Sabe quesi logra hacerlos caer en transgresión,tal vez impida que sirvan en una mi-sión de tiempo completo, que se casen en el templo y que sus hijos futuros permanezcan en la fe, lo cualno sólo los debilita a ustedes, sino a la Iglesia. Sabe que nada derrocará elreino de Dios “sino la transgresión de[su] pueblo”15. No les quepa la menorduda que el objetivo de su guerra aho-ra son ustedes, los que desean “[guar-dar] los mandamientos de Dios, ytienen el testimonio de Jesucristo”16.

Mis jóvenes amigos, deben consi-derar que estos días y los que estánpor delante son “peligrosos”17. Al res-pecto, el presidente Boyd K. Packerha mencionado:

“No conozco nada de la historia de

la Iglesia o de la historia del mundoque se compare con nuestra circuns-tancia presente. No pasó nada enSodoma y Gomorra que haya supera-do en iniquidad la depravación quenos rodea actualmente”18.

Al hablar de los peligros actuales,mi intención no es inspirar temor sinoseriedad y sensatez. Ser sensato signi-fica ser sincero y serio al evaluar suscircunstancias, y cuidadoso y circuns-pecto al medir las consecuencias desus acciones; por lo tanto, la sensatezproduce el buen juicio y la conductamesurada. No es de extrañar que losprofetas aconsejen a los hombres jó-venes a ser juiciosos19. Recuerden elcomentario de Mormón acerca de que los dos mil jóvenes guerreros deHelamán eran eficaces en la batalla nosólo por su valor, fortaleza y confiabili-dad, sino también por ser “serios”20.Mormón valoraba esa virtud porque él mismo tenía la bendición de poseer-la. A Mormón se le encomendaron los registros sagrados de la nación nefita cuando tenía sólo diez años de edad porque era un “niño serio” y “presto para observar”21. Y fueMormón a quien a la edad de quinceaños, lo “visitó el Señor” y “[conoció]

la bondad de Jesús” porque era “de carácter algo serio”22.

Así que, al iniciar las etapas culmi-nantes y determinantes de la guerracontra Satanás, sean serios mis queri-dos amigos. Comprendan que nopueden ingerir drogas, alcohol ni ta-baco; no pueden participar en la por-nografía y otras actividades inmorales;no pueden mentir, engañar ni robar;no pueden usar lenguaje falso, degra-dante o sucio; no pueden desfigurarsu cuerpo con tatuajes y perforacio-nes; no pueden hacer esas cosas y salir victoriosos en la batalla por supropia alma, mucho menos ser unguerrero valiente en la gran lucha por las almas del resto de los hijos de nuestro Padre23.

Comprendan, mis queridos amigos,que hay sólo una manera de ganar laguerra contra Satanás y es derrotarlode la misma manera que se hizo en loscomienzos. Cuando finalmente se lo-gró la victoria en la guerra en los cie-los, se escuchó una voz declarar:

“Ahora ha venido la salvación, elpoder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo…

“porque ellos [refiriéndose aMiguel y sus ángeles] le han vencido

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[refiriéndose al diablo] por medio dela sangre del Cordero y de la palabradel testimonio de ellos; porque me-nospreciaron sus propias vidas, y con-servaron el testimonio aún hasta lamuerte” 24. No pasen por alto la impor-tancia de esta declaración. En el princi-pio se venció a Satanás con (1) la fe enel Señor Jesucristo y en Su sacrificioexpiatorio, (2) el testimonio de Él quese mantuvo firmemente hasta el final y(3) la consagración de uno mismo al

Señor y a Su obra. Si ése fue el mediode vencerlo en un principio, tengan laseguridad de que ésa es la única formasegura de vencerlo ahora25.

Quizás se pregunten cómo se ad-quiere la fe, el testimonio y la consa-gración de espíritu necesaria paravencer al adversario. Les aseguro queustedes ya poseen esas cualidades ensu interior, sólo tienen que recuperar-las. Para ese fin, permítanme hacerlestres sugerencias:

Primero, hagan lo que hizo el jo-ven José Smith; busquen un lugartranquilo y oren a su Padre en losCielos26. Háganlo en forma regular ycon sinceridad. La oración es una con-dición previa a la revelación; cuantomás frecuente y sincera sea la oración,más frecuente será la revelación.Cuando se recibe, la revelación nos da la evidencia o seguridad de las cosas que no se ven, que es el funda-mento de la fe27.

Segundo, aprendan a oír la voz delSeñor; es una voz apacible, delicada ysuave como un susurro28. Es una vozque se siente más que se oye; vienecomo un pensamiento, sentimiento o sensación. Para escuchar esa voz deben tener quietud en su alma, de-sechando la risa excesiva y los pensa-mientos ociosos29. Aunque no parezcafácil disciplinar su vida, escuchar lavoz preciada y amorosa del Señor lossostendrá en toda circunstancia y porlo tanto, vale la pena todo esfuerzo.

Tercero, obedezcan la palabra delSeñor como se les dé. Sus palabras nosólo nos harán sentir amor y consuelosino que invariablemente nos instrui-rán y nos corregirán. Hagan lo que Élles pida que hagan, no importa lo difí-cil que parezca, y háganlo ahora. Es alhacer la voluntad del Señor que el co-nocimiento sobre Él y el amor hacia Élse arraiga en el alma, lo cual conducea estar más dispuestos a dejar de ladosu propia vida y seguirle a Él30.

Mis queridos hermanos delSacerdocio Aarónico, ¡éstos son susdías! ¡No los derrochen! ¡Sean serios!Tomen “el escudo de la fe, con que…apagar todos los dardos de fuego delmaligno” 31; y luego “[peleen] la bue-na batalla de la fe” 32; entonces, cuan-do hayan hecho todo, “[estén] depie” 33 con calma y “[vean] la salvaciónque Jehová hará” 34. Les aseguro queSu salvación vendrá, librándolos a us-tedes y a los suyos de toda maldad.De ello testifico en el nombre delSeñor Jesucristo. Amén. ■NOTAS

1. Véase 1 Nefi 14:10, 13 (“No hay más quedos iglesias solamente; una es la iglesia delCordero de Dios, y la otra es la iglesia deldiablo… que… [reúne] multitudes sobre la

Misioneros de tiempo completo en Brasil propagan el Evangelio de Jesucristo.

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superficie de la tierra… para combatir con-tra el Cordero de Dios”).

2. Apocalipsis 12:7–9.3. Véase D. y C. 29:36.4. Apocalipsis 12:9.5. Apocalipsis 12:12.6. Véase Moisés 7:29: 36-37.7. Véase Mateo 21:33–448. Véase D. y C. 88:110; Moisés 7:64.

10. Véase Bruce R. McConkie, “La caravanacontinúa su marcha”, Liahona, enero de1985, págs. 68–70.

11. Véase Daniel 2:44-45; D. y C. 38:9–15; D. y C. 82:24.

12. Véase José Smith–Historia 1:17–19 (la apa-rición del Padre y del Hijo a José Smith fuela primera vez que eso ocurría desde elJardín de Edén); 1:30–49 (Moroni); D. y C.27:7–8, 12–13 (Juan el Bautista, Pedro,Santiago y Juan); 110:11–16 (Moisés, Elíasy Elías el profeta); 128:19–21 (“diversos án-geles, desde Miguel o Adán, hasta el tiempoactual”).

12. Alma 13:3.13. Véase D. y C. 101:55; 105:16.14. Apocalipsis 12:12.15. Mosíah 27:13.16. Apocalipsis 12:17.17. 2 Timoteo 3:1.18. Boyd K. Packer, “La única defensa pura”

(discurso pronunciado ante educadores religiosos del SEI, 6 de febrero de 2004),pág. 4.

19. Alma aconsejó a cada uno de sus hijos —Helamán, Shiblón y Coriantón— que fueran “[juiciosos]” (véase Alma 37:47;38:15; 42:31). Pablo también exhortó a los hombres jóvenes a ser “prudentes”(Tito 2:6). Además, Pablo aconsejó a otros que fueran sobrios, en especial a los obispos (véase Romanos 12:3; 1 Tesalonicenses 5:6, 8; 1 Timoteo 3:2, 11;Tito 1:8; 2:2, 4, 12).

20. Véase Alma 53:20–21.21. Mormón 1:2.22. Mormón 1:15.23. Véase Gordon B. Hinckley, “Un conflicto

interminable, una victoria asegurada”,Liahona, junio de 2007, págs. 2–7.

24. Traducción de José Smith, Apocalipsis12:9,11.

25. Véase D. y C. 76:53 (los que heredan el reino celestial “vencen por la fe”); 1 Juan5:4–5 (“esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”, y “el que vence almundo” es “el que cree que Jesús es el Hijode Dios”.

26. Véase José Smith–Historia 1:11–15.27. Véase Hebreos 11:1; Alma 32: 21;

Éter 12:6.28. La voz del Señor se describe como una voz

apacible de perfecta suavidad, como si fue-ra un susurro. Véase 1 Reyes 19:12;Helamán 5:30; D. y C. 85:6.

29. Véase D. y C. 88:69, 121.30. Véase Mateo 16:24–25; Juan 7:17.31. Efesios 6:16.32. 1 Timoteo 6:12.33. Véase Malaquías 3:2. “¿y quién podrá soste-

nerse en pie?” (Apocalipsis 6:17). Aquéllosque se han vestido con “toda la armadurade Dios” y han “acabado todo” (Efesios6:13).

34. Éxodo 14:13.

Estimados hermanos, me sientohonrado de estar con ustedesen esta asamblea mundial del

sacerdocio. Al igual que ustedes, estoytan agradecido de estar ante la pre-sencia de nuestro amado profeta, elpresidente Thomas S. Monson, y delpresidente Eyring. Hermanos, les agra-decemos su fidelidad y fortaleza moral.En verdad es un gozo y un privilegioser parte de esta gran hermandad.

Impulsen desde donde esténHace unos años, en nuestro centro

de reuniones de Darmstadt, Alemania,se le pidió a un grupo de hermanosque trasladara un piano de cola desdeel salón sacramental al salón culturalcontiguo, donde lo necesitaban parauna actividad musical. Ninguno de

ellos se dedicaba de profesión a las mu-danzas y la labor de transportar el pesa-do instrumento hasta el salón culturalparecía casi imposible. Todos sabíanque la tarea requeriría no sólo fuerza fí-sica, sino también una meticulosa coor-dinación. Surgieron numerosas ideas,pero ninguna que lograra que el pianose mantuviera debidamente equilibra-do. Se reubicaba una y otra vez a loshermanos según la fuerza, la altura y laedad, pero nada funcionaba.

Mientras estaban alrededor del pia-no sin saber qué hacer, el hermanoHanno Luschin, un buen amigo mío,dijo: “Hermanos, permanezcan jun-tos, levanten e impulsen desde dondeestén”.

Parecía demasiado simple; sin em-bargo, cada uno impulsó desde dondeestaba y el piano se elevó del suelo yllegó hasta el salón cultural como porsí solo. Ésa fue la solución al problema;sólo tenían que permanecer juntos eimpulsar desde donde estuvieran.

He pensado a menudo en la sim-ple idea del hermano Luschin y me haimpresionado su profunda veracidad.Esta noche quisiera explicar más afondo este sencillo concepto de“Impulsar desde donde estemos”.

Algunas personas ansían dirigirmientras que otras procuranesconderse

Aunque parezca algo simple, el impulsar desde donde estemos es un

Impulsen desdedonde esténP R E S I D E N T E D I E T E R F. U C H T D O R FSegundo Consejero de la Primera Presidencia

Todo poseedor del sacerdocio se halla en una posiciónúnica y tiene una importante tarea que sólo él puede llevar a cabo.

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principio de poder. La mayoría de losposeedores del sacerdocio que co-nozco comprende este principio y vi-ve de acuerdo con él. Están deseososde remangarse la camisa y poner ma-nos a la obra, sin importar de qué ta-rea se trate. Cumplen con fidelidadsus deberes del sacerdocio; magnifi-can sus llamamientos; sirven al Señormediante el servicio al prójimo; per-manecen juntos e impulsan desdedonde están.

No obstante, en ocasiones hayquienes tienen dificultad para com-prender este concepto, y cuando eso sucede, parecen dividirse en dos grupos: aquellos que ansían diri-gir y los que procuran esconderse; es decir, o bien ansían una corona ouna cueva.

Las personas que ansían dirigirAquellos que ansían dirigir tal vez

sientan que son capaces de hacer másde lo que actualmente se les pide quehagan. Algunos quizás piensen: “Si tansólo fuera obispo, podría surtir unainfluencia”. Esas personas creen quesus talentos superan a su llamamien-to. Tal vez si ocuparan una importanteposición de liderazgo trabajarían mu-cho para surtir un cambio; en lugarde ello, se preguntan: “¿Qué influen-cia puede tener mi servicio como

simple maestro orientador o conseje-ro de la presidencia del quórum de élderes?”.

Las personas que procuranesconderse

Quienes procuran esconderse talvez sientan que están muy ocupadospara servir en la Iglesia. Siempre pare-cen tener una excusa preparada cuan-do hay que limpiar la capilla, cuandola familia Méndez necesita ayuda conla mudanza o cuando el obispo les ex-tiende un llamamiento para enseñaruna clase.

Hace veinte años, el presidenteEzra Taft Benson habló sobre informesde obispos y presidentes de estacaque indicaban que algunos miembrosde la Iglesia “rechazan llamamientospara prestar servicio argumentandoque están ‘demasiado ocupados’ oque ‘no disponen de tiempo’. Otros,aceptan los llamamientos, pero se re-húsan a magnificarlos”.

Después, el presidente Benson aña-dió: “El Señor espera que cada uno denosotros tenga un llamamiento en SuIglesia a fin de que otras personas seanbendecidas mediante nuestros talen-tos e influencia”1.

Por extraño que parezca, a menu-do la causa principal de ambas ten-dencias, tanto aspirar a dirigir como

procurar escondernos, es una misma:el egoísmo.

Una manera mejorExiste una manera mejor que el

Salvador mismo nos enseñó: “Y elque quiera ser el primero entre voso-tros será vuestro siervo”2.

Cuando procuramos servir al próji-mo, no nos motiva el egoísmo, sino la caridad. Tal es la manera en la queJesucristo vivió Su vida y la forma enla que un poseedor del sacerdocio de-be vivir la suya. Al Salvador no le inte-resaban los honores de los hombres;Satanás le ofreció todos los reinos y la gloria del mundo y Jesús rehusó elofrecimiento de manera inmediata yrotunda3. Durante toda Su vida, elSalvador a menudo debió habersesentido cansado y agobiado, con esca-sos momentos para dedicarse a Símismo; sin embargo, Él siempre apar-tó tiempo para los enfermos, para losafligidos y para aquellos a quienes seles pasaba por alto.

A pesar de Su esplendoroso ejem-plo, con demasiada frecuencia y faci-lidad nos vemos implicados en labúsqueda de los honores de los hom-bres en lugar de servir al Señor contoda nuestra alma, mente y fuerza.

Hermanos, cuando comparezca-mos ante el Señor para ser juzgados,

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¿considerará Él las posiciones que ha-yamos ocupado en el mundo o inclu-so en la Iglesia? ¿Consideran que lostítulos que hayamos poseído, salvolos de “esposo”, “padre” o “poseedordel sacerdocio”, significarán muchopara Él? ¿Piensan que le interesarácuán llena haya estado nuestra agen-da o a cuántas reuniones importanteshayamos asistido? ¿Suponen que elhaber logrado colmar nuestros díascon compromisos servirá para justifi-car el que no hayamos pasado tiempocon nuestra esposa y nuestra familia?

El Señor juzga de un modo muy di-ferente del que lo hacemos nosotros.Él se complace con el noble siervo, yno con el “noble” que es siervo de símismo.

Los que sean humildes en esta vidarecibirán coronas de gloria en la veni-dera. Jesús mismo enseñó esta doctri-na al relatar la parábola del rico quese vestía de púrpura y de lino fino, yque comía suntuosamente todos losdías; mientras que Lázaro, el mendi-go, ansiaba sólo probar las migajasque caían de la mesa del rico. En la si-guiente vida, Lázaro apareció en glo-ria junto a Abraham, en tanto que elrico fue arrojado al infierno, donde al-zó sus ojos estando en tormentos4.

El ejemplo de John Rowe MoyleEste año se cumple el bicentenario

del nacimiento de John Rowe Moyle.John era un converso de la Iglesia quedejó su hogar en Inglaterra para viajaral valle del Lago Salado como inte-grante de una compañía de carros demano. El hermano Moyle construyóuna casa para su familia en un peque-ño poblado de un valle contiguo a SaltLake City. Debido a que era un hábilcantero, se le pidió que trabajara en laconstrucción del Templo de Salt Lake.

Cada lunes, John partía de su ho-gar a las dos de la madrugada y cami-naba seis horas con el fin de llegar atiempo a su puesto de trabajo. Losviernes terminaba de trabajar a las cin-co de la tarde y caminaba casi hasta lamedianoche antes de llegar a casa.John hizo esto año tras año.

Un día, mientras cumplía con las

faenas del hogar, una vaca le pateó unapierna, causándole una fractura múlti-ple. Debido a los limitados recursosmédicos, la única opción era amputarla pierna fracturada; fue así que los fa-miliares y amigos de John lo amarra-ron sobre una puerta y con una sierrade bastidor le amputaron la pierna al-gunos centímetros debajo de la rodilla.

A pesar de la rudimentaria cirugía,la pierna comenzó a sanar. Una vezque John pudo incorporarse en la ca-ma, comenzó a tallar una pata de palocon una ingeniosa articulación quehacía las veces de tobillo para un pieortopédico. Caminar con esa prótesisera doloroso en extremo, pero Johnno se dio por vencido y practicó paraaumentar su resistencia hasta podercaminar cada semana los treinta y cin-co kilómetros y medio del viaje hastael Templo de Salt Lake, donde conti-nuó su obra.

Sus manos esculpieron la doradaleyenda que dice “Santidad al Señor”que hoy admiran todos los visitantesdel Templo de Salt Lake5.

John no hizo esto por la alabanzadel mundo, ni tampoco eludió sus de-beres, aun cuando tenía motivos que

hubieran justificado el hacerlo. Él sabíalo que el Señor esperaba que hiciera.

Años más tarde se llamó a HenryD. Moyle, un nieto de John, comomiembro del Quórum de los Doce y,más adelante, como miembro de laPrimera Presidencia de la Iglesia. Elservicio que el presidente Moyle pres-tó en estos llamamientos fue honora-ble; no obstante, el de su abueloJohn, aunque menos público, compla-ce al Señor en igual medida. La fuerzade voluntad de John y su legado desacrificio permanecen como un estan-darte de fidelidad y un emblema delcumplimiento del deber, tanto parasu familia como para la Iglesia. JohnRowe Moyle comprendía el significa-do de las palabras: “impulsen desdedonde estén”.

El ejemplo de los 2000 jóvenesguerreros de Helamán

El reconocimiento personal rarasveces indica el valor de nuestro servi-cio. Por ejemplo, no conocemos elnombre de ninguno de los dos mil hi-jos de Helamán. Como personas, nose les conoce; como grupo, por elcontrario, siempre se recordará su

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nombre por la honradez, el valor y eldeseo de servir. Ellos lograron juntoslo que ninguno podría haber alcanza-do por su propia cuenta.

Hermanos del sacerdocio, estonos enseña una lección: cuando per-manezcamos juntos e impulsemosdesde donde estemos, y cuando nos preocupe más la gloria del reino de Dios que nuestro propioprestigio o placer, podremos lograrmuchísimo más.

Cada llamamiento es unaoportunidad de servicio y decrecimiento

Ningún llamamiento es indigno denosotros. Cada uno de ellos nos ofre-ce la oportunidad de servir y de pro-gresar. El Señor organizó la Iglesia deuna manera que proporciona a cadamiembro la oportunidad de servir, lacual, a su vez, conduce al crecimientoespiritual de la persona. Sin importarde qué llamamiento se trate, les instoa verlo como una oportunidad no só-lo de fortalecer y bendecir a los de-más, sino también de llegar a ser loque nuestro Padre Celestial desea quelleguen a ser.

Al viajar a las estacas de Sión parareorganizar alguna presidencia de estaca durante alguna entrevista, a veces me ha sorprendido oír a un her-mano decir que había recibido la im-presión de que sería parte de la nuevapresidencia.

La primera vez que oí eso, no sabíabien cómo reaccionar.

Transcurrió algún tiempo antes deque el Espíritu Santo me ayudara acomprender. Creo que el Señor tieneun determinado llamamiento para ca-da hombre. En ocasiones, Él nos con-cede impresiones espirituales que nosdicen que somos dignos de recibirciertos llamamientos. Eso es una ben-dición espiritual, una tierna misericor-dia de Dios.

No obstante, a veces no escucha-mos el resto de lo que el Señor nosestá diciendo: “Aunque eres digno deservir en este llamamiento, no es elque Yo he escogido para ti. En lugarde ello, Yo deseo que impulses desde

donde estés”. Dios sabe lo que es mejor para nosotros.

Una asignación que sólo nosotrospodemos cumplir

Todo poseedor del sacerdocio sehalla en una posición única y tieneuna importante tarea que sólo él pue-de llevar a cabo.

Todos hemos escuchado relatos sobre la forma en que el presidenteMonson visita y bendice a los ancianosy a los enfermos, ocupándose siemprede sus necesidades y brindándolesánimo, consuelo y amor. El presidenteMonson posee un don natural que ha-ce que quienes le rodeen se sientanmejor consigo mismos. ¿No sería ma-ravilloso si él pudiese visitar y velarpor todas las familias de la Iglesia?

Sería maravilloso; no obstante, esobvio que no puede; y además, no de-be hacerlo. El Señor no le ha pedidoque lo haga; Él nos ha pedido a noso-tros, como maestros orientadores,que amemos a las familias que se noshayan asignado y que velemos porellas. El Señor no le ha pedido al pre-sidente Monson que organice y dirijala noche de hogar de nuestra familia;Él desea que nosotros, en calidad depadres, hagamos esa tarea.

Tal vez sientan que hay otras perso-nas con mayor capacidad o experiencia

que podrían cumplir con los llama-mientos y asignaciones de ustedes me-jor de lo que ustedes pueden hacerlo,pero el Señor les dio esas responsabili-dades por una razón. Es posible quehaya personas y corazones a los cualessólo ustedes puedan llegar y conmo-ver, y que nadie más pueda hacerlo dela misma manera.

Nuestro Padre Celestial nos pideque lo representemos en la noble la-bor de tender la mano a Sus hijos y debendecirlos. Nos pide que permanez-camos firmes con el poder del sacer-docio en el corazón y en el alma, yque demos nuestro mejor esfuerzo alllamamiento que ocupemos en estemomento.

Hermanos, pese a la fuerza quetengan, ustedes no pueden ni debenlevantar un piano solos. Del mismomodo, ninguno de nosotros puede nidebe mover la obra del Señor solo; pe-ro si todos permanecemos juntos enel lugar que el Señor ha señalado e im-pulsamos desde donde estemos, nadapuede impedir que esta obra divinaavance hacia arriba y hacia adelante.

Hermanos: ¡Les ruego que deje-mos de ambicionar y que cesemos deescondernos!

Es mi ruego que recordemos siem-pre la profunda enseñanza de que so-mos quienes portamos el estandartedel Señor Jesucristo, y de que elEspíritu Santo de Dios nos sostiene y nos mantiene leales y fieles hasta elfin; cada cual dedicado a dar todo a lacausa de Sión y comprometido porconvenio a permanecer juntos e im-pulsar desde donde estemos.

Ruego por ello y les dejo mi bendi-ción y mi amor, en el nombre deJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. The Teachings of Ezra Taft Benson, 1988,

págs. 451–452. Véase también Ensign,“Provo Tabernacle Rededicated”, diciembrede 1986, pág. 70.

2. Mateo 20:27.3. Véase Mateo 4:8–10.4. Véase Lucas 16:19–31.5. En Gene A. Sessions, ed., “Biographies

and Reminiscences from the James HenryMoyle Collection,” manuscrito, Archivos dela Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días, pág. 203.

Un futuro misionero en Brasil recibe

ayuda con la corbata.

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Mis queridos hermanos, estanoche deseo alentar a los po-seedores del sacerdocio que

a veces se sienten abrumados por susresponsabilidades. Éste es un desafíodel cual he hablado antes, pero vuel-vo a mencionarlo porque se presentacon mucha frecuencia en la vida deaquellos a quienes amo y sirvo.

La mayoría de ustedes ha descu-bierto que sus responsabilidades en elsacerdocio les exigirán tanto, al gradode que se pregunten si son capaces decumplirlas. Puede que haya sucedidocuando se les pidió hablar en una con-ferencia de estaca frente a cientos depersonas; para el converso reciente,puede haber sido cuando se le pidióorar en público o enseñar una lecciónpor primera vez; para algunos, tal vez

haya sido al tratar de aprender un idio-ma en el centro de capacitación misio-nal. Si eso no los llevó a su límite,seguramente sí lo fue en las calles deuna ciudad extraña cuando su presi-dente de misión los desafió a hablarcon toda persona con quien se encon-traran para testificar del Salvador y dela restauración del Evangelio.

Quizás en ese entonces hayan pen-sado: “Una vez que termine la misión,será más fácil ser un fiel poseedor delsacerdocio”. Pero en unos años, se en-contraron durmiendo aún menos ho-ras por la noche mientras trataban demantener a una esposa y a un reciénnacido, de ser amables y amorosos, luchando por obtener una educaciónacadémica, de tender una mano a losmiembros del quórum de élderes, in-cluso quizás ayudándoles a mudarse ytratando de encontrar el tiempo paraprestar servicio a sus antepasados en eltemplo. Tal vez entonces sonreían pen-sando: “Cuando sea un poco mayor, elser un fiel poseedor del sacerdocio norequerirá tanto, y será más fácil”.

Ustedes, los que ya han vivido másaños, están sonriendo porque sabenalgo acerca del prestar servicio en elsacerdocio, y es lo siguiente: cuantomás fielmente sirven, más es lo que elSeñor pide de ustedes. La sonrisa deustedes es una de felicidad porque sa-ben que Él aumenta nuestro poderpara llevar la carga más pesada; sinembargo, lo difícil de esa realidad es

que para que Él les dé ese aumentode poder, ustedes deberán seguirprestando servicio y seguir siendo fieles más allá de lo que crean queson capaces de hacerlo.

Es como fortalecer los músculos:tienen que agotarlos para luego for-talecerlos; los ejercitan hasta el punto de la fatiga; luego éstos se re-constituyen y adquieren más fuerza.Una mayor fuerza espiritual es undon de Dios que Él nos da cuandonos esforzamos al límite en Su servi-cio. Por medio del poder de la expia-ción de Jesucristo, nuestra naturalezapuede cambiar; entonces nuestro po-der para llevar las cargas aumentarámás de lo suficiente a fin de compen-sar el servicio mayor que se nos pedi-rá que brindemos.

Eso me ayuda a comprender cuan-do veo a alguien que hace que la tareade prestar servicio en el sacerdocioparezca fácil. Sé que han pasado prue-bas difíciles o que las pasarán en el futuro; de modo que, en lugar de en-vidiarlos, me preparo para ayudarloscuando la carga sea más difícil paraellos, porque con seguridad lo será.

El plan de Dios de hacer a Sus hi-jos merecedores de volver a vivir conÉl eternamente requiere esa pruebade nuestros límites al prestar servicioen el sacerdocio.

Nuestro Padre Celestial ama a Sushijos. Nos ofreció la vida eterna, vivircon Él otra vez como familias y en glo-ria para siempre. A fin de hacernosacreedores de ese don, Él nos propor-cionó un cuerpo terrenal, la oportuni-dad de ser tentados a pecar y un modode ser limpios de ese pecado y de le-vantarnos en la Primera Resurrección.A fin de hacer eso posible, nos dio a Su Hijo Amado, Jehová, como nuestroSalvador. El Salvador nació en la tierra,fue tentado, pero nunca pecó, y luegoen Getsemaní y en Gólgota pagó elprecio por nuestros pecados para quepudiéramos ser limpios. La purificaciónla reciben sólo aquellos que tienen su-ficiente fe en Jesucristo para arrepen-tirse del pecado, para ser limpios pormedio de la ordenanza del bautismo, y para hacer y guardar convenios de

Oh vosotros queos embarcáisP R E S I D E N T E H E N R Y B . E Y R I N GPrimer Consejero de la Primera Presidencia

Nuestro poder para llevar las cargas aumentará más de losuficiente a fin de compensar el servicio mayor que se nospedirá que brindemos.

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obedecer todos Sus mandamientos.También habría un feroz enemigo denuestra alma, Lucifer, que junto consus legiones trataría sin cesar de atra-par a todo hijo de Dios para impedirleque tuviera el gozo de la vida eterna.

En Su bondad y con gran confianza,el Padre Celestial y el Salvador per-mitieron que algunos de Sus hijos escogidos en la tierra poseyeran el sa-cerdocio. Tenemos la autoridad y elpoder de obrar en el nombre de Diospara ofrecer el verdadero Evangelio deJesucristo y sus ordenanzas a cuantoshijos de nuestro Padre Celestial comopodamos. De modo que pueden per-cibir la magnitud de la confianza queDios ha depositado en nosotros, asícomo su suprema importancia y laoposición a la que nos enfrentamos.

No es de sorprender que, de vez encuando, nos sintamos casi abrumados.El pensar: “no estoy seguro de quepueda hacerlo”, es evidencia de queestán comprendiendo lo que significaposeer el sacerdocio de Dios. El hechoes que ustedes no pueden hacerlo so-los. La responsabilidad es demasiadodifícil e importante para sus poderesmortales y para los míos. El reconocereste hecho es una parte fundamentaldel gran servicio en el sacerdocio.

Cuando esos sentimientos de inep-titud nos aquejan, es el momento derecordar al Salvador. Él nos asegura

que no trabajamos solos en esta obra.Hay pasajes de las Escrituras que sedeben colocar en el espejo y recordar-los en los momentos en que tenganduda de su capacidad.

Por ejemplo, el presidente ThomasS. Monson recordó las palabras prome-tidas del Salvador cuando me bendijohace seis meses para que me mantu-viera firme y sin temor en mi llama-miento cuando parecía difícil. Estaspalabras del Salvador, que Él dirigió aSu pequeño grupo de poseedores delsacerdocio en esta dispensación acu-dieron a la mente del profeta cuandopuso sus manos sobre mi cabeza:

“Y quienes os reciban, allí estaré yotambién, porque iré delante de vuestrafaz. Estaré a vuestra diestra y a vuestrasiniestra, y mi Espíritu estará en vues-tro corazón, y mis ángeles alrededorde vosotros, para sosteneros”1.

Esa promesa que el presidenteMonson recordó y citó se cumplió paramí. La confianza reemplazó a la duda,el Espíritu me acompañó, los asistentesmédicos fueron inspirados, mi vida fuepreservada y se me sostuvo. Gracias ala bendición del presidente Monson,siempre me será fácil recordar alSalvador y confiar en Su promesa deque Él va delante y al lado de nosotroscuando estamos en Su servicio.

Sé que la promesa de que los ánge-les nos sostendrán es real. Recuerden

lo que le aseguró Eliseo a su temero-so criado. Esa seguridad también espara nosotros cuando nos sentimosabrumados en nuestro servicio. Eliseoenfrentó oposición real y terrible:

“Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y heaquí el ejército que tenía sitiada la ciu-dad, con gente de a caballo y carros.Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señormío! ¿qué haremos?

“Él le dijo: No tengas miedo, por-que más son los que están con noso-tros que los que están con ellos.

“Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, ohJehová, que abras sus ojos para quevea. Entonces Jehová abrió los ojos delcriado, y miró; y he aquí que el monteestaba lleno de gente de a caballo, y decarros de fuego alrededor de Eliseo”2.

Al igual que ese criado de Eliseo,hay más con ustedes que los que venque se les oponen. Algunos que estáncon ustedes serán invisibles a sus ojosmortales. El Señor los sostendrá y enocasiones lo hará llamando a otros pa-ra que estén a su lado. Es por eso quetenemos quórumes; es por eso quelos líderes de quórum miran al rostroy a los ojos durante las reuniones dequórum; es por eso que el obispo ha-ce más que presidir en el quórum depresbíteros; él mira el rostro de lospresbíteros. Ustedes tendrán esa clasede obispo, de presidente de quórum

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o de presidente de misión, y él irá aayudarlos y llamará a otros para queestén a su lado. Para ello, quizás llameal compañero apropiado para quepreste servicio con ustedes cuando lo necesiten.

Eso sugiere al menos dos cosas: unaes reconocer y aceptar a aquellos queel Señor nos envía para que nos ayu-den; la otra es ver en todas nuestrasasignaciones la oportunidad de fortale-cer a los demás. Una vez, un presiden-te de misión me habló acerca de unmisionero a quien le había asignadomás de doce o trece compañeros. Medijo: “Cada uno de esos compañerosestaba a punto de irse a casa o se lesiba a mandar a casa prematuramente;pero no perdimos a ninguno de ellos”.

Cuando más tarde le comenté esehecho milagroso al compañero quesalvó a tantos cuando estaban suma-mente agobiados, su respuesta mesorprendió y me enseñó. Dijo: “Nocreo que eso sea verdad; yo nunca tu-ve un compañero que hubiera estadoa punto de darse por vencido”.

Pude darme cuenta de que un pre-sidente de misión había sido inspira-do a mandar el ángel indicado, una yotra vez. Al prestar servicio, podemosesperar que se nos envíe la ayuda enel momento oportuno, personas queverán que en nosotros hay fortaleza yque nos levantarán; y también pode-mos tener la esperanza de que sea-mos nosotros a quienes el Señorenvíe a dar ánimo a otra persona.

Por experiencia, puedo decirles algoen cuanto a cómo ayudar si ustedesson los enviados. Poco después de quefui llamado al Quórum de los Doce, recibí una llamada telefónica del presi-dente Faust, consejero de la PrimeraPresidencia; me pidió que fuera a suoficina. Fui un poco preocupado encuanto a la razón por la que él tomaríade su tiempo para hablar conmigo.

Después de intercambiar algunasimpresiones, me miró y me dijo: “¿Haocurrido ya?”. Cuando lo miré descon-certado continuó: “Te he estado ob-servando en las reuniones. Me pareceque has estado sintiendo que tu llama-miento va más allá de tu capacidad

y que no eres competente para hacerlo”.

Le dije que me habían acosado lasdudas, y que era como si me hubieratopado con un muro. Supuse que élme iba a tranquilizar; le agradecí quehubiese tomado en cuenta mi preocu-pación y le pedí ayuda. Pero su res-puesta gentil y firme me sorprendió.Dijo: “No me preguntes a mí, dirígetea Él”, y señaló al cielo. Ahora, añosdespués, yo me siento en esa mismaoficina. Cuanto entro en ella miro ha-cia arriba y lo recuerdo a él y cómo meenseñó por medio del ejemplo la for-ma de ayudar a alguien que se sienteagobiado en el servicio del Señor: en-cuentren la forma de dirigirlos conconfianza hacia el Él. Si ellos siguen el consejo de ustedes, obtendrán lafortaleza que necesitan y aún más.

Más de una vez, a lo largo de su vida, el Señor les ha dado las expe-riencias para obtener fortaleza, valor ydeterminación. Él sabía lo mucho quelas necesitarían para servirle. Una par-te la habrán recibido, como ocurrióconmigo, cuando se encontraron conotros poseedores del sacerdocio y re-pitieron en voz alta las palabras:

“Por tanto, oh vosotros que os embarcáis en el servicio de Dios,

mirad que le sirváis con todo vuestro corazón, alma, mente y fuerza, paraque aparezcáis sin culpa ante Dios enel último día”3.

Cuando se comprometieron a eseprincipio elevado, y cumplieron conél, el Señor estaba edificando unaconfianza y fortaleza en ustedes queestarían allí cuando las necesitasensiempre que se les llamase a servir en una causa mayor que el interéspersonal. Yo la sentí un hermoso díade primavera en el pasto; se me esta-ba comisionando a defender mi pa-tria. En aquel entonces no estábamosen guerra, pero nos dirigíamos a pres-tar un servicio desconocido que yo sabía que requeriría todo lo que yo tenía para dar, quizás hasta mi vida.Alcé la mano derecha junto con losdemás y juré que defendería mi paíscon “verdadera fidelidad y lealtad” yque “acepto esta obligación libremen-te, sin reservas y sin la intención deevadirla; y que cumpliré con precisióny lealtad los deberes del cargo queasumiré; y que Dios me ayude”4.

No tengo duda de que el poder pa-ra cumplir con esa promesa, lo cual hi-ce, se había forjado en mí desde queera diácono. Cuando recién había re-cibido el sacerdocio, participé varias

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veces en lo que entonces llamábamos:“una despedida misional”. Ahora haytantos que responden al llamado deservir que permitimos que hablen sólobrevemente en la reunión sacramentalantes de irse; pero en ese entonces toda la reunión se enfocaba en el mi-sionero que partía. Siempre incluíamúsica selecta; todavía recuerdo có-mo me sentí cuando un cuarteto deex misioneros cantó:

“A donde me mandes iré, Señor”, yluego las palabras prometían: “diré loque quieras que diga, Señor”, y final-mente: “y lo que Tú quieras, seré”5.

Mi corazón se conmovía en aque-llos días como lo hace ahora, con laconvicción de que la promesa era ver-dadera para mí y para nosotros en to-do nuestro servicio en el sacerdocio.Encontraremos gozo al ir dondequieraque el Señor quiera que sirvamos; senos dará la revelación necesaria parahablar Sus palabras e invitar a los hijosde nuestro Padre Celestial a ser cam-biados por medio de la Expiación y ser dignos de volver a nuestro hogar y vivir con Él. Sentí en aquel entonces,como lo siento ahora, que nuestro ser-vicio fiel permitiría que Él cambiasenuestro corazón para ser dignos de Su compañía y para servirle siempre.

Les dejo mi testimonio de quecuando damos todo de nuestra parteal servicio en el sacerdocio, el Señornos dará todo el valor que necesita-mos y la seguridad de que Él estarácon nosotros y que los ángeles nossostendrán.

Testifico que somos llamados porDios. Ésta es Su Iglesia verdadera yustedes poseen Su sacerdocio eterno.Soy testigo de que el presidenteThomas S. Monson posee todas lasllaves del sacerdocio y que las ejerceen el mundo hoy día. En el nombrede Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. D. y C. 84:88.2. 2 Reyes 6:15–17.3. D. y C. 4:2.4. “Oaths of Enlistment and Oaths of Office”

[Juramento de reclutamiento y juramentosde cargo] http://www.army.mil/CMH/faq/oaths.htm.

5. “A donde me mandes iré”, Himnos, Nº 175.

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Esta noche han visto la fortalezade los dos consejeros de laPrimera Presidencia. Aquí,

ante ustedes, declaro que estaPrimera Presidencia trabaja unida como una sola bajo la dirección delSeñor Jesucristo.

Quiero agradecer en forma especiala este coro de misioneros. Tuve unaexperiencia que creo que a ellos les in-teresará, y también que será interesan-te para ustedes. Hace muchos añosrecibí una llamada desesperada del di-rector del centro de capacitación mi-sional. Me dijo: “Presidente Monson,tengo un misionero que va a volversea casa; no hay nada que lo evite”.

Le contesté: “Bueno, eso no es raro, ha sucedido antes; ¿cuál es elproblema?”

Él dijo: “Fue llamado a una misiónde habla hispana y está completamente

seguro de que no puede aprender español”.

Yo le dije: “Tengo una sugerencia:mañana por la mañana mándelo a unaclase de japonés y después pídale quea las 12:00 del mediodía le comuni-que a usted cómo le fue”.

¡A la mañana siguiente el teléfonosonó a las diez! Él me dijo: “El jovenestá aquí conmigo ahora y quiere queyo sepa que tiene la total seguridadde que él puede aprender español”.

Cuando hay voluntad, hay una manera.

Al hablarles esta noche, ciertamen-te son un sacerdocio real congregadoen muchos lugares, pero en unidad.Probablemente ésta sea la asambleade poseedores del sacerdocio másgrande que se haya reunido hastaahora. La devoción de ustedes haciasus llamamientos sagrados es inspira-dora; el deseo que tienen de apren-der sus deberes es evidente; la purezade sus almas hace que el cielo estémás cerca de ustedes y de su familia.

Muchas partes del mundo han pasado por tiempos de dificultad eco-nómica; hay negocios que han fraca-sado, personas que han perdido susempleos y las inversiones se han vistoen peligro. Debemos asegurarnos deque aquellos que están bajo nuestraresponsabilidad no tengan hambre ni les falte ropa ni refugio. Cuando elsacerdocio de esta Iglesia une sus es-fuerzos para sobrellevar esas condi-ciones preocupantes, se produceneventos prácticamente milagrosos.

Aprendamos,hagamos, seamosP R E S I D E N T E T H O M A S S . M O N S O N

Que podamos aprender lo que debemos aprender, hacer lo que debemos hacer y ser lo que debemos ser.

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Instamos a todos los Santos de losÚltimos Días a ser prudentes en suplanificación, moderados en su estilode vida y a evitar la deuda excesiva oinnecesaria. Los asuntos financierosde la Iglesia se administran de esa ma-nera porque somos conscientes deque ustedes hacen sacrificios para pa-gar sus diezmos y otras contribucio-nes, y de que son fondos sagrados.

Hagamos de nuestro hogar un santuario de rectitud, un lugar de ora-ción y una morada de amor a fin demerecer las bendiciones que sólo podemos recibir de nuestro PadreCelestial. Necesitamos Su guía ennuestra vida diaria.

En esta vasta congregación está elpoder del sacerdocio y la capacidad de tender la mano a los demás y com-partir con ellos el glorioso Evangelio.Como se ha mencionado, nosotroscontamos con las manos para elevar aotras personas de la autocomplacenciay la inactividad, tenemos corazones lis-tos a prestar servicio fiel en nuestrosllamamientos del sacerdocio e inspirarasí a los demás a andar por sendas más

elevadas y a evitar los pantanos del pe-cado que amenazan hundir a tantos. Elvalor de las almas es ciertamente gran-de a la vista de Dios. Armados con eseconocimiento, tenemos el preciadoprivilegio de producir un cambio en la vida de otras personas. Las palabrasque se encuentran en Ezequiel puedenmuy bien aplicarse a todos nosotros,los que seguimos al Salvador en estaobra sagrada:

“Os daré corazón nuevo, y pondréespíritu nuevo dentro de vosotros…

“Y pondré dentro de vosotros miEspíritu, y haré que andéis en mis es-tatutos, y guardéis mis preceptos, ylos pongáis por obra.

“Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me se-réis por pueblo, y yo seré a vosotrospor Dios”1.

¿Cómo podemos ser merecedoresde esa promesa? ¿Qué nos hará dig-nos de recibir esa bendición? ¿Hayuna guía que seguir?

Permítanme sugerir que considere-mos tres elementos imprescindiblesque se aplican por igual al diácono

como al sumo sacerdote; están a nues-tro alcance y un Padre Celestial bonda-doso nos ayudará en nuestro empeño.

Primero, aprendamos lo que debemos aprender.

Segundo, hagamos lo que debe-mos hacer.

Tercero, seamos lo que debe-mos ser.

Analicemos esos objetivos para llegar a ser siervos útiles a la vista denuestro Señor.

Primero, aprendamos lo que debe-mos aprender. El apóstol Pablo nosinstó a apremiar nuestros esfuerzospor aprender cuando dijo a los filipen-ses: “…una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y ex-tendiéndome a lo que está delante,prosigo a la meta, al premio del supre-mo llamamiento de Dios en CristoJesús”2; y exhortó a los hebreos dicien-do: “…despojémonos… del pecado… corramos con paciencia la carrera quetenemos por delante, puestos los ojosen Jesús [como ejemplo], el autor yconsumador de la fe”3.

El presidente Stephen L Richards,

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que prestó servicio muchos años enel Quórum de los Doce Apóstoles ydespués en la Primera Presidencia, ha-blaba a menudo a los poseedores delsacerdocio y recalcaba su propia filo-sofía al respecto. Él declaró: “Por logeneral, al sacerdocio se le definesimplemente como ‘el poder de Diosdelegado al hombre’. Creo que esadefinición es correcta”.

Y continuó: “…pero, por razonesprácticas, me gusta definirlo en térmi-nos de servicio y con frecuencia lo lla-mo ‘el plan perfecto de servicio’, y lollamo así porque pienso que sólo porel empleo del divino poder conferidoal hombre puede éste tener esperan-za de llegar a comprender la impor-tancia y la vitalidad plenas de estainvestidura. Es un instrumento de ser-vicio… y es posible que el hombreque no lo use lo pierda, pues se nosdice claramente en una revelaciónque el que lo descuide ‘no será consi-derado digno de permanecer’”4.

El presidente Harold B. Lee, undé-cimo Presidente de la Iglesia y uno delos grandes maestros de ella, dio suconsejo en términos fáciles de enten-der. Dijo: “Cuando uno llega a ser unposeedor del sacerdocio, se convierteen un agente del Señor; debe consi-derar su llamamiento como si estuvie-ra en la obra del Señor”5.

Algunos de ustedes tal vez sean tí-midos por naturaleza o se considereninadecuados para aceptar un llama-miento. Recuerden que ésta no es suobra ni la mía; es la obra del Señor, ycuando estamos en la obra del Señor,tenemos derecho a recibir Su ayuda.Recuerden que Él fortalecerá nuestroshombros para que soporten la cargaque se coloque sobre ellos.

Aunque a veces el salón de clasesresulte intimidante, parte de la ense-ñanza más eficaz se lleva a cabo enotros lugares fuera de la capilla o delaula. Recuerdo bien que hace unosaños, los miembros del SacerdocioAarónico esperaban ansiosamente la salida anual que se hacía para conmemorar la restauración de eseSacerdocio. Los jóvenes de nuestraestaca viajaban en autobús ciento

cincuenta kilómetros al norte, hasta elcementerio de Clarkston, donde visi-tábamos la tumba de Martin Harris,uno de los Tres Testigos del Libro deMormón. Mientras rodeábamos elhermoso monumento de granito quemarca el sepulcro, un miembro delsumo consejo hablaba sobre la vidade Martin Harris, leía su testimoniodel Libro de Mormón y expresaba supropio testimonio de la verdad. Losjovencitos escuchaban absortos, toca-ban el monumento y meditaban sobrelas palabras que habían oído y lo quehabían sentido.

Almorzábamos en un parque deLogan. Después, el grupo de jóvenesse tendía sobre el césped que rodea elTemplo de Logan mirando hacia arribaa las elevadas agujas. Muchas veces ha-bía hermosas nubes blancas que pasa-ban por entre ellas movidas por unabrisa suave; se enseñaba el propósitode los templos, y los convenios y laspromesas se convertían en algo mu-cho mayor que palabras. El deseo deser digno de entrar por aquellas puer-tas del templo penetraba el corazónde los jóvenes. Los cielos estaban muycerca; se aseguraba de que aprendié-ramos lo que debíamos aprender.

Segundo, hagamos lo que debemoshacer. En una revelación que se dio alsacerdocio por medio de José Smith elProfeta registrada en la sección 107 deDoctrina y Convenios, el “aprender”nos motiva a “hacer”; leemos: “Por tanto, aprenda todo varón su deber, así

como a obrar con toda diligencia en eloficio al cual fuere nombrado”6.

Cada uno de los poseedores del sa-cerdocio presentes en esta sesión tie-ne el llamamiento de prestar servicio,de dedicar sus mejores esfuerzos a laobra que se le ha asignado. Ningunaasignación es sin importancia en laobra del Señor ya que cada una tieneconsecuencias eternas. El presidenteJohn Taylor nos advirtió: “Si no magni-fican sus llamamientos, Dios los haráresponsables de aquellos a los que pudieron haber salvado si hubiesencumplido con su deber”7. ¿Y quién denosotros puede permitirse ser respon-sable de demorar la vida eterna de unalma humana? Si la recompensa de sal-var un alma es gran gozo, cuán terribleserá el remordimiento de aquellos cu-yos esfuerzos demasiado tímidos deja-ron de advertir o ayudar a un hijo deDios, el cual tendrá que esperar hastaque un siervo de confianza de Dios va-ya en su auxilio.

Este viejo adagio es una gran ver-dad: “Haz tu deber, eso es lo mejor; y deja el resto en manos del Señor”.

La mayoría de los actos de serviciode los poseedores del sacerdocio serealizan calladamente y sin ostenta-ción: una sonrisa amistosa, un cálidoapretón de manos, un testimonio sin-cero de la verdad, pueden literalmen-te elevar vidas, cambiar la naturalezahumana y salvar almas preciosas.

Un ejemplo de ese tipo de serviciofue la experiencia misional de Juliuszy Dorothy Fussek, a quienes se llamóa servir en una misión de dos años enPolonia. El hermano Fussek había na-cido en Polonia, hablaba polaco yamaba a la gente de allá; la hermanaFussek era inglesa, sabía muy poco de Polonia y del pueblo polaco.

Confiando en el Señor, emprendie-ron su asignación. Las condiciones devida eran rústicas, la obra solitaria y sutarea inmensa. En aquella época no se había establecido una misión enPolonia; la asignación que se les dio fuepreparar el camino para establecer unamisión a fin de que se pudiera llamar aotros misioneros a prestar servicio, en-señar a la gente, bautizar a conversos,

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Miembros de la Iglesia en Ucrania (arriba,

enfrente del sitio donde se construye el templo de

Kiev) y Nigeria (abajo) se reúnen para disfrutar

de una sesión de la conferencia general.

Santos de los Últimos Días de Brasil (arriba a la

izquierda y arriba a la derecha) estudian las

Escrituras y conversan entre las sesiones de la

conferencia, mientras que un niño (arriba)

observa.

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establecer ramas y construir capillas.¿Piensan que el élder y la hermana

Fussek se desalentaron por la enormi-dad de su tarea? Ni por un momento.Sabían que su llamamiento proveníade Dios, oraron pidiendo Su ayuda di-vina y se dedicaron por entero a suslabores. Se quedaron en Polonia nosólo dos años sino cinco, y todos losobjetivos mencionados anteriormentese lograron.

Los élderes Russell M. Nelson, HansB. Ringger y yo, acompañados por el élder Fussek, nos reunimos con el mi-nistro Adam Wopatka, del gobiernopolaco, y él nos dijo: “Su Iglesia esbienvenida aquí. Pueden construir susedificios y enviar a sus misioneros; lesdamos la bienvenida a Polonia. Estehombre”, dijo señalando a JuliuszFussek, “ha servido bien a su Iglesia y pueden estar agradecidos por suejemplo y su labor”.

Al igual que el matrimonio Fussek,hagamos lo que debemos hacer en laobra del Señor. Entonces, junto conJuliusz y Dorothy Fussek, podremoshacernos eco del salmo: “Mi socorroviene de Jehová, que hizo los cielos yla tierra… No… se dormirá el que teguarda. He aquí, no se adormecerá nidormirá el que guarda a Israel”8.

Tercero, seamos lo que debemosser. Pablo aconsejó a su amado amigoy compañero Timoteo: “…sé ejemplode los creyentes en palabra, conducta,amor, espíritu, fe y pureza”9.

Exhorto a todos nosotros a orarcon respecto a nuestras asignaciones ya buscar la ayuda divina a fin de teneréxito para lograr aquello que se nosllame a hacer. Alguien ha dicho que“el reconocimiento de un poder ma-yor que el suyo de ninguna manera re-baja al hombre” 10; debe buscar, creer,orar y tener esperanza de que hallarálo que busca. Ningún esfuerzo así desincero y devoto quedará sin respues-ta; esa es la naturaleza misma de la fi-losofía de la fe. Los que humildementebusquen el favor divino lo obtendrán.

En el Libro de Mormón se encuen-tra el consejo que lo dice todo; es elSeñor que habla: “Por lo tanto, ¿quéclase de hombres habéis de ser? En

verdad os digo, aun como yo soy”11.¿Y qué clase de hombre era Él?

¿Qué ejemplo dio al prestar Su servi-cio? En el capítulo diez de Juan apren-demos lo siguiente:

“Yo soy el buen pastor; el buenpastor su vida da por las ovejas.

“Mas el asalariado, y que no es elpastor, de quien no son propias lasovejas, ve venir al lobo y deja las ove-jas y huye, y el lobo arrebata las ovejasy las dispersa.

“Así que el asalariado huye, porquees asalariado, y no le importan lasovejas”.

El Señor dijo: “Yo soy el buen pas-tor; y conozco mis ovejas, y las míasme conocen.

“Así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vidapor las ovejas”12.

Hermanos, que podamos aprenderlo que debemos aprender, hacer loque debemos hacer y ser lo que debe-mos ser. Si lo hacemos, las bendicionesdel cielo nos acompañarán y sabremosque no estamos solos. Aquel que notala caída de un pajarillo, a Su propia ma-nera, nos tendrá en cuenta a nosotros.

Hace varios años recibí una cartade un viejo amigo en la cual me expre-saba su testimonio. Me gustaría com-partir parte de ella con ustedes estanoche, puesto que ilustra la fortalezadel sacerdocio en alguien que apren-dió lo que debía aprender, hizo lo quedebía hacer y siempre trató de ser loque debía ser. Leeré partes de esa car-ta de mi amigo Theron W. Borup, que

murió hace tres años, después de haber cumplido los noventa años:

“A los ocho años, cuando fui bauti-zado y recibí el Espíritu Santo, me impresionó mucho el hecho de quedebía ser bueno y digno de tenerloconmigo para ayudarme a lo largo de mi vida. Se me dijo que el EspírituSanto sólo permanece en buena com-pañía y que cuando la maldad entra a nuestra vida, él se aleja. Sin sabercuándo necesitaría Sus impresiones y guía, traté de vivir de tal manera deno perder ese don. En una ocasión,me salvó la vida.

“Durante la Segunda GuerraMundial, yo era artillero en un bom-bardero B-24, en el sur del Pacífico…Un día se anunció que se iba a inten-tar el vuelo de bombardeo más largoque se había hecho hasta entoncespara destruir una refinería de petró-leo. Las impresiones del Espíritu medijeron que se me asignaría ir en esevuelo pero que no perdería la vida. En ese entonces era el presidente delgrupo de Santos de los Últimos Días.

“El combate fue encarnizado mien-tras volamos sobre Borneo. Nuestroavión fue alcanzado por los avionesatacantes y en seguida estalló en lla-mas; el piloto nos dijo que nos prepa-ráramos para saltar; yo fui el último.Mientras descendíamos, los pilotosenemigos nos disparaban. Tuve pro-blemas para inflar mi balsa salvavidas,hundiéndome y saliendo a flote variasveces, empecé a ahogarme y me des-mayé. Recobré el conocimiento por un

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momento y grité: ‘¡Dios, sálvame!’…Otra vez traté de inflar la balsa y esa vezlo logré. Con apenas suficiente aire pa-ra mantenerme a flote, trepé a ella de-masiado exhausto para moverme.

“Por tres días flotamos en aguasenemigas, rodeados de barcos y conaviones que volaban sobre nosotros.Cómo no vieron un grupo de balsasamarillas flotando en aguas azules, esun misterio” él escribió. “Sobrevinouna tormenta y las olas de nueve me-tros de altura estuvieron a punto dedestrozar las balsas. Pasaron tres díassin alimento ni agua. Los demás mepreguntaban si yo oraba y les dije quesí y que por seguro nos rescatarían. Esanoche vimos nuestro submarino quevenía a rescatarnos, pero pasó de largo.A la mañana siguiente, sucedió lo mis-mo; sabíamos que ése era el último díaque iba a estar en la zona. Entonces re-cibí las impresiones del Espíritu Santo:

‘Tú tienes el sacerdocio. Manda alsubmarino que los recoja’. En silenciooré: ‘En el nombre de Jesucristo y porel poder del sacerdocio, den la vueltay rescátennos’. A los pocos minutos,estaban a nuestro lado. Cuando llega-mos a cubierta, el capitán me dijo:‘No sé cómo los encontramos; noso-tros no estábamos buscándolos’; peroyo sí sabía”13.

Les dejo mi testimonio de que estaobra en la que estamos embarcadoses verdadera. El Señor está al timón.Mi sincera oración es que podamosseguirlo siempre a Él. En el nombrede Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Ezequiel 36:26–28.2. Filipenses 3:13–14.3. Hebreos 12:1–2.4. Stephen L Richards, citado por Thomas S.

Monson en Liahona, julio de 1992, págs.54–55.

5. Harold B. Lee, Stand Ye In Holy Places,1974, pág. 255.

6. D. y C. 107:99.7. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: John Taylor, pág. 182.8. Salmos 121:2–4.9. 1 Timoteo 4:12.

10. Ezra Taft Benson, citado por Thomas S.Monson en Liahona, julio de 1992, págs. 57.

11. 3 Nefi 27:27.12. Juan 10:11–15.13. Correspondencia personal en posesión del

presidente Thomas S. Monson.

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Mis amados hermanos y her-manas, es un gozo estar reunido con ustedes esta

mañana del día de reposo. Vivimos en muchas circunstancias diferentes.Vendremos al reino de Dios de todanación y de muchos orígenes étnicos;y ese recogimiento profetizado seacelerará.

En el mundo que nos rodea, ve-mos mayor conflicto entre los pue-blos; esas divisiones y diferenciaspodrían afectarnos, y es por esa razónque mi mensaje de esperanza hoy esque se acerca un gran día de unidad.

El Señor Jehová volverá a vivir conaquellos que han llegado a ser Supueblo y los encontrará unidos, de un solo corazón, unidos con Él y connuestro Padre Celestial.

Ustedes me han oído predicar esemensaje de unidad en más de una oca-sión y es posible que vuelva a mencio-narlo en el futuro; durante mi vida, lohe oído de cada uno de los profetas deDios. Una súplica en favor de la unidadfue el último mensaje que recuerdodel presidente David O. McKay. Losprofetas del Señor siempre han hechoun llamado a la unidad; la necesidadde que se nos conceda ese don y el de-safío de preservarlo serán mayores enlos días que vendrán, días en los queestaremos preparados como pueblopara nuestro destino glorioso.

Mi mensaje es que estamos progre-sando; los padres y las madres supli-can tener unidad en sus hogares yesas oraciones se están contestando;las familias están orando juntas por lanoche y por la mañana. Mientras erahuésped de una familia, me invitarona arrodillarme con ellos antes de acos-tarse; se le pidió al hijo más pequeñoque hiciera la oración. Oró como unpatriarca, por cada miembro de la fa-milia, mencionándolos por nombre.

Entrelazadosnuestroscorazones en unoP R E S I D E N T E H E N R Y B . E Y R I N GPrimer Consejero de la Primera Presidencia

Los santos pueden lograr cualquier propósito del Señorcuando están completamente unidos en rectitud.

SESIÓN DEL DOMINGO POR LA MAÑANA5 d e o c t u b r e d e 2 0 0 8

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Abrí los ojos por un instante para mi-rar el rostro de los otros hijos y de lospadres; pude darme cuenta de queunían su fe y su corazón a la oraciónde ese pequeño.

Hace poco, unas hermanas de laSociedad de Socorro oraron al prepa-rarse para visitar por primera vez auna joven viuda cuyo marido habíamuerto repentinamente; deseaban sa-ber lo que debían hacer y cómo traba-jar juntas para preparar la casa parafamiliares y amigos que irían al fune-ral; necesitaban saber las palabras deconsuelo que el Señor quería que di-jesen. Recibieron la respuesta a susoraciones; cuando llegaron a la casa,cada hermana se ocupó de una tarea;la casa quedó en orden tan rápidoque algunas hermanas se lamentaronpor no poder hacer más. Se ofrecie-ron las apropiadas palabras de con-suelo; habían prestado el servicio delSeñor como si fuesen una, con los co-razones entrelazados.

Ustedes han visto, al igual que yo,que estamos llegando a ser uno. Elmilagro de la unidad se nos está con-cediendo a medida que oramos y nosesforzamos por obtenerlo a la manera

del Señor. Nuestros corazones se en-trelazarán en unidad; Dios ha prome-tido esa bendición a Sus fieles santos,no importa cuáles sean sus diferen-cias de origen ni el conflicto que rujaa su alrededor. Él oraba por nosotros,así como por Sus discípulos, cuandorogó a Su “Padre… que seamos uno”1.

La razón por la que oramos y pedi-mos esa bendición es la misma razónpor la que el Padre nos la concede.Sabemos por experiencia que tene-mos gozo cuando se nos bendice conunidad. Como hijos espirituales denuestro Padre Celestial anhelamos elgozo que una vez sentimos con Él enuna vida anterior. Por Su amor hacianosotros, Él desea concedernos esesagrado deseo de la unidad.

Él no puede concedernos ese de-seo a cada uno de manera individual.El gozo de la unidad que tanto deseaconcedernos no va solo; debemosbuscarlo y ser dignos de él junto conlas demás personas. Por lo tanto, noes de sorprender que Dios nos inste areunirnos para bendecirnos. Él quiereque nos unamos en familias; ha esta-blecido clases, barrios y ramas y nosha mandado que nos reunamos a me-

nudo. En esas reuniones, que Dios hadesignado para nosotros, yace nues-tra gran oportunidad; podemos orar ytrabajar para lograr la unidad que nostraerá gozo y multiplicará nuestro po-der de prestar servicio.

A los Tres Nefitas, el Salvador lesprometió gozo y unidad con Él comogalardón final por su fiel servicio. Éldijo: “…tendréis plenitud de gozo; yos sentaréis en el reino de mi Padre;sí, vuestro gozo será completo, así co-mo el Padre me ha dado plenitud degozo; y seréis tal como yo soy, y yosoy tal como el Padre; y el Padre y yosomos uno”2.

El Señor nos ha dado pautas parasaber qué hacer a fin de recibir la ben-dición y el gozo de una unidad cadavez mayor. En el Libro de Mormón hayun relato de una época de éxito; eraen los días de Alma en las aguas deMormón. Lo que la gente hizo en esascircunstancias difíciles y peligrosas nosbrinda tanto guía como ánimo.

Todo lo que Alma y su pueblo fue-ron inspirados a hacer tenía como ob-jeto ayudar a las personas a escogerque su corazón cambiara por mediode la expiación de Jesucristo. Ésa es la

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única forma en que Dios puede con-cedernos la bendición de ser uno decorazón.

En Mosíah leemos:“Y fueron llamados la iglesia de

Dios, o la iglesia de Cristo, desde esetiempo en adelante. Y aconteció quequienquiera que era bautizado por elpoder y autoridad de Dios, era agre-gado a su iglesia.

“Y les mandó que no enseñarannada, sino las cosas que él había ense-ñado, y que habían sido declaradaspor boca de los santos profetas.

“Sí, les mandó que no predicarannada, salvo el arrepentimiento y la feen el Señor, que había redimido a supueblo.

“Y les mandó que no hubiera con-tenciones entre uno y otro, sino quefijasen su vista hacia adelante con unasola mira, teniendo una fe y un bautis-mo, teniendo entrelazados sus cora-zones con unidad y amor el uno paracon el otro.

“Y así les mandó predicar. Y así seconvirtieron en hijos de Dios”3.

Es por eso que Alma mandó a la

gente que predicara la fe y el arrepenti-miento; es por esa razón que mis hijosllegaban a esperar que en cada lecciónde la noche de hogar yo encontrara lamanera de animar a alguien a testificardel Salvador y de Su misión. A veces lohacían los padres. En nuestras mejoresnoches hallábamos la manera de alen-tar a los niños a que lo hicieran, ya fuera presentando la lección o contes-tando preguntas. Cuando se testificabadel Salvador, el Espíritu Santo lo confir-maba; durante esas noches sentíamosque se entrelazaban nuestros corazo-nes como si fuesen uno.

Además de las ordenanzas, hayprincipios que estamos siguiendo como pueblo y que nos están llevan-do a una mayor unidad.

Uno de esos principios es la revela-ción. La revelación es la única manerade saber cómo seguir la voluntad delSeñor juntos; requiere iluminación delos cielos. El Espíritu Santo testificaráa nuestro corazón y al corazón dequienes estén reunidos con nosotroslo que Él quiere que hagamos; y es al guardar Sus mandamientos que

podemos entrelazar nuestros corazo-nes como si fuesen uno.

Un segundo principio para guiarnuestro progreso para llegar a ser unoes ser humilde. El orgullo es el granenemigo de la unidad; ustedes han vis-to y sentido sus terribles efectos. Haceapenas unos días observé a dos perso-nas —buenas personas— comenzaruna leve discusión. Comenzó comouna discusión sobre lo que era verdad,pero se transformó en una competen-cia para ver quién tenía razón. El tonode la voz se subió gradualmente; losrostros se enrojecieron cada vez más;en lugar de hablar acerca del tema, laspersonas comenzaron a hablar de símismas, dando evidencia de por quésu punto de vista, considerando sugran aptitud y antecedentes, era másfactible que fuese el correcto.

Ustedes se hubiesen preocupadocomo yo. Hemos visto los efectos destructivos de ese tipo de trágicoconflicto. Ustedes y yo conocemos apersonas que se han apartado de lahermandad de la Iglesia a causa delorgullo herido.

Felizmente, veo más y más pacifi-cadores habilidosos que calman lasaguas turbulentas antes de que se ha-ga daño. Ustedes podrían ser uno deesos pacificadores, ya sean participan-tes del conflicto u observadores.

Una manera que he visto que se halogrado es buscar algo en lo que este-mos de acuerdo. Para ser ese pacifica-dor, deben tener la fe sencilla de quecomo hijos de Dios, con todas nues-tras diferencias, es posible que, en lafirme posición que tomemos, hayaelementos de verdad. El gran pacifica-dor, el restaurador de la unidad, es elque encuentra la forma de ayudar alas personas a ver la verdad que tie-nen en común. La verdad que com-parten es siempre mayor y másimportante para ellos que sus diferen-cias. Ustedes pueden ayudarse a uste-des mismos y a los demás a ver esepunto en común si piden la ayuda deDios y luego actúan. Él contestará susoraciones para restaurar la paz, aligual que ha contestado las mías.

Ese mismo principio se aplica para

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establecer unidad entre las personasque provienen de orígenes muy dife-rentes. Los hijos de Dios tienen máscosas en común que diferencias; y aunlas diferencias se pueden ver comooportunidades. Dios nos ayudará a veralguna diferencia en otra persona nocomo motivo de irritación sino comouna contribución. El Señor les puedeayudar a ver y a valorar lo que otra per-sona aporte y que ustedes no tengan.En más de una ocasión, el Señor meha ayudado a ver Su bondad al permi-tirme relacionarme con alguien cuyasdiferencias eran exactamente la ayudaque yo necesitaba. Esa ha sido la ma-nera del Señor de agregar algo que yonecesitaba para servirle a Él mejor.

Eso nos conduce a otro principiode la unidad; es el hablar bien el unodel otro. Piensen en la última vez quese les preguntó cómo iban las cosascon alguien de su familia o de laIglesia. A mí me sucedió más de unavez esta última semana. Hay ocasionesen que debemos juzgar a los demás; aveces se nos requiere declarar ese tipode opiniones, pero la mayoría de lasveces podemos escoger. Por ejemplo,supongamos que alguien les preguntaqué piensan de su nuevo obispo.

A medida que mejoremos en esta-blecer unidad, pensaremos en unaEscritura al oír esa pregunta: “Ahorabien, mis hermanos, en vista de queconocéis la luz por la cual podéis juz-gar, la cual es la luz de Cristo, cuidaosde juzgar equivocadamente; porquecon el mismo juicio con que juzguéis,seréis también juzgados”4.

Al darse cuenta de que ven a los de-más con luz imperfecta, hará que seanun poco más generosos en lo que di-gan. Además de esa Escritura, tal vezrecuerden a su madre decir, como lamía: “Si no puedes decir algo buenode una persona, no digas nada”.

Eso les servirá de ayuda para buscarlo mejor en el desempeño y en el ca-rácter del obispo. El Salvador, comojuez amoroso, seguramente hará eso aljuzgar las obras de ustedes y las mías.La Escritura y lo que oyeron decir a su madre bien podrá conducirlos adescribir lo que es mejor en el servicio

del obispo y su buena intención. Lesprometo un sentimiento de paz y go-zo cuando hablen amablemente de losdemás en la luz de Cristo. Sentirán,por ejemplo, unidad con ese obispo y con la persona que les preguntó suopinión, no porque el obispo sea per-fecto, ni porque el que pregunta com-parta su generosa evaluación; seráporque el Señor les permitirá sentir Suaprecio por elegir alejarse de la posibi-lidad de plantar semillas de discordia.

Debemos aplicar ese mismo princi-pio a medida que el Señor congrega amás y más personas que no son comonosotros. Lo más obvio que notare-mos es que la Expiación produce losmismos cambios en todos nosotros.Llegamos a ser discípulos mansos,amorosos, fáciles de persuadir y, almismo tiempo, intrépidos y fieles entodas las cosas. Aún vivimos en dife-rentes países, pero nos unimos a laIglesia por medio de un proceso quenos cambia; mediante los dones delEspíritu llegamos a ser lo que el após-tol Pablo vio:

“…porque por medio de él losunos y los otros tenemos entrada porun mismo Espíritu al Padre.

“Así que ya no sois extranjeros niadvenedizos, sino conciudadanos conlos santos, y miembros de la familiade Dios”5.

Con la unidad que veo en aumen-to, el Señor podrá llevar a cabo lo queel mundo pensará que es un milagro.

Los santos pueden lograr cualquierpropósito del Señor cuando estáncompletamente unidos en rectitud.

Los presidentes de países, goberna-dores y líderes de organizaciones mun-diales de beneficencia nos han alabadocon palabras como éstas: “La Iglesia deustedes fue la primera en la zona paraayudar cuando ocurrió el desastre.Cientos de personas de su iglesia lle-garon trayendo consigo lo que los so-brevivientes necesitaban, incluso suspropias tiendas y abastecimientos.Eran incansables y siempre alegres; pa-recía que sabían a dónde ir y cuándohacerlo”. Luego han dicho algo comoesto: “Su Iglesia sabe cómo organizarsepara que se hagan las cosas”.

Les agradezco sin decirles que elmilagro no reside sólo en la organiza-ción, sino también en el corazón de lagente. Los santos fueron en el nombredel Señor para brindar la ayuda que Éldaría; fueron siguiendo las indicacio-nes de los líderes escogidos del Señory, debido a que sus corazones estabanentrelazados, su poder se magnificó.

Doy testimonio solemne de que launidad que ahora tenemos aumentará.Dios el Padre vive; Él escucha y contes-ta nuestras oraciones con amor; elSalvador Jesucristo, resucitado y glo-rioso, vive y nos extiende una mano de misericordia. Ésta es Su verdaderaIglesia; el presidente Monson es el pro-feta viviente de Dios. Si nos unimospara sostenerlo de todo corazón, conobediencia dispuesta para hacer lo queDios desea que hagamos, avanzaremosjuntos con poder para ir dondequieraque Dios quiera que vayamos y paraser lo que Él quiere que seamos.

Les dejo mi bendición de que dis-frutarán de unidad en sus hogares yen la Iglesia; y les dejo la promesa delSeñor de que obtendrán los justos de-seos de su corazón, de tener ese gozoen la unidad. En el sagrado nombrede Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase Juan 17:21; véase también D. y C.

50:43; 93:3.2. 3 Nefi 28:10.3. Mosíah 18:17, 19–22.4. Moroni 7:18.5. Efesios 2:18–19.

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Nos hemos reunido como si fuésemos uno, hemos tomadosobre nosotros el nombre de

Jesucristo, y somos cristianos. Unapregunta que deseamos hacer es la siguiente: ¿Por qué, entonces, si tenemos ese amor del Salvador, de-searía alguien ser un antagonista oatacarnos?

Recientemente, un grupo de fielese inteligentes jóvenes Santos de losÚltimos Días escribieron algunas delas preguntas más apremiantes que tenían. Una hermana preguntó: “¿Por qué la Iglesia no se defiendemás activamente cuando se le hacenacusaciones?”.

En respuesta a su pregunta, diría

que una de las grandes pruebas de lavida terrenal se presenta cuando nues-tras creencias se ponen en tela de jui-cio o se critican. En esos momentosquizás queramos responder en formaagresiva y levantar los puños, peroesas son oportunidades importantespara detenernos, orar y seguir el ejemplo del Salvador. Recuerden queJesucristo mismo fue despreciado yrechazado por el mundo; y en el sue-ño de Lehi, los que se dirigían hacia el Salvador sufrieron burlas y los “[se-ñalaban] con el dedo” (1 Nefi 8:27).Jesús dijo: “…el mundo… aborreció[a mis discípulos], porque no son delmundo, como tampoco yo soy delmundo” (Juan 17:14). Al responder anuestros acusadores como lo hizo elSalvador, no sólo somos más comoCristo, sino que invitamos a los demása sentir Su amor y a seguirlo.

Para responder como Cristo lo haríano hay un texto fijo ni una fórmula. ElSalvador respondió de manera diferen-te en cada situación. Cuando compare-ció ante el malvado rey Herodes, Élpermaneció callado; al estar frente aPilato, ofreció un sencillo y potentetestimonio de Su divinidad y propósi-to; al enfrentarse a los cambistas queprofanaban el templo, ejerció Su divinaresponsabilidad de preservar y prote-ger lo que era sagrado; al ser levantadoen la cruz, pronunció la incomparable

afirmación cristiana: “Padre, perdóna-los, porque no saben lo que hacen”(Lucas 23:34).

Algunas personas equivocadamen-te piensan que reacciones tales comoel silencio, la mansedumbre, el per-dón y el expresar humilde testimonioson respuestas pasivas o débiles, pe-ro, el “[amar] a [nuestros] enemigos,[bendecir] a los que [nos] maldicen,[hacer] bien a los que [nos] aborre-cen y [orar] por los que [nos] ultrajany [nos] persiguen” (Mateo 5:44) re-quiere fe, fortaleza y, más que todo,valor cristiano.

El profeta José Smith demostró ese valor a lo largo de su vida. Aunque“[sufrió] continuamente severa perse-cución de toda clase de individuos,tanto religiosos como irreligiosos”(José Smith—Historia 1:27), él no tomó represalias ni cayó en el odio.Como todo verdadero discípulo deCristo, siguió el ejemplo del Salvadoral amar a los demás de manera toleran-te y compasiva. Eso es valor cristiano.

Cuando no tomamos represalias,cuando ofrecemos la otra mejilla y do-minamos los sentimientos de ira, no-sotros también seguimos el ejemplodel Salvador; manifestamos Su amor,que es el único poder que puede so-meter al adversario y dar una respues-ta a nuestros acusadores sin, a la vez,acusarlos a ellos. Eso no es debilidad;eso es valor cristiano.

A través de los años aprendemosque los desafíos a nuestra fe no son na-da nuevo, y no es de esperar que desa-parezcan pronto. Pero los verdaderosdiscípulos de Cristo ven la oportuni-dad en medio de la oposición.

En el Libro de Mormón el profetaAbinadí fue atado y llevado ante elmalvado rey Noé. A pesar de que elrey se opuso vigorosamente a Abinadíy al final lo sentenció a muerte,Abinadí de todos modos enseñó elEvangelio con vigor y dio su testimo-nio. Debido a que Abinadí aprovechóesa oportunidad, un sacerdote llama-do Alma se convirtió al Evangelio y tra-jo muchas almas a Cristo. El valor deAbinadí y de Alma era valor cristiano.

La experiencia demuestra que las

Valor cristiano: El precio deldiscipuladoÉ L D E R R O B E R T D. H A L E SDel Quórum de los Doce Apóstoles

Cómo responder a la manera del Señor a quienes nos acusan.

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épocas de publicidad negativa sobrela Iglesia pueden servir para llevar acabo los propósitos del Señor. En1983, la Primera Presidencia escribió a los líderes de la Iglesia: “…la oposi-ción en sí puede ser una oportunidad.Entre los constantes desafíos que en-frentan nuestros misioneros se en-cuentra la falta de interés en losasuntos religiosos y en nuestro men-saje. Esas críticas crean… interés en laIglesia… Eso da [a los miembros] laoportunidad de presentar la verdad aaquellas personas cuya atención estádirigida hacia nosotros”1.

Podemos aprovechar esas oportu-nidades de muchas maneras: una car-ta amable al editor de un diario, unaconversación con un amigo, un co-mentario en un blog o una palabratranquilizadora a alguien que haya hecho un comentario despectivo.Podemos responder con amor a aque-llos en quienes ha influido la informa-ción errónea y el prejuicio, aquellosque “no llegan a la verdad sólo por-que no saben dónde hallarla” (D. y C.123:12). Les aseguro que el respondera nuestros acusadores de esa maneranunca es una debilidad; es el valorcristiano en acción.

Al responder a los demás, cada cir-cunstancia será diferente. Afortunada-mente, el Señor conoce el corazón de

nuestros acusadores y cómo podemosresponderles de la manera más eficaz.A medida que los verdaderos discípu-los buscan la guía del Espíritu, reci-ben inspiración específica para cadasituación; y en cada situación los ver-daderos discípulos responden de un modo que invita al Espíritu delSeñor. Pablo les recordó a los corin-tios que su predicación no “fue conpalabras persuasivas de humana sabi-duría, sino con demostración delEspíritu y de poder” (1 Corintios 2:4).Ya que ese poder reside en el Espíritudel Señor, nunca debemos contendercuando hablamos de nuestra fe. Como se dan cuenta casi todos los misioneros, el discutir sobre doctrinavaliéndose de la Biblia siempre aleja el Espíritu. El Salvador ha dicho:“…aquel que tiene el espíritu de contención no es mío” (3 Nefi 11:29).¡Más lamentable que la acusación deque la Iglesia no es cristiana, es quelos miembros reaccionen a esa acusa-ción de manera no cristiana! Ruegoque nuestras conversaciones con losdemás siempre se caractericen por los frutos del Espíritu: “amor, gozo,paz, paciencia, benignidad, bondad,fe, mansedumbre, [y] templanza”(Gálatas 5:22–23). El ser manso, segúnlo define el diccionario Webster es“manifestar paciencia y longanimidad,

soportando agravios sin resentimien-to”2. La mansedumbre no es debilidad;es un símbolo del valor cristiano.

Esto es de especial importancia alrelacionarnos con miembros de otrasdenominaciones cristianas. Con todaseguridad nuestro Padre Celestial seentristece, y el diablo se ríe, cuandodiscutimos en forma contenciosa lasdiferencias doctrinales con nuestrosvecinos cristianos.

Eso no quiere decir que debamostransigir en nuestros principios ni de-bilitar nuestras creencias. No podemoscambiar las doctrinas del Evangelio res-taurado, aunque el enseñarlas y obede-cerlas nos haga antipáticos a los ojosdel mundo. Sin embargo, aún cuandosintamos que debemos enseñar la pa-labra de Dios con resolución, debemosorar para ser llenos del Espíritu Santo(véase Hechos 4:29, 31). No debemosconfundir la resolución con la versiónfalsa que de ella usa Satanás: la altivez(véase Alma 38:12). Los verdaderosdiscípulos se expresan con confianzaserena, no con orgullo jactancioso.

Como verdaderos discípulos, nues-tra preocupación principal debe serel bienestar de los demás, no la justifi-cación personal. Las preguntas y lascríticas nos dan la oportunidad de ten-der la mano a los demás y demostrar-les que ellos son importantes para el

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Padre Celestial y para nosotros.Nuestro objetivo debe ser ayudarlos a comprender la verdad, no defendernuestro amor propio ni ganar puntosen un debate teológico. Nuestro testi-monio sincero es la respuesta más po-derosa que podamos dar a nuestrosacusadores, y ese testimonio sólo pue-de nacer del amor y de la mansedum-bre. Deberíamos ser como EdwardPartridge, de quien el Señor dijo: “…sucorazón es puro delante de mí, porquees semejante a Natanael de la antigüe-dad, en quien no hay engaño” (D. y C.41:11). El no tener engaño significa te-ner la inocencia de un niño, ser lentoen ofenderse y presto para perdonar.

Esas cualidades se aprenden pri-mero en el hogar y en la familia, y sellevan a la práctica en todas nuestrasrelaciones. El no tener engaño es reconocer nuestra culpa primero.Cuando se nos acusa, debemos preguntar lo que los Apóstoles delSeñor preguntaron: “¿Soy yo, Señor?”(Mateo 26:22). Si escuchamos la res-puesta del Espíritu, podemos, cuandosea necesario, hacer correcciones, pe-dir disculpas, buscar el perdón y ha-cer las cosas mejor.

Sin engaño, los verdaderos discí-pulos evitan juzgar indebidamenteel punto de vista de los demás.Muchos de nosotros hemos cultivadofuertes lazos de amistad con personasque no son miembros de la Iglesia:compañeros de escuela, de trabajo,amigos y vecinos de todo el mundo.Nosotros los necesitamos a ellos yellos nos necesitan a nosotros. Comoenseñó el presidente Thomas S.Monson: “Aprendamos a respetar alos demás… Ninguno de nosotros vive solo, ni en nuestra ciudad ni ennuestra nación ni en el mundo”3.

Como lo demostró el Salvador fren-te a Herodes, a veces los verdaderosdiscípulos deben mostrar valor cris-tiano al no decir nada. Una vez, cuan-do estaba jugando golf, apenas rocé uncacto cholla grande que parece lanzarpúas como un puercoespín. Se me pegaron púas en toda la ropa, auncuando apenas había rozado el cacto.Algunas situaciones son como esaplanta: lo único que hacen es lastimar-nos. En esos casos, es mejor mantenerla distancia y simplemente alejarnos. Alhacerlo, algunos tratarán de provocar-nos y comenzar una discusión. En el

Libro de Mormón leemos que Lehontiy sus hombres acamparon en un mon-te. El traidor Amalickíah instó a Lehontia “que bajara” y se reuniese con él enel valle. Pero cuando Lehonti bajó dellugar alto, fue envenenado “poco a po-co” hasta que murió y su ejército que-dó bajo el mando de Amalickíah (véaseAlma 47). Con argumentos y acusacio-nes, algunas personas nos incitan a de-jar el lugar alto, que es donde está laluz; es donde vemos la primera luz dela mañana y la última luz de la tarde; esel lugar alto; es verdadero y donde estáel conocimiento. A veces otras perso-nas quieren que bajemos del lugar altoy nos unamos a ellos en una riña teoló-gica en el lodo. Esas cuantas personascontenciosas están resueltas a iniciardisputas religiosas, ya sea en línea o enpersona. Siempre es mejor permane-cer en el terreno alto del respeto y delamor mutuo.

Al hacerlo, seguimos el ejemplodel profeta Nehemías que construyóun muro alrededor de Jerusalén. Losenemigos de Nehemías le suplicaronque les hiciera frente en la llanuradonde ellos “pensa[ban] hacer[le]mal”. Pero, a diferencia de Lehonti,Nehemías sabiamente rechazó la ofer-ta con este mensaje: “Yo hago unagran obra, y no puedo ir; porque ce-saría la obra, dejándola yo para ir a vo-sotros” (Nehemías 6:2–3). Nosotrostambién tenemos una gran obra quehacer, la cual no se llevará a cabo sinos detenemos a discutir. En vez deello, debemos armarnos de valor cris-tiano y seguir adelante. Como leemosen Salmos: “No te impacientes a causade los malignos” (Salmos 37:1).

La maldad siempre existirá en estemundo. Parte de la gran prueba de lavida terrenal es estar en el mundo sinllegar a ser como el mundo. En Suoración intercesora, el Salvador le pidió a nuestro Padre Celestial: “Noruego que los quites del mundo, sinoque los guardes del mal” (Juan 17:15).Pero al mismo tiempo que el Salvadornos advirtió que habría persecucio-nes, Él prometió paz: “La paz os dejo,mi paz os doy… No se turbe vuestrocorazón, ni tenga miedo” (Juan

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14:27). Testifico que con el manto de Su paz sobre nosotros, se cumplirála promesa de la Primera Presidencia:“La oposición que parezca difícil desobrellevar será una bendición para el Reino de Dios sobre la tierra”4.

A la hermana que hizo la preguntay a todos los que desean saber cómoresponder a los acusadores, les digo:los amamos. Sin importar su raza, creencia, religión o inclinación políti-ca, si seguimos a Cristo y demostra-mos Su amor, debemos amarlos. Nopensamos que somos mejores queellos; más bien, deseamos mostrarlesun camino mejor: el camino deJesucristo. Su camino conduce a lapuerta del bautismo, al sendero estre-cho y angosto de una vida recta, y altemplo de Dios. Él es “el camino, y laverdad, y la vida” (Juan 14:6). Sólo pormedio de Él podemos nosotros y to-dos nuestros hermanos y hermanasheredar el don más grandioso que po-damos recibir: la vida eterna y la felici-dad eterna. Ayudar a los demás y serun ejemplo para ellos no es una tareapara débiles; es para los fuertes. Esuna tarea para ustedes y para mí, losSantos de los Últimos Días que paganel precio del discipulado al respondera nuestros acusadores con valor cristiano.

Concluyo con el testimonio deMormón, que también es el mío: “Heaquí, soy discípulo de Jesucristo, elHijo de Dios. He sido llamado por élpara declarar su palabra entre los desu pueblo, a fin de que alcancen la vi-da eterna” (3 Nefi 5:13). Doy mi testi-monio especial de Él: que nuestra vidapuede ser eterna porque Su amor eseterno. Que compartamos Su amoreterno e incondicional con nuestroshermanos y hermanas de todas par-tes, es mi humilde oración, en el nom-bre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Carta de la Primera Presidencia del 1º de

diciembre de 1983.2. Webster’s Third New International

Dictionary, 1986.3. Thomas S. Monson, “In Quest of the

Abundant Life”, Ensign, marzo de 1998,pág. 3.

3. Carta de la Primera Presidencia del 1º dediciembre de 1983.

Una de las verdades predomi-nantes de la Restauración esque Dios vive y mora en Sus

cielos, que Él es un hombre exaltadocon “un cuerpo de carne y huesos”1

y que Él es ayer, hoy y siempre el mis-mo Dios inmutable2, la fuente de todavirtud y verdad.

Adán y Eva fueron Sus primeros hi-jos mortales sobre la tierra; de su ad-venimiento Él dijo: “Y yo, Dios, creéal hombre a mi propia imagen, a ima-gen de mi Unigénito lo creé; varón yhembra los creé”3.

Esta verdad enaltece a la familia

humana. El hombre y la mujer sonuna creación maravillosa investidacon atributos divinos. Al momento dela Creación, Dios puso en Adán y Evala divina capacidad de tener hijos se-mejantes a ellos. Por lo tanto, todossomos creados a Su imagen.

Sin embargo, nos enfrentamos aserias debilidades y peligros terrena-les. No es posible escapar de las en-fermedades, del envejecimiento ni dela muerte. Las dificultades y los sufri-mientos son parte de la jornada de lavida. Nuestra naturaleza, los apetitos ylas pasiones claman por el placer.

Por todas esas razones y otras más, necesitamos la ayuda del PadreCelestial. Una importante fuente deesa ayuda viene por medio del serviciodel hombre a su prójimo4. El manda-miento indica: “Amarás a tu prójimocomo a ti mismo”5; puesto que todossomos hermanos y hermanas, todosconstituimos “el prójimo”, aunque aveces estemos separados por la distan-cia, la cultura, la religión o la raza. Elprofeta José dijo: “Un hombre llenodel amor de Dios no se conforma conbendecir solamente a su familia, sinoque va por todo el mundo anheloso debendecir a toda la raza humana”6. ElSeñor nos dio el ejemplo: “…porque

Dios ama a todos Sus hijos y los ayudaO B I S P O K E I T H B . M c M U L L I NSegundo Consejero del Obispado Presidente

Necesitamos la ayuda del Padre Celestial. Hay importantesfuentes de esa ayuda que vienen por medio del servicio del hombre a su prójimo, por medio de la oración y delcentrarse en Cristo.

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él hace lo que es bueno entre los hijosde los hombres… y a nadie de los quea él vienen desecha, sean negros oblancos, esclavos o libres, varones omujeres; y se acuerda de los paganos;y todos son iguales ante Dios”7.

A fin de proveer para otras perso-nas a la manera del Señor, nos esforza-mos por cuidar de nosotros mismos ynos sacrificamos para ayudar a los ne-cesitados. El pobre trabaja por lo querecibe y también busca el mejoramien-to de los demás8. Este modelo ha esta-do con nosotros desde el principio9.

El plan de bienestar de la Iglesia in-corpora este divino modelo, y los fie-les miembros de la Iglesia lo siguen.Sus ofrendas proporcionan socorro ala viuda, cuidado al huérfano y refugioa los que sufren.

Hace algunos años, un oficial de alto rango de China visitó Salt LakeCity, recorrió los sitios de interés de la Iglesia y habló en la UniversidadBrigham Young. Al enterarse del pro-grama de bienestar de la Iglesia, él

dijo: “Si nos amáramos los unos a losotros de este modo, el mundo seríaun lugar más pacífico”.

Ayunar y donar el importe equiva-lente al valor de los alimentos que nocomemos para ayudar a los pobrescaptó su atención. Al finalizar su visitaen la Manzana de Bienestar, le entre-gó al gerente un pequeño sobre rojo,“un sobrecito rojo”. En China, “un sobrecito rojo” se entrega como unamuestra de amor, de bendición y dedeseo de buena suerte. “No es mu-cho”, dijo el visitante, “pero represen-ta el dinero que ahorré de los últimosdos desayunos que no comí; me gus-taría entregar mi ofrenda de ayuno alprograma de Bienestar de la Iglesia”10.

El plan de bienestar de la Iglesia esinspirado por Dios. Sus principios sonfundamentales para la salvación delhombre11. Es una representación delservicio, un testimonio al mundo deque la Iglesia de Jesucristo ha sido res-taurada. Representa la ayuda celestialen términos prácticos. El presidente

Thomas S. Monson ha dicho: “Losprincipios de bienestar… no cambianni cambiarán… porque son verdadesreveladas”12.

Otra manera esencial de recibir la ayuda de Dios es por medio de laoración. Se nos ha mandado orar aDios, nuestro Padre, en el nombre deJesucristo. La admonición es: “Pedid,y se os dará; buscad, y hallaréis; lla-mad, y se os abrirá”13. Nuestro PadreCelestial contesta todas las oracionessinceras.

Como el profeta del Señor, el pre-sidente Monson aconseja: “A veces novemos ninguna luz al final del túnel,ninguna alborada que rompa las ti-nieblas de la noche… Nos sentimosabandonados, desconsolados y solos.Si se encuentran en una situación se-mejante, les suplico que acudan anuestro Padre Celestial con fe; Él losanimará y los guiará. No siempre reti-rará las aflicciones, pero Él los conso-lará y guiará con amor a través decualquier tormenta que enfrenten”14.

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Al enfrentar algunas necesidades,nos volcamos hacia un tipo de ora-ción que sólo se halla disponible bajolas manos de aquellos que están auto-rizados para ministrar en favor deDios. Jesucristo vino a “sanar a los enfermos, resucitar a los muertos”15

y levantar a las almas desesperadas.Con la restauración del Evangelio seotorgó el poder y la autoridad del sa-cerdocio para continuar este aspectode la obra de Dios16.

Cuando alguien está enfermo o tiene un gran problema, “llame a losancianos de la iglesia, y oren por él,ungiéndole con aceite en el nombredel Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará”17.Los élderes fieles tienen la comisiónde hacer lo que el Señor haría si Él estuviera presente18.

El mundo no podría dar cabida atantos tomos si se hubieran guardadoregistros de las oraciones contestadas.Del élder Glen L. Rudd, AutoridadGeneral emérita y querido compañe-ro, proviene el siguiente relato:

“Recibí una llamada telefónica don-de se me informó que un familiar, unaniña de doce años llamada Janice, es-taba en el hospital con lesiones graves.Su madre deseaba que ella recibierauna bendición del sacerdocio.

“El élder Cowley y yo fuimos alhospital, donde nos enteramos de losdetalles del accidente. A Janice la ha-bía atropellado un autobús, y las dosruedas traseras le habían pasado so-bre la cabeza y el cuerpo.

“El élder Cowley y yo entramos enel cuarto donde se encontraba Janice;ella tenía la pelvis quebrada, una serialesión en el hombro, quebradurasmúltiples y graves heridas en la cabe-za imposibles de curar. Sin embargo,sentimos que debíamos ungirla y ben-decirla. Yo la ungí con aceite y el élderCowley selló la unción. De una mane-ra firme y resuelta, la bendijo paraque se curara bien y completamente,y tuviera una vida normal. La bendijopara que se recuperara sin secuelaspermanentes de sus muchas lesiones.Fue una hermosa bendición y un mo-mento realmente magnífico”.

El élder Cowley continúa diciendo:“Janice no movió un músculo por másde un mes. Nosotros nunca perdimosla fe, pues se había pronunciado unabendición de que ella se recuperaría y no tendría daños permanentes”.

El élder Rudd concluye diciendo:“Han pasado muchos años desde esavisita al hospital. Hace poco hablé conJanice y, hoy, ella tiene 70 años, es madre de tres hijos y abuela de oncenietos. Hasta el presente, ella no hasufrido un solo efecto negativo deaquel accidente”19.

La de ella es una de muchas cura-ciones; pero no ha habido una pruebamás grandea de cómo el PadreCelestial ayuda a Sus hijos por mediode la oración que lo ocurrido en elcuarto de ese hospital, entre Janice,de doce años, y dos humildes siervosde Dios, hace cincuenta y ocho años.

La verdadera ayuda viene del Padre Celestial por medio de Su Hijo,

“porque de tal manera amó Dios almundo, que ha dado a su Hijo unigéni-to, para que todo aquel que en él cree,no se pierda, mas tenga vida eterna”20.

Es con gran reverencia y admiraciónque comparto mi testimonio del SeñorJesucristo. Al hacerlo, recuerdo cuáncuidadosos debemos ser al usar Sunombre. Aunque lo amamos debido aSu influencia, enseñanza y liberación,sería apropiado no hablar de Él comosi fuera nuestro vecino de al lado.

Él es el Primogénito de los hijos es-pirituales de nuestro Padre. Él hizo to-do lo que le fue ordenado hacer. Porlo tanto, todas las cosas le tienen re-verencia y testifican de Él21. Él les dijoa los antiguos profetas lo que debíanescribir y, hoy día, revela Su voluntada Sus profetas y cumple cada una desus palabras22.

Engendrado por Dios, nació de lavirgen María, venció la muerte, expiólos pecados del mundo y brindó la

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salvación tanto para los vivos comopara los muertos. Como nuestroSeñor resucitado, Él comió pescado y un panal de miel con los apóstoles e invitó a multitudes de ambos hemis-ferios a palpar las heridas de Sus ma-nos, pies y costado para que todossupieran que Él es el Dios de Israel. Él es el Cristo viviente.

A todos Él declara:“Yo soy la resurrección y la vida; el

que cree en mí, aunque esté muerto,vivirá.

“Y todo aquel que vive y cree enmí, no morirá eternamente”23.

Él es nuestro Legislador y Juez, elRedentor del mundo. En Su segundavenida, “sobre sus hombros estará elprincipado; y se llamará su nombreAdmirable, Consejero, Dios Fuerte,Padre Eterno, Príncipe de Paz”24. Deesto testifico, en el más sagrado nom-bre, el de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. D. y C. 130:22.2. Véase D. y C. 20:17.3. Moisés 2:27; véase también Génesis 1:27.4. Véase Mosíah 2:17.5. Mateo 22:39.6. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: José Smith, págs. 351.7. 2 Nefi 26:33.8. Véase D. y C. 56:16–18; 78:13–14;

104:13–18.9. Véase Génesis 3:19; Éxodo 23:10–11;

Levítico 19:9–10; Mateo 25:40; Mosíah4:16–27; Moisés 4:25; 5:1.

10. Neil K. Newell, “The Red Pocket”, manuscri-to inédito, 1999, pág. 1.

11. Véase Mosíah 4:16–27.12. Thomas S. Monson, “Los principios de bie-

nestar personal y familiar”, Tambuli, febre-ro de 1987, pág. 2.

13. Mateo 7:7–8.14. Thomas S. Monson, “El mirar hacia atrás y

seguir adelante”, Liahona, mayo de 2008,pág. 90.

15. Mosíah 3:5.16. Véase D. y C. 13; 27:12–13; 110:11–16;

128:20–21.17. Santiago 5:14–15.18. Véase Juan 14:11–14; Artículos de Fe 1:7;

Bruce R. McConkie, Mormon Doctrine, segunda edición, 1966, pág. 345.

19. Conversación con Glen L. Rudd; véase tam-bién Glen L. Rudd, Treasured Experiencesof Glen L. Rudd, manuscrito publicado porel autor, 1995, Archivos de la Iglesia, LaIglesia de Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días, págs. 270–272.

20. Juan 3:16.21. Véase Moisés 6:63.22. Amós 3:7; D. y C. 1:38.23. Juan 11:25–26.24. 2 Nefi 19:6; véase también Isaías 9:6.

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En la última conferencia general,el presidente Monson me llamópara ser la nueva presidenta ge-

neral de las Mujeres Jóvenes. Al estaren la presencia de un profeta de Dios yrecibir esta confianza sagrada, prometíque serviría con todo mi corazón, al-ma, mente y fuerza. Antes de recibir elllamamiento, tenía una pequeña placainscrita con este lema: “Puedo hacerlas cosas difíciles”. Esa pequeña placa,inscrita con ese sencillo lema, me in-fundió valor, pero ahora, si pudieracambiar ese lema, diría: “En la fortalezadel Señor, puedo hacer todas las co-sas”1. Hoy día confío en esa fortaleza al estar ante este sagrado púlpito.

El pasado abril, dos días después dela conferencia general, llevamos a cabonuestra primera reunión en calidad

de presidencia recién sostenida.Escalamos hasta la cima de la montañaEnsign Peak y, al contemplar el valle, vi-mos el templo y el ángel Moroni queresplandecía con el sol. A cada una denosotras nos pareció claro: la visiónpara nuestra presidencia era el templo;y nuestra responsabilidad también seaclaró: Debemos “ayudar a preparar acada jovencita para ser digna de hacerconvenios y guardarlos, y recibir las or-denanzas del templo”2.

El templo es la razón de todo loque hacemos en la Iglesia3. El templofue la razón por la que nuestros ante-pasados pioneros dejaron sus hogarespara venir al oeste; fue la razón por laque sufrieron privaciones e incluso lamuerte. Los convenios del templo fue-ron la razón por la que, a pesar de quesepultaron a sus niñitos a lo largo delcamino, esos pioneros podían cantar:

Santos, venid,sin miedo, sin temor,mas con gozo andad4.

Algunos perdieron todo, pero lle-garon al valle verdaderamente con todo: ordenanzas del templo, conve-nios sagrados y la promesa de estarjuntos como familia en la vida eterna.

Sólo dos días después de que lossantos llegaron al valle del Lago Salado,Brigham Young y sus compañeros es-calaron hasta la cima de Ensign Peak, y allí desplegaron un estandarte: un

El regreso a la virtudE L A I N E S . D A LT O NPresidenta General de las Mujeres Jóvenes

Ahora es el momento de que cada uno de nosotros selevante y despliegue un estandarte al mundo paraproclamar un regreso a la virtud.

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pañuelo amarillo atado a un bastónque simbolizó un estandarte o emble-ma a las naciones5. Los santos habríande ser la luz, el estandarte. El pasadoabril, en lo alto de Ensign Peak, noso-tras tres también desplegamos un es-tandarte que confeccionamos con unbastón y un manto dorado peruano;era nuestro estandarte, nuestro emble-ma a las naciones: nuestro estandartepara proclamar un regreso a la virtud.

La virtud es un requisito para entraren los santos templos del Señor y reci-bir la guía del Espíritu. La virtud “es unmodelo de pensamientos y de conduc-ta basados en altas normas morales”6,e incluye la castidad y la pureza moral.La virtud comienza en el corazón y enla mente y se nutre en el hogar; es laacumulación de miles de decisiones y de hechos pequeños. La virtud esuna palabra que no solemos oír en lasociedad actual, pero la raíz latina vir-tus significa fuerza. Las mujeres y loshombres virtuosos poseen una apaci-ble dignidad y una fortaleza interior.Ellos tienen confianza porque son dig-nos de recibir el Espíritu Santo y de serguiados por Él; el presidente Monsonha aconsejado: “…sean ustedes los quedefiendan lo correcto, aunque tenganque estar solos. Tengan el valor moralde ser una luz que los demás sigan. Nohay amigo más valioso que su propiaconciencia tranquila, su propia purezamoral, y ¡qué glorioso sentimiento essaber que están en el lugar señalado,limpios, y con la confianza de que sondignos de estar allí!”7

¿Será que lentamente nos hemos in-sensibilizado al grado de pensar quelas elevadas normas morales han pasa-do de moda y que no son pertinenteso importantes en la sociedad actual?Tal como el élder Hales nos acaba derecordar, en el Libro de Mormón,Lehonti se encontraba muy bien situa-do en la cima de una montaña. Él y susseguidores habían “fijado en sus men-tes una firme resolución” de que nobajarían de la montaña. Al astutoAmalickíah sólo le tomaron cuatro in-tentos, cada uno de ellos más audazque el anterior, para hacer que Lehonti“bajara al pie de la montaña”8. Después

de haber aceptado las falsas promesasde Amalickíah, Lehonti fue envenena-do “poco a poco”9 hasta que murió; nosólo envenenado, sino que “poco a po-co”. ¿Podría estar ocurriendo esto mis-mo hoy día? ¿Es posible que primerotoleremos, que después aceptemos yque por último abracemos el vicio quenos rodea?10 ¿Será que hemos sido en-gañados por los falsos modelos deconducta y los convincentes mensajesde los medios de comunicación quenos hacen olvidar nuestra identidad di-vina? ¿Estamos también siendo enve-nenados poco a poco? No hay mayormalicia que el tentar a la juventud deesta noble generación para que no ha-ga nada, o para que estén ocupadosescribiendo siempre mensajes de textosin nunca llegar a un conocimiento delas verdades que se encuentran en un

libro que fue escrito para ustedes y es-tos días por profetas de Dios: el Librode Mormón. No hay mayor malicia quetentar a las mujeres —jóvenes y mayo-res— a ustedes y a mí, a estar tan ab-sortas en nosotras mismas, nuestraapariencia, ropa, la forma y talla denuestro cuerpo, y de ese modo perderde vista nuestra identidad divina ynuestra habilidad de cambiar el mun-do mediante nuestra influencia virtuo-sa. No hay mayor malicia que tentar alos hombres—jóvenes y mayores, queposeen el santo sacerdocio de Dios—aver pornografía seductora y así fijar laatención en la carne en vez de la fe; aser consumidores de vicio en vez dedefensores de la virtud. En el Libro deMormón se relata la historia de dosmil jóvenes héroes cuya virtud y pure-za les dio la fortaleza para defender

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los convenios de sus padres y la fe dela familia. Su virtud y dedicación deser fieles en todo momento ¡cambia-ron el mundo!11.

Creo firmemente que una jovenci-ta o un jovencito virtuosos, guiadospor el Espíritu, pueden cambiar elmundo pero, para hacerlo, debemosvolver a la virtud; debemos participaren un riguroso entrenamiento. Comodijo Juma Ikangaa después de ganarel maratón de Nueva York: “El deseode ganar no es nada sin el deseo deprepararse”12. Ahora es el momentode prepararse al ejercer más autodis-ciplina; ahora es el momento para ser“más dignos del reino”13. Ahora es elmomento de fijar nuestro curso y cen-trarnos en la meta. El regreso a la vir-tud debe empezar personalmente ennuestro corazón y en nuestro hogar.

¿Qué puede hacer cada uno paraempezar el regreso a la virtud? El re-corrido y el programa de capacitaciónserán singulares para cada uno de no-sotros. Yo he extraído mi programapersonal de capacitación de las ins-trucciones que se encuentran en lasEscrituras: “Deja que la virtud engala-ne tus pensamientos incesantemen-te”14; “adhiérete a [tus] convenios”15;“estará[s] en lugares santos”16; “dese-charás las cosas [del] mundo”17;“cre[e] que deb[es] arrepentir[te]”18;“a recordarle siempre, y a guardar susmandamientos”19; y, “si hay algo vir-tuoso, o bello, o de buena reputa-ción… a esto aspir[a]”20. Ahora más

que nunca es el momento de res-ponder al llamado de Moroni: “…des-pierta y levántate” y “[procura] todabuena dádiva; y… no [toques] el donmalo, ni la cosa impura”21.

Hace poco asistí a la bendición denuestra nietecita más reciente. Para míera un panorama sagrado al ver a miesposo y a nuestros hijos, junto conmuchos otros seres queridos, rodear a esa bebita. Lucía tan elegante vestidade blanco, y no puse ninguna objeciónpara que le dieran el nombre de lasdos abuelas. Pero lo que más me con-movió fue la bendición que le dio supadre, nuestro hijo Zach, quien bendi-jo a la pequeña Annabel Elaine paraque entendiera su identidad como hijade Dios, que siguiera el ejemplo de sumadre, abuelas y hermana, y que en-contrara gran gozo al vivir una vida vir-tuosa y se preparara para efectuar yguardar los convenios del templo. Enese momento sagrado, rogué que todajovencita se viera rodeada, fortalecida yprotegida por el recto poder del sacer-docio, no sólo al nacer y recibir unabendición, sino durante toda su vida.

Durante la asamblea solemne de la última conferencia, cuando el pre-sidente Uchtdorf solicitó el sosteni-miento de nuestro nuevo Profeta y dela Primera Presidencia, observé a todala congregación de hermanos del sa-cerdocio ponerse de pie; sentí su for-taleza y el poder de su sacerdocio;ustedes son los defensores de la vir-tud. Después me sentí conmovida

cuando él dijo: “Por favor póngansede pie las mujeres jóvenes”. Desde miasiento, las vi a todas levantarse jun-tas. En el mundo de hoy no hay fuer-za más poderosa en favor de la virtud;ustedes no deben subestimar el po-der de su recta influencia.

Testifico que el regreso a la virtudes posible a causa del ejemplo delSalvador y a la “infinita virtud de Sugran sacrificio expiatorio”22. Testificoque se nos habilitará y fortalecerá nosólo para hacer las cosas difíciles, sino para hacer todas las cosas. Ahoraes el momento de que cada uno denosotros se levante y despliegue un estandarte al mundo para procla-mar un regreso a la virtud. Ruego que vivamos de tal manera que sea-mos instrumentos para preparar latierra para Su segunda venida, “paraque cuando él aparezca, seamos se-mejantes a él… purificados así como él es puro”23, en el nombre deJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase Alma 20:4.2. Carta de la Primera Presidencia, 25 de sep-

tiembre de 1996.3. Véase Russell M. Nelson, “La preparación

personal para recibir las bendiciones deltemplo”, Liahona, julio de 2001, pág. 37.

4. “¡Oh, está todo bien!”, Himnos, Nº 17.5. Véase Gordon B. Hinckley, “Un pendón a

las naciones”, Liahona, enero de 1990, pág.52; Boyd K. Packer, “Una defensa y un refu-gio”, Liahona, noviembre de 2006, pág. 85.

6. Predicad Mi Evangelio, 2004, pág. 125.7. Thomas S. Monson, “Ejemplos de rectitud”,

Liahona, mayo de 2008, pág. 65.8. Véase Alma 47:4–12.9. Alma 47:18.

10. Véase Alexander Pope, An Essay on Man,epístola 2, líneas 217–220.

11. Alma 53:20; véase también Alma 56.12. Juma Ikangaa, citado por Michael

Sandrock, en Running with the Legends:Training and Racing Insights from 21Great Runners, 1966, pág. 415.

13. Véase “Más santidad dame”, Himnos, Nº 71.14. D. y C. 121:45.15. Véase D. y C. 25:13.16. Véase D. y C. 45:32.17. Véase D. y C. 25:10.18. Véase Mosíah 4:10.19. D. y C. 20:77.20. Véase Los Artículos de Fe 1:13; véase tam-

bién Romanos 8:16; 1 Corintios 3:16; 1Tesalonicenses 5:22; Jacob 4:6; Alma 37:36;Moroni 10:32.

21. Moroni 10:30–31.22. “El Cristo Viviente: El Testimonio de los

Apóstoles”, Liahona, abril de 2000, págs. 2–3.

23. Moroni 7:48; cursiva agregada.

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Mis hermanos y hermanas, el19 de julio de este año losHijos de los Pioneros de

Utah colocaron una estatua del profe-ta José Smith y de su sucesor, el pre-sidente Brigham Young, en This Isthe Place Heritage Park (El Parque delPatrimonio “Éste es el lugar”) de SaltLake City. La estatua, titulada Con losojos hacia el Oeste, muestra a estosdos grandes profetas con un mapa de los territorios occidentales [deEstados Unidos].

Muchas personas, incluso losSantos de los Últimos Días, olvidanque José Smith era totalmente cons-ciente de que la Iglesia se iba a trasla-dar finalmente al grandioso Oesteestadounidense. En agosto de 1842, élprofetizó que “los santos seguirían pa-deciendo mucha aflicción, y que serían

echados hasta las Montañas Rocosas;que muchos apostatarían, otros mori-rían por manos de nuestros persegui-dores, o perderían la vida debido a losrigores de la intemperie o de las enfer-medades; y que algunos vivirían para iry ayudar a establecer colonias y edificarciudades, y ver a los santos llegar a serun pueblo poderoso en medio de lasMontañas Rocosas” (Enseñanzas delos Presidentes de la Iglesia: JoséSmith, págs. 551–552).

Ni siquiera los amigos más íntimosde José en aquellos primeros años en-tendían por completo las pruebas quesoportarían los Santos de los ÚltimosDías a medida que la Iglesia fuera avan-zando desde sus humildes principiosen las primeras décadas de 1800. Peroel profeta José sabía que ningún ene-migo de entonces ni del futuro tendríabastante poder para frustrar ni para de-tener los propósitos de Dios. Nos sonfamiliares sus palabras proféticas: “Elestandarte de la verdad se ha izado;ninguna mano impía puede detener elprogreso de la obra; las persecucionespodrán encarnizarse, los populachosse podrán combinar, los ejércitos po-drán juntarse y la calumnia podrá difa-mar; mas la verdad de Dios seguiráadelante valerosa, noble e indepen-dientemente hasta que haya penetra-do en todo continente, visitado todoclima, abarcado todo país y resonadoen todo oído, hasta que se cumplanlos propósitos de Dios y el gran Jehovádiga que la obra está concluida”

(Enseñanzas de los Presidentes de laIglesia: José Smith, págs. 149–150).

Han pasado casi dieciocho décadasdesde que se organizó La Iglesia deJesucristo de los Santos de los ÚltimosDías en 1830; hemos tenido ciento setenta y ocho años para observar elcumplimiento de la profecía y ver “laverdad de Dios” que sigue “adelante va-lerosa, noble e independientemente”.

La Iglesia comenzó su primera dé-cada con sólo unos pocos miembros.A pesar de la intensa oposición, du-rante la década de 1830 se llamó aquinientos noventa y siete misionerosy se bautizaron más de quince milconversos. Estados Unidos, Canadá yGran Bretaña se abrieron para la pre-dicación del Evangelio.

Durante la década de 1840, tam-bién hubo muchos conversos mien-tras continuaban las persecucionesencarnizadas contra la Iglesia y espe-cialmente contra el profeta José. En medio de esas dificultades y noobstante lo arduo que era viajar, elEvangelio restaurado de Jesucristo si-guió extendiéndose cada vez más porla tierra gracias al fiel servicio de milcuatrocientos cincuenta y cuatro mi-sioneros que fueron llamados duranteese período y el número de miem-bros de la Iglesia aumentó a más decuarenta y ocho mil. El 27 de junio de1844 la persecución a José Smith cul-minó cuando él y su hermano Hyrumfueron asesinados por un populachoen la cárcel de Carthage.

Poco después del martirio y encumplimiento de la visión de José,Brigham Young y la Iglesia comenza-ron los preparativos para trasladarse alas Montañas Rocosas. Las privaciones,la aflicción, la muerte y la apostasía losacompañaron constantemente; sinembargo, la obra siguió avanzando. En la década de 1850, hubo unos sete-cientos cinco misioneros llamados aprestar servicio en diversas regiones,entre ellas Escandinavia, Francia, Italia,Suiza y Hawai. La obra misional tam-bién comenzó en diversas partes delmundo como India, Hong Kong,Tailandia, Burma, Sudáfrica y las IndiasOccidentales.

La verdad de Diosseguirá adelanteÉ L D E R M . R U S S E L L B A L L A R DDel Quórum de los Doce Apóstoles

Ésta es la obra de Dios y la obra de Dios no será frustrada;sin embargo, todavía queda mucho por hacer.

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Entre los conversos fieles deEscandinavia y Gran Bretaña que sebautizaron durante esa década esta-ban los que sufrieron y murieron, entierra y en el mar, mientras viajabanpara reunirse con los santos aquí enlas Montañas Rocosas.

En 1875 se llamó a los primerossiete misioneros que irían a México; la obra allí floreció aun en medio de la revolución y de otros desafíos y fuehace precisamente cuatro años, en2004, que la Iglesia logró tener un mi-llón de miembros en ese país.

La fe de los santos se probó en ca-da paso que dieron mientras BrighamYoung los dirigía para construir tem-plos y establecer más de trescientascincuenta colonias en el Oeste.Cuando Brigham Young murió en1877, el número de miembros de laIglesia en el mundo había aumentadoa más de ciento quince mil. A pesarde toda la persecución, la verdad deDios ciertamente seguía adelante va-lerosa y noblemente.

El tiempo no me permite hacer unrepaso detallado del crecimiento de la

Iglesia durante las siguientes décadas,pero es de notar que en el transcursode los cuarenta años siguientes, de1890 a 1930, mientras la Iglesia y sudoctrina todavía estaban bajo el ata-que del público, el élder Reed Smootfue elegido senador para el Congresode los Estados Unidos, y tuvo que lu-char para ocupar su cargo. En esetiempo se habló mucho de la Iglesia y de sus enseñanzas, gran parte de locual era agraviante y dirigido al presi-dente Joseph F. Smith y a otros líde-res de la Iglesia. Sin embargo, huboalgunos artículos de periódico queempezaron a mencionar a los miem-bros de la Iglesia como ciudadanosserviciales y buenas personas.

El 3 de septiembre de 1925, el presi-dente Heber J. Grant anunció que laIglesia iba a comenzar la obra misionalen Sudamérica. Siguiendo el modeloestablecido por el Señor para llevar elEvangelio restaurado a todas las nacio-nes, un miembro del Quórum de losDoce Apóstoles— mi abuelo paterno,el élder Melvin J. Ballard— fue enviadoa Sudamérica con el fin de dedicar la

tierra para la predicación del Evangelio.En la mañana de Navidad de 1925,

en Argentina, el élder Ballard dedicólos países sudamericanos y comenzóla obra misional. Antes de partir, enjulio del año siguiente, profetizó esto:“La obra del Señor aquí avanzará len-tamente por un tiempo, al igual queel roble crece paulatinamente de unabellota; no surgirá en un día como elgirasol que florece rápidamente y lue-go muere, pero miles de personas seunirán a la Iglesia en estas tierras. Laobra se dividirá en más de una misióny será una de las más fuertes de laIglesia; nunca será más pequeña de loque es en este momento” (“Melvin J.Ballard: Crusader for Righteousness”,[“Melvin J. Ballard: Defensor de la rec-titud”], Bookcraft, p. 84).

Cualquiera que conozca el creci-miento de la Iglesia en Sudamérica sabe que esa profecía se ha cumplido.Actualmente, sólo en Brasil hay másde un millón de miembros.

En el transcurso de cuatro décadas,desde 1930 a 1970, hubo más de cientoseis mil misioneros llamados a prestar

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servicio. El número de miembros dela Iglesia se cuadruplicó a más de dosmillones ochocientos mil. En la déca-da de 1960 hubo más de un millón demiembros nuevos. Para 1970, habíamisioneros prestando servicio en cua-renta y tres naciones y nueve territo-rios. Durante ese período de cuarentaaños se abrieron a la obra misional los países sudamericanos de Chile,Brasil, Uruguay, Paraguay, Ecuador,Colombia, Perú y Venezuela. EnCentroamérica, los siervos del Señor iniciaron la predicación en las naciones de Panamá, Costa Rica,Guatemala, El Salvador, Honduras yNicaragua. En Asia los grandes esfuer-zos renovados empezaron a dar frutoen Corea, Taiwán, Singapur y Filipinas.

Nada de eso fue fácil. Las dificulta-des, los obstáculos y la persecuciónacompañaron todo intento de llevar“la verdad de Dios” a todo continentey país para que resonara “en todo oí-do”. No obstante, seguimos adelantecon fe; se resolvieron las dificultades y se vencieron los obstáculos.

El presidente Spencer W. Kimballpidió a los miembros que alargaran elpaso para difundir y compartir la ver-dad del Evangelio; pidió a todas lasestacas del mundo que aumentaran elnúmero de misioneros, e introdujo ala Iglesia en el uso de los medios decomunicación a fin de llevar nuestromensaje a cientos de millones de per-sonas por toda la tierra.

En los doce años en que fuePresidente de la Iglesia, cerca de dos-cientos mil misioneros de tiempocompleto prestaron servicio misional;aumentó a casi el doble el número de miembros de la Iglesia en todo elmundo y el número de estacas casi se triplicó; se comenzó o se volvió aabrir la obra misional en diversos paí-ses y empezó a producirse el milagrode la conversión en muchas tierras apesar de todos los intentos del adver-sario por frustrar la obra del Señor opor desalentar a Sus obreros.

Han pasado un poco más de dosdécadas desde que el presidenteKimball terminó su ministerio terre-nal, y durante ese período hemos

alcanzado una prominencia sin prece-dentes en la comunidad mundial de lafe. Probablemente no por coinciden-cia, también hemos experimentado através de los medios de comunicaciónataques ideológicos inauditos a nues-tra gente, nuestra historia y nuestradoctrina.

No obstante, la Iglesia continúa cre-ciendo. La cantidad de miembros havuelto a crecer más del doble, de 5.9millones en 1985 a más de trece millo-nes en la actualidad; y el año pasado sellamó al millonésimo misionero paraprestar servicio en esta dispensación.

Ahora bien, mis hermanos y her-manas, el propósito de esta breve re-seña que he ofrecido de la visiónprofética de José sobre el destino deesta Iglesia y de su cumplimiento lite-ral a través de las décadas es traernosa la memoria esta sencilla verdad:

“Las obras, los designios y los pro-pósitos de Dios no se pueden frus-trar ni tampoco pueden reducirse ala nada.

“Porque Dios no anda por vías torcidas… ni se aparta de lo que hadicho; por tanto, sus sendas son rec-tas y su vía es un giro eterno.

“Recuerda… que no es la obra de

Dios la que se frustra, sino la de loshombres” (D. y C. 3:1–3).

Dios ha hablado por medio de SuProfeta y ha anunciado al mundo que“el estandarte de la verdad se ha iza-do” y que “ninguna mano impía pue-de detener el progreso de la obra”.Eso es una verdad innegable e indis-cutible. La hemos visto por nosotrosmismos, década tras década, desde la época del profeta José Smith hastala del presidente Thomas S. Monson.Las persecuciones se han encarniza-do; la calumnia, las mentiras y la tergi-versación han intentado difamar; peroen todas las décadas, desde el mo-mento de la Restauración en adelante,la verdad de Dios ha seguido avanzan-do “valerosa, noble e independiente”.La pequeña Iglesia que comenzó en1830 con un pequeño grupo demiembros ha crecido hasta tener más de trece millones de Santos delos Últimos Días en muchas nacionesalrededor del mundo, y estamos encamino a penetrar todo continente,visitar todo clima, abarcar todo país y resonar en todo oído.

Ésta es la obra de Dios y la obra deDios no será frustrada; sin embargo,todavía queda mucho por hacer antesde que el Gran Jehová anuncie que la obra se ha concluido. Aun cuandoelogiamos y honramos a los santosfieles que nos han traído hasta estepunto de prominencia pública, no po-demos darnos el lujo de sentirnos sa-tisfechos ni conformes.

Se necesita de todos nosotros paracompletar la obra que aquellos santospioneros de hace más de ciento seten-ta y cinco años comenzaron y que lossantos fieles de cada generación en lasdécadas subsecuentes han llevado ade-lante. Es preciso que creamos comoellos creyeron, que trabajemos comoellos trabajaron, que prestemos servi-cio como ellos lo hicieron; y es precisoque triunfemos como ellos triunfaron.

Por supuesto, las dificultades queenfrentamos hoy son diferentes, pero no menos severas. En lugar depopulachos enfurecidos, enfrentamosa los que constantemente tratan de di-famarnos. En lugar de estar expuestos

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a la intemperie y a las penurias, esta-mos expuestos al abuso del alcohol ylas drogas, a la pornografía, a todas cla-ses de inmundicia y de vulgaridad, decodicia, deshonestidad y apatía espiri-tual. En lugar de ver a las familias desa-rraigadas y apartadas del hogar, vemosa la institución de la familia, incluso ladivina institución del matrimonio, bajoataque por las personas que colectiva eindividualmente intentan corromper lafunción prominente y divina que la fa-milia tiene en la sociedad.

Con esto no quiero decir que nues-tras dificultades actuales sean más gra-ves que las que enfrentaron quienesnos precedieron; sólo son diferentes.El Señor no nos pide que carguemosun carro de mano, nos pide que forta-lezcamos nuestra fe; no nos pide queatravesemos caminando un continen-te, nos pide que crucemos la calle pa-ra visitar a nuestro vecino; no nos pideque renunciemos a todas nuestras po-sesiones mundanas para construir untemplo, nos pide que demos de nues-tros medios y de nuestro tiempo, a pesar de las presiones del diario vivir,para continuar edificando templos, yluego, que asistamos regularmente alos que ya estén construidos; no nospide que suframos la muerte de unmártir, nos pide que vivamos la vidade un discípulo.

Ésta es una gran época para estarvivos, hermanos y hermanas, y de no-sotros depende continuar la rica tradi-ción de la dedicación devota que hasido el distintivo de las generacionesprevias de Santos de los Últimos Días.Ésta no es una época para los de cora-zón espiritualmente débil; no pode-mos permitirnos ser íntegros sólosuperficialmente, sino que nuestrotestimonio debe ser profundo, con raí-ces espirituales firmemente fundadasen la roca de la revelación. Y, comopueblo del convenio y pueblo consa-grado, con fe en cada paso, debemoscontinuar llevando adelante la obra“hasta que se cumplan los propósitosde Dios y el gran Jehová diga que laobra está concluida”. Que así sea connosotros, lo ruego en el nombre deJesucristo. Amén. ■

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Mis queridos hermanos y her-manas, me siento humilde alestar ante ustedes esta maña-

na. Pido su fe y oraciones a mi favor al hablar acerca de lo que he estadopensando y lo que he tenido la impre-sión de compartir con ustedes.

Para comenzar, menciono uno delos aspectos más inevitables de nues-tra vida aquí en la tierra: los cambios.En algún momento, todos hemos es-cuchado de una forma u otra el cono-cido dicho: “Nada es tan constantecomo los cambios”.

A lo largo de nuestra vida debemoshacer frente a los cambios; algunosson bienvenidos, otros no. Hay cam-bios en la vida que son repentinos,como la muerte de un ser querido,una enfermedad inesperada, la pérdi-da de bienes que atesoramos, pero la

mayoría de los cambios se producenlenta y sutilmente.

En esta conferencia se cumplencuarenta y cinco años desde que fui llamado al Quórum de los DoceApóstoles. Como el miembro de me-nos antigüedad de los Doce en aquelentonces, admiraba a catorce hom-bres excepcionales que tenían másantigüedad que yo en el Quórum y enla Primera Presidencia. Uno a uno, ca-da uno de esos hombres ha vuelto alhogar. Cuando el presidente Hinckleyfalleció hace ocho meses, me di cuen-ta de que yo había llegado a ser elapóstol de más antigüedad. Los cam-bios producidos durante cuarenta ycinco años que surgieron poco a pocoahora parecen monumentales.

La próxima semana la hermanaMonson y yo celebraremos nuestroaniversario número 60. Al mirar atrás a nuestros comienzos, me doy cuentade lo mucho que han cambiado nues-tras vidas desde entonces. Nuestrosqueridos padres que estaban a nuestrolado cuando comenzamos juntos nues-tra jornada han fallecido; nuestros treshijos, que ocuparon nuestra vida porcompleto durante tantos años, hancrecido y tienen su propia familia; lamayoría de nuestros nietos son mayo-res y ahora tenemos cuatro bisnietos.

Día a día, minuto a minuto, segun-do a segundo pasamos de donde nosencontrábamos a donde estamos ahora. Por supuesto, la vida de todosnosotros pasa por modificaciones y

Encontrar gozo en el trayectoP R E S I D E N T E T H O M A S S . M O N S O N

Saboreemos la vida al vivirla, encontremos gozo en el trayecto y compartamos nuestro amor con amigos yfamiliares.

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cambios similares. La diferencia quehay entre los cambios de mi vida y losde la de ustedes son sólo los detalles.El tiempo nunca se detiene; debe mar-char hacia adelante a un ritmo constan-te, y con la marcha vienen los cambios.

Ésta es la única oportunidad quetenemos de vivir la vida terrenal, aquíy ahora. Cuanto más vivimos, más nosdamos cuenta de lo corta que es. Lasoportunidades llegan y luego se van.Creo que entre las grandes leccionesque debemos aprender en nuestrocorto viaje por la tierra se encuentranlas lecciones que nos ayudan a distin-guir entre lo que es importante y loque no lo es. Les suplico que no de-jen pasar esas cosas tan importantesal hacer planes para ese futuro iluso-rio e inexistente cuando tendrántiempo para hacer todo lo que quie-ren hacer. En vez de ello, encuentrengozo en el trayecto: ahora.

Yo soy lo que mi esposa llama un“fanático de los espectáculos”. Me en-cantan las obras musicales; una de misfavoritas la escribió la compositoraamericana Meredith Wilson y se titula:“El hombre de la música”. En ella, elprofesor Harold Hill, uno de los per-sonajes principales de la obra, da unaadvertencia que comparto con uste-des. Él dice: “Si acumulan suficientesmañanas, encontrarán que han colec-cionado muchos ayeres vacíos”1.

Mis hermanos y hermanas, no hayun mañana para recordar si no hace-mos algo hoy.

He compartido previamente conustedes un ejemplo de esta filosofía.Creo que vale la pena repetirla. Hacemuchos años, Arthur Gordon escribiólo siguiente en una revista nacional:

“Cuando yo tenía más o menos 13 años y mi hermano 10, papá habíaprometido llevarnos al circo, pero almediodía sonó el teléfono: un asuntourgente requería su atención en el tra-bajo. Nos preparamos para la desilu-sión, pero luego lo oímos decir en elteléfono: ‘No, no estaré allí; eso ten-drá que esperar’.

“Cuando él volvió a la mesa, mamásonrió. ‘Sabes que el circo vuelve a ca-da rato, ¿no?’, dijo ella.

“ ‘Lo sé’, dijo papá, ‘pero la niñezno’”2.

Si tienen hijos que han crecido y se han ido, con toda seguridad ha ha-bido ocasiones en las que han experi-mentado sentimientos de pérdida yhan reconocido que no apreciaron esetiempo de la vida como deberían ha-berlo hecho. Desde luego, no se pue-de retroceder, sólo ir hacia adelante. En lugar de lamentarnos del pasado,

deberíamos aprovechar al máximo elhoy, el aquí y ahora, haciendo todo loposible por crear recuerdos placente-ros para el futuro.

Si todavía están criando a los hijos,tengan en cuenta que las huellas delos deditos que aparecen casi todoslos días en una superficie recién lim-piada, los juguetes desparramados enla casa, los montones y montones deropa para lavar desaparecerán muy

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rápido y que, para su sorpresa, los extrañarán profundamente.

Las tensiones vienen a nuestra vidano importa cuáles sean las circunstan-cias; debemos sobrellevarlas lo mejorque podamos, pero no debemos per-mitir que se interpongan entre lo quees más importante, y lo que es másimportante casi siempre se relacionacon las personas a nuestro alrededor.Con frecuencia suponemos que ellosdeben saber cuánto los queremos; pero nunca debemos suponerlo; debemos hacérselo saber. WilliamShakespeare, escribió: “Quienes nomuestran su amor, no aman”3. Nuncanos lamentaremos por las palabras de bondad que digamos ni el afectoque demostremos; más bien, nos la-mentaremos si omitimos esas cosasen nuestra interacción con aquellosque son los que más nos importan.

Envíen esa nota al amigo que handescuidado; abracen a su hijo; abracena sus padres; digan “te quiero” conmás frecuencia; siempre den las gra-cias. Nunca permitan que el problemaque se tenga que resolver llegue a sermás importante que la persona a la

que se tenga que amar. Los amigos semudan, los hijos crecen, las personasque amamos fallecen. Es tan fácil darlas cosas por sentado, hasta el día enque ellos se van de nuestras vida y nosquedamos con estos sentimientos:“qué hubiera pasado si” o “si sólo”. La autora Harriett Beecher Stowe dijo:“Las lágrimas amargas que se derra-man sobre la tumba son por palabrasque no se dijeron y cosas que no se hicieron”4.

En la década de los años 60, duran-te la guerra de Vietnam, un miembrode la Iglesia, Jay Hess, que era aviador,fue derribado en el norte de Vietnam.Durante dos años su familia no teníaidea si estaba vivo o muerto. Los quele capturaron en Hanoi finalmente lepermitieron escribir a casa, pero debíalimitar su mensaje a 25 palabras. ¿Quédiríamos ustedes y yo a nuestra familiasi estuviésemos en la misma situa-ción— si no la hubiésemos visto du-rante más de dos años y sin saber si laveríamos otra vez? Con el deseo demandar algo que su familia reconocie-ra que provenía de él y también con el deseo de darles consejo valioso, el

hermano Hess escribió lo siguiente:“Estas cosas son importantes: el matri-monio en el templo, la misión, la uni-versidad. Sigan adelante, establezcanmetas, escriban historia, tomen fotosdos veces al año”5.

Saboreemos la vida al vivirla, en-contremos gozo en el trayecto y com-partamos nuestro amor con amigos yfamiliares. Algún día, cada uno de no-sotros se quedará sin mañanas.

En el libro de Juan en el NuevoTestamento, capítulo trece, versículotreinta y cuatro, el Salvador nos amo-nesta: “Que os améis unos a otros; como yo os he amado”.

Tal vez algunos de ustedes estén familiarizados con la novela clásica deThornton Wilder, titulada Nuestra ciu-dad. Si es así, recordarán la ciudad deGrover’s Corners, donde el relato selleva a cabo. En la obra, Emily Webbmuere al dar a luz, y nos enteramos dela angustiosa soledad de su joven es-poso, George, quien se quedó con suhijito de cuatro años. Emily no deseadescansar en paz; desea volver a sentirlas alegrías de su vida, por lo que se leconcede el privilegio de volver a la tie-rra y revivir su décimo segundo cum-pleaños. Al principio es emocionanteser joven de nuevo, pero muy prontose esfuma esa alegría. El día ya no esdivertido, ahora que Emily sabe lo quele aguarda en el futuro. Es un dolor insoportable al darse cuenta de quehabía estado totalmente ajena al signi-ficado y a la maravilla de la vida mien-tras vivía. Antes de volver a su últimamorada, Emily se lamenta: “¿Son cons-cientes los seres humanos de la vidamientras aún la viven, en todos y cadauno de los minutos?”.

El que nos demos cuenta de lo quees más importante en la vida va de lamano con la gratitud que sentimospor nuestras bendiciones.

Un conocido autor dijo: “Tanto laabundancia como la carencia de ellaexisten simultáneamente en nuestravida, como realidades paralelas.Siempre debemos decidir cuál jardínsecreto cuidaremos… Cuando decidi-mos pasar por alto las cosas que nosfaltan en la vida, y en cambio sentimos

Tres jóvenes padres en Ucrania disfrutan de su papel como padres.

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gratitud por la abundancia que tene-mos: amor, salud, familia, amigos, tra-bajo, los gozos de la naturaleza y lasempresas personales que nos traen[felicidad], el terreno baldío de la ilu-sión desaparece y experimentamos elcielo en la tierra”6.

En Doctrina y Convenios, sección88, versículo 33, se nos dice: “Porque,¿en qué se beneficia el hombre aquien se le confiere un don, si no lorecibe? He aquí, ni se regocija con loque le es dado, ni se regocija en aquelque le dio la dádiva”.

Horacio, el antiguo filósofo romano,amonestó: “Toma con mano agradeci-da cada hora con la que Dios te hayabendecido, y no pospongas tus alegríasaño tras año, para que en cualquier lu-gar en el que hayas estado, puedas de-cir que felizmente has vivido”.

Hace muchos años me conmovió lahistoria de Borghild Dahl, que nació enMinnesota en 1890 de padres norue-gos, y que desde temprana edad sufrióserios problemas de la vista. Ella teníaun enorme deseo de participar de la vi-da cotidiana a pesar de su impedimen-to y, con tenaz determinación, logró eléxito en casi toda tarea que empren-dió. En contra de los consejos de losmaestros, que pensaban que el impe-dimento era sumamente grande, ellaasistió a la Universidad de Minnesota,donde recibió una licenciatura; mástarde estudió en la UniversidadColumbia y en la Universidad de Oslo. Finalmente llegó a ser directorade ocho escuelas en el oeste deMinnesota y Dakota del Norte.

Fue autora de diecisiete libros y en uno de ellos escribió lo siguiente:“Sólo tenía un ojo, y estaba cubierto decicatrices tan profundas que toda mivisión se limitaba a una pequeña aber-tura en el ojo izquierdo. Solamente po-día ver un libro si lo sostenía cerca dela cara y si esforzaba el ojo lo más posi-ble hacia el lado izquierdo”7.

Milagrosamente, en 1943—cuandotenía más de cincuenta años— se in-ventó un procedimiento revoluciona-rio que por fin le devolvió gran partede la vista que por tanto tiempo nohabía tenido. Ante ella se abrió un

mundo nuevo y fascinante. Derivabaenorme placer en las cosas pequeñasque la mayoría de nosotros pasamospor alto, como ver un pájaro volar,notar la luz que se reflejaba en lasburbujas del jabón del agua de losplatos, u observar las fases de la lunacada noche. Terminó uno de sus li-bros con estas palabras: “Querido…Padre Celestial, te doy gracias; te doygracias”8.

Borghild Dahl, tanto antes comodespués de recuperar la vista, sintióinmensa gratitud por sus bendiciones.

En 1982, dos años antes de quemuriera a los 92 años de edad, sepublicó su último libro, titulado:Feliz toda mi vida. Su actitud deagradecimiento le permitió apreciarsus bendiciones y vivir una vida plena y abundante a pesar de sus dificultades.

En 1 Tesalonicenses, en el NuevoTestamento, capítulo cinco, versículodieciocho, el apóstol Pablo nos dice:“Dad gracias en todo, porque esta esla voluntad de Dios”.

Recuerden conmigo el relato delos diez leprosos:

“Y al entrar en una aldea, le salie-ron al encuentro diez hombres lepro-sos, los cuales se pararon de lejos

“y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús,Maestro, ten misericordia de nosotros!

“Cuando él los vio, les dijo: Id, mos-traos a los sacerdotes. Y aconteció quemientras iban fueron limpiados.

“Entonces uno de ellos, viendoque había sido sanado, volvió, glorifi-cando a Dios a gran voz,

“y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste erasamaritano.

“Respondiendo Jesús, dijo: ¿Noson diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?

“¿No hubo quien volviese y diesegloria a Dios sino este extranjero?”9.

En una revelación dada a través delprofeta José Smith, el Señor dijo: “Yen nada ofende el hombre a Dios, nicontra ninguno está encendida su ira,sino contra aquellos que no confiesansu mano en todas las cosas”10. Ruegoque nos encontremos entre aquellosque den las gracias a nuestro PadreCelestial. Si la ingratitud se encuentraentre los pecados más graves, enton-ces la gratitud toma su lugar entre lasmás nobles de las virtudes.

Pese a los cambios que vengan anuestra vida, y con gratitud en nues-tros corazones, ruego que, en todo loposible, llenemos nuestros días conlas cosas que son de más importancia.Ruego que valoremos a nuestros se-res queridos y les expresemos nues-tro amor tanto en palabra como enhechos.

Para finalizar, ruego que todos re-flejemos gratitud por nuestro Señor ySalvador Jesucristo. Su glorioso Evan-gelio proporciona las respuestas a losinterrogantes más grandes de la vida:¿De dónde vinimos? ¿Por qué estamosaquí? ¿A dónde va mi espíritu al morir?

Él nos enseñó a orar; Él nos ense-ñó a servir; Él nos enseñó a vivir. Suvida es un legado de amor; sanó alenfermo; animó al afligido; salvó alpecador.

Llegó la hora cuando estuvo solo;algunos apóstoles dudaron y uno loentregó. Los soldados romanos leatravesaron el costado; la chusma lequitó la vida. Desde el monte de laCalavera aún se oyen sus palabras ca-ritativas: “Padre, perdónalos, porqueno saben lo que hacen”11.

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Previamente, tal vez al percibir laculminación de Su misión terrenal, selamentó: “Las zorras tienen guaridas,y las aves del cielo nidos; mas el Hijodel Hombre no tiene dónde recostarsu cabeza”12. “No hay lugar en el me-són”13 no fue una expresión singularde rechazo, sino la primera. No obs-tante, Él nos invita a ustedes y a mí arecibirlo. “He aquí, yo estoy a la puer-ta y llamo; si alguno oye mi voz y abrela puerta, entraré a él, y cenaré con él,y él conmigo”14.

¿Quién era este Hombre de dolores, experimentado en pesares?¿Quién es el Rey de gloria, este Señorde los ejércitos? Es nuestro Maestro;es nuestro Salvador; es el Hijo deDios; el Autor de nuestra salvación. Él nos llama: “Sígueme”15. Él manda:“Ve, y haz tú lo mismo”16. Él suplica:“Guarda mis mandamientos”17.

Sigámosle; emulemos Su ejemplo;obedezcamos Su palabra, y al hacer-lo, le brindamos el divino don de lagratitud.

Hermanos y hermanas, mi sinceraoración es que nos adaptemos a los cambios en nuestra vida, que nos demos cuenta de lo que es más importante, que siempre ex-presemos nuestra gratitud y de ese modo encontremos gozo en el tra-yecto. En el nombre de Jesucristo.Amén. ■

NOTAS1. Meredith Willson y Franklin Lacey, The

Music Man, 1957.2. Arthur Gordon, A Touch of Wonder , 1974,

págs. 77–78.3. William Shakespeare, “Los dos hidalgos de

Verona”.4. Harriet Beecher Stowe, en Gorton Carruth

y Eugene Erlich, comp., The Harper Bookof American Quotations, 1988, pág. 173.

5. De correspondencia personal.6. Sarah Ban Breathnach, en John Cook,

comp., The Book of Positive Quotations,2a. ed., 2007, pág. 342.

7. Borghild Dahl, I Wanted to See, 1944, pág. 1.

8. I Wanted to See, pág. 210.9. Lucas 17:12–18.

10. D. y C. 59:21.11. Lucas 23:34.12. Mateo 8:20.13. Véase Lucas 2:7.14. Apocalipsis 3:20.15. Marcos 2:14.16. Lucas 10:37.17. D. y C. 11:6.

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Mi propósito es demostrar queen los tiempos de dificultad,el Señor siempre ha prepara-

do de antemano un camino seguro.Vivimos en los “tiempos peligrosos”que el apóstol Pablo profetizó quevendrían en los últimos días1. Si he-mos de estar a salvo individualmente,como familias y como iglesia, será me-diante la “obediencia a las leyes y or-denanzas del Evangelio”2.

El 24 de julio de 1849, los santoshabían estado en el valle del LagoSalado exactamente dos años. Al fin eran libres de los años de perse-cución y asedio, y eso había que celebrarlo.

Sólo unos años antes, bajo condi-ciones desastrosas, el profeta JoséSmith había sufrido por meses en lacárcel de Liberty mientras la chusmaechaba a los santos de sus hogares.

Las palabras cárcel y liberty (libertad)no concuerdan muy bien.

José imploró:“Oh Dios, ¿en dónde estás? ¿y dón-

de está el pabellón que cubre tu mo-rada oculta?

“¿Hasta cuándo se detendrá tu ma-no, y tu ojo, sí, tu ojo puro, contem-plará desde los cielos eternos losagravios de tu pueblo y de tus sier-vos, y penetrarán sus lamentos en tusoídos?”3.

El profeta José Smith había pedi-do instrucción antes, y el Señor dijoa los santos que trataran de obtenerindemnización ante los jueces, el gobernador y después ante el presidente4.

Las apelaciones antes los juecesfracasaron. Durante el transcurso desu vida, a José Smith se le llevó antetribunales más de doscientas vecescon toda serie de cargos falsos, y nun-ca se le halló culpable.

Cuando trataron de obtener repa-ración del gobernador Boggs deMisuri, él emitió una declaración: “A los mormones se les debe tratar como enemigos y deben ser extermi-nados o expulsados del estado si esnecesario, para conservar la paz públi-ca”5. Eso desató una inconcebible bru-talidad e iniquidad.

Lo santos apelaron al presidenteMartin Van Buren de los EstadosUnidos, quien les dijo: “Su causa esjusta, pero no puedo hacer nada porustedes”6.

Leeré los párrafos finales de la

La pruebaP R E S I D E N T E B OY D K . PA C K E RPresidente del Quórum de los Doce Apóstoles

Ni la persecución ni el ejército podían apartar a los santosde lo que sabían que era verdad.

SESIÓN DEL DOMINGO POR LA TARDE5 d e o c t u b r e d e 2 0 0 8

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tercera petición dirigida al Congresode los Estados Unidos:

“Las aflicciones de estos peticiona-rios ya han sido insoportables, dema-siado para que la humanidad y losciudadanos estadounidenses las so-porten sin quejarse. Hemos gemidobajo la mano de hierro de la tiranía yla opresión por muchos años. Se nosha robado nuestra propiedad, hasta lasuma de dos millones de dólares. Senos ha cazado cual si fuéramos bestiassalvajes del bosque. Hemos visto anuestros padres ancianos, que pelea-ron en la Revolución, y a nuestros hi-jos inocentes asesinados por igual pornuestros perseguidores. Hemos vistoa bellas hijas de ciudadanos estadou-nidenses insultadas y maltratadas dela forma más inhumana, y finalmente,hemos visto a quince mil almas —hombres, mujeres y niños— expulsa-das por fuerzas armadas, durante losrigores del invierno, del calor de sushogares sagrados hacia una tierra deextraños, sin dinero y desprotegidos.Bajo estas circunstancias de aflicción,estrechamos suplicantes las manoshacia los concilios supremos de la na-ción, y humildemente apelamos a losilustres senadores y representantes deeste gran pueblo libre en busca de re-paración y protección.

“¡Oh escuchen la voz de petición de muchos miles de ciudadanos esta-dounidenses que ahora gimen en elexilio…! ¡Oh escuchen el llanto y lasamargas lamentaciones de las viudas ylos huérfanos, cuyos esposos y padreshan sido cruelmente martirizados en latierra donde vuela el águila orgullosa!Que no quede registrado en los archi-vos de las naciones que… exiliadosbuscaron protección y reparación demano de ustedes inútilmente. Tienenel poder de salvarnos —a nosotros, anuestras esposas y a nuestros hijos—de ver repetidas las sanguinarias esce-nas de Misuri, y así mitigarán grande-mente los temores de un puebloperseguido y herido, y estos peticio-narios continuarán orando”7.

No hubo compasión y fueron rechazados.

En 1844, bajo la prometida

protección del gobernador ThomasFord de Illinois, el profeta José Smithy su hermano Hyrum fueron asesina-dos a balazos en la cárcel de Carthage.Es imposible expresar con palabras labrutalidad y el sufrimiento que habíansoportado los santos.

Ahora, ese día 24 de julio de 1849,libres ya de las chusmas, el plan eracelebrar8.

Todo lo que poseían los santos sehabría de transportar mil seiscientoskilómetros por el desierto en carrosde mano o carromatos; el ferrocarrilno llegó a Salt Lake City sino hastaveinte años después. Ya que no teníanmuchos medios, decidieron que la

celebración sería una gran expresiónde sus sentimientos.

Construyeron una enramada en laManzana del Templo. Erigieron un as-ta de 32 metros de alto, confecciona-ron una enorme bandera nacional de20 metros de largo y la izaron en lapunta de esta asta de libertad.

Quizás parezca desconcertante ysumamente increíble que para el temade esa primera celebración hayan es-cogido el patriotismo y la lealtad a esemismo gobierno que los había recha-zado y no les había ayudado. ¿En quéhabrían estado pensando? Si logranentender el por qué, comprenderán el poder de las enseñanzas de Cristo.

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La banda de música tocó mientrasel presidente Brigham Young encabe-zaba una procesión solemne hasta laManzana del Templo. Atrás de él ibanlos Doce Apóstoles y los Setenta.

A continuación había veinticuatrojóvenes de pantalones blancos, abrigosnegros, bandas blancas sobre el hom-bro derecho, coronas sobre la cabeza yuna espada envainada del lado izquier-do. En la mano derecha, si lo puedencreer, cada uno llevaba una copia de la Declaración de Independencia y de la Constitución de los EstadosUnidos. Uno de esos jóvenes leyó la Declaración de Independencia.

Enseguida había 24 mujeres jóvenesvestidas de blanco, con una banda azulsobre el hombro derecho y rosas blan-cas sobre la cabeza. Cada una llevabauna Biblia y un Libro de Mormón.

Casi tan asombroso como la elec-ción del patriotismo como tema, fuelo que venía enseguida: veinticuatroseñores de edad, como solía llamár-seles, encabezados por el patriarcaIsaac Morley. Se les conocía como losPlateados ya que todos tenían 60 añoso más. Cada uno llevaba un bastón ro-jo con un listón blanco flotando en lapunta, y uno llevaba la bandera de losEstados Unidos. Esos hombres simbo-lizaban el sacerdocio, que era “desdeel principio, antes que el mundo fue-se”9 y que se había restaurado en estadispensación.

Los santos sabían que el Señor leshabía mandado estar “sujetos a reyes,presidentes, gobernantes y magistra-dos… obedecer, honrar y sostener la ley”10. Ese mandamiento, reveladoen aquel entonces, lo viven nuestrosmiembros en todas las naciones.Debemos ser ciudadanos dignos que obedecen la ley.

El Señor les dijo: “[Establecí] laConstitución de este país, por manode hombres sabios que levanté paraeste propósito mismo”11.

En otro versículo, el Señor les dijo que “no es justo que un hombresea esclavo de otro”12; por tanto, se oponían a la esclavitud, y eso lescausó problemas con los colonos de Misuri.

En ese día de celebración de 1849,“el élder Phineas Richards representóa los veinticuatro señores de edad yleyó su leal y patriótico discurso”13.Habló de la necesidad de que enseña-ran el patriotismo a sus hijos y deamar y honrar la libertad. Después derecitar brevemente los peligros quehabían vivido, dijo:

“Hermanos y amigos, nosotros quehemos vivido sesenta o más años he-mos visto al gobierno de los EstadosUnidos en su gloria, y sabemos quelas crueldades atroces que padecimosprocedían de una administración co-rrupta e inicua, mientras que los prin-cipios puros de nuestra aclamadaConstitución siguen inmutables…

“…Así como hemos heredado denuestros padres el espíritu de la liber-tad y la pasión del patriotismo, queéstos se transmitan [intactos] a nues-tra posteridad”14.

Uno pensaría que, compelidos porlas emociones de la naturaleza huma-na, los santos buscarían venganza, pe-ro algo mucho más fuerte que esanaturaleza prevaleció.

El apóstol Pablo explicó:“… el hombre natural no percibe

las cosas que son del Espíritu de Dios,porque para él son locura, y no laspuede entender, porque se han dediscernir espiritualmente…”

“…nosotros tenemos la mente deCristo”15.

Ese Espíritu distinguió a esos anti-guos miembros de la Iglesia como se-guidores de Cristo.

Si logran entender a un pueblo tansufrido, tolerante, cristiano y presto aperdonar, después de lo que había pa-decido, habrán descubierto la clavede lo que es un Santo de los ÚltimosDías. En lugar de verse dominadospor la venganza, quedaron anclados ala revelación. Su camino quedó defini-do por las enseñanzas que todavía seencuentran en el Antiguo y el NuevoTestamento, en el Libro de Mormón,Doctrina y Convenios y La Perla deGran Precio.

Si logran entender por qué pudie-ron celebrar como lo hicieron, com-prenderán por qué tenemos fe en elSeñor Jesucristo, en los principios delEvangelio.

En el Libro de Mormón se nos en-seña: “Hablamos de Cristo, nos rego-cijamos en Cristo, predicamos deCristo, profetizamos de Cristo y escri-bimos según nuestras profecías, paraque nuestros hijos sepan a qué fuentehan de acudir para la remisión de suspecados”16.

Y así hoy, en estos tiempos sumamente peligrosos, en la verda-dera Iglesia de Jesucristo17 enseña-mos y vivimos los principios de Su Evangelio.

Quiero mencionar tres cosas encuanto a esa conmemoración en 1849que eran simbólicas y también proféti-cas: primero, los jóvenes llevaban laConstitución y la Declaración de laIndependencia; enseguida, cada mu-jer joven llevaba la Biblia y el Libro deMormón, y finalmente, se rindió ho-nor a los hombres mayores —losPlateados— en el desfile.

Después del programa, tuvieronun banquete en mesas improvisadas.Se invitó a comer a varios cientos debuscadores de oro y a 60 indios.

Y entonces, regresaron a su trabajo.El presidente Young había dicho:

“Si el pueblo de los Estados Unidosnos deja en paz por diez años, no lepediremos ninguna reivindicación”18.

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Exactamente ocho años despuésde la celebración de 1849, los santosestaban en el cañón Big Cottonwoodcelebrando otro 24 de julio cuandollegaron cuatro jinetes a informar quehabía un ejército de 2.500 soldadosen las llanuras. El ejército de losEstados Unidos, bajo el mando del coronel Albert Sydney Johnston, ha-bía recibido órdenes del presidenteJames Buchanan de acabar con unasupuesta rebelión mormona.

Los santos finalizaron la celebra-ción y se dirigieron a casa para prepa-rar las defensas. En lugar de huir, estavez el presidente Young declaró: “Nohemos quebrantado ninguna ley, y notenemos motivo para hacerlo ni inten-ciones de hacerlo; pero que una na-ción venga a destruir a este pueblo,vive el Dios Todopoderoso que no podrán venir aquí”19.

Mis bisabuelos sepultaron a un hijoen el camino a Nauvoo cuando fueronexpulsados de Far West, y a otro enWinter Quarters cuando fueron expul-sados hacia el oeste.

Otra bisabuela, siendo adolescen-te, empujaba un carro de mano por la orilla sur del río Platte, mientrascantaban:

Hacia el sol, do Dios lo preparó,buscaremos lugardo, libres ya de miedo y dolor,nos permitan morar20.

Del otro lado del río veían el sol re-flejándose en las armas de los solda-dos del ejército21.

En St. Louis mi bisabuela compróun prendedor de la bandera estadou-nidense, ella siempre se lo ponía ensu vestido durante toda su vida.

Ni la persecución ni el ejército po-dían apartar a los santos de lo que sa-bían que era verdad. Se negoció unacuerdo, y la Guerra de Utah (mástarde llamada el Error Garrafal deBuchanan) se acabó.

Somos guiados por las mismas re-velaciones y dirigidos por un profeta.Cuando murió el profeta José Smith,otro tomó su lugar. El orden de suce-sión continúa el día de hoy.

Hace seis meses, en la conferenciageneral, se sostuvo a Thomas S.Monson como el decimosextoPresidente de la Iglesia, sólo cincomeses antes de cumplir 81 años. Él sucedió al presidente Gordon B.Hinckley, quien murió a los 98 años.

Los líderes que están a la cabeza dela Iglesia casi siempre tendrán la expe-riencia de décadas de preparación.

El presidente Monson está ideal-mente capacitado para los desafíos de nuestra época. Lo sostienen dosconsejeros y el Quórum de los DoceApóstoles —todos ellos profetas, vi-dentes y reveladores.

Aquel mismo Lucifer que fue echa-do de la presencia del Padre sigue ensu propia obra. Él, junto con los ánge-les que lo siguieron, causará dificulta-des para la obra del Señor y si puede,la destruirá.

Pero mantendremos el rumbo.Anclémonos como familias y comoIglesia a esos principios y ordenanzas.Sin importar las pruebas que nosaguarden, y habrá muchas, debemospermanecer fieles y leales.

Doy testimonio de que Dios elPadre y Su Hijo Jesucristo viven, queThomas S. Monson ha sido llamado

por Dios por medio de la profecía.“El estandarte de la verdad se ha

izado; ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra”(Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, págs. 149). Hoyel sol nunca se pone en las congrega-ciones de los Santos de los ÚltimosDías. Lo testifico en el nombre deJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase 2 Timoteo 3:1–7.2. Artículos de Fe 1:3.3. D. y C. 121:1–2.4. Véase D. y C. 101: 86–88.5. Citado en Nuestro Legado, pág. 47.6. Citado en Gordon B. Hinckley, La Verdad

Restaurada, pág. 79.7. Véase Biography, págs. 152–153.8. Véase Biography, págs. 95–107.9. D. y C. 76:13.

10. Artículos de Fe 1:12.11. D. y C. 101:80.12. D. y C. 101:79.13. Véase Biography, pág. 100.14. Véase Phineas Richards en Biography,

págs. 102–104.15. 1 Corintios 2:14, 16.16. 2 Nefi 25:26.17. Véase D. y C. 1:30.18. Brigham Young, “Remarks”, Deseret News,

23 de septiembre de 1857, página 228.19. Deseret News, 23 de septiembre de 1857,

págs. 228.20. Himnos, Nº 17, tercera estrofa.21. Véase, “By Handcart to Utah: The Account

of C. C. A. Christensen”, Nebraska History,invierno de 1985, pág. 342.

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Mis queridos hermanos y her-manas, me siento sumamen-te agradecido por cada uno

de ustedes. Todos sentimos un pro-fundo agradecimiento por el Evan-gelio de Jesucristo. En este mundodonde abunda el sufrimiento, esta-mos realmente agradecidos por el“gran plan de felicidad”1 de Dios. EnSu plan se declara que el hombre y la mujer existen “para que tengan go-zo”2; y ese gozo viene cuando escoge-mos vivir en armonía con el planeterno de Dios.

La importancia de las decisiones sepuede ilustrar por medio de un con-cepto sencillo que se me ocurrió undía mientras estaba de compras enuna tienda muy grande. Lo llamo “los

hábitos del comprador”. Ya que ir decompras forma parte de nuestra vidacotidiana, puede que estos hábitos lesresulten familiares.

Los compradores prudentes anali-zan las diferentes opciones minucio-samente antes de escoger, se fijanmás que nada en la calidad y en la du-ración del producto que desean, quie-ren lo mejor. En contraste, algunoscompradores buscan las ofertas yotros tal vez derrochan, sólo para mástarde descubrir, con gran angustia,que su elección no dio los resultadosesperados. Lamentablemente, tam-bién están los menos comunes quedejan de lado su integridad personal yroban lo que desean; a ellos los llama-mos “ladrones”.

Los hábitos del comprador se pue-den aplicar al tema del matrimonio.Una pareja enamorada puede elegirun matrimonio de la más alta calidado uno de menor calidad que no per-durará; o quizás no elijan ninguno delos dos y descaradamente roben loque desean como si fueran “ladronesmatrimoniales”.

El tema del matrimonio se debateen todo el mundo, donde existen di-ferentes formas de vida conyugal. Mipropósito al hablar sobre este tema es declarar, como apóstol del Señor3,que el matrimonio entre el hombre yla mujer es sagrado y ordenado porDios4. También reafirmo la virtud del

matrimonio en el templo; es el tipode matrimonio más elevado y perdu-rable que nuestro Creador ofrece aSus hijos.

Mientras que la salvación es unasunto individual, la exaltación es un asunto familiar5. Sólo quienes sehayan casado en el templo y cuyo matrimonio esté sellado por el SantoEspíritu de la promesa continuarán co-mo cónyuges después de la muerte6 yrecibirán el más alto grado de gloriacelestial o la exaltación. Al matrimonioen el templo también se le llama ma-trimonio celestial. En la gloria celestialhay tres grados; para alcanzar el másalto, el esposo y la mujer deben sellar-se por tiempo y por toda la eternidady guardar los convenios que hicieronen el santo templo7.

El anhelo más noble del corazónhumano es el de un matrimonio queperdure más allá de la muerte. Ser fie-les al matrimonio en el templo permi-te lograrlo, permite que las familiasestén juntas para siempre.

Esta meta es gloriosa. Todas las actividades, todos los avanzamientos,los quórumes y las clases de la Iglesiason medios para lograr la exaltaciónde la familia8.

Para hacer posible esta meta, nues-tro Padre Celestial ha restaurado llavesdel sacerdocio en esta dispensaciónpara que se puedan efectuar las orde-nanzas esenciales de Su plan por me-dio de la debida autoridad. Mensajeroscelestiales, entre ellos Juan el Bautista9,Pedro, Santiago y Juan10, Moisés, Elías,y Elías el profeta11, han participado enesa restauración12.

El conocimiento de esta verdad re-velada se está esparciendo por toda la tierra13. Nosotros, como profetas yapóstoles del Señor, otra vez procla-mamos al mundo que “la familia es laparte central del plan del Creador pa-ra el destino eterno de Sus hijos”14.

Además, proclamamos que “todoslos seres humanos, hombres y muje-res, son creados a la imagen de Dios.Cada uno es un amado hijo o hija es-piritual de padres celestiales y, comotal, cada uno tiene una naturaleza yun destino divinos. El ser hombre o

El matrimoniocelestialÉ L D E R R U S S E L L M . N E L S O NDel Quórum de los Doce Apóstoles

[La] proclamación sobre la familia nos ayuda a darnoscuenta de que el matrimonio celestial proporciona mayoresposibilidades de obtener la felicidad que cualquier otro tipode relación.

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mujer es una característica esencial dela identidad y el propósito eternos delos seres humanos en la vida premor-tal, mortal, y eterna.

“En la vida premortal, los hijos y las hijas espirituales de Dios lo cono-cieron y lo adoraron como su PadreEterno, y aceptaron Su plan por el cualobtendrían un cuerpo físico y ganaríanexperiencias terrenales para progresarhacia la perfección y finalmente cum-plir su destino divino como herederosde la vida eterna. El plan divino de felicidad permite que las relaciones familiares se perpetúen más allá del sepulcro. Las ordenanzas y los conve-nios sagrados disponibles en los santostemplos permiten que las personas re-gresen a la presencia de Dios y que lasfamilias sean unidas eternamente”15.

Esa proclamación sobre la familianos ayuda a darnos cuenta de que el matrimonio celestial proporciona mayores posibilidades de obtener lafelicidad que cualquier otro tipo derelación16. La tierra fue creada y estaIglesia fue restaurada para que las fa-milias pudieran formarse, sellarse yrecibir la exaltación por la eternidad17.

En las Escrituras se declara que “es lícito que [un hombre] tenga unaesposa, y los dos serán una sola carne,

y todo esto para que la tierra cumplael objeto de su creación”18. En otropasaje se afirma que “en el Señor, niel varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón”19. Por lo tanto, el matri-monio no es sólo un principio delEvangelio que lleva a la exaltación, es un mandamiento divino.

Nuestro Padre Celestial declaró:“Esta es mi obra y mi gloria: Llevar acabo la inmortalidad y la vida eternadel hombre”20. La expiación de SuHijo Amado hizo posible que se lleva-ran a cabo ambos propósitos. Graciasa la Expiación, la inmortalidad, o la re-surrección de los muertos, es una rea-lidad para todos21; y por medio de laExpiación, la vida eterna, la cual es vi-vir para siempre en la presencia deDios, que “es el mayor de todos losdones” 22, llegó a ser posible. A fin deser merecedores de la vida eterna, debemos hacer un convenio eterno y sempiterno con nuestro PadreCelestial23. Esto significa que el matri-monio en el templo no es sólo entreesposo y esposa, sino que es una so-ciedad que incluye a Dios24.

La proclamación sobre la familiatambién nos recuerda que “el esposoy la esposa tienen la solemne respon-sabilidad de amarse y cuidarse el uno

al otro”25. Los hijos que nacen de esaunión son “herencia de Jehová”26.Cuando una familia se sella en el tem-plo, esa familia puede llegar a ser taneterna como los es el reino de Dios27.

Tal recompensa requiere más queun deseo anhelante. En ocasiones, leoen las notas necrológicas del periódi-co sobre la expectativa de que la per-sona que acaba de fallecer se reúnacon su cónyuge fallecido cuando, enrealidad, ellos no escogieron la op-ción eterna; en su lugar, optaron porun matrimonio que sólo tenía validezmientras ambos estuvieran vivos. ElPadre Celestial les había ofrecido undon supremo, pero ellos lo rechaza-ron, y al rechazar el don, rechazaronal Dador de ese don28.

Un poderoso pasaje de lasEscrituras distingue claramente entreun deseo anhelante y una verdad eter-na: “Todos los convenios, contratos…compromisos, juramentos, votos… oaspiraciones que no son hechos, niconcertados, ni sellados por el SantoEspíritu de la promesa, así por el tiem-po como por toda la eternidad, me-diante el ungido… ninguna eficacia,virtud o fuerza tienen en la resurrec-ción de los muertos, ni después; por-que todo contrato que no se hace con

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este fin termina cuando mueren loshombres”29.

Éstas son verdades absolutas. Losmiembros de esta Iglesia invitan a todas las personas a aprenderlas y a ser merecedoras de la vida eterna30.Invitamos a todos a tener fe en Dios, elEterno Padre, y en Su Hijo Jesucristo; aarrepentirse; a recibir el Espíritu Santo;a obtener las bendiciones del templo;a hacer y guardar convenios sagrados y a perseverar hasta el fin.

Misericordiosamente, el gran plande felicidad de Dios y sus bendicioneseternas se extienden a todos aquellosque no tuvieron la oportunidad de es-cuchar el Evangelio durante la vida te-rrenal. Las ordenanzas del templo sepueden efectuar de manera vicaria afavor de ellos31.

Pero, ¿qué sucede con los muchosmiembros mayores de la Iglesia queno están casados? Aunque no tenganla culpa de ello, luchan solos con laspruebas de la vida. Todos debemosrecordar que, en el debido tiempo delSeñor, no se privará a Sus santos fielesde ninguna bendición32. El Señor juz-gará y recompensará a cada personasegún los deseos sinceros de su cora-zón así como por sus acciones33.

Mientras tanto, los malentendidosde la vida terrenal pueden causar pro-blemas en un matrimonio. De hecho,

todos los matrimonios comienzancon dos personas con debilidadespropias; el matrimonio se componede dos personas imperfectas; puedenllegar a ser felices sólo por medio deun esfuerzo sincero. Al igual que la ar-monía de una orquesta se logra sólocuando sus integrantes combinan susesfuerzos, la armonía en el matrimo-nio también requiere un esfuerzo co-ordinado. Dicho esfuerzo tendrá éxitosi cada una de las partes minimiza lasexigencias personales y maximiza losactos de amor desinteresado.

El presidente Thomas S. Monsondijo: “A fin de hallar verdadera felici-dad, debemos buscarla enfocándonosfuera de nosotros mismos. Ningunapersona ha aprendido el significadode vivir hasta que haya renunciado asu ego para estar al servicio de su pró-jimo. El servicio a otras personas es si-milar al deber, el cumplimiento delcual nos trae gozo verdadero”34.

La armonía en el matrimonio vienesólo cuando uno considera el bienes-tar de su esposo o esposa entre lasmás altas prioridades. Cuando eso real-mente sucede, el matrimonio celestialse hace realidad y trae gran gozo en esta vida y en la vida venidera.

El plan de felicidad de Dios nos per-mite elegir por nosotros mismos. Aligual que los hábitos del comprador,

nosotros podemos elegir un matrimo-nio celestial u optar por alternativasmenores35. Algunas opciones matri-moniales son baratas, algunas son cos-tosas y otras han sido preparadas conastucia por el adversario. ¡Cuidadocon las opciones de él; siempre traensufrimiento!36

La mejor elección es el matrimo-nio celestial. Afortunadamente, si yahemos elegido una alternativa me-nor, ahora podemos elegir elevarla a la mejor categoría. Eso requiere un gran cambio de corazón37 y cons-tante mejoramiento personal 38. Lasbendiciones que obtenemos por ello valen todo el esfuerzo que hagamos39.

La total comprensión de las bendi-ciones del matrimonio en el templova más allá de nuestro entendimientoterrenal; ese matrimonio seguirá pro-gresando en el mundo celestial; allípodremos llegar a ser perfectos40. Aligual que Jesús, quien finalmente reci-bió la plenitud de la gloria del Padre41,nosotros también podemos “[ir] alPadre… y en el debido tiemporecib[ir] de su plenitud”42.

El matrimonio celestial es una par-te fundamental de la preparación parala vida eterna. Requiere que nos case-mos con la persona adecuada, en ellugar apropiado, mediante la debidaautoridad y que obedezcamos fiel-mente ese convenio sagrado43; en-tonces tendremos la seguridad deobtener la exaltación en el reino ce-lestial de Dios. De esto testifico en elnombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Alma 42:8. También se lo conoce como el

“plan de… Dios” (véase 2 Nefi 9:13, Alma34:9), el “plan de redención” (véase Jacob6:8; Alma 12:26, 30, 32–33; 29:2; 42:13), el “plan de salvación” (véase Alma 24:14;42:5) y el “plan de misericordia” (véaseAlma 42:15, 31).

2. 2 Nefi 2:25.3. Véase D. y C. 107:35.4. Véase D. y C. 49:15–17.5. Véase Russell M. Nelson, “La salvación y

la exaltación”, Liahona, mayo de 2008,pág. 7–10.

6. Véase D. y C. 76:53; 132:7.7. Véase D. y C. 131:1–3.8. Un ejemplo de este objetivo es la declara-

ción que se encuentra en las Escrituras, de que “tu deber es para con la iglesia

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perpetuamente, y esto a causa de tu familia” (D. y C. 23:3; cursiva agregada).

9. Véase D. y C. 13.10. Véase Mateo 16:18–19; D. y C. 27:12–13;

José Smith—Historia 1:72.11. Véase D. y C. 110:11–16.12. Véase D. y C. 128:8, 18; 132:45–46.13. Véase 2 Nefi 10:2; 30:8.14. “La Familia: Una proclamación para el mun-

do”, Liahona, octubre de 2004, pág. 49.15. Liahona, octubre de 2004, pág. 49.16. En otro momento dije que “el matrimonio

es la base del orden social, la fuente de lavirtud y el cimiento de la exaltación eterna”(“Nutrir el matrimonio”, Liahona, mayo de2006, pág. 36).

17. Cada vez que en las Escrituras se advierteque la “tierra sería totalmente asolada”, laadvertencia se relaciona directamente conla necesidad de que esté la autoridad delsacerdocio para sellar a las familias en los santos templos (véase D. y C. 2:1–3;138:48; José Smith—Historia 1:38–39).

18. D. y C. 49:16; véase también Génesis 2:24;Mateo 19:5; Marcos 10:7–9; Moisés 3:24;Abraham 5:18; D. y C. 42:22.

19. 1 Corintios 11:11.20. Moisés 1:39.21. Véase 2 Nefi 9:22; Alma 12:8; 33:22;

Helamán 14:17; Mormón 9:13; Moisés 7:62;Traducción de José Smith, Génesis 7:69.

22. D. y C. 14:7.23. Véase D. y C. 132:19.24. Véase Mateo 19:6.25. Liahona, octubre de 2004, pág. 49.26. Salmos 127:3.27. Véase D. y C. 132:19–20.28. Véase D. y C. 88:33.29. D. y C. 132:7; cursiva agregada.30. Jesús enseñó este concepto al pueblo de

la antigua América (véase 3 Nefi 27:16–20).Véase también 2 Nefi 33:4; D. y C. 42:61;Traducción de José Smith, 1 Juan 5:13.

31. Véase D. y C. 128:1–18; 137:7–8.32. Véase Joseph Fielding Smith, Doctrina

de salvación, comp. Bruce R. McConkie, 3 tomos, 1954–1956, Tomo II, págs. 71–72.

33. Véase Alma 41:3; D. y C. 137:9.34. Church News, 5 de julio de 2008, pág. 2.35. Véase 2 Nefi 2:27; Jacob 6:8.36. Satanás quiere que nosotros seamos mise-

rables como él es (véase Apocalipsis 12:9; 2 Nefi 2:18; Moisés 4:6; D. y C. 10:22–27).

37. Véase Alma 5:12–14. Un cambio tan grandeimplica el arrepentimiento, el perdón y ladeterminación renovada de “veni[r] aCristo, y [ser] perfecciona[dos] en él”(Moroni 10:32).

38. “Creemos que los primeros principios y orde-nanzas del evangelio son: primero, Fe en elSeñor Jesucristo; segundo, Arrepentimiento;tercero, Bautismo por inmersión para la re-misión de los pecados; cuarto, Imposición demanos para comunicar el don del EspírituSanto” (Artículo de Fe N° 4). El arrepenti-miento exige un cambio total para mejor, unnuevo comienzo personal de forma integral.

39. Véase D. y C. 93:1.40. Véase Moroni 10:32.41. Véase D. y C. 93:13–14.42. D. y C. 93:19; véase también D. y C. 66:2;

132:5–6.43. Véase Bruce R. McConkie, Doctrina

Mormona, segunda edición, 1966, pág. 118.

Hace poco mi esposa y yo deci-dimos enseñar a nuestras nie-tas gemelas de cinco años a

saltar la cuerda. Se trata de un juegode niños en el que los participantessaltan sobre la cuerda al pasar debajode sus pies y luego sobre su cabeza.Tras recibir algunas instrucciones sen-cillas, las dos niñas lo intentaron, perofracasaron en varios intentos.

Cuando estábamos a punto de dar-nos por vencidos, dos niñas vecinasmayores que mis nietas pasaron por

allí y les pedimos su ayuda. Las dosvecinitas tenían experiencia en saltarla cuerda y les demostraron a nuestrasnietas cómo hacerlo. Mientras lo ha-cían, noté que cantaban una canciónque les ayudaba a saltar al ritmo enque giraba la cuerda.

Una vez que nuestras nietas com-prendieron los principios de saltar lacuerda y que se les demostró cómohacerlo, el resto de la lección fue fácil.Con un poco de práctica, las dos ge-melas estaban en camino a dominarlas reglas básicas de saltar la cuerda.

Durante la lección de saltar la cuer-da, otra nietecita, de sólo tres años, es-taba observando sentada en silenciosobre el césped. Cuando alguien lepreguntó si deseaba intentar saltar lacuerda, asintió con la cabeza, se acercóy se paró junto a la cuerda. Cuando gi-ramos la cuerda, para nuestra gran sor-presa saltó tal y como había visto a sushermanas hacerlo. Saltó una vez, des-pués dos, y luego una y otra vez, repi-tiendo en voz alta la misma canciónque las niñas mayores habían cantado.

Nuestras tres nietas observaron queel saltar la cuerda requería cierta des-treza, y que era algo sencillo que todas

La enseñanza delEvangelio: nuestrollamamiento másimportanteW I L L I A M D. O S W A L DSegundo Consejero de la Presidencia General de la Escuela Dominical

Cuando aprendemos algunos principios fundamentalessobre la enseñanza y se nos demuestra cómo enseñar, todos podemos hacerlo.

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podían hacer después de aprenderunos cuantos principios básicos y deque se les demostrara cómo hacerlo.Lo mismo sucede con la enseñanzadel Evangelio. Cuando aprendemos al-gunos principios fundamentales sobrela enseñanza y se nos demuestra có-mo enseñar, todos podemos hacerlo.

El presidente Boyd K. Packer a me-nudo nos recuerda que “todos noso-tros: líderes, maestros, misioneros ypadres, tenemos el desafío de toda la vida, dado por el Señor, de ense-ñar y de aprender las doctrinas delEvangelio tal como nos han sido reve-ladas”1. Tal como lo declaró en formasencilla el élder L. Tom Perry: “Todopuesto en la Iglesia requiere de unmaestro eficaz”2.

Puesto que cada miembro es unmaestro y que “la enseñanza es fun-damental en todo lo que hacemos”3,

todos tenemos la sagrada responsabi-lidad de aprender algunos principiosbásicos de la enseñanza. Hay muchosprincipios de la enseñanza y delaprendizaje, y no es suficiente que só-lo leamos en cuanto a ellos. Primero,debemos comprender esos principiosbásicos y, segundo, maestros eficien-tes deben demostrarnos cómo se utilizan. Eso se logra al observar aten-tamente a maestros capaces de nues-tros barrios y ramas y al repasar laReunión Mundial de Capacitación de Líderes sobre la enseñanza y elaprendizaje, que se encuentra en el si-tio web o en las revistas de la Iglesia4.

Los principios básicos que se apli-can al aprendizaje y a la enseñanza del Evangelio se encuentran en lasEscrituras y también se analizan en unexcelente recurso para la enseñanza, amenudo desaprovechado, intitulado

La enseñanza: El llamamiento másimportante5.

Cuando buscamos un modelo delmaestro ideal que nos pueda demos-trar cómo enseñar el Evangelio, inelu-diblemente pensamos en Jesús deNazaret. Sus discípulos lo llamabanRaboni, es decir, “Maestro”6. Él fue y continúa siendo el Maestro de maestros.

Jesús se diferenciaba de otros maes-tros de Su época porque enseñaba“como quien tiene autoridad”7. Esaautoridad para enseñar y ministrarprocedía de Su Padre Celestial, puestoque “Dios ungió con el Espíritu Santoy con poder a Jesús… porque Diosestaba con él”8.

Siguiendo este modelo, el PadreCelestial le enseñó a Jesús, tal comolo registra Juan. Jesús dijo: “… nadahago por mí mismo, sino que segúnme enseñó el Padre”9. “No puede elHijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre… Porque elPadre ama al Hijo, y le muestra todaslas cosas que él hace”10.

En las Escrituras podemos encon-trar ejemplos adicionales de maestrosdel Evangelio eficientes que cambia-ron la vida y salvaron el alma de aque-llos a quienes enseñaron. Del Libro de Mormón, por ejemplo, de inme-diato pensamos en Nefi11, Alma12 y los hijos de Mosíah13. Observen la preparación personal de los hijos deMosíah cuando se disponían a ense-ñar el Evangelio:

“…se habían fortalecido en el co-nocimiento de la verdad; porque eranhombres de sano entendimiento, yhabían escudriñado diligentementelas Escrituras para conocer la palabrade Dios.

“Mas esto no es todo; se habían de-dicado a mucha oración y ayuno; portanto, tenían el espíritu de profecía yel espíritu de revelación, y cuando en-señaban, lo hacían con poder y autori-dad de Dios”14.

Otro maestro poderoso delEvangelio fue Moroni, quien fue esco-gido como “un mensajero enviado dela presencia de Dios”15 para enseñar yguiar al profeta José Smith. José nos

Dos hermanos de Kiev, Ucrania, leen mientras esperan que dé comienzo la sesión

del sacerdocio.

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ha dado una breve pero detallada des-cripción de lo que Moroni dijo e hizocuando le enseñó16.

La primera vez que Moroni se apa-reció a José Smith, José era un jovende diecisiete años con poca formaciónacadémica formal. José se describió así mismo como “un muchacho desco-nocido… que no era… de importan-cia alguna en el mundo”17, y un amigoposteriormente dijo que era “no versa-do” y “no instruido”18. En manos deun maestro paciente y comprensivocomo Moroni — y de otros mensaje-ros celestiales que lo instruyeron— este joven llegó a ser el personaje cen-tral de lo que el Señor llamó “una obramaravillosa y un prodigio”19.

¿Cuáles son algunos principios de la enseñanza y del aprendizaje que po-demos reconocer al observar la formaen que Moroni le enseñó a José Smith?Hay varios principios importantes quepodríamos analizar, pero concentré-monos en tres principios básicos esen-ciales para la buena enseñanza.

Principio Nº 1: Mostrar amor haciaquienes se enseña y llamarlos porsu nombre

José Smith dijo que cuando el án-gel Moroni se le apareció por primeravez, José “[tuvo] miedo; mas el temorpronto se apartó de [él]”. ¿Qué fue loque hizo Moroni para disipar ese te-mor? José dijo: “Me llamó por mi nom-bre”20. Los maestros que aman a sus

alumnos y los llaman por su nombreestán siguiendo un modelo celestial21.

En una reunión reciente con el pre-sidente Thomas S. Monson, noté quesaludó a cada uno de nosotros pornuestro nombre. Nos habló de la maes-tra de la Escuela Dominical que tuvoen su niñez, Lucy Gertsch, e hizo no-tar que ella conocía el nombre de cada alumno de su clase. El presidenteMonson ha dicho en cuanto a ella:“…indefectiblemente pasaba a ver alos que faltaban el domingo o que noasistían con regularidad; sabíamos quese preocupaba por nosotros. Ningunode nosotros la ha olvidado, ni a ella nilas lecciones que enseñó”22.

Principio Nº 2: Enseñar basándoseen las Escrituras

Otro principio de la enseñanza quepracticó Moroni es que conocía lasEscrituras y enseñaba basándose enellas. José Smith dijo que durante suprimera reunión, Moroni “empezó a citar las profecías del AntiguoTestamento… Citó muchos otros pa-sajes de las Escrituras y expuso mu-chas explicaciones”23. Por medio de

los muchos pasajes de las Escriturasque Moroni citó, José aprendió encuanto a su función profética de sacara la luz el Libro de Mormón y sobre larestauración del Evangelio verdaderonuevamente a la tierra24.

Principio Nº 3: Promover lameditación de las verdades delEvangelio

Un tercer principio que empleóMoroni al enseñar a José Smith fue ha-cerle meditar sobre lo que le había en-señado. José indica que después de sutercera reunión con Moroni, se “[que-dó] meditando en… lo que acababade experimentar”25. Los maestros efi-cientes desearán seguir el modelo del Cristo resucitado entre los nefitascuando pidió a los de la multitud queregresaran a sus “casas, y [meditaran]las cosas” que les había enseñado paraque pudieran “entender”26.

Nefi nos recuerda que el hecho demeditar incluye no sólo el uso de lacabeza, sino también del corazón. Éldijo: “…mi corazón medita continua-mente en las cosas que he visto y oí-do”27. El hecho de meditar en cuanto

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a las Escrituras y las cosas que hemosvisto y oído se presta a que recibamosrevelación personal.

Testifico que la enseñanza delEvangelio es un llamamiento sagrado y santo. Cuando amen a sus alumnos y los llamen por su nombre, cuandoabran las Escrituras y enseñen de ellasy cuando alienten a sus alumnos a me-ditar las verdades del Evangelio restau-rado y a ponerlas en práctica, entoncessu influencia para bien se magnificará yla vida de sus alumnos será bendecidamás abundantemente. En ese día glo-rioso, les dirán tal como se dijo deJesús de Nazaret: “…sabemos que hasvenido de Dios como maestro”28. En elnombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Boyd K. Packer y L. Tom Perry, “Principios

de la enseñanza y del aprendizaje”,Reunión Mundial de Capacitación deLíderes, febrero de 2007, en Liahona, juniode 2007, pág. 50.

2. Liahona, junio de 2007, pág. 52; véase tam-bién 1 Corintios 12:28; Efesios 4:11–14.

3. Boyd K. Packer, Liahona, junio de 2007,pág. 54.

4. Véase Reunión Mundial de Capacitaciónde Líderes, febrero de 2007, en Liahona,junio de 2007, págs. 49–80; el desarrollode esta reunión mundial de capacitación de líderes también está disponible enwww.lds.org.

5. La enseñanza: El llamamiento más impor-tante, 1999, número de artículo: 36123.

6. Juan 20:16; véase la nota de pie de página a.7. Mateo 7:29; véase también Marcos 1:22.8. Hechos 10:38.9. Juan 8:28.

10. Juan 5:19–20.11. Véase 2 Nefi 33:1–13.12. Véase Mosíah 27:32–37; Alma 17:1–12.13. Véase Alma 17:1–12.14. Alma 17:2–3.15. José Smith—Historia 1:33.16. Véase José Smith—Historia 1:27–54.17. José Smith—Historia 1:22.18. Orson Pratt, “Discourse”, Deseret News,

21 de julio de 1880, pág. 386.19. Isaías 29:14; 2 Nefi 25:17; 27:26; véase

también 3 Nefi 21:9–10.20. José Smith—Historia 1:32–33; véase

también el vers. 49.21. Véase Mateo 3:17; 3 Nefi 11:7; Moroni

2:1–2; José Smith—Historia 1:17.22. Véase Thomas S. Monson, “Ejemplos de

grandes maestros”, Liahona, junio de2007, pág. 77.

23. José Smith—Historia 1:36, 41.24. Véase José Smith—Historia 1:33–54; véase

también D. y C. 20:8–9.25. José Smith—Historia 1:47.26. 3 Nefi 17:3; véase también D. y C. 138:1, 6,

11, 29.27. 2 Nefi 4:16; véase también Moroni 10:328. Juan 3:2.

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En Minas, mi ciudad natal enUruguay, durante el inviernohace mucho frío. Al caer el sol,

mi madre solía poner leños en la chi-menea con el propósito de calentar elcomedor, lugar donde poco a poco, alvolver de nuestras labores cotidianas,nos íbamos reuniendo mis hermanas,mis padres y yo. Siempre atesoraré lasensación que me brindaba aquellahabitación que, con el calor de la chi-menea y la presencia de cada miem-bro de la familia, se tornaba muyacogedora.

Más adelante, mi esposa y yo for-mamos nuestra propia familia, y don-dequiera que vivíamos nos reuníamosa menudo, ya fuera alrededor del fue-go de una chimenea o simplemente alcalor que sentíamos siempre que es-tábamos juntos con nuestros hijos.

¡Qué sentimiento tan hermoso!¡Qué lugar tan especial: nuestra casa,nuestro hogar, nuestro refugio!

Con el correr de los años, nuestrafamilia se fue mudando de un país aotro y en cada lugar encontrábamos enla Iglesia el calor que nos brindaban loshermanos que nos recibían en los dife-rentes barrios a los que asistíamos.

Cada miembro de la Iglesia deberíatener la oportunidad de experimentaresos agradables sentimientos; y pue-de experimentarlos mediante nuestroesfuerzo en la reactivación y en laobra misional.

Permítanme compartir con uste-des algo que ha estado sucediendoen algunas estacas y distritos de Perúy, al hacerlo, mencionaré a algunas familias: La familia Causo, la familiaBanda, la familia Vargas y esta listacontinúa y contiene más de mil sete-cientos nombres de miembros quehan regresado a casa. Son miembrosde diferentes barrios, ramas, estacas y distritos provenientes de todo elPerú, y cuyos presidentes de estaca,obispos, líderes de quórums y de or-ganizaciones auxiliares les han invita-do a regresar a casa. Ellos aceptaronla invitación que hicieron estos líde-res del sacerdocio, los misioneros detiempo completo y otros miembrosque tomaron sobre sí la responsabili-dad de extender a estas personas lainvitación de regresar a la Iglesia y devenir a Cristo. A cada uno de ellos ledecimos: ¡Bienvenido a casa!

¿Qué fue lo que hizo posible queestas personas regresaran a casa? Fue el esfuerzo combinado de los lí-deres de 14 estacas y 4 distritos deuna misión que trabajaron durante un año para que volvieran todas estas

Regresando a casaÉ L D E R E D U A R D O G AVA R R E TDe los Setenta

¡Qué impacto tremendo puede tener en la vida de tantas[personas]… el que aceptemos la invitación del Salvador de apacentar Sus ovejas…!

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personas mediante la reactivación omediante las ordenanzas del bautismoy la confirmación.

Este esfuerzo estuvo inspirado enlas palabras del Salvador: “¿Me amas?…Pastorea mis ovejas” (Juan 21:16) y enla enseñanza del presidente Thomas S.Monson quien expresó: “A lo largo delos años, hemos hecho llamados a losmenos activos, a los ofendidos, a losque critican, a los transgresores, paraque vuelvan. ‘Vuelvan y deléitense enla mesa del Señor, y saboreen otra vezlos dulces y satisfactorios frutos de lahermandad con los santos” (“El mirarhacia atrás y seguir adelante”, Liahona,mayo de 2008, pág. 89–90).

Alma, al sentir gran pesar por el al-ma de sus hermanos, clamó al Señordiciendo:

“¡Oh Señor, concédenos lograr eléxito al traerlos nuevamente a ti enCristo!

“¡He aquí, sus almas son precio-sas, oh Señor, y muchos de ellos sonnuestros hermanos; por tanto, da-nos, oh Señor, poder y sabiduría paraque podamos traer a éstos, nuestroshermanos, nuevamente a ti!” (Alma31:34–35).

El presidente Ángel Alarcón, de laEstaca Puente Piedra de Lima, Perú,compartió conmigo la siguiente expe-riencia: “Cada sábado, desde las 8:30de la mañana hasta las 12:00 del me-diodía, los misioneros, el obispo, al-gunos líderes de las organizacionesauxiliares y yo visitábamos a losmiembros menos activos, a los nue-vos conversos y a algunos que noeran miembros”.

En este momento de su relato, las palabras del himno vinieron a mi mente:

“Ama el Pastor Sus corderos,con infinito amor,los que a veces perdidos,se oyen gemir de dolor.

Ved al Pastor conmovido,por los collados buscar.Vuelven ya todos gozosos;salvos por Él se verán” (Himnos, Nº 139).

El hermano Vargas, cuya casa estáubicada en un lugar de difícil acceso,recibió una llamada un sábado por lamañana. Era el presidente Alarcónque le llamaba desde su teléfono celu-lar para avisarle que estaba por llegara su casa. Entonces el hermano Vargasdijo: “Estoy sorprendido; es muy difí-cil llegar a mi casa”.

Enseguida vino la respuesta:“Bueno, estoy en la puerta en estemomento y deseo hablar con usted.Lo necesitamos y queremos invitarle a asistir a las reuniones de la Iglesiamañana”.

Entonces, este hombre, que habíadejado de asistir a la Iglesia durantemuchos años, contestó: “Allí estaré”,y así inició su camino de regreso a casa.

“Porque tuve hambre, y me disteisde comer; tuve sed, y me disteis debeber; fui forastero, y me recogisteis;

“estuve desnudo, y me cubristeis;enfermo, y me visitasteis; en la cárcel,y vinisteis a mí.

“… De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis

hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:35–36, 40).

Hace un par de semanas, mientrasparticipaba de las reuniones domini-cales, tuve la ocasión de conocer a unhermano que asistía a la Iglesia porprimera vez después de muchos añosde haber permanecido alejado. Loacompañaba su esposa, quien no eramiembro de la Iglesia.

Al preguntarle qué lo había hechodecidir regresar, contestó: “Mi amigoFernando y este buen obispo me in-vitaron a venir, y aquí estoy. Conocíla Iglesia hace muchos años y dentro de mí existe una pequeña brasa del Evangelio encendida en mi corazón. No es muy intensa aún, peroahí está”.

Le respondí: “Bueno, soplaremosjuntos, como sus hermanos, para avi-var esa brasa”, y luego nos abrazamos.

El interés, la atención y el cuidadohacia nuestros hermanos son profun-das manifestaciones del amor que te-nemos por nuestro Padre Celestial.De hecho, manifestamos nuestroamor por Dios cuando servimos y

Misioneras en Moldova toman unos momentos para acompañar a una

investigadora que fue bautizada entre las sesiones de la conferencia.

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cuando ese servicio se centra en elbienestar de nuestros semejantes.

El rey Benjamín lo expresó de la siguiente forma: “Y he aquí, os digoestas cosas para que aprendáis sabi-duría, para que sepáis que cuando oshalláis al servicio de vuestros seme-jantes, sólo estáis al servicio de vues-tro Dios” (Mosíah 2:17).

¡Qué impacto tremendo puede tener en la vida de tantas familias me-nos activas, y en las que no son miem-bros de la Iglesia, el que aceptemos lainvitación del Salvador de apacentarSus ovejas e invitar a todos a venir aCristo!

Estas experiencias son sólo unamuestra de lo que miles de hermanosestán haciendo de forma silenciosarespecto a la invitación del Señor depastorear Sus ovejas. Recordemosque el amor y el servicio son plieguesde una misma vestidura.

¡Oh, si cada uno de nosotros acep-táramos, como una hermosa demos-tración de amor por nuestro PadreCelestial, la responsabilidad que tene-mos como miembros de esta Iglesiade ir en pos de los que no están connosotros hoy! Si mediante esta expre-sión de amor y servicio trajéramosuna sola alma y si hiciéramos de estoun objetivo en nuestra vida, ¡cuántoregocijo y cuánta felicidad traeríamosa nuestra alma y a la de aquellos queayudemos a volver a Cristo!

“¡Oye! La voz del Maestrollama con tierno amor:‘¿No buscaréis mis ovejas,las que padecen dolor?’”(Himnos, Nº 139).

Testifico que somos hijos e hijasde un Padre Celestial que nos ama yque nos conoce por nuestro propionombre.

Expreso mi testimonio acerca delamor de nuestro Padre Celestial. Élnos amó primero y dio a Su Hijo paraque, mediante Él, pudiéramos regre-sar a casa. Expreso mi amor por Él, miSalvador, mi Señor y mi Maestro, miRedentor. En el nombre de Jesucristo.Amén. ■

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Hace años, cuando servía comoSetenta de Área en Brasil, mifamilia y yo fuimos de vacacio-

nes a la bella ciudad de Florianópolis.El domingo, como de costumbre, fuimos al centro de reuniones máscercano. Mi esposa, mi hija mayor y yo asistimos a la clase de la EscuelaDominical, que se trataba de nuestrotestimonio personal del Evangelio.

En un momento de la lección, lamaestra pidió a los miembros de laclase que compartieran una experien-cia espiritual poderosa que hubierantenido al desarrollar un testimonio dela Iglesia. Mientras algunos hermanosy hermanas compartían sus relatos, yo

repasaba en mi mente mis experien-cias como converso en busca de algopara compartir con ellos, mas no lo-graba hallar nada digno de menciónrelacionado con mi proceso de obte-ner un testimonio.

Mientras escuchaba las experien-cias de los demás y pensaba en ellas,me percaté de que la maestra aguar-daba mi participación. Ella prestabaatención a los demás miembros y mehizo saber que esperaba que yo com-partiera mi gran experiencia. Despuésde todo, yo era un Setenta de Área ydebería tener algo impresionante quecompartir. Viendo que el tiempo pasa-ba y que ella seguía esperándome, me esforcé por encontrar algo que seajustara a lo que ella consideraba unacontecimiento portentoso; pero, pa-ra su decepción, no fui capaz de pen-sar en nada. A pesar de mis deseos de ayudar, no logré estar a la altura desus expectativas.

Afortunadamente, aquél era un do-mingo de ayuno y durante la reuniónsacramental aproveché la oportuni-dad de expresar mi testimonio a lacongregación y, particularmente, aaquella hermana y a su clase de laEscuela Dominical. No compartí unaexperiencia destacable, sino mi since-ro testimonio de las verdades delEvangelio restaurado.

El proceso de obtener un testimonioÉ L D E R C A R L O S A . G O D O YDe los Setenta

Recibir un testimonio de la “voz apacible y delicada”algunas veces ejerce una mayor influencia en nuestrotestimonio que la visita de un ángel.

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En ocasiones, creemos que para tener un testimonio de la Iglesia espreciso presenciar una experienciagrandiosa y poderosa, o un hecho sin-gular que erradique cualquier dudade haber recibido una respuesta ouna confirmación.

El presidente Boyd K. Packer ense-ñó: “La voz del Espíritu se describe enlas Escrituras como una voz que no esni ‘áspera’ ni ‘fuerte’; no es ‘una vozde trueno, ni una voz de un gran rui-do tumultuoso’, sino que es ‘una vozapacible de perfecta suavidad, cual sihubiese sido un susurro’, y penetra‘hasta el alma misma’ y hace ‘arder’los ‘corazones’. (véase 3 Nefi 11:3;Helamán 5:30; D. y C. 85:6–7).Recuerden que Elías descubrió que la voz del Señor no se encontraba enel viento, ni en el terremoto, ni en elfuego, sino que era ‘un silbo apacibley delicado’ (1 Reyes 19:12)”.

El presidente Packer prosigue: “ElEspíritu no atrae nuestra atención pormedio de gritos ni de sacudidas brus-cas. Por el contrario, nos susurra; nosacaricia tan tiernamente que si nosencontramos demasiado enfrascadosen nuestras preocupaciones, quizásno lo percibamos en absoluto…

“En algunas ocasiones tendrá la fir-meza necesaria para que le prestemosatención, pero la mayoría de las ve-ces, si no hacemos caso a esa suaveimpresión, el Espíritu se alejará y es-perará hasta que acudamos en su bus-ca y lo escuchemos y digamos, segúnnuestra propia manera de expresar-nos, como Samuel de antaño le dijo alSeñor: ‘Habla, porque tu siervo oye’(1 Samuel 3:10)” (Boyd K. Packer,“Lámpara de Jehová”, Liahona, octu-bre de 1983, pág. 31).

Los grandes acontecimientos noson una garantía de que nuestro testi-monio será fuerte. Lamán y Lemuelson buenos ejemplos de ello. Aun reci-biendo la visita de ángeles, casi al ins-tante siguiente volvían a cuestionar lavoluntad del Señor. Algunos de losgrandes líderes de estos últimos díaspueden enseñarnos en cuanto a esteprincipio. Ellos fueron instruidos de lo alto en los primeros días de la

Restauración, y aun así no fueron lobastante fuertes para perseverar hastael fin. Estas experiencias demuestranque recibir un testimonio de la “vozapacible y delicada” algunas veces ejer-ce una mayor influencia en nuestrotestimonio que la visita de un ángel.

Conocí la Iglesia gracias a dos mi-sioneras que me enseñaron en PortoAlegre, Brasil, cuando yo era joven.Recuerdo que buscaba una respuestaa mis oraciones que incluyera algo im-portante e incuestionable. Nunca su-cedió algo así, aunque ello no implicaque no desarrollara la certeza suficien-te para unirme a la Iglesia restaurada.

Alma enseña el proceso de cómo senutre el testimonio: “Mas he aquí, sidespertáis y aviváis vuestras facultadeshasta experimentar con mis palabras,y ejercitáis un poco de fe, sí, aunqueno sea más que un deseo de creer [y pienso que ese era mi caso como

investigador], dejad que este deseoobre en vosotros, sí, hasta creer de talmodo que deis cabida a una porciónde mis palabras” (Alma 32:27).

Desde esos días, para mí como investigador de la Iglesia, y posterior-mente como misionero y después co-mo padre y líder, todas estas vivenciasconforman un conjunto de experien-cias y sentimientos, con frecuenciapequeños, que no abrigan duda algu-na de que “la semilla es buena” (véaseAlma 32:30).

Alma continúa su enseñanza encuanto al testimonio: “Compararemos,pues, la palabra a una semilla. Ahorabien, si dais lugar para que sea sem-brada una semilla en vuestro corazón,he aquí, si es una semilla verdadera, osemilla buena, y no la echáis fuera porvuestra incredulidad, resistiendo alEspíritu del Señor, he aquí, empezaráa hincharse en vuestro pecho; y al

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sentir esta sensación de crecimiento,empezaréis a decir dentro de voso-tros: Debe ser que ésta es una semillabuena, o que la palabra es buena, por-que empieza a ensanchar mi alma; sí,empieza a iluminar mi entendimien-to; sí, empieza a ser deliciosa para mí”(Alma 32:28).

Algunas personas reciben su testi-monio a través de un acontecimientoúnico e irrefutable, pero para otraspuede tratarse de un proceso de expe-riencias que tal vez no sean tan impac-tantes, aún así, cuando se las agrupa,testifican indiscutiblemente que lo quehemos aprendido y vivido es verdad.

Hoy, después de muchos años como miembro de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los ÚltimosDías, no sería capaz de recordar la ma-yor parte de las experiencias que hancontribuido a mi testimonio, lo cualno ha impedido que todas ellas hayandejado su marca y hayan contribuido ami testimonio de la Iglesia restaurada.Hoy poseo una absoluta certeza de lasverdades del Evangelio de Jesucristo.

Quisiera concluir expresando mitestimonio, no sólo para aquella her-mana que impartió la lección de laEscuela Dominical, sino para todos us-tedes. Sé que nuestro Padre Celestialvive y nos ama; somos Sus hijos y Élescucha nuestras oraciones. Sé queJesucristo es nuestro Salvador. Él mu-rió, resucitó y expió nuestros pecados.Su expiación ha bendecido cada díade mi vida.

Testifico que la Iglesia de Jesucristoha sido restaurada en los últimos díaspor conducto del profeta José Smith,un profeta de Dios. Sé que en la ac-tualidad nos guía un profeta viviente,el presidente Thomas S. Monson. Séque él es un profeta para nuestros días, tal y como Moisés, Abraham eIsaías lo fueron en su época.

El Libro de Mormón es la palabrade Dios, al igual que la Biblia, y esotro testamento del Salvador. Sé queel poder del sacerdocio fue restaura-do y que ha bendecido a muchos san-tos en todo el mundo. Y de todo estodoy testimonio en el sagrado nombrede Jesucristo. Amén. ■

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El invierno pasado, mi hija pasópor una experiencia terrible al conducir en medio de una

fuerte tormenta de nieve. Mi hija mehizo recordar una situación similar quetuve con mis dos hijos hace muchosaños: mi hijo menor, Joe, tenía tresaños y mi otro hijo, Larry, tenía seis.Era junio (verano en Norteamérica) y viajábamos en auto desde SanFrancisco hasta Utah. El clima había estado muy bueno.

Al comenzar a ascender hacia lacumbre del Paso Donner de la SierraNevada, de repente y sin aviso se de-sató sobre nosotros una terrible tor-menta de nieve. Ningún conductor se hallaba preparado. Un camión

remolcador que estaba delante de nosotros había resbalado y ahora blo-queaba dos carriles de la autopista.Otros camiones y autos se habían sali-do de la carretera. Uno de los carrilesestaba libre y muchos vehículos, in-cluso el nuestro, trataban desespera-damente de no resbalar y esquivarotros automóviles; entonces todo eltráfico quedó paralizado.

No estábamos preparados paraafrontar esa tormenta de nieve en ple-no verano. No llevábamos ropa abri-gada y no teníamos mucha gasolina.Me acurruqué con mis dos hijos paratratar de mantener el calor. Despuésde muchas horas, los vehículos de se-guridad, los camiones con palas parasacar la nieve y las grúas comenzarona despejar ese gran embotellamientode vehículos.

Finalmente, una grúa nos remolcóhasta una estación de servicio que seencontraba al otro lado del PasoDonner. Llamé a mi esposa porquesabía que ella estaría preocupada yaque esperaba que la hubiera llamadola noche anterior. Ella me pidió hablarcon los niños, y cuando fue el turnode mi hijo de tres años, éste, con voztemblorosa, dijo: “¡Quiero que sepasque lo pasamos muy mal!”.

Me di cuenta de que cuando nues-tro niño de tres años habló con sumadre y le contó “que lo pasamos

“Quiero que sepasque lo pasamosmuy mal”É L D E R Q U E N T I N L . C O O KDel Quórum de los Doce Apóstoles

Por medio de las Escrituras sabemos que algunas pruebasson para nuestro propio bien y nuestro progreso personal.

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muy mal”, él obtuvo consuelo y tran-quilidad. Nuestras oraciones son simi-lares cuando nos dirigirnos a nuestroPadre Celestial; sabemos que Él noscuida durante nuestros momentos denecesidad.

Cada uno de nosotros enfrentarápruebas y dificultades en esta vida

Lo que acabo de contar, a pesar dehaber sido un incidente difícil de via-je, fue breve y no dejó consecuenciasperdurables; sin embargo, muchas delas pruebas y dificultades que afronta-mos en la vida son graves y parecie-ran tener consecuencias perdurables.Cada uno de nosotros pasará por al-gunas de esas experiencias durantelos altibajos de la vida. Muchas de laspersonas que están escuchando estaconferencia se encuentran en situa-ciones muy serias en este mismo momento.

Hacemos eco de la súplica del pro-feta José, después de que éste fueraacusado falsamente y encerrado en lacárcel de Liberty: “Oh Dios, ¿en dón-de estás?, ¿y dónde está el pabellónque cubre tu morada oculta?”.

La respuesta del Señor es consoladora:

“Hijo mío, paz a tu alma; tu adver-sidad y tus aflicciones no serán másque por un breve momento;

“y entonces, si lo sobrellevas bien,Dios te exaltará…”1.

Una de las doctrinas esenciales quese aclaró con la Restauración es quedebe haber oposición en todas las co-sas para llevar a efecto la rectitud 2.Esta vida no siempre es fácil, ni se su-pone que lo sea, es un tiempo deprueba y de probación. En Abrahamleemos: “…y con esto los probare-mos, para ver si harán todas las cosasque el Señor su Dios les mandare”3. El élder Harold B. Lee enseñó: “Enocasiones, aquello que es mejor paranosotros y lo que nos brinda recom-pensas eternas, parece ser lo de ma-yor amargura en el momento, yaquello que es prohibido parece serlo más deseable”4.

La obra Historia de dos ciudadescomienza con la conocida cita: “Fue lamejor y la peor de las épocas”5. LasEscrituras dejan bien en claro que ca-da generación tiene su propia versión

de los tiempos mejores y los peores.Todos estamos sujetos al conflicto en-tre el bien y el mal6, al contraste entrela luz y las tinieblas, entre la esperanzay la desesperación. Como explicó elélder Neal A. Maxwell: “Es esencialque hasta el fin de esta breve expe-riencia terrenal conozcamos a la vezel contraste de lo dulce y lo amargo”7.Mediante nuestra doctrina sabemosque el bien triunfará sobre el mal8, yque a los que se arrepientan y seansantificados se les dará la vida eterna9.

Alrededor de la misma época en laque Dickens escribía su obra, ocurríanlos heroicos esfuerzos de los prime-ros santos que se establecían en la zona montañosa del oeste de losEstados Unidos.

A pesar de su fe en común, los san-tos experimentaron grandes dificulta-des y afrontaron la evacuación deNauvoo con expectativas diferentes.Algunos lo tomaban con optimismopero otros con preocupación. HelenMar Whitney y Bathsheba Smith re-presentan dos ejemplos excelentes.Ambas dejaron registros convincentesde lo que sentían.

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La hermana Whitney registró sus ex-pectativas al salir de Nauvoo, “…voy aempacar todas mis cintas, cuellos, en-cajes, etc., ya que vamos a un lugardonde no podremos comprarlos.Vamos a dejar el mundo para vivir másallá de las Montañas Rocosas, dondeotras personas no desean ir… No ha-brá ricos ni pobres entre nosotros, yno tendremos a nadie, salvo a los hon-rados y a los virtuosos”10. Las palabrasde la hermana Whitney constituyen unoptimismo idealista.

El registro de la hermanaBathsheba Smith está también llenode fe, pero se nota en él cierta ansie-dad. Ella había visto al populacho or-ganizarse contra los santos de Misuri y estuvo presente durante la muertedel apóstol David W. Patten.

Al recordar la evacuación deNauvoo, escribió: “Lo último que hiceal dejar ese hermoso lugar fue limpiarlos cuartos, barrer el piso y colocar laescoba en su lugar habitual, detrás dela puerta. Después, con el corazónconmovido, cerré despacio la puerta y me dirigí hacia un futuro incierto; lo hice con fe en Dios y con la mismaseguridad de que el Evangelio final-mente se establecería en el Oeste y deque sus principios eran verdaderos yperdurables; seguridad que había sen-tido durante los tiempos difíciles enMisuri”11.

Esas mujeres pioneras Santos delos Últimos Días permanecieron fir-mes en el Evangelio a lo largo de su vi-da y proporcionaron un extraordinarioservicio en la edificación de Sión, aun-que afrontaron muchas otras pruebasy dificultades que ambas sobrellevaronfielmente12. A pesar del optimismo dela hermana Whitney, sus tres primeroshijos murieron al nacer o al acercarsesu nacimiento, dos de ellos durante su largo éxodo desde Nauvoo a SaltLake13. La hermana Whitney nos habendecido con sus escritos en defensade nuestra fe y fue la madre del após-tol Orson F. Whitney.

La hermana Smith registró la po-breza, las enfermedades y las privacio-nes que sufrieron los santos mientrasse dirigían hacia el Oeste14. En marzo

de 1847 falleció su madre y al mes si-guiente nació John, su segundo hijo.Su registro sobre ello fue muy breve:“Fue mi último hijo y sólo vivió cuatrohoras”15. Más tarde, ella fue directorade las obreras del Templo de Salt Lakey la cuarta presidenta general de laSociedad de Socorro.

Nos sentimos profundamente con-movidos por las dificultades que sopor-taron los primeros santos. En febrerode 1856, Brigham Young expresó esoen cierto tono humorístico, al decir:“Quisiera decir algo acerca de los tiem-pos difíciles. Ya saben que les he dichoque si hay alguien que teme morirsede hambre, puede irse a donde existala abundancia. Yo no concibo en lo másmínimo el peligro de estar hambriento,porque hasta que no hayamos comidoel último mulo desde la punta de susorejas hasta el final de la cola, no tengotemor de morirme de hambre”.

Continuó diciendo: “Hay muchagente que en la actualidad no puedeconseguir empleo, pero pronto ven-drá la primavera y entonces no sufri-remos más de lo que sea para nuestrobienestar”16.

Las dificultades que afrontamoshoy son en cierta forma comparablescon las del pasado. La reciente crisiseconómica ha causado gran preocu-pación en el mundo. Los problemasde empleo y económicos no son algofuera de lo común. Muchas personassufren de problemas físicos y menta-les; otros afrontan problemas matri-moniales o de hijos que han dejado elbuen camino. Algunos han perdido aseres queridos. Las adicciones y lastendencias inapropiadas o dañinascausan pesares. Sea cual sea el motivode las pruebas, éstas son causa degran dolor y sufrimiento para las per-sonas y para quienes las aman.

Por medio de las Escrituras sabe-mos que algunas pruebas son paranuestro propio bien y nuestro progre-so personal17. También sabemos que la lluvia cae tanto para los justos comopara los injustos18. También es verdadque no todas las nubes que vemos traen tormenta. Sin importar cuáles sean los problemas, las pruebas y las

dificultades que soportemos, la doctri-na alentadora de la Expiación que llevóa cabo Jesucristo incluye la enseñanzade Alma de que el Salvador tomaría sobre Sí nuestros problemas y “soco-rrer[ía] a los de su pueblo, de acuerdocon las enfermedades de ellos”19.

Las Escrituras y los profetas moder-nos han dejado bien en claro que habrá años de escasez y años de abun-dancia20. El Señor espera que estemospreparados para los muchos desafíosque vendrán. Él dijo: “…si estáis pre-parados, no temeréis”21. Parte del trau-ma que tuve hace algunos años alcruzar la Sierra Nevada durante esatormenta fue debido a que no estabapreparado para ese hecho inesperado.Una de las grandes bendiciones de lasEscrituras es que nos advierten de losdesafíos inesperados que ocurren mu-chas veces. Sería bueno si estuviése-mos preparados para ellos. Una de lasformas de preparación es guardar losmandamientos.

En varias partes del Libro deMormón leemos que al pueblo se leprometió que prosperaría en la tierra,si guardaba los mandamientos22. A esapromesa muchas veces la acompaña-ba la advertencia de que si no guarda-ban los mandamientos de Dios, seríanseparados de Su presencia23. Está muyclaro que el tener las bendiciones delEspíritu, la ministración del EspírituSanto, es un elemento esencial paraprosperar realmente en la tierra y es-tar preparados.

Aun con nuestras pruebas, con laabundancia que tenemos hoy en día,seríamos desagradecidos si no apre-ciáramos nuestras bendiciones. A pesar de lo obvias que fueron las difi-cultades por las que pasaron los pio-neros, el presidente Brigham Younghabló sobre el significado de la grati-tud. Él dijo: “No conozco ningún otropecado, con excepción del pecadoimperdonable, que sea mayor que elde la ingratitud”24.

Gratitud por el Salvador y Suexpiación

Nuestra mayor gratitud debe ser para el Salvador y Su expiación.

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Estamos al tanto de que muchos delos que oyen esta conferencia estánpasando por pruebas y tribulacionesde tal intensidad que al acercarse anuestro Padre Celestial en oración,sus más profundos sentimientos son:“Quiero que sepas que lo estoy pasan-do muy mal”.

Permítanme compartir con ustedesla historia verídica de la hermanaEllen Yates, de Grantsville, Utah. Hacediez años, a principios de octubre,ella se despidió con un beso de su es-poso cuando él partía para su trabajoen Salt Lake City. Ésa sería la últimavez que lo vería vivo. Él chocó contraun joven de 20 años que iba con retra-so a su primer empleo y había tratadode pasar a un vehículo que circulabacon lentitud, dando como resultadoun choque de frente en el que murie-ron los dos instantáneamente. La her-mana Yates dijo que después de quedos compasivos policías le dieron lanoticia, ella se sintió afligida y llena de dolor.

Ella relata: “Al tratar de seguir ade-lante con mi vida, todo lo que podíaver eran tinieblas y dolor”. Dio la ca-sualidad de que el mejor amigo de suesposo era el obispo del barrio de esejoven. El obispo llamó a la hermanaYates y le dijo que la madre del joven,Jolayne Willmore, deseaba hablar conella. Ella recuerda: “Por motivo de es-tar tan afligida por concentrarme enmi pena y dolor, ni siguiera había pen-sado en ese joven ni en su familia. Derepente me di cuenta de que habíauna madre que sufría tanto o más queyo e inmediatamente accedí… a queme visitara”.

Cuando el hermano y la hermanaWillmore llegaron, expresaron quesentían un gran dolor al pensar quesu hijo había sido el responsable de lamuerte de su esposo, y le entregaronun cuadro del Salvador con una niñapequeña en Sus brazos. La hermanaYates dice: “Cuando las cosas se vuel-ven muy difíciles para sobrellevar, mi-ro ese cuadro y recuerdo que Cristome conoce personalmente, y que Élsabe de mi soledad y de mis pruebas”.Un pasaje de las Escrituras que brinda

consuelo a la hermana Yates es: “Sedde buen ánimo, pues, y no temáis,porque yo, el Señor, estoy con voso-tros y os ampararé…”25

Cada octubre, la hermana Yates yla hermana Willmore (ambas se en-cuentran hoy aquí juntas en el Centrode Conferencias) van juntas al temploy dan gracias por la expiación deJesucristo, por el plan de salvación,por las familias eternas y por los con-venios que unen a los matrimonios ya las familias en ambos lados del velo.La hermana Yates termina diciendo:“Por medio de esta prueba he sentidoel amor de mi Padre Celestial y de miSalvador más abundantemente quenunca”. Ella testifica que “no hay pe-sar, dolor ni enfermedad tan grandeque el amor de Cristo no pueda sa-nar”26. ¡Qué maravilloso ejemplo deamor y perdón han demostrado estasdos hermanas! Eso ha permitido quela expiación de Jesucristo tuvieraefecto en sus vidas.

Piensen en el Salvador, en el Jardínde Getsemaní durante el proceso de laExpiación, donde sufrió una agonía tangrande que sangró por cada poro27. Lasúplica a Su Padre incluye la palabraAbba28, que se podría interpretar comoel ruego de un hijo angustiado a su pa-dre: “Padre mío, si es posible, pase demí esta copa; pero no sea como yoquiero, sino como tú”29. Testifico quela expiación de Jesucristo abarca todaslas pruebas y dificultades que cualquie-ra de nosotros afrontará en esta vida.En momentos en los que sintamos de-seos de decir: “Quiero que sepas quelo he pasado muy mal”, tengamos laseguridad de que Él está allí y que no-sotros estamos seguros en Sus amoro-sos brazos.

Cuando a nuestro amado profeta,el presidente Thomas S. Monson, se lepreguntó este pasado agosto, en el díade su cumpleaños, cuál sería el regaloideal que los miembros de todo elmundo podrían darle, dijo sin dudar

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ni un momento: “Encuentren perso-nas que estén pasando por dificulta-des… y hagan algo por ellas”30.

Junto con ustedes, me siento eter-namente agradecido por Jesucristo, elLibertador de la humanidad. Doy tes-timonio de que Él es el Salvador y elRedentor del mundo. En el nombrede Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. D. y C. 121:1, 7–8.2. Véase 2 Nefi 2:11.3. Abraham 3:25.4. Harold B. Lee, The Fall of Man, (discurso

ofrecido en una reunión de maestros de se-minario e instituto, 23 de junio de 1954).

5. Charles Dickens, Historia de dos ciudades,capítulo 1.

6. Véase 2 Nefi 2:15–16.7. Neal A. Maxwell, “Si lo sobrellevamos

bien…”, Liahona, abril de 1999, pág. 12.8. Véase D. y C. 19:2–3; 133:64.9. Véase D. y C. 133:62; 14:7; Juan 17:3.

10. A Woman’s View, Helen Mar Whitney’sReminiscences of Early Church History,editado por Jeni Broberg Holzapfel yRichard Holzapfel, 1997, págs. 329-330.

11. Bathsheba W. Smith, Autobiography, edita-do por Alice Merrill Horne, mecanografia-do, 15, según se cita en Maurine JensenProctor y Scot Facer Proctor, ensayo fotográ-fico, “Joseph, Joseph, Joseph: The Templehas Returned to Nauvoo, Part 4, ‘Lift UpThine Eyes’”, Meridian Magazine, 2002.http://www.meridianmagazine.com/photo-essay/020522nauvoo/020522nauvoo3.html.

12. Véase Éter 12:6.13. Véase Whitney, pág. 491.14. Véase Heidi Swinton, “I Gently Closed the

Door” en Heroines of the Restoration, edi-tado por Barbara B. Smith y Blythe DarlynThatcher, 1997, pág. 134.

15. Bathsheba W. Smith, en Heroines of theRestoration, pág. 134.

16. Enseñanzas de los Presidentes de laIglesia: Brigham Young (Curso de estudiodel Sacerdocio de Melquisedec y laSociedad de Socorro, 1997), pág. 187.

17. Véase D. y C. 122:7.18. Véase Mateo 5:45.19. Alma 7:12.20. Véase Génesis 41:29–31; Gordon B.

Hinckley, “A los jóvenes y a los hombres”,Liahona, enero de 1999, págs. 64–65.

21. D. y C. 38:30.22. Véase 2 Nefi 4:4.23. Véase Alma 36:30.24. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: Brigham Young, pág. 187.25. D. y C. 68:6.26. Ellen Yates, relato personal que se dio en la

conferencia de la Estaca Grantsville, Utah,en la sesión del sábado por la noche, 16 defebrero de 2008.

27. Véase D. y C. 19:18.28. Marcos 14:36.29. Mateo 26:39.30. Thomas S. Monson, citado en Gerry Avant,

“Prophets Birthday: Milestone of 81”,Church News, 23 de agosto de 2008, pág. 4.

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Hermanos y hermanas, concor-darán conmigo en que ésta hasido una conferencia muy ins-

piradora. Hemos sentido el Espíritudel Señor en gran abundancia en es-tos dos días al conmoverse nuestrocorazón y fortalecerse nuestro testi-monio de esta divina obra. Estoy seguro de que represento a losmiembros de la Iglesia en todas par-tes al expresar mi agradecimiento alas autoridades y a las hermanas quenos han dirigido la palabra. Me vie-nen a la memoria las palabras deMoroni que se encuentran en elLibro de Mormón: “Y los de la iglesiadirigían sus reuniones de acuerdocon las manifestaciones del Espíritu,y por el poder del Espíritu Santo;porque conforme los guiaba el poder del Espíritu Santo, bien fuese

predicar, o exhortar, orar, suplicar o cantar, así se hacía”1.

Que recordemos por mucho tiem-po lo que hemos escuchado en estaconferencia general. Cada uno de losmensajes se imprimirá en las revistasEnsign y Liahona del próximo mes.Les insto a estudiarlos y a meditar enlas enseñanzas que contienen.

A las Autoridades Generales quefueron relevadas en esta conferenciaexpresamos nuestro profundo agra-decimiento por sus muchos años de servicio dedicado. Todos los miembros de la Iglesia se han vistobeneficiados por sus innumerablescontribuciones.

Les aseguro que nuestro PadreCelestial está al tanto de los desafíosque enfrentamos en el mundo de hoy.Nos ama a cada uno y nos bendeciráconforme nos esforcemos por guar-dar Sus mandamientos y por acudir a Él en oración.

Somos una Iglesia global. Tenemosmiembros en todo el mundo. Seamosbuenos ciudadanos de las nacionesdonde vivimos y buenos vecinos ennuestras comunidades, sirviendo a laspersonas de otras religiones al igualque a las de la nuestra. Seamos hom-bres y mujeres de honestidad e inte-gridad en todo lo que hagamos.

En el mundo hay quienes pasanhambre; hay quienes viven en la mise-ria. Trabajando juntos, podemos ali-viar el sufrimiento y abastecer a losnecesitados. Además del servicio que

Hasta quevolvamos a vernosP R E S I D E N T E T H O M A S S . M O N S O N

Seamos buenos ciudadanos de las naciones donde vivimosy buenos vecinos en nuestras comunidades, sirviendo a laspersonas de otras religiones al igual que a las de la nuestra.

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prestan al velar unos por otros, susgenerosas contribuciones a los fondosde la Iglesia nos permiten respondercasi de inmediato cuando ocurre al-gún desastre en cualquier lugar delmundo. Casi siempre somos uno delos primeros en llegar para brindar to-da la ayuda posible. Les damos las gra-cias por su generosidad.

Hay otras dificultades en la vida dealgunos. En especial entre los jóve-nes, hay quienes trágicamente estáninvolucrados en cosas como drogas,inmoralidad, pandillas y todos los se-rios problemas que acompañan a esasactividades. Además, hay quienes es-tán solos, entre ellos las viudas y losviudos, que añoran la compañía y elinterés de los demás. Estemos siem-pre atentos a las necesidades de losque nos rodean y seamos prestos pa-ra extender una mano de ayuda y uncorazón amoroso.

Hermanos y hermanas, cuán ben-decidos somos de que los cielos en

realidad estén abiertos, de que laIglesia restaurada de Jesucristo se en-cuentre hoy sobre la tierra y de quela Iglesia esté fundada sobre la rocade la revelación. Sabemos que la re-velación continua es el alma delEvangelio de Jesucristo.

Que cada uno de nosotros regresea salvo a su hogar; que vivamos enpaz, armonía y amor; que nos esforce-mos diariamente por seguir el ejem-plo del Salvador.

Que Dios les bendiga, mis herma-nos y hermanas. Les agradezco susoraciones por mí y por todas lasAutoridades Generales. Estamos su-mamente agradecidos por ustedes.

En una de las obras teatrales deChristopher Marlowe, La trágica his-toria del doctor Fausto, se describe auna persona, el Dr. Fausto, que eligióno hacer caso a Dios y seguir el sende-ro de Satanás. Al final de su vida ini-cua, y al enfrentarse a la frustración deoportunidades perdidas y al castigo

seguro que se aproximaba, se lamen-tó: “Sí existe angustia más abrasadoraque el fuego encendido: el exilio eter-no de la presencia de Dios”2.

Mis hermanos y hermanas, así co-mo el exilio eterno de la presencia deDios es la angustia más abrasadora, asítambién la vida eterna en la presenciade Dios es nuestra meta más preciada.

Con todo el corazón y el alma rue-go que sigamos luchando por alcan-zar ese galardón tan preciado.

Les testifico que esta obra es ver-dadera, que nuestro Salvador vive yque Él guía y dirige Su Iglesia aquísobre la tierra. Me despido, mis her-manos y hermanas, hasta que volva-mos a vernos en seis meses. En elnombre de Jesús de Nazaret, nuestroSalvador y Redentor, a quien servi-mos. Amén. ■

NOTAS1. Moroni 6:9.2. Véase “Deviled Marlowe,” Time, 16 de

octubre de 1964, página 77.

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Queridas hermanas, qué hermo-so panorama son y cuán agra-decidas estamos por estar con

ustedes. Sentimos un profundo amory aprecio por ustedes.

Como presidencia general de laSociedad de Socorro, este año pasadohemos tenido la oportunidad de visi-tarlas alrededor del mundo. Hemosconversado con ustedes en Alemania,

Dinamarca, Australia y Ghana; hemosorado con ustedes en Singapur, HongKong, India y Sri Lanka; hemos sidoanimadas y edificadas con ustedes enBrasil, Chile, Puerto Rico, Canadá ylos Estados Unidos.

Nos regocijamos en el conocimien-to de que “andan haciendo bienes”,tal como el Salvador. Están haciendouna magnífica labor y, sin embargo,tenemos la impresión de decirles quehay más que se debe hacer. Hemosbuscado la inspiración del Señor parasaber cómo ayudar al sacerdocio aedificar el reino de Dios sobre la tie-rra. Es hora de que la Sociedad deSocorro cumpla su propósito comonunca antes. Para avanzar y lograr loque el Señor desea, debemos com-prender claramente el propósito de la Sociedad de Socorro.

Para comenzar, repasaré una por-ción de la historia de la Sociedad deSocorro para explicar por qué se esta-bleció. Después expondré tres res-ponsabilidades que atañen a todas lashermanas de la Sociedad de Socorro;

por último, explicaré la forma en queel Señor espera que cumplamos elmandato divino que hemos recibido,tanto a nivel individual como a nivelde organización.

I. Por qué se estableció la Sociedadde Socorro

Es imposible entender por qué te-nemos una organización para las mu-jeres de la Iglesia si no se tiene unconocimiento de la restauración delEvangelio de Jesucristo. El Señor, alsaber de las calamidades que sobre-vendrían en estos últimos días, hablóa Su siervo, José Smith, hijo, y “le[dio] mandamientos…

“para que… la fe aumente en la tierra;

“para que se establezca [Su] conve-nio sempiterno;

“para que la plenitud de [Su] Evan-gelio sea proclamada por los débiles ysencillos hasta los cabos de la tierra”1.

La obra del Señor se logra cuandoSu Evangelio se predica “a toda na-ción, y tribu, y lengua, y pueblo”2 y amedida que Su convenio sempiternose establece por medio de las orde-nanzas del templo.

Así como el Salvador invitó a Maríay a Marta, de la época del NuevoTestamento3, a participar en Su obra,las mujeres de esta dispensación tie-nen el mandato oficial de participaren la obra del Señor. A partir de losprimeros días de la Restauración, lasmujeres participaron activamente enla edificación de la Iglesia al apoyar laobra misional, contribuir a la cons-trucción de templos y establecer co-munidades donde los santos pudieranadorar juntos. La organización de laSociedad de Socorro en 1842 movili-zó el poder colectivo de las mujeres y sus asignaciones específicas de edi-ficar el reino del Señor, así como laorganización de los quórumes del sacerdocio dio a los hombres respon-sabilidades específicas.

Desde que se organizó, la Sociedadde Socorro se ha extendido por elmundo y se le ha llamado “la organi-zación de mujeres más grande y, entodos los sentidos, la más grandiosa

Cumplir elpropósito de la Sociedad de SocorroJ U L I E B . B E C KPresidenta General de la Sociedad de Socorro

El Señor estableció la Sociedad de Socorro para organizar,enseñar e inspirar a Sus hijas a prepararse para lasbendiciones de la vida eterna.

REUNIÓN GENERAL DE LA SOCIEDAD DE SOCORRO2 7 d e s e p t i e m b r e d e 2 0 0 8

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de la tierra”4. Por medio del profetaJosé Smith, sabemos que la Sociedadde Socorro fue parte formal de laRestauración y que en la antigüedadexistió una organización similar paralas mujeres de la Iglesia5. El presiden-te Joseph F. Smith enseñó que laSociedad de Socorro fue “divinamen-te hecha, divinamente autorizada, di-vinamente instituida y divinamenteordenada por Dios”6 “conforme a laley del cielo”7, para ayudar al Señor a “llevar a cabo la… vida eterna delhombre”8.

Por medio de la Sociedad deSocorro, las mujeres tienen una fun-ción oficial en la Iglesia con grandesresponsabilidades, “entre ellas, la dela obra en el templo y la prédica delEvangelio”9. Además, la Sociedad deSocorro debe ayudar a las mujeres a“sembrar y cultivar… un testimoniode [Jesucristo] y del Evangelio”10, “fortalecer a la familia y el hogar”11

y “cumplir con todos los deberes fa-miliares”12. Tiene la responsabilidadde atender a las “necesidades del po-bre, del enfermo y del menesteroso”,

pero el presidente Joseph F. Smith dijo que la parte principal de su obraes “velar por… [el] bienestar espiri-tual… [y la salvación]… de todas lasmujeres miembros de la Iglesia”13.

Para resumir, el propósito de laSociedad de Socorro, tal como la esta-bleció el Señor, es organizar, enseñar e inspirar a Sus hijas para prepararlaspara las bendiciones de la vida eterna.Me gustaría repetirlo. El propósito dela Sociedad de Socorro, tal como la es-tableció el Señor, es organizar, enseñare inspirar a Sus hijas para prepararlaspara las bendiciones de la vida eterna.

II. Nuestras responsabilidadesA fin de cumplir con el propósito

de la Sociedad de Socorro, el Señorha encomendado a toda mujer de laSociedad de Socorro y a la organiza-ción en general a hacer lo siguiente:

1. Aumentar la fe y la rectitud personales.

2. Fortalecer a las familias y los hogares.

3. Servir al Señor y a Sus hijos.

Cada una de esas responsabilida-des apoya y refuerza a las otras dos.Cuando aumentamos nuestra fe, el resultado de ese esfuerzo fortalece anuestra familia. Cuando servimos alSeñor y a Sus hijos, nuestra fe y nues-tra capacidad de rectitud aumentan.Las tres responsabilidades están inseparablemente conectadas.Comencemos con la primera.

1. Aumentar la fe y la rectitud per-sonales. Para hacer nuestra parte bajoel plan del Señor, debemos aumentarnuestra fe y nuestra rectitud persona-les. El ser miembro de la Iglesia requie-re fe, la cual nutrimos en el curso denuestra vida con gran “diligencia, y pa-ciencia, y longanimidad”14. En nuestrolegado común, tenemos ejemplos ex-traordinarios de fe entre las mujeresde los primeros días de la Iglesia. Laspioneras de aquella época fueron ex-pulsadas de sus hogares y perseguidaspor causa de su fe; otras sobrevivieronincendios e inundaciones; cruzaronocéanos y caminaron miles de kilóme-tros, tolerando el polvo, las enferme-dades y casi el morir de hambre para

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edificar el reino del Señor sobre la tie-rra. Muchas de ellas sepultaron a espo-sos, hijos, padres y hermanos por elcamino. ¿Por qué lo hicieron? Porqueel fuego de la fe ardía en su alma. Esasmujeres extraordinarias no buscabanropa fina ni más tiempo libre, tampocobuscaban grandes mansiones terrena-les ni más posesiones. Al igual que ustedes, tenían una convicción y untestimonio de que el Evangelio restau-rado de Jesucristo era verdadero y queel Señor necesitaba que ellas hicieransu parte para establecer Su reino sobrela tierra. Su búsqueda de rectitud per-sonal era un esfuerzo diario por llegara ser más semejantes al Salvador me-diante el arrepentimiento, el estudiode las Escrituras, la oración, la obe-diencia a los mandamientos y el aspirara todo lo “virtuoso, o bello, o de buenareputación, o digno de alabanza”15.

2. Fortalecer a las familias y loshogares. Nuestra segunda responsa-bilidad es fortalecer a las familias y loshogares. En todo el mundo a las fami-lias se les agrede y debilita medianteprácticas corruptas y enseñanzas fal-sas; por tanto, ya seamos casadas osolteras, jóvenes o mayores, tenemosel deber de defender y de poner enpráctica las verdades que se encuen-tran en “La Familia: Una proclamaciónpara el mundo”.

La Primera Presidencia ha acon-sejado: “No importa cuán dignas yapropiadas sean otras exigencias o actividades, no se debe permitir quereemplacen los deberes divinamenteseñalados que sólo pueden efectuaradecuadamente los padres y las fami-lias”16. Los niños que están viniendo al mundo hoy día están creciendo enun mundo cada vez más pecaminoso.Nuestros hogares deben ser su refu-gio de los encuentros diarios que ten-gan con la maldad.

La Sociedad de Socorro se debe or-ganizar, alinear y movilizar para fortale-cer a las familias y hacer que nuestroshogares sean refugios sagrados de lascosas del mundo. Eso lo aprendí haceaños cuando era recién casada. Mis pa-dres, que habían sido mis vecinos, nosinformaron que iban a mudarse a otra

parte del mundo. Yo había dependidodel ejemplo amoroso, sabio y alenta-dor de mi madre, y ahora ella iba a es-tar lejos por largo tiempo. Eso ocurrióantes de que existieran el correo elec-trónico, los teléfonos celulares y las cá-maras web, y la entrega de correo erasumamente lenta. Un día, antes de quese fuera, me senté a su lado y, llorando,le pregunté: “¿Quién va a ser mi ma-má?”. Ella se quedó pensativa y, con elEspíritu y el poder de revelación quereciben mujeres como ella, me dijo: “Si nunca regreso, si nunca vuelves a verme, si nunca puedo enseñarte nada más, acércate a la Sociedad deSocorro; ella será tu mamá”.

Mamá sabía que cuando yo estuvie-ra enferma, las hermanas me cuida-rían, y que cuando tuviera mis bebés,me ayudarían. Pero su más grande es-peranza era que las hermanas de laSociedad de Socorro fueran podero-sas líderes espirituales para mí y, apartir de ese momento, comencé aaprender abundantemente de muje-res de fe y de estatura moral.

Durante los años que mis padresestuvieron ausentes, tres mujeres di-ferentes desempeñaron el puesto de

presidenta de la Sociedad de Socorrode mis barrios. Alta Chamberlain meinvitó a enseñar a las hermanas admi-nistración y organización del hogar,tal vez porque vio que necesitaba me-jorar en esos aspectos; Jeanne Horneme alentó a llevar a cabo mi primerestudio personal a fondo del Libro deMormón; Norma Healey me dio misprimeras asignaciones en la enlatado-ra y me enseñó mucho sobre el pres-tar servicio. Esas maravillosas mujerescomprendían el propósito de laSociedad de Socorro.

3. Servir al Señor y a Sus hijos. Latercera responsabilidad de todas lasmujeres de la Iglesia es servir al Señory a Sus hijos. Me resulta interesanteque durante los años de la ausencia demi madre, fui presidenta de la Primariade barrio y después presidenta de lasMujeres Jóvenes del barrio. Fui miem-bro del consejo de barrio, actuandobajo la dirección del obispado. El presi-dente Boyd K. Packer nos enseñó que“así como [el servicio de muchos her-manos en el Sacerdocio Aarónico] for-talece al Sacerdocio Mayor… al rendireste servicio desinteresado [en lasMujeres Jóvenes y la Primaria] se de-muestra devoción a la Sociedad deSocorro”17. Cuando servimos en otraorganización auxiliar, no se nos relevade la hermandad de la Sociedad deSocorro. Debido a que no ingresamosen la Sociedad de Socorro ni salimosde ella, siempre estamos conectadas alpropósito y a las responsabilidades dela Sociedad de Socorro y somos ben-decidas por todas las oportunidadesde ser ejemplos y pastoras llenas de fepara los hijos de nuestro Padre.

Entre los deberes de la Sociedad deSocorro se encuentran las más extraor-dinarias oportunidades de prestar ser-vicio sobre la tierra, y están al alcancede todas las hermanas. Al viajar por elmundo, he visto a miles de ustedesque actualmente no tienen esposo nihijos, y que son una increíble fuente defe, talento y dedicación. Nadie está enmejor posición que ustedes para traba-jar en los templos, servir en misiones,enseñar a la nueva generación y ayudara los oprimidos. El Señor las necesita.

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También me han maravillado la ju-ventud y la energía de ustedes, que están ingresando en la Sociedad deSocorro después de estar en el progra-ma de las Mujeres Jóvenes. He vistocómo en el corazón añoran surtir unimpacto positivo en el mundo. A me-nudo me imagino el potencial de loque podría ocurrir con la obra de his-toria familiar, por ejemplo, si ustedescompartieran sus conocimientos téc-nicos con hermanas mayores (¡comoyo!). Sencillamente no podemos dar-nos el lujo de desperdiciar su energíani el poder de su juventud al sugerirque se queden sentadas observando a hermanas mayores y con más expe-riencia planear, organizar y hacer todala obra de la Sociedad de Socorro.

III. Cumplir el propósitoPodemos llevar a cabo la obra del

Señor a Su manera si buscamos, reci-bimos y aplicamos la revelación perso-nal; sin ella, no podemos lograr eléxito, pero si hacemos caso a ella, nopodemos fracasar. El profeta Nefi nosdice que el Espíritu Santo nos mostra-rá “todas las cosas que debéis hacer”18.Se profetizó que en los últimos días el Señor derramaría Su Espíritu sobreSus siervas19, y así será si nos queda-mos lo suficientemente quietas y calla-das para escuchar la voz del Espíritu.El élder Neal A. Maxwell nos enseñóque recibir revelación para nuestro lla-mamiento y en nuestra vida personal“requiere un serio esfuerzo mental denuestra parte… La revelación no escosa de pulsar botones, sino de impul-sarnos nosotros mismos, a menudocon la ayuda del ayuno, del estudio de las Escrituras y de la meditación.

“Sobre todo, la revelación hace pre-ciso que tengamos un grado suficientede rectitud personal para que de vezen cuando la recibamos sin pedirla”20.

IV. ConclusiónEl presidente Spencer W. Kimball

declaró hace algunos años que “existeun poder en esta organización que aúnno se ha ejercido plenamente para for-talecer los hogares de Sión y edificar elreino de Dios, ni se ejercerá hasta que

las hermanas y el sacerdocio capten la visión de la Sociedad de Socorro”21.El Señor estableció la Sociedad deSocorro para organizar, enseñar e ins-pirar a Sus hijas a prepararse para lasbendiciones de la vida eterna. Nuestrameta es apoyar a las mujeres de laIglesia en sus responsabilidades indivi-duales; para ello, asegurémonos deque toda reunión, toda lección y todaactividad que emprendamos sirvan pa-ra aumentar la fe y rectitud personales,fortalecer a sus familias y sus hogares,y servir al Señor y a Sus hijos.

La única forma para lograrlo es sibuscamos, recibimos y aplicamos larevelación personal. El verdadero po-der de esta gran hermandad mundialradica dentro de cada mujer. Aunquenos consideremos débiles y sencillas,todas compartimos un noble legado ypodemos cultivar una fe comparable ala de las extraordinarias y fieles muje-res que nos antecedieron. Tenemosuna función vital en la edificación delreino de Dios y en la preparación parala venida del Señor. De hecho, elSeñor no puede realizar Su obra sin la ayuda de Sus hijas. Por esa razón, elSeñor espera que aumentemos nues-tra ofrenda; espera que cumplamos elpropósito de la Sociedad de Socorrocomo nunca antes. Estoy agradecida

por testificar de la veracidad delEvangelio restaurado de Jesucristo y de un profeta viviente hoy día quedirige Su obra. En el nombre deJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. D. y C. 1:17, 21–23.2. D. y C. 133:37.3. Véase Lucas 10:38–42.4. Boyd K. Packer, “Una hermandad sin

fronteras”, Liahona, marzo de 1981, págs. 66–72.

5. Véase Eliza R. Snow, “Female ReliefSociety”, en Deseret Evening News, 18 deabril de 1968, pág. 2.

6. Citado en Enseñanzas de los Presidentesde la Iglesia: Joseph F. Smith, pág. 198.

7. D. y C. 102:4.8. Moisés 1:39.9. Dallin H. Oaks, Reunión Mundial de

Capacitación de Líderes, 10 de enero de2004, pág. 18.

10. La Primera Presidencia, “Memorandum ofSuggestions”, 29 de marzo de 1940, pág. 2.

11. Reunión Mundial de Capacitación deLíderes, 10 de enero de 2004, pág. 18.

12. D. y C. 20:47; véase también el versículo 51.13. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: Joseph F. Smith, 1998, pág. 199.14. Alma 32:43.15. Artículos de Fe 1:13.16. Carta de la Primera Presidencia, 11 de

febrero de 1999.17. Ensign, noviembre de 1980, pág. 110.18. 2 Nefi 32:5.19. Véase Joel 2:29.20. Neal A. Maxwell, Reunión Mundial de

Capacitación de Líderes, 11 de enero de2003, pág. 6.

21. Spencer W. Kimball, “Relief Society—ItsPromise and Potential”, Ensign, marzo de1976, pág. 4.

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Mi corazón está lleno de gozo y gratitud al contemplar estasingular concurrencia de mu-

jeres de todo el mundo. Qué privile-gio es formar parte de esta granhermandad, unidas en nuestro deseode fortalecer nuestra fe en el SeñorJesucristo y edificar Su reino. Ruegotener la guía del Espíritu al hablarlessobre el sumamente sagrado tema dela adoración en el templo.

Los lugares más santos sobre la tie-rra son los templos. En el templo, losmiembros dignos de la Iglesia, al ha-cer sagrados convenios con Dios, re-ciben las bendiciones más sublimes a las que alguien pueda aspirar.También colaboramos para que esas

mismas bendiciones estén al alcancede nuestros antepasados que murie-ron sin recibir las ordenanzas de sal-vación necesarias.

Hablaré del profundo significadode construir templos, de por qué lasordenanzas que se efectúan en lostemplos son esenciales para nuestrasalvación y de cómo prepararnos paraentrar en el templo.

He observado y me han impresio-nado mucho los sacrificios que llevan acabo muchos miembros para ir al tem-plo. Permítanme narrarles un relato.

En 1976, cuando vivíamos enCosta Rica, el presidente de misión le pidió a mi esposo que ayudara aorganizar el primer viaje de la misiónal templo. En aquel entonces, laMisión Centroamericana abarcabaCosta Rica, Panamá, Nicaragua yHonduras. El templo más cercano erael de Mesa, Arizona. El viaje requeríaque viajáramos cinco días de ida ycinco de vuelta y que cruzáramos seisfronteras. El sacrificio económico pa-ra la mayoría de los que asistieron fueenorme, por lo que tuvieron que ven-der sus televisores, bicicletas, patinesy cualquier otra cosa que pudieranvender. Viajamos en dos incómodosautobuses de día y de noche. Algunosde los miembros habían usado todosu dinero para pagar el pasaje del au-tobús y sólo habían llevado galletas y

margarina para comer en el camino.¿Por qué están los miembros de la

Iglesia tan dispuestos y felices de ha-cer esos grandes sacrificios para ir altemplo?

Nunca he olvidado el gran derra-mamiento del Espíritu que sentimosdurante los tres días que pasamos enel Templo de Mesa. Me sentí profun-damente conmovida al ver a familiasabrazarse con el rostro bañado en lá-grimas después de ser selladas por laseternidades.

Veinticuatro años después se dedi-có el Templo de San José, Costa Rica.En la sesión a la que asistí estabanpresentes muchas de las familias quehabían ido en aquel primer viaje altemplo. Habían esperado fiel y digna-mente ese momento sagrado. Ahoratodos pueden asistir al templo confrecuencia, puesto que recientementese dedicó un templo en Panamá y seha anunciado otro en Honduras.

El Señor siempre ha pedido a Supueblo que construya templos. ElSeñor mandó a Moisés: “Harán unsantuario para mí, y habitaré en mediode ellos”1. El tabernáculo portátil queconstruyeron le sirvió a Israel como ellugar central de adoración durante superegrinaje a la tierra prometida. ElSeñor le reveló a Moisés el modelo yla estructura, ya que habría de ser lasanta casa del Señor.

Más adelante, el rey Salomón cons-truyó el templo en Jerusalén usandolos más finos materiales disponibles2.

Durante Su ministerio terrenal, elSeñor consideró el templo como unlugar sagrado y enseñó la reverenciapor él.

Los nefitas también construyerontemplos al Señor en las Américas.Cuando Cristo se les apareció des-pués de Su resurrección, estaban congregados alrededor del templo3.

Poco después de que la Iglesia se restauró en esta dispensación, elSeñor mandó a los santos que cons-truyeran un templo: “Organizaos; pre-parad todo lo que fuere necesario; yestableced una casa, sí, una casa deoración, una casa de ayuno, una casade fe, una casa de instrucción, una

Templos santos,conveniossagradosS I LV I A H . A L L R E DPrimera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

Los templos son lugares santos y sagrados; son una fuente de poder y fortaleza espirituales; son un lugar de revelación.

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casa de gloria, una casa de orden, unacasa de Dios”4.

En respuesta, los santos construye-ron el Templo de Kirtland con gran-des sacrificios. En ese santo templose restauraron importantes llaves delsacerdocio y el Salvador mismo seapareció5.

Actualmente hay 128 templos enfuncionamiento en todo el mundo yse están construyendo muchos más.

Se nos ha instruido construir tem-plos para que las sagradas ordenanzasse puedan efectuar tanto por los vivoscomo por los muertos. En esas orde-nanzas se incluyen ordenanzas inicia-torias, investiduras, matrimonios,sellamientos, bautismos por los muer-tos y ordenaciones.

Las ordenanzas iniciatorias nosbrindan bendiciones inmediatas y futuras que son específicas.

La investidura está compuesta deconvenios sagrados e incluye el reci-bir instrucción, poder de lo alto y lapromesa de bendiciones si somos fie-les a los convenios que hacemos.

El presidente Brigham Young definió la investidura de la siguientemanera:

“Su investidura consiste en recibir,en la casa del Señor, todas las orde-nanzas que les son necesarias, des-pués que hayan salido de esta vida,para permitirles volver a la presenciadel Padre… y obtener su eterna exaltación”6.

Las ordenanzas de sellamiento, co-mo el matrimonio en el templo, unena las familias por la eternidad.

Los convenios que hacemos conlas ordenanzas correspondientes querecibimos en el templo llegan a sernuestras credenciales para ser admiti-dos en la presencia de Dios. Esos convenios nos elevan más allá de loslímites de nuestro propio poder yperspectiva. Hacemos convenios parademostrar nuestra devoción para edi-ficar el reino. Llegamos a ser pueblodel convenio cuando se nos pone ba-jo convenio para con Dios. Todas lasbendiciones prometidas son nuestrasmediante nuestra fidelidad a esosconvenios.

El templo es una casa de aprendiza-je. Gran parte de la instrucción que allíse imparte es simbólica y se aprendepor medio del Espíritu. Eso significaque se nos enseña de lo alto. Los con-venios y las ordenanzas del templo sonun poderoso símbolo de Cristo y de Suexpiación. Todos recibimos la mismainstrucción, pero nuestro entendimien-to del significado de las ordenanzas yde los convenios aumentará si regresa-mos al templo con frecuencia con laactitud de aprender y de meditar en lasverdades eternas que allí se enseñan.

La adoración en el templo brindaoportunidades de servir a los muertosal efectuar las ordenanzas vicarias porellos. Cualquier persona puede llevara cabo investigación de historia fami-liar fuera de los muros del templo, pero las sagradas ordenanzas quenuestros antepasados fallecidos nece-sitan para obtener su exaltación sólose pueden administrar en el templo.

El templo es la Casa del Señor. Élindica las condiciones bajo las cualesse puede usar, las ordenanzas que sedeben administrar y las normas quenos califican para entrar y participarde la adoración en el templo.

El Señor le dijo a Moisés: “Quita tucalzado de tus pies, porque el lugaren que tú estás, tierra santa es”7. EnSalmos leemos: “¿Quién subirá al

monte de Jehová? ¿Y quién estará ensu lugar santo?

“El limpio de manos y puro de co-razón; el que no ha elevado su alma acosas vanas, ni jurado con engaño”8.Su casa es santa y nada impuro puedeentrar en ella9.

El Señor ha designado al obispo yal presidente de estaca como respon-sables de determinar la dignidad delas personas para recibir la recomen-dación para entrar en Su santa casa.Tenemos que ser totalmente honra-dos con nuestro obispo y presidentede estaca cuando nos entrevisten an-tes de darnos la recomendación parael templo. El don que llevamos al altares un corazón puro y un espíritu con-trito. La dignidad personal es un re-quisito esencial para disfrutar de lasbendiciones del templo.

Nos preparamos al obedecer losmandamientos y procurar hacer la vo-luntad de Dios. Si no han entrado enel templo, comiencen a prepararseahora mismo para que cuando se pre-sente esa oportunidad, estén listos ysean dignos.

Cuando asistimos al templo, elimi-namos de nuestra mente y de nuestrocorazón los pensamientos y sentimien-tos que no estén en armonía con lassagradas experiencias del templo.También vestimos de manera modesta,

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apropiada y digna. Nuestra vestimentay arreglo personal para esa sagradaocasión son muestras de reverencia yrespeto por el Señor y Su santa casa.Una vez que estamos dentro del tem-plo, nos ponemos ropa blanca, la cualsimboliza limpieza y pureza; entoncesestamos listos para participar en la apa-cible reverencia de la adoración en eltemplo. Esa bendición eterna está dis-ponible para todos los que sean dignosde recibirla.

¿Qué pueden hacer las mujeres dela Iglesia para recibir las bendicionesdel templo?

A través de Sus profetas, el Señorinvita a los que aún no han recibidolas bendiciones del templo a hacer to-do lo que sea necesario para ser me-recedores de recibirlas. Él invita a losque ya recibieron esas bendiciones aregresar con la mayor frecuencia posi-ble para disfrutar de nuevo de la ex-periencia, y ampliar su visión ycomprensión del plan eterno.

Seamos dignas de tener una reco-mendación vigente para el templo; va-yamos al templo a sellar eternamente anuestra familia; regresemos al templocon la frecuencia que las circunstanciasnos lo permitan; demos a nuestros an-tepasados fallecidos la oportunidad derecibir las ordenanzas de la exaltación;disfrutemos de la fortaleza espiritual yde la revelación que recibimos al asistiral templo con regularidad; seamos fie-les y hagamos convenios en el temploy cumplamos con ellos para recibir to-das las bendiciones de la Expiación.

Les testifico que los templos sonlugares santos y sagrados; son unafuente de poder y fortaleza espiritua-les; son un lugar de revelación; sonla casa del Señor. En el sagrado nom-bre de nuestro Salvador y RedentorJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Éxodo 25:8.2. Véase 1 Reyes 5:5–18; 6.3. Véase 3 Nefi 11:1.4. D. y C. 88:119.5. Véase D. y C. 110.6. Deberes y Bendiciones del Sacerdocio,

Parte B, pág. 34.7. Éxodo 3:5.8. Salmos 24:3–4.9. Véase D. y C. 109:20.

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Mis queridas hermanas, ¡québendecidas somos! No sólosomos miembros de La

Iglesia de Jesucristo de los Santos delos Últimos Días, sino que también somos miembros de la Sociedad deSocorro, “la organización del Señorpara las mujeres”1. La Sociedad deSocorro es evidencia del amor deDios por sus hijas.

¿No se les llena el corazón de emoción al recordar la historia de laSociedad de Socorro y de nuestrosapasionantes comienzos? El 17 demarzo de 1842, en la primera reuniónde la Sociedad de Socorro, el profetaJosé Smith declaró que “la Iglesianunca estuvo perfectamente organiza-da hasta que se organizó a las mujeresde esa manera”2. Entonces organizó alas hermanas “bajo la dirección del sa-cerdocio y de acuerdo con el modelode éste” 3. El pequeño y diverso grupode mujeres congregadas en la primera

reunión de la Sociedad de Socorroeran mujeres dedicadas, similares alas integrantes de la Sociedad deSocorro de hoy. Eran mujeres jóvenesy mujeres mayores; mujeres que te-nían formación académica y mujeres sin estudios formales. Había mujerescasadas, madres y mujeres solteras;también mujeres que eran ricas y al-gunas que eran muy pobres. Cadauna sentía amor por la otra, amor por el Señor y un deseo de servir. Alrecordar lo que las hermanas de laSociedad de Socorro hicieron en elpasado, hoy podemos tener mejorguía y entendimiento.

En la primera reunión de laSociedad de Socorro, José Smith pidióa las hermanas que ayudaran a los her-manos “a atender a las necesidades delos pobres, buscar a los que necesitencaridad y satisfacer sus carencias”4.También las amonestó a actuar “deacuerdo con esa compasión que Diosha puesto en el corazón de ustedes”5.

Las hermanas tomaron esa amones-tación seriamente y se convirtieron enuna sociedad dedicada a servir al po-bre y al necesitado. La hermana EmmaSmith dijo: “Vamos a hacer algo extra-ordinario. Cuando un barco se atas-que en los rápidos con una multitudde mormones a bordo, considerare-mos eso como un llamado de auxilio;esperamos oportunidades extraordi-narias y llamamientos apremiantes”6.

En los comienzos de la Iglesia, lashermanas brindaban auxilio yendo decasa en casa. Haciendo lo que ahorallamamos visitas de maestras visitan-tes, las hermanas velaban por todos,

Ya regocijemosB A R B A R A T H O M P S O NSegunda Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

El participar en la Sociedad de Socorro es parte de nuestro glorioso legado y bendición como mujeres de la Iglesia del Señor.

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cuidando y atendiendo las necesida-des de los demás, asegurándose deque las personas tuvieran comida, ro-pa, refugio, y suministrando socorrocuando era necesario. Si una hermanatenía algo para compartir, lo contri-buía a las hermanas que iban a visitar-la; si ella tenía alguna necesidad, lashermanas daban su ayuda para pro-porcionárselo7.

Dediquémonos a la Sociedad deSocorro, tal como nos aconsejó elpresidente Boyd K. Packer: “El servi-cio en la Sociedad de Socorro engran-dece y santifica a cada hermana…Cuando dedican sus esfuerzos a laSociedad de Socorro, la organizan, laadministran y participan en ella, estánsosteniendo la causa que bendecirá atoda hermana que sienta los efectosde su influencia”8.

Al igual que la descripción que hizoEmma Smith del barco atascado en losrápidos y de la gente que necesita ayu-da, podemos compararla con nuestrosdías cuando vemos cosas tales comoun vecino enfermo, un niño que nece-sita instrucción, un joven que necesitaun amigo, o una familia que ha perdi-do su ingreso y necesita ayuda para salir adelante. Oímos de calamidades,tormentas o tragedias personales en la vida de nuestras hermanas de todaspartes. No necesitamos ir de aquí paraallá tratando de encontrar cosas parahacer o causas que defender.

Recuerden que, con frecuencia, laayuda que se necesita es en nuestropropio hogar, en nuestro vecindario y en nuestra comunidad. Una palabrade aliento, una nota de agradecimien-to, una llamada telefónica, una sonrisaamorosa, un acto de ayuda y un recor-datorio de que Dios nos ama muchasveces es lo que más se necesita.Podemos elevar y bendecir a los demás de muchas maneras.

La Sociedad de Socorro no es sólouna clase del domingo; no es sólo unlugar a donde vamos si no tenemosque enseñar en la organización de laPrimaria o de las Mujeres Jóvenes: esla organización del Señor para la mu-jer. El participar en la Sociedad deSocorro es parte de nuestro glorioso

legado y bendición como mujeres dela Iglesia del Señor.

En esas primeras reuniones de la Sociedad de Socorro, José Smithaconsejó a las hermanas a enseñarseel Evangelio de Jesucristo unas aotras. Él dijo: “La Sociedad… no exis-te sólo para socorrer al pobre sinotambién para salvar almas”9. Tambiéndijo: “y ahora doy vuelta a la llave paraustedes en el nombre de Dios; y estasociedad se ha de regocijar, y recibiráun torrente de conocimiento e inteli-gencia a partir de este momento” 10.Me encanta esa declaración; me re-cuerda que debo regocijarme en lasbendiciones que Dios tiene para lasmujeres de esta Iglesia.

Las mujeres de la Sociedad deSocorro siempre han procuradoaprender y progresar. Sabemos que“la gloria de Dios es la inteligencia”11.

En 1830, en una revelación que sedio por conducto de José Smith a suesposa Emma, el Señor declaró que

ella debía “explicar las escrituras y…exhortar a la iglesia, de acuerdo conlo que te indique mi Espíritu”12. Esemandato no sólo se le dio a Emma, sino que José aclaró que todas las hermanas debían tratar de adquirirese don13. Las mujeres enseñaban elEvangelio de Jesucristo y seguían alSalvador en palabras y en hechos. Lashermanas se nutrían unas a otras porla buena palabra de Dios14.

Algunas mujeres han dicho que da miedo enseñar una clase o hablarfrente a un grupo. Les aseguro que sépor experiencia que puede ser atemo-rizante. Recordemos lo que Eliza R.Snow le dijo a su sobrina, a quien lla-maron para que hablara frente a ungrupo. Cuando su sobrina se puso depie, no pudo decir nada porque la do-minó el temor; finalmente, se sentó.Eliza, con bondad y gentileza, le acon-sejó: “No te preocupes, pero cuandose te pida hablar otra vez, trata de te-ner algo que decir”15.

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Tendremos algo que decir al pre-pararnos como el Señor ha mandado.Él dice: “[predica] mi Evangelio porel Espíritu”, y tanto el que predica co-mo el que lo recibe “se comprendenel uno al otro, y ambos son edificadosy se regocijan juntamente”16. Al pre-pararnos con fervor, utilizando lasEscrituras y los materiales aprobadosde la Iglesia, y al pedir ayuda al Señor,Él nos dará “el inefable don delEspíritu Santo”17 y sabremos qué de-cir para que todos seamos edificados.

En una hermosa reunión de laSociedad de Socorro, Eliza R. Snowregistró en las actas que “casi todaslas presentes se levantaron y habla-ron, y el Espíritu del Señor, como riachuelo purificador, alentó todo co-razón”18. Esperamos que hoy nuestrashermanas se sientan nutridas, edifica-das y fortalecidas cada vez que asistana una lección del día domingo, hagansus visitas de maestras visitantes, par-ticipen en una actividad o realicen unacto de servicio.

Hermanas, ahora más que nuncanecesitamos que las mujeres aceptenresponsabilidades y sean firmes; ne-cesitamos mujeres que declaren laverdad con fuerza, fe y vigor; necesi-tamos mujeres que sean un ejemplode rectitud; necesitamos mujeres queestén anhelosamente consagradas auna causa buena19. Tenemos que vivir de manera que nuestra vida tes-tifique que amamos a nuestro PadreCelestial y al Salvador Jesucristo y queharemos lo que Ellos nos han pedido

que hagamos. Tenemos que “[resca-tar] desde lo más profundo de [nues-tro] ser todo aquello que sea devalor”20 para que, como hijas de Dios,hagamos nuestra parte para edificarel reino de Dios. Tendremos ayudapara hacerlo. Como lo declaró José:“Si viven de acuerdo con estos privi-legios, no se podrá impedir que losángeles las acompañen”21.

Llevemos las cargas las unas de lasotras, lloremos con los que lloran, yconsolemos a los que necesiten con-suelo, y de ese modo cumplamos conel convenio que hemos hecho22.

Somos muy bendecidas; elSalvador está a la cabeza de estaIglesia. Nos guían profetas vivientes,videntes y reveladores; tenemos lasSantas Escrituras para leer, estudiar y encontrar respuestas para nuestrodiario vivir. Tenemos santos templosen todo el mundo donde podemosefectuar las ordenanzas necesarias pa-ra ayudarnos a regresar con nuestroPadre Celestial; y nos tenemos unas aotras para ayudarnos.

Al viajar a muchas partes del mundoveo la imagen de Dios grabada en lossemblantes de ustedes, buenas muje-res23. Me entero de sus buenas obras yde su extraordinaria dedicación; veo laluz de Cristo reflejada en sus ojos.

Sé que, como nos alentó Emma,podemos hacer algo extraordinariohoy; podemos ser un ejército justode mujeres armadas con amor, com-pasión, bondad, servicio y fe; pode-mos ser una fuerza poderosa para el

bien en este mundo. Entonces, sere-mos lo que el presidente Packer des-cribe: “La Sociedad de Socorro sepuede comparar a un refugio, un lu-gar de seguridad y protección… Allíestarán seguras. Rodea a cada herma-na como si fuera un muro protec-tor”24. ¡Debemos tener ese lugar deseguridad y protección!

¿No se emocionan por pertenecera la Sociedad de Socorro? Al recordarlo que hicieron estas nobles mujeresdel pasado seremos guiadas hoy y enel futuro.

Testifico que Dios, nuestro PadreCelestial y Su Hijo Jesucristo viven ynos aman; testifico que nos guía unprofeta de Dios; testifico que al guar-dar nuestros convenios seremos in-mensamente bendecidas. En elnombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: Spencer W. Kimball, pág. 240.2. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: José Smith, pág. 480.3. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: José Smith, pág. 480.4. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: José Smith, pág. 481.5. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: José Smith, pág. 481.6. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: José Smith, pág. 479.7. Véase Women of Covenant: The Story of

Relief Society, págs. 32–33.8. Véase “Una hermandad sin fronteras”, Boyd

K. Packer, Liahona, marzo de 1981, pág. 68.9. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: José Smith, pág. 483.10. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: José Smith, pág. 481.11. D. y C. 93:36.12. D. y C. 25:7.13. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia, José Smith, pág. 483, véase tambiénD. y C. 25:16.

14. Véase Moroni 6:4.15. Eliza R. Snow, citado en Emily S. Richards,

“General Conference: Relief Society”,Woman’s Exponent, diciembre de 1901,pág. 54.

16. D. y C. 50:14, 22.17. D. y C. 121:26.18. Nuestro legado, pág. 62.19. D. y C. 58:27.20. El Proveer conforme a la manera del

Señor, una guía para los líderes de bienestar, 1990, pág. II.

21. Enseñanzas de los Presidentes de laIglesia: José Smith, pág. 483.

22. Véase Mosíah 18:8–9.23. Alma 5:19.24. Véase “Una hermandad sin fronteras”,

Boyd K. Packer, Liahona, marzo de 1981,pág. 69.

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Mis queridas hermanas:Agradezco ésta, la primeraoportunidad que tengo de

hablar a las mujeres de la Iglesia con-gregadas en todas partes del mundo.En especial, es un honor contar hoydía con la presencia del presidenteMonson y del presidente Eyring. Elcoro nos ha llegado al corazón y noshan inspirado los mensajes de la her-mana Thompson, de la hermanaAllred y de la hermana Beck.

Desde que supe que estaría conustedes hoy, he pensado en las mu-chas mujeres que han moldeado mivida: mi maravillosa esposa Harriet,mi madre, mi suegra, mi hermana, mihija, mi nuera y muchas amigas. Todala vida me han rodeado mujeres queme inspiraron, enseñaron y alentaron.Soy quien soy hoy día en gran parte a

causa de estas mujeres excepcionales.Cada vez que me reúno con las muje-res de la Iglesia, siento que estoy en la presencia de almas igualmente ad-mirables. Estoy agradecido por estaraquí, por sus talentos, su compasión yservicio; más que nada, estoy agrade-cido por quienes son ustedes: precia-das hijas de nuestro Padre Celestial yde inmensa valía.

Estoy seguro de que para ustedesno es novedad, pero las diferenciasque existen entre los hombres y lasmujeres a menudo son muy notables,tanto en el aspecto físico y mental asícomo en el emocional. Uno de los me-jores ejemplos que acuden a mi mentepara ilustrar esto es la forma en que miesposa y yo preparamos una comida.

Cuando Harriet prepara una comi-da, es una obra de arte. Su cocina estan variada como el mundo, y con fre-cuencia prepara platos de países quehemos visitado. La presentación de lacomida es majestuosa; de hecho, mu-chas veces tiene una apariencia tanhermosa que parece un crimen co-merla. Es un deleite tanto para la vistacomo para el sentido del gusto.

Pero sin fallar, no importa lo per-fecto que todo esté, la presentación yel gusto, Harriet se disculpará por al-go que ella cree que no está perfecto.Ella dirá: “Me parece que usé dema-siado jengibre”, o “La próxima vez se-ría mejor usar un poco más de curry y otra hoja de laurel”.

Permítanme comparar eso con la

manera en que yo cocino. Para dar es-te discurso, le pedí a Harriet que medijera qué es lo que cocino mejor.

Ella respondió: huevos fritos porun solo lado.

Pero eso no es todo. Tengo un pla-to especial que se llama Knusperchen.El nombre suena como un manjar queencontrarían en un restaurante exclu-sivo; permítanme decirles cómo seprepara: Cortan el pan francés en pe-queñas rodajas y las tuestan dos veces.

¡Esa es la receta!Así que, entre los huevos fritos, aun-

que estén grasosos, y Knusperchen,aunque las tostadas estén quemadas,cuando cocino, me siento un héroe.

Tal vez este contraste entre mi es-posa y yo sea una leve exageración,pero ilustra algo que quizás vaya másallá de la preparación de comidas.

A mí me parece que nuestras estu-pendas hermanas a veces subestimansus habilidades; se centran en la defi-ciencia o en lo imperfecto en lugar deen lo que se ha logrado y en quiénesson en realidad.

Quizás reconozcan esa caracterís-tica en alguien a quien conocen muy bien.

Lo bueno es que eso también des-taca una cualidad admirable: el deseoinnato de complacer al Señor lo me-jor que podamos. Lamentablemente,también puede conducir a la frustra-ción, al agotamiento y al descontento.

A todas las que están abatidas Hoy quisiera hablarles a las perso-

nas que alguna vez se han sentidoineptas, desanimadas o abatidas; enotras palabras, a todos nosotros.

También ruego que el EspírituSanto amplíe mis palabras y que lesdé mayor significado, perspectiva einspiración.

Sabemos que a veces es difícilmantenerse a flote. En realidad, ennuestro mundo de cambios, desafíosy listas de control, a veces parece casiimposible evitar sentirse abrumadopor el sufrimiento y el dolor.

No sugiero que simplemente poda-mos encender un interruptor y dete-ner los sentimientos negativos que

La felicidad es su legadoP R E S I D E N T E D I E T E R F. U C H T D O R FSegundo Consejero de la Primera Presidencia

Nuestro derecho inalienable, y el propósito de nuestro grantrayecto en esta tierra, es buscar y sentir felicidad eterna.

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nos afligen; no es mi intención darlesuna infusión de ánimo o alentar a losque se están hundiendo en un panta-no a que se imaginen que están des-cansando en una playa. Me doy cuentade que en la vida de todos existen ver-daderas preocupaciones; sé que aquí,este día, hay personas que sufrengrandes pesares; otras luchan con te-mores que las afligen y, para otras, lasoledad es su sufrimiento secreto.

Estas cosas no son insignificantes.Sin embargo, me gustaría hablar de

dos principios que pueden ayudarlesa encontrar un sendero de paz, espe-ranza y regocijo, aún en tiempos depruebas y angustia. Deseo hablar dela felicidad de Dios y cómo cada unode nosotros puede disfrutarla a pesarde las cargas que nos agobian.

La felicidad de DiosPrimero les haré una pregunta:

“¿Cuál consideran que es la clase de

felicidad más grande?”. Para mí, la res-puesta a esa pregunta es: “la felicidadde Dios”.

Eso nos conduce a otra pregunta:“¿Qué es la felicidad de nuestro PadreCelestial?”.

Eso tal vez sea imposible de respon-der, ya que Sus caminos no son nues-tros caminos. “Como son más altos loscielos que la tierra, así son [los cami-nos de Dios] más altos que [nuestros]caminos, y [Sus] pensamientos másque [nuestros] pensamientos”1.

Aunque “no [sabemos] el significa-do de todas las cosas”, sabemos queDios “ama a Sus hijos”2, porque ha di-cho: “Porque, he aquí, ésta es mi obray mi gloria: Llevar a cabo la inmortali-dad y la vida eterna del hombre”3.

Nuestro Padre Celestial puede lograr esas dos grandes metas: la in-mortalidad y la vida eterna del hom-bre, porque Él es un Dios que crea yque tiene compasión. Crear y tener

compasión son dos objetivos quecontribuyen a la felicidad perfecta denuestro Padre Celestial. Crear y tenercompasión son dos actividades quenosotros, como hijos Suyos, pode-mos y debemos emular.

La obra de crearEl deseo de crear es uno de los an-

helos más profundos del alma huma-na. No importa cuáles sean nuestrostalentos, formación, orígenes o aptitu-des, todos tenemos un deseo inhe-rente de crear algo que no existía.

Toda persona puede crear algo. Nose necesita dinero, posición social niinfluencia para crear algo que tengavalor o belleza.

Crear algo trae profunda satisfac-ción y realización. Nos mejoramos anosotros mismos y a los demás cuan-do tomamos “materia desorganizada”en nuestras manos y moldeamos algohermoso, y no me refiero al procesode limpiar los cuartos de sus hijosadolescentes.

Tal vez digan: “Yo no soy creativa.Cuando canto siempre estoy mediotono arriba o debajo de la nota. Nopuedo trazar una línea sin una regla, ymi pan casero sólo sirve para usar depisapapeles o de freno para la puerta”.

Si es así como se sienten, reconsi-dérenlo y recuerden que son hijas espirituales del Ser más creativo deluniverso. ¿No es extraordinario pensarque nuestros propios espíritus fueroncreados por un Dios infinitamente creativo y eternamente compasivo?Piensen en esto: el cuerpo espiritualde ustedes es una obra de arte, creadacon belleza, funcionalidad y capacidadque va más allá de la imaginación.

Pero, ¿con qué fin fuimos creados?Se nos creó con el propósito y el potencial específicos de sentir unaplenitud de gozo4. Nuestro derechoinalienable, y el propósito de nuestrogran trayecto en esta tierra, es buscary sentir felicidad eterna. Una de lasformas en que lo logramos es al crearalgo.

Si son madres, ustedes participancon Dios en Su obra de crear, no sóloal proporcionar cuerpos físicos para

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sus hijos, sino también al instruirlos y nutrirlos. Si aún no son madres, lostalentos creativos que desarrollen lasprepararán para cuando lleguen a ser-lo, en esta vida o la venidera.

Tal vez piensen que no tienen ta-lentos, pero esa es una suposición falsa, ya que todos tenemos dones ytalentos, cada uno de nosotros5. Loslímites de la creatividad van más alláde los bordes de un lienzo o de unahoja de papel, y no requieren un pin-cel, ni un lápiz ni las teclas de un pia-no. Crear significa dar vida a algo queno existía antes: jardines coloridos,casas armoniosas, recuerdos familia-res, risas contagiosas.

Lo que creen no tiene que ser per-fecto. ¿Qué importa si los huevos estángrasosos o si las tostadas se queman?No permitan que el temor al fracaso lasdesanime. No dejen que las voces delos críticos las paralicen, ya sea que lavoz venga de afuera o de su interior.

Si aún se sienten incapaces de crearalgo, comiencen con algo simple. Veancuántas sonrisas pueden suscitar, es-criban una carta de agradecimiento,aprendan una nueva destreza, escojanun lugar y embellézcanlo.

Hace casi un siglo y medio, el presi-dente Brigham Young les habló a lossantos acerca de su época: Él dijo: “Lossantos tienen una gran obra que reali-zar. Avancen y mejoren, y embellezcan

todo lo que los rodea; cultiven la tierra y su mente; construyan ciuda-des, adornen sus moradas, planten jar-dines, huertos y viñedos, y hagan quela tierra sea tan agradable que cuandomiren sus obras lo hagan con placer, yque los ángeles se deleiten en venir avisitar sus hermosos lugares. Mientrastanto, procuren continuamente en-grandecer su mente con la virtuosa influencia del Espíritu de Cristo”6.

Cuanto más confíen en el Espíritu y dependan de él, mayor será su capa-cidad para crear. Ésa es su oportuni-dad en esta vida y su destino en la vidavenidera. Hermanas, confíen en elEspíritu y dependan de él. Si aprove-chan las oportunidades comunes de lavida diaria y crean algo bello y útil, me-jorarán no sólo el mundo que las ro-dea, sino también su mundo interior.

Tener compasión El tener compasión es otra gran

obra de nuestro Padre Celestial y unacaracterística fundamental de quienessomos como pueblo. Se nos manda“[socorrer] a los débiles, [levantar] lasmanos caídas y [fortalecer] las rodillasdebilitadas”7. Los discípulos de Cristoen todas las edades del mundo se han distinguido por su compasión.Aquellos que siguen al Salvador, “[llo-ran] con los que lloran; sí, y [consue-lan] a los que necesitan de consuelo”8.

Al extender una mano para bende-cir la vida de los demás, nuestra vidatambién es bendecida. El servicio y el sacrificio abren las ventanas de los cielos, permitiendo que bendicio-nes especiales desciendan sobre no-sotros. Ciertamente nuestro amadoPadre Celestial está complacido conlos que se ocupan del más pequeñode Sus hijos.

Al levantar a los demás, nosotrostambién nos elevamos. El presidenteSpencer W. Kimball enseñó: “…cuan-to más sirvamos a nuestros semejan-tes en la forma adecuada, más seennoblecerá nuestra alma”9.

El presidente Gordon B. Hinckleycreía en el poder sanador del servicio.Después de la muerte de su esposa,él fue un gran ejemplo para la Iglesiaen el modo en que se consagró a laobra y a servir a los demás. Se diceque el presidente Hinckley le dijo auna mujer que acababa de perder a su esposo: “El trabajo curará su pena.Preste servicio a los demás”.

Esas son palabras profundas. Alperdernos en el servicio a los demás,descubrimos nuestra propia vida y felicidad.

El presidente Lorenzo Snow expre-só una idea similar: “Cuando se sien-tan algo apesadumbrados, miren a sualrededor y busquen a alguien que sehalle en una situación peor que la de

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ustedes; vayan a esa persona y averi-güen qué problema le aqueja, y en-tonces, traten de ayudarle ejercitandola sabiduría con la que el Señor los ha investido; y antes de que se dencuenta de ello, su pesadumbre habrádesaparecido, se sentirán elevados es-piritualmente y el Espíritu del Señorestará sobre ustedes, y hará que todoparezca iluminado”10.

En el mundo actual de la psicologíapopular, la televisión burda y los ma-nuales de autoayuda sobre cómo sen-tirse bien, este consejo puede parecersin sentido común. Se nos dice que larespuesta a nuestros males es centrar-nos en nosotros, consentirnos, gastarprimero y pagar después, y satisfacernuestros deseos aun a expensas dequienes nos rodean. Aunque a vecessea prudente considerar primeronuestras necesidades, a la larga, esono conduce a una felicidad duradera.

Un instrumento en las manos delSeñor

Creo que las mujeres de la Iglesia,sin tener en cuenta la edad o condi-ción familiar, son las que más com-prenden y ponen en práctica laspalabras de James Barrie, el autor dePeter Pan: “Quienes llevan luz a la vidade los demás no pueden evitar queesa luz también brille sobre ellos”11.Con frecuencia he sido testigo de ca-llados actos de bondad y compasiónrealizados por mujeres nobles queprestan ayuda desinteresada. Mi cora-zón se conmueve al oír relatos de her-manas de la Iglesia que se apresuran asocorrer a los necesitados.

Hay quienes, en la Iglesia, tantohombres como mujeres, se preguntancómo pueden contribuir al reino. Aveces, mujeres solteras, divorciadas o viudas dudan que haya un lugar pa-ra ellas. Toda hermana de la Iglesia esde importancia vital, no sólo paranuestro Padre Celestial, sino tambiénpara la edificación del Reino de Dios.Hay mucho trabajo que hacer.

En la reunión como ésta que seefectuó hace un año, el presidenteMonson enseñó que ustedes “se en-cuentran rodeadas de oportunidades

para prestar servicio… Muchas veces,todo lo que se requiere son pequeñosactos de servicio para elevar y bende-cir a los demás”12. Miren a su alrede-dor. Allí, en la reunión sacramental,hay una madre joven con varios hijos:ofrézcanse a sentarse con ella y ayu-darla. Allí en su vecindario hay un jo-vencito que parece estar desanimado:díganle que disfrutan de estar en supresencia, que pueden sentir su bon-dad. Las palabras sinceras de alientosólo requieren un corazón amoroso e interesado, pero puede que tenganuna influencia eterna en la vida dequienes les rodean.

Ustedes, maravillosas hermanas,brindan servicio caritativo a los demáspor motivos que reemplazan al deseode beneficiarse personalmente. Eneso, se asemejan al Salvador, quien,aunque era rey, no buscaba posiciónsocial ni se preocupaba si los demás lotenían en cuenta. No se molestaba encompetir con otras personas; Sus pen-samientos siempre estaban dirigidos aayudar a los demás. Enseñó, sanó, ha-bló y escuchó a los demás. Sabía que lagrandeza no tenía nada que ver con lasindicaciones externas de prosperidadni la posición social. Enseñó y vivió se-gún esta doctrina: “El que es mayor devosotros, sea vuestro siervo”13.

Al final, el número de oracionesque hacemos contribuirán a nuestrafelicidad, pero el número de oraciones

que contestemos será aún de mayorimportancia. Abramos los ojos y vea-mos los corazones abrumados, note-mos la soledad y la desesperación;percibamos las silenciosas oracionesde las personas que nos rodean y seamos instrumentos en las manos del Señor para dar respuesta a esasoraciones.

Conclusión Mis queridas hermanas, mi fe es

simple. Creo que a medida que seanfieles y diligentes en obedecer losmandamientos de Dios, se acerquen a Él con fe, esperanza y caridad, lascosas obrarán juntamente para subien14. Creo que al entregarse a laobra de nuestro Padre —al crear be-lleza y al tener compasión por los de-más— Dios las estrechará entre losbrazos de Su amor15. El desánimo, laineptitud, el abatimiento darán paso auna vida llena de significado, gracia ysatisfacción.

En calidad de hijas espirituales denuestro Padre Celestial, la felicidad essu legado.

Ustedes son hijas escogidas denuestro Padre Celestial y, por mediode las cosas que crean y mediante suservicio caritativo, son un gran poderpara bien. Harán del mundo un lugarmejor. Tengan ánimo, caminen con lacabeza en alto. Dios las ama; nosotroslas amamos y las admiramos.

De esto testifico, y les dejo mi ben-dición como Apóstol del Señor, en elnombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Isaías 55:9.2. 1 Nefi 11:17.3. Moisés 1:39.4. Véase 2 Nefi 2:25.5. Véase D. y C. 46:11–12.6. Brigham Young, Deseret News, 8 de agosto

de 1860, pág. 177.7. D. y C. 81:5.8. Mosíah 18:9.9. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: Spencer W. Kimball, pág. 96.10. La mujer Santo de los Últimos Días, Manual

Básico para las Mujeres, Parte B, pág.144.11. J.M. Barrie, A Window in Thrums, traduc-

ción libre, 1917, pág. 137.12. Thomas S. Monson, “Tres metas para guiar-

te”, Liahona, noviembre de 2007, pág. 118.13. Mateo 23:11.14. Véase D. y C. 90:24.15. Véase D. y C. 6:20.

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Las siguientes pautas parala instrucción de la clasedel cuarto domingo en

el sacerdocio de Melquisedecy la Sociedad de Socorro rem-plazan las que se encuentranen Información para los lí-deres del sacerdocio y de lasorganizaciones auxiliaressobre los cursos de estudio,2005 al 2008.

Las lecciones delSacerdocio de Melquisedec yde la Sociedad de Socorroque se imparten el cuarto do-mingo del mes se deben con-centrar en las “Enseñanzaspara nuestra época”. Esas lec-ciones se deben enseñar delejemplar de la revistaLiahona que contenga losdiscursos de la conferenciageneral más reciente; esosejemplares se publican cadames de mayo y noviembre.Los discursos también estándisponibles (en varios idio-mas) en internet en:www.lds.org.

Cada lección se debe pre-parar en base a uno o más dis-cursos. Los presidentes deestaca y de distrito eligen cuá-les discursos se deben utilizaro pueden asignar esa respon-sabilidad a los obispos y a lospresidentes de rama. Los líde-res deben resaltar la importan-cia de que los hermanos delSacerdocio de Melquisedec ylas hermanas de la Sociedadde Socorro estudien los mis-mos discursos en los domin-gos correspondientes. Losmaestros deben buscar el con-sejo de sus líderes en cuanto acualquier énfasis especial.

Se insta a las personas queasistan a las lecciones del

cuarto domingo a estudiar yllevar a la clase el ejemplar dela revista de la conferencia ge-neral más reciente. Los líde-res de barrio y de rama debenasegurarse de que todos losmiembros tengan acceso a lasrevistas de la Iglesia.

Sugerencias para preparar

una lección basándose en

los discursos

• Ore para que el EspírituSanto esté con usted a me-dida que estudie y enseñeel (los) discurso(s). Es pro-bable que se sienta tentadoa preparar la lección utili-zando otros materiales; sinembargo, los discursos dela conferencia constituyenel curso de estudio aproba-do. La asignación que ustedtiene es la de ayudar a otraspersonas a aprender elEvangelio y a vivirlo, tal co-mo se enseñó durante lamás reciente conferenciageneral de la Iglesia.

• Revise el (los) discurso(s)en busca de los principios yla doctrina que satisfaganlas necesidades de losmiembros de la clase.Asimismo, busque en el(los) discurso(s) relatos, re-ferencias de las Escrituras ydeclaraciones que le seránde ayuda para enseñar esasverdades.

• Haga un bosquejo de la for-ma en que desea enseñarlos principios y la doctrina;en ese bosquejo se debe-rán incluir preguntas quehagan que los miembrosde la clase:–Busquen los principios yla doctrina en el (los) dis-

curso(s) que enseñe.–Piensen en el significadode los principios y la doctrina.–Compartan la compren-sión, las ideas, las experien-cias y el testimonio quetengan de los principios yla doctrina.–Apliquen en su vida esosprincipios y esa doctrina.

• Revise los capítulos 31–32de La enseñanza: El llama-miento más importante.

“Lo más importante es que los miembros sientan la influencia del Espíritu,

aumenten su comprensióndel Evangelio, aprendan aaplicar los principios delEvangelio en su vida y forta-lezcan su compromiso de vi-vir el Evangelio” (Guía parala enseñanza, 2001, pág. 13).

Tenga a bien enviar suscomentarios de “Enseñanzaspara nuestra época” a:Curriculum Development, 50 East North Temple Street, Room 2420, Salt Lake City, UT 84150-0024,E.U.A.; o comuníquese por correo electrónico a: [email protected]. ■

Enseñanzas para nuestraépoca

Meses

De noviembre de 2008 a abrilde 2009

De mayo de 2009 a octubrede 2009

Materiales para las lecciones delcuarto domingo

Discursos publicados en la revista Liahona denoviembre de 2008*

Discursos publicados en la revista Liahona demayo de 2009*

*Estos discursos se pueden acceder (en muchos idiomas) en www.lds.org.

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Se dirigen a nosotrosHagamos de la conferencia parte de nuestra vida

¿Qué harás para que las enseñan-zas de la conferencia general for-men parte de tu vida y de la de

los miembros de tu familia? Quizásdesees utilizar algunas de estas de-claraciones y preguntas comopunto de referencia para llevar acabo un análisis o para la me-ditación personal.

Además, puedes leer,oír o ver en línea los dis-cursos de la conferenciageneral en www.lds.org.

Para los niños• “Seamos buenos ciuda-

danos de las naciones donde vi-vimos y buenos vecinos en nuestrascomunidades, sirviendo a las personasde otras religiones al igual que a las dela nuestra”.—Presidente Thomas S.Monson (véase la pág. 106).

• “Los hijos de Dios tienen más co-sas en común que diferencias... Diosnos ayudará a ver alguna diferencia enotra persona no como motivo de irri-tación sino como una contribución. ElSeñor les puede ayudar a ver y a valo-rar lo que otra persona aporte y queustedes no tengan. —PresidenteHenry B. Eyring (véase la pág. 68).

• “Al estudiar las Escrituras, al ha-blar con nuestro Padre Celestial a dia-rio, [y] al comprometernos a guardar

los mandamientos de Dios... adquiri-mos esperanza”. —Presidente DieterF. Uchtdorf (véase la pág. 21).

Para la juventud• El presidente Henry B. Eyring en-

señó sobre cómo edificar la unidad alhablarnos con bondad los unos a losotros: “Les prometo un sentimientode paz y gozo cuando hablen amable-mente de los demás en la luz deCristo” (véase la pág. 68).

• “Jóvenes, [la reunión sacramental]no es un momento para cuchicheos

en teléfonos celulares ni para en-viar mensajes de texto a

otras personas”, dijoel élder Dallin H.

Oaks (véase lapág. 17).

• Elaine S. Dalton dijo:“Creo firmemente que una jo-vencita o un jovencito virtuo-sos, guiados por el Espíritu,pueden cambiar el mundo pe-ro, para hacerlo, debemos vol-ver a la virtud” (véase la pág. 78).

• Para leer [eninglés] sobre expe-riencias de la con-ferencia que losjóvenes hayan tenido, diríjasea: newera.lds.org.

Para los adultos• El presidente Boyd K. Packer re-

lató varias de las tribulaciones a lasque se enfrentaron los primerosSantos de los Últimos Días (véase lapág. 88). ¿En qué forma los fortaleciósu fe durante esas tribulaciones? ¿Enqué forma puede fortalecerle a ustedsu fe? (Para ideas adicionales, véase eldiscurso del élder Robert D. Hales, enla pág. 72.)

• El élder D. Todd Christoffersonmencionó tres cosas que necesitamosa fin de ser un pueblo de Sión (véasela pág. 37). Haga una lista de las ma-neras en que usted puede progresaren cada uno de esos aspectos.

• El élder M. Russell Ballard y SilviaH. Allred hablaron sobre el hecho deque el Evangelio se está esparciendopor las naciones de la tierra (véanselas págs. 81 y 10). Además, en sus

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palabras de apertura, el presidenteThomas S. Monson dijo: “Los exhortoa que oren para que se abran las puertas de esos lugares [donde no se nos permite compartir el Evangeliolibremente], a fin de que podamoscompartir con ellos el gozo delEvangelio”. Si usted recuerda la oca-sión en que el presidente Spencer W.Kimball (1895–1985) compartió unconsejo similar, converse en cuanto ala experiencia que tuvo al seguir eseconsejo. ¿Qué ha notado en el propiolugar donde usted reside en cuanto alprogreso de la Iglesia? Hable con sufamilia en cuanto al hecho de orarjuntos, a fin de que se presentenoportunidades para que el Evangeliose predique en más lugares.

• No importa las tribulaciones queafrontemos, nuestro Padre Celestialno nos dejará solos (véanse los dis-cursos en las páginas 21, 29, 32, 41, 75 y 102). ¿Cómo ha contestado nues-tro Padre Celestial tus oraciones cuan-do te has enfrentado a situacionesdifíciles? ■

UN REGALO DE CUMPLEAÑOSPARA E L PRES IDENTE THOMAS S . MONSON

En su discurso de la conferencia, el élder Quentin L.Cook, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Cuando anuestro amado profeta, el presidente Thomas S. Monson, se lepreguntó este pasado agosto, en el día de su cumpleaños, cuálsería el regalo ideal que los miembros de todo el mundo podríandarle, dijo sin dudar ni un momento: ‘Encuentren personas queestén pasando por dificultades... yhagan algo por ellas’ ”1.

Niños, ¿les gustaría darle alpresidente Monson un regalo decumpleaños? Piensen en un actode servicio que podrían hacer poralguna persona; tal vez su abuelonecesite ayuda en las tareas dela casa, o quizás el niño nuevo de la escuela necesita un amigo.Hay muchas personas que necesitan ayuda, ¡y muchos niños bondadosos que lesayuden! Dinos en cuanto a tu acto de servicio y después lee sobre muchos otros enlas revistas Liahona y Friend de agosto de 2009, que es el mes en el que el presidenteMonson cumple años.

Por correo electrónico, envía tu carta, fotografía y el permiso a: friend@lds

church.org o a [email protected]. O envía tu carta, fotografía y permiso a:

Birthday Service

Friend [or Liahona] Magazine

50 E. North Temple St., Rm. 2420

Salt Lake City, UT 84150-0024, E.U.A.

Se debe incluir la información y el permiso siguientes:

_____________________________________________Nombre completo

_____________________________________________Edad

_____________________________________________Estado/Provincia, PaísDoy mi permiso para imprimir el envío y la fotografía:

_____________________________________________Firma de uno de los padres o custodio legal

Tengan a bien responder para el 15 de diciembre de 2008.

Los niños cuyas cartas se envíen deberán tener por lo menos

tres años de edad.

NOTA1. Thomas S. Monson, citado en Gerry Avant, “Prophet’s

Birthday: Milestone of 81”, Church News, 23 de agosto de2008, pág. 4.

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Í N D I C E D E R E L AT O S D E L A C O N F E R E N C I AA continuación aparece una lista de experiencias seleccionadas de los discursos de la conferencia general, para utilizarlascomo referencia en el estudio personal, en las noches de hogar y en las demás enseñanzas. Los números de las páginas

corresponden a la primera página del discurso.

Orador Relato Doctrinas o principios

Élder L. Tom Perry El élder y la hermana Perry visitan la laguna Walden, 7 paz

Silvia H. Allred Conversión de la familia de la hermana Allred, 10 obra misional

Élder Neil L. Andersen El misionero se da cuenta de que Dios lo ama, 13 amor, fe

El hombre cuya hija murió en un accidente decide tener fe, 13 fe

Hadley Peay le dice a un niño discapacitado que ella es sorda, 13 testimonio, tribulaciones

Élder Marcos A. Aidukaitis La conversión del padre del élder Aidukaitis, 15 obra misional

Presidente Dieter F. Uchtdorf La madre del presidente Uchtdorf ora para encontrar a sus hijos, 21 fe, esperanza

Élder Joseph B. Wirthlin El joven Joseph B. Wirthlin escucha el consejo de su madre después optimismo, pruebasde que él perdió un juego de fútbol americano, 26

La familia Wirthlin le ve la gracia a una embarazosa situación de cortejo, 26 sentido del humor

Padres son bendecidos al criar a un hijo con autismo, 26 gozo, tribulaciones

Hija con constantes problemas de salud pone su confianza en Dios, 26 fe

Élder Jeffrey R. Holland Niño es rescatado por su padre después de cruzar un río crecido, 29 ángeles ministrantes

Élder D. Todd Christofferson Jóvenes adultos solteros de Europa oriental asisten a una conferencia, 37 unidad

Maestro orientador regala una mesa a una familia inmigrante, 37 generosidad

Élder David A. Bednar La hermana Bednar ofrece una oración de agradecimiento durante un oraciónmomento de tragedia, 41

Élder Jay E. Jensen Un jovencito salva a una pequeña en el Gran Cañón, 47 amor, servicio

Presidente Dieter F. Uchtdorf Hombres “impulsan desde donde están” para mover un piano de cola, 53 servicio

John Rowe Moyle, cantero de profesión, camina seis horas para perseverancia, serviciotrabajar en el Templo de Salt Lake, 53

Presidente Thomas S. Monson Hombres jóvenes visitan la tumba de Martin Harris, 60 sacerdocio, enseñanza

Matrimonio misionero presta cinco años de servicio en Polonia, 60 servicio

Theron Borup ora para recibir ayuda después de que su avión fue oración, sacerdocioderribado en la Segunda Guerra Mundial, 60

Obispo Keith B. McMullin Oficial chino de visita en Salt Lake City ayuna y hace donativo al ayuno, bienestarprograma de bienestar de la Iglesia, 75

Se da una bendición del sacerdocio a una niña gravemente herida, 75 sanación, sacerdocio

Presidente Thomas S. Monson El prisionero de guerra, Jay Hess, envía breve mensaje a su familia, 84 familia, prioridades

Borghild Dahl muestra agradecimiento antes y después de que se le gratitud, optimismorestaura la vista, 84

Élder Quentin L. Cook Experiencias pioneras de Helen Mar Whitney y Bathsheba Smith, 102 fe, optimismo

Ellen Yates se lamenta junto con la madre del joven implicado en un Expiación, perdónaccidente automovilístico en el que el esposo de la hermana Yates perdió la vida, 102

Silvia H. Allred Los miembros de Centroamérica se sacrifican económicamente y temploviajan cinco días para asistir al templo, 112

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El presidente Thomas S.Monson anunció laconstrucción de cinco

nuevos templos en diversaspartes del mundo durante laprimera conferencia generalsemestral desde su sosteni-miento en la asamblea solem-ne del pasado mes de abril.

Desde abril de 2000 no seanunciaban tantos templosde una sola vez. (Para más in-formación, véase el relato dela pág. 126.)

Se relevó a los élderes EarlC. Tingey y Sheldon F. Childdel Primer Quórum de losSetenta y se les designó

NOTICIAS D E L A I G L E S I A

Concluye la Conferencia Semestral Nº 178Autoridades Generales eméri-tas. Los élderes Gerald N.Lund y Robert R. Steuer fue-ron relevados del SegundoQuórum de los Setenta.

Se sostuvo al élder Jay E.Jensen, de los Setenta, paraocupar la vacante en laPresidencia de los Setenta pro-ducida por el relevo del élderEarl C. Tingey. (Véase la notabiográfica en la página 128.)

El presidente Monson, quecelebró su cumpleaños nú-mero 81 el 21 de agosto, pre-sidió la conferencia y dirigiótres de las sesiones. Él y su es-posa, Frances, celebraron su60º aniversario de boda el 7de octubre.

Además de su publicaciónen el ejemplar de la conferen-cia de las revistas de la Iglesia,los discursos se pueden con-sultar en línea en LDS.org. El video de las sesiones está

disponible en lenguaje de señas estadounidense, inglés,portugués y español. Los archivos de audio en más de90 idiomas y los textos escri-tos en otros 30 también estándisponibles en línea. ■

L IAHONA N OV IEMBRE DE 2008 125

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Más miembros de laIglesia recibirán lasbendiciones del tem-

plo cuando se termine la cons-trucción de los cinco templosnuevos anunciados durante laconferencia general. El presi-dente Thomas S. Monson hizopúblicos los planes de nuevostemplos durante la aperturade la conferencia en la sesióndel sábado por la mañana deldía 4 de octubre de 2008.

Los nuevos templos seedificarán en Calgary,Alberta, Canadá; Córdoba,Argentina; la zona aledaña deKansas City, Misuri, E.U.A.;Filadelfia, Pensilvania, E.U.A.;y Roma, Italia. Ya se han adquirido los terrenos para estos futuros templos.

126

“Qué día tan glorioso; he-mos sido testigos del anunciode cinco templos nuevos por nuestro amado profeta”,dijo el presidente Dieter F.Uchtdorf, Segundo Consejerode la Primera Presidencia, du-rante el discurso que pronun-ció con posterioridad alanuncio. “Qué día tan hermo-so para todos nosotros”.

El Templo de Calgary,Alberta, Canadá, se construiráen un terreno propiedad de laIglesia que está próximo a uncentro de reuniones ubicadoen el noroeste de la ciudad.Será el octavo templo deCanadá y el tercero que seconstruye en la provincia deAlberta. Los demás temploscanadienses están en Halifax,

Nueva Escocia;Edmonton, Alberta; Cardston,Alberta; Regina, Saskatchewan;Toronto, Ontario; Montreal,Quebec; y Vancouver,Columbia Británica (este últi-mo en fase de construcción).

El Templo de Córdoba,Argentina, se erigirá en el te-rreno del centro de reunionesde Belgrano, próximo a la ac-tual casa de la misión. Será el34º templo de Latinoaméricay el segundo de Argentina. Elprimer templo de este país sededicó en 1986 en la ciudadcapital, Buenos Aires.

El crecimiento continuo de la Iglesia en los EstadosUnidos tiene su reflejo en elanuncio de los planes de cons-trucción de nuevos templos

El presidente Monson anuncia nuevostemplos

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Las guías de fuentes de consulta se publican separadas delas revistas de la conferencia

Las guías de fuentes deconsulta para los maes-tros que instruyen al

Sacerdocio Aarónico y a lasMujeres Jóvenes, y que hastaahora acompañaban a las edi-ciones de la conferencia ge-neral de las revistas Liahonay Ensign, se publicarán porseparado y se enviarán di-rectamente a los ba-rrios y las ramas.

“Las guías suponenun complemento yapoyo para los manualesdel Sacerdocio Aarónico yde las Mujeres Jóvenes,pues proporcionan a losmaestros las palabras más recientes de los líderes de la Iglesia sobre el tema de la lección”, dijo Michael G.Madsen, del Departamentode Cursos de Estudio de la Iglesia.

Las guías contienen ma-terial suplementario para ca-da lección de los manualesya que incluyen referenciasa relatos y discursos recien-tes de los líderes de laIglesia y a otros artículos pu-blicados en las revistas de laIglesia. Las nuevas guías in-corporan preguntas, citas ysugerencias para la enseñan-

material de los manuales vi-gentes, pero no ser un susti-tuto de éstos.

Las guías de fuentes deconsulta se publicarán separa-damente una vez al año, sucontenido se reparte en cua-tro divisiones: preguntas,

Las nuevas guías se impri-men en 27 idiomas y aportanmaterial tanto para las leccio-nes dominicales como para lasactividades de entre semanacon los jóvenes. Dichas activi-dades se han hecho coincidircon el tema de las lecciones

enormemente del anuncio delos planes de construcción deun templo en Roma, Italia,que se edificará en un terrenode seis hectáreas propiedadde la Iglesia y próximo a lacircunvalación de la partenordeste de la capital italiana.Este templo será el 12º deEuropa. Los miembros de laIglesia que residen en los paí-

ses próximos gozarán de labendición de tener que viajarmenos y reducir sus gastospara asistir al templo.

Actualmente hay 128 tem-plos dedicados en funciona-miento y otros 17 anunciadoso en construcción, así el totalde templos anunciados y enfuncionamiento en todo elmundo asciende a 145. ■

en la zona aledaña de KansasCity, Misuri, y en Filadelfia,Pensilvania. Dichos edificiosse sumarán a las docenas detemplos que ya hay por todoel país. El futuro templo de lazona contigua de Kansas Cityse construirá en el condadode Clay, Misuri, dentro de loslímites del proyecto de cons-trucción de propiedades resi-

denciales Shoal Creek al quepertenece Kansas City. Por suparte, el Templo de Filadelfiase levantará en el centro de laciudad, siendo de característi-cas similares a otros templosedificados en entornos urba-nos, como los de Manhattan yHong Kong.

Los santos delMediterráneo se beneficiarán

de los domingos para que losjóvenes tengan ocasión de ex-perimentar y aplicar las ense-ñanzas impartidas. Muchas deestas actividades sirven paracumplir los requisitos de los

programas Cumplir nues-tro deber a Dios y

Progreso Personal.“Tratamos de relacio-

nar lo que aprenden el do-mingo con una actividad de

entre semana para que elEvangelio penetre en sus co-razones”, dijo el hermanoMadsen.

Se alienta a los líderes delos Hombres Jóvenes y de lasMujeres Jóvenes a emplearestas nuevas guías junto consus materiales para la ense-ñanza. Las guías incluyen 11sugerencias específicas parala enseñanza dirigidas a ayu-dar a los instructores a planifi-car y presentar las leccionescon mayor eficacia.

“Si los maestros siguen es-tas sugerencias, la enseñanzamejorará enormemente”,añadió el hermano Madsen.

Las nuevas guías de 2009se han puesto a disposiciónpor medio de los Servicios deDistribución desde el 2 deseptiembre de 2008. ■

L IAHONA N OV IEMBRE DE 2008 127

za que pretende ayudar a losinstructores, brindándolesasí más materiales de con-sulta. El propósito de estasnuevas guías es comple-mentar y actualizar el

fuentes de consulta adiciona-les, experiencias y sugeren-

cias para la enseñanza.

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Después de tratar unproblema durante va-rios días mientras ser-

vía como presidente de laMisión Colombia Cali, el élder Jay Edwin Jensen, re-cientemente llamado a laPresidencia de los Setenta, recuerda que abrió susEscrituras durante el vuelo deregreso a la casa de la misión.

Le llamó la atención una lí-nea de Doctrina y Convenios3:5: “Recuerda también laspromesas que te fueron hechas”.

“En la vida encaramos difi-cultades, pero el Señor pare-cía estar recordándome quelas promesas son siempre ma-yores”, dice el élder Jensen.

Las primeras nociones queel élder Jensen adquirió delas promesas del Señor las recibió de sus padres, RuelWhiting y Ethel Otte Jensen.Nacido en Mapleton, Utah,E.U.A., el 5 de febrero de1942, fue el sexto de diez hijos de un hogar “en el que se enseñaba y vivía elEvangelio”, señala.

Tras servir en la MisiónHispanoamericana entre 1961y 1963, se casó con Lona LeeChild el 1º de noviembre de

1963 en el Templo de Manti,Utah, y son padres de seis hi-jos. El élder Jensen cursó estudios de licenciatura, maestría y doctorado en laUniversidad Brigham Young.

Concluida su etapa comomaestro de seminario, traba-jó como director de los cur-sos de estudio de seminariose institutos de religión, direc-tor de capacitación delDepartamento Misional y di-rector de coordinación de lasEscrituras del Departamentode Cursos de Estudio de laIglesia.

El élder Jensen ha servidocomo obispo, consejero de la presidencia del CCM deProvo, miembro del sumoconsejo, líder del grupo de su-mos sacerdotes, presidente delos Hombres Jóvenes, maestrode la Escuela Dominical y pre-sidente de misión. Fue llama-do al Segundo Quórum delos Setenta el 6 de junio de1992 y al Primer Quórum de los Setenta el 1º de abrilde 1995.

Sus conocimientos adqui-ridos a través de toda una vida de servicio quedan refle-jados en aquella experienciaque tuvo con las Escriturassiendo presidente de misión.“La palabra de Dios es pode-rosa”, señala (véase alma31:5). Él espera que, comosucedió con Gedeón en elLibro de Mormón, sus pala-bras sean de utilidad al Rey ya los integrantes de Su reino(véase Mosíah 22:4). ■

Élder Jay E. JensenDe la Presidencia de los Setenta

Presidencias Generales de las Organizaciones Auxiliares

Charles W. Dahlquist IIPresidente

Dean R. BurgessPrimer consejero

Michael A. NeiderSegundo consejero

A. Roger MerrillPresidente

Daniel K JuddPrimer consejero

William D. OswaldSegundo consejero

Julie B. BeckPresidenta

Silvia H. AllredPrimera consejera

Barbara ThompsonSegunda consejera

Elaine S. DaltonPresidenta

Mary N. CookPrimera consejera

Ann M. DibbSegunda consejera

Cheryl C. LantPresidenta

Margaret S. LifferthPrimera consejera

Vicki F. MatsumoriSegunda consejera

ESCUELA DOMINICAL

SOCIEDAD DE SOCORRO

MUJERES JÓVENES

PRIMARIA

HOMBRES JÓVENES

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Loor al Profeta, por Jon McNaughton.

“José Smith, el Profeta y Vidente del Señor, ha hecho más por la salvación del hombre en este mundo, que cualquier otro que ha vivido en él, exceptuando sólo a Jesús… Vivió grande y

murió grande… y como la mayoría de los ungidos del Señor en tiempos antiguos, ha sellado su misión y obras con su propia sangre” (D. y C. 135:3).

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“Hermanos y hermanas, cuán bendecidos somosde que los cielos en realidad estén abiertos, de quela Iglesia restaurada de Jesucristo se encuentrehoy sobre la tierra y de que la Iglesia esté fundadasobre la roca de la revelación”, dijo el presidenteThomas S. Monson al concluir la ConferenciaGeneral Semestral número 178. “Sabemos que la revelación continua es el alma del evangelio de Jesucristo”.

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